Los problemas ambientales que afectan a Colombia son similares a los de muchos otros países y conducen así a la pérdida de su biodiversidad a causa de sus industrias o sus procesos de desarrollo (Ceballos et al., 2015; Salas & Mancera, 2020). Fundamentalmente, estos se originan cuando las entidades reguladoras de las políticas ambientales no son rigurosas y estrictas para ponerlas en práctica y, a su vez, cuando las industrias y los sectores agrícolas no reconocen la tierra como un recurso natural renovable. De esta manera, las principales consecuencias son la destrucción de los bosques, el uso inadecuado de la tierra (conducente al deterioro y la erosión masiva del suelo), la deficiente calidad del agua y el envenenamiento del ambiente debido al uso de productos químicos tóxicos en la agricultura y la industria (Amórtegui, 1998). Todos estos problemas se agravan por los aspectos demográficos de una población en crecimiento que se ve forzada a buscar soluciones en pro de las áreas naturales y su riqueza vegetal y animal. Así, la creación de áreas naturales protegidas se percibe como una de las estrategias más importantes para la conservación y el manejo de la biodiversidad (Pozo, Camargo, Cruz, Leal & Mendoza, 2019).
En este sentido, y si se toma el desarrollo como excusa, Colombia se ha convertido en un país con un gran número de lugares de explotación minera, donde de los 8564 títulos mineros, el 50% se atribuye a elementos de construcción (Ipbes, 2019). La piedra caliza es un mineral que se agrupa entre los materiales no metálicos de explotación, y el método a cielo abierto utilizado para su extracción -el cual se realiza principalmente en laderas- es uno de los más utilizados en Boyacá. A su vez, este departamento es el de mayor actividad extractiva en el país (Pérez & Betancour, 2016; Ipbes, 2019). Además, según el Servicio Geológico Colombiano (2012), los impactos ambientales que la explotación minera a cielo abierto de piedra caliza provocan al recurso hídrico se evidencian en la recepción de estériles de la minería y el suelo altamente degradado, de manera que proliferan paisajes erosionados en sus alrededores y afloramientos rocosos.
En consecuencia, la minería -y en especial la que se realiza a cielo abierto- conduce a diversos impactos sobre los ecosistemas y sus componentes bióticos, abióticos y sociales, de modo que lleva, a su vez, a que la estructura, la composición y la función de las comunidades nativas tanto de plantas como de animales se vean afectada por la introducción y la dispersión de especies invasoras (Baptiste & Cárdenas, 2015). Esto, a su vez, ocasiona que parte de la población de la avifauna colombiana sufra cambios significativos en su tamaño. Una gran fracción de dichas especies habitan en la cordillera Oriental de los Andes, en razón a la cobertura boscosa que esta posee (Renjifo, Amaya, Burbano & Velázquez, 2016). Sin embargo, los ecosistemas naturales de la parte central del país están siendo transformados debido al crecimiento económico y comercial de las actividades humanas.
En este sentido, los resultados aquí presentados contribuirán a la elaboración de planes para el manejo ambiental de los recursos naturales que, desde la guía minera ambiental determinada por el Ministerio de Minas y Energías y el Ministerio de Medio Ambiente de Colombia (2001), deben presentarse. Sin embargo, la mayor actividad minera que se realiza no cuenta con estos planes de manejo, por tanto, los ecosistemas se han visto intervenidos por la extracción de piedra caliza a cielo abierto, bien sea erosionando los suelos o bien afectando la calidad tanto del agua como del aire, lo que a su vez ha contribuido a que disminuya la cobertura vegetal y, por ende, afecte las comunidades nativas o migratorias de aves que lo habitan (Franco, Castiblanco & Niño, 1996). Estos planes ambientales pueden estar encaminados a la reforestación, con el fin de recuperar suelos erosionados favoreciendo así la biodiversidad (Díaz, Ayola, Morelo, Díaz & Burgos, 2019), y teniendo en cuenta las plantas a utilizar en dicha reforestación para que no afecte la avifauna, es decir, a fin de que no se conviertan en especies invasoras que contribuyan a alterar aún más el ecosistema.
