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Sociedad y Economía

Print version ISSN 1657-6357On-line version ISSN 2389-9050

Soc. Econ.  no.48 Cali Jan./Apr. 2023  Epub May 20, 2023

https://doi.org/10.25100/sye.v0i48.11971 

Artículos

Movilidad ocupacional intergeneracional en Colombia: una aproximación interseccional

Intergenerational Occupational Mobility in Colombia: An Intersectional Approach

Carlos Augusto Viáfara-López1  1
http://orcid.org/0000-0001-9210-0954

1 Universidad del Valle, Cali, Colombia carlos.viafara@correounivalle.edu.co https://orcid.org/0000-0001-9210-0954


Resumen

Este artículo valora el efecto de la clase social de origen, el color de la piel y el género en la movilidad ocupacional intergeneracional en Colombia. Se utilizó un análisis descriptivo de tablas de movilidad y se aplicaron modelos log-lineales a estas últimas. Los resultados revelan que, en general, colores de piel más oscuros se asocian con menores tasas de movilidad absoluta. Aun así, en la movilidad relativa, el patrón de asociación entre orígenes y destinos es similar, aunque con mayor desigualdad de oportunidades para las personas con colores de piel más oscura. Las inequidades de acuerdo con el color de la piel son más grandes entre las mujeres que entre los hombres.

Palabras clave: movilidad social; clase; grupos étnicos y raciales; género; interseccionalidad

Abstract

This paper assesses the effect of social class of origin, skin color and gender on intergenerational occupational mobility in Colombia. A descriptive analysis of mobility tables was used, and log-linear models were applied to the latter. The results reveal that, in general, darker skin colors are associated with lower absolute mobility rates. However, in relative mobility, the pattern of association between origins and destinations is similar, although with greater inequality of opportunities for people with darker skin colors. Inequalities according to skin color are greater among women than among men.

Keywords: social mobility; class; ethnic and racial groups; gender; intersectionality

1. Introducción

La estratificación social se refiere a un proceso mediante el cual el entramado institucional y las relaciones socioeconómicas interactúan para producir desigualdades entre diferentes grupos sociales (Grusky, 1994). La estratificación social involucra varias dimensiones de desigualdad social (educación, ocupación e ingresos, entre otras), con reglas más bien predecibles en torno al ranking de personas y grupos (Kerbo, 2007). La coexistencia de un conjunto jerárquico de posiciones o clases sociales que regulan el acceso a recursos (materiales y simbólicos), es una peculiaridad de los sistemas de estratificación social (Sorokin, 1998). Por su parte, la movilidad social representa el movimiento vertical a través del sistema de estratificación social (Sorokin, 1998).

En las sociedades industriales modernas, las clases sociales se determinan fundamentalmente por las condiciones económicas objetivas, tales como la posesión de riqueza, ingreso y la ocupación (Giddens y Sutton, 2014).2 Asimismo, las oportunidades de vida están coligadas a situaciones de clase determinadas por la posición en el mercado laboral (Crompton, 1997). De esta manera, una clase social particular se conforma por grupos de personas que poseen similares situaciones de clase y similares oportunidades de movilidad social (Giddens y Held, 1982, citado por Crompton, 1997).

Ahora bien, la movilidad social presupone que una persona que nace en una posición de clase determinada puede moverse hacia posiciones de mayor estatus en el espacio social, principalmente como resultado del logro individual o factores que hipotéticamente podrían estar bajo su control (por ejemplo, el rendimiento académico, las habilidades y el esfuerzo). Es decir, un sistema de estratificación basado en el mérito personal (Davis y Moore, 1945).

Antes bien, en la mayoría de las sociedades, la posición de clase depende de características sociales identificables como el nivel socioeconómico familiar, pero también de raza o la etnia y el género, entre otros ejes de división social; los cuales, dicho sea de paso, están por fuera del control de las personas al momento de su nacimiento (Grusky, 1994; Roemer, 1998). También es sabido que estas características circunstanciales pueden tener un alto correlato con el logro individual de las personas, lo cual podría perpetuar las inequidades sociales (Becker y Tomes 1979; Loury, 1981; Kremer, 1996; Bowles y Sethi, 2006, entre otros). La importancia de identificar y estudiar estos factores como fuente de estratificación social es que podrían tener una influencia no deleznable en los estilos de vida y oportunidades de vida de las personas (Giddens y Sutton, 2014).

En este sentido, es importante señalar la desigualdad rampante en el acceso a la riqueza y otros recursos valorados socialmente presente en las sociedades de Latinoamérica (Hoffman y Centeno, 2003; Cepal, 2016; 2017, entre otros). A ese respecto, algunas investigaciones consideran que la clase social de origen, principalmente relacionada con el nivel socioeconómico familiar, es la principal fuente de estratificación y movilidad social en la región (Torche, 2005; Franco et al., 2007; Solís y Boado, 2016, entre otros). También Ribeiro (2007), Torche (2015) y Solís (2016a), entre otros, se han preocupado por investigar la relación entre los orígenes sociales y el género en la movilidad social.

Sin embargo, en Latinoamérica, las desigualdades socioeconómicas asociadas con la raza o etnia son evidentes y de larga data (Telles, 2004; Wade, 1993; Barbary y Urrea, 2004; Wade, 2010; Andrews, 2016; de la Fuente y Andrews, 2018, entre otros). Vale anotar que en los últimos años este tipo de investigaciones se han robustecido, intentando introducir la incidencia de la racialización en los indicadores de bienestar que exhiben las personas. Se ha utilizado preferentemente el color de la piel como un proxy a la categorización de la condición étnico-racial. De hecho, es importante resaltar que el color de la piel podría tener un correlato con la clase social y estructura de clases, debido a su alta asociación con las oportunidades de vida y el mundo social en el que las personas se desenvuelven (Wright, 1989). La realidad es que el color de la piel ha resultado ser un indicador robusto para medir las desigualdades en los indicadores de bienestar en América Latina (Villarreal, 2010; Perreira y Telles, 2014; Telles y PERLA, 2014; Telles et al., 2015; Viáfara, 2017b; Campos-Vázquez y Medina-Cortina, 2019; Solís y Güémez, 2020; Méndez et al., 2020, entre otros).

Relacionado con lo anterior, investigaciones contemporáneas han intentado medir la incidencia de la raza o etnia en la movilidad social. En tal sentido, Gray Molina et al. (2007), Cantero y Williamson (2009) y Yaschine (2015), entre otros, investigaron la movilidad social en poblaciones indígenas, diferenciadas de acuerdo con sus características culturales, para países como Bolivia, Chile y México, respectivamente. De otro lado, Hasenbalg y Silva (1999), Silva (2000), Ribeiro y Villalobos (2007) y Souza et al. (2010), entre otros, investigaron la movilidad social intergeneracional según condición étnico-racial en Brasil. Asimismo, Dalle (2014) estudió la incidencia del origen étnico en la movilidad social en Argentina. También Viáfara (2017a) estudió la importancia del color de la piel en la movilidad ocupacional intergeneracional en Colombia. Por último, Campos-Vázquez y Medina-Cortina (2019) investigaron cómo el color de la piel afecta la movilidad económica intergeneracional en México. Los resultados de estas investigaciones, principalmente las que utilizan la raza o el color de la piel como variable de clasificación social, permitieron develar que existe una asociación entre la raza o el color de la piel y los orígenes sociales, que podría influenciar las oportunidades de movilidad social en estos países.

Es importante anotar que la centralidad del color de la piel en las oportunidades de vida en América Latina ya había sido advertida en estudios etnográficos y antropológicos. En concreto, la investigación de Lipschutz (1944) indicaba que las posiciones sociales estaban relacionadas con el color de piel, con las personas con colores de piel más oscura sobrerrepresentadas en las posiciones de menor estatus social. Nogueira (1962) también anotó que, a pesar del gran proceso de mestizaje en Brasil, existía una jerarquía social en la cual las personas con colores de piel más oscura se encontraban en las posiciones menos privilegiadas como resultado del prejuicio asociado con el color de la piel.

