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HiSTOReLo. Revista de Historia Regional y Local

On-line version ISSN 2145-132X

Historelo.rev.hist.reg.local vol.13 no.27 Medellín May/Aug. 2021  Epub Mar 20, 2021

https://doi.org/10.15446/historelo.v13n27.86896 

Artículos

Cuatro perspectivas sobre los asentamientos populares suburbanos en Rosario (Argentina), 1933-1943

Four Perspectives on Popular Suburban Settlements in Rosario (Argentina), 1933-1943

Quatro perspectivas sobre os assentamentos populares suburbanos em Rosário (Argentina), 1933-1943

Diego Roldán* 

* Doctor en Humanidades y Artes por la Universidad Nacional de Rosario/Conicet, Argentina. Investigador independiente del Conicet en el Instituto de Estudios Críticos en Humanidades, profesor titular de la Universidad Nacional de Rosario y miembro del Programa Espacios, Políticas y Sociedades del Centro de Estudios Interdisciplinarios de la misma institución. Este artículo forma parte del proyecto de investigación PICT 2018-01775 "Barrios populares en proceso de integración urbana: claves históricas para la intervención política en contextos críticos", dirigido por la Doctora. Valeria Snicofsky. Correo electrónico: roldan@iech-conicet.gob.ar; diegrol@hotmail.com © https://ordd.org/0000-0002-2223-8904


Resumen

En este artículo se analiza cuatro perspectivas sobre la vivienda popular suburbana en la ciudad de Rosario, Argentina. El objetivo es comprender la contraposición entre los saberes científicos que proponen un espacio abstracto y homogéneo, así como las formas literarias de una representación imaginaria y sensible. Primero, se interroga a partir del discurso del hi-gienismo observando sus límites para reflexionar sobre fenómenos diferentes al conventillo y la casa de inquilinato. Luego, se indagada por los diagnósticos y propuestas del urbanismo sobre las modalidades de extensión y regulación de la ciudad suburbana y la vivienda popular. Posteriormente, se analizan las presentaciones de diagnósticos y programas precedentes en el ámbito estatal-político en el I Congreso Panamericano de la Vivienda Popular. Finalmente, se reconstruye el universo material y simbólico de una barriada popular presentado por una literatura social. El artículo muestra los límites y las posibilidades que las distintas matrices de pensamiento hallaron para describir, representar, narrar y pensar los nuevos fenómenos de una urbanización en las periferias de Rosario. Asimismo, procura a partir de la confluencia de cuatro puntos de vista complejizar la imagen de las periferias urbanas en su momento de emergencia tras la crisis de 1929.

Palabras clave: periferia; vivienda popular; barriada; suburbios; higienismo; urbanismo

Abstract

This article analyzes four perspectives on popular suburban housing in Rosario, Argentina. The aim is to understand the contrast between scientific knowledge that proposes an abstract and homogeneous space and literary forms that represent an imaginary and sensitive space. First, the discourse on hygiene is problematized through its limits in order to reflect on phenomena different from the conventillo and the tenement house. Then, the diagnoses and proposals of urbanism on the modalities of extension and regulation of the suburban city and popular housing are studied. Subsequently, the presentations of previous diagnoses and programs in the state-political sphere at the First Pan American Congress of Popular Housing are analyzed. Finally, social literature allows the reconstruction of the material and symbolic universes of a slum. The article shows the limits and possibilities that the different thought matrices found to describe, represent, narrate and think about the new phenomena of urbanization in the suburbs of Rosario. Likewise, it tries, from the confluence of four points of view, to make the image of the urban peripheries more complex in the period of their appearance after the crisis of 1929.

Keywords: periphery; public housing; slum; suburbs; hygienic; urbanism

Resumo

Este artigo analisa quatro perspectivas sobre a habitação popular suburbana na cidade de Rosário, Argentina. O objetivo é compreender o contraste entre o conhecimento científico que propõe um espaço abstrato e homogéneo, bem como as formas literárias de uma representação imaginária e sensível. Em primeiro lugar, é questionado a partir do discurso do higienismo observando os seus limites para refletir sobre fenómenos diferentes do cortiço. Em seguida, investiga os diagnósticos e propostas de urbanismo sobre as modalidades de extensão e regulamentação da cidade suburbana e da habitação popular. Posteriormente, são analisadas as apresentações de diagnósticos e programas anteriores na esfera político-estatal no Primeiro Congresso Pan-Americano sobre Habitação Popular. Finalmente, o universo material e simbólico de um bairro popular é reconstruído, apresentado por uma literatura social. O artigo mostra os limites e possibilidades que as diferentes matrizes de pensamento encontradas para descrever, representar, narrar e pensar sobre os novos fenómenos de uma urbanização na periferia de Rosário. Do mesmo modo, tenta utilizar a confluência de quatro pontos de vista para proporcionar maior complexidade à imagem das periferias urbanas no seu momento de emergência após a crise de 1929.

Palavras-chave: periferia; habitação popular; favela; subúrbios; higienismo; urbanismo

Introducción

Después de la temprana e importante contribución de Ziccardi (1977), el proceso histórico de configuración de la forma urbana, el hábitat social y el mundo económico laboral designado como villas miseria ha vuelto a recibir atención dentro de la historiografía argentina (Camelli 2019; Massidda 2018; Snitcofsky 2016). Sin embargo, al contrastar estos estudios históricos con la enorme cantidad de investigaciones encuadradas en la sociología o la antropología a partir de análisis sincrónicos y contemporáneos este crecimiento cuantitativamente es relativo (Cravino 2006; 2010).

La historia urbana de la Argentina moderna rastrea algunas experiencias de autoconstrucción del hábitat popular (Armus y Hardoy 1990; Liernur 1984), marcadas por una localización circunscrita, una duración acotada y un sujeto urbano popular que las promueve. Liernur (1992) escribió el texto más relevante sobre el hábitat transitorio en la Argentina del siglo XIX, donde reconstruye la morfología evanescente de Buenos Aires a partir de una arqueología-indiciaria aplicada a fotografías de una ciudad nómada, blanda y desmontable. Esa ciudad-otra, apenas registrada por los corpus textuales más frecuentados de la historiografía, aparece intermitente y frágil, en los márgenes de las capturas. Aquí los ojos del historiador reconstruyen el borde de la ciudad a partir del margen de las imágenes.

La relegación de la problemática de los asentamientos informales en la historiografía urbana argentina también ha manifestado síntomas de reversión en otros trabajos además de los antes mencionados. El mismo Liernur (2009) realizó una aproximación al problema de la villa miseria mediante una arqueología del término en el corpus de la prensa gráfica y sus vínculos con la política post-peronista. Utilizando una metodología más clásica, consigue establecer la aparición, los desplazamientos y los investimientos del significante villa miseria en el discurso periodístico, literario y fílmico. Asimismo, para un periodo inmediatamente posterior, Gorelik (2016), indaga las relaciones de la villa miseria con las publicaciones más importantes y de mayor influencia entre los intelectuales que reflexionan sobre la cultura urbana. También se registran varias aproximaciones a la imagen que la literatura ha producido sobre estos espacios (Snitcofsky 2015).

Asimismo, Snitcofsky (2016) desarrolló un estudio sobre el espacio que ha sido considerado como la primera villa de desocupados. Villa Desocupación o Villa Esperanza fue un asentamiento localizado en la zona del puerto de Buenos Aires, que emergió como uno de los efectos de la crisis en 1930 y que fue desmontado en 1935. Siguiendo los registros de los impactos urbanos de la crisis de 1930, la autora consigue indagar sobre algunas de las perspectivas que producen los sentidos más tempranos sobre este fenómeno urbano.

