SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.31 issue94LIMITATIONS IN THE VISIBILITY OF SERIAL PUBLICATIONS ON MILITARY AND STRATEGIC STUDIES IN LATIN AMERICA AND THE CARIBBEANCONTRIBUIR DESDE EL IEPRI AL FORTALECIMIENTO DE LOS ESTUDIOS INTERNACIONALES EN COLOMBIA author indexsubject indexarticles search
Home Pagealphabetic serial listing  

Services on Demand

Journal

Article

Indicators

Related links

  • On index processCited by Google
  • Have no similar articlesSimilars in SciELO
  • On index processSimilars in Google

Share


Análisis Político

Print version ISSN 0121-4705

anal.polit. vol.31 no.94 Bogotá July/Dec. 2018

https://doi.org/10.15446/anpol.v31n94.78243 

DOSSIER

LA CONSTRUCCIÓN DE LA GEOPOLÍTICA EN SURAMÉRICA: PUNTOS DE ENCUENTRO Y DESENCUENTRO DE UNA DISCIPLINA RELEGADA

THE CONSTRUCTION OF GEOPOLITICS IN SOUTH AMERICA: MEETING POINTS AND DISAGREEMENT OF A RELEGATED DISCIPLINE

Lester Cabrera Toledo* 

*Doctor (c) en Estudios Internacionales. Investigador de Flacso-Ecuador. Correo electrónico: lecabrerafl@flacso.edu.ec


RESUMEN

El presente artículo tiene por objetivo abordar el proceso de construcción y posterior evolución del conocimiento geopolítico en Suramérica, especialmente en términos conceptuales, partiendo de que uno de los principales problemas de la disciplina es el desconocimiento de los límites y alcances de lo que implica un fenómeno geopolítico. En este punto, se destaca la influencia en la región de las instituciones militares en la construcción de la disciplina, dejando de lado otro tipo de concepciones más vinculadas al desarrollo o a lineamientos críticos de la geopolítica. Se concluye que, pese a las diferencias, Suramérica sigue siendo un terreno fértil para la construcción de la geopolítica, teniendo como desafíos aunar visiones teóricas y epistémicas, con el propósito de tener un mejor entendimiento de la realidad geopolítica regional.

Palabras clave: geopolítica; Suramérica; Fuerzas Armadas; disciplina.

ABSTRACT

The present article aims to address the process of construction and subsequent evolution of geopolitical knowledge in South America, especially in conceptual terms, based on the fact that one of the main problems of the discipline lies in the ignorance of the limits and scope of what it implies. a geopolitical phenomenon. At this point, the influence in the region of military institutions on the construction of the discipline is highlighted, leaving aside other types of conceptions more linked to development or critical guidelines of geopolitics. It is concluded that despite the differences, South America continues to be a fertile ground for the construction of geopolitics, having as challenges to join theoretical and epistemic visions, with the aim of having a better understanding of the regional geopolitical reality.

Keywords: geopolitics; South America; Armed Forces; discipline.

INTRODUCCIÓN

¿Cómo se inició y evolucionó la geopolítica en Suramérica? ¿Cuáles han sido los puntos de encuentro y desencuentro de la mencionada disciplina? El presente artículo tiene como principal objetivo responder a tales interrogantes. Pero sin perjuicio de un posterior desarrollo de los diferentes elementos que dichas preguntas poseen, resulta metodológicamente adecuado otorgar respuestas con una característica eminentemente introductoria.

La geopolítica en Suramérica tuvo un inicio diverso, especialmente si se toma la concepción geográfica en torno a la construcción del concepto al tiempo que se incorpora la variable teórica del mismo. Es decir, si bien se pueden trazar diferencias sobre el lugar en que comenzó la construcción del concepto y cómo llegó a dicho espacio geográfico, también resulta necesario distinguir el tipo de conocimiento geopolítico que se implementó. Con ello, se da la base de que la construcción y posterior evolución de la disciplina no fueron homogéneas en la región, destacándose en un primer momento la visión germana de Ratzel que predominó en países como Chile y Ecuador; y de una concepción más conectada a una lógica desarrollista, más propia de los postulados de Kjellén, siendo Brasil uno de los principales expositores.

La evolución de la geopolítica en Suramérica tuvo un comportamiento disímil. Se encuentra que la gestión y desarrollo del concepto estuvieron, en gran parte de los casos, en manos de las Fuerzas Armadas, en particular en las escuelas o academias de guerra, formadoras de los oficiales de Estado Mayor. Y en este plano, la visión de la universidad quedó en su mayoría relegada como consecuencia de que la geopolítica empezó a tener una mayor aplicación a medida que la región experimentó gobiernos de corte militar. Sin embargo, luego del fin del conflicto bipolar y los procesos de retorno a sistemas de gobierno democráticos, la universidad tomó parte del conocimiento geopolítico, abriendo paso a las nuevas corrientes -epistemológicamente más cercanas al interpretativismo- como la geopolítica crítica y sus diferentes enfoques.

Así, y como para contestar a la segunda interrogante planteada, se señala que el punto de “encuentro” es el reconocimiento de que la geopolítica tuvo desarrollo y aplicación dentro de las realidades nacionales y regionales que por entonces se vivían. Esto último se dio sobre todo en países que se adscribían a una “escuela geopolítica” de pensamiento. Mientras que el “desencuentro” se produce por la evolución misma de la disciplina, en consideración de que fue un segmento de la sociedad, el ámbito militar, el que “monopolizó” el conocimiento geopolítico, dejando en segundo plano reflexiones derivadas de la universidad o, incluso, rechazando aspectos del progreso general de las ciencias sociales.

Uno de los principales elementos que aborda este documento es el aporte de la región a la geopolítica, especialmente en momentos en los que la disciplina era vetada y tildada de “ciencia nazi”, producto de su uso como parte de la justificación de la política exterior expansionista en la Alemania de Hitler. Así, la geopolítica adquirió una concepción altamente ideológica que la apartó de sus bases y principales premisas, para otorgar explicaciones a los fenómenos nacionales e internacionales, vinculando la interpretación política a los medios geográficos. Y en ese sentido, América del Sur sirvió de campo para desarrollar la disciplina, teniendo en este punto multiplicidad de visiones, gracias a las realidades geográficas de los países de la región y a los momentos políticos de estos.

El objeto de estudio se enfoca en la comprensión de la geopolítica, la manera en que se comenzó a trabajar y difundir el conocimiento geopolítico en la región, así como también en las dificultades del establecimiento de un razonamiento geopolítico. Por ello, un eje transversal del artículo es ayudar a conocer y reconocer lo que abarca y lo que no abarca la geopolítica. Esto, debido a que uno de los principales problemas que se evidencian en la región es que el concepto de geopolítica si bien se domina en el campo de los estudios internacionales, su real conocimiento no es profundo ni tampoco se traduce en términos de reflexiones teóricas, en particular con aplicación a la realidad regional. Esto último hace que los reales alcances y límites del concepto se ignoren o no se apliquen de forma correcta, generando con ello una masificación del uso del término y llevándolo a terrenos que no tienen asociación directa con el mismo.

Se concluye que existe una necesidad regional de actualizar el concepto según las realidades contemporáneas, sobre todo en el sentido de ligar procesos y contextos como la globalización. En dicho escenario, si bien las concepciones clásicas de la geopolítica han permitido solventar y expandir las bases del conocimiento geopolítico, se precisa de la incorporación de nuevos conceptos teóricos y epistemológicos que faciliten una difusión que vaya más allá de las escuelas militares y se asocie a la universidad y afiancen concepciones para la generación de un pensamiento geopolítico de características regionales.

GEOPOLÍTICA: ORÍGENES, LÍMITES Y ALCANCES

Por geopolítica se tiende, por lo general, una realidad donde prima el conflicto entre Estados. Como plantea de buena forma Phil Kelly (2016), la geopolítica desde su perspectiva clásica se encuentra altamente ligada a las concepciones teóricas realistas de las relaciones internacionales. Esto, debido a una visión sesgada del vínculo entre la principal unidad de análisis de la geopolítica clásica -el Estado- y el contexto internacional en términos de poder.

