1. Introducción
Andrade (2019) ha escrito un excelente artículo con diez noticias sobre el quechua en el Perú, a partir de los datos del último censo nacional, realizado el 2017. En este ubica, entre otras cosas, los ámbitos en los que existe mayor cantidad de hablantes de la lengua, que nos dibujan un nuevo mapa de la localización de esta familia lingüística en el país y nos revelan, por ejemplo, que es en Lima, la capital del Perú, localizada en la costa, donde se concentra la mayor cantidad de hablantes de esta lengua andina y, si se realiza una medición de los diez distritos con mayor cantidad de quechuahablantes en el ámbito nacional, todos ellos se encuentran en lo que se conoce como Lima Metropolitana.
Nos dice también el autor que hay un crecimiento del quechua en términos absolutos y relativos. Es importante señalar que Andrade afirma ser consciente de que los datos revisados y las noticias compartidas a partir de estos son gruesos y se necesitan procedimientos más complejos, dado que «la tasa de natalidad y la distribución por grupos etarios principalmente, podrían generar lecturas distintas» (Andrade, 2019, p. 43). De estas lecturas distintas, menos optimistas, es que da cuenta este artículo; así, nos vamos a referir a la primera noticia de su artículo: cantidad y proporción de quechuahablantes en el Perú.
2. Presupuestos teóricos
Antes de entrar al análisis de las cifras realizado por Andrade, es importante dar cuenta de algunos conceptos fundamentales.
2.1. La ecología lingüística: las lenguas mayoritarias y las lenguas minorizadas
Como bien lo señala Bastardas (2016, p. 451), han surgido en las ciencias sociales y humanas corrientes que buscan incorporar el componente ecológico a sus disciplinas, y la lingüística no ha sido ajena a esta ecologización:
El aumento del estudio de los ecosistemas naturales elevó en gran medida la conciencia humana sobre la pérdida de determinadas especies biológicas causada por la destrucción de sus hábitats, la llamada crisis de la biodiversidad. Era fácil y lógico, pues, que se pudiera producir un traslado analógico de las aproximaciones y conceptos de la ecología biológica hacia la ecología lingüística poniendo en relación la crisis de la biodiversidad con la de la linguodiversidad.
Y es con este enfoque como podemos hablar y abogar por las lenguas minoritarias, que existirían en contraposición a las lenguas mayoritarias. Así, comprobamos que las segundas operan en el desequilibrio ecológico, porque son capaces de «comerse» a las primeras, como en el plano de las ciencias naturales las especies grandes se comen a las pequeñas. Pero hay algo aquí, señala Bastardas, que se está dejando de lado: el hecho de ser mayoritaria/minoritaria no es una cuestión intrínseca de la lengua, es decir, no es algo que se le pueda atribuir a la lengua, sino que es la consecuencia de acciones políticas. Esta condición de minoritarias o mayoritarias no es propia de la lengua, sino de las relaciones de poder que se establecen entre las personas que usan una u otra lengua. De esta manera, podemos pensar, por ejemplo, en el quechua en el Perú y su condición de lengua mayoritaria en la época prehispánica y su condición de minoritaria en la actualidad1.
Entonces, al no ser esta categoría «natural» a las lenguas, sino social, se prefiere hablar de lengua minorizada (Bastardas, 2016). Así, entendemos la ecología lingüística como un sistema en el que las distintas lenguas que conforman el mismo están sometidas a relaciones de poder (Bastardas, 2016; Terborg, 2006); estas son las que llevarán en países multilingües a que los hablantes desarrollen distintas actitudes hacia sus lenguas, que, entre otras cosas, se reflejarán en la transmisión intergeneracional de sus lenguas. Terborg (2006) va más allá de la ecología lingüística y desarrolla el concepto de ecología de las presiones, en el que el término presión es clave: «porque está ligada a las relaciones de poder, así como también a las ideologías, los valores, las acciones humanas y las actitudes hacia determinada variante lingüística» (p. 3). La relación entre poder y presión es inversamente proporcional. Así, quien más poder tiene menos presión sentirá. La fuerza de la presión la sentirá el individuo presionado por la ideología dominante que condiciona sus necesidades comunicativas. El hablante presionado encuentra que su lengua no le da las oportunidades dentro del mundo en el que esta no tiene poder. Si el grupo de poder no tiene ningún interés en fomentar las lenguas de los grupos presionados, sino que promueve (explícita o implícitamente) la ideología de que hablar la lengua del grupo mayoritario es lo más eficaz, esto determinará las diferentes presiones.
