Introducción
Internet, lo digital y las redes sociales han generado fisuras en la forma tradicional de comprensión de mundo y de relacionamiento de los seres humanos. En estos tiempos difusos, de contrariedad e incertidumbre surgen inquietudes por la acción política, la movilización y lo político, por la producción de conocimiento respecto a las la subjetividad y sus libertades, el papel del otro en la comprensión del ser, las diversas formas de legitimidad, las resonancias de las concepciones políticas y la pluralidad (Mouffe, 1999).
Dados estos contextos de tensión, emergen categorías trasversales de comprensión. La subjetividad y la socialización política. En la que lo político se constituye en una realidad que se expresa y adquiere forma en el ámbito público, en el acontecer colectivo, de lo común; es una condición para crear con otros y otras. Para desarrollar esta comprensión es necesario un proceso relacional, entendido por Alvarado, Ospina, Quintero, Luna, Ospina-Alvarado y Patiño (2012), como socialización política, en el marco del cual los sujetos construyen signi ficados, sentidos y prácticas aportando a la formación de identidades y subjetividades tan to en ellos como en sus relaciones, de acuerdo con las prácticas disponibles en el contexto social, cultural, económico, político e histórico, pero a la vez de acuerdo con las prácticas emergentes que desde lo relacional pueden contribuir a las transformaciones.
La socialización política se configura como una categoría trasversal que permite la crea ción y reconfiguración de las nuevas generaciones en la compleja composición de la urdim bre social, mediada por la posibilidad de la adaptación, la mediación de normas sociales y los procesos culturales, según Alvarado, Ospina-Alvarado y García (2012),
Este planteamiento obliga a expandir las fronteras más allá de las tradiciones teóri cas establecidas, ubicando en varios planos disciplinares aquellas contribuciones que permitan tematizar más ampliamente las categorías de subjetividad y socialización política. De esta forma, estaríamos en el camino de una reactualización reflexiva del sentido de lo político y de sus expresiones, a partir de una redimensión de dichas ca tegorías (p. 247).
El proceso que deviene en la construcción de subjetividades es articulado y trasversal a los procesos sociales y colectivos, en intercambio e interacción con contextos históricos, so ciales y comunitarios en los que emerge, no se comporta como un reflejo mecánico del mis mo, se posibilita como un principio que interlocuta de manera dialógica con el tejido social, con el contexto. Las subjetividades políticas y su poder transformador en entornos diversos son posibles gracias a las construcciones colectivas, las reconfiguraciones de los sentidos, las prácticas sociales y los agentes relacionales (Ospina-Alvarado, Carmona & Alvarado, 2014).
La socialización política presenta tres modos de abordaje; es entendida como proceso, como producto o como mecanismo social; se entiende como proceso cuando está referida a experiencias que forman la identidad social del sujeto, contribuye a construir la imagen de sí mismo y marca sus relaciones con el sistema político y sus instituciones; se asume como producto, cuando se analiza con referencia al conjunto de valores y normas relativos a la política, y al cómo se apropian por el sujeto; y se entiende como mecanismo social cuando se refiere a formas de reproducción y mantenimiento o de transformación de la cultura po lítica, a través de las generaciones (Alvarado, Ospina-Alvarado & García, 2012).
En este sentido, la subjetividad y la socialización política aportan un carácter multisémico, en campos transdisciplinares que entrecruzan visiones y perspectivas epistémicas que se articulan en dominios propios del saber social. Estas categorías permiten observar una convergencia transdisciplinar, ya que, trasversalisan elementos históricos, culturales, socia les, económicos, políticos, relacionales, entre otros, que se hallan vinculados con la noción de sujeto político y las prácticas políticas que lo limitan.
Para este artículo de investigación, la socialización política se entiende desde la pers pectiva tripartita permitiendo procesos complejos, ya que, la socialización política y la sub jetividad política aportan la posibilidad de visibilizar las formas de relación con el mundo, y como este se interioriza; estos dos procesos aportan elementos para identificar como se comprende, y construye lo social, de esta manera la representación de culturas hibridas y mundos plurales contemporáneos son un desafío para el estudio y la investigación social con jóvenes.
