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Revista Científica General José María Córdova

Print version ISSN 1900-6586On-line version ISSN 2500-7645

Rev. Cient. Gen. José María Córdova vol.21 no.44 Bogotá Oct./Dec. 2023  Epub Oct 01, 2023

https://doi.org/10.21830/19006586.1191 

Dosier

Nueva década perdida en América Latina. Reducciones de poder nacional en el Cono Sur, los Andes y México

New lost decade in Latin America. Reductions of national power in the Southern Cone, the Andes and Mexico

Daniel Morales Ruvalcaba1  * 

1Doctor en ciencias sociales, Universidad de Guadalajara, México, y máster en estudios contemporáneos de América Latina, Universidad Complutense de Madrid. Ha trabajado como profesor en universidades de México, España, Polonia y China. Actualmente es profesor asociado en la Universidad Sun Yat-sen (China) y miembro del Sistema Nacional de Investigadores (México). https://orcid.org/0000-0002-4304-3831 - Contacto: morales@mail.sysu.edu.cn


Resumen.

Esta investigación busca mostrar que, desde la década de los 70, los países latinoamericanos han experimentado tres grandes periodos de reducción de poder nacional, el último de los cuales constituye una nueva década perdida, desde 2012 hasta nuestros días. Para ello, se revisan los estudios sobre el posicionamiento de los países de la región desde los 60 hasta el siglo XXI; luego, con apoyo del World Power Index, se identifican las crisis vividas en la región. Finalmente, se analiza los estancamientos y retrocesos en el Cono Sur, los Andes y México durante la última década. Se concluye que la pandemia, pese a su gran impacto negativo, solo ha profundizado una tendencia ya existente de mediano plazo y ha prolongado el posicionamiento periférico y semiperiférico de la región de largo plazo.

Palabras clave: América Latina; geoestructura internacional de poder; periferia; poder nacional; semiperiferia; World Power Index

Abstract.

This research seeks to show that, since the 1970s, Latin American countries have experienced three major periods of reduced national power, the last of which constitutes a new lost decade, from 2012 to the present. To this end, studies on the positioning of the countries of the region from the 1960s to the 21st century are reviewed; then, with the support of the World Power Index, the crises experienced in the region are identified. Finally, the stagnation and setbacks in the Southern Cone, the Andes and Mexico during the last decade are analyzed. It is concluded that the pandemic, despite its major negative impact, has only deepened an already existing medium-term trend and has prolonged the peripheral and semi-peripheral positioning of the region in the long term.

Keywords: international geostructure of power; Latin America; national power; periphery; semiperiphery; World Power Index

Introducción

Uno de los temas de mayor interés para los estudiosos de las relaciones internacionales en los países latinoamericanos ha sido analizar la inserción y participación de la región en el sistema internacional. Diversas investigaciones han demostrado que esta inserción no solo es marginal (en el contexto global) y dependiente (en su relación con los principales actores del sistema), sino que también se ha profundizado gradualmente la creciente irrelevancia de América Latina en la arena internacional (Schenoni & Malamud, 2021). Como desafío adicional, la pandemia de covid-19 ha tenido un profundo impacto en toda la región: en cuanto a muertes por coronavirus por cada 100000 habitantes, algunos de los países de la región -como Perú, Chile, Brasil o México- fueron algunos de los más afectados a nivel mundial. En este orden de ideas, ¿de qué forma la pandemia de covid-19 ha profundizado la pérdida de relevancia relativa de América Latina en los asuntos mundiales?

Este artículo sostiene que, desde la década de los 70, los países de América Latina han experimentado tres grandes periodos de reducción de poder nacional y retroceso en la geoestructura internacional de poder: el primero corresponde a la década perdida de los años 80; el segundo está relacionado con las crisis ocasionadas por el neoliberalismo en torno a fines de los 90 y los primeros años del siglo XXI; y el tercer periodo inició con el fin del auge de las materias primas en 2012 y se ha prolongado hasta 2023. En ese sentido, se postula que la pandemia de covid-19 no ha sido el detonante del último periodo de reducción de poder nacional, pero sí ha venido a profundizar una tendencia de mediana duración iniciada a principios de la década de los 2010 y a perpetuar una situación de larga duración referente al posicionamiento periférico y semiperiférico de América Latina.

Para comprobarlo, este trabajo ha sido organizado en tres partes. En la primera, se revisan los esfuerzos teóricos por estudiar el posicionamiento de los países de la región en el sistema internacional desde la década de los 60 hasta el siglo XXI, con el objetivo de demostrar cómo diversos estudios han coincidido en situar teóricamente en la semiperiferia y periferia a los países latinoamericanos, y reconocer las jerarquías o rangos dentro de dichas categorías. En la segunda parte, con base en el World Power Index (WPI), se identifican y examinan las “olas” de ascenso y retroceso geoestructural por las que han pasado tanto América Latina en su conjunto como cinco grupos específicos de Estados (Cono Sur, países andinos, Caribe, Centroamérica y México). En la tercera parte, se revisa la tesis de la nueva década perdida en el poder nacional de América Latina y se profundiza en los casos más apremiantes (estancamientos y retrocesos).

Marco teórico-conceptual

En los esfuerzos teóricos por evaluar el poder nacional de los países de América Latina y el Caribe y ordenarlos jerárquicamente, es posible distinguir tres grandes etapas. La primera etapa se inició en la década de los 60, con varios trabajos publicados de manera casi simultánea, y se extendió hasta mediados de los 70.

Un trabajo importante fue el elaborado por Singer y Small (1966), que buscaba, por un lado, determinar la progresiva incorporación de los Estados en el sistema internacional entre el siglo XIX y la primera mitad del siglo XX, y, por otro lado, ordenar a los países jerárquicamente. Su hipótesis consistió en que la representación diplomática de un país es la variable que refleja con mayor claridad su estatus en el sistema internacional, por lo cual se dieron a la tarea de crear un composite status score que abarcó desde 1817 hasta 1940 (con cifras cada 5 años). Como parte de sus resultados, lograron ranquear el posicionamiento de 20 países latinoamericanos y caribeños en el sistema internacional a partir de su poder nacional, entendido este como presencia diplomática.

