Introducción
El artículo emerge del proceso investigativo denominado “Reconfigurando el Trabajo Social de Grupo en América Latina y el Caribe”1; el cual, surge como propuesta del Nodo Internacional de Trabajo Social de Grupo, que nace del Nodo regional, perteneciente a la Red de Metodologías de Intervención en Trabajo Social (RED MITRAS), del Consejo Nacional para la Educación en Trabajo Social (CONETS)2. Y, que fue avalado por convocatoria interna de investigación en la Fundación Universitaria Monserrate-Unimonserrate, a través de los docentes Adela Bustos Riaño y Miguel Rodríguez Suárez, quienes hacen parte del grupo de investigación denominado Proyección Social de Trabajo Social. Se contó con la participación de diferentes unidades académicas de orden nacional e internacional, lo que contribuyó a construir diversos aportes a partir del diálogo de saberes, por medio de encuentros virtuales y presenciales; y a través de la revisión documental.
El estudio de los libros escritos por trabajadores sociales de América Latina y el Caribe, se hizo a partir de “una serie de métodos y técnicas de búsqueda, procesamiento y almacenamiento de la información contenida en los documentos, en primera instancia, y la presentación sistemática, coherente y suficientemente argumentada de nueva información en un documento científico, en segunda instancia” (Tancara, 1993, p. 94). Lo anterior da respuesta a lo que plantea la investigación documental, desde un paradigma histórico-hermenéutico, el cual, sostiene que, “las ciencias hermenéuticas [...] aprenden las interpretaciones de la realidad con vistas a la intersubjetividad” (Habermas, citado por Ochoa, 2008, p. 4).
La recuperación de los planteamientos evidenciados a través del proceso investigativo permitió, identificar perspectivas en la concepción del Trabajo Social de Grupo, desde posturas clásicas como la que plantea Konopka (1963), quien lo concibe, como un “método de trabajo social que ayuda a los individuos por medio de experiencias intencionadas en equipo, a mejorar su funcionamiento social y a enfrentarse de una manera más efectiva con sus problemas personales, de grupo o de comunidad” (p. 51). Lo cual permitió analizar que esta concepción, tiene influencias teórico-conceptuales vinculadas al funcionalismo, el cual es definido por Díaz (s.f.) quien se basa en los planteamientos de Emilio Durkheim y menciona que este consiste en que “La sociedad se encuentra regulada por normas que determinan la conducta en un sistema determinado. Define roles, funciones y normas determinadas por el sistema mismo. Función de integración, equilibro, mantenimiento del sistema”3, y en relación con el paradigma empírico-analítico desde los postulados de Habermas en conocimiento e interés; lo que contrasta, con algunas propuestas modernas, encaminadas a lo asociativo desde relaciones horizontales, como lo planteado por Kisnerman, (1984), que desde el construccionismo social el cual se podría vincular al paradigma comprensivo-interpretativo, concibe que,
Todo Trabajo Social con grupos, es una propuesta de trabajar juntos en una situación de encuentro-reencuentro, cara a cara, aquí y ahora para lograr una mayor comprensión de los procesos grupales y capacitarnos para operar en ellos. Es también una invitación a pensar, actuar y sentir en compañía de otros. (p. 11)
Lo planteado hasta el momento, ha generado, desde ya hace un tiempo, un debate en América Latina y el Caribe en relación con el lugar del Trabajo Social, en un principio desde dos posturas de mayor visibilidad, a partir de las influencias de las corrientes de pensamiento. Por un lado, quienes se mantienen en la comprensión de la profesión y la formación a partir de lo que algunos denominan postura clásica, influenciada mayoritariamente por lo empírico-analítico desde teorías tales como: el conductismo, el estructuralismo, el estructural-funcionalismo, la teoría general de sistemas, el psicoanálisis, entre otras. Y por otro, desde el materialismo dialéctico y la teoría de la acción comunicativa con una concepción ontológica4 de la realidad, desde una perspectiva más crítico-social.
