Introducción
En las últimas décadas se habla de un mundo en constante transformación, globalizado, que avanza rápidamente en tecnología, multicultural, en el que prevalece el discurso sobre los derechos que plantean que el ser humano debe ser respetado como persona (López, 2009). Dentro de esta dinámica, la familia; a pesar de los cambios culturales, sociales y económicos de la sociedad, sigue siendo concebida como el apoyo fundamental de la persona así como el escenario principal para que se inicie la educación en valores y la formación como ciudadana (Cortina, 1997; Donati, 2003; Gutiérrez, 1997).
La familia es el primer contexto en el que la persona estructura la manera de insertarse en la sociedad mediante la interacción con el otro (Donati, 2003). En esa relación se decodifica, interpreta y actúa, en uno u otro sentido, respecto a la realidad social en la cual se está inscrito (Gutiérrez, 2011).
Por otra parte, Orón y Echarte (2017) plantean que el pico de mayor vulnerabilidad en la formación del autoconcepto en los adolescentes se da entre los 15 y 16 años, y concluyen que la familia, de acuerdo a la calidad de la relación parental, modela el progreso madurativo cerebral, por lo tanto, aporta a la disminución de dicha vulnerabilidad.
Mieles y García (2010), en esta línea, conciben la socialización como un proceso mediado por la experiencia y la reflexión, que se inicia desde la infancia y permite el desarrollo de la identidad de la persona y la transmisión cultural, por tanto, en dicho proceso los padres son parte fundamental al ser formadores en la primera infancia.
Por otra parte, Berger y Luckmann (2003) sostienen que las personas son producto de diversos órdenes sociales y que el orden social es una producción humana realizada en el proceso constante de externalización, que este les permite la construcción del yo y del nosotros en los continuos procesos de interacción entre las personas y se inicia en el ámbito familiar que, a su vez, responde a un orden social en el que se han construido las ideas y los sentidos que se expresan en la vida familiar y social.
En la misma línea de pensamiento, otros autores plantean que la realidad social es plural, dinámica y construida socialmente, a partir de las interpretaciones que hacen las personas desde las particularidades de sus contextos familiares, sociales, culturales e históricos, lo cual genera diversas formas de comprender su modo de vida en los diferentes ámbitos en los que intercambia significados y realiza las prácticas sociales (Zemelman, 1996; Wallerstein, 1999; Barbero, 2003).
Por su parte, desde el construccionismo social, Gergen y Gergen (2011) agregan que la realidad es una construcción que se configura en las relaciones entre unos y otros y a través de ellas, y que las descripciones de esta toman forma en la profundidad del leguaje. En este sentido, se puede entender que la realidad también es constituida a través de las interacciones sociales, las cuales están mediadas por los sistemas de significaciones que las personas construyen colectivamente. En la investigación que se presenta en este artículo, estos sistemas son entendidos como las nociones y los sentidos de la vida cotidiana que los adolescentes construyen en torno a la familia a partir de las formas de vivir en familia.
Siguiendo a Berger y Luckmann (2003) la sociedad y, en ella, la familia existen como una realidad objetiva y subjetiva en la que las personas participan de manera dialéctica desde la subjetividad que les es propia, y en el tránsito de crecer van construyendo significados y sentidos de la realidad, al tiempo que la van transformando desde los hechos, las instituciones y los roles asignados. En esta lógica, la vida cotidiana es una realidad vivida e interpretada que se origina en las interacciones, las ideas y las acciones. Los autores plantean que se dan distintas capas de experiencias, y variadas estructuras de significado en las múltiples realidades que experimentan las personas a lo largo de la vida.
Por otra parte, Adela Cortina (2002) plantea que dicha formación tiene como objetivos la convivencia de la persona con los demás y la transformación de los grupos a los que pertenece, de manera tal que logre mejores formas de vida; no obstante, para llegar a ello, el ser humano tiene que reconocerse como partícipe activo dentro de las decisiones de los grupos sociales, que lidere procesos de transformación solidarios, respetuosos del otro y sus diferencias. Todo lo anterior se traduce en que la formación en valores de la persona en la familia lo lleva a construirse como ciudadano.
Igualmente, Escámez (2003) hace referencia a los valores para la educación en la ciudadanía en el contexto familiar. Plantea que los seres humanos, en todos los casos, reaccionan frente a su entorno y a las personas con quienes conviven, y que en esta interacción y a partir de sus interpretaciones definen sus comportamientos. Igualmente, plantea que el ciudadano, además de ser un miembro de la familia lo es de una comunidad en la que es reconocido y también está obligado a cumplir las normas y leyes estipuladas.
Por su parte, Buxarrais (2001) identifica a la familia como educadora en valores y para la ciudadanía. Esta educación parte de las relaciones entre padres, de estos con los hijos, entre hermanos, también de la organización interna de las tareas domésticas, el respeto por lo privado, la resolución de conflictos y el adecuado paso dentro de cada etapa del ciclo vital, ya que cada situación representa un modelo a seguir para el ejercicio de la democracia. No es una tarea fácil, pues depende de las estrategias y las habilidades de los padres para que la educación no se convierta en autoritaria, sino en una dictadura benevolente, lo cual quiere decir que los padres deben obrar con autoridad, pero, sin imponerla.
Realizar una lectura sobre la manera como se entretejen estas realidades en la familia y cómo inciden socialmente es importante para visualizar la ciudadanía como algo que se inicia en la convivencia familiar y se continúa en la vida social. Esto implica la educación en valores como eje principal orientador en la vida del ser humano, que parte de la herencia cultural de los mayores y se sucede en las relaciones interpersonales, lo que, a su vez, se convierte en la plataforma del proceso de formación, en tanto que la relación con personas significativas deja improntas en el individuo (Guevara y Zambrano, 2007).