Señala el mismo autor que dicho vínculo es errado porque las perspectivas del realismo clásico indican que los Estados se enfocan en el poder como un mecanismo de protección en un mundo anárquico; mientras que la geopolítica clásica descansa en el relativo posicionamiento espacial de los países, regiones y recursos que pueden afectar su política y comportamiento exterior (Kelly, 2016). No obstante, ha sido la noción conflictiva entre países y actores internacionales la que prima en la comprensión de la geopolítica, siendo este último aspecto expandido y difundido en obras que ligan al realismo con la geopolítica -sin conceptualizar a esta última (Ó Tuathail, 1996)- y en los medios de comunicación con alcance masivo (Flint, 2006).

Dicha realidad no escapa a lo que sucede en la región, donde pese a que se han superado la gran mayoría de los problemas entre Estados por disputas territoriales, las diferencias que todavía persisten suelen “explicarse” según una concepción geopolítica (Barton, 1997). Lo cierto es que hablar de geopolítica en una región en la que los Estados poseen aún un importante grado de influencia, sigue siendo de ayuda para explicar fenómenos nacionales e internacionales. De este modo, es posible hallar los primeros indicios de dificultades en la disciplina, por lo que se hace urgente contar con una definición de geopolítica, para así delimitar su conceptualización.

Los orígenes de la disciplina es posible rastrearlos desde fines del siglo XIX, periodo en el cual las visiones de las ciencias en general estaban fuertemente influidas por el pensamiento darwinista. Tal concepción sostenía que todo elemento que rodeara la naturaleza estaba imbuido de un ciclo biológico, al tiempo que se establecían parámetros para evidenciar la necesidad de adaptación de los agentes al entorno como una forma de mantenimiento de su ciclo. En otras palabras, aquellos actores que no se adaptaban al contexto quedaban relegados o fallecían.

Aquí es donde comienzan a ajustarse dichos paradigmas de pensamiento a la realidad política de los países, especialmente en Europa (Nogué y Ruffí, 2001). Ejemplo de ello es el pensamiento del geógrafo alemán Friedrich Ratzel y su visión sobre el Estado como un actor inmerso en aquel contexto biológico y que, por ende, posee una serie de lineamientos a seguir que determinarán su eventual progreso. Por lo tanto, para Ratzel el Estado es una unidad de análisis que tiene un comportamiento similar a un organismo vivo (Cuéllar, 2015; Mierelles, 2000).

Con todo, fue el abogado sueco Rudolf Kjellén el que acuñó el concepto de ‘geopolítica’: una manera de explicar las influencias y vinculaciones que hay entre los factores políticos y geográficos y que, de alguna forma, determinan el comportamiento de los Estados, en particular en el sistema internacional. Kjellén definió la geopolítica como “la influencia de los factores geográficos, en la más amplia acepción de la palabra, en el desarrollo político en la vida de los pueblos y los Estados” (Atencio, 1968, pp. 24-25). Por lo general, la concepción geopolítica de Kjellén se pasa por alto, debido a que fue finalmente la visión alemana, radicada en los planteamientos de Karl Haushofer, la que tuvo mayor notoriedad, difusión y repercusión en el ámbito internacional, en especial por los acontecimientos dados con anterioridad y durante la Segunda Guerra Mundial en la Alemania nazi (Mamadouh, 1998).

Kjellén, además de establecer el concepto en sí, da lugar a un entendimiento más complejo de la geopolítica, produciéndose un desplazamiento de ponderaciones entre lo que puede comprenderse por un lado como parte del desarrollo de los pueblos y, por otro, la evolución del Estado, siendo este último aspecto el que prevalece en la perspectiva germana de la primera mitad del siglo XX (Lacoste, 2011).

La concepción y conceptualización de la geopolítica, por ende, ya se evidencian como un problema no menor, el cual radica en la ponderación teórica con la que se observe la disciplina. Es por ello que es posible encontrar, luego de acuñado el término, la existencia de “escuelas geopolíticas”, las que se traducen en una interpretación diferente de los elementos geográficos y políticos, con el fin de lograr una mejor explicación de los acontecimientos internacionales, en función de propósitos nacionales de un país en particular (Child, 1979; Cohen, 2015).

Lo relevante del caso es que cada “escuela” determina lineamiento en torno a la potencia o país a la cual se debe, fijando con ello objetivos internacionales que ayudan al mantenimiento u obtención de intereses de dichos actores, en detrimento de otros (Dodds, 1993). Y es por dicha perspectiva que se señala que la geopolítica, en su sentido clásico, tiene una raíz de corte expansionista e imperialista (Ó Tuathail, 1996). Como resultado de aquella lógica, la geopolítica tuvo una época oscura, donde se le endilgaba ser una de las causantes, en términos teóricos, del expansionismo territorial alemán durante la Segunda Guerra Mundial.

La perspectiva de la conquista de un mayor “espacio vital” (lebensraum), concepto desarrollado por la geopolítica de la escuela alemana y establecido de forma explícita en el libro de Hitler Mi lucha, dio pie para vincular a la mencionada disciplina con el nazismo. Es por ello por lo que la geopolítica se concibió, posterior a la Segunda Guerra Mundial, como una “ciencia nazi” y, por lo tanto, vetada de cualquier forma de explicación o análisis de algún fenómeno mundial, pese a que sus preceptos siguieron siendo utilizados con diferente nomenclatura.

Fue recién en las décadas de los setenta y ochenta que la geopolítica experimenta un nuevo auge, de la mano de los procesos políticos que Europa y Estados Unidos por aquellos años vivían. Se destaca así el aporte de las escuelas francesa y anglosajona a la geopolítica, como una forma de aportar perspectivas inéditas a los fenómenos mundiales. La visión anglosajona comparte una concepción vinculada al realismo, producto de la influencia de la Guerra Fría y los puntos de vista de funcionarios del gobierno de Estados Unidos para explicar las relaciones de poder del sistema internacional, a pesar de que no se llegó a teorizar sobre el concepto en sí (Kelly, 2016). Mientras que para la perspectiva francesa la geopolítica podía ayudar a comprender los sucesos mundiales, a través del nexo entre poder y geografía y la consecuencia de su teorización y conexión con otras disciplinas del saber (Cairo, 1993; Lacoste, 2008).

Sin perjuicio de los enfoques y diferencias en la evolución de la geopolítica, es necesario otorgar definiciones que permitan su comprensión, al tiempo que se señalan sus eventuales límites y alcances. De acuerdo con Saul Cohen, la geopolítica es “el análisis de la interacción entre, por un lado, las características y perspectivas geográficas y, por otro, los procesos políticos” (2015, p. 16). Para Yves Lacoste la geopolítica “designa en la práctica a todo lo relacionado con las rivalidades por poder o la influencia sobre determinados territorios y sus poblaciones” (2008, p. 8).

Las anteriores definiciones, pese a que provienen de distintas escuelas de pensamiento, mantienen elementos en común respecto a la geopolítica. Por ejemplo, ambas apuntan la relevancia de la vinculación entre los elementos geográficos -por ejemplo el territorio- y la política. Es decir, no es posible efectuar un análisis geopolítico si no se cuenta con los factores geográfico y político. Además, en ninguna de las definiciones se estima que el ámbito de análisis de la geopolítica sea exclusivamente el internacional, con lo que se deja claro que el contexto más allá de las fronteras del Estado no es lo único concerniente a la disciplina en sus eventuales estudios.

Tal vez lo más significativo es que las definiciones más recientes no mencionan de forma explícita que sea el Estado la principal unidad de análisis de la geopolítica, con lo que se abre el abanico de una exclusiva visión estatal de la disciplina. Y dentro de las diferencias, se puede apreciar que en la perspectiva del autor francés, se involucra directamente al componente humano como parte del conocimiento geopolítico, la que la aleja de la institucionalidad estatal, incluso en términos weberianos; mientras que la concepción de Cohen, si bien no alude al Estado como tal, señala que son los procesos políticos los que determinan la existencia de un componente geopolítico, generando con ello que dentro de la última perspectiva exista una eventual necesidad en la institucionalización de los procesos políticos, situación que no se da en la óptica de Lacoste.

