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Memorias: Revista Digital de Historia y Arqueología desde el Caribe

On-line version ISSN 1794-8886

memorias  no.15 Barranquilla July/Dec. 2011

 

Nación, Región y Fragmentación en el Caribe Contemporáneo1

Nation, Region and Fragmentation in the Contemporary Caribbean

Emilio Pantojas García2

1 Ponencia de apertura al Primer Congreso Internacional de Estudios Caribeños, Instituto de Estudios Caribeños de la Universidad Nacional de Colombia, Sede Caribe, San Andrés, Colombia, 4 de octubre de 2010.

2 Universidad de Puerto Rico, Río Piedras emilio.pantojas@upr.edu


Resumen

Históricamente lo nacional se ha privilegiado sobre lo regional en el Caribe y América Latina. Los proyectos de integración del Caribe y América Latina se han fundamentado en visiones regionalistas, tecnocráticas e ideológicas que asumen identidades, congruencias y afinidades que no concuerdan con la realidad de la visión nacionalista de las élites dominantes del continente latinoamericano y el archipiélago caribeño. El Caribe se constituyó como parte integral del primer gran proyecto occidental de globalización y fue el fulcro del surgimiento de los imperios europeos. El Caribe no fue un simple eslabón en las cadenas y circuitos globales de producción, intercambio y valor sino que ha sido parte constitutiva de éstas desde sus inicios. Las élites Caribeñas ven su dominio como parte de esta vinculación al mercado mundial. El proyecto neoliberal de globalización plantea un gran reto para el desarrollo de una identidad caribeña que desemboque en un proyecto político de integración regional.

Palabras claves: nación, región, integración regional, globalización, identidad


Abstract

Historically, the national has taken precedence over the regional perspective in the Caribbean and Latin America. Regional integration projects in the Caribbean and Latin America have been grounded in technocratic and ideological views that assume political and cultural identities, congruencies and affinities that do not correspond with the nationalism of the dominant elites in the Latin American continent and the Caribbean archipelago. The Caribbean was constructed as an integral part of the first major Western project of globalization. The region was the fulcrum for the emergence of European empires. The Caribbean was not a mere link in the global chains and circuits of production exchange and value; it was a key component of these chains and circuits from the beginning of European expansion. The Caribbean elites see their dominance as part of this link to the world market. The Neoliberal globalization project thus poses a great challenge to the development of a Caribbean identity that could result in a political project of regional integration.

Keywords: Nation, region, regional integration, globalization, identity.


He transpuesto los términos región y nación en el título de mi ponencia modificando el orden y sentido de la convocatoria de este congreso para resaltar dos asuntos. Primero la primacía que tiene lo nacional sobre lo regional en el Caribe y América Latina. Segundo, porque la segunda parte del tema de este Primer Congreso Internacional de Estudios Caribeños, "Región y Nación en el Caribe y América Latina: 200 años Después de las Independencias", puede interpretarse como que articula una visión que subordina el Caribe al continente. Ello porque, con excepción de Haití, el Caribe latinoamericano obtuvo su independencia mucho después del continente: República Dominicana en 1844 y Cuba en 1902. El resto de la región logró su independencia a partir de la década de 1960, mientras una gran parte del Caribe insular la constituyen territorios no independientes.3

Cabe puntualizar, no obstante, que será el triunfo definitivo de la revolución haitiana sobre la Francia napoleónica, con la proclamación de la independencia en 1804, la que serviría como detonante y modelo de las revoluciones de independencia de América Latina. Puede decirse que la derrota francesa en Haití, redirigió la mira de Napoleón hacia Europa y que las consecuentes guerras contra España e Inglaterra debilitarían estos imperios y fertilizarían el terreno para el inicio de las revoluciones independentistas en nuestra América.

Así como el Caribe fue la cuna de los imperios europeos y la plataforma para la colonización de América, la revolución haitiana sería también la prueba de que la independencia y el republicanismo eran viables más allá de la América anglosajona. Pero los Jacobinos Negros, como llamó CLR James a los revolucionarios haitianos, serían más que simples inspiradores de la gesta de liberación latinoamericana. El presidente haitiano Alexandre Pétion proveería a Simón Bolívar el apoyo material necesario para las victorias definitivas de las fuerzas libertadoras de América. No obstante, cabe recordar que aunque Bolívar fue ayudado por Pétion en dos ocasiones, "el Libertador" nunca logró el reconocimiento oficial de Hispanoamérica para la República de Haití, reflejando prejuicios raciales y regionales que marcarán las relaciones Caribe—América Latina hasta el presente.4

