Por más de 160 años en Colombia, la Iglesia Presbiteriana ha desempeñado un papel protagónico en el escenario religioso, educativo y social en el país, aportando y siendo permeada por el contexto sociocultural de los lugares donde ha hecho presencia, forjando su propia identidad como iglesia reformada, manteniendo características y adoptando cambios en su identidad y misión. Como es natural los miembros de la Iglesia Presbiteriana comparten muchas características con miembros de otras congregaciones cristianas; sin embargo, existe una «identidad presbiteriana»1 que los distingue de otras denominaciones y de otras tradiciones de fe. Como lo expresa Juan Mackay «primeramente podemos decir que existe en el presbiterianismo una “manera” o sentido de ser, es decir, una herencia clásica cristiana y un genio tan especial que le es característico»2. En este artículo se pretende mostrar los rasgos propios de los líderes presbiterianos en Colombia.
1. El carácter forjado por el presbiterianismo
Como lo expresa Theo Donner, los cambios más decisivos y radicales en el ser humano tienen que ver con las creencias y las convicciones3, para el ser humano religioso, su religión no es meramente un sistema de ideas que proveen una representación particular de su mundo; para él es una realidad imperceptible que lo empodera para enfrentar los devenires adversos de su existencia. Esta religión tiene que ver con la existencia de fuerzas «que lo domina pero que al mismo tiempo lo sostiene y lo eleva sobre sí mismo»4. El ser humano presbiteriano puede entrar en esta categoría de hombre religioso, que es guiado por un propósito de vida y misión, donde su quehacer responde a convicciones innegociables y por eso son portadores de un talante aguerrido y persistente. Ese talante se va a ver reflejado en el liderazgo presbiteriano, lo que se conoce como «carisma»5. Es Max Weber quien introduce el concepto de Dominación Carismática, como devoción afectiva a la persona que es dotada con facultades extracotidianas como: «facultades mágicas, revelaciones o heroísmo, poder intelectual u oratorio»6. En el presbiterianismo se desarrolló desde sus inicios un liderazgo carismático. La combinación de convicción y carisma en el liderazgo permitió el desarrollo una clase de ser humano que resistió el medio hostil donde se establecía el presbiterianismo en Colombia.
La Iglesia Presbiteriana colombiana fue influenciada por diferentes expresiones del presbiterianismo mundial. La vertiente escocesa legó al presbiterianismo dos clases de ministros7: los «evangélicos» que se enfocaron en la vida consagrada, la evangelización, el cuidado de las almas, el encuentro personal con Cristo y en vivir una vida acorde con el mensaje del Evangelio; y los «moderados» que propendían por una fe cristiana que se relacionara con la sociedad, por la búsqueda de un alto nivel intelectual y por la formación de buenos ciudadanos8. Otras expresiones del presbiterianismo que llegaron de los Estados Unidos fueron: los puritanos, los teólogos de Princeton y los culturalistas holandeses9. Las tres expresiones diferían en relación a su concepción de la Escritura. Para los primeros la Biblia brindó la posibilidad de reflexión sobre la realidad espiritual, la conversión y la transformación del ser, pero puso poco énfasis en cómo estas enseñanzas se relacionaron con la vida en la sociedad. Los segundos se acercaron la Biblia para extraer de ellas la teología correcta pero sus estructuras culturales estadounidenses fueron poco evaluadas a través de ella. Los terceros encontraron en la Biblia los principios para influir en la cultura, en la política, la educación y en las demás organizaciones sociales. En el desarrollo de la Iglesia Presbiteriana estadounidense, estas expresiones llegaron a ser complementarias10.
Las diversas expresiones del presbiterianismo fueron traídas a Colombia por los misioneros, lo que permitió que desde un comienzo se propiciara un diálogo, entre lo traído por los misioneros y la comprensión de la Biblia y fe protestante desde la óptica de los colombianos. Los presbiterianos, guiados por el principio de la libre interpretación, expuestos a diversas expresiones del presbiterianismo y obligados a la contextualización de su fe a las realidades del país, emprendieron la tarea de desarrollar su propia identidad y de buscar la unidad en medio de la diversidad. Es claro que para el siglo XX, no solo habían llegado estas expresiones históricas del presbiterianismo, sino también nuevas corrientes teológicas, políticas y filosóficas; tal como expresa Carlos Mondragón: «Esta readaptación de las ideologías que llegaron de Europa o Norteamérica -y que, por supuesto, no son solo religiosas- ha sido una constante en nuestra historia cultural. Doctrinas religiosas (catolicismo, protestantismo, judaísmo), políticas (liberalismo, marxismo, anarquismo) y filosóficas (positivismo, existencialismo), por dar solo algunos ejemplos, fueron en muchos casos releídas y reinterpretadas a la luz de la realidad y la problemática latinoamericana»11.
Hablar del establecimiento y desarrollo de corrientes teológicas, políticas, filosóficas y culturales, entre otras; implica necesariamente hablar sobre los personajes que las interiorizaron y las propagaron. Aunque en este artículo no se pretende hacer una presentación de los personajes de la historia del presbiterianismo del siglo XX en Colombia, sí pretende dar una muestra del desarrollo de las diferentes expresiones del presbiterianismo y sus exponentes. Cabe aclarar que es muy difícil encontrar una expresión pura del presbiterianismo como tal; por lo tanto, la tarea consiste en seguir el rastro a las diferentes expresiones que llegaron a complementarse, y que entraron en diálogo con otras corrientes, ya sean endógenas o exógenas. Es posible evidenciar en la historia de la Iglesia las tensiones que se produjeron cuando se intentó remarcar algún énfasis específico de alguna de estas expresiones12.
No cabe la menor duda que diversidad forma parte integral del protestantismo. Esta realidad ha impuesto a la Iglesia, a través de los años, el compromiso de trabajar por la unidad13:
Los presbiterianos son de todos tipos, edades y procedencia […]. Adoramos en diferentes formas, desde la tradicional a la contemporánea; sostenemos una gran variedad de puntos de vista en asuntos políticos, sociales y teológicos; de hecho a los presbiterianos se les exhorta a emprender diálogos y debates entre sí mismos como un medio para determinar la voluntad de Dios para la humanidad; a pesar de que a veces esto genera tensiones, consideramos que la Iglesia como la comunidad se fortalecen cuando examinamos juntos como denominación temas importantes sobre nuestra fe y nuestras vidas. En otras palabras, nuestra fe está en constante movimiento buscando una relevancia renovada en respuesta a cambios de nuestras realidades […]. Si bien este enfoque parece un poco caótico, hay algo en que los presbiterianos están unidos: la Biblia es por medio del Espíritu Santo, el único y verdadero testigo de Jesucristo en la Iglesia Universal y la Palabra de Dios para nosotros. A través de los años hemos también adoptados credos y confesiones que se encuentran en nuestro Libro de Confesiones, esto nos ayuda a interpretar como vivimos juntos como una comunidad de fe. A la misma vez creemos que solo Dios es Señor de la conciencia, y en ese sentido todos tenemos una relación directa con Dios14.
