1. Introducción
A mediados del siglo XX el mundo se encontraba inserto en un conflicto que, aunque librado por dos potencias hegemónicas con una visión de modernidad particular, el del capitalismo por parte de Estados Unidos y el socialismo por la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (en adelante URSS), llevó a que se desarrollaran eventos que siguen siendo investigados, como protestas, movilizaciones, golpes de Estado, guerras de liberación nacional y revoluciones. En el marco de este conflicto total, la Guerra Fría, se desarrollaron proyectos que buscaban tanto la manutención del orden, como la búsqueda de un cambio en el modelo. Estados Unidos optó por hacer de los países aliados y de su «patio trasero»1, el continente americano, una fortaleza para contener el avance socialista. Con la guerra civil griega (1946-1949) y la guerra de Corea (1950-1953), se observó que el «socialismo» podía influir en personas que habitaban países con problemas sociales2, lo que creó preocupación con respecto a la posibilidad de que más grupos políticos se sumaran a esta lucha y la necesidad de preparar las fuerzas armadas para enfrentarse a la insurgencia3. Por petición de los Estados Unidos, en 1948 se ilegalizó a la mayoría de los partidos socialistas4 en el continente americano y se aplicaron medidas de seguridad; sin embargo, con la Revolución Cubana desatada en 1959 se puso en entredicho la capacidad hemisférica que tenían para contener la amenaza5. A partir del planteamiento de que el socialismo germinaba en países con problemas sociales, Estados Unidos creó proyectos en los que acompañaba a los países «atrasados» en temas de modernización del Estado6, desarrollo social7 y defensa8, brindando «herramientas» para lograr el desarrollo capitalista9 y evitar la revolución10. La URSS, por su parte, realizó propuestas orientadas al desarrollo e intercambio cultural; daba cuenta de las transformaciones sociales ofrecía su modelo, además de la promulgación de su ideología que circulaba en algunos grupos sociales.
Colombia en la década de 1960 pasaba por un momento de transición, el paso de gobierno autoritario, a un proceso negociado en torno al Frente Nacional (1958-1974), un acuerdo entre los partidos tradicionales, Conservador y Liberal11, con el cual se buscaba «pacificar» por medio de la modernización y así mismo superar «La Violencia»12. Durante el Frente Nacional como pacto político, se intentó responder a los problemas por la vía «democrática», sin embargo, se excluyó a la oposición en la participación en política, lo que hizo que los socialistas y liberales críticos justificaran la opción armada como vía válida para buscar reformas políticas13, en su comprensión se «debían» usar las vías de hecho14. Esta década fue también catalizadora de movimientos de cambio en la cultura, las artes y las ciencias15, que tenían una relación directa con otras dinámicas de vida, como el crecimiento de las ciudades colombianas16, el avance de movimientos políticos que buscaban apertura en sentido de derechos sociales17 y, claro, la influencia del socialismo18; por lo que se buscó controlar desde el Estado haciendo alusión a los valores tradicionales de la sociedad, así como a la reforma social que se estaba desarrollando y la mejoría en las condiciones de seguridad, dada la peligrosidad que significaban para el orden estos movimientos de cambio con las condiciones presentes, sobre todo la del conflicto armado interno y la presencia de guerrillas que compartían bases del socialismo19.
Este artículo describe el surgimiento y las lógicas de la insurgencia y contrainsurgencia urbana en la ciudad de Medellín en la década de los 60, aunque en la investigación también se tomaron hechos que ocurrieron en el año 1971; esto se debe a que se considera que están relacionados con la década anterior, haciendo alusión a lo que menciona Hobsbawm20 con respecto a los procesos históricos, los cuales no son correspondientes con las formas de medir el tiempo, es necesario crear entendimientos asociados con los hechos, actores y sus relaciones. Estos elementos permiten observar las acciones que se desarrollaban en el marco de la insurgencia y contrainsurgencia, estableciendo un puente con la Doctrina de Seguridad Nacional (1965) que se ideó para Latinoamérica en el contexto de la Guerra Fría21. Se partió de la hipótesis de que las acciones de insurgencia no se corresponden con las medidas de contrainsurgencia que hubo, sino que el Estado las utilizó como excusa para crear cohesión social.