En esta misma línea, desde la teoría de las representaciones sociales en la construcción de ciudadanía, Gutiérrez (2011) plantea que en esta se involucra la familia, los medios de comunicación masivos, las comunidades y la escuela, ya que desde allí se transmiten valores democráticos; entre ellos la tolerancia, la solidaridad y la responsabilidad, al igual que se fomentan habilidades para mejorar la convivencia y, por tanto, se debe promover la ciudadanía desde una perspectiva activa para asegurar la participación y la responsabilidad como ciudadanos democráticos y garantes de convivencia armónica dentro de la sociedad.
En este orden de ideas, el objetivo de la investigación fue conocer sobre los discursos y las prácticas en la familia que los jóvenes perciben que contribuyen a su formación como ciudadanos.
Es importante anotar que la formación ciudadana, como cualquier aprendizaje, es un proceso inherente a la socialización del individuo, que requiere del aporte de todos los actores educativos de la comunidad. Por lo tanto, como proceso de aprendizaje, requiere de formación en determinadas competencias que, como lo expresa Delgado (2016), "le permiten al sujeto participar constructivamente en el diseño de normas, instituciones y relaciones de convivencia [...] con este aprendizaje adquiere la capacidad de solucionar los conflictos de manera constructiva favoreciendo la convivencia en el marco de la diversidad" (p. 1). De igual manera, esta formación va a tener un aporte importante en el desarrollo de la personalidad, pues como lo menciona Altavaz (2014), el hombre es una individualidad dentro del colectivo social, este se desarrolla como personalidad al integrarse lo físico, lo mental y las relaciones sociales, participando como sujeto activo, como ciudadano, concepto esencial para comprender el proceso de educación y formación ciudadana.
Ahora bien, existe la expectativa de que los niños y los adolescentes en la escuela sean fortalecidos en valores de tal manera que los conduzcan a ser personas con los conocimientos y habilidades necesarios para ejercer su ciudadanía de manera asertiva y eficiente. A este respecto, una de las necesidades sentidas que se viene detectando desde la experiencia docente, al interior de algunas de las instituciones educativas distritales de Bogotá, es la débil formación en valores que tienen los adolescentes provenientes de contextos de vulnerabilidad relacionada con pobreza, violencia intrafamiliar, desplazamiento por el conflicto armado, delincuencia común y hogares conformados por madres cabeza de familia (Secretaría de Educación Distrital de Bogotá , 2014), factores que inciden directamente en la calidad de vida de la población escolar y afectan sus relaciones sociales y, por tanto, el ejercicio de su ciudadanía.
Educar niños, niñas y adolescentes con valores y principios que respeten lo público, convivan en armonía y aporten a la transformación de la sociedad es formar para la ciudadanía, con el fin de alcanzar un mejor nivel de vida y proyectarse a un futuro. Unesco (2015), en una apuesta por priorizar la educación, publicó el informe Educación para la Ciudadanía Mundial en el que ubica dentro de los tres ejes principales, el fomento de la ciudadanía.
En esta misma línea de pensamiento, para la Secretaría de Educación Distrital de Bogotá, sed la formación en valores y de ciudadanía, involucra conocimientos y habilidades sociales necesarios en la persona para que logre desempeñar sus diferentes roles de manera asertiva, eficiente, equitativa y solidaria, que le permitan aportar a la construcción y transformación de una sociedad (Secretaría de Educación Distrital de Bogotá, 2013). Así, la tarea de educación en ciudadanía se convierte en una acción coordinada entre familia y escuela para que juntos dirijan sus objetivos hacia la formación, la instrucción y la socialización integral del ser humano, de quien se espera sea un sujeto de derechos y de responsabilidades dentro de la sociedad civil (Ormart, 2012).
Al revisar estudios anteriores sobre adolescentes se encuentra que la mayor parte de estos se centra en temas sobre educación sexual, relaciones entre padres e hijos, relación familia-escuela, dificultades académicas y convivenciales y adicciones, entre otros (Cabrera, Guevara y Barrera, 2006; Guerrero, 2006; Fonseca, Maldonado, Pardo y Soto, 2007; Chaux, Molano y Podlesky, 2009; Valle y Weiss, 2010; Campo-Arias, Cogollo y Díaz, 2008; Guerra, 2009; Cui, Conger, Bryant y Elder, 2002; Cabrera, Sala-zar, Docal, Aya, Ardila y Rivera, 2014) . Sin embargo, son escasas las investigaciones que contemplan a la familia como formadora de ciudadanía, y no se tiene en cuenta que, según lo anotado, familia y escuela deben ser aliados para la formación de la persona, en la que desde la escuela se da continuidad a los valores aprendidos en el hogar.
Entre las excepciones se encuentran estudios como el de Gutiérrez (2011) en México, sobre las representaciones sociales en la construcción de ciudadanía en jóvenes universitarios desde los valores, las creencias y las actitudes, que permiten a las personas ejercer su ciudadanía. Allí, planteó que dicha construcción involucra a la familia, los medios de comunicación masivos, las comunidades y la escuela, por tanto, se fomenta una ciudadanía sociocultural cimentada en la convivencia social entre el individuo, el otro y las instituciones desde una perspectiva activa, que involucra derechos y deberes en su contexto social, garantes de la convivencia armónica dentro de la sociedad.
Por su parte, Villarroel (1998) en Venezuela estudió y destacó la importancia del proceso de socialización primaria y secundaria en la formación en valores y reafirmó la influencia de la familia en estos procesos.
En el contexto nacional, se encontró que Cortés y Parra (2009) realizaron una reflexión teórica sobre socialización política desde el enfoque de género y encontraron que en las mujeres se fomentan valores asociados a la ética del cuidado como la solidaridad, la empatía, el cuidado de sí misma y del otro, mientras que en los hombres la libertad, la igualdad y la reciprocidad.
Así mismo, Vega y García (2005) estudiaron en Barranquilla (Colombia), en una muestra de 72 niños escolarizados con edades entre los 9 y los 11 años, los imaginarios que tienen respecto a la ciudadanía, y reportaron que la manera como estos piensan la realidad repercute en su integración y en su vida en sociedad. Igualmente, evidenciaron que los jóvenes asocian el término ciudadanía con valores como respeto, cuidado, solidaridad, amabilidad, valentía y gentileza; toman como ejemplo de buenos ciudadanos a sus padres y a personas que pagan impuestos, no botan basura a la calle, obedecen normas; asimismo, simpatizan con las ideas de corrupción y falsas promesas que también provienen de ellos.
Por otra parte, Zuluaga (2004) reconoce el valor tanto de la familia como de la escuela en sus respectivos ámbitos, observa la importancia de la relación entre estos dos actores de la educación del individuo y hace una reflexión sobre la función de la familia como constructora de ciudadanía dado que, desde el escenario familiar, el proceso de socialización se constituye en la base para la formación del individuo como actor del ejercicio de la ciudadanía. El autor plantea que la familia, al ser un sistema que mantiene constante intercambio con el entorno, se convierte en un espacio definitivo en la formación ciudadana y la democracia, en cuanto que, en la actualidad, la tendencia del análisis incluye la concepción de ciudadanía además de lo político (intervención en las decisiones políticas), lo social (seres sujetos de derechos) y lo legal (igualdad ante la ley). Igualmente, García (1998) plantea que la familia debe formar a los hijos como sujetos de derechos, indistintamente de la clase social, con respeto hacia el otro y concibiendo la ley como reguladora de la convivencia.
Villegas (2007), por su parte, hizo un recorrido por diversas investigaciones que muestran cómo al iniciar el siglo XX en Colombia, el ideario de nación y de modernización se construyó, en este caso en particular, por el partido conservador y estuvo en estrecha relación con las representaciones que las élites tenían sobre raza y género, a partir de ello, dentro de la familia el hombre y la mujer desempeñaron roles específicos, la mujer era quien educaba a los hijos, para lo cual debía ser instruida, ya que se pensaba en ella como el núcleo de la familia y el soporte de la moral. No obstante, dicha instrucción no contemplaba la preparación para su inclusión dentro de la vida política y laboral de la sociedad, dado que se consideraba que podría traer más conflictos de los ya existentes entre los varones, sobre todo en el aspecto político.
En la misma línea, Ormart (2012), al reflexionar sobre la sociedad del siglo XXI, se interrogó sobre los aspectos que deberían prevalecer en la familia y la escuela para garantizar la construcción de la persona como sujeto de derechos y responsabilidades; concluye que es necesario establecer una alianza familia-escuela en la cual la primera asuma su función de principal educadora, dando amor, inculcando valores y estableciendo límites, y la segunda refuerce dichos valores y oriente a los padres en la forma de educar a los menores.
Rodríguez (2012) estudió en Santa Marta (Colombia) las representaciones sociales sobre familia con un grupo de 59 jóvenes escolarizados y en edades entre los 14 y 20 años. Encontró que la familia juega un papel importante en el proceso de formación de los hijos, pues esta determina en los adolescentes un saber producto de la interacción con su contexto.
Sobre este mismo tema, Correa y Flórez (2013), en un estudio realizado en Montería (Colombia), encontraron que la noción de ciudadanía está referida a la ética, la moral y las pautas de comportamiento que generan una buena actitud para la convivencia, bajo la premisa: "la manera como la realidad es pensada tiene consecuencias en la manera como se vive dentro de la sociedad" (p. 297).
En Bogotá Sabogal (2009) se constituye en un referente sobre nociones de ciudadanía, ya que en su investigación encontró falencias familiares relacionadas con patrones de crianza, figuras de autoridad y disciplina, que no conllevan a modelos positivos que guíen las actuaciones de los jóvenes en comunidad. También manifestó que la escuela debe replantear y evaluar las didácticas y las prácticas pedagógicas para ayudar en la formación ciudadana de manera contextualizada, indica que desde el Estado se hace necesario desarrollar programas efectivos de participación política para que los jóvenes tengan voz y voto, además, unos referentes positivos y claros que les permitan adquirir conciencia sobre sus derechos y sus deberes.
Por último, Rodríguez (2014), en su investigación en Bogotá con madres sustitutas de niños y niñas de primera infancia, encontró que ellas promueven la formación y el desarrollo de valores como la colaboración, la solidaridad y la reciprocidad, lo cual aporta a la construcción de un pensamiento normativo que indica cómo actuar, qué no hacer, y reconoce que los niños tienen la capacidad de aportar ideas, lo cual es fundamental en la construcción de la democracia.
Familia, valores y ciudadanía
Para entender la influencia de la familia en la formación ciudadana es importante definir este concepto. La noción de familia ha variado debido a su dinámica en cuanto a sus funciones, sus roles, su organización y su relación con el Estado. Aun así, prevalece la concepción de que la base de su conformación es el hombre y la mujer -casados o no-, y los hijos; ellos componen un mismo núcleo privado enmarcado por el amor y el respeto, con lo cual se crea una identidad propia en la que la persona alcanza su desarrollo y se integra a la sociedad, la que, a su vez, junto con el Estado tienen la obligación de protegerla (Donati, 2003; Organización de las Naciones Unidas, 1987; Papalia, 2005).
Por otra parte, los valores, entendidos como los méritos que se le otorgan a una persona, constituyen los principios que orientan el comportamiento de la misma, forman su carácter, guían su modo de vida, así como la preferencia, la apreciación y la elección de unas cosas sobre otras o de unos comportamientos sobre otros; también reflejan los intereses, los sentimientos y las convicciones de cada persona, y son la familia y la escuela las que se encargan de la formación en valores (Cortina, 1997; Moleiro, 2001; Bernal, 2011).
Ahora bien, el concepto de ciudadanía es polisémico, abierto, complejo y susceptible de ser coconstruído; hace referencia al conocimiento social que orienta la praxis de las personas en su actuar cotidiano dentro de un contexto comunitario, y permite su participación, el disfrute de derechos y el cumplimiento de sus deberes dados por la ley, pero que también genera un sentido de compromiso y pertenencia que permita al individuo su integración y su participación, y así superar la apatía y la indiferencia para asumir valores que identifiquen el verdadero ejercicio social (Cortina, 1997; Arango, 2009; Correa y Flórez, 2013).
La relación entre familia, valores y ciudadanía se entiende en el hecho de que la primera brinda el espacio de aprendizaje para que en este se difunda y modele el conjunto de valores designados como relevantes en la práctica de la ciudadanía, los que el individuo posteriormente replicará en los diferentes contextos en los que interactúe. Esto se aprecia en los estudios de Arango (2009) quien plantea que el respeto, la convivencia, la responsabilidad, el derecho a la educación y seguir el ejemplo de los padres es aprender a ser ciudadano.
Denis (1999) expresa que la familia, como primer formador de valores ciudadanos, permite que las enseñanzas adquiridas en el hogar se hagan más con el ejemplo que con la palabra, de tal manera que deje en sus integrantes una huella indeleble. Escámez (2003) indica que la educación del niño empieza con el lenguaje y continúa con la transferencia de valores, normas y códigos, que al ser aprehendidos por los pequeños hace que adquieran una identidad propia y se inserten como miembros de la sociedad, de esta manera los padres promueven en sus hijos la capacidad para que asuman su vida y participen en comunidad en la búsqueda del bien común.
Teniendo en cuenta lo anterior, es importante enfatizar que, independiente de los contextos de aprendizaje en los que esté inmerso un individuo, en estos espacios se deben brindar las bases para la formación en competencias tanto ciudadanas como cívicas, entendiendo las primeras como "la capacidad y voluntad de comprometerse en la participación activa, basada en una actitud de confiar en los demás en todos los contextos de la vida social..." (Claudio, 2016, p. 1); y las segundas, como el "conjunto de conocimientos y habilidades cognitivas, emocionales y comunicativas" (Chaux, 2012, p. 184), que de manera articulada hacen que el ciudadano se inserte y actúe de manera constructiva en la sociedad, teniendo en cuenta estas bases se comienzan a desarrollar desde la primera infancia, y quienes deben estimularlas son la familia y la escuela, lo cual se constituye en una inversión clave cuyo retorno supone beneficio para la sociedad.
En este contexto surgen las siguientes preguntas de investigación, ¿qué prácticas y valores se promueven en las familias de los adolescentes escolarizados?, ¿cuáles son las actividades familiares que promueven la práctica de valores ciudadanos en hombres y mujeres?, ¿se relaciona la estructura familiar con la práctica de valores ciudadanos?, ¿la noción de familia de los adolescentes se asocia con la formación de valores?, ¿existen diferencias significativas por sexo de la auto-percepción sobre la formación de ciudadanía?
Teniendo en cuenta lo anterior, y dado que el centro de la educación tanto en la familia como en la escuela es la persona, conocer los discursos y las prácticas que los adolescentes escolarizados en colegios oficiales perciben que contribuyen a su formación como ciudadanos, permite avanzar en la comprensión de la familia desde la vida cotidiana de este grupo poblacional, lo cual se constituye en un aporte a las ciencias sociales, a la vez que permitirá fundamentar estrategias en los colegios que fortalezcan la conciencia y la práctica ciudadana.
Método
Para responder las preguntas de investigación, se desarrolló un estudio de tipo descriptivo, cuantitativo transversal mediante la aplicación de un cuestionario.
Instrumento
El grupo de trabajo diseñó un instrumento compuesto por 15 preguntas teniendo en cuenta variables sociodemográficas, la noción que los participantes han construido sobre familia, así como los discursos y las prácticas que ellos reconocen que se desarrollan en sus familias como parte de la vida y la educación familiar para la formación de ciudadanía.
Sobre la noción de familia, los participantes podían escoger una entre las siguientes opciones: unidad de amor, escuela de aprendizaje para la vida, lugar de ayuda mutua e incondicional, lugar de refugio, comunidad de personas y lugar de provisión de recursos.
En cuanto a las prácticas positivas de valores que se promueven en las familias de las opciones, los participantes podían escoger hasta tres alternativas así: expresiones de afecto, perdón, respeto, comprensión, aceptación del otro, trabajo, sinceridad.
Respecto de las prácticas negativas, los participantes podían escoger hasta tres entre las siguientes opciones: venganza, insultar, gritar para ofender, las mentiras piadosas son válidas, pegarle al otro para resolver diferencias, hablar del otro a sus espaldas, ridiculizar al otro, irrespetar a padres y hermanos.
Sobre los valores que se promueven en los discursos, ellos debían escoger hasta tres así: honestidad, tolerancia, orden, agradecimiento, solidaridad, bondad, justicia, amistad, responsabilidad, lealtad, respeto, fortaleza, generosidad, humildad y paz.