En otra línea de investigación se abordó las políticas de viviendas orientadas a los sectores populares. Esta perspectiva halló su síntesis más acabada en un volumen que reúne una serie de artículos sobre el problema de la vivienda y las multiplicidades que la habitaron (Ballent y Liernur 2014).

También deben mencionarse importantes estudios sobre casos específicos, como el minucioso estudio de Aboy (2005) sobre el emblemático barrio Los Perales, el documentado abordaje de Rigotti (2011) sobre los barrios de "La Vivienda del Trabajador" en Rosario, el más reciente de Jeréz (2013) acerca de los proyectos de vivienda obrera en San Salvador de Jujuy y el repertorio histórico de la vivienda social analizado por Cravino (2016). Finalmente, un conjunto de investigaciones han abordado el problema de los saberes, los expertos y el Estado (Plotkin y Zimmermann 2012). Estas aproximaciones han alumbrado estudios que proponen ciertas perspectivas alrededor del urbanismo (Rigotti 2014).

Como lo analizan algunos de estos aportes, tras la crisis de 1929, en Buenos Aires y Rosario, ciudades-puerto principales argentinas, la desocupación generó nuevos espacios. Los observadores notaron que la vivienda popular dominada por el conventillo1 céntrico adoptaba otro patrón caracterizado por el inquilinato y las barriadas suburbanas. La relocalización de la vivienda popular se caracterizó por una materialidad frágil y una infraestructura deficitaria. La composición demográfica, las formas de organización familiar y los hábitos domésticos eran diferentes. Distintas perspectivas y registros inscribieron estos asentamientos como el síntoma de una mutación.

En este artículo se analiza las diferentes perspectivas y discursos que entre 1933 y 1943 registraron los asentamientos populares suburbanos de Rosario, Argentina. Para tal fin, se reunió un corpus documental de procedencia y calidad diversa que abarca el discurso de la medicina, el urbanismo y las políticas de vivienda. Este material es recogido fundamentalmente de congresos y publicaciones de las distintas especialidades. Esas tres perspectivas construyen la óptica de los saberes administrativos locales sobre el problema de la habitación popular suburbana. La cuarta mirada es contrastiva y está conformada por un registro literario social que expresa las formas de vida de una barriada periférica de la ciudad de Rosario. La perspectiva de las primeras tres miradas sobre los asentamientos suburbanos dialogan con las propuestas reseñadas acerca de los saberes de estado (Plotkin y Zimmermann 2012) y el urbanismo (Rigotti 2014). La última ensaya tender puentes con las analíticas culturales de la ciudad moderna y sus procedimientos de lectura y representación (Frisby 2007; Sarlo 2003).

Las preguntas se enfocan sobre las dificultades que tuvieron los primeros discursos para observar estas nuevas expresiones urbanas dentro de las matrices científicas preestablecidas. En este sentido, se analiza cómo la rigidez de los esquemas de apreciación científica limitó las posibilidades de interpretación de la novedad implícita en la suburbanización del hábitat popular. Asimismo, el estudio se enfoca en un periodo de confluencia y disputa entre distintos saberes y disciplinas -higienismo, urbanismo, políticas de vivienda y literatura- y de cierta incertidumbre respecto al presente y futuro de las periferias urbanas. En este aspecto, las perspectivas de la medicina y el urbanismo promueven visiones científicas cenitales -desde arriba- promovidas por las ópticas de saberes/poderes que buscan construir y distribuir sus objetos en espacios abstractos y homogéneos; mientras el punto de vista de la literatura establece una perspectiva horizontal más atenta a un registro multisensorial y pluripuntual de las nuevas expresiones de los suburbios (Scott 1998).

En la primera parte se indaga sobre el discurso del higienismo. Tras un breve contexto, se analiza una comunicación del V Congreso de Medicina de 1934 que muestra las inercias lingüísticas y epistémicas del higienismo para abordar la vivienda popular suburbana. Se reconstruye la relación de la medicina con la estadística y se reflexiona alrededor del excedente que las categorías de clasificación propuestas por el higienismo no consiguieron captar ni registrar. En la segunda parte se analiza la convergencia discursiva del naciente urbanismo con el higienismo. Las ponencias de Ángel Guido en el I Congreso Argentino de Urbanismo de 1935 (ICAU), en el I Congreso Panamericano de la Vivienda Popular de 1939 (ICPVP) y fragmentos del Plan Regulador y de Extensión de Rosario (PRyER) configuran ese corpus documental. Este conjunto manifiesta consideraciones diagnósticas y programáticas. El relevamiento de la ciudad existente atestiguó el desplazamiento, las insuficiencias constructivas y los problemas de extensión de servicios que ofrecía la habitación popular suburbana. Las cuestiones propositivas aparecieron marcadas por el zoning, las ciudades satélites y la distribución funcional. Asimismo, se problematizan los instrumentos y conceptos que el urbanismo dispuso para captar esa emergencia suburbana popular y las derivaciones e intervenciones que buscó desarrollar a partir de esos diagnósticos.

En la tercera parte se estudia el ámbito de las políticas de la vivienda popular. Allí, puede observarse cómo los discursos técnicos del higienismo y el urbanismo son materia de apropiación y reproducción. Para sopesar estas cuestiones se analiza el informe elaborado por los concejales rosarinos en el ICPVP. Esta comunicación revisa una importante masa de antecedentes, desarrolla breves conclusiones y esboza posibles intervenciones.

La última parte aborda Las colinas del hambre de Rosa Wernicke publicada en 1943. Se trata de una novela que narra una serie de incidentes y vidas entramadas con el espacio del botadero de basuras y una de las nuevas barridas periféricas. La obra muestra una multiplicidad de relaciones en las que aparecen las diferencias y los conflictos de clases, la división clasista del espacio urbano y las asimetrías de las relaciones de género. En resumen, se busca analizar las diferentes perspectivas y discursos sobre la emergencia de la vivienda popular suburbana. Resulta relevante rastrear las tensiones que se plantean entre las formas tradicionales del proceso censal y objetivista y otras modulaciones cualitativo-expresivas como la literatura. Asimismo, se evidencian las formas de intervención que esas modulaciones del registro espacial delimitan en los campos en disputa y en la retroalimentación del higienismo, el urbanismo, las políticas de vivienda y una poética literaria socialista.

Inercias categoriales: el higienismo

A partir de las epidemias de la fiebre amarilla en Buenos Aires (Gorelik 1998) y la de cólera en Rosario (Pascual 2017), la corporación médica (González 1999) refinó las herramientas para pensar la ciudad. Las Conferencias de Higiene Pública de Rawson (1876) y el Curso de Higiene Pública fueron los pilares de la mirada médica. La ciudad de Rosario emergió ligada al puerto y los ferrocarriles, sistemas de transportes que la hacían especialmente susceptible ante los brotes epidémicos. En pocos años, la modernización indicó las dificultades de articulación del crecimiento urbano con las instalaciones ferro-portuarias. También la inmigración generó condiciones de habitación poco propicias. Con la creación de la Oficina de Estadística Municipal, el intendente Alberto J. Paz (1895) encargó la confección de un Primer Censo de Conventillos y Establecimientos Insalubres. El levantamiento mostró que las peores habitaciones populares se localizaban en el centro de la ciudad. Las situaciones de hacinamiento y falta de higiene, sumadas a factores políticos más específicos, generaron un clima de tensión que estalló en la huelga de inquilinos de 1907 (figura 1).

Fuente: Primer Censo Municipal de Población con datos sobre edificación (1902).