La metodología de investigación fue la revisión de fuentes primarias y secundarias; con las segundas se plantea crear un entendimiento general del contexto y con las primeras analizar la forma en que se utilizó la presencia de hechos relacionados con ciertas fuerzas políticas para crear conmoción. Para desarrollar la investigación se revisó el National Archive (Washington), el Archivo Histórico de Medellín (AHM), el Archivo Histórico de Antioquia (AHA) y prensa periódica con los diarios El Colombiano y El Tiempo; se revisaron noticias relacionadas con el accionar de los actores en disputa, con relación a la insurgencia y las acciones que le son enmarcadas desde los archivos oficiales y la prensa, con respecto al gobierno, las acciones de inteligencia, así como los comunicados políticos. Así pues, se buscaron elementos que dieran cuenta tanto de la presencia y acción de la insurgencia, como de la contrainsurgencia en la ciudad, con lo que se datan su contexto y acciones. Se construye entonces una línea narrativa sobre las condiciones de seguridad presentes y se debaten las capacidades de la insurgencia y de la contrainsurgencia.
2. Para prevenir la revolución socialista en Colombia
Mientras Estados Unidos promovía la contención al socialismo en la región latinoamericana, los casos colombiano y venezolano aparecieron como una preocupación especial para el Departamento de Estado22, debido a que en su interior se encontraban muchos de los problemas sociales23 que posibilitaban el surgimiento de grupos críticos que podrían tener relación con el socialismo internacional, viendo en este una oportunidad para mejorar estas condiciones y hacer la revolución. De acuerdo con ese pensamiento, el gobierno estadounidense hizo lo posible para promover una modernización «positiva» del Estado colombiano debido a su cercanía ideológica con las élites políticas, económicas y militares y, de paso, buscaba usarlo como un ejemplo para los demás países de Latinoamérica24. Algunos de los grupos sociales que veían en la ideología socialista una oportunidad fueron transformados por la dinámica modernizadora25, participando de elecciones, sin embargo, eran críticos de sus posibilidades y manifestaban apoyo a las vías de hecho26, soñaban con la revolución, independientemente de la forma de realizarla, ya fuese por medio de la reforma política o de la lucha armada27, siguiendo el ejemplo cubano28. En casi todos los países de la región surgen estos grupos críticos, sobre todo de clase media, que se mantenían políticamente entre la democracia y el socialismo29.
Colombia durante la década de los 60 se encontraba inserta en un proceso de «normalización» de la democracia con el Frente Nacional30, este acuerdo concertado de unidad y acceso al poder ejecutivo, a la vez se acogieron las recomendaciones del Departamento de Estado de los Estados Unidos, para evitar una escalada de los movimientos socialistas, que cada presidente optó por desarrollar lo que consideraba, a fin de solucionar los graves problemas que tenía la sociedad colombiana. Por otra parte, la modernización propuesta por Rostow y secundada por el Departamento de Estado, plantearon mejorar la seguridad para prepararse ante la posibilidad de la insurgencia. Durante este lapso los presidentes del Frente Nacional temían ante la posibilidad de que los movimientos socialistas pusieran en peligro la estabilidad del Estado, lo que creó un estado de alerta permanente con los movimientos sociales31.
Los grupos que promulgaban ideas colindantes con el socialismo e hicieron presencia en Colombia en la época analizada32, participaron en diversos espacios con lógicas de acción diferentes, surgieron tanto en entornos rurales como en urbanos y siguieron varios modos de lucha; desde la acción al interior de la democracia hasta la guerra insurreccional33. En Medellín, los movimientos de izquierda se presentaron de forma similar a la que usaron en otras ciudades, con diferentes estrategias, desde la política institucional con movimientos de base que llamaban al cambio por medio del desarrollo de intervenciones y reformas sociales que mejoraran sus condiciones e, incluso, con llamados a la desobediencia y al uso de prácticas de ocupación y resistencia34, hasta la invitación a conformar movimientos armados que buscaban tomarse el poder35.
