Introducción
Entre 1951 y 1954, un grupo de jóvenes del Ejército colombiano viajó más de 12.000 km para participar en la Guerra de Corea, un conflicto internacional en territorio coreano que insertó en las divisiones nacionales del país asiático la fragmentación del mundo que inauguró la Guerra Fría1. Como parte del Ejército de los Estados Unidos de América (ee. uu.), el Batallón Colombia2 participó en la península asiática en batallas como Kumsong, Cerro 400 y Old Baldy, hazañas que se convirtieron con el tiempo en la narrativa de las Fuerzas Armadas colombianas como su historia de modernización3.
Estudios académicos han abordado el papel de Colombia en este conflicto desde un análisis institucional, haciendo énfasis en la relación entre el sector militar y el Estado en la década de 19504, enmarcando esta participación como parte de la historia de las Fuerzas Armadas colombianas5 y reconstruyendo el contexto social y cultural de Colombia en el marco de la Guerra Fría6. En análisis más recientes, se ha indagado por la forma en la que se ha construido el papel del país en este conflicto internacional como narración del pasado, resaltando la visión de lo subalterno,7 de la memoria y los testimonios de excombatientes como fuentes para la reconstrucción del acontecimiento8.
Estos análisis aportan elementos empíricos importantes sobre la presencia de excombatientes dispuestos a testimoniar y la identificación de una dominación de narrativas entre altos mandos contra subalternos. Sin embargo, no se detienen en el análisis de los testimonios como un tipo de narración específica del pasado que cumple una función para sus autores en el momento en el que son enunciados, en que su forma y contenido se transforman con el tiempo y que son transmitidos a otras generaciones. Tampoco, estudios anteriores han problematizado cómo comprender estos testimonios, ya que, al ser sobre un pasado que no hace parte de un debate en la esfera pública, teóricamente no cabrían como expresiones de memorias disidentes9. En consecuencia, no se ha construido un análisis de los testimonios de excombatientes colombianos en la Guerra de Corea, que interrogue su historicidad, que incluya a sus familiares o descendientes y que teorice para qué son enunciados.
A partir de experiencias de extrema violencia y totalitarismos, como el Holocausto, el testimonio adquirió la forma de un lugar de enunciación vinculado a la figura del sobreviviente, que creó un tropo o una forma de construir la memoria de estos pasados en contención, desde el papel de las víctimas10, como el icónico testimonio de Primo Levi, escritor italiano sobreviviente al régimen de la Alemania nazi, quien plasmó en sus memorias los diez meses que pasó en uno de los campos de concentración de Auschwitz11. Esta relación entre víctima y testimonio se ha consolidado en Latinoamérica en el momento de abordar experiencias como las dictaduras militares, los conflictos internos y pasados de extrema violencia, en donde las víctimas y familiares de desapariciones forzadas, masacres, entre otros, cuestionan las versiones oficiales, denuncian abusos y exigen justicia12.
Al interrogar pasados de violencia en América Latina, el estudio de la memoria militar y del testimonio por parte de actores que hacen o hicieron parte de la estructura castrense ha sido escaso13. En este sentido, los estudios de Quiroga y Mena14 tienen un valor significativo, al indagar por el pasado militar de Colombia en la Guerra de Corea desde los protagonistas; sin embargo, los testimonios quedan limitados en su caracterización como voz de víctimas, especialmente de los soldados, al considerarlos como representantes de la voz subalterna del estamento militar. Si bien, esta perspectiva ha sido útil para identificar las relaciones de poder en las formas de narrar un pasado militar, ha restringido su caracterización como narrativas polarizadas frente a las posturas institucionales.
Empero, habría que aclarar que los testimonios de excombatientes y descendientes colombianos sobre la Guerra de Corea no buscan desafiar la narrativa institucional. De hecho, no hay batallas en el espacio público en las que se cuestione lo que sucedió15. Si bien hay una clara diferenciación de actores entre soldados y altos mandos, cuando se observan los contextos en los que se producen los testimonios, los públicos a los que van dirigidos y el contenido de sus narrativas, las jerarquías militares no se diferencian tan claramente y el lugar de enunciación de los excombatientes, podría entenderse, partiendo de la reflexión de Levi retomada por Agamben, como un lugar de enunciación ambiguo o “zona gris”, donde:
Se rompe la larga cadena que une al verdugo y a la víctima; donde el oprimido se hace opresor y el verdugo aparece, a su vez, como víctima. Una gris e incesante alquimia en la que el bien y el mal y, junto a ellos, todos los metales de la ética tradicional alcanzan su punto de fusión16.
Como resultado, antes que considerar las versiones de excombatientes y descendientes, per se, como visiones subalternas o hegemónicas de la guerra, vale la pena comprender por qué sus autores, en calidad de testigos, construyen y movilizan versiones de la participación de Colombia en la Guerra de Corea con el objetivo de que sean verosímiles, dando cuenta del carácter pragmático de la memoria17, y comprender así su especificidad y complejidad como narrativas de un pasado militar.
