INTRODUCCIÓN
Los incendios de la cobertura vegetal son un agente constante de cambios en el paisaje que ha sido fundamental en la historia evolutiva y en el mantenimiento de diversas especies y biomas (Scott 2000, He et al. 2016). Su ocurrencia natural responde a factores entre los que se encuentran las interacciones con el clima, la susceptibilidad de los ecosistemas y la adaptación de ciertas especies vegetales a la ignición e inflamabilidad (Aponte et al. 2016). Tal es el caso de biomas como las sabanas, en donde la regeneración de varias especies vegetales a partir de sus semillas está fuertemente atada al fuego (Daibes et al. 2019).
Las actividades humanas, al igual que factores como el cambio climático y la invasión de especies exóticas alteran la dinámica natural de los incendios. Dichos cambios sobre su dinámica pueden afectar la estructura y la composición de especies, así como sobrepasar la resiliencia de los ecosistemas (Miller et al. 2019, Keeley y Pausas 2019). De igual forma, pueden llevar a cambios en la conectividad ecológica a nivel de paisaje (Tepley et al. 2018), liberación de gases de efecto invernadero (Rossi et al. 2016), pérdida de nutrientes del suelo, y colonización de especies invasoras (Vargas 2013), entre otros. Estos efectos van a depender de factores asociados al régimen natural de fuegos, los biomas en los que se presentan y las interacciones entre los ecosistemas y poblaciones humanas que los habitan (Shlisky et al. 2007, Vargas 2013, Armenteras et al. 2020).
En la actualidad, los incendios de la cobertura vegetal representan un factor de impacto considerable a escala global, tanto de los sistemas ecológicos como sociales. Cerca del 4,5 % de la superficie terrestre (entre 3,4 y 4,6 millones de km2) presentan incendios cada año (Lambin y Meyfroidt 2011, Randerson et al. 2012). De acuerdo con la base de datos internacional de desastres EM-DAT (Guhasapir et al. 2020), entre los años 2000 y 2019 más de 3 230 000 personas fueron afectadas y por lo menos 1485 personas perdieron la vida. Asimismo, las pérdidas económicas han alcanzado valores anuales de U.S. $12 318 millones con un promedio anual de U.S. $ 2677 millones (Doerr y Santín 2016).
En Suramérica los impactos asociados a los incendios de la cobertura vegetal pueden presentarse con mayor severidad dadas las limitaciones para respuestas efectivas en comparación con países de mayores ingresos como Estados Unidos, Canadá y Australia (Cochrane 2009, Armenteras et al. 2011). Para el periodo 2000-2019, más de 151600 personas se vieron afectadas y por lo menos 84 perdieron la vida (Guha-Sapir et al. c2020). Pese a la dificultad para calcular los costos asociados a este fenómeno en la región dada la poca disponibilidad de información, se estima que para la década de los 90' estos ascendieron a U.S.$ 1600 millones anuales (Gonzalez-Caban 2013).
De acuerdo con el proyecto GLOBSACAR 2000 (Simon et al. 2004), Colombia ocupa el tercer lugar con relación a la proporción del total del área quemada para Suramérica, después de Brasil y Argentina, y es el primero en pérdida de vidas humanas por incendios forestales según la Evaluación Regional de la Reducción del Riesgo de Desastres Basada en Ecosistemas y Biodiversidad en Suramérica de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) (McBreen 2016). El área afectada por incendios se ha estimado en cerca del 3,17 % de la superficie terrestre del país, con 36 087,50 km2 quemados entre el periodo de diciembre de 2000 a marzo de 2009 (Armenteras et al. 2011). Como principales causas se han identificado la deforestación para la expansión de la frontera agropecuaria y el establecimiento de cultivos de uso ilícito, así como las quemas agrícolas en épocas de sequía, influenciadas a su vez por los cambios en la temperatura y estacionalidad de la precipitación producto del cambio climático (Armenteras et al. 2020).
