Introducción
Según el texto “Alerta 2019! Informe sobre conflictos, derechos humanos y construcción de paz”, de la Escola de Cultura de Pau de la Universidad Autónoma de Barcelona [1], durante el año 2018 se registraron 34 conflictos armados internos alrededor del mundo, incluyendo el colombiano, conflicto que se considera activo, pese a las negociaciones que condujeron, en 2016, a la firma del Acuerdo de paz entre el Gobierno y la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia - Ejército del Pueblo (FARC-EP) [2]. Es bien sabido que el conflicto armado colombiano (en adelante, el conflicto) ha generado millones de víctimas y efectos políticos, económicos y sociales devastadores. Según el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), entre el 1.º de enero de 1958 y el 31 de diciembre de 2012, el conflicto causó la muerte de por lo menos 220 000 personas, de las cuales 166 069 eran civiles, mientras que unos 40 787 eran combatientes, es decir, una proporción de 81,5 y 18,5 %, respectivamente. Asimismo, al 31 de marzo de 2013, se reportaban 25 007 personas desaparecidas, 27 023 secuestros entre 1970 y 2010, 10 189 víctimas de minas antipersona entre 1982 y 2012, y 4 744 046 víctimas de desplazamiento forzado [3].
Lo anterior propició que, desde diferentes sectores, se formularan preguntas y proyectos respecto a asuntos como las causas-efectos del conflicto [4], sus circunstancias de perpetuación y opciones para su resolución [5], actores armados y no armados involucrados [6], acciones de resistencia, nuevas subjetividades, construcción de memoria y construcción de paz desde diversos actores [7], entre otros. Así, aunque muchos de estos temas han sido abordados tradicionalmente desde campos disciplinares como las ciencias políticas, las ciencias sociales y humanas, también la salud pública se ha interesado por los temas de la violencia, las guerras y los conflictos. Esto, dados los múltiples efectos que tienen estos fenómenos sobre la vida-muerte y la salud de la población.
Por ejemplo, en 1999, investigadores de la Organización Mundial de la Salud (OMS) estimaban que cada día en el mundo morían 16 000 personas (5,8 millones por año) a causa de heridas producto de diferentes situaciones violentas [8]. Igualmente, en 2002, la OMS definió la violencia como un desafío global y una prioridad en salud pública [9].
En el escenario doméstico, la relación entre violencias, conflicto y salud también ha sido explorada. Así, en su momento, el reconocido salubrista Saúl Franco analizó la tasa de mortalidad por homicidios de varios años, para llamar la atención acerca de los efectos de la violencia sobre la salud de los colombianos [10]. Por su parte, Moreno y Cendales [11] analizaron el comportamiento de la mortalidad y los años potenciales de vida perdidos por homicidio en el país entre los años 1985 y 2006.
Igualmente, en escenarios más recientes, el Instituto Nacional de Salud (INS) publicó, en 2017, el estudio “Consecuencias del conflicto armado en la salud en Colombia”, en el que se exploran impactos del conflicto en términos de morbimortalidad (lesiones de causa externa, desenlaces en población infantil, enfermedades transmisibles y no transmisibles, salud sexual y reproductiva, salud mental) y coberturas en servicios (coberturas de vacunación) para diferentes grupos de población [12].
Valga llamar la atención sobre el hecho de que en el estudio del INS se utilice el concepto de conflicto armado para explorar sus efectos sobre la salud de la población colombiana. Así, los estudios aquí citados, permiten proponer el conflicto (y la ruralidad como lugar donde principalmente este se desarrolla) como asuntos de interés y reflexión inacabados en el campo de la salud pública. Esto, si la misma se entiende como campo intertransdisciplinar, que procura comprender fenómenos y realidades sociales complejas que enmarcan los fenómenos de salud-enfermedad colectivos y desde el cual se proponen alternativas para potenciar la salud, el bienestar y la vida [13].
Con el fin de agregar un avance en este propósito reflexivo acerca de la relación entre conflicto y salud, este trabajo parte de la pregunta sobre los tipos de investigaciones realizadas sobre el conflicto, sus métodos, técnicas y referentes conceptuales o teóricos. Es importante adicionar que no se hallaron revisiones o estudios previos de tipo metateórico que analicen de alguna manera los métodos y las teorías utilizadas en investigaciones sobre el conflicto en nuestro contexto, por lo que este estudio representa un aporte novedoso para diferentes campos interdisciplinares, incluida la salud pública.