Teniendo en cuenta esta tensión presentada desde el trabajo social en general, el trabajo social de grupo no es ajeno a ello, debido a la diversificación con relación a su concepción (en algunos países de América Latina y el Caribe es considerado como método, en otros llega a ser considerado una disciplina, y en otros, no se considera un ámbito de estudio), así, como las atribuciones desde diferentes dimensiones (histórica, teórica-conceptual y metodológica). A partir de estas inquietudes, se planteó el proceso investigativo, en el que se estableció como objetivo general, “comprender las perspectivas históricas, los paradigmas epistemológicos, los referentes teóricos y las propuestas metodológicas que fundamentan el Trabajo Social de Grupo en América Latina y el Caribe” (Bustos, et al., 2019, p. 33). Es por lo planteado con anterioridad, que surge el interés de profundizar en la reflexión disciplinar, con la finalidad de poner en tensión la comprensión del trabajo social de grupo, a través de la pregunta en torno al objeto de estudio y que se vincula con el objetivo general: ¿Cuáles son los momentos históricos, los paradigmas epistemológicos, los referentes teóricos y las propuestas metodológicas que fundamentan el trabajo social de grupo en América Latina y el Caribe? A través, de un estudio de nivel exploratorio, por medio de revisión documental, teniendo presente el contexto histórico y las influencias de las corrientes de pensamiento en los planteamientos de cada autor. La investigación se desarrolló en tres momentos: análisis de la situación para la reflexión disciplinar y el planteamiento del anteproyecto; el establecimiento de los instrumentos de recolección y el trabajo de campo; y, el análisis e interpretación de resultados e informe final del proceso.
Como nivel de incidencia social de la investigación, se considera, que los resultados obtenidos, permiten trazar una línea de acción que contribuye a cualificar los procesos de la profesión desde las tres funciones sustantivas: docencia, investigación y proyección social5, encaminadas a diferentes frentes, entre los que se encuentran: el fortalecimiento de los planes de estudio con relación al trabajo social de grupo, a procesos de movilidad docente y estudiantil, a fomentar otras investigaciones disciplinares, entre otros.
Uno de los resultados de mayor relevancia del proceso investigativo, se encuentra en el fuerte anclaje de pensamientos norteamericanos y europeos, tanto en los referentes bibliográficos de los programas de estudio, como en la influencia que tiene en los autores, trabajadores sociales de América Latina y el Caribe, que han publicado libros en torno al trabajo social de grupo. Este pensamiento, proveniente de Occidente, se encuentra permeado principalmente por el paradigma empírico-analítico, con influencia de las teorías que allí se circunscriben; de las cuales, la mayoría son provenientes de vertientes de la psicología en correspondencia con las corrientes de pensamiento que allí predominan (conductismo, psicoanálisis, entre otras), lo que puede ser conducente a la psicologización de la profesión y a la pérdida de identidad profesional.
Por último, se hace necesario enunciar, que, dada la magnitud de la investigación, el presente artículo, hace énfasis en los resultados encontrados, en relación al componente metodológico del Trabajo Social de Grupo, centrándose de manera específica en la lectura crítica de los modelos. Los cuales, según López (2009), “para el trabajo social de grupo formaliza en procesos específicos, y bajo presunciones lógicas predeterminadas, el trayecto y la orientación particular de la acción profesional en un grupo” (p. 341). Desde esta perspectiva, se realiza un análisis de los modelos propuestos por las autoras María Teresa Gnecco6, Magali Ruíz7 y Yolanda López8, que fueron las autoras (trabajadoras sociales de la región de América Latina y el Caribe), en las que se identificaron aportes en sus publicaciones en relación con el componente metodológico desde el planteamiento de los modelos para el Trabajo Social de Grupo.
El análisis de estos modelos se realiza desde una lectura comprensiva (desde la metodología seleccionada para el proceso investigativo), y crítica de la realidad (a partir de los resultados evidenciados), frente a lo que puede estar permeando cada uno de estos desde: lo histórico, el paradigma y las corrientes de pensamiento que los influencian, con el fin, de poner en tensión el lugar del modelo dentro de la comprensión del trabajo social de grupo. De manera, que contribuyan a la reflexión disciplinar, a partir de la lectura de los contextos socioculturales actuales, a la pluralidad de los grupos que emergen, al diálogo de saberes, y, a la necesidad de apostar por un Trabajo Social de Grupo, que, desde una dimensión ético-política, propicie espacios de lo grupal desde una perspectiva identitaria de la América Nuestra9.