2. Los misioneros
Los misioneros fueron portadores de lo que estaba pasando en sus países; por ejemplo, su pasión por la evangelización venía de la herencia de los movimientos de avivamiento de inicios del siglo XIX, su hermenéutica estaba marcada por la controversia generada por el liberalismo teológico, y por el alto valor de la libertad promovieron el sistema de gobierno democrático como medio para alcanzar la modernización y el progreso15. El modelo de vida que predicaron la mayoría de los misioneros tenía un sello pietista caracterizado por la experiencia personal de conversión, la devoción, el discipulado y la santificación. Este estilo de vida implicaba prácticas de autoexamen, arrepentimiento diario, oración, lectura de la Biblia y comunión sacramental. Este pietismo fue tolerante sobre cuestiones teológicas no esenciales y promovió un cristianismo activo transformador de la sociedad y la cultura16. La labor de los misioneros marcó el desarrollo del protestantismo en el continente; por tal razón se hace necesario, como sugiere Bastian, un estudio sistemático del papel e influencia desempeñado por ellos17.
La mayoría de los misioneros fueron personas con formación universitaria en áreas como teología, medicina, enfermería, docencia, etc., de escuelas prestigiosas como Princeton, Yale, Harvard, Richmond, entre otras. En el caso de los presbiterianos, muchos provenían de ciudades, de iglesias pudientes con un alto grado de educación; es por eso que los presbiterianos exigieron estudios teológicos formales a sus ministros, en contraste con los pastores bautistas quienes trabajaron como agricultores durante la semana y los domingos ejercieron sus actividades eclesiales18. Como hijos de su época los misioneros estaban convencidos que traían un mensaje civilizador, que su labor era de origen divino y que a su nación, poderosa y portadora de progreso debido a su fe, se le había encomendado liderar el establecimiento del reino de Dios y la verdadera moral a todas las naciones; esto se conoció como el «Destino manifiesto»19. Para cumplir su labor evangelizadora y pregonera de modernización, no solo se dedicaron a predicar la conversión individual sino que establecieron, escuelas, colegios y seminarios, incursionaron en el servicio social fundando organizaciones de misericordia, como lo habían hecho en los Estados Unidos. Adicional a esto, promovieron prácticas de democracia representativa en medio de sus congregaciones y sus centros educativos20.
Si los misioneros presbiterianos, que llegaron en el siglo XIX, establecieron los cimientos de la denominación, luego los que llegaron el siglo XX jugaron un papel importante en la definición de su identidad. En 1910 llegó a Colombia el Rev. Alexander M. Allan, formado en el seno de la Iglesia Presbiteriana de Escocia, su padre fue anciano gobernante y su tío ministro de la iglesia. El Rev. Allan fue un hombre con excelente formación académica e inspirado por las biografías de grandes misioneros. Su pasión por las historias de marineros lo llevó a la búsqueda de aventuras heroicas propias de su generación. El temple de su ministerio se puede ver en reflexión de su trabajo como colportor21 de la Sociedad Bíblica en Nueva Zelanda: «considero esa como una de las más ricas experiencias de toda mi vida, porque me obligaba a relacionarme con toda clase de personas, a orar mucho y a alimentar el alma en la Palabra de Dios. Recomiendo calurosamente el colportaje a los futuros ministros, como modo de conocer la realidad de la vida, y de aprender el divino arte de predicar. Es en tales viajes que uno comprende mejor la vida de Cristo y la de San Pablo, y puede imbuirse de su espíritu misionero»22.
El Rev. Allan llegó al Tolima a principios de 1914 y desde allí realizó una labor ministerial que impactó todo el departamento y la región23. Su trabajo se enfocó en la evangelización de las gentes del campo quienes posteriormente migrarían a la ciudad; estrategia que se mantendría en la Iglesia Presbiteriana por muchos años24. El Rev. Allan dio impulso a la obra editorial con la creación del periódico de publicación mensual El Evangelista Cristiano, que imprimió su primera edición en diciembre 1912; en 1925 se le cambio el nombre por El Evangelista Colombiano en tributo al pequeño boletín que publicaba irregularmente en Medellín el Rev. Juan G. Touzeau en 189125; el periódico tuvo más de 400 números, a lo largo de más de XXX series26. Este fue un acontecimiento de profunda repercusión para la promoción del mensaje protestante; cabe recordar que en el siglo XIX y entrado el siglo XX la prensa era el principal medio de expandir las ideas. Las casas editoriales desde los tiempos del antiguo régimen eran muy escasas, debido a la censura que no permitía la libre imprenta. Entonces una de las formas de circular las ideas se suplía con la impresión de periódicos27. El Rev. Allan supo aprovechar este medio para suplir la carencia de la producción literaria protestante en Colombia, convirtiéndose en un visionario de la comunicación masiva de la fe. Sin embargo, es importante tener en cuenta que desde el tiempo del gobierno del general Santander hasta mediados del siglo XX Colombia tuvo tasas muy altas de analfabetismo, y enfrentó un proceso lento y complicado para contrarrestarlo28. Esto evidencia la importancia de la educación en la labor de los presbiterianos, porque saber leer era un paso indispensable para el crecimiento de su fe, que dependía de entender la Biblia, su norma de fe y conducta; tal fue el valor dado a las Escrituras que a los ministros presbiterianos se les animaba a emprender la tarea de aprender el hebreo y el griego para leerlas en los idiomas originales, griego y hebreo, como parte de su ejercicio hermenéutico29.
Otra de las principales labores del Rev. Allan fue el reconocimiento del territorio, sus gentes, idiosincrasia, necesidades y oportunidades como estrategia eficaz de establecer un protestantismo contextualizado30. Recorrió a lomo de caballo, junto con el Rev. Carlos Chapman de la Unión Misionera, cada rincón del departamento del Tolima, parte de los departamentos del Huila, Cundinamarca, Santander, los alrededores de Barranquilla e incluso algunos lugares de los Llanos Orientales. Esto le permitió en cada pueblo que visitaba entrar en contacto con sus gentes, compartirles la fe protestante y promocionar la lectura de la Biblia31.
Se ha afirmado que el fracaso del establecimiento del régimen liberal radical se dio debido a la no correspondencia entre sus convicciones y su manera de actuar, como lo afirma Ricardo Arias: «Si las convicciones más íntimas de los radicales no coinciden con las leyes que ellos mismos promueven, si como ciudadanos no se atreven a romper con los moldes impuestos por la moral católica, que tan ferozmente combaten como políticos, hay que preguntarse, por consiguiente, si la posición del radicalismo en materia religiosa no resulta bastante ambigua y contradictoria»32. Caso contrario se da entre las convicciones de los protestantes que coinciden con su manera de actuar, esto marcó el carácter del presbiteriano. La coherencia entre enseñanza, convicciones y vida de los misioneros, aun a precio de persecución y muerte, revistió la empresa misionera de autoridad y promovió la formación de nuevo liderazgo con esas mismas características33.
Esta expresión del presbiterianismo representada en el Rev. Allan tenía como características: la pasión evangelizadora, la vivencia de una piedad personal y un alto compromiso de responsabilidad social, en especial con la labor educativa34. El énfasis en el cuidado del alma de esta expresión del presbiterianismo fue de corte puritano, lo que lo hizo un poco diferente del protestantismo que llegó a Colombia con otras de nominaciones que fue de corte pietista35.
