Introducción
La enfermedad renal crónica es una complicación frecuente de dos enfermedades sumamente prevalentes en México como lo son la hipertensión arterial y la diabetes mellitus, las cuales han tenido un incremento constante en su incidencia durante las últimas décadas (1, 2) a causa de la fuerte correspondencia que existe entre la enfermedad renal crónica, la diabetes mellitus y la hipertensión arterial, dado que la primera ha tenido un aumento exponencial en los últimos años (3-6).
En la actualidad, como país se carece de un registro de pacientes con enfermedad renal, por lo que se desconoce el número exacto de personas que la padecen, aunque se estima una incidencia de 129 mil pacientes que presentan enfermedad renal crónica en etapa terminal, los cuales requieren de forma inmediata un tratamiento sustitutivo para mantenerse con vida, dentro de los que se incluyen: diálisis peritoneal, hemodiálisis y trasplante renal, colocándose el trasplante como la mejor opción de tratamiento (6, 7).
Hace algunos años en México, la donación de órganos era limitada, por lo que el trasplante renal no era una solución viable, sin embargo, en 2019, año en el que se trasplantaron los pacientes del presente estudio, se realizaron un total de 2939 trasplantes de riñón, de ellos 207 se efectuaron en el estado de Guanajuato, convirtiéndose este en el tercer estado del país donde más trasplantes se concretaron, siendo el Hospital Regional de Alta Especialidad del Bajío (HRAEB), donde se realizó parte de la presente investigación, la institución número uno a nivel nacional con el mayor número de trasplantes renales de donante fallecido (7).
El trasplante es una intervención que puede salvar la vida de sujetos con enfermedades de órganos sólidos en etapa final, restaurando la función y aumentando la supervivencia. A través del tiempo, el trasplante renal ha mejorado significativamente debido al avance en las técnicas quirúrgicas y en la medicación inmunosupresora, lo cual ha aumentado la preservación del injerto (8), por lo que el principal temor se ha dirigido hacia los problemas que pudieran presentarse a largo plazo y las comorbilidades asociadas, como lo son las enfermedades cardiovasculares, las cuales en estos pacientes se presentan de tres a cinco veces más comparándolos con la población saludable (9), siendo la inactividad física un factor de riesgo principal para el padecimiento de estas comorbilidades (10), por lo que el aumento de la actividad física y con ello la calidad de vida se han tornado muy importantes en esta población (11).
A pesar de ello, menos del 60 % de los receptores de trasplantes realizan actividad física. Estas limitaciones en el ejercicio son agravadas por alteraciones alimenticias y el desuso en la fase final de la enfermedad renal que lleva al paciente a un estado de desacondicionamiento físico severo, acompañado de un estado catabólico (12).
Después del trasplante, la falta de actividad física es aún mayor debido a: reposo hospitalario, episodios de rechazo, limitación por cicatriz quirúrgica, uso de corticoesteroides y fármacos inmunosupresores (corticoesteroides), los cuales se asocian a la miopatía (8) y han demostrado afectar la respiración mitocondrial e inducir a la degeneración muscular en modelos animales, así como también se presentan anormalidades microscópicas en la distribución del tamaño y tipos de fibras, principalmente de tipo I y II, sustitución de fibras musculares por tejido adiposo, edema intersticial, disminución mitocondrial y disminución de la velocidad de conducción nerviosa periférica (13, 14), lo que en conjunto genera una afectación en la integridad muscular y la falta de tolerancia al ejercicio después del trasplante (15).
En conjunto, todo lo anterior está relacionado con mayor mortalidad, morbilidad y mayor riesgo de pérdida del injerto, que cuando se asocia con la hipertensión arterial, diabetes y otros riesgos cardiometabólicos presentes en estos pacientes, puede tener graves consecuencias, por lo que la prescripción y la promoción de ejercicio adaptado es absolutamente necesaria (16-18).