2.2. Vitalidad de las lenguas y trasmisión intergeneracional
Las propuestas de revitalización y fortalecimiento de las lenguas desde la educación, como enseñanza de lengua indígena materna o de herencia, sin duda, son importantes para la supervivencia de las lenguas, pero es evidente que el papel fundamental para el mantenimiento de las mismas está dado en su transmisión intergeneracional (TI). Esto fue, por ejemplo, consignado en 2003, cuando un grupo de lingüistas convocados por la Unesco establecieron una serie de factores para evaluar la vitalidad de una lengua, y el primer factor es el de la TI.
El factor más utilizado para evaluar la vitalidad de una lengua es el de si se transmite o no de una generación a la siguiente (Fishman, 1991). Su grado de peligro se puede medir sobre una escala que va de la estabilidad a la extinción. Pero ni siquiera la calificación de «No corre peligro» garantiza la vitalidad de la lengua, porque en cualquier momento los hablantes pueden dejar de transmitirla a la generación siguiente. (Unesco, 2003, p. 6)
Y se consignan seis grados de vitalidad: desde la lengua extinta, en un grado cero de vitalidad, hasta la que no corre peligro, en un grado cinco de vitalidad. En ese continuum están, siguiendo al grado de vitalidad 5, los grados: vulnerable; claramente en peligro; seriamente en peligro, y en situación crítica. Cuando la lengua es solo utilizada por las generaciones de padres y abuelos, se dice que está claramente en peligro.
3. Sobre la cantidad y proporción de quechuahablantes en el Perú
Total | % de la población | |
---|---|---|
Censo de 2007 | 3 360 331 | 13.02 |
Censo de 2017 | 3 799 780 | 13.06 |
Nota: tomada de INEI (2007, 2017).
En la Tabla 1, vemos que hay un pequeño crecimiento del quechua, lo que para Andrade, tanto en términos absolutos como relativos, aunque mínimo, resulta sorprendente, «si se toman en cuenta los discursos hegemónicos que avizoran el irrefrenable proceso de debilitamiento y extinción de la lengua originaria» (Andrade, 2019, p. 44). Creemos que no es un asunto de discursos hegemónicos, sino de ver este aparente crecimiento de manera no tan gruesa y tomar en cuenta las tendencias que se observan en los distintos grupos etarios. En la Tabla 2 y la Tabla 3 se ve esto, primero, en términos absolutos.
De 0 a 4 años | De 5 a 9 años | De 10 a 14 años | De 15 a 19 años | De 20 a 24 años | De 25 a 29 años | De 30 a 34 años | De 35 a 39 años | De 40 a 44 años | De 45 a 49 años | |
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Quechua 2007 | 98 581 | 272 347 | 312 983 | 265 858 | 259 625 | 252 171 | 254 513 | 255 574 | 245 648 | 221 125 |
Quechua 2017 | 64 098 | 176 579 | 232 595 | 243 696 | 268 732 | 287 134 | 306 134 | 306 138 | 305 787 | 282 561 |
Diferencia | 34 483 | 95 768 | 80 388 | 22 162 | 9107 | 34 963 | 51 621 | 50 564 | 60 139 | 61 436 |
Nota: elaborado con datos de INEI. Las cifras resaltadas muestran la diferencia en negativo de 2007 frente a 2017.
De 50 a 54 años | De 55 a 59 años | De 60 a 64 años | De 65 a 69 años | De 70 a 74 años | De 75 a 79 años | De 80 a 84 años | De 85 a 89 años | De 90 a 94 años | De 95 a más | |
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Quechua 2007 | 195 629 | 171 360 | 153 270 | 129 360 | 101 499 | 78 933 | 45 268 | 27 900 | 9358 | 9329 |
Quechua 2017 | 274 604 | 244 120 | 212 115 | 184 063 | 153 844 | 116 299 | 77 810 | 42 555 | 15 106 | 5810 |
Diferencia | 78 975 | 72 760 | 58 845 | 54 703 | 52 345 | 37 366 | 32 542 | 146 555 | 5748 | 3519 |
Nota: elaborado con datos de INEI (2007, 2017).
