Introducción
La significativa preocupación periodística durante la segunda mitad del siglo xx frente a un tema tan complejo y problemático como la homosexualidad produjo un amplio repertorio de imágenes, noticias y reportajes1. De este modo se consolidó en el tiempo una fuente de prensa escrita sobre la cual fue posible construir una aproximación interpretativa a la historia cultural de las disidencias sexuales y de género en el departamento de Antioquia.
En este texto planteamos parte de los relatos emitidos por la prensa que dan cuenta de la serie de representaciones que, en la mirada de Chartier, permiten configurar la historia cultural. Como lo afirma este autor, “no hay prácticas ni estructura que no sea producida por las representaciones, contradictorias y enfrentadas, por las cuales los individuos y los grupos dan sentido al mundo que les es propio”2.
Chicangana-Bayona y Cortés Garzón, retomando elementos de Peter Burke, plantean que “la historia cultural puede ser definida como la disciplina que tiene como objeto de estudio las representaciones culturales, las prácticas y los significados simbólicos, imaginados y las costumbres y comportamientos de agrupaciones sociales específicas”3. Siguiendo esta dirección, en este texto postulamos una versión de la historia cultural homosexual a partir de la interpretación de los discursos en torno a la homosexualidad en Antioquia durante 1960-2000 producidos por el semanario Sucesos Sensacionales (1954), el radioperiódico El Clarín (1960-1964) y el diario El Colombiano (1970-1999).Se exploran las representaciones esbozadas en los medios, revisando sus transformaciones y continuidades e interrogando los efectos en quienes asumieron una disidencia de sexo/género. Metodológicamente, se hizo una búsqueda de noticias y fragmentos en los periódicos seleccionados referentes a la homosexualidad y sus representaciones. La consulta de prensa fue realizada en la Hemeroteca de la Universidad de Antioquia, el Archivo Histórico de Medellín y la Biblioteca Luis Ángel Arango. Asimismo, para brindar un carácter comparativo e interconectado con el ámbito internacional sobre los debates de las representaciones sociales, se traen a colación algunos casos publicados por El Mundo (España) y The New York Times (Estados Unidos), así como fragmentos de las publicaciones nacionales Cromos y la revista Semana, a partir de los cuales se argumenta que las representaciones sociales sobre los homosexuales no eran emitidas únicamente por los periódicos conservadores, sino que, además de evidenciarse en las publicaciones culturales, como Cromos, y las de filiación liberal, como Semana, las diferencias en las representaciones no eran claras.
Temporalmente, este artículo abarca cinco décadas de análisis histórico, partiendo de 1960, momento en el que se consolida en la prensa antioqueña el monstruo sexual y violador de infantes a quien se asocia con el desviado sexual4, y llega hasta el cierre de la década de 1990, periodo de grandes conquistas de derechos civiles y políticos5. En términos de originalidad, destaca tres asuntos. En primer lugar, la exploración de la década de los 1980, desestimada en las historias sobre homosexualidad en Colombia6. En segundo lugar, articula las representaciones del monstruo sexual con la emergencia de un sujeto homosexual, tensionando el campo de las representaciones. Y, en tercer lugar, reinterpreta el análisis de las décadas de los 1990 en clave de la reinstalación de antiguas y clásicas representaciones sombrías del homosexual con el individuo que empieza a recorrer una senda de derechos y postula novedosas formas de autorrepresentación7.
A modo de hipótesis, este artículo propone que, en lo que respecta a las representaciones sociales sobre la homosexualidad en Antioquia, no existió una historia progresiva y lineal. En consecuencia, el planteamiento de algunos grupos de diversidad sexual y de género de una historia que viene de la oscuridad a la luz -es decir, que inicia en un pasado oscuro de amplia violencia y negación, y transita hacia las conquistas de derechos, reconocimiento y libertad8-, si bien tiene utilidad política, requiere de una mirada más compleja para señalar la coexistencia y simultaneidad de las representaciones sociales en la prensa, la reinstalación de representaciones sombrías o negativas que se suponían superadas, y las contrarrespuestas de ciertos sectores sociales a los avances en materia de libertades individuales y colectivas. Para sustentar la hipótesis, el artículo presenta, en términos generales, las representaciones de los homosexuales eternos; posteriormente a los monstruos sexuales y pánicos libertarios; luego, a los homosexuales ridículos y “maricas” desafiantes. Acto seguido se reflexiona sobre las representaciones del vih/sida; y, por último, se presentan, en términos generales, algunas formas en que se representó la homosexualidad durante la temporalidad analizada.
