Introducción
En las últimas décadas se han desarrollado numerosas investigaciones que han evaluado el efecto de las prácticas de integración cuerpo-mente en la salud 1,2. Estos trabajos han puesto en evidencia sus beneficios en el tratamiento de diversos trastornos psíquicos, físicos o emocionales que contribuyen a una mayor calidad de vida 3,4. Particularmente, se ha resaltado cómo los estados emocionales repercuten en estados psicofisiológicos que, a su vez, afectan la interacción con otros 5,6. Se ha propuesto que los estados afectivos o emocionales se anclan en el cuerpo y que subyacen en la vida cotidiana y en la interacción con el mundo 7,8. Es decir, la tonalidad afectiva -que incluye emociones, estados de ánimo y motivacionales- es fundamental para el desarrollo físico, psíquico y social. Se ha hecho hincapié en que regular nuestros estados afectivos implica un aprendizaje que contribuye a interactuar de modo armónico con las personas y el medio ambiente 9. En este sentido, la autorregulación emocional promueve beneficios individuales y colectivos.
Investigaciones originarias de diversos campos emergentes, como la psiconeuroinmunología, la medicina integrativa, la epigenética, etc., han dado cuenta de la estrecha vinculación entre los estados emocionales y la salud 10,11. La psicoinmunoneuroendocrinología comenzó a describir mecanismos biológicos específicos por medio de los cuales se integran los sistemas nervioso, inmune y endocrino, donde las emociones cumplen un rol central 12,13. Por ejemplo, situaciones emocionales adversas pueden desencadenar estados de estrés que, si persisten, afectan negativamente la homeostasis del organismo 14. Por el contrario, se han descrito numerosos beneficios de la autorregulación emocional en la salud y el bienestar 15-17. La medicina integrativa tiene en cuenta a la persona en su totalidad, incluidos todos los aspectos del estilo de vida (plano físico, social y psicoespiritual) que, asume, se encuentran en íntima interrelación 18.
Creciente evidencia ha demostrado que intervenciones del campo de la medicina integrativa promueven la autorregulación emocional y el desarrollo de emociones positivas y que ello contribuye a mejorar la respuesta inmune 11,19. Estas incluyen prácticas de integración cuerpo-mente (e. g., yoga, taichi, qigong, biodanza y meditación) que favorecen procesos emocionales y cognitivos 20-24, reequilibrando el sistema nervioso autónomo al incrementarse la actividad del sistema nervioso parasimpático 3. En línea con esto, se ha comprobado que una mayor conciencia de los propios estados corporales puede propiciar la autorregulación emocional que, a su vez, favorece las habilidades sociales 25-28. Entonces, promover intervenciones eficaces que redirijan el comportamiento en una dirección más salutogénica, podría promover el desarrollo de nuevos hábitos 15. En este sentido, las intervenciones que incluyen prácticas de integración cuerpo-mente resultan prometedoras, porque favorecen la regulación emocional y porque disminuyen los síntomas asociados con la ansiedad, la angustia y la depresión, beneficiando la afectividad positiva y las habilidades interpersonales 3,24,29,30. Estas prácticas involucran la activación de ciertos circuitos sensoriales y motores que favorecen la articulación armónica entre capacidades cognitivas, afectivas y corporales 31.
Si bien las emociones resultan de gran importancia para un sano desarrollo, existen pocos parámetros que permitan evaluarlas de forma confiable. Uno de los instrumentos más frecuentemente empleados es la Escala de Afectividad Positiva y Negativa (PANAS, por sus siglas en inglés) 32-35. Este indicador evalúa dos dimensiones: la afectividad o emocionalidad negativa y la afectividad o emocionalidad positiva. La primera se refiere a un arco amplio de emociones como enojo, miedo, nerviosismo y angustia, que se asocian con elevado estrés, poca habilidad de afrontamiento, dolores corporales, etc. Por el contrario, la afectividad positiva se relaciona con emociones vinculadas al entusiasmo, la alegría, el interés, la amabilidad, etc., que se asocian con una nutrida red de vínculos sociales y elevados grados de satisfacción con la vida 36.
El objetivo del trabajo fue evaluar la eficacia de una intervención basada en prácticas de integración cuerpo-mente, sobre la regulación emocional, analizada mediante la PANAS, que se evaluó antes y después de participar de dicha intervención. Nuestra hipótesis de trabajo es que las prácticas de integración cuerpo-mente promueven una mayor regulación emocional y que ello favorece estados emocionales saludables.
