El trauma renal corresponde a un 10% de todos los traumas abdominales; de ellos, un 90% comprende el trauma cerrado. Con respecto a las intervenciones asociadas, el manejo secuencial conservador o «paso a paso» ha logrado disminuir las tasas de nefrectomía innecesarias, ubicándose en un 28% en la actualidad1,2. Una de las herramientas disponibles en la actualidad como parte del tratamiento del paciente con trauma renal cerrado de alto grado es la angioembolización2. Consecuentemente, vale la pena conocer cuáles son los factores predictores para realizar una intervención temprana con fines de detener el sangrado, las tasas de éxito de la primera o segunda angioembolización y los predictores de falla.
La angioembolización de primera vez tiene un éxito de hasta el 85% y una efectividad del 100% en los pacientes que requieren una segunda angioembolización2. Entre los hallazgos radiográficos considerados como factores de riesgo se ubica el tamaño de hematoma perirrenal (> 3,5 cm), la extravasación del contraste y una lesión compleja (abarca porción lateral y medial del riñón simultáneamente)3. Adicionalmente existe un nomograma propuesto por The American Association for the Surgery of Trauma que determina el riesgo de requerir intervención para detener el sangrado, y los factores tenidos en cuenta son diámetro del hematoma, mecanismo del trauma, extravasación de contraste, lesión concomitante de otro órgano o inestabilidad hemodinámica4.
Actualmente la recomendación de las guías americanas respecto a intervención (cirugía o angioembolización) se mantiene para tamaño del hematoma perirrenal > 4 cm con o sin extravasación del medio de contraste y en pacientes con inestabilidad hemodinámica5. No obstante, se debe considerar que se han descrito predictores de falla de la angioembolización tales como trauma renal grado V con riesgo relativo (RR) 4,05 (1,14-14,4), Injury Severity Score (ISS) con RR 1,03 (1,0-1,06) y un mecanismo penetrante con RR 3,04 (1,60-5,79)6. También se han planteado la hematuria macroscópica, odds ratio (OR) 2,15 (intervalo de confianza [IC]: 1,02-4,74), y la inestabilidad hemodinámica, OR 3,76 (IC: 1,79-8,04) como factores asociados a la falla de esta intervención7.
Por lo anterior, consideramos que ante un trauma renal cerrado de alto grado (III-V) y signos radiográficos tales como el tamaño del hematoma, la extravasación del medio de contraste y la complejidad de la lesión, es posible y aceptable realizar una angioembolización como una medida menos invasiva y mórbida para el paciente. Esto puede permitir la disminución en la tasa de nefrectomías innecesarias por trauma renal. Además, se abre la puerta a una línea de investigación fundamental en el manejo del paciente con trauma genitourinario; área en la que todos debemos participar dada la epidemiología del trauma en nuestro contexto.