Figura 1 Mapa de la ciudad de Rosario en 1900, área de localización de conventillos 

La coyuntura económica que caracterizó al crecimiento y la modernización de Rosario se retrajo durante la Primera Guerra Mundial. La crisis se desplazó de la vivienda hacia el precio de los abastecimientos. Al promediar el año 1918, el puerto volvió a sus niveles históricos de funcionamiento y, entonces, los problemas de la vivienda retornaron con modificaciones. La primera mutación fue de extensión. Con la incorporación de Pueblo Alberdi, Rosario consolidó su jurisdicción urbana en sentido norte-sur, sobre la orilla del Paraná en 1919. La segunda fue de sustitución. Hacia fines de la década de 1910, comenzó a evidenciarse el relevo del conventillo por el inquilinato. Luego de la Primera Guerra Mudial, casi no se construyeron nuevas casas con destino al alquiler de sus piezas a precios populares. Al contrario, se utilizó de forma intensiva las existentes, aunque estuvieran en pésimas condiciones. También, antiguas y amplias casas de familia deterioradas se reciclaron como inquilinatos. La tercera modificación fue de movilidad. La extensión y tecnificación de los transportes urbanos, fundamentalmente el tramway eléctrico, y la puesta en valor y la mayor accesibilidad a través del pago por mensualidades de los terrenos excéntricos establecieron una relocalización del hábitat popular (Lanciotti 2009).

Durante los años de la década de 1920, estas tendencias fueron sostenidas. Aparecieron nuevas preocupaciones sobre los costos la vivienda popular, que fueron plasmadas en el I Congreso de la Habitación Popular del Museo Social Argentino en Buenos Aires. En el marco de cierto reformismo, un grupo de ediles democrataprogresistas, presentaron en 1924 una ordenanza denominada "La Vivienda del Trabajador". El proyecto construyó casi 700 viviendas ubicadas en los tres puntos de expansión de la trama urbana y las inmediaciones del transporte ferroviario. Los precios de mercado fueron elevados, lo que orientó el emprendimiento hacia las capas medias (Rigotti 2011). La crisis de 1929, reconfiguré el escenario económico y político, ocasionando conflictos entre el municipio y los adjudicatarios.

Para 1932, Rosario tenía 12 000 desocupados y cerca de 50 000 personas tenían serias dificultades para mantener sus consumos indispensables (Dirección Estadística de la Provincia de Santa Fe 1932). Según el Censo Nacional de 1914, la población de Rosario era de 222 592 habitantes. Los alquileres comenzaron a gravitar en los presupuestos populares.2 Ese año los más baratos alcanzaron los $20 moneda nacional, con los que podía cancelarse la mensualidad de un altillo o una casilla o casa de invasión. Una pieza era más costosa, entre $30 y $40 moneda nacional. De los asalariados con trabajo, muy pocos llegaban los $90 moneda nacional. El costo de los alquileres, en ascenso desde los años 1920, comprometía el 50 % del salario. Esta situación impulsó nuevas estrategias de habitación.

[...] los inquilinos para huir de la vivienda antihigiénica y cara construyen casillas en terrenos alquilados a plazos, donde viven igualmente en condiciones antihigiénicas e incómodas. No hay baños y los habitantes de las viviendas se asan en verano y se congelan en invierno [...] una gran parte de la población lleva una vida pesada, sumamente dura por las condiciones de incomodidad en que vive, ya sea que habite departamentos jaulas o conventillos que más bien parecen corralones; o bien que acariciando el sueño de la casa propia se sacrifique en casillas de madera y lata (La Capital 1929).

El incremento de los desalojos fomentó la construcción de campamentos de desocupados. En este marco, se inscribió la preocupación médico-higiénico-estadística del V Congreso Nacional de Medicina de 1934. Se trató de una comunicación presentada como un trabajo colaborativo entre un médico -Albornoz- y un contador -García-. Un censo de conventillos en 1933 reveló un total de 327 locales, con 2788 piezas ocupadas por 5938 personas. Esta cifra, casi tres veces inferior a las 1026 habitaciones registradas en el Primer Censo de Conventillos tres décadas antes, parecía confirmar el declive del conventillo como forma de habitación popular. Sin embargo, los autores advertían que esa mengua estaba lejos del sueño de la casa propia.

[...] la población de los inquilinatos, era en el momento del censo, considerablemente menor que en años anteriores, pues a causa de la crisis reinante y la desocupación, gran cantidad de personas, familias grandes sobre todo, habían abandonado estas viviendas, para dirigirse al campo, o a las afueras de la ciudad, donde improvisaron ranchos para albergarse y no pagar de esta manera alquiler alguno [...] El número de personas por habitación se ha reducido considerablemente debido a la falta de trabajo y a la crisis reinante, por lo que el hacinamiento actual no marca el alto nivel alcanzado en años anteriores (Albornoz y García 1934, 909-913).

En términos relativos, los conventillos estaban menos poblados, no obstante la preocupación no se concentró en el fenómeno de la nueva habitación suburbana. Por el contrario, la perspectiva hizo a un lado aquel objeto emergente y se enfocó sobre lo que los autores denominaron "[...] la situación de la vivienda obrera en la ciudad misma". Esto obedeció a que estos alojamientos estaban "[...] sujetos al contralor de las autoridades [...]"(Albornoz y García 1934, 910) y contemplaban al habitante que intentaban registrar en razón de la desocupación: varones trabajadores. La estadística aparece renovada por la presencia de técnicos con titulaciones específicas y por una preocupación no solo por indagar la cantidad de conventillos y la densidad de sus habitantes, sino también en sus condiciones de vida: el acceso a los servicios -luz eléctrica, agua potable e instalaciones sanitarias- y a la provisión de equipamientos domésticos -cocina y baños, letrinas y picos de agua-. Sin embargo, las cifras elucidan realidades conocidas, como el conventillo y el inquilinato, sin mencionar la participación de las mujeres en la vivienda ni registrar a las personas sin ocupación. Apenas se describe a los niños en edad escolar como "[...] débiles, raquíticos, pálidos, poniendo de manifiesto la indeleble huella que los caracteriza como hijos de la miseria y el tugurio" (Albornoz y García 1934, 910). Estas consideraciones del discurso médico evidencian, además, los enlaces entre modos de habitar y formas morales de larga trayectoria tanto en el higienismo como en el catolicismo social (Ballent y Liernur 2014).

En estos procedimientos, puede observarse la inercia de las clasificaciones y de una grilla históricamente estable en la que se volcaban las magnitudes censales. Las innovaciones no reposaban en la evidencia estadística, ni en la composición etaria de los habitantes, ni en la distribución seccional de los conventillos, sino en sus referencias marginales. Allí aparecía el fenómeno de las nuevas habitaciones que proliferaban en los suburbios, la conversión de antiguas casas de familia en inquilinatos y la puesta en valor del inquilinato que de material de demolición pasaba a convertirse en casa de renta. Aunque las condiciones de visibilidad de estos nuevos fenómenos quedaban anotadas, sus instrumentos de captación aparecían desactualizados y poco precisos. La nueva habitación popular permaneció fuera de las indagaciones médico-higiénicas, debido a la incapacidad del gobierno local para diseñar formas de intervenirlo y regularlo. Un obstáculo que, a la vez, fue reforzado por la imposibilidad del dispositivo médico-estadístico para representar el acontecimiento inscrito en esos nuevos emplazamientos. Los emergentes de la crisis de 1929 no fueron puestos de relieve: la desocupación fue deslocalizada y la vivienda popular suburbana resultó poco problematizada.

Ambiciones de totalidad: el urbanismo

Rigotti (2014) indica que la paradoja del urbanismo en Argentina estribó en que su mayor potencia fue, al mismo tiempo, su máxima debilidad. La constitución del urbanismo como disciplina con capacidad monopólica para dirimir el futuro de las ciudades dependió de su habilidad para articular los diagnósticos preexistentes en una síntesis totalizadora. Esa fuerza de absorción y redistribución de elementos dispares como el paisajismo, el higienismo, el arte urbano, la ingeniería de transportes y sanitaria fue en el mediano plazo la cifra de su inestabilidad y posterior declive. El urbanismo tuvo presente los diagnósticos del higienismo, pero amplió sus horizontes. La ciudad de Rosario fue el laboratorio para una prueba piloto sobre los alcances de este nuevo saber. Della Paolera (1928) pronunció dos conferencias sobre los problemas urbanos de Rosario. A ellas se añadió una tercera, impartida por el alemán Hegemann (1930). Estas intervenciones apuntalaron la redacción de un plan regulador y de extensión de Rosario, encargado al urbanista Della Paolera, el experto de ferrocarriles, Ingeniero Adolfo Farengo y el Arquitecto Ángel Guido. Por motivos esclarecidos por Rigotti (2014), la responsabilidad de redactar la mayor parte del Plan recayó sobre el rosarino Guido.

La primera parte diagnosticaba los principales conflictos del desenvolvimiento urbano. Conforme a lo indicado por Farengo (1928), Della Paolera (1928) y Hegemann (1930), el expediente urbano evidenció tres problemas urgentes: la reorganización del sistema ferro-portuario; la insuficiencia de los espacios verdes y el mejoramiento de la vivienda obrera (Della Paolera, Farengo y Guido 1935, 10).

Aunque el último recibió menos atención, para esta indagación resulta el más relevante. Además, la cuestión de la vivienda obrera fue abordada por dos conferencias de Guido (1936; 1940) que guardan relación con el plan regulador de Rosario. La voz de Guido cobró gran relevancia en estas problemáticas. La vivienda popular no atrajo demasiado la atención del naciente urbanismo, al menos en Rosario, hasta entrada la década de 1940, cuando las intervenciones del peronismo volvieron a ponerla en el centro de la escena.

Como sucesor del higienismo, el urbanismo estableció el diagnóstico de la vivienda obrera sirviéndose de los datos de Albornoz y García (1934). El plan regulador aseguró que las condiciones de la habitación obrera en Rosario eran pésimas. Las viviendas alquiladas a precios económicos -menos de $50 moneda nacional- atravesaban "[...] una situación alarmante [...] no reúnen las condiciones higiénicas ni el confort indispensable a una gran mayoría de los habitantes de la ciudad" (Della Paolera, Farengo y Guido 1935, 21).

Los urbanistas comprendieron más claramente que los médicos y la complejidad de la nueva habitación popular. El desplazamiento a los suburbios de los sectores populares, que abandonaron los conventillos céntricos, fue interpretado con mayor elaboración. Hacia 1918, se sospechaba que el conventillo como forma de habitación popular declinaba en favor de la vivienda popular suburbana.

[...] la citada disminución en número de conventillos no ha hecho más que trasponer los términos del problema. La venta de lotes por mensualidades ha facilitado la ejecución de una o dos piezas precarias, donde una y hasta dos familias viven hacinadamente en una proporción de 4, 8 y 10 y más personas por pieza. Vemos, pues, que los inconvenientes provocados por el conventillo continúan en la vivienda aislada, nada más que virtualmente y éste casualmente es el desagradable espectáculo que ofrecen muchos de los suburbios rosarinos, que llegan a convertirse en verdaderos focos epidémicos [...] (Guido 1936, 123-124).

El plan regulador abonaba esta hipótesis (Della Paolera, Farengo y Guido 1935, 21). A pesar de las referencias higienistas hay algunas novedades. Primero, aparece una diferencia terminológica entre el higienismo que se refiere a la "vivienda colectiva obrera" y el urbanismo que prefiere aludir a la "vivienda popular": un conjunto que excede a conventillos e inquilinatos y abarca a las viviendas suburbanas. Esta conceptualización expresa también otra actitud hermenéutica. Para el higienismo estos nuevos fenómenos no son considerados al quedar fuera de la jurisdicción municipal, al involucrar a una población desocupada y terrenos con una situación de propiedad dudosa. Mientras, el urbanismo los observa como un fenómeno de primera relevancia, ya que constituyen el modo en que la ciudad se extiende. El plan regulador era también un plan de extensión, los urbanistas estaban lejos de desear que ese derrame de la ciudad se registrase sin organización, a través de suburbios donde medraran habitaciones mal construidas, con materiales efímeros, mala orientación, sin divisiones internas, con aberturas ineficaces e insuficiencia de servicios públicos y equipamientos domésticos. Esa visión, además de contemplar la cuestión de la extensión, era hija de una ambición por gobernar la totalidad y observar a la ciudad como si se tratara de un conjunto orgánico interconectado y jerarquizado en sus partes. Si para los urbanistas los males que aquejaban a Rosario todavía tenían remedio, a diferencia de los de Buenos Aires, cuyo crecimiento más consolidado dificultaba las intervenciones, algo similar ocurría dentro de la misma ciudad entre el centro y la periferia. Los suburbios eran una terra incógnita, donde podía planificarse la ciudad nueva sin negociar con las estructuras, los agentes y los intereses preexistentes. Allí, era posible una planificación ex-nihilo y por lo tanto era un lugar en el que debían prohibirse las urbanizaciones improvisadas y motivadas por urgencias económicas tanto fueran las de la privación como las de la ganancia.

En la ponencia sobre la "Ciudad industrial tipo", resulta sencillo percibir cómo el esquema del plan regulador se plasma en una realidad pequeña y operable desde un hipotético grado cero de urbanización. Para la confección de la planta urbana, Guido (1936) emplea a la carretera como sustituto de la vía férrea, seccionando la aglomeración en dos partes. En la estela del urbanismo funcional norteamericano, que comenzaba a generar procesos sostenidos de suburbanización con ajardinamientos, Guido plantea la necesidad de construir un park-system y formar playgrounds. En ese territorio de inspiraciones, promueve el establecimiento de un zoning funcional de las distintas áreas. Esta ciudad-proyecto cuenta con una planta perfectamente organizada, las viviendas no muestran déficits de asoleamiento y el heliómetro garantiza su orientación. Allí, las viviendas son individuales, de dos familias, cuatro familias, colectivas y residenciales.

Distribuidas por el zoning, las superficies guardan equilibrio. Las calles tienen el ancho y la orientación que garantizan una eficaz circulación vehicular y del aire. Los lotes están seccionados para la mejor disposición de las viviendas y no para incrementar ganancias. Tanto el plan regulador, como la conferencia, proponen un cierre ampuloso. El primero, arbitrado por la exposición de una serie de gigantografías de los diagramas en las que podían leerse distintos datos y relaciones de la población y la ciudad, entre los que se destacaban la estadística demográfica, viviendas obreras y asoleamiento de calles. La conferencia fue coronada con una demostración práctica del heliómetro, un artefacto que permitiría el estudio y la planificación precisas del asoleamiento en urbanismo y arquitectura (Guido 1936, 129).

Ambos colofones muestran a modo de síntomas lo que Rigotti supo observar en el urbanismo: una obsesión por la desmesura. Capaz de identificar problemas como el crecimiento suburbano y establecer soluciones como las ciudades tipo o satélites, el urbanismo estaba emplazado sobre una bases endebles que los artificios retóricos y técnicos no consiguieron disimular.

Subsunción fragmentada: las políticas de vivienda

En 1939, el problema de la vivienda popular alcanzó la escala panamericana. La "Convención de Montevideo" afirmó la necesidad de coordinar a todos los Estados de América para evitar "[...] la formación de barriadas de características exclusivas, especialmente las llamadas pobres" (ICPVC, t.1, 18). Seis años después, en Buenos Aires, se celebró el ICPVP. Entre el 2 y el 7 de octubre de 1939 se reunieron delegados de gobiernos y asociaciones. La presidencia fue asumida por Antonio Cafferata, un católico social argentino que al promediar la década de 1910 había impulsado la sanción de la Ley Nacional de Casas Baratas y Bien de Familia. En el discurso inaugural, Cafferata recuperó la visión del reformismo católico sobre la vivienda popular: el hogar como refugio y estímulo para la vida familiar, la familia como la unidad básica del organismo nacional, la necesidad de fomentar la vivienda familiar entre los argentinos más necesitados (Ballent y Liernur 2014). Estas acciones estaban orientadas a restañar "la crisis de la familia" y sus estándares morales, un proceso que iniciado en el campo se ramificaba en la ciudad.

Los hombres que vivimos o que viven en la Capital Federal de este país, como en las grandes ciudades del continente, no ven o no comprenden que detrás de los rascacielos que materializan la grandeza, el orgullo de una gran ciudad, se extiende una pampa salvaje, bárbara y casi terrible. Es allí donde la familia está en crisis (ICPVP, t. 1, 429).

Los congresistas brasileños y uruguayos criticaron la extensión desorganizada de la vivienda popular suburbana. En Montevideo, la situación era similar a la observada por los redactores del plan regulador de Rosario. Existían variaciones de relevancia en la situación legal de la tenencia de los terrenos entre las ocupaciones irregulares y la adquisición por la vía crediticia, sin embargo la materialidad precaria de las construcciones y su localización excéntrica establecían analogías materiales y urbanas. Los delegados de la Asociación de Ingenieros montevideana concluyeron que había motivos para prever el arraigo territorial de esas nuevas barriadas suburbanas.

Otro aspecto que no puede pasar desapercibido [...] es la situación creada por los compradores de terrenos a plazos. En los alrededores de nuestra ciudad existen barriadas formadas por ranchos y casillas en terrenos que han sido adquiridos de esta forma [...] pocos resultados se obtendrán si no se parte de la base de mejorar o reconstruir esas viviendas que para sus ocupantes significan el esfuerzo de varios años y no están dispuestos a abandonarlas (ICPVP, t. 1, 91-2).

Dos de los factores anotados pasaron desapercibidos a los observadores rosarinos. Por un lado, se mantenía la creencia de que los procesos de suburbanización eran protagonizados por los habitantes de los conventillos. Se trataba de un movimiento interno residencial, un desplazamiento a los suburbios. Ni los expertos ni los políticos observaban corrientes de migración del campo a la ciudad. Esto evidencia cierta desconexión entre las crónicas sociales publicadas a comienzos de la década de los años 1930 y las evaluaciones políticas sobre la situación de la vivienda popular.

La situación de los obreros y gente en general, que ambula por la campaña y en las ciudades en busca ocupación, uno de los que ha comenzado a atraer más preferente atención es el de la nota ingrata y lamentable que brindan los desocupados, a quienes se les permite acampar en las puertas de las ciudades y centros urbanos rurales, donde improvisan sus viviendas y permanecen inactivos a la espera de que de un modo u otro, les sea resuelta la situación (La Capital 1933, 6).

Bajo el título "Desocupación y migración", se publicó un artículo que relataba cómo se ofrecía transporte gratuito a quienes no hubieran encontrado empleo por intermedio del Departamento Nacional de Trabajo (La Capital 1930, 4). Se trataba de impedir la concentración de los desocupados en pocos núcleos que se sospechaba incrementaría las fricciones de esta población con el resto de la sociedad urbana. En 1935, el mismo matutino publicó otra nota semejante. Allí, se refería que "[...] desde las lejanas provincias norteñas llegan grupos de mujeres en busca de trabajo en los centros del litoral o bien en la metrópoli" (La Capital 1935, 6). Bien pudieran ser algunos de estos sujetos los que se instalaban en los suburbios de forma temporal y no solo los antiguos inquilinos de conventillos que adquirían lotes por mensualidades.

Los ingenieros uruguayos afirmaban las dificultades que enfrentarían los intentos de regularizar las improvisadas construcciones suburbanas. Aunque carecieran de la estructura consolidada de los centros urbanos, la propiedad u ocupación del terreno, la dedicación y el esfuerzo para levantar la morada complicarían los desalojos. En los nuevos suburbios tan solo sería posible actuar sobre lo construido, intentar corregir los errores, acondicionar las viviendas de manera superficial sin recurrir a las soluciones drásticas que los urbanistas imaginaban en ciudades tipos o satélites. Especialmente, estos límites estaban presentes en los terrenos que cumplían las formas legales de tenencia y ocupación.

Designados entre mayo y septiembre de 1939, los delegados del municipio de Rosario al ICPVP no contaron con tiempo para desarrollar un trabajo minucioso. Francisco Bodetto y José Di Luca pertenecían al Partido Socialista y fueron nombrados por el Concejo Deliberante, ambos contaban con experiencia en la regimentación de las comisiones vecinales, proyectos para el entubamiento y la canalización de arroyos suburbanos -Ludueña- y la conexión de desagües en barrios populares-Sarmiento y la República-. Las actuaciones de la comisión fueron discretas. Pudo apreciarse una reimpresión de los valores estadísticos registrados por Albornoz y García (1934), la transcripción completa de su ponencia, también del capítulo del plan regulador dedicado a la vivienda obrera y, lo más sorprendente, de gran parte del viejo "Estudio sobre las casas de inquilinato de Buenos Aires" de Rawson (1891). La comisión insistía con los problemas de higiene de la vivienda popular. Allí, la novedad relativa estaba cifrada en el nuevo flagelo de la tuberculosis.

Asimismo, formulaba advertencias sobre la población hacinada y la vida menesterosa que casi mecánicamente derivaban en el vicio y la delincuencia. Uno de sus aportes fue una actualización de la estadística de conventillos. Los ediles constataron que entre 1933 y 1939, los conventillos habían duplicado su número, llegando a contabilizarse 777 establecimientos, solo 250 menos que a comienzos del siglo XX. A esto se agregaba, el florecimiento de la problemática suburbana.

Es evidente pues que el problema de la vivienda en Rosario es cada vez más grave, no sólo visto desde el conventillo, sino que se ha agudizado aún más, con la formación de grandes barriadas en la periferia de la ciudad, cuyas construcciones de dolorosa pobreza y que obliga a una vida familiar promiscua, unida a la falta absoluta de servicios higiénicos indispensables, hace que la condición de esa gente sea por demás triste.3

Había quedado establecido que uno de los problemas más importantes de Rosario como núcleo urbano y de la vivienda popular era la extensión. Aunque con una población cuatro veces inferior, la superficie de la ciudad era equivalente a la de Buenos Aires. Se había permitido urbanizar hasta el límite del municipio, ocasionando importantes dificultades para la prestación de servicios públicos: transporte, agua potable corriente, desagües cloacales, pluviales, etcétera (ICPVP, t.1, 494).

