La impresión de unos libritos llamados guías de forasteros en Hispanoamérica fue sistemática entre 1761 y 1893 en Perú, México y Cuba y, con menor periodicidad, en Argentina, Colombia, Guatemala, Bolivia, Puerto Rico, Filipinas, Chile y Venezuela. Esto significa que se publicaron en la mayoría de territorios que fueron posesiones del imperio español durante más de 120 años, bajo el mismo título y con contenidos y estructuras similares. Por lo tanto, las guías de forasteros formaron parte de la cultura de las formas escritas en Hispanoamérica y, en consecuencia, participaron en el desarrollo del mercado de los impresos desde mediados del siglo XVIII y durante el siglo XIX.1
El objetivo de este artículo es proponer una definición y caracterización de las guías de forasteros publicadas en América hispana desde la segunda mitad del siglo XVIII hasta finales del XIX, por medio de una clasificación tripartita de dichos impresos: el modelo imperial, el modelo letrado y el modelo comercial. Esta forma de organizar y entender las guías de forasteros permite entenderlas como parte del proceso de formación y consolidación de las formas impresas en el continente, así como de su contexto social, cultural y político en un período aproximado de 120 años. El enfoque principal de este estudio es la historia cultural y, más específicamente, la historia de las formas impresas. Por lo tanto, se orienta por la propuesta historiográfica de Roger Chartier de entender la cultura de lo escrito no solo como una historia del soporte material de los textos, sino también como el estudio de todo lo que interviene en su creación, producción, circulación y usos.2 Roger Chartier ha trabajado ampliamente sobre el ordenamiento de los textos como creador de sentidos y de cánones de lectura. Uno de los mejores ejemplos es su estudio de las bibliotecas sin muros y de la organización de lo escrito según el concepto de editores, censores, autores y lectores.3 Darle orden a lo escrito, plantea Chartier, no necesariamente requiere de espacios físicos como los estantes o las bibliotecas. También se dan jerarquías cuando dentro de una publicación impresa se reúne una serie de lecturas que el editor considera indispensables para la formación de una comunidad de lectores. Así mismo, Chartier ha mostrado cómo se presenta el ejercicio del poder en la historia de las formas escritas, al establecer jerarquías y crear símbolos de dominación como el libro: representa el poder de conocimiento y el poder de las ideas, que permite instaurar un orden social o reformarlo.4
Esos impresos llamados guías de forasteros
Las guías de forasteros hispanoamericanas no fueron producto del azar ni del ingenio individual de un impresor o editor. En su aparición y consolidación en España participaron tradiciones escritas europeas originadas en el siglo XVII, así como intereses y necesidades de un público lector que, además de ir en aumento durante el siglo XVIII, también se desplazó con mayor frecuencia por los reinos de Europa y América.5 Los discursos, soporte material, estructuras, periodicidad y presencia de las guías de forasteros en los diferentes territorios de América, a partir de 1761 y hasta finales del siglo XIX, muestran que fueron un género reconocido, utilizado y parte de la cultura de las formas impresas del continente. Su producción en Hispanoamérica tiene una estrecha relación con las reformas borbónicas a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, especialmente con el control y organización del funcionariado y del aparato burocrático en los reinos de ultramar. Las guías fueron un mecanismo idóneo para presentar y difundir la estructura administrativa a lectores locales y extranjeros, entre quienes se contaban los mismos funcionarios, comerciantes, legisladores y todos aquellos que requirieran orientación en el complejo sistema administrativo. Se trataba de unos impresos de bolsillo sin encuadernar, que enumeraban los funcionarios de los diferentes estamentos administrativos gubernamentales, generalmente acompañados de un calendario o almanaque.