Uno de los países con mayor biodiversidad en el mundo es Colombia. Alberga más del 10% de las especies de animales y plantas que existen (PBI Colombia, 2011); a su vez, las aves son un grupo conocido e importante para los ecosistemas, por lo que se han registrado más de 11000 especies diferentes, las cuales habitan en las regiones biogeográficas del mundo (Birdlife International, 2018). Además, cumplen funciones de gran importancia, tales como dispersión de semillas, polinización, control de plagas y son indicadores del estado de conservación de un área (Cristancho, Gómez & Ospina, 2016; Stiles et al., 2000; Villaseñor, 2002). En este sentido, las aves se convierten en elementos claves de cualquier ecosistema. Colombia posee una riqueza estimada de 1932 especies de aves, convirtiéndose en el país con más especies en el mundo (Ayerbe, 2018; Delgado & Correa, 2013), y el departamento de Boyacá alberga un estimado de 1015 especies según el Sistema de Información sobre Biodiversidad en Colombia (SiB, 2020), lo que significa el 52,5% de las especies que habitan el territorio colombiano.
Al tener en cuenta que las funciones ecológicas de las aves son primordiales para la existencia de los ecosistemas, esta investigación desarrolló un estudio de la riqueza y la diversidad de la avifauna presente en Belencito, Chámeza y Malsitio (Boyacá, Colombia), en donde se práctica minería a cielo abierto de piedra caliza. Para esto se realizó el inventario de aves de los sitios mencionados, con el propósito de otorgar así una fuente primaria para la toma de decisiones y la formulación de estrategias que contribuyan a la conservación mediante los planes de manejo ambiental que formulan las empresas que extraen este mineral, dado que en estos sitios no se habían realizado estudios relacionados con la avifauna.
Materiales y métodos
El sitio de estudio corresponde a tres veredas: Chámeza (5°56'39" N y 72°54'15" W), Belencito (5°,47',11" N y 72°,53',15" W) y Corrales, sector Malsitio (3°, 48',48" N y 72°,51',50" W), ubicadas en jurisdicción de los municipios Nobsa y Corrales (Boyacá, Colombia) (figura 1). La zona se caracteriza por ser semiárida con precipitaciones de 500 a 1000 mm por año, con alternancia de dos épocas, lluviosa y seca, distinguiéndose una intermedia de transición. Este lugar tiene, además, un yacimiento de roca sedimentaria marina del cretácico inferior, usada para la obtención de piedra caliza (Torres & Sarmiento, 2009).
Los tres sitios se encuentran a una altura promedio de 2400 a 2900 m.s.n.m., con vegetación asociada a zonas semiáridas y potreros con acacias, eucaliptos, pinos y relictos de matorral nativo, en pequeñas áreas de característica xerofíticas. Sus suelos presentan cierto grado de erosión, con un elevado grado de inclinación y se encuentran zanjas debido a la escorrentía cortical y la presencia de afloramiento rocoso (Torres & Sarmiento, 2009).
El sector Malsitio, a diferencia de Chámeza y Belencito, de acuerdo con Torres y Sarmiento (2009), presenta menor intervención por la extracción minera y en su hábitat mayor diversidad vegetal. Por otra parte, en Belencito y Chámeza existe notable afectación del ecosistema por minería, aunque en Belencito se encuentra la quebrada Belencito y se distingue, mediante observación directa, variedad de especies florales.
La estimación de la composición y la riqueza de aves en los sitios se realizó a partir de tres muestreos preliminares en las diferentes zonas. Como resultado, en cada lugar se estableció un área de 1000 m2, la cual se recorrió siguiendo un transecto en forma de zigzag marcando por geoposición nueve puntos cada 500 m, siguiendo una cuadricula 3 x 3 (Ralph et al., 1997; Villareal et al., 2006). Los registros de los individuos se realizaron por observación directa y grabación de canto durante el recorrido por los transectos, y la detección durante 20 minutos de avistamiento por cada punto. Lo anterior en los periodos de transición (septiembre, 2018), el periodo de lluvia (octubre, noviembre 2018) y el periodo seco (diciembre 2018, enero 2019), con una intensidad de cuatro días por periodo, para un total de 12 muestreos por zona.
La identificación de las aves se realizó empleando la guía de campo de Ayerbe (2018), Guía ilustrada de la avifauna colombiana, un par de binoculares con un poder de magnificación de la imagen de 8 x 42 y 10 x 48, y una cámara fotográfica para captar la imagen del ave. Además, se empleó una libreta de campo con un formato de recopilación de datos, de acuerdo con los siguientes aspectos: tamaño del ave, forma, postura, coloración, vuelo, comportamiento y hábitat. Asimismo, un formato de partes anatómicas del ave y de diagramas sobre rasgos morfológicos externos que permitieron describir sus características y la distribución por zonas (para cada ave se determinó su identificación taxonómica y se categorizó según si es residente o migratoria).