Como se observa, en las primeras generaciones, hasta los veinte años, hay una disminución de niños y jóvenes socializados en quechua en 2017 en comparación con 20072. Es en los quintiles de mayor edad donde las frecuencias del quechua van creciendo en 2017 respecto a 2007, y la diferencia más alta entre ambos censos las encontramos en los grupos de 50 a 59 años. En la Tabla 4 y la Tabla 5 se aprecian las tendencias en términos relativos.
De 0 a 4 años | De 5 a 9 años | De 10 a 14 años | De 15 a 19 años | De 20 a 24 años | De 25 a 29 años | De 30 a 34 años | De 35 a 39 años | De 40 a 44 años | De 45 a 49 años | |
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Quechua 2007 | 8.78% | 10.15% | 10.61% | 9.74% | 10.26% | 11% | 12.27% | 13.65% | 14.96% | 16.12% |
Quechua 2017 | 6.09% | 6.73% | 8.99% | 10.16% | 10.79% | 12.09% | 13.61% | 14.47% | 15.71% | 16.70% |
Castellano 2007 | 88.61% | 87.2% | 86.93% | 87.84% | 87.21% | 86.29% | 85% | 83.34% | 81.97% | 80.67% |
Castellano 2017 | 91.36% | 90.15% | 87.88% | 86.59% | 86.08% | 84.72% | 83.00% | 82.09% | 80.70% | 79.58% |
Nota: elaborado con datos de INEI (2007, 2017).
De 50 a 54 años | De 55 a 59 años | De 60 a 64 años | De 65 a 69 años | De 70 a 74 años | De 75 a 79 años | De 80 a 84 años | De 85 a 89 años | De 90 a 94 años | De 95 a más | |
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Quechua 2007 | 16.97% | 19.21% | 20.97% | 22.33% | 22.41% | 22.95% | 22.23% | 23.75% | 22.64% | 35.99% |
Quechua 2017 | 18.44% | 19.42% | 20.57% | 22.94% | 24.80% | 25.82% | 25.18% | 24.68% | 22.82% | 26.54% |
Castellano 2007 | 79.71% | 77.11% | 75.29% | 73.98% | 73.89% | 73.38% | 74.23% | 74.49% | 73.5% | 57.15% |
Castellano 2017 | 77.67% | 76.67% | 75.20% | 72.48% | 70.53% | 69.50% | 69.77% | 70.97% | 73.75% | 69.74% |
Nota: elaborado con datos de INEI (2007, 2017).
El porcentaje de hablantes de quechua el año 2017 disminuye en las generaciones más jóvenes y aumenta el de hablantes de castellano respecto a 2007. Así, si bien encontramos un descenso en dos puntos porcentuales de castellanohablantes en los resultados totales, si comparamos los resultados con el quechua, no se puede decir que haya un retroceso del castellano, sino todo lo contrario: en las generaciones más jóvenes, de cero a diez años, el porcentaje de personas que tienen el quechua como lengua materna (L1) disminuye respecto a 2007 y aumenta el del castellano. Es decir, si comparamos los datos de los últimos 10 años (el tiempo entre los dos censos), el quechua disminuye tanto en los números absolutos (370 928 personas hablantes de quechua de 0 a 9 años en 2007 vs. 240 677 en 2017) como en los relativos (18.93% de quechuahablantes 0 a 9 años en 2007 vs. 12.82% en 2017).
Vemos que el porcentaje de hablantes de L1 quechua es más elevado en los grupos más adultos; por ejemplo, en los datos del censo del 2017, entre las personas de 95 años a más, el porcentaje de hablantes de lengua materna quechua es de 26.54%, frente al 69.74% que tienen como lengua materna el castellano (más de la cuarta parte de los hablantes de 95 años a más tiene en el quechua su L1), mientras que el porcentaje de castellano como lengua materna en la población de 0 a 4 años es 91.36%, frente al 6.09% que habla quechua como L1 (la dieciseisava parte de la población de cero a cuatro años tiene el quechua como L1). En esta primera generación hay una baja de dos puntos porcentuales y en el quintil siguiente, la disminución del quechua entre personas con lengua materna quechua en diez años es de 3.42%. Al hacer la separación por quintiles, se observan las mismas tendencias en 2007 y 2017, aunque más pronunciadas en las generaciones de 0 a 10 años.
Nota: elaborado con datos del INEI. Hemos desestimado el último quintil, de 95 años a más, porque es un caso atípico.
Como se ve en la Figura 1, hay una misma tendencia en 2007 y el 2017: a menor edad, menor número de hablantes con lengua materna quechua en las generaciones más jóvenes, y esto es aún más fuerte en 2017.