Otro misionero de esta expresión evangélica de presbiterianismo fue el Rev. Roberto Lazear, graduado de Wheaton College y Dallas Seminary, llegó a Colombia en 1944, ocupó varios cargos directivos tales como director del Evangelista Colombiano, Secretario ejecutivo de la misión, rector y capellán del Colegio Americano de Bogotá. El Rev. Lazear se caracterizó por su pasión evangelística, su apertura a la renovación carismática, su admiración por la obra de Miguel de Unamuno y amor por el idioma español. Se puede afirmar que el Rev. Lazear fue uno de los misioneros más querido por los evangélicos colombianos, y representaba el ala más evangélica de la Iglesia Presbiteriana36.
Aunque parece un poco extraño hablar de presbiterianos que enfatizan el ministerio del Espíritu Santo, porque tradicionalmente se ha conocido la denominación como apática a las manifestaciones señales o a las expresiones religiosas emotivas; es importante mencionar que la herencia de los avivamientos en el seno del presbiterianismo se remonta al siglo XVIII con Jonathan Edwards, el filósofo estadounidense más importante de su época37. Eso implica que no es del todo cierto que el fenómeno carismático es propio del siglo XX; este imaginario se ha dado debido al interés que ha generado el crecimiento exponencial del pentecostalismo en Colombia en el siglo pasado. En los últimos años se han hecho estudios sobre el protestantismo de corte pentecostal, en especial uno de estos ha considerado que las manifestaciones carismáticas o sobrenaturales no hacen parte de la tradición protestante, pasando por alto la evidencia de esta realidad a lo largo de la historia de la iglesia38.
Para dar más claridad a este punto se presentan algunas inconsistencias históricas en el argumento. El tema relacionado con una visitación especial del Espíritu Santo (bautismo o llenura del Espíritu Santo), milagros, encuentros personales, fervor emotivo en la predicación y cultos, y aun exorcismos, han estado presentes en la iglesia cristiana desde sus inicios. En el caso que se refieren al protestantismo histórico, aunque sí es cierto que los reformadores rechazaron los elementos mágicos de la religiosidad popular, la superstición, el interés exagerado en diablos y demonios, la preocupación por la muerte, y el énfasis en los aspectos externos de la religión, propios de su tiempo39; de ninguna manera se puede afirmar que los Reformadores negaron la existencia de una realidad espiritual. Por el contrario, Lutero expresó de manera contundente cómo la operación o ataques del diablo se dieron en forma directa en su vida40. En relación al tema de la predicación que apela a las emociones y a los cultos expresivos, hay evidencia histórica que dentro del puritanismo esto formó parte de su práctica en el siglo XVIII, en especial en las colonias británicas en Norte América41. Es de suponer que algunas investigaciones recientes sobre estos fenómenos carismáticos y su relación con el protestantismo histórico, hicieron su análisis y comparación con el protestantismo del periodo conocido como Escolasticismo Protestante42, influenciado por los paradigmas de la Ilustración y no desde los postulados de las reformas protestantes del siglo XVI43. El aporte de la Historia Cultural de concebir el pensamiento mágico como «un sistema completo y coherente»44, ayuda a entender el por qué las manifestaciones carismáticas y el hecho milagroso tienen su razón de ser dentro del pensamiento bíblico y las lógicas de la praxis de la iglesia45.
Otro misionero fue el Rev. Lorenzo Emery, egresado del Seminario de Princeton, vino a Colombia por invitación del Rev. Alfonso Lloreda; el Rev. Emery fue formado en una Iglesia Presbiteriana en Nueva York donde su pastor estuvo comprometido con la evangelización y las misiones; por esa razón, muchos de los jóvenes que surgieron en esta Iglesia terminaron siendo misioneros. El Rev. Emery fue un hombre dedicado a la educación, la evangelización y la cultura. Le encantó ir a los barrios, a las veredas y a los pueblos a realizar campañas evangelísticas; después de cada campaña nació una congregación que fue atendida desde Girardot. El Rev. Emery dirigió los Colegios Americanos de Armero y Girardot; en Girardot fortaleció la labor educativa posicionando el Colegio Americano como el mejor de la ciudad; como ingeniero de profesión, dirigió la construcción de templos y colegios en la región. Trabajó mano a mano con el Rev. Aristóbulo Porras, otro reconocido e influyente ministro presbiteriano46.
El Rev. Emery aportó a la formación de jóvenes pastores entre ellos los destacados Rev. Guidoberto Mahecha, primer rector del Seminario Teológico Presbiteriano en Colombia, Rev. Derney Ramos, primer rector de la Corporación Universitaria Reformada y Rev. Álvaro Peña pastor de la Iglesia Presbiteriana de Girardot. Un sueño del Rev. Emery fue el de tener una Iglesia para profesionales en Bogotá47. Su trabajo en la defensa de la Iglesia Protestante lo llevó a ser nombrado, junto con el Rev. James Goff, miembro de la Comisión de Investigaciones sobre Violencia de la Confederación Evangélica de Colombia (CEDEC). El Rev. Emery murió en un trágico accidente de tránsito el 18 de agosto de 197548. Los ministerios de los misioneros Alexander M. Allan, Roberto Lazear y Lorenzo Emery trajeron un fervor evangelístico y un énfasis en la fundación de nuevas iglesias49.
Otra expresión del presbiterianismo, como los describiría Juan Mackay, fueron los «moderados» o «progresistas», entre estos se encontrara el prestigioso misionero, Rev. James Goff, un académico que hizo un estudio monumental para su disertación doctoral sobre la persecución religiosa en Colombia50. La Confederación Evangélica de Colombia (CEDEC), actual CEDECOL, debido a la persecución a la Iglesia Protestante en Colombia, lo nombró como miembro de la Comisión de Investigación51.
3. La persecución hacia los protestantes
La Violencia52 es un periodo en la historia de Colombia que afectó de manera directa a la Iglesia Protestante. Los ataques anti-protestantes comenzaron de manera esporádica en 1946 pero el nivel se incrementó en 1948. También se puede afirmar que 1958 fue el año en que terminó, no tanto porque cesara la persecución sino porque al finalizar este año se comenzaron a dar cambios significativos que propiciaron una nueva realidad política en Colombia. En agosto de 1958 llegó a la presidencia el liberal Alberto Lleras Camargo quien brindó garantías y protección a los protestantes. Otro acontecimiento internacional ocurrió en octubre de 1958, fue elegido Angelo Giuseppe Roncalli, Juan XXIII, como Papa. Este Papa trajo una política de fraternidad y conciliación frente a los protestantes. Las nuevas directrices Vaticanas pronto afectaron al clero colombiano, propiciando un cambio de actitud frente a los protestantes53.
