Introducción
Desde hace una década, las elecciones nacionales en Colombia han mostrado que un persistente clivaje entre el centro y la periferia geográficos se instaló como un elemento estructurante de los comportamientos electorales en el país. Las segundas vueltas presidenciales y los escrutinios dicotómicos, como el plebiscito de 2016 sobre los acuerdos de paz, se tradujeron en resultados que se ilustran en mapas en los que se oponen a grandes rasgos los municipios del centro del país a las dos costas, el sur, y los territorios amazónicos y de la Orinoquía (con la importante excepción de Bogotá, que se ubica en el centro geográfico, pero vota más bien como la periferia;1 ver mapas en anexo). Este fenómeno es relativamente nuevo y llama la atención.
Nos remite intuitivamente a la clásica teoría de los clivajes para explicar los comportamientos electorales, que fue formulada por primera vez por Lipset y Rokkan en los años 1960 (Lipset y Rokkan 1967). Para estos politólogos, que se interesaban sobre todo en los sistemas políticos de Europa Occidental,2 el clivaje centro-periferia era una de las cuatro divisiones que explicaban históricamente la aparición y permanencia de los sistemas de partidos. Se remontaba a las condiciones de emergencia del Estado nacional en varios países y los conflictos que pudo suscitar para la integración de minorías étnico-culturales, religiosas, o simplemente en regiones de difícil acceso y con una presencia limitada de las instituciones nacionales.
Es importante subrayar de entrada dos diferencias en el caso colombiano que nos interesa acá, que nos llevarán a usar la teoría de los clivajes con prudencia. La primera es que no se relaciona tanto con la aparición de partidos, sino con comportamientos electorales relativamente recurrentes. Los partidos como organizaciones, en Colombia como en América Latina en general, tienen estructuras bastante informales, débiles y cambiantes (Luna et al. 2021), lo que no permite ponerlos en el centro del análisis de unos clivajes que se expresan en un tiempo largo. De hecho, veremos que una interesante particularidad del clivaje centro-periferia en el caso colombiano es que no se expresa siempre a través de políticos de tendencias similares, y menos de los mismos partidos. La periferia votó por el candidato Gustavo Petro en 2022, pero se inclinó hacia la reelección de Juan Manuel Santos, que no era de izquierda El centro dio la victoria a la derecha con Iván Duque en 2018, pero respaldó a un candidato difícil de clasificar, Rodolfo Hernández, en 2022. No obstante, era en parte a través de los comportamientos electorales que Lipset y Rokkan analizaban la existencia de los clivajes. Como lo veremos, en el caso colombiano, el patrón ya parece suficientemente sólido como para ser analizado bajo este lente.
La segunda diferencia es que esta oposición entre centro y periferia geográfica en Colombia se observa en los resultados electorales desde apenas hace una década, con lo cual no lo podemos explicar tan fácilmente por las condiciones de construcción del Estado nacional, que tiene dos siglos. Desde luego, podemos argumentar que el Estado colombiano siempre ha tenido dificultades para hacer presencia en las zonas fronterizas, que su control territorial sigue siendo desigual -más aún con la geografía complicada del país-, que grupos armados de todo tipo siguen disputándole la autoridad política en las regiones más apartadas de la capital, etc. Pero estas explicaciones no suenan tan válidas para la costa caribe como para la zona del Pacífico o la Amazonía y la Orinoquía; tampoco explicarían por qué Bogotá, el principal centro político del país, vota sistemáticamente con la periferia geográfica. Más aún, la expresión política de este clivaje no parece corresponder a una diferencia en el sentimiento nacional de las poblaciones, como en la tesis de Lipset y Rokkan, que lo asociaban a la aparición de partidos centralistas o nacionalistas vs. partidos federalistas, regionalistas, autonomistas o hasta independentistas.
Dicho eso, como lo argumentaremos a continuación, la teoría de los clivajes puede ofrecer una interpretación relevante del fenómeno electoral colombiano que nos ocupa. Nos proponemos, por tanto, estudiar la aparición y consolidación de este patrón de comportamientos electorales que distingue los territorios del centro y la periferia geográficos del país a través de una técnica de estadística descriptiva: la clasificación ascendente jerárquica (de aquí en adelante, CAJ), e interpretar los resultados desde la teoría de los clivajes. Nuestro objetivo es entender con precisión el efecto de este clivaje territorial sobre los comportamientos electorales y los resultados nacionales. La CAJ nos permite en efecto dividir el país en varias categorías de territorios con comportamientos electorales agregados relativamente homogéneos, e ir subdividiendo estas categorías varias veces para rastrear diferencias cada vez más precisas. De esta manera, nos da a ver en una primera etapa una síntesis dicotómica del clivaje, tal como se muestra en los mapas de resultados electorales de segunda vuelta, pero nos permite también, en etapas posteriores, ir precisando la imagen con subcategorías que dan cuenta de diferencias más finas y estadísticamente relevantes en función de los territorios.
Después de precisar y justificar la metodología usada, empezaremos con consideraciones sobre el momento de aparición del clivaje centro-periferia en los comportamientos electorales colombianos, lo que hará posible justificar el marco temporal seleccionado, que empieza en 2014 y termina con las últimas elecciones nacionales de 2022. Después, analizaremos el clivaje en su forma dicotómica, precisando cómo influyó en los resultados cambiantes de las elecciones en el periodo.3 Luego, estudiaremos las subdivisiones del clivaje principal para precisar sus contornos y evoluciones a lo largo del periodo, antes de la conclusión en la que mostramos las ventajas de entender estos comportamientos a través de la teoría de los clivajes y sus posibles evoluciones futuras.
