Perros de trineo en Suramérica2
El principal lugar de mi trabajo de campo fue el Criadero3Siberianos de Fuego, localizado a unos 25 kilómetros del centro comercial de Ushuaia aproximadamente (capital de la provincia de Tierra del fuego, Argentina), en el centro turístico invernal Las Cotorras. Ushuaia es considerada la ciudad más austral del mundo -ubicada al suroeste de Isla Grande de Tierra del fuego y rodeada de las últimas cadenas montañosas de la Cordillera de los Andes-, y el turismo, allí, es uno de los principales motores de la economía; solo en 2018, más de 395.000 turistas visitaron la región. Construida a lo largo de la Bahía de Ushuaia, la ciudad cuenta entre sus principales atractivos turísticos los centros de invierno, grandes complejos que ofrecen una diversidad de actividades, como caminatas en la nieve y paseos en trineos motorizados, y disponen de restaurantes y tiendas de souvenirs. De los cinco que hay en Ushuaia, cuatro deles ofrecen actualmente paseos en trineos tirados por perros.
De acuerdo con Hugo flores, mushe4 y propietario del Criadero Siberianos de Fuego, la práctica turística del trineo en Ushuaia comenzó en 1991, y él se dedica a esa actividad desde 1999, hace más de veinte años, cuando disponía de un «equipo»5 de apenas 27 perros. Hoy en día, los más de 140 perros de Hugo están al cuidado de otros cuatro mushers (además del propio): sus hijos, Nahuel y Leonardo flores, además de Jorge y Hernán. Figura 1
Las faenas en Siberianos comienzan hacia las ocho de la mañana, con la preparación de un caldo (de arroz, carnero y alimento balanceado para perros) para darles de comer. A pesar de que todos ellos son propiedad de Hugo, cada musher es responsable de criar un «equipo» de esos animales, que se dividen espacialmente en «barrios»6 caninos; cada humano, por tanto, se hace responsable de la alimentación, el aseo, afecto y adiestramiento de unos 25 perros. A eso de las diez de la mañana, después de la alimentación de los animales y la limpieza de sus casas, comienzan a aparecer los primeros turistas.7 Por lo general, son grupos grandes, de más de diez personas, llevados allí por las agencias turísticas de la ciudad.
Entonces, a lo largo del día, salen paseos sin cesar. El recorrido, de cuatro kilómetros y medio, se hace en unos veinte minutos, y cada musher tiene su propio trineo. Cada perro corre, como máximo, treinta kilómetros al día, y carga un peso límite equivalente a tres humanos adultos (el musher más dos turistas). Dependiendo de las condiciones de la pista -si tiene poca o mucha nieve, poco o mucho hielo-, el número de perros en el trineo varía de seis a diez. Como lo expondré más adelante, para los mushers, las acciones de correr y tirar remiten a los perros a un «pasado ancestral», en el cual, aparentemente, ya eran animales domesticados y ya trabajaban con y para los humanos. Esos perros, en sus orígenes, parecen ya ser animales de trabajo. Hugo me repitió en diversas ocasiones que «estos son perros que ancestralmente aman correr y tirar, fue por lo que fueron hechos por los pueblos esquimos». En ese sentido, se observa aquí una tensión entre filogenia y ontogenia: esos perros, hoy, reflejan sus ancestros, es decir, su raza o especie; así, puede decirse que son, de cierto modo, ancestrales. Figura 2
De acuerdo con Hugo, «entrenamos los perros de trineo con genética». Estos animales, ya sean huskies siberianos o huskies alaskanos,8 son perros que «ancestralmente aman tirar y correr». Aquí, «genética» significa respeto tanto hacia un «perfeccionamiento», una técnica de «mejoramiento» del desempeño de los perros para el trabajo de tirar un trineo, como hacia la «naturaleza» misma de los animales, sus «características inherentes», su «pasado ancestral». frases como «abrimos la genética de los perros» y «es su naturaleza, es su herencia de los lobos», era común oírlas a los mushers. En ese sentido, quisiera apuntar y reflexionar en este artículo sobre la «dimensión relacional» (Cf. Sautchuk & Stoeckli, 2012, p.228 ) de la noción de «genética» y, en consecuencia, de «domesticación», en el contexto aquí expuesto. Si, por un lado, el «pasado originario» de los perros de trineo es un pasado en el cual ya se encontraban domesticados, por el otro, esos perros son «morfológicamente domesticados» (Cf. Ingold 1980, p.82 ) a través del perfeccionamiento genético, de la selección artificial, o, en otras palabras, de «presiones selectivas» (Cf. fijn, 2018; Stépanoff & Vigne, 2019).
Así y todo, más allá de la noción de breeding, que sería la «domesticación en sentido estricto» (Sautchuk & Stoeckli, 2012, p.238 ), es decir, una técnica de selección artificial (Ingold, 1980), es interesante también pensar la relación entre mushers y perros que tiran trineos a partir de lo que Donna Haraway llamó «danza de encuentros», «la coreografía ontológica que habla ;...; sobre perros con valor agregado en los mundos de la vida del biocapital» (Haraway, 2008, p.67), y del «valor de encuentro» de esa relación. Ya sea que esos perros asuman el rol de objetos (capital de reproducción controlada) o de sujetos (agentes de acciones), el propósito, aquí, es desvelar cómo emergen las diferentes «naturalezas» de los perros de trineo en las prácticas material-semióticas que involucran tanto a perros como a humanos.
Por un lado, mushers y perros carecen, para que la práctica del trineo sea posible, de una relación estrecha basada en la «confianza», en el “feeling” (en palabras de Hugo), en el entendimiento mutuo y en una comunicación incesante -mushers por medio de órdenes no necesariamente verbales y perros a través de gruñidos, ladridos y lenguaje corporal-. Perros de trineo y mushers se conocen y se hacen conocer unos a otros esencialmente a través de la convivencia y de la observación. Por otro lado, la práctica del trineo en el turismo es una práctica económica, y los perros, inevitablemente, en las palabras de otro musher que tuve oportunidad de conocer, «son parte del negocio». No obstante, aun cuando sean «mercancías» pueden ser amadas y cuidadas (Cf. Vander Velden, 2018), y la mercantilización de los animales es una cuestión fundamental para la discusión del trabajo animal,9 ya que estos no son solo mercancías, con valor de uso y cambio, sino también una suerte de bienes de capital -“lively capital”, tal como lo planteó Haraway (2008)-, en cuanto producen (y valen) dinero.
Pero, ¿qué beneficios obtienen esos perros por pertenecer a esa industria comercial, que no tendrían si no estuvieran ahí? ¿Existirían sus vidas como tales, como perros de trineo, si estuvieran fuera de esa relación mercantilizada? Como partes de un mismo sistema de producción, perros y mushers trabajan, viven juntos y conviven en un mismo espacio. El mismo trabajo en turismo es, al menos en parte, una alternativa para que esos humanos interesados en ese tipo de relación puedan mantenerla en Ushuaia. Como lo hizo Jocelyne Porcher pensando en contextos con animales de cría, sugiero que lo que se gana con esa actividad económica en Tierra del fuego sirve, tal vez principalmente, para la preservación de esa convivencia sui generis de los mushers con sus perros. En palabras de la autora, «los animales no solo sirven para generar ingresos; son los ingresos los que sirven a la convivencia con los animales de cría» (Porcher, 2014, p.4 ).
Este artículo es fruto de una investigación finalizada en 2019, cuyo objetivo fue el estudio de las relaciones entre humanos (especialmente mushers y turistas) y perros de trineo en Ushuaia, centrada en la etnografía, por lo tanto, en las relaciones desarrolladas en los paseos turísticos de trineo y en la cría de los perros. Mis intenciones fueron comprender lo que pueden hacer esos perros y sus relaciones con los mushers y con los turistas, así como la relación entre perro, trineo y humano, a partir de la etnografía de las relaciones material-semióticas (Cf. Kohn, 2007, 2013) constituidas entre humanos y no humanos en ese contexto. El objetivo, entonces, fue la elaboración de una etnografía multiespecies (Cf. Kirksey & Helmreich, 2010) que tuviera en cuenta tanto humanos como perros (y trineos).
Así, pretendo aquí explorar dos de los temas que me surgieron a lo largo del trabajo de campo sobre las relaciones entre mushers y perros de trineo. En la sección que sigue, abordo la cría de los animales como una forma de codomesticación. Perros y humanos deben aprender, «en equipo», la práctica del trineo; a humanos y no humanos les hace falta conocerse y hacerse conocer para lograr ese assemblage técnico tan particular. Además, trato también el reconocimiento de la participación canina, por parte de los mushers, especialmente en los momentos en que perros «veteranos» enseñan, en conjunto con ellos, a los perros «novatos» a tirar un trineo y a trabajar en equipo, así como cuando los animales se resisten, de alguna forma, al trabajo que deben desempeñar10.
En la segunda sección, dirijo la atención a la centralidad de la manipulación genética de esos perros en su cría. La genética canina, ya lo señaló Donna Haraway (2003b), también es un tema que suscita muchas discusiones. En Ushuaia, los perros de trineo son animales de trabajo genéticamente «programados» para el desempeño de la tarea en cuestión. Es en ese sentido que, por ejemplo, Hugo flores cría y reproduce sus perros a partir de um «plan previo», basado principalmente en la observación de los animales, a lo largo de meses, buscando el nacimiento de individuos cada vez más hábiles y aptos para tirar. Además, entre los mushers hay una especie de «naturalización» del comportamiento canino, ya que, según dicen, los perros deben mucho de lo que son a los lobos y a los «perros nórdicos»11. Estos, de acuerdo con Hugo, conforman razas más aptas para tirar un trineo. ¿Cómo pensar, entonces, en la asociación entre adiestramiento y genética en este contexto?12
En la antropología, se discute mucho sobre los perros como animales de compañía (Oliveira, 2006; Pastori, 2012; Segata, 2012, Kulick, 2009), mientras que perros de otros contextos, como el trabajo13, el mercado14 y el deporte, son objeto de escasos estudios, lo cual limita nuestra comprensión de las relaciones que conectan esos animales a los más variados colectivos humanos. La reflexión sobre el trabajo animal -un tema que es, de verdad «peludo»- me animo a considerar otras diversas cuestiones respecto de la compleja y multifacética relación entre humanos y perros, y sobre eso es a lo que me centro a continuación.
Aprendiendo a tirar y conducir un trineo
La base del entrenamiento que yo realizo es mantener a los perros sanos y felices. La motivación por el ejercicio viene de parte de ellos. Mi trabajo es generar una atmósfera (clima, condiciones, peso, distancia) en la cual vayan generando más confianza en sí mismos salida a salida. Las rutinas que existen son infinitas y más de una puede lograr buenos objetivos (Miguel, musher autónomo en Ushuaia).
Los mushers tienen, cada uno, sus propios modos de cuidar de su equipo de perros. El acto de cuidar, aquí, habla del respeto por la convivencia diaria entre ellos y los perros, lo que implica cuidados de la salud, la alimentación, el ejercicio y el afecto hacia los animales. Todo eso para que ellos, en palabras de Hugo, «tengan una autoestima elevada». De acuerdo con él,
La autoestima tiene que ver con afecto, con cuidados. Un perro que tiene autoestima elevada es aquel que es bien cuidado, que recibe afecto humano. Y eso es visible en la apariencia física y en las expresiones de los perros. Todos necesitan ejercitarse, y por eso siempre estamos pensando en qué perros debemos poner a tirar o no. Aquí, todos ellos tienen actitud y autoestima elevada y están siempre en sintonía, siempre parejos.
A modo de ejemplo, me dice Jorge que, después de cada paseo, espera unos diez minutos para hidratar a los perros (con una mezcla de agua y alimento seco balanceado), para que sus latidos cardíacos bajen y los animales no beban el agua muy rápidamente. Además de eso, algún día me pidió que observara que los perros de su trineo, después de un paseo, presentaban diferentes comportamientos. Por un lado, los huskies siberianos estaban con la boca abierta y la lengua afuera, para respirar y sudar; mientras que los huskies alaskanos no estaban jadeando, y eso se debe a que, de acuerdo con Jorge, los huskies siberianos tienen menor tolerancia al calor.
Hernán, por su parte, cambia constantemente a los animales en sus casitas, para que «no se aburran», y lo hace siempre que percibe que alguno de ellos parece «estresado» o «ansioso», «cuando están muy quietos, tristes, o dando vueltas sin parar». Me contó que no todos los perros sienten la necesidad de cambiar de lugar. Bono, por ejemplo, uno de sus huskies alaskanos, puede pasar todo el año en la misma casa, pues no le importa (o no parece importarle). Siempre que conversábamos, los mushers y yo, sobre los cuidados diarios para los perros, las respuestas por lo general comenzaban con «vea, esa es mi manera de hacer eso» y terminaban con «pero cada musher tiene su manera».
En Siberianos, los perros descansan de diez a quince minutos entre cada paseo; ellos duermen, juegan, ladran, a veces pelean. Los mushers, por otro lado, revisan constantemente a los animales y los trineos, para asegurarse de que los perros estén cómodos y los trineos en óptimo estado. Leonardo me dice que «el musher es como un director técnico, y por eso necesitamos estar siempre atentos con nuestro equipo», y la noción de «equipo», en este contexto, es de veras interesante para pensar en la relación simbiótica entre perros, mushers y trineos. Humanos y no humanos, allí, permiten en conjunto (siempre en conjunto), la realización de la actividad. De acuerdo con Jorge, el único consenso entre ellos es que todos «necesitan conocer a sus perros muy bien, y siempre entender lo que quieren decir con sus gestos», y ese conocimiento se desprende, siempre, de la convivencia y de la observación; en otras palabras, de «vivir juntos» (Cf. Porcher, 2014).
Lo mismo pasa con lo que dice respecto a la comunicación entre el musher y sus perros. Aparte de las órdenes «derecha» (gee) e «izquierda» (haw), que son, según los mushers, universales, órdenes como «avanzar» y «parar» varían de persona a persona. Para dar el arranque, por ejemplo, Jorge utiliza la expresión «¡hop, hop!» y, Hernán, «¡adelante!». De acuerdo con Marcel (musher en otro criadero de Ushuaia), más que lo que se dice, es importante cómo se dice, la entonación. Keri Brandt (2004), en su investigación con caballos, plantean que humanos y animales co-crean una tercera lengua -y, en el contexto que aquí se presenta, se crea una lengua propia e inteligible entre perros y mushers-. Según Marcel,
La mejor forma de comunicarse con los perros es por monosílabos, y la forma en que se dice, la entonación, es muy importante. La fuerza con que se dice. No entendemos lo que ellos nos dicen, pero necesitamos entender que a menudo tampoco entienden lo que decimos a ellos con palabras.
Por otro lado, siguiendo la propuesta de Cristina Grasseni en su etnografía con vacas lecheras en Italia, propongo que el trineo, en la relación con humanos y perros, actúa como artefacto de mediación técnica, dado que es a través de él, por ejemplo, que los mushers entrenan su «visión selectiva» (Cf. Grasseni, 2005) -o, como diría Ingold (2000), sus «habilidades»- y adquieren la capacidad de percibir qué perros son buenos tiradores y, en consecuencia, «buenos reproductores». Aparte de eso, el trineo también opera como vehículo de comunicación, un traductor, por así decirlo, entre los lenguajes humano y canino -en una semiosis general, en el sentido de Eduardo Kohn (2013), y como herramienta-palabra (véase Ingold, 2000). Así, un objeto técnico (en este caso, un trineo), aparte de mediar en las relaciones entre humanos y no humanos, co-constituye con ellos esas mismas relaciones.
De acuerdo con los mushers, los trineos de paseo están construidos con madera de la región, muy comúnmente de un árbol denominado lenga (Nothofagus pumilio), y por lo general cada musher fabrica el suyo, por sí mismo o con alguna ayuda. En palabras de Miguel, «actualmente en Sudamérica no hay ninguna industria dónde adquirir equipo de mushing». Los trineos de Siberianos de Fuego fueron elaborados por un ebanista amigo de Hugo, y son los mushers ellos mismos quienes se encargan de su mantenimiento: con regularidad se hacen reparaciones en los cauchos, que hacen el roce con el suelo, y en los tornillos. Reparar, mantener y fabricar un trineo constituyen prácticas que apuntan a un saber hacer que se aprende en la práctica, principalmente observando a quienes ya lo conocen y experimentando nuevas técnicas y nuevos materiales. Cada uno de los mushers tiene «su forma» de fabricar un trineo y sus preferencias por materiales distintos, especialmente cuando montan un trineo de carreras.15
Según Hugo, el trineo solo funciona si hay equilibrio -por parte de los perros-, que deben, en todo momento, estar colocados en posición correcta para que no tiren más para un lado que para otro; y del musher, que debe saber «servirse de su cuerpo» (Mauss, 2003, p.401 ). En el caso de la práctica del mushing, el musher y los perros tienen que conocer sus cuerpos y dominar las técnicas de movimiento necesarias para mantener el trineo equilibrado. Ellos deben saber para qué lado inclinarse, dependiendo del punto del trayecto y de la maniobra que se realizará (si se está en una curva, en descenso o subida, por ejemplo), de la velocidad del trineo y del mismo trineo (más o menos flexible, más o menos duro). Y, evidentemente, el musher también debe conocer y saber comunicarse con su «equipo» de perros, y viceversa.
Para los mushers, los perros tienen una personalidad cada uno y, por lo tanto, es sustancial conocerlos individualmente para que se logre la buena relación entre humanos y no humanos. Es fundamental percibir el «carácter» de cada perro, y conocer qué le gusta y qué le disgusta, amistades y enemistades; hay perros «celosos», «inteligentes», «tontos», «buenos», «perezosos», «torpes», «belicosos», «amables» e incluso «falsos». Gail Kuhl, en su contexto de investigación en el hemisferio norte (en Minnesota y Ontario), también propone que los mushers, en esa región, tienen en cuenta que sus perros de trineo son «seres sintientes e interactivos», una vez que son «individuos con personalidad, capaces de comunicación interespecies y de participación activa en una alianza perro-humano» (Kuhl, 2011, p.33). Incluso, en Ushuaia, los mushers muchas veces «hablaban» por sus perros, expresaban con palabras lo que pensaban que los animales estaban sintiendo o queriendo decir cuando, por ejemplo, ladraban antes de ser alimentados, aullaban con la llegada de un trineo, o cuando se agitaban antes de un paseo -«¡vamos a correr!», «¡escógeme para tirar el trineo!»-.
No cabe duda de que los mushers en Siberianos de Fuego reconocen y consideran las «personalidades individuales» de los animales; saben cuáles tienen que ser tratados con «pulso firme» y cuáles son más tímidos e inseguros. No obstante, ¿qué será lo que esa atención y diferencia de tratamiento no dicen al respecto, tal vez principalmente, al hecho de que los mushers demandan que los perros sean y sigan siendo buenos trabajadores? Hacer de un perro tímido uno confiado, y de uno dominante un perro obediente, ¿no es hacer, básicamente, buenos trabajadores (o trabajadores dóciles)? Figura 3
Después de todo, a pesar de que los mushers reconocen la participación activa de los perros en la relación, su envolvimiento, en ese contexto, se mostró principalmente en los momentos en que los animales se negaban a tirar el trineo, en su desobediencia (cuando, en otras palabras, no cooperaban), y en su comportamiento «genéticamente determinado». Por un lado, demuestran «esfuerzo activo» (Cf. Despret, 2018) cuando desobedecen y, por otro, desean tirar un trineo porque son perros que «ancestralmente aman correr». Es una dicotomía interesante: la desobediencia pone de relieve la agencia y la obediencia expone ancestralidad/genética. ¿Por qué los animales, ahí, parecen manifestar intención cuando, principalmente, desobedecen? ¿Por qué «cuando todo va bien, no se ve el trabajo?» (Despret, 2018, p.171) ¿Tal vez porque, cuando funcionan bien, son como máquinas (pero las máquinas, cuando desobedecen, son agentivizadas)? ¿Solamente cuando desobedecen?), y la resistencia, aquí, parece hacer emerger la intencionalidad. Volveré sobre estas preguntas en la sección que sigue; por ahora, me atengo a la conformación del equipo musher-trineo-perros.
De acuerdo con Hernán, no se enseña a ser musher y, para aprender la práctica, lo principal es sentir afinidad por los perros y ser aceptado por ellos. Además de eso, como ya se mencionó, es a través de la observación que los fundamentos prácticos del mushing son transmitidos, tal como sucede entre los mismos perros cuando están aprendiendo a tirar un trineo. Los animales aprenden, principalmente, observando unos a otros, pero también a través de ladridos, gruñidos y mordidas. Para felipe Vander Velden (2016), la idea de que se aprende haciendo es algo que aparece con cierta frecuencia en contextos de uso de perros de caza; por ejemplo, entre los Karitiana en Rondonia:
Los cazadores humanos deben hacer de sus cachorros buenos cazadores, por medio de un conjunto de procedimientos ;...; «hacer», más que «enseñar» -como pensamos el adiestramiento de perros entre nosotros- porque los cachorros aprenden de hecho a cazar en la práctica. (Vander Velden, 2016, p.28 )
Así, según los mushers, a diferencia de lo que sucede con los perros de compañía, adiestrados específicamente por los humanos, los perros de trineo aprenden la técnica, sobre todo, entre sí. En las palabras de Marcel,
Para enseñarles, colocamos los cachorros16 en el trineo junto con perros experimentados, para que estos enseñen a los principiantes. Es a través de miradas, olores y ladridos que los perros se enseñan unos a otros. Nosotros enseñamos los comandos, los perros enseñan a tirar. Y formamos un equipo.
En Siberianos, me contaron que, con más o menos un año de edad, cuando ya están formados tanto física como mentalmente, se enganchan al trineo los perros novatos con los perros experimentados y, entonces, tanto el musher como los perros más viejos le enseñan al novato a tirar: los mushers enseñan los comandos; los perros, el trabajo en equipo. De acuerdo con Hugo, «los perros guía17 más viejos y experimentados, como Luna18, enseñan y nos ayudan a enseñar a los perros jóvenes a convertirse en perros guía». Allí, cuando se refieren al «adiestramiento» y al «entrenar», los mushers están hablando de los propios paseos de trineo, toda vez que el entrenamiento y el mushing en sí son prácticas simultáneas. Sobre los perros cazadores entre los Karitiana, Vander Velden planteó algo parecido. En sus palabras, «el adiestramiento, de hecho, parece darse solo en el bosque, durante la cacería, y no solo con los cazadores humanos sino, sobre todo, con otros cachorros ya experimentados en las técnicas de buscar, perseguir y matar» (2016, p.30).
Esa «enseñanza canina» también aparece en las relaciones entre los perros «jubilados» y los que aún trabajan. En un día cualquiera en el Criadero, jubilaron a Sara, una husky alaskana de doce años. Según relata Hugo, la soltaron y se quedó corriendo entre todos los demás perros, «saludándolos»:
Mira, Sara fue suelta y está feliz, saludando a los otros ;perros;. Ellos están agitados, ladrando. Y cuando se acerca, siempre feliz y sacudiendo la cola, ellos se tranquilizan, ¿v? Pero cuando empezaren los paseos, ella tendrá que ser nuevamente presa, si no va a correr detrás del trineo porque quiere tirar también. Quiere participar.
Ella, Hummer y Gema, que también son huskies alaskanos jubilados, son perros que tienen como tarea, según Hugo, «enseñar a los demás a estar tranquilos unos con otros». Para Hernán, esos perros «tienen como función enseñar a los otros perros a socializar. Andan entre todos, sueltos y tranquilos, y transmiten buenas energías y tranquilidad». A fin de cuentas, ¿si los perros jubilados enseñan «tranquilidad» y «socialización» a los demás, será que la «obediencia» solo tiene relación con la «genética»?
No obstante, para los mushers, la misma «educación para la atención», la instrucción que sucede entre los mismos perros, deriva de la genética, y, por tanto, de la manipulación genética de esos animales. Como lo señala Hugo, «entrenamos los perros con genética y entrenar con genética es como hacer un plan previo». Es trazar, desde antes del nacimiento de las crías, su futuro como «buenos» perros de tiro. En ese sentido, los mushers remiten el acto canino de tirar un trineo a lo que es, principalmente, dominio humano, a lo que es controlado por el humano (la procreación controlada); y los genes: los gustos y los hábitos de los perros están en los genes, vienen de sus ancestros (en este caso, de los lobos). Atribuir las acciones caninas a la genética y a la ancestralidad es también una forma clásica de justificar acciones sobre los animales. Si están predispuestos genéticamente a correr y a tirar trineos, ¿cuáles son los problemas (éticos) que plantea el uso de los perros en el trabajo y otras actividades humanas, como el turismo? Los animales parecen, en este discurso, naturalmente destinados a hacerlo.
Al mismo tiempo que atribuyen la cualidad de los animales de correr o tirar al comportamiento lobuno, a una «herencia genética», y a la reproducción controlada (que hace las veces, en este contexto, de «mantenedora» de esos genes heredados), los mushers parecen atribuir esa habilidad de los perros en el tiro a un origen de veras remoto. Esos perros, además de ser herederos de los lobos, ya nacieron, en cierta forma, como tiradores de trineos. Parece, inclusive, que para los mushers esos animales ni siquiera precisan «familiarizarse» con el trineo; de cierta forma, ya nacen conociéndolo. Un día cualquiera, por ejemplo, Hugo me contó que dos de sus huskies siberianos, los hermanos Nanuk y Nagao, eran de una amiga suya. Cierto día, ella los llevó al criadero a pasear y, según él, los perros no quisieron salir de allá. Se sintieron «en casa» allí, con los otros perros, tirando trineos. Entrenar perros de trineo con genética significa, al final, «perfeccionar» la «naturaleza» de esos perros, trazar un «plan», con el fin de lograr (y seguir logrando, a lo largo de las generaciones) perros que son «por naturaleza» tiradores de trineos, por más contradictorio que eso pueda parecer.
Ancestralidad y mejora genética
En Siberianos de Fuego, cuando un trineo salía a un paseo, los otros perros, que quedaban presos en sus jaulas o enganchados a un trineo parado, comenzaban a aullar y ladrar. Como un paseo dura, en promedio, veinte minutos, después de cierto tiempo de la partida del trineo los perros se aquietaban y volvían a hacer lo que estaban haciendo antes: dormir, observar, jugar o simplemente nada (aparentemente). Algunos, sin embargo, continuaban alertas, como si esperaran algo. Cuando veían, a lo lejos, el trineo que volvía, los perros volvían a aullar y a agitarse. Como la escena era común, algo que presenciaba continuamente en mis visitas, le pregunté a Hernan por qué los animales actuaban así, por qué ladraban, aullaban y se inquietaban tanto cuando un trineo partía o regresaba. Y su respuesta fue la siguiente:
Como los lobos, los perros aúllan cuando sale un trineo porque extrañan los que salieron. Porque todos los perros aquí forman una familia, una jauría, y se extrañan unos de otros. Es una herencia de los lobos, como demarcar territorio y gustar correr.
De acuerdo con Hugo, debido a la ancestralidad lobuna de los perros, especialmente de los «perros nórdicos», categoría que él empleaba para referirse a los perros de trineo «puros», como el husky siberiano,19 el comportamiento canino es, naturalmente, parecido al comportamiento de los lobos. Vivir en jauría, disfrutar de correr, demarcar el territorio y tener un macho-alfa (que es humano, en este contexto), son todas características heredadas genéticamente de sus «ancestros». En sus palabras,
La línea de los perros nórdicos, lo único que les interesa es vivir en jauría, estar en un lugar en que ellos puedan disfrutar, correr, les gusta mucho correr. Hay toda la línea de decanos lupus, los lobos, los chacales, los perros primitivos y después las subespecies, que el hombre ha ido cruzando, haciendo mutaciones. A mí me gusta mucho trabajar con el nórdico porque vendrían a ser la esencia, el principio de todo, todos los demás son razas que el hombre ha inventado.
Cierto día, Hugo me aseguró lo siguiente: «así como los perros de trineo sienten la necesidad de correr y tirar, el border collie es un perro que siente la necesidad de agrupar, y por eso es un perro pastor tan bueno». Para él, los perros de trineo tienen predisposición para correr y tirar, y eso tiene una explicación genética. Los perros aprenden en la práctica a tirar un trineo, pero solo aprenden porque correr y tirar son inclinaciones naturales, instintivas y ancestrales de esos animales. Como lo comentó Hernán, «el trineo es algo milenario, es especial, pero no es el objeto en sí, es la práctica, la acción de correr y tirar, que les encanta. Es su trabajo». Eso también lo señaló Gail Kuhl en el hemisferio norte, para quien los mushers «explicaban que los perros de trineo son llevados a correr instintivamente, les gusta tirar y son naturalmente tiradores desde su nacimiento» (Kuhl, 2011, p.32).
Además, es interesante señalar que cuando los mushers están hablando sobre la práctica del trineo y la aptitud canina, siempre se refieren, como ya se indicó, a un «pasado originario». Para Hugo, al tirar un trineo, «los perros vuelven a sus orígenes». Y en ese sentido, ese origen es un origen ya domesticado, toda vez que alude a los primeros perros que tiraban trineos en el Ártico, de los pueblos inuit y siberianos, hace milenios. Para los mushers, el origen de los perros es ya tirando un trineo, ya trabajando.
Aparte de las investigaciones de Kemp (1999), Kuhl (2011), Losey, Wishart & Loovers (2018) y Tester (2010), los estudios sobre perros de trineo aumentan, desde el siglo pasado, en los campos de la medicina veterinaria, la biotecnología y la genética, en los cuales prima la idea de razas de perros de trabajo genéticamente predeterminadas para el desempeño de tareas específicas, como el pastoreo y la práctica del trineo. Todavía, el determinismo genético en los estudios y prácticas con animales no es ninguna novedad. Al contrario de lo que sucede en la «cultura», hablar sobre comportamientos genéticamente predeterminados en la «naturaleza» no es ética ni moralmente condenable. A pesar de toda una «movilización» de diversos sectores de la sociedad, que más o menos comparten la idea de los animales como sujetos, individuos, seres sintientes, en el mundo moderno, al fin y al cabo, los animales continúan siendo parte de la naturaleza y, por lo tanto, estando sujetos a las prácticas y técnicas humanas, tales como la selección artificial y la reproducción controlada.
Curiosamente, así, como híbridos natural-culturales (Latour, 1994), los perros de trineo, al igual que otros animales en otros contextos20, terminan más constituidos por la cultura que por la naturaleza. Esos animales deben lo que son, deben su «naturaleza», principalmente, a lo que les es otorgado por lo humano. Pero, aún más curioso, no son vistos así, una vez que son, de acuerdo con los mushers, «naturalmente» propensos a correr y a tirar un trineo-además, esos perros parecen naturalmente «hechos» para tirar, una vez que emergen, desde siempre, tirando un trineo-. Son perfectos híbridos natural- culturales, pues, en su origen, naturaleza y cultura parecen no distinguirse; ellos ya aparecen acoplados a los trineos. Es de veras interesante esta especie de «mito de origen» de esas razas; las más «ancestrales» parecen ser las más adaptadas a una acción diseñada por seres humanos.
Para los mushers, la participación de los perros en la práctica del trineo parece manifestarse especialmente en los momentos en que estos se niegan a tirarlo. Cuando, por otro lado, demuestran querer, cuando «quieren ser escogidos» y se quedan ladrando, saltando y «contentos», el principal argumento de los mushers es que esos «son perros que ancestralmente, genéticamente, instintivamente, aman correr». En otras palabras, la explicación es «genética», natural, como ya se planteó en este artículo. En Siberianos, los perros ladran, saltan, aúllan y están constantemente agitados. Pregunté a Hernán por qué sucedía eso, y él me dijo que hacen eso porque todos quieren salir, todos quieren ser escogidos. Jorge, por otro lado, me dijo que «los perros tienen ganas, y, a veces, no quieren tirar el trineo, y hay que respetarles eso».
Dos situaciones, que se repitieron en muchas oportunidades en Siberianos de Fuego a lo largo de mi estadía en el campo, me llamaron la atención. En la primera, soltaron un perro y, sabiendo que había sido escogido para tirar el trineo, corrió en dirección a él y esperó que el musher le pusiera el arnés; en la segunda, soltaron al perro de su casa y era evidente que no quería tirar el trineo, pues no salía del lugar y se tiraba al suelo para dificultar el trabajo del musher de llevarlo hasta el trineo y engancharlo.
Entre los mushers, la resistencia canina a tirar un trineo se entiende como la participación activa de los animales en la relación, y es en esos momentos que los animales están, principalmente, «diciendo» o «intentando decir» alguna cosa. Propongo aquí, como también lo hicieron Porcher & Schmitt (2012) y Vinciane Despret (2018), que el trabajo canino en la práctica del trineo solo se hace visible cuando los animales se niegan, de alguna forma, a trabajar correctamente. Cuando, por otro lado, hacen exactamente lo que deben hacer, cuando cooperan, su trabajo -y, por lo tanto, su participación en el acto- se torna invisible. Curiosamente, entonces, la negación a cooperar y el incumplimiento de órdenes es lo que parece hacer ver el trabajo de los animales. Todavía, señalar las intenciones animales solo como actos de resistencia o, quizá, como reacciones a estímulos, es una conducta un tanto cuestionable y controvertida. Para Haraway (2003a, 2008), por ejemplo, reaccionar es algo muy diferente de actuar. Siguiendo la hipótesis de Jason Hribal (2007) para otras circunstancias, propongo, en este contexto, que pensemos los «actos de resistencia» caninos, más allá de una idea de «reacción», como actos constitutivos de una negociación constante entre humanos y animales en una relación de trabajo. Figura 4.
Para los mushers, la «naturaleza» de los perros de trineo es correr y tirar. El trabajo humano, por su parte, consiste principalmente en «preservar» esa «naturaleza» canina por medio de la reproducción controlada de los animales, mediante el «mantenimiento» de sus «genes ancestrales». La importancia central de la genética en los discursos de los mushers, así como sus resultados prácticos en la reproducción controlada, difieren de las tecnologías genéticas de laboratorio - no son menos complejas, pero diferentes. Aunque los principios sean básicamente los mismos, en los criaderos, las «experiencias» se respaldan con la observación -en el «talento observado» (Coppinger & Schneider, 1995, p.24 )- y en la convivencia con los animales, y no en investigación de laboratorio. Además, a pesar de que los mushers ansiaran un entorno controlado y cerrado, como un laboratorio, en la práctica eso no sucede. En Siberianos, por ejemplo, hubo un cruce «indeseado» entre una husky alaskana y un perro salvaje.21
Al contrario de lo que suele pasar entre los perros de compañía, a quienes atribuimos «una homogeneidad propia de una programación biológica esencial, cuyas pequeñas diferencias resultan ;...; ;de; pequeñas posibilidades de ordenamientos y reordenamientos genéticos» (Segata, 2011, p.92 ), los perros que tiran trineos parecen ser lo contrario, a pesar de que, en principio, la lógica sea la misma. Para Hugo, la principal diferencia entre un perro doméstico y un perro de trineo es la genética y, cuanto más «abierta» y diversificada esa genética, mejor. Esos perros tienen que contener características específicas (como fuerza, velocidad y resistencia) para desempeñar su trabajo en el trineo acertadamente, y tales características se obtienen principalmente a partir de cruzamientos entre razas diferentes, como, por ejemplo, entre una husky alaskana y un husky siberiano.
En ese sentido, lo que hacen los criadores de razas caninas reconocidas oficialmente (con pedigree), para lograr perros con un estándar estético y acorde con las normas de la cinofilia, los mushers, en los criaderos, hacen lo contrario, con el fin de obtener perros con comportamientos y habilidades específicas para la práctica del trineo; en otras palabras, para lograr perros de trabajo. Mientras que los primeros «cierran» la genética, con el fin de criar y mantener más o menos intacto un estándar estético, los segundos la «abren». De acuerdo con Leonardo, para un cruzamiento, se observa incluso la manera como los perros respiran. En sus palabras, los perros deben saber respirar, y «los alaskanos respiran mejor que los siberianos, fueron genéticamente seleccionados durante mucho tiempo para esto». Existe, así, una tensión entre «enrazamiento» y especialización, una vez que los mejores perros de trineo son aquellos con la genética «más abierta», es decir, los más «mezclados genéticamente». Tundra, por ejemplo, es una husky alaskana que Hugo considera genéticamente «buena» para la procreación. Para él,
Tundra es una perra muy fuerte, es muy sana, muy alegre, ella sobresale por su capacidad de resistencia. Entonces ella, cuando tiene un celo, tendremos que elegir un macho. Pero estoy pensando que puede ser uno de aquí, porque acá hay seis machos buenos; me gusta Lobito, me gusta Picante, me gusta Lion, pero también me gusta Plomo, pero también me gusta Kremlin. Entonces es un tema, yo tengo que ver cuándo se va a poner en celo, y yo tengo que decidir con quién cruzarla. Pero también fui a otro centro invernal, a Llanos del Castor, de visita, a la noche, y me gustó un perro de ellos, un greyster,22 uno me gustó, y está bueno cruzar a esta hembra con este perro, así la genética se abre.
Ella es una husky alaskana de cinco años que ya fue mamá. En Siberianos, con excepción de las hembras «buenas», como Tundra, todas las demás están esterilizadas, y lo mismo aplica para los machos. A mediados de septiembre de 2018, Hugo me dijo que ella pronto entraría en celo, y que él llevaba un tiempo pensando con qué macho la cruzaría. Hay seis machos «buenos» (con buena genética23) en Siberianos, pero lo que Hugo realmente quería era cruzar a Tundra con Tanque, un perro greyster de otro criadero. Mientras que los huskies alaskanos pueden alcanzar los cuarenta kilómetros por hora, un greyster puede llegar a los cuarenta y cinco. De acuerdo con él, a pesar de ser más veloces, fuertes y resistentes que los huskies alaskanos, los perros greyster tienen pelo corto y no tienen subpelos, y, por lo tanto, son menos resistentes a las bajas temperaturas. Pero, como me aseguró, «a veces me gusta cruzar mis perros con los de otros criaderos para abrir una familia genética». Hugo buscaba, con el cruce entre Tundra y Tanque, producir perros con subpelos, actitud e inteligencia (genética husky alaskana), por un lado, y mayores, con más estructura y mayor resistencia (genética greyster), por otro. Salud, actitud, estructura y resistencia son las principales características a las que atiende al momento de cruzar sus perros. En sus palabras,
Busco estas cruzas por tres motivos. Primero, para que la práctica del trineo no muera. Segundo, para que los perros de trineo no dejen de existir en Patagonia, como ocurrió con los perros polares argentinos.24 Y, tercero, para abrir la genética. Pero, en primer lugar, los perros tienen que tener salud, eso es lo más importante. Quiero hacer cruzas que abran la genética, pero que preserven y mejoren la salud de los nobles.25
Si el cruce entre Tundra y Tanque se hubiera dado y si hubieran nacido dos o tres hembras «buenas», Hugo podría, posteriormente, cruzar esas hembras con sus perros y, en consecuencia, abrir aún más la genética de sus animales. De esa forma, la genética, allí, me pareció la esencia de cómo se piensa la práctica canina del trineo. Cuando preguntaba sobre los perros y cómo aprendían ellos el acto de tirar un trineo, oía con frecuencia que «es su naturaleza», «es su genética». En contrapartida, es curioso que, en los criaderos, especialmente en Siberianos de Fuego, al tiempo que los mushers están constantemente manipulando genéticamente sus perros a través de la procreación controlada, ellos aprecian la «pureza» de los perros del Ártico, como el husky siberiano, y reprueban, en cierta medida, las hibridaciones que ellos mismos producen. Como ya se mencionó, a Hugo le gusta trabajar con el «perro nórdico» porque él es la «esencia», y las demás razas, asegura, fueron «inventadas por el hombre».
¿Pero qué cachorro no fue inventado por el hombre? O ¿no fue inventado junto con el hombre, en la coevolución (Haraway, 2003a, 2008; Menache, 1998)? Haraway, sin duda, se resiste a la idea de que los animales sean meras máquinas y, por ende, desprovistos de una condición moral, y eso vale tanto para el uso de animales en investigaciones de laboratorio y su reproducción controlada (incluidas aquí las tecnologías de clonación), como para las técnicas de adiestramiento canino (sobre las cuales tiene un vasto conocimiento la autora), para la caza y para los adiestramientos de animales en zoológicos.
Consideraciones finales
Al reflexionar sobre la relación entre humanos y perros en los concursos de agilidad canina, Haraway sugiere que «ambos, perro y adiestrador, deben ser capaces de tomar la iniciativa y responder uno a otro con obediencia. La tarea es volverse suficientemente coherente en un mundo incoherente» (2003a, p.62). Si se cambia «perro» por «perros» y «adiestrador» por «musher», la frase no perderá su sentido original. Como los concursos de agilidad, la práctica del mushing, en la coyuntura aquí presentada, es una práctica que moviliza, sino una armonía, un pacto de respeto y respuesta entre humanos y perros para que el mismo trineo suceda, incluso porque un trineo no se desplaza solo. Además, ya lo señaló Haraway (2003a, 2008), en diferentes ocasiones, que los perros cambian no apenas biológicamente, así como los humanos cambian no apenas culturalmente. Lo que puede un perro -y un humano -, en ese sentido, deriva del conjunto de distintos encuentros y prácticas materiales y semióticas entre humanos y no humanos (Cf. Lien & Law, 2011).
En este artículo, busqué reflexionar sobre dos de los principales temas que se me presentaron durante los trabajos de campo. Para los mushers en Tierra del fuego, la instrucción, o la «educación para la atención», entre perros y humanos y entre los mismos perros se deriva, principalmente, de la misma ancestralidad de esos animales. Según ellos, son perros que, genética e instintivamente, sienten inclinación a correr. Hay, todavía, una ambigüedad aquí: ¿cómo manifiestan los perros acciones «ancestrales» y cómo son «escogidos» o «hechos genéticamente»? Esas narrativas parecen combinar naturaleza y cultura de un modo singular. Esos perros son naturaleza y cultura al tiempo, y los mushers aparentan operar con esa ambigüedad discursiva sin percibir, o sin que les importe.
Al mismo tiempo que aprenden en la práctica, entre sí y con los mushers, los perros de trineo ya «nacen» sabiendo tirar un trineo, como si esa competencia fuera natural para ellos. De acuerdo con los discursos y prácticas de los mushers, las habilidades de los perros aparentan ser, a la vez, innatas y adquiridas. Hugo y los otros mushers derivan la capacidad de los perros de tirar un trineo de su genética, de su «naturaleza»; y, sin embargo, privados de trineos, esos perros jamás desarrollarían esa habilidad. Así, propongo, como lo hizo Tim Ingold (2000, p.366 ), que «las capacidades de acción, tanto de humanos como de animales no humanos, no son innatas ni adquiridas, sino propiedades emergentes del sistema total de desarrollo constituido mediante la presencia del agente (humano o no humano) en su ambiente».
Por más que prevalezca la idea de que los perros de trineo son lo que son, hacen lo que hacen y actúan de la forma como actúan (o reaccionan) por cuenta de lo que les es conferido por el humano, parece imperar cierta controversia. Si, por un lado, existe la convicción de los mushers respecto a esa «naturaleza» canina previamente (y humanamente) establecida, por el otro, los perros aman, escogen, son o no son hábiles en la práctica del trineo y, principalmente, hacen a los humanos pensar, por ejemplo, en cuáles perros formarían el mejor equipo. Mushers y perros en Ushuaia se hacen unos a otros diariamente; se moldean a partir de la práctica y del ambiente que comparten. Graciela froehlich, hablando de su contexto de investigación con humanos y ganado de sacrificio en una hacienda de Mato Grosso, en Brasil, afirmó que «trabajar los animales» demanda, al final, que se «trabaje con ellos» (2017, p.419). Creo que lo mismo se aplica para mushers y perros de trineo en Tierra del fuego. En el límite, ¿qué sería de los mushers y los trineos sin el trabajo canino? Y, además, ¿que serían los perros de trineo sin mushers, y sin trineos? Sin duda no serían animales de tiro.