En Colombia el ambiente se había ensombrecido cuando el presidente conservador Laureano Gómez intento hacer una reforma constitucional que pretendía echar para atrás las reformas emprendidas por los liberales y establecer un estado corporativo, fue entonces cuando el bando ospinista y los liberales apoyaron la intervención militar del general Gustavo Rojas Pinilla el 3 de junio de 1953, denominado por Darío Echandía como «golpe de opinión»54. La etapa más fuerte de la Violencia se dio en el periodo de los gobiernos conservadores, entre 1946 y 1953 cuando sucedió el golpe de Estado, esta etapa coincide con el incremento de la persecución protestante55. Por tal motivo tanto los gobiernos conservadores como la Iglesia Católica afirmaron que cualquier violencia que la Iglesia Protestante hubiera experimentado en este periodo no se debió a una persecución religiosa sino a sus insultos a las creencias más valoradas de los colombianos debido a la predicación imprudente e irrespetuosa de los protestantes, y en especial de la intervención en las luchas políticas, identificándose con los liberales, y a su rebelión contra el gobierno conservador, en resumen según ellos estas fueron las verdaderas causas de la mal denominada persecución contra los protestantes. Algunos Jesuitas se encargaron de dibujar a los protestantes como un movimiento divisorio y antipatriota que llevó de forma natural a una persecución. Para los católicos en Colombia no existió persecución hacia los protestantes ya que en el país no hubo una declaración de persecución por una autoridad civil o religiosa56; en contraste para los protestantes si hubo en Colombia persecución religiosa57.
James Goff menciona diferentes formas de persecución contra protestantes: arrestos, torturas, violencia personal, asesinatos, desplazamiento de familias, ataques contra servicios religiosos, iglesias y casas, acusación de comunismo, la negación de derechos personales como matrimonio civil, amenazas, insultos, canticos anti-protestantes, negación de visas, cierre de escuelas y colegios y prohibición del uso de cementerios58. La prohibición de los cementerios y los entierros fue una de las formas más radicales de persecución, porque implicaba la eliminación del otro, una forma de exterminio total que llegaba hasta el punto de intentar borra su memoria, fue una expulsión simbólica de un lugar final de reposo al que todo ser humano tenía derecho, esta fue una práctica propia de la inquisición española. Negar el espacio para la morada final del ser humano fue la lucha simbólica más extrema y radical, y a su vez una forma de advertencia a cualquiera que osara abrazar una nueva fe59.
Gabriel Cabrera muestra que la confrontación entre católicos y protestantes, con las anteriores formas de persecución, fue también notoria en las diferentes regiones y culturas del país donde estos dos credos hicieron presencia. Un ejemplo fue el que se dio en grupos indígenas que se dividieron y tomaron partido con cada una de las facciones: «incluso, la división hizo parte de algunas tensiones o rivalidades internas como sucedió en la aldea Santa Ana en el bajo rio Isana entre los indígenas por disputas de liderazgo en las que la división protestante-católico siguió las propias líneas de las divisiones sociales indígenas y sus rangos»60.
Por otra parte, el discurso católico fue beligerante, e hizo uso de metáforas que peligrosamente propiciaron la confrontación61. Monseñor Miguel Ángel Builes en su intento por diferenciar al liberalismo del catolicismo, hizo uso de metáforas: «términos como “combatir al enemigo”, “campos de lucha”, “batallas”, [sirvieron] para que los fieles antioqueños [hicieran] la operación mental de identificar una serie de diferencias partidistas con una contienda militar»62. Si la metáfora produjo las conexiones lógicas, fue fácil tomar partido por uno de los bandos en el campo de batalla; y si se exigía el sacrifico de derramar hasta la última gota de sangre por la causa, como resultado directo, en este mismo ejercicio mental, también fue lógico considerarse participante activo en esta guerra63.
El ataque directo en contra del liberalismo catalogándolo de malo, y la afirmación que no se podía ser liberal y católico al mismo tiempo, produjo una relación directa entre bueno, católico y conservador; en contraposición, se daba una relación directa entre malo, liberal, comunista, masón o protestante64. Este fue un discurso violento y excluyente con connotaciones religiosas, donde el contrario no podía existir, no tenía derecho a ser ciudadano; si ser colombiano era ser católico, entonces un colombiano no podía ser ni liberal, ni comunista, ni masón, ni protestante.
El discurso de monseñor Builes generó confrontación al hacer uso de expresiones: «Sí; la batalla de estos momentos en todo el mundo y de manera especial en Colombia es la Batalla de la Iglesia contra todos los poderes del infierno coaligados para destruirla; es la batalla de Cristo contra Belial, del bien contra el mal, de la verdad contra el error, de la luz contra las tinieblas»65, y de manera directa monseñor Builes señaló como enemigos directos el comunismo, el liberalismo, la masonería y el protestantismo66. En su discurso, de manera hábil logró hacer la conexión entre liberales y protestantes, entre injerencia estadounidense y protestantes, entre bandoleros y protestantes67.
El obispo Builes llego a catalogar al protestantismo como uno de los males gravísimo para Colombia, entre la embriaguez, la disidencia, el bandolerismo y la división68; lo tildó como la «quinta-columna» cuyo objetivo era la conquista económica y la descatolización de la nación69. Él veía el trabajo educativo de los protestantes una estrategia peligrosa cuyo fin era la toma de los altos cargos de la nación70. Para la Iglesia Católica la labor protestante fue una violación a la Constitución y al Concordato, y el Gobierno estaba obligado a hacerlas cumplir «permitiéndoles solo el ejercicio de sus cultos en privado, pero impidiéndoles, como es su deber, la propaganda exterior de biblias y folletos y la apertura de escuelas y colegios»71.
Por lo anterior, se puede afirmar que no fue infundado por parte de los protestantes hablar de persecución religiosa, ya que la violencia que enfrentaron estaba muy ligada al discurso de algunos prelados y funcionarios del gobierno, tal como lo presentó la investigación de Goff. Las pastorales debían ser leídas en dos domingos a la hora de la misa en todas las iglesias y capillas de las diferentes diócesis. Además, las pastorales y los escritos anti-protestantes fueron difundidos a través de la prensa regional; un ejemplo es el artículo «El protestantismo, su historia y sus errores» por Monseñor M. A Builes publicado en La Defensa, donde advierte de la conquista del protestantismo catalogándolo de infiltración quintacolumnista para llegar tarde o temprano al ideal del Panamericanismo, con el fin de quitar la fe y arrebatar las creencias católicas, destruir la unidad religiosa y poner en peligro la unidad nacional, también advierte del peligro de entregar en manos de gente sencilla y analfabeta Biblias protestantes para crear confusión y erróneas interpretaciones de la fe72.