Como menciona Castells (1999) tomado por Nilan y Feixa (2016)
La cibercultura fue una creación de jóvenes hippies y otros sujetos activos en la difu sión de la sociedad red. Y esto ocurre no sólo en San Francisco y Tokio, sino también en Dakar y Quito, no sólo en la sede de multinacionales high tech, sino también en cibercafés de baja tecnología y con teléfonos móviles de alquiler. Hoy en día, estar conectado o desconectado es quizá más cuestión de hibridación cultural que de re cursos tecnológicos o económicos (p. 101).
Las redes del Mundo Antiguo se formaron hace aproximadamente dos mil años a partir de la suma de diversas redes menores, por ejemplo, la navegación oceánica unió las redes del mundo hace relativamente poco tiempo. “Hoy en día (...) todo el mundo vive dentro de una sola red global. La trayectoria de estas redes de comunicación e interacción constituye la estructura que da forma a la historia humana” (McNeill y McNeill, 2010. p. 3).
En la actualidad la sociedad está marcada por la inmediatez, las redes digitales llevan a la humanidad a lograr procesos de comunicación instantáneos, a conocer acerca de situa ciones que están sucediendo en el momento, al instante, además de generar avalanchas de comentarios, de posiciones personales, sin mencionar la posibilidad de masificación o viralización ya que, de acuerdo a Gómez y Zaballos (2016), las personas se comunican a través de la red, haciendo que los límites entre el emisor y el receptor o, lo que es lo mismo, entre au tor y el espectador sean difusos. Las “tecnologías de la información y la comunicación (TIC) están generando una profunda transformación, al posibilitar la emergencia de un nuevo espacio social, el mundo digital o espacio electrónico” (Echeverría, 2009, p. 560). La actua lidad presenta una sociedad que valora la experiencia, la información y la impresión del contenido, el cual es generado y difundido a partir de las conexiones, la interacción social y las redes digitales que amplían el impacto de los contenidos narrativos digitales.
Esta convergencia de la inmediatez, la información y la impresión emocional, tiene un hacedero en las redes sociales, allí la viralización es inmanejable, una vez puesto el conteni do en la red social, no se conoce cuál será su destino, cómo y en qué escenarios se masificará o no. En este sentido una red social como explica Galindo (2010)
Es una plataforma electrónica que conecta, un software permitiendo que muchos in dividuos visualicen información sobre ellos mismos en una pantalla de computadora, se interpelen, y en ciertos momentos interactúen. A esto se le llama oferta y demanda de redes sociales. Por otra parte, ese mismo buscador, pone en línea una ficha de su propio perfil, para que otros lo encuentren y lo interpelen, la parte en que uno mismo se ofrece como mercancía (p. 2).
La relación entre la utilización de internet, la masificación de la comunicación virtual y la política desde hace ya un tiempo va tomando forma y se consolida como la posibilidad de articulación de ideas; al respecto se han presentado diversos ejercicios con experiencias positivas y diversos aprendizajes. Tener comentarios, nociones, percepciones ciudadanas, facilita la escucha y la relación con el otro que está presente de manera digital, esta emer gencia se generó desde 1994 cuando,
Las primeras apariciones de lo tecnopolítico y la utilización de internet para generar procesos de apropiación de otros medios de comunicación emergieron a nivel internacio nal como medio de protesta y apoyo a una lucha social, original en su retórica, y global en sus expresiones antagonistas. La sublevación zapatista del EZLN representó en México y América Latina una doble ruptura simbólica y mediática (Sierra Caballero & Gravante, 2016).
Internet genera que tanto las personas como las comunidades aporten formas y mo delos diversos de participación ciudadana mediados por las redes sociales, propiciando así una sociedad transversalizada, permeada por agentes socializadores que permiten la viralización, el conocimiento y la vinculación a causas políticas casi de manera inmediata y en cualquier lugar del mundo.
Esta nueva realidad social está definida por una cultura participativa, donde los ciu dadanos dejan de ser sólo consumidores y receptores de mensajes, para convertirse en creadores y emisores de contenidos dirigidos a múltiples audiencias y desde múl tiples formatos. Desde esta perspectiva y para comprender cómo se generan conteni dos narrativos, partimos del concepto de “cultura participativa” y “difusión” (spreada bility) al que Henry Jenkins y colaboradores (Jenkins, Ford & Green, 2013) definen en relación con entornos organizados alrededor de la tecnología digital. Permitiendo a las personas convertirse en creadoras y emisoras de contenidos, dirigidos a múltiples audiencias (Gómez & Zaballos, 2016, pp. 57-58).
