Introducción
Desde que fue reportado el primer autotrasplante en 1963, se ha utilizado en casos de anormalidades vasculares, lesiones de los uréteres y tumores renales; sin embargo, la evidencia acerca del procedimiento es poca debido a su poca frecuencia 1. Por otro lado, y en lo que tiene que ver con las indicaciones de origen vascular, los aneurismas de la arteria renal son extremadamente raros en la práctica clínica, representan el 0,3 % de todos los aneurismas abdominales 2. Este tipo de aneurismas tienen una tasa alta de mortalidad y suelen ser letales, especialmente, si se asocian con otros diagnósticos como hipertensión arterial sistémica, disección del aneurisma, estenosis de la arteria renal e, incluso, falla renal. Esta letalidad suele presentarse cuando el aneurisma es mayor de 2 cm 3.
Con la aparición y el desarrollo de las técnicas intravasculares, las indicaciones de nefrectomía más reconstrucción ex vivo de la arteria renal se han limitado prácticamente a las siguientes: 1) aneurisma de la arteria renal después de la bifurcación, 2) lesiones extensas del uréter, y 3) cirugía conservadora en tumores renales en riñón único 2,4. Para la nefrectomía, se puede elegir entre dos vías de acceso: laparoscópica y abierta. Como ya se ha mencionado en otras publicaciones, la laparoscopia tiene ventajas frente a la cirugía abierta, siempre y cuando el equipo quirúrgico tenga experiencia en este tipo de procedimientos 2, 5, 6.
Según una gran serie de casos reportada por Cowan, et al., en el 2015, la cual incluyó 50 pacientes, se entiende que este procedimiento es muy infrecuente, especialmente, cuando su indicación son anormalidades vasculares complejas (18 % en esta serie de casos) 7.
El caso clínico que se reporta en este artículo es, hasta donde sabemos, el primer caso reportado en Colombia de nefrectomía por lumbotomía más reconstrucción ex vivo y autotrasplante con riñón hipoplásico contralateral.
Reporte de caso
Se trata de un paciente de sexo masculino de 52 años de edad, con antecedentes de cáncer gástrico, que requirió gastrectomía radical subtotal y, en el proceso de tratamiento del cáncer gástrico, se diagnosticó hipoplasia renal izquierda y aneurisma de la arteria renal derecha en el hilio, de más de 4 cm de diámetro (figuras 1 y 2). El paciente estaba en tratamiento para el cáncer gástrico y no había presentado recaídas después del procedimiento. Sin embargo, debido a los hallazgos en su riñón derecho, solicitó continuar su estudio con el grupo quirúrgico de la institución para considerar el manejo quirúrgico.
Los estudios de función renal al inicio del proceso se encontraron dentro de límites normales: creatinina sérica de 1,06 mg/dl, proteinuria de 0,18 g en 24 horas y tasa de filtración glomerular de 77 ml por minuto. Se le explicó al paciente el gran riesgo de ruptura del aneurisma, considerando su tamaño y ubicación, que no era posible corregirlo de forma intravascular y las implicaciones de la cirugía. El paciente refirió comprender completamente la situación y continuó con la preparación prequirúrgica. Como último paso antes de la cirugía, se practicó una arteriografía renal y una ecografía Doppler de riñón (figura 3).
Procedimiento quirúrgico
Bajo anestesia general, previa asepsia y antisepsia, y con el paciente en posición de decúbito lateral derecho, se practicó una lumbotomía y se disecó por planos hasta visualizar el riñón derecho, el cual fue liberado; se pinzaron la arteria y la vena renales para la nefrectomía derecha. Después, se llevó a cabo cirugía de banco y se encontró un aneurisma de 3 x 4 cm en el riñón derecho; del aneurisma se originaban cuatro arterias renales para el parénquima, por lo cual se resecó el aneurisma y se hizo cierre primario de la arteria renal (figura 4); la resección fue parcial y se dejó un tubo que se suturó, preservando la arteria renal y sus cuatro ramas. También, se encontró periarteritis grave que involucraba una rama de la vena renal, la cual se lesionó y requirió ligadura sin el drenaje venoso renal.
Después de la cirugía de banco (figura 5) y del reimplante extraperitoneal del riñón en la fosa iliaca derecha, se suturó la pared. Se practicó una ecografía Doppler de vasos renales en la sala de cirugía y se encontró ausencia de flujo en la arteria renal, por lo que se decidió reintervenirlo. Se encontró que la ausencia de flujo se debía a compresión por el trasplante, por lo que se decidió dejar una bolsa de Viaflex™, después de lo cual se recuperó el flujo de la arteria renal. Al final, el procedimiento se completó sin ninguna complicación mayor, con una isquemia fría de dos horas y una isquemia caliente de 30 minutos.