En el caso particular de Colombia, es importante destacar que no existe una tradición empírica, sólidamente establecida, en investigaciones sociológicas cuantitativas sobre estratificación y movilidad ocupacional intergeneracional (Filgueira, 2001). La realidad es que recientemente ha habido interés por el estudio de la movilidad educativa intergeneracional y desde un enfoque económico (Nina y Grillo, 2000; Gaviria, 2002; Cartagena, 2004; Tenjo, 2004; Bonilla, 2010; Viáfara et al., 2010; Angulo et al., 2012; Galvis-Aponte y Meisel-Roca, 2014; entre otros). Estos trabajos han corroborado, en general, una gran asociación entre orígenes y destinos educativos, lo cual sugiere amplias inequidades asociadas con los orígenes sociales, género, condición étnico-racial, región de residencia, entre otros factores circunstanciales, en la movilidad social en Colombia.

Desde otra perspectiva, algunas investigaciones antropológicas y sociohistóricas, a través del uso de entrevistas en profundidad y análisis documental, han estudiado la emergencia de estratos medios para la población afrodescendiente y la movilidad social en Colombia ( Viveros y Gil, 2010; Urrea, 2011; Gil, 2010; Viveros, 2015). Los resultados de estas investigaciones, interesadas preferentemente en la movilidad educativa intergeneracional, muestran que entre la población negra existe una movilidad social limitada y restringida a sectores de población con colores de piel más claros, y con mayores barreras para las mujeres, que podrían estar relacionadas con la discriminación por raza y género presente en la sociedad colombiana (Viáfara y Urrea, 2006; Viáfara et al., 2010; Urrea et al., 2014, entre otros). De igual manera, estos procesos han estado gobernados, en cierta medida, por el alejamiento de la identidad negra y el blanqueamiento social y cultural (Viveros, 2015). Sin embargo, en la era multicultural, con el nacimiento del sujeto político negro, se observan procesos de movilidad social ascendente ligados a la identidad negra, aunque siguen estando restringidos para un gran porcentaje de la población afrodescendiente en Colombia (Viáfara y Banguera, 2019).

Es importante aclarar, en torno a la investigación previa en Colombia, que la educación es una variable potencial de logro de estatus socioeconómico, lo cual no permite observar en forma cabal el papel de los ejes tradicionales de división social en los procesos de realización económica, en especial la raza o la etnia y el género debido la presencia de discriminación en los mercados de trabajo (Bourguignon et al., 2003). De la misma manera, en los estudios cualitativos sobre clases medias negras, además de los problemas de representatividad para la población colombiana y la población afrodescendiente, en la experiencia vivida es difícil separar los efectos de la clase social de origen, de la condición étnico-racial y el género en la movilidad social.

Es decir, todavía no se conocen investigaciones cuantitativas, y desde una perspectiva sociológica, que permitan valorar desde una perspectiva multidimensional los factores asociados con la movilidad social en Colombia. Dicho esto, este artículo se propone valorar el efecto de la clase social de origen, el color de la piel y el género en la movilidad ocupacional intergeneracional en Colombia.

Ahora bien, la centralidad de la condición étnico-racial en las oportunidades de vida en Colombia y la región descansa principalmente en la constitución de unas clases subalternas compuestas principalmente por afrodescendientes, indígenas y mestizos de color de piel oscura, en consonancia con el componente de género, como resultado del modelo de relaciones étnico-raciales establecido en el periodo colonial y que resistió a diferentes estructuras políticas e institucionales hasta nuestros días (Viáfara, 2023; Andrews, 2018; Urrea et al., 2014; Barbary y Urrea, 2004; Wade, 2001; entre otros). El origen de esta jerarquización por la condición étnico-racial que encontramos hoy en día en la sociedad colombiana se remonta al siglo XVI, periodo en el cual la condición étnico-racial se convirtió en la principal variable de clasificación social, con los afrodescendientes e indígenas ubicados el fondo de la pirámide de estratificación social. Las prácticas racistas coligadas con la deshumanización que la institución de la esclavitud indujo, principalmente a los descendientes de africanos, los empujó al fondo de la pirámide de estratificación social en la cual los indígenas se encontraban un escalón por encima, ya que fueron declarados vasallos de la corona española (Montoya y Jiménez, 2010). Lo anterior originó que la esclavitud se concentrara principalmente en los descendientes de africanos, lo que estableció para ellos un menor estatus económico y social, y con limitadas posibilidades de movilidad social debido a la existencia de las leyes de castas (Andrews, 2018; de Friedemann, 1993).

Este panorama no tuvo un cambio significativo para el estatus de los afrodescendientes e indígenas con la abolición legal de la esclavitud y el nacimiento de las nuevas repúblicas. La realidad es que sus rasgos culturales y características fenotípicas fueron considerados como un atraso en las nuevas repúblicas, basadas principalmente en el ancla europea y la blanquitud como símbolos de progreso y modernidad (Urrea et al., 2014). Sin embargo, los indígenas representaron la alteridad, lo exótico, mientras los afrodescendientes fueron invisibilizados como un grupo étnico-racial y no reconocidos en la construcción del Estado-nación (Wade, 2001; Barbary y Urrea, 2004). A pesar de que las fronteras étnico-raciales se flexibilizaron producto de la profundización del proceso de mestizaje, y los descendientes de africanos e indígenas tuvieron acceso a otras prerrogativas, especialmente asociadas con el acceso a tierras comunales y mejores condiciones laborales (Leal, 2010), esto no modificó grandemente su estatus en la nuevas repúblicas, debido a que el color de la piel, de más claro a más oscuro, siguió representando el acceso a recursos, poder y prestigio en la sociedad. Esa impronta determinó mecanismos de exclusión y discriminación para los grupos étnico-raciales que reforzaron las inequidades producidas en el periodo colonial, y que hoy en día se manifiestan en geografías completamente racializadas y una sobrerrepresentación entre las clases sociales menos favorecidas (Múnera, 2005; Urrea y Viáfara, 2007). Esto ha llevado a la creencia de que la principal barrera para la realización económica y social de los grupos étnico-raciales es que pertenecen a las clases sociales menos favorecidas, desvirtuando la presencia de racismo y discriminación étnico-racial, que en el mejor de los casos solo se considera un arcaísmo que ha sido superado por la apertura en las relaciones de sociabilidad coligada con mezcla biológica y cultural en la nación. Sin embargo, hasta el momento no es posible establecer si la condición étnico-racial o el género o la clase social de origen siguen desempeñando un factor neurálgico en la jerarquía social presente en la sociedad colombiana.

Después de esta introducción, el artículo continúa con el siguiente protocolo. En seguida, se presenta la revisión de literatura en torno a las hipótesis más importantes de los estudios de estratificación y movilidad social. Más adelante, se indican los datos y variables a utilizar en el estudio. Luego, se expone la estructura metodológica y se delinean las herramientas técnicas. Después se exhiben los principales resultados. Para terminar, en la última sección, se presentan las consideraciones finales.

2. Marco teórico

Existen dos presunciones fundamentales sobre las cuales se fundan los estudios sobre movilidad social: a) la movilidad social está correlacionada positivamente con la industrialización en las diferentes sociedades; b) las diferencias observadas en los modelos de movilidad social en las naciones industriales están coligadas con las especificidades históricas y culturales observadas en los mercados de trabajo, y en la particularidad de las estructuras ocupacionales de grupos sociales particulares (Treiman y Ganzeboom, 2000; Ganzeboom et al., 1989; Joye y Falcon, 2014).

