Introducción
El presente ejercicio de sistematización y caracterización de la vivencia de la población moradora en el Valle de Aburrá, se logra con el apoyo y la participación de sujetos pobladores, vinculados a múltiples procesos formativos, quienes usan estos espacios, como una herramienta de contención psico-social y de cohesión comunitaria en perspectiva de organización con enfoque popular, donde además del reconocimiento de las formas de superación de las situaciones adversas, logran construir proyecto de territorialidad.
Desde los espacios formativos convocados por el laboratorio urbano como grupo metodológico de la alianza inter-universitaria Redipaz, se posibilitó el acercamiento a las condiciones concretas en las que se dinamizan las organizaciones barriales de moradores. En dichos conversatorios y talleres formativos, que se desarrollaron entre 2017 y 2020, a manera de problematización, como espacios de escucha y reflexión colectiva, se logra darles visibilidad a las afectaciones vividas por dicha población y al planteamiento de alternativas de superación desde el trabajo organizativo comunitario.
En la ruta de construcción del presente texto se buscó recoger y validar información desde la perspectiva de la población participante, desde ejercicios de socialización en plenarios, donde las personas nombraban su procedencia originaria , residencia, los lugares por donde han transitado en condición de desplazamiento y los casos de revictimización con la que cargan algunas de sus familias, hasta llegar a los tipos de organización en los que se han apoyado en búsqueda de los propósitos que les movilizan, que en algunos casos ha posibilitando consolidar propuestas alternativas de defensa desde las comunidades. “Al calor de la organización comunitaria se aprende que los problemas socioculturales y de civilización no se resuelven solo pidiendo reformas economicistas a la recurrencia neoliberal, sino que se hace necesario regenerar y reconfigurar el tejido humano social y cultural hacia una política de otra civilización. La participación y la democracia empiezan a ser asumidas de otras maneras”. (Villa & Insuasty, 2014, p. 442).
Los encuentros formativos propiciaron además consolidar reflexiones y rutas de acción construidas con los participantes, en modo IAP. Como acompañante del proceso, se da testimonio de los valiosos ejercicios de auto-reconocimiento realizados por la población, donde las personas participantes en el proceso se van dando un lugar legítimo como sujetos de poder desde el accionar organizativo, al lograr fortalecer desde herramientas formativas y políticas, su subjetividad política, para incidir desde espacios de movilización y participación genuina con sus comunidades. “los procesos organizativos de acción social y política, las redes, las organizaciones comunitarias y especialmente los movimientos sociales, se han convertido en escenarios privilegiados para la formación y expresión de subjetividades políticas. Estas asociaciones entre personas procuran el logro de intereses comunes en torno a su bienestar, la resolución de problemas que los afectan y la mejora de sus condiciones de vida. Se trata, en todos los casos, de articulaciones sociales que adquieren un sentido político”. (Duque et al., 2016, p. 135).
Es en esa dinámica de encuentro que se fue configurando desde la observación participante, un consolidado de información y de construcción de datos de ese sujeto social al que nombramos: “población moradora”, tratando de entender cómo se han ido organizado desde estos ejercicios de autoidentificación de sus condiciones de vida. La apuesta por la auto- sistematización (Villa Holguin, 2019) además de posibilitarnos a investigadores y participantes del proceso, conjuntamente lograr visualizar algunos aspectos y consideraciones sobre lo que sucede con el contexto inmediato como población, ha posibilitado profundizar en las variadas formas de entender “las nociones de desarrollo y progreso” que hay en la ciudad de Medellín.
A partir de los relatos, imaginarios o mentalidades que se van posicionando en sus habitantes, se buscó que la conversación y las interpelaciones entre participantes se activara desde situaciones genuinas que fueran cualificando los puntos de mirada. El texto tiene como hilo, la búsqueda de los momentos de toma de distancia al papel funcionalista de los discursos de las nuevas ciudadanías que se va enquistando en los liderazgos organizativos y que terminan bajándole perfil político confrontativo a las dinámicas de resistencia que las comunidades han venido construyendo para ocuparse colectivamente de las situaciones problemáticas con las que se vive dentro de los territorios desde la perspectiva del proceso comunitario. De esa manera surgen en las interlocuciones, variados aportes en la consolidación de posturas críticas frente a los diseños y las proyecciones de las mentalidades desarrollistas, que, a partir del mapeo hegemonizado, proponen seguir condicionando la construcción comunitaria de la vida en el territorio.
Como investigadores participantes, este tipo de comprensiones implica tener presente los desafíos sociales que se traducen en la consolidación de las propias posturas ético-críticas como sujetos sociales y políticos. Al pensar los encuentros en clave de intercambios formativos, se fue posicionando cualitativamente el sujeto orgánico comunitario que además de reflexionar sus necesidades y problemáticas, avanza en la construcción de una agenda pública emergente de moradores, a partir del reconocimiento de la potencia de lo común y lo procomún, en la reconstrucción del tejido comunitario que va perfilando un plan de Ordenamiento Participativo del Territorio, a partir de la consolidación de una propia agenda política como herramienta de planeación y construcción participativa del territorio.