4. Los presbiterianos y la Teología de la Liberación
El siglo XX en relación al pensamiento teológico es la cumbre de la teología liberal, cultivada en los siglos XVIII y XIX, que proclamaba una nueva teología cristiana: la Teología Liberal Protestante, cuyo objetivo era una reelaboración del pensamiento cristiano a la luz de la cultura, la filosofía y la ciencia moderna, y un redescubrir el verdadero sentido del evangelio, acorde al pensamiento moderno, sin la mediación de la tradición dogmática. En reacción a este movimiento «modernista» surgieron dos movimientos, el primero fue el fundamentalismo, con el trasfondo de la tradición ortodoxa protestante y el sentimiento antimodernista, que consideró la propuesta liberal como una religión completamente diferente de la cristiana. Uno de sus representantes fue el presbiteriano J. Gresham Machen, quién puso énfasis en la doctrina de la inerrancia y verdad literal de la Biblia. El segundo movimiento, vino de Europa llamado «neo-ortodoxia» y representado por los suizos Karl Barth y Emil Brunner, y el estadounidense H. Richard Niebuhr, cuya teología fue una de las más influyentes en el siglo XX73. En América Latina fue el misionero presbiteriano Juan Mackay quién inspiro el estudio del filósofo español Miguel de Unamuno y la teología de Karl Barth74. Por el lado católico, el intento de traer a la Iglesia al mundo moderno, se dio a través de dos eventos, el primero y que más impacto tendría en la Iglesia Cristiana Universal fue el Concilio Vaticano II, el segundo que influenció la pastoral en América Latina fue Conferencia Episcopal Latinoamericana (CELAM II) celebrada en Medellín en 196875. Estos también tuvieron su contra parte en algunos prelados, el pontificado de Pablo VI y en especial en el pontificado de Juan Pablo II76.
La herencia teológica que se traía del siglo XIX impactó la labor misionera presbiteriana, ahora en el siglo XX, las nuevas tendencias enriquecerían el quehacer teológico de la Iglesia Presbiteriana, con la participación activa de los colombianos. En el plano político y cultural, América Latina estaba siendo influenciada por las tensiones geopolíticas de la Guerra Fría, el gobierno comunista de Fidel Castro en Cuba (1959), las políticas estadounidenses del presidente Kennedy con el programa «Alianza para el Progreso» (1961), las protestas contra la guerra del Vietnam (1965), la conformación de las guerrillas colombianas FARC (1964-2016) y ELN (1964), los movimientos sociales y universitarios de 1968, y la serie de golpes militares en el continente77, todos estos acontecimientos fueron el terreno fértil para el desarrollo de nuevas tendencias teológicas, en especial la Teología de la Liberación78. Una figura representativa del pensamiento social en el presbiterianismo, pionera en la Teología de la Liberación, fue el misionero Richard Shaull. Él desarrolló su trabajo en Colombia y Brasil e influyó en el debate teológico en el seno de las Iglesias Presbiterianas de esos países79.
El Rev. Richard Shaull jugó un papel importante en el debate fundamentalista- modernista en la Iglesia Presbiteriana de Brasil, debate que permeó las instituciones de educación teológica donde se formaban los teólogos y pastores de la denominación. En especial esta confrontación se vivió en el Seminario Teológico del Sur en Campinas, una de las instituciones teológicas más prestigiosa en la década de 1950 en el continente. Como docente Richard Shaull enseñó que una de las tareas de la teología era promover la reflexión sobre la responsabilidad social y política de la iglesia; esta nueva orientación tuvo acogida en un grupo de estudiantes que se identificaron con la Teología de la Liberación80.
En su labor ministerial en América Latina, el Rev. Shaull realizó un trabajo comprometido con la formación de la juventud, primero con jóvenes colombianos (1941- 1949)81 y luego con jóvenes brasileros (1953-1965) quienes estaban inquietos por una renovación de la iglesia. Shaull desarrolló el significado teológico de la «revolución»; este planteamiento fue fruto de su investigación en la obra del teólogo alemán Dietrich Bonhoeffer y de su diálogo con el marxismo82. Richard Shaull fue uno de los primeros en articular una teología de la revolución, la cual fue precursora de la Teología de la Liberación83.
Uno de los aportes de la teología de Shaull fue que no solo concibió el pecado como una realidad individual del ser humano sino también como una realidad social que afectaba las instituciones humanas, por lo tanto la labor de la iglesia también incluía denunciar el pecado social y trabajar por el cambio de las estructuras establecidas84. Richard Shaull también se interesó por el estudio del fenómeno del pentecostalismo y el futuro de las iglesias cristianas85.
La Teología de la Liberación representó un desafío para la Iglesia Protestante de corte evangélico que quería hacer reflexión teológica para el contexto latinoamericano pero sin identificarse con una hermenéutica marxista, tal como lo habían hecho algunos de los teólogos de la liberación desde inicios de 195086. Cabe aclarar, que más que un mensaje ideológico o una manera de formular la teología en dialogo y haciendo uso de categorías, conceptos o metodologías propuestas por las Ciencia Sociales, en los cristianos ha existido una genuina preocupación y compromiso por el cuidado del pobre, la cual está profundamente arraigada en el mensaje del Evangelio87.
Dos jóvenes presbiterianos influenciados por el pensamiento de Richard Shaull fueron el teólogo brasilero Rubem Alves y el sociólogo colombiano Orlando Fals Borda88. Orlando Fals Borda reconoció la influencia que ejerció el pensamiento presbiteriano por su formación en la Primera Iglesia Presbiteriana de Barranquilla y sus estudios en el Colegio Americano:
La invitación del Sínodo de la Iglesia Presbiteriana de Colombia para tomar parte en sus plenarias que incluyen la Evaluación del Plan de Misión, es para mí muy honrosa y quiero darles mis más sentidas gracias en mi propio nombre, en el de toda la familia Fals y en el de mi esposa María Cristina. Es también una invaluable y delicada oportunidad para examinar, desde el punto de vista de mi profesión, el estado y prospectiva de la acción eclesial cristiana en un país en crisis como es Colombia hoy. Para el efecto decidí dirigir mis reflexiones a las iglesias y sectas cristianas en general que funcionan entre nosotros, y no sólo a la Iglesia Presbiteriana como podría ser de rigor, no sólo por la invitación sinódica misma, como porque ésta ha sido la iglesia de mis padres y de mi formación personal. Aquí fui bautizado y comulgué, aquí presidí la Escuela Dominical y dirigí coros, donde organicé un Centro Cultural Juvenil que parece fue el primero de su clase en la Costa Atlántica. En esta Iglesia, pues, se formó mi personalidad básica, la que después aprendí a analizar a través de lecturas de antropólogos como Abraham Kardiner y Margaret Mead. Por eso le soy deudor, y deudor agradecido. No creo que hubiera hecho una buena parte de lo que ustedes y diversos colegas hayan podido apreciar en mí ya larga vida, sin haber contado con el báculo de una fe altruista y visionaria que venía inspirada en muchas cosas positivas, alegres, constructivas, como los salmos que mi madre María Borda - la extraordinaria dirigente social de los años 40 en nuestro país - me hizo aprender cuando niño; la lectura de vidas heroicas que estimulaba mi padre Enrique Fals, reconocido escritor y profesor del Colegio Americano por muchos años; el ejemplo de maestros sabios y pulcros del mismo colegio, como Manuel Escorcia, Guillermo Vanderbilt, Juan Libreros Camargo y patricio Orjuela; los sermones críticos de pastores con conciencia sociocultural como Ricardo Shaull, Alvin Schutmaat y James Goff, ya durante mi adolescencia y juventud89.