Otra Observación importante, antes de entrar en el tema que nos ocupa, tiene que ver con la peculiaridad del estado-nacional en América Latina. Desde los años setenta la sociología latinoamericana ha propuesto que el modelo de formación de los estados-nacionales latinoamericanos siguió un patrón distinto al modelo clásico europeo. El modelo de formación del estado-nación moderno propuesto por la sociología clásica (e.g., Max Weber) presenta la secuencia clase, estado y nación en la formación de los estados modernos. Esto es, la burguesía establecería su hegemonía económica y social en las ciudades-estado europeas, sobre esta hegemonía y en alianza con la monarquía se construiría el estado burgués. El estado burgués constituiría el estado nacional mediante la articulación de un proyecto político-económico de unificación de las ciudades-estado y la creación de mercados nacionales protegidos por el estado, como fue el caso de la unificación de reinos en Inglaterra y España.

En el caso de América Latina, argumentaba la sociología latinoamericana, el proceso siguió el patrón estado, nación, clase. En un contexto colonial, donde el estado es el eje de toda actividad económica y social, la toma del estado y la constitución del estado-nacional serían la base a partir de la cual se constituirían las clases dominantes latinoamericanas. Dicho de otro modo, el control del estado terminaría el monopolio comercial de la metrópolis, dando a los criollos el control del mercado doméstico/nacional y ello constituiría la base para la hegemonía política de la clase de terratenientes criollos. Claro que todo esto está montado sobre la base de un proyecto político de nación en el cual se enfrentarán valores culturales, sociales, estéticos y éticos distintos de los de las metrópolis y en el que las masas trabajadoras participarán de manera importante.5

En las colonias modernas, el estado colonial constituirá el punto de partida de la formación de los espacios nacionales. El espacio económico se constituiría en el terreno de conflicto entre élites que tanto dificultará la estabilidad política de nuestras naciones. Los debates entre librecambismo y proteccionismo, federalismo versus centralismo, son expresiones de este conflicto por constituir la hegemonía de las clases emergentes criollas alrededor de las independencias latinoamericanas.

Mientras tanto, en las colonias y las nuevas naciones de Latinoamérica, la sociedad civil tendrá un espacio muy reducido.

Este prolegómeno es necesario para establecer la base estructural de fragmentación regional sobre la que se constituyeron los estados nacionales del Caribe y América Latina. Es importante, además, cuando se trata de explicar la dificultad de establecer organizaciones o instituciones de cooperación regional o cuando se habla de "integración regional".

Caribe, Caribeñidad y Proyectos de Integración en los Siglos XIX y XX

Mucho se habla del Caribe y la caribeñidad en los círculos culturales y académicos de la región, asumiendo una identidad compartida que propone como mito fundacional la experiencia de la "diáspora" africana. La economía de plantación y la esclavitud como régimen de trabajo se constituyen en el fulcro de la construcción de una ontología caribeña. No obstante, la noción de Caribe nos remite a la conquista española del Archipiélago de las Antillas y a los pobladores que la resistieron con mayor tesón, los "indios Caribe". El mar de las antillas se conoció como el mar de los Caribes o el mar Caribe, asociado a lo que puede llamarse "la leyenda de los Caribes".6

Ciertamente, luego de la colonización europea, el archipiélago del Caribe y las costas de los territorios continentales circundantes compartirán una historia marcada por las economías de plantación, la trata de esclavos africanos, la rivalidad comercial y política entre las potencias europeas y el sincretismo sociocultural de las tradiciones de las poblaciones indígenas, los esclavos africanos y los colonos europeos. Estas experiencias compartidas que se evidencian en nuestras afinidades musicales, culinarias y sociolingüísticas, se articulan de formas específicas en cada país o sociedad. Benítez Rojo denomina esas similitudes matizadas por variaciones o adaptaciones locales/nacionales como "diferencias análogas" y comparte con Edouard Glissant la visión de que la caribeñidad "es un rizoma que se desplaza en varias direcciones e imprevistamente".7

Si en lo cultural y lo estético las diferencias análogas producen un complejo regional claramente identificable como caribeño, en lo económico y lo político la heterogeneidad se interpone a la síntesis. Los rasgos históricos compartidos que producen un ethos o carácter cultural caribeño distintivo, no se transponen a la política y a la economía regional. En el discurso político y económico, el Caribe y la caribeñidad no aluden a un conjunto económico ni político integrado.

En lo político, el Caribe está compuesto, por ejemplo, por países independientes, provincias o territorios no independientes ligados a países metropolitanos, regiones de países independientes, así como por gobiernos organizados en una diversidad de maneras; repúblicas, gobiernos parlamentarios y gobiernos autoritarios.