De este acompañamiento a lo organizativo se lograron generar algunas categorías investigativas, con las que se elabora el texto: de la “caracterización de la población moradora al acompañamiento en la construcción de experiencias de resistencia al despojo, en la conflictividad urbana de la ciudad de Medellín”, como ejercicio investigativo y formativo desde la conciencia histórica, enfatizando en la necesidad de la propia recuperación y configuración de la población moradora como sujetos colectivos de transformación “en su cotidiano intento por sortear las situaciones económicas de subsistencia, además del opresivo trámite de sobrevi vencia con las instancias de la oficialidad y los grupos armados que hacen presencia en las zonas donde viven” (Zibechi et al., 2021, p. 11).
Antecedentes
A partir del lanzamiento del texto “Victimas del desarrollo Medellín, progreso y moradores en disputa” en marzo de 2019 por parte del grupo de investigación social Kavilando en asocio con la red interuniversitaria por la paz, Redipaz, surge la inquietud y la expectativa en personas y organizaciones de la ciudad por la asesoría, el apoyo y el acompañamiento que se le puede brindar a la población en condición de afectada en la gestión, el trámite y la consolidación de herramientas de acción en la reivindicación de sus derechos humanos.
En dicha perspectiva el grupo Kavilando y la alianza Redipaz, bajo la modalidad de diplomado, proponen un proceso formativo, al que se nombró: “Planeación y defensa del territorio desde procesos comunitarios”, cuyo objeto fue, generar y compartir insumos para el fortalecimiento organizativo y la exigencia de derechos, en defensa de los territorios y la construcción de agendas comunes, proyectando “desde abajo” con la población afectada, una ciudad con justicia social para la vida con dignidad.
Desde los espacios investigativos-formativos de trabajo con líderes y lideresas sociales de las poblaciones afectadas por los proyectos ejecutados en el marco de los planes de ordenamiento territorial de Medellín, asumidos por la Red Interuniversitaria por la paz REDIPAZ, en acompañamiento de un equipo interdisciplinario de investigadores sociales de dicha RED, se logró consolidar una estrategia pedagógica de acompañamientos situados en territorio, a partir de una serie de convocatorias a espacios de discusión de cara a la ciudadanía, tratando el paralelo de las dinámicas de “Despojo y la defensa del territorio,” donde las movilizaciones y el liderazgo social logran poner su voz y construir el contra argumento para debatir e interlocutar con el establecimiento en torno a las afectaciones jurídicas, organizativas, comunitarias, colectivas, culturales y valóricas del intervencionismo desarrollista neoliberal en las ciudades.
Con la idea de ajustar la intención de perfilar un plan integro en lógica comunitaria, los diplomados y ejercicios formativos están articulados de acuerdo con los casos vividos en los sectores intervenidos, desde donde se retoman según los propósitos, algunos tópicos abordados anteriormente en múltiples experiencias formativas, que se nos convierten en dispositivos o insumos problémicos a la hora de profundizar desde el proceso de acompañamiento. Estos tópicos han sido profundizados a la manera de referentes empíricos, adecuando la metodología de trabajo entre lo ilustrativo y lo constructivo, en la dinamización desde el objeto de estudio convocante del proceso: “la planeación y defensa del territorio desde la perspectiva organizativa de la comunidad”.
Se recurrió al abordaje sobre las situaciones generadas por la planeación histórica de la ciudad hecha desde espacios oficiales, para entender cómo se genera estructuralmente la exclusión y el despojo de las poblaciones visualizando el predominio del mito de la participación. Allí los participantes identificaron, algunos elementos sobre cómo se concibió la participación en el Plan de Ordenamiento Territorial (POT 2014), posibilitando el avance en la consciencia sobre el componente participativo concebido oficialmente como uno de los condicionantes del despojo, a partir de las medidas adoptadas por la administración en términos de sus maneras de intervención urbanista.
Dichos “casos referencia” permitieron problematizar ampliamente el plan municipal de desarrollo y el POT 2014. En los espacios de acercamiento formativo con la población, a la vez que se ha visualizado el plan antagonista, en paralelo se ha buscado tramitar las pre guntas por ¿cómo planteamos revertir el plan antagonista? Y ¿cuál es el plan propuesto por la comunidad? Dichas preguntas se convierten en móvil que posibilita a los participantes mantener prácticas de reconocimiento en términos de las propias ideas, para enfrentar la situación provocada por la alianza intervencionista. De allí se han derivado varios ejercicios reflexivos en trayecto de concientización y problematización, que fueron propiciando identidad por el trámite de la problemática a través del enfoque colaborativo.
A modo de contexto
Es probable que varias generaciones de pobladores urbanos, no pudieran reconocer la situación del habitante rural colombiano que se desangra y desmiembra comunitariamente con cada arremetida del despojador, hasta que el despojo no tocó la puerta de la ciudad. Para ambas poblaciones la vida de contingencia se mantiene y el presente va exigiendo un constante reacomodo a las circunstancias como seres resilientes. Lo evidente es que las marcas quedan en el cuerpo, en la mentalidad y en el alma de las comunidades por donde pasa la hecatombe, por ende, las preguntas por ¿Cómo el tejido comunitario en contexto urbano-marginal, es condicionado por los intereses del negocio inmobiliario y por el inversionista de los megaproyectos instalados en lo urbano y lo rural? ¿Cómo las marcas del despojo y la desprotección a la población por parte del estado, que para el caso es quien desplaza forzadamente, condicionan el quehacer de la población en esa a reconfiguración de la subsistencia vía reubicación territorial que les convierte en refugiados en su propia ciudad, afectando sus vidas en lo personal, familiar y comunitario?