Con base en lo anterior, el presente artículo describe cómo excombatientes del Batallón Colombia y sus descendientes crean prácticas de memoria sobre la participación colombiana en la Guerra de Corea, entendidas como formas en las que actores sociales construyen y movilizan versiones del pasado, dependiendo de los marcos sociales donde se desenvuelven18, analizando los contextos y usos en los que son generados sus testimonios19. Para ello, se parte de la relación entre memoria social y testimonio, se reconstruye la creación de asociaciones de veteranos y descendientes y se analizan testimonios recopilados en talleres de memoria y entrevistas20; esta metodología permite analizar cómo el testimonio, como expresión de la memoria, cambia dependiendo del lugar de enunciación y escucha.
En suma, el texto identifica y caracteriza las prácticas de memoria que desarrollan los excombatientes y sus descendientes, sus cambios en el tiempo, la función que cumplen los testimonios, y sugiere algunos debates sobre la relación entre prácticas de memoria y pasados militares. El documento está organizado en cuatro partes: en la primera, se encuadra la relación teórica entre práctica de memoria y testimonio. En la segunda, se caracterizan las asociaciones de veteranos y descendientes de veteranos. En la tercera, se analizan testimonios de excombatientes y descendientes, identificando narrativas y diferencias entre testigos. Por último, se caracterizan las funciones que cumplen estas formas de narrar el pasado para sus actores, sus transformaciones y algunas preguntas que suscitan frente a la relación entre memorias, testimonios y usos del pasado.
El testimonio como práctica de memoria
Abordar una guerra desde las memorias de los actores que fueron protagonistas y de sus familiares o descendientes permite acercarse a un episodio del pasado bélico de la nación desde la esfera privada y por fuera del mundo castrense. Así, se amplía el rango social de producción de narrativas en escenarios de violencia, postura que permite ampliar las interpretaciones de lo sucedido e insistir en la producción de narrativa bélicas desde otros lugares de enunciación.
La memoria, entendida como el ejercicio de evocación del pasado21, no es una labor que pueda realizarse separadamente como sujeto, ya que, según Halbwachs, la acción de traer el pasado al presente depende del lugar que ocupe un individuo en un grupo, es decir, de los marcos sociales en los que se insertan los recuerdos de cada persona22. Adicionalmente, la memoria es del pasado y, por ello, según Ricoeur23, expresa una distancia temporal entre lo vivido y el presente, en la que el lenguaje es el medio de su enunciación. Por este carácter declarativo de la memoria, el pasado es transmitido a través de la narración. En este sentido, el testimonio se entiende como expresión de la memoria24, una forma específica de narrar el pasado, en la que se entrecruza la relación entre lo individual y lo colectivo de la memoria por medio de la voz de un testigo.
Según Agamben, desde el origen de la palabra en latín, se puede identificar dos tipos de testigos. El testis, la figura del tercero en un proceso de pleito entre dos partes, y el superstes, quien ha vivido en carne propia un evento y, por ello, puede dar cuenta de este25. Para el caso que nos ocupa, los excombatientes podrían estar vinculados a la segunda categoría y los familiares o descendientes, a la primera de las acepciones de la diferenciación. Lo significativo de una u otra posición de testigo es, como se verá, las diferencias en la legitimidad de sus narrativas dependiendo de su posición social y género.
En consecuencia, la credibilidad de lo narrado en un testimonio siempre estará en juego para su público, ya que está basado en la memoria de los narradores26. Por ejemplo, para los superstes, son sus propios recuerdos como soldados, tenientes, vigilantes, personal de sanidad u otras posiciones en el campo de batalla las bases de su narración. Por su parte, familiares como esposas, hijas o nietos basan sus testimonios como testis, al ser los escuchas principales de sus seres queridos, al vivir con ellos o acompañarlos durante su vejez.
Una de las funciones del testimonio es construir o reconstruir un vínculo identitario27. Según Cuesta, el “carácter de institución y de vínculo social [del testimonio] vendría definido y reforzado por el carácter estable de la disposición a testimoniar y por su carácter de seguridad y de fiabilidad de una proporción importante de los agentes sociales”28. Para los excombatientes y descendientes colombianos en la Guerra de Corea, compartir su historia personal o familiar permite construir elementos en común para ubicar sus historias personales y familiares en un marco social de sentido.
Así mismo, en la producción del testimonio, está involucrada una dimensión emocional que hace parte del carácter subjetivo como narración. Por ejemplo, la presencia de otros actores en el momento de su enunciación o el efecto del trauma producto de la experiencia de guerra29, que conforman los escenarios de enunciación y recepción. Para Jelin30, el contexto de escucha es parte fundamental del testimonio, ya que solo si se construye una relación significativa con el otro, este tendrá sentido para el público.
Igualmente, en la escucha del testimonio, hay una tensión sobre la autenticidad del testigo: “El oyente se halla frente a todas las operaciones de la memoria como el recuerdo, las emociones, el olvido, el silencio, la divagación, la autocensura o el trauma”31. Solo cuando hay un marco social que construya al testigo como enunciador válido del pasado al que se refiere, lo narrado se considera verosímil32. Según Jelin33, cuando no hay posibilidades de escucha del testimonio, surge el silencio o la imposibilidad de testimoniar.