El entrenamiento con ejercicios en los receptores de trasplante renal ha demostrado mejorar la capacidad de ejercicio y la calidad de vida, manifestando el potencial útil para reducir los factores de riesgo cardiovasculares (16). Asimismo, se relaciona positivamente con el cumplimiento de los objetivos de la rehabilitación, como la capacidad para realizar actividades de la vida diaria, la calidad de vida y la supervivencia (19, 20), lo que produce mejoras directas en la fuerza muscular de agarre de miembros superiores y la fuerza del cuádriceps (21), aunado esto a la mejora de la actitud cardiorrespiratoria, de acuerdo con el test de marcha de seis minutos, así como la capacidad aeróbica (22, 23) e incluso observándose mejoras en el control de la presión arterial y en la remodelación ósea (24).
La literatura internacional informó recientemente de los efectos positivos del ejercicio sobre la capacidad funcional, la fuerza muscular y la calidad de vida (19, 24-26), sin embargo, la información es limitada y escasos estudios han analizado el efecto de una intervención domiciliaria. En la última literatura reportada se encuentran programas domiciliarios para pacientes con enfermedad renal, donde se aplicó ejercicio aeróbico y de resistencia, resultando factible y con resultados positivos en la mejora de la fuerza muscular de miembros superior e inferior sin afectar la función renal, (21, 27, 28); en otro estudio se comparó el efecto del ejercicio sobre la función física, el rendimiento cardiopulmonar y la calidad de vida en personas con sobrepeso y enfermedad renal, reportando resultados similares en la mejora de las capacidades físicas y funcionales, la calidad de vida y el sueño comparado con el ejercicio supervisado (23), inclusive se han analizado los efectos de este tipo de programas sobre la esfera psicológica en pacientes con enfermedad renal, resultando factible para la mejora de la función psicológica y la calidad de vida relacionada con la salud (29).
Semejante a nuestro estudio, existe una tendencia significativa a la mejora en términos de distancia del test de marcha de seis minutos, por la ejecución de ejercicio domiciliario en trasplantados renales, sin embargo, no se presentaron cambios en el peso corporal, masa grasa y masa musculoesquelética (14). En México no existen reportes de la aplicación de protocolos de ejercicio a la población mexicana trasplantada, por lo que es limitada su evidencia (24). El principal objetivo de este estudio fue evaluar el impacto de la aplicación de un protocolo domiciliario de ejercicio de fuerza, resistencia aeróbica, equilibrio y flexibilidad de intensidad leve-moderada durante cinco meses.
Materiales y métodos
1. Participantes y diseño del estudio
Se realizó este estudio cuasiexperimental, prospectivo y longitudinal en pacientes trasplantados en el Hospital Regional de Alta Especialidad del Bajío (HRAEB), durante el periodo de tiempo comprendido de febrero a agosto del 2020.
Los participantes que se incluyeron en el estudio fueron autorizados por los nefrólogos y cumplieron con los siguientes criterios:
I) Paciente en condición de salud estable
II) Bajo medicación inmunosupresora
III) Grupo de edad entre 18 y 45 años
IV) Pacientes con trasplante renal realizado en el HRAEB de enero a octubre del año 2019
A su vez, los pacientes fueron excluidos si presentaban las siguientes circunstancias:
I) Patologías musculoesqueléticas que dificultaran la realización del protocolo de ejercicio y las pruebas
II) Rechazo agudo del injerto o antecedente de rechazo
III) Enfermedades cardiovasculares severas
IV) Hipertensión arterial no controlada
Se captó un total de 12 pacientes que cumplieron con los criterios de inclusión del estudio y que tuvieron el procedimiento quirúrgico durante el periodo de tiempo establecido, y se procedió a realizar la evaluación inicial donde se valoró la fuerza en mano mediante dinamometría manual, flexibilidad en miembro inferior mediante la prueba “distancia dedos planta”, test de marcha de seis minutos para valorar la capacidad funcional y las pruebas de “pararse-sentarse” y “levántate y anda” de la batería de pruebas senior fitness test, (30, 31). De la misma forma, se proporcionó a cada paciente el cuestionario de salud SF36 para su llenado, además se realizó posteriormente la toma de los niveles séricos de creatinina, albúmina, hemoglobina y urea, y se calculó la TFG con la siguiente fórmula 141 × mín (creatinina sérica/kappa, 1) alfa × máx (creatinina sérica/kappa, 1) -1,209 × 0,993 edad × sexo × raza (32).