Así, considerando tanto los datos absolutos como los relativos, lo que se evidencia es que la transmisión intergeneracional del quechua entre los padres y los hijos está disminuyendo, y diversos autores han señalado que este es un factor primordial, si de vitalidad de la lengua se trata (Fishman, 1991; Skutnabb-Kangas et al., 1995; Zentella, 1997; Skutnabb-Kangas, 2000; López & Callapa, 2019). Es decir, el hecho de que los padres sustituyan la lengua indígena o minorizada por la lengua hegemónica en los procesos de socialización con sus hijos es un signo importante de aniquilamiento lingüístico. La transmisión intergeneracional es, de acuerdo con Fishman, un punto fundamental en el mantenimiento de las lenguas. López & Callapa (2019) nos hablan de diez factores que provocan el silenciamiento de las lenguas, entre los que sitúan la falta escolarización de los niños en lenguas indígenas, las políticas lingüísticas, la falta de presencia de las lenguas minorizadas en internet, la transmisión intergeneracional, entre otros elementos, y, al momento de priorizar los factores, ponen en primer lugar la transmisión intergeneracional3.
La comparación de los datos por quintiles nos debe llevar a tomar con mucho cuidado el entusiasmo el ligero aumento en 0.6% entre ambos resultados censales; es más, esta disminución del percentil de 3.42% en los niños de hasta diez años alerta a investigar las relaciones entre esta disminución y la vida escolar, dado que, aunque exista una política de educación intercultural bilingüe, sabemos que muy poco se hace para ofrecer una educación lingüística y culturalmente pertinente (Vigil et al., 2019).
Hemos tomado el ámbito nacional y quisiéramos analizar ahora un distrito y relacionarlo con los quintiles etarios. Esto debido a otra noticia que nos da Andrade (2019, p. 53), según la cual San Juan de Lurigancho es el distrito con mayor cantidad de quechuahablantes, ello considerando que se trata del distrito más grande y más poblado de los 43 de Lima, la capital del Perú, formado por migrantes de las regiones andinas de primera, segunda y tercera generación; es decir, no se trata de una comunidad orgánica de quechuahablantes, a diferencia de otras regiones con presencia de quechuahablantes en el país. Según el censo de 2017, tiene 10 214 quechuahablantes; es decir, el 10.8% del total. En la Tabla 6 y la Tabla 7 se comparan los datos de quechua y castellano y se muestra cuánto porcentaje de ese total pertenece a cada quintil.
De 0 a 4 años | De 5 a 9 años | De 10 a 14 años | De 15 a 19 años | De 20 a 24 años | De 25 a 29 años | De 30 a 34 años | De 35 a 39 años | De 40 a 44 años | De 45 a 49 años | |
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Quechua | 417 | 927 | 1196 | 2935 | 6583 | 8753 | 10 225 | 10 002 | 9667 | 9108 |
Porcentaje | 1.20% | 1.09% | 1.47% | 3.57% | 6.44% | 8.68% | 10.74% | 11.80% | 13.45% | 15.72% |
Castellano | 34 241 | 83 792 | 79 552 | 78 756 | 95 019 | 91 107 | 83 889 | 73 851 | 61 331 | 48 063 |
Porcentaje | 99% | 98.55% | 98.09% | 95.83% | 92.89% | 90.36% | 87.14% | 87.11% | 85.31% | 82.96% |
Nota: elaborado con datos de INEI (2007, 2017).
De 50 a 54 años | De 55 a 59 años | De 60 a 64 años | De 65 a 69 años | De 70 a 74 años | De 75 a 79 años | De 80 a 84 años | De 85 a 89 años | De 90 a 94 años | De 95 más | |
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Quechua | 9655 | 9842 | 8870 | 7009 | 4885 | 3246 | 2101 | 1160 | 117 | 186 |
Porcentaje | 19.30% | 22.79% | 25.32% | 27.28% | 28.61% | 29.98% | 31.37% | 31.22% | 33.56% | 41.15% |
Castellano | 39 657 | 32 563 | 25 519 | 18 176 | 11 860 | 7416 | 4494 | 2481 | 870 | 260 |
Porcentaje | 79.26% | 75.40% | 72.85% | 70.73% | 69.47% | 68.48% | 67.10% | 66.78% | 65.32% | 57.52% |
Nota: elaborado sobre los datos de INEI (2007, 2017).