A partir de los resultados que arrojó el composite score se halló que Brasil se posicionaba siempre como el país latinoamericano con la mayor presencia diplomática en el mundo (especialmente en tiempos del Imperio de Brasil), seguido por Argentina, que a lo largo del siglo XX se posiciono como un fuerte competidor, igualando a Brasil y, por momentos, superándolo (como en 1909). Luego se encontraban México, Chile, Perú y Uruguay, de los cuales se puede apreciar la histórica preponderancia de México (excepto durante los años posteriores a la segunda intervención francesa y la Revolución mexicana), la constancia en el caso de Chile, el rezago de Perú al iniciar el siglo XX y el aventajamiento de Uruguay en los “felices años 20” (en 1925, por ejemplo, ascendió hasta el tercer lugar, tan solo después de Brasil y Argentina). Posteriormente estaban Colombia, Venezuela, Paraguay, Guatemala, Bolivia y Ecuador, todos en un rango similar, pero Colombia y Venezuela destacaban a fines del siglo XIX, Paraguay, a inicios del siglo XX, y Guatemala, en la década de los 30. Finalmente, aparecían el resto de países centroamericanos, República Dominicana y Cuba, que no registran datos sino a partir de fines del siglo XIX, y Haití, históricamente a la zaga.

Otro importante trabajo fue elaborado por Galtung et al. (1966), cuyo objeto era analizar la estructura en el sistema latinoamericano de naciones. Este trabajo formuló un índice de posición internacional, compuesto por diez indicadores distribuidos en cuatro dimensiones1, con el que los investigadores crearon tres rangos de posicionamiento (alto, medio y bajo). No obstante, los resultados fueron objeto de diversas críticas, entre ellas de Rolando Franco (1973), quien señaló: “no parece justificado el criterio con que se seleccionaron las dimensiones y algunos indicadores, en especial el relativo a la raza” (p. 24). A pesar de ello, es necesario destacar que Galtung et al. (1966) lograron crear una herramienta estadística compleja que permitió identificar una jerarquía de países en la región.

Un tercer trabajo, también de 1966, fue continuación del anterior, pero en este caso a cargo del brasileño Simón Schwartzman y el argentino Manuel Mora. Ellos reconocieron que, metodológicamente, la estratificación del sistema internacional podía lograrse: a) objetivamente, midiendo ciertos indicadores estadísticos de los países, tal como lo hicieron Galtung et al. (1966); b) subjetivamente, esto es, a través del sondeo de opiniones; c) a través de una técnica sociométrica que seleccione ciertas variables diferenciales, tal como lo hicieron Singer y Small (1966) con las representaciones diplomáticas. En este caso, Schwartzman y Mora (1966) optaron por la segunda opción.

Para captar la imagen socialmente construida de la estratificación internacional de América Latina, los investigadores hicieron una encuesta a 362 estudiantes (327 latinoamericanos y 35 noruegos), a quienes pidieron “ubicar a 20 países en cualquiera de tres grupos de alto, medio y bajo nivel de prestigio e importancia, a los que se les asignó los valores 3, 2 y 1, y luego se calculó el promedio de cada país” (Schwartzman & Mora, 1966, p. 227). Como parte de los resultados obtenidos, “tres de ellos (Argentina, México y Brasil) fueron colocados casi unánimemente como clase alta, y un grupo de países centroamericanos, así como Bolivia y Ecuador, fueron colocados consistentemente como países de clase baja” (Schwartzman & Mora, 1966, pp. 227-228); mientras que los países restantes (Chile, Uruguay, Venezuela, Cuba, Perú y Colombia) fueron identificados como países de clase media.

Estos tres trabajos fueron pioneros al estudiar el posicionamiento de los países latinoamericanos. En ellos se aprecia no solo rigor en el relevamiento de información y metodologías detalladas en el procesamiento de datos, sino también novedosas formulaciones de rangos. Sin embargo, todos exhibieron una importante limitación, que fue su desvinculación con un corpus teórico mayor. Esta es la diferencia entre la primera y la segunda etapa en los estudios sobre el poder nacional de los países latinoamericanos.

A diferencia de los análisis que priorizaron los procedimientos estadísticos anteriores, a partir de la década de los 70 comenzaron a surgir trabajos con un anclaje en las teorías de la dependencia y los sistemas-mundo. En cuanto a la espacialidad, estas teorías entienden el mundo de forma estratificada en centro-periferia y centro-semiperiferia-periferia, respectivamente. Si bien fue profundo su interés en analizar y comprender los factores sistémicos que condicionan la industrialización de los países periféricos (Prébisch, 1949; 1976; Ferrer, 1950; Cardoso & Feletto, 1967; Jaguaribe, 1973; Dos Santos, 1978; Marini, 1986), la teoría de la dependencia mostró poca disposición para medir las capacidades de los Estados y establecer rangos para su estudio; sin embargo, esto cambió con las investigaciones realizadas desde la teoría de los sistemas-mundo.

Una primera pauta teórica fue trazada por Immanuel Wallerstein en Semi-peripheral countries and the contemporary world crisis (1976), quien identificó empíricamente, por primera vez, a 29 países que forman parte de la semiperiferia. Así, escribió: “la ‘semiperiferia incluye una amplia gama de países en términos de fortaleza económica y trasfondo político. Incluye los países económicamente más fuertes de América Latina: Brasil, México, Argentina, Venezuela, posiblemente Chile y Cuba” (Wallerstein, 1976, p. 465). A partir de esto, es posible deducir al menos tres grupos: primero, una semiperiferia compuesta por México, Brasil, Argentina y Venezuela; segundo, una “posible” semiperiferia, donde Wallerstein menciona a Chile y Cuba; y, tercero, la periferia.

De manera más ordenada y consistente que Wallerstein, Vânia Bambirra avanzó en 1979 en la formulación de una tipología de Estados a partir de sus niveles de industrialización e inserción dependiente: países Tipo A, con una industrialización antigua, entre ellos Argentina, México, Brasil, Chile, Uruguay y Colombia; países Tipo B, cuya industrialización fue producto de la integración monopólica, como Perú, Venezuela, Ecuador, Costa Rica, Guatemala, Bolivia, El Salvador, Panamá, Nicaragua, Honduras, República Dominicana y Cuba; países Tipo C, con estructura agroexportadora sin diversificación industrial, como Paraguay y Haití (Bambirra, 1999, pp. 26-28).

