Introducción
El presente escrito quiere mostrar los límites conceptuales de la vulnerabilidad expresada en la obra La metamorfosis. Es decir, lo que se quiere es demostrar cómo este escrito de Kafka tiene en su interior un contenido filosófico explotable y trabajable que no debe dejarse de lado, para lo cual se recurre al trabajo de Judith Butler; sin embargo, la obra kafkiana funge como un caso en el que la literatura, con sus formas y contenidos, supera lo conceptual de la filosofía para ubicarse en un tipo de discurso poseedor de un sentido que le es único.
Ahora bien, la necesidad de estudiar los límites conceptuales de La metamorfosis no solo busca remarcar la anticuada división filosofía / literatura, sino que quiere, precisamente, demostrar que el trabajo de Butler no alcanza para comprender la vulnerabilidad que Kafka trabaja en su obra. Todo esto lleva a pensar aquella inconceptualidad ubicada en la subestructura del relato kafkiano, para lo cual se recurre a ciertos elementos de la metaforología de Hans Blumenberg.
Por lo tanto, el escrito busca desarrollar, en su mayoría, la presencia de una vulnerabilidad conceptual dentro de La metamorfosis, para que, en una segunda parte, sea posible concluir que la vulnerabilidad kafkiana se ubica más allá del concepto, esto es, se encuentra en el enigma de la metáfora. De este modo, existen cuatro momentos esenciales: uno, la corporalidad como problema para la vulnerabilidad; dos, la ontología de la precariedad que constituye una base para el estudio de lo vulnerable y; tres, la política de la vulnerabilidad. Así, esta exposición conceptual busca que, en una cuarta parte, se exponga la inconceptualidad que no puede aprehenderse por la razón filosófica en su sentido más estricto, sino que debe pensar otra localización del relato, debe deslocalizarse en lo inconceptual para comprender el sentido del ser que Kafka quiere expresar.
La corporalidad de la vulnerabilidad
Inicialmente, La metamorfosis comienza con la transformación de Gregorio en una especie de creatura con la biología de un insecto. El protagonista inicia abruptamente con una pregunta por sí mismo y por su condición física. No reconoce el cuerpo en que ha despertado, no es capaz de reconocerse, el mundo se le convierte en un lugar ajeno al que, hasta hace solamente una noche, estaba acostumbrado. La declaración inicial de la obra deja una huella en la incapacidad de Gregorio de localizarse en un lugar que le sea propio o común, ya no es un humano, está encarnando una monstruosidad: “Al despertar Gregorio Samsa una mañana, tras un sueño intranquilo, encontrose en su cama convertido en un monstruoso insecto” (Kafka, “Metamorfosis” 21). La constitución física de Gregorio es una completa desvinculación con su medio social, la nueva posición del protagonista desde su cuerpo transformado lo ubica fuera de una normalidad y lo coloca en otra posición de los marcos de reconocimiento en los cuales hasta el momento se ubicaba privilegiadamente.
La ontología del cuerpo por la que atraviesa Gregorio, al encontrarse ahora en un nuevo hallazgo de su corporalidad, le permite darse cuenta de la importancia que hasta ese momento tenía para su diario vivir con los otros, para su con-vivir, el estar constituido de acuerdo con unos parámetros contextuales (ya sean políticos, sociales, económicos, etc.) que consideran algo como “normal” o “anormal”. La condición con la que despierta es, literalmente, la de un completo anormal:
Cierto es que sus palabras [las de Gregorio] resultaban ininteligibles, aunque a él le parecían muy claras, más claras que antes, sin duda porque ya se le iba acostumbrado el oído. Pero lo esencial era que ya se habían percatado los demás de que algo insólito le sucedía y se disponían a acudir en su ayuda. La decisión y firmeza con que fueron tomadas las primeras disposiciones le aliviaron. Sintióse nuevamente incluido entre los humanos. (Kafka, “Metamorfosis” 34)
Esto no es algo fortuito, la nueva disposición del cuerpo de Gregorio, su completa transformación en un insecto, lo vuelven objeto de responsabilidad tanto para sí mismo como para sus familiares, quienes no logran comprender la situación en la que se encuentran. Para el protagonista su corporalidad lo posiciona en una confrontación con el mundo, el proceso de reconocerse, poco a poco, en esta primera parte de la obra le permite, con mucho esfuerzo, darse a entender con sus familiares, con su jefe y con el médico que lo visita. Los otros buscan lo mejor para él, quieren ayudarlo ahora que se encuentra en un estado anormal, específicamente, una anormalidad corporal, ya que, rápidamente, estos son capaces de darse cuenta de que la mente del insecto que ahora ocupa el cuarto de Gregorio sigue siendo la de su pariente. Este esfuerzo por intentar comunicar lo interior (yo) con lo exterior (otro), hace posible una relación de responsabilidad entre unos y otros, algo claro y evidente con el papel del jefe que escapa de la casa, como señala Butler en su lectura del cuerpo: “ello se debe precisamente a que, tanto en superficie como en profundidad, el cuerpo es un fenómeno social; es decir, que está expuesto a los demás, que es vulnerable por definición” (“Marcos” 57). La vida de Gregorio se expone a una pura y completa vulnerabilidad, ya no posee la dignidad con la que la noche anterior podía identificarse y vivir plenamente su cotidianidad, ahora es un sujeto extraño que cuenta con el cuidado de los otros para poder reconocerse, nuevamente, dentro de su normalidad.
Es este nuevo horizonte que se abre desde la transformación de la corporalidad que sufre el protagonista lo que cuestiona sobre la condición vulnerable que ahora se vuelve su carácter identitario frente a los otros. El protagonista se encuentra interpelado por los otros, en el pasado esto no era algo que ocurriera, puesto que no existía una necesidad de pensarse como un sujeto excluido, pero ahora su corporalidad lo coloca directamente en el lugar de los que no pueden aparecer dentro de la esfera pública1. Con este trabajo de Kafka, indirectamente, se retrata una experiencia de exclusión y vulnerabilidad, cada escena de Gregorio con su familia está condenada a ser catastrófica, la tranquilidad solamente ocurre allí donde no está el monstruoso insecto, por lo que debe permanecer encerrado de todo ojo público. La escena del retorno de Gregorio a su cuarto plasma esto muy bien:
Por fin logró verse frente a la puerta. Pero entonces comprendió que su cuerpo era demasiado ancho para flanquearla sin más ni más … Gregorio quedó allí atascado, imposibilitado por sí solo para hacer el menor movimiento … en esto, el padre dio por detrás un golpe enérgico y salvador, que lo precipitó dentro del cuarto, sangrando en abundancia. Luego, la puerta fue cerrada con el bastón, y todo volvió por fin a la tranquilidad. (Kafka, “Metamorfosis” 41-42)
La corporalidad de Gregorio como insecto lo condiciona socialmente. Ya no es poseedor de una dignidad, sino que ahora se encuentra abierto a la vulnerabilidad estructural que constituye la existencia humana. En la primera parte de la historia, el protagonista descubre una nueva relación con su yo, una que lo des-localiza de sus anteriores entendimientos de sí mismo. Kafka describe con esta situación la manera en que, cuando el cuerpo no corresponde con lo que se tiene por normal dentro de un contexto específico, sale a la luz la ineficacia de las reglas dentro de la sociedad: “La resignificación de las normas es pues una función de su ineficacia y es por ello que la subversión, el hecho de aprovechar la debilidad de la norma, llega a ser una cuestión de habitar las prácticas de su rearticulación” (Butler, “Cuerpos” 333). Gregorio, con su sola presencia, interrumpe la normalidad establecida en el hogar, por lo que debe ser encerrado y alejado del ojo público. La familia, en este sentido, sigue el patrón determinado con quienes quebrantan las normas, encarcelan al sujeto señalado para que habite su anormalidad de manera privada2.
Así, la familia se autoimpone una superioridad desde lo que ellos consideran normal, su corporalidad les permite señalar a quienes no tengan semejanza con ellos, lo que logra que dentro del hogar se maneje un enfrentamiento entre Gregorio con el mundo. Sobre esta idea del enfrentar, señala Butler: “Este «se enfrenta a» es una modalidad que define al cuerpo. Y, sin embargo, esta alteridad obstrusiva con la que se topa el cuerpo puede ser, y a menudo es, lo que anima la capacidad de respuesta a ese mundo” (“Marcos” 58).
Ontología de la precariedad del ser
En la segunda parte del libro se presenta otro tipo de situación, a saber, la constitución de identidad a partir de lo otro. Gregorio, ahora encerrado y excluido de contacto con el mundo exterior, no es capaz de generar una autoconciencia desde sí mismo únicamente, necesita de esa alteridad que se contrapone a la mismidad para lograr un proceso identitario, de lo contrario, el reconocimiento de sí mismo y del mundo que lo rodea se vuelve hostil y desfigurado:
Paulatinamente, las cosas más cercanas dibujábansele con menos claridad … de no haber sabido, sin que ello pudiera dejar lugar a dudas, que vivía en una calle tranquila, aunque completamente urbanizada, hubiera podido creer que su ventana daba a un desierto, en el cual fundíanse indistintamente el cielo y la tierra por igual grises. (Kafka, “Metamorfosis” 54)
¿Esto qué quiere decir? Que el protagonista no se basta a sí mismo, sino que su condición, que no deja de ser la de un ser humano (que su cuerpo no se corresponda con su conciencia no lo vuelve menos que los demás miembros de su familia que no son capaces de comprender su condición de diferencia), hace que requiera de la alteridad de los demás para comprenderse, aun cuando, al estar frente a los demás, la violencia y el daño sea la respuesta frecuente.
El sujeto que piensa Kafka con Gregorio describe una condición de necesidad con los otros. La mediación con los demás, la interpelación de la mismidad con la alteridad, con lo distinto que se ubica en una exterioridad, permite un punto de encuentro que genera un retorno del yo desde fuera hacia dentro, esto es, el sujeto requiere de salir de sí mismo para volver sobre sí, de lo contrario no es posible un acontecer reflexivo que constituya mi propia yoidad, o lo que es lo mismo, Gregorio se concibe, siguiendo a Butler, como objeto de precaridad. En el camino, Kafka ubica la necesidad de una precariedad que constituya el punto de partida ontológico del ser humano3, lo cual posibilita un principio de igualdad entre los seres humanos, que se caracterizan por una diferencia fundamental en su presencialidad; esto es algo capital, ya que, como indica Butler en su lectura del fenómeno del a precariedad:
Si tomamos la precariedad de la vida como punto de partida, entonces no hay vida sin la necesidad de cobijo y alimento, no hay vida sin una dependencia de redes más amplias de sociabilidad y trabajo, no hay vida que trascienda la dañabilidad y la mortalidad. (Butler, “Marcos” 45)
Esta idea de una autoconciencia marcada por una exterioridad se refuerza por el final de la segunda parte, donde Gregorio comienza a perder su humanidad al ser objeto de un completo aislamiento por parte de su familia. Las voces de sus conocidos no son más que ruidos vacíos dentro de este nuevo ser que se ha constituido en el completo estado de enclaustramiento. La falta de una exposición y una afectación dentro de los procesos relacionales de Gregorio lo convirtieron en un ser que no es capaz de reconocerse. Esta idea se manifiesta en la escena en que se vacía su habitación, al ser interpelado por su madre y su hermana Gregorio se da cuenta de cómo se ha deshumanizado:
Al oír estas palabras de la madre, comprendió Gregorio que la falta de toda relación humana directa, unida a la monotonía de la existencia que llevaba entre los suyos, había debido trastornar su inteligencia en aquellos dos meses … ¿Es que él deseaba de verdad que se cambiase aquella su amueblada habitación … en un desierto en el cual hubiera podido, es verdad, trepar … pero en el cual hubiera al mismo tiempo, olvidado rápida y completamente de su pasada condición humana? Ya estaba él ahora muy cerca de olvidarse de ésta [su condición humana] y únicamente habíale conmovido la voz de la madre, que no oía hace ya tiempo. (Kafka, “Metamorfosis” 57)
De esta manera, Gregorio se da cuenta de la implicación que tiene el otro en el proceso de autorreconocimiento, la dualidad de lo interior-exterior constituye una cualidad del ser para poder entenderse. La idea de ser arrojado y de ser transformado por la alteridad indica una subsecuente complicidad requerida entre los seres humanos para figurarse, en conjunto, como sujetos precarios4. Al final, tanto Gregorio como el resto de la familia son poseedores de esa precariedad fundamental, como indica Butler en su análisis de la idea de relacionalidad: “No basta con decir que estoy promocionando una visión relacional del yo por encima de una visión autónoma del yo (…) el término «relacionalidad» sutura (…) una ruptura que es constitutiva de la identidad misma” (“Deshacer” 38). Sin embargo, y esto es algo que se expondrá con más cuidado en el apartado de conclusiones, Kafka parece ser pesimista al respecto de la relacionalidad, ya que, por más intentos de la madre y la hermana de Gregorio, al final es la dañabilidad lo que domina el relato, esto es, la vulnerabilidad se abre completamente y es sometida por la violencia de los otros.
Este ser precario que se encarna con Gregorio representa la necesidad ontológica de ser atravesado por el otro. Esta alteridad es constitutiva para la realización de una autoconciencia y un reconocimiento propio; para el protagonista es precisamente esta ausencia de otredad y la sobrecarga en mismidad lo que convierte su vida en una masa irreconocible. El aislamiento hace que la humanidad de Gregorio se diluya y se pierda en sí mismo, en la idea de un yo que rota sobre y desde sí mismo. Esto no es casualidad, ya que dentro del entendimiento filosófico de la precariedad existe una estructuración de identidad desde la segunda persona, pues es precisamente con el otro que es permitido recordar la manera en que no se puede existir sin una interpelación existencial constitutiva dentro del yo. Por otro lado, la presencia de Gregorio en el hogar es la que pone a su familia de cara a lo otro; estos frente a la alteridad que acontece dentro de la normalidad, demuestran una violencia y una necesidad de eliminar aquella apertura de lo otro que tiene lugar. Lo dicho puede ser analizado, en palabras de Butler, bajo la idea de que: “Vivir es siempre vivir una vida que se halla en peligro desde el principio y que puede ser puesta en peligro o eliminada de repente desde el exterior y por razones que no siempre están bajo el control de uno” (“Marcos” 52).
La escena de preocupación e interpelación por parte de la hermana y la madre, aun sumando la violencia por parte del padre, justifican el papel que tiene la experiencia del encuentro con lo otro en tanto que singularidad que no puede omitirse a voluntad. La corporalidad y la presencia generan dentro del espacio común una marca irremplazable que no se puede eliminar rotundamente de las dinámicas políticas y sociales. La amenaza constante del padre es ejemplo de ello, la escena final de este capítulo del libro deja en claro lo que vendría a ser la respuesta más inmediata ante el contacto con lo otro, la violencia: “La condición de precariedad compartida implica que el cuerpo es constitutivamente social e interdependiente (…) Sin embargo, precisamente porque cada cuerpo se encuentra potencialmente amenazado por otros que son, por definición, igualmente precarios, se producen formas de dominación” (Butler, “Marcos” 53). El momento final de la segunda parte de la historia de Kafka produce un cierre abrupto en el que la precariedad constitutiva da paso a una simple precaridad por parte de Gregorio, quien ya no es poseedor de un marco de reconocimiento dentro de su hogar, por lo que su vida pasa a dejar de importar. El deseo por la muerte de él ya es una idea que ronda dentro de las palabras de sus familiares, y su propia identidad, su propia autoconciencia, se pierde dentro del encierro en que es puesto de manera permanente.
Política de la vulnerabilidad
Gregorio es dejado de lado en la última parte del relato al no ser visto más como un humano, sino como un mero insecto que antes tenía por nombre el de Gregorio; él también se siente así, no puede, literalmente, vivir sin el cuidado que los otros hacen de él, su existencia puramente distinta está sometida a la responsabilidad y el compromiso que puedan tener los otros con él: “¿Quién en aquella familia cansada, desecha por el trabajo hubiera podido dedicar a Gregorio algún tiempo más que el estrictamente necesario?” (Kafka, “Metamorfosis” 68). El cuidado hacia el protagonista es solo para evitar que este salga a la vista de los demás, se le cuida para que no escape y se le mantiene vivo por el recuerdo del antiguo Gregorio. No obstante, la posición que la familia toma hacia este le permite pensarse como sujeto excluido de la normalidad, su carencia de reconocimiento y su precaridad lo ponen en una posición reflexiva de un carácter especial. Esto último ya que, como lo señala Butler en su exposición sobre el reconocimiento:
La irreconocibilidad misma del otro provoca una crisis en las normas que gobiernan el reconocimiento. A veces la irreconocibilidad misma del otro provoca una crisis en las normas que gobiernan el reconocimiento. Si y cuando, en un esfuerzo por conferir o recibir un reconocimiento que una y otra vez es rehusado, pongo en cuestión el horizonte normativo dentro del cual tiene lugar tal reconocimiento, ese cuestionamiento forma parte del deseo de reconocimiento, deseo que no puede hallar satisfacción y cuya insatisfacibilidad establece un punto crítico de partida para la interrogación de las normas disponibles. (“Dar” 40)
La irreconocibilidad de Gregorio hace posible denotar la ontología de la precariedad y la corporalidad de la vulnerabilidad expuestas, pero, al mismo tiempo, ubica la capacidad política, e incluso ética, que tiene el protagonista del relato de Kafka. El lector tiene la posibilidad de adentrarse en la dinámica de cuestionar la manera en que la norma se constituye como una mismidad que propende a la eliminación de lo otro como interpelación5. Gregorio se encuentra como un sujeto completamente vulnerable ante una realidad hostil que, por más que él lo intente, no le permite una inserción dentro de la comunidad: “- Es preciso que se vaya- dijo la hermana- Este es el único medio, padre. Basta que procures desechar la idea que se trata de Gregorio. El haberlo creído durante tanto tiempo es, en realidad, el origen de nuestra desgracia” (Kafka, “Metamorfosis” 81).
El clamor por reconocimiento que surge desde la corporalidad y precaridad de Gregorio hacen que su presencia esté cargada de un particular peso que interrumpe la normalidad que domina la cotidianidad de los sujetos con los que socializa6. La interpelación, en este contexto, se convierte en una herramienta de relación política con el mundo, el estar como diferencia pura, como Gregorio, produce un choque en el que está en juego el reconocimiento de las precariedades que mutuamente constituyen a los sujetos:
el Otro se dirige a nosotros por medio del lenguaje. Dicho lenguaje comunica la precariedad de la vida, estableciendo la tensión que define una ética de la no violencia. La situación discursiva no es lo que se dice o, incluso, lo decible. (Butler, “Vida” 175)
El ejercicio de estar frente a la otredad genera un movimiento de ida y vuelta en el cual es posible hallar una política en la que se produzcan nuevos marcos de reconocimiento; empero, en el caso de Gregorio, esto no es así del todo. La apertura a los demás hace de la dañabilidad una posibilidad latente que cuando arremete acaba con la alteridad que surge en esa precariedad compartida, esto es algo que se puede evidenciar constantemente en el trabajo de Kafka:
No tienen ustedes que preocuparse respecto a cómo van a quitarse de en medio el trasto ese de ahí al lado [Gregorio]. Ya está todo arreglado … -Bueno- venid ya. Olvidad ya de una vez las cosas pasadas … salieron los tres juntos, cosa que no había ocurrido hacía meses, y tomaron un tranvía para ir a respirar el aire libre de las afueras. (Kafka, “Metamorfosis” 88-89)
La tranquilidad que surge tras la muerte de Gregorio demuestra cómo la desaparición de la diferencia genera una reconciliación dentro de la separada sociedad. La eliminación de lo que no corresponde con la normalidad de las cosas genera un reconocimiento entre quienes se consideran a sí mismos iguales en grupo, pero diferentes a los otros de mejor forma, esto es, se creen superiores a otros por el hecho de corresponder con lo que se considera normal. La familia vuelve a tener tranquilidad dentro del hogar, la muerte de Gregorio implica un encuentro fallido con los otros, la violencia se impone por sobre el proceso de reconocimiento mutuo por medio de la precariedad constitutiva del ser.
La obra de Kafka cierra con la pregunta por la alteridad, por el cómo es más probable que se determine la relación con lo otro. Desde La metamorfosis la respuesta es clara, resulta con la eliminación de la diferencia, por más que se intente dar lugar a esta dentro de un marco de reconocimiento, siempre será el imperativo de odio común hacia algo que no corresponde lo que ejerce un dominio sobre las relaciones humanas tanto en lo social como en lo político.
Lo inaprehensible dentro de La metamorfosis
A pesar del trabajo filosófico literario expuesto hasta el momento, el cual fue guiado de la mano de Judith Butler, existe algo que se escapa al pensamiento de la autora. La metamorfosis parece tener una huella dentro de sí misma que no es posible de atrapar por la mirada conceptual que la estadounidense utiliza para llevar a cabo su desarrollo teórico. Al intentar atrapar a Kafka filosóficamente por medio de una ratio propiamente lógico-sistémica, esto es, de articular un pensamiento filosófico desde únicamente lo conceptual, es posible darle un sentido butleriano a la obra kafkiana. La vulnerabilidad presente en La metamorfosis, como se mostró en los tres momentos anteriores, puede entenderse en las tres dimensiones expuestas; empero, existe algo dentro del trabajo de Kafka que se escapa a la aprehensión filosófica; el pensamiento parece poder ubicarse desde otro ángulo.
Para intentar explicar este escape del pensamiento filosófico es menester recurrir a la metáfora que atraviesa a La metamorfosis: la del ser humano como un insecto. Gregorio, para un espectador, no solo es un personaje fantasioso, sino que representa un ejercicio metaforológico que le es útil a Kafka para representar una situación límite que no puede expresarse por los límites del concepto7. La experiencia vulnerable de Gregorio se expresa metafóricamente para caer en la inconceptualidad, de ahí que parezca que la comparación con Butler no pudiera bastar, aunque no implica necesariamente que una interpretación no retroalimente a la otra. La vulnerabilidad que expresa Gregorio se localiza en la frontera entre pensamiento conceptual e inconceptual, de ahí que Butler pareciera no poder dar cuenta del tipo de vulnerabilidad que Kafka concibe por medio de Gregorio y su familia8. La vulnerabilidad, entonces, no puede reducirse a los planos meramente conceptuales, esto es, existe algo dentro de la misma vulnerabilidad que escapa a la filosofía, al menos a la butleriana, que Kafka sí puede comprender, de ahí que él recurre necesariamente a la literatura y, más allá, al uso metafórico de la transformación como mecánica para colocar una vulnerabilidad fronteriza que tiende hacia una experiencia que el pensar lógico-racional del concepto no alcanza a tener presente9.
El relato de Kafka se escapa a los límites de los conceptos filosóficos para constituirse como su propia narración. El pensamiento que surge no pretende ser filosófico, sino que es su propia manera de concebir la realidad del mundo de la vida desde sus propias reglas. Butler logra, desde la filosofía, dar a entender unas líneas conocibles de la vulnerabilidad por medio de sus investigaciones, pero Kafka tiene más sustrato desde aquello que no alcanza la luz del cerrado concepto.
Para el desarrollo de una teoría inconceptual de la vulnerabilidad se requiere analizar distintos elementos dentro del relato de Kafka. Primero, y como se expuso arriba, La metamorfosis permite una conceptualización de lo vulnerable, Butler es consciente de esta capacidad y por ello su trabajo filosófico permite aprehender desde un sistema estructurante la literatura, de modo que sea útil para comprender los fenómenos de la realidad. Segundo, esta obra de Kafka permite colocarle límites a la experiencia conceptual, esto es, se puede hablar de una limitación de la interpretación filosófica frente al fenómeno metaforológico que La metamorfosis encarna. Finalmente, y quizá el punto fundamental dentro de la diferencia conceptualidad-inconceptualidad, el relato pone en manifiesto que existe un vasto campo inexplorado, y quizá inexplorable, al respecto de la vulnerabilidad, lo inconceptual es un laberinto que escapa del logos sistémico de la filosofía, el aparato filosófico muerde su propia cola al intentar entrar más allá de la experiencia del pensamiento metaforológico, más allá de la estructura del concepto, algo que Butler sabe y, por ende, aplica en su trabajo; la vulnerabilidad butleriana conoce sus límites al intentar tomar la literatura como base. La metamorfosis confirma lo que dice Butler sobre la vulnerabilidad, pero, al mismo tiempo, afirma que lo que la autora pone en su teoría es solamente la punta del iceberg que se encuentra detrás de una interpretación metaforológica de la vulnerabilidad10. Sobre esta idea de lo vulnerable habla Kafka:
Todos los sufrimientos que ocasionamos también debemos sufrir. No todos compartimos un cuerpo, pero sí compartimos el crecimiento, y eso nos lleva a superar todo dolor, ya sea de esta forma o de aquella. A medida que el niño crece a través de todas sus fases y envejece y muere (y cada etapa parece inalcanzable para los anteriores, ya sea por deseo o por temor), así nos desarrollamos (no menos conectados con los demás que con nosotros mismos) a través de todos los sufrimientos del mundo. En este contexto no hay lugar para la justicia, ni tampoco para el miedo al sufrimiento, ni para la presentación del sufrimiento como mérito. (Kafka, “The zürau” 102)
La reflexión del mismo Kafka no quiere estar en las casillas del concepto inamovible, sino que quiere la provisionalidad de la metáfora; su lenguaje no es el de la representación mimética del mundo, sino el de la conexión mítico-arquetípica entre los seres humanos. De esta idea surge la simpatía que el lector encuentra con Gregorio. Este protagonista encarna un dolor que conecta los seres humanos unos con otros, pero esta apertura hacia lo vulnerable, al estar, precisamente, abierto a lo otro, no se cierra en sí mismo11. La metamorfosis se abre rizomáticamente a la búsqueda de sentido en su propia inconceptualidad. Los horizontes de comprensión, en este sentido, vinculan y dan sentido a partir de la irracionalidad implícita en todo lo humano.
Conclusiones
De esta manera, lo que ocurre, y la obra de Kafka es un detonante para esto, es que la vulnerabilidad se encarna como un elemento que es intrínseco en el sujeto, pero esta relación entre el individuo con su propia tendencia-a-la-ruina lo vuelven una apertura a los demás, siendo que son igualmente ruinas que buscan negar su propia condición de contingentes, pero siempre desde una mirada que escapa a lo conceptual. La vulnerabilidad que piensa Butler desfallece allí donde encuentra seguridad, el logos al que recurre para su teoría de lo vulnerable la hacen encerrarse en los límites de lo conceptual y dejar de lado el caldo de cultivo que puede surgir dentro del horizonte sin límite que puede ser la vulnerabilidad.
La metamorfosis encarna un escape de dicha idea de una vulnerabilidad conceptualmente cerrada; el relato de Kafka queda en una tensión, en una incompletitud transitoria que está por venir12. No obstante, hay que aclarar que para el mismo autor las boronas son aquello último que se resiste a la destrucción: “todo lo que se va a destruir por completo debe primero ser sujetado con mucha firmeza; si algo se desmorona, se desmorona, pero resiste la destrucción” (Kafka, “The zürau” 90). La vulnerabilidad inconceptual se ubica como una apertura pura, el mundo de la vida, de esta manera, no desconoce que aquella irracionalidad constitutiva del alma humana es poseedora, del mismo modo, de una condición de vulnerabilidad que no puede reducirse al logos sistémico-racional que produce conceptos13. Esta idea que encarna Gregorio, si bien acepta los términos en que habla Butler, no se cierra a otros caminos para pensar su propio contenido, sino que es laberíntico, los pasajes se entrecruzan y comparten entre sí, así como también pueden contradecirse y no llegar a ninguna parte14. La vulnerabilidad laberíntica que La metamorfosis posee se compromete más con el mito de lo que puede hacer el logos, el mito, en su propio contenido, abre lugar a una explicación fenomenológica de un determinado fenómeno existencial como lo es la vulnerabilidad15.
La vulnerabilidad laberíntica posee una mayor apertura a las disposiciones del mundo de la vida, con todo y su pesadez16, el problema de la visión de Butler es que siempre termina zanjando el problema de lo otro y la vulnerabilidad apelando a una especie de deber ser a partir de lo común que nos constituye, mientras que el mundo kafkiano, que en este caso tiene lugar desde La metamorfosis, pone los conceptos más allá de las barandas de seguridad, lo vulnerable se presenta como lo que es, como una condición descarnada del ser humano con su existencia17, algo que, sin embargo, puede dar lugar a un vínculo más honesto y verdadero que al que apela Butler18. Con este relato de Kafka, el homo domesticus da lugar a una figura del ser humano en la que los laberintos de su propia vida individual se entrecruzan con el dolor y la ruina que lo vinculan con los demás, lo vulnerable está despejado de toda suposición de buena fe que se desgasta al momento de afrontar situaciones extremas e intolerables19. Por lo que la vulnerabilidad laberíntica, inconceptualizable por estar sostenida por la metaforología del relato kafkiano (por el mito que permite comprender el mundo en su provisionalidad), hacen que el ser-en-el-mundo se conciba desde una ontología compuesta por migajas20, las cuales se resisten al ser destruidas por la pesadez y nihilismo que consumen todo lo diferente, tal y como le ocurre a Gregorio.