Fuentes señalan que el semanario Sucesos Sensacionales, el periódico El Colombiano y el diario El Clarín se ocuparon insistente y decididamente del tema; y aunque su publicación ocurrió en Medellín, capital del departamento de Antioquia, su campo de acción, exploración y difusión se produjo en todo el departamento. La homosexualidad, como una amplia zona de rarezas y extravagancias, comprendía para los medios de comunicación un lugar de denominación en el que se incluían “falsas mujeres”, hombres afeminados, pervertidos sexuales, corruptores de menores, lesbianas, delincuentes sexuales, invertidos sexo/morales y, en general, una serie de individuos “degradados” por el vicio sexual y moral.
Entre 1959 y 1980 el radioperiódico El Clarín9 denunció, de manera sistemática, a los homosexuales como individuos vinculados a un problema de orden moral, social, criminal y delincuencial. Sus titulares se pueden enmarcar en lugares opuestos: de un lado, mostraba con cierta frecuencia al homosexual con un tono de burla, ironía y humor, como si anunciara a un personaje paródico, ridículo, cínico y extravagante; del otro, aparece un personaje oscuro asociado al mundo del crimen, a los escenarios de mayor horror y crueldad, y villano que atacaba infantes10.
Por su parte, El Colombiano, de filiación conservadora, fundado en 1912, entre 1960 y 1980 publicó noticias sobre crímenes sexuales, la gran mayoría de ellos perpetuados contra niños por hombres calificados de pervertidos, sádicos, sátiros y desenfrenados sexuales, a quienes termina por hacer coincidir con la figura del hombre homosexual. A lo largo de las décadas de 1960 y 1970 publicó noticias de diferentes partes del departamento sobre los más atroces crímenes y violaciones sexuales de niños. Ningún niño parecía estar a salvo de los depravados sátiros. Resulta llamativo que, desde la perspectiva de esta publicación, se plantea la posibilidad de que existiera una relación entre el disidente sexual y el delincuente.
Los periodistas del semanario Sucesos Sensacionales, periódico de tendencia conservadora y crónica roja que circuló entre 1954-1976 usualmente entre las clases medias, como ha sido reseñado en las investigaciones Raros. Historia cultural de la homosexualidad en Medellín, 1890-198011 y Homosexuales y travestis. Memorias de Guayaquil12, se dedicaron a esculcar las vidas de las denominadas “falsas mujeres” (mujeres trans), a imaginar una serie de historias trágicas y, de modo insistente, a cubrir con asombro y morbo sus muertes, sus destinos crueles, y sus vidas marginales amarradas al mundo del vicio, el crimen y la delincuencia. Este medio se obsesionó con demandar en sus páginas corrección, cárcel, aislamientos y regulación para las “falsas mujeres”.
Homosexuales eternos, disidentes situados
La historia cultural, tal como la propone Roger Chartier, posiciona a los individuos en una red de símbolos y significados culturales que dan forma a las relaciones sociales en un lugar y momento histórico dado13. En esta perspectiva, el actuar de las personas cobra sentido en la medida en que sus acciones están cruzadas y articuladas por representaciones y prácticas, las cuales son el motor del desenvolvimiento en la vida social, y, al mismo tiempo, son el punto de inflexión que le permite al investigador conocer con más detalles los diferentes aspectos de las cotidianidades y pensamientos de los agentes14.
Los estudios sobre la sexualidad en las últimas décadas, y puntualmente los centrados en la homosexualidad15, se pueden ubicar en dos tendencias generales. La primera perspectiva, según Francisco Vásquez García, adquiere su mayor auge durante la década de 1970, y se puede caracterizar como “esencialista” por poseer un carácter metahistórico y postular que, en todas las temporalidades, situaciones y civilizaciones, han existido individuos que encarnan prácticas y experiencias eróticas diferentes, comprendidas como acciones homosexuales. Esta corriente postula una idea de homosexualidad continua y estandarizada, y no como experiencias históricas plurales16. Ahora bien, pese a las críticas contemporáneas de este enfoque, para activistas de derechos humanos la idea de una categoría estable, que en el tiempo va abriendo camino y conquistando derechos, resulta de gran utilidad política17.