Así, el objetivo de este trabajo fue identificar los tipos de estudios realizados sobre el conflicto armado colombiano, sus campos interdisciplinares, métodos y técnicas, así como las concepciones acerca de conflicto armado y ruralidad utilizados en los mismos, y su pertinencia para la salud pública. Para esto, se hizo una clasificación inicial, con base en la metodología definida; posteriormente, se organizaron los hallazgos y la discusión de forma conjunta, para favorecer el análisis de estos. El artículo expone lo anterior en su orden y cierra con las conclusiones de este trabajo de investigación.
Metodología
Los resultados presentados son producto de una investigación cualitativa, de índole metateórica, en la que se hizo una revisión narrativa, que empleó una estrategia de búsqueda sistemática, mediante una serie de pasos bien definidos.
Para ubicar la literatura de interés, se acudió inicialmente a 24 bases de datos bibliográficas multidisciplinares, en su momento, de libre acceso, a través del sistema de bibliotecas de la Universidad de Antioquia. Igualmente, se acudió a 8 repositorios institucionales de universidades destacadas del país, con el propósito de consultar trabajos de grado, de investigación y tesis relacionadas con el tema.
Tanto en las bases de datos como en los repositorios se emplearon descriptores en español e inglés: “conflicto armado” (armed conflict), “guerra civil” (civil war), “comunidad rural” (rural community), “campo”, “campesino” (rural, farmer), “ruralidad” (rurality), los cuales fueron combinados usando los términos boleanos “AND” y “OR”, dando lugar a fórmulas del tipo ‘conflicto armado’ AND ‘ruralidad’ OR ‘comunidad rural’.
Estas combinaciones de descriptores produjeron un retorno de más de 28 000 documentos, los cuales fueron sometidos a los siguientes criterios de inclusión: que fueran investigaciones; que hubiesen sido desarrolladas en contextos rurales colombianos (veredas, corregimientos, o zonas externas a cabeceras municipales, e incluso, regiones geográficas); que se encontraran en idioma español o inglés; que se tratara de trabajos en los que fueran identificables la metodología y los conceptos o referentes teóricos utilizados, y que hubiesen realizado trabajo de campo para la recolección de información.
Es de anotar que no se estableció un intervalo de tiempo para la búsqueda, pues la producción académica sobre el conflicto ha sido desarrollada a lo largo de varias décadas.
Por otra parte, fueron excluidos del análisis aquellos documentos que trataran sobre conflictos armados diferentes al colombiano, que fueran revisiones de literatura o teóricas (sin trabajo empírico), y que no permitieran el acceso a los textos completos.
Al no cumplir con los criterios anteriores, fueron excluidos 27 937 documentos, quedando un total de 164 documentos, de los cuales se eliminaron 63 documentos duplicados, quedando finalmente para análisis 101 documentos. El proceso de selección de estos documentos se presenta en la Figura 1.
Los documentos seleccionados fueron analizados por medio de la estrategia de análisis de contenido, entendida aquí como una búsqueda teórico-práctica, que permite identificar patrones y claves interpretativas, mediante la codificación y la categorización, cada vez más compleja y densa, de material documental [14]. Para esto, se utilizaron matrices de Excel 2019®, categorizaciones de diferente nivel y mapas conceptuales con el software Atlas ti 8.3.1®. Dichos procedimientos fueron de gran utilidad para reconstruir los diferentes sentidos sobre conflicto y ruralidad presentes en los documentos.
Para el desarrollo de esta revisión no se requirió tramitar aval ético.
A continuación se presentan los principales hallazgos de esta revisión.
Resultados
Los resultados de esta investigación son presentados en torno a tres elementos: 1) características básicas de los estudios como procedencia, tipo de trabajo, temporalidad, campo interdisciplinar, método, tipo de estudio, y técnicas de recolección de información; 2) el concepto de conflicto armado presente en dichos estudios; y 3) el concepto de ruralidad presente en los mismos.