Metodología
Como se mencionó anteriormente, la presente investigación, titulada “Reconfigurando el Trabajo Social de Grupo en América Latina y el Caribe”10, está ubicada en el Grupo de investigación “Proyección Social del Trabajo Social”11. En correspondencia con lo enunciado hasta el momento, la investigación se enmarca en la línea de investigación de Reflexiones Disciplinares, en la que se sostiene que los estudios que se circunscriben en esta línea deben:
Hacer una mirada al objeto de estudio de las Ciencias Sociales acorde con la interpretación de los distintos momentos del desarrollo histórico y de la realidad actual, permite cualificar el andamiaje conceptual y metodológico para responder de la mejor manera posible a los retos que la realidad impone; por ende, es importante preguntarse sobre el quehacer y retos de las Ciencias Humanas y Sociales, entre ellas el Trabajo Social. (Fundación Universitaria Monserrate-Unimonserrate, 2015, p. 37)
En articulación con esta línea, en el proceso de investigación, se propuso comprender las distintas posturas de pensamiento que se develan a través de la narrativa de los diferentes autores frente al trabajo social de grupo. A partir de estas premisas, se hicieron inferencias de cada una de las propuestas de los autores, que permiten, comprender el camino recorrido y los posibles nuevos caminos por trasegar. En correspondencia, con las necesidades y desafíos que emergen para el Trabajo Social en América Latina y el Caribe, a través, del “desarrollo de procesos investigativos que propendan por la identificación y comprensión de los fundamentos de orden teórico y epistemológico implícitos en las distintas disciplinas y las posibilidades de diálogo entre éstas” (Fundación Universitaria Monserrate- Unimonserrate, 2015, p. 38), como lo proyecta la sublínea de investigación denominada Reflexión sobre las Ciencias Humanas y Sociales.
La investigación, se define desde la perspectiva comprensiva, ya que se plantea, “reconstruir todas esas piezas aisladas que aparecen en las diversas interpretaciones de los hechos, en los diversos textos, en las diversas versiones, en los diversos hallazgos arqueológicos, literarios, lingüísticos, para recapturar un “todo-con-sentido” (Vasco, 1990, p. 14); con el fin, de llevar a cabo un análisis de las propuestas planteadas por trabajadores sociales latinoamericanos, que a lo largo del tiempo han ido generando una concepción del trabajo social de grupo en América Latina y el Caribe.
Desde esta perspectiva, la investigación se abordó desde el enfoque cualitativo, el cual, según Bonilla y Rodríguez (citado por Carvajal, 2005), tiene como característica principal, “su interés por captar la realidad a través de los ojos de la gente que está siendo estudiada; es decir, a partir de la percepción que tiene el sujeto de su propio contexto”. (p. 29). En este caso en específico, a partir de la narrativa implícita en los textos seleccionados, teniendo en cuenta, la delimitación definida previamente de que fueran libros de trabajo social de grupo escritos por trabajadores sociales de América Latina y el Caribe; los cuales, se configuraron en la población, que, según Arias (citado por González y Salazar, 2008), es un “conjunto finito o infinito de elementos con características comunes para los cuales serán extensivas las conclusiones de la investigación. Esta queda delimitada por el problema y por los objetivos del estudio” (p. 12).
Discusión y resultados
A través de la revisión documental, se identificaron 23 libros que cumplían con los requisitos establecidos para la investigación; y que, fueron hallados en diferentes bibliotecas, unidades académicas y medios virtuales de América Latina y el Caribe, contando con el trabajo realizado por los participantes del Nodo, que se encuentran en diferentes países de la región. De los 23 libros recuperados, se pudo establecer que en tres de ellos se hace referencia a los modelos, y son, los que se retoman para dar cuenta de dichos resultados en este artículo (algunos capítulos, libros y artículos, pueden ser consultados en la página del Nodo Internacional de Trabajo Social de Grupo12, que ha sido uno de los productos de este vínculo gremial).
Los resultados identificados, como ya se ha enunciado con anterioridad, se realizaron a través del proceso de revisión documental, que permitió establecer semejanzas y diferencias entre los autores de los libros, así como de las ideas y disertaciones de los investigadores, categorizar experiencias, distinguir los elementos más recurrentes con sus esquemas observacionales y precisar ámbitos no explorados. Otra forma de recabar información fue a través de la técnica de grupo focal; que, según Burbano y Becerra (1995), “permite realizar discusiones de grupos dirigidas hacia el objetivo de comprender de una forma más integral, actitudes, creencias, prácticas y valores seleccionados como de importancia por el investigador” (p. 54). Dichas discusiones y debates se dieron a través de la dialéctica, propiciando una interacción social gremial, y la profundización en la recolección de información necesaria.