El distrito con mayor número de quechuahablantes nos muestra que los menores porcentajes de hablantes con lengua materna quechua están en las generaciones más jóvenes y se observa que en los tres primeros quintiles no se llega ni al 1.5% del total. Esto revela que la transmisión generacional es prácticamente nula. El 10% del total de quechuahablantes en el ámbito nacional que ostenta San Juan de Lurigancho se debe a que hay un alto número de hablantes mayores. Estos datos nos llevan a pensar en los vínculos entre migración y desplazamiento lingüístico, marcados por las relaciones de poder entre las lenguas, que son una causa muy fuerte de interrumpir la transmisión intergeneracional.
Cuando se refiere a las provincias con mayor densidad del quechua, Andrade (2019, p. 57) anota:
Llama la atención, en el caso de las provincias, el hecho de que haya seis que se mantengan constantes en los tres listados: Vilcas Huamán (Ayacucho), Paruro (Cusco), Chumbivilcas (Cusco), Canas (Cusco), Víctor Fajardo (Ayacucho) y Mariscal Luzuriaga (Áncash). Podemos suponer que la transmisión intergeneracional es especialmente alta en estas provincias, hipótesis que podríamos confirmar en el futuro aplicando en ellas el índice de sustitución lingüística (ISL) propuesto por Chirinos (2001). El declive de la densidad que observamos en los listados distritales para Puno se confirma con los datos provinciales.
El autor hipotetiza sobre la TI, y quisimos ver qué tan cerca está esta hipótesis con el cruce de lengua materna y los quintiles etarios, así que comparamos los datos de 2007 y 2017 y vimos que hay relación, porque los porcentajes se mantienen prácticamente estables en Mariscal Luzuriaga (Ancash), Canas (Cusco) y Vilcas Huamán y Víctor Fajardo (Ayacucho), pero encontramos un descenso un tanto importante en las generaciones más jóvenes de Chumbivilcas (en el primer quintil, de -11.83%)4.
Andrade relaciona el crecimiento del quechua con las políticas lingüísticas desde arriba (medidas estatales) y las políticas desde abajo (acciones de la sociedad civil). Concordamos con el autor en que hay importantes experiencias de activistas lingüísticos que están trabajando por la visibilización del quechua, tanto en los medios de comunicación, en distintas actividades culturales, como en el activismo digital; pero en lo que se refiere a las políticas desde arriba, sobre todo las del sector educación, tenemos ciertas dudas. Como señalan López & Callapa (2019), hay una relación en la forma como se implementan las políticas y el hecho de que los padres no socialicen en quechua con sus hijos. Hemos visto que hay mucho por hacer en la implementación de los modelos educativos de educación intercultural bilingüe (EIB) y que todavía las «Políticas de Maravilla» (López, 2007) son letra muerta y no se ejecutan en las escuelas EIB (Vigil et al., 2019).
Una de las conclusiones del Informe Defensorial 162 (Defensoría del Pueblo del Perú, 2011), sobre la educación de los niños indígenas, fue que la mayoría de ellos no tenía docentes en su lengua y, si la hablaban, no estaban formados en educación intercultural bilingüe, por lo que la educación que recibían era de pésima calidad. Si bien el Informe Defensorial 174 (Defensoría del Pueblo del Perú, 2016) consideraba que hubo avances en relación con el 2011, señalaba que las brechas aún existían, y lo mismo es consignado en el informe del Banco Mundial (2015), que sostenía que, aunque era cierto que en América Latina había aumentado la cantidad de escuelas para la población indígena, eso no implicaba una mejora cualitativa, y además:
El nivel educativo, por ejemplo, guarda una relación inversa con la retención del idioma indígena. A pesar de la amplia difusión de leyes y reglamentaciones que protegen los idiomas y las culturas indígenas […] y del reconocimiento general de la importancia de incluir estrategias de educación intercultural bilingüe (EIB) en las escuelas, menos del 31.9% de los indígenas que habitan en los países incluidos en este análisis [se incluye al Perú] seguía hablando un idioma indígena al culminar su educación primaria, y solo el 5.3% lo hacía cuando al terminar la educación secundaria. (p. 85, énfasis agregado)
Este descenso de hablantes de lengua originaria al terminar la secundaria nos alerta, precisamente, sobre lo que significa no implementar, realmente, una EIB más allá de la primaria; además, sobre la necesidad de pensar en políticas en las que la interculturalidad y el bilingüismo sean transversales, no solo a la educación, sino a todas las políticas sociales.