El despojo se hace por algo, y aunque se representa en fuerzas armadas desalojando civiles indefensos, estas fuerzas defienden intereses, modos de ser y hacer sociedad que acumula e individualiza. Para el caso de la ciudad de Medellín, lo que está en disputa tiene que ver con hacerse al control del suelo, para la especulación económica y el negocio de la industria inmobiliaria del embelleciendo artificial de la ciudad de las flores, por parte del acuerdo con el cementero privado vía recursos públicos , en el incipiente y dependiente desarrollo comercial turístico paisa y de fondo, la imposición maniqueísta de una hegemonía ideológico-cultural a los demás grupos poblacionales, macartizándoles como no civilizados o antisociales, si no asumen el nuevo orden despojador del desarrollismo neoliberal.
Esa meticulosa motivación por intervenir la ciudad para convertirla en un escenario comercial transformando no solo los espacios, pues tras el diseño de espacios está el control de comportamientos instituidos, homogenizando la expresión y los gustos, pasa por encima del consentimiento de las comunidades vivientes allí, desplazándoles en lógica del supuesto “interés público” que legaliza el despojo material y simbólico. La población despojada no tiene otras opciones que el desplazamiento o la “reubicación”, circunstancia bajo la que toca reconstruir vida y sentido social, en medio de marcas y afectaciones. Desde esta perspectiva entender y reconocer quien es la población moradora, implica profundizar en las marcas que deja el despojo a dicha población y como se genera la organicidad que posibilita que dichas afectaciones sean reparadas buscando restaurar bienestar y vida digna para las poblaciones.
El despojo como problema social en Colombia tiene un abordaje complejo, las ideas y explicaciones sobre tal fenómeno, suelen generar otras guerras, pues suscitan todo tipo de reacciones en lo macro y lo micro político. Desde el punto de vista de sujetos concretos como lo son las poblaciones de moradores que lo han padecido, cuya vivencia y opinión desde la experiencia directa como actor social, no ha sido considerada por los interesados en la transformación urbana, hay una voz que quiere manifestar su malestar social, sin el ruido de las balas o los discursos políticos.
Los poderosos imponen una noción desarrollista al parecer absoluta e indiscutible, donde parece que el despojo es inevitable, se naturaliza e invisibiliza a quienes tienen que padecerlo por causa del “desarrollo”, la población moradora que lleva la peor parte en ella, es quien paga una penalidad que no le corresponde, asignada tal vez por vivir sobre el suelo que otros pretenden.
El reconocimiento de la experiencia de la población afectada, facilitaría, entender esta sociedad excluyente y segregadora y así poder ocuparnos de cómo generarle alternativas, convencidos de que darle espacios de visibilidad y generar los medios para que la voz de la población afectada sea escuchada, ayudaría a comprender como llegar a la negociación de los actuales conflictos a los que nos enfrentamos como sociedad, hacia una posible supera ción de la contienda por medio de una conciencia social reparadora que permita esclarecer además ¿Cómo se da el despojo social y cultural a las comunidades bajo el control de los acumuladores? Y ¿Cómo se origina el desarraigo con el territorio en la ciudad de Medellín?
La población de las periferias rurales y urbano-marginales enfrenta como puede la con dición de sobreviviente que se impone como dinámica social, una gran parte de migrantes internas, se nomadizan en su esfuerzo por proteger los suyos y para defenderse tratan de reconstruir su nicho al terruño al cual lleguen como refugiadas o “reubicadas”, algunas son moradoras efímeras, otras iniciativas logran consolidarse haciendo nuevo territorio, resistiendo hasta el relevo generacional, pero algunas heridas no cicatrizan, la paz no germina en las barriadas y las traumáticas huellas son fantasmas que habitan la memoria no reparada, dejando la cuestión en pregunta abierta ¿Qué consecuencias tiene para la vida de la sociedad una relación con la institucionalidad marcada por el despojo?
A modo de problematización
¿Cómo vive la población Moradora en la ciudad de Medellín?
Los relatos oficiales exponen que las ciudades colombianas de mediados de siglo XX crecían de manos de la poderosa industria que llegó a redimir la economía y los capitales locales con las firmas, maquinarias y técnicas de los norteamericanos, y fue esa demanda de mano de obra, la que convocó las multitudes de obreros que repoblaron las pequeñas ciudades. Otras versiones plantean que fue la violencia política acontecida en el campo, la que hizo migrar grandes grupos poblacionales entre los años 50 y 70, ambas explicaciones se complementan, a la idea colonizada de progreso urbano que provocó el exilio del campo a la ciudad en la necesidad de fuerza de trabajo del capital, o por la coerción violenta, al tener que huir de la guerra. En ambas se ejerce violencia estructural, simbólica o física y en ambas el foco de desplazamiento es campesino, pero ¿Y qué pasa después con el campesinado que llega a la ciudad? ¿Con qué características relacionales viene la gente en migración desplazada por la idea de progreso o la violencia política?