Paralelamente a Bambirra (1999), Snyder y Kick (1979) publicaron su investigación sobre la posición estructural de los Estados enmarcada en la teoría de los sistemas-mundo. Para darle un tratamiento cuantitativo al sistema mundial, Snyder y Kick (1979) construyeron un blockmodel compuesto por cuatro redes (flujos comerciales, intervenciones militares, intercambios diplomáticos y membresías a tratados internacionales), nutrido con una colección de datos alrededor de 1965. Su blockmodel les permitió determinar la posición de 118 países, entre ellos 22 países latinoamericanos. Aquí es significativo encontrar que coincidieron con Wallerstein al señalar a Venezuela, Perú, Argentina, Uruguay y Cuba como países semiperiféricos; pero también hubo diferencias empíricas significativas, pues el resto de los países (entre ellos Brasil y México) fueron ubicados en la periferia.

Dichos resultados generaron diversas reacciones, entre ellas la de Nemeth y Smith, quienes publicaron en 1985 un nuevo estudio sobre la posición en el sistema mundial de 86 países, entre ellos 20 latinoamericanos. La principal contribución de este trabajo fue confirmar la existencia de dos grupos en la semiperiferia: por un lado, la primera semiperiferia o semiperiferia fuerte (bloques B, C, D y E), conformada por Brasil, México, Venezuela y Argentina, grupo que destaca no solo por su articulación comercial con los países centrales y con los otros países semiperiféricos, sino también por su capacidad para fabricar productos manufacturados y de alta tecnología; por otro lado, la segunda semiperiferia o semiperiferia débil (bloques F y G), integrada por Chile y Colombia, pues se trata de países con “un patrón similar de estrecha integración con el centro y la semiperiferia fuerte, pero que carecen de intercambios con la periferia u otras naciones en su propia categoría” (Nemeth & Smith, 1985, p. 543). No obstante, el resto de los países fueron situados por Nemeth y Smith en la periferia (bloque H), un bloque amplio y difuso, lo que representaba un retroceso respecto a las propuestas de Bambirra y de Snyder y Kick, quienes habían alcanzado mayor claridad explicativa en la estratificación de la periferia.

Ahora bien, la gran limitación analítica que tuvieron todos estos trabajos fue su incapacidad para observar el movimiento de los países en el sistema mundial a lo largo del tiempo. Si la historia es dinámica y existe una variación continua de los Estados en la estratificación del sistema internacional, tal como plantean las teorías de la dependencia y los sistemas-mundo, entonces resultaba fundamental desarrollar nuevos modelos o instrumentos de medición que demostraran empíricamente dicho fenómeno. Por ello, los ensayos que se suscitaron durante la década de los 70, claramente enmarcados en las teorías de la dependencia y los sistemas-mundo, pueden ser calificados como “sincrónicos”, pues se caracterizaron por plasmar una realidad estática, sin alcanzar a medir su evolución en el tiempo.

No obstante, la tercera etapa, que se desarrolló a partir de los 80 y ha transcurrido hasta la segunda década del siglo XXI, consiste en investigaciones de tipo “diacrónico”, pues han dado cuenta de la evolución y movimiento del posicionamiento de los países a través del tiempo.

El trabajo inaugural de esta etapa fue realizado por Arrighi y Drangel (1986), con el objetivo de investigar las distintas posiciones de los Estados en las tres áreas de la economía-mundo desde 1938 hasta 1983. En términos teóricos, es necesario destacar que, además de las zonas de centro-semiperiferia-periferia, Arrighi y Drangel (1986) enunciaron la existencia de un perímetro del centro y otro de la periferia, es decir, “el límite inferior de la zona central y el límite superior de la zona periférica” (p. 29), con lo cual reconocieron distintos grados de centralización y de periferización en el sistema mundial; por otro lado, demostraron que todos los países han permanecido en una posición más o menos constante en el periodo analizado, pero plantearon la hipótesis de que los cambios podrían ser más visibles en el largo plazo. En términos empíricos, confirmaron que Argentina, Brasil, Chile, Colombia, México, Uruguay y Venezuela se mantienen en una situación más avanzada, e incluyeron como parte de la semiperiferia a Costa Rica, Jamaica, Nicaragua, Panamá y Trinidad y Tobago; mientras que el resto de países fueron ubicados en la periferia “orgánica”. No obstante, la principal novedad de este trabajo es que dio cuenta, por primera vez, de los movimientos ascendentes/descendentes de algunos países a lo largo del tiempo.

Mucho más tarde, esta agenda de investigación fue retomada por Babones y Zhang (2008), quienes desarrollaron un modelo con “dos principales entradas de datos a nivel de país: comercio por socio como proporción del PIB y una medida de la desigualdad de ingresos. Una entrada adicional es la categorización de países por zona de la economía-mundo” (p. 100). Si bien no se detectaron cambios significativos en el posicionamiento de los latinoamericanos entre 1980 y 2000 (con datos para cada cinco años), el trabajo de Babones y Zhang confirmó la situación semiperiférica/periférica de los países de la región según Arrighi y Drangel (con la única excepción de Colombia), al tiempo que dio continuidad a los análisis de tipo diacrónico.

Tres años después, Mahutga y Smith (2011) analizaron, con datos de United Nations Comtrade, cómo la economía mundial ha incidido en el posicionamiento de 94 países en tres momentos diferentes (1965, 1980 y 2000). Uno de los principales avances de este trabajo es su distanciamiento de la perspectiva triádica tradicional de la teoría de los sistemas-mundo para proponer seis grupos de Estados: centro, contendientes centrales, semiperiferia de nivel superior, periferia fuerte, periferia débil y periferia más débil. Al respecto, los investigadores encontraron que los países en posiciones intermedias en la división internacional del trabajo están convergiendo en el nivel de ingresos/fuerza productiva con el centro (Mahutga & Smith, 2011, p. 270). Esto fue particularmente relevante para los países latinoamericanos, pues su análisis demostró que los países de posición intermedia como Argentina, Brasil y México lograron una movilidad ascendente al pasar de la semiperiferia de nivel superior en 1965 a una posición de contendientes centrales en el 2000, mientras que Chile pasó de la periferia fuerte a la semiperiferia de nivel superior. No obstante, el resto de los países periféricos de la región se mantuvieron estancados desde 1965 hasta el 2000 (con las únicas excepciones de Guatemala y El Salvador) y en algunos casos retrocedieron, como ocurrió con Nicaragua, Jamaica y Paraguay, que pasaron de la periferia fuerte a la periferia débil.