La primera técnica enunciada, se abordó de manera transversal al proceso. La segunda, se desarrolló a través de dos encuentros producto del proceso investigativo y nodal a nivel gremial. Estos encuentros fueron: el II Encuentro Nacional de Trabajo Social de Grupo en agosto del 201913, en la ciudad de Montería, el cual, surgió a partir del presente proyecto investigativo; y, de la experiencia de movilidad docente a Argentina a la Universidad Nacional de San Luis14 de la profesora Adela Bustos y del profesor Miguel Rodríguez; país donde se viene desarrollando este tipo de encuentros a nivel nacional desde hace cinco años. Por otro lado, se realizó el V Encuentro Internacional del Nodo de Trabajo Social de Grupo15 en Octubre de 2019, el cual, tuvo como sede la Universidad Nacional Autónoma de México en Ciudad de México, donde se presentaron las ponencias a partir de los resultados parciales del proceso investigativo, estableciendo un plan de mejora en perspectiva proyectiva de la investigación.
Al revisar y analizar los tres libros referenciados de trabajo social de grupo, se evidencia predominio de las corrientes estructuralistas, funcionalistas, estructural-funcionalistas pertenecientes a lo empírico-analítico. De manera muy reducida, de las teorías desde la fenomenología, el interaccionismo simbólico, el constructivismo, el construccionismo social, propias de lo histórico-hermenéutico. Y es prácticamente inexistente la evidencia de propuestas desde el materialismo dialéctico, la teoría de la acción comunicativa, las epistemologías del sur, las teorías decoloniales, propias de lo crítico-social, dado que, la mayoría de los documentos se centran en los grupos como un sistema estructurado que se rige a partir de unas normas, valores y funciones, con el fin de garantizar el orden social-el statu quo. Así mismo, la acción social se proyecta desde un trabajo metódico, lo que limita abordar las complejidades y diferencias de los grupos con los que se trabaja.
Teniendo en cuenta las propuestas metodológicas16, se profundiza en los modelos de trabajo social de grupo propuestos por las autoras o retomados por ellas de otros autores, dado que ponen en tensión el quehacer profesional, ya que, la realidad es compleja, dinámica y cambiante y se espera que este componente responda a los contextos socioculturales actuales; y a los diversos grupos con los que se trabaja, en perspectiva de una acción ético-política, en pro de sujetos sociales sentipensantes. Lo que permite, que los resultados contribuyan a la reflexión, la generación de conocimiento y a la praxis del trabajo social.
En primer lugar, se retoma el libro “Trabajo Social con Grupos. Fundamentos y Tendencias”17 de María Teresa Gnecco, quien presenta el modelo centrado en la tarea, que consiste en “la realización de tareas que se asignan a la persona usuaria del servicio, dentro de un límite de tiempo, para alcanzar la meta de cambio establecidas. Busca reducir los problemas que se presentan con relaciones sociales o desempeños de roles” (Gnecco, 2005, p. 191). Este, se evidencia como un modelo trasversal en la profesión. ya que, es retomado en Trabajo Social Individual y Familiar, Trabajo Social de grupo y Trabajo Social de comunidad, buscando el logro de objetivos propuestos y generando un bienestar18 en el sujeto afectado19. Este modelo se vincula con el paradigma empírico-analítico20. Este paradigma, se encuentra sujeto a leyes de orden propio. Debe conservar un estado neutral ante su objeto de estudio (sujeto), con características de los grupos, clases de grupos, sus estructuras y sus modelos a partir de su experiencia, donde el modelo responde a una teoría funcionalista.