Con el propósito de reducir los impactos negativos de los incendios, su severidad o intensidad a través de la planeación y el manejo de las áreas conservadas, se han desarrollado diferentes métodos para la estimación y zonificación del riesgo a incendios de la cobertura vegetal. La tecnología geoespacial en conjunto con los Sistemas de Información Geográfica (GIS) permiten integrar la variabilidad espacio-temporal y relacionar factores ambientales de las regiones para diferentes tipos de ecosistemas con el propósito de contribuir al manejo de los incendios forestales (Chuvieco y Congalton 1989, Kanga et al. 2017, You et al. 2017). Como resultado, hoy en día existen diversos métodos para su evaluación que aprovechan herramientas estadísticas, entre ellas la regresión logística, la combinación lineal simple ponderada (WLC, por sus siglas en inglés), el método de la lógica difusa, el método de redes neuronales, el método de análisis multicriterio y el aprendizaje de máquina (machine learning) (Goleiji et al. 2017).
En el caso del Santuario de Fauna y Flora Iguaque (SFFI), área del Sistema Nacional de Áreas Protegidas de Colombia, los incendios de la cobertura vegetal son un factor de disturbio que se presenta desde hace tiempo, principalmente por causas antrópicas como cambios en la cobertura vegetal, el manejo agropecuario y la colonización y expansión de especies exóticas (Vargas 2013, Aguilar-Garavito et al. 2016). Tal es el grado de amenaza asociado a los incendios, que ha sido identificado como crítico para seis de los ocho Valores Objeto de Conservación evaluados en el último Plan de Manejo del Santuario (Villarreal et al. 2017).
El objetivo de este trabajo fue determinar el riesgo a incendios de la cobertura vegetal del SFFI a partir de la estimación de la amenaza de los incendios y su vulnerabilidad entendida desde las características asociadas a su vegetación, las dificultades y limitaciones institucionales, el patrimonio natural, histórico, artístico, cultural y religioso, las dinámicas ecológicas que pueden disminuir su protección frente a los incendios, los asentamientos humanos, la infraestructura y las actividades económicas presentes.
MATERIALES Y MÉTODOS
Área de estudio
El SFFI se ubica en el departamento de Boyacá, Colombia, en la jurisdicción de los municipios de Villa de Leyva, Arcabuco y Chíquiza entre las coordenadas geográficas extremas de 5°36'02'' y 5°44'38'' Norte y 73°22'57'' y 73°31'20'' Oeste. Posee elevaciones entre los 2400 y 3800 m (PNN 2006, Villarreal et al. 2017) y su extensión abarca 6922,7 ha (Fig. 1).
Desde el punto de vista cultural, el Santuario posee un importante valor simbólico, en especial la Laguna de Iguaque o de San Pedro de Iguaque según la rebautizaron los españoles, considerada como cuna de la humanidad por la cultura muisca (Morales et al. 2007, Villarreal et al. 2017). No obstante, ha sido transformado por procesos de ocupación y expansión de la frontera agrícola al igual que otros páramos de la región (IAvH 2017).
Desde el punto de vista ecosistémico, el Santuario en conjunto con el Macizo de Iguaque representa el área de mayor conservación de diversidad biológica en sus inmediaciones, a la vez que conforman una zona de recarga hídrica fundamental para el suministro de agua hacia la región (Villarreal et al. 2017, PNN y Corpoboyacá 2018). La presencia de páramos y bosques altoandinos en su interior garantizan la provisión de servicios ecosistémicos a escala local y regional como la regulación y provisión hídrica, la formación y protección de suelos y sedimentos, la regulación de riesgos y fenómenos extremos, así como la recreación asociada al ecoturismo, el desarrollo intelectual, cultural, artístico (Aguilar-Garavito et al. 2016, Villarreal et al. 2017) y espiritual (Morales et al. 2007, IAvH 2017).
La vegetación original del SFFI se conformaba de bosques y páramos en las zonas más húmedas. Del lado occidental predominaban los bosques de robles (Quercus humboldtii Bonpl.), mientras que en las partes bajas del SFFI (2300 a 3050 m) (bosque andino bajo) y en las partes altas del costado oriental predominaban bosques de encenillos (Weinmannia tomentosa L.f.) (2850 a 3650 m), los bosques de Lauráceas (bosque alto andino) y los páramos y subpáramos (3000 a 3800 m). Al respecto, Fandiño (1996) reporta seis tipos de vegetación natural: 1. Bosques de Quercus, 2. Bosques de Weinmannia, 3. Pastizales de Calamagrostis, 4. Arbustales de Weinmannia, 5. Arbustales de Cavendis-hia, 6. Arbustales de Dodonea.