Debido a la buena evolución del paciente, se decidió una nueva cirugía al tercer día, para cerrar la pared abdominal y retirar la bolsa de Viaflex™. El paciente fue dado de alta al quinto día posoperatorio y en la tabla 1 se muestra la evolución de los resultados de los exámenes de la función renal del paciente.
En el control médico un año después de la cirugía, el paciente registró una evolución adecuada, con exámenes clínicos y paraclínicos dentro de límites normales; fue igual en los controles de los siguientes años hasta el octavo año, en el que el paciente asistió a la consulta refiriendo buenas condiciones de salud con resultados normales de los exámenes de laboratorio.
Discusión
Los aneurismas de la arteria renal son bastante infrecuentes en la práctica clínica y la información acerca de la forma adecuada de abordarlos es escasa en la literatura científica. Desde este punto vista, el tratamiento sigue siendo controversial debido a que, en algunos casos, se cuestionan los beneficios de tratar quirúrgicamente esta enfermedad 8, 9. La forma en la que se descubren los aneurismas de la arteria renal es por medio de estudios para la hipertensión arterial sistémica en personas jóvenes, en las que las imágenes diagnósticas los reportan como hallazgo incidental o, en algunos casos, por dolor lumbar. En el presente caso, el hallazgo fue incidental durante el estudio del cáncer gástrico que padeció el paciente 10, 11, 12.
En cuanto a la etiología de los aneurismas de la arteria renal, se encuentra que las causas son variadas: enfermedad de Behçet, fibrodisplasia congénita, enfermedad de von Recklinghausen, aneurismas disecantes, aneurismas iatrogénicos y otras causas raras, como la mediólisis arterial segmentaria y vasculitis 13, 14. En algunos casos, no se logra dilucidar la causa y, en los pacientes ancianos, una de las causas más frecuentes de aneurismas de la arteria renal es la enfermedad ateroesclerótica. Además, cabe denotar que el diagnóstico de esta enfermedad ha aumentado debido a la mayor disponibilidad y calidad de las imágenes diagnósticas. Esto ha aumentado la detección de estos aneurismas y ha ayudado a prevenir resultados fatales, especialmente en casos de muy alto riesgo de ruptura, como el embarazo 8, 15, 16.
Los aneurismas de la arteria renal pueden tratarse por medio de intervenciones intravasculares o por autotrasplante. La decisión de intervenir quirúrgicamente se toma a partir de condiciones clínicas, como: a) aneurismas de la arteria renal con ubicación compleja, como en la bifurcación de la arteria renal, b) longitud del aneurisma mayor de más de 2 cm, c) mujeres en edad fértil, d) hematuria, e) tromboembolia renal, f) hipertensión arterial nefrogénica, g) lesiones extensas de los uréteres, y h) tumores renales en pacientes con riñón único 17, 18, 19.
Como se había mencionado previamente, en lo que respecta a los aneurismas de la arteria renal ubicados en las ramificaciones de la arteria renal, el tratamiento suele ser quirúrgico 8, 20. Hasta el momento, una de las series más grandes incluyó 67 pacientes y fue publicada por Duprey, et al., en el 2016, quienes concluyeron que, a pesar de la baja frecuencia de esta enfermedad, de que la ‘evidencia’ no es exactamente fuerte por la misma razón y con base en los resultados obtenidos, concluyeron que el autotrasplante renal es una opción segura para el tratamiento de aneurismas de la arteria renal. Además, considerando que el procedimiento tiene similitudes con el trasplante renal, especialmente el de donante vivo, estas cirugías deberían ser practicadas por grupos de trasplantes con experiencia, para disminuir posibles eventos indeseados 21, 22, 23.
Por otro lado, a pesar de que los resultados de diferentes grupos en términos de complicaciones y evolución a corto y a largo plazo han sido buenos en la mayoría de los casos, es posible que algunos pacientes presenten riesgos adicionales, como aneurismas infecciosos, recidivas de cáncer, nuevas malformaciones vasculares después de un trasplante previo e, incluso, fístulas uretero-arteriales 24, 25, 26. De esta manera, es necesario hacer un seguimiento juicioso en el periodo posoperatorio para mantener un registro de posibles eventos negativos y, de esta manera, ofrecer el mejor tratamiento 27, 28. En el presente caso, el paciente tuvo controles semanales durante el primer mes y, luego, controles mensuales durante el siguiente año; actualmente, el paciente se encuentra en seguimiento anual y ha presentado una evolución bastante positiva.
Después de analizar la evidencia disponible y las publicaciones de otros autores, desde el punto de vista de nuestro grupo quirúrgico, consideramos que la mejor opción terapéutica para aneurismas de la arteria renal localizados después de la bifurcación del tronco principal, es la nefrectomía con reparación ex vivo y autotrasplante con anastomosis a vasos iliacos; incluso, en pacientes con riñón único, es una opción segura de tratamiento en manos de un equipo quirúrgico con experiencia 1, 29, 30, 31, 32, 33, 34, 35, 36.