La Vivienda del Trabajador intentó infructuosamente solucionar la cuestión de la habitación popular. Este proyecto de tres barrios de viviendas municipales construidos por una empresa contratista había generado contradicciones. Según los ediles, se trataba de "[...] urbanizaciones periódicas llevadas a cabo con fines exclusivos de lucro y autorizadas sin una dirección planificada que defienda individual y colectivamente a las clases trabajadoras".4

Resulta sugerente que una de las fallas detectadas por el informe respecto al modelo de intervención de la vivienda del trabajador fuera la ausencia de un plan. Este tópico fue abordado por Guido (1940) en el ICPVP al referirse a los "Planes de Reguladores de la Vivienda Popular". Allí, el arquitecto se extendia sobre uno de los problemas de las urbanizaciones en Argentina: el damero, la manzana cuadrada y los lotes con mayores proporciones de fondo que de frente. Guido planteaba la incompatibilidad de una sobredivisión de la tierra para incrementar su valor de mercado con las posibilidades de producir viviendas higiénicas y estéticamente armoniosas.

En este plan de vivienda popular, Guido se apoyaba en su experiencia en ciudad de Salta y planteaba la construcción de barrios con mejores entornos urbanos -parques, avenidas, servicios públicos, etcétera-, formados por lotes funcionales, determinados por un zoning interno y capaces de albergar viviendas colectivas o de construcción seriada con una estética a medio camino del estilo neocolonial y los chalets californianos. Era fundamental inscribir al plan regulador de la vivienda mínima u obrera a un plan regulador general y contar con los expertos para formularlo. El Estado no era capaz de desarrollar completamente una política de vivienda pública. Sin embargo, debía encargarse de definir claramente los parámetros de las políticas y en este caso dejaba demasiados destalles al criterio de los privados. Guido establecía la intervención de un tercer término, una figura mediadora: el técnico capaz de armonizar los intereses públicos y privados alcanzando un diseño conveniente para ambos. En la comunicación de los concejales rosarinos, puede comprobarse la escasa autonomía de las propuestas políticas respecto al diagnóstico técnico y el saber experto, incluso aquel que hubiera quedado relativamente desactualizado. Tanto cuando se evoca a los higienistas como cuando los urbanistas realizan sus sugerencias, las propuestas políticas para las viviendas populares exhiben una estrecha dependencia respecto a esas miradas técnicas.

Mirada horizontal: el punto de vista de la escritora

Hasta aquí se han comentado tres puntos de vista sobre la vivienda popular. El primero de los higienistas, el segundo de los urbanistas y el último de los delegados del Municipio de Rosario en el ICPVP. En todos los casos, las estadísticas poseen una centralidad variable, pero una presencia definida. El número resulta un factor esclarecedor tanto del conventillo/inquilinato urbano como del rancho en la barriada suburbana. Varían las soluciones, pero los diagnósticos solo difieren en la profundidad de la observación. Todas las miradas se despliegan desde lo alto, son formas de ver el espacio y sus habitantes distanciadas y homogeneizadoras.

Cuando se ingresa a las primeras páginas de Las colinas del hambre, el corpus da un vuelco y las observaciones se multiplican. La novela de Rosa Wernicke se inscribe en el realismo social, está ambientada en 1937 y fue publicada en 1943 en Buenos Aires por la editorial Claridad. La mirada se desarrolla a partir de trayectos, sin recurrir al punto fijo. El lector viaja a través de un perspectivismo móvil. Para conocer a una ciudad hay que recorrerla, hay que moverse en ella, caminar sus calles, mirar sus rincones e ir de un lado a otro. Wernicke desestima la existencia de un mirador, de un punto elevado que permita contemplar la totalidad y volverla transparente. La novela está ambientada en el botadero municipal de basuras, en uno de esos nuevos suburbios precarios que surgían al margen de la urbanización consolidada de Rosario. La escritora toma como eje lo que los médicos, los urbanistas y los políticos solo mencionan. El libro de Wernicke introduce una perspectiva horizontal, multipuntual y por momentos casi etnográfica para intentar mostrar la realidad de las periferias urbanas emergentes.

Si las otras miradas se sostienen en su intención de captar "lo real", como algo que está más allá, aún sin alcanzar amplios umbrales de eficacia, la novela representa política, poética y socialmente un espacio periférico. Inscrita en una serie de metáforas que expresan la polarización social, la novela presentan a Rosario como una ciudad binaria y fracturada. Estas imágenes forman parte de una estructura narrativa que Wernicke establece como las modulaciones descriptivas de un paisaje urbano alterno y contrastante respecto a la ciudad regular y opulenta del centro.

La barriada estaba en una situación liminar, ubicada en las cercanías de las últimas extensiones de la interface ferro-portuaria. Se hallaba en la zona sur del puerto a orillas del Paraná, inmediata a las vías del ferrocarril a Puerto General Belgrano, en las faldas del botadero de basuras, a pocos metros de la sede del Ministerio de Obras Públicas de la Nación y los tanques de almacenamiento de la Standard Oil. Las alusiones al lugar están vinculadas con lo oculto y lo velado, un mundo casi invisible y, por eso, prácticamente irreal.

[...] mundo escondido allá, al otro lado del puente del ferrocarril a Puerto Belgrano [...] un mundo situado entre un puerto activo, una elegante Avenida de Circunvalación, todavía en proyecto [...] Lo que se oculta es simplemente un mundo miserable y extraño, un mundo que nada tiene que ver con la fascinadora ciudad aunque esté dentro, demasiado feo, demasiado triste y demasiado desamparado. No quieren ver y cierran los ojos y se tapan los oídos. Nadie, absolutamente nadie quiere ver la miseria y sin embargo no hay misterio más profundo ni más cercano [...] Su olor repugna, su espectáculo deprime. No se extingue ni desaparece, ni puede cubrirse. Se levanta junto al río. Frente a los felices y a los egoístas surge constantemente su rostro de piedra. Su risa es una mueca, su queja un aullido, su voz es como el sordo rumor de las mareas. Avanza con agresividad de ola para mostrar estómagos vacíos, pies descalzos y mezquinos harapos [...] Para contemplarla en su escueta, impresionante desnudez, basta con alejarse un poco del rumoroso corazón de la ciudad y acercarse a la sórdida barriada de un vaciadero municipal (Wernicke 2015, 11-15. Énfasis del Autor).

La cualidad oculta de este espacio y esos cuerpos abyectos aparece repetidamente. Una y otra vez la idea engelsiana de la ciudad de dos caras, una opulenta-visible y otra miserable-escondida, irrumpe como clave hermenéutica de la segregación urbana, pero sobreimpresa a la idea de una moral corrompida y corruptora. Al ocultamiento se añade una especie de negación, una ceguera voluntaria (figura 2).

Fuente: "Plano de Rosario de Santa Fe", 1925, en Archivo Municipal de Digestos y Ordenanzas (AMDO), Rosario-Argentina.

Figura 2 Mapa de la ciudad de Rosario en 1927, la Barriada del Vaciadero 

Los terrenos son bajos y la forma urbana de la barriada es caótica. No hay calles rectas ni asfalto, las viviendas están cerca de las vías del ferrocarril. La disposición de los callejones no solo carece de plan, sino que evade toda regularidad. Resulta imposible orientarse entre esas callejuelas, solo quienes viven ahí saben qué camino tomar para llegar de un lado a otro. Cuando la noche se cierra sobre la barriada perderse resultaba sencillo.

Son terrenos sumamente bajos, cuando llueve el agua se estanca por días y semanas. Los callejones cruzan la barriada en distintas direcciones, internándose hacia desconocidos lugares y luego salen de improviso, sin permitir siquiera sospechar adónde conduce [...] casuchas endebles que nadie se explica por qué misteriosa ley de gravedad aguantan la furia de las tormentas, visten la falda de la barranca. No hay orden ni simetría. Se amontonan unas al lado de las otras, desde el pie hasta la cima. La ascensión se efectúa por medio de escalerillas naturales, excavadas en la propia tierra y cuyos escalones o peldaños se han reforzado con latas y cajones para evitar un posible desmoronamiento (Wernicke 2015, 17).