Colombia en los 60 se encontraba en un momento de apertura con la aplicación de la modernización del Estado, con la extensión de los servicios sociales ofrecidos con apoyo del músculo económico que brindó la Alianza para el Progreso, propuesta por el presidente John F. Kennedy en 1961, de la que el presidente de Colombia Alberto Lleras Camargo (19581962) era un importante aliado. Pero a su vez se encontraba en un momento de tensión36, en un contexto en el que cualquier desacuerdo con el desarrollo «positivo» planteado por el Frente Nacional, era señalado como peligroso e insurgente37, lo que cerró vías institucionales como la movilización y la protesta social que ofrecía la democracia, llevando el debate político al tema de la seguridad, mientras se invertía en mejoras de las fuerzas de seguridad buscando contener la insurgencia socialista38.
3. ¿Para combatir la insurgencia? La Doctrina de Seguridad y su aplicación en el caso de Medellín
Algunos países de África y Asia que habían tenido dominio colonial tuvieron guerras de liberación nacional, donde el discurso socialista tomó importancia, se popularizó en las movilizaciones debido a que hacía un llamado a zanjar la deuda social, el respeto a las voluntades democráticas y la autonomía; sin embargo, para Estados Unidos era un peligro, ya que la URSS podría gravitar alrededor. Con la aceptación social del discurso y movimientos socialistas en los países del «tercer mundo», así como la aceptación de la opción armada como posibilidad, fue necesario mejorar las medidas de seguridad. Las administraciones Truman (1945-1951) y Eisenhower (1953-1961), preocupadas por la presencia de grupos socialistas, desarrollaron estrategias para contener el desarrollo de las guerras de liberación nacional, combatir las guerrillas y detener la expansión de los partidos socialistas. Con la administración Kennedy (1961-1963) se buscó evitar la repetición de una revolución social en América Latina39, desarrollando investigaciones y teorías en los que se analizaron los contextos de los casos latinoamericanos40, en las que como se ha mencionado, se señaló a Colombia y Venezuela como los países en los que era más probable un levantamiento debido a los problemas sociales presentes41.
Los presidentes estadounidenses Kennedy (1961-1963) y Johnson (1963-1969) intentaron contener al socialismo en Latinoamérica con la Alianza para el Progreso, un programa similar al plan Marshall europeo42; con este se buscaba mejorar las condiciones sociales y las condiciones de seguridad. En 1965 se promulgó la Doctrina de Seguridad Nacional, basada en una concepción militar del Estado y en el funcionamiento de la sociedad, en que se mencionó la importancia de que los militares ocuparan cargos en entidades públicas; al interior de esta se consideró a gran parte de las movilizaciones sociales como manifestaciones subversivas43. La doctrina no se entendió como una guía o elemento estático y sistemático, sino que tuvo diferentes manifestaciones que sirven para definirla, según Francisco Leal:
La Doctrina de Seguridad Nacional ha sido el mayor esfuerzo latinoamericano por militarizar el concepto de seguridad. Además, al ubicar el componente militar en el centro de la sociedad, trascendiendo las funciones castrenses, la Doctrina se convirtió en la ideología militar contemporánea de mayor impacto político en la región44.
La Doctrina de Seguridad Nacional no comprende solo elementos militares sino también sociales, incluidos en un concepto como el de «modernización», entendidos en el mejoramiento de servicios y prestaciones sociales, el fortalecimiento del orden interno, la adopción de postulados económicos y construcción de instituciones democráticas por las agencias de ayuda internacional45. La modernización se entiende en este sentido, como acompañar a los países no tan desarrollados para que hagan una transición de naciones agrícolas atrasadas a procesos industrializados y desarrollados46. Así, la modernización se presenta como elemento social, pero también de seguridad, en este sentido lo social, como el orden público, se relaciona con las fuerzas del orden47. Estados Unidos ayudó para que, de acuerdo con la Doctrina de Seguridad Nacional (1965), las fuerzas militares de Colombia se modernizaran tanto en tecnología, como en operación48, logística y organización49.
En las ciudades de Colombia, igual que en otras urbes de América Latina, se tenía desconfianza desde las fuerzas del orden hacia los grupos de filiación socialista, así como a las movilizaciones sociales porque podían estar cooptadas por grupos radicales y podían amenazar con romper el orden, además de que las condiciones políticas presentes en los países llevaron a muchos grupos a la radicalización, persiguiendo sindicatos, grupos barriales y políticos con perspectivas distintas a los partidos políticos tradicionales50.