Las ciudades además de ser lugares físicos, son entendidas como fenómenos sociales producto del trámite de la conflictividad que la dinamiza, por ende estas, no están desprovistas de intereses en disputa, la “modernización urbana” en Medellín, tiene como telón de fondo, la guerra por el progreso de los particulares, es un fenómeno fruto de esos intereses, donde confluyeron al mismo tiempo, por lo menos tres dinámicas: la tensión de la oficialidad con la presencia de células de las guerrillas ubicadas en las periferias de las ciudades, confrontando asuntos como el endeudamiento de la economía local, que buscaba capitalizar los sectores productivos. La política de “alianza para el progreso”, que sellaba la dependencia en favor de los norte-americanos y encendía la disputa ideológica del estado. Por último, la recapitalización inyectada por medio de las multinacionales del tráfico de narcóticos. Los tres fenómenos que se daban en paralelo cuando la población campesina saqueada, caminaba con sus cargas históricas hacia el progreso citadino y se alojaba en los nuevos focos de conflicto, nos posibilita preguntar: ¿A qué nuevas luchas se enfrentan las recientes poblaciones de migrantes, que hoy son moradoras de la urbe?
El éxodo campesino del campo a la ciudad motivado principalmente por factores políticos y económicos, como proceso de recepción del desplazamiento forzado de la población hizo emerger otras ciudades dentro del plan de una metrópoli. Su expansión y desarrollo se explica, entre otras razones, por el auge industrial y la guerra política. ¿Cómo se reconfiguran las ciudades en las dinámicas de repoblamiento de la gente campesina que ingresa al proyecto económico urbano o que busca refugio fruto del desplazamiento que deja la guerra?
Quizás pocos en Colombia pueden imaginar que la resiliencia y el trabajo de sobrevivencia del campesinado migrante, ha posibilitado de manera artesanal, configurar gran parte de la vivencia desde la superación comunitaria de las problemáticas de las ciudades en los últimos cincuenta años. Por ende, los barrios populares, no son fruto de la planeación oficial, son un legado de superación y esfuerzo, generado en el trámite al destierro físico y al despojo social y cultural causado en la etapa más contemporánea del conflicto interno armado en Colombia. La búsqueda del “progreso” y la presión de la guerra se van convirtiendo en paradigmas que la forma de socialización citadina concreta en las maneras de habitar, generando a su vez nuevos prototipos de cultura y subjetividad, asunto que nos hace preguntar por ¿Cómo los escenarios urbanos se convierten en receptores del conflicto social y político? Y ¿Cómo se configuran esas dinámicas de habitad en las ciudades?
En cada nueva morada donde llega la migración, sea vereda o barrio, hay un dueño de complejos modales, que ya tiene adecuado el escenario a sus intereses, de tal manera que se recibe a la población errante en hostilidad, a la que solo le resta adecuarse a las circunstancias que cada viento les trae, algunas más dolorosas y comprometedoras. Y la banda no se hace esperar y sale a imponer su toque y empieza una nueva página en la crónica del destierro y el desarraigo. Cabe preguntarse ¿Cómo son las pautas sociales impuestas en códigos de conducta ajustados a los intereses de los grupos que ejercen el control territorial?
¿Cómo se hace como sociedad en las condiciones de abandono por parte del estado?
Entre los años que van de los 60s a los 80s, la gente campesina en busca de refugio fue llegando a uno de tantos pequeños poblados montañosos que acogió la migración en Medellín. Una gran masa de población que carente de techo es recibida por el que lotea, especulador que negocia con lotes que legalmente no se sabe a quién pertenecían, este alquila o vende en condiciones asequibles el pedazo de suelo escarpado de difícil modificación. Allí se construyen los ranchos con madera y latas en medio del pantano amarillo, las comunas de ranchos van transformándose en refugios de ladrillos rojos sobre la falda de la montaña, en la medida en que el refugiado ejerce o transita entre la mendicidad, el trabajo en reciclaje, la albañilería, las ventas informales, como obrero en la industria o en el empleo doméstico, así sea por un sueldo de miseria, como una manera de engancharse al aparato citadino. ¿Que se trae del campo y que se construye con eso que se trae? ¿Qué tipo de sentimientos se generan en las poblaciones que habitan “sectores marginales” de la ciudad de Medellín el haber estado inmersos como civiles en el conflicto armado?
Los pobladores en condición de desplazados que se ven obligados a reagruparse en las laderas, comienzan la adaptación al territorio urbano, urbanizarse fue un proceso lento, pero de a poco el sector de la periferia empieza a adquirir una estructura física y social, que implicó organicidad y empuje, “lo hemos hecho nosotros”, indica un líder de la acción comunitaria, “Y es que el barrio, es así porque la gente lo hizo así por sus propios medios”. De ese hito organizativo motivado por la consecución y adecuación de las viviendas, emergió un tejido comunal que se hizo fuerte al enfrentar la lucha por condiciones de sobrevivencia a partir de resolver las necesidades básicas de infraestructura social como el acueducto comunitario y las vías de acceso tratando de dejar atrás el exilio de su terruño montañoso. Ahora las montañas son de cemento y con el tiempo han ido convirtiéndose en una ciudad dentro de la ciudad, configurada por barrios y comunas “populares”, donde caben las preguntas por ¿Cómo se hace parte de la ciudad?
El autoconstrucción y la autogestión son aspectos claves en las diversas formas organi zativas de los migrantes que buscaban hacerse a un espacio dónde vivir en los asentamientos. Ese auto diseño, acomodado a las condiciones del suelo y a los criterios de arquitectura modesta, en la forma espontánea del morador, así fuera en terrenos difíciles por lo empinado y quebrado de su topografía en la parte alta de la cordillera que es lindero de la urbe, se convierte en una forma esperanzadora que compensa algo de lo perdido en la travesía rural - urbana. Fue de esa manera como las gentes en sus escasos recursos materiales pudieron conseguir techo. Las comunas se vuelven así en una forma de urbanización masiva donde coexisten los hogares populares de grupos muy amplios de familias que daban un alto significado a tener techo. Pero ¿Cómo les recibe o acoge la ciudad?