En síntesis, a lo largo de casi cinco décadas, no solo hubo una evolución en los enfoques teóricos sobre el posicionamiento de los países latinoamericanos en el sistema mundial y en las técnicas cuantitativas para su comprobación, sino que también se alcanzaron consensos en cuanto a la distribución de los países de la región en torno a seis grupos: 1) semiperiferia alta (Brasil, México y Argentina); 2) semiperiferia baja (Chile y Uruguay); 3) periferia alta (Colombia y Venezuela); 4) periferia media (Perú, Cuba, Ecuador, Costa Rica, República Dominicana, Panamá y Guatemala); 5) periferia baja (Paraguay, Bolivia, El Salvador, Nicaragua, Honduras, así como Trinidad y Tobago, Bahamas, Jamaica), y 6) periferia muy baja (como Haití, Belice, Guyana y Surinam, pero también otros países caribeños poco estudiados como Barbados, Antigua y Barbuda, Santa Lucía, San Cristóbal y Nieves, Granada, Dominica y San Vicente y las Granadinas).

Metodología

Una limitación importante de los trabajos examinados en la sección anterior es que hicieron un análisis del poder y un ordenamiento jerárquico centrado en los Estados, pero ninguno avanzó -ya sea desde la perspectiva sincrónica o la diacrónica- hacia la medición del poder de la región o de algunas de sus subregiones. Con ayuda del World Power Index (WPI), es posible elaborar cálculos del poder nacional para grupos de países.

Entendido como “una expresión numérica que calcula las capacidades materiales, semimateriales e inmateriales que dispone un Estado para el ejercicio de su poder en el sistema internacional” (Rocha & Morales, 2018, p. 162), el WPI se compone de 18 indicadores organizados en 3 índices de capacidades (Rocha & Morales, 2018):

  • Un índice de Capacidades Materiales (ICM) compuesto por 6 índices simples que sintetizan la economía (producto nacional bruto), el territorio (extensión territorial), la defensa (gasto militar), el comercio (volumen de los intercambios comerciales), las finanzas (total de reservas) y la ciencia y tecnología (gasto en investigación científica).

  • Un índice de Capacidades Semimateriales (ICS), igualmente compuesto por 6 índices simples que compendian la población (cantidad de habitantes), la productividad individual (producto nacional bruto per cápita), el consumo (gasto de consumo final de los hogares per cápita), la energía (consumo de energía eléctrica per cápita), la educación (gasto público en educación) y la salud (gasto en salud).

  • Un índice de Capacidades Inmateriales (ICI), conformado por 6 índices simples más que recopilan el gasto público (gasto gubernamental final), el atractivo turístico (montos recibidos por concepto de turismo internacional), la influencia/dependencia por la ayuda exterior (ayuda oficial para el desarrollo), las telecomunicaciones y la conectividad (líneas telefónicas), la producción de las universidades y think tanks (artículos en publicaciones científicas y técnicas) y la migración (porcentaje de migrantes).

El WPI ayuda a medir el poder nacional de casi 190 países, entre ellos los 33 que conforman América Latina y el Caribe. Para proceder con el análisis, la región ha sido organizada en 5 grupos, que se han conformado según criterios geográficos y, sobre todo, patrones comunes en la evolución histórica de su poder nacional. Dichos grupos son: 1) Cono Sur, integrado por Brasil, Argentina, Paraguay, Uruguay y Chile; 2) Andes, conformado por Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia; 3) Centroamérica, compuesto por Belice, Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua, Costa Rica y Panamá; 4) Caribe, integrado por Cuba, República Dominicana y los miembros de Caricom (con las excepciones de Belice y Montserrat); 5) México, país que es presentado de manera aislada no solo por su estrecha vinculación económica y social con Estados Unidos, sino también porque la evolución de su poder nacional expone características distintas a sus pares latinoamericanos más cercanos. La estrategia de análisis ha sido calcular el promedio del WPI para cada grupo (sumatoria de los valores del WPI entre el número de Estados) y, para México, considerar sus valores nacionales. La Figura 1 presenta los resultados e incluye, en línea punteada, el valor promedio del WPI de los 33 países de la región como una referencia más amplia.

Fuente: Elaboración propia con base en Morales (2023)

Figura 1. Evolución del poder nacional (WPI) de los países latinoamericanos por grupos, 1975-2021. 

Resultados

A partir de los datos expuestos, se pueden identificar tres crisis o periodos en los cuales los países de América Latina han visto reducido su poder nacional y, en términos relativos, retrocedido en su posicionamiento en la geoestructura internacional de poder.

Década perdida: 1980-circa 1992

Como revelan los datos del WPI presentados en la Figura 1, tanto Latinoamérica en conjunto como todos los grupos de países y México experimentaron reducciones significativas en su poder nacional en el periodo entre 1981 y circa 1992, lo cual coincide con la llamada “década perdida” de los 80 (Ocampo et al., 2014; Camacho, 1992; Remmer, 1991). De manera más específica, Latinoamérica alcanzó el valor más alto en 1980 y, a partir de entonces, redujo año tras año su poder nacional hasta 1990, cuando revirtió dicha tendencia de descenso. México y los países del Cono Sur comenzaron a perder capacidades nacionales a partir de 1982 (con el inicio de la llamada crisis de la deuda); lograron revertir las tendencias negativas entre 1988 y 1989, para luego alcanzar los niveles precrisis en 1993. Para los países de los Andes, la crisis fue mucho más profunda, pues si bien experimentaron reducciones en su poder entre 1983 y 1990, una vez que revirtieron la tendencia no lograron alcanzar los niveles previos al inicio de la crisis sino hasta mediados de los 90. Finalmente, los países de Centroamérica y del Caribe sufrieron reducciones en su poder nacional incluso antes del inicio de la década de los 80, pero dichas tendencias se acentuaron en 1984 para el Caribe y 1987 para Centroamérica, y luego revirtieron estas tendencias en los albores de la década de los 90.