Las ciudades colombianas habían cambiado durante el siglo XX con la llegada de personas provenientes del campo, movilizadas por La Violencia y el trabajo industrial; para la década de los 60 en algunas ciudades colombianas se supera el porcentaje de población que vivía en los centros urbanos51. Medellín pasa de ser habitada por 168.266 habitantes en el año 1938 a 772.887 en 196452. Las ciudades se hicieron un lugar de interés y desarrollo, aumentaron su capacidad de inversión y ofrecían oportunidades para el crecimiento personal, iniciaron a gravitar con más importancia en la política nacional y se fueron haciendo centros urbanos de influencia teniendo en cuenta sus conurbaciones. El caso de Medellín, se puede decir que «Antioquia se hizo Medellín», como Patiño titula su investigación, a partir del crecimiento de la ciudad, entre 1905 y 1950 donde, además, se transformaron las dinámicas políticas, económicas y sociales del departamento53.
Con el crecimiento demográfico y urbano de la ciudad de Medellín, la administración pública no tenía la capacidad suficiente para brindar servicios sociales e integrar a toda la población inmigrante en sus programas54. Las personas que llegaron a la ciudad se asentaron, en su mayoría, en las laderas noroccidental y nororiental. Los grupos de vecinos que se habían conformado buscaban mejorar las condiciones de los barrios, eran vistos por la administración municipal como un problema, pues dadas sus condiciones, podían ser fácilmente interceptados por los grupos socialistas, ya que sus intereses y discursos podían ser similares. Estos grupos de vecinos se encargaron de hacer peticiones políticas a partir de las necesidades de sus viviendas, lo que hace que sean reconocidos por parte de la administración municipal, mediante la configuración de Juntas de Acción Comunal (JAC), pero que siguieran generando movilizaciones sociales55.
La presencia de la iglesia católica fue significativa en algunos barrios de Medellín, la relación entre lo comunitario y lo clerical es importante para entender la forma en la que se desarrollaban las relaciones sociales56. Aunque en el contexto de la Guerra Fría las esferas elevadas de la iglesia llamaban a los párrocos a hacer contención del comunismo y la organización social, que podía ser interceptada por los socialistas a través de la doctrina religiosa57, algunos religiosos consideraban que su labor era acompañar a las comunidades en sus búsquedas sociales, para mejorar las condiciones de vida presentes, gracias a la concepción que estos tenían de la vida de Cristo y su ejemplo, acompañando a los desamparados58. Varios de estos párrocos organizaron procesos comunitarios donde, siguiendo el ejemplo del padre Camilo Torres, ayudaron con las luchas sociales presentes en los barrios; algunos de estos párrocos fueron Vicente Mejía, Oscar Vélez, Federico Carrasquilla y Gabriel Díaz. Si bien esta relación de la iglesia con la movilización barrial no es general para todos los barrios de la ciudad, demuestra la mixtura de los actores y posibilidades de organización presentes. En otros barrios lo clerical era, en cambio, una contrafuerza de la organización y movilización social59.
Se puede apreciar entonces la aparición de grupos con posiciones políticas diferentes, los cambios en las lógicas culturales y la acción de los jóvenes que buscaban cambios y servicios que les permitieran la posibilidad de crecimiento y ascenso social, algunas personas se vuelven críticas de las reformas que buscan desarrollar los partidos tradicionales, durante el Frente Nacional; sobre todo porque no hay intercambio con la comunidad y esta no tiene la oportunidad de organizarse para participar en política si no es por la vía de los partidos tradicionales en el poder, lo que lleva a muchos grupos a incorporarse a los movimientos políticos que buscan el cambio por vías de hecho: movilizaciones, protestas y, en algunos casos, el uso de las armas. En este sentido, Ricardo López afirma que hubo radicalización en la clase media que había surgido con la modernización, debido a que los integrantes de esta no encontraban cabida en el Estado, ya que tenía problemas de industrialización y era crítica del proceso, por lo que se movían en sentido a promover un cambio social60.