Finalmente, el testimonio como narración guarda una forma gramatical del tipo: sujeto + verbo + espacio34. Por ejemplo: “yo disparé en la batalla Old Baldy”. No obstante, debido a que en el testimonio está cruzada la dimensión individual y colectiva de la memoria, su análisis implica considerar el lenguaje como un acto35, y tener en cuenta variables como los contextos de enunciación, escucha y la relación de poder entre actores. En suma, dar cuenta del carácter pragmático de la memoria.
En síntesis, para observar los testimonios de excombatientes y descendientes como prácticas de memoria, son descritos los diferentes marcos sociales en los que los testigos (terstis o superstes) crean narraciones sobre la participación de Colombia en la Guerra de Corea. Por ejemplo, a partir de la identificación de los diferentes roles que ocupan excombatientes y familiares en las asociaciones de veteranos y descendientes como líderes o bases; en las diferencias de clase entre grupos de veteranos militares y asociaciones civiles36, y en la creación de talleres de memoria y entrevistas; en las diferencias generacionales, de clase y género que se hacen explícitas en la evocación de testimonios. Estos marcos sociales permiten comprender, según Wieviorka, que, a pesar de que cada testimonio tiene una unicidad, este “participa de la memoria colectiva que varía en su forma, función y en su ánimo implícito o explícito de ajuste”37.
Por último, vale la pena recordar que las narraciones sobre Colombia en la Guerra de Corea no han tenido un papel preponderante en los debates de memoria histórica en el país, principalmente porque dichos debates historiográficos han estado concentrados en comprender la violencia interna, un aspecto completamente lógico debido al papel del conflicto interno en la historia del siglo xx. Esta condición ha incidido en que los testimonios carezcan, en términos de Jelin, de escenarios de escucha38. En consecuencia, al indagar por las condiciones de posibilidad de estos testimonios y analizar cuáles son las funciones que cumplen para los testigos de una guerra tildada como “olvidada”39, se observa que, ante la ausencia de estos escenarios en la esfera de lo público, las experiencias sobre el pasado en la Guerra de Corea se han trasladado a las esferas de lo doméstico, la organización social o al silencio.
Asociaciones de veteranos y descendientes como prácticas de memoria
La participación del Ejército colombiano en la Guerra de Corea se realizó a partir de grupos que iban reemplazando las unidades desgastadas y los caídos en combate. Una vez pausada la Guerra de Corea a través de un armisticio en 1953, miembros del Batallón Colombia continuaron realizando actividades de patrullaje y limpieza de minas40. Una vez retornaron al país, los excombatientes colombianos tuvieron diferentes trayectorias: aquellos que pertenecían al Ejército o la Armada y tenían un alto cargo continuaron su carrera militar. Otros, soldados en su mayoría, no continuaron en el estamento y volvieron a la vida civil.
Adentrarse a una memoria sobre lo militar remite a encontrarse con la jerarquía, punto central del mundo castrense. Las distintas posiciones dentro de la institución tienen una influencia directa en la manera como se construyen testimonios desde los excombatientes. Cuando se indaga a nivel de los soldados, quienes ocupan las posiciones menos altas del estamento, es posible acercarse a una visión del conflicto alejada de la espectacularidad y cumplimiento de objetivos, que se narra en las visiones institucionales del Ejército o la Armada colombiana41. Según Díaz:
El testimonio de los sin rango revela una forma diferente de ver y experimentar la guerra. No nos encontramos frente a sujetos que se sienten predestinados sino ante jóvenes, que, sin gran vocación e ideales, se ven empujados a servir en el frente [...] buena parte de los soldados no luchan por patriotismo sino para no decepcionar a sus compañeros42.
A su llegada a Colombia, para los soldados, retomar y reinsertarse en la vida laboral no fue fácil, en parte por las lesiones producto de la guerra, la falta de capital escolar e, inclusive, por cierta estigmatización43. Estas condiciones generaron, en 1958, la formación de la Asociación de Veteranos de la Guerra de Corea (ascove) y, con ello, los primeros intentos de memorias de la participación de estos colombianos en tierras coreanas44.
Una de las principales actividades que llevó a cabo la organización fue la creación de bases de datos de quienes hicieron parte del Batallón Colombia, así como la reconstrucción de las actividades del regimiento en el campo de batalla. Esta fue una de las primeras formas de testimonio en la que los soldados y militares construyeron una narración sobre la participación en Corea. A diferencia de las publicaciones de quienes durante la guerra habían sido comandantes y que a su regreso fueron nombrados en altos cargos del estamento militar, como los generales Alberto Ruiz Novoa45, Álvaro Valencia Tovar46, o el coronel Francisco Caicedo47, los testimonios dentro de las asociaciones tenían el objetivo de obtener beneficios y reconocimiento como veteranos de guerra, metas que no tuvieron éxito por la tensión que a finales de la década del cincuenta se generó entre el sector militar y el Gobierno de Colombia48.
Así, las diferencias entre quienes continuaron la carrera militar como los nombrados comandantes y quienes volvieron a la vida civil como los exsoldados crearon conflictos en las asociaciones. Particularmente, las diferencias de acceso a servicios de pensión y salud dificultaron el mantenimiento de los objetivos comunes de la organización e hicieron evidentes las diferencias de clase entre militares y exsoldados ante las dificultades económicas. Como resultado, se produjo una división entre excombatientes, y en 1960 los militares retirados del ejército crearon la Asociación de Oficiales Retirados de las Fuerzas Militares de Colombia (acore)49.