Asimismo, se proporcionó a los pacientes un consentimiento informado donde se detallaban los beneficios y los riesgos del estudio, y todos dieron su consentimiento informado por escrito.
Al concluir la evaluación inicial se recopilaron datos complementarios sobre el tratamiento actual, los informes médicos y los pacientes informaron cualquier efecto adverso. El presente estudio se apegó a las directrices éticas de la declaración de Helsinki y fue aprobado por el comité de investigación del HRAEB, con el número de registro CI/HRAEB/003/2020 y ante la Comisión Nacional de Bioética, bajo el número de registro CEI-05-2020.
Intervención
Las valoraciones inicial y final se realizaron en el área de rehabilitación del HRAEB, mientras que las sesiones de ejercicio fueron tomadas en el respectivo domicilio de cada paciente mediante supervisión individual virtual por un fisioterapeuta con experiencia en ejercicio en pacientes renales y con disposición y enfoque hacia la supervisión y el seguimiento de la investigación.
El programa de ejercicios tuvo una duración de 20 semanas dividido en tres niveles, se incluyeron cinco sesiones de ejercicio a la semana en los que se trabajó de forma alternada y no consecutiva ejercicios de fuerza y de capacidad aeróbica. Cada sesión de ejercicio duraba aproximadamente 40 minutos e incluían una sección de calentamiento que consistía en movilización activa de las principales articulaciones del cuerpo durante siete minutos, realizándose dos series de 10 repeticiones.
La parte principal del programa tuvo una duración aproximada de 20-25 minutos, donde se intercalaron tres sesiones de ejercicio aeróbico a la semana con dos sesiones de ejercicio de fuerza, en forma no consecutiva. Los ejercicios de fuerza involucraron las extremidades superiores e inferiores y los ejercicios aeróbicos consistieron, principalmente, en caminata o bicicleta a una intensidad determinada. La intensidad se determinó mediante la escala omni res (para cada nivel) (33-35) en los ejercicios de fuerza y se contó con tres niveles, en los cuales se progresaba de forma individual y hasta lograr hacer tres series de 10 repeticiones sin llegar al número de la escala que le correspondía a ese nivel; al finalizar el protocolo, todos los pacientes completaron 3 series de 10 sesiones en el último nivel del entrenamiento de fuerza (tabla 1).
La intensidad para los ejercicios aeróbicos se determinó mediante la escala de Borg (24, 36, 37), donde en cada nivel el paciente aumentaba la percepción del esfuerzo (tabla 1). Al final de los ejercicios principales de cada sesión, se realizaron cinco ejercicios de flexibilidad de forma activa, estos no cambiaron durante los distintos niveles y de la misma forma se realizaron dos ejercicios de equilibrio, los cuales iban aumentando progresivamente de dificultad durante los tres niveles (tabla 1).
Evaluación
Todos los participantes fueron instruidos individualmente acerca de la realización de las pruebas con explicaciones detalladas y ejemplos claros, todas las variables se evaluaron al inicio y al final de la intervención de 20 semanas. En cuanto a los datos demográficos y clínicos, estos se obtuvieron de los expedientes electrónicos del hospital.
Calidad de vida relacionada con la salud
Se evaluó mediante el formulario corto de 36 ítems (SF36) (38-41) que evalúa ocho dominios: funcionamiento físico, rol físico, dolor corporal, salud general, vitalidad, funcionamiento social, rol emocional y salud mental, cada pregunta se puntuó según una escala que va del 0 (peor estado de salud) a 100 (mejor estado de salud).