En este contexto, las fuerzas armadas de Colombia cumplieron un papel fundamental en materia de seguridad, aunque estaban en proceso de profesionalización y fundamentación ideológica61, lo que ocasionó que los movimientos barriales, sociales y las disidencias políticas fueran perseguidas y criminalizadas, por considerarlos parte del socialismo y, en algunos casos, los brazos urbanos de los grupos insurgentes. Con el paso de seguridad a seguridad nacional, se reconoce el marco de la violencia, además de las tareas que debería realizar el Estado colombiano para responder a las problemáticas que se presentaban; momento en el cual se decide crear departamentos de seguridad en un contexto politizado, como lo es el Departamento Administrativo de Seguridad (DAS), fundado en 1960 a nivel nacional o el Departamento de Seguridad y Control (DSC), creado en 1968 en la ciudad de Medellín como una oficina adjunta de la Secretaria de Gobierno. Cabe mencionar que diferentes ramas de las fuerzas armadas contaban con su propia oficina de inteligencia, como el F2 de la Cuarta Brigada del ejército, ubicada en Medellín62.
Los objetivos de los departamentos de seguridad estaban directamente relacionados con el orden público, aunque este concepto era un poco impreciso, adquirió diferentes valores que hacían parte del tema de seguridad, con actividades como: a) controlar a los bandidos, b) control criminal y, c) controlar el terrorismo, entendido también como comunismo63. Con el interés del gobierno nacional y de las administraciones locales para hacer inteligencia a los «movimientos insurgentes», pues con esta expresión se criminalizó la oposición y la búsqueda de los grupos políticos no tradicionales. Los departamentos de seguridad se movían en el área gris que permitían sus funciones investigando a la mayoría de sospechosos posible; en muchas ocasiones se desviaban de sus investigaciones para hacerle seguimiento a personas, que podrían tener relaciones con los socialistas por los intereses políticos que promulgaban, así como a las intenciones de los jefes políticos de turno, lo que hizo que muchos civiles, sobre todo opositores, funcionarios públicos, estudiantes universitarios y sindicalistas fueran vigilados por las agencias de seguridad.
En cuanto a los años 60, en el AHM no se encuentran documentos que muestren acciones insurgentes de corte con el orden establecido, que se haya dado por medio de un grupo de personas que se proclaman comunistas64; sin embargo, se encuentra una lógica de inteligencia y de anticipación desde las fuerzas de seguridad constituidas en la ciudad de Medellín65. De acuerdo con el informe del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) al interior de los grupos armados: tanto en el Ejército Popular de Liberación-EPL como en el Ejército de Liberación nacional- ELN, había células que trabajaban con base social en la ciudad de Medellín desde el año 196666, lo cual no se da por descartado. Estos grupos insurgentes pueden tener base social que comparten sus ideales e incluso grupos de personas que cumplen con labores logísticas de apoyo en la ciudad, pero no se encuentran documentados en el archivo para dar certeza de esas acciones; se considera que los hechos eran tan itinerantes, que se escaparon de los lentes de los investigadores de los departamentos de seguridad, mientras estos seguían las cabezas visibles de grupos barriales y sociales opositores a las ideas del gobierno. Se puede mencionar incluso que, aunque hubo presencia de focos insurgentes como los del EPL en las ciudades colombianas, no fueron frecuentes y el impacto mediático de sus acciones fue mínimo, desde lo observado en los documentos del archivo revisado67.
En el marco de los seguimientos realizados por los departamentos de seguridad, se puede observar cierto tipo de modernidad y desarrollo tecnológico, a la vez que jerarquía y una forma organizada de documentar y sistematizar la información de los seguimientos, igual que actividades pendientes y recomendaciones presentadas por los agentes68. En este sentido, se puede hablar de la influencia del Departamento de Estado de los Estados Unidos en el desarrollo de la seguridad y de las prácticas de contrainsurgencia69. Sobre los departamentos de seguridad se planteó toda una estructura de control que funcionaba de manera organizada, en la que quedan dudas acerca de su eficiencia, pero que se desarrolló para seguir a las personas que se relacionaban con actividades o movimientos insurgentes.