Crisis del neoliberalismo: circa 1997-2008

Los datos del WPI muestran una segunda ola o crisis en el poder nacional de los países latinoamericanos desde circa 1997 al 2008, periodo que coincide con el agotamiento y la crisis del modelo neoliberal (Ocampo, 2002; Carrera, 2004; Brieger, 2002). Respecto al conjunto de la región, las cifras revelan un retroceso en el poder de los países latinoamericanos a partir del 2000, para alcanzar una plena recuperación hasta 2008. México se muestra como un caso cronológicamente adelantado al resto, pues la crisis ocasionada por el neoliberalismo en 1994 provocó una fuerte reducción de sus capacidades nacionales, pero luego una rápida recuperación, que se completó en torno a 1998 y 1999. Los países del Cono Sur y los Andes experimentaron una crisis similar, pero con cierto rezago temporal, pues comenzaron a perder capacidades nacionales a partir de 1998 (aunque los países del Cono Sur de una manera más pronunciada que los andinos) para luego revertir tendencias en 2004, superar los niveles precrisis en 2008 y, posteriormente, continuar con un proceso de ascenso hasta inicios de la década de los 2010. A diferencia de los anteriores, se destaca que los países del Caribe y Centroamérica no sufrieron de la misma forma los embates del neoliberalismo: después del notorio ascenso iniciado en 1992, los países caribeños comenzaron a retroceder en su poder nacional muy tardíamente (en el año 2008), mientras que Centroamérica se mostró como un caso extraordinario, pues no solo logró sortear satisfactoriamente las crisis ocasionadas por el neoliberalismo, sino que a partir de 1991 inauguró un largo proceso de despliegue de poder nacional que se mantendría por las siguientes décadas.

Nueva década perdida: desde el fin del auge de las materias primas a la pospandemia

Finalmente, los datos del WPI develan una tercera crisis en el poder nacional de los países latinoamericanos que inició en 2012, coincidiendo con el fin del auge de las materias primas (Svampa, 2013; Sanahuja, 2016; Gómez, 2020; Ocampo, 2020), y se ha prolongado hasta la década de los 2020. A este contexto adverso se ha sumado la pandemia de covid-19, que ha tenido un impacto muy negativo para todas las subregiones. Centroamérica, que había conseguido un gradual ascenso geoestructural desde inicios de los 90 -superando con ello la crisis del neoliberalismo y los desafíos del fin del auge de los precios de las materias primas-, vio interrumpida dicha tendencia ascendente en 2020. México se mantuvo estancado desde 2009 hasta 2014; luego inició en 2015 un declive gradual y constante que se prolongó hasta 2019, para caer nuevamente en 2020. Los países del Cono Sur vieron frenada en 2012 la tendencia de ascenso que habían experimentado en años anteriores, para retroceder gradualmente y luego caer todavía más con la pandemia. No obstante, el peor desempeño en esta etapa fue reportado por los países de los Andes, que entre los años 2012 y 2014 prácticamente estuvieron estancados, para luego iniciar un drástico descenso en la geoestructura internacional de poder, en gran medida arrastrados por Venezuela, uno de los países con la mayor reducción de poder nacional a nivel mundial durante la década de los 2010. En conjunto, América Latina como región experimentó, así, una nueva década perdida en el desarrollo de su poder nacional, que se ha prolongado desde 2012 y se ha acentuado con la pandemia de covid-19.

Discusión

Como se ha demostrado en la sección anterior, los países de Centroamérica y el Caribe no han exhibido reducciones notorias en sus niveles de poder nacional, por lo cual es posible sostener que han escapado relativamente de la crisis iniciada con el fin del auge de las materias primas. Por tanto, en esta sección se analiza con detenimiento el desempeño del poder nacional para los países del Cono Sur, los Andes y México durante la nueva década perdida. En la Tabla 1 se presenta el diferencial del WPI entre los años 2012 y 2021 para los países que conforman dichos grupos, así como el promedio para la región (los 33 países de América Latina y el Caribe).

Tabla 1. Diferencias de poder nacional (WPI) para países del Cono Sur, los Andes y México, 2012-2021 

Grupo País WPI 2012 WPI 2021 Diferencia
Andes Perú 0,546 0,571 0,026
Andes Bolivia 0,426 0,439 0,013
Cono Sur Paraguay 0,434 0,446 0,012
Cono sur Uruguay 0,528 0,535 0,007
Andes Ecuador 0,519 0,525 0,006
Cono Sur Chile 0,628 0,628 0,001
México México 0,702 0,689 -0,012
Andes Colombia 0,613 0,599 -0,014
Cono Sur Argentina 0,670 0,641 -0,029
Cono Sur Brasil 0,758 0,715 -0,043
Andes Venezuela 0,622 0,463 -0,159
América Latina 33 países 0,433 0,431 -0,002

Fuente: Elaboración propia con base en Morales (2023)

Como se puede apreciar, solo Perú, Bolivia y Paraguay han reportado incrementos en su poder nacional en el periodo 2012-2021, mientras que el resto de los países exhiben reducciones diversas, que permiten organizados en dos grupos para su estudio: estancamientos y retrocesos.

Estancamientos

Como parte de este análisis, se consideran “estancamientos” aquellos casos de países que entre los años 2012 y 2021 tuvieron cambios en su poder nacional iguales o menores a 0,01 en el WPI. Esto se valora así debido a que una variación en dicha proporción, a mediano plazo, puede ser vista como relativa inmovilidad en la geoestructura internacional de poder. Los países que reportaron estancamientos se presentan en la Figura 2 y se analizan a continuación.

Fuente: Elaboración propia con base en Morales (2023)

Figura 2. Evolución del poder nacional (WPI) de Chile, Uruguay y Ecuador, 1975-2021 

Uruguay

Determinar la posición geoestructural de Uruguay es una cuestión sobre la cual no hay consenso histórico: para algunos autores, se trata de un país con posicionamiento alto (Galtung et al., 1966) o que forma parte de la semiperiferia (Snyder & Kick, 1979; Babones & Zhang, 2008), mientras que para otros se encuentra en una situación intermedia o periférica (Wallerstein, 1976; Nemeth & Smith, 1985; Mahutga & Smith, 2011). La propia academia uruguaya ha dado cuenta de que la inserción internacional de su país es un tema en debate (Bizzozero et al., 2010). No obstante, Uruguay ha logrado modernizar sus instituciones nacionales y mejorar significativamente los niveles de vida de su población, lo cual es visible en sus elevadas capacidades semimateriales, ya que su clase media, que representa el 60 % de su población, es en términos relativos la más grande de la región.