Fuerza de agarre manual
La fuerza de agarre manual se evaluó utilizando un dinamómetro (Camry Model EH101) y las puntuaciones se registraron en kilogramos, los participantes ejecutaron la prueba según las instrucciones de la sociedad americana de terapeutas de mano, se realizaron tres intentos con la mano dominante con un minuto de descanso entre series y se obtuvo el mejor valor para el análisis (42).
Fuerza de miembros inferiores
Se evaluó mediante la prueba de pararse y sentarse de 30 segundos (sit-to-stand). La prueba mide el número de veces que una persona puede sentarse y levantarse de una silla durante 30 segundos sin apoyarse con los brazos y comenzando desde la posición sentada (43).
Agilidad y equilibrio
Se evaluó mediante la prueba de levántate y anda (get-up-and-go por su nombre en inglés), la cual consistía en levantarse de una silla situada a ocho pies de un cono, caminar, dar la vuelta alrededor del cono y regresar a la silla en el menor tiempo posible. Se registró el mejor tiempo de dos ensayos y este fue utilizado para el análisis (44).
Flexibilidad de miembros inferiores
Se evaluó mediante la prueba “distancia de los dedos de la planta” (o sit-and-reach por su nombre en inglés), el cual consistía en colocarse sentado en el piso con las rodillas extendidas en dirección al cajón de medición, flexionar la cadera y la columna lumbar, con los brazos extendidos y una mano encima de la otra, mantener la posición durante tres segundos lo más lejos posible, se realizaron dos mediciones y se eligió la mejor para el análisis (45).
Aptitud cardiorrespiratoria
Se estimó a partir de la prueba de marcha de seis minutos, la cual se realizó en un pasillo de 20 metros de longitud, la línea final e inicial fue marcada con un cono, se le pidió a los participantes que caminaran la mayor distancia posible lo más rápido que pudieran entre los dos conos durante seis minutos, se registró la distancia recorrida medida en metros (46).
Variables de laboratorio
Se obtuvieron muestras de sangre de cada paciente por el departamento de análisis clínicos del HRAEB, después de un ayuno nocturno para análisis hematológicos y bioquímicos. Se determinó la concentración sérica de albúmina, creatinina y urea.
Medidas para garantizar la permanencia en el programa
Se realizó cada semana la supervisión, la corrección y la enseñanza del programa de ejercicio físico vía online mediante fotos, videos, gifs y sesiones de Zoom en vivo, progresando en el nivel de ejercicios de acuerdo con un reporte llamado “Mi calendario de entrenamiento”, en el cual se llevó el registro de los cinco días de la semana y donde cada paciente realizó los ejercicios. Además, al reverso del calendario había una leyenda acerca de “mi experiencia de la semana”, donde cada paciente escribió cómo se sintió al realizar el programa.
Al comienzo del protocolo se le entregó el kit de papelería con los calendarios correspondientes a toda la intervención, además de una guía del programa de fuerza y ejercicio aeróbico en cada uno de los cambios de intensidad, contando con tres niveles a realizar, la guía de flexibilidad solo se entregó una vez durante todo el programa, ya que no cambiaba.
Adicionalmente y como medida de control, se creó un grupo mediante la aplicación WhatsApp, donde se encontraban todos los participantes del estudio en el cual se resolvían dudas del mismo y donde cada paciente enviaba semanalmente una foto del escrito “mi experiencia de la semana” como evidencia.
Control de sesgos
En cuanto al protocolo de ejercicio, se trató de que la realización de los ejercicios fuera en un rango horario común para todos los participantes, con pautas previas como: adecuados hidratación, vestuario y tiempo de alimentación, además de espacio (temperatura ambiente, iluminación ambiental) y siempre se trató de extremar las condiciones en la aplicación del protocolo para los pacientes.