La primera guía de forasteros conocida que se publicó en Hispanoamérica fue editada en México en 1760 por el impresor novohispano Felipe de Zúñiga y Ontiveros (1717-1793). Se trata de un impreso de bolsillo de 16 páginas, en formato de dieciseisavo, titulado Guia para que las personas que tuvieren negocios sepan las casas de los sujetos que obtienen empleos en los tribunales y juzgados de ella, antecedido por un calendario para 1761.6 Aunque posteriormente los títulos de este tipo de material adoptaron una fórmula más breve y común a la mayoría de territorios en América hispana, el enunciado descriptivo que hace Zúñiga en la edición de 1760 da valiosa información sobre la utilidad de las guías de forasteros en los reinos españoles de ultramar. Era un material de consulta que se actualizaba periódicamente, generalmente cada uno, dos o tres años, dependiendo de los alcances y posibilidades de la imprenta que las producía, y ofrecía datos puntuales sobre oficiales, establecimientos, dependencias y direcciones de oficinas, entre otros. La edición de estos impresos señala su permanencia durante un periodo amplio (1761-1893) en el que las producciones editoriales locales tomaron fuerza progresivamente, especialmente desde la aparición de comunidades de ilustrados en los diferentes territorios americanos, y sirvieron al interés de las élites de producir material impreso como parte del proyecto de constitución de las repúblicas latinoamericanas. Por lo tanto, las guías de forasteros estaban dentro de ese cuerpo de impresos que desde finales del siglo XVIII participaron de la formación de la opinión pública y ampliaron la circulación de conocimiento, control y poder.7
Existencias de las guías de forasteros
El periodo considerado para el estudio de las guías se determinó a partir del momento en que se imprimieron por primera vez en Hispanoamérica, hasta el último ejemplar producido a finales del siglo XIX (1761-1897). La tabla 1 muestra los países, el rango de fechas de publicación de las guías y el número de ediciones encontradas en registros y consultadas para este estudio.8 Estas cifras no representan el número total de las guías que en efecto se imprimieron desde mediados del siglo XVIII, principalmente por el carácter reemplazable de sus contenidos, que podía llevar a los lectores a desechar estos impresos.9
Tanto las fechas como el número de impresos identificados muestran una permanencia editorial que atravesó épocas importantes de transición del continente: las reformas borbónicas, la crisis monárquica de 1808-1812, las revoluciones, el proceso de formación de las repúblicas, los constitu cionalismos, los caudillismos y la modernización de las ciudades. Durante estos periodos la mayoría de las guías de forasteros parecieron sostener una aparente impermeabilidad a las transformaciones sociales, políticas y económicas, hecho que les permitió subsistir a casi todas ellas con una estructura similar de base. Sin embargo, algunos elementos sutiles como la introducción de nuevas secciones, la forma de dirigirse al público por parte de los editores/autores, el uso de anuncios comerciales o de símbolos patrios, muestran que tal impermeabilidad no fue tan dura: el tiempo y las transiciones culturales y políticas se manifestaron en las guías tácitamente, aunque en estos impresos se tomaran escasas posiciones políticas o ideológicas de forma explícita.
Esta misma aparente inmutabilidad, que pretendió conservar las estructuras de los contenidos con pocas variaciones, fue la causa de su progresiva desaparición o transformación en los albores del siglo XX. La modernización de las ciudades con la oferta de nuevos servicios públicos, la industrialización o el surgimiento de espacios de socialización como clubes y teatros, a la que se sumaban su rápido crecimiento, casi duplicado o triplicado después de 1880, y la expansión y diversificación de los mercados nacional e internacionalmente, fueron algunos de los factores que influyeron en que las guías desaparecieran o se transformaran en otro tipo de impresos.10 Las secciones y las estructuras delineadas para las guías de forasteros, que sirvieron para orientar a los lectores en el sistema administrativo de las ciudades hispanoamericanas, se desbordaron por las nuevas necesidades del público urbano pasado el tercer cuarto del siglo XIX. Los lectores ya no solo requerían conocer la estructura burocrática del lugar en el que se encontraban: también querían recorrer los espacios, conocer estadísticas, ubicar sectores de comercio y horarios de transportes y de establecimientos públicos. En consecuencia, aparecieron otros impresos como las guías ilustradas y las estadísticas anuales, además de la prensa, que tenía la capacidad de renovar la información periódicamente y establecer debates sobre la actualidad, reseñar eventos, recomendar lecturas y ofrecer perspectivas variadas sobre el acontecer político, social y cultural.11