Las redes sociales han logrado modificar formas de relación y, en ellas, cómo se presen tan las campañas políticas, de acuerdo a Anduiza (2009) la literatura distingue tres etapas en el desarrollo histórico de las campañas electorales (Norris, 2000): campañas premoder nas (hasta los años 1950, basadas en las organizaciones locales de los partidos y el contacto cara a cara), campañas modernas (entre los años 1950 y 1990, basadas en medios de comu nicación de masas: la televisión) y las campañas “americanizadas”, profesionalizadas, o post modernas, que se desarrollan a partir de los años 1990, estas últimas presentan un mayor grado de personalización y de profesionalización, y una mayor aplicación de las técnicas de marketing dirigidas a sectores concretos del electorado (Anduiza, 2009).
Este tipo de campañas y visión de las redes inicia en la década del 2000 cuando los par tidos políticos comienzan a tomarse en serio la campaña online más allá de la creación de sitios web, gracias al creciente aumento en la penetración de internet. Los asesores de cam paña permiten un paralelo “entre la empresa y la política, según el cual el potencial trans formador de Internet está más en su dimensión de herramienta organizativa dirigida a sim patizantes y activistas que en su dimensión comunicativa dirigida a los votantes indecisos” (Vaccari, 2008, p. 654). De esta manera, internet es la forma y la estrategia para establecer un contacto inmediato y continuo entre diversos actores políticos como lo son los partidos políticos, los candidatos y los electores sin la mediación de terceros en la relación.
También se considera el medio ideal para poder aplicar estrategias de microtargeting, dirigiendo mensajes a sectores específicos de la sociedad. Y por supuesto, facilitar una participación más importante de las bases en la campaña y en general en la vida inter na del partido (Chadwick, 2008, p. 12).
En este sentido, la hegemonía televisiva no implica exclusividad, ya que, la aparición de los nuevos medios digitales, las plataformas horizontales y las generaciones articuladas al uso de Internet y en él sus fines políticos (en especial, gracias a las redes sociales). De esta manera se genera el surgimiento de la tecnopolítica, consistente en acciones encaminadas y mediadas por la movilización social en red, así lo denomina Toret (2013).
Así la Tecnopolítica de acuerdo a Toret, citado por Gilabert (2016) se comprende como el “uso táctico y estratégico de las herramientas digitales para la organización, comunicación y acción colectiva. La capacidad de las multitudes conectadas, de los cerebros y cuerpos en red para crear y automodular la acción colectiva” (p. 91).
Si bien el medio más importante y masificador para informarse sobre el mundo de la política y cómo este se desarrolla es la televisión, hoy la democracia participativa presenta una oportunidad generada y mediada a través del internet y las redes sociales (Sampedro, Muñoz & Dader, 2011), esta democracia aporta a ejercicios potentes de comprensión, vincu lación política, alineamiento, conocimiento y participación democrática.
De esta manera, internet y las redes sociales se han convertido en una estructura ma tizada por actores presentes en ellas y por aquellos ausentes, al mismo tiempo alineada en torno a sus relaciones, gustos, lenguajes y formas que se pueden identificar a partir de la lectura y la comprensión de varios grafos:
En términos teóricos, las redes configuran contextos de comunicación e intercam bio entre actores, configuran pautas operativas, normas y valores que condicionan la conducta de los actores en ellas, y posiciones funcionalmente diferenciables que son clave para entender el comportamiento de los actores dentro de cada red y el desem peño de la red en su conjunto. Los patrones de comportamiento e interacción dentro de las redes guardan una estrecha (pero no evidente) relación lógica con el sistema de relaciones que las configuran y con las posiciones funcionales diferenciables a su interior. La posición de los actores dentro de la red constriñe su comportamiento, su capacidad y horizonte de acción, y su acceso e influencia sobre los recursos e informa ción que se distribuye dentro de cada red (Aguirre, 2011, p. 15).
A este respecto, Sánchez, López y Barreto (2014), mencionan que “las redes sociales se han convertido en un escenario central para el estudio de la vida cotidiana de los individuos y, en el ámbito político, son un espacio que facilita distintas formas de participación política” (p. 383). Como lo ha expuesto Heller (1977), la vida cotidiana tiene un carácter fundamental en la constitución subjetiva. De esta manera, las redes sociales son y seguirán siendo una comprensión de la participación dentro del sistema político relacionada con los medios de comunicación y permeada por diferentes tipos de influenciadores, activistas y personas re conocidas en la red, ayudando a la construcción de diversos espacios para la comprensión y el manejo del conocimiento y el desarrollo de intervenciones e investigaciones como campo de acción social.