Por su parte, Vigil (2022) señaló que la política de EIB no ha tenido incidencia en el fortalecimiento y revitalización de las indígenas del Perú, entre ellas, el quechua, porque los docentes han internalizado el prejuicio de que estas no son lenguas adecuadas para transmitir y desarrollar saberes; así, por ejemplo, el quechua chanka no es una lengua que los docentes utilicen en la escuela, además que estos exigen a los padres bilingües quechua-castellano que se comuniquen con sus hijos en castellano.
Asimismo, las políticas desde arriba del Ministerio de Cultura, que, entre otras cuestiones, acredita intérpretes de lenguas indígenas, si bien están empezando a dar resultados en su revaloración y crecimiento y están creando agencia en muchos traductores e intérpretes que tienen importante presencia en los distintos medios sociales, todavía tienen un largo camino por recorrer para enfrentar las actitudes de discriminación hacia los indígenas, hacia las personas de las zonas andinas, hacia sus lenguas, sus culturas y sus variedades de castellano. Igualmente, sabemos que en las zonas andinas los padres de familia manifiestan tener vergüenza de hablar quechua, porque han sufrido discriminación por hablarlo. Esto lo han investigado Peralta & Taype (2020) en dos comunidades quechuahablantes de Ayacucho y Apurímac, y ante la pregunta «¿Alguna vez lo han hecho sentir mal por hablar quechua?» el 70% de los entrevistados respondió afirmativamente. Esta respuesta es significativa y las autoras encuentran que este tipo de discriminación es un factor muy fuerte para que los padres no quieran seguir hablando en quechua a sus hijos y para que los mismos docentes les digan que no es buena la educación intercultural bilingüe, porque eso significa enseñar quechua y el quechua no sirve, y que, además, si se les habla en quechua no hablarán bien castellano. Así, estamos ante docentes, como se muestra en las conclusiones del Informe Defensorial 162 (Defensoría del Pueblo del Perú, 2011), que enseñan en escuelas EIB, pero no están formados en dicha educación, y si bien tenemos una prometedora política sectorial EIB (Ministerio de Educación del Perú, 2016), esta no se concreta en acciones para el desarrollo de una EIB de calidad.
Esta discriminación lingüística nos lleva a pensar en las relaciones de poder de las que hablábamos cuando nos referíamos a la ecología de las presiones y a cómo las lenguas se minorizan, mientras ciertas corrientes lingüísticas nos siguen hablando de «lealtades lingüísticas», como si la responsabilidad del desplazamiento lingüístico recayera sobre el grupo oprimido, que es visto como desleal, de modo que no se toma en cuenta que los hablantes son desplazados lingüísticos por las presiones que ejerce el grupo de poder.
En este artículo hemos querido llamar la atención sobre la transmisión intergeneracional (TI), un aspecto que el propio Luis Andrade señala necesario tomar en cuenta a la hora de establecer si efectivamente estamos ante un proceso de revitalización del quechua. Es menester señalar que la mirada general a la TI nos demuestra un debilitamiento del quechua y que no se han tomado en cuenta las distintas variedades del quechua. Creemos, por tanto, que se necesita un estudio más específico de las distintas variedades y las regiones en las que se las habla, para determinar cuáles son los quechuas en los que se encuentra más debilitamiento y más vitalidad.
Lo que buscamos con este artículo es llamar la atención acerca de la necesidad de tener cierta cautela a la hora de compartir buenas noticias sobre la vitalidad de las lenguas indígenas; esto, por ejemplo, se relaciona con una de las preguntas de Peralta & Taype (2020) sobre la vitalidad del quechua. Cuando se les preguntó si pensaban que la lengua estaba en peligro, los padres, a pesar de no socializar a sus hijos en quechua, mencionaron que no estaba en peligro de extinción, porque en otros espacios sí se hablaba o porque el quechua es la lengua de los incas5. El hecho de que haya un número todavía elevado de hablantes de quechua lleva a negar a ciertos quechuahablantes que la lengua puede ser vulnerable.
Esperemos que luego de leer estas líneas quede claro que advertir un debilitamiento en el quechua, más que hacer parte de un discurso hegemónico, constituye un discurso contrahegemónico, porque nos interpela a pensar en políticas desde arriba, desde abajo y hacia arriba para cambiar la ecología de las presiones.