Pero regresemos a la guía novohispana de 1761 de Felipe de Zúñiga. La lista de las secciones de esta primera guía establece las bases para las que se editarán más adelante, no solo en México, sino también en los demás territorios que aparecen en la tabla 1. Zúñiga seleccionó las instituciones más representativas del ámbito político, judicial, de hacienda, eclesiástico, educativo y comercial, como lo muestra la lista de contenidos: "Kalendario, Real Palacio, Real Audiencia del crimen, Juzgados, Tributos, Azogues, Tribunal de la fe, Nobilísima y leal Ciudad, Cavildo eclesiastico, Universidad, Catalogo de los Ilustríssimos señores arzobispos, Extracto de las flotas y azogues que hay noticia han entrado, y salido de el puerto de San Juan de Ulloa de la Nueva Vera-Cruz".12 La estructura de las guías consiste esencialmente en dos partes: un calendario o almanaque y un directorio con la composición del funcionariado del territorio reseñado. En esta primera guía de 1761 los contenidos no están divididos explícitamente; sin embargo, pocos años después estos impresos evidencian la división de secciones, denotados por los editores con los tres estados que estableció el sistema de gobierno español en América: político, eclesiástico y militar, además del calendario o almanaque que se acostumbraba a incluir al inicio. Esta organización responde a un sistema de gobierno instaurado en Hispanoamérica aproximadamente desde la primera década del siglo XVI, con el establecimiento de estructuras administrativas imperiales que solo se verán tímidamente retadas hasta finales del siglo XVIII con el "forcejeo entre burocracia imperial y sociedad criolla".13
Los calendarios, por su parte, provienen de una larga tradición europea de organizar el tiempo según la lectura de los astros, con el in de orientar el trabajo y los oficios de diferentes grupos sociales. Por tal motivo, existieron almanaques para sembradores, pastores, marineros y comerciantes y para el uso general de los habitantes de las áreas urbanas. Las guías de forasteros cumplían asimismo la función de ordenar las prácticas sociales y las actividades burocráticas de los habitantes de América, razón que explica la presencia de secciones como los cómputos, las cronologías, los juicios del año, las notas históricas o la descripción de instituciones y dependencias.
Todas estas participan del establecimiento de un pasado común según cada modelo, que se inserta en la práctica de la construcción del pasado que recurre a una tradición histórica más amplia. La mirada de los editores/ autores de las guías se remonta al inicio de los tiempos hasta llegar a los primeros hechos ocurridos en América, considerados por ellos de cierta relevancia para la posteridad. Es una forma de crear una conciencia general del "tiempo único y natural", orientado por los pilares de la composición social y jerárquica del imperio español y, por lo tanto, por los discursos de poder que componen un pensamiento tradicional: la cultura antigua, la iglesia católica, la monarquía y el pasado reciente.14 Los hechos incluidos en los cálculos para el año o las "notas cronológicas" cobran un signiicado mayor cuando se contrastan con las demás partes de las guías de forasteros: se menciona cuántos años han pasado desde el descubrimiento de América o desde la fundación de la ciudad reseñada, mientras que en otras secciones se recalca la existencia de la monarquía como máxima autoridad jerárquica, al recordarles a los lectores las fechas de los nacimientos de los reyes y sus familias. Por lo tanto, el tiempo en este tipo de enumeraciones y consideraciones "naturales" tiene un sólido vínculo con la jerarquía y el poder.
El aparato burocrático de la corona española en los reinos de ultramar es el principio de la existencia de las guías de forasteros tras la puesta en marcha de las reformas borbónicas. Hasta mediados de la segunda década del siglo XIX, las guías reunieron la organización administrativa recientemente modificada en los virreinatos más nuevos (Nueva Granada y Río de la Plata), en los antiguos (Perú y Nueva España) y en las capitanías generales (Chile, Cuba, Guatemala y Venezuela). Pero, aún más importante, en las sociedades hispanoamericanas las guías de forasteros reforzaban el valor social y político de pertenecer a la burocracia, y hasta 1750 se presentaban notorios vínculos entre los oficiales coloniales y los intereses locales, aunque nunca estuvieran del todo fusionados.15 Los puestos oficiales eran altamente valorados por las familias criollas, pues eran un canal de ascenso social, una posibilidad de iniciar una carrera administrativa o de adquirir capital.16 No debe extrañar entonces que dicho canal fuera una de las principales representaciones del poder en América, pues otorgaba acceso a la toma de decisiones, a la legislación, al reconocimiento social y a un mayor campo de acción en los mercados.