Este modelo “se basa en formular metas concretas, asignar metas que los miembros del grupo deben realizar y monitorear la realización de dichas metas (Gnecco, 2005, p. 192). En el modelo centrado en la tarea, el sujeto es visto como alguien desprotegido o desamparado, desajustado, que requiere de la orientación de otro. Lo anterior, es evidente en los pasos que se proponen al profesional para el desarrollo del modelo: fomentar el compromiso de las personas para realizar la tarea, planear los detalles para la realización de la tarea, analizar y resolver los problemas que la persona pueda encontrar, hacer que la persona ensaye o practique la conducta para realizar la tarea, resumir el plan de la tarea, motivar a la persona a realizarla y comunicarle que se espera que haga la tarea. Un sujeto-grupo, supeditado al profesional, donde se disminuye la posibilidad de que el sujeto se asuma como tal, que reflexione, analice y decida por sí mismo.
En segundo lugar, se presentan los modelos norteamericanos retomados por Magali Ruíz en su libro “Fundamentos de Trabajo Social de Grupo”, de los autores Papell y Rothman, Charles Garvín, Toseland y Rivas. Papell y Rothman proponen específicamente tres modelos: remedial, recíproco y de metas sociales, los cuales, se orientan para dar cumplimiento a un objetivo, de acuerdo con las características y necesidades de un grupo. El modelo remedial “presupone la presencia de situaciones de mal funcionamiento social o disfunción ya identificadas” (Ruíz, 1996, p. 114). Lo que permite evidenciar una mirada de un sujeto que es pasivo con relación al profesional, que lo enmarca en una perspectiva empírico-analítica, debido a que este pretende explicar la conducta humana a partir de los hechos observados. Asimismo, se comprende al sujeto como miembro de un sistema que se rige por valores y normas, representando la teoría funcionalista.
En el modelo remedial el profesional orienta las metas del grupo a lograr cambios en el funcionamiento de los miembros y ajustarse a lo establecido socialmente. Al ser considerada la persona como un ser carente, se ve vinculada a una relación de subordinación que le genera un cierto impedimento con la vida, lo que indica que otros deben asignar recursos y acciones en pro de su protección, lo que se articula directamente con las premisas de la asistencia social, las cuales, promueven “la implementación y mantenimiento de un orden social” (Ander-Egg, 1995, p. 37). Para lo cual, el participante debe cumplir con un circuito de actividades, que le permitan comprender la conducta social aceptada en el contexto, y desde esta perspectiva, conseguir una estructura de vida que le permita ser funcional para la sociedad, de tal manera, que contribuya al statu quo a partir de su lugar en el mundo. Esta mirada de la acción social da respuesta a lo propuesto desde el estructural-funcionalismo, el cual, “trata de interpretar un patrón de comportamiento o una institución sociocultural mediante la determinación del rol que estos juegan en el mantenimiento del sistema” (Oszlak y Oquist, 1970, p. 6).
El segundo modelo propuesto por estos autores es el recíproco, el cual, se basa en la ayuda mutua donde el sujeto y el grupo se aportan, “cada miembro siente que tiene una responsabilidad para con los demás en cuanto ayudarlos en su crecimiento personal y al mismo tiempo sienten que los demás pueden contribuirle a él/ella” (Ruíz, 1996, p. 120). En este modelo, los participantes tienen una interacción con el propósito de mejorar, de revisar sus actitudes, lo que enmarca la propuesta en la perspectiva histórico-hermenéutica, puesto que, reconoce las diferencias, buscando darle un sentido a la realidad en el diálogo con el otro como lo es su historia de vida. Este modelo muestra que todos los aprendizajes que tenga el sujeto son dados por la experiencia del grupo, que son aplicables en cualquier otro contexto. Esta mirada de la acción social da respuesta a la teoría propuesta desde el construccionismo social, la cual, busca la participación del individuo y sus interacciones con el otro para de esta manera entender y construir la realidad a partir de la vida cotidiana, la objetividad y la subjetividad.
El tercer modelo de los autores Papell y Rothman, es el de metas sociales, que “tiene como fin primordial la creación de conciencia cívica o ciudadana, de responsabilidad social mediante actividades dirigidas a la comunidad” (Ruíz, 1996, p. 124). La tarea del grupo es generar responsabilidad, se busca dar solución a problemáticas, mejorar condiciones de vida del sujeto y de su comunidad, lo que enmarca la propuesta en la perspectiva empírico-analítica, ya que, el marco de la vida social se circunscribe en la concepción de ciudadanía y bienestar, categorías, que se encuentran directamente relacionadas con la concepción de desarrollo desde perspectivas occidentales y neoliberales. Este modelo se desarrolla principalmente en comités y subcomités, que tienen una relación ya que buscan mejorar la calidad de vida, donde todos los sujetos tienen una responsabilidad asignada por dicha instancia de decisión. Esta mirada de la acción social da respuesta a la teoría general de sistemas, la cual pretende que los macrosistemas y microsistemas se corresponden, en la medida que, permiten la consecución de acciones establecidas por el sistema operante. Se hace necesario aclarar que dependiendo de la forma en que se aborde este modelo, podría tener algunas connotaciones próximas a las teorías comprensivas o a las crítico-sociales.