1. Marco conceptual
En este estudio, nos esforzaremos por tomar en serio la naturaleza geográfica de este clivaje centro-periferia, es decir, no trataremos de reducirlo a consideraciones históricas o políticas. Al respecto, queremos inscribirnos en la interpretación que propone Daniel-Louis Seiler (2003) de la teoría de los clivajes de Lipset y Rokkan. Para Seiler, las dos dimensiones en las cuales se manifiestan los clivajes políticos, la axiológica y la territorial-cultural, corresponden respectivamente a la forma como la política piensa la gestión del tiempo y del espacio en una sociedad particular. De este modo, los clivajes que se definen en la dimensión axiológica son de naturaleza política y se sostienen a menudo a través de doctrinas teleológicas que implican una filosofía de la historia. Es el caso del clivaje Estado-Iglesia, fruto de las revoluciones nacionales de finales del siglo XVIII y principios del XIX, que vio el nacimiento de los partidos liberales y conservadores; y también del clivaje capital-trabajo, fruto de la Revolución Industrial, que dio nacimiento a los partidos de defensa del mercado vs. los partidos de defensa de los trabajadores (socialistas, comunistas, socialdemócratas, laboristas, etc.). Por su parte, los clivajes que se crean en la dimensión territorial-cultural no se manifiestan tanto en el orden ideológico, sino en la visión de la gestión política del territorio, como en el caso del clivaje centro-periferia que nos ocupa acá o el clivaje urbano-rural. Citando a Seiler:
Cuando nos interesamos en la cuestión que plantea el dualismo, “natural” o no, atribuido a las oposiciones políticas, hemos considerado la hipótesis de que podría tratarse de una estructura o, más precisamente, que el dualismo sea una estructura del espíritu humano. Pasa lo mismo con los dos ejes conflictuales de Rokkan que representan a todas luces la traducción política del tiempo para el eje funcional y del espacio para el eje territorial. (2003, 49, traducido por el autor, énfasis en el original)
Esta interpretación estructuralista de la teoría de los clivajes contrasta con las explicaciones más históricas que han vuelto a poner los análisis de Lipset y Rokkan en la agenda, a partir de interrogaciones sobre el “deshielo de los clivajes” o la aparición de nuevos clivajes vinculados a la globalización (Grande et al. 2008; Martin 2018).
De este modo, no nos proponemos “explicar” la aparición y persistencia del clivaje centro-periferia en los comportamientos electorales en Colombia a partir de consideraciones ajenas a la geográfica.4 Nos parece vano buscar explicaciones causales, a través de modelos estadísticos, de unos fenómenos que son de naturaleza territorial. Lo ilustraremos a través de cálculos de correlación con datos censales particularmente relevantes, pero no para encontrar en ellos una explicación causal, sino elementos contextuales que ayudan a entender la forma como se manifiesta este clivaje. Nuestra ambición se limita a proponer una descripción precisa del clivaje; de la forma como apareció, se consolidó y quizás se modificó a lo largo del tiempo. En este sentido, se trata de comprender más que de explicar.
2. Metodología
Con el propósito de comprender el clivaje centro-periferia, hemos elegido un instrumento de estadística puramente descriptiva: la CAJ.5
Por otra parte, es importante precisar que entender el clivaje como territorial nos obliga a razonar con base en estadísticas agregadas territorialmente, en nuestro caso, a nivel municipal. Esto plantea dos límites de los cuales conviene ser muy conscientes. El primero es que toda interpretación de nuestros resultados tiene que evitar cualquier falacia ecológica. Estamos hablando de electorados que se manifiestan en territorios que se inclinan en mayor o menor medida por opciones políticas, pero no todos los individuos o grupos en estos territorios adoptan el comportamiento dominante. El descarte de explicaciones causales al respecto minimizará el problema.
El segundo límite es que el nivel municipal puede ser a veces demasiado heterogéneo. Comprende tanto el distrito capital de Bogotá, que tenía casi 6 millones de votantes inscritos en 2022, como municipios amazónicos de menos de 500 electores. Eso supone que al menos los cuatro municipios con más de 1 millón de electores, Bogotá, Cali, Medellín y Barranquilla, merecerían un trato aparte para diferenciar los comportamientos electorales por localidades/comunas o hasta niveles más finos. Sin embargo, este análisis saldría del patrón centro-periferia, y por tanto de nuestro tema. Nos esforzaremos de todos modos en recordar siempre el lugar de estos municipios grandes y su relevancia en cada categoría o subcategoría que describiremos. El hecho de que Colombia se divida en un universo de 1.120 municipios ofrece de por sí una división territorial bastante fina.
De este modo, estudiaremos el clivaje centro-periferia a través de una CAJ de los resultados electorales por municipios, que comprende las segundas vueltas de las elecciones de 2014, 2018 y 2022, y el plebiscito de 2016. Explicaremos a continuación por qué iniciamos nuestro estudio en 2014. Elegimos estos cuatro escrutinios por su carácter dicotómico (solo había dos opciones) que permitió la manifestación más clara del clivaje centro-periferia. Descartamos la consulta anticorrupción de 2018 por la naturaleza de este mecanismo de participación ciudadana que hacía en la práctica que la contienda no fuera tanto entre el sí y el no, sino entre la participación y la abstención. El problema es que no podemos distinguir la abstención del electorado que no quería la propuesta y la abstención más estructural. Desde luego, los niveles distintos de participación son fundamentales para entender cómo funciona el clivaje centro-periferia y lo tomaremos en cuenta en el análisis de cada categoría. Finalmente, cabe anotar que las opciones de segunda vuelta no son exactamente dicotómicas en la medida en que la Registraduría habilita el voto en blanco; sin embargo, la opción es relativamente marginal. No la hemos integrado en los cálculos de la CAJ para determinar las categorías, aunque tomaremos en cuenta los niveles diferentes de voto en blanco entre categorías en el análisis.
Dado que las opciones de cada elección son dicotómicas (con la restricción mencionada anteriormente), es indiferente que consideremos en el cálculo de la CAJ los porcentajes de una opción u otra en cada escrutinio. Elegimos las opciones ganadoras en la periferia para realizar los cálculos, es decir, los porcentajes obtenidos en cada municipio por Juan Manuel Santos en 2014, el sí en 2016, y Gustavo Petro en 2018 y en 2022.6
Finalmente, cabe hacer algunas precisiones sobre la CAJ como técnica de análisis estadística descriptiva. Como otras modalidades de análisis de clústeres, agrupa las unidades de análisis (acá los municipios colombianos) de forma que minimiza la desviación estándar de todas las variables entre los municipios de una misma categoría y maximiza la desviación estándar de todas las variables entre municipios de categorías distintas. Obtenemos por tanto categorías definidas por la relativa homogeneidad de las variables. Contrariamente a otros análisis de clústeres (por ejemplo, el popular k-means), la CAJ es jerárquica, es decir, que las categorías se van agrupando unas con otras sin volver a pasar por los datos de todas las unidades básicas para cada división de la clasificación. Esto permite obtener un balance entre el objetivo de describir una partición dicotómica general (el clivaje en su expresión general) y la diversidad interna que pueda tener cada categoría del clivaje principal.7
3. Los antecedentes
Como señalamos anteriormente, la configuración de este clivaje centro-periferia en el patrón de repartición territorial del voto es relativamente reciente. No corresponde al anterior clivaje fundamental que sustentaba el bipartidismo tradicional. Aunque dicho bipartidismo se definía sobre el eje axiológico de Lipset y Rokkan, es decir, correspondía a diferencias ideológicas, también tuvo tendencia a arraigarse territorialmente desde por lo menos la primera mitad del siglo XX, a través de la violencia. Es lo que mostró el primer estudio pionero de geografía electoral de Colombia realizado por Patricia Pinzón de Lewin (1989) en los años 1980. La violencia política que azotó al país desde los años 1930 a los años 1960 tuvo como consecuencia una tendencia a la homogeneización del voto en los municipios rurales. Los municipios conservadores se inclinaron a expulsar a las minorías liberales en los municipios vecinos, y viceversa.