En lo que se refiere a la evolución de su poder nacional, Uruguay tuvo un grave retroceso en los últimos años de la dictadura cívico-militar (1973-1985); luego experimentó un acelerado desarrollo de sus capacidades nacionales durante los gobiernos de Luis Alberto Lacalle (1990-1995) y Julio María Sanguinetti (1995-2000). Sin embargo, la crisis de 2001 en Argentina -su segundo socio económico en aquel momento- impacto directamente en Uruguay, lo que arrastró su poder nacional a niveles de mediados de los 80. Aunque en 2004 se inició una nueva fase de ascenso en la geoestructura internacional de poder que se mantuvo durante las presidencias de Tabaré Vázquez (2005-2010) y José Mújica (2010-2015), desde el fin de este último gobierno las capacidades nacionales uruguayas se han mantenido prácticamente estancadas. El covid-19 no ha tenido una incidencia significativa en el poder nacional de Uruguay en buena medida gracias a las tempranas maniobras implementadas por el gobierno de Luis Lacalle Pou, que inició en marzo de 2020, prácticamente al mismo tiempo que irrumpió la pandemia en Suramérica.

Ecuador

En lo referente a Ecuador, si bien existe un consenso amplio respecto a su situación periférica, verificable tanto en la literatura previa como en investigaciones más recientes (Jaramillo, 2020), algunos han llegado a destacar su posicionamiento medio o lo visualizan como parte de la periferia fuerte (Galtung et al., 1966; Mahutga & Smith, 2011).

Ecuador es uno de los países latinoamericanos que, durante las dos primeras décadas del siglo XXI, ha incrementado significativamente su poder nacional; en este sentido, es necesario hablar del “milagro ecuatoriano”, pues pocos países de la región han logrado acrecentar sus capacidades nacionales con tanta vehemencia y firmeza. Después de un importante periodo de crisis en la segunda mitad de los 90, Ecuador consiguió un acelerado y sostenido aumento en su poder nacional entre los años 2000 y 2014.

Sin embargo, este impulso se detuvo a mediados de la década de los 2010, después de que los precios internacionales del petróleo cayeran en torno a un 50% en 2014. Desde 2014 hasta 2021, periodo que corresponde a los últimos años del gobierno de Rafael Correa (2007-2017) y todo el gobierno de Lenin Moreno (2017-2021), Ecuador ha experimentado una reducción muy moderada, pero constante, de su poder nacional.

En este sentido, la pandemia de covid-19 representó un desafío adicional, pues Ecuador reportó una caída de 7,8 % en su PIB en 2020 y una tasa de letalidad de 3,5 % entre su población, una de las más altas del mundo (Johns Hopkins University & Medicine, 2022). No obstante, en el contexto pospandemia, parece que Ecuador está logrando impulsar nuevamente su poder nacional, aunque con un notorio apalancamiento en la deuda externa e interna (Torres, 2021).

Chile

Tal como se pudo corroborar a través de la revisión de la literatura, Chile es considerado ampliamente como un Estado semiperiférico, pero difícilmente es visto como potencia regional (como Brasil, México y Argentina). En ese sentido, Chile es más bien caracterizado como un Estado semiperiférico secundario o potencia regional secundaria (Ardila, 2012; Wehner, 2015; Guimarães & Maitino, 2019; Morales, 2020).

Después de un periodo de estancamiento geoestructural durante los últimos cinco años del gobierno de Augusto Pinochet (1973-1990), Chile comenzó a experimentar un incremento muy visible en su poder nacional que duró hasta 1997, cuando el país se vio afectado por la crisis financiera asiática. No obstante, después del retroceso sufrido entre los años 1997 y 2003, Chile emprendió una nueva dinámica de incremento en su poder nacional que se prolongó por una década. Desde entonces, es decir, el periodo correspondiente a los dos últimos años del primer gobierno de Sebastián Piñera (2010-2014) y todo el segundo gobierno de Michelle Bachelet (2014-2018), Chile ha sufrido un estancamiento de sus capacidades nacionales. Aunque Chile tiene notorias posibilidades para continuar en su dinámica de ascenso en la geoestructura internacional de poder, la pandemia de covid-19 ha representado un serio obstáculo en el camino.

Retrocesos

A continuación se analizan los casos considerados como retrocesos, es decir, aquellos países que de 2012 a 2021 tuvieron reducciones en su poder nacional mayores a -0,01 (Figura 3).

Fuente: Elaboración propia con base en Morales (2023)

Figura 3. Evolución del poder nacional (WPI) de Brasil, México, Argentina, Colombia y Venezuela, 1975-2021 

México

México no solo ha sido considerado ampliamente como un país semiperiférico (Wallerstein, 1976; Nemeth & Smith, 1985; Arrighi & Drangel, 1986; Babones & Zhang, 2008), sino también como una de las principales potencias de América Latina (González, 1983; Bélanger & Mace, 1997; Rocha, 2006; Morales, 2020; Ardila, 2022).

México experimentó su mayor ascenso en la geoestructura internacional de poder entre 1986 y el 2000, siendo este último el año en que término la hegemonía política del Partido Revolucionario Institucional (PRI) e inició la alternancia democrática con el Partido Acción Nacional (PAN). Sin embargo, las presidencias del PAN, a cargo de Vicente Fox (2000-2006) y Felipe Calderón (2006-2012), resultaron en estancamiento, pues México prácticamente mantuvo inalteradas sus capacidades nacionales en estos años; posteriormente, con el nuevo gobierno del PRI a cargo de Enrique Pena Nieto (2012-2018), el país comenzó a experimentar un gradual deterioro de su poder nacional.