En relación con esta última, las ocupaciones constituyen el pilar del sistema de estratificación social, permitiendo establecer el ranking de personas en la sociedad. “(…) debido a que las ocupaciones están profundamente institucionalizadas en el mercado de trabajo, ellas sirven como un poderoso indicador del mundo social dentro del cual ellos trabajan y viven” (Jonsson et al., 2011, p. 139). Las personas se suelen identificar socialmente con respecto a la ocupación y es el indicador más utilizado de clase social, dada su alta asociación con la riqueza, los ingresos, la educación, y oportunidades y estilos de vida de las personas (Blau y Duncan, 1967; Grusky, 1994; Jonsson et al., 2011)3.

Un rasgo particular de las jerarquías sociales descansa en las amplias desigualdades presentes en el acceso a los mercados de trabajo, y en los retornos a las inversiones en educación y entrenamiento asociados con la condición étnico-racial (Dawson, 2016). De hecho, es preciso señalar que la raza se afirma en las características físicas compartidas o heredadas, pero los significantes raciales se forman en procesos sociales o culturales (Omi y Winant, 2015; Wade, 2014). Es decir, “(…) la raza es un concepto que significa y simboliza conflictos sociales e intereses en referencia a diferentes tipos de cuerpos humanos” (Omi y Winant, 2015, p. 110). Es importante aludir que esas características físicas o elementos superficiales de la apariencia externa como el color de la piel, por lo regular, se asocian con supuestos atributos morales, intelectuales, habilidades físicas y cognitivas de las personas que influyen en su categorización social (Omi y Winant, 2015, p. 111; Wade, 2011; 2014; van den Berghe, 1978). Ahora bien, en América Latina “(…) donde cuestiones de raza muchas veces se enmarcan en cuestiones de cultura, podemos ver la operación del ensamblaje complejo de raza, cultura y naturaleza, comportamiento y cuerpo, apariencia física y lo hereditario, color y sangre” (Wade, 2014, p. 55). Dicho de otra manera, aunque la raza puede ser socialmente construida, el fenotipo sigue siendo importante en la diferenciación humana y clasificación social de las personas (Wade, 2011).

En ese mismo orden de ideas, la racialización se define “(…) como la extensión del significado racial a una relación previamente no clasificada racialmente, práctica social o grupo” (Omi y Winant, 2015, p. 11). Es el mecanismo que se usa para la diferenciación social y en cómo los aspectos fenotípicos adquieren sentido en los procesos sociales (Gonzalez-Sobrino y Goss, 2019). Esto significaría que la racialización se cristaliza en el sistema de estratificación social cuando ciertos grupos sociales son seleccionados para un tratamiento diferencial negativo en la política económica, mercados de trabajo, educación, cuidado de la salud y administración de la justicia, entre otros, sobre la base del color de la piel y el fenotipo de las personas (Dixon y Jhonsson III, 2019). Vale señalar que la racialización podría ser más importante en las mujeres, debido a que ellas están más expuestas a los estereotipos negativos asociados con el color de la piel. La verdad es que el modelo de belleza preponderante ha estado sesgado a las características de las mujeres de color de piel clara, lo cual tiene implicaciones en aspectos neurálgicos y viscerales en las experiencias vitales de aquellas con colores de piel oscura (Dixon y Telles, 2017).

Relacionado con lo anterior, entre las teorías que examinan los efectos de la raza y la etnicidad en la estratificación y movilidad social se subrayan dos conjeturas. Por un lado, Bonacich (1994) propone que la segmentación del mercado de trabajo con base en la raza o la etnia genera un antagonismo de clases que produce una sobrerrepresentación de los grupos étnico-raciales y mujeres en el segmento menos aventajado del mercado laboral. Tal situación conduce a un menor acceso a la riqueza y otros recursos valorados socialmente y, en consecuencia, una movilidad social más restringida para los grupos étnico-raciales y mujeres. Por otra parte, Hannan (1994) establece que los procesos de modernización política y económica generan mayor competencia en el acceso a recursos para los grupos étnicos, lo que provoca procesos de exclusión frente a los grupos privilegiados, que en la mayoría de las sociedades están asociados con la blancura o blanquitud. Lo anterior ha estado coligado a la construcción de los Estados-nación e incrementa las barreras para los grupos étnicos, menguando sus oportunidades de movilidad social ascendente.

Por último, la interseccionalidad plantea que la estratificación social debe ser comprendida a partir de la confluencia de la clase social, género y raza o etnia, entre otras características circunstanciales. El enfoque interseccional invita a pensar las jerarquías sociales a través de varios ejes de división social y la manera en que interactúan, en casos concretos, para establecer las oportunidades de movilidad en el sistema de estratificación social (Giddens y Sutton, 2014). También el comportamiento social puede comprenderse mejor si se tiene en cuenta la existencia de diferentes formas de estratificación, asociadas con grupos de estatus en la sociedad (clase, raza, etnia y género, entre otros), y la forma en que ellos se interceptan e interactúan para producir desigualdad social. Es importante anotar que pese a que la perspectiva interseccional plantea una mirada multidimensional, en el cual las posiciones sociales se originan en la actuación recíproca de múltiples factores, incluyendo la clase social de origen, la condición étnico-racial y el género, entre otros, ha sido poco utilizada en este campo de investigación (Grusky, 2001).

El enfoque interseccional ha revolucionado la investigación sobre estratificación social al involucrar, en los procesos sociales, el rol de la interacción de la raza o etnia y el género como una de las principales formas de opresión, la cual, inclusive en el contexto norteamericano, ha tomado un mayor protagonismo que la clase social desde una perspectiva analítica (Viveros, 2016). La realidad es que en el caso norteamericano es donde se documentan un mayor número de trabajos empíricos que han involucrado el género y la raza o etnia como los componentes fundamentales de las inequidades en ese país (ver, por ejemplo, Browne y Kenelly, 1999; Kennelly, 1999). La perspectiva interseccional se considera una herramienta analítica que permite examinar la construcción conjunta de desigualdades en torno a factores como la raza o etnia, el género y la clase social; los efectos de cada uno de estos factores en la desigualdad no solo son la suma aritmética simple de cada uno por separado, dado que se pueden auto reforzar en situaciones concretas de racismo y discriminación (Collins, 2008; Collins y Bilge, 2016).

3. Datos, variables y métodos

A continuación se presentan los datos, las variables y los métodos de esta investigación.

3.1 Datos

La fuente de datos proviene de la encuesta PERLA realizada en 2010 para 4 países de América Latina (México, Colombia, Perú y Brasil) (ver Telles y PERLA, 2014). En el caso de Colombia, la encuesta tuvo un diseño probabilístico, y usó una muestra representativa en el ámbito nacional y una sobre muestra para la población negra o afrodescendiente. Asimismo, fue aplicada a personas mayores de 18 años, y se incluyeron variables de antecedentes familiares, como la educación y ocupación de los padres, y variables de logro individual como la ocupación, la posición ocupacional, la educación, el nivel de ingresos, entre otras, de los entrevistados. Además, se introdujeron preguntas de autoclasificación y hetero-clasificación étnico-racial4.

3.2 Variables

Las variables fundamentales de este artículo son la ocupación de los padres y la del entrevistado, las cuales se utilizan con el propósito de valorar el grado de asociación entre la ocupación de origen y destino5. Además, se incluye el color de la piel y el género del entrevistado para analizar, junto con la ocupación de origen, sus efectos en la estratificación social en Colombia.

Para empezar, las ocupaciones se emplean como una variable sustituta de la clase social de origen y destino6. En este sentido, de acuerdo con Kerbo (2007), existen fundamentalmente dos propuestas teóricas que proveen un marco de análisis relacionado con la división de clases en la sociedad: la marxista y la weberiana. Mientras que Marx establece la diferenciación en la propiedad de los medios de producción, para Weber las habilidades ocupacionales o relaciones del mercado también constituían elementos esenciales de la división de clases. A estos efectos, la clasificación ocupacional utilizada se apoya en una concepción neoweberiana en la cual las posiciones sociales en el sistema económico se definen en las relaciones de mercado que surgen cuando las personas venden su fuerza de trabajo a los empleadores. Lo cual les permite entablar relaciones sociales que adquieren cierto estatus de acuerdo con el control que ellos tienen de sus propias habilidades.

El esquema propuesto intenta establecer una equivalencia con la clasificación de clases sociales de Erikson et al. (1979), pero con algunas modificaciones relacionadas con la heterogeneidad estructural y precariedad de los mercados laborales en Latinoamérica (ver Torche, 2005; Ribeiro, 2007; Solís y Boado, 2016; Solís et al., 2019, entre otros). De igual forma, debido a la peculiaridad del esquema de ocupaciones y también a la reducida muestra, las ocupaciones se agruparon en tres categorías a partir de una clasificación de macro-clases (ver Jonsson et al., 2011). Se presupone que estas categorías comparten “situaciones de mercado” (remuneración, seguridad social y oportunidades de ascenso) y "situaciones de trabajo" (nivel de supervisión en el proceso productivo). Es necesario aclarar que, aunque el esquema de Erikson et al. (1979) es relacional, con la presencia de categorías discretas, en este artículo se asume que las ocupaciones tienen un ordenamiento o jerarquía asociadas con diferentes niveles de recompensas y recursos. Estas pueden ser interpretadas como un ranking que está relacionado con el estatus, prestigio o nivel socioeconómico de las ocupaciones (Connelly et al., 2016; Crompton, 1997), con lo cual se posibilita el análisis de la movilidad social vertical (ver Solís, 2016a). A continuación, y siguiendo a Viáfara (2017a; 2023), en la Figura 1 se presentan las categorías ocupacionales, las cuales se organizan de mayor a menor estatus.if

Fuente: elaboración propia.

Figura 1 Estructura ocupacional 

Por otra parte, el color de la piel alude a la categorización de la condición étnico-racial de las personas (Dixon y Telles, 2017), un componente fundamental de la apariencia física racializada (Wade, 2014). Esta variable se toma a partir de la clasificación externa realizada por los encuestadores (hetero clasificación) del color de la piel de la cara de los entrevistados y a través del uso de una paleta de colores. Esta metodología se utiliza preferentemente para intentar captar la incidencia de la racialización en la transmisión intergeneracional de las ocupaciones y con ello evitar los efectos de la ambigüedad de la autoclasificación étnico-racial en el análisis de la movilidad social. La paleta de colores se enseña en la Figura 2.

Fuente: Encuesta Nacional PERLA - Colombia 2010 (Telles y PERLA, 2014).

Figura 2 Paleta de colores 

Vale anotar que los colores de piel se agruparon de acuerdo con la propuesta metodológica de Telles y PERLA (2014) 7.

Claro: clasificación entre 1 y 3.

Intermedio: clasificación entre 4 y 5.

Oscuro: clasificación mayor o igual que 6.

Por último, el género se toma de acuerdo con el sexo de cada entrevistado y expone una clasificación dicotómica entre las personas que se clasificaron como hombres o mujeres.

Para terminar esta sección, en la Tabla 1 se presentan los rasgos de la muestra utilizada, de las personas sin información faltante, de acuerdo con la agregación de tres categorías de la paleta de colores. Obsérvese que aproximadamente 23,8% de las personas de la muestra fueron clasificadas como claras, 29,4% como intermedias y 46,9% como oscuras. Hay diferencias de acuerdo con el género: mientras 28,7% de las mujeres fueron clasificadas como claras, este porcentaje apenas alcanzó 20,7% para los hombres; de manera inversa, las mujeres muestran menor participación en el color oscuro: 42,3% frente a 49,6% de los hombres; no hay diferencias importantes en color de piel intermedio.

Tabla 1 Características de la población estudiada según género y color de la piel 

Color de piel Mujeres Hombres Total
Número % Número % Número %
Claro 99 28,7 116 20,7 215 23,8
Intermedio 100 29,0 166 29,6 266 29,4
Oscuro 146 42,3 278 49,6 424 46,9
Total 345 100,0 560 100,0 905 100,0

Fuente: cálculos propios basados en Encuesta Nacional PERLA - Colombia 2010 (Telles y PERLA, 2014).

3.3 Métodos

En primer lugar, se utilizan tablas de frecuencia simples para el análisis de la estructura ocupacional de padres e hijos, según el color de la piel y el género. Para valorar la significancia estadística de las diferencias entre la distribución de las ocupaciones de origen y destino de acuerdo con el color de la piel y el género, se aplicó una prueba de asociación con base en la ji - cuadrado.

Luego, se emplearon tablas de movilidad de doble entrada para examinar la movilidad social absoluta (Hout, 1983). En estas tablas, se compara la ocupación de los padres (origen) y la del entrevistado (hijos) de acuerdo con el color de piel y el género. El cálculo de indicadores sintéticos, a partir de las tablas de movilidad, permite valorar el nivel y la dirección de los cambios ocupacionales entre padres e hijos, de acuerdo con la condición étnico-racial y el género. En ese aspecto, el primer indicador (inmovilidad o herencia) permite estimar la proporción de personas que permanecieron en la ocupación de sus padres. El segundo indicador (movilidad) representa la proporción que experimentaron un cambio entre orígenes y destinos ocupacionales. Esta movilidad puede ser ascendente, si se produce hacia una ocupación de mayor estatus, o descendente en el caso contrario. Asimismo, la movilidad puede ser de corta o larga distancia cuando los cambios se producen a una ocupación contigua en términos de estatus o más allá, respectivamente. De igual modo, también se presenta la movilidad asociada con los procesos de transformación en la economía y sociedad (movilidad estructural)8 (Solís, 2016b; Fachelli y López-Roldán, 2013).

Para terminar, se utilizan modelos log-lineales para el estudio de la movilidad social relativa, teniendo en cuenta la incidencia de la ocupación de origen (O) y el color de la piel (C) en la ocupación de destino (D), según género (G). Cabe resaltar que este diseño metodológico no solo permite captar las diferencias étnico-raciales en las tasas absolutas de movilidad, sino también la desigualdad de acceso a las posiciones sociales, a partir del cálculo de tasas netas de movilidad de personas que alcanzan la misma clase de destino, pero con diferentes orígenes sociales (Erikson y Goldthorpe, 1992; Breen, 2005).

A los efectos de lo anterior, se parte del modelo de independencia condicional. Este propone que las ocupaciones de origen y destino no están correlacionadas, y, por lo tanto, la movilidad social relativa está gobernada por los cambios estructurales en la economía y sociedad, teniendo en cuenta los diferentes colores de piel. Se trata principalmente de un modelo teórico que se emplea para comparar el nivel de predicción de otros modelos más realistas.

Log Fijk=λ+λiO+λjD+λkC+λikOC+λjkDC [1]

Luego se contrasta el modelo de fluidez constante el cual hipotetiza que no hay diferencias en el patrón de asociación entre las ocupaciones de origen y destino para las personas de diferentes colores de piel (ver Erikson y Goldthorpe, 1992).

Log Fijk=λ+λio+λjD+λkC+λijOD+λikOC+λjkDC [2]

Por último, el modelo unidiff formula un patrón de asociación similar entre las ocupaciones de origen y destino, y permite estimar un parámetro β que valora si hay mayor o menor fluidez social en la medida en que se oscure el color de la piel. Este coeficiente se establece en (β=1) para las personas con colores de piel clara y se estima para las personas con colores de piel intermedia y oscura; cuando el valor del coeficiente sea superior a 1 se insinúa cerrazón en la estructura de oportunidades, mientras que valores menores que 1 sugieren apertura (Fachelli y López-Roldán, 2013).

Log Fijk=λ+λio+λjD+λkC+λikOC+λjkDC+βkXij [3]

Como medidas de bondad de ajuste se utilizaron el valor del estadístico de razón de verosimitud (L2), el cual sigue una distribución estadística ji - cuadrado (X2), el Pseudo R2, el Criterio de Información Bayesiano (BIC), y el índice de disimilitud (Breen, 2005). Además, se incluye el estadístico (L2 (s)) o Estandarización de Schwartz, que ajusta la razón de verisimilitud cuando se estiman tablas de 3 entradas que incluyen orígenes y destinos ocupacionales, y, en este caso, el color de la piel (Fachelli y López-Roldán, 2013). En concreto, el valor y significancia estadística de L2 nos permite apreciar si los datos se ajustan al modelo teórico; valores de probabilidad de L2 (Sig.) iguales o mayores a 0,05 enuncian un buen ajuste del modelo. El Pseudo R2 valora el porcentaje de ajuste del modelo estimado con respecto al de referencia; porcentajes más altos significan un mejor ajuste. El BIC también se utiliza como una medida de ajuste para la comparación de modelos; valores más pequeños sugieren un mejor ajuste. El índice de disimilitud enumera el porcentaje de personas a intercambiar entre las ocupaciones de origen y destino para alcanzar el mejor ajuste; valores más pequeños representan un mejor ajuste (Fachelli y López-Roldán, 2013).

4. Resultados

A continuación, se presentan los resultados de la investigación.

4.1 Características de la ocupación de origen y destino

La estructura de la ocupación de origen según color de la piel y género se presenta en la Tabla 2. Se destaca lo siguiente:

a) Como se puede apreciar, 75,9% de las mujeres y 78,8% de los hombres proceden de padres con ocupaciones manuales. Después, y marcadamente con una menor participación, se sitúa la ocupación de no manuales - baja calificación con 17,4% para las mujeres y 12,7% para los hombres. La menor participación la exhibe la ocupación de no manuales - alta calificación con 6,7% para las mujeres y 8,6% para los hombres.

b) Se observan algunos contrastes por género y tonalidad de la piel. Entre las mujeres, para aquellas con colores de piel más oscura, la ocupación de los padres es de menor estatus, asociación estadística no significativa. Este comportamiento se invierte para aquellas con padres no manuales - baja calificación, en la cual la participación se incrementa para colores de piel más claros, asociación estadística no significativa. Sin embargo, sorprende que las mujeres de color de piel oscura muestran mayor participación de padres con ocupación no manuales - alta calificación, seguidas por las mujeres de color de piel clara e intermedia, asociación estadística no significativa9. Entre los hombres se observa un comportamiento más bien predecible de la población de color de piel clara en la ocupación de menor y mayor estatus, en comparación con los de color de piel intermedia y oscura, asociación estadísticamente significativa al 1%. A saber, los hombres de color de piel clara enseñan mayor (menor) porcentaje de padres en las ocupaciones de mayor (menor) estatus, frente a los de color de piel intermedia y oscura; pero los de color de piel oscura, en comparación con los de color de piel intermedia, muestran ligeramente menor porcentaje en la ocupación de origen de menor estatus y mayor participación en la de mayor estatus, asociación estadística significativa al 5%.

Tabla 2 Estructura ocupacional de los padres de acuerdo con el color de la piel y género, % 

Ocupación de origen Mujeres Hombres
Clara Intermedia Oscura Total Clara Intermedia Oscura Total
No manuales alta calificación 6,1 4,0 8,9 6,7 17,2 4,8 7,2 8,6
No manuales baja calificación 21,2 21,0 12,3 17,4 12,9 12,7 12,6 12,7
Manuales 72,7 75,0 78,8 75,9 69,8 82,5 80,2 78,8
Total 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0
Pearson chi2, Pr 6,2488 (0,181) 15,0718 (0,005)

Fuente: cálculos propios basados en Encuesta Nacional PERLA - Colombia 2010 (Telles y PERLA, 2014).

Estos datos permiten corroborar la enorme desigualdad en la ocupación de origen, que podría tener una alta correlación con las amplias desigualdades sociales observadas en la sociedad colombiana. Obsérvese que independiente del género se reproduce una estructura piramidal, con una base extremadamente grande, representando la ocupación de menor estatus, y, contrario a lo anterior, una participación reducida en la cima, que expone a la ocupación de mayor estatus. Además, parecería que la ocupación de origen enseña unos colores de piel poco más o menos representativos: las personas con colores de piel más clara ostentan una sobrerrepresentación en los orígenes sociales más privilegiados y, en sentido contrario, los colores de piel más oscuros en orígenes sociales menos favorecidos, aunque con diferencias según género. La verdad es que este patrón no se cumple, en sentido estricto, para las mujeres de color de piel oscura en relación con sus congéneres con colores de piel más clara, las cuales exhibieron ligeramente una sobre-participación en la ocupación de mayor estatus, pero curiosamente también en la ocupación de origen de menor estatus, y una sub-participación en la ocupación de estatus intermedio. Es decir, pareciera que existe una selectividad positiva en la clase social de origen para una minoría de las mujeres de la población de color de piel oscura.

En otro orden de ideas, en la Tabla 3 se presenta la participación en la ocupación de destino según el color de la piel y género. Estos datos permiten resaltar lo siguiente:

a) Se mantiene una estructura piramidal en la ocupación de destino, pero con interesantes particularidades según género. Como en el caso anterior, la asociación de la ocupación de destino con el color de la piel no es estadísticamente significativa para las mujeres, aunque sí para los hombres al 5%. De otro lado, la ocupación de manuales sigue siendo superior, pero se disminuye ostensiblemente en relación con la ocupación de origen (pasa de 75,9% a 50,7% para las mujeres, y de 78,8% a 65,9% para los hombres). Por otra parte, la ocupación de no manuales - baja calificación aumenta de manera importante (pasa de 17,4% a 35,9% para las mujeres, y de 12,7% a 21,3% para los hombres). En comparación, la ocupación de no manuales - alta calificación también se incrementa, pero con marcadas diferencias según género (pasa de 6,7% a 13,3% para las mujeres, y de 8,6% a 9,8% para los hombres).

b) En relación con lo dicho, el incremento de las mujeres en las ocupaciones no manuales es impresionante y refleja la mayor participación laboral femenina, quizás el cambio sociodemográfico más importante en el último siglo en Colombia y en el mundo (Flórez, 2000; Goldin, 2006). No obstante, es necesario destacar que estas transformaciones societales podrían reforzar el componente de género en la estructura ocupacional, debido a que las mujeres suelen estar sobrerrepresentadas en puestos de trabajo de menor jerarquía y peores condiciones laborales (Charles y Grusky, 2004). Además, esta situación podría ser aún más acentuada para las mujeres de color de piel oscura, quienes enfrentan la doble desventaja de los prejuicios de género y el color de la piel, que determinarían una mayor segregación en el mercado laboral (Mintz y Krymkowski, 2010; Barbary y Estacio, 2008; Viáfara, 2005; 2006; Viáfara y Urrea, 2006).

c) No se perciben cambios importantes en las inequidades en la distribución del estatus entre orígenes y destinos ocupacionales de acuerdo con el color de la piel, aunque ahora hay un patrón más perceptible entre estatus ocupacional de los entrevistados y los colores de piel. Como se puede ver, en la ocupación de no manuales se observa una sobreparticipación de las personas con color de piel clara y una subparticipación de las personas con color de piel oscura. En el otro extremo, en la ocupación de manuales, hay una sobreparticipación de las personas con color de piel oscura y una subparticipación de las personas con color de piel clara. Las personas con color de piel intermedia se ubican simétricamente entre las personas de color de piel clara y oscura.

Tabla 3 Estructura ocupacional de los hijos de acuerdo con el color de la piel y género, % 

Ocupación de destino Mujeres Hombres
Clara Intermedia Oscura Total Clara Intermedia Oscura Total
No manuales alta calificación 14,1 14,0 12,3 13,3 14,7 9,0 8,3 9,8
No manuales baja calificación 39,4 36,0 33,6 35,9 28,4 21,1 18,3 21,3
Manuales 46,5 50,0 54,1 50,7 56,9 69,9 73,4 68,9
Total 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0
Pearson chi2, Pr 1,4451 (0,836) 10,7344 (0,030)

Fuente: cálculos propios basados en Encuesta Nacional PERLA - Colombia 2010 (Telles y PERLA, 2014).

Estos resultados muestran, probablemente, la influencia del cambio estructural en la economía y la sociedad. El incremento en la participación de las ocupaciones no manuales y la reducción de las manuales en la estructura ocupacional estaría reflejando los cambios en las actividades productivas caracterizadas por una reducción en el empleo agrícola, una ralentización del crecimiento del sector industrial y el aumento generalizado en el sector servicios de rutina y de baja productividad, del cual se han beneficiado enormemente las mujeres en términos relativos (ver Flórez, 2000). No obstante, este tipo de cambios parecen haber reforzado el componente étnico-racial en la estructura ocupacional, exhibiendo una mayor correlación.

4.2 Transmisión de las ocupaciones

En la Tabla 4, se exhiben los indicadores sintéticos calculados a partir de la tabla de movilidad entre orígenes y destinos ocupacionales, según el color de la piel para hombres y mujeres en Colombia. El primer indicador, la inmovilidad, muestra que para el total de las mujeres, aproximadamente 51,3% permaneció en la misma ocupación de origen; este porcentaje es mucho más alto para los hombres, que mostraron una mayor herencia ocupacional con 65,1%. Según color de la piel, y entre las mujeres, se observa que 54,8% de color de piel oscura permanecieron en la misma ocupación de origen, frente al 53,0% y 44,4% de color de piel intermedia y clara, respectivamente. Los hombres conservan este mismo patrón, pero con una mayor herencia ocupacional: la realidad es que 68,3% de color de piel oscura permanecieron en la misma ocupación de sus padres, comparados con el 65,1% y 61,2% de color de piel intermedia y clara, respectivamente.

Tabla 4 Indicadores sintéticos de movilidad según color de la piel y género, % 

Transmisión de la ocupación Mujeres Hombres
Clara Intermedia Oscura Total Clara Intermedia Oscura Total
Inmovilidad 44,4 53,0 54,8 51,3 61,2 65,1 68,3 65,9
Movilidad 55,6 47,0 45,2 48,7 38,8 34,9 31,7 34,1
Movilidad Ascendente 42,4 38,0 32,9 37,1 23,3 23,5 19,1 21,3
Movilidad de Corta Dist. Asc. 34,3 31,0 24,0 29,0 14,7 16,9 14,7 15,4
Movilidad de Larg. Dist. Asc. 8,1 7,0 8,9 8,1 8,6 6,6 4,3 5,9
Movilidad Descendente 13,1 9,0 12,3 11,6 15,5 11,4 12,6 12,9
Movilidad de Corta Dist. Desc. 10,1 8,0 11,0 9,9 9,5 9,6 9,7 9,6
Movilidad de Larg. Dist. Desc. 3,0 1,0 1,4 1,7 6,0 1,8 2,9 3,2
Movilidad Estructural 26,3 25,0 24,7 25,2 15,5 12,7 6,8 9,8

Fuente: cálculos propios basados en Encuesta Nacional PERLA - Colombia 2010 (Telles y PERLA, 2014).

Desde otro ángulo, la movilidad es el reverso de la moneda de la inmovilidad. Como se puede observar, la movilidad alcanza (48,6%) para las mujeres y apenas (34,1%) para los hombres. Asimismo, independiente del género, la movilidad exhibe una relación inversamente proporcional con la tonalidad del color de la piel: esta es menor para colores de piel más oscuros, pero cabe destacar la presencia de mayores brechas entre las mujeres en relación con los hombres. Por otra parte, un mayor porcentaje de personas experimentó movilidad hacia una ocupación de mayor estatus (ascendente) en comparación con la movilidad hacia una ocupación de estatus inferior (descendente). La movilidad ascendente también muestra una asociación con los colores de piel, siendo más alta para los colores de piel más clara, aunque este comportamiento se observa con mayor claridad entre las mujeres.

En otro orden de cosas, los niveles de movilidad estructural son mucho más grandes para las mujeres en cotejo con los hombres. Lo anterior podría estar asociado con los cambios estructurales en el tamaño de las ocupaciones, relacionados con la modernización en las actividades productivas; en el caso de los hombres, este comportamiento podría estar relacionado con los intercambios entre personas de diferentes ocupaciones individuales.

En consonancia con el análisis precedente, la movilidad estructural difiere por género y color de la piel. En efecto, las mujeres exhibieron ligeramente menor movilidad estructural para los colores de piel más oscura, con diferencias sutiles entre las mujeres de color de piel oscura (24,7%) frente al 25,0% y 26,3% de color de piel intermedia y clara, respectivamente. Por su parte, los hombres siguen el mismo comportamiento de acuerdo con el color de la piel que las mujeres, aunque, como se explicó con anterioridad, la movilidad estructural en los hombres es mucho más pequeña; además, las diferencias asociadas con el color de la piel son mucho más grandes entre los hombres10.

Se desprende que, independiente del género, en correspondencia con colores de piel más oscuros, la movilidad social se relaciona menos con los procesos de cambio estructural. Por supuesto, lo anterior podría estar relacionado con la mayor herencia educativa y ocupacional, y un origen social más precario, conexo con la desigualdad de oportunidades étnico-raciales y de género en Colombia (Viáfara, 2005; Viáfara y Urrea, 2006; Viáfara et al., 2010; Barbary y Estacio, 2008; Urrea et al., 2014).

4.3 Ajustando modelos para patrones de transición

A continuación, se presentan modelos log-lineales para mujeres y hombres por separado, con el fin de analizar tablas de dos entradas (orígenes y destinos ocupacionales) sobre una capa (color de la piel) (OD-C). El propósito fundamental es analizar si los patrones de asociación entre las ocupaciones de padres e hijos son uniformes sobre la base del color de la piel y género11.

Con referencia a esto, y tal como puede observarse en la Tabla 5, el modelo de independencia condicional enseña un ajuste apenas razonable para las mujeres. La significancia de L2(s) es mayor de 0,05, aunque el índice de disimilitud es relativamente alto, alcanzando 7,8%, y un valor del BIC de -48,7. Por su parte, para los hombres el modelo es claramente rechazado por los datos. El nivel de significancia de L2(s) es menor de 0,05 y el índice de disimilitud es algo superior comparado con el de las mujeres, alcanzando 9,2%.

Tabla 5 Modelos log - lineales de movilidad, según género 

Modelo N Df L2 Sig, Pseudo R2 BIC ID L2 (S) Sig, N Df L2 Sig, Pseudo R2 BIC ID L2 (S) Sig,
Origen, Destino y Color de piel Mujeres Hombres
Independencia condicional 345 12 21,4 0,04 0 -48,7 7,8 14,697 0,259 560 12 45,3 0 0 -30,6 9,2 24,785 0,017
Fluidez constante 345 11 8,4 0,68 60,8 -55,9 4,3 10,254 0,508 560 11 14,7 0,2 67,5 -54,9 3,7 12,421 0,330
Unidiff 345 9 6,5 0,69 69,7 -46,1 3,3 8,283 0,506 560 9 13,9 0,13 69,3 -43 3,5 10,881 0,285

Fuente: cálculos propios basados en Encuesta Nacional PERLA - Colombia 2010 (Telles y PERLA, 2014).

Por su parte, el modelo de fluidez constante presenta un mejor ajuste, lo cual es independiente del género. De manera específica, para las mujeres, es importante mencionar que este modelo tiene un mejor ajuste que el de independencia condicional; la probabilidad de L2(s) alcanza 0,508 para las mujeres y 0,330 para los hombres. Asimismo, el índice de disimilitud se reduce a 4,3% para las mujeres y 3,7% para los hombres. También el valor del BIC es menor (-55,9 para las mujeres y -54,9, para los hombres). Para terminar, el modelo en referencia exhibe un mejoramiento del 60,8% para las mujeres y 67,5% para los hombres, en relación con el modelo de independencia condicional. Estos resultados estarían indicando que existe igualdad de oportunidades de arribar a la ocupación de destino cuando se controla la ocupación de origen, lo cual es autónomo del color de la piel. En otras palabras, el patrón de asociación entre la ocupación de los padres e hijos se mantiene constante en la medida en que se oscurece el color de la piel.

Para finalizar, el modelo unidiff, en comparación con el modelo de fluidez constante, enseña, en general, un mejor ajuste, aunque es preciso señalar que los valores del BIC son un poco mayores en comparación con este último. La probabilidad de L2(s) alcanza 0,506 para las mujeres y 0,285, para los hombres. Igualmente, el índice de disimilitud se redujo a 3,3% para las mujeres y 3,5%, para los hombres. También, el modelo unidiff muestra un mejoramiento más grande (69,7% para las mujeres y 69,3% para los hombres), en comparación con el modelo de independencia condicional. Esto sugiere que, más allá de la presencia de un patrón similar de movilidad relativa, la intensidad de la fluidez social estaría también asociada con el color de la piel de las personas, de más clara a más oscura.

Relacionado con lo anterior, los coeficientes estimados del modelo unidiff de asociación uniforme se presentan en la Tabla 6. Obsérvese que las personas con color de piel oscura e intermedia muestran mayor rigidez en sus oportunidades de movilidad ocupacional intergeneracional en comparación con aquellas de color de piel clara, con excepción de los hombres de piel intermedia. Cabe anotar que este patrón no se cumple para los hombres de color de piel intermedia; además, la rigidez no es monotónica con el incremento en el color de la piel en el caso de las mujeres.

Tabla 6 Parámetros estimados del modelo Unidiff según color de la piel y género 

Color de piel β Pisati (UA)
Mujeres Hombres
Claro 1,00 1,00
Intermedio 3,31 0,91
Oscuro 2,29 1,32

Fuente: cálculos propios basados en Encuesta Nacional PERLA - Colombia 2010 (Telles y PERLA, 2014).

5. Consideraciones finales

Los principales hallazgos de este artículo permiten inferir la presencia de una movilidad ocupacional intergeneracional no deleznable en Colombia, aunque esta tiende a ser menor para las personas con colores de piel más oscura: mientras la tasa de movilidad para las mujeres, en general, fue de 48,7%, esta es menor para las de color de piel oscura (45.2%); este indicador alcanzó 47,0% para las de color de piel intermedia y 55,6% para las de color de piel clara. Para los hombres, la tasa de movilidad fue de 34,1%, con los de color de piel oscura exhibiendo el porcentaje más pequeño (31,7%), en parangón con los de color de piel intermedia y clara (34,9% y 38,8%, respectivamente)12. Lo anterior podría manifestar la presencia de barreras en la movilidad social por el color de la piel, y que tendrían su correlato en las oportunidades de vida, instituyendo la transmisión intergeneracional de las ocupaciones de acuerdo con líneas étnico-raciales y de género en Colombia.

Ahora bien, a pesar de que se observa que la movilidad absoluta es mayor para las mujeres, al mismo tiempo muestran una mayor rigidez en comparación con los hombres. Las personas de color de piel oscura e intermedia inician con una proporción considerablemente mayor en la ocupación de menor estatus y sus posteriores destinos están asociados con la ocupación de origen, los cambios estructurales y los modelos de movilidad asociados con el color de la piel.

A saber, aunque la sobre-participación en la ocupación de menor estatus para las personas con color de piel oscura establece una desventaja inicial, la movilidad absoluta es menor, evidenciado mayor transmisión intergeneracional de las ocupaciones. Además, cuando se controlan los orígenes sociales no existen diferencias en la movilidad social para las personas con diferentes colores de piel, aunque la fuerza de la asociación, entre orígenes y destinos, tiende a ser mayor a medida que el color de la piel se hace más oscura. Es decir, el proceso de desigualdad de oportunidades para las personas con color de piel oscura en Colombia se estaría explicando por el efecto conjunto de los orígenes sociales y la discriminación por el color de piel en los mercados de trabajo (ver Viáfara, 2017b), que configura un proceso de desventajas acumulativas para la población afrodescendiente, pero en especial para aquellas con color de piel oscura (Blau y Duncan, 1967). Por supuesto, estos resultados encuentran diferencias importantes según género, mostrando la importancia de la aproximación interseccional en la matriz de desigualdades en Colombia y la región (ver Cepal, 2016; Viáfara, 2023).

Estos resultados jerarquizan algunos hallazgos de estudios antropológicos, sociohistóricos y socioeconómicos realizados en Colombia, que han asignado mayor desventaja a las mujeres negras en la movilidad educativa entre padres e hijos, y avanza en que esas desventajas también afectan a las mujeres con color de piel intermedia y a los hombres con color de piel oscura, en comparación con sus congéneres con color de piel clara, cuando nos referimos al proceso de transmisión intergeneracional de las ocupaciones ( Viveros y Gil, 2010, Viáfara et al., 2010). Los hallazgos sugieren que las mujeres con color de piel oscura enfrentan mayor retención en la ocupación de origen (menor movilidad absoluta) y su movilidad social depende menos de la movilidad estructural, lo que se traduce en procesos de movilidad ocupacional intergeneracional más limitados. Antes bien, presentan menor fluidez social (movilidad relativa) que las mujeres con color de piel clara y, al mismo tiempo, mayor fluidez que sus contrapartes con piel intermedia. Los hombres con color de la piel oscura, por su parte, muestran claramente mayor rigidez que los de color de la piel clara e intermedia, pero la rigidez es menor cuando se les compara con las mujeres con color de la piel oscura e intermedia13.

Este comportamiento derivó que las jerarquías asociadas al color de la piel y género permanecieran casi inalteradas o empeoraran de una generación a otra, lo que ratifica un comportamiento de reproducción más que de ascenso social (Viveros y Gil, 2010). La verdad es que la evidencia contemporánea sugiere mayor desigualdad de oportunidades o discriminación para las mujeres negras en proceso de logro ocupacional en Colombia (Viáfara, 2005; Viáfara, 2006; Viáfara y Urrea, 2006; Barbary y Estacio, 2008). También, Viveros y Gil (2010) apuntan que las mujeres negras enfrentan más barreras en la movilidad social intergeneracional que afectan sus aspiraciones educativas y oportunidades en el mercado laboral, debido al mayor efecto de los roles característicos de género como hermana, madre y esposa atribuidos en su universo simbólico, y curiosamente impartido por parte de sus propias madres y abuelas. De la misma manera, cabría agregar que la mayor rigidez de las mujeres de piel intermedia podría estar asociada en algún grado a las diferentes estrategias de las mujeres de piel oscura de alisarse el pelo o utilizar cremas blanqueadoras, que podrían generar mayor sesgo en la observación de parte de los encuestadores hacia colores más claros en relación con los hombres (ver Urrea et al., 2014; Dixon y Telles, 2017).

Por supuesto, este sistema interconectado de desigualdad es coherente con factores socioeconómicos e históricos de larga duración, en el que las personas que fueron clasificadas por sus rasgos somáticos y la ascendencia étnico-racial recibieron un trato desigual, estableciendo un acceso diferencial a los recursos societales que otorgaron derechos y privilegios para los colores de piel más claros y grandes privaciones para los más oscuros (Dixon y Telles, 2017). La verdad es que en el periodo colonial las desigualdades de clase fueron mutuamente constituidas con las desigualdades raciales, y las jerarquías sociales estaban asociadas con el color de la piel: mientras los europeos y sus descendientes ostentaban las posiciones sociales de mayor estatus, los africanos e indígenas y sus descendientes desempeñaban ocupaciones viles, lo cual limitaba la movilidad social como resultado de la desigualdad extrema que se organizó y por la presencia de leyes raciales (Urrea et al., 2014; Viveros, 2015; Andrews, 2018). La prohibición de la esclavitud no modificó grandemente el estatus social de los africanos y sus descendientes, quienes continuaron con una participación desproporcionada en las posiciones sociales de menor estatus como resultado de un proceso de racialización, estigmatización y marginalización (Urrea et al., 2014; Andrews, 2016). La discriminación y opresión operó de tal manera que las desigualdades que se suscitaron en torno a los orígenes sociales más empobrecidos se combinaron con la discriminación racial y el sexismo, instituyendo más barreras en el proceso de logro de estatus socioeconómico para los descendientes de africanos e indígenas, especialmente para las mujeres, y haciendo del mestizaje y el blanqueamiento social los vehículos predilectos de movilidad social (Wade, 1993; Viveros y Gil, 2010; Viveros, 2015).

Después de la promulgación de la constitución de 1991, el multiculturalismo flexibilizó las posibilidades de movilidad social a través de la implementación de repertorios de acción colectiva, que fueron reforzados por retornos positivos a las inversiones en educación que se habían hecho en décadas pasadas (Urrea, 2011). Lo anterior permitió que algunos, por su mayor inserción en el magisterio y actuación política, alcanzaran posiciones de mayor importancia relativa en la estructura ocupacional (Viveros y Gil, 2010; Urrea, 2011; Viveros, 2015). Sin embargo, es importante resaltar que este proceso de acenso social hacia las posiciones de mayor estatus ha estado restringido para una minoría (Viáfara y Banguera, 2019).

Estos resultados sugieren la actuación simultanea de los ejes fundamentales de desigualdad social para producir el lugar de una persona en la sociedad colombiana. Los mecanismos de opresión y discriminación trabajan para provocar diferencias en la estratificación social entre hombres y entre mujeres asociadas con los orígenes sociales y el color de la piel. El color de la piel se constituye en un catalizador de las desigualdades en la transmisión intergeneracional de las ocupaciones asociadas con la clase social de origen y el género (Viáfara, 2005; 2006; 2017a; 2023; Viáfara y Urrea, 2006). Esto restringe las oportunidades de movilidad social para las mujeres de color de piel intermedia y oscura, y los hombres de color de piel oscura, confirmando la importancia del análisis interseccional. Sería interesante para futuras investigaciones poder auscultar el papel que juega la educación en la movilidad ocupacional intergeneracional según grupos étnico-raciales y de género en Colombia. De la misma manera, poder emplear una muestra más grande y una clasificación de clase social menos restringida, que permita aportar mayor evidencia en torno al modelo de estratificación social y la matriz de dominación presente en la sociedad colombiana.

Agradecimientos

Agradezco la financiación de la Universidad del Valle. Una primera versión de este artículo se presentó en el XVII Congreso de Antropología en Colombia, realizado en 2019 en la Universidad Icesi, Cali, Colombia. También estoy muy agradecido con dos evaluadores anónimos por sus valiosos comentarios que permitieron jerarquizar notablemente este artículo.

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Notas:

2Sin embargo, el capital económico no es la única dimensión que atañe a la definición de clase social. Los aspectos políticos y culturales también desempeñan un rol importante, y se relacionan con otros tipos de capital como el social, cultural y educativo.

3Las ocupaciones han resultado ser un buen indicador de las posiciones de clase, y de las características de individuos y grupos que las ocupan. Las categorías ocupacionales agregan diferentes tipos de ocupaciones bajo diferentes criterios como el estatus del empleo, ingresos o habilidades, entre otras, que pueden ser utilizadas como un indicador empírico de clase social. De hecho, en los países industrializados las ocupaciones han sido el indicador más utilizado de clase social (Jonsson et al., 2011).

4Es necesario aclarar que no se conoce una encuesta más reciente en Colombia y América Latina donde se pueda medir la movilidad social a través de las ocupaciones y de acuerdo con la condición étnico-racial de las personas.

5La ocupación de los padres se considera cuando el entrevistado tenía aproximadamente 14 años. Esta es una edad crucial en la cual las familias toman decisiones importantes en torno a la adquisición de credenciales educativas y entrenamiento que depende fundamentalmente de la posición de clase.

6Si bien la encuesta PERLA indaga en torno a la posición ocupacional, ocupación y educación de los entrevistados, solo pregunta por la ocupación y educación para los padres, lo cual dificulta construir una variable tradicional de clase social utilizada de manera preferente en este tipo de investigaciones (ver Erikson et al., 1979).

7Con lo anterior se buscó morigerar las posibles inconsistencias en la heteroclasificación de los colores de piel con base en la paleta de colores, y también para alcanzar una mayor parsimonia en el análisis estadístico. Esta agrupación de colores de piel también fue utilizada en Viáfara (2017a) y Viáfara (2023).

8Este indicador equivale al porcentaje de personas que tendrían que intercambiarse para lograr la equidad en la distribución de ocupaciones entre orígenes y destinos, según género y color de la piel (ver Duncan y Duncan, 1955).

9 Viveros y Gil (2010) detectaron en sus entrevistas en profundidad que las mujeres negras de manera persistente ostentaban orígenes en las posiciones sociales de mayor jerarquía en la estructura ocupacional, lo cual podría estar relacionado con una participación relativa no deleznable de profesionales y técnicos para la población afrodescendiente en el sector educativo en Colombia. Esto significa, que para las mujeres de color de piel oscura, es probable que exista una mayor selectividad positiva en los orígenes sociales de mayor estatus, en comparación con las mujeres de color de piel intermedia y clara, debido a la mayor participación de las mujeres negras en el mercado de trabajo que provienen de padres que tuvieron este tipo de profesiones.

10Estos resultados problematizan los resultados encontrados por Viveros y Gil (2010) y Viáfara et al. (2010) en torno a una mayor movilidad educativa intergeneracional de los hombres negros en relación con las mujeres negras.

11Para los análisis, se utilizó el paquete estadístico STATA, versión 15.1, programa UNIDIFF.

12A este respecto, llama la atención que las diferencias étnico-raciales en la movilidad sean más acentuadas en la movilidad ascendente.

13La mayor fluidez de los hombres de color de piel intermedia podría estar relacionado con que a pesar de tener orígenes sociales de menor estatus que los de piel clara.

Notas:

Financiación Este artículo se deriva de mi tesis doctoral en sociología en la Universidad del Valle, Cali, Colombia «Movilidad social intergeneracional, color de la piel y género: evidencia para cuatro países de América Latina (Brasil, Colombia, México y Perú)».

Recibido: 21 de Octubre de 2021; Aprobado: 13 de Mayo de 2022

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Doctor en Sociología.

Conflicto de interés

El autor declara no tener ningún conflicto de interés en la publicación de este artículo

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