Por lo tanto, durante el periodo colonial las guías no eran simples directorios atiborrados de nombres de funcionarios; eran también lugares de aspiración social, en los cuales se reflejaba la posibilidad de obtener un mejoramiento socioeconómico o de encontrar canales para obtener beneficios en diferentes dimensiones de la vida familiar e individual, principalmente para los criollos.17 A pesar de que la política de consensos disminuyó notablemente con las reformas borbónicas y los criollos perdieron privilegios que antes podían obtener con la compra de un cargo oficial, las guías de forasteros reprodujeron en sus estructuras y discursos la representación de la burocracia como el mecanismo más adecuado y estable para el control y orden en los territorios hispanoamericanos.18
No es extraño que las guías de forasteros aparecieran en Nueva España y Perú antes de la reforma administrativa de 1776, por medio de la cual nacería el Virreinato del Río de la Plata. Ambos territorios gozaron de una posición privilegiada sobre otras regiones del continente hasta la segunda mitad del siglo XVIII, circunstancia que les otorgó mayor movimiento comercial, un cuerpo burocrático más numeroso y mayor influjo de migrantes.19 La explotación de la plata en Perú hasta finales del siglo XVII y con mayor intensidad en Nueva España durante el siglo XVIII fue uno de los principales motivos de que la corona española pusiera en estos dos virreinatos mayor interés por el desarrollo de los mercados y el establecimiento de núcleos urbanos, a través de los cuales se pudieran hacer las transacciones necesarias para comercializar las materias primas explotadas.20 Se entiende que las guías de forasteros se hicieran más necesarias en Nueva España y Perú por la información que proveían a extranjeros y locales que requerían acercarse a una dependencia, iniciar un trámite o comunicarse con algún funcionario.
Comprensión sincrónica de las guías
Aunque pareciera lógico pensar que las guías de forasteros cambiaron conforme se desarrollaron procesos como las independencias y las nuevas repúblicas en Hispanoamérica, el tiempo de las guías no necesariamente funcionó al mismo ritmo del tiempo político o económico. De hecho, existen guías de forasteros que conservaron sus estructuras y discursos entre el periodo colonial y el republicano, mientras que otras nuevas mostraron una ruptura con el proyecto de organización monárquico, aunque no renunciaron completamente al modelo de enumeración de la burocracia por medio de la división en las secciones política, eclesiástica y militar.
Inicialmente podría pensarse que las guías de forasteros se modificaron con los cambios políticos más dramáticos de las sociedades hispanoamericanas. Sin embargo, los criterios de la historia política no son suficientes para entender las continuidades materiales y discursivas que presentaban estos impresos, en diferentes países y momentos del siglo XIX.21 En consecuencia, sus variaciones y transformaciones respondían a perspectivas relacionadas con su autoría, usos sociales y objetivos, más que con los cambios políticos en el continente, y se manifestaron en los contenidos y tipos de discursos. El tiempo cultural del que las guías de forasteros se alimentaron no iba en contravía del tiempo político o económico, mas experimentaron con el paso de los años cambios transversales en las prácticas de lectura, las capacidades de la imprenta, las dinámicas económicas y los intereses republicanos. Y como quienes editaban las guías formaban parte de las instituciones oficiales y educativas y muchos de ellos participaban en política y en debates científicos y educativos durante el siglo XIX, requerían de un aparato legislativo para poner en marcha sus empresas editoriales. Por ello propongo estudiar las guías en tres grupos, que no necesariamente responden a tiempos cronológicos, sino a discursos, concepciones del tiempo, de las comunicaciones y de la sociedad representadas por sus autores: el modelo imperial, el modelo letrado y el modelo comercial.
La tabla 2 muestra la existencia de guías de forasteros consultadas según cada modelo. Como se puede ver, guías de diferentes modelos coexistieron en diferentes momentos del período estudiado. Sin embargo, solo hasta el cambio de legislación sobre los derechos de publicación de impresos, después de la declaración de la independencia de las repúblicas hispanoamericanas, empezaron a aparecer guías de forasteros dedicadas a ciudades que no fueran las capitales: Puebla (1823, 1844, 1852 y 1884), Jalisco (1827), Trujillo (1834), Cuzco (1833 y 1835) y Rosario (1870). Por lo tanto, la mayoría de guías que conforman el cuerpo de este estudio estaban enfocadas exclusivamente en las ciudades capitales, para uso de todo el país o virreinato.
La organización de las guías en grupos no implica que todas las de un mismo modelo sean idénticas. Sin embargo, existen elementos comunes que revelan visiones generales sobre el poder, los territorios, sus sistemas de control y sus integrantes, que muestran por qué algunos autores les dan más prioridad a las estructuras de guías anteriores -como las españolas y las primeras mexicanas- y otras se lo dan a las transformaciones sociales, culturales y políticas que se empiezan a dar a partir del primer cuarto del siglo XIX. Las guías forman parte de un marco temporal, pero sus discursos y soporte material revelan también la existencia de diferentes ritmos que se entrecruzan en su proceso de elaboración.