Para tener un acercamiento a los hechos de insurgencia desarrollados en la década de los 60, se realizó un análisis de prensa en los diarios El Colombiano de Medellín y El Tiempo de Bogotá, desde el primero de enero de 1960 hasta el 31 de diciembre de 1971, se buscaron acciones insurgentes en la ciudad de Medellín en la época mencionada. Las noticias encontradas se organizaron de la siguiente manera: a) atentados urbanos, registro de los hechos ocurridos y relacionados con la insurgencia; b) acciones de inteligencia, movimientos desarrollados por la inteligencia del Estado que busca anticiparse al accionar de la insurgencia; c) protestas y movilizaciones sociales, el cubrimiento realizado a las protestas y movilizaciones sociales que ocurren; y, d) comunicados del gobierno, donde se registran los discursos y señalamientos que hacen los funcionarios con relación a las acciones de insurgencia y contrainsurgencia. La información se sistematizó respondiendo al actor al que hacía alusión la noticia encontrada y a la acción en que esta se presenta, sin embargo, es necesario tener en cuenta que la postura de la prensa es contraproducente, ya que tiene una línea editorial, pero igualmente es muy ilustrativa en cuento al contexto histórico analizado.
En el periódico El Colombiano se encontró un (1) atentado urbano en Medellín durante la década de los 60: el 27 de junio de 1970, al cual titulan: «Bomba de alto poder explotó en "Sonolux"»70. Del mismo modo, en el periódico El Tiempo, se encontraron dos (2) noticias sobre atentados en la ciudad de Medellín en el período analizado; el encabezado de la primera, del 30 de mayo de 1971 titula: «Dos poderosas bombas anoche en Medellín»71, bombas que explotaron en el centro de la ciudad sin dejar más que daños materiales; el encabezado de la segunda noticia, del 2 de julio de 1971 es: «Atentados terroristas en Medellín»72, una serie de petardos o bombas de bajo poder que explotaron en diferentes lugares del centro de la ciudad, no hay claridad sobre su número, pero son más de tres (3), su poder destructivo es bajo y no causan más que daños materiales. Lo que se puede observar con la presencia de hechos de insurgencia en prensa es que, si bien hay presencia de hechos relacionados con la insurgencia en la ciudad de Medellín durante la década de los 60, estos no son recurrentes, ni mucho menos poderosos, ninguno de los atentados encontrados dejó daños significativos.
Por parte de las acciones de inteligencia se encuentran más noticias, lo que podría decir que habla de «la capacidad operativa de las fuerzas de seguridad del Estado», donde se encontraron dieciocho (18) noticias relacionadas con el accionar insurgente en la ciudad de Medellín en el periódico El Colombiano y cinco (5) noticias en El Tiempo. Cuatro (4) de las noticias encontradas tienen que ver con el descubrimiento de arsenales de guerra como fusiles, balas y elementos para la fabricación de bombas; seis (6) noticias se relacionan con la anticipación de las fuerzas de seguridad a posibles atentados; tres (3) noticias con detenciones y búsqueda de personas adheridas a las fuerzas comunistas; y, por último, cinco (5) noticias se vinculan con los llamados a estar prevenidos porque las fuerzas de seguridad han encontrado «indicios» de posibles hechos terroristas o relacionados con el accionar comunista. Las noticias que se relacionan con las acciones de inteligencia pocas veces están acompañadas de fotografías y, normalmente, hacen un llamado a informar si se observa cualquier cosa inusual, así como a felicitar a las fuerzas del orden por su eficaz trabajo, sin embargo, en los casos en los que se habla de los planes insurgentes, no se mencionan las fuentes o los nombres, sino que hacen llamados despectivos por mantener el orden.
En prensa se puede observar una relación entre las acciones de inteligencia y los movimientos sociales, los cuales frecuentemente eran señalados como un peligro para el orden público73. Se encontraron noticias relacionadas con interceptaciones a movilizaciones y grupos políticos que las lideran, con información emitida por las agencias de seguridad del Estado, señalando a la movilización social como un acto comunista, lo que también pone a estas noticias en medio de las categorías analizadas con cuatro (4) noticias en El Colombiano; una de estas incluso llama la atención por alertar sobre la presencia de comunistas en el Incora de acuerdo con la información del DAS, la noticia se titula «Infiltración comunista en "Incora investigan"»74 del 27 de diciembre 1970. La presencia de noticias relacionadas con movilizaciones sociales llama mucho la atención, debido a que se encontraron treinta y nueve (39) en El Colombiano y ocho (8) en El Tiempo, aunque diariamente en los periódicos iban apareciendo noticias de opinión en las cuales se descalificaban las vías de hecho que tomaban algunos grupos sociales como sindicatos, estudiantes y grupos políticos, por lo que estos cubrimientos a manifestaciones y movilizaciones usan muchos calificativos que hacen crítica, como el artículo de El Colombiano «Graves desórdenes ayer en Medellín»75 del 25 de mayo de 1965. Un hecho para resaltar, a pesar de no haber ocurrido en Medellín fue la toma de la Universidad Nacional de Bogotá, por parte de los estudiantes y la pedrea al presidente Carlos Lleras Restrepo (1966-1970), lo que es documentado en El Colombiano con las siguientes noticias: «Agredido Lleras en la Universidad Nacional»76 del 25 de octubre de 1966 y «Estudiantes "Tiro-fijistas" se toman la rectoría de la Nacional»77 del 26 de octubre de 1966.
En la revisión de prensa se encontraron comunicados emitidos por las entidades públicas, desde el gobierno nacional hasta el local; en el periódico El Colombiano se encontraron ochenta y tres (83) comunicados mientras que, en El Tiempo, treinta y siete (37). En estos comunicados se habla principalmente de la contención al socialismo y a los hechos que los socialistas puedan realizar y de la relación que el socialismo tiene con la internacional socialista, dándole al problema de un carácter internacional, en el que se menciona ocasionalmente a Cuba como patrocinador del enemigo insurgente. Se hacen constantes llamados a no caer en la trampa de la ideología socialista, mencionando las posibilidades que ofrece el capitalismo y cómo el país se va desarrollando positivamente en el marco de la Alianza para el Progreso. Algo que llama la atención es que, si bien se hacen llamados a tener cuidado con el comunismo y siembran miedo sobre las capacidades que este puede tener en las ciudades de Colombia, en ocasiones se menciona la imposibilidad de que este tomara el poder debido a la capacidad y eficiencia de las fuerzas de seguridad del Estado que respondían rápidamente a los desafíos que surgían, lo cual es contraproducente y deja la siguiente pregunta: ¿son la insurgencia y el movimiento socialista enemigos peligrosos o no tienen ninguna posibilidad de tomarse el poder y cambiar el orden instituido?
En los periódicos también se abre un espacio a los comunicados del clero religioso de la iglesia católica, con dos (2) noticias en el periódico El Colombiano, en los cuales se critica a los sacerdotes que participaron de la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, por tomar posturas «socialistas» con la noticia «Los curas están crucificando a la iglesia»78 del 3 de abril de 1969; y, un aviso a separar al marxismo de la práctica religiosa con «La iglesia es opuesta a toda colaboración con el marxismo» del 27 de abril de 196979. Con todo esto, se hace una crítica a la colaboración de algunos párrocos en los movimientos sociales de sus barrios y a la forma en la que estos entienden su labor religiosa, ya que, para la jerarquía eclesiástica, están sirviendo a intereses socialistas.
En Colombia hay cuarenta y tres (43) noticias relacionadas con acciones insurgentes en ambos periódicos analizados. Se encontraron diecinueve (19) noticias de atentados urbanos en El Colombiano y veinticuatro (24) en El Tiempo; la mayoría de estos hechos se desarrollan en Bogotá, con once (11) registros en el primero y diez (10) en el segundo. Entre los hechos documentados aparecen noticias que llaman la atención como «El terrorismo hizo su "9 de abril" en Bogotá. Bomba de escaso poder en cancillería»80 el 10 de abril de 1964, «Bomba en el salón elíptico del Capitolio»81 el 31 de julio de 1964, «Cuatro muertos y varios heridos al estallar poderosa bomba»82 el 5 de agosto de 1966; y «Poderosa bomba en Minguerra»83 el 25 de julio de 1965. En las noticias señaladas aparecen imágenes, y es inminente la preocupación sobre la capacidad de los insurgentes, pero estos hechos ocurren en la ciudad de Bogotá y, en pocas ocasiones con gran poder explosivo, el resto de los hechos encontrados son menores, pequeñas explosiones que causan conmoción, pero que no tienen un objetivo definido, ni se pueden relacionar con la insurgencia.