La difusión de la tecnología ha proporcionado el surgimiento de diversas formas de to mar parte, opinión y postura, a través de la red. Esta evolución en red no se ha realizado de manera espontánea, ha requerido del tiempo y la llegada generalizada de las redes a diferen tes personas, ciudades y, la masificación de estas en el contexto, aún requiere de acuerdo a Van Deth (2001), un mayor número de personas para lograr una acción política eficaz. Estas necesidades se evidencian en que la tecnificación de las sociedades, y los límites que ahora no son tan claros terminan en un manejo acuoso de las fronteras entre lo público y lo privado, el margen que antes se podía extender hoy se ha difuminado, es más difícil encontrarlos y todo el tiempo se trasgrede lo que en un principio estaba impuesto, hoy ese margen entre lo que se debe saber, lo que se debe conocer y lo que han facilitado la comunicación, la cercanía, la globalización y la trasculturalidad han quebrantado los modelos de socialización.
Estas situaciones enfocadas en el orden político latinoamericano han generado ejerci cios de apropiación social con mediación del poder:
El proceso de apropiación y uso de las Nuevas Tecnologías de la Información y Comunicación (NTIC) y de los medios digitales en América Latina se inserta en las conflictivas y contradictorias luchas por la democracia en la región ante la falta de canales de visibilidad de un sistema privativo y en ocasiones de virtual monopolio do minante en los medios oficiales analógicos y digitales (Sierra, Gravante, 2016, p. 165).
Esta búsqueda de los espacios, de las luchas democráticas por escenarios diversos que han permitido “la apertura de espacios y procesos para repensar y dar voz a culturas, a mino rías, y a actores sociales excluidos e históricamente sometidos a la condición de periferia y de los márgenes de la subalternidad” (Caballero, 2013, p. 11); esto en el sentido que ahora las investigaciones coinciden en que los partidos políticos han comenzado a utilizar la web y las redes sociales, no para convencer a votantes indecisos, sino fundamentalmente, para cons truir, movilizar, aglutinar a los activistas ya predispuestos a votar, reforzando sus opiniones, captando fondos y llevándolos a votar el día de la elección (Bimber & Davis, 2003; Karlsen 2007; Vedel & Cann, 2008).
La web 2.0 permite que estén “empezando a perder valor las opiniones de grandes ex pertos en un tema concreto frente a las de cientos de usuarios que, con menos experiencia y conocimientos, opinan sobre los mismos temas” (Fernández, Llopis, Martínez, Gutiérrez y Diez, 2017, p.141). Esto se ha generado gracias a que internet permite expresar diversas opi niones en diferentes temas, aporta a la facilidad para tener acceso a diferentes contenidos a través de diferentes formas y plataformas, brindando diferentes puntos de vista sin importar si el usuario es o no conocedor de la información o el tema que se esté tratando:
La llamada web 2.0, que hace referencia a un conjunto de aplicaciones online cuyos contenidos son definidos por los usuarios (blogs, redes sociales, webs en las que com partir archivos). Según (Gibson and Rommele 2008), la web 2.0 supone cuatro cam bios fundamentales para la comunicación política: (a) el paso de un modelo de distri bución de mensajes one to many (de uno a muchos) a otro many to many (de muchos a muchos); (b) la creciente necesidad, ante el ingente volumen de información online, de buscadores y agregadores de información; (c) la producción de contenidos políti cos que pueden distribuirse a través de medios muy diferentes; (d) la ampliación de los canales de comunicación bottomup (de abajo hacia arriba)” (Anduiza, 2009, p.7).
Internet ha cambiado los roles en la comunicación. Las redes sociales favorecen espe cialmente los procesos de colaboración y participación comunitaria (Pérez Alcalá, Ortiz Ortiz y Flores, 2015; Ruiz Corbella & De-Juanas Oliva, 2013). En este sentido, la web presenta una amplia filosofía colaborativa, se ha expandido a todos los escenarios de la vida cotidiana, desde lo laboral hasta lo personal, en la cotidianidad nos encontramos inmersos en la red. Al mismo tiempo, que constituye un escenario natural de aprendizaje tanto formal como informal (Dabbagh y Kitsantas, 2012). En cuanto al caso específico de la comunicación, “es notorio el desarrollo de Internet y en ella las redes sociales, que han adquirido un protago nismo amplio y destacado” (Pérez, et al., 2015, p. 510).
