La escritora Andrea Wulf ofrece una nueva, bien nutrida y, sin embargo, no poco problemática biografía de Alexander von Humboldt.1 La obra ha recibido incontables aclamaciones por parte de la crítica y los medios internacionales, así como importantes premios, incluyendo el mismo Science Book Price que la Royal Society le otorgó como obra ganadora en el 2016. Ello involucra no solo un destacado reconocimiento científico, sino también la no deleznable suma de £25.000 libras esterlinas. Lo que tal vez han pasado por alto los catalizadores de este tsunami laudatorio son las imprecisiones historiográficas del libro en lo que respecta a la relación de Humboldt con Simón Bolívar, tema al cual el libro dedica no menos de 40 páginas. Este aporte generoso al "mito bolivariano" hace un llamado urgente a una revisión histórica seria y responsable, que se relaciona también, inevitablemente, con las revisiones genealógicas de la República de Colombia.
De manera cronológica y con pasajes vívidos y detallados sobre la intensa vida de este personaje de la Europa de la Ilustración, la historiadora cultural Wulf recorre prolijamente los años de estudios y crecimiento, las ideas, las obras y las estancias de Humboldt en distintos paisajes europeos, caribeños y de Sur, Centro y Norteamérica, sin olvidar su exploración científica en la Rusia zarista, así como sus últimos días en Berlín. El libro describe las numerosas redes sociales de Humboldt y su turbulento entorno político, cultural y social. La escritora retrata muy bien el carácter multifacético, intrépido y desbordante de este científico ejemplar, representante cosmopolita y "universal" de una Europa colonial, que en permanente expansión acumulaba frenéticamente saberes, objetos (también personas) y conocimientos en cualquier rincón del planeta: "móviles inmutables" que eran transportados a través de miles de autopistas globales conducentes a Europa para ser contados, medidos, evaluados, organizados y coleccionados con base en principios, escalas y parámetros de las élites ilustradas y científicas de ese continente.2
El nacimiento de la República de "Colombia" (que adquirió su nombre definitivo actual en 1863) y en particular de "Venezuela" (1830), tiene raíces profundas en el mito bolivariano y la así llamada Independencia (1810-1830): proceso para nada monolítico, sino marcadamente heterogéneo en cuanto a sus etapas, capas, actores, intereses, coaliciones y estrategias. Este poderoso mito (con plena vigencia en la actualidad) comenzó a configurarse cuando su personaje central, Simón Bolívar (1783-1830), vivía años de intensos triunfos militares y políticos. Una piedra de toque del mito bolivariano reposa en un presunto e importante encuentro de Simón Bolívar con Alexander von Humboldt a finales de 1804 en París. Este encuentro ha sido datado y corroborado como verídico por distintas historiografías nacionales, especialmente por la colombiana y la venezolana, y por historiadores/as de distintas procedencias. Con base en el prestigio y el estatus de Humboldt como representante extraordinario de la Ilustración y la ciencia, tales encuentros funcionan como ritos iniciáticos de Bolívar: le brindan un sempiterno hálito legitimador a su figura, a su empresa independentista -en conjunto con el cogollo de élites esclavistas que le dieron su apoyo temporal-, así como a la permanencia e intensificación de la "maquinaria colonial de extracción"3 en sus proyectos nacionales. Con la publicación de su Relation historique en 1827, Humboldt habría otorgado adicional fundamento científico a la independencia.
El mito bolivariano ha estado acompañado por el culto al mismo personaje, sin el cual no es posible entender la historia del Estado, la nación y la sociedad en Venezuela.4 En escalas distintas, pero no de menor intensidad, el mito y el culto a Bolívar han marcado el desarrollo histórico de la República de Colombia. Cristóbal Mendoza (1772-1829), miembro destacado de la oligarquía mantuana caraqueña,5 otorgó públicamente el título de "Libertador" a Bolívar en 1813, lo cual aportó sustancialmente al engrandecimiento del culto y la figura heroica. Mendoza logró combinar distintas realidades históricas para fortalecer e inmortalizar el mito bolivariano, reforzado por su capital material y simbólico como miembro de la élite venezolana, con sus experiencias, representaciones y recuerdos de realidades sociales y culturales en palacios citadinos y haciendas esclavistas campestres. En este sentido, Mendoza puso a su especial disposición, así como la de su clase, los medios orales y escritos de su época al narrar de manera pomposa el rol de los patriotas que acompañaron a Bolívar en el proyecto de la independencia.