Como se puede ver, la presencia de hechos realizados por la insurgencia son pocos en Medellín, mientras que las noticias relacionadas con acciones de inteligencia desarrolladas por las fuerzas de seguridad del Estado, son mayores y dan cuenta de la posible «peligrosidad» de la insurgencia; así mismo hay llamados a no participar de las movilizaciones sociales por su carácter socialista, dadas las relaciones que tienen con el movimiento y la interceptación de esta por parte de grupos socialistas. Por último, hay presencia de comunicados de gobierno en los cuales se busca crear cohesión social de acuerdo con la defensa del orden establecido, y descalificación de las ideas contrarias, así como de los grupos que las promulgan. Aunque no hay mucha evidencia de la capacidad de la insurgencia en prensa, esta sí se alude continuamente a la necesidad de la prevención y a su peligrosidad, enmarcando la vida en torno a la seguridad y a la manutención del orden84.
Durante la década de los 60, tanto el DAS como el DSC presentes en la ciudad de Medellín, se dedicaron a investigar personas de diferentes ocupaciones, entre ellas sindicalistas, estudiantes, extranjeros, líderes sociales, sacerdotes y funcionarios85, según sus posiciones políticas86, lo que demuestra el uso de los departamentos de seguridad para desarrollar una política de control en la cual mantener el orden87; lo que se relacionó con la preocupación del avance socialista, que fue una posibilidad con la limitada participación de grupos políticos no tradicionales y la aparición de insurgencia, que sustentó la «necesidad» del control. La prensa periódica fue utilizada como lugar de combate, que buscaba librar la lucha contra el socialismo, por lo que mostraban los hechos de insurgencia como una posibilidad, incluso cuando aparecen poco y son opacados por las acciones de inteligencia, así como por los comunicados del gobierno que buscan que el lector se entrometa en la lucha con el enemigo, que lo respete y que le tema, que se encuentre a la defensiva por si en cualquier momento debe actuar, además de mantenerse al tanto de las movilizaciones dirigidas por grupos como sindicatos, estudiantes y sacerdotes, ya que son interceptados por el socialismo y podían militar en sus círculos de influencia urbana.
Conclusiones
La insurgencia estuvo presente en muchos lugares rurales de Colombia antes y durante la década del 60, se desarrollaron varios focos urbanos insurgentes en las ciudades; aunque no fue clara su capacidad, sí se puede decir que había conexiones y operaciones logísticas comunales. En Medellín, la expansión de la insurgencia fue tomada con extrema preocupación, debido a las problemáticas sociales relacionadas con el crecimiento de la ciudad y sus problemas; y, después, fue tomada como una oportunidad para crear una estructura social, que más que evitar una revolución, salvaguardara el orden en el marco de la Doctrina de Seguridad Nacional, lo que les permitía crear cohesión social a partir de la desconfianza a la movilización social. En Colombia, uno de los países más «proclives» de la región a la revolución comunista, según el Departamento de Estado, era necesario poner en marcha medidas de desarrollo social y de seguridad. Se buscó poner en funcionamiento la modernización del Estado por medio de la capacidad política que tenía el Frente Nacional, y la posibilidad que abría la Alianza para el Progreso, programa del que el presidente Alberto Lleras Camargo (1958-1962) era un abanderado; sin embargo, la posibilidad de la reforma social se vio torpeada por la poca capacidad de ejecución que tenían las entidades, por ende, la responsabilidad para evitar la revolución socialista recayó en las medidas de defensa.
Si bien hay evidencia para desconfiar de las capacidades de la insurgencia comunista en la década de los 60, los gobiernos, especialmente el nacional, con los presidentes que tuvo el Frente Nacional, utilizaron su presencia como una posibilidad para que Colombia apareciera en la lista de preocupaciones estadounidenses y se le brindara asistencia económica, así que se encargó de hablar de la insurgencia como un enemigo peligroso con capacidad armada y con la necesidad de desarrollar grandes medidas de seguridad para prevenir un cambio en el orden establecido, lo que afectó directamente a la sociedad y al ejercicio de la democracia, con la idea de orden se invalidó lo diferente, incluso al interior de la democracia88.
Los gobiernos colombianos durante la década de los 60, especialmente los Lleras, tanto Alberto Lleras Camargo como Carlos Lleras Restrepo, utilizaron las acciones de insurgencia y contrainsurgencia como elemento de cambio para generar preocupación en el gobierno y el Congreso de los Estados Unidos, buscando crear cohesión social con la idea de orden en el país, obtener asistencia económica y generar transformaciones sociales por medio del miedo al «insurgente», que podía ser cualquiera con ideología no tradicional89