Todos los participantes se sometieron a un periodo de familiarización con las pruebas para evitar el efecto de aprendizaje. Se instruyeron individualmente sobre cómo realizar todas las pruebas con explicaciones detalladas y ejemplos visuales, dependiendo la prueba. Además, el evaluador fue el mismo para las pruebas realizadas antes y después de la intervención. Los datos demográficos y las características clínicas se obtuvieron de los informes médicos y se comprobaban personalmente con el paciente.
Análisis estadístico
Las variables cualitativas se reportan como frecuencia y porcentaje, las variables cuantitativas se reportan como media y desviación estándar, la normalidad de los datos se confirmó mediante la prueba de Kolmogorov-Smirnov y todas cumplieron con los supuestos de normalidad.
Las diferencias entre los datos de base y los datos posintervención se evaluaron mediante la t de Student pareada, todo valor de p menor a 0,05 se consideró estadísticamente significativo. Todos los análisis estadísticos fueron realizados utilizando un paquete de software estadístico del programa comercial SPSS 25 para Windows.
Resultados
Se midió a un total de 12 pacientes trasplantados de riñón, 3 pacientes abandonaron el estudio entre los meses 3-5, las razones de deserción fueron desinterés y pérdida de seguimiento debido a la falta de comunicación por recepción telefónica deficiente con 2 de ellos, lo que dificultó seguir en tiempo y forma el protocolo, sin embargo, se les continuó proporcionando el programa de ejercicio y el seguimiento para concluir el programa, pero a pesar de ello, los datos no fueron tomados en cuenta en el presente.
Por su parte, nueve pacientes terminaron el estudio y fueron analizados. Todos los participantes tomaban medicamentos inmunosupresores y no se produjeron cambios en la medicación a lo largo del estudio. Las características demográficas y clínicas basales se muestran en la tabla 2.
Notas aclaratorias: *variable cuantitativa que se reporta como media y desviación estándar, ** variable cualitativa que se reporta como frecuencia y porcentaje, SD: desviación estándar.
Fuente: elaboración propia.
No se presentaron efectos adversos, lesiones musculoesqueléticas, eventos cardiovasculares u hospitalizaciones relacionadas con el programa de ejercicios. No hubo diferencias estadísticamente significativas entre un antes y después de la intervención sobre la creatinina sérica, albúmina, urea y TFG (tabla 3 y 4).
La tabla 5 muestra los resultados relativos a la valoración de la fuerza de agarre manual, fuerza de miembro inferior, flexibilidad, agilidad, equilibrio y actitud cardiorrespiratoria. Tras la realización del programa de ejercicio físico durante cinco meses, se observó una mejoría en la fuerza de agarre manual (29,8 ± 9,8 kg vs. 33,7 ± 11,9 kg p = 0,005); en cuanto a los test funcionales, en la valoración de la fuerza muscular de las extremidades inferiores mediante el test pararse-sentarse, se observó una mejoría estadísticamente significativa al finalizar el estudio (15,7 ± 3,6 vs. 18,22 ± 3,3 p = 0,0011) (tabla 7).
En relación con la flexibilidad, se observó una mejoría estadísticamente significativa en la distancia “dedos planta” después del programa de ejercicio, en los resultados se entiende que un número que más se acerque al 0, o incluso que sea positivo, se relaciona con una mejor flexibilidad (-10,3 ± 6,1 vs. -2,8 ± 1,4 p = 0,016) (tabla 6), en cuanto a la variable de agilidad y equilibrio no se obtuvieron diferencias estadísticamente significativas (5,12 ± 0,74 vs. 5,0 ± 0,68 p = 0,35). Finalmente, en el test de marcha de seis minutos observamos un incremento significativo en la distancia recorrida (29,2 m) (583,1 ± 49 vs. 612,3 ± 64,12) (tabla 7).
En relación con la calidad de vida y la salud, el cuestionario SF36 mostró diferencias estadísticamente significativas en dos dimensiones después del programa de ejercicio: se notaron mejores resultados en la percepción general de salud (p < 0,05) y la función física (p <0,05) (Tabla 10). Los pacientes también informaron mejora en el dolor corporal, mejor funcionamiento físico y social y mejor salud mental, pero estas no tuvieron diferencias estadísticamente significativas, (p= 0,27, p =0,08, p = 0,25, p= 0,079 respectivamente).