Desde el momento de la separación con acore y hasta finales del siglo xx, las activiades de ascove estuvieron encaminadas hacia la expedición de un decreto que permitiera a sus afiliados lograr una pensión de vejez. Si bien la influencia de la organziación tuvo éxito en la emisión del Decreto 683 de 2001, el reconocimiento fue insuficiente, ya que se estableció que la pensión se le otorgaría al veterano “que estuviese en situación de indigencia”50. Así, durante este periodo, el interés de la organización, de acceder a auxilios económicos, configuró el universo simbólico para construir una narrativa del pasado sobre Corea. En términos de Halbwachs51, las relaciones de conflicto entre los miembros oficiales y no oficiales funcionaron como marcos sociales que configuraron la forma en la que los testimonios narraron la contienda bajo la estructura de “datos duros”, como el número de caídos en combate y heridos52.
En 2003, con el inicio de los programas de diplomacia cultural que el Gobierno de la República de Corea53 creó con los veteranos de todos los países que participaron en la Guerra de Corea54, se fomentó en Colombia la creación de la Asociación de Veteranos y Descendientes Colombianos de la Guerra de Corea (avedeco), la cual comenzó a ser liderada por descendientes de veteranos vivos o fallecidos55. Gracias al trabajo cercano con la Embajada de Corea en Colombia, avedeco ha accedido a diferentes tipos de ayudas de cooperación internacional, como auxilios económicos y becas de estudio, lo que ha generado conflictos entre las organizaciones más antiguas y otras creadas en regiones56.
Entre las diputas entre las organizaciones, una de las diferencias entre quienes sustentan el carácter de veterano y los descendientes es que los familiares movilizan en su discurso una versión “limitada” de lo que sucedió con el Batallón Colombia en Corea, ya que, al no ser testigos directos, “no dimensionan” el sentido completo de la participación o no cuentan con “todos los datos”57.
Desde el inicio del siglo xxi, la relación cercana al entorno del gobierno de Corea ha tenido un efecto en la manera en la que se construyen narrativas sobre la guerra desde las asociaciones tanto de descendientes como de veteranos. Debido a que el interés de las organizaciones se ha desplazado del nivel nacional al internacional, su nuevo objetivo no es procurar exclusivamente una reparación material, se busca conmemorar el papel que desempeñaron los excombatientes colombianos en la Guerra de Corea. De ahí deriva, en parte, la acción de los descendientes de demostrar su vínculo familiar con un veterano, movilizando una memoria transmitida generacionalmente. Por ello, avedeco y ascove58 ya no solo difunden testimonios a partir de la narración de “datos duros” o cifras, también incluyen como parte de sus colecciones uniformes, billetes, cartas, periódicos, fotografías y relatos escritos sobre la guerra, creando otras formas de testimoniar.
En síntesis, observados como prácticas de memoria, la creación en la década de 1950 de asociaciones de veteranos, los conflictos entre actores militares y civiles y el ingreso de descendientes como actores organizativos en la primera década del 2000, han generado diferentes marcos sociales de evocación para la construcción de testimonios. A diferencia de las primeras publicaciones sobre Corea de altos mandos desde 1956 o de las narrativas en museos militares inaugurados en la década de los ochenta, las asociaciones han construido diferentes formas de narrar el pasado, utilizando criterios propios para recopilar información como “políticas de archivo”59, que evidencian los cambios en sus propósitos organizativos y que modulan la forma de construir testimonios, ya sean a través del uso de datos “duros” o de colecciones de objetos personales.
Como resultado, la transformación de políticas organizativas de veteranos y descendientes evidencian que los testimonios sobre experiencias de guerra también se transforman con el tiempo60. En el caso de avedeco y ascove, los marcos sociales en los que se construyen testimonios han dependido de las relaciones entre excombatientes militares y civiles, veteranos y descendientes y delpapel que la Guerra de Corea ocupa en la esfera pública. Debido a que en Colombia no existe un espacio para la construcción de este pasado militar, los testimonios de los actores organizados se han ajustado desde 2003 a los marcos de memoria colectiva que se movilizan en la esfera de lo internacional, promovidos por el Gobierno de Corea. Por ello, vale la pena analizar cómo el testimonio se desenvuelve por fuera de los objetivos de las organizaciones de veteranos y qué función cumple para sus testigos cuando la enunciación de sus narrativas del pasado no se limita a su papel como líderes de las asociaciones ni transita por espacios internacionales.
La Guerra de Corea en palabras de sus protagonistas
Cuando excombatientes y familiares son indagados por fuera de su papel como líderes de las organizaciones y en compañía de otros testigos, se crean nuevos marcos sociales de memoria que producen testimonios con características diferentes a los que movilizan como actores colectivos. En el caso de los veteranos de asociaciones (ascove y avedeco), si bien estos han adquirido un nuevo lugar de enunciación como dirigentes, la metodología del taller de memoria como una conversación abierta hizo que abandonaran paulatinamente el discurso organizacional y se accediera a una dimensión privada de su narrativa como protagonistas de una guerra. Por su parte, para los descendientes, el taller y las entrevistas fueron la oportunidad para narrar lo que como terstis hace parte de su memoria, pero que, debido a los distintos escenarios de escucha que tienen como familiares en comparación con los veteranos, no suele ser narrado públicamente.