El análisis de los datos se realizó teniendo en cuenta la completitud de los inventarios por cada zona, se evaluó mediante la estimación de la cobertura de la muestra extrapolando al esfuerzo de muestreo más grande y al calcular los valores efectivos de orden q0 y q1 para los registros obtenidos; q = 0 es equivalente a la riqueza de especies y q = 1 corresponde al exponencial del índice de entropía de Shannon (Chao et al., 2014; Hsieh & Chao, 2017; Magurran, 1989). Esta estimación representa las abundancias totales de las especies en la comunidad, por tanto, se usó en este trabajo debido a que permite encontrar la probabilidad de descubrir una nueva especie si se añade una observación adicional y, a su vez, posibilita determinar el número de especies consideradas, de acuerdo con su nivel de rareza (Chao et al., 2014; Jost, 2006; Moreno, Barragán, Pineda & Pavón, 2011). La completitud tiene valores con un rango desde 0 (integridad mínima) a 1 (integridad máxima), los cuales por encima del 0,5 representan un inventario aceptable (López, Díaz & Coro, 2019). Estos análisis se realizaron con el paquete iNEXT (Hsieh, Ma & Chao, 2016).
Este procedimiento se usó con el fin de comparar la riqueza de especies registrada en las tres zonas de estudio (Malsitio, Chámeza y Belencito), agregando con la función ggiNEXT curvas de rarefacción basadas en individuos con intervalos de confianza del 95% (Chao et al., 2014; Colwell & Coddington, 1994). Asimismo, se determinó la composición de la comunidad de aves entre estos tres sitios mediante curvas de rango-abundancia con transformación logarítmica en base 10 (Feinsinger, 2003), usando la función rankabundance del paquete Vegan (Oksanen et al., 2013). Además, con la función vegdist se midió la disimilitud entre los sitios, de acuerdo con el cálculo del inverso del índice de similitud de Jaccard (Chao, Chazdon, Colwell & Shen 2004; López et al., 2019), por el cual los valores cercanos a 0 representan baja disimilitud, mientras los cercanos a 1 mayor disimilitud (Legendre et al., 2005). Por último, a fin de determinar si existe diferencia significativa en cuanto al número de individuos por especies entre las tres zonas, teniendo en cuenta la no normalidad de los datos evaluada mediante la prueba de Shapiro-Willk, se realizó una prueba estadística no para-métrica Kruskal-Wallis con un valor de probabilidad del 0,05. Todos los análisis se realizaron en el software libre R versión 3.6.1.
Resultados
En la actualidad no se registran estudios que permitan conocer y diagnosticar el estado actual de la avifauna en Belencito, Chámeza y Malsitio (vereda Corrales) Boyacá.
Por consiguiente, este trabajo se convierte en el primer reporte para estas zonas, con un registro total de 1542 individuos pertenecientes a 50 especies, 26 familias y diez órdenes. De las especies identificadas, son migratorias (Buteo platypterus, Coccyzus americanus, Contopus cooperi, Myiodynastes luteiventris, Piranga rubra, Setophaga rutici-lla, Leiothlypis peregrina y Vireo olivaceus) (Ayerbe, 2018); Synallaxis subpudica es endémica (Ayerbe, 2018; Chaparro, Echeverry, Córdoba & Sua, 2013); Muscisaxicola maculirostris se encuentra catalogada en peligro-EN y Contopus cooperi casi amenazada-NT (Renjifo & Amaya, 2016). Con respecto a las épocas, en transición la zona Malsitio sobresale por tener 28 especies, mientras que en lluvia y sequía Belencito se destaca con 33 y 37 especies, respectivamente; la composición taxonómica registrada se encuentra en el Apéndice 1.
En cuanto a la completitud del muestreo, los valores se acercan a 1 en los tres sitios. Por tanto, el esfuerzo de muestreo es representativo para estimar la diversidad de especies, y Chámeza alcanzó el valor más alto 0,9974 (véase la tabla 1).
En la zona Belencito se registró la mayor diversidad alfa con ambos estimadores (q0 = 42 y q1 = 26,6 especies) y en Chámeza la menor diversidad (q0 = 17 y q1 = 11,87 especies); mientras que para Malsitio se obtuvo un valor de diversidad intermedio (q0 = 30 y q1 = 20,06) (figura 2). Por tanto, se registra que, en cuanto a especies, Belencito es el lugar más diverso, a pesar de que en Malsitio, en total, se reporte la mayor cantidad de individuos (601). Para el caso del número de aves por especie, únicamente en las zonas de Malsitio y Chámeza existe diferencia significativa con un p valor = 0,01, mientras que para Belencito y Malsitio (p = 0,47) la cantidad de individuos por especie presenta valores similares.