Orlando Fals Borda fue cofundador con el padre Camilo Torres de la Faculta de Sociología de la Universidad Nacional y decano de la misma (1959-1967), fundó «La ROSCA de Investigación y Acción Social» junto con los pastores presbiterianos Augusto Libreros Illidge y Gonzalo Castillo Cárdenas y el indigenista Víctor Daniel Bonilla90, fue creador del método Investigación Acción Participativa, fue Ministro de Agricultura (1959- 1961) y miembro de la Asamblea Nacional Constituyente (1991)91. El pensamiento protestante influenció su ética social; en especial su participación en la Primera Conferencia Mundial de Iglesia y Sociedad en Ginebra (1966) del Concejo Mundial de Iglesias (CMI)92. Aunque la fe protestante enriqueció su pensamiento, también este recibió resistencia por parte de una facción de su Iglesia, ante la cual tuvo que defender la labor investigativa de La Rosca93.
La Rosca Investigación y Acción Social, fue la iniciativa de un grupo de investigadores, que al igual que Camilo Torres y Orlando Fals Borda tenían la convicción de que «la sociología debe estar comprometida con la acción social»94; uno de los aportes de Fals Borda y de La Rosca fue desarrollar la metodología Investigación-Acción Participativa (IAP), «no solo como técnica de investigación sino como una estrategia de cambio social»95.
El trabajo de Fals Borda demuestra un profundo conocimiento y comprensión de la realidad social lo cual le permitió hacer propuestas innovadoras. En su investigación predominó su cercanía al campesinado y su compromiso por cambiar sus realidades sociales como lo proponía la IAP; en especial cabe resaltar su trabajo con las asociaciones de campesinos de Córdoba bajo la Fundación Rosca de Investigación y Acción Social96.
La Iglesia Presbiteriana en la década de los 60 y 70, igual que pasa en las iglesias más antiguas, mostró una tendencia al formalismo, a una pérdida del entusiasmo y de fervor evangelístico, realidad propia de la primera generación de cristianos. Las nuevas generaciones crearon una cultura o subcultura evangélica nominal. El gran desafío de los líderes fue como mantener el fervor evangelístico en los hijos y los nietos de la primera generación de convertidos. El nominalismo es una tendencia natural que suele darse en las iglesias antiguas, sucedió en la Iglesia Católica, en la Iglesia Presbiteriana, y podrá suceder con las iglesias pentecostales o con muchas iglesias nuevas97.
Las realidades que tuvieron que enfrentar a lo largo del siglo XX los pastores, forjaron el talante del liderazgo presbiteriano; ejemplo son los ministros: Gustavo Villa, Aristóbulo Porras, Aristomeno Porras, Juan Rocha, Rosendo Ayala, Vicente Rodríguez, Juan Pino, Gilberto Vargas, Álvaro Peña, Roberto Argel, Arcesio Cruz, Hernán Mendoza, Dimas Cañón, Edilberto Daza, Misael Acero, Germán Ezequiel Suárez, Jaime Ortiz Hurtado, egresado del Seminario Presbiteriano de Campinas Brasil, rector del Seminario Bíblico de Colombia, Constituyente y Senador de la República; estos ministros son fieles representantes del ala moderada. Ministros y ancianos como Alfonso Lloreda, Javier Zarate, Eugenio Illidge, Augusto Libreros, Gonzalo Castillo, Javier Rodríguez, David Illidge, Derney Ramos, Milton Mejía, Milciades Púa, Elis Barraza, Luis Fernando San Miguel, Isay Pérez, son representantes del ala progresista98. Ambas expresiones de liderazgo presbiteriano representan al ministro presbiteriano, ambas complementan el talante presbiteriano.
5. El talante de la mujer presbiteriana
La Iglesia Presbiteriana colombiana adolece de una historia, escrita desde la óptica de las mujeres, sobre el papel que ellas desempeñaron en el desarrollo de la Iglesia99. En esta sección no se pretende abordar el tema de manera exhaustiva pero sí se quiere presentar una visión panorámica como tributo al liderazgo de las mujeres que han salido del seno de la Iglesia en el transcurso de su historia en Colombia.
La Iglesia Presbiteriana estadounidense en el siglo XIX ya había enviado mujeres como misioneras en la colonización del Oeste de los Estados Unidos100. Esta tradición de mujeres involucradas en las misiones se evidenció en las misioneras que llegaron a Colombia, muchas de ellas de clase media y con formación universitaria101, esto contrastaba con mucha de la realidad colombiana, a excepción de algunas religiosas, pues en el siglo XIX las mujeres fueron uno de los sectores excluidos de la sociedad, esta realidad en el país no cambió en las primeras dos décadas del siglo XX102. El Congreso Misionero de Panamá de 1916 muestra una fuerte presencia femenina en el desarrollo de las misiones en el continente:
En 1916 existían 32 Juntas Misioneras Femeninas, tanto independientes o auxiliares en Estados Unidos, Canadá, Gran Bretaña y Alemania, que enviaban y sostenían a misioneros en América Latina y el Caribe. El número de misioneras registrado por la comisión que trabajó en el Congreso de Panamá era de 418 mujeres solteras y viudas, 580 casadas y 1055 mujeres latinoamericanas, que colaboraban con las misioneras o las habían suplantado en sus cargos, habían sido capacitadas y eran sostenidas por las juntas misioneras. El trabajo misionero brindó a las mujeres protestantes una oportunidad que hasta ese momento les había sido negada y de la cual ya gozaban las monjas católicas que eran enviadas por sus congregaciones a los “nuevos” mundos a evangelizar y educar a la población103.
Aunque en los años treinta del siglo XX, con las reformas liberales, se expidieron leyes que favorecieron las mujeres, tales como otorgar el título de bachiller, posibilidad de ingresar a estudios universitarios, derecho a la administración de sus bienes; no se logró el objetivo de concederles la ciudadanía, planteado en el gobierno de Alfonso López Pumarejo. El gobierno de Laureano Gómez, debido a su pensamiento conservador y religioso, no permitió avanzar en el tema del reconocimiento de los derechos políticos y laborales de las mujeres. Fue hasta el gobierno militar de Rojas Pinilla, gracias a la gestión de la Organización Femenina Nacional, que las mujeres tuvieron participación en la Asamblea Nacional Constituyente, donde lideraron el proyecto de ley que les concedía del derecho al voto. Este derecho fue ratificado en el plebiscito de 1957104. Fue en el gobierno de Alfonso López Michelsen (1974-1978) que se adaptó la legislación para favorecer a las mujeres105. Adelantándose al desarrollo político colombiano, en el seno de la Iglesia Presbiteriana, en sus prácticas eclesiales y educativas, se tomaron decisiones de avanzada como el sistema coeducativo o de educación mixta106, el nombramiento de mujeres para desempeñar cargos eclesiásticos y administrativos, la planificación familiar y el control de la natalidad107, estos últimos debido a que para los protestantes el matrimonio no es sacramento y el fin principal de este no es la procreación, y en el último tercio del siglo XX se comenzó la ordenación ministerial de mujeres. Cabe recordar que los presbiterianos apoyaron las políticas de los gobiernos liberales del siglo XIX relacionadas con el divorcio y el matrimonio civil108; todas estas prácticas fueron de avanzada en temas relacionados con los derechos de las mujeres.
En contraste con la agitación política colombiana sobre la participación de las mujeres en el ejercicio público, en la Iglesia Presbiteriana colombiana, desde sus inicios, las mujeres ejercieron un papel protagónico. Sin embargo se debe reconocer que en la historia hubo un descuido al registrar la contribución de ellas en el desarrollo de la Iglesia, aun al registrar sus nombres, muchas veces se limitaron las referencias a ellas como la esposa o la señora de; aunque era la costumbre de la época, no deja de ser una forma de exclusión, olvidando sus figuras y trascendencia en la construcción de la memoria109.
La señora Sharpe y su esposo, quienes llegaron a Colombia en 1858, iniciaron una escuela diurna en español e inglés y en la noche una escuela para artesanos110. En el servicio especial del 25 de noviembre de 1861 en Bogotá fueron recibidas como miembros de la Iglesia la señora Susan Daniels, la señora Harriet Burton y la señora Dobieski, el hecho de que la mayorías de las nuevas miembros fueran mujeres, marcaría la importancia de la figura femenina desde el inicio en el desarrollo de la obra en Colombia111. En 1868 llega la primera mujer soltera de la misión a Colombia, señorita Kate McFarren, con el propósito de iniciar un colegio para señoritas112. En 1879 llega otra misionera para reforzar la obra educativa, señorita Margaret Ramsay113. La señora Touzeau en Medellín, desde su llegada en octubre de 1889, organizó una clase bíblica para niños y antes de cumplir un año de su llegada comenzó una escuela primaria para niños. A esta labor educativa se unió la señorita Ana Duncan quién había enseñado por varios años en el Colegio Americano para señoritas en Barranquilla. Con el crecimiento de la escuela vino también la oposición de las autoridades católicas: «La Sociedad San Vicente de Paúl nombró comités para que fuesen a todos los hogares de los padres que habían matriculado sus hijos en el colegio evangélico, a fin de convencerles que los retiraran. En vista que los argumentos religiosos no daban según parece, los resultados apetecidos, llegaron a prometer libros, ropa y aún dinero a quienes estuviesen dispuestos a recibirlo. Unos pocos aceptaron las ofertas y retiraron a sus niños, pero cuando vieron que las promesas no se cumplían, o se cumplían apenas en parte, tornaron nuevamente al Colegio Americano»114.
En los años 30 del siglo XX, llegó a Girardot la educadora Francisca Hitchcok quien fundó la Escuela Normal que sirvió para la formación de las maestras de los colegios protestantes. En 1953 llegaron a la ciudad los esposos Emery, el trabajo de doña Elena de Emery fue invaluable para la Iglesia y la ciudad115. Con la llegada de los esposos Porras la Iglesia y el Colegio se fortalecieron, la Rvda. Rosina de Porras sirvió incasablemente en la obra evangelística, educativa y social. Doña Rosina y su esposo fundaron un albergue para que niños y niñas del campo pudieran venir a estudiar a la ciudad, este fue dirigido por la Rvda. Rosina de Porras y apoyado durante 12 años por la Sociedad de Damas de la Iglesia Presbiteriana de Girardot. Luego cuando se trasladaron a Ibagué fundaron un nuevo albergue con un programa similar para niños y niñas internos116.
La obra de predicación, de acción educativa y recreativa se incrementó; el evangelio cambiaba y renovaba vidas; el colegio que nunca se ha apartado de la enseñanza de las Sagradas Escrituras, aportaba becas y descuentos; la Iglesia con los aportes foráneos de Ayuda Estudiantil contribuía a elevar el nivel social y económico de las familias, pues los rigores de la violencia político religiosa, trajo creyentes de Iglesias rurales en situaciones críticas. Y así se edificó el Albergue Elena de Emery, para personas de la tercera edad, que con módicas sumas de familiares, eran atendidas con comida, medicina y techo; luego fue el internado para estudiantes de iglesias de pueblos vecinos, quienes por carencia de Centros Educativos en sus lugares, venían y estudiaban en colegios oficiales y el SENA. Todo este trabajo estaba a cargo de un grupo administrativo, cuya directora era la señora Rosina de Porras117.
Otra mujer admirable por su ministerio fue la Rvda. Lilia Benítez de Ramírez, egresada del Seminario Bíblico de Costa Rica, quien pastoreó junto a su esposo, el Rev. Noel Ramírez, iglesias en varias regiones de Colombia. A la muerte de su esposo ella continuo en el pastorado en Barranquilla, dos de sus hijos siguieron los pasos de sus padres en el pastorado Uriel y Lilia María118. Los aportes a la formación de músicos y al desarrollo de ministerios musicales en las iglesias tuvieron la influencia de la señora Eleonora de Lazear119 y la señora Pulina Loew, fundadora junto con su esposo el Rev. Alvin Schutmaat de la Escuela de Música Presbiteriana en Bogotá120. La Rvda. Alicia Winter, una mujer brillante, abogada y teóloga, muy sensible a la pobreza y a las necesidades de los campesinos y a la justicia social, profesora de Antiguo Testamento quien fue la primera mujer que ejerció la rectoría del Seminario Presbiteriano121. Cabe rendir tributo a la labor de la señora Carmen Leal de Gahona, egresada de la Normal Presbiteriana, mujer consagrada al trabajo del Colegio Americano de Girardot, en especial su dedicación a la jornada nocturna para adultos y a la población marginada de la ciudad122.
Se podría seguir listando los nombres y aportes de mujeres en el ministerio pastoral, educativo, administrativo y social en la Iglesia, que evidenciaría el talante de la mujer presbiteriana: Margarita Allan; Isabel Gutiérrez de Urdaneta y Martha Raquel Niño, moderadoras del Sínodo; Alba Arrieta, rectora del Seminario Presbiteriano; Almeida de Vega, Ethel Durier Benítez, Sara Baltodano de Mahecha, Amparo Galindo, Carmen Rivero, Sonia Betancur, Carola de Peña, Zenobia de Daza, María Borda, Priscila Atehortúa, Ruth Aldana, Adelaida Jiménez, Gloria Ulloa, Vilma Yanez, Magally de La Parra, Sara Vanegas y la Rvda. Cecilia Romero, discípula de la Rvda. Rosina Benítez de Porras y egresada del Seminario Bíblico de Colombia, quién ha servido por años a la educación de jóvenes en el Colegio Americano de Girardot y apoyado las iglesias del Presbiterio del Sur.
6. Colombia país de regiones
El análisis sobre la urbanización del país que hizo el Rev. Alexander M. Allan fue acertado, y probó el éxito de su estrategia evangelística y educativa. La estrategia consistió en hacer un trabajo fuerte entre las clases humildes del campo, para que luego, cuando estas poblaciones migraran a las ciudades pudieran tener una adaptación rápida y se incorporaran a las iglesias en las ciudades123.
Como lo afirma Fernán González, desde mediados del siglo XVIII, se evidenció la dificultad de la movilidad social en la rígida estructura social colonial. La movilidad se lograba por la migración a las ciudades o por la colonización de las tierras calientes; precisamente fueron estas zonas donde la Iglesia Católica no tuvo una presencia activa124. En el siglo XIX las familias tuvieron un proceso de aculturación a estas zonas de la periferia sin la presencia del Estado ni de la Iglesia Católica, generando una serie de problemas de toda índole, como lo explica Virginia Gutiérrez de Pineda125. Fueron en estas zonas que los protestantes comenzaron a hacer presencia, con iglesias, centros educativos, brigadas médicas, etc.126. Trabajos de exploración del territorio como el que realizaron los misioneros Alexander M. Allan y Carlos Chapman, permitieron a los protestantes conocer los diferentes contextos regionales, responder a las necesidades de dichas poblaciones, desarrollar tejido social y, pronosticar las profundas transiciones demográficas y las masivas migraciones del campo a la ciudad de la población colombiana. Además de afrontar por medio de la educación y de la doctrina de la igualdad de los seres humanos, el problema social de exclusión, clasificación y jerarquización dado por el discurso discriminatorio de la raza127.
En el siglo XX la población tuvo un crecimiento exponencial y pasó de ser una sociedad rural a una sociedad urbana, se desarrolló todo un proceso de urbanización, hacinamiento, aumento de la pobreza, y diferentes problemáticas sociales, esto agudizado por los fenómenos de desplazamiento que ha sufrido Colombia en el transcurso de las diferentes violencias128. Las mismas ciudades sufrieron profundos cambios es sus procesos de transformación tanto demográficos, urbanísticos, culturales, sociales, intelectuales, políticos y religiosos129.
Tanto en los contextos rurales como urbanos, pudientes y marginales, el presbiterianismo realizó un trabajo ministerial130, que propició cambios a las estructuras políticas, sociales y culturales para la formación de capital humano: «el individuo, entendido como sujeto político, desvinculado, en la mediad de lo posible, dados los múltiples obstáculos que seguían existiendo, de las ataduras tradicionales: corporativismo, redes clientelares, autoritarismo, exclusión, etc.»131. Su meta fue la formación de un individuo acorde con el mundo moderno132. Como diría Burckhardt «y al lado de esto, se yergue, con pleno poder, lo subjetivo: el hombre se convierte en individuo espiritual y como tal se reconoce»133. Un ser humano complejo y pensante que había sido forjado en la idiosincrasia de su región. Esa expresión regional también estará presente en el carácter y la identidad del ser presbiteriano.
Para la formación del ser humano con el talante presbiteriano, fue necesario el trabajo de la Iglesia misionera, que se ha esforzado por hacerse presente en todos los lugares, momentos y esferas de la vida llevando el mensaje transformador de Jesucristo134.
Consideraciones finales
Desde su llagada a Colombia en 1856, la Iglesia Presbiteriana forjó su propia identidad influenciada por las diferentes expresiones exógenas del presbiterianismo que trajeron los misioneros en combinación con los factores endógenos propios de la realidad de colombiana en sus expresiones regionales135. Esta combinación ha sido y sigue siendo un factor dinámico en la formación de la identidad presbiteriana.
La Iglesia Presbiteriana a nivel mundial tiene unos rasgos característicos que le dan su propia identidad, tanto por su teología, su sistema de gobierno, su cosmovisión, su praxis y su relación con el mundo,136 esto es natural en todo grupo social. Sin embargo, es importante tener en cuenta que las Iglesias Presbiterianas nacionales y a su vez las iglesia regionales y locales que las conforman también desarrollaron rasgos característicos de una identidad cultural autóctona, lo cual permite que esta iglesia sea capaz de adaptarse a diferentes contextos y pueda responder a los desafíos que le plantea cada época.
Por lo tanto, aunque existe una identidad presbiteriana en teología, sistema de gobierno y praxis, el presbiterianismo no es homogéneo, sino que es la asociación de una variedad de expresiones y matices que interactúan entre sí formando lo que Juan Mackay llamó «el espíritu presbiteriano»137. Entre los factores que contribuyen a esta variedad de expresiones está la diversidad cultural, pues en cada región el presbiterianismo se contextualizó y adquirió características propias. Otro factor influyente fue la personalidad de los misioneros y líderes regionales, quienes concibieron e interpretaron la realidad desde su propio punto de vista y desde allí enriquecieron la vivencia del presbiterianismo138.
En la formación del liderazgo nacional y de la identidad de la denominación jugaron un papel clave los misioneros quienes trajeron consigo no solo su expresión de fe, sino sus ideales de democracia y progreso, del libre pensar, de valores democráticos y las controversias teológicas de su tiempo. A su vez fueron agentes que promovieron la educación y contribuyeron a la formación de tejido social. Es importante resaltar, a las mujeres presbiterianas, quienes fueron muy activas en el establecimiento y consolidación de la denominación en Colombia, y se destacaron por su labor evangelística, educativa, cultural y de servicio social.
El contexto de confrontación religiosa en el cual la Iglesia Presbiteriana se estableció, llevó a que el presbiterianismo colombiano desarrollara un ser humano aguerrido y convencido de su nueva fe, hasta el punto de poner la vida por ella; esta fue una conversión arraigada en creencias y convicciones, que forjaron un ser radical139. Sumado a esto, la persecución plasmó el carácter guerrerista del ser humano presbiteriano; formó un ser humano de todo tipo y énfasis, desde el progresista hasta el conservador, y desde el culturalista hasta el espiritualista; esta fue una combinación de expresiones marcadas por la identidad presbiteriana140. Hombres y mujeres elocuentes, de carácter recio, convencidos de los valores democráticos, donde su quehacer responde a convicciones innegociables y por eso son portadores de un talante aguerrido y persistente.
Es importante resaltar que, en el campo religioso desde el lado católico, dos acontecimientos marcaron las relaciones entre católicos y protestantes: el primero fue el Concilio Vaticano II que cambió radicalmente el panorama y la relación de la Iglesia Católica con el mundo protestante. El segundo, la Conferencia Episcopal de Medellín 1968 que marcó la pastoral social de la Iglesia y su opción por los pobres, y fomentó el diálogo entre estas vertientes del cristianismo. A su vez, ambos acontecimientos fueron propicios para el desarrollo de la Teología de la Liberación, que tuvo gran influencia sobre el ala progresista de la Iglesia Presbiterana.
La regionalización no fue una deficiencia sino una fortaleza para la Iglesia Presbiteriana colombiana, enriqueció su expresión cultica y su quehacer teológico, eclesial y pastoral. La Iglesia Presbiteriana es un fiel reflejo de la diversidad del pueblo colombiano y la asociación de una variedad de expresiones y matices del presbiterianismo mundial; por lo tanto, la praxis de esta Iglesia la obliga y compromete a vivir el mensaje de unidad del Evangelio en medio de la diversidad.
La teología presbiteriana propugnó por un ser libre pensador sometido a la Biblia como una única norma de fe y conducta. Creó un ser humano con una experiencia profunda de conversión y de convicciones que le llevó a cambios radicales en sus prácticas, costumbres, valores, prejuicios, ceremonias, relaciones, es decir, cambios en sus imaginarios y representaciones que le llevaron a reconstruir y reinterpretar su realidad141, y a forjar su propia identidad como Iglesia Presbiteriana de Colombia.