La "gesta de la Independencia" obedece, según esta construcción histórico-narrativa, al esfuerzo mancomunado de los "Precursores", clase patricia de la cual formaron parte Mendoza y otros aliados de Bolívar. Elemento constitutivo del mito bolivariano es la apropiación e inclusión discursiva de Alexander von Humboldt (1769-1859) dentro de esta gesta independentista. Dentro de una mentalidad eurocéntrica, que desvirtúa en gran parte el carácter emancipador de la Independencia, se pondera el paso de Humboldt por los entonces territorios venezolanos y su contacto e intercambio de ideas con la clase mantuana. Alexander von Humboldt, como inigualable ícono liberal, intelectual y cultural europeo, brinda un especial sello de calidad y un legado inmortal al proyecto independentista republicano y al mito de Simón Bolívar.
Posteriormente, diferentes técnicas escritas y orales, así como mentalidades nacionalistas, conservadoras o liberales, y además vibrantes creaciones populares en el marco de la vecindad sin límites colombo-venezolana, han alimentado grandiosamente el desarrollo de esta narrativa mitificadora. Del lado venezolano, Aristides Rojas (1826-1894) se apropió de la muy rica y dinámica cultura oral venezolana, con base no solo en los relatos de élites (Cristóbal Mendoza), sino también en el rico imaginario de las clases populares -en la tradición de pardos, llaneros, esclavos, indígenas y campesinos- que con su trabajo de masas impulsaron exitosamente el proceso de independencia liderado por Bolívar. El historiador alemán Michael Zeuske6 asevera que Rojas fue incluso más lejos al inventar él mismo en su obra humboldtiana una larga conversación que Daniel Florencio O'Leary (1801-1854) habría sostenido con Humboldt en 1853. Esta conversación falsa reivindica la autenticidad del encuentro entre Humboldt y Bolívar en 1804. Rojas menciona como fuente las "Notas de viaje del General O'Leary".7 Del lado colombiano, "Cornelio Hispano", pseudónimo de Ismael López (1880-1962), parafraseó el pasaje de Rojas en su obra El libro de oro de Bolívar,8 con el ánimo de fortalecer el mito bolivariano al servicio de una muy conservadora tradición colombiana que buscaba (y busca) consolidar y legitimar el proyecto expansivo de la hispanidad en Colombia y América Latina. De allí el pseudónimo del autor.
Salvando las distancias y guardando las proporciones, Andrea Wulf se suma actualmente a la lista de adeptos/as que engrandecen el mito bolivariano. Adicionalmente, la escritora da por hecho otro presunto encuentro entre Humboldt y Bolívar en 1805 en Roma (pp. 121-122). Wulf asegura que Humboldt y Bolívar, en efecto, se encontraron cara a cara en dos lugares: en París, muy probablemente a través de Carlos Montúfar, quien acompañaba a Humboldt a su paso por Quito en 1802, y en Roma, donde el geólogo Leopold von Buch habría distanciado a Humboldt de Bolívar, puesto que no toleraba al americano. Afirma también que Humboldt y Bolívar fueron buenos amigos con un importante intercambio epistolar y que los libros, las enseñanzas y el espíritu del científico alemán acompañaron permanentemente a Bolívar durante sus luchas por la independencia, como si se tratase de su principal mentor a distancia. En este orden de ideas, la autora argumenta que la visión de Bolívar sobre la "revolución" y la liberación de América estuvo hondamente marcada por el pensamiento científico, naturalista y poético de Humboldt, de allí las metáforas permanentes que utiliza la autora para describir a Bolívar entre la independencia y la naturaleza.
Decisivamente, Wulf aporta al mito bolivariano, haciendo uso de su destreza como ciudadana cosmopolita con vínculos con Alemania, India y Gran Bretaña y escritora al servicio de la lengua hegemónica (inglés), hagiógrafa de "grandes hombres", y se sirve de sus redes y reconocimiento globales con traducciones de sus obras al alemán y el español. De esta manera, fortalece la industria cultural mediática internacional con sus ya conocidas y antiguas maquinarias mitificadoras, sus distorsionadas representaciones histórico-culturales y sus alienados mundos visuales. El libro posee un ritmo fresco y dinámico que cautiva al lector; su inserción dentro de un círculo cultural global cuasicientífico, con verdades a medias e imprecisiones que atrapan a los más incautos, exige imprescindibles críticas historiográficas. Ello en aras de rescatar la dosis necesaria de "realidad histórica",9 al despojarla de coloridos trasfondos míticos y alegres experimentos visuales-literarios, sin piso documental.