Discusión
Los principales hallazgos de este estudio muestran que la aplicación de un protocolo de 20 semanas de ejercicio físico no supervisado de entrenamiento de fuerza, resistencia aeróbica, con componentes de flexibilidad y equilibrio de 20 semanas de duración, adaptado a receptores de trasplante renal, indujo a mejoras en la flexibilidad, en los metros recorridos en el test de marcha de seis minutos, además de mejora en la fuerza de trenes inferior y superior, reportándose a la vez una mejora en los dominios de función física y salud en general del cuestionario de calidad de vida SF36.
Los resultados obtenidos coinciden en general y aumentan los de dos revisiones sistemáticas de los últimos dos años, donde se concluye que la intervención con ejercicios aumenta la tolerancia al mismo en los pacientes trasplantados, obteniendo beneficios significativos en su calidad de vida, fuerza muscular y capacidad aeróbica sin una mejora significativa en la función renal del aloinjerto (24, 47).
Una revisión recomienda la aplicación de un entrenamiento con ejercicios que duren entre tres y seis meses de acuerdo con los resultados del metaanálisis, tiempo en el cual se llevó a cabo nuestro estudio, por lo que coincidimos con el antes mencionado (47). A nuestro criterio y búsqueda, este es el primer estudio que se reporta en México sobre ejercicio en pacientes trasplantados de riñón y de la minoría que evalúa un perfil de actividad física más completo, el cual involucra la flexibilidad.
La aptitud física, la fuerza y la masa muscular se ven disminuidas en los pacientes trasplantados de riñón, lo que genera una menor calidad de vida como se menciona en un estudio de caso y control, afectando principalmente los dominios de función física, rol físico, salud general y función social en la escala utilizada (48), similar a ello, en nuestro estudio se utilizó la misma escala de valoración; el cuestionario SF-36, donde los dominios de función física y salud general fueron los únicos que reportaron una mejora estadísticamente significativa, lo que confirma una vez más que la calidad de vida es influenciada por la condición física después del trasplante renal, estos resultados son de importancia clínica ya que los receptores de trasplantes de riñón sugieren que la calidad de vida es igual o más importante que el injerto después del trasplante (49).
El estudio mencionado anteriormente es de los pocos que evaluaron un perfil completo de actividad física similar al nuestro, los parámetros que se tomaron en su estudio y que coincidían con el nuestro fueron: prensión manual mediante dinamómetro; flexibilidad de miembros inferiores, desde la posición de sedestación; test de agilidad, caminando 2,44 m, dar la vuelta a un cono colocado en el suelo y regresar a la posición inicial; sentarse y levantarse de la silla durante un minuto y test de marcha de seis minutos, lo cual encaja con nuestros parámetros evaluados y coincidiendo sobre cuáles son los parámetros principalmente afectados después del trasplante renal, ya que se presentan valores significativamente menores y una mejoría significativa después de la aplicación de ejercicio (48).
Nuestros resultados también muestran que un programa de entrenamiento de fuerza, resistencia aeróbica, flexibilidad y equilibrio induce a mejoras en los valores medios de capacidad funcional, los cuales son significativamente más bajos en esta población al compararse con sujetos sanos (15, 48). Se observaron también mejoras para la capacidad funcional, al evaluar a través de los metros recorridos en el test de marcha de seis minutos, lo cual se ha tomado un papel importante como predictor de mortalidad en pacientes trasplantados (50).
El entrenamiento de fuerza también resultó en un aumento en los resultados de dinamometría manual, lo cual es importante, ya que el deterioro de la fuerza de agarre manual se ha identificado como un factor de riesgo de morbilidad y mortalidad en este tipo de pacientes (51).