A diferencia de lo transmitido como organizaciones de veteranos y descendientes, los testimonios recopilados en los talleres de memoria giraron en torno a temas como el momento del ingreso al ejército, las heridas en batalla, el rol del cuerpo y la estigmatización como protagonistas de una guerra ajena. El orden de los temas y la profundidad de la narración evidenciaron cómo los roles dentro de las asociaciones se fueron debilitando en la dinámica del taller y quedó expuesta su unicidad como testimonios de guerra.
3.1. Narrar una experiencia de juventud
En los testimonios recopilados, los militares de rango medio y alto y líderes de las organizaciones comparten una forma gramatical de la memoria61, que consiste en narrar lo sucedido en tercera persona. Por ello, directivos, tenientes y mayores generalmente enuncian en sus testimonios individuales frases del tipo: “el Batallón Colombia regresó en 1954 con todas sus tropas”, desmarcando la narración de su experiencia personal, creando una distancia entre el entrevistador y entrevistado:
Participé principalmente en el denominado y muy conocido cerro Old Baldy donde durante trece días hubo un combate permanente contra el Ejército chino y donde Colombia perdió la mayor parte del personal, concretamente en ese combate hubo 99 muertos, 69 desaparecidos y 100 y pico de heridos62.
Esta forma gramatical del testimonio otorga a su autor una autoridad de veracidad de la narración, al utilizar como parte de su estrategia discursiva cifras o nombres exactos de las contiendas. En los dirigentes de las asociaciones, el hecho de hacer énfasis en los datos cumple una función de visibilidad y aparente neutralidad. Este efecto está asociado con el interés de las organizaciones de adquirir compensaciones como auxilios financieros o becas.
Así mismo, cuando el testigo es un militar en retiro, la estrategia discursiva del dato duro está acorde con la forma como se construyen narrativas de la memoria de la Guerra de Corea en otros espacios castrenses, como el Museo Militar de Colombia o el Museo Naval del Caribe, y, a la vez, es la manera de lidiar con las tensiones que pueden encontrarse con versiones de aquellos de menor rango, como los soldados, y que en ocasiones desafían las memorias triunfalistas institucionales63.
Al contrario, cuando los testimonios son dados por aquellos que no hacen parte de los cuadros directivos de las organizaciones o cuando luego de un tiempo de construcción de la relación de confianza el testigo se ha desprendido de su posición de líder de una asociación, la narración toma un camino reflexivo, en el que el “yo” en primera persona toma la palabra y las acciones empiezan a ser concebidas desde el lugar de la juventud:
Yo ni tenía idea de nada, yo estaba en el barrio y un amigo [mi compañero vecino] me pidió el favor que lo acompañara a la escuela de infantería […] cuando salieron todos los militares y nos rodearon y todo el mundo para dentro y a las dos horas yo ya estaba uniformado64.
Producto del rumbo reflexivo que toma en testimonio y de relación de confianza y credibilidad entre testigo y escucha que permitió el taller de memoria, la narración sobre la decisión de hacer parte de un batallón para combatir el comunismo en Corea está enmarcada en los testimonios como el resultado de la inexperiencia de la juventud o la inocencia. Así, en estas versiones testimoniales del pasado militar están incluidos los momentos más complejos de una experiencia de guerra, como la propia relación con la muerte o la exposición de la situación de pobreza como razón para enlistarse en el ejército.
3.2. La guerra como opción ante la sobrevivencia
Para Díaz65, en los soldados generalmente hay una mezcla constante entre la supervivencia en la guerra y la sobrevivencia en la vida civil. Para los soldados colombianos en Corea, muchos de ellos de origen rural, ingresar al ejército significaba encontrar una fuente de ingresos para dar sustento a su familia, huir del servicio militar obligatorio y evitar luchar en las zonas de guerrillas liberales que se combatían en regiones del oriente del país66.
Como quedó plasmado en los talleres, hacer parte del Batallón Colombia, en algunas ocasiones, más que una decisión deliberada, podría ser interpretada como el resultado de las condiciones sociales de pobreza rural en los años cincuenta en Colombia, situación que se unía a la inexperiencia e impulsividad de la juventud:
Yo no sabía de Corea del norte o de Corea del sur, es que yo tenía 18 años, y es que en esa época tener 18 años es como tener ahora 40 o 50, […] no había televisión, no había comunicación, no habían redes sociales, uno no leía el periódico, el que leía el periódico bueno ya era estrato 3 o 4 […] yo lo catalogo como una aventura y es la aventura más grande que he tenido yo en mi vida, para nosotros era una aventura, no tenía significado, no tenía razón, estábamos viviendo el momento, ustedes vinieron aquí y tienen que pelear y guerra es guerra, así de sencillo67.
[…].