En lo económico, el Caribe cuenta con países productores de petróleo, economías con grandes sectores agrícolas, economías en vías de industrialización y otras centradas en los servicios, especialmente financieros y turísticos.

Se habla, además, de un Caribe angloparlante, otro francés, otro holandés y otro hispano o latinoamericano. Ello, a pesar del hecho que en muchos de estos países los idiomas más hablados no son los de su identidad formal sino varias versiones de creole que van desde el creole anglo-francés (Santa Lucía y Dominica), al creole basado en el francés (Haití, Martinica, Guadalupe), al papiamento (basado en el portugués y el castellano). A éstos se añaden los pidgins del Caribe angloparlante (Barbados, Jamaica), el palenquero de Colombia y el naciente creole del siglo veintiuno, el "spanglish" hablado en Puerto Rico, República Dominicana y Estados Unidos.

Si bien a nivel de la cultura popular experimentamos una afinidad "identitaria regional, podemos decir, concurriendo con Gordon K. Lewis, uno de los fundadores de los estudios del Caribe, que la construcción del Caribe y lo caribeño como identidad política-económica ha sido forjada por visiones externas a la región.8

Desde la segunda mitad del siglo diecinueve se han planteado diversos proyectos de integración del Caribe. La primera alusión a una federación de las Indias Occidentales se registra en 1860, como parte del discurso metropolitano sobre la eficiencia administrativa y la organización constitucional de las colonias británicas. Este discurso incluiría eventualmente tanto a funcionarios coloniales británicos como caribeños.9 Para esa misma década, en 1867, los independentistas del Caribe hispano proponían una "Confederación Antillana" entre Cuba, Puerto Rico y República Dominicana. La propuesta hispana de "Confederación" evolucionó para incluir a Haití y Jamaica en una federación de las antillas mayores. En 1882 se propondría incluir también a las posesiones británicas del Caribe en un intento para frenar las intenciones norteamericanas de anexarse territorios caribeños. A finales del siglo diecinueve y principios del veinte, la agresiva política norteamericana hacia el Caribe que culminó con las invasiones de Cuba y Puerto Rico en 1898 y las de Haití y República Dominicana en 1915 y 1916, terminarán con las aspiraciones del proyecto de "Confederación Antillana".10

Luego de la segunda guerra mundial se reactivará en el Caribe británico el proyecto para una Federación de las Indias Occidentales (West Indian Federation). Para Lewis, este proyecto traza sus orígenes a las iniciativas de la Comisión Angloamericana del Caribe. Esta Comisión fue creada en 1942 para coordinar la política regional de las metrópolis durante la segunda guerra mundial. En 1946 la Comisión Angloamericana se convirtió en la Comisión del Caribe para incluir a Francia y Holanda. La Comisión, argumenta Lewis, sirvió para forjar una visión regional de los problemas político-económicos del Caribe insular y para entrenar un grupo de cuadros caribeños que más adelante servirían como líderes de los gobiernos independientes y coloniales de la región. La percepción del proyecto de Federación como un instrumento de control metropolitano fue uno de los factores que llevó al eventual fracaso de éste según Lewis.11

Pero los elementos que conspiraban contra la constitución de la Federación de las Indias Occidentales entre 1958 y 1962 no eran puramente externos. En un corto y poco conocido libro publicado por la prensa del periódico Barbados Advocate bajo el título La agonía de los ocho (The Agony of the Eight), Arthur Lewis (posteriormente laureado como premio Nobel de economía) relata la desconfianza y rivalidad política que existía entre los líderes federalistas caribeños.12 La incapacidad de estos líderes para ponerse de acuerdo, anteponiendo intereses locales/nacionales, partidistas y personales a consideraciones regionales, sumado a la apatía popular a la idea de la federación, impidieron que ésta se constituyera en el vehículo para la independencia de las Indias Occidentales de Gran Bretaña. Los países "grandes," Jamaica, Trinidad y Barbados negociarían su independencia por separado, mientras que los pequeños permanecerían como colonias británicas hasta los años setenta.