El uso de los terrenos estaba garantizado por contrato con la empresa de ferrocarriles. La cláusula más sobresaliente del acuerdo indicaba que "[...] en el momento en la compañía lo juzgue necesario esas viviendas serán derribadas" (Wernicke 2015, 18). Supeditada al capricho de la empresa, esa transitoriedad disuadía a los habitantes de construir con materiales durables. La mayor parte prefería la madera y las latas, muy pocos se inclinaban por materiales más consolidados. Paralelamente, la situación de miseria en la que vivían los impulsaba a utilizar los materiales descartados en el basurero. La fórmula de esas viviendas era la autoconstrucción a partir de residuos que pudieran servir para levantar paredes y formar techos.

La vivienda consta de un cuarto o dos y una cocina construida con tres tablas, cuatro latas, sunchos, arpilleras y elásticos de cama agujereados y mordidos por la herrumbre. A veces los techos son chasis de autos desechados hasta del cementerio del automóvil [...]. También los cercos del rancherío han sido construidos con materiales salidos del vaciadero: respaldos de camas, latas, chasis, elásticos herrumbrado (Wernicke 2015, 18).

La barriada prosperaba en el hacinamiento. Todos compartían el mismo espacio. La ausencia de una división interna de las viviendas se correspondía con la carencia de funciones urbanas en el espacio circundante. El único servicio era la luz eléctrica, aun sin llegar a todos los hogares. Las viviendas tampoco tenían demarcaciones externas. Todos moraban en cohabitación sin distinción de sexos, edades, ni había diferencia entre animales y humanos. La vida cotidiana de la barriada se desplegaba a la vista de todos, sin diferenciar entre lo público y lo privado.

Es un abigarramiento confuso donde los hombres, las mujeres, los niños y los animales viven en una existencia en común. No hay patios, ni paredones, ni cercas, ni nada. Cada uno muestra a su vecino lo que hace, lo que come, lo que guarda, cómo se viste, se peina, se lava o se emborracha (Wernicke 2015, 18).

La autoconstrucción, también, se expresa en el abastecimiento. La mayoría de las familias poseía aves y animales de corral. Los servicios de pozo de aguas y letrina tenían un carácter colectivo. En el cuarto que hacía las veces de baño no había puerta, solo lo resguardaba una lona de arpillera.

El tipo de actividades económicas que se desenvolvían en la zona era contaminante. El ambiente de la barriada se caracterizaba por la insalubridad. El escurrimiento de líquidos expelidos por las industrias era complejo debido a los terrenos bajos y la infraestructura nula.

Estrechas cañerías procedentes del matadero atraviesan la zona, descienden por la barranca, corren sobre los galpones y desembocan en una laguna de agua pútrida, que ha quedado sin resolverse en los terrenos ganados al río. Dentro de estas canaletas, la sangre y los residuos fermentan y despiden un olor nauseabundo que se hace más intolerable durante el verano, las zanjas por donde desagua el lavadero de achuras de la fábrica de encurtidos, las emanaciones del criadero de cerdos, el hedor de la vieja curtiembre unido al de toda la basura del municipio que se arroja ahí, impregnan el aire de un olor dulzón, agresivo y repugnante. La curtiembre cercana, que no es otra cosa que una viejísima tapera, alberga un ejército de ratones que van y vienen por encima de sus tirantes carcomidos, ocupados en resolver sus misterioso problemas (Wernicke 2015, 20).

Además de estas complicaciones, el propio concesionario del basurero y empleador directo o indirecto de los habitantes de la barriada, poseía un gran criadero de cerdos "[...] con un inaguantable hedor y su terrible enjambre de moscas" (Wernicke 2015, 40). El espacio y los cuerpos quedaban enlazados. Todas sus fronteras eran vulnerables, fluidas, porosas y móviles, interconectadas por fuerzas que los atraen y los superponen. El cuerpo hacía parte del espacio-ambiente, en tanto lo construía y lo habitaba, pero el espacio del basurero, con una potencia infrecuente en otros lugares, imprimía sus urgencias sobre los cuerpos. Los cuerpos esculpían montañas de basuras, hombres y mujeres las perforaban en busca de tesoros improbables, pero esas colinas de escoria también modelaban los cuerpos atenazándolos con dolores, sufrimientos y enfermedades.

Altas barrancas se extendían a un costado. Al otro, se elevaban colinas. Eran como jorobas que le hubiesen brotado a la tierra aquí y allá. Estas jorobas estaban formadas por el acumulamiento de residuos y desperdicios y databan de una época en que todavía no se había soñado con aquella industria [...] El tránsito era terriblemente peligroso porque escondían pozos traicioneros, mal rellenados [...] Armadas de palas y picos, familias enteras se ocupaban en la "cava". Abrían profundas zanjas hurgando, buscando en la entraña, como topos. Recogían el hueso y el vidrio que durante treinta años se había desechado. El olor acre de la tierra abierta, poderosamente fermentada, pútrida e insoportable, se metían por las narices, se metía hasta los poros y llegaba al corazón [...] Nadie se quejaba. Eran topos silenciosos, activos. Parecían mineros partiendo la dura piedra y arrancando a la entraña el precioso mineral (Wernicke 2015, 96-97).

El barrio funcionaba alrededor del trabajo de la selección de residuos. El basurero era lo que el resto de la ciudad quería alejar y olvidar. Esas excrecencias se aprovechaban en la barriada, no solo para construir viviendas sino como sustento familiar. El basural era la usina proveedora de trabajo y la barriada aportaba los brazos a esas montañas de escoria. Hombres, mujeres, niños y niñas exploraban, excavaban, seleccionaban y recuperaban.

La explotación tenía una expresión múltiple y operaba sobre varias categorías de diferencia: género, edad y clase. Dentro de las familias patriarcales, las relaciones asimétricas prosperaban por otras vías. En los montículos de escoria, los padres y los hermanos mayores aprovechaban a los niños en labores exploratorias que solo la agilidad y escaso porte físico permitían. Los maridos empujaban a sus mujeres a la prostitución y los padres vendían la virginidad de sus hijas. Las existencias del basurero eran talladas por la rudeza del trabajo, el deterioro moral y la miseria económica. El horizonte de basuras clausuraba el río Paraná, pero también la vida de quienes allí vivían.

Wernicke localizaba el motor capaz de crear las condiciones de posibilidad para la transformación de esas existencias grises más allá de ellas mismas, en una esfera que no pierde del todo su trascendencia, a pesar de que su capacidad de redimir a los desposeídos se mantenga secularizada: el Estado y la política. Los seres humanos que habitaban el basurero eran víctimas, sujetos con una agencia disminuida. Solo una fuerza exterior reconocida como un árbitro por encima de las partes podría liberarlas. Como engranaje y horizonte de la utopía aparece el Estado con sus capacidades redistributivas y sus posibilidades de generar justicia social. La intervención parecía simple: construir un horno incinerador de basuras, clausurar el criadero de cerdos y el basurero, formar un barrio urbanizado y con servicios de casas baratas para realojar a quienes vivían miserablemente en la barriada y liberar de escoria la barranca para obsequiar algo del paisaje ribereño a los pobres. Wernicke promovía la destrucción de las viviendas de la barriada, pero con la construcción de un nuevo barrio de casas higiénicas, cómodas y baratas in situ.