Se observó un incremento indirecto en la fuerza en el tren inferior (se refleja en el aumento del número de repeticiones en el test “pararse-sentarse”), lo cual es también de gran importancia, ya que las pruebas funcionales como la mencionada se correlaciona con la calidad de vida y la función del injerto. Otra prueba funcional como la de “levántate y anda” también está correlaciona con la calidad de vida y la función del injerto, sin embargo, en nuestro estudio esta no llego a cumplir resultados estadísticamente significativos, pero la mayoría de los pacientes sí tuvieron un cambio clínicamente significativo, esto probablemente por la poca población reportada en el presente (52).
En un estudio del 2014, se aplicó un protocolo de ejercicio aeróbico no supervisado en el hogar, evaluándose la potencia aeróbica mediante el test de marcha de seis minutos y la prueba “pararse y sentarse” para la cuantificación de fuerza muscular de las piernas, además de la prueba de “levántate y anda” para la agilidad funcional, y el test de “distancia dedos planta” para la flexibilidad, mostrando que el grupo de intervención mejora para todas las evaluaciones, demostrando que el ejercicio en el hogar genera beneficios en términos de perfil de capacidad física en general (53), coincidimos con lo afirmado en el estudio debido a que tenemos las mismas variables con significancia estadística a excepción del test “levántate y anda” y que nuestro estudio es de tipo domiciliario.
En relación con la variables de actitud cardiorrespiratoria afín con el test de marcha de seis minutos, en el cual hubo un aumento clínico y estadísticamente significativo, así como en la flexibilidad y la calidad de vida relacionada con la salud, se coincidió en su mayoría con los resultados de un estudio en 2019 (54), el cual reportó un protocolo de ejercicio realizado entre el sexto día y los dos meses después del procedimiento quirúrgico, encontrando diferencias estadísticamente significativas en el test de marcha de seis minutos (+44,4 m, P a 0,03), sin encontrar diferencias en la tasa de filtración glomerular y en la calidad de vida.
En nuestro estudio, el test de marcha arrojó un incremento posintervención de (+29,2m, P 0,012), y no se encontraron diferencias significativas en la tasa de filtración glomerular, pero sí en la calidad de vida, esto probablemente porque trabajamos no solo la capacidad aeróbica sino también fuerza, flexibilidad y equilibrio, por lo que pudo generar una percepción de mayor capacidad para realizar sus actividades de la vida diaria. En cuanto al aumento de los metros recorridos en el test de marcha de seis minutos, en nuestro estudio el aumento fue menor probablemente porque nuestro protocolo se realizó después de los seis meses postrasplante y, según Gallagher-Lepak (55), los incrementos más importantes en la condición física se producen durante los primeros seis meses después del trasplante, tiempo en el que se realizó el primer estudio mencionado y tras un año de la intervención se produce un plateu en la funcionalidad.
Conclusión
La aplicación de un programa de ejercicio físico no supervisado, adaptado a los pacientes receptores de trasplante renal, demostró mejoras en la fuerza de prensión manual, aumento en los metros recorridos en el TM6M, aumento de la flexibilidad y, además, se reportó mejora en la calidad de vida de nuestros pacientes.
En espera de futuros estudios realizados en México, los resultados obtenidos en el nuestro aportan información de utilidad para la aplicación de ejercicio en este tipo de población en nuestro país, el cual debería ser considerado una parte importante del cuidado integral del paciente postrasplantado e incluso del paciente con enfermedad renal, a fin de evitar el deterioro progresivo en la condición física y la capacidad funcional que pueda comprometer la salud del injerto.
El estudio presenta algunas limitaciones tales como la baja muestra del estudio, lo cual se debió principalmente a la pandemia por SARS-CoV-2 que impidió que se pudiera reclutar una mayor población de estudio y por la suspensión de actividades para este tipo de pacientes en el hospital. Es necesario realizar estudios con mayor población, ya que se necesitarán más investigaciones para determinar viabilidad, aceptabilidad y eficacia de estas formas innovadoras de entregar programas de ejercicios para pacientes trasplantados en México.