Mi padre tenía 17 años y le tocaba prestar el servicio militar porque los padres de él eran muy pobres, y no tenían como pagarle la libreta [tarjeta militar]. Pues la verdad ellos fueron, pero a la final ni sabían qué era lo que, lo que defendían en sí68.
Como producto de su participación en Corea, los soldados recibían 39,9 dólares69, que utilizaban para enviar a sus familias dinero o comprar víveres cuando descansaban del campo de batalla eiban a Japón. Para otros, estar en el Batallón Colombia, que era parte del Ejército de los ee. uu., era la oportunidad de tener de manera constante servicios de salud, vivienda y comida, y así solventar la incertidumbre de una juventud en condiciones de precariedad.
3.3. La latencia de perder la vida en batalla
Independientemente de que la decisión de ir o no a la conflagración quede “justificada” como el resultado de una decisión deliberada, cuando el testimonio encuentra un escenario de escucha, el público permite al testigo encontrarle un “sentido al sinsentido de la guerra”70. En ese nivel de significación compartida, los testimonios recopilados en los talleres permitieron adentrarse en un nivel de las narrativas sobre experiencias bélicas que se aleja de las objetivaciones de los resultados, como el caso de las asociaciones, y que abre la puerta a una dimensión más humana de la guerra.
Por ejemplo, los excombatientes comparten en sus testimonios la constante presencia y angustia de la muerte de sus amigos y personas de otros bandos. A diferencia de las narrativas institucionales, desde la perspectiva de la guerra más humana, poco importa quién está al otro lado o cuáles son las divisiones políticas que establecen quién es amigo y enemigo, recordando la zona gris en la que están los excombatientes como testigos71. La experiencia de un conflicto bélico ubica a los protagonistas en una horizontalidad ante el sinsentido de la guerra. En consecuencia, las narraciones sobre la Guerra de Corea ya no responden a estrategias discursivas ordenadas, como los objetivos de una organización de veteranos, se alejan de los intereses políticos nacionales72 y evidencian la presencia de rastros de dolor:
Él estaba con un compañero que se llamaba V.O y que ese compañero estaba disparando, cuando él escuchó: pum!, y el amigo le dijo: B, me mataron, y él lo tuvo que recoger y ver prácticamente cómo se moría en sus brazos73.
[…].
Como a las 8 de la mañana cuando me sonó el teléfono, que tales coordenadas, estaba un nido de ametralladoras, cogí los binóculos y revisé bien hasta que descubrí qué…. [llorando]… mmmm ahí si puedo decir que maté pero era en defensa de mis tropas, de mis compatriotas74.
En los talleres de memoria y entrevistas, fue evidente una narrativa del pasado personal y no controlada por un objetivo particular, como la que buscan las asociaciones de veteranos o descendientes. Este efecto se hizo más evidente en el momento de recopilar las narraciones de manera colectiva, ya que, para muchos de los excombatientes, el taller se convirtió en un encuentro excepcional donde podían exponer frente a sus compañeros la permanencia de traumas producto de la experiencia de la guerra, y encontrar así una forma de reconocimiento o normalización de una viviencia hasta ese momento privada75.
Las situaciones traumáticas son entendidas como acontecimientos que “por su intensidad, generan incapacidad en el sujeto para responder, provocando diversos trastornos en su funcionamiento social”76. En el caso de los testimonios de los soldados, luego de identificar que las razones de su incoporación a la guerra podían ser incluso incomprensibles, se volvía más difícil narrar acciones como disparar y matar, ya que el autor de la narración se confrontaba con su propio yo y estas acciones en batalla parecían imposibles de incoporarse en su identidad. No obstante, el taller creó un contexto de escucha legítimo para los testigos que permitió abrir paso a la enunciación de estas acciones.
A diferencia del taller de memoria, en las entrevistas invididuales con algunos excombatientes, el silencio alrededor de situaciones traumáticas fue protagonista. En este sentido, el silencio es tambien un dato, ya que: “el sufrimiento traumático puede privar a la víctima del recurso del lenguaje de su comunicación”77. Así, resulta significativo dar cuenta de cómo, por ejemplo, en algunos casos, los descendientes fueron quienes abordaron temas vetados por sus propios protagonistas, lo que permite, además, evidenciar algunas relaciones entre censuras, generaciones, género y memoria.
Por ejemplo, para los descendientes, en especial para las hijas y esposas, las experiencias de guerra no solo involucraron a los propios excombatientes, sino a todo el ámbito familiar. Por ello, las consecuencias de la guerra y del cuidado de los excombatientes son ejes sobre los cuales giran los testimonios de estas mujeres, que de manera indirecta son protagonistas de los efectos que trajo para los veteranos su rol en el campo de batalla:
Éste es el altar que yo le tengo a mi padre en honor […] porque esto le ha dejado secuelas a él y yo creo que a todos. Ellos tienen muchas pesadillas, ellos se levantan asustados, yo he tenido que vivir episodios con mi papi duros78.
[…].
Él nunca lo superó… siempre estuvo en su vida y en la nuestra. Cuando estábamos en el hospital y tomaba medicamentos para el dolor, su alucinación siempre fue con la guerra […] botaba las medias pensando que eran bombas, cuando lo amarraban pensaba que lo iban a secuestrar [...] en el hospital me decía: mira estamos aquí en una ceremonia, nos van a entregar unas medallas79.
