Los últimos tiempos y lo que hemos vivido en la pandemia por COVID-19, nos ha permitido darnos cuenta y con total certeza que todos los seres vivos estamos íntimamente conectados, entre sí y con el planeta. Un virus que hizo el salto a la especie humana, y que hoy aún no se sabe con precisión el origen. En cuestión de meses puso en jaque el estatus mundial, demostrando lo íntimamente conectados que estamos. Esta pandemia puso de manifiesto lo importante del concepto de “un mundo, una Salud” (en inglés, One health), concepto que se empieza a estructurar desde finales de los años noventa, mediante el cual se articula la salud humana y la sanidad animal (domésticos y silvestres), como elementos interdependientes y que interactúan íntimamente con los ecosistemas en los que habitan.
Esta interacción entre esas posibles fuentes de virus, bacterias, parásitos, entre otros, de animales silvestres, con los humanos que se introducen con diferentes fines en esos ambientes en que dichos animales coexisten ha aumentado en los últimos años por distintos factores, uno de ellos, el crecimiento de la población mundial, que trae consigo nuevos retos como producir más alimentos para su sustento, mientras se amplía la frontera agrícola y se ocupan nuevas áreas que reducen cada vez más los territorios para la fauna silvestre por causa de la deforestación, la cual genera la pérdida de hábitats de diversas especies silvestres que se ven obligadas a buscar nichos ecológicos cerca de los humanos.
El relacionamiento estrecho entre estas especies con los humanos y los animales domésticos, aumenta la probabilidad de que enfermedades infecciosas y parasitarias puedan pasar de animales silvestres a domésticos o dar el salto de especie hasta los humanos generando zoonosis. Con respecto a las zoonosis, desde hace tiempo se sabe que un 60% de las enfermedades humanas infecciosas conocidas son de origen animal (animales domésticos o silvestres), al igual que un 75% de las enfermedades humanas emergentes, lo que muestra como la actual pandemia no es un fenómeno aislado y que es probable que este tipo de eventos vuelvan a ocurrir en el futuro.
Otro fenómeno, resultado de la sobrepoblación humana y su efecto de la ampliación de la frontera agrícola es el calentamiento global, conllevando a cambios de las condiciones agroecológicas y biogeográficas que causan la migración de personas y animales a otros ambientes con cambios ecoepidemiológicos que facilitan el paso de las enfermedades de los animales a los humanos.
Ahora bien, otro factor condicionante de la pandemia por SARS-CoV-2, ha sido la gran movilidad de personas, animales y productos como nunca antes visto en la historia del planeta. Como resultado del aumento de los viajes internacionales en las últimas décadas, las enfermedades y vectores de transmisión se pueden dispersar rápidamente a través de las fronteras a nivel mundial. En un mundo cada vez más interconectado e interdependiente, hace que el brote de una enfermedad infecciosa en un país se convierta en una situación de emergencia sanitaria mundial. Evidencia de que ya no somos poblaciones aisladas, sino, como se menciona en ocasiones, somos: “Una Aldea Global”, actuando esto como una sinergia en la potencial transmisión de zoonosis como se mencionó antes.
Lo anterior marca la importancia de abordar estas problemáticas bajo la estrategia de “Una Sola Salud”, uniendo las visiones de todas las profesiones y quehaceres del ser humano, pues debemos entender que no somos entes aislados y separados los unos de los otros y de los demás seres vivos y su entorno, de aquí que, los médicos veterinarios y zootecnistas, médicos, agrónomos, ecólogos, biólogos, sociólogos, etcétera, tenemos mucho que aportar al momento de afrontar una situación similar a la COVID-19. Es imperativo incorporar esta visión en la formación de las múltiples disciplinas y profesiones, además de hacer evidente y comprensible para todos, como sugiere el antiguo proverbio chino que dice: “El leve aleteo de las alas de una mariposa se puede sentir al otro lado del mundo”.