El riesgo de organizar y caracterizar las guías en tres grupos es limitar su estudio a características fijas, dejando de lado variables que pueden no ser comunes a otras ediciones de un mismo modelo. En el análisis de las guías de forasteros se detectó, por ejemplo, que algunas presentaban con igual prioridad aspectos propios del modelo imperial y del modelo letrado. Estas y otras "combinaciones" no tienen por qué reñir, pues muestran las redes de conocimiento y la intersección de intereses de los autores de las guías y los grupos lectores durante el siglo XIX. De hecho, los editores/autores incluyeron en las guías prioridades temáticas según sus profesiones fueran las de impresores, agrimensores, cosmógrafos, historiadores o médicos, toda vez que se ciñeran al requisito de presentar un impreso que organizara, enumerara e informara. La categorización en tres grupos parte de la base de que las guías de forasteros nunca dejaron de ser listas de dependencias y de funcionarios, empleados o individuos con alguna posición social. Esa fue siempre la materia prima con la cual trabajaron los editores/autores, independientemente de las variaciones, innovaciones o transformaciones que se les introdujeran a estos impresos en los diferentes países y momentos. A continuación se presenta una breve descripción de cada uno de los modelos.
El modelo imperial
La organización de la información difundida por el modelo imperial consiste en una división por secciones en las cuales: se enumeran los cuerpos de funcionarios de los estados político, eclesiástico y militar; se incluyen listados con los días de los nacimientos de la nobleza española (en algunos casos se añade la de Francia, Países Bajos y Rusia, entre otras); se da información sobre nacimientos, muertes y matrimonios según los datos provistos por parroquias y hospitales; y se incluye un almanaque con fiestas sagradas, días de ayunos, días de eclipses, breve caracterización de las estaciones y cronologías del mundo según el calendario cristiano.22 Se denomina este grupo como "imperial", por tener una directa relación de estructuras y contenidos con las guías de forasteros originadas en España en 1722, impresos que poco tiempo después se convirtieron en mecanismos de difusión de la administración al servicio del poder monárquico.23 El hecho de que muchas de las guías hispanoamericanas estudiadas pertenezcan a este grupo no implica necesariamente que se publicaran durante el período del antiguo régimen en América. El término sirve como medio para hacer referencia a todas aquellas guías que se apegaron al modelo original español (y novohispano), y cuyo eje temático fue reproducir el directorio de funcionarios del virreinato o de la administración republicana. Su prioridad era, entonces, promover un discurso de poder enfocado en los agentes gubernamentales, eclesiásticos y militares y, por lo tanto, en las instituciones oficiales, antes que en otro tipo de grupos sociales, como los comerciantes o las sociedades de conocimiento.
El sello principal del modelo imperial es la ausencia generalizada de discursos que manifiesten abiertamente la visión, intereses o posición de sus autores/editores con respecto al territorio reseñado, tales como descripciones, definiciones, explicaciones, resúmenes históricos, científicos o políticos. Este modelo utiliza un lenguaje sistemático, ceñido a lo estrictamente necesario para construir una guía de forasteros enumerativa. El modelo imperial les da prioridad a las listas de funcionarios e instituciones, denotando que el interés central es dirigirse a los lectores/usuarios sin necesidad de suscitar en ellos preguntas, reflexiones o cuestionamientos sobre las otras dimensiones que componen el territorio: la naturaleza, la sociedad, la arquitectura o la cultura.