Ahora bien, la autora Ruíz (1996) presenta los siguientes modelos retomando a Toseland y Rivas, pero cabe aclarar que estos autores los proponen como tipos de grupo. En primer lugar, están los grupos de tratamiento, dentro de los cuales se contemplan: educativos, de crecimiento, remedial y de socialización. Y, en segundo lugar, están los grupos de tareas, en los que se incluyen: comités, grupos administrativos, concilios de delegados, equipos interdisciplinarios, conferencias de tratamiento y grupos de acción social.
Desde los grupos de tratamiento, se evidencia que tanto el modelo educativo como el remedial tienen un enfoque individual, donde cada sujeto tiene unas metas específicas, buscando mejorar la conducta del sujeto y tiene un papel orientador. Estos modelos se circunscriben en el paradigma empírico-analítico, pues si bien, este reconoce al otro como un sujeto transformador el cual observa y analiza, centra su mirada en la concienciación del sujeto para mejorar alguna problemática que este presenta, haciendo énfasis en la anomia21, centrando la atención en la conducta del individuo. Esta mirada de la acción social da respuesta a la teoría del funcionalismo, ya que de acuerdo con el autor Alonso (1987), quien retoma la idea de Coenen-Huther, considera que “el hecho de que al utilizar razonamientos funcionalistas se está suponiendo, implícita o explícitamente, consciente o inconscientemente, una finalidad sistemática; el que todo elemento se estudia según sus correlaciones y su adaptación al sistema general” (p. 209). Es decir que, la sociedad está basada en unas normas, funciones y roles, los cuales deben ser mantenidos y respetados.
Por su parte, los tipos de grupo con eje de crecimiento y de socialización tienen un interés grupal. Se trabaja por medio de ejercicios grupales y busca desarrollar capacidades en los participantes, con esto se evidencia que el paradigma en que se inscriben estos modelos es el histórico-hermenéutico, dado que, reconoce las diferencias del otro, busca darle sentido a la realidad a través de la comprensión y la interpretación. Esto, por medio del diálogo, promueve la importancia de relacionarse con el otro. Esta mirada de la intervención da respuesta al construccionismo social, el cual se entiende como un “andamiaje teórico y conceptual [...] que posibilite explicar cómo las personas llegan a describir, enunciar o construir el mundo donde viven, así como sus realidades que le generan un conflicto o tensión con otros” (Kisnerman, 1998, p.39). El construccionismo social, comprende al sujeto en su experiencia y en las interpretaciones que se hacen para entender su entorno, también entiende que cada sujeto tiene una forma diferente de ver el mundo y de actuar ante este, esto se comprende dado que este cuenta con un interés grupal, buscando las mejoras de relaciones con el otro por medio del grupo.
Por otro lado, Toseland y Rivas proponen los grupos de tareas, los cuales, van guiados al logro de objetivos específicos, por lo cual se evidencia un grado de similitud con el modelo centrado en la tarea propuesto por Gnecco, ya que este también tiene como fin el logro de objetivos propuestos para alcanzar una meta. Los grupos de tareas, son divididos por los autores de la siguiente manera: comités, los cuales están orientados hacia una tarea específica; los grupos administrativos, cuyo fin es generar cambios organizacionales bajo el liderazgo de un director; los concilios de delegados, que pretenden ejercer una acción e insumo colectivo y están orientados hacia la igualdad de representación; y por último, los grupos de conferencias de tratamiento con los cuales se busca tomar decisiones en cuanto al plan terapéutico de lo que denominan como usuarios.