En su estudio sobre la integración de los microestados del Caribe Oriental, Patsy Lewis argumenta que el fracaso de la Federación se debió en gran medida a la incapacidad de reconciliar los intereses nacionales de desarrollo económico de sus miembros con los intereses regionales. La falta de un plan de desarrollo económico regional bajo la Federación reflejó este vacío y llevó al colapso de las conversaciones sobre la unidad política. En otras palabras, el nacionalismo prevaleció sobre el regionalismo en la batalla por la identidad regional, manteniendo la fragmentación del Caribe británico. A la hora de la independencia cada isla, o más bien cada líder, articularía un proyecto económico distinto; Trinidad moviéndose hacia la industrialización utilizando su base petrolera, Jamaica dirigiéndose hacia la industrialización basada en su exceso de mano de obra y los microestados manteniendo su base agroexportadora. A estas divisiones se le añadieron también diferencias sobre la administración y financiamiento del gobierno federal.13

A pesar del fracaso de la Federación de las Indias Occidentales, las estructuras para la cooperación e integración económica avanzaron más en el Caribe angloparlante que en América Latina. Ello, a pesar de que la Asociación de Libre Comercio del Caribe (CARIFTA), creada en 1968, y su sucesor el Mercado Común del Caribe (CARICOM), creado en 1973, fueron posteriores a la creación del Mercado Común Centroamericano y a la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio, que datan de 1960.14 En 2001 CARICOM inició negociaciones para convertirse en un mercado único y en enero de 2006 sus líderes firmaron el acuerdo para implantar el mercado y economía únicos no más tarde de 2008.15 Sobre esto volveremos adelante.

Nación, Región y Fragmentación: El Caribe que Nunca ha Sido

La noción contemporánea del Caribe como una región histórico-geográfica destinada a la integración está anclada en dos visiones sobre la región que parecen antagónicas pero que, en realidad, son epistemológicamente complementarias. La primera se asienta sobre el Caribe de plantación. Esta visión de una "isla que se repite" basada en el complejo de la plantación ha prevalecido en los círculos intelectuales de la región, especialmente la "itelligentsia" anti-colonialista. Uno de los principales exponentes de esta visión fue C.L.R. James quien en el epílogo de su libro The Black Jacobins, titulado "De Toussaint L'Ouverture a Fidel Castro", la articula de la siguiente manera:

La historia de las Indias Occidentales está regida por dos factores, la plantación azucarera y la esclavitud negra. El hecho de que la mayoría de la población de Cuba nunca fuera esclava no afecta la identidad social subyacente. Donde quiera que existiera la plantación de azúcar y la esclavitud, éstas impusieron un patrón. Es un patrón original, no europeo, no africano, tampoco parte del continente americano, ni nativo [del Caribe] en sentido alguno sino Caribeño [West Indian], sui generis, sin paralelo en ninguna otra parte.16

Para James, y para un grupo importante de especialistas y formuladores de política del Caribe, este imaginario del "Caribe de plantación" provee el sustrato de la "caribeñidad". Este imaginario constituiría la base de la creación de una identidad y una nación/región caribeña. Así, al analizar la significación de la revolución cubana para el Caribe, James afirma el potencial para la unidad regional diciendo:

La revolución de Castro es del siglo veinte tanto como la de Toussaint es del siglo dieciocho. Pero a pesar de su distancia de más de un siglo y medio, ambas son caribeñas (West Indian). La gente que hizo ambas revoluciones, los problemas y los intentos de resolverlos son peculiarmente caribeñas (West Indian), producto de un origen peculiar y de una historia peculiar. Los caribeños (West Indians) tomaron conciencia de sí como pueblo en la revolución Haitiana. Cualquiera sea su destino final, la revolución cubana marca la etapa máxima [ultimate] de la búsqueda caribeña de una identidad nacional. En una serie de islas dispersas y diversas el proceso consiste en una serie de periodos descoordinados de inercia [drift] marcados por erupciones, saltos y catástrofes. Pero el movimiento inherente es claro y fuerte.17

James escribe en 1963 en medio del proceso de independencia de su natal Trinidad y Tobago y de Jamaica, y del ascenso de los movimientos del poder negro y el panafricanismo en la región. Para él, Toussaint L'Ouverture y Fidel Castro son la expresión de las aspiraciones de un pueblo caribeño que, habiendo compartido las experiencias de la plantación y el colonialismo, se mueven inexorablemente hacia la creación de una identidad nacional y una unidad caribeña.

La segunda fuente de la noción del Caribe como una región dónde la integración es viable se encuentra en la geopolítica y la subdisciplina de la planificación regional. La geopolítica de la postguerra dividió el mundo en regiones y bloques que reflejaban esferas de influencias. El bloque socialista de Europa oriental y la alianza entre Estados Unidos y Europa conocida como la alianza del Atlántico Norte son los ejemplos principales de esta geopolítica. La visión política de bloques y esferas de influencia encontró su expresión tecnocrática y se institucionalizó con la creación de la Asociación de Ciencias Regionales (Regional Science Association) en 1954.18 El nuevo imaginario de la "ciencias regionales" definía las regiones a partir de proximidad geográfica, similitudes demográficas, así como lazos y congruencias económicas, políticas e institucionales. Una vez delineada la región a partir de estas correspondencias se asumen afinidades históricas, culturales y axiológicas. Así las heterogéneas Africa, Asia y América Latina se constituyeron como regiones. Dentro de estas regiones se construyeron a su vez, subregiones como el Caribe, Centroamérica y la región andina.