En este contexto se ha dado una nueva alternancia política en 2018 con la llegada a la presidencia de Andrés Manuel López Obrador, líder del partido Movimiento Regeneración Nacional (Morena). El ambicioso proyecto de campaña de López Obrador ha sido llevar a México hacia una cuarta transformación (4T), es decir, inducir cambios radicales en México -similares a los procesos de Independencia (1810-1821), Reforma (1856-1861) y Revolución (1910-1917)- que permitan detonar el desarrollo social y económico del país. Si bien las primeras reformas del gobierno López Obrador contribuyeron a que México incrementara su poder en 2019, la pandemia tuvo un impacto negativo y frenó lo que se mostraba con una inicial tendencia al ascenso en la geoestructura internacional de poder.

Colombia

Colombia ha sido visto como un país cercano a la semiperiferia (Arrighi & Drangel, 1986) o, más ampliamente, como un país periférico fuerte (Nemeth &c Smith, 1985; Mahutga & Smith, 2011; Babones & Zhang, 2008). Efectivamente, Colombia es el país más poderoso de la Comunidad Andina y el quinto de América Latina, motivo por el cual comienza a ser caracterizado como una potencia regional secundaria en definición (Ardila, 2012; 2022) o potencia subregional (Morales et al., 2016; Souza, 2021).

Después de las dificultades económicas y sociales sufridas en los 80 a causa de las guerrillas y el narcotráfico, los gobiernos de César Gaviria (1990-1994) y Ernesto Samper (1994-1998) estabilizaron el país y crearon las condiciones para un acelerado desarrollo del poder nacional colombiano; más tarde, debido a las consecuencias de la crisis económica de finales de los 90, Colombia retrocedió en sus capacidades nacionales hasta niveles de 1994; y, finalmente, arrancó con una nueva fase de ascenso en la geoestructura internacional de poder que alcanzó su punto más alto al término del primer mandato de Juan Manuel Santos (2010-2018).

No obstante, a pesar del acuerdo de paz alcanzado en 2016, Colombia no ha logrado retomar el despliegue de sus capacidades nacionales desde entonces. En ese sentido, aun cuando la pandemia de covid-19 ha representado otra caída para Colombia, esta solo ha venido a prolongar la tendencia de retroceso en la geoestructura internacional de poder que ya venía de años atrás.

Argentina

Si bien hay un amplio consenso sobre el posicionamiento de Argentina en la semiperiferia, también es posible encontrar valoraciones de este país como una de las potencias latinoamericanas (Glazebrook, 1947; Bélanger & Mace, 1997; Miranda, 2015; Morales, 2020; Roccatagliata, 2020).

Después de la histórica crisis de 2001, en la que el país perdió alrededor del 10% de su poder nacional según cifras del WPI, y un subsecuente periodo de estabilización, a partir de 2004 Argentina inició una muy importante y acelerada recuperación de sus capacidades nacionales que se prolongó hasta 2011. Todos estos años coincidieron con la presidencia de Néstor Kirchner (2003-2007) y el primer gobierno de Cristina Fernández de Kirchner (2007-2011). Posteriormente, durante el segundo mandato de Cristina Fernández (2011-2015) y la primera mitad del gobierno de Mauricio Macri (2015-2019), esta dinámica se ralentizó, pero no se detuvo. Sin embargo, el balance de la segunda mitad del gobierno de Macri fue muy negativo, pues el país experimentó una reducción importante en su poder nacional que le hizo retroceder casi una década; en otras palabras, entre los años 2017 y 2019 Argentina declinó en su posicionamiento en la geoestructura internacional de poder a los niveles que tenía en torno a 2008.

El 10 de diciembre de 2019 hubo cambio de gobierno y Alberto Fernández asumió la presidencia. El nuevo mandatario tuvo que hacer frente a la emergencia de covid-19 a tan solo 3 meses de haber iniciado su gestión, y el deterioro del poder nacional argentino se profundizó aún más en 2020. No obstante, las cifras del WPI sugieren que, a duras penas, el gobierno de Alberto Fernández ha logrado cambiar la tendencia en 2021, aunque es cuestionable si podrá revitalizar significativamente las capacidades nacionales de Argentina durante el resto de su mandato.

Brasil

Brasil no solo ha sido visto ampliamente como un país semiperiférico y la principal potencia regional latinoamericana (Hurrell, 1992; Soares & Hirst, 2006; Gratius, 2008; Gardini, 2016; Morales, 2020), sino también como un actor presionado sistémicamente para liderar (Nolte & Schenoni, 2021).

Sin embargo, Brasil ha experimentado una gradual reducción de su poder nacional desde 2011, esto es, desde que Lula da Silva terminó su segundo mandato. A pesar de que el proyecto de gobierno del Partido dos Trabalhadores continuó con Dilma Rousseff (2011-2016), esto no pudo contribuir a mantener el ascenso de Brasil como potencia emergente observado en la década anterior. Más aún, la principal caída en el poder nacional de Brasil se registró de 2014 a 2015, lo cual puede ser un factor más que ayuda a explicar el descontento de la sociedad brasileña en aquellos años e, indirectamente, el favorecimiento de las condiciones para que los detractores políticos de la presidente Dilma Rousseff impulsaran el impeachment en su contra, consumado el 31 de agosto de 2016. El gobierno transitorio de Michel Temer (2016-2018) tampoco contribuyó a que Brasil incrementara su poder nacional, sino solo al estancamiento.

Finalmente, durante el gobierno de Jair Bolsonaro (2019-2022), Brasil continuó con su declive y en 2020 sufrió la segunda mayor reducción en el poder nacional entre los países latinoamericanos aquí analizados. En este contexto, Lula da Silva fue electo como presidente en 2022 y recibió nuevamente un Brasil declinante en su poder nacional, tal como en 2002, cuando relevó a Fernando Henrique Cardoso (1995-2002); sin embargo, a diferencia de dos décadas atrás, el nuevo gobierno tiene que lidiar ahora con mayores y más complejos condicionamientos heredados de la reciente pandemia.

Venezuela

Venezuela era vista por la mayoría de los analistas como parte de la semiperiferia (Wallerstein, 1976; Snyder & Kick, 1979; Arrighi & Drangel, 1986; Babones & Zhang, 2008); sin embargo, el declive de este país ha sido un caso extraordinario, tanto en el mediano como en el largo plazo. Después de lograr un importante incremento de su poder nacional entre 2004 y 2010, Venezuela entró en una fase de estancamiento en los últimos años del gobierno de Hugo Chávez (1999-2013) para comenzar, en 2012, un declive en su posición en la geoestructura internacional de poder sin precedentes en América Latina.