Por su parte, la segunda tendencia problematiza la dificultad de ubicar experiencias sexuales bajo la categoría de “homosexual” en distintos momentos históricos y, en consecuencia, se apoya fuertemente en el contexto particular de cada sociedad. En este sentido, según la época, la región y las características culturales de los grupos humanos, pueden rastrearse diferentes formas de vivir y experimentar la sexualidad “diferente”. Al respecto, señala Alberto Mira:
como muchos otros conceptos de etiquetación cultural, la homosexualidad no se refiere a una realidad concreta y estable, aunque desde sus inicios ha tratado de presentarse como tal. Ese es el problema (un problema, que hay que insistir, no han creado los propios implicados). Cierto que el punto de partida está en una determinada manera de acotar la experiencia para crear tipos y categorías sociales18.
La segunda perspectiva, considerada como construccionismo social, centra su análisis en las representaciones sobre la homosexualidad teniendo en cuenta la diversidad de los momentos históricos. Asimismo, este enfoque no es homogéneo, sino que en él pueden identificarse al menos dos perspectivas. La primera de ellas, siguiendo los postulados de Michel Foucault, considera que la figura del homosexual no puede encontrarse antes del siglo xix, es decir, que antes de dicha época no es observable una identidad y subjetividad homosexual como algo construido y definido, sino que se hallan prácticas sociales entendidas como “periféricas y desviadas”19. La segunda perspectiva la encontramos en los análisis realizados por John D. Emilio quien, desde un enfoque marxista y haciendo énfasis en las relaciones sociales de producción (de capitales económicos, simbólicos, sociales, entre otros), distingue entre las prácticas homosexuales y la identidad homosexual. Para el historiador norteamericano, no es posible hablar de esta antes del fortalecimiento del sistema capitalista y sus consecuentes divisiones sociales, materiales y culturales. Visto así, el sistema de producción capitalista es una de las condiciones de posibilidad para el surgimiento de esta identidad20.
Teniendo en cuenta estas dos perspectivas, vale la pena resaltar que la noción del “diferente” es uno de los puntos de divergencia entre los autores. Para Foucault, el homosexual surge dentro de la discursividad, en las relaciones de poder y saber, donde las tensiones entre lo hegemónico y lo periférico marcan la identidad del “diferente”21. Para D’Emilio, al contrario, la creación del “diferente” no se da únicamente en el plano de la discursividad, sino que surge como resultado de las relaciones sociales y culturales en la sociedad capitalista. Es consecuencia del proceso histórico de la sociedad industrial y no tanto una causa ontológica. En este sentido, es en la modernidad capitalista cuando el sexo pasa de ser únicamente una práctica, una acción, a transformarse en una identidad22.
Para el presente trabajo se combinan los enfoques de D’Emilio y Foucault, considerando las formas de representación del homosexual a partir de las discursividades que se emiten sobre él. Se asume que dichas enunciaciones surgen de las particularidades y momentos históricos donde se producen, y se identifican las características sociales, culturales, políticas y económicas mediante las cuales se representa al “homosexual”. Importante también es resaltar que estas configuraciones discursivas se entretejen a partir de una serie de prácticas, igualmente dependientes de un tiempo y un espacio (historicidad).