Lo relevante del caso es que la geopolítica no puede desasociarse de la concepción territorial o geográfica, ni tampoco de la acción del hombre. Esto es lo que le da la cualidad con respecto a otras disciplinas, lo que sumado al componente político o de influencias de poder, genera un entendimiento flexible de los acontecimientos nacionales e internacionales. Por lo tanto, la geopolítica como disciplina tiene entre sus principales elementos la capacidad de evolucionar, teniendo en cuenta que la interpretación política determina la ponderación o relevancia de un aspecto geográfico.

La principal falencia de las anteriores definiciones es su amplitud conceptual, debido a que, si bien las consideraciones sobre las relaciones entre los componentes geográficos y políticos son válidas, ambos elementos no son inamovibles ni absolutos; están sujetos a cambios, especialmente desde el punto de vista teórico y epistemológico que se adopte. Por ejemplo, en el plano geográfico, el territorio ya no puede juzgarse como “intacto” en el tiempo, él también puede ser objeto de modificaciones, en particular en su interpretación. Es así como a dichas corrientes clásicas no les es posible explicar la dinámica del “espacio” como concepto en directa contraposición con el de territorio, teniendo el primero una comprensión mucho más compleja que el segundo (Agnew y Corbridge, 1995).

Por el lado de las vinculaciones políticas, lo cierto es que si bien la política mantiene una naturaleza que deviene del poder, son los medios con los que se ejecutan y materializan los actos políticos los que están sujetos a cambios y nuevas interpretaciones, tanto desde la óptica nacional como internacional. Un ejemplo de lo anterior es la influencia del fenómeno de la globalización en el Estado y la modificación en este último actor de sus elementos constitutivos básicos, entre ellos el territorio y la misma noción de soberanía (Dodds y Atkinson, 2000).

Uno de los puntos relevantes de la evolución de la geopolítica es la modificación en su objeto de estudio, a medida que se perfila como un campo del conocimiento que comienza a ser debatido y analizado. En este sentido, es posible conectar el desarrollo de la geopolítica con los paradigmas y corrientes teóricas derivadas de las relaciones internacionales. Esto último se visualiza sobre la base de que, en un principio, pese a que la geopolítica tenía como principal unidad de análisis el Estado, sus explicaciones y perspectivas analíticas se apreciaban dentro de un contexto internacional o, en su defecto, en la relación con otros Estados (Mamadouh, 1998).

La mencionada etapa se equipara al advenimiento de las relaciones internacionales, como también al debate entre realistas y liberales, propio del periodo de entre guerras (Walt, 1998). Es así que existe una tendencia generalizada a considerar que la geopolítica es una forma más de las relaciones internacionales, especialmente de aquellas perspectivas positivistas que establecen sus objetos de estudio a partir de la figura del Estado (Cohen, 2015).

El advenimiento de las corrientes “interpretativistas” en los estudios internacionales a fines de la década de los ochenta también influye en el pensamiento geopolítico anglosajón, aunque sus orígenes están en los postulados posmodernos de Michel Foucault y Jacques Derrida (Ó Tuathail, 1996), creando pautas sobre un nuevo enfoque, más cercano a dichos puntos de vista críticos en comparación con las nociones positivistas.

Fruto de las perspectivas en las que se buscaba fijar una determinada visión sobre lineamientos de la política exterior de Estados Unidos en la década en mención, es que autores como Simon Dalby (1990) y Gearóid Ó Tuathail y John Agnew (1992) señalaron la necesidad de tener nuevos parámetros explicativos de las nociones de representaciones e imaginarios territoriales, con fundamento en la visión de la geopolítica. Es así que producto de diferentes ópticas sobre la construcción de los mapas y la cosmovisión de los fundadores de la disciplina se creó el concepto de geopolítica crítica, el cual nace en respuesta al momento intelectual de aquella época y a una forma de explicar los elementos subyacentes tras los planteamientos geopolíticos básicos (Ó Tuathail, 1996).

En términos generales, la geopolítica crítica es la “construcción social generada sobre la base de un discurso que, por lo general, posee un contexto de dominación (o influencia), sobre aspectos materiales o espirituales, y que se representan en acciones determinadas” (Ó Tuathail, 1996, p. 53). Para Heriberto Cairo la geopolítica crítica corresponde a “una práctica discursiva por la cual diversos grupos de tomadores de decisión de gobierno (intellectuals of statecraft) ‘espacializan’ la política internacional para representar como un ‘mundo’ caracterizado por tipos determinados de lugares, gentes y relatos” (2005).

De estas definiciones se destaca el uso del discurso como uno de los principales objetos de análisis. El discurso es considerado la piedra angular de la geopolítica crítica, debido especialmente a que es por medio del discurso que la cosmovisión de los tomadores de decisión se manifiesta, la que no solo tiene una cualidad verbal, sino también formas de representación tales como los mapas y cualquier expresión territorial que posea una significación en términos de poder (Müller, 2008).

Otro factor que distingue la geopolítica crítica de la concepción clásica es que la primera busca ir más allá de las propuestas iniciales de los actores que trazaron eventuales perspectivas teóricas en torno a postulados geopolíticos, con el fin de conocer los elementos subyacentes tras los planteamientos oficiales. Es decir, instaurar una relación entre el texto esgrimido y el contexto que acompañó el surgimiento del texto, con el fin de conocer intereses tanto particulares como institucionales, y así lograr una mejor identificación de los actores que son parte del proceso de construcción del espacio territorial, sobre todo en el plano de la política exterior de los Estados (Cairo, 2005).

No obstante, la geopolítica crítica denota complicaciones relativamente similares a la visión clásica, en términos de definición de sus alcances y límites. En ninguna de las conceptualizaciones dadas sobre geopolítica crítica se hace una directa mención a la relevancia del elemento territorial o geográfico en la disciplina. Esto es, a juicio de Martin Müller y Phil Kelly una de las principales dificultades de aquella manera de comprender la geopolítica es que se efectúa un análisis donde se pondera mayormente el valor del discurso por sobre el aspecto geográfico o espacial, perdiendo con ello la principal cualidad de la geopolítica (Kelly, 2006; Müller, 2008).

Es aquella ponderación en torno al discurso lo que ha establecido un relativismo que ha mermado la capacidad geopolítica de los análisis según este enfoque, dando como consecuencia que la geopolítica crítica como área de estudio no sea considerada parte de la geopolítica en términos generales (Haverluk, Beauchemin y Mueller, 2014). Pese a dichas miradas negativas, la geopolítica crítica ha ayudado a la ampliación del campo de estudio al incorporar nuevas perspectivas que complejizan el debate, al tiempo que revitalizan la disciplina como un todo.

Las perspectivas de la geopolítica en estudio si bien tienen una localización en los esquemas de pensamiento de otras latitudes, también son aplicables a la realidad de América del Sur. Lo cierto es que la región ha tenido su propio desarrollo del conocimiento geopolítico, producto de la manera como se comenzó a interpretar y trabajar y del hecho de que la visión geopolítica en su mayor parte, se ancló a una concepción más enlazada a la labor y enseñanza de las Fuerzas Armadas. Incluso en este punto, la región se convirtió en un espacio donde la geopolítica tuvo un mayor impacto e influencia en la forma en que los países interpretaban su relación con otros Estados (especialmente de frontera común), dando paso con ello a la conformación de escuelas de pensamiento de acuerdo con sus propias cualidades geográficas y políticas.

EL DESARROLLO DE LAS CONCEPCIONES GEOPOLÍTICAS EN SURAMÉRICA

La geopolítica llegó a Suramérica por dos grandes vías. Una, la influencia de los agregados e intercambios militares -sobre todo desde el lado alemán-, que generó los primeros indicios de esta nueva disciplina, en particular en la primera mitad del siglo XX. Este fue el principal mecanismo sobre el cual la geopolítica llegó a los países del Cono Sur y, de ahí, a la zona andina. Otra, producto de la propia interpretación de los escritos geopolíticos de aquellos años, especialmente los relativos a Kjellén y su perspectiva geopolítica. Este último punto de vista fue el que mayormente se radicó en Brasil, gracias a la visión geopolítica de Everardo Backheuser (Child, 1979; Deciancio, 2017; Rivarola, 2011).

El hecho de que la geopolítica haya estado asociada a las Fuerzas Armadas en la región, en particular en el Cono Sur, se debe a cómo llegó dicha forma de conocimiento y a que la geopolítica se sopesó como una herramienta que permitía explicar eventual hipótesis de conflicto, principalmente con los países con los cuales se tenía frontera común (Cabrera, 2017).

En este sentido, la concepción de la geopolítica que arraigó en países como Argentina y Chile estuvo dominada por una visión más ligada a la expansión y proyección de los espacios territoriales, al tiempo que se tenía en mente posibles conflictos con diferentes países, tomando en cuenta una cosmovisión del Estado como un organismo vivo (Child, 1979; Nolte y Wehner, 2016). Y es producto de aquella interpretación de la geopolítica que se le asocia con la teoría realista de las relaciones internacionales, pese a que como se señaló en su momento, poseen una forma de comprensión de la realidad territorial diferente.

Ahora bien, desde la perspectiva regional mayoritaria de la geopolítica, se le vincula con la necesidad de los Estados de obtener (o mantener) ciertos espacios territoriales como sinónimo de poder en términos absolutos. Un ejemplo de esta visión la expone el coronel Jorge Atencio, para quien la geopolítica:

(…) estudia los hechos políticos, considerando al mundo como una unidad cerrada, en la que tienen repercusión según la importancia de los Estados. En este sentido, los factores geográficos, principalmente la situación, extensión, población, recursos y comunicaciones de los Estados, si bien no son determinantes, tienen una gran importancia y deben ser tenidos en cuenta para orientar la política exterior (1968, p. 35).

En concordancia con la cita precedente, el campo de acción de la geopolítica relaciona esta con la política exterior de los Estados, al tiempo que señala que la unidad de análisis de la disciplina es el Estado, dentro de un contexto internacional. Tal conceptualización de la geopolítica es una de las principales maneras en las que se definió la disciplina en tiempos de Guerra Fría, por lo que los alcances y límites de la geopolítica quedaban más conectados a la forma en que actuaban los Estados, de acuerdo con su realidad geográfica, hacia el sistema internacional. Y dentro de aquella perspectiva, la noción interna solo tiene relevancia a la hora de comprender la realidad geográfica, mas no necesariamente el ámbito político, debido a la visión unitaria y absoluta en la que se concibe al Estado y la proyección de dicho imaginario geográfico en la política exterior.

Siendo así, la geopolítica comenzó a ser incorporada como una herramienta que, además de poder explicar eventuales razones por las cuales un país era más o menos poderoso que otro, ayudaba a establecer lineamientos sobre los que era posible identificar hipótesis de tensiones internacionales y, en específico, por aspectos territoriales. Este último elemento es la clave para comprender el posterior desarrollo que tuvo la geopolítica en las academias o escuelas de guerra, sobre todo en el Cono Sur, debido a que por medio de esta disciplina, los oficiales pudieron evaluar situaciones de conflicto y así, tener un mayor grado de influencia en la planificación y conformación de las políticas exteriores de sus países (Cabrera, 2017).

Tal noción de pensamiento alrededor de la geopolítica no solamente tuvo un desarrollo en los países del Cono Sur. Como consecuencia de los intercambios y misiones militares dicha forma de pensamiento también encontró un eco en la zona andina de Suramérica, donde también el conocimiento geopolítico fue incorporado por sus pares militares (Nunn, 2011).

Es decir, la adopción y ampliación del conocimiento geopolítico en las subregiones andina y del Cono Sur, de acuerdo con Frederick Nunn (2011), tienen estrecho nexo con los intercambios militares que se empezaron a efectuar a fines del siglo XIX. El autor en cita declara que por aquella época:

(…) los países que gozan de un mínimo de estabilidad interna importan modelos como el francés y el alemán por medio de misiones: Chile (desde Alemania), luego Perú (desde Francia), después Argentina (también desde Alemania). Antes y después de la Primera Guerra Mundial, Bolivia y Paraguay contactan poderes europeos continentales (respectivamente Alemania y Francia). Inmediatamente después de la Gran Guerra, luego de décadas de una casi germanofilia profunda, los oficiales de Brasil dan la bienvenida a una misión francesa. En este período, Colombia, Ecuador, El Salvador, y Venezuela reciben misiones o instructores individuales provenientes de Chile: una prusianización de segunda generación (Nunn, 2011, p. 44).

La “prusianización” para Nunn (2011) era una forma de profesionalización de los oficiales de las Fuerzas Armadas de la región, los cuales se evidenciaban en la primera mitad del siglo XX como espectadores de los profundos cambios políticos y militares que experimentó la Europa de entre guerras. Y dentro de dicha profesionalización, el conocimiento de la geopolítica era un modo de comprender sus propias realidades, especialmente geográficas, con un fuerte componente histórico, producto de los conflictos vecinales y regionales del siglo XIX que moldearon parte de la estatalidad e identidades nacionales (Arriaga, 2013).

Lo anterior guarda relación con la forma en que se han dado la mayoría de los conflictos bélicos en la región, tomando como antecedentes las difusas demarcaciones territoriales que se llevaron a cabo durante la colonia española. Así, uno de los puntos clave para la comprensión del pensamiento geopolítico suramericano es el hecho de que se comienza como tal desde la aparición del Estado y su posterior consolidación como institución.

Este proceso fue decisivo a la hora de fijar delimitaciones con otros países, debido a que fueron los países con mayor grado de consolidación institucional los que tuvieron una ganancia, en términos territoriales, producto de los enfrentamientos bélicos (Arriaga, 2013; Kacowicz y Mares, 2016). Por lo tanto, es la figura del Estado y su proyección interna y externa en términos de poder, lo que finalmente establece la base para el entendimiento de las disputas territoriales militarizadas, perspectiva que se maximizó al tener gobiernos castrenses a la cabeza de los países.

No obstante, una perspectiva diferente fue la que se constató en Brasil. Allí, el pensamiento geopolítico si bien estuvo dentro de las estructuras curriculares de los militares, tuvo una proyección y aplicación distintas a las de sus pares del Cono Sur. La visión de Kjellén respecto a que la geopolítica conserva un fuerte componente relacionado con el desarrollo interno y, a partir de ahí, una posterior proyección a ámbitos internacionales, es lo que ocasionó una dinámica disímil en la manera de interpretar y conceptualizar la geopolítica tanto en Brasil como en amplios sectores de Uruguay y Argentina (Caetano, 2018; Child, 1979; Rivarola, 2011).

En este sentido, la concepción geopolítica de Brasil aunque tuvo su propia visión sobre política exterior, su principal preocupación fue el desarrollo interno como modo de lograr que el Estado y su institucionalidad tuviesen un alcance en la totalidad del territorio que le correspondía al Estado, a través de un control sobre los diversos espacios en donde el país debía manifestar su soberanía, con particular relevancia la región amazónica (Child, 1979).

Por ende, fue el desarrollo y la influencia de la política sobre los medios geográficos los que impulsaron la visión geopolítica de Brasil, lo que se demostró con el traslado de la ciudad capital federal a Brasilia. Además, la concepción geopolítica de Brasil enfatizó en la construcción de un ideario geopolítico regional, como una manera de efectuar un contrapeso al resto de las potencias que dominaban el sistema internacional a mediados del siglo XX. En otras palabras, la cosmovisión de Brasil tuvo un fuerte componente interno, en términos de organización territorial y administrativa del Estado, a la vez que proyectó un imaginario regional, considerando los objetivos brasileños dentro de una óptica más amplia que la aplicación a zonas fronterizas (Nolte y Wehner, 2016; Rivarola, 2011).

Ahora bien, uno de los elementos cardinales del desarrollo del pensamiento geopolítico suramericano es el hecho de que buena parte de aquel conocimiento, el cual en su mayoría se asociaba al estamento militar, se maximizó en la región desde la década de los sesenta en adelante. Esto, como consecuencia de los gobiernos militares que experimentó la región, lo que dio como resultado que múltiples esquemas de pensamiento geopolítico, inculcados en las academias militares, tuvieran una exposición y aplicación gubernamental, siendo la perspectiva de la política exterior la que tuvo la principal afectación (Kacowicz, 2000).

Los gobiernos militares de la región aplicaron los mandatos geopolíticos como una manera de ayudar a la generación de los nuevos preceptos de la política exterior de sus países, compensando así su impericia en temas diplomáticos (Nunn, 2011); o en su defecto, tomando en consideración una perspectiva más desarrollista del Estado, donde las Fuerzas Armadas fuesen la base de la constitución del progreso de las sociedades que gobernaban. Y dicha noción desarrollista estuvo reciamente vinculada a una perspectiva geopolítica en torno al control de los espacios territoriales internos y al fortalecimiento de las fronteras (Marini, 1985). Además, fue en la época de los gobiernos militares que los escritos geopolíticos de los militares suramericanos comenzaron a observarse y analizarse en otras latitudes, lo que favoreció la difusión y maximización de las concepciones geopolíticas de la región (Kelly, 2016).

El hecho de que hubiese gobiernos castrenses que buscaran ejecutar lo planificado y teorizado en las escuelas militares también hizo que el pensamiento geopolítico regional comenzara a ser clasificado de acuerdo con su nivel de desarrollo y construcción de lineamientos. Es así como algunos países de la región -en específico Brasil, Argentina y Chile- se catalogaron de generadores de “escuelas geopolíticas” (Child, 1979). Este apelativo se debe al nivel de desarrollo que tuvo la geopolítica -desde la perspectiva académica-, la cantidad de obras y autores que trabajaron la temática y a la creación de perspectivas teóricas sobre las realidades geográficas de sus espacios territoriales. Por ejemplo, para el caso de Brasil, se destaca la visión en torno al posicionamiento que debía tener dicho país con respecto al espacio amazónico, considerado parte integral de su desarrollo; en Argentina, la perspectiva de protección de la cuenca del Río de la Plata, la proyección de los espacios insulares, la condición bioceánica al extremo sur y su posicionamiento en la Antártida; y en Chile asimismo se observa la posesión del espacio territorial en la Antártida y la proyección de los intereses del país en el océano Pacífico Sur (Child, 1979).

Pero aquel planteamiento sobre la relación entre los gobiernos militares y la geopolítica no es absoluto ni exclusivo. Producto de una serie de problemas de índole limítrofe, los gobiernos militares fueron asociados a una concepción negativa de la geopolítica, los que utilizaban dicha disciplina como forma de maximizar y explicar las disputas territoriales al tiempo que se mantenían en el poder. Tal vez el caso más llamativo sea la interpretación que se le da a la obra de Augusto Pinochet (1974), la que si bien toca aspectos muy descriptivos de la disciplina y elementos propios de la realidad chilena, es objeto de críticas por la directa asociación del autor con violaciones a los derechos humanos.

Dicho panorama era el propio del Cono Sur, pero en la zona andina de América del Sur pese a que también se mantenía la visión de que la geopolítica era una disciplina que estaba, casi en exclusiva en manos de las Fuerzas Armadas, tuvo una concepción más ligada a la óptica brasileña, donde se privilegiaba la noción de desarrollo, al menos en los hechos ejecutados por los gobiernos militares (Child, 1979; Hepple, 2004).

Así, el pensamiento geopolítico tuvo dos grandes perspectivas de apreciación: (i) se concibió una fuerte línea histórica que buscaba explicar, sobre una base geopolítica, las pérdidas territoriales que tuvieron la mayoría de los países con sus vecinos; y (ii) como una manera de clarificar los intereses nacionales en relación con las demarcaciones territoriales y los procesos de inclusión de los países en estructuras de integración regional, como lo fue en su momento el Pacto Andino (Larrea, 1988; Littuma, 1983; Mercado, 1979).

Lo anterior se entiende desde un horizonte más amplio de la interpretación -sobre una base geopolítica- de la política llevada a cabo por los países. Es decir, se argumentaba que las pérdidas territoriales eran producto de la carencia de un desarrollo integral en el control de extensas zonas del Estado, las que, por lo general, tenían la cualidad de ser fronterizas. Sin embargo, este punto no significaba una militarización de la frontera, sino hacer efectivo el posicionamiento del Estado en aquellos lugares, principalmente a través de obras públicas. Y el otro proceso dado en la zona andina era el relativo a las consecuencias que la participación de los países en mecanismos de integración regional podía acarrear, en especial considerando el hecho de que eran nuevos espacios y que tenían una afectación en términos de intercambio de bienes y servicios y, por ende, de movilidad a través del territorio.

Lo interesante del caso es que si bien la geopolítica de la década de los setenta estuvo dominada por las esferas militares, no fue un elemento exclusivo de aquel estamento en lo que respecta a su desarrollo como disciplina en la región. Un ejemplo de ello es lo que se evidencia en autores como Therezinha de Castro en Brasil y Alberto Methol Ferré en Uruguay, de naturaleza civil. Para el caso de Therezinha de Castro -que trabajó en el ámbito militar- su grado de geógrafa le llevó a determinar un modelo de la visión sobre la Antártida, pero no desde una perspectiva exclusivamente brasileña, sino regional, al tiempo que proporcionaba argumentos sobre la necesidad de tener un posicionamiento de parte de Suramérica en el continente helado, como forma de disminuir la proyección de potencias extrarregionales en la zona (Child, 1979; De Castro, 1958).

La mirada de Methol Ferré sobre la cuenca del Río de la Plata y sobre incorporar patrones de desarrollo en el pensamiento geopolítico, alejó la visión exclusivamente estadocéntrica que rondaba a la geopolítica por aquellos años, interpretando la disciplina con un contenido más cercano a las sociedades que a los Estados como instituciones (Caetano, 2018).

La disminución de las hipótesis convencionales de conflicto, el advenimiento de gobiernos democráticos en la región, el fin de la disputa bipolar y la aparición de la globalización como un fenómeno social generaron cambios en el pensamiento geopolítico regional, reflejándose en aspectos tales como la manera en que se debía abordar el tema de la integración regional, los nuevos y potenciales problemas que se darían en la región y las reflexiones sobre los aspectos limítrofes aún pendientes en Suramérica (Cayoja, 1998; Marini, 1987; Mercado, 1995; Rivarola, 2011).

El pensamiento militar, en algunos casos, comenzó a tener nuevos puntos de vista respecto a los fenómenos mundiales, con lo que se dejaba de lado la perspectiva única de que la geopolítica era una herramienta para explicar y analizar fenómenos exclusivamente desde la óptica estatal. Un ejemplo de lo precedente se evidencia en la ponderación de factores económicos y los bloques de integración como elementos que transforman la realidad geográfica de un país, y a los cuales Suramérica en general y los países que integran la región en particular, no son ajenos.

Lo cierto es que el desarrollo del conocimiento geopolítico en la región ha pasado en su mayor parte inadvertido tanto para la gran mayoría de los estudios de geopolítica en otros países del mundo, como para los tomadores de decisión y actores que investigan sobre la temática en la propia Suramérica. En el primer caso, el conocimiento y grado de profundización de la geopolítica si bien se consideran -sobre todo por los autores anglosajones- un aporte a la disciplina, principalmente porque Suramérica fue uno de los pocos lugares donde se constató la continuidad de análisis y trabajos geopolíticos en momentos donde hacer aquello no era bien visto (Kelly, 2016), tienen una baja influencia en términos generales, debido a que las bases sobre las cuales se desarrolló el conocimiento geopolítico fueron las mismas sobre las que se crearon. En otras palabras, en la región se siguió repitiendo el esquema de pensamiento y estructura epistemológica de fines del siglo XIX, lo que también originó problemas de características políticas e ideológicas, como fue en el caso de los gobiernos militares (Ó Tuathail, 1996).

Mientras que, en el segundo caso, la misma región en sí ignora los avances y el progreso del conocimiento geopolítico que ha tenido, lo que dificulta cualquier intento de afianzar una manera suramericana de pensamiento geopolítico o, en su defecto, la generación de una arquitectura que permita una difusión de dicho conocimiento. En este plano, es posible vislumbrar que la geopolítica, pese a tener un desarrollo considerable -sobre todo en relaciones internacionales en la región-, ha sido relegada a un segundo lugar, producto de la naturaleza militar que posee para amplios sectores de la sociedad (Cabrera, 2017) y del hecho de que se efectúa una relación de los problemas de la región con parámetros foráneos, en particular derivados de las vivencias anglosajonas.

En este escenario si bien es cierto que la concepción de la geopolítica crítica permite conocer y reconocer nuevos aspectos de un contexto internacional (González, 2018), también lo es que los problemas y procesos que son parte de una región determinada no pueden comprenderse ni explicarse con una única matriz de pensamiento. Es por eso por lo que se requiere, sobre todo para el caso de la realidad suramericana, tener un conocimiento de las excepciones culturales e identitarias que se asocian a una realidad territorial, para luego aplicar una forma de explicación geopolítica. En otros términos, se privilegian esquemas de pensamiento geopolítico de otras latitudes, desconociendo o minimizando el hecho de que en la región se cuenta con un desarrollo significativo de la disciplina.

No obstante, lo mencionado también sería desconocer una parte de la realidad suramericana, especialmente en lo que va del siglo XXI. Es así como es posible apreciar un número pequeño pero creciente de trabajos académicos que buscan aportar a la comprensión de fenómenos asociados a las identidades regionales y locales, al impacto del discurso en la modificación de las fronteras como consecuencia de los conflictos entre países y al hecho de conocer los elementos subyacentes tras la política exterior, los que aminora el discurso oficial de los Estados (Cabrera, 2016; Cairo y Lois, 2014; Preciado y Uc, 2010). Lo dicho resulta de un esfuerzo necesario, considerando que las perspectivas críticas e interpretativistas van en aumento, en el ámbito de los estudios estratégicos y, en específico, desde el punto de vista de la región (Tickner y Hertz, 2012).

Pero la realidad mayoritaria indica que dentro de la región se ha conformado un razonamiento geopolítico que, si bien se vincula principalmente con una noción conflictiva y de poder de la disciplina, termina siendo una concepción sesgada y que no logra combinar las visiones más contemporáneas de la geopolítica, a la vez que no estima aspectos determinantes de una región, como es en este caso Suramérica. Es así como este contexto abre la perspectiva para diferentes desafíos, al momento de considerar la aplicación o renovación de un pensamiento geopolítico suramericano.

DESAFÍOS DEL SIGLO XXI PARA LA GEOPOLÍTICA REGIONAL

La geopolítica en la región -en particular para el área suramericana- además de haber estado influida por el estamento militar es desconocida por un sector importante de la academia. Y en lo que va del siglo XXI, si bien esas condicionantes se mantienen en su mayoría, lo cierto es que tienen explicaciones que van más allá de la descripción misma en torno a la construcción del conocimiento geopolítico regional, teniendo tres explicaciones generales.

Primera, aunque es indiscutible el aumento de las publicaciones sobre geopolítica, tomando en cuenta elementos que son propios de la realidad regional suramericana, estas publicaciones presentan, en un alto porcentaje, el mismo esquema de la cosmovisión del Estado propia del siglo XIX. En este sentido, se advierte que se está desarrollando un pensamiento geopolítico regional, pero minimizando o relegando las perspectivas y esquemas de pensamiento más contemporáneos, como por ejemplo lo dicho por la geopolítica crítica (Nolte y Wehner, 2016).

Segunda, la construcción y difusión del conocimiento geopolítico si bien comienzan a tener una formación mucho más vinculada a programas académicos universitarios, en términos generales siguen demostrando que la geopolítica es una disciplina que se mantiene dentro de esquemas de formación militar. Las academias o escuelas de guerra mantienen la producción de sus postulados geopolíticos, aunque esta no tiene alta difusión en los centros de formación de características civiles. Y pese a que lo anterior es comprensible por los antecedentes señalados en su momento, lo cierto es que al tener una formación de geopolítica en las universidades, o bien es impartida por oficiales en situación de retiro, o manteniendo una estructura que no se adecúa a la significación de los parámetros geopolíticos del siglo XXI (Cuéllar, 2012). Esto último se constata en una simplificación de los alcances de la disciplina o en la carencia o comprensión incorrecta de los preceptos geopolíticos más conectados con las perspectivas contemporáneas (Contreras, 2007).

Tercera, el desconocimiento del desarrollo geopolítico en la región se debe a una ausencia de masa crítica que investigue las temáticas geopolíticas regionales en profundidad. Como bien argumentó John Child (1979), solamente tres países podrían considerarse generadores de “escuelas geopolíticas” en la región, por los elementos ya descritos. Sin embargo, tal planteamiento no es del todo real. La producción de conocimiento geopolítico no es conocida realmente o, en su defecto, es conocida por una minoría que no otorga una diferencia sustancial a la hora de generar difusión del conocimiento. Por lo tanto, si bien se construyó conocimiento y se teorizó sobre las cualidades geopolíticas en su momento, aquello solamente quedó en el papel, materializándose un pequeño porcentaje de aquel pensamiento. Y si lo anterior se aplica a una visión en términos de un pensamiento geopolítico regional suramericano, la perspectiva es aún menor.

Como complemento, se ignoran las realidades y problemas de cada país y la manera como estos buscan establecer proyecciones internacionales, tanto en un espacio vecinal como regional. Este último aspecto es altamente relevante, puesto que es producto del desconocimiento de los fenómenos geopolíticos del resto de los países de la región, que no es posible desarrollar una forma de pensamiento que facilite la construcción y difusión de esquemas geopolíticos de características regionales o subregionales, y que vayan más allá de la necesidad de la generación de un discurso sobre integración (Barrios, 2014).

Pese a la aún existencia de una fuerte influencia del pensamiento militar en la geopolítica en América del Sur y del desconocimiento general que existe sobre la misma en la región, es posible evidenciar que se vienen generando alternativas que intentan aunar un posicionamiento alrededor de problemas generales para los países de la región. Para esto, se toma en cuenta el contexto político internacional imperante y algunos de los problemas que advierte la región, especialmente en términos de recursos como de conflictividades ligadas a espacios vacíos y a actividades fuera de la ley, por mencionar algunas de las miradas de mayor difusión.

La visión de poder y hegemonía tiene una concepción geopolítica regional que deviene de la interpretación de los modelos imperialistas y, en específico, del aplicado por Estados Unidos en la región que, a juicio de Atilio Borón (2013), se debe conocer y entender de manera concreta. Esto, debido al papel que desempeña la región latinoamericana para Estados Unidos, dentro de una lógica de dependencia del sistema capitalista.

Además, dicha dependencia también se observa en las múltiples formas en que la potencia del norte influye en los asuntos internos de los países del hemisferio. Lo relevante del caso, más allá de la posición ideológica, es que la concepción geopolítica como tal si bien no es desarrollada por Borón, sí plantea esquemas de pensamiento vinculados a la perspectiva crítica, que permiten expandir la matriz del razonamiento geopolítico. Sin embargo, la lógica del autor en su obra aunque rescata el pensamiento latinoamericano frente a Estados Unidos, queda corta respecto a cómo se integra la geopolítica en la realidad propuesta. Siendo así, en el actual esquema regional de relaciones en el hemisferio no es posible establecer una concepción geopolítica regional sin tomar en cuenta los intereses y perspectivas de Estados Unidos, por ser la potencia militar y económica del continente.

La concepción de la región sobre la protección de los recursos naturales es otro de los lineamientos que se vienen considerando como parte de la construcción de un pensamiento geopolítico regional. El hecho de que en Suramérica se encuentre la Amazonía, diversas fuentes de agua dulce como el Acuífero Guaraní y los campos de hielo en el Cono Sur, debe ponderarse en futuras relaciones de la región con otros actores del sistema internacional (Bruckman, 2012).

Se debe necesariamente añadir los diversos recursos naturales de carácter mineral, petrolero, gasífero e, incluso, los recursos de los dos océanos que bañan las costas de la región. El problema es que en el mismo territorio no existe una conciencia de protección de sus recursos naturales, como tampoco de la ambición e intereses que tienen otros actores extrarregionales en dichos recursos. La relevancia geopolítica de este punto es clara, en términos de cómo una realidad geográfica, en este caso la posesión de recursos naturales, puede determinar parámetros de comportamiento internacional. La dificultad de ello radica en la capacidad de la región como un todo, y no un país en particular, para comprender dicha visión geopolítica.

Por último, un fenómeno presente en las agendas de seguridad de todos los países de la región es la afectación del narcotráfico y sus efectos colaterales para la sociedad en general. En este plano, la dificultad en torno a la comprensión del narcotráfico pasa tanto por la óptica (económica, de seguridad, sanitaria, etc.) que se adopte para analizar el fenómeno en sí, como por la escogencia de los medios para hacerle frente, de acuerdo con las capacidades de los países y con el grado de importancia que el fenómeno tenga para sus realidades sociales.

No obstante, se ha señalado de manera general, que el narcotráfico es un fenómeno que sobrepasa las capacidades de un Estado, por lo que para combatir sus consecuencias, se hace necesario una articulación internacional y, dentro de lo posible, regional. Para el caso de Suramérica, tener los principales productores de cocaína del mundo (Colombia y Perú) y países que han aumentado su consumo de drogas en términos generales (Brasil y Chile), hace que el narcotráfico sea un problema regional (Ávila, 2012).

La relevancia de los tres fenómenos en mención, pasa por el reconocimiento de procesos que van más allá de los Estados y que, al mismo tiempo, impactan en cómo las relaciones entre los países de la región se configuran. Siendo así, la perspectiva de considerar los intereses de Estados Unidos en la región, la protección de los recursos naturales y el fenómeno del narcotráfico, son comunes denominadores a la hora de generar y construir un modelo de pensamiento geopolítico regional.

Con todo, desde la mirada de la geopolítica, pese a que hay autores que trabajan dichas problemáticas según el rótulo de “geopolítica”, se repite el error de no crear los límites y alcances de lo que implica que tales fenómenos sean geopolíticos. Pero lo más notable en este caso, es que se deja de lado alguna concepción teórica asociada a la disciplina o no se toma en cuenta la validez y trascendencia del factor geográfico o espacial en los análisis, más allá de que se tome al territorio como el lugar donde estos procesos ocurren. El desafío está, entonces, en incorporar el conocimiento geopolítico regional a los nuevos fenómenos o problemas que revela la región.

CONCLUSIONES

La geopolítica es una de las disciplinas con mayor difusión en el ámbito internacional, producto de una forma de explicación de fenómenos conflictivos. Esto, con ayuda de los medios de comunicación masivos, ha llevado a la disciplina a que se conozca de nombre, mas no por el contenido, herramientas, alcances y límites que posee. Dicha lógica se repite en Suramérica, con la diferencia de que en la región el conocimiento geopolítico ha sido trabajado desde diferentes perspectivas durante varias décadas. Sin embargo, los frutos de dicho trabajo, o bien se desconocen en su mayoría o no tienen impacto significativo, especialmente en la academia y los estudios internacionales.

A pesar de que lo anterior obedezca a la manera como se generó el conocimiento geopolítico en la región -con diferentes trabas culturales e institucionales ligadas en concreto al actuar de las Fuerzas Armadas-, la academia tiene su cuota de responsabilidad en dicho desconocimiento.

La concepción de que la geopolítica es una disciplina castrense o que posee una amplitud que da a entender la carencia de parámetros científicos, es una práctica que se repite y que no favorece la mejora de la disciplina. Por lo tanto, al tener la región una visión de desarrollo en torno al conocimiento geopolítico, pero aún con arraigo en los institutos militares, se hace necesario la vinculación entre el mundo civil y militar, con los objetivos de: (i) difundir las bases del pensamiento geopolítico y sus perspectivas puntuales por cada país; y (ii) ayudar a consolidar las herramientas para el desarrollo de aquel pensamiento geopolítico, con el fin de lograr armonizar los conocimientos clásicos con los enfoques más contemporáneos de la disciplina.

El efecto directo de esta vinculación es la generación de un pensamiento geopolítico regional que estima los fenómenos y problemáticas actuales de la región. No obstante, tal perspectiva debe ir más allá del elemento discursivo en torno a la construcción de una institucionalidad regional. Debe ser un proceso gradual. Y en dicho aspecto, la academia suramericana tiene cuenta pendiente, en relación con la implementación de redes de pensamiento geopolítico en los ámbitos nacional y regional.

La carencia de congresos y eventos académicos de alto impacto es palpable. El desconocimiento de la disciplina comenzaría a dar paso a la construcción de comunidades epistémicas sobre geopolítica, donde se pueda revalorar el pensamiento regional sobre la disciplina desde mediados del siglo XX a la fecha.

Siendo así, los “puntos de encuentro y desencuentro” vienen dados por aspectos sustanciales. El primero porque la geopolítica tuvo peso académico y político en la región que ha sido analizado, en particular en un periodo en donde la disciplina no se consideraba un área del conocimiento en gran parte del mundo; mientras que el “desencuentro” pasa por la evolución, interpretación y desarrollo que la misma disciplina ha tenido en la región, desde la óptica de su utilización política y del hecho de que está fuertemente vinculada a una naturaleza militar.

Lo anterior conlleva que la geopolítica haya sido relegada en el esquema de pensamiento académico, pese a que en la misma región se realizó aplicación conceptual de acuerdo con las características geográficas y políticas de Suramérica. Sin embargo, y a pesar de que aún persista una fuerte influencia del sector militar en el manejo de la geopolítica, dicha situación está cambiando.

El problema de la región en general -siempre desde una mirada geopolítica- es que se sigue considerando al Estado la principal unidad de análisis ante problemáticas o procesos que tienen una naturaleza que trasciende las fronteras estatales. Y los problemas territoriales que aún quedan entre países de la región, aumentan el protagonismo de la institución estatal, minimizando la capacidad de Suramérica para diagnosticar sus problemas de futuro.

Así pues, cualquier escollo para el Estado donde esté en juego el territorio, es una dificultad con cualidades geopolíticas, con lo que estaría reproduciendo el mismo esquema de pensamiento del siglo XIX. El desafío está en cambiar la matriz del razonamiento geopolítico, estimando los avances propios del hemisferio y los aportes de las nuevas corrientes del pensamiento, para lograr así revitalizar una disciplina que aún tiene mucho que aportar al desarrollo de la región.

REFERENCIAS

Agnew, J. & Corbridge, S. (1995). Mastering Space: Hegemony, Territory and International Political Economy. Londres: Routledge. [ Links ]

Arriaga, J. C. (2013). El largo proceso histórico de partición territorial. Las fronteras en América Latina y el Caribe, siglos XVI al XXI. Ciudad de México: Bonilla Artigas Editores, Universidad de Quintana Roo. [ Links ]

Atencio, J. (1968). ¿Qué es la geopolítica? Buenos Aires: Pleamar. [ Links ]

Ávila, A. (2012). Crimen organizado, narcotráfico y seguridad. En: Crimen organizado y gobernanza en la región andina: cooperar o fracasar (pp. 29-40). Quito: FES ILDIS. [ Links ]

Barrios, M. Á. (2014). La geopolítica sudamericana del siglo XXI. En: Geopolítica y estrategia suramericana. Perspectivas académicas (pp. 54-69). Sangolquí, Ecuador: Centro de Estudios Estratégicos-ESPE. [ Links ]

Barton, J. (1997). A Political Geography of Latin América. Nueva York: Routledge. [ Links ]

Borón, A. (2013). América Latina en la geopolítica del imperialismo. Buenos Aires: Luxemburg. [ Links ]

Bruckman, M. (2012). Recursos naturales y la geopolítica de la integración sudamericana. Quito: Instituto de Altos Estudios Nacionales. [ Links ]

Cabrera, L. (2016). Complejidades y desafíos en la relación entre Chile y Perú en el siglo XXI: un enfoque desde la geopolítica crítica. Revista Relaciones Internacionales, 89(2), 109-124. [ Links ]

Cabrera, L. (2017). Geopolítica en América del Sur: desde la militarización de la disciplina a la necesidad del debate académico. Revista Chilena de Derecho y Ciencia Política, 8(2), 167-188. [ Links ]

Caetano, G. (2018). De la “Suiza de América” al “Uruguay como problema”. La génesis del pensamiento de Alberto Methol Ferré. Iberoamericana - Nordic Journal of Latin American and Caribbean Studies, 47(1), 63-73. [ Links ]

Cairo, H. (1993). Elementos para una geopolítica crítica: tradición y cambio en una disciplina maldita. Ería, 32, 195-213. [ Links ]

Cairo, H. (2005). Prólogo. Re-pensando la geopolítica: la renovación de la disciplina y las aportaciones de John A. Agnew. En: Geopolítica. Una re-visión de la política mundial (pp. 9-16). Madrid: Trama Editorial. [ Links ]

Cairo, H. & Lois, M. (2014). Geografía política de las disputas de fronteras: cambios y continuidades en los discursos geopolíticos en América Latina (1990-2013). Cuadernos de Geografía: Revista Colombiana de Geografía, 23(2), 45-67. [ Links ]

Cayoja, H. (1998). El expansionismo de Chile en el Cono Sur. La Paz: Proins. [ Links ]

Child, J. (1979). Geopolitical Thinking in Latin America. Latin American Research Review, 14(2), 89-111. [ Links ]

Cohen, S. (2015). Geopolitics. The Geography of International Relations. Nueva York: Rowman & Littlefield. [ Links ]

Contreras, A. (2007). Análisis crítico de la geopolítica contemporánea. Política y Estrategia, 108, 29-45. [ Links ]

Cuéllar, R. (2012). Geopolítica: origen del concepto y su evolución. Revista de Relaciones Internacionales de la UNAM, 113, 59-80. [ Links ]

Dalby, S. (1990). Creating the Second Cold War. The Discourse of Politics. Londres: Pinter Publishers. [ Links ]

De Castro, T. (1958). Antártica - o assunto do momento. Boletim Geográfico, 16(142), 42-49. [ Links ]

Deciancio, M. (2017). La construcción del campo de las relaciones internacionales argentinas: contribuciones desde la geopolítica. Revista de Relaciones Internacionales, Estrategia y Seguridad, 12(2), 179-205. [ Links ]

Dodds, K. (1993). Geopolitics, Experts and the Making of Foreign Policy. Area, 25(1), 70-74. [ Links ]

Dodds, K. & Atkinson, D. (2000). Introduction to Geopolitical Traditions: A Century of Geopolitical Thought. En: K. Dodds y D. Atkinson (eds.). Geopolitical Traditions: A Century of Geopolitical Thought (pp. 1-24). Nueva York: Routledge . [ Links ]

Flint, C. (2006). Introduction to Geopolitics. Nueva York: Routledge . [ Links ]

González, L. (2018). Organización del espacio global en la geopolítica “clásica”: una mirada desde la geopolítica crítica. Revista de Relaciones Internacionales, Estrategia y Seguridad , 13(1), 221-238. [ Links ]

Haverluk, T., Beauchemin, K. & Mueller, B. (2014). The Three Critical Flaws of Critical Geopolitics: Towards a Neo-Classical Geopolitics. Geopolitics, 19(1), 19-39. [ Links ]

Hepple, L. (2004). South American Heartland: The Charcas, Latin American Geopolitics and Global Strategies. The Geographical Journal, 170(4), 359-367. [ Links ]

Kacowicz, A. (2000). Geopolitics and Territorial Issues: Relevance for South America. Geopolitics , 5(1), 81-100. [ Links ]

Kacowicz, A. & Mares, D. (2016). Security Studies and Security in Latin America: The First 200 Years. En: D. Mares y A. Kacowicz (eds.). Routledge Handbook of Latin American Security (pp. 11-30). Nueva York: Routledge . [ Links ]

Kelly, P. (2006). A Critique of Critical Geopolitics . Geopolitics , 11, 24-53. [ Links ]

Kelly, P. (2016). Classical Geopolitics. A New Analytical Model. Stanford: Stanford University Press. [ Links ]

Lacoste, Y. (2008). Geopolítica. La larga historia del presente. Madrid: Síntesis. [ Links ]

Lacoste, Y. (2011). Las etapas de la geopolítica. En: L. González Aguayo (ed.). Cuaderno de Trabajo. Antología. Los principales autores de las escuelas de la geopolítica en el mundo (pp. 11-22). Ciudad de México: Universidad Nacional Autónoma de México. [ Links ]

Larrea, L. (1988). Geopolítica: aplicación a la estrategia militar. Quito: Casa de la Cultura Ecuatoriana. [ Links ]

Littuma, A. (1983). Dimensión geopolítica y geoestratégica del pensamiento bolivariano. Caracas: s. e. [ Links ]

Mamadouh, V. D. (1998). Geopolitics in the Nineties: One Flag, many Meanings. GeoJournal, 46(4), 237-253. [ Links ]

Marini, J. F. (1985). El conocimiento geopolítico. Buenos Aires: Círculo Militar. [ Links ]

Marini, J. F. (1987). Geopolítica latinoamericana de integración. Buenos Aires: Humanitas. [ Links ]

Mercado, E. (1979). Política y estrategia en la guerra con Chile. Lima: s. e. [ Links ]

Mercado, E. (1995). La geopolítica en el tercer milenio. Lima: Instituto Peruano de Estudios Geopolíticos y Estratégicos. [ Links ]

Mierelles, C. (2000). Antología geopolítica de autores militares chilenos. Santiago de Chile: Centro de Estudios e Investigaciones Militares. [ Links ]

Nogué, J. & Ruffí, J. (2001). Geopolítica, identidad y globalización. Barcelona: Ariel. [ Links ]

Nolte, D. & Wehner, L. (2016). Geopolitics in Latin America, Old and New. En: D. Mares y A. Kacowicz (eds.). Routledge Handbook of Latin American Security (pp. 33-43). Nueva York: Routledge . [ Links ]

Nunn, F. (2011). Relaciones militares civiles sudamericanas en el siglo XX. Santiago de Chile: Academia de Guerra del Ejército de Chile. [ Links ]

Ó Tuathail, G. (1996). Critical Geopolitics. The Politics of Writing Global Space. Londres: Routledge . [ Links ]

Ó Tuathail, G. & Agnew, J. (1992). Geopolitics and Discourse: Practical Geopolitical Reasoning in American Foreign Policy. Political Geography, 11, 190-204. [ Links ]

Pinochet, A. (1974). Geopolítica. Santiago de Chile: Andrés Bello. [ Links ]

Preciado, J. & Uc, P. (2010). La construcción de una geopolítica crítica desde América Latina y el Caribe. Hacia una agenda de investigación regional. Geopolítica (s), 1(1), 65-94. [ Links ]

Rivarola, A. (2011). ‘Geopolitics of Integration’ and the Imagination of South America. Geopolitics , 16(4), 846-864. [ Links ]

Tickner, A. & Hertz, M. (2012). No Place for Theory? Security Studies in Latin America. En: A. Tickner y D. Blaney (eds.). Thinking International Relations Differently (pp. 92-114). Nueva York: Routledge . [ Links ]

Walt, S. (1998). International Relations: One World, Many Theories. Foreign Policy, 110, 29-46. [ Links ]

Recibido: 17 de Agosto de 2018; Aprobado: 30 de Noviembre de 2018

Creative Commons License Este es un artículo publicado en acceso abierto bajo una licencia Creative Commons