La opresión simbólica sobre “los moradores” o nuevos pobladores por sus condiciones o circunstancias parece otra de las marcas que deja el conflicto social y político, la urbanidad y sus políticas segregacionistas, les rotulo como gente producto de invasiones. La categoría “invasores” como manera de referirse a los ocupantes por no tener la autorización estatal, empieza a establecer una forma de entender a los nuevos habitantes. Y bajo ese remoquete, les genera una existencia: “los desplazados”, “los que viven en la invasión”, “los hijos de los invasores”, “los refugiados”, “los que no debieron llegar”, “los que viven en el barrio pirata”, “los pobres de clase más baja”, “los ilegales”, “los informales”, donde cabe la pregunta ¿Cómo luchar por un espacio de reconocimiento no discriminante en la cultura citadina?
En ese intersticio generacional de los 70s 80s donde las personas en condición migrante hicieron el transito del campo a la ciudad, construyendo nuevos sentidos de vida en medio del “progreso citadino”, el trato como “invasores” deja marcas como el resentimiento social y la autoexclusión, que terminan constituyendo facetas de subjetividad resignada y arribista, en esos mundos de la vida. Aspectos que son difíciles de ocultar en gran parte de la población y que van mutando de la solidaridad y la vecindad campesina a las relaciones agrestes de refugiados en la urbe, como lo son la desconfianza y el oportunismo, dejando como interrogantes ¿Qué hacen las poblaciones periféricas de la ciudad de Medellín con sentimientos como la desconfianza, la frustración, el resentimiento que les hace sentir en inferioridad y desventaja?
En los barrios construidos en la orfandad y abandono estatal, sus gentes invisibilizadas o tratadas como ciudadanas de segunda o de tercera categoría, se hace evidente la nula responsabilidad de las entidades oficiales y su escasa voluntad política para con los recursos oficiales, solucionar las necesidades de la vida material de las comunas, concretándose la idea de la ilegitimidad de la institucionalidad y sus formas. “la imposibilidad de resolver los problemas profundos de lo humano, desde el equilibrio igualdad-libertad; además de la omisión a un trámite adecuado de las agudas problemáticas sociales como el empleo, la alimentación, la vivienda y la salud de las mayorías, situaciones que lo hacen inviable e ilegítimo”. (Villa Holguín, 2019. p. 18).
Entender la complejidad las condiciones del actor social o población de la que nos ocupamos pasa además por la pregunta ¿Cómo la urbanización de la guerra vivida en el contexto de la ciudad de Medellín de finales de siglo XX genera sentimientos de orfandad y abandono condicionando socio-culturalmente la vida de niños, niñas, jóvenes y mujeres? Las salidas económicas por medio de la violencia y la criminalidad empiezan a aparecer como síntomas del descontento en la segregación y la exclusión social. ¿Cómo las “poblaciones marginales” de la ciudad de Medellín tramitan situaciones como el abandono estatal y la exclusión social y política?
En los años 80s, los hijos de las personas en condición de desplazamiento o migración, siguieron consolidando la construcción territorial en el asentamiento. Pero la guerra no resuelta, toca otra vez la puerta, esta vez el negocio de los narcóticos hace de las suyas con la gente de los sectores populares de la ciudad, sumando al conflicto social, un matiz armado en el escenario de la oficialidad criminal. La guerra urbana de los 80's y 90's, empieza a perforar las paredes del ladrillo rojo y con ello mueren una multitud de jóvenes y otra vez las nuevas generaciones de mujeres quedan vulnerables a repetir la historia de sus ancestras campesinas migrantes, la guerra se toma sus cuerpos, padeciendo o resistiendo el control territorial del combo de mando. Cabe la pregunta por ¿Qué formas de relación o comportamiento se suscitan en los entornos de las poblaciones que viven en medio del conflicto en los barrios marginales de la ciudad de Medellín?
¿Cómo la configuración urbano-popular de Medellín fue convertida en zona de guerra?
Para el morador la historia pasada y presente que se trae a cuestas, se suma a las famas infames de los lugares donde se habita “sin ser habitables” se suma el rotulo de “los barrios más violentos de la ciudad”, ya que estos espacios cayeron en manos de los grupos armados en la dinámica narcótica. Las bandas se fueron tomando los sectores populares, aprovechando la ausencia de estado e impusieron sus leyes, cobrando impuestos a los pobladores, que desde entonces deben pagar por su “seguridad”. El conflicto armado que los arrojó a la ciudad ahora los condiciona, convirtiendo las comunas populares en nuevas zonas de guerra.
La banda o los “los muchachos” protagonizan y fungen en cada pequeño sector como “el administrador de justicia”. La renta de los expendios de drogas y la extorsión, hace que haya muchas disputas por esos territorios, y es así como las amenazas, las agresiones las violaciones e intimidación a mujeres, y reclutamiento de menores de edad, aterroriza a la población que termina nuevamente desplazándose como en décadas atrás, y en ese contexto. ¿Qué nuevos proyectos de vida emprenden las personas venidas del conflicto rural? ¿Cuáles son los obstáculos y las tensiones político-organizativas vividas por las organizaciones de los barrios periféricos de Medellín en la construcción de proyecto comunitarios que beneficien a sus moradores?
Conceptualización
No puede haber conocimiento real sin sentimiento, porque este es en el fondo, un fenómeno humano. Las personas dedicadas a la investigación tienen la raíz de su humanidad en lo cotidiano, acudiendo en la interacción del diario vivir a la cultura de la que se está hecho, como corriente de sentir social cultural que condiciona nuestro pensar. Un gran porcentaje de habitantes de Medellín, vienen de las migraciones hechas de cultura popular del campesinado, mestizo e indígena, por ende, es la capital paisa un territorio de heterogeneidad, una ciudad con muchos rostros, que no se puede homogenizarse como al parecer pretende el relato de la oficialidad.
Como población de origen migrante que es la mayoría de la ciudad, damos cuenta de los muchos rostros de Medellín. Al redescubrirnos y apropiarnos del habitad que nos constituye, los trayectos de investigación y reflexión que proyectamos están comprometidos con lo que se genera en los territorios de los que estamos hechos. Recuperando la sensibilidad social a partir del registro de sucesos y situaciones que comúnmente no se visualizan, ni se comentan, tratando de superar la indiferencia que nos caracteriza como sociedad amnésica y reproductora de la historia de la dominación.
Un gran porcentaje de “moradores” de esta territorialidad urbana construida por campesinado mutando al proletariado, se ven abocados a recibir el despojo oficial. con el pretexto desarrollista de una mejor ciudad, que no es para todas las personas, sino para las elites de los grandes negocios, convirtiendo a Medellín y su área metropolitana en su vitrina, terminan consolidando un proyecto en detrimento de la calidad de vida digna de miles de sus habitantes, sin desconocer lo que se nombra como “avances” en materia de movilidad y servicio de masividad, pero que no compensa la perdida social, ni busca restituir o reparar los daños materiales e inmateriales.
Lo material que sería lo que se podría recuperar vía administrativa, es negado e ignorado por el administrativo. Para no hablar de los costos intangibles de humanidad y de tejido social dañado, que será difícil reconstruir. Se ve necesario visualizar para subsanar. A partir de generar medios para que la administración y la ciudadanía en general pueda comprender las problemáticas y afectaciones que los proyectos de desarrollo ocasionaron con las últimas intervenciones de infraestructura, en las comunidades de los sectores más deprimidos de la ciudad.
En ese sentido muchas organizaciones de activistas de los DDHH, con nuestras acciones de promoción, nos mantenemos dispuestas de manera permanente a denunciar las vulneraciones y paralelamente a buscar la manera de que las instituciones del estado puedan garantizarlos. Desde ese lugar de organizaciones que buscan la protección de los derechos de las comunidades, se observa como el modelo de higienismo se enmarca en el desarrollo urbano de Medellín como una característica que marca una influencia notable, siendo detonante de muchas de las problemáticas de la población focalizada afectada en el trámite de la urbanización de espacios en el Valle de Aburrá desde la perspectiva de las élites locales.
Para autores como Logan y Molotch (2015) la ciudad urbanizada contemporáneamente puede entenderse como máquina de crecimiento en la medida en que “los espacios urbanos son mercancías que pueden producir poder y riqueza para sus dueños y esto puede explicar por qué cierta gente se interesa tanto en la ordenación de la vida urbana”. Desde allí el crecimiento urbano es una manera de explicar la producción del espacio urbano en fuerte relación con la noción económica del crecimiento, aspecto fundamental dentro de la lógica de la ilimitación del capital.
Teniendo como antagonista ese crecimiento urbano planificado hegemónicamente, nuestras posibilidades de análisis en perspectiva de contención y reparación del daño a los tejidos sociales de autoconstrucción del territorio, deben asumir la acción conjunta y la defensa del buen común, desde las formas de hacer y de planificar en términos de territorialización, esto es, como maneras autónomas y organizadas de generar lazos con el territorio desde las experiencias comunitarias como respuesta a estrategias que vienen de afuera, en la dirección arriba-abajo, con las que se ha intervenido la construcción territorial comunitaria.
En este sentido la articulación y redes de apoyo se activan como capacidad de identificar como los actores sociales en contextos “desde abajo y desde adentro de los procesos orgánicos territoriales, se posibilitan por medio de ejercicios formativos y participativos, desarrollar discursos y prácticas que consoliden formas de vida dentro de los entornos subalternos. Tal articulación es la que eventualmente permite construir las redes de apoyo necesarias de carácter extra-institucional.
Entendiendo que tejido en el ámbito biológico es un conjunto de células muy cercanas entre sí, que se organizan para realizar una o más funciones específicas, al resignificarlo desde el ámbito de las prácticas sociales y políticas, el tejido puede entenderse como la posibilidad de ensamblajes entre sujetos que comparten intereses para llevar a cabo o concretar algo que se ha planificado. En ese sentido se requiere reconocer la elaboración y la organización que, desde componentes, ancestrales, étnicos y entre mestizajes del campesinado migrante y desplazado como el convite, la vecindad, la tulpa y la minga que se ha traído a lo urbano, donde esos ensamblajes sociales, que no funcionan a la manera del liberalismo y su idea de progreso occidental, como una simple sumatoria de individuos que tiene como consecuencia el bienestar general.
Desde las experiencias como organizaciones de activistas acompañantes de las comunidades, se testifica las violencias física, simbólica y estructural con los que han sido interferidas las construcciones territoriales periféricas en la ciudad de Medellín, a partir de ciertos ejercicios de poder que intentan romper los ensamblajes y las formas de vida que se dan dentro y con los procesos de las poblaciones moradoras en sus entornos, afectando de diversas maneras las vidas que allí se despliegan e incluso, acabando con ellas. Estas violencia provienen de manera directa e indirecta de los diversos actores institucionales, que no logran regular su acción dentro del estado social de derecho, vulnerando la vida digna, la justicia social y el bien común, en su intento por el dominio de la producción del espacio y el control de la vida en los territorios para beneficio particular.
Las élites y la planeación son elementos emparejados en la medida en que las élites ejercen su poder de dominación interviniendo los territorios en concordancia con sus propios intereses. Por ende, la planeación territorial y las normas está hecha a la medida del inversionista, pues es dentro del capitalismo donde esos intereses adquieren sentido en lógica de acumulación. Con la higienización y la imposición de una estética hegemonizada, las elites y su poder de dominación con la planeación territorial buscan crear una imagen de ciudad carente de conflictividad en la cual todos deben plegarse al plan estipulado, ya que los urbanizadores neoliberales acomodan la realidad a sus propios intereses haciendo creer a los habitantes que la renovación urbana se hace por el bienestar general.
En la comprensión de la tensión dialéctica entre la apropiación comunitaria del territorio versus la utilización de las herramientas de la legalidad desde las elites, se da la producción de las ciudades en Latinoamérica y específicamente el caso de Medellín. Como sujetos sociales al estar inmersos en relaciones de poder capitalistas, nuestra vivencia y nuestra acción en los territorios no son ajenas a estas lógicas y dinámicas. Esta tensión es notoria, según Lefebvre (1975) cuando el proceso de urbanización sucede al proceso de industrialización como punta de lanza de las posibilidades de acumulación de capital que podría ubicarse históricamente a finales de la década del 60 del siglo pasado.
De esta manera, la legalidad se convierte en una estrategia de apropiación institucional (público y privado) de los territorios, lo que genera una estigmatización contra las comunidades que no están incluidas en el circuito de la legalidad, produciendo dos efectos: el primero, el afán incesante de la institucionalidad de incluir a aquellos que están por fuera del circuito de la legalidad vía subjetividad propietaria, con todas las violencias que ello implica (desde la subordinación permanente a la deuda como forma de control sobre comunidades); el segundo es la expulsión definitiva de ese circuito para quienes se resisten a enmarcarse allí atendiendo de manera sumisa a los dicterios institucionales.
La apropiación comunitaria del territorio es una lucha que tiene larga tradición y que es la que permite la aparición de lo político frente al intento del disciplinamiento económico. Esta apropiación está tiene como componente sustancial, la participación en términos políticos, entendida como acción realizada por un individuo o grupo con la finalidad de incidir en una u otra medida en los asuntos públicos. “La participación puede darse de manera individual o colectiva y es muy relevante para el funcionamiento de un sistema político. Por un lado, tiene impacto sobre los propios individuos que se involucran en la actividad política y, por el otro, afecta a la comunidad a partir de la influencia que dicha participación puede tener en las decisiones y políticas públicas del sistema político. Participar incluye tanto las conductas más convencionales y demandadas por el sistema político (como el voto) hasta aquellas acciones no convencionales que incluyen actividades que incluso podrían ser calificadas como ilegales o violentas”
Ruta metodológica de la investigación reflexiva a partir de la IAP
La información obtenida fue emergiendo en las conversaciones y su profundización a modo de entrevistas colectivas como fuentes primarias, además se accedió a otro tipo de fuentes desde la revisión documental, artículos de prensa y diversas publicaciones institucionales y alternativas.
En dichos ejercicios metodológicos de caracterización participaron alrededor de 70 personas. El acompañamiento investigativo y formativo demandaba además del reconocimiento como sujetos de cambio y transformación, mantener el vínculo y la información producida, por ende, se buscó metodológicamente propiciar un escenario de construcción participativa de acuerdos para mantener la cohesión de la colectividad, a la par que se avanzaba en los mapas de actores y problemáticas a partir de la técnica de cartografía social.
La realización del ejercicio de caracterización, implicó construir acuerdos metodológicos con la población participante en los procesos de acompañamiento del grupo Kavilando, en términos de reconocimiento y de respeto a las autopercepciones y a las condiciones desde donde cada uno de los participantes, emite sus enunciaciones, tratando de comprender como se van generando claves desde los aspectos formativos para interpretar las imágenes que han sido introyectadas como parte de su mundo de la vida y que se proyectan de acuerdos a los contextos, vislumbrando así, las identidades y los rasgos comunes que permiten nombrar al sujeto social (población moradora) en la manera como se sienten representa- dos/as o no, en los planes de desarrollo oficiales.
Las enunciaciones del grupo participante sobre su hacer y sus luchas de acuerdo con sus rasgos comunes y distintivos, en términos de lo que les convoca y les impulsa frente a las situaciones de las que hay que ocuparse desarrollados en procesos y conversatorios pasados, apoyaron esa fase previa de autorreconocimientos. Tratando de avanzar desde lo colectivo en las respuestas, se visualizaron situaciones a partir del mapeo como comunidades, buscando el “ocuparse colectivamente de sí”, dimensionando los modos de apropiación con dichos espacios de ciudad, a partir de las preguntas por: ¿qué de especial sucede con nuestros territorios? y ¿quiénes somos en el territorio?
De allí la idea de nuclear el proceso investigativo formativo bajo la pregunta de ¿Cómo vivimos en medio de esas ideas de desarrollo? logrando llegar a un recuento de afectaciones por el desarrollo debido al cambio forzado de las dinámicas sociales, culturales y económicas producidas por los proyectos de ciudad, como el desarraigo, el desmejoramiento de la calidad de vida, la desestabilización económica de los hogares y la pauperización de sus condiciones materiales, afectaciones que se busca sean asumidas como móviles de lo organizativo comunitario en defensa de su construcción territorial.
Como un punto a favor de los procesos, se puede decir que, aunque este tipo de liderazgos sociales participa constantemente de espacios de concertación y búsqueda de tramites por el bien común en los barrios y comunas populares de la ciudad y la región, en algunos momentos se dificulta su presencia o vínculo. En las conversaciones con la comunidad se contó con la participación de un grupo mixto de 76 personas, que lograron plantear cuestiones relativas a la historia de su organización en la construcción de lo barrial territorial en Medellín y el valle de aburra en las últimas dos décadas.
Desde las técnicas cartográficas y la elaboración de herramientas metodológicas, se planearon y realizaron 16 encuentros pedagógicos o talleres formativos desde los espacios asamblearios donde la decodificación contextual y conceptual desde el trabajo con la memoria histórica a partir de la valoración de la participación que se ha tenido en con lo organizativo comunitario. De allí se focalizaron algunas lideresas de 8 sectores con casos emblemáticos en términos de las problemáticas y afectaciones generadas que fue develando la diversidad de formas en las que actúa la intervención oficial y las obras “publicas” en barrios populares de Medellín.
Se realizaron, además, entrevistas colectivas donde las participantes se interrogaron mutuamente, intencionado recuperar parte de la historia oral de los procesos donde participaron las lideresas a través del reconocimiento de su trayecto organizativo. Estas presentaron su relato autobiográfico sobre su participación en la organización comunitaria para hacerle frente a las problemáticas. Así se accedió a tales narrativas en las que se reportaron hechos, comportamientos, posturas y percepciones, acontecidos a partir de las situaciones de despojo, desalojo, desarraigo y fractura del tejido social acontecido en las intervenciones de las alianzas oficiales y privadas, antes mencionadas. Asuntos que se logran recuperar y consolidar a partir de un guion de sistematización, basado en bloques de preguntas contextuales, a las coyunturas enfrentadas por dichos sujetos sociales.
Conclusiones
Se logró propiciar una estrategia metodológica como variable de la IAP, en el trayecto del acompañamiento que facilitó el proceso de sistematización a partir de conversatorios, talleres y entrevistas a la “población moradora” o en condición de “víctima del despojo”. Las consideraciones de dichos conversatorios fueron la base para la búsqueda de preguntas e interpretaciones que fueron consolidándose como reflexión a partir de nuestra praxis en la facilitación, además de las experiencias situadas desde la organización emergente de la población que participó de los encuentros.
En tales escenarios, se logra reconocer la forma como acontece el dialogo con la dinámica social y con las instancias organizativas del propio contexto. En tales espacios, como construcción colectiva se logra igualmente establecer una panorámica reflexiva de categorías a partir de reagrupar las enunciaciones recogidas en preguntas. La observación participante favoreció la identificación de situaciones contextuales, como condicionantes de posibilidad u obstáculo para potenciar sujetos de transformación.
El reconocimiento que se ha podido consolidar en este acercamiento formativo e investigativo con la “población moradora”, nos permite metodológicamente hacer consideraciones sobre las condiciones en las que vive la “población moradora” y como emerge su protagonismo comunitario en aras de resistir a los embates de las modificaciones intervencionistas del urbanismo neoliberal, además se observa que esas contingencias hacen que los moderadores participen y consoliden acciones organizativas de defensa popular en un marco histórico de auto deslegitimación de la oficialidad.
Un aspecto importante a resaltar dentro de las implicaciones para el proceso formativo es la permanencia en deseo y en acción. En estos procesos de reconocimiento se logra entender que “la población moradora” debe estarse moviendo a partir de las contingencias de su mundo de la vida, en términos de los desplazamientos intra-urbanos dentro del Valle de Aburrá o sub-regionales por el departamento de Antioquía, desplazamientos inciertos a los que se ve sometida dicha población por la dinámica de los despojadores, además de la histórica vida de desposeídos de techo y comida, generadas en las reglas de juego de la dinámica económica imperante.
Cabe anotar que por dicha movilidad la integración de las personas de los grupos de trabajo formativo, es cambiante en su modo de composición, en un periodo de tiempo de alrededor de 4 años, se observan las mismas problemáticas con casos singulares más agudos, de acuerdo a la aceleración de los procesos de despojo, que han estado en marcha en diferentes lugares del Valle de Aburrá, lo que da a entender que permanecen sobre la población unas opresiones generadas por los modos operandi del modelo de desarrollo implementado en la ciudad.
Los encuentros formativos propiciaron además consolidar reflexiones y rutas de acción construidas con los participantes, en modo IAP, visualizar las afectaciones vividas que tiene la “población moradora” por el impacto de las políticas neoliberales de la renovación urbana en el Valle de Aburrá. Además que se propiciaron diversos espacios para el planteamiento de alternativas de superación desde el trabajo organizativo comunitario, donde la formación de colectividad como red de apoyo y el acompañamiento desde la perspectiva de los dere chos humanos ha sido un constituyente sustancial.