Monstruos sexuales y pánicos libertarios
Desde finales de la década de 1940 hasta finales de la década de 1970, en las páginas del periódico El Colombiano aparece la figura del violador y asesino de menores asociada a la noción del desviado y depravado sexual. Aunque en Raros23 se señala que este monstruo sexual, que se yuxtapone en El Colombiano al individuo homosexual, empieza a asomarse por las páginas de la prensa a finales de la década de los 1940, es durante los años 1960 que este personaje toma mayor consistencia y presencia mediática. Durante la década de los 1960, a nivel internacional y particularmente en ciudades como Nueva York y San Francisco en Estados Unidos, o París en Francia, se empezaron a agitar movimientos socioculturales, y entre tensiones y marchas se fue delineando una progresiva atmósfera de libertad corporal y sexual -por ejemplo, los álgidos estallidos culturales del Mayo de 1968, cuando estudiantes, colectivos de mujeres y movimientos afros en Europa y Estados Unidos salieron a las calles a reclamar nuevas formas de actuar frente a la política y a la revolución, en las que el amor, el deseo y el sexo tuvieran más presencia24-. En Medellín, a modo de hipótesis, y como si fuera una contrarreación, la prensa comenzó a convulsionarse con la presencia de variados personajes a quienes consideraba individuos problemáticos y censurables. Era el caso de los hippies, los go-go, los ye-ye, los homosexuales, entre otros. La discusión sobre la yerba maldita (marihuana) y la pornografía inunda sus páginas, el uso de los pantalones como prenda de vestir para mujeres alarma a los conservadores y, de paso, la creencia de que estos vicios y caprichos modernos son producto de la ciudad que vienen aparejados y amalgamados. Se postula una idea de que en el fondo de todo este degeneramiento, como una sustancia infecciosa, está el homosexualismo. Las batidas, las detenciones masivas y la persecución de homosexuales en espacios públicos serán las respuestas institucionales continuas:
por orden de la secretaria de gobierno municipal, que somos los primeros en aplaudir, las autoridades de policía han iniciado una serie de “batidas” contra los “peludos”, “go-go”, “ye-ye” y demás degenerados que se tomaron la avenida Junín para convertirla en el centro de sus actividades proclives. Desvergonzadamente deambulan a toda hora por el lugar preferido de los medellinenses esos elementos detestables, pervertidos sexuales, marihuaneros, carteristas y hasta atracadores posando de “niños bien” con sus extravagantes atuendos25.
El macabro personaje adquiere permanencia en la prensa bajo el perfil del monstruo violador de niños y adolescentes, estrangulador, vampiro, descuartizador y sacrílego. Esta figura se da en un contexto de paulatino cambio para la ciudad: las transformaciones económicas en las esferas industriales, acompañadas del incremento poblacional y las migraciones de los pueblos a las ciudades, hicieron de Medellín, entre finales de la década de 1960 y mediados de 1970, un escenario de concentración de nuevas y anteriores prácticas26. En este contexto, y según lo representa la prensa, el monstruo sexual aparece en todos los sitios del departamento; se le observa en zonas rurales, en pueblos y en la ciudad. Varios reportajes nos permiten leer sobre este siniestro personaje. El Clarín menciona:
uno de los más escandalosos casos de perversión sexual en el departamento de Antioquia es el que se ha registrado en el corregimiento de San José del municipio de Andes. Allí fue descubierto el caso de un pervertido sexual, quien aparece responsabilizado de cuarenta casos de corrupción de tipo sodomita, mediante halagos ofrecidos a adolescentes y aún a niños de corta edad27.
Las víctimas son niños provenientes de familias con numerosos integrantes y con vidas precarias. El monstruo28 reconoce las necesidades de estos niños y trama una progresiva cercanía con ellos ofreciendo dulces y acompañándolos por caminos solitarios, hasta que, una vez beneficiario de su confianza, comete con ellos los más sofisticados actos de depravación. Aunque no es legible e incluso no se ofrecen pruebas de la relación entre el depravado sexual y el sujeto homosexual, la prensa va deslizando continuamente cierto solapamiento de los dos. La referencia en la noticia a la imagen de corrupción de tipo sodomita entrelinea la imagen del monstruo homosexual.
El monstruo hace su aparición en un dominio jurídico-biológico representando, en su excepcionalidad, una doble infracción, al trastocar tanto las leyes de la naturaleza como las regularidades jurídicas. La monstruosidad supone una doble individualidad, la mezcla de dos reinos: el animal y el humano; de dos especies (el cerdo con cabeza de carnero); de dos individuos (un cuerpo con dos cabezas, dos cuerpos no separables); de dos sexos (el hermafrodita); de la vida y la muerte (el feto malformado que sobrevive poco tiempo). Constituye, por consiguiente, una transgresión de los límites naturales, de las clasificaciones, del marco legal, trastornando las leyes del matrimonio, los cánones del bautismo, las reglas de sucesión29.