Así, los testimonios de las descendientes de estos veteranos evidencian los efectos de la guerra en los cuerpos y mentes de los protagonistas. A diferencia de las narrativas institucionales altamente masculinas80, los testimonios grupales e individuales con participación de mujeres permitieron construir un contexto de escucha para evocar y tramitar temas que por tabú sus padres o abuelos nunca les contaron, pero que impactaron la vida de las familias.
En este sentido, la metodología de talleres de memoria y entrevistas con descendientes permitieron dar cuenta de cómo en los testimonios se ampliaban temas, al transformar marcos sociales de memoria, como las generaciones y el género. Así, la distancia en tiempo, el rol femenino del cuidado y el propio papel de una entrevistadora mujer activaron espacios para la evoación de una reflexión en la que se evidenciaron otras dimensiones de la guerra, como la salud mental.
De hecho, los impactos físicos y mentales para algunos veteranos, luego de su participación en este conflicto, ha sido un tema difícil de abordar dentro de los ámbitos castreneses, caracterizados por valores como la valentía, el honor y la poca aceptación de la vulnerabilidad81. Adicionalmente, los intentos por encontrar una política de resarcimiento como veteranos de un conflicto internacional han sido precarios. Como consecuencia, varios de los excombatientes de avedeco y ascove continúan lidiando o lidiaron con los efectos psicológicos y una difícil situación económica.
3.4. Dimensión corpórea del testimonio
Cuando en los testimonios de testis o superstis recopilados en los talleres de memoria hay un contexto de escucha, producto de una relación de confianza entre el testigo y su público, el testimonio sitúa la narración sobre la guerra en los efectos que tuvo en el cuerpo. De esta manera, cuerpos mutilados y mentes aturdidas se convierten en signos dentro de la narración, lo que evidencia la manera como, para ese momento, la juventud y la fuerza física representaban para los combatientes el recurso para salir muchas veces de la pobreza.
¡Ese entrenamiento sí fue bravo! No, no, no… De ahí a Ibagué y luego a Armenia […] Luego en Corea fue un entramiento peor que en Colombia, esos gringos nos cogieron como tres meses: ¡horribles! ¡horribles! en una temperatura de 40°. Luego nos mandaron en un tren a Gwacheon, ahí duramos un tiempo acampando hasta que ahí ya relevamos en la primera línea a los americanos82.
[…].
Trotábamos una hora y media hasta la quinta porra, de aquí para allá de acá para allá, con una ambulancia detrás porque siempre había unos maluqueados, unos cansados, desmayados, entonces los atendían, a esos que se mareaban no los llevaban, el que la embarraba en los ejercicios, o la embarraba pidiendo un permiso tampoco lo llevaban a Corea83.
En estos testimonios, que se anclan en las marcas visibles de heridas y llantos, los excombatientes recuerdan los momentos más álgidos, cuando vieron morir a compañeros o su propio cuerpo estuvo al borde de la muerte. La subjetividad inmersa en la evocación y transmisión de un acontecimiento que marcó su vida contrasta con la manera en la que los actores institucionales buscaban crear la participación del país en la Guerra de Corea como un hito de la historia nacional84. Por ejemplo, a diferencia de titulares épicos del tipo: “El Batallón Colombia en el último día del año realizó heroico combate en Corea”85, la narrativa individual da paso al efecto de la guerra en la propia piel: “Mi momento más dramático fue para mí cuando me hirieron, ahí sí me cambió todo, si, cuando me hirieron fue cuando sentí la realidad de la guerra”86.
A diferencia de las narrativas institucionales, como las de los museos castrenses, en las que la diferencia dicotómica amigo-enemigo es fundamental para instalar discursos de victoria, en los testimonios de los excombatientes de Corea, la memoria descansa en el propio cuerpo y como función, no busca crear inmediatamente una contra memoria, sino hacer énfasis en las consecuencias de la guerra en todos los seres humanos.
Nosotros veíamos a los soldados chinos o coreanos que estaban muertos o heridos, lo único que ellos cargaban era una bolsita con arroz [llorando], era todo el alimento prácticamente que tenían, ellos estaban muy mal armados, muy mal vestidos, tenían buenas armas sí, pero no tenían acompañamiento de aviación87.
Dentro de esta dimesión corpórea del testimonio, si bien son evidentes los efectos de la guerra, como la mutilación, la muerte y las afectaciones a la salud mental, al mismo tiempo hay una especie de censura y silencio frente a otros usos del cuerpo en una situación de conflicto bélico. Especialmente, cuando en el testimonio puede haber una alta carga moral alrededor de lo que sucedidó en ese pasado, pueden activarse silencios, como cuando se habla de la prostitución femenina en la guerra.