Estas construcciones tecnocráticas de regiones y subregiones dieron paso a la constitución de una serie de mecanismos regionales de cooperación que nunca despegaron, como la ya mencionada Asociación de Libre Comercio del Caribe, el Mercado Común Centroamericano y el Pacto Andino.

Pero la "caribeñidad", tanto la descrita por James como la de los tecnócratas regionalistas, nunca se concretó en un proyecto regional en gran medida porque la realidad compartida de los pueblos del Caribe nunca se convirtió en un proyecto político ni de las clases dominantes ni de las clases trabajadoras. Como vimos al discutir el proyecto de Federación de las Indias Occidentales, los intereses políticos nacionales y personales de las élites prevalecieron sobre la visión regional, lo que a su vez llevó a la desafección de las masas de una visión regional. La cuestión nacional de los pequeños estados, prevaleció sobre la cuestión regional.

Identidad Regional e Integración en el Siglo Veintiuno

La realidad de hoy es probablemente más compleja. La economía de plantación ha desaparecido; se ha transitado de la plantación al resort. Esto es, de plantaciones azucareras y haciendas de café, cacao y banano, a plataformas de ensamblaje y exportación de manufacturas, a centros de entretenimiento turístico y servicios internacionales.19 El fragmentado Caribe, salvo por las grandes excepciones de Haití y Cuba, sigue plenamente integrado a la economía mundial y desintegrado de sus vecinos.

La implantación de un proyecto de reestructuración económica neoliberal para el hemisferio americano en el siglo veintiuno crea nuevos interrogantes y retos para la constitución de una identidad regional y la articulación de proyectos de cooperación e integración económico-política. A partir de la implantación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) de 1994 y el establecimiento de la Organización Mundial de Comercio (OMC) en 1995, el proyecto neoliberal de globalización propone una serie de transformaciones jurídico-políticas, institucionales, tecnológicas y económicas diseñadas para viabilizar una mayor movilidad transnacional de los factores de producción, particularmente el capital y la tecnología. Basándose en los principios neoliberales sobre: (1) la centralidad de las empresas privadas y las fuerzas del libre mercado para la economía, (2) la necesidad de reducir el tamaño y capacidad de intervención del estado y (3) la limitación de la soberanía nacional, se adelanta un proceso de desreglamentación nacional y re-reglamentación transnacional de la actividad económica y los entes corporativos ligados a la economía global. Las organizaciones internacionales, tratados y acuerdos de libre comercio que dan forma a este nuevo orden "global" actúan para implantar un marco económico, jurídico y político supranacional que garantice la libertad de movimiento y acción de las corporaciones transnacionales en detrimento del poder de los estados y la soberanía nacional.20

En este contexto de reestructuración económica global, la integración económica del Caribe se articula como un paso intermedio hacia la liberalización comercial y eventual integración a un área de libre comercio hemisférica, no como un proyecto autónomo de integración regional. La creación de la Asociación de Estados del Caribe (AEC) en 1994 y la creación del mercado único de CARICOM en 2006 son ejemplos de maniobras defensivas de los gobiernos de la región con el fin de formar bloques para resistir y negociar ante la fuerza incontenible del proyecto neoliberal.

En el documento El Caribe: cumbres, creación de identidad e integración, de marzo de 2000, Miguel Ceara Hatton señalaba que en la AEC se combinan cuatro grupos de países: Centroamérica, CARICOM, el Grupo de los Tres (Colombia, Venezuela y México) y los no agrupados (Cuba, República Dominicana y Panamá). A pesar de que hubo progreso en algunas áreas de cooperación, estos grupos no lograron forjar un proyecto político-económico de integración del Gran Caribe. En tanto que no se logró armonizar intereses y superar desconfianzas, la AEC se convirtió en un foro inefectivo para la implantación de proyectos significativos de cooperación regional. La competencia entre bloques y la ganancia particular superó la capacidad y la voluntad de acomodo entre los bloques y países individuales.

En el caso de CARICOM, dos asuntos demuestran la fragmentación que debilita su proyecto de integración: el libre movimiento de ciudadanos entre los estados miembros de la comunidad y la participación de los países menos desarrollados dentro de la iniciativa venezolana Petro Caribe. Estos dos temas, precisamente, dominarían la cumbre de CARICOM en 2009.