Sus prácticas desconocen los límites morales. El proceso parece ser siempre el mismo: violar, ultrajar, torturar y asesinar. Esta ausencia de límites y de escrúpulos lo sitúa en lo más alto de la escala de lo temible y abominable. El monstruo sexual carece de humanidad y esto lo convierte en un depredador que solo persigue saciar sus gustos depravados.
Iniciando el año de 1970 se registró el asesinato y la violación del niño Edgar Salas de seis años, cuyo cadáver fue encontrado en zona rural desnudo y con señales de violencia sexual. Con este caso, señala un artículo en El Colombiano, sumaban tres los niños víctimas de violencia sexual y asesinato.
El sádico que cometió el delito violó sexualmente al menor y luego lo descuartizó para arrojarlo a los predios donde fue hallado por varias personas del lugar. Hasta el momento las autoridades no han establecido la identidad del criminal, pero se tienen algunas pistas sobre un individuo que en actitud sospechosa fue visto por los lugares donde ocurrió el espantoso infanticidio que tiene consternada a la sociedad del suroeste y a las autoridades30.
Aunque estas notas no suelen detenerse mucho en el perfil de los victimarios, El Colombiano representa al monstruo casi siempre en la figura de un hombre soltero entre los veinte y los treinta años, solitario, amistoso con los niños y adolescentes; y aunque la mayoría de sus fechorías las realiza en la ciudad, es un personaje casi siempre de origen rural.
La prensa no logra producir un perfil claro de estos personajes, sin embargo, en sus divagaciones ofrece un relato explicativo del monstruo sexual amplificado hacia el personaje delincuencial y degenerado, es decir, hay una cierta sospecha de que en cada delincuente, que se imagina como amoral, hay una suerte de degeneración y perversión sexual. De aquí que a veces asuma que el marihuanero es homosexual y que el ladrón también, e incluso el hombre de cabello largo o el de ciertos gustos musicales a los que considera excéntricos.
En 1960 El Colombiano nos ofrece una nueva pista interpretativa sobre el individuo homosexual, que corrobora esta yuxtaposición y este encuadre:
Existe hoy, con fuerza insospechada, un peligro moral para los niños y jóvenes, de resultados más nocivos y dañosos quizás hoy desviando el destino de las generaciones. Se trata del homosexualismo, que, como estupefaciente carnal, destruye los últimos reductos de bondad en los menores, a la vez fomenta una degeneración comparable solamente con la que dio al traste con la Pentápolis, ciudades donde la pederastia corrompió en tal grado, que fue imposible hallar diez justos31.
Las continuas violaciones y homicidios en Antioquia constatan que, además de vivir en estados de inseguridad, los niños empobrecidos en la ciudad y en los pueblos se veían constantemente expuestos a los peligros, sin garantía de cuidado. En este contexto resulta llamativo el coctel explicativo que ofrecen los medios: niños pobres descuidados por su familia y obligados a tareas de todo tipo, hombres inescrupulosos que deambulan por la ciudad y los municipios del departamento en espera de sus presas infantiles, y homosexuales objetos de escándalo público y continua persecución por la policía en el centro de la ciudad. De aquí el llamamiento permanente de El Colombiano a arrestar, encerrar y limpiar la ciudad de toda rareza social asociada a quienes denomina antisociales. En esta trama se construye la sospecha del homosexual como violador y asesino de niños amarrada al prejuicio histórico del corruptor de menores32.
A mediados de la década de los 1970 es notable un desvanecimiento progresivo del monstruo sexual homosexual en la prensa que coincide con el incremento de noticias referidas a los casos de violación de hombres contra mujeres y niñas. En parte, este cambio puede entenderse a la luz de los aumentos de población que tuvo el departamento -especialmente en Medellín- y de la aparición de nuevas formas de violencia entre las décadas de 1970 y1990. Estas dinámicas integraban a la delincuencia común, a las bandas y a los sicarios del mundo del narcotráfico que se “constituían” en el mundo delincuencial33. Sumado a esto, el rechazo y la violencia ejercida contra los crecientes sectores marginales, como estudiantes y trabajadores, hacían que las noticias sobre los pervertidos sