Introducción
La adolescencia es una etapa del desarrollo humano con un valor adaptativo y funcional importante que posibilita el aprendizaje y el desarrollo de los jóvenes (Unicef, 2020). Los adolescentes representan el 30 % de la población de Latinoamérica y el caribe, y pueden verse afectados por comportamientos de riesgo para la salud, principalmente las relacionadas con la violencia interpersonal, lo que incluye intimidación, riñas, homicidio, agresiones sexuales y físicas graves. De hecho, el homicidio es la principal causa de muerte entre los adolescentes de las Américas, lo que ha llevado a reconocer que la violencia juvenil es un problema mundial de salud pública (Organización Panamericana de la Salud [OPS], 2022). Lo anterior permite reconocer a la agresividad como una variable importante en la adolescencia. La agresividad refiere a una tendencia estable del comportamiento; este patrón comportamental implica riesgo para la agresividad, como atacar, dañar, o provocar a otros con la intención de causar daño, la violencia e incluso conductas antisociales al derivarse en comportamientos crueles y socialmente destructivos (Bouquet et al., 2019; Cordero, 2022; Gallarin et al., 2021).
La agresividad posee diferentes clasificaciones, entre ellas, la que tiene mayor aceptación es la propuesta por Kennet Dodge (1991, citado por Andreu et al., 2013; Ortega y Alcázar, 2016; Sánchez, 2018), pues analiza sus funciones permitiendo estudiar los factores psicológicos que la predisponen, la desencadenan y la mantienen; esta categoriza la agresividad en proactiva y reactiva. La agresión reactiva tiene como base el modelo de frustración-agresión de Dollard (1939, citado por Penado et al., 2014); en ella, la intención directa de dañar ante una amenaza real o percibida es producto de la afectación emocional, impulsividad, hostilidad y dificultad en el procesamiento de información, es decir, agresividad impulsiva (Socastro y Jiménez, 2019; Sánchez, 2018). Por otro lado, la agresividad proactiva explicada bajo el modelo de Aprendizaje Social de Bandura (1973, citado por Andreu et al., 2013; Penado et al., 2014) se caracteriza por ser una conducta falta de emoción, instrumental y organizada, que surge a pesar de la ausencia de elementos activadores con la intención de obtener un objetivo o beneficio, es decir, agresividad premeditada (Socastro y Jiménez, 2019; Sánchez, 2018).
La agresividad es una variable de relevancia para la comprensión y la predicción de la desadaptación social y la disfuncionalidad en las interacciones sociales, ya que se suele asociar a la presencia de comportamientos problemáticos, como la violencia y la conducta delictiva (Lin et al., 2020; Penado et al., 2014). El interés por esta variable se acrecienta al identificar que la agresividad es un modismo comportamental normalizado en la interacción social entre adolescentes, pues se ha convertido en un medio para obtener estatus social con los pares, que se establece y mantiene a través del modelamiento y reforzamiento social (Castañeda et al., 2017; Lin et al., 2020; Silva-Fernández et al., 2021). En concordancia, Talavera (2016) sostiene que el modelamiento proveniente del sistema familiar y los medios de comunicación es el mecanismo de mayor influencia en el aprendizaje de la agresividad en adolescentes.
Dentro de las variables precipitantes y explicativas de la agresividad, se hallan la crianza, lo innato o congénito y la personalidad (Martínez y Rojas, 2016; Socastro y Jiménez, 2019). Dentro de los factores de riesgo de tipo personal, se encuentran la impulsividad, poca empatía, inestabilidad emocional, afrontamiento disfuncional de los problemas, rendimiento académico bajo y prejuicios (Larraz et al., 2020). Dentro de los factores de tipo ambiental, se agregan la coexistencia de pandillas, drogas y delincuencia, y en el ámbito familiar, la estructura monoparental o comunicación disfuncional con los padres, dinámicas violentas, la crianza coercitiva o autoritaria y la actitud pasiva o ambigua de los padres (Cordero, 2022; Lin et al., 2020; Villarejo et al., 2020). También, se relacionan como variables psicosociales de la agresividad a la hiperactividad, la inestabilidad emocional, la irritabilidad, el rencor, el déficit en habilidades sociales, el autoconcepto negativo, el consumo de sustancias psicoactivas, el fracaso escolar y las relaciones sociales conflictivas, la dificultad para resolver problemas, el bajo autocontrol, las relaciones sociales estresantes y la percepción de insatisfacción sobre la vida en comunidad (Crespo et al., 2017; Redondo et al., 2016; Silva- Fernández et al., 2021).
Del mismo modo, estudios previos han hallado el sexo como una variable predisponente en la expresión de la agresividad, siendo diferente en hombres y mujeres (Socrasto y Jiménez, 2019; Villarejo et al., 2020). Se ha identificado que las mujeres presentan más sentimientos asociados a la agresión, como la ira y hostilidad, y los hombres suelen reaccionar a la agresividad física y verbal (Matalinares, 2012 citado por Talavera, 2016). También, se ha hallado que la agresión física y relacional era común en agresores hombres, mientras que la agresión verbal era frecuente en mujeres (Martínez, et al., 2017). Asimismo, Rosser et al. (2018) encontraron que en los hombres hay mayor externalización de la agresión evidente en la ira, mientras que las mujeres muestran mayor internalización asociada a la autoculpabilización y vergüenza.
En definitiva, la agresividad se vincula a problemáticas de orden social e individual en aumento y con alto riesgo en población adolescente, la cual atañe al análisis de variables internas y externas del individuo y diferenciadas por sexo. Es por lo anterior que este estudio se planteó establecer la relación entre la agresividad de una muestra de adolescentes y sus factores de riesgo, con el fin de aportar a la identificación, comprensión e intervención de la agresividad, teniendo en cuenta las diferencias por sexo de este grupo poblacional.
Método
Tipo de estudio
Investigación de enfoque cuantitativo, diseño no experimental, transversal de alcance correlacional, en la que se buscó identificar la relación entre la agresividad y factores de riesgo de la agresividad según sexo.
Muestra
Por medio de un muestreo no probabilístico por conveniencia, se incluyeron 400 adolescentes del municipio de Bucaramanga y su área metropolitana, 212 mujeres y 188 hombres; a partir del cumplimiento de los siguientes criterios de inclusión: tener edad entre el rango de 12 a 17 años, y ser residente de la ciudad de Bucaramanga o área metropolitana. Se asumió como criterio de exclusión la dificultad lecto-escritora.
La media de edad de la muestra fue 14,18 años (DS:1,06). El grado escolar que cursaban los participantes, de mayor a menor frecuencia, fue: octavo (19,5 %), séptimo (17 %), décimo (15,8 %), noveno (14,2 %), onceavo (13,3 %), sexto (10,3 %), quinto (5,8 %), superiores o técnicos (5,8 %), cuarto (2 %), no escolarizado (0,3 %); a su vez, se presentaron datos perdidos o sin información (0,8 %). La mayoría de los adolescentes pertenecían a una familia nuclear (41,8 %); los demás eran parte de una familia extensa con un progenitor (17,3 %), extensa con ambos padres (14,5 %), monoparental (10,5 %), reconstituida (8,5 %), extensa sin padres (5,5 %), de acogida (1,3 %) y sin información (0,8 %). También, la mayoría eran de estrato socioeconómico 2 (35,5 %), 3 (31,5 %) y 1 (18,3 %); el porcentaje restante hacían parte del estrato 4 (8,5 %), 5 (1,8 %), 6 (0,5 %) y sin información (4 %).
Instrumentos
Cuestionario Ad hoc que recolectó datos sociodemográficos (edad, escolaridad, sexo, tipo de familia). Identificaba la presencia de factores de riesgo de la agresividad; compuesto por 50 preguntas con diferentes modalidades de respuesta: 9 abiertas, 3 de opción múltiple con única respuesta, 20 dicotómicas -“sí” o “no” se presentaba el factor de riesgo- y 18 de escala Likert -“nunca”, “en pocas ocasiones”, “en muchas ocasiones”, o “siempre” se presentaba el factor de riesgo-. Presenta un nivel de confiabilidad de 0,83 según el alfa de Cronbach.
Cuestionario de Agresividad Premeditada e Impulsiva en Adolescentes (CAPI-A). Elaborado por José Andreu (2010) aplicable para edades entre 12 y 17 años. Este cuestionario evalúa la agresividad desde sus funciones y motivaciones internas mediante 24 preguntas tipo Likert y 6 dicotómicas. Evalúa dos escalas: agresividad premeditada, entendida como aquella conducta de daño con una finalidad relacionada al poder social, de tal forma se considera como proactiva, y agresividad impulsiva, definida como la conducta que, a pesar de generar un daño, no fue planificada o fue dada por provocación, siendo de carácter reactivo. Sus propiedades psicométricas muestran un nivel de confiabilidad significativo mediante el coeficiente alfa de Cronbach (agresividad premeditada: 0,83 y agresividad impulsiva: 0,82), la varianza explicada presenta saturaciones superiores a 0,35 y las varianzas explicadas de los ítems oscilaron entre 13 % y 54 %; el índice de ajuste corregido fue adecuado con un valor de 0,88 (Andreu, 2010).
Procedimiento
Se realizó una revisión bibliográfica de antecedentes, en la que se identificaron los factores de riesgo de la agresividad en adolescentes (relación con los padres y dinámica familiar conflictiva, contexto social agresivo, consumo de sustancias psicoactivas, sentimiento de ira, desconfianza y venganza, haber sido víctima de violencia, falencia en valores prosociales, abandono escolar e inadecuado manejo del tiempo libre), que se acogieron para el diseño del instrumento ad hoc. Posteriormente, se diseñaron el consentimiento informado y el instrumento que evaluó los factores de riesgo identificados en la literatura, para así aplicarlos de manera individual y colectiva, según acceso (instituciones educativas y zonas residenciales accesibles) a la muestra y previa autorización del sujeto y representante legal (dada mediante el consentimiento y asentimiento informado). Ante el diseño y diligenciamiento de una base de datos en el paquete estadístico para ciencias sociales (SPSS), se aplicaron los análisis estadísticos descriptivos y correlacionales que llevaron a los hallazgos del estudio.
Aspectos éticos
Este trabajo investigativo se desarrolló siguiendo los lineamientos de la Ley 1090 de 2006 del Congreso de Colombia, en la que se expone el código deontológico y bioético de la profesión psicológica en Colombia; explícitamente, el capítulo VII (artículos 49, 50, 51, 52 y 55) relacionado a la investigación con humanos, acogiendo el respeto por la participación voluntaria, el consentimiento informado, el anonimato y la confidencialidad de los datos.
Análisis de datos
Se aplicó el estudio de frecuencias y medias en los datos sociodemográficos de la muestra. A partir de los resultados del CAPI-A se identificaron los participantes con puntuaciones altas (percentiles ≥ 75) en agresividad premeditada y agresividad impulsiva, cuyo grupo de datos se empleó para un análisis no paramétrico a través de tablas cruzadas diferenciadas por sexo y el coeficiente V de Cramer, dada la presencia de frecuencias inferiores a cinco. Lo anterior, se definió por las características de las variables (nominales y ordinales) y la distribución libre anormal de la muestra identificada con la prueba de Kolmogorov Smirnov (p: 0,000) en todas las variables.
Resultados
En primera instancia, mediante el análisis de los datos recolectados con el instrumento ad hoc, se evaluó la frecuencia de los factores de riesgo de la agresividad que los antecedentes científicos identifican, hallando resultados relevantes en la presencia de ira (355; 88,8 %), afrontamiento evitativo (342; 85,5 %), desconfianza en las relaciones sociales (317; 79,3 %), dinámica escolar agresiva (264; 66 %), dinámica de barrio agresiva (243; 60,8 %) y hostilidad (218; 54,5 %), antecedentes individuales de agresión verbal (194; 48,5 %), antecedentes individuales de agresión física (157; 39,3 %), percepción de la agresión como mecanismo de justicia (162; 40,5 %) y antecedente de agresividad en un familiar (126; 31,5 %). Lo anterior denota que la observación de pautas agresivas, los antecedentes personales de agresión, la evitación y los sentimientos negativos frente a los otros son variables recurrentes en el grupo de adolescentes estudiados.
En segunda instancia, se analizó la frecuencia de los factores de riesgos de la agresividad ante la presencia de agresividad premeditada e impulsiva, a partir de tablas cruzadas diferenciadas por sexo. En la Tabla 1 se puede evidenciar que las mujeres tienen mayores índices de agresividad en comparación con los hombres; la agresividad impulsiva es más frecuente que la premedita para los dos sexos, y las mujeres tienen mayor prevalencia de factores de riesgo de la agresividad alta en comparación con los hombres, presentando más factores de riesgo en agresividad impulsiva.
En las mujeres los factores de riesgo de la agresividad que más se presentaron para la agresividad premeditada fueron ira (45; 23,9 %), hostilidad (39; 20,7 %), desconfianza frente a los demás (42; 22,3 %) y estilo de afrontamiento evitativo ante los problemas (42; 22,3 %); mientras que en los hombres no se presentan valores llamativos de frecuencia de factores de riesgo al puntuar agresividad premeditada alta.
Factor de Riesgo | Agresividad Premeditada Alta | Agresividad Impulsiva Alta | |||||||
---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|
Hombres | Mujeres | Hombres | Mujeres | ||||||
Frecuencia | % | Frecuencia | % | Frecuencia | % | Frecuencia | % | ||
Relación con Pandillas | Antecedentes de pertenecer a una pandilla | 7 | 3,3% | 5 | 2,7% | 11 | 5,2% | 6 | 3,2% |
Actualmente pertenece a una pandilla | 2 | 0,9% | 1 | 0,5% | 6 | 2,8% | 1 | 0,5% | |
Acceso a armas | Facilidad en el acceso a armas de fuego | 11 | 5,2% | 7 | 3,7% | 22 | 10,4% | 12 | 6,4% |
Violencia y Contexto de Agresión | Antecedente de violencia sexual | 1 | 0,5% | 5 | 2,7% | 3 | 1,4% | 9 | 4,8% |
Antecedente de violencia sexual por presunto victimario familiar | 0 | 0,0% | 0 | 0,0% | 0 | 0,0% | 1 | 0,5% | |
Antecedente de violencia física por presunto victimario familiar | 14 | 6,6% | 10 | 5,3% | 24 | 11,3% | 20 | 10,6% | |
Dinámica familiar agresiva | 11 | 5,2% | 14 | 7,4% | 18 | 8,5% | 25 | 13,3% | |
Dinámica agresiva en contexto escolar | 17 | 8,0% | 33 | 17,6% | 33 | 15,6% | 50* | 26,6% | |
Dinámica agresiva en barrio | 17 | 8,0% | 31 | 16,5% | 31 | 14,6% | 44* | 23,4% | |
Modelamiento | Antecedente de un familiar ejerciendo la conducta agresiva | 7 | 3,3% | 20 | 10,6% | 16 | 7,5% | 28 | 14,9% |
Su yo ideal suele actuar agresivamente | 4 | 1,9% | 8 | 4,3% | 9 | 4,2% | 11 | 5,9% | |
Valores Sociales | Dificultad de Empatizar frente a los sentimientos y emociones de los otros | 9 | 4,2% | 10 | 5,3% | 11 | 5,2% | 13 | 6,9% |
Escasa solidaridad ante las necesidades de los otros | 7 | 3,3% | 8 | 4,3% | 5 | 2,4% | 7 | 3,7% | |
Pobre interiorización de las normas sociales | 8 | 3,8% | 12 | 6,4% | 9 | 4,2% | 12 | 6,4% | |
Ausencia de sentimientos de culpa al incumplir normas | 14 | 6,6% | 16 | 8,5% | 13 | 6,1% | 15 | 8,0% | |
Ausencia de respeto de las normas sociales | 1 | 0,5% | 1 | 0,5% | 3 | 1,4% | 4 | 2,1% | |
Actividad Escolar | Abandono de actividad escolar por largo tiempo | 8 | 3,8% | 12 | 6,4% | 12 | 5,7% | 15 | 8,0% |
Conducta | Búsqueda de sensaciones extremas | 14 | 6,6% | 20 | 10,6% | 30 | 14,2% | 26 | 13,8% |
Consumo de alcohol | 14 | 6,6% | 17 | 9,0% | 20 | 9,4% | 21 | 11,2% | |
Consumo de sustancias psicoactivas diferentes a alcohol | 7 | 3,3% | 7 | 3,7% | 10 | 4,7% | 11 | 5,9% | |
Antecedente individual de ejercer la agresión física | 19 | 9,0% | 25 | 13,3% | 33 | 15,6% | 34 | 18,1% | |
Antecedente individual de ejercer la agresión verbal | 21 | 9,9% | 29 | 15,4% | 38 | 17,9% | 43* | 22,9% | |
Afrontamiento evitativo ante los problemas | 17 | 8,0% | 42* | 22,3% | 39 | 18,4% | 62* | 33,0% | |
Sentimientos y emociones | Rencor/Hostilidad | 18 | 8,5% | 39* | 20,7% | 32 | 15,1% | 48* | 25,5% |
Ira | 20 | 9,4% | 45* | 23,9% | 44* | 20,8% | 68* | 36,2% | |
Deseo de venganza | 15 | 7,1% | 35 | 18,6% | 31 | 14,6% | 43* | 22,9% | |
Desconfianza en las relaciones sociales | 19 | 9,0% | 42* | 22,3% | 37 | 17,5% | 57* | 30,3% | |
Percepción de Apoyo | Percepción de apoyo familiar baja | 1 | 0,5% | 4 | 2,1% | 3 | 1,4% | 7 | 3,7% |
Percepción de apoyo emocional/afectivo familiar baja | 3 | 1,4% | 3 | 1,6% | 4 | 1,9% | 6 | 3,2% | |
Percepción de apoyo social baja | 3 | 1,4% | 10 | 5,3% | 6 | 2,8% | 8 | 4,3% | |
Percepción de apoyo emocional/afectivo del grupo social baja | 2 | 0,9% | 7 | 3,7% | 4 | 1,9% | 7 | 3,7% | |
Percepción de Agresión | Aprobación de la agresividad como rasgo de personalidad | 12 | 5,7% | 24 | 12,8% | 22 | 10,4% | 31 | 16,5% |
Agresión como mecanismo de justicia | 16 | 7,5% | 30 | 16,0% | 33 | 15,6% | 34 | 18,1% | |
Puntuación total de escala de agresividad | 23 | 12,2% | 51 | 24,1% | 48 | 25,5% | 74 | 34,9% |
Nota: * datos con un porcentaje de frecuencia mayor del 20 %. (hombres n: 71; mujeres n: 125)
Sobre los factores de riesgo de la agresividad ante la agresividad impulsiva alta, en las mujeres se observaron valores relevantes en ira (68; 36,2 %), estilo de afrontamiento evitativo (62; 33 %), hostilidad (48; 25,5 %), desconfianza frente a los otros (57; 30,3 %), presencia de dinámica agresiva en el contexto escolar (50; 26,6 %) y de barrio (44; 23,4 %), antecedente individual de haber perpetuado agresión verbal (43; 22,9 %) y deseo de venganza cuando alguien no hace lo que se desea (43; 22,9 %). En el caso de los hombres, cuando hay agresividad impulsiva alta presentan en mayor medida ira (44; 20,8 %).