Si bien existe similitud de especies entre las localidades, además de Contopus cooperi -la cual solo se encuentra en Chámeza y Malsitio- otras como Adelomyia melanogenys, Chlorostilbon mellisugus, Crotophaga ani, Notiochelidon murina, Megascops choliba y Tangara vitriolina únicamente se registraron en Belencito y Malsitio. Asimismo, Chámeza, Malsitio y Belencito comparten 14 especies, entre ellas: Falco sparverius, Elaenia frantzii y Tyrannus melancholicus; Belencito muestra una composición de aves con mayor disimilitud con respecto a las otras dos zonas, debido a que 16 especies solo fueron registradas en este sitio (figura 3).
En cuanto a la abundancia de especies en Belencito, Chámeza y Malsitio (figura 4) se registró que Patagioenas fasciata, Zonotrichia capensis y Turdus fuscater son las especies más abundantes en las tres zonas. Por otra parte, las menos abundantes fueron Colibri coruscans, Adelomyia melanoge y Vireo leucophrys en Belencito; Vireo olivaceus, Contopus cooperi y Elaenia frantzii en Chámeza; y Ochthoeca fumicolor, Coragyps atratus y Contopus cooperi en Malsitio.
Discusión
Según Stiles y Bohórquez (2000), las especies encontradas en un inventario dependen, principalmente, del número de muestras. Así, las más comunes estarán representadas de primeras, y a medida que se incrementa el muestreo es posible que otras más raras se adicionen. En este estudio el número de especies registradas es significativo para cada uno de los sitios, si se tiene en cuenta que la completitud de los inventarios, de acuerdo con la extrapolación del esfuerzo de muestreo, se acercó a 1 (López et al., 2019).
De esta manera, los hallazgos de la investigación permiten reportar que los tres sitios de estudio, que han sido transformados por explotación minera, tienen un total de 50 especies, lo cual representa el 2,58% de las descritas para Colombia (Ayerbe, 2018) y el 4,9% de las registradas para Boyacá (SiB, 2020). Estos datos son comparables con los reportes para el norte de la cordillera Oriental y el altiplano cundiboyacence, en los que se han registrado de 45 a 169 especies (Medina, Macana & Sánchez, 2015; Suárez & Cadena, 2014; Zuluaga & Macana, 2016). Además, tienen semejanza en 22 especies de aves previamente inventariadas por Borrero y Olivares (1985), entre las que se encuentran Colinus cristatus, Crotophaga ani, Grallaria ruficapilla, Myioborus miniatus y Mecocerculus leucophrys, entre otras.
Otros estudios ornitológicos para la misma región biogeográfica y con reportes similares a los encontrados en las zonas de Chámeza, Belencito y Malsitio fueron realizados por Chapman (1917), Hilty y Brown (1986), Bohórquez (2002) y Stiles et al., (2000). Gran parte de estos estudios, incluidos los recientes (Medina et al., 2015; Suárez & Cadena, 2014; Zuluaga & Macana, 2016), evidencian que las familias más ricas en especies son Trochilidae, Tyrannidae, Emberizidae y Thraupidae (estas dos últimas con poca riqueza para lo registrado en este trabajo).
El orden en el que se encuentra gran parte de las familias avistadas es Passeriformes, resultados que concuerdan con los Zuluaga y Macana (2016), así como con los de Sanabria y Sosa (2019). Su alta presencia se debe a que este clado de aves es el más diverso estudiado, con representaciones en casi todo el mundo y mayor diversidad en el trópico (Zuluaga & Macana, 2016). De este grupo, la familia Tyrannidae, con ocho especies, presentó la mayor riqueza y al tener habito insectívoro podrían indicar oferta alta y variada de artrópodos (Bergara, Ballesteros, González & Linares, 2017). No obstante, su presencia ha sido registrada con frecuencia en diversidad de coberturas vegetales y agropaisajes abiertos (Vergara, Ballesteros, González & Linares, 2017).