Simplificando mucho, el bipartidismo se inscribió en el territorio según una lógica que oponía tierra fría y tierra caliente (Gutiérrez Sanín, Viatela y Acevedo 2008). Esto se explica por el poder político y el control social que la Iglesia católica mantuvo por mucho tiempo en los pequeños pueblos de tierra fría de las cordilleras, y que puso al servicio del Partido Conservador. En cambio, las poblaciones de las regiones calientes de las planicies o de las laderas tendieron a agruparse en poblaciones más grandes y de colonización más reciente, en las que la Iglesia no pesaba tanto en la vida social, y se inclinaron más hacia el Partido Liberal. Las grandes capitales, por su parte, constituían el fiel de la balanza, con un electorado más dividido y abierto a votar por opciones distintas al bipartidismo, aunque también con más afinidades hacia el Partido Liberal que al Conservador en su mayoría, lo que daba una ventaja estructural al primer socio del bipartidismo.
Podemos “resumir” estadísticamente el clivaje electoral que sustentaba el bipartidismo usando la misma técnica de la CAJ a la que vamos a acudir más adelante para la época contemporánea. Al cartografiar los resultados de una CAJ sobre los porcentajes obtenidos por los candidatos presidenciales del Partido Liberal desde 1974 a 1998 a nivel municipal,8 obtenemos el Gráfico #1 para la primera división.9 Reconocemos ahí en el color azul, que corresponde a la dominación conservadora, las tres cordilleras que dividen el país según el eje sur/norte, mientras las dos costas, los Llanos Orientales y los valles del Cauca y del Magdalena tienden a ser liberales.
Como sabemos, el bipartidismo se descompuso paulatinamente a partir del Frente Nacional, más bajo la modalidad de una cada vez mayor fragmentación interna que por la aparición de terceras fuerzas (Gutiérrez Sanín 2007). Finalmente, la Constitución de 1991 le dio la estocada al facilitar la aparición de nuevos partidos políticos. Con todo, la elección presidencial se siguió jugando en clave bipartidista por una década más, hasta la irrupción de Álvaro Uribe Vélez en 2002.10
Con la elección de una personalidad por fuera de los dos grandes partidos tradicionales y la reorganización posterior del sistema de partidos en forma multipartidista después de la reforma política de 2003,11 la geografía electoral tradicional del país entró en un periodo de reconfiguración. La diferencia de comportamiento entre municipios conservadores y liberales no desapareció del todo, y puede ser rastreada hasta las elecciones nacionales de 2010 por lo menos, pero dejó lugar a votaciones más diversas, no centradas exclusivamente sobre los dos viejos partidos (Basset 2018). En todo caso, es muy difícil encontrar un clivaje electoral central entre 2002 y 2014 por dos razones: en cuanto al voto legislativo, el sistema de partido se hallaba todavía en reconstrucción, con numerosas formaciones pequeñas que fueron saliendo poco a poco del juego y partidos con fronteras aún inciertas;12 y en cuanto al voto presidencial, estuvo marcado por la gran popularidad del presidente Uribe que suscitó un apoyo hegemónico y dejó poco espacio para los candidatos de oposición, principalmente en la ciudad de Bogotá. Fue la ruptura entre Uribe y su sucesor, Juan Manuel Santos, sobre el tema de las negociaciones de paz con la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) la que volvió a hacer de las elecciones presidenciales un escrutinio realmente competitivo.
Es por lo tanto en 2014, con el desafío lanzado por el uribismo a la reelección de Juan Manuel Santos, que encontraremos por primera vez nuestro clivaje centro-periferia como estructura clave de los comportamientos electorales. Se tradujo no solo por la candidatura de Óscar Iván Zuluaga a la elección presidencial, sino también por la creación del Centro Democrático, nuevo partido dedicado a la reivindicación de la herencia de Uribe que pasará a ser el primer partido del país. En esta perspectiva, escogimos la contienda presidencial de 2014 como punto de partida de nuestro estudio. La inclusión de la elección presidencial anterior no hubiera tenido mucho sentido, en la medida en que el ganador, Juan Manuel Santos, apoyado entonces por Álvaro Uribe, estuvo a punto de ganar en primera vuelta y triunfó en la segunda con casi el 70 % de los votos válidos. Su adversario, Antanas Mockus, consiguió sus votos fundamentalmente en las grandes ciudades y en el sur del país.13 Estaba muy lejos de ser un candidato competitivo en todo lo que constituye la periferia geográfica del país, que vimos aparecer como vertiente del clivaje electoral a partir de 2014, sobre todo por el poco apoyo que obtuvo en la región Caribe.
4. El clivaje centro-periferia como división electoral principal del país
Pasemos entonces al análisis de nuestro clivaje en su primera división, es decir, de la forma más general. La primera división de nuestra CAJ se puede presentar a través del Gráfico #2.
El clivaje opone 375 municipios de la “periferia” a 745 municipios del “centro”. Pero si el centro tiene el doble de municipios, agrupa en realidad menos electores. La periferia tiene un poco más de 20 millones de electores, mientras el centro suma algo menos de 18 millones. Esto se explica por la presencia de muchas de las mayores ciudades del país en la periferia, empezando por Bogotá, que, como ya dijimos, tiene por sí sola casi 6 millones de electores. Junto con la capital, Cali, Barranquilla y Cartagena aportan cada una más de 500.000 electores a la periferia, y Santa Marta, Valledupar, Soledad, Pasto y Soacha más de 300.000 cada una. Por el lado del centro, Medellín, Cúcuta y Bucaramanga son las ciudades de más de 500.000 electores, a las que se suman Ibagué, Pereira, Villavicencio, Montería, Bello y Manizales, con más de 300.000. Nótese que la presencia de la costeña Montería en el “centro” es una excepción inversa a la presencia de Bogotá y Soacha en la “periferia”.
Si miramos los resultados de nuestros cuatro escrutinios en cada vertiente del clivaje, entendemos la potencia explicativa de la lógica centro-periferia (ver Gráfico #3).
Así, si tomamos las dos grandes opciones de cada elección, cada una obtiene en general 50 % de votos más o menos en función de la vertiente del clivaje, y no es raro que una duplique a la otra en votos. Así, los votos por Petro doblan los votos por Duque en la periferia en 2018. Lo mismo sucede en 2022: los votos por Petro duplican los votos por Hernández en la periferia. Es por tanto el voto por Petro el que más divide al centro y a la periferia -algo más en 2018, cuando la periferia registraba 112 % más votos por Petro que el centro, que en 2022, cuando le daba 108 % más-. Sigue el voto por Hernández de 2022 (76 % más en el centro que en la periferia) y por Santos en 2014 (72 % más en la periferia que en el centro). Si nos quedamos en las dos grandes opciones de cada año, el sí y el no del plebiscito dividieron mucho menos al país en función de la lógica centro y periferia que las elecciones presidenciales. El sí recoge 50 % más de votos en el centro que en la periferia, y el no muestra una repartición más homogénea, con 40 % más de votos en el centro que en la periferia -se trata de la única excepción a la regla del 50 % de votos más o menos que en la otra vertiente-. En cuanto a las candidaturas presidenciales, fue la de Duque en 2018 la que obtuvo el voto más homogéneo, con 54 % más en el centro con respecto a la periferia.
Las otras alternativas durante las elecciones presentan en general menos diferencias en función del clivaje, pero siguen siendo pertinentes, en particular la abstención, que es una variable importante para explicar el resultado final. En efecto, si, como lo vimos, la periferia tiene unos 2 millones de votantes más que el centro, se abstiene sistemáticamente más, con una diferencia que precisamente rodea los dos millones, lo que vuelve los escrutinios más competidos. Fue en la elección de 2014 cuando la diferencia centro-periferia estuvo en su máximo en términos de abstención (con 24 % más de abstencionistas en la periferia que en el centro), lo que matiza la idea según la cual fue el aumento de la participación entre las dos vueltas, en particular en la costa caribe, la que dio la victoria a Santos. En cambio, la participación fue decisiva en la victoria de Petro en 2022, cuando el candidato logró disminuir el diferencial de abstención entre periferia y centro al 19 % -y vimos que Petro duplicó a Hernández en votos en la periferia-. Llama la atención que este diferencial de abstención no haya desempeñado un rol tan importante en el resultado del plebiscito: fue de 22 % más en la periferia con respecto al centro, lo que es algo menos que en las presidenciales de 2014 y 2018. En realidad, como lo vimos, la victoria del sí se explica sobre todo por un buen nivel de no en la periferia, cuando hubiéramos podido esperar una distancia mayor con respecto al sí.
Finalmente, hay que mencionar que los votos en blanco, nulos y no marcados son casi siempre más importantes en el centro que en la periferia, aunque las diferencias sean menores con relación a las otras alternativas en el tarjetón y tiendan a disminuir desde 2014 hasta 2022. La única excepción fue el voto en blanco en 2022, cuando la periferia recogió algo más de votos por esta opción que el centro.
Podemos evaluar la capacidad de segmentación del clivaje centro-periferia sumando para cada escrutinio estas diferencias de votos entre ambas vertientes por cada una de las alternativas (las opciones en contienda, los votos nulos, no marcados y la abstención). Los resultados se observan en la tabla 1.
Año | Suma de diferencias entre centro y periferia | Porcentaje de los electores inscritos |
---|---|---|
2014 | 5.600.882 | 17,28 |
2016 | 4.492.915 | 13,10 |
2018 | 6.843.623 | 19,33 |
2022 | 8.176.449 | 21,50 |
Fuente: elaboración propia.
Constatamos que la diferencia entre los comportamientos electorales del centro y de la periferia es creciente, tanto expresada en número de votos (o no votos) como en porcentaje de los electores inscritos. El plebiscito de 2016 es la única excepción. En este caso, los resultados electorales fueron notablemente más parecidos en ambos lados del clivaje que en las elecciones presidenciales. De todos modos, a pesar de esta excepción, estas cifras muestran que el clivaje centro-periferia es consistente, e incluso que desempeña un papel creciente porque segmenta cada vez más los resultados electorales.
Sintetizando lo dicho hasta ahora, podemos afirmar que el clivaje centro-periferia es un elemento fundamental a la hora de explicar los resultados electorales en Colombia, porque divide al país en dos bloques geográficos con un número de electores sensiblemente igual -donde la mayor abstención compensa el mayor número de ciudadanos inscritos en los municipios de la periferia-, y que votan de forma notoria y crecientemente distinta. Vale la pena subrayar una interesante disimetría entre los dos bloques: la opción preferida de la periferia es siempre más resistida por el centro que a la inversa, en las cuatro elecciones que nos ocuparon. Así, las dos veces en que ganó el centro, lo hizo con opciones que dividían menos al electorado (el no al plebiscito y Duque en 2018), es decir, lo logró perdiendo menos en la periferia. Por su parte, las opciones ganadoras de la periferia (Santos en 2014 y Petro en 2022) tuvieron al contrario que agudizar las diferencias aplastando a la opción contraria en la periferia y, al menos en el caso de Petro en 2022, limitando la abstención de este bloque. De este modo, las elecciones tienden a ganarse en la periferia más que en el centro.
5. Los matices del clivaje centro-periferia
Ahora que tenemos la imagen general, podemos entrar a refinar el análisis detallando las subdivisiones de cada vertiente del clivaje. Para hacerlo, empezaremos a bajar en las subdivisiones de la CAJ. Por razones de espacio, no detallaremos cada etapa del proceso y solo empezaremos a analizar cada categoría en la etapa de la subdivisión número 6, que divide los municipios colombianos en siete categorías (véase el árbol del proceso en el Gráfico #4). No hay ninguna razón estadística para detenernos en la subdivisión 6 más que en otra. Simplemente, observando el perfil estadístico de las categorías en esta división, nos parece que es un nivel de detalle pertinente para refinar la imagen general del clivaje centro-periferia. Este nivel introduce suficiente matiz en el análisis del clivaje sin llevarnos a perdernos en detalles. Para facilitar el estudio, hemos asignado a cada una de las siete categorías que vamos a analizar un nombre que busca dar cuenta del comportamiento del electorado en su interior (el listado de municipios y su clasificación se encuentra en el material suplementario).
Fuente: elaboración propia. Nota: las siete categorías que quedan en la sexta subdivisión de la CAJ se destacan con un color distinto.
a. La ultraperiferia
La ultraperiferia está compuesta por 77 municipios que agrupan un poco más de 1 millón de electores. Reúne, por tanto, menos del 3 % de los electores del país y al 5,5 % de los de la periferia. Así, la ultraperiferia puede parecer relativamente marginal en cuanto a su importancia en los resultados finales de las elecciones; sin embargo, se define por un comportamiento electoral abrumadoramente inclinado hacia las opciones de la periferia, de ahí el nombre de la categoría.
Como lo muestra el Gráfico #5, los municipios en rojo oscuro de la ultraperiferia se ubican fundamentalmente en la costa pacífica, Putumayo, el Catatumbo, la parte montañosa del Cauca, y las zonas más apartadas de la Amazonía y Orinoquía, con unos pocos casos también en la costa caribe. Se trata de municipios pequeños, de menos de 50.000 electores, con la única excepción del puerto de Buenaventura, que tiene 230.000 inscritos.
La inclinación del electorado de esta categoría de municipios hacia las opciones de la periferia es realmente fuerte (Gráfico #6). En realidad, menos de un elector de cada diez vota por la opción del centro, que es siempre relativamente marginal. Solo Duque se acercó a este umbral del 10 % en 2018. El verdadero adversario de la opción de la periferia, en cambio, es la abstención, que es siempre alta en estos municipios. Para el plebiscito, dos tercios de los electores no acudieron a las urnas, a pesar de la importancia del tema de la paz para ellos. En 2022, sin embargo, Petro logró atraer a la mitad de los electores a las urnas, mientras que la abstención bajaba a niveles inéditos. La presencia de Francia Márquez como candidata a la Vicepresidencia, junto con Petro en esta oportunidad, probablemente amplificó aún más la ventaja, al ser ella oriunda de la costa pacífica. El voto por Hernández a duras penas atrajo al 5 % de los electores de estos municipios. Fue el peor resultado para una opción del “centro” entre estos cuatro escrutinios.
Vale la pena finalmente subrayar que la población de estos municipios es de la más pobre y marginalizada del país. El censo de 2018 permite dar algunos elementos de contexto para caracterizar a esta población:14 el 53,5 % de esta es pobre, según la definición del índice de pobreza multidimensional. Una corta mayoría no tiene estudio más allá de la primaria completa y apenas el 8 % ha tenido acceso a la educación superior (técnica o profesional). Finalmente, los municipios de esta categoría son también los que más agrupan minorías étnico-culturales, que son en realidad mayoría en muchos de ellos. El 41,9 % son afrocolombianos y el 20,6 % son indígenas, con repartición muy desigual en función de las regiones.
b. La periferia sólida
En esta segunda categoría encontramos 179 municipios, número importante solo superado por el centro sólido, que sería la categoría equivalente al otro lado del clivaje centro-periferia. Como en la categoría anterior, la mayoría son municipios medianos o pequeños de menos de 50.000 electores. Sin embargo, en el grupo hay cuatro ciudades de más de 100.000 electores: Magangué, Tumaco y Riohacha, y sobre todo Barranquilla. Estos son tres municipios importantes y la ciudad más grande de la región Caribe, que en conjunto suman más de 1 millón de electores. Esto acerca el número de potenciales votantes a los 4,7 millones, mayor cuatro veces que los de la ultraperiferia, lo que representa el 12,3 % de los electores del país y el 23,2 % de los de la periferia. Se trata, por tanto, de una categoría importante para los resultados finales, aunque lejos de ser determinante por sí sola.
Si los municipios de la ultraperiferia se ubicaban sobre todo en la costa pacífica, los de la periferia sólida se encuentran en su mayoría en el Caribe (en rojo en el Gráfico #5). Buena parte de la costa caribe pertenece a esta categoría, excluyendo casi a todas las grandes capitales. El resto de los municipios se reparten entre la Amazonía, Orinoquía y el Pacífico.
Las opciones electorales preferidas en la periferia tienen un menor margen de victoria en esta categoría que en la ultraperiferia. De hecho, en el caso de la elección de 2018, Duque casi logró igualar a Petro en votos. La victoria de Santos sobre Zuluaga fue, a la inversa, la que tuvo mayor margen de victoria, ya que el primero casi triplicó el voto del segundo en 2016 y 2022, cuando el margen de victoria de la opción de la periferia fue del orden de 2 a 1 (ver Gráfico #7).
En cuanto a la abstención, es siempre más fuerte que en la ultraperiferia, y lo fue particularmente para el plebiscito de 2016. En esta ocasión, fueron casi tres cuartos de los electores de la periferia sólida los que no acudieron a las urnas y eso pesó sin lugar a dudas sobre la derrota del sí. Por lo demás, en 2022, si bien Petro logró un margen de victoria más confortable que en 2018 gracias a una participación sensiblemente mayor, la abstención seguía siendo la opción preferida de la mitad de los electores de estos municipios frente al 43,4 % de los de la ultraperiferia. De este modo, si esta categoría ofrece victorias a las opciones de la periferia, lo hace con un margen más variable y con una abstención más fuerte. Son municipios favorables, pero con victorias no tan automáticas para la periferia.
La presencia de Barranquilla en la categoría introduce una mayor diversidad en el perfil sociológico de la población, y si los indicadores son algo mejores que para la ultraperiferia, es sobre todo por la capital del Caribe. Así, el índice de pobreza multidimensional caracteriza al 45,3 % de la población como pobre, pero se trataría de un 52,7 % si no contamos a Barranquilla, es decir, poco menos que en la ultraperiferia. De la misma manera, la población con educación superior llega al 14,1 %, y la que no alcanzó más allá de la educación primaria es del 43,5 %, pero estos porcentajes pasan a 9,9 % y 48,3 % respectivamente si excluimos a Barranquilla, cifras no muy alejadas de la anterior categoría. La menor presencia de las minorías diferencia más claramente a los municipios de la periferia sólida, con solo el 11,4 % de población indígena y el 15 % de población afrocolombiana.
Tendríamos, en resumen, un perfil sociológico bastante comparable entre la población de la periferia sólida y la de la ultraperiferia, si no fuera por el peso de Barranquilla, y el mejor acceso a servicios y a la educación que ofrece a sus habitantes. La diferencia fundamental está en el grado de presencia de las minorías.
c. Los avances de la periferia
Para terminar con la vertiente periferia del clivaje, tenemos una última categoría a la que hemos bautizado como avances de la periferia, en la medida en que mostraba al principio una inclinación muy limitada de sus opciones electorales. Sin embargo, la tendencia se ha acentuado notablemente con el tiempo. Por lo demás, se trata de una categoría que agrupa solo a 119 municipios (se muestran en violeta en el Gráfico #5), pero aglutina a la mayoría de la población del conjunto de la periferia porque incluye casi a todas las grandes ciudades de la periferia, empezando por Bogotá, y también a Cali, Cartagena, Santa Marta, Valledupar, etc. Casi todos los centros poblados de más de 100.000 electores entran en esta categoría. Así, es de lejos la que tiene mayor número de electores, con casi 14,5 millones, es decir, cerca del 38 % de los ciudadanos inscritos del país y el 71,3 % de los de la periferia.
A nivel de votación, los municipios de esta categoría dieron siempre un margen confortable de victoria a la opción de la periferia, pero, sobre todo, un margen que va creciendo en el tiempo (ver Gráfico #8). Así, a diferencia de los municipios de la categoría anterior, apoyaron a Gustavo Petro desde 2018 con un margen similar al que había tenido Santos sobre su adversario cuatro años antes. Este patrón cobra un significado bien distinto si lo comparamos con el comportamiento nacional, al recordar que Santos ganó su reelección en 2014, mientras que Petro perdió en 2018 con amplio margen. Es decir, que el comportamiento de los municipios de esta categoría se alejó más del comportamiento nacional en 2018. Añadamos a eso que la victoria del sí en los municipios de esta categoría no fue aplastante en el plebiscito y que la victoria de Petro en 2022 fue holgada, con casi el doble de electores que los de Hernández. De este modo, la opción de la periferia ha ido ganando de forma creciente en los municipios de la categoría avances de la periferia, con márgenes crecientes si los comparamos con los de los resultados nacionales. Podemos interpretar este resultado de tres maneras: bien puede ser que estos municipios hayan adoptado un comportamiento cada vez más típico de la periferia, y que hayan pasado a lo largo del tiempo de resultados “promedio” a resultados fuertemente inclinados hacia la opción ganadora de la periferia; o se trata de municipios inclinados más claramente hacia las opciones de izquierda que hacia las opciones de la periferia en general; o se caracterizan sobre todo por una preferencia particular hacia la persona de Gustavo Petro. En cualquier caso, tienen un comportamiento cada vez más marcado y diferenciado con respecto a los resultados nacionales.
Además, cabe mencionar una abstención notablemente más baja que en los municipios de las otras categorías de la periferia, y una vez más con tendencia a acentuar esta particularidad a medida que avanzamos en el tiempo. En 2022, más del 60 % de los electores de estos municipios participaron en el certamen.
Sociológicamente, como es de esperar, la población de estos municipios, generalmente urbana, tiene un perfil muy distinto al de las otras categorías de la vertiente periferia. La presencia de minorías es marginal (7 % de afrocolombianos y 4 % de indígenas), y la población tiene un buen nivel educativo, con un porcentaje con acceso a la educación superior similar al de los que solo tienen educación primaria o menos: 27 % y 29,3 %, respectivamente. Finalmente, la población pobre, según el índice de pobreza multidimensional, es solo de 18,1 %. Estamos hablando entonces de un electorado más urbano y educado, probablemente más informado sobre la política, lo que explicaría en parte la menor abstención.
Vale la pena concluir la sección dedicada a esta categoría preguntándonos si realmente pertenece al clivaje centro-periferia. La diferencia de comportamiento electoral con respecto a las otras categorías está suficientemente marcada como para interrogarnos. Si volvemos al análisis de clivaje canónico de Lipset y Rokkan, esta categoría sería posiblemente mejor interpretada en la lógica urbano-rural que centro-periferia. Es una duda sobre la cual volveremos en la conclusión; sin embargo, es importante anotar, observando el Gráfico #5, que de todos modos no estamos hablando de cualesquiera ciudades, sino de las ubicadas en las regiones Caribe y Pacífico, esencialmente. Bogotá, Soacha, Tunja, Barrancabermeja y Zipaquirá son excepciones, con un gran peso, desde luego. Es importante notar también que esta categoría solo se separa de la anterior en la división 6 de la CAJ. De hecho, el perfil interesante de esta categoría es lo que nos llevó a elegir esta partición como punto de corte para presentar los matices del clivaje. Esto significa que podríamos omitir la última partición sin perder tanta significación estadística. Por tanto, la lógica urbano-rural sigue siendo subordinada al clivaje centro-periferia, aun si es cierto que las desviaciones estándares crecientes en el tiempo de las variables en los municipios de esta categoría pueden sugerir que empieza a tomar cada vez más peso.
d. El ultracentro
El ultracentro está constituido por 127 municipios (en verde oscuro en el Gráfico #5), donde habitan un poco más de 1 millón de electores, es decir, tiene un peso más o menos comparable al de la ultraperiferia. De la misma manera, se trata de municipios pequeños: ninguno llega a los 40.000 electores. Se ubican sobre las cordilleras Oriental y Central (sobre todo en Antioquia), y en el departamento de Casanare.
Como es de suponer, el voto del ultracentro se inclina masivamente hacia las opciones mayoritarias del centro, y deja así un espacio muy reducido a las opciones de la periferia. El sí al plebiscito sobre los acuerdos de paz apenas llegó a convencer a un elector de cada diez en estos municipios, y las candidaturas presidenciales de Santos o Petro, menos aún. Sin embargo, una diferencia significativa con la ultraperiferia es que la participación suele ser más importante en los municipios del ultracentro. En general, más de la mitad de los electores acuden a las urnas, con la excepción del plebiscito, que estuvo marcado por una abstención de casi el 65 %. Eso deja una amplia proporción de votos a los candidatos del “centro”. Duque, en particular, cosechó el voto de casi la mitad de los electores habilitados en 2018 y Hernández no estuvo tan lejos de esta marca en 2022. Zuluaga fue el que convenció menos, en la medida en que hubo más abstencionistas que votos a su favor en 2014 (ver Gráfico #9).
Sociológicamente, a pesar de tratarse de pequeños municipios rurales, la tasa de pobreza de la población es relativamente baja (40,5 %), si la comparamos con la población de los municipios de la ultraperiferia o de la periferia sólida, aun si no se acerca a la de las ciudades. Parece que la cercanía o la mejor integración a los circuitos económicos de los grandes centros urbanos limita la pobreza en estos municipios. En cambio, los niveles de educación no son mejores que los de la ultraperiferia. Más de la mitad tiene educación primaria completa o menos, y menos del 8 % de la población ha completado una formación de educación superior. Por otra parte, las minorías étnico-culturales son casi ausentes.
e. El centro sólido
Con 302 municipios en esta categoría, el centro sólido es de lejos la categoría con más potenciales electores. Pertenecen a ella 16 ciudades de más de 100.000 electores, incluyendo, entre otras, a Medellín, Cúcuta, Bucaramanga, Ibagué y Villavicencio. Así, la categoría tiene un potencial de más de 10 millones de electores, es decir, la mitad de la vertiente centro, y un 27 % de la del país. Desde este punto de vista, el centro sólido se parece más a la categoría a la que hemos denominado avances de la periferia que a la de la periferia sólida de la otra vertiente. Sin embargo, tiene un comportamiento mucho más claramente volcado hacia las opciones del centro desde 2014.
