Introducción
La pandemia por COVID-19 en Argentina, al igual que en otros países, exigió una reorganización del sistema de salud. Se priorizaron el diagnóstico y el tratamiento de los casos sospechosos y positivos de COVID, y se efectuó la pronta adecuación edilicia de los hospitales para el aislamiento e internación de los pacientes. Esto condujo a colocar en segundo plano la atención de problemas de salud preexistentes, que adquieren igualmente dimensiones pandémicas, como las enfermedades crónicas no transmisibles (ECNT) -como la diabetes, la hipertensión o las cardiopatías-. En particular, los padecimientos crónicos o de larga duración constituyen procesos inciertos e intrusivos en las vidas de las personas, requieren una amplia variedad de atenciones y cuidados, e implican conflictos de interpretación y autoridad entre los distintos actores involucrados (trabajadores y trabajadoras de la salud, entorno familiar y persona que padece) [1].
Una revisión de algunas investigaciones en torno a las ECNT, desde una perspectiva cualitativa, nos permite identificar que la mayor parte de los estudios se han focalizado en las percepciones y experiencias de las personas que viven con alguna de estas enfermedades [2-17]. Sin embargo, las trabajadoras y los trabajadores de la salud se constituyen en actores relevantes en el proceso de salud-enfermedad-atención-cuidado de dichas personas, siendo quienes definen los diagnósticos y acompañan sus tratamientos. En ese sentido, las investigaciones previas se centran, principalmente, en la relación entre profesional y paciente [18-22].
Strauss et al.[1], en su investigación sobre la organización social del trabajo médico enfocado a enfermedades crónicas, explican las complejidades de la acción terapéutica vinculadas al hecho de que no hay precisión en el trabajo médico, porque hay muchas posibles trayectorias y problemas asociados a esas enfermedades. De modo que incluso las trayectorias de enfermedad esperables y relativamente rutinarias pueden desarrollar complejidades imprevistas en torno a la acción terapéutica. En ese sentido, los autores introducen el concepto de trayectoria de enfermedad para referirse no solo al desarrollo fisiológico de la enfermedad de un paciente, sino también a la organización total del trabajo realizado durante el curso de la enfermedad, además del impacto en las personas involucradas con ese trabajo y en su organización. Particularmente, en el caso de los hospitales, la organización involucraría diferentes acciones médicas y de enfermería, diversos tipos de habilidades y recursos, y distintos trabajos, vinculados a la técnica, el cuidado y la seguridad del paciente, así como el trabajo afectivo [1].
En 2020, la Organización Mundial de la Salud presentó una revisión sobre las relaciones entre el COVID-19, las enfermedades no transmisibles (ENT) y los factores de riesgo de estas enfermedades, donde explican que las personas que viven con ENT corren mayor riesgo de padecer una manifestación grave de COVID-19 o de morir por causa de este [23]. Tanto la pandemia como las medidas de confinamiento han afectado gravemente los servicios de diagnóstico, tratamiento, rehabilitación y cuidados paliativos destinados a las personas que viven con ENT, a lo que se suma el aumento de la inactividad física, la dieta inadecuada y el consumo nocivo de alcohol, que se configuran como potenciales disparadores de complicaciones [24].
En Argentina, la pandemia significó la implementación de las medidas de Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio (ASPO), mediante el Decreto 297 de 2020 [25] (al menos durante los primeros meses), la normativa de cerrar los centros de salud y limitar la atención en los hospitales a las urgencias. Esto, junto al miedo y la incertidumbre respecto de los mecanismos de transmisión y contagio del nuevo virus, habría incidido en la disminución de los controles médicos y en la interrupción de los tratamientos [26].
En estudios previos, hemos trabajado la hipótesis de que en los servicios públicos de salud convergen problemáticas y demandas emergentes o coyunturales de la población, que no siempre coinciden con aquello que la institución norma y regula como emergencia o urgencia médica [27]. Por su parte, en este artículo se analizan las narrativas de quienes trabajan en hospitales públicos del conurbano bonaerense, sobre sus experiencias en la atención y el cuidado de personas que viven con alguna ECNT, durante los años 2020 y 2021, focalizando las dificultades y los obstáculos que emergen en el contexto de la pandemia por COVID -19.
Metodología
Como ya se indicó, este trabajo forma parte del proyecto “Transitar de la pandemia a la postpandemia, desafíos y posibilidades de los nuevos escenarios en la salud pública desde las narrativas de sus trabajadores/as”, el cual fue aprobado por el Comité de Ética en Investigación del Instituto Nacional de Epidemiología “Juan H. Jara” [28].
En esta investigación cualitativa se realizaron un total de 41 entrevistas en profundidad [29], a trabajadoras y trabajadores de hospitales públicos generales de la región sur del conurbano bonaerense, ubicado en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA). Esta zona corresponde con las regiones sanitarias VI y XI de la provincia, las cuales concentran el mayor número de hospitales generales zonales e interzonales2 de toda ella -la región VI con 12 hospitales, y la XI con 8-. Según el censo del año 2010, la población del AMBA era de 12 806 866 habitantes, correspondiendo a la región sur 4 194 709 habitantes [30].
El contacto con las trabajadoras y los trabajadores se hizo vía WhatsApp, a partir de redes establecidas en trabajos de campo previo (véase Sy et al., 2021). Cuando manifestaban su interés en participar, se realizaba un llamado o se dejaba un mensaje de audio con el que se ampliaban las características de la entrevista y se solicitaba la lectura del consentimiento informado para la firma.
Tras manifestar su conformidad para participar, se concertaba un día y hora para la entrevista. Cuando se pudo, fue presencial, en el lugar sugerido por la persona entrevistada; en otros casos, aquella se llevó a cabo de manera virtual, usando la plataforma con la que estuviera familiarizada la persona.
Al finalizar, se le solicitaba a la persona que nos sugiriera otras personas del trabajo a quienes podríamos entrevistar.
Todas las entrevistas fueron grabadas (en audio) y transcritas en su totalidad.
Desde el inicio del proceso de análisis, se buscó anonimizar las entrevistas, para proteger la identidad de las personas entrevistadas y las instituciones de referencia.
Para este artículo nos enfocamos en los resultados del análisis de 13 entrevistas, en tanto estas fueron realizadas a personal sanitario que antes de la pandemia atendía ECNT.
Se utilizó, en la entrevista, un guion, orientado a conocer las experiencias de atención y cuidado de personas con padecimientos crónicos durante la pandemia. Las entrevistas seleccionadas se realizaron de manera virtual, a través de la plataforma Zoom o Google Meet, durante los meses de mayo y agosto del 2021.
De esta forma, se entrevistó a siete médicas (con especialidad en clínica, cardiología y medicina general), tres médicos (de clínica y gastroenterología), una trabajadora social y dos trabajadores sociales. Las médicas y los médicos cumplían sus horas de trabajo en consultorios externos, guardias y salas de internación. Las trabajadoras y los trabajadores sociales laboraban en función de las interconsultas que recibían de distintos servicios. Todas las personas entrevistadas aceptaron y firmaron el consentimiento informado aprobado por el Comité de Ética. En todos los casos se anonimizaron las entrevistas; en este artículo se usan seudónimos al citar las personas entrevistadas.
En el análisis, partimos del enfoque de las narrativas, por medio del cual apuntamos a reconstruir la manera en que los actores producen, representan y contextualizan sus experiencias. En palabras de Mattingly y Garro: “La narración es una forma humana fundamental de dar sentido a la experiencia” [31], p. 7.
Cuando hablamos de “narrativas”, nos referimos a un tipo específico de relato, situado temporal y espacialmente, con un tema central, y que está inmerso en las formaciones y convenciones discursivas de época [32]. La narrativa consiste, entonces, en una secuencia ordenada de eventos, donde hay una lógica que (al menos) para el narrador tiene sentido y que puede ser entendida como estructuras formales o considerarlas en términos de sus funciones [33].
En este caso, siguiendo la propuesta de Labov [33], desarrollamos para el análisis una exploración de la estructura formal de las narrativas, que responde a un conjunto de unidades elementales que pueden identificarse en las mismas. Estas son: el resumen, que consiste en una síntesis de lo que se va a narrar (lo cual no siempre va a estar explícito); la orientación, que permite establecer la situación, el momento y espacio donde tiene lugar y los actores involucrados; la complicación, donde radica lo acontecido, las encrucijadas o crisis; la evaluación y el resultado, que están relacionados entre sí, describiendo el desenlace de los acontecimientos y puede haber alguna reflexión sobre los mismos. Además, las narrativas pueden terminar con una coda, la cual señala la terminación de la narrativa, donde, en general, se vuelve discursivamente al presente.
Si bien no en todas las narrativas se va a dar una regularidad perfecta en relación con los elementos planteados, sí podemos observar cómo está estructurada la narrativa e identificar puntos significativos transversales a ellas [33], y de dicha manera la propuesta de Labov permite delimitar una estructura narrativa que resulta ser una vía de acceso a las experiencias vividas.
Resultados
A partir del análisis desarrollado previamente, organizamos los resultados en un conjunto de narrativas, derivadas de las entrevistas, como un recorrido posible sobre los obstáculos identificados por quienes trabajan en la atención de personas que viven/padecen alguna ECNT. La relación entre dichas situaciones está dada por la dimensión temporal, que inicia con la irrupción de la pandemia y se extiende hasta el momento de realización de la entrevista.
A continuación se muestran los puntos significativos recurrentes y transversales que permiten la construcción de una narrativa colectiva.
Orientación: qué, quiénes, cuándo y dónde
Las experiencias narradas por las personas entrevistadas se enmarcan en el espacio del hospital público, ya sea en los consultorios externos, la guardia o las salas de internación. Pilar, de 36 años de edad, médica clínica de un hospital del conurbano bonaerense, con una antigüedad de 7 años, señala:
[…] tengo un cargo de 36 horas semanales, hago guardias 12 horas por semana, y el resto, hago internación, o sea, seguimiento de pacientes internados.
Javier, trabajador social de otro hospital ubicado en la misma región, con 32 años y una antigüedad de 3 en su cargo, cuenta que:
[…] fundamentalmente, el trabajo está abocado a las áreas de internación. Eso, como el trabajo más intenso; después, obviamente recibimos interconsultas de casi todos los servicios. Incluso tenemos lo que es demanda espontánea del servicio social.
Por su parte, Jorge, médico clínico de 32 años y con 6 años de antigüedad en el hospital, relata que:
[…] trabajo en la parte de clínica médica. En internaciones, básicamente mi trabajo es de internación. Aparte de eso, de hacer internación, atiendo en la unidad de enfermedades cardiometabólicas del hospital, que es un consultorio de hipertensión.
Las personas entrevistadas narran sus experiencias teniendo como marco temporal el inicio de las medidas de aislamiento social, que de forma preventiva y obligatoria apuntaban a evitar la dispersión del virus SARS-CoV-2.
En particular, en los hospitales públicos se sumaron una gran cantidad de cambios en la cotidianeidad del trabajo, como la intensidad de la demanda para determinados servicios, que se agrega al carácter continuo del trabajo, lo que, si bien preexiste a la pandemia, se suma a la postergación en la posibilidad de tomar vacaciones, la reorganización del trabajo y rutinas, y la incertidumbre y la ansiedad vinculada a la posibilidad de contagio.
Estos cambios influyeron en el trabajo, lo que constituyó una serie de obstáculos y dificultades en la atención y el cuidado, como se describe a continuación.
Complicaciones: ¿qué pasó?
“Hubo una mala praxis, [...] donde todo fue COVID”
Las médicas y los médicos, así como las trabajadoras y los trabajadores sociales identifican un momento previo a la irrupción de la pandemia en el hospital: es el inicio de las medidas del ASPO decretadas en marzo de 2020, cuando todavía no había una circulación comunitaria del virus. Dicho tiempo buscó organizar los servicios y el trabajo para la pandemia, aunque la atención a las ECNT quedó en suspenso:
Al principio se cerró todo, los primeros meses todo cerrado. No había atención. Lo que nunca y lo único que no se cortó de la atención fue la hipertensión en las embarazadas; fue medio una decisión personal [Jorge].
Lorena, de 31 años de edad, médica generalista de un hospital del conurbano bonaerense, con una antigüedad de 6 años, señala:
[…] se suspendió todo durante la primera ola,3 salvo diabetes. Pasa es que uno o dos consultorios, o sea, son dos médicas que hacen diabetes; entonces, están muy sobrecargadas.
Melina, de 31 años de edad, médica clínica que se encontraba realizando su segunda residencia en gastroenterología, con una antigüedad de 7 años en el mismo hospital, nos cuenta que:
[…] te manejabas vos con los pacientes de darle tu número personal para que te avisen, ¿viste? Eso muy a pulmón, desde el servicio, viendo qué estrategia es la mejor para poder seguir a tu paciente; pero quedaba muy a merced de cada consultorio. Siempre fue dependiendo del lugar y dependiendo de la gente que esté ahí.
Silvio, médico clínico, de 32 años de edad y con una antigüedad de 6 años, señala que:
Nunca se cortó del todo, no fue un corte 100 %; pero fue bastante fuerte al comienzo. Se cerraron algunos consultorios, porque la decisión era cerrar los consultorios.
Podemos observar que la organización con respecto a la atención de personas con ECNT estuvo sujeta a las decisiones de cada equipo de trabajo, dependiendo de la iniciativa/inventiva/voluntad personal para garantizar la continuidad del tratamiento, desobedeciendo la decisión gubernamental de cierre de los consultorios externos.
En las narrativas, las trabajadoras y los trabajadores señalan que no hubo un acompañamiento institucional para continuar de alguna manera con la atención. En ese sentido, los consultorios externos, espacios donde las personas con alguna enfermedad crónica asisten a las consultas y controles, se cerraron, y, a la vez, hubo una organización informal y personal, enfocada a aquellos pacientes que no podían esperar, como las mujeres embarazadas que sufren de hipertensión, entre otras.
Para las médicas y los médicos que tomaron una posición de seguir con la atención de los pacientes crónicos que venían atendiendo, significó una sobrecarga en el trabajo, debido a la reasignación de sus compañeras y compañeros a otros espacios enfocados a la atención del COVID-19, como el “refuerzo de guardia” (o sea, la asignación extra de personal enfocado, en este caso, al servicio de guardia específico de atención de posibles casos de COVID-19).
El hecho de las autoridades sanitarias no contemplar la atención de las personas que viven/padecen alguna ECNT y el supuesto de que la pandemia duraría solo unos meses, al menos al principio, representó un obstáculo en la atención que condujo, en algunos casos, a la discontinuidad del tratamiento.
“[A los pacientes] les daba miedo ir al hospital”
Si bien los consultorios externos se mantuvieron cerrados y no hubo “nueva atención” durante casi toda la primera ola, los pacientes debían concurrir a buscar la medicación o hacer recetas:
Y bueno, la atención de las enfermedades crónicas en clínicas un poco se dejó de atender; se hacían recetas por previo pedido, o sea que el paciente tenía que venir dos veces. Pero no se hacía atención nueva [Jorge].
Milagros, de 32 años de edad, médica clínica de un hospital del conurbano bonaerense, con una antigüedad de 6 años, nos relata:
[…] creo que de marzo a octubre lo único que se hacía… se hacían recetas. Es un poco complicado, porque la gente no tuvo acceso durante muchísimo tiempo.
Más allá de que se continuó con prescripción médica a través de “recetas” y se permitió la búsqueda de medicación, desde que irrumpió la pandemia, la llegada de las personas se redujo mucho, además de no tomar nuevos pacientes:
Ese tipo de servicio [orientación y asesoramiento para la gestión de medicamentos] bajó muchísimo, bajó muchísimo, porque los consultorios externos, por ejemplo, los consultorios de seguimiento de la diabetes cerraron... cerraron entonces, de la mano de eso, nuestro laburo [trabajo] bajó muchísimo [Javier].
Para abril, mayo, cuando explotó [la pandemia], eran muy pocos los pacientes que llegaban. Entonces, con la primera ola, la restricción fue tan grande que los pacientes no llegaban directamente [Jorge].
Las explicaciones otorgadas por las personas entrevistadas giraron en torno al miedo de los pacientes. Ana, una médica clínica de 31 años y con 6 años de antigüedad en el mismo hospital, señala que:
[…] mucha gente hace dos años que no hace los controles de salud por la pandemia, no quieren venir al hospital... porque no quieren ir al laboratorio, porque también se hacen un hisopado, un montón de cosas que influyen.
Hubo muchos, muchos, muchos que no pudieron continuar sus tratamientos, porque les daba miedo ir al hospital a buscar la medicación, no querían ir al hospital [Lorena].
Podríamos decir que el miedo, combinado con el cierre, al menos parcial, de consultorios externos y la “burocratización” para acceder a los medicamentos conducirán a la interrupción o al menos a “poner en pausa” los tratamientos que se venía realizando o acompañando desde el sector salud previo a la pandemia por COVID. Aunque la situación antes de la pandemia tampoco era tan clara.
“[…] es un gran agujero negro previo al COVID”
Las personas entrevistadas hacen referencia a las dificultades que ya existían y que se vieron magnificadas o potenciadas con la pandemia, especialmente al inicio.
Además del miedo de los pacientes para acercarse a los hospitales, el uso del transporte público reemergía como un nuevo obstáculo:
[...] [los pacientes] no tuvieron acceso a la medicación tampoco, porque no podían ir al hospital [...] no te podías subir a un colectivo si no tenías el Cuidar;4 entonces, la gente no podía ir al hospital, porque no tenía por ahí un auto, un vecino que tuviera un auto, no tenía plata para pagar un taxi [Melina].
[…] tendremos que ver si es simplemente por el transporte. Para mí es una de las cosas más clave, no tienen guita [dinero] para llegar, no tienen guita para que vengan acá [Jorge].
Lo mismo sucedía con la medicación o con los estudios de control que se debían hacer las personas, lo cual se vio magnificado a partir de la pandemia. Tal como relata Macarena, trabajadora social de 35 años y con 6 años de antigüedad:
Hubo como unos meses donde nadie sabía por dónde se pedía esa medicación. Eso generó que la gente esté dando vuelta, porque ni el programa que siempre le entregaba la medicación le entregaba y, por otro lado, en la farmacia del hospital, esa medicación no estaba a disposición
[…]. El tema, por ejemplo, para acceder a estudios específicos que en el hospital no se hacen, eso lo tiene que auditar Ministerio [de Salud] y se terceriza en un efector privado. Bueno, eso fue medio engorroso, y como que en pandemia fue mucho más notorio, por la dificultad de trasladarse y el miedo a exponerse, a tener que viajar en el tren.
Una última cuestión que identifican es la articulación con otros niveles de atención, específicamente con los centros de salud, un problema histórico “el de la derivación y contraderivación”. Camila, médica cardióloga de 32 años de edad y con 7 años de antigüedad en el mismo hospital del conurbano bonaerense, señala:
Tengo entendido que clínica médica tampoco, que no tiene una referencia con el primer nivel de salud, lo cual creo que deberíamos,… dado que es un hospital interzonal grande que está... es el epicentro rodeado de 4 asentamientos, 4 villas importantes que terminan nucleando, terminamos nucleando la información.
[…] esto ya es hablar de un crónico reagudizado. Esto siempre nos falló, creo, digo, la interacción entre el hospital de tercera complejidad como es el nuestro y la atención primaria es una relación que viene débil de hace años [Jorge].
Desenlace: ¿cuál es el fin?
“[…] lo que fue la atención no COVID, fue un capítulo muy pesado”
La “atención no COVID” refiere a una serie de problemáticas que, en un primer momento, no habían sido reconocidas como prioritarias, como el seguimiento de personas que padecen alguna ECNT. Para quienes trabajan en hospitales, significó encontrarse con los “impactos indirectos” de la pandemia, como señala Luciano, médico residente en gastroenterología de 28 años de edad:
[…] me tocó la peor parte de la pandemia, ser residente de la sala de clínica no COVID en plena pandemia. Lo cual, igual, fue repicante, porque en un sistema de salud colapsando, destinando todos sus recursos al COVID, tuvimos que acaparar con muchos menos recursos del habitual la demanda natural de una provincia tan gigante como Buenos Aires. Y la cantidad de muertes por repercusiones indirectas que la pandemia generó.
[…] esa [la de personas con enfermedades crónicas] fue otra de las curvas del COVID-19 que había que medir al principio, porque era obvio que iba a tener un impacto importante [Melina].
Aunque hubo desarrollos de modos de atención alternativos e informales:
[…] yo los cito en el horario de mi laburo, o sea, por ejemplo, yo ayer hice guardia y consultorio, hice las dos cosas [Lorena].
[…] empezamos a llamar a algunos pacientes [a los] que le hacíamos seguimiento telefónico de COVID-19 y que por ahí necesitaban control clínico; entonces, después los citábamos. Nos impuso otras estrategias, como la de ir a buscar al paciente. Siempre estábamos con la estrategia de que el paciente venga. Ahí cambiamos la lógica [Silvio].
Las trabajadoras y los trabajadores reconocen que “sus pacientes quedaron medio a la deriva”, o que fueron situaciones “bache”, donde se disminuyó o interrumpió la atención, debido a la coyuntura que exigía otra disponibilidad, otras demandas vinculadas al COVID-19.
“[…] de un día para el otro […] sufrieron alguna intercurrencia que lo llevó en ambulancia al hospital”
Luego del primer momento de aumento de casos positivos de COVID-19, nombrado como “la primera ola”, entre los meses de julio/agosto y octubre del 2020 se produce la apertura de los consultorios externos. Esto implicó, por un lado, la organización de la atención en turnos más espaciados temporalmente y un rápido colapso de la turnera (sistema de turnos) y, por otro, un aumento de consultas de personas que “empeoraron sus enfermedades” [Milagros]; “vienen con enfermedades crónicas descompensadas” [Camila] y “llegaban tronados,5 porque no habían hecho nada en todo el año” [Macarena].
¿Qué pasó con dichos pacientes? Las respuestas por parte de quienes trabajan refieren que:
[…] esto, al principio, creo que nadie lo mensuro; nadie tuvo en cuenta justamente esto de cómo iban [a] impactar el hecho de no atender a los pacientes que tenían enfermedades crónicas, que hasta ese momento venían bien, controlados, u otros pacientes que todavía no sabían que tenían una enfermedad crónica [Melina].
Ahora, si le agregas una pandemia que los obligó a estar en su casa, vienen más gordos, vienen con la medicación menos controlada y vienen con la presión por las nubes. Entonces, es mucho más difícil y el que por ahí quería consultar porque le pasaba algo y no consultaba, tenía un terrible cáncer que cuando vino a la consulta ya estaba todo tomado [Milagros].
[…] vienen cuando la situación es completamente desbordada, no pueden hacer nada, cuando está con el infarto en puerta [Camila].
Vino gente en las últimas [Pilar].
No es solo que llegan literalmente “tronados”, esto es, con un marcado deterioro por efecto del tiempo sobre el cuerpo enfermo (“terminales” muchas veces); también se conjugan el miedo, la obligación de quedarse en sus casas, la falta de acceso a las instituciones de salud. Todo ello configura un entramado epidemiológico que, al menos desde el punto de vista de las personas entrevistadas, permite avizorar un horizonte futuro preocupante en torno a estas problemáticas de salud que no fueron COVID-19, aunque sí son parte constitutiva o emergentes de la pandemia. No se trata solo de quienes ya tenían un diagnóstico de enfermedad crónica antes de la pandemia, sino también de quienes padecen estas enfermedades sin un diagnóstico o tratamiento oportuno.
De acuerdo con las narrativas de las personas entrevistadas, los pacientes que antes de la pandemia se acercaban al hospital a consultar, ahora llegan a internarse; y quienes no sabían que tenían alguna ECNT y no tuvieron acceso al diagnóstico temprano de su enfermedad recurren al hospital cuando comienzan a sentirla como inhabilitante:
Ayer a la noche, antes de irme, cae un dolor de pecho que fue finalmente un síndrome coronario agudo y el tipo llegó con una presión por las nubes: “¿Y qué querés? Es lo que estamos viviendo todos”, en medio de su dolor; “¿Qué querés? ¿Qué querés?”, me decía... “Bueno, ¿usted se conocía hipertenso?”. “No, no. Hace 2 años que no voy al médico”. Estaba enojado, estaba enojado, porque el tipo sabía que si hubieran sido otra las condiciones, eso no le pasaba [Lorena].
[…] que vengan más tarde hace que en caso de que vengan, casi todos se internan. Muchos de los que venían al consultorio se internan por períodos más prolongados, porque la estabilización requiere un periodo mayor, dado que han venido con parámetros muy desestabilizados [Camila].
¿”Ahora… está todo más relajado”?
Si bien se reabrió la atención, la afluencia de pacientes con cuadros agravados persisten. Mauricio, trabajador social de 53 años de edad y 25 años dentro del mismo servicio y hospital, nos dice:
Ahora, en la segunda ola, ya estamos pasando, casi estamos por la tercera en realidad, está todo más relajado, en el sentido que ya hay más de todo, o sea, como que ha vuelto a cierta normalidad para todo lo que no es COVID.
Ahora, con estas restricciones más blandas, más lábiles, estamos haciendo atención de uno o dos pacientes por día nuevos, y el resto es hacer recetas, y los pacientes por lo menos llegan un poco más [Jorge].
El retorno al tiempo presente, en las narrativas analizadas, gira alrededor de un “relajamiento” de las medidas de aislamiento y, en paralelo, de un acercamiento de los pacientes a los hospitales. Si bien “hay más de todo”, las nuevas demandas, vinculadas a la complicación de las situaciones de salud de muchas personas, no parecen implicar, para quienes trabajan en el hospital, un retorno a la cotidianeidad previa a la pandemia.
Retomando la pregunta que orienta esta sección: ¿cuál es el fin?, es necesario explicitar que su ambigüedad no es ingenua, sino que busca promover la reflexión en torno al fin como la conclusión de algo, por un lado, y la finalidad, por el otro, si es que hubiera alguna en las narrativas analizadas.
Esta lupa en la magnificación de problemáticas que preexisten a la pandemia permite visualizar cierta finalidad orientada hacia el futuro:
Hay cosas que van a quedar, me parece, ya el uso del barbijo [máscara quirúrgica], dentro [de] una institución hospitalaria. No sé, nosotros, hay algunos procedimientos invasivos que se hacían sin ningún tipo de protección de nada [Lorena].
[…] esta cuestión de poner en duda el funcionamiento regular de las instituciones nos hizo actualizar mucho la red interinstitucional, el recursero6 con el que nosotros trabajamos y como que de alguna manera fue como una actualización obligatoria de las redes de instituciones de trabajo [Javier].
[…] es redesalentador lo que aprendí, pero que la gente es una mierda, y que no cambia, y en contexto de catástrofe. Y también aprendí que nadie se salva; solo que yo sé que son contradictorias, pero… que nadie se salva solo, y que la salida si no es colectiva, no hay salida [Milagros].
Aunque más allá de eso podríamos preguntarnos si se avizora alguna transformación que trascienda lo individual y a la coyuntura actual o, por el contrario, el fin es sinónimo de un “regreso a la normalidad”, una especie de estado previo, aunque indudablemente con un escenario transformado, donde cada uno de los actores sociales involucrados tampoco son los mismos, lo cual no sería una normalidad previa; pero ¿qué es? No es algo a lo que podamos responder ahora.
Discusión
En las investigaciones cualitativas centradas en la atención de ECNT se destacan dos aspectos que resultan significativos para la adecuación y el éxito de la propuesta terapéutica para los pacientes: la relación entre profesional y paciente, y las agendas de cada actor [18-22].
Durante la pandemia, la organización del trabajo en torno a las personas que padecen ECNT se vio trastocada. Especialmente al inicio, la decisión de atender recae en los equipos, dependiendo de la voluntad y las posibilidades de cada profesional de recibir algún paciente por fuera de lo normado o establecido, a partir de reconocer la necesidad de garantizar el acceso a medicación o a estudios de control (lo cual ya representaba un problema prepandemia). Esto implicó que la relación profesional-paciente se viera totalmente modificada y, en muchos casos, pausada. Las agendas se vieron enfocadas al COVID-19, los recursos (económicos, insumos e infraestructura), el personal de salud y los equipamientos necesarios se concentraron, tanto material como simbólicamente, en la contención de la pandemia.
En este contexto particular, las demandas o problemáticas de un sector de la población no coinciden con aquello que la institución norma y regula como emergencia o urgencia médica [27]. Asimismo, puede hablarse de una sindemia[35], dadas las urgencias coyunturales de una pandemia que interactúan sinérgicamente [36,37] con enfermedades preexistentes (como las ECNT) de pacientes que, en general, son los más desfavorecidos socioeconómicamente.
Si bien para estas personas el acceso a lo necesario para su salud nunca fue fácil, el deterioro sostenido de su estado, durante la pandemia, es la expresión tangible del carácter sindémico no atendido. Como señalan Strauss et al.[1], la organización del trabajo en el hospital guarda una relación directa en aquellas personas que viven con una ECNT, por el impacto que puede tener en ellas.
En este contexto particular, podemos delimitar, por un lado, obstáculos coyunturales, como el miedo de las personas enfermas a salir a la calle y de acudir a un hospital, el cierre de los consultorios externos y la concentración de trabajadores y trabajadoras y de recursos para la atención de la pandemia por COVID-19, y por otro, problemas estructurales, potenciados por la pandemia, como pueden ser la disponibilidad intermitente de la medicación, las dificultades de articular con otras instituciones/niveles de atención, el acceso o no al transporte público, y la posibilidad o no de costear otros medios de transporte.
Desde nuestra mirada, las narrativas de quienes trabajan en hospitales en la región sur del conurbano bonaerense dan cuenta de la complejidad que atraviesa al cuidado de la salud. Mientras el foco desde las políticas de salud pública, de la investigación biomédica y de los medios masivos de comunicación se colocó en la pandemia por COVID, advertir el carácter sindémico de la misma cambia el foco de “lo urgente” hacia lo que magnifica una pandemia (problemas que preexisten en el sistema público de salud), así como permite prever lo que trae esta transición hacia una nueva situación socioepidemiológica.
Conclusiones
Para lograr el objetivo, el análisis que presentamos se orientó a identificar actores sociales y lugares, con la pregunta: quiénes, cuándo, dónde; cambios y transformaciones, con el interrogante sobre qué pasó y, por último, reflexionar sobre el fin, en ese doble sentido de conclusión y finalidad.
Esa orientación construyó una narrativa posible sobre la atención de ECNT durante la pandemia, desde la perspectiva de los trabajadores y las trabajadoras de la salud, que expresa cómo aquella se establece sobre condiciones previas (ECNT que ya tenían un carácter epidémico y la disponibilidad intermitente de la medicación, entre otras).
En la coyuntura de la pandemia, dichas condiciones se agravan, muchos cuadros de enfermedad quedan sin diagnóstico, acompañamiento terapéutico, controles o medicación; el miedo y las dificultades de traslado son las alusiones más frecuentes.
En estas circunstancias, se dieron estrategias que por fuera de lo normado y de los protocolos establecidos buscaron garantizar el acceso a medicación o la realización de los controles. Estas son expresiones de la capacidad creativa y de la autonomía de las trabajadoras y los trabajadores para tomar decisiones sobre aquello que es urgente. Al mismo tiempo, esto abre un dilema ético que es necesario resaltar: estas intervenciones quedan en la iniciativa y voluntad de estos para intervenir más allá de los límites establecidos institucionalmente, con el desamparo que eso implica.
La construcción narrativa que hemos presentado conduce a problematizar la idea de postpandemia o de que exista un final de la pandemia cuando deja de circular el virus. Las secuelas que aquella ha dejado en los cuerpos y en la subjetividad de las personas excede en mucho la presencia y circulación del virus. Las secuelas se expresan en los casos de ECNT agravados, cuadros avanzados de enfermedad aún sin diagnosticar y algunas personas que trabajan en el sector salud agotadas. Estas son las marcas en la subjetividad de las trabajadoras y los trabajadores que hoy atienden en hospitales del sector público. Es en ese sentido que proponemos hablar de una nueva realidad socioepidemiológica, antes que de “postpandemia”.
Las narrativas conducen a reflexionar sobre el futuro inmediato y de qué forma resolver lo emergente en este contexto singular, donde la gravedad de ECNT prepandémicas [38] se agravan con la pandemia. Si bien entendemos que las narrativas no constituyen evidencia (constituye una evidencia parcial) de lo que ocurrió efectivamente en los hospitales o a los pacientes, ellas se constituyen en un punto de partida insoslayable al momento de pensar el futuro del trabajo en el sector salud. Son tan válidas y necesarias las estadísticas de salud como las percepciones sobre el propio trabajo de las trabajadoras y los trabajadores, pues, en última instancia, cualquier medida de salud a implementar quedará en sus manos o bajo su órbita de acción.
Por último, un punto por indagar con mayor profundidad se vincula con los modos de atención que algunos/as trabajadores/as desplegaron para garantizar la continuidad en el tratamiento o acompañamiento de las personas con ECNT. Este aspecto abre caminos para futuras investigaciones orientadas a problematizar formas de trabajo normadas, naturalizadas y rutinizadas. Asimismo, la posibilidad de realizar estudios similares o comparativos con otras localidades contribuiría a reconocer las dimensiones transversales comunes y las singularidades, otorgando mayor validez y fortaleza a nuestro trabajo.