Entre los registros de la familia Tyrannidae se destacan los de Contopus cooperi, especie casi amenazada-NT, Muscisaxicola maculirostris en peligro-EN (Renjifo et al., 2016; Renjifo y Amaya, 2017), y Mecocerculus leucophrys, especie común asociada a parches de Polylepis del norte de los Andes (Meneses y Herrera, 2013). Otras familias que presentan mayor riqueza son Trochilidae y Parulidae con cinco especies cada una. La riqueza de Trochilidae, según Stiles y Bohórquez (2000), en gran parte se debe a que este grupo se caracteriza por realizar movimientos estacionales u ocasionales entre coberturas vegetales y a diferentes elevaciones.
En las tres zonas estudiadas, la riqueza y la composición de aves fue diferente. Según los estimadores q = 0 y q = 1, Belencito, uno de los sitios donde más se práctica la minería a cielo abierto, fue el lugar que presentó el mayor número de especies, pero no el mayor número de individuos. Aunque estos resultados, acorde a lo señalado por Rodríguez, Armenteras, Morales y Romero (2006), y por Renjifo et al. (2016), podrían sugerir que la minería amenaza con la destrucción del hábitat para las aves, es necesario realizar estudios que involucren más variables del paisaje que permitan determinar la razón por la cual es menor la cantidad de individuos por especie.
Entre los hallazgos en Belencito se destacan todas las especies pertenecientes a la familia Parulidae, así como a Pipraidea melanonota, Myodynastes luteiventris, Piranga rubra, Scytalopus griseicollis, Vireo leucophrys y la especie endémica del altiplano cundiboyacense Synallaxis subpudica (Meneses & Herrera, 2013; Chaparro et al., 2013). Cabe anotar que en esta zona se encuentra la quebrada Belencito, la cual está asociada a diversidad de hierbas, matorrales y árboles, características del paisaje que favorecen la presencia de estas especies (Bergara et al., 2017; Botero, 2015). Otro factor que influye en la diversidad de aves es que, según los reportes de Zuluaga y Macana (2016), muchas especies que son migratorias neárticas, a fin de ingresar a Suramérica pasan por esta zona, y Parulidae tiene una alta proporción de especies migratorias (Stiles & Bohórquez, 2000).
De las ocho especies de aves migratorias documentadas, cinco fueron registradas a lo largo de la quebrada Belencito, debido a que la demanda de alimento y abrigo para estas especies (Runge, Watson, Butchart, Hanson, Possingham & Fuller, 2015) depende, en gran medida, de la presencia del cuerpo de agua (Bergara et al., 2017). De igual manera, como lo evidencian Rosselli, De la Zerda y Candil (2017), es común que las aves migratorias estén asociadas a matorrales y sitios arbolados. Por otra parte, la presencia de Synallaxis subpudica y Grallaria ruficapilla, especies con distribución restringida, probablemente se encuentre asociada al sotobosque de matorrales bajo en una parte de la quebrada, hábitat preferido por estas especies (Stiles et al., 2000).
No obstante, especies como, por ejemplo, Grallaria ruficapilla, Muscisaxicola maculirostris y Synallaxis subpudica se consideran algunas de las más sensibles a disturbios antrópicos tales como deforestación, caza, entresaca y cualquier actividad que afecte la estructura de la vegetación. Sin embargo, es conveniente tener en cuenta para posteriores estudios el gradiente de perturbación humana, de acuerdo con Salas y Mancera (2020). Es por esto que varios investigadores indican que las especies altamente sensibles son las primeras en desaparecer cuando el hábitat es perturbado (Andrade & Moreno, 2018; Renjifo & Amaya, 2017; Salas & Mancera, 2020; Stiles & Bohórquez, 2000).
Para el caso de Malsitio, lugar con menor intervención minera, se registró mayor cantidad de individuos pero no de especies. Se destaca la especie en peligro-EN Muscisaxicola maculirostris (Renjifo et al., 2016), donde la subespecie niceforoi es endémica del altiplano cundiboyacense (Ayerbe, 2018). Esta especie prefiere hábitats semiáridos y con poca vegetación, los cuales están siendo degradados por la introducción de pasto Kikuyo (Pennisetum clandestinum), actividades agrícolas y pecuarias, la urbanización y la explotación minera (Rosselli & Stiles, 2012; Zuluaga, 2016).
Otro grupo de aves sensibles a la fragmentación del paisaje son las especies rapaces (falconiformes). Aunque tienen amplia distribución -el 70% se encuentra en un rango de altitud desde el nivel del mar hasta los 1500 msnm-, de las que superan esta altura muy pocas prefieren áreas abiertas e intervenidas (Márquez, Bechard, Gast & Vanegas, 2005). Para este estudio solo se confirma la presencia de Falco sparverius, con mayor abundancia en Malsitio; no obstante, esta especie tiene amplio rango de distribución en Colombia debido a que se ha registrado en biorregiones como Cauca, Meta, Cundinamarca y Antioquia (Márquez et al., 2005).
Respecto a Chámeza, que registró la menor diversidad de especies y cantidad de individuos, se destaca la presencia del ave migratoria Vireo olivaceus (Capllonch & Moyano, 2009). En concordancia con Olvera, Rebón y Navarro (2020), el éxito de la presencia de las especies de aves migratorias en una región dependerá de los habitantes, pues son ellos quienes viven en contacto a diario con el medio y, por consiguiente, tienen mayor o menor influencia en su conservación o perturbación. Por esta razón, es necesario tomar medidas que, desde estudios sobre ecología, propendan a la conservación de los requerimientos biológicos necesarios para que especies como Vireo olivaceus, Contopus cooperi y otras aves migratorias continúen encontrándose en estas zonas durante sus días de paso.
En este sentido, utilizar números efectivos en la investigación permitió que la diversidad de las comunidades y la comparación entre los sitios pudieran interpretarse de una mejor manera (Moreno et al., 2011). Por tanto, estos resultados dan cuenta de un panorama biológico en el que, si bien existen diferencias entre los tres sitios, el número de especies de aves encontradas podría relacionarse con la disponibilidad de hábitats específicos y la estructura de la vegetación (Peña, Jiménez & Pasaje, 2017).
De acuerdo con los lugares muestreados y con lo mencionado por Rivas, Palomeque, Berardinelli e Hinestroza (2014), el uso desmedido de la minería en Colombia ha ocasionado un detrimento al ambiente, por tanto, según el poco conocimiento que se tenía respecto a las especies de aves presentes en los alrededores de las minas de caliza, se dificulta determinar qué especies de aves se encontraban antes de realizar la explotación y que fueron afectadas por la eliminación o alteración de hábitats (Cornejo, 2014; La Rotta & Torres, 2017; PBI Colombia, 2011; Pérez & Betancour, 2016;).
Finalmente, los registros divulgados en este estudio corresponden a inventario, por lo cual permiten hacer comparaciones de riqueza y abundancia a nivel de poblaciones y comunidades, y al mismo tiempo son el punto de partida para iniciar trabajos de conservación que, complementados con información del paisaje y ecología de las especies, sirvan como guía en la consolidación de estrategias para preservar organismos sensibles a perturbaciones ambientales.
Conclusiones
El estudio evidenció que en Chámeza, Belencito y Malsitio se encontraron 50 especies de aves, entre las que se destacan ocho migratorias (Buteo platypterus, Coccyzus americanus, Contopus cooperi, Myiodynastes luteiventris, Piranga rubra, Setophaga ruticilla, Leiothlypis peregrina y Vireo olivaceus), una endémica (Synallaxis subpudica) y dos con categoría de amenaza (Muscisaxicola maculirostris EN y Contopus cooperi NT).
La zona Chámeza registró la menor diversidad alfa con los estimadores q0 = 17 y q1= 11,87 especies; Belencito presentó los valores más altos (q0 = 42 y q1 = 26,6 especies), por tanto, se considera el lugar más diverso; mientras que Malsitio obtuvo un valor de diversidad intermedio (q0 = 30 y q1= 20,06). Sin embargo, este último lugar reportó la mayor cantidad de individuos (601).
Las especies más abundantes en las tres zonas de estudio (Belencito, Chámeza y Malsitio) fueron: Patagioenas fasciata, Zonotrichia capensis y Turdus fuscater. Entre las menos abundantes se registraron en Belencito Colibri coruscans, Adelomyia melanoge y Vireo leucophrys; en Chámeza Vireo olivaceus, Contopus cooperi y Elaenia frantzii; y en Malsitio Ochthoeca fumicolor, Coragyps atratus y Contopus cooperi.
Es necesario implementar estrategias de conservación in situ de la especie Muscisaxicola maculirostris, ubicada dentro de la categoría en peligro-EN. A fin de preservar estos individuos es importante promover estrategias de manejo sostenible que permitan recuperar y mantener la calidad de su hábitat, lo cual beneficiará a otras especies de fauna y de flora que se caracterizan por vivir en laderas abiertas, pedregosas y semiáridas de poca vegetación.