Es un desafío comprender lo complejo de esta mirada de la web, lo político y la posibili dad de articular estas aristas en un solo desarrollo; de acuerdo con Arendt (2002), la vida po lítica se genera en el entre nos, ya que la acción depende del otro, es indivisible a la presencia de los demás, por esto hay un vínculo entre actuar y estar juntos, de acuerdo a esta situación la praxis requiere de la pluralidad, de la comunidad que habita un espacio público. Lo que esto pretende indicar es que la acción no siempre debe ser colectiva; sin embargo, la acción vivida y narrada no significa si no se tiene al otro que juzgue lo que se dice y hace, la acción debe transformar las condiciones o las tramas de relación y poder de alguien.
En consecuencia, la tecnopolítica aporta la posibilidad de apropiar tecnologías de la información para la creación estratégica, el diseño, la realización de convocatorias virales de ocupaciones o protestas políticas, logrando visibilizar e impactar de manera personal, a través de las aplicaciones que utilizamos, lo cual da cuenta de la necesidad latente de las causas compartidas en pos de un margen de la comunidad.
Es decir, una tecnopolítica que en muchos momentos parece avocada a un asunto espe cial o que atañe, toca y asume la comunidad como un sujeto de socialización, como una po tencia o, agente de cambio social, y al mismo tiempo como objeto de socialización, dentro de la reproducción y afirmación del orden social vigente, logrando que se descoloquen y se movilicen, dejando de ser objetos pasivos y adoptando una posición de sujeto activo dentro del cambio de paradigma político.
De esta manera, la comunicación es un elemento fundamental en relación con la prác tica política, los cambios que internet produce en el proceso comunicativo posibilitan el punto de partida para las transformaciones ulteriores. De acuerdo con Jurado (2014) la co municación política había tenido dos características fundamentales: la intermediación en su nivel interno y la unidireccionalidad en su esfera externa; tras la generalización del uso de las Tics, ambas características se alteran. Internet, en especial las redes sociales, dibujan una estructura y un proceso comunicativo donde confluyen y se interconectan multitud de emisores y receptores en tiempo real, transformando la comunicación lineal en otra reticu lar. En palabras de McNamee (2007, 2012) participar en una amplia gama de contextos, con la exploración de las formas del desafío relacional, y la construcción de prácticas de comuni cación mediadas por la creación de significados de manera colaborativa, de esta manera se logran obtener formas innovadoras, no excluyentes, que permiten la reorientación comunicacional a partir de la comprensión relacional y las prácticas participativas.
En este caso, las tecnologías de la información y la comunicación, en especial Internet, posibilitan nuevas tendencias de protesta y de acción colectiva, la vinculación social; ade más, a través de las tecnologías de la información y la comunicación se desarrolla un catá logo de métodos y prácticas novedosas que desbordan el marco tradicional e instituciona lizado, poseen una potencia creadora, han ampliado el rango etario interesado en algunos temas políticos o sociales y han ganado toda una comunidad, ya que las TICS y las redes so ciales no distinguen ni de raza, ni credo ni condición social, están en todas partes y pueden ser utilizadas con pocos medios. Este cambio de paradigma se ve reflejado en los valores, las prácticas, los métodos o los saberes desarrollados en el seno de las nuevas formas sociales, como señal real de una cultura política emergente, sin perder de vista que, como afirman Inglehart y Wezel “los elementos culturales tienden a cambiar principalmente a través del reemplazo generacional de la población” (2007, p. 76).
Espacios digitales que han generado un nuevo escenario que exige la adquisición de nuevas habilidades. Estos instrumentos tecnológicos se han convertido en una nueva forma de interpretar y recrear el mundo que les rodea sirviéndose de discursos integradores y multimodales (Batenson y Mártin, 2013; Sawyer, 2013) y donde las personas se han convertido en creadores poniendo en sus manos nuevas herramientas de difu sión (Gómez & Zeballos, 2016, p. 55).
De esta manera, es necesaria la emergencia de la tecnología de la información, ya que destaca la capacidad (aún por desarrollar) para ampliar la participación política (Chadwick, 2006) y generar espacios diversos de ciudadanía, convergencia y participación que posibili ten un empoderamiento ciudadano, aportando al desarrollo local y regional con impactos y visibilidad.