Los usos actuales de la tierra que rodean el SFFI se pueden caracterizar a grandes rasgos de la siguiente manera: 1. Sector de San Pedro de Iguaque: cultivos de papa con rotaciones de ganado, 2. Sector Chíquiza y Sáchica: cultivos de cebolla e invernaderos para tomate, 3. Sector Arcabuco: Ganadería (pastizales de kikuyo), 4. Sector Villa de Leyva: turismo y recreación.
Estimación del riesgo a incendios de la cobertura vegetal
La evaluación del riesgo a incendios se basó en el "Protocolo para la realización de mapas de zonificación de riesgos a incendios de la cobertura vegetal" del IDEAM (2011) con algunas modificaciones. En este trabajo el riesgo de desastres se define como la posibilidad de que un evento adverso, antrópico o natural, genere afectaciones económicas, sociales o ecosistémicas en un espacio y tiempo definidos, el cual se compone de la interacción entre la amenaza y la vulnerabilidad de los elementos expuestos al fuego (UNISDR 2015, McBreen 2016, Pabón-Caicedo et al. 2018). Tanto las variables relacionadas a los componentes del riesgo a incendios de la cobertura vegetal, como los ponderado-res estimados responden a la implementación de la metodología de análisis multicriterio basada en la consulta a expertos realizada por el IDEAM (IDEAM 2011).
No obstante, el presente trabajo abordó los conceptos de riesgo, amenaza, vulnerabilidad y exposición de acuerdo con lo planteado por Pabón-Caicedo et al. (2018) y el Marco de Sendai para la Reducción del Riesgo de Desastres 2015-2030 (UNISDR 2015). Por lo anterior, a partir del protocolo del IDEAM (2011), la susceptibilidad de la vegetación fue excluida como componente de la amenaza y se incluyó en el de la vulnerabilidad. Asimismo, se incorporó la exposición, entendida como una condición para la estimación de la amenaza, puesto que un fenómeno extremo se convierte en amenaza solo si existen sistemas o elementos de éstos que se encuentren expuestos a sus efectos negativos (Fuchs et al. 2011, Pabón-Caicedo et al. 2018).
En consideración de lo anterior, el presente estudio se basó en la ecuación 1 para el cálculo de la amenaza.
Ecuación 1.
Por su parte, la vulnerabilidad vista desde la reducción de riesgo de desastres se relaciona con la fragilidad, susceptibilidad y falta de resiliencia de los sistemas expuestos dadas sus condiciones socio-ecológicas (Cardona 2011, Birkmann y McMillan 2020). En consecuencia, la estimación de la vulnerabilidad utilizó la ecuación 2.
Ecuación 2.
Vulnerabilidad = (0,17) Susceptibilidad de la vegetación + (0,03) V. institucional + (0,17) V. Patrimonial + (0,26) V. Poblacional + (0,17) V. territorial + (0,05) V. Infraestructura + (0,15) V. Económica
Obtención de datos
Precipitación y temperatura
Se utilizaron datos meteorológicos con periodicidad mensual de la precipitación total mensual y la temperatura media de 40 estaciones del Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (IDEAM) en el periodo 1981-2010. Estos se depuraron de acuerdo con las recomendaciones de la Organización Meteorológica Mundial (OMM 2018), de manera que las estimaciones de la precipitación total multianual y la temperatura media multianual se basaron en los datos de 34 y 28 estaciones respectivamente.
Una vez depurados los datos, se realizó el Análisis Exploratorio de Datos Espaciales (ESDA, por sus siglas en inglés) y el análisis variográfico para evaluar su comportamiento y requerimientos de modelado (Anselin y Getis 1992). De esta manera, se realizó la transformación Box-Cox para los datos de precipitación. Posteriormente se realizó la validación cruzada para la selección del mejor modelo a partir de los métodos de la distancia inversa ponderada (IDW), Kriging Ordinario y Regresión Kriging según el Modelo Lineal Generalizado. En este último caso se relacionó como covariable la altitud, previa verificación de su correlación con las variables de interés, obtenida a partir del Modelo Digital de Elevación (DEM, por sus siglas en inglés) de imágenes del satélite Alos-Palsar. Por lo anterior, se seleccionó la interpolación de la precipitación total mensual multianual obtenida del Kriging Ordinario y la temperatura media multianual estimada a partir del Regresión Kriging.
Pendientes
El relieve se incluyó a partir de los diferentes ángulos de superficies, dada su influencia diferenciada en el comportamiento del fuego (Matin et al. 2017). Para ello se realizó un análisis de pendientes a partir del DEM obtenido para la zona.
Frecuencia
La frecuencia de incendios relaciona el factor histórico del riesgo y su evaluación se recomienda a partir de periodos superiores a diez años (IDEAM 2011). Dada la disponibilidad de información, su estimación se soportó en el registro de incendios a nivel de vereda para el periodo 2000-2018.
Los registros de incendios se obtuvieron a partir de las siguientes fuentes: Sistema de inventario de efectos de desastres Desinventar (c2019), Parques Nacionales Naturales (PNN 2006, 2010, Puentes 2015, Villarreal et al. 2017), Corporación Autónoma Regional de Boyacá, Oficina de Gestión del Riesgo de Desastres de Boyacá (OGRDB), alcaldías municipales de Arcabuco, Chíquiza y Villa de Leyva, bomberos voluntarios de Arcabuco, Chíquiza y Villa de Leyva, tesis de investigación (Farfán y Jiménez 2005, Forero 2016) y notas de prensa.
Para su sistematización se eliminaron los duplicados y se unificaron las localidades y nombres de veredas según la información contenida en los Planes de Ordenamiento Territorial y los Planes de Desarrollo Municipales (Alcaldía Municipal de Arcabuco 2000, 2016, Alcaldía Municipal de Chíquiza 2001, 2016, Alcaldía Municipal de Villa de Leyva 2004, 2016).
Accesibilidad
La accesibilidad buscó identificar la densidad vial teniendo en cuenta que es a través de éstas que la población puede acceder a las zonas forestales y generar focos de incendio. Para ello, y de acuerdo con el IDEAM (2011) se tomó como referencia la distancia a las vías primaras y secundarias de la zona de estudio y se crearon cuatro zonas de amortiguación de 500 m cada una. Como fuente de información se tomó la cartografía básica provista por el Instituto Geográfico Agustín Codazzi (IGAC).
Exposición
La exposición hace referencia a aquellos elementos de los sistemas ecológicos o humanos que pueden verse afectados por un fenómeno extremo como los incendios (Fuchs et al. 2011, Pabón-Caicedo et al. 2018). Se definió a partir de las coberturas de la tierra presentes en el SFFI para el año 2018, donde se consideró únicamente como elementos no expuestos directamente a los afloramientos rocosos y las lagunas.
Susceptibilidad de la vegetación
La susceptibilidad de la vegetación identificó y valoró la condición pirogénica de la vegetación. Se compone del tipo de combustibles, la duración de éstos y su carga total, de manera que se definió a partir de las categorías de amenaza según Páramo (2007) y el IDEAM (2011).
Vulnerabilidad a incendios de la cobertura vegetal
La vulnerabilidad a incendios del SFFI se evaluó a partir de las vulnerabilidad institucional, patrimonial, poblacional, territorial, de la infraestructura y económica. Para ello, la vulnerabilidad institucional se relacionó con las limitaciones y dificultades de las instituciones para la atención de los incendios y fue evaluada mediante un análisis de distancias en tres dimensiones que consideró las vías más cercanas y el DEM de la zona.
Mediante la vulnerabilidad patrimonial se buscó evaluar los posibles efectos que pueden ocasionar los incendios sobre el patrimonio natural, histórico, artístico, cultural y religioso. De esta manera y dadas las características del SFFI, se calificó con vulnerabilidad muy alta en toda su extensión. Por su parte, la vulnerabilidad poblacional relacionó la ocupación de asentamientos humanos presentes y se basó en la información de los planes de ordenamiento y planes de desarrollo municipales, así como lo reportado en el Tercer Censo Nacional Agropecuario (DANE 2016).
La vulnerabilidad territorial involucra las dinámicas ecológicas y culturales que disminuyen la protección frente a la amenaza de incendios. En este caso se centró en la vulnerabilidad ecológica, la cual evalúa el grado de adaptación que tienen los tipos de cobertura involucrados en el SFFI frente a los regímenes de fuego. Su estimación relacionó el análisis de coberturas vegetales más reciente con las categorías de vulnerabilidad ecológica definidas por el IDEAM (2011).
Respecto a la vulnerabilidad de la infraestructura, se evaluó el peligro que los incendios pueden representar a elementos como acueductos municipales, vías y zonas de recreación, por lo que su evaluación se soportó en la información reportada por el IGAC, así como en los planes de ordenamiento y planes de desarrollo municipales (Alcaldía Municipal de Arcabuco 2000, 2016, Alcaldía Municipal de Chíquiza 2001, 2016, Alcaldía Municipal de Villa de Leyva 2004, 2016).
La vulnerabilidad económica se relacionó con las áreas productivas que pueden ser afectadas por los incendios. Su estimación se basó en el análisis de coberturas vegetales realizado para la determinación del uso actual de la tierra y se relacionó con las categorías de vulnerabilidad definidas por el IDEAM (2011).
Normalización de variables
Una vez espacializadas las diferentes variables asociadas al riesgo y con el propósito de integrar sus diferentes factores, se realizó su normalización de acuerdo con una escala numérica de riesgo ordinal (IDEAM 2011). En el caso de las variables asociadas a la amenaza y el riesgo, solo se consideraron valores obtenidos para los elementos expuestos.
RESULTADOS
Amenaza y vulnerabilidad a incendios
La espacialización de las seis variables que componen la amenaza de incendios se muestra en la Fig. 2. En cuanto a la frecuencia de incendios, se registraron 63 eventos al interior del SFFI para el periodo 2000-2018. De estos, tan solo seis se relacionaron con una causa determinada, siendo dos de origen natural (rayos) y cuatro de origen antrópico (labores agropecuarias y provocados intencionalmente). Por su parte, las siete variables que componen la vulnerabilidad a incendios de la cobertura vegetal se muestran en la Fig. 3.
Una vez integradas las variables a partir de los ponderadores definidos en la ecuación 1, se espacializó la amenaza total de incendios de la cobertura vegetal para el SFFI (Fig. 4a). Las categorías de amenaza alta y muy alta ocuparon el 34,9 % y se localizaron sobre todo en las regiones central y suroriental, lo que indica la alta posibilidad de ocurrencia de incendios, especialmente sobre la vertiente noroccidental. Por su parte, las categorías de amenaza moderada, baja y muy baja representaron el 32,0 %; 13,7 % y 18,0 % respectivamente, con la localización de estas dos últimas sobre la región nororiental. El 1,4 % restante correspondió a elementos no expuestos, conformados por afloramientos rocosos y cuerpos de agua.
En cuanto a la integración de las variables de vulnerabilidad total a incendios (ecuación 2), se encontró una alta y muy alta vulnerabilidad del SFFI en el 98,5% de su extensión frente a este tipo de disturbio (Fig. 4b). De forma específica el 64,2 % de su extensión presentó una vulnerabilidad muy alta, especialmente en la región norte. La vulnerabilidad alta abarcó el 34,3 % de la extensión, mientras que la vulnerabilidad moderada, baja y muy baja representaron el 0,2 %, 0,4 % y 1,0 % respectivamente. Dichos resultados se entienden principalmente por la fragilidad y susceptibilidad de los ecosistemas presentes, así como sus valores patrimoniales tanto ecológicos como culturales.
Riesgo a incendios de la cobertura vegetal
Al relacionar los resultados de amenaza y vulnerabilidad total, se obtuvo el mapa de riesgo a incendios de la cobertura vegetal del SFFI (Fig. 4c). Las categorías de riesgo muy alto y alto abarcaron el 27,3 % de la extensión del Santuario y se localizaron mayoritariamente sobre la región suroccidental y central. Por lo tanto, es en estas zonas donde existe la mayor posibilidad de que ocurran los incendios que generen afectaciones desde lo ecosistémico, social y económico. El riesgo moderado abarcó el 39,4 % de su extensión y se localizó principalmente en las zonas altas y la vertiente suroriental, mientras que los riesgos bajo y muy bajo abarcaron respectivamente el 13,8 % y 18,1 % del Santuario y se ubicaron en su extremo norte. El 1,4 % restante correspondió a elementos que no se encuentran expuestos directamente.
DISCUSIÓN
The Nature Conservancy (TNC) (2004) y Hardesty et al. (2005) clasificaron en cuatro categorías la respuesta de los ecosistemas al fuego: 1. independientes del fuego, 2. dependientes del fuego, 3. sensibles al fuego, y 4. influidos por el fuego. Los ecosistemas independientes del fuego son aquéllos en los cuales el fuego juega un papel muy pequeño o nulo. Son demasiado fríos, húmedos o secos para quemarse (TNC 2004, Hardesty et al. 2005), en algunos casos carecen de suficiente fuente de combustible o ignición para que el fuego se manifieste como una fuerza evolutiva (Shlisky et al. 2007). Ejemplos de ecosistemas independientes del fuego en Colombia son los bosques lluviosos (Amazonas y Chocó), los bosques andinos de niebla, el superpáramo y zonas áridas en la Guajira, principalmente las zonas con muy poca vegetación, o que actualmente han sido transformadas en áreas desérticas.
En Colombia los ecosistemas independientes del fuego se pueden clasificar en ecosistemas cuyo factor determinante es la humedad durante todo el año y tienen alta producción de biomasa, en esta categoría están los bosques lluviosos y los bosques de niebla. La otra categoría son los ecosistemas que tienen una baja producción de biomasa producto del estrés por bajas temperaturas (superpáramo) o de estrés hídrico (zonas áridas). Sin embargo, para el caso de los bosques de robles, en condiciones de transformación permanente y cambio climático, éstos pasan a ser ecosistemas sensibles al fuego.
En los ecosistemas dependientes del fuego, el fuego es una fuerza evolutiva, las especies han desarrollado adaptaciones para responder positivamente y para facilitar su reproducción, es decir, la vegetación es inflamable y propensa al fuego. A menudo se los denomina ecosistemas pirófilos, adaptados al fuego o mantenidos por el fuego. En estos ecosistemas si se quita el fuego, o se altera el régimen de fuego, más allá de su intervalo normal de variabilidad, el ecosistema se transforma en algo diferente, y se pierden hábitats y especies (Hardesty et al. 2005, Shlisky et al. 2007). En Colombia el único ecosistema dependiente del fuego son las sabanas tanto estacionales como inundables cuya característica más importante es la estacionalidad de la precipitación y su cobertura continua de gramíneas.
Los ecosistemas sensibles al fuego carecen de las adaptaciones para responder a los incendios, por consiguiente, la mortalidad de especies es alta incluso cuando la intensidad del fuego es muy baja (TNC 2004). En el caso de algunos tipos de bosques, la estructura y la composición de la vegetación tienden a inhibir la ignición y la propagación del fuego. En otras palabras, no son muy inflamables. En otros casos en que la vegetación es abierta, el fuego se puede propagar fácilmente y tener mayor impacto. Estos ecosistemas tienen por lo general frecuencias de fuego muy bajas y pueden ser considerados independientes del fuego. Sin embargo, los incendios se convierten en un problema cuando las actividades humanas fragmentan estos ecosistemas, los combustibles se alteran y las igniciones aumentan (TNC 2004). A medida que cambia el régimen de fuegos por actividades humanas, la vegetación cambia y se vuelve más susceptible a ser quemada. Los bosques se transforman en pastizales (sabanización) (D'Antonio y Vitousek 1992), generalmente con pastos invasores.
Los ecosistemas sensibles al fuego en Colombia son los más abundantes, por efecto de cambios en los usos de la tierra, las invasiones de pastos y arbustos pirófilos, y el cambio climático (TNC 2004, Hardesty et al. 2005). Dentro de estos ecosistemas están: los bosques húmedos, bosques secos, bosques andinos, los páramos (subpáramo y páramo propiamente dicho) y el matorral espinoso, los cuales han sido muy transformados y están en grandes procesos de sabanización, paramización, aridización y desertización (Armenteras et al. 2020).
Los ecosistemas influidos por el fuego se encuentran en transición con los ecosistemas dependientes del fuego, sensibles al fuego o independientes del fuego (TNC 2004). En general, éstos son ecosistemas sensibles al fuego, pero que contienen algunas especies que pueden responder positivamente a las perturbaciones del fuego, o ecosistemas que podrían subsistir sin la presencia del fuego, en los cuales las perturbaciones del fuego juegan un papel en la creación de ciertos hábitats, favoreciendo la abundancia relativa de ciertas especies y manteniendo la biodiversidad (TNC 2004). En los ecosistemas influidos por el fuego, los incendios generalmente se originan en la vegetación adyacente dependiente del fuego y se propagan en grado variable y a intervalos variables hacia la vegetación influida por el fuego, si bien un nivel bajo de tala y quema tradicional con fines agrícolas puede haber sido una importante fuente endógena de ignición. Aquí, el fuego puede ser un factor importante en la creación de ciertos hábitats, al abrir los doseles del bosque o de los arbustos, iniciando una sucesión y manteniendo la vegetación de transición (TNC 2004).
Para los ecosistemas del SFFI, la sabanización hace cada vez más dependientes del fuego a estas zonas, a la par que los bosques andinos y páramos se tornan cada vez más sensibles. Este proceso, favorecido por la transformación y ocupación de los ecosistemas se encuentra estrechamente relacionado con la expansión de la frontera agrícola. Al igual que en otras regiones andinas y especialmente a partir de los años 60 del siglo pasado, el aumento en el uso de agroquímicos y maquinaria generó en el complejo de páramos Iguaque-Merchán un rápido aumento de la superficie agropecuaria (IAvH 2017). Con el pasar de las generaciones, se presentó un proceso de partición de la propiedad, de manera que la formación de unidades productivas agrícolas familiares más pequeñas ocasionaron mayor presión sobre los ecosistemas y continuaron la ampliación de la frontera agrícola (IAvH 2014).
Los cambios en los usos del suelo iniciaron cambios en la vegetación que fueron interactuando con disturbios como agricultura, ganadería, erosión y fuegos, pasando de coberturas arbóreas a arbustivas con predominio de Dodo-nea y posteriormente a herbáceas con predominio del he-lecho marranero (Pteridium aquilinum (L.) Kuhn), hasta el dominio actual de Melinis minutiflora P.Beauv. que ha cambiado el régimen de fuegos. Así pues, la deforestación inició la sabanización con especies invasoras de gramíneas y se dio origen a las diferentes combinaciones de arbustales que se ven actualmente, con especies de subpáramo y sucesionales pioneras de bosque. El encuentro de áreas paramizadas con gramíneas nativas y áreas sabanizadas con gramíneas introducidas hacen que los fuegos se propaguen cada vez más rápido y, en consecuencia, la dinámica de la vegetación se ve orientada hacía una sabanización con especies de gramíneas introducidas.
En concordancia con lo anterior, en las zonas de muy alta y alta amenaza y asociadas con la cobertura de herbáceas se hallaron a M. minutiflora y P. aquilinum (Fig. 5), para las cuales se ha reportado el favorecimiento de su dominancia por la incidencia de fuegos (Silva Matos y Belinato 2010, Brandão et al. 2017, Martins et al. 2017). De acuerdo con Musso et al. (2015), M. minutiflora presenta la tasa de germinación más alta y mostró la mejor tolerancia a las condiciones post-fuego al compararse con otras nueve especies de pastos nativos e invasores en Brasil. Asimismo, para esta especie se ha reportado la alta acumulación de necromasa biomasa, lo que facilita la ocurrencia y propagación de incendios (Martins et al. 2017). Por su parte, P. aquilinum ha mostrado su máxima prevalencia, cobertura y tasas de crecimiento en zonas que son frecuentemente quemadas, con altos niveles de luz y suelos con poca fertilidad (Suazo-Ortuño et al. 2015, Brandão et al. 2017). Al igual que M. minutiflora, compite con otras especies a partir de una alta tasa de germinación, ésta basada especialmente en plántulas (Silva Matos y Belinato 2010). A su vez, desarrolla rizomas subterráneos resistentes al fuego y produce compuestos alelopáticos que dificultan el establecimiento y el crecimiento de otras especies (Marrs et al. 1998, Johnson 2001, Silva Matos y Belinato 2010).
De acuerdo con lo anterior, la relación de factores que aumentan la amenaza de incendios, como las condiciones muy secas y los altos grados de pendiente que favorecen tanto la propagación de incendios como la erosión de los suelos (Poudel et al. 1999, Páramo 2007), también contribuyen al establecimiento, naturalización e invasión de P. aquilinum y M. minutiflora. La frecuencia de incendios se ve incrementada por las características de estas especies como la alta acumulación de biomasa, lo que establece el ciclo pastizales/fuego (D'Antonio y Vitousek 1992) y favorece el dominio de las especies invasoras sobre los ecosistemas sensibles a los incendios.
En cuanto a las posibles afectaciones desde lo ecosistémico, social y económico, la muy alta y alta vulnerabilidad del Santuario (Fig. 4b) evidencian su alta importancia para los sistemas socioecológicos de la región. El Santuario abastece a dos acueductos municipales y once veredales (PNN y Corpoboyacá 2018), a la vez que brinda otros servicios de regulación y culturales como aquellos relacionados con la regulación del clima, la formación y protección de suelos, la reducción de riesgos y fenómenos extremos, el aprendizaje e inspiración y el apoyo a identidades (Morales et al. 2007, Aguilar-Garavito et al. 2016, Villarreal et al. 2017). Sin embargo, aspectos como la acumulación de combustibles, el bajo contenido de humedad en las épocas secas, y el dominio de herbazales en grandes extensiones hacen que la vegetación de sus ecosistemas presente una alta susceptibilidad a los incendios (Vargas 2013). Adicionalmente, el páramo húmedo y el bosque andino han sido categorizados como ecosistemas sensibles a este tipo de fenómenos ya que naturalmente han inhibido la ignición y propagación del fuego, pero dada su transformación se puede favorecer la ocurrencia de incendios (Armenteras et al. 2020).
No obstante, se debe anotar que, pese a la sensibilidad de los páramos frente a este tipo de disturbio, su supresión total puede no ser muy efectiva como medida de manejo, ya que entre otros aspectos, puede favorecer la acumulación de altas cargas de combustible y ocasionar incendios atípicamente extensos y con mayor intensidad bajo condiciones climáticas adversas (Keating 2007, Armenteras et al. 2020). En dicho sentido, se resalta la necesidad de conocer mejor la dinámica de los incendios en los ecosistemas del SFFI, de manera que su gestión responda de forma adecuada a la relación de éstos con las comunidades biológicas presentes.
CONCLUSIONES
El SFF Iguaque representa un área de alta importancia para la región dada la provisión de servicios ecosistémi-cos a escala local y regional. Sus características ecológicas y culturales hacen que este Parque Natural sea altamente susceptible a verse afectado por incendios de la cobertura vegetal, en especial dada la sensibilidad de los páramos frente a este tipo de fenómenos. Por ello, la comprensión de la amenaza, vulnerabilidad y riesgo a incendios resulta fundamental para prevenir, atender y mitigar sus impactos. A través de su zonificación es posible orientar de una mejor forma la planeación y manejo del Santuario, de manera que las estrategias definidas deberían priorizar la atención sobre las zonas de mayor riesgo.
No obstante, los procesos de zonificación demandan gran cantidad y calidad de información por lo que se hace necesario mejorar y unificar los sistemas sobre los cuales se reportan los eventos de incendios. Al respecto, la metodología multicriterio propuesta por el IDEAM ofrece una alternativa para abordar su riesgo bajo las limitaciones de la información disponible actualmente, sin embargo, es importante considerar las concepciones posteriores de la teoría del riesgo y gestión de desastres. Junto con lo anterior, el conocimiento de la dinámica de los incendios y su relación con los ecosistemas presentes permitirá orientar de una forma más precisa su gestión y manejo.