Charles Garvín (citado por Ruíz, 1996) contempla cuatro modelos: 1). Reducir anomía, 2). Enriquecer el desempeño de roles, 3). De control social, 4). Desarrollar roles alternos. El primero busca crear conciencia en los miembros sobre la clarificación de sus valores y roles. En este, la intervención está orientada a las actitudes. En el segundo, el propósito es contribuir para que los miembros mejoren en el desempeño de roles. Por ejemplo, en el rol de madre, padre, o, en el caso de niños y jóvenes con dificultad para relacionarse socialmente. En el tercero, el grupo está orientado a la resocialización, aquí la membresía no es voluntaria y se pretende generar cambios en la conducta. El cuarto, tiene como propósito “encontrar alternativas deseables a una conducta enferma o desviada” (Ruíz, 1996, p. 129). Este último modelo tiene un énfasis individual y utiliza influencias extragrupales. Es posible evidenciar que, en los cuatro modelos, hay una predominancia del paradigma empírico-analítico con una corriente estructural-funcionalista, dado que, se busca generar un control social a partir de la definición de roles y el cambio de conducta, comprendiendo a los grupos de manera sistemática y estructurada.
El tercer libro abordado para el análisis de modelos de Trabajo Social de Grupo fue “Trabajo Social de Grupo: producción escrita, docencia y modelos de intervención”, de las autoras, López et al. (2009) 22, quienes proponen tres modelos de intervención en Trabajo Social de Grupo23. Ellas denominan los modelos de la siguiente manera: Trabajo Social Grupal con orientación funcional, Trabajo Social Grupal con grupos de orientación terapéutica, y, Trabajo Social Grupal con orientación hacia colectivos y comunidades. A partir de este planteamiento, se puede evidenciar la postura que toman las autoras y la forma como se lleva a cabo el estudio de acuerdo con una serie de parámetros que guían y orientan la actuación profesional.
El modelo con orientación funcional, de acuerdo con López (2009), “trata de incidir a través del grupo en las condiciones y en los individuos que agencian directa o indirectamente la situación conflictiva o que amenazan su agudización” (p. 345). Este modelo tiene como objetivo promover un adecuado funcionamiento grupal en relación con las demandas sociales del entorno donde se ubica el grupo. También, este opera como vehículo para regular, inducir y deconstruir patrones negativos de interacción social. Teniendo en cuenta lo anterior, este se relaciona con el paradigma empírico-analítico, dado que hace alusión a que se percibe la realidad desde una postura objetiva, que se encuentra sujeta a leyes de orden; y, así mismo, este busca validar la teoría. De igual manera, este modelo se basa en la teoría del estructural-funcionalismo, dado que pretende integrar al grupo a su entorno a partir de una definición de funciones y normas determinadas.
El segundo modelo propuesto por la autora es el modelo con orientación terapéutica que “está dirigido a intervenir desde una orientación terapéutica de grupo los problemas individuales derivados de traumas familiares, sociales, políticos, ambientales a través de grupos específicos” (López et al., 2009, p. 349). Este modelo, contempla algunos problemas socialmente significativos y cómo sus efectos vulneran la subjetividad y producen severas fracturas en el vínculo social. El modelo se centra en la corriente teórica del conductismo, en donde Hurtado (2006), quien retoma las ideas de Zuriff, considera que “el conductismo es la filosofía de la ciencia del comportamiento (análisis del comportamiento [...]). La importancia de esta “ideología” es mayor en las áreas de estudio del comportamiento con énfasis aplicado” (p. 324). Así mismo, el comportamiento humano está determinado por respuestas que se generan ante estímulos que pueden ser observables y medibles, lo que conlleva a que se contemple desde el paradigma empírico-analítico, con una fuerte influencia de la psicología.
El tercer modelo propuesto por la autora es el modelo con orientación hacia colectivos y comunidades, lo que puede estar más relacionado con el paradigma crítico-social, dado que, como lo menciona Habermas (citado por Vasco, 1990), este “busca la liberación y la emancipación [...] El interés emancipatorio busca descubrir todas aquellas ataduras de la realidad, todas aquellas esclavitudes de las que somos todos víctimas más o menos inconscientes, y busca la mejor manera de romper esas cadenas”. (p. 15). Lo que tiene correspondencia con lo que menciona López (2009): “el profesional propicia la crítica grupal y la autocrítica de posiciones prácticas institucionales o comunitarias que auspician la discriminación y contradicen la lógica del bienestar social de los grupos específicos” (p. 347). La perspectiva de este modelo es “construir y lograr nuevas respuestas sociales a expectativas y demandas de grupos determinados, derivados de su posición y función social y de las particularidades de su identidad” (López, 2009, p. 348). Teniendo en cuenta este modelo, cabe resaltar la autonomía que el profesional brinda al grupo, generando una relación horizontal en la que todos tienen la posibilidad de aportar, dando lugar a un trabajo conjunto.