La participación y el conocimiento de las posibilidades glocales de los diversos contex tos, obliga, de acuerdo a Murga y Novo (2017), a una comprensión amplia, no sólo del senti do de pertenencia de las personas en su contexto, sino también los límites y necesidades del planeta en su condición de una «casa común» de todos los humanos; esta doble condición de ser local y global precede impuesta por el momento histórico, en palabras de Nussbaum (1999):
Al aire le traen sin cuidado las fronteras nacionales [...] vivimos en un mundo en el que los destinos de las naciones están estrechamente relacionados entre sí en cuanto se refiere a las materias primas básicas y a la supervivencia misma (p. 23).
Por lo tanto, la democracia en Red, que busca mayor vinculación y la apropiación de la ciudadanía de las decisiones políticas, debería posibilitarse de acuerdo a la disminución de las restricciones para participar, para acompañar gracias a los medios digitales. Como men ciona un estudio del «Pew Research Center's Internet American Life Project» y el «Project for Excellence in Journalism» (Purcell et al, 2010) internet y las redes sociales han convertido las informaciones en portátiles, personalizadas y participativas.
Estas situaciones aportan a “la relativa autonomía respecto del poder estatal y de las instituciones tradicionales permite a los individuos un mayor intercambio de opiniones y conocimientos, así como la adopción de puntos de vista críticos” (Iosifidis, 2011, p. 623). En los últimos años, “las redes sociales han generado grandes cambios en las dinámicas so ciales y un gran impacto en el mundo actual en los ámbitos económico, cultural e incluso político” (Sánchez, 2014, p. 385), en nuevos “espacios para la deliberación” (Borge Cardenal, 2011, p. 1). En la Red, “la ciudadanía identifica y da a conocer sus objetivos, solicita y fomenta apoyos, organiza y comunica información e instrucciones, recluta y recauda fondos” (Van Aelst Walgrave, 2002, p. 488). Sin embargo, los cambios ligados a la participación de la ciudadanía no solo se limitan a los modos tradicionales de acción política.
Conclusiones
Las redes digitales e internet, han facilitado formas de movilización e integración, también han multiplicado las formas de participación ciudadana a través de la interacción; las redes sociales y la movilización generan el fortalecimiento de los vínculos desarrollados por la ciudadanía, los partidos políticos y sus candidatos, generan procesos de eficiencia en la información política y el compromiso ciudadano.
Además, las redes digitales e internet como lo mencionan Alvarado et al. (2012), reto mando a Berger y Luckman (1983, 1995) y a Zemelman (2004), permiten “recuperar sujetos plurales capaces de desplegar su subjetividad al autoproducirse histórica, social y cultural mente, al mismo tiempo que producen el mundo social y sus universos de sentido” (p. 28).
Estos desarrollos de las glocalidades aportan nuevas formas de interacción, relación y compromiso social, formas que posibilitan al sujeto como constructor de historia, como ha cedor de sí mismo y de su entorno, desde esta mirada se fracciona el sujeto cartesiano, esta mos ante la posibilidad de pensar y argumentar críticamente un sujeto que está dispuesto a encontrar sentido, verse en él y participar, en la construcción política en los escenarios pú blicos como diría Zemelman (2004) en “comunidad de sentido” (p. 98).
De este modo la socialización política y la subjetividad cambian sus tramas entendidas por Alvarado et al. (2012) como la autonomía, la reflexividad, la conciencia histórica, el valor de lo público, la articulación entre acción vivida y acción narrada, la redistribución del po der; al tener en cuenta que en ellas se entretejen urdimbres por conocer, formas que apenas están entrelazando sentidos, que hoy disponen de escenarios políticos y éticos de actuación que no se habían contemplado, que han descolocado el estudio de las ciencias sociales y que lo han ubicado en un lugar de agilidad, cercanía y flexibilidad.
La sociedad actual se encuentra caracterizada por la inmediatez, los cambios en las formas de poder, debido al internet, que logran que las personas seleccionen el contenido que desean, además de posibilitar diversas formas de incidir políticamente en y con los ciu dadanos. Así mismo, la tecnopolítica puede acelerar o consolidar tendencias, hoy internet es utilizado como herramienta, como un aliado que facilita otros tipos y posibilidades de desarrollo político y social.
A partir de estas inquietudes se deben buscar formas de comprensión de las configura ciones de la política, ahora favorecidas y/o facilitadas por el uso de las nuevas tecnologías.