Desde que se firmó el acuerdo de mercado único en 2006, debió iniciarse la implantación del libre movimiento no sólo de bienes y servicios sino de personas dentro de CARICOM. No obstante, se han registrado numerosas quejas sobre restricciones al movimiento de bienes y servicios, así como al libre movimiento de personas, en violación flagrante del acuerdo. Aunque la disposición sobre libre movimiento de ciudadanos limita éste a profesionales, artistas y trabajadores diestros, varios países han sido acusados de hostigar y discriminar contra inmigrantes de países signatarios. La situación ha llegado a su extremo en Barbados, donde el primer ministro propuso una medida de "amnistía" a trabajadores indocumentados que "de facto" tendría el efecto punitivo de deportar a un número importante de ciudadanos de CARICOM establecidos en ese país, empleados y con familia.21

El otro gran tema que dominó las discusiones de la cumbre de CARICOM en 2009 fue la participación de varios de sus miembros más pobres (Guyana, San Vicente, Dominica) en Petro Caribe y su posible integración por esta vía a la propuesta de Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA). Desde la creación de Petro Caribe en 2005, la participación de países miembros de CARICOM en este acuerdo antagoniza a varios estados miembros, Barbados y Trinidad y Tobago en particular. Se percibe la participación en Petro Caribe y potencialmente en el ALBA como contraria a las aspiraciones de los países más desarrollados de CARICOM de completar un tratado de libre comercio con el bloque de América del Norte (TLCAN)22.

Esta división dentro de CARICOM entre países más y menos desarrollados y la incapacidad o negativa a ceder o buscar acomodos que promuevan la unión, ejemplifica uno de los grandes obstáculos a la realización de cualquier proyecto de integración.

Conclusiones

De este análisis derivo cinco grandes conclusiones:

I. Proponiendo una versión revisionista de la historia, puede afirmarse que el Caribe se constituyó como parte integral del primer gran proyecto de globalización y fue la matriz que dio a luz los imperios europeos.23 El fulcro del surgimiento de la Europa imperial fue precisamente la acumulación de capital generada por las plantaciones del Caribe y el oro y la plata de las Américas sustraído por los puertos de esta región. El Caribe no se integró como un simple eslabón a las cadenas y circuitos globales de producción, intercambio y valor sino que ha sido parte constitutiva de éstas desde sus inicios.

II. A pesar del optimismo de C.L.R. James, la revolución cubana y la haitiana no se conjugaron para culminar un proyecto de caribeñidad. Por el contrario, experimentaron una hostilidad tan intensa por parte de los gobiernos y las clases dominantes de las metrópolis, así como de las clases propietarias del caribe, que resultaron en el aislamiento y empobrecimiento de ambas naciones. Los haitianos fueron desvinculados del mercado internacional del azúcar y optaron por la pequeña producción para la subsistencia. Los cubanos se salieron de la esfera económica norteamericana y reorganizaron su economía y su sociedad sobre la base de la provisión de necesidades básicas por el estado. Aunque se mantuvieron produciendo azúcar para el mercado internacional, esta actividad se veía como un paso en la transición hacia una sociedad igualitaria, auto sustentable y semi autárquica. La ruptura de estas economías con sus metrópolis tuvo costos económicos y políticos importantes. Ambas se convirtieron en un "mal ejemplo" y fueron sometidas a presiones y acciones políticas hostiles y al aislamiento económico con el fin de demostrar la no viabilidad de cualquier régimen que se desvincule de los circuitos metropolitanos. Para las élites dominantes y las clases medias de la región, Haití y Cuba son ejemplo del alto costo que puede tener para ellas construir una identidad y una institucionalidad caribeña autónoma.

III. El tránsito de la plantación al "resort", de la agricultura y la agroindustria a la postindustrialización periférica, ha consolidado los vínculos de las clases empresariales y políticas del Caribe con las empresas transnacionales profundizando las divisiones y la competencia económica intrarregional. A pesar de los intentos de cooperación e integración económica mediante la creación de instituciones y acuerdos regionales, en el siglo veintiuno la región sigue siendo un eslabón en la cadena global de producción y poder que se inicia y culmina en las economías avanzadas.

IV. Aunque las contradicciones de la globalización neoliberal han promovido la creación de bloques comerciales dentro de la región, éstas no han seguido lineamientos regionales sino histórico-culturales y políticos. La integración de República Dominicana al mercado centroamericano ha sido más exitosa que a CARICOM. Venezuela se integra con Cuba, Bolivia y Nicaragua, mientras CARICOM no logra consolidar la integración del Caribe angloparlante en un mercado y economía únicos. Integrados pero fragmentados, ese parece ser el destino del Caribe: integrados por la cultura popular, fragmentados por los intereses nacionales-insulares.