El trabajo social grupal con orientación hacia colectivos y comunidades se puede vincular a la teoría de la acción comunicativa, dado que, como lo menciona Habermas (1992), la práctica comunicativa remite a, “la práctica de la argumentación como instancia de apelación que permite proseguir la acción comunicativa con otros medios cuando se produce un desacuerdo que ya no puede ser absorbido por las rutinas cotidianas” (p. 36). De manera tal, que se fomentan los espacios de participación, con los cuales se ponen en tensión los esquemas operantes que emergen desde lo estructural y desde lo disciplinar.
Después de haber hecho un recorrido por los diferentes modelos planteados en los documentos referidos, se evidencia que sigue existiendo una predominancia desde lo empírico analítico, dado que, se puede reconocer el establecimiento de relaciones de poder y de reproducción del sistema operante. Teniendo en cuenta lo anterior y de acuerdo con Martínez y Agüero (2017), “está direccionada al control social, el mantenimiento del statu quo y la reproducción del orden social. Se basa en el positivismo y la colonialidad de saberes” (p. 105). Esto, en la medida en que se busca homogeneizar a los sujetos y grupos sin contemplar sus diferencias y perdiendo el lazo identitario desde la realidad de la América Nuestra.
Conclusiones
A partir de lo evidenciado en el proceso de investigación, se hace relevante para el Trabajo Social de Grupo, generar aportes desde corrientes comprensivas y críticas, desde una lectura de realidad desde la América Nuestra, con el fin de innovar los procesos de intervención en donde la interculturalidad sea el centro de la acción social; con el fin, no de orientar a los grupos para reproducir el sistema operante, sino, como escenario propicio para la consolidación de sujetos políticos a partir del diálogo de saberes24.
La acción social que surge en el contexto de América Latina y el Caribe, está llamada a desligarse de aquellas propuestas que se han dado en torno al Trabajo Social de Grupo y que predominaron a través del estudio; y que aún, se circunscriben en posturas benéfico-asistenciales (asistencialismo), reproduciendo el sistema mundo capital que opera, manteniendo el statu quo a partir de influencias occidentales, donde priman relaciones de poder desde planteamientos cientificistas, vinculados principalmente a lo empírico-analítico y las corrientes teóricas que en él se circunscriben (conductismo, funcionalismo, estructuralismo, estructural-funcionalismo; y, teoría general de sistemas), con una fuerte influencia de la psicología. En contraposición, se hace necesario contemplar propuestas inspiradas desde la lectura crítica de realidad desde la América Nuestra, que vincule a los grupos desde su interculturalidad, desde lo identitario. Para así, promover la descolonización del trabajo social de grupo, en correspondencia con lo que surge en nuestros territorios, una “América Latina que tiene ante sí un desafío, reconstruir las sociedades devastadas por la persecución política, el hambre, la pérdida de identidad” (García et al., 2008, p. 20), y así, encarnar un Trabajo Social de Grupo desde América Latina y el Caribe.
Asimismo, se debe replantear la acción social desde el rol del trabajador social en relación con la representación del poder al momento de interactuar de, con y para los grupos en perspectiva de lo que desde las teorías críticas se plantea, desde relaciones más horizontales, participativas; en perspectiva de la interacción entre sujetos políticos.
De igual manera, se espera que esta investigación inspire a los profesionales de las ciencias sociales, especialmente de trabajo social, a proponer ideas que alimenten este campo disciplinar. Asimismo, que estas pesquisas, sean generadoras de más espacios que contribuyan a la reflexión, la generación de conocimiento y a la praxis del trabajo social, planteando otras metodologías desde la América Nuestra, que superen esquemas sistemáticos-colonizantes, promoviendo la diversidad cultural y las pluri-identidades; de manera tal, que la profesión de Trabajo Social en su ser, saber hacer y saber pensar, perviva desde lo identitario.