Como lo muestra la tabla 1, estas guías se imprimieron principalmente en las últimas décadas del período colonial (30 de las 39), mientras que en los períodos de la Independencia y la República el número disminuyó significativamente (se publicaron 3 en el primero y 6 en el segundo).24 El hecho de que más del 75 % de las guías de este modelo estén concentradas en los años de dominación española es un indicador de la importancia que tenían para la corona como mecanismo de difusión de la estructura administrativa del imperio y, por lo tanto, de un discurso jerárquico y de dominación política. Así mismo, las tres guías mexicanas que se produjeron entre los años 1810 y 1825 pueden considerarse también como parte del período colonial, dado que los Zúñiga sostuvieron firmemente su filiación a la corona, expresada en la organización de los contenidos por "estados" y en la conservación del privilegio de impresión de las guías, que era precisamente un lujo legislativo del gobierno imperial.25
Posterior a la Independencia, las guías del modelo imperial reprodujeron una estructura ya conocida e iniciada por el modelo mexicano del período colonial, aunque en este caso se referían a las autoridades gubernamentales del Estado republicano. Se presentan escasas variaciones en las estructuras y contenidos y existe una tendencia a seguir organizando el directorio de funcionarios por los tres "estados" concebidos por la corona española. Fue una posición continuista de los editores/autores, que se limitaron a reproducir la representación de los territorios como entidades que existían en tanto estaban presentes los tres poderes y, por lo tanto, a mostrar que, a pesar de las enormes distancias entre las diferentes regiones en los países, el cuerpo burocrático parecía tener el control y el poder de lo que sucedía.
El modelo letrado
Contrario a lo que sucede con el modelo imperial, la impresión de guías del grupo letrado aumentó conforme avanzó el siglo XIX. Su aparición se registra en los últimos años del siglo XVIII y tiene su mayor auge a partir del proceso de formación de las repúblicas. Perú fue el país con mayor número de guías producidas según este modelo, como consecuencia de que fueran los cosmógrafos mayores los encargados de editarlas y de que pertenecieran a las élites letradas que participaron activamente en la creación de nuevas sociabilidades para la difusión del conocimiento durante el siglo XIX.
El modelo letrado introduce elementos que cambian la forma de construir el discurso de las guías y el público al que se dirigen. Este grupo recibe su nombre debido a que los autores de los impresos expresan un interés explícito de usar las guías de forasteros como medio para difundir conocimiento y reunir en un volumen aspectos relevantes de la geografía, la historia, el comercio o la composición social de un territorio, además de la información básica ofrecida por el modelo imperial (esto es, el almanaque y el directorio). Es un interés que surge cuando quienes editan las guías son letrados que participan en la producción de conocimiento, en la construcción de espacios y mecanismos de socialización y en los debates sobre el progreso de la sociedad en América hispana durante el siglo XIX.26 El directorio y el calendario en este tipo de guías suelen ir acompañados de una presentación, prólogo, introducción o resumen histórico que cambia el tono y la exclusividad del enfoque con respecto a las guías del modelo imperial. Las explicaciones o reflexiones científicas o históricas amplían la capacidad de uso de las guías e introducen nuevas posibilidades discursivas, trasladando progresivamente el discurso de poder de la burocracia al desarrollo y promoción del conocimiento como forma de mejoramiento social.27
Cuando se hace referencia al carácter letrado de los autores de las guías que conforman este grupo, no significa que quienes editaron las del modelo imperial no pertenecieran a las élites letradas. Sería un error considerar a estos editores/autores como parte de grupos socioculturales opuestos, cuyas diferencias, según Annick Lempérière, estaban en que los hombres de letras de las distintas generaciones tenían distinta sensibilidad política y percepciones de lo que los unía al pasado.28 Sus intereses se reflejaron de manera más apegada a los propósitos de la corona, mientras que quienes editaron las guías del modelo letrado encontraron en estas medios para manifestar preocupaciones propias de la ilustración hispanoamericana y, más avanzado el siglo XIX, del desarrollo del pensamiento republicano. Estos autores se distinguen también por establecer una representación propia del espacio y de la sociedad de la que tratan en las guías. Los editores/autores de las guías de forasteros proponen por medio de las noticias históricas, los resúmenes médicos o las explicaciones astronómicas otras maneras de aproximarse a la comprensión de los territorios, interviniendo como sujetos activos de esa construcción discursiva.
Ejemplo de lo anterior es la introducción de resúmenes históricos que superan las cronologías o los listados de fechas, como en el caso del Almanaque de Bogotá i guia de forasteros para 1867 del historiador colombiano José María Vergara y Vergara (1831-1872). Además de abrir con un prólogo en el que hace una detallada exposición de sus intenciones al componer la guía, Vergara incluye una "Noticia biográfica del doctor Manuel Murillo Toro" de 10 páginas y un "cuadro cronológico de los soberanos i magistrados de la Nueva Granada (hoi Estados Unidos de Colombia), desde los cipas hasta nuestros dias", de 315 páginas, acompañada de una "serie de los ilustrísimos señores obispos de Santamarta" y de "Algunas noticias curiosas sobre Santafé de Bogotá".29
Las guías de forasteros del modelo letrado -desde los últimos años del período colonial y de construcción de los Estados nacionales en el siglo XIX- sirvieron también como medio de difusión del conocimiento de su pasado y su presente. Por esta razón podemos encontrar entre los autores de las guías a conservadores como José María Vergara y Vergara en Colombia (a quien podría verse más como un hispanista) y Juan Egaña en Chile y a letrados y estadistas liberales como José Victorino Lastarria (1817-1888) o Andrés Bello, también en Chile. Como se mencionó líneas arriba, el caso peruano es particular por haber estado vinculados la mayoría de los autores/ editores al ejercicio de la cosmografía. Esta filiación institucional (también gubernamental) marcó un curso definitivo en la edición de las guías de forasteros como promotoras de discursos y del conocimiento científico en el Perú virreinal y republicano.
El modelo comercial
El grupo de guías clasificadas en el modelo comercial es el más pequeño de los tres y, aun así, el que mejor demuestra los caminos que las guías de forasteros empezaron a tomar a partir de la finalización de las revoluciones hispanoamericanas. Es el grupo que establece un puente entre las guías de forasteros y otro tipo de guías, como las descriptivas, geográficas o estadísticas, publicadas más avanzado el siglo XIX. Del cuerpo de guías revisadas existen aproximadamente 11 del modelo comercial, lo que corresponde casi al 11 %. Aunque el número parece insignificante, si se lo compara con los otros dos modelos, hay en este grupo una característica destacable de la cual los otros dos carecen: el período en que se producen, principalmente entre 1830 y 1887, es constante y se alinea con una época de cambio y de construcción de dinámicas económicas de las repúblicas independientes americanas (ver tabla 1).
De las 11 guías, 5 corresponden a México, 3 a Argentina, 1 a Colombia, 1 a Puerto Rico y 1 a Guatemala. Los números no son gratuitos. Representan nuevas prácticas sociales que los editores/autores de las guías percibieron tras el in de las revoluciones, expresadas en la progresiva expansión de la capacidad de consumo de las personas en las áreas urbanas de las principales ciudades hispanoamericanas.30 Así mismo, el proceso de modernización de las ciudades ampliaba la movilidad local y extranjera con la incorporación del barco de vapor y las redes ferroviarias y telegráficas, lo que traía la diversificación de los mercados, en la cual la inversión extranjera y las importaciones adquirían un papel relevante.31 La relación entre las guías de forasteros como impresos dirigidos a un público urbano cobra mayor sentido en este modelo pues, a pesar de que ellas mantienen la intención de dar a conocer la estructura administrativa del país reseñado, hay un constante interés por darles a los lectores información útil para involucrarse en las dinámicas de los mercados: desde las tiendas y los negocios pequeños, hasta los cambios de monedas, tablas de medidas, precios de los tiquetes de las líneas ferroviarias y características de las aduanas.
Los impresos del modelo comercial muestran la versatilidad de las guías de forasteros y su posibilidad de dirigirse a diferentes públicos. Según la definición que Antonio Pillado da en su Diccionario de Buenos Aires ó sea Guía de forasteros de 1864 sobre las primeras guías de forasteros editadas en la ciudad, estos impresos "solo contienen la nómina de los empleados civiles y militares y algunas estadísticas referentes al comercio con la metrópoli".32 El interés comercial que muestra Pillado le permite destacar que las guías redactadas en el pasado en Buenos Aires, como las de "Mr. Blondel" trajeron "la novedad de publicar listas de los nombres con el domicilio de todos los comerciantes é industriales del país".33 Esta observación demuestra que para Pillado y su antecesor, J. J. M. Blondel, la utilidad de las guías se daba en su capacidad de reunir información comercial para la capital, y así lo demuestra el título de la editada por este último para 1830:
Almanaque de comercio de la ciudad de Buenos Aires para el año de 1830. Para servir de guía a los habitantes y forasteros, y dar a conocer lo que es relativo al gobierno, ministerios, administraciones, todos los establecimientos, los nombres y casas de los fabricantes, negociantes, consignatarios, comerciantes, mercaderes, artistas y artesanos; y de los abogados, médicos y boticarios; y también el itinerario de Postas hasta el Perú y Chile.34
El proceso de modernización de las ciudades también trajo consigo el ejercicio de la ciudadanía por parte de los habitantes de las nuevas repúblicas y con éste la expectativa de que los ciudadanos actuaran de acuerdo con las leyes de los gobiernos constitucionales (con excepción de las sancionadas durante el Segundo imperio mexicano entre 1863-1867). Se trataba de un interés especial por preservar el orden público de los excesos de la libertad.35 Ello explica que en las guías comerciales los editores dedicaran una sección a difundir leyes sobre el comercio (Guia de forasteros politico comercial de la ciudad de Megico, 1842), reglamentos para "criados domésticos" o para evitar que se robaran a los niños de la ciudad de México (Guía de forasteros y repertorio de conocimientos útiles, 1852), disposiciones sobre la organización de la policía (El viajero en México para 1864) o reglamentos sobre despachos de correos (Guía general de la Isla de Puerto Rico, 1879).