V. Nuestras clases dirigentes, la clase empresarial y las élites políticas asocian sus intereses a la vinculación con los circuitos transnacionales, aunque sea de forma subordinada. Su consigna parece ser que "es mejor ser rabo de león que cabeza de ratón". No hay vocación caribeñista entre nuestras élites y clases dirigentes. Tampoco parece haber vocación hegemónica, esto es capacidad de asumir liderato para alcanzar una meta estratégica común. Más bien nuestras élites se han caracterizado por visiones inmediatistas basadas en intereses clasistas y localistas presentados como intereses nacionales. Esta reflexión sugiere que en el siglo veintiuno estamos más distantes de desarrollar una identidad caribeña que desemboque en un proyecto político de integración regional que en los dos siglos anteriores.24 Estamos unidos culturalmente y reconocemos mutuamente nuestra caribeñidad. Compartimos unas experiencias, unas vivencias y unas visiones forjadas por nuestra historia y nuestra cultura que nos empujan a querer la unidad. Nuestras religiones animistas, nuestras comidas enraizadas en la dieta del esclavo (los sancochos que lo mezclan todo; los productos del coco—leche, aceite, dulces—las partes descartadas del cerdo, patas, costillas, intestinos, rabo), nuestras músicas y bailes y nuestras narrativas, tienen una raíz común que las identifica y las hace afines dentro de sus diferencias y especificidades. Existe, pues, una mística, un ethos caribeño que carece de un proyecto político-económico de caribeñidad. La Caribeñidad en el siglo veintiuno, como los nacionalismos europeos, parece que se quedará al nivel del folklore, mientras que a nivel de las instituciones del estado se refragmenta, realineándose de acuerdo con los circuitos metropolitanos de poder e influencia.


3 En 1962 se independizaron Jamaica y TrinidadTobago; Barbados y Guyana, 1966; Surinam, 1975.

4 Se dice que la bandera venezolana fue diseñada cerca de la ciudad haitiana Jacmel y que Francisco de Miranda la izó el 12 de marzo de 1812 a bordo de la embarcación Leander en la Bahía de Jacmel. The Louverture Project, <http://thelouvertureproject.org/index.php?title=Bolivar> (consultado 25/9/2010).

5 Tradicionalmente la nación se define como un grupo humano que comparte un territorio, lenguaje, tradiciones, historia y visión del mundo o cultura. El elemento fundamental para que una nación constituya un estado nacional es la articulación de un proyecto político-económico que aspira al control de un mercado que se constituirá en doméstico o nacional. De ahí que los estados modernos estén vinculados al surgimiento del mercantilismo y el interés de protección del "mercado nacional".

6 Cf. Meter Hulme y Neil L. Whitehead. Wild Majesty: encounters with Caribs from Columbus to the Present Day. New York, Oxford University Press, pp. 1-4.

7 Benítez-Rojo, Antonio. "Significación y ritmo en la estética caribeña." En Primer Simposio de Caribe 2000: re-definiciones: Espacio — global/nacional/ cultural/personal— caribeño. Lowell Fiet y Janette Becerra, editores, Facultad de Humanidades, Universidad de Puerto Rico, Río Piedras, 1997, pp. 11-12, 23.

8 Gordon K. Lewis. The Growth of the Modern West Indies. New York, Monthly Review, 1968, p. 350.

9 Ibídem. p. 343.

10 Este era un proyecto de una minoría dentro de las élites independentistas de la región, siendo sus líderes, Ramón Emeterio Betances en Puerto Rico, José Martí en Cuba y Gregorio Luperón en República Dominicana. Carlos M. Rama. La independencia de las antillas y Ramón Emeterio Betances. San Juan, Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1980, pp. 4,18-19, 68-74.

11 G. K. Lewis, Op. Cit., pp. 350-351; Charles W. Taussig. "The Four-Power Program in the Caribbean," Foreign Affairs, Julio de 1946. Eric Williams, My Relations with the Caribbean Commission, 1943-1955, Port of Spain, Trinidad, 1955.

12 Arthur Lewis, (Sir). The Agony of the Eight. Barbados, WI, Advocate Commercial Printery, s.f., 39 p. Los protagonistas principales del conflicto eran Norman Manley de Jamaica y Eric Williams de Trinidad. Otro "hombre fuerte" que veía la integración con desconfianza era Vere Bird de Antigua.

13 Patsy Lewis, Surviving Small Size; Regional Integration in the Caribbean Ministates. Mona, Jamaica, UWI Press, 2002, pp. 12-14.