Con relación a las actividades familiares que aportan a la formación en valores ciudadanos, cada participante eligió tres de las siguientes opciones: comidas, actividades en casa (jugar, ver tv, hacer oficio, leer), celebrar fechas importantes (cumpleaños, día de la madre/padre), compartir fiestas navideñas, compartir vacaciones, participar en ceremonias religiosas (bautizos, matrimonios, etc.), visitar la iglesia y, cada uno hace lo suyo.
Para conocer la percepción que tienen los adolescentes sobre si su familia le ha aportado conocimientos para cuidar del entorno (la naturaleza, el espacio público, los bienes públicos, el colegio, la casa, la comunidad y la sociedad,), los participantes calificaron entre sí y no.
Respecto de si los participantes se consideran solidarios con otros, calificaron en una escala de uno a cinco en la que escogían una opción: siempre, casi siempre, a veces, casi nunca y nunca por cada uno de los siguientes grupos: con sus padres, hermanos, compañeros, amigos y la sociedad en general.
Ahora bien, buscando asegurar la validez y confiabilidad de los resultados, siguiendo a Patton (1990), se ejecutaron dos tareas: la primera, centrada en la consulta a expertos, sobre el cuestionario diseñado para la levantar la información. El instrumento fue evaluado por diez expertos en familia en validez de constructo y contenido, y en semántica. Cada uno, examinó la pertinencia de cada ítem y sus correspondientes preguntas. Con esta tarea se determinó la validez del cuestionario, de tal manera que el grupo de preguntas midiera los discursos y las prácticas familiares en torno a la formación en ciudadanía, siguiendo los postulados teóricos de la literatura revisada y buscando asegurar las distintas dimensiones y componentes a evaluar, de manera que cada uno de estos contribuyera a la comprensión total del tema estudiado y no a otras situaciones asociadas con estos jóvenes. El proceso se desarrolló en una combinación entre el método de Grupo Nominal y de Consenso Grupal (Corral, 2009; Martín, 2004).
Posteriormente, como segunda tarea, se realizó la prueba piloto (Corral, 2009; Martín, 2004) realizada con un grupo de 60 participantes que pertenecían a la misma población.
Participantes
Como criterios de inclusión en la muestra se determinó que fueran adolescentes hombres y mujeres en edades entre los 12 y 18 años, con matrícula activa en los grados de sexto a once de 18 colegios previamente determinados de la ciudad de Bogotá. La muestra final fue de 2535 jóvenes adolescentes escolarizados con edades entre 12 y 18 años con una media (M)= 14.49 y una desviación estándar (DE) = 1.73. De ellos, el 49.1 % (1245) eran hombres y el 50.9 % (1290) eran mujeres. Respecto del estrato socioeconómico, el 24.9 % (632) de los adolescentes eran de estrato bajo (1 y 2), del estrato medio (3 y 4) eran el 74.4 % (1886) y el .7 % (17) eran del estrato alto (5).
En cuanto a la estructura familiar el 56.7 % (1437) de los participantes pertenecen a familias nucleares completas, es decir, viven con los dos padres, el 6.1 % (154) de adolescentes reportaron vivir con uno de los dos padres, el 7 % (178) de los participantes hacen parte de una familia reconstituida, lo que significa que viven con uno de los padres biológicos y su nueva pareja. Los que viven en familias extensas fueron el 29.7 % (752), es decir, que de su familia hace parte otro familiar como abuelos, tíos o primos. Y un 0.6 % (14) de los participantes viven en hogares sustitutos. Para efectos de este estudio, a la familia sustituta corresponden quienes que viven con familias por determinación del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, ICBF, por estar en programas de protección o por que fueron entregados por sus padres a otras familias para ser cuidados.
Con relación a la edad el 51 % (1295) reportaron edades entre los 12, 13 y 14 años que corresponde a la adolescencia temprana, el 35 % (886) manifestaron estar en la adolescencia intermedia (15 y 16 años) y el 14 % (354) estar en la adolescencia avanzada (17 y 18 años).
Procedimiento
Para la recolección de información, el equipo de investigadores contactó a los rectores de los colegios a quienes presentó el proyecto de manera completa, se les invitó a participar y se les solicitó el consentimiento informado para la participación de los estudiantes. Una vez aceptada la participación, se revisaron los grupos por grado y se determinaron aleatoriamente los grupos que participarían. La aplicación del instrumento se realizó en el primer semestre del año 2015. Por consideraciones éticas, se garantizó que la participación fuera anónima.
El diligenciamiento del instrumento fue realizado de manera individual en línea, por grupos según los grados en cada colegio y con el acompañamiento de uno de los investigadores, a fin de asegurar que se cumplieran las condiciones de diligenciamiento. Finalmente, la información fue procesada en el programa spss Statistics versión 23.
Resultados
La familia como primer agente socializador y, por tanto, primer formador de valores ciudadanos educa a través de los discursos y las prácticas. A continuación, se presentan los resultados que muestran las percepciones de los adolescentes sobre la manera como sus familias fomentan en ellos las capacidades ciudadanas, con el propósito de enfrentar los retos de la vida y articularse a la comunidad en la búsqueda del bien común.
Sobre la noción de familia
Muestra la tabla 1 que la familia como unidad de amor fue la noción de familia más escogida por los participantes, seguida por lugar de ayuda mutua y la que menos conciben como noción de familia es como lugar de provisión de recursos.
Análisis de las prácticas positivas de valores en la familia según el sexo de los participantes
Según lo reportado por los participantes, la tabla 2 muestra que las prácticas de valores más promovidas dentro de la familia, y de acuerdo al sexo, son: en los varones el respeto, seguido por la expresión del afecto y respecto a las prácticas que menos se promueven reportaron que es el hacer las cosas bien y la aceptación del otro. Por su parte, las mujeres reportaron como las prácticas positivas más promovidas en sus familias el respeto y la expresión de afecto y en las prácticas menos promovidas la aceptación del otro y hacer las cosas bien.
Análisis de las prácticas negativas de valores que se promueven en la familia según el sexo de los participantes
Los varones participantes reportaron las siguientes prácticas negativas como las que más se promueven en la familia: las mentiras piadosas seguida por gritar para ofender, y como las prácticas menos promovidas reportaron la venganza y el pegarle al otro. Las mujeres señalaron como las que más se promueven el gritar para ofender y las mentiras piadosas, y las que menos la venganza y el pegarle al otro.
Prácticas negativas de valores | Porcentaje (frecuencia) | |
---|---|---|
Hombres | Mujeres | |
Mentiras piadosas | 47.8 % (595) | 42.4 % (547) |
Gritar para ofender | 39.6 % (493) | 47.2 % (609) |
Insultar | 28.8 % (358) | 33.3 % (430) |
Hablar del otro | 14.9 % (185) | 13.7 % (177) |
Ridiculizar al otro | 14.8 % (184) | 13.1 % (169) |
Irrespetar a padres y hermanos | 12.4 % (154) | 14.7 % (189) |
Venganza | 11.1 % (138) | 12.2 % (157) |
Pegarle al otro | 9.6 % (119) | 9.6 % (124) |
Fuente: elaboración propia
Análisis de los valores que se promueven en familia a partir de los discursos de los padres, según el sexo de los participantes
Entre los discursos que más se promueven en la familia, según los varones participantes son la honestidad y el orden; entre los que menos se promueven están la justicia y la generosidad. Las mujeres participantes reportaron la honestidad y la responsabilidad y la lealtad, compartiendo el mismo lugar, y los discursos menos promovidos son la generosidad y la justicia.
Discursos de valores más promovidos | Porcentaje (frecuencia) | |
---|---|---|
Hombres | Mujeres | |
Honestidad | 52.9 % (658) | 44.9 % (579) |
Orden | 29.3 % (365) | 27.0 % (348) |
Respeto | 28.2 % (351) | 30.9 % (399) |
Responsabilidad | 26.5 % (330) | 33.1 % (427) |
Lealtad | 26.5 % (330) | 33.1 % (427) |
Tolerancia | 24.3 % (302) | 19.8 % (256) |
Humildad | 18.9 % (235) | 20.6 % (266) |
Agradecimiento | 15.4 % (192) | 23.1 % (298) |
Amistad | 13.7 % (171) | 15.5 % (200) |
Solidaridad | 9.3 % (116) | 10.1 % (130) |
Paz | 8.4 % (105) | 6.7 % (87) |
Fortaleza | 6.7 % (83) | 6.7 % (86) |
Bondad | 5.2 % (65) | 5.5 % (71) |
Justicia | 4.5 % (56) | 3.8 % (49) |
Generosidad | 3.8 % (47) | 5.3 % (68) |
Fuente: elaboración propia
Actividades familiares que promueven la práctica de valores ciudadanos, según el sexo de los participantes
De acuerdo a lo reportado en la tabla 5 se puede observar que las actividades más compartidas en familia son: las comidas, seguida por jugar, ver tv, hacer oficio y leer, y entre las actividades menos compartidas están las visitas a la iglesia y las ceremonias religiosas.
Actividades familiares | Porcentaje (frecuencia) | ||
---|---|---|---|
Hombres | Mujeres | ||
Comidas | 65.1 % (811) | 62.0 % (800) | |
Jugar, ver tv, ofício, leer | 52.0 % (648) | 46.4 % (598) | |
Celebraciones especiales | 44.2 % (550) | 50.9 % (657) | |
Fiestas navideñas | 38.5 % (479) | 37.8 % (487) | |
Vacaciones | 30.4 % (378) | 30.2 % (389 | |
Cada quien hace lo suyo | 7.9 % (98) | 10.0 % (129) | |
Visitas a la iglesia | 5.7 % (71) | 8.1 % (104 | |
Ceremonias religiosas | 5.0 % (62) | 7.4 % (96) |
Fuente: elaboración propia
Práctica de valores ciudadanos según la estructura familiar
Todos los participantes de las distintas estructuras familiares reportaron que el valor más promovido en la familia es el respeto. Los que pertenecen a la familia nuclear completa y a familia extensa escogieron en segundo lugar la expresión de afecto. Para los participantes de familia nuclear incompleta, es decir que viven con uno de los dos padres escogieron la sinceridad como el segundo valor que más se practica. Entre los valores menos escogidos por los participantes de la familia nuclear completa, son hacer las cosas bien y aceptación del otro. Los participantes que pertenecen a familia nuclear incompleta reportaron como valores menos promovidos la aceptación del otro y hacer las cosas bien. En las familias reconstituidas los valores que menos promovidos son aceptación del otro y hacer las cosas bien. En cuanto a las familias extensas, los valores que son menos promovidos son hacer las cosas bien y aceptación del otro y los participantes que viven con familias sustitutas informan que los valores menos promovidos son aceptación del otro y expresión de afecto.
Valores ciudadanos | Estructura familiar | ||||
---|---|---|---|---|---|
Nuclear Completa | Nuclear Incompleta | Reconstituida | Extensa | Sustituta | |
Expresiones de afecto | 39.2 % (563) | 30.5 % (47) | 41.0 % (73) | 39.1 % (294) | 7.1 % (1) |
Perdón | 34.4 % (495) | 35.7 % (55) | 37.1 % (66) | 36.0 % (271) | 28.6 % (4) |
Respeto | 65.8 % (945) | 60.4 % (93) | 62.9 % (112) | 64.5 % (485) | 78.6 % (11) |
Comprensión | 28.5 % (410) | 29.9 % (46) | 26.4 % (47) | 28.9 % (217) | 21.4 % (3) |
Aceptación del otro | 15.9 % (229) | 17.5 % (27) | 20.8 % (37) | 16.1 % (121) | 14.3 % (2) |
Hacer las cosas bien | 17.8 % (256) | 16.9 % (26) | 18.5 % (33) | 16.9 % (127) | 28.6 % (4) |
Sinceridad | 34.8 % (500) | 36.4 % (56) | 32.0 % (57) | 35.5 % (267) | 21.4 % (3) |
Fuente: elaboración propia
Promoción de valores ciudadanos según la noción de familia
De acuerdo con la noción de familia que tienen los adolescentes se encontró que los valores que con mayor frecuencia se promueven, para los que la consideran como unidad de amor, son el valor de la honestidad seguido por el respeto y los valores menos promovidos son la generosidad y la justicia. Los participantes que reconocen la familia como escuela de aprendizaje para la vida, reportan la honestidad como el valor que más se promueve, seguido por el respeto, entre los valores menos promovidos son la generosidad y la justicia.
Para los adolescentes que conciben a la familia como lugar de ayuda mutua, informaron que se promueven valores como la honestidad y le siguen compartiendo lugar la responsabilidad y la lealtad; y entre los valores menos promovidos están la justicia y la bondad. Por otra parte, quienes conciben a la familia como lugar de refugio reportan como los valores más promovidos el orden y le siguen la responsabilidad y la lealtad compartiendo lugar; y entre los valores que menos son promovidos están, de igual manera compartiendo lugar, la justicia y la generosidad.
Los adolescentes que conciben a la familia como comunidad de personas reportaron que en sus familias se promueven valores como el orden y la honestidad y de igual manera reportaron que entre los valores menos promovidos están la justicia y la paz. Para quienes conciben a la familia como un lugar de provisión de recursos reportan que los valores más promovidos son la paz y le sigue el agradecimiento, mientras que entre los valores menos promovidos están la justicia, la amistad y la generosidad, compartiendo lugar, y les sigue la bondad.
Valores ciudadanos | Unidad de Amor | Escuela de aprendizaje | Lugar de Ayuda mutua | Lugar de Refugio | Comunidad de personas | Lugar de provisión recursos |
---|---|---|---|---|---|---|
Honestidad | 52.1 % (883) | 49.0 % (129) | 44.4 % (164) | 31.9 % (29) | 26.7 % (20) | 27.9 % (12) |
Tolerancia | 23.7 % (401) | 20.9 % (55) | 20.9 % (77) | 9.9 % (9) | 13.3 % (10) | 14.0 % (6) |
Orden | 28.3 % (479) | 25.1 % (66) | 26.8 % (99) | 38.5 % (35) | 32.0 % (24) | 23.3 % (10) |
Agradecimiento | 18.5 % (314) | 17.1 % (45) | 22.2 % (82) | 29.7 % (27) | 12.0 % (9) | 30.2 % (13) |
Solidaridad | 8.8 % (149) | 11.8 % (31) | 12.2 % (45) | 6.6 % (6) | 13.3 % (10) | 11.6 % (5) |
Bondad | 4.9 % (83) | 7.2 % (19) | 4.9 % (18) | 8.8 % (8) | 6.7 % (5) | 7.0 % (3) |
Justicia | 4.0 % (68) | 3.0 % (8) | 5.1 % (19) | 2.2 % (2) | 5.3 % (4) | 9.3 % (4) |
Amistad | 15.5 % (262) | 17.1 % (45) | 10.0 % (37) | 12.1 % (11) | 16.0 % (12) | 9.3 % (4) |
Responsabilidad | 28.9 % (489) | 28.1 % (74) | 35.8 % (132) | 35.2 % (32) | 25.3 % (19) | 25.6 % (11) |
Lealtad | 28.9 % (489) | 28.1 % (74) | 35.8 % (132) | 35.2 % (32) | 25.3 % (19) | 25.6 % (11) |
Respeto | 31.4 % (532) | 29.3 % (77) | 28.2 % (104) | 20.9 % (19) | 16.0 % (12) | 14.0 % (6) |
Fortaleza | 6.1 % (103) | 8.0 % (21) | 6.5 % (24) | 7.7 % (7) | 10.7 % (8) | 14.0 % (6) |
Generosidad | 4.2 % (71) | 3.4 % (9) | 5.4 % (20) | 2.2 % (2) | 12.0 % (9) | 9.3 % (4) |
Humildad | 19.2 % (325) | 17.9 % (47) | 23.6 % (87) | 25.3 % (23) | 16.0 % (12) | 16.3 % (7) |
Paz | 9.1 % (154) | 7.2 % (19) | 3.8 % (14) | 4.4 % (4) | 1.3 % (1) | 100.0% (43) |
Fuente: elaboración propia
Diferencias significativas en la formación de ciudadanía en la familia, según el sexo de los participantes
Se encontraron diferencias significativas entre hombres y mujeres en la formación de ciudadanía en la familia, concretamente en ser solidario con los amigos F(1,2534) = 17.56, p=.000. Es decir, en las mujeres (M=4.08), se fomenta más la solidaridad con los amigos que en los hombres (M=3.94).
Respecto a las manifestaciones de solidaridad con la familia F(1,2534) = 1.84, p=.17, con los vecinos F(1,2534) = 1.15, p=.28, con los compañeros F(1,2534)=.03, p=.85, con la sociedad en general F(1,2534)=2.03, p=.15, no se encontraron diferencias significativas por sexo. Es decir, que tanto en los hombres como en las mujeres participantes sus familias les promueven ser solidarios con las personas en los distintos grupos sociales.
Diferencias significativas en la formación de ciudadanía en la familia, según la edad de los participantes
En cuanto al análisis de la formación del valor de la solidaridad de acuerdo con los grupos de edad de los participantes, se encontraron diferencias significativas en la solidaridad con los compañeros F(2,2534)=4.74, p=.01. Es decir, los participantes de la adolescencia temprana (M=3.56) son más solidarios que los de adolescencia intermedia (M=3.54) y que los participantes en adolescencia avanzada (M=3.37).
En cuanto a las manifestaciones de solidaridad con la sociedad en general también se encontraron diferencias significativas según la edad F(2,2534) = 7.16, p=.001. El grupo de la adolescencia intermedia (M=3.13) es más solidario, le sigue el de adolescencia avanzada (M = 2.94) y, en tercer lugar, el grupo de la adolescencia temprana (M=2.91).
En las manifestaciones de solidaridad con los amigos no se encontraron diferencias significativas según la edad F(2,2534)=1.11, p=.328, tampoco con la familia F(2,2534) = 1.256, p=.285, ni con los vecinos F(2,2534)=1.928, p=.146.
Conocimientos aportados por la familia para cuidar del entorno
De los participantes en el estudio el 89,5 % (2270) consideran que su familia les ha aportado conocimientos para cuidar de sí mismos y el 83,2 % (2110) para cuidar del entorno, mientras que, con un valor más bajo, el 44.5 % (1129) consideran que influyen sobre otras personas.
Conclusiones
La práctica asociada a las expresiones de afecto fue identificada por hombres y mujeres participantes como la segunda práctica positiva promovida en su familia. No obstante, la frecuencia reportada por las mujeres es más alta que en los hombres.
Según lo reportado por los participantes, la formación en valores ciudadanos es contradictoria puesto que, por un lado, se promueven desde el discurso el respeto y la honestidad, y por otro, en la práctica, se utilizan las mentiras piadosas y el gritar para ofender. Dichas contradicciones en la familia se extienden a otros ámbitos de la vida separando o fracturando el discurso de las prácticas.
Igualmente, se observa que, a pesar de la apropiación de los discursos de género, se observa que en la práctica se continúan inculcando a la mujer más que a los hombres, expresiones de afecto, comprensión y aceptación del otro, y al hombre valores que se inclinan más hacia lo público como el trabajo.
Los participantes que consideran que la familia es unidad de amor, reportan que, en la suya, se promocionan valores como honestidad, lealtad, agradecimiento y paz.
Discusión
Si bien en los dos grupos se promueve el respeto como la práctica positiva más promovida en las familias, el porcentaje reportado por los hombres es más alto. Esto coincide con la literatura en cuanto a que a los hombres se les fomenta más, lo que se evidencia en que muestran una tendencia más alta de agresividad y hostilidad en contraste con las mujeres (Chaux, Molano y Podlesky, 2009).
De acuerdo con los resultados obtenidos la familia, cualquiera que sea su estructura, se constituye en un espacio de socialización en el que se entrecruzan una serie de intercambios afectivos, emocionales, de la configuración de discursos y prácticas generados por la vivencia de diferentes valores, los cuales son extrapolados a la sociedad en su vivencia como ciudadano. En este punto, es importante resaltar que entre las practicas encontradas en el estudio sigue existiendo el encuentro familiar mediado por las diferentes actividades, lo que constituye un pretexto de intercambio de experiencias que permiten la vivencia de los valores; lo cual coincide con los planteamientos de Escámez (2003), Guevara y Zambrano (2007), Donati, (2003), ünü (1987) y Rodríguez (2012).
Los resultados muestran que al interior de las familias en sus diferentes estructuras familiares se promueven mayoritariamente los discursos de los valores relacionados con la honestidad y la responsabilidad, pero se admite la práctica de las mentiras piadosas y de gritar para ofender, lo que no hace coherente el discurso con la vivencia cotidiana. Así mismo, llama la atención que los valores como la solidaridad, la justicia y la paz, que se consideran base de la formación ciudadana presentaron una promoción muy baja al interior de la familia. Al respecto Denis (1999) anota que la familia, como agente educador, se constituye en la base del proceso de formación de ciudadanos íntegros, dado que en su seno se moldea la conciencia individual del ser humano mediante el ejemplo.
Ahora bien, Cortés y Parra (2009), Gutiérrez (1997) y Villegas (2007) expresan que los valores en la familia se inculcan según los roles que a futuro el hombre o la mujer desempeñarán en la sociedad como formas de expresión de la cultura.
Los resultados coinciden con la descripción que hacen Papalia, Wendkos y Duskin (2009) quienes indican que durante la adolescencia hay mayor dependencia de los amigos. Igualmente coinciden con Arango (2009) quien indica que se aprende a convivir en los otros grupos con el ejemplo de los padres; si dichas actividades no se comparten, esto no es posible y al primar lo privado sobre lo público se limita la práctica de valores como la solidaridad, valor fundamental para la supervivencia en comunidad (Cortina, 2003).
Por otro lado, Cortina (2002) indica que el objetivo de la educación familiar en valores es la convivencia y la transformación de los grupos en los que la persona vive, según expresan los participantes en el estudio, al lado de los discursos que promueven los valores ciudadanos, en las prácticas se encuentran contradicciones.
Dado lo anterior, sería importante realizar un estudio en el que se involucren docentes y padres de familia de las mismas instituciones para comparar las percepciones de los diferentes actores de la comunidad educativa frente a la formación ciudadana, ya que como lo indica Zuluaga (2004), lo deseable en relación con la educación del individuo es formar un binomio familia y escuela que fortalezca los valores ciudadanos, lo cual coincide con la Unesco (2015), en que a niños, niñas y adolescentes se les debe formar en valores como equidad y justicia social, que les permitan incidir positivamente en la disminución de la desigualdad social.