Algún día un buen gobierno, un gobierno como la gente, implantará los hornos incineradores. Quizá no esté lejano el día en que esta idea pase a ser una hermosa realidad. Que la calle Ayolas, pavimentada hasta el río, libre del criadero, libre de las moscas y de la basura, sea una bonita y arbolada avenida. Que el espectáculo de uno de los más hermosos ríos de América puedan también gozarlo los pobres, sin limitaciones aprovechadas por una ínfima parte del pueblo. Quizá no esté lejano el día en que por fin veamos dragados y rellenados los pantanos que rodean a la barriada y que, en lugar de esas horribles cuevas donde viven seres humanos se levanten viviendas económicas de los trabajadores (Wernicke 2015, 95-96).

Conclusiones

Este artículo convocó a una serie de perspectivas alrededor de los asentamientos populares suburbanos en un periodo de crisis económica y transformación urbana. La atención se concentró sobre tres discursos que enfocaron la problemática desde una perspectiva de saber/poder que estaba atravesada por una búsqueda inscrita en operaciones de medición, diagnóstico y, ocasionalmente, intervención. La matriz higienista es la de más larga trayectoria y mayor influencia a la hora de pensar los problemas urbanos durante el periodo. Sin embargo, hacia los años de 1930, sus inercias y su éxito histórico conspiraron para la construcción de herramientas más sofisticadas y capaces de captar las novedades del fenómeno de la suburbanización popular.

La interacción entre el higienismo y la política municipal generó una serie de configuraciones inerciales que implicaron que el proceso de crecimiento de los suburbios fuera notado pero no analizado. Esta situación de extraterritorialidad básicamente obedeció a que la habitación popular suburbana -el rancho y la vivienda precaria- categorialmente quedaba fuera de la agenda de intervención municipal restringida a los históricos conventillos. Con mayores destrezas técnicas, el urbanismo intentó abordar la problemática. Sin embargo no alcanzó a advertir que no se trataba exclusivamente de un proceso vinculado a la traslación de población residente en la ciudad del centro a los suburbios y que el proceso de movilidad espacial era, también, efecto de la crisis agrícola y la desocupación que afectaba a las ciudades circunvecinas.

Durante las entreguerras, el naciente urbanismo tuvo una carta de presentación: los planes reguladores. En estos documentos-normas, los urbanistas intentaron ofrecer medidas y establecer posibles intervenciones para regular el crecimiento de la ciudad. En este marco, la ciudad de Rosario fue uno de los laboratorios privilegiados para la elaboración de estos diagnósticos y el arquitecto Ángel Guido la figura más relevante dentro del establecimiento de las principales directrices. Asimismo, el naciente urbanismo evidenció su preocupación por los crecimientos irregulares de los bordes urbanos. Bajo la guía de los diseños de los suburbios estadounidenses, estableció algunos planes alternativos para ordenar las ciudades satélites y las periferias urbanas. Sin embargo, sus propuestas teóricas fueron descartadas en el plano de las implementaciones políticas y las intervenciones urbanas.

Precisamente, el debate político amplió muy poco el espectro de la discusión y se conformó con reproducir los principales argumentos del higienismo y el urbanismo, sin elaborar un ensamblaje novedoso entre ambos o promover nuevas prácticas de intervención. Hubo alguna actualización de datos, pero las matrices hermenéuticas con las que se los enlazó mostraron escasa renovación. Finalmente, la literatura estableció en virtud de su naturaleza crítica un umbral de comprensión menos cenital, menos concebido desde un punto de vista elevado y capaz de observar una problemática de forma absoluta y auxiliada por el lenguaje numérico. La literatura plasmó una imagen pluripuntual, multisensorial y heterogénea de las nuevas barriadas populares que poco tiempo después fueron denominadas villas miserias.

Habitualmente, las representaciones y expresiones de la ciudad en tanto sean científicas o narrativas comportan una simplificación. Esa reducción a través del distanciamiento, en cierto modo, implica un ejercicio de traducción. Así, el higienismo transpuso la ciudad a los códigos del organicismo y la anatomía patológica e hizo de ella un organismo viviente, con partes, jerarquías, funciones y relaciones naturales. El urbanismo tradujo la ciudad a las matrices de la ingeniería y la arquitectura y ambicionó sintetizar los esquemas y las transcripciones de saberes precedentes -hignienismo, paisajismo, arte urbano, ingeniería de ferrocarriles, etcétera-. El resultado de estas operaciones fueron síntesis narrativas, descriptivas, estadísticas y cartográficas: el plano y el plan, el expediente y el plan regulador. Las políticas de vivienda tradujeron las narrativas del higienismo y el urbanismo a las endebles capacidades de los municipios para codificar e intervenir sobre la problemática de la vivienda.

Finalmente, la literatura taquigrafió a través de nuevos signos los pliegues y las orillas de la ciudad, en esa narrativa lo urbano podía reescribirse y, hasta cierto punto, transformarse. Todas estas operaciones de conversión y reinvención generan un resto, un excedente habitualmente ligado a la sensibilidad, la experiencia, pero también a la multiplicidad y la diferencia. Las artes y las literaturas buscaron expresar el mundo urbano a través de esos restos. Morse (1978) afirmaba que la ciudad podía comprenderse mejor desde el ensayo y la novela que a partir de las estadísticas y los mapas e invirtió la jerarquía de las fuentes para proponer una historia cultural urbana. Antes que mantener esas cesuras, quizá fuera más provechoso ensayar desdibujar esas fronteras e indagar alrededor de los puentes, préstamos, complementariedades y solapamientos que existen entre estas miradas.

O acaso no pueden leerse en la prosa de Wernicke las preocupaciones del higinienismo, no pueden oírse los ecos del problema de la vivienda y la vivienda pública, no pueden observarse los proyectos urbanísticos en las relocalizaciones de los vertederos de residuos, los depósitos de inflamables, los hornos incineradores, las instalaciones del puerto y los ferrocarriles. Estas conexiones posibles ofrecen una visión integral y compleja de un problema emergente como los asentamientos populares. A través del montaje y yuxtaposición, este artículo establece algunos elementos para ensayar otra lectura sobre aquellos materiales que configuran una cartografía histórica de las primeras barriadas populares de la Argentina del siglo XX.

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1En Uruguay, Argentina, Chile y Bolivia, esta designación se aplica a una vivienda urbana colectiva con mala conservación, escasos servicios y altos índices de hacinamiento. En estas viviendas, los habitantes alquilaban cuartos. La cocina, el baño y algunos servicios eran de uso común. El patio era un lugar de sociabilidad y espar cimiento, pero muchas veces hacía las veces de cocina.

2"Concejales Campos, Martínez y Bodetto instituyendo merienda escolar", Rosario, 13 de mayo de 1932, en Archivo Municipal de Digestos y Ordenanzas (AMDO), Rosario-Argentina, Expedientes Terminados Honora ble Concejo Deliberante de Rosario, mayo 1932, t. 3, f. 3621.

3"Informe de los delegados al primer congreso de la vivienda, Buenos Aires", Rosario, diciembre de 1939, en AMDO, Expedientes Terminados Honorable Concejo Deliberante de Rosario, t. VII, f. 9414.

4"Informe de los delegados al primer congreso de la vivienda, Buenos Aires", Rosario, diciembre de 1939, en AMDO, Expedientes Terminados Honorable Concejo Deliberante de Rosario, t. VII, f. 9510.

Cómo citar este artículo/ How to cite this article: Roldán, Diego. 2021. "Cuatro perspectivas sobre los asentamientos populares suburbanos en Rosario (Argentina), 1933-1943". HiSTOReLo. Revista de Historia Regional y Local 13 (27): 15-48. https://doi.org/10.15446/historelo.v13n27.86896

Recibido: 30 de Abril de 2020; Aprobado: 11 de Septiembre de 2020; Revisado: 20 de Septiembre de 2020

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