Algunas características básicas de los estudios
De la totalidad de los estudios analizados, 87 provienen de repositorios institucionales. De estos, 43 fueron encontrados en el de la Universidad Nacional de Colombia; el número restante se distribuye en los repositorios de otras 6 universidades (Universidad del Valle, Universidad Industrial de Santander, Universidad de Antioquia, Universidad Javeriana, Universidad de los Andes y Universidad EAFIT). De los 15 documentos restantes, 14 corresponden a la base de datos Dialnet, y uno más a la base JSTOR.
Por otra parte, frente al tipo de trabajo, predominan los trabajos de grado, siendo 55 de estos trabajos de maestría, 15 de pregrado y 7 tesis doctorales. Igualmente, se encontraron 21 artículos, 2 libros, 1 dosier y 1 sistematización.
Otro aspecto de interés es el concerniente a la temporalidad de los documentos. Pese a no haberse delimitado un intervalo específico de búsqueda, el primer estudio encontrado corresponde al año 2001, y a partir del año 2007 y hasta el 2012 se da un incremento de estos. En el año 2013, el número de trabajos es menor, mientras que el mayor número de producciones corresponden, en su orden, a los años 2016 y 2017. Esta situación puede observarse en la Figura 2.
Los campos interdisciplinares, los métodos y las técnicas empleadas
Durante los últimos años, el conflicto, la ruralidad y el vínculo entre ambos son temáticas que fueron abordadas desde diferentes campos interdisciplinares, incluidas las ciencias de la salud. Sin embargo, el origen y las características del conflicto y de la ruralidad en Colombia han marcado una predominancia de estudios realizados desde las ciencias sociales y otras afines, tendencia que se refleja en los resultados de este trabajo (véase Tabla 1].
Característica | n | % | |
---|---|---|---|
Campo interdisciplinar | Ciencias sociales y humanas | 41 | 40,5 |
Ciencias políticas | 23 | 22,7 | |
Desarrollo rural | 7 | 6,9 | |
Estudios regionales y territoriales | 7 | 6,9 | |
Ciencias económicas | 5 | 5,0 | |
Derecho | 4 | 4,0 | |
Ciencias de la salud | 7 | 6,9 | |
Otros | 7 | 6,9 | |
Método | Etnográfico | 23 | 22,8 |
Historias de vida | 19 | 18,8 | |
Estudios de caso | 15 | 14,9 | |
Investigación acción participación | 5 | 5,0 | |
Revisión documental + campo | 5 | 5,0 | |
Transversal correlacional | 3 | 3,0 | |
Experimental | 1 | 1,0 | |
Método no especificado | 30 | 29,7 | |
Tipo de estudio | Cualitativos | 86 | 85,1 |
Cuantitativos | 7 | 6,9 | |
Mixtos | 8 | 7,9 | |
Técnicas de recolección de información | Una técnica | 28 | 27,7 |
Dos técnicas | 30 | 29,7 | |
Tres o más técnicas | 43 | 42,6 |
Así, de los 101 estudios encontrados, la mayoría estuvieron concentrados en el campo interdisciplinar de las ciencias sociales y humanas, y las ciencias políticas. Solamente 7 estudios pertenecen al campo de las ciencias de la salud, encontrándose 5 de estos en el campo de la nutrición, 1 en el de la enfermería, y 1 en el de la epidemiología. En todos los estudios, el método más empleado fue el etnográfico, seguido de las historias de vida y el estudio de caso.
Llama la atención que aproximadamente uno de cada tres estudios no hizo explícito un método, razón por la cual este debió ser deducido en el análisis.
La gran mayoría de los estudios fueron definidos como cualitativos, y casi la mitad utilizó tres técnicas de recolección de información.
Sobre el concepto de conflicto armado
El proceso de análisis de contenido permitió establecer que solo en 10 trabajos se presentan definiciones textuales de conflicto armado, mientras que, en 91, el conflicto es mencionado o definido por medio de elementos cercanos como sus causas o efectos.
Para dar cuenta de esto, se presentan, en primera instancia, algunas de las definiciones textuales de conflicto armado encontradas y, posteriormente, los otros sentidos hallados, mediante cuatro categorías: génesis o inicios del conflicto, trayectorias, efectos y actores (véase Figura 3 ). El concepto de ruralidad, expuesto más adelante, se incluye también en esta figura.
En la literatura internacional, en términos generales, los conflictos armados internos/guerras civiles son definidos como aquellos en que se presentan hostilidades entre fuerzas armadas gubernamentales y grupos armados no gubernamentales, o entre estos últimos únicamente [15-18]. En la revisión efectuada, gran parte de las definiciones sobre el conflicto van en esta línea, pero señalan, especialmente, a la población civil como víctima principal, debido a las graves violaciones a los derechos humanos.
Una primera definición de esta naturaleza es la hallada en el trabajo de Chávez, Ortiz y Martínez, donde el conflicto se define como […] una confrontación violenta cuyos orígenes echan raíces esencialmente en factores domésticos más que en factores ligados al sistema internacional, y en el cual la violencia armada transcurre esencialmente en los límites de un solo Estado.
Es así, como el conflicto armado en Colombia se desarrolla bajo la acción local de actores armados y no armados, políticos, militares y/o [sic] civiles [Brown, 1996, citado por Trejos, 2013, citado por [19], p. 168].
En ese mismo sentido, Sanmartin retoma a Duque et al., quienes proponen entender el conflicto como: “múltiples vulneraciones y violaciones de derechos humanos, donde actores estatales, contraestatales y paraestatales se enfrentan en una incesante lucha por el poder y el control de los territorios, poniendo a la población civil en riesgo, al atentar contra su vida, su integridad y su dignidad” [20], p. 18.
Pasando a la primera categoría, “inicios del conflicto”, en la revisión se identifica la tendencia a proponer el origen del conflicto en clave de dos elementos: sus causas y su momento de inicio, aunque ambas frecuentemente se relacionan. En cuanto a las causas, gran parte de los estudios asumen el origen del conflicto colombiano desde una mirada multicausal y compleja. Dentro de esta tendencia, resulta ilustrativa la explicación asumida por Hernández:
Como lo afirman diferentes analistas […] y diversos estudios […], este conflicto es multicausal, dado que su emergencia es producto de una pluralidad de causas […]: la carencia o insuficiencia de calidad de vida de las personas, la incidencia del debate sobre la situación de dependencia de América Latina, el cerramiento del sistema con el Frente Nacional, la ausencia o insuficiencia de canales de participación política, la influencia de la “experiencia ejemplarizante” […] de la revolución cubana [sic], la ausencia de Estado, una cultura autoritaria, la debilidad de la sociedad civil, y la decisión subjetiva de quienes optan por la lucha armada, entre otras […] [21], p. 67.
Ahora bien, pese a esta multicausalidad del conflicto, algunos trabajos resaltan la inequidad e injusticia social del país como sus causas fundamentales: “son tres grandes núcleos problemáticos los que estarían en la génesis del conflicto armado que padece la sociedad colombiana: el alto grado de concentración de la propiedad de la tierra rural y urbana, la exclusión de la mayoría de la población en la configuración del Estado Nación [sic] y el alto grado de concentración del ingreso” [22], p. 34. En cuanto al momento de inicio, un importante número de trabajos coinciden en ubicar este hecho hacia mediados del siglo pasado, en los años cincuenta, a partir de todos los acontecimientos que derivaron en la violencia bipartidista [23,24].
Pasando a la categoría “trayectorias del conflicto”, es importante anotar que esta surge como elemento analítico que pretende dar cuenta de los devenires del conflicto en clave(s) temporal(es), territorial(es) y de las relaciones de poder establecidas, elementos mediante los cuales el conflicto es abordado en los trabajos revisados.
Con las trayectorias temporales, se quiere llamar la atención sobre las diferentes etapas o momentos en los que se ha subdividido el periodo del conflicto, pues “el Conflicto armado es un eje de larga duración que atraviesa la historia de la nación colombiana. Sin embargo, ello no significa necesariamente una confrontación continua, permanente y generalizada […]” [25], p. 28.
El reconocimiento del conflicto como fenómeno multietápico permite, así mismo, plantear estos diferentes momentos, bien en función de su intensidad o de los actores involucrados. En tal sentido, son dos los trabajos que acogen una periodización genérica, según la cual, en la década de los cincuenta, se da la violencia bipartidista; entre los años sesenta y los ochenta, la aparición y la consolidación de las guerrillas marxistas; en los años ochenta y noventa, el surgimiento del paramilitarismo, y desde la primera década de los dos mil, con la política de la seguridad democrática, una intensificación de acciones por parte de todos los actores, incluido el Estado [26,27].
Como se dijo antes, el conflicto colombiano ha adquirido, además, trayectorias territoriales; es decir, muchas de sus dinámicas han sido marcadas por las características topográficas, económicas, políticas de los territorios, pero también, en un sentido inverso, el conflicto ha impuesto dinámicas, como actividades económicas, explotación de los recursos naturales y formas de organización social sobre los territorios. Sobre este devenir territorial, el trabajo de Mejía señala que “La confrontación armada es altamente diferenciada siguiendo la dinámica interna de las regiones, tanto en su poblamiento y formas de cohesión social como en su organización económica, su vinculación a la economía nacional y global, su relación con el Estado y el régimen político, con la presencia diferenciada y desigual de las instituciones y aparatos del Estado” (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, 2003, citado por [28], p. 28).
Más aún, en otro de los trabajos revisados se indica que, en ciertas regiones, la violencia y el conflicto sociopolítico armado han agrupado aspectos de territorialidad, control territorial y control estratégico por parte de los grupos armados [29].
Un tercer elemento, las relaciones de poder entre distintos actores armados, y entre estos y la población, le han conferido también devenires particulares al conflicto. Este elemento se expresa más nítidamente a nivel territorial o regional, en donde el entramado de relaciones de poder e intereses es todo el tiempo establecido, transformado y desafiado (quién controla el territorio, sus recursos, las rentas ilegales, la opinión pública, etc.), situaciones que otorgan trayectorias específicas al conflicto [30].
La tercera categoría relacionada con el conflicto es la de “efectos”. A la luz de esta, pueden ser leídos aquellos trabajos cuyo acercamiento al concepto de conflicto se da por medio del análisis de las consecuencias o los impactos que los diferentes hechos o acciones de guerra generan sobre las poblaciones. Se describen aquí los efectos negativos del conflicto sobre condiciones de vida, como la salud (seguridad alimentaria) y, de paso, la generación de ingresos [31-33]. Igualmente, se enuncian los efectos lesivos sobre el tejido social, las formas organizativas comunitarias y la cultura de los pueblos [34].
No obstante, es valioso rescatar que algunos de los estudios mencionan las formas de resistencia desarrolladas por las comunidades como respuesta a las acciones violentas presentadas en el marco del conflicto armado. Acciones de supervivencia, de construcción de subjetividades políticas, de defensa de la vida y de los territorios develan las capacidades de muchos grupos enfrentados a situaciones adversas [35-38].
La última categoría que en el análisis se relacionó con el conflicto es la de “actores”. Aquí, el concepto se aborda principalmente a través del análisis de los múltiples sujetos y organizaciones que han intervenido en él; no obstante, lo amplio del concepto actores demanda precisar que, por un lado, se encuentran los diversos grupos armados; y, por otro, las comunidades, sujetos, familias y grupos étnicos, quienes, sin pretender tomar parte activa del conflicto, han terminado siendo protagonistas en este, en calidad de víctimas.
En cuanto a los grupos armados, los trabajos revisados los presentan según sus hechos victimizantes, sus estrategias de dominio territorial, los órdenes sociales impuestos y, en algunos casos, a través de sus significados sobre el conflicto mismo [39]. Respecto a las víctimas, estas son presentadas en clave de categorías sociales o grupos humanos particulares, como niños, niñas, jóvenes y mujeres, y la forma en que el conflicto los ha afectado mediante fenómenos como el reclutamiento forzado, la explotación y el abuso sexual [40,41]. Tres estudios presentan los desafortunados efectos del conflicto sobre los grupos indígenas y afrocolombianos [42-44].
Sobre el concepto de ruralidad
Como se mencionó antes, se incluyeron en el análisis estudios que estuviesen relacionados con zonas o regiones rurales de Colombia. Ahora, aunque muchos de estos trabajos, desde sus propios títulos, referían lo rural respecto a una zona o región específica, o a través de algún colectivo humano “rural”, en su gran mayoría estos no suministraban una definición explícita sobre lo rural o la ruralidad. Por tal motivo, en esta revisión se procedió con una clasificación en la cual el sentido de la ruralidad se estructuró a partir de dos categorías: los “colectivos que habitan la ruralidad” y la ruralidad como “territorio no urbano” (véase Figura 3].
Respecto a los “colectivos que habitan la ruralidad” colombiana, y que, con frecuencia, han estado expuestos al conflicto, estos son descritos a partir de dos tópicos: primero, quiénes habitan la ruralidad, y segundo, cuáles son los derechos humanos que les han sido vulnerados a estos grupos en medio del conflicto.
De este modo, se encuentra que los habitantes rurales pertenecen a diferentes grupos étnicos [45]; también se alude a población campesina, mestiza y colona. Respecto al concepto de campesino o campesinado -una de las categorías más utilizadas en la literatura para referirse a lo rural-, el trabajo de Ricaurte plantea que
[…] aunque es difícil definir conceptualmente el campesino o campesina, un acercamiento de las ciencias sociales plantea que el campesinado colombiano es el resultado de un proceso histórico y por lo tanto no es solo un agente económico que provee alimentos frescos y de bajo precio a las urbes, sino que también es un sujeto histórico y político colectivo que ha estado excluido de la toma de decisiones políticas, de la inversión económica y de las políticas públicas [46], p. 30.
En algunos casos, al elemento étnico se agrega un componente etario, surgiendo así tipificaciones como niños o jóvenes indígenas, o jóvenes campesinos, entre otros.
Los trabajos revisados también presentan a las poblaciones rurales a partir de sus diferentes formas organizativas, como asociaciones agrícolas de microeconomía de subsistencia [47], comités cívicos [48], asociaciones campesinas [49], grupos de mujeres [50] y congregaciones o credos religiosos que les han ayudado a sobrellevar el conflicto [51].
Pasando al plano de los derechos humanos, son varios los trabajos que dan cuenta de múltiples y sistemáticas violaciones de estos para los colectivos que habitan la ruralidad, a quienes les han sido violados diferentes derechos fundamentales en el plano constitucional, como la vida, la libertad, el libre desarrollo y el buen nombre [52,53]. Sobre las múltiples vulneraciones a los derechos humanos que padecen las poblaciones rurales, en el trabajo de Luna se indica que “El conflicto colombiano ha sufrido de violaciones del Derecho Internacional Humanitario o de sus derechos humanos. Este flagelo a su vez genera desapariciones, desplazamiento, toma de rehenes, rompimiento de lazos familiares, mujeres víctimas de violencia sexual, reclutamiento de menores y hambre ocasionada por esa ruptura del tejido y la dinámica sociocultural” [54].
Adicionalmente, varios trabajos describen violaciones a derechos como salud (seguridad alimentaria, agua potable, saneamiento básico, vivienda) y educación [55-57]. Reportan, por otra parte, que estas vulneraciones son causadas por los diferentes grupos armados irregulares y por el Estado, a través de las fuerzas militares, o dada su ausencia, precisamente, como garante de derechos.
La segunda categoría dentro de la de ruralidad es el concepto de territorio no urbano. Basados principalmente en criterios técnicos de ordenamiento territorial y representaciones sociales predominantes, los trabajos aquí revisados asumen lo rural como aquellos espacios geográficos o territorios que se encuentran por fuera de ciudades, áreas urbanas o centros poblados. Respecto a dichas representaciones sobre lo rural, resultan claves los planteamientos de Posada, quien señala que
El concepto de espacio rural se ha utilizado de forma genérica, aplicable al territorio no urbano, lo cual lo supone carente de cualidades intrínsecas. Para muchos lo rural es sinónimo de lo agropecuario; para otros va más allá de lo agrario, lo que debería traducirse en políticas de desarrollo territorial y no solo en políticas de desarrollo agrario. Igualmente se ha identificado el medio natural con el medio rural [58], p. 15.
El mismo autor define lo rural como “un sistema con una misma categoría que lo urbano, en cuanto se refiere a un espacio de orden territorial que abriga un conjunto complejo de actividades económicas, de asentamientos humanos, culturas y procesos políticos, con especificidades y lógicas propias” (Echeverri, 1998, citado por Zuluaga, 2005, citado por [58], p. 16).
Realiza, además, otra claridad conceptual: la diferencia/relación entre rural y ruralidad; al respecto, en términos generales, “lo rural” se refiere a un medio geográfico, mientras que la “ruralidad” alude a una cultura o forma de vida vinculada con dicho medio; de esta forma, lo rural y la ruralidad tienen especificidades, pero están, a su vez, íntimamente relacionados [58].
Esta concepción de lo rural como lo no urbano implica que los trabajos señalen que dadas ciertas características de los territorios rurales, estos hayan sido durante décadas el principal escenario para el conflicto armado. En este sentido, el estudio de Tobón anota que “Los territorios de las poblaciones rurales asentadas en las cumbres andinas y sus valles intermedios de los ríos Cauca y Magdalena, hacia finales del siglo diecinueve y a lo largo del siglo veinte, sirvieron de arena histórica para la puesta en escena de los primeros y más violentos estallidos de violencia política” [59], p. 43. Igualmente, Bonilla señala: “El conflicto armado en Colombia afecta a las comunidades rurales que habitan en zonas de intereses de los actores del conflicto, originando muerte y desplazamiento de los sobrevivientes hacia las cabeceras urbanas de los municipios cercanos” [60], p. 13.
Así las cosas, el territorio rural es el principal escenario del conflicto, al tiempo que bien por pertenencia, arraigo o única alternativa para la existencia, es el lugar para el desarrollo de los proyectos de vida de las poblaciones que allí habitan. De esta forma, el territorio rural es nombrado como construcción histórica, que se configura socialmente por medio de la cultura, las experiencias y las subjetividades, lo cual permite a las comunidades rurales dotar sus territorios de diferentes significados y usos [61].
Por otro lado, se llama la atención sobre los procesos de reconfiguración que sufren los territorios, los cuales se pueden dar a través de varias vías, como la desterritorialización, la reterritorialización y la multiterritorialidad [62].
Discusión
En primer lugar, resulta interesante resaltar que la mayor parte de los documentos analizados fueron hallados en repositorios de universidades, más que en bases de datos, lo cual puede explicarse por el creciente interés de la academia colombiana por el conflicto; y porque, cada vez más, las universidades digitalizan sus publicaciones y trabajos de investigación, alojándolos en sus propios repositorios. Por otro lado, se resalta que, en las bases de datos, se encuentran producciones académicas de todo el mundo; sin embargo, al aplicar los criterios de inclusión, el número de artículos a ser analizados se redujo ostensiblemente.
Otro hallazgo de interés se refiere al incremento de trabajos sobre el conflicto que tiene lugar a partir del año 2013. Esto posiblemente se encuentra relacionado con la coyuntura política favorable generada por el inicio de los diálogos de paz con la guerrilla de las FARC-EP en el año 2012, situación que se vio reflejada en un desescalamiento del conflicto en diferentes territorios, y con ello la oportunidad de que los distintos sectores sociales volvieran a hacerse cuestionamientos sobre el mismo. Así, se interpretaron también, como muestras de buena voluntad del Gobierno del momento, el informe del CNMH ¡Basta ya! Colombia: memorias de guerra y dignidad y la Ley de Víctimas del año 2011 [3,63].
Por otra parte, existe en el país un marcado predominio de las ciencias sociales, humanas y políticas en el ámbito de los estudios sobre el conflicto y la ruralidad. Esta tendencia ha favorecido, a su vez, el abordaje de diferentes temas de investigación, desde métodos propios de esos campos disciplinares, como el etnográfico, las historias de vida o los estudios de caso.
Adicionalmente, es significativo que 30 trabajos, pese a describir elementos como el lugar de realización del trabajo de campo o las técnicas de recolección de información empleadas, no expusieran claramente el método elegido, situación que se presentó tanto en estudios de tipo cualitativo como cuantitativo. De esta forma, aunque desde diferentes campos y escuelas investigativas se asuma el método como “la forma característica de investigar determinada por la intención sustantiva y el enfoque que la orienta” [64], p. 40, es cuestionable que tantos trabajos pasaran por alto explicitarlo, pues es la elección e introyección de un determinado método (con sus supuestos epistemológicos, ontológicos y teóricos) lo que debería permitir un acercamiento más consciente a la realidad y, con ello, la elección de las técnicas de recolección y análisis de información más adecuados. Debe recordarse, precisamente, que la mayoría de los estudios utilizaron dos o más técnicas, lo que, desde la investigación en diferentes campos, en especial el de sociales, se sustenta en el precepto epistemológico de “captar” la realidad de la manera más holística o integral posible [65,66].
Por otra parte, solo uno de cada diez estudios presenta una definición explícita de conflicto y, por el contrario, la mayoría de ellos lo referencian de manera indirecta, bien mediante sus orígenes, trayectorias, actores y efectos. Es difícil discernir si esta situación es casual o no, pero pareciera existir en el mundo académico un “acostumbramiento” a las palabras “conflicto” y “guerra”, lo cual, según expertos colombianos, pareciera hacer irrelevantes definiciones elaboradas de las mismas [67].
Frente al concepto de ruralidad, es notoria también la ausencia de marcos conceptuales o teóricos explícitos para definirlo, salvo trabajos como el de Posada y su distinción/relación entre lo rural y la ruralidad [58]. De allí que la estrategia analítica sobre el concepto se hubiese estructurado a partir de los colectivos de la ruralidad misma, y de su definición convencional como territorio no urbano.
Por otro lado, es importante resaltar que, de la totalidad de los estudios analizados, 7 son del campo de las ciencias de la salud. De estos, 5 se ubican en el campo de la nutrición, y desde allí, analizan los efectos del conflicto sobre la soberanía y la seguridad alimentaria de varios grupos [32,33,42,54,55]. Un estudio más, del campo de la enfermería, indaga las conceptualizaciones sobre salud-enfermedad en una zona golpeada por el conflicto [56], y otro, en el campo de la epidemiología, realiza una evaluación sobre una intervención cognitivo-conductual para reducción de síntomas de salud mental en poblaciones víctimas del conflicto [60].
Llegado este punto, y en relación con este último estudio, valga indicar que si bien la presente revisión narrativa no se hizo solamente con el propósito de encontrar estudios del campo de la salud pública, la presencia de solamente un estudio en el total sí puede resultar indicativa de la necesidad de que, desde este campo, se desarrollen más acciones de intervención y de investigación respecto a los diferentes efectos del conflicto sobre la salud de la población colombiana.
Esto, si además se tiene en cuenta que, como se dijo al inicio, temas como la violencia y la guerra, y su relación con la salud poblacional, han sido reconocidos como asuntos prioritarios en salud pública, y que, en el caso colombiano, desafortunadamente el conflicto sigue activo, causando cuantiosos y diversos daños a la salud y la vida.
En esta vía, quienes trabajan en la salud pública deben reconocer la complejidad del fenómeno en cuestión y, en la misma medida, concebir las diferentes acciones desde una lógica holística e interdisciplinaria, en donde los desarrollos de diferentes campos disciplinares, como las ciencias sociales, políticas y ambientales, sean considerados como relevantes.
En tal sentido, los conceptos aquí analizados de conflicto y ruralidad representan solo una de las múltiples vías para la comprensión y el trabajo en torno de un fenómeno desastroso, que debería dejar de verse como distante, y que, en tal medida, debería constantemente interpelar el quehacer de la salud pública
Conclusiones
Aunque los efectos de la violencia, las guerras y los conflictos armados sobre la salud poblacional han sido objeto de interés de organismos internacionales y nacionales de salud, así como de algunos académicos del campo de la salud pública, por diversos motivos, dichas iniciativas resultan insuficientes. Esta revisión narrativa revela que, en nuestro contexto, los estudios sobre el conflicto armado (incluidas sus diversas afectaciones a la población) se han desarrollado predominantemente en el campo de las ciencias sociales y políticas, y a partir de sus métodos. Esto, pese a que muchas de estas afectaciones acontecen sobre la salud, la vida y el medio ambiente en que habitan diferentes colectivos.
Si bien es cierto que el escenario para el desarrollo de diferentes estrategias y estudios en salud pública, en torno a poblaciones o territorios en conflicto, no siempre ha sido el más adecuado debido al conflicto mismo, también se puede argumentar que la salud pública debe dejar de observar el conflicto como asunto distante o propio de otras disciplinas, para pasar a un papel más protagónico. Múltiples saberes que confluyen en la salud pública pueden generar verdaderos aportes de promoción, prevención y rehabilitación en temas como salud mental, salud sexual y reproductiva, enfermedades infecciosas, seguridad alimentaria y salud ambiental, entre otras. Ello requiere el reconocimiento y la operación de mucho de lo ya construido al interior del campo, pero también de la incorporación de enfoques, conceptos y métodos de otras disciplinas. Un ejemplo de esto son las categorías de conflicto y ruralidad.