Este mismo interés por la regulación del quehacer de los ciudadanos se combinó con la relación que se estableció en el período republicano entre el ejercicio de la ciudadanía, el trabajo y el funcionamiento de los mercados. En consecuencia, "la modernidad y el progreso, sinónimos de capacidades que obraban en la explotación de los recursos naturales y en la invención de los recursos técnicos, convenían en una buena preparación para el trabajo".36 Las detalladas listas de establecimientos comerciales en los cuales se podían adquirir servicios dentales, de carpintería o sastrería, se complementan con la enumeración de almacenes de artículos importados y de amplia variedad de commodities. En estos contenidos aparece un importante cambio en las estructuras de las guías del modelo comercial: utilizan la enumeración alfabética para incluir una gran cantidad de establecimientos, talleres y profesionales que participan de la economía de la ciudad. Muchas de las guías de forasteros del modelo comercial cambian la estructura tradicional de los modelos imperial y letrado, con lo cual ajustaban los contenidos a un nuevo tipo de discurso.
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Las guías de forasteros hispanoamericanas no fueron publicaciones aisladas y esporádicas, sino sistemáticas y dirigidas por los grupos de poder (gubernamentales, comerciales o letrados) que propusieron representaciones sobre su organización y sobre las estructuras que en apariencia determinaban el funcionamiento de la sociedad. Esto lo demuestra el cuerpo significativo de guías que se imprimieron desde el siglo XVIII con las reformas borbónicas y durante todo el XIX. Los tres modelos propuestos para su estudio revelan también la orientación que les dieron los diferentes agentes de poder, como gobernantes, instituciones y hombres de letras, según sus expectativas y propósitos, al crear impresos que trataran temas públicos sobre los territorios y su organización. En consecuencia, las guías de forasteros, además de ser listas de funcionarios acompañadas de almanaques para cada año, fueron también un tipo de impreso de aspiración social que representaba a un grupo selecto de hombres elegidos para gobernar los territorios americanos.
Los 206 registros de guías de forasteros encontrados en bases de datos y bibliografías muestran que existió un interés de gobernantes y letrados por publicarlas en las diferentes ciudades del continente. La descripción y análisis de algunas de sus características más relevantes, como introducciones, noticias históricas y juicios del año, permiten encontrar continuidades y discursos en común que se refieren a las estructuras de poder que se enumeran en sus páginas. La organización discursiva, en apariencia estática durante más de cien años, demuestra que sus autores y editores introdujeron visiones de mundo relacionadas con su posición social, ocupación y relación con las autoridades oficiales. Conforme avanzaba el tiempo, estas se convirtieron en impresos más prácticos, relacionados con la modernización de las ciudades, o fueron reemplazadas por guías comerciales, geográficas o turísticas. Por lo tanto, las guías de forasteros, además de participar en la construcción de discursos de las élites hispanoamericanas desde finales del siglo XVIII y durante el siglo XIX, fueron también objetos que mostraron los alcances y posibilidades de la cultura impresa que empezó a tomar impulso a partir del siglo XVIII. El análisis histórico de su existencia y permanencia permite mostrar el desarrollo de las formas impresas en América hispana y cómo este mercado fue diverso y formó parte de las prácticas culturales de las diferentes sociedades del continente. Es así como el estudio de las guías de forasteros hace un aporte relevante al análisis histórico de las formas impresas en Hispanoamérica, dado que su producción, circulación y usos fueron significativos en las principales ciudades del continente desde 1760.