Materiales y métodos
Esta fue una investigación cuasiexperimental pre-post intervención. La población estuvo constituida por mujeres adultas cuyas edades oscilaron entre 34 y 65 años de edad, que se acercaron espontáneamente a un centro terapéutico de prácticas de integración cuerpo-mente.
Participantes/muestra
Se realizó una convocatoria abierta a las personas que se acercaron a un centro terapéutico de prácticas de integración cuerpo-mente a participar del presente estudio. A esta respondieron 109 mujeres adultas, de las cuales tres abandonaron el estudio por diversas razones y cuatro se descartaron por ausentarse en más del 80 % de las intervenciones. A final, se evaluaron en total 102 mujeres.
Instrumento
Se utilizó la adaptación argentina de la PANAS35. La consistencia interna de la escala es aceptable, dado que el coeficiente alfa de Cronbach presenta un valor 0.73 para la escala de afecto positivo y de 0.82 para la escala de afecto negativo 34.
Esta escala cuantifica 20 emociones, sentimientos y estados emocionales (10 positivas y 10 negativas) en una escala del 1 a 5 (nada, poco, bastante, mucho, extremadamente). Las emociones, sentimientos y estados emocionales que analiza esta escala son: avergonzado, alerta/despierto, miedoso, hostil, entusiasta, culposo, inspirado, interesado, alterado, fuerte, asustado, positivo, estresado, motivado, determinado, irritable, realizado, nervioso, atento, malhumorado. La afectividad positiva refiere estados emocionales que permiten ampliar recursos; mientras que la negativa se relaciona con estados de estrés.
La relación entre ambos tipos de afectividad se evalúa a través del Índice de Afectividad, que se calcula dividiendo la afectividad positiva entre la afectividad negativa. Este índice refleja un estado saludable cuando dicha relación es cercana a 3:1 36.
Procedimiento
Al inicio y al final de la intervención se registró el estado emocional actual de las participantes a través de la escala PANAS, que fue administrada por el equipo de investigación.
La intervención incluyó prácticas de integración cuerpo-mente (e.g., taichi, chikung y meditación), llevadas a cabo durante ocho encuentros de seis horas de duración cada uno, a lo largo de cuatro meses. Dichos encuentros se dieron en un centro terapéutico ubicado en San Carlos de Bariloche (Argentina) y fueron guiados por una profesional de la salud formada en las prácticas utilizadas de integración cuerpo-mente. Estas prácticas se focalizaron en el desarrollo de la atención plena (mindfulness) durante la respiración, el movimiento consciente, la escucha de sonidos y el estado corporal, emocional, mental y postural, utilizando esta diversidad de prácticas.
En este sentido, la atención plena se define como la capacidad de atender con plena conciencia a lo que sucede en el momento presente, de una manera no reactiva y sin juicios 37. Además de este tipo de prácticas, se brindaron clases teóricas relacionadas con los últimos avances científicos vinculados con la medicina integrativa y la con psiconeuroinmunoendocrinología, en temas como estrés, bienestar, percepción, importancia de las emociones en la salud y empatía. Al inicio y al final de cada encuentro se daba un espacio para preguntas, dudas o comentarios.
Consideraciones éticas
Este estudio se desarrolló de acuerdo con la Declaración de Helsinki (actualización 2013) y contó con la aprobación de la Comisión de Evaluación Ética de Proyectos de Investigación en Salud Humana, Resolución 4.475/15-CPE. Las participantes fueron informadas sobre nuestra investigación, la confidencialidad de los datos, el derecho a retirarse del estudio en cualquier momento y la opción de recibir los resultados. Esto se entregó de forma escrita en el primer encuentro, junto con el consentimiento informado para completar el cuestionario PANAS y poder utilizar la información recabada en la investigación. Se garantizó el anonimato de las participantes, al no registrar sus datos personales.
Resultados
La muestra estuvo conformada por 102 mujeres sanas, de entre 34 y 65 años de edad (P edad = 41.06 años; DE = 4.3), que no se encontraban bajo tratamiento psicológico ni farmacológico, de la ciudad de San Carlos de Bariloche (Argentina). El total de la población analizada correspondía al nivel socioeconómico de clase media.
Todas las participantes expresaron percibir notorios cambios favorables a lo largo de los encuentros, que se vieron reflejados al comparar el estado emocional antes de las intervenciones y después de estas. Los resultados del Anova de medidas repetidas mostraron diferencias significativas pre-post tanto en la afectividad positiva, que aumentó (F = 30.5; p < 0.0001; n = 102), como en la negativa, que disminuyó (F = 40.468; p < 0.000; n = 102, figura 1).
Cuando analizamos la proporción afectividad positiva sobre afectividad negativa (índice de afectividad), encontramos que antes del programa esta relación era 2:1; mientras que al finalizar el programa pasó a ser 3:1, valor que se corresponde con un estado favorable de salud, como ha sido propuesto previamente 36.
Discusión
En la investigación se demostró cómo una intervención basada en prácticas de integración cuerpo-mente promovió una mayor regulación emocional de las participantes, dado el aumento que se registró en la afectividad positiva y la disminución en la afectividad negativa. Por otra parte, el Índice de Afectividad, que evalúa la relación entre emociones positivas y negativas, se incrementó de 2:1 a 3:1, y así alcanzó una proporción que se asocia con estados saludables.
Investigaciones previas en el campo de la psicología han demostrado que esta proporción 3:1 se vincula con un mayor estado de resiliencia, que se define como la capacidad para retornar a estados de equilibrio luego de situaciones traumáticas 36. Además, este índice se corresponde con un mejoramiento de procesos cognitivos, estados más saludables y con una mejor calidad en las relaciones con otros 36. Estos cambios favorables sugieren que las prácticas utilizadas de integración cuerpo-mente posibilitan una transformación de los estados emocionales, lo cual redunda en un aporte significativo al bienestar psicofísico y las relaciones sociales.
La reducción detectada en la afectividad negativa luego de la intervención reflejaría una disminución de estados de estrés, como han evidenciado estudios previos que han demostrado la estrecha vinculación entre estados emocionales negativos y altos índices de estrés crónico 5,10,21,38. Es interesante destacar que nuestra intervención, además de propiciar una reducción en la afectividad negativa, también promovió un aumento en la afectividad positiva, hecho que potenciaría su eficacia en la regulación emocional. En este sentido, dado que una mayor afectividad positiva está vinculada con menor estrés crónico, así como con estados de mayor empatía, nuestros resultados sugieren una sinergia positiva ligada a este doble efecto en la afectividad 5,11,28,39.
Se ha destacado el estrecho vínculo existente entre los estados emocionales y la salud psicofísica. En particular, diversas investigaciones han demostrado cómo los estados emocionales desempeñan un rol clave en la respuesta inmunológica 5,10-13. Recientes estudios han indicado que los cambios epigenéticos relacionados con el estrés crónico y con procesos inflamatorios son dinámicos a lo largo de la vida y pueden revertirse por medio de intervenciones saludables 15,40,41. Se ha sugerido la conveniencia de implementar intervenciones que utilizan prácticas de integración cuerpo-mente, dado que propician la autorregulación emocional y el desarrollo de emociones positivas 3,16,24,31. Particularmente, se ha documentado el impacto positivo que tiene la atención plena (mindfulness) sobre la regulación emocional en trastornos de ansiedad social y depresión 42,43. Nuestros resultados están en línea con esos estudios, que dan cuenta del amplio beneficio de la implementación de este tipo de prácticas en el balance emocional 3,16,44.
Es interesante resaltar el carácter preventivo de nuestra intervención, dado que la población evaluada estuvo constituida por mujeres sanas. De esta manera, los cambios positivos logrados contribuirían a prevenir trastornos relacionados con un estado emocional desregulado, así como con altos índices de estrés. Futuros estudios pueden poner a prueba esta hipótesis, al evaluar indicadores fisiológicos asociados con procesos inflamatorios, como la proteína C-reactiva y la interleucina 6, pre-post intervención. El hecho de que solo mujeres hubieran participado de la intervención propuesta implica que, culturalmente, poseen una mayor predisposición a participar de este tipo de actividades grupales. Sería interesante realizar un estudio similar pero con participación masculina.
En síntesis, nuestro estudio ha mostrado el beneficio que brindan las prácticas de integración cuerpo-mente en la regulación emocional y la afectividad positiva. Estas prácticas favorecen la conexión interna, a través de una mayor conciencia de la relación entre sensaciones físicas y emocionales, así como de una mayor autorregulación, autocuidado y resiliencia. Esta capacidad de agencia es capaz de contribuir al bienestar psicofísico no solo individual sino también colectivo, mediante acciones preventivas fácilmente asequibles.