Son múltiples los factores de la crisis venezolana, pero entre los principales pueden ser mencionados la inestabilidad política interna, la excesiva dependencia del país a los ingresos petroleros (en 2019, el 82% de las exportaciones del país fueron hidrocarburos), la fuerte caída del precio del petróleo entre 2012 y 2016, el colapso productivo de PDVSA, así como las fuertes sanciones económico-financieras de Estados Unidos y algunos de sus aliados europeos contra el gobierno de Nicolás Maduro.

Todo ello ha provocado que Venezuela haya perdido capacidades nacionales año tras año durante una década (de 2010 a 2020), en un monto que representa una contracción del 27 % de su poder nacional en dicho periodo. En este sentido, la pandemia de covid-19 ha venido a acentuar la crisis preexistente, colapsando los servicios básicos del país, deteriorando el poder adquisitivo de las personas e incrementando los niveles de pobreza. Aunque se observa un repunte en 2021, el reposicionamiento de Venezuela como potencia subregional es un proceso que llevará, al menos, toda la década de los 2020.

Conclusión

En la geoestructura internacional de poder, a lo largo de la historia ha sido relativamente fácil referirse a la posición de las grandes potencias y observar el alcance de su poder nacional. Sin embargo, en el caso latinoamericano, esto no es así. Como se pudo comprobar, existe un amplio consenso en torno a las principales potencias de la región (Brasil, México y, en menor medida, Argentina); sin embargo, la tarea se complica una vez que el analista “desciende” en la jerarquía para ponderar el poder nacional de los países de menor tamaño geográfico y peso económico de la región. Por ello, esta investigación ha contribuido a la discusión no solo refiriendo casi una decena de mediciones y rangos de poder nacional entre los países de América Latina, sino que además presenta un análisis metateórico sobre las fases evolutivas de dichos estudios: la primera, que puede ser caracterizada como etapa ateórica; la segunda, que se desarrolló en el marco de las teorías de la dependencia y los sistemas-mundo, con un enfoque sincrónico; y la tercera, que continuó con las teorías anteriores, pero que evolucionó hacia un enfoque diacrónico.

Como se demostró con la revisión de la literatura, todos los autores coincidieron en la situación semiperiférica y periférica de los países latinoamericanos. Sin embargo, más allá de las percepciones de los autores, lo que interesa también es determinar cómo ha evolucionado el poder de los países latinoamericanos en las últimas décadas. Cabe destacar que las mediciones del poder nacional aquí realizadas parten de su comprensión como un fenómeno complejo, multidimensional y multivariado, es decir, que trasciende lo económico-militar e incluye aspectos poblacionales, geográficos, sociales, culturales y gubernamentales. Los hallazgos que arroja esta investigación muestran que América Latina ha pasado por tres periodos de pérdida de poder nacional y retroceso en la geoestructura internacional de poder: el primero, de 1980 a circa 1992, coincide con la llamada década perdida de los 80; el segundo, circa 1997 a 2008, se ha identificado como parte de las crisis ocasionadas por el neoliberalismo en la región; y el tercero ha iniciado con el fin del auge de las commodities en 2012 y se ha profundizado con la pandemia de covid-19.

En concordancia con las palabras del exsecretario ejecutivo de la CEPAL, José Antonio Ocampo (2020), no hay la menor duda de que “la crisis del covid-19 pasará a la historia como la peor de la historia económica latinoamericana” (p. 48). Sin duda, la pandemia ha sido el tropiezo más reciente y complejo para los países latinoamericanos en sus esfuerzos por incrementar su poder nacional y por alcanzar posicionamientos más favorables en la geoestructura internacional de poder. No obstante, como se comprobó en esta investigación, la pandemia no ha sido el detonante del estancamiento y la pérdida de poder nacional en los países latinoamericanos, sino que más bien ha puesto en evidencia dos tendencias históricas: por un lado, una de mediano plazo, iniciada a principios de la década de los 2010, y que ha representado retrocesos para México, Colombia, Argentina, Brasil y, especialmente, Venezuela; y, por otro lado, una de largo plazo que viene desde mediados del siglo XX, en la cual se observa a todos los países de América Latina y el Caribe atrapados en la periferia y la semiperiferia, lo que se comprueba tanto a través de las mediciones del WPI como por la literatura sobre el posicionamiento de los países de la región en la geoestructura internacional de poder.

Aún es prematuro decir que los problemas derivados de la pandemia han sido superados. No obstante, tener un diagnóstico preciso del poder nacional de cada Estado, las capacidades nacionales de cada país y la posición geoestructural en la que se encuentran puede ser el primer paso no solo para la creación de nuevas políticas socioeconómicas en favor del desarrollo, sino para el diseño de estrategias de inserción internacional acordes a las realidades y potencialidades de cada país de América Latina y el Caribe.

Agradecimientos

El autor desea agradecer a la estudiante Shuqing Zhang de la Escuela de Estudios Internacionales de la Sun Yat-sen University (China), por su valioso aporte en las labores de recopilación de información y sistematización de datos para la elaboración de esta investigación.

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1Dichas dimensiones fueron: 1) tamaño del país, conformada por variables de área, población y producto nacional bruto (PNB); 2) distribución de bienes, integrada por las variables de PNB por habitante, porcentaje de analfabetismo y cantidad de diarios por habitante; 3) estructura social, que fue medida a través del porcentaje de la población en clases media y alta, grado de urbanización y porcentaje de la población activa en la manufactura; y 4) característica de raza, que se midió a través del porcentaje de raza blanca (Galtung et al., 1966, p. 87).

Citación APA: Morales Ruvalcaba, D. (2023). Nueva década perdida en América Latina. Reducciones de poder nacional en el Cono Sur, los Andes y México. Revista Científica General José María Córdova, 21(44), 795-816. https://doi.org/10.21830/19006586.1191

Financiamiento El autor no declara fuente de financiamiento para la realización de este artículo.

Recibido: 03 de Marzo de 2023; Aprobado: 13 de Septiembre de 2023; Publicado: 01 de Octubre de 2023

*Contacto: Daniel Morales Ruvalcaba morales@mail.sysu.edu.cn

Declaración de divulgación

El autor declara que no existe ningún potencial conflicto de interés relacionado con el artículo.

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