De esta manera, las autocensuras sobre las prácticas sexuales producen un desvanecimiento de la jerarquía militar en el momento de recordar la guerra. No obstante, cuando son los descendientes o terstis quienes abordan estos temas en sus testimonios, la censura sobre la sexualidad queda suspendida. En la mayoría de los casos en los que la prostitución hace parte del relato, el autor del testimomio es la hija o esposa del excomabtiente, lo que evidencia una relación entre el género, la sexualidad y la censura en estas narraciones sobre la dimensión corpórea dentro de la guerra:
Ellos no estuvieron solos, eso es completamente falso, estuvieron acompañados de mujeres, tenían unos momentos de tranquilidad donde tenían estos encuentros […] entendiendo el entorno masculino con esa tensión y estrés tan grande tal vez era una estrategia para liberar un poco la tensión88.
En este sentido, la metodología de los talleres y entrevistas individuales, al incluir a descendientes mujeres de veteranos vivos y fallecidos, permitió dar cuenta de un elemento clave en la indagación de los pasados bélicos, y es la necesidad de crear diferentes marcos sociales para producir testimonios, que desafíen otras estructuras, como las de género, generaciones y, en este caso, jerarquías militares.
3.5. Ser testigo de un pasado incómodo
Además de las censuras y vetas a excombatientes y sus descendientes, en los testimonios recopilados en los talleres de memoria fue evidente cómo, para muchos de ellos, su experiencia en Corea fue vivida como una estigmatización, especialmente cuando regresaron a Colombia a mediados de la década de los cincuenta. En varios de los relatos, sobresale cómo algunos acontecimientos del momento, en especial relacionados con el papel de la fuerza pública en el marco de los movimientos estudiantiles, fueron creando, según los testigos, representaciones de los excombatientes como responsables de la represión, debido a sus supuestas condiciones mentales: “Muchos de ellos no pudieron conseguir trabajo en la ciudad porque iban y dondequiera le reprochaban esas cosas y les decían eso [desequilibrados mentales] fue algo que a ellos los marcó terrible”89. Según otro testimonio:
Decían que los que llegaban de Corea […] como que empezaron a abusar, como que no pagaban lo que pedían ni lo que consumían, y a los veteranos que llegamos [los jóvenes], ya no nos querían, nos decían asesinos, entonces duramos ocultos de la mirada del público como tal como cincuenta años, hace poquito salimos a la luz pública y por eso hay poquita historia de nosotros90.
Hacia 1953, y durante las décadas siguientes del siglo, el escenario de violencia del país se complejizó con el fortalecimiento de guerrillas y, posteriormente, de otros grupos armados. Esta variable pudo tener incidencia en la no creación de marcos sociales de la memoria sobre este pasado en el espacio público. Por ello, los excombatientes de la Guerra de Corea no pudieron convertirse entestigos de la participación de Colombia en esta contienda, también en parte por el papel que ha ocupado el conflicto interno en la comprensión del pasado del país y la superposición deviolencias en este proceso91. En este sentido, las posibilidades de creación, evocación y escucha de sus memorias quedaron en un espacio residual de la esfera pública, activado tímidamente en contextos de diplomacia entre Colombia y la República de Corea.
Conclusiones
En este artículo, a través de la conceptualización del testimonio como práctica de memoria, fue posible identificar que los excombatientes colombianos de la Guerra de Corea y sus descendientes emprendieron desde 1958 formas organizativas como asociaciones, las cuales han funcionado como marcos sociales de la memoria en los que se crean diferentes formas de narrar el pasado sobre Corea. Las asociaciones de veteranos más antiguas buscaron crear una versión sobre la participación en Corea a partir de la narración de datos duros, con el objetivo de que el Gobierno colombiano reconociera el papel de los veteranos en la historia de la nación y les otorgara una pensión. Desde el 2003, ante la ausencia de una compensación y en nuevos marcos internacionales de la memoria, los descendientes asumieron el rol de liderazgo e incoporaron colecciones de uniformes, fotografías, relatos escritos, entre otros, a sus testimonios como formas de acceder a ayudas económicas y becas para educación por parte del Gobierno de Corea. Como resultado, las formas asociativas y los testimonios que en ellas se contruyen cumplen para excombatientes y familiares una función de compensación que trajo para la mayoría su participación en la guerra.
Por medio de los talleres de memoria y entrevistas, se identificó que, cuando estos actores son interrogados por fuera de los marcos organizativos, la forma en la que se desarrolla su testimonio se transforma y es posible acceder a temas silenciados, traumas y una veta íntima de la experiencia de la guerra, la cual no es identificable en otros escenarios, debido al papel marginal que ocupa esta memoria en el espacio público en Colombia.
Como resultado, en el artículo, se pudo identificar que los testimonios de excombatientes y descendientes de colombianos en la Guerra de Corea, observados como prácticas de memoria, más que representar una visión del pasado desde lo subalterno, se han configurado como un tipo de narración del pasado militar disonante, en el que, dependiendo de su contexto de enunicación y escucha, pueden tomar la forma de una narración conmemorativa de la guerra, en el caso de veteranos y descendientes en escenarios promovidos por la República de Corea, o como narración del pasado restaurativa, como lo que ocurre en testimonios por fuera de las estructuras organizativas.
Este carácter disonante de los testimonios de excombatientes y descendientes colombianos de la Guerra de Corea invita a pensar cómo interrogar los pasados militares desde el testimonio y cómo identificar los diferentes usos de sus hablantes dependiendo de los contextos de su producción.