14 Celso Furtado. La economía latinoamericana desde la conquista ibérica hasta la revolución cubana. México, Siglo Veintiuno, pp., 1973, 230, 236. Wendel A. Samuel. "Caribbean Economic Integration." En Caribbean Economic Development: The First Generation. Stanley Lalta y Marie Freckleton, editors, Kingston, Ian Randle Publishers, 1993, p. 159.

15 "CARICOM Single Market (CSM) Ratified!" Jamaica Gleaner. January 31, 2006. <http://www.jamaica-gleaner.com/gleaner/20060131/lead/lead1.html> (consultado 11/03/2007). CARICOM. Communiqué Issued at the Conclusion of the Twenty-Second Meeting of the Conference of Heads of Government of the Caribbean Community, Nassau, The Bahamas, 3-6 July 2006. <http://www.caricom.org/jsp/communications/co mmuniques/22hgc_2001_communique.jsp> (consultado 24/08/2010)

16 CLR James. The Black Jacobins: Toussaint L'Ouverture and the San Domingo Revolution. New York, Vintage Books, 1989, segunda edición (primera edición 1963), pp. 391-92. Traducción de Emilio Pantojas García.

17 Ibídem. p. 391.

18 Walter Isard et al. Methods of Intraregional and Regional Analysis. London and Vermont, Ashgate Publishing, 1998.

19 Emilio Pantojas García. "De la plantación al 'resort': El Caribe en la era de la globalización." Revista de Ciencias Sociales (Universidad de Puerto Rico), Núm. 15, diciembre de 2006, pp. 82-99.

20 Cf. Emilio Pantojas García. "Liberalización comercial y postindustrialización periférica: el Caribe en el nuevo orden global." En El Caribe en la Era de la Globalización. Gerardo González Núñez y Emilio Pantojas García, editores, San Juan, Publicaciones Puertorriqueñas, Centro de Investigaciones Sociales, 2002.

21 La cumbre de dedicaría un día entero a la discusión del tema de deportaciones. Bert Wilkinson, "Caribbean Deportation Row Takes Centre-Stage at CARICOM", Inter Press Service (IPS), June 30, 2009. http://ipsnews.net/print.asp7idnews=47469 (26 de septiembre de 2010); Patrick Foster, "PM Laments Barriers to Free Movement of CARICOM National", Jamaican Observer, June 11, 2009. http://www.jamaicalabourparty.com/base/prin/1031 (26 de septiembre de 2010); "An Open Letter to the Prime Ministers of CARICOM," David A. Commisiong, The Coalition for Humane Amnesty. http://www.normangirvan.info/wp-content/uploads/2009/05/an-open-letter-to-the-primeministers-of-caricom.pdf (consultado 26/08/2010). Un resumen del artículo 45 del tratado de Chaguaramas donde se estipulan los mecanismos y parámetros para regular el movimiento de ciudadanos de países de CARICOM puede verse en: CARICOM Secretariíta, "Free Movement in the CARICOM Single Market Economy (CSME), 2009. http://www.caricom.org/jsp/single_market/skill.jsp?menu=csme&prnf=1 (consultado 26/08/2010).

22 Bert Wilkinson, "Caribbean Deportation Row Takes Centre-Stage at CARICOM", Inter Press Service (IPS), June 30, 2009. http://ipsnews.net/print.asp?idnews=47469 (consultado 26/08/2010).

23 Coincido en este punto con Benítez Rojo, Op. Cit. Cf. Pantojas García, "Liberalización comercial", Op. Cit., y "De la plantación al 'resort'", Op. Cit.

24 Un proyecto político implica una visión que articula una serie de propuestas sociales, económicas y políticas que expresan los intereses, aspiraciones y preferencias de una de una coalición sociopolítica que pretende liderar o gobernar una sociedad, país o región. A su vez, una coalición sociopolítica es una fuerza social heterogénea que se aglutina en torno a un proyecto político. Una coalición sociopolítica integra grupos diversos en torno a un proyecto político que articula objetivos y aspiraciones convergentes o percibidas como convergentes. Esto implica que dentro de toda coalición sociopolítica existen diferencias, contradicciones y convergencias que se resuelven logrando acomodos en los que se priorizan o jerarquizan los intereses divergentes y convergentes. En una coalición no todos sus integrantes quieren lo mismo y no todos obtienes lo mismo. No obstante, todos obtienen algo. El éxito de un proyecto político radica precisamente en articular de manera privilegiada intereses convergentes, a la vez que articula de forma jerarquizada y estratificada intereses divergentes proveyendo mecanismos de acomodo ante los conflictos. La capacidad de estar de acuerdo a estar en desacuerdo es fundamental para la formación de coaliciones en torno a un proyecto político.


Referencias

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