Por otro lado, la relación de dependencia entre los factores de riesgo y la agresividad premeditada en mujeres se valoró mediante el coeficiente V de Cramer considerando valores de V ≥ 0,3, resultados que se reflejan en la Tabla 2. De ella se destaca que la agresividad premeditada tuvo mayor asociación con variables consideradas factores de riesgo de la agresividad; todas las relaciones de dependencia que se identificaron fueron moderadas (por resultados en el coeficiente V de Cramer entre 0,3 y 0,5). Por su parte, en los hombres se encontró relación de la agresividad premeditada con el antecedente individual de ejercer agresión verbal (p: 0,000; V = 0,353), el rencor/hostilidad (p: 0,001; V = 0,325), la búsqueda de sensaciones extremas (p: 0,000; V = 0,313), y el consumo de alcohol (p: 0,000; V = 0,309). Por su parte, en las mujeres se halló asociación de la agresividad premeditada con la interiorización de las normas sociales (p: 0,000; V = 0,333), el rencor/hostilidad (p: 0,000; V= 0,332) y la agresión como mecanismo de justicia (p: 0,000; V = 0,327).
Respecto a la relación entre la agresividad impulsiva y los factores de riesgo, se identificó que en hombres sobresale la asociación hallada en las variables: búsqueda de sensaciones extremas (p: 0,000; V = 0,360) y antecedente individual de ejercer agresión verbal (p: 0,000; V = 0,334); mientras que, en las mujeres, solo hubo relación de dependencia moderada con el antecedente individual de ejercer agresión verbal (p: 0,000; V = 0,335).
Factor de Riesgo | Agresividad Premeditada Alta | Agresividad Impulsiva Alta | |||||||
Hombres | Mujeres | Hombres | Mujeres | ||||||
Valor p | V de Cramer | Valor p | V de Cramer | Valor p | V de Cramer | Valor p | V de Cramer | ||
Relación con Pandillas | Antecedentes de pertenecer a una pandilla | 0,003* | .263 | 0,095 | .160 | 0,034* | .202 | 0,128 | .149 |
Actualmente pertenece a una pandilla | 0,087 | .172 | 0,645 | .069 | 0,009 | .240 | 0,794 | .050 | |
Acceso a armas | Facilidad en el acceso a armas de fuego | 0,010* | .237 | 0,106 | .156 | 0,001* | .286 | 0,001* | .266 |
Violencia y Contexto de Agresión | Antecedente de violencia sexual | 0,307 | .119 | 0,327 | .110 | 0,097 | .168 | 0,465 | .091 |
Antecedente de violencia sexual por presunto victimario familiar | 0,608 | .227 | 0,717 | .076 | 0,314 | .118 | 0,164 | .113 | |
Antecedente de violencia física por presunto victimario familiar | 0,014* | .227 | 0,996 | .007 | 0,030* | .206 | 0,146 | .145 | |
Dinámica familiar agresiva | 0,008* | .243 | 0,496 | .087 | 0,009* | .239 | 0,001* | .267 | |
Dinámica agresiva en contexto escolar | 0,091 | .170 | 0,035* | .191 | 0,447 | .098 | 0,115 | .154 | |
Dinámica agresiva en barrio | 0,007* | .246 | 0,581 | .077 | 0,424 | .102 | 0,615 | .073 | |
Modelamiento | Antecedente de un familiar ejerciendo la conducta agresiva | 0,503 | 0.091 | 0,018* | .209 | 0,782 | .055 | 0,006* | .237 |
Su yo ideal suele actuar agresivamente | 0,573 | .082 | 0,020* | .207 | 0,326 | .117 | 0,011* | .223 | |
Valores Sociales | Empatía frente a los sentimientos y emociones de los otros | 0,371 | .110 | 0,323 | .110 | 0,549 | .049 | 0,383 | .102 |
Solidaridad ante las necesidades de los otros | 0,020* | .217 | 0,001* | .281 | 0,088 | .171 | 0,110 | .155 | |
Pobre interiorización de las normas sociales | 0,001* | .294 | 0,000* | .333 | 0,061 | .184 | 0,011* | .221 | |
Sentimientos de culpa al incumplir normas | 0,001* | .290 | 0,022* | .203 | 0,005* | .254 | 0,354 | .106 | |
Respeto de las normas sociales | 0,239 | .155 | 0,008* | .219 | 0,005* | .235 | 0,006* | .221 | |
Actividad Escolar | Abandono de actividad escolar por largo tiempo | 0,013* | .228 | 0,023* | .203 | 0,313 | .118 | 0,053 | .179 |
Conducta | Búsqueda de sensaciones extremas | 0,000* | .313 | 0,001* | .290 | 0,000* | .360 | 0,005* | .244 |
Consumo de alcohol | 0,000* | .309 | 0,000* | .235 | 0,002* | .247 | 0,001* | .218 | |
Consumo de sustancias psicoactivas diferentes a alcohol | 0,049* | .195 | 0,035* | .167 | 0,149 | .257 | 0,004* | .204 | |
Antecedente individual de ejercer la agresión física | 0,000* | .297 | 0,000* | .262 | 0,001* | .257 | 0,000* | .260 | |
Antecedente individual de ejercer la agresión verbal | 0,000* | .353 | 0,000* | .273 | 0,000* | .334 | 0,000* | .335 | |
Afrontamiento evitativo ante los problemas | 0,462 | .131 | 0,185 | .154 | 0,062 | .190 | 0,018* | .204 | |
Sentimientos y emociones | Rencor/Hostilidad | 0,001* | .325 | 0,000* | .332 | 0,005* | .288 | 0,039 | .242 |
Ira | 0,002* | .253 | 0,000* | .256 | 0,001* | .261 | 0,000* | .276 | |
Deseo de venganza | 0,000* | .222 | 0,000* | .235 | 0,001* | .145 | 0,005* | .156 | |
Desconfianza en las relaciones sociales | 0,347 | .143 | 0,001 | .255 | 0,051 | .195 | 0,006* | .222 | |
Percepción de Apoyo | Percepción de apoyo familiar | 0,202 | .161 | 0,018* | .203 | 0,187 | .163 | 0,000* | .282 |
Percepción de apoyo emocional/afectivo familiar | 0,028* | .206 | 0,056 | .182 | 0,051 | .194 | 0,000* | .263 | |
Percepción de apoyo social | 0,816 | .095 | 0,000* | .263 | 0,679 | .110 | 0,002* | .235 | |
Percepción de apoyo emocional/afectivo del grupo social | 0,369 | .140 | 0,015* | .208 | 0,748 | .102 | 0,054 | .184 | |
Percepción de Agresión | Aprobación de la agresividad como rasgo de personalidad | 0,024* | .210 | 0,004* | .229 | 0,015* | .218 | 0,011* | .212 |
Agresión como mecanismo de justicia | 0,004* | .241 | 0,000* | .327 | 0,000* | .274 | 0,006* | .221 |
Nota: * datos con significancia menor o igual a 0,005. (hombres n: 71; mujeres n: 125)
Discusión
Los hallazgos del estudio permitieron identificar en primera instancia, la frecuencia de agresividad premeditada e impulsiva alta y la frecuencia de los factores de riesgo de la agresividad, demarcando las diferencias entre hombres y mujeres. En segunda instancia, se logró establecer la relación entre la agresividad premeditada e impulsiva alta con los factores de riesgo de la agresividad, describiendo, a su vez, las diferencias a partir del sexo.
En cuanto a la frecuencia de agresividad en los adolescentes, se destaca mayor frecuencia de agresividad impulsiva en la muestra estudiada, coincidente con los antecedentes científicos que señalan como rasgo común de los adolescentes su dificultad en el control emocional y el déficit en el autocontrol como precipitante de episodios agresivos reactivos ante la percepción de amenazas, debido a la administración inadecuada de los recursos internos de afrontamiento (Crespo et al., 2017). Además, ante la presencia de frecuencia alta de ira y hostilidad en adolescentes, se resalta que la emocionalidad disfuncional y la valoración poco racional de hechos estresantes llevan a asumir un patrón comportamental agresivo, donde la emocionalidad modula la toma de decisión de la respuesta ante eventos frustrantes (Herdoiza-Arroyo y Chóliz, 2018).
Adicionalmente, los adolescentes de esta muestra evidenciaron una frecuencia elevada de deseo de venganza y desconfianza en los otros, sumado a una frecuencia ligeramente llamativa de percepción de la agresividad como mecanismo de justicia, lo que puede asociarse a la presencia de ideas irracionales que sobrevaloran la agresividad como una alternativa de respuesta para una interacción social frustrante, y denotando una atribución de control externo sobre la explicación de la causa de los eventos (Socastro y Jiménez, 2019). Igualmente, la identificación de frecuencia alta en el empleo del estilo evitativo como estrategia de afrontamiento ante los problemas revela la dificultad que tienen los adolescentes para encontrar soluciones directas a sus problemas, por lo que pueden preferir alternativas disfuncionales de corte emocional, entre las que se encuentra la agresividad (Larraz et al., 2020). Estos hallazgos llevan a considerar como postura explicativa de la agresividad el modelo de déficit en el procesamiento de la información, el cual defiende que son influyentes el acceso y el contenido mental de los esquemas cognitivos aprendidos mediante la experiencia (Roncero et al., 2016).
En cuanto a las diferencias entre hombres y mujeres sobre la presencia de agresividad, se hallan frecuencias predominantemente mayores en mujeres; coincidente con los hallazgos de Restrepo y Acosta-Tobón (2023), en la ciudad de Medellín, y Socastro y Jiménez (2019), en Madrid; sin embargo, estos resultados discrepan con otras investigaciones que aseguran que la agresividad, especialmente la agresividad física, es predominante en los hombres (Roncero et al., 2016; Redondo et al., 2016; Rosser et al., 2018). Respecto a lo anterior, es necesario interpretar con precaución los resultados de este estudio, dado que el cuestionario CAPI-A no cuenta con análisis de las propiedades psicométricas o estandarización en una muestra colombiana. Teniendo como base esta aclaración, se entiende, entonces, que las jóvenes de la muestra presentan mayor dificultad para la autorregulación emocional y conductual (Restrepo y Acosta-Tobón, 2023).
A lo anterior se agrega que las mujeres fueron quienes más expresaron presentar factores de riesgo de la agresividad respecto a los hombres, lo que puede deberse, en palabras de Herdoiza-Arroyo y Chóliz (2019), a una mayor tendencia a experimentar estados emocionales negativos, siendo evidente en las prevalencias altas que tienen para desarrollar trastornos mentales de corte afectivo y de ansiedad. Se reconoce, entonces, que no solo existe dicha tendencia a nivel emocional, sino que en esta muestra de mujeres se evidencia también la prevalencia de más conductas negativas relacionadas con la gestión de las emociones, específicamente, con conductas agresivas.
A su vez, partiendo de la afirmación de Delgado (2017) sobre el predominio en los hombres de los roles culturales de fuerza, poder y dominio, se infiere que en los hombres hay mayor habituación de la conducta de agresividad y violencia, ante un carácter común y aceptable en ellos dentro de la cultura colombiana. Por lo que, los hombres, al asumir la agresividad como un repertorio esperado de su rol social, podrían tener la tendencia a minimizar la valoración de connotación agresiva sobre sus experiencias y actos, y, por tanto, al ofrecer un reporte en el que pueden mitigar la presencia de agresividad. Este escaso reconocimiento de actos de agresión de los adolescentes (explícitamente de violencia psicológica, sexual y de abandono) ya ha sido referenciado por Ramírez y Arcila (2013), y soporta la normalización y habituación de la agresión debido a la influencia social que representan los pares significativos.
A su vez, lo aquí explicito evidencia que las mujeres adolescentes están asumiendo la agresividad como un mecanismo de afrontamiento aceptable, lo que lleva a interpretar una internalización de la agresividad como normalizada (Villarejo et al., 2020). Además, las mujeres con agresividad impulsiva reportaron la frecuencia más elevada del factor de riesgo de convivir en contextos con dinámicas conflictivas (barrio y escuela), visualizando que la agresividad se puede implementar debido a la necesidad de supervivencia (Villarejo et al., 2020). Esto apertura la discusión, a comprobar en futuras investigaciones, sobre la posibilidad de un cambio actitudinal frente a los roles culturales que las mujeres han comenzado a asumir, lo que también se puede relacionar con el tipo de interacción que se da en el entorno.
En todo caso, tanto en los hombres como en las mujeres hay factores asociados a los sistemas sociales, como la familia, la escuela y el barrio, cuando se caracterizan por una dinámica relacional agresiva, pues pueden impactar negativamente en la conducta de quienes le conforman (Bouquet et al., 2019; Larráz et al., 2020; Silva-Fernández et al., 2021). En concordancia, las teorías del aprendizaje social indican que el modelamiento y la observación influyen en la conducta que adopta la persona, por lo que la cultura y el contenido de conductas comunes en el contexto de la persona impactan en su patrón comportamental (Obregón, 2017).
Ahora bien, en lo que respecta a la asociación de dependencia entre las variables de agresividad y los factores de riesgo, se encontraron mayores relaciones significativas, moderadas en el caso de los hombres; lo anterior indica que a pesar de que las mujeres demostraron mayores frecuencias de factores de riesgo de la agresividad, en los hombres existe mayor concordancia de estas variables con la presencia de la agresividad premeditada. Estos hallazgos pueden interpretarse según la esencia de la agresividad premeditada en la que el daño y sus consecuencias están ligadas como un fin (Ortega y Alcázar, 2016; Penado et al., 2014), y una disociación emocional (Socastro y Jiménez, 2019), lo que afianza los factores de riesgo de la agresividad y puede favorecer el desarrollo de un rasgo sádico (Carvalho et al. 2015). Sin embargo, dado que la asociación entre los factores de riesgo y la agresividad puede ser de tipo causal o de concurrencia y no explicativo, además, fueron relaciones moderadas, se demarca la necesidad de desarrollar estudios de corte explicativo.
De manera específica, los hallazgos relacionales entre la agresividad premeditada en hombres y los factores de riesgo muestran asociaciones con la búsqueda de sensaciones extremas, el consumo de alcohol, antecedentes de agresión verbal y rencor, ira u hostilidad, lo que representa conductas de riesgo, sentimientos y emociones, que permiten entender que en los hombres este tipo de agresividad se presenta como una reacción estimulada por una red en la que interactúan emociones, pensamientos, recuerdos y sentimientos (Berkowitz, 1989). Para el caso de las mujeres, la agresividad premeditada también se relaciona con la presencia de rencor, ira u hostilidad, pero destaca, también, la pobre internacionalización de las normas y la agresión como mecanismo de justicia, lo que reitera lo ya mencionado sobre los rasgos distintivos entre hombres y mujeres, pues los primeros se caracterizan por aspectos motrices asociados a la agresividad (Talavera, 2016); en cambio, las mujeres, por la interiorización de la agresividad (Rosser et al., 2018; Villarejo et al., 2020). Lo que se interpreta como una mediación entre actitud, conducta y sentimientos, siendo de mayor relevancia las conductas de riesgo en los hombres, y en las mujeres, la actitud y la percepción frente a la agresividad.
En el caso de la agresividad impulsiva en los hombres, solo se relacionaron los factores conductuales (antecedentes de ejercer agresión verbal y búsqueda de sensaciones extremas), y en las mujeres, solo se halla relación con antecedentes individuales de ejercer agresión verbal, lo que se analiza como el carácter reactivo y no reflexivo de este tipo de agresividad (Ortega y Alcázar, 2016), siendo menos probable la confluencia de aspectos de percepción y aprendizaje de valores y conceptos de comportamiento social. Se destaca el papel de esta conducta agresiva, la agresión verbal, pues presenta asociación tanto en hombres como en mujeres, y en el caso de las mujeres, para ambos tipos de agresividad, lo que es nuevo porque suele relacionarse más con la agresividad impulsiva o proactiva (Restrepo y Acosta-Tobón, 2023).
Así, dentro de los factores de riesgo, entendidos como aquellas variables relacionadas a la probabilidad de adoptar y aumentar una conducta, este estudio permitió identificar más factores de riesgos relacionados con la agresividad premeditada, lo que incluye pensamientos, sentimientos y emociones y valores sociales en las mujeres, mientras que en los hombres incluye principalmente conductas, pero, también, emociones y sentimientos; para la agresividad impulsiva en los hombres y en las mujeres solo se relacionaron conductas de riesgo. Esto resalta, por un lado, la presencia de sentimientos negativos frente a situaciones frustrantes o estresantes en los adolescentes participantes, lo que puede asociarse a tolerancia emocional baja ante amenazas e insatisfacción; además, lleva a proponer la importancia de estudiar y trabajar en la inteligencia emocional en este tipo de población. Por otro lado, resalta la necesidad de trabajar sobre las conductas de riesgo a las que se exponen los adolescentes.
Todo lo anterior sintoniza con la recomendación dada por Sanabria y Uribe (2010), las investigaciones, políticas y programas de prevención deben estar dirigidos a identificar los factores, perfiles o modelos de riesgo, para brindar una orientación realista y eficaz a las acciones de intervención. De tal forma, se reitera la relevancia de dar continuidad a este tipo de investigaciones en diversas poblaciones, para explorar la caracterización de la agresividad y establecer parámetros de atención a la misma, evitando así problemáticas de corte social y sanitario, como lo es la violencia y sus secuelas en la salud biopsicosocial (Agudelo-Vélez, 2018; OPS, 2022).
Finalmente, existen diferencias de género importantes, pues, contrario a lo esperado y hallado en otros estudios, son las mujeres quienes presentan frecuencias más elevadas de la agresividad, pero son los hombres quienes reportan más relaciones con factores de riesgo. Asimismo, las mujeres suelen mostrar una internalización de la agresividad, mientras que en los hombres inciden más los aspectos conductuales a nivel de riesgo de la agresividad