Geográficamente, como lo muestra el Gráfico #5, los municipios del centro sólido (en verde claro) abarcan una gran parte de los municipios de Antioquia, el Eje Cafetero, Tolima, Huila, Cundinamarca, Boyacá, los dos Santanderes, Meta y Casanare, con lo que se completa el mapa de la categoría anterior. Una mirada un poco más precisa muestra que tienden a ser municipios más grandes que los incluidos en la categoría anterior. Así, comprende todo el Valle de Aburrá alrededor de Medellín o los municipios de la conurbación alrededor de Bucaramanga.
El comportamiento electoral del centro sólido muestra una notable preferencia por las opciones del centro en todas las elecciones, que alcanza una relación de 2 votos a 1 en 2018 y 2022 gracias a una abstención baja, más aún que en el ultracentro. Así, si en las grandes ciudades de la periferia veíamos una tendencia a la progresión de las opciones electorales de esta categoría con el paso del tiempo, no ocurre algo parecido en las grandes ciudades del centro sólido que rechazan estas opciones más o menos con la misma desviación estándar con respecto a los resultados nacionales a lo largo del tiempo. Este es un elemento importante para explicar la asimetría entre centro y periferia que ya observábamos al analizar los comportamientos electorales en el clivaje en su versión binaria. El centro es mucho más consistente en su comportamiento en comparación con la periferia (ver Gráfico #10).
Finalmente, la población de estos municipios presenta en general un perfil parecido al de la categoría de los avances de la periferia, aunque con resultados atenuados por la mayor presencia de municipios rurales en la categoría, con un índice de pobreza multidimensional del 21 %, un 36 % que solo tienen primaria completa o menos y el 20 % de la población con una formación de educación superior. Es por tanto una población relativamente más educada y menos pobre que el promedio colombiano, por la presencia de una proporción grande de población urbana en la categoría. Una diferencia significativa, sin embargo, es la casi ausencia, una vez más para las categorías del centro, de minorías étnico-culturales.
f. Los avances del centro
Hemos dicho que el centro es más consistente que la periferia en su comportamiento. Existe, no obstante, un cierto número de municipios que han hecho variar el perfil del centro a lo largo del tiempo, los pertenecientes a los avances del centro. Sin embargo, son 153 municipios relativamente pequeños (en amarillo en el Gráfico #5). Solo uno, El Carmen de Bolívar, tiene más de 50.000 electores. Suman, por tanto, apenas más de 1 millón de electores, casi lo mismo que el ultracentro, el 3 % de la vertiente centro y un 5,5 % del total de los electores del país. De este modo, los avances del centro no son nada parecidos a la categoría equivalente en la periferia.
Tenemos que extendernos un poco al hablar de la ubicación geográfica de estos municipios de los avances del centro. Si bien los encontramos dispersos en varios departamentos y regiones del país, dos focos llaman la atención. El primero es el interior de la costa caribe, en particular el sur de Bolívar y del Magdalena. Estos municipios se encuentran físicamente en la frontera entre el centro y la periferia y, por tanto, es muy significativo encontrar ahí unos comportamientos electorales intermedios. Dicho foco sugiere que el centro tiende a extenderse en la dirección del Caribe. El segundo gran foco, al contrario, se ubica en pleno centro del país, sobre los linderos del altiplano cundiboyacense, en particular, en una banda de municipios a lo largo de la frontera entre Boyacá y Santander que se extiende hacia el norte de Cundinamarca, pero también por el lado oriental, entre Boyacá y Casanare. Este caso sugiere que el centro se consolida absorbiendo unas regiones que tenían un comportamiento de alguna forma anómala en el clivaje.
El comportamiento electoral de estos municipios también merece varios comentarios (ver Gráfico #11). Si miramos únicamente las dos últimas elecciones presidenciales, se trata claramente de municipios del centro que se comportan más o menos de la misma manera que los del centro sólido, con la diferencia de que tienen una abstención notablemente superior, de alrededor del 50 %. Sin embargo, si nos remontamos más en el tiempo, vemos una imagen distinta. En 2014, aunque Zuluaga tuvo más votos que Santos en estos municipios, la diferencia fue muy reducida. Por otro lado, llama la atención que en 2016 el sí al acuerdo de paz derrotara al no por un margen nada despreciable de unos 140.000 a 180.000 votos. Tenemos acá una franca anomalía desde la lógica centro-periferia, aun si se da con un trasfondo de abstención muy elevada (de casi 7 de 10 de los electores de estos municipios).
Entonces, hay aquí un millón de electores que solían oscilar entre centro y periferia, y que se alinean muy claramente con el centro a partir de 2018. Podemos evocar muchos factores para explicarlo, desde los más coyunturales -la presencia del santandereano Rodolfo Hernández en 2022, quien jugaba de local en los municipios cercanos- hasta los más estructurales -los políticos del interior de la costa caribe habrían movido sus redes a favor de Santos, a quien sentían cercano o relacionado con el plebiscito en su momento, pero no lo hicieron en favor de un candidato de izquierda como Petro-. Desde la lógica del clivaje centro-periferia, el efecto de estos municipios es ambiguo. Por un lado, parecen moverse en la dirección de una consolidación del clivaje, ya que reparan la anomalía de los municipios del centro que votaron por el sí al plebiscito de 2016 en Cundinamarca, Boyacá y Santander. Por otro lado, parecen debilitarlo al introducir una avanzada del centro en el Caribe que reduce las opciones de la periferia en esta región.
Vale la pena anotar finalmente que los indicadores sociales de la población de estos municipios se parecen a los del ultracentro, con un nivel educativo similar (55 % con solo educación primaria o menos, y 7,5 % con educación superior), pero con un nivel de pobreza mucho más marcado del 51 %, que se acerca incluso al de la ultraperiferia. Las minorías étnico-culturales están también algo más presentes que en las otras categorías del centro, aunque son claramente minorías en estos municipios (2 % de indígenas y 3,5 % de afrocolombianos).
g. La Colombia fuera de clivaje
Finalmente, existe una última categoría de 165 municipios (en azul en el Gráfico #5) que, si bien aparecen en la CAJ sobre la vertiente centro, se definen por comportamientos electorales muy cercanos a los del promedio nacional. En este sentido, hemos denominado a esta categoría como la Colombia fuera de clivaje, porque se trata de municipios que se encuentran en el filo de la balanza entre las dos vertientes, y se quedan en una posición intermedia. Los municipios que la componen son muy diversos y algunos son ciudades importantes de más de 100.000 electores: Pereira, Montería, Manizales, Neiva y Armenia, entre otras. Así, la categoría agrupa una suma nada desdeñable de 5,2 millones de electores, correspondiente al 14 % de los votantes colombianos.
Como en la categoría anterior, los municipios fuera de clivaje aparecen dispersos sobre el mapa, de manera que resulta difícil encontrar un patrón claro. No obstante, podemos subrayar la tendencia a hallar municipios de esta categoría en la frontera entre centro y periferia, por ejemplo, en el Magdalena Medio o en el norte del Valle de Cauca, lo que parece lógico. Están también en la periferia de las grandes ciudades, en particular de Bogotá.
Los municipios de la Colombia fuera de clivaje se mantienen, como lo dijimos, en el filo de la balanza (ver Gráfico #12). Si tienden a dar la victoria a las opciones del centro, lo hacen con un margen estrecho, y es frecuente que la opción de la periferia haya ganado al menos una vez en algunos de estos municipios. La victoria de Duque sobre Petro en 2018 fue la única en registrar una diferencia importante entre los dos candidatos. En estos municipios, 3 de cada 10 electores votaron por el primero y solo 2 de cada 10, por el segundo, mientras que los demás no acudieron a las urnas, votaron en blanco, o corresponden a votos nulos o no marcados. Sin embargo, esta diferencia entre los dos candidatos es conforme al importante margen de este escrutinio a nivel nacional (54 %-42 % de los votos válidos).
Finalmente, los indicadores sociales de la población de estos municipios se ubican en una posición intermedia entre las categorías que tienen más ciudades grandes (los avances de la periferia y el centro sólido) y las demás, pero es una categoría demasiado heterogénea para que su perfil sea realmente esclarecedor.
Conclusión
Cuatro de las siete categorías de la división 6 de nuestra CAJ agrupan municipios con un perfil de voto muy inclinado hacia una u otra opción en las elecciones que hemos estudiado, y se ubican geográficamente en una clara lógica centro-periferia. Son la ultraperiferia, la periferia sólida, el ultracentro y el centro sólido. Entre las cuatro, agrupan una mayoría de 685 de los 1.121 municipios del país, que albergan al 45 % de la población. El voto de estos municipios está muy claramente estructurado por el clivaje centro-periferia.
Dos categorías adicionales, los avances de la periferia y los avances del centro, aglutinan a 271 municipios que, aunque no se inclinaban tan fuertemente hacia una u otra vertiente del clivaje hasta el plebiscito de 2016, han adquirido desde entonces un perfil mucho más marcado. Muchos de los grandes centros urbanos entran en estas categorías (sobre todo, la de los avances de la periferia), razón por la cual suman un poco más del 40 % de los electores.
Finalmente, solo una categoría que agrupa a 165 municipios y al 14 % de los electores del país no muestra comportamientos electorales tan estructurados por el clivaje centro-periferia, sea porque son demasiado erráticos o porque sus resultados electorales se quedan cerca del promedio nacional.
Vemos entonces que el clivaje centro-periferia es una estructura determinante para entender los resultados electorales nacionales, y que tiende a serlo cada vez más a medida que avanzamos en el tiempo. Más allá de la clásica interpretación de los resultados en términos ideológicos (derecha vs. izquierda) o en términos de polarización afectiva, que ha sido muy popular en los medios de comunicación durante las pasadas elecciones a pesar de que no hay mucha evidencia al respecto, bien valdría la pena prestar más atención a esta dimensión geográfica.
Ya hemos expresado nuestra duda en cuanto a la posibilidad de encontrar una explicación simple a la existencia de este clivaje y nuestra convicción de que tenemos que entenderlo por lo que es, un clivaje territorial. Eso no significa que no podamos profundizar en su estudio para comprenderlo mejor. Ya hemos sugerido que, si no puede ser interpretado como en el modelo de Lipset y Rokkan, a través de una diferenciación del sentimiento nacional -aunque hemos visto la mayor presencia de las minorías étnico-culturales en la periferia, lo que puede ser un tema relevante-, valdría la pena explorar la pista del control territorial diferenciado del Estado, sobre todo frente a la presencia de actores ilegales y violentos. El hecho de que el clivaje empezara a manifestarse en los comportamientos electorales en el momento en que el Gobierno Santos lanzó el proceso de paz con las FARC no parece casualidad. De una manera u otra, la paz ha sido un tema importante de las campañas de todas las elecciones que hemos estudiado en este artículo. Aunque no podemos profundizar, vale la pena señalar que el 47,7 % de los municipios de la periferia han sido resaltados por la Misión de Observación Electoral como en riesgo por factores de violencia, contra el 18,7 % de los municipios del centro,15 lo que sugiere que la periferia sufre todavía los rezagos del conflicto armado y de la violencia política mucho más que el centro.
Esto apunta entonces a que el clivaje centro-periferia tiene mucho que ver con el conflicto, o quizás más precisamente con el posconflicto y la forma diferenciada como las poblaciones lo viven de cada lado del clivaje. Después de todo, se ha insistido mucho desde el acuerdo de paz con las FARC en que la paz tenía que ser territorial y, en efecto, el clivaje centro-periferia parece vincularse a un mayor control territorial del Estado en el centro y a la presencia persistente de actores armados que desafían su monopolio de la violencia legítima en la periferia. Pero este aspecto se relaciona también con otros: la presencia de economías ilegales o extractivistas que afectan el territorio de la periferia (cultivos ilícitos, minería ilegal, deforestación, etc.) y la resistencia de territorios colectivos administrados por comunidades étnicas en la periferia, mientras que en el centro se ha consolidado un modelo de explotación agrícola con campesinos propietarios de sus tierras. Todo esto hace entrar en juego muchas variables que no se dejan resumir fácilmente y que convendrá estudiar con más precisión.
Queremos terminar hablando de las articulaciones entre el clivaje centro-periferia y el clivaje urbano-rural. Si el primero es más importante que el segundo en cuanto a su capacidad para segmentar los comportamientos electorales, hemos visto que la categoría de los avances de la periferia y la de los municipios fuera de clivaje, que abarcan una gran cantidad de municipios y un número aún mayor de electores, se definen tanto o a veces mejor desde la lógica urbano-rural que desde la lógica centro-periferia, al menos si nos acercamos a la diferencia entre urbano y rural desde la distinción entre municipios pequeños y grandes, lo que no deja de ser demasiado impreciso. En todo caso, la evolución de los comportamientos de la primera de estas dos categorías, al menos, sugiere que la lógica urbano-rural puede estar tomando un peso creciente al lado del clivaje centro-periferia. Valdrá la pena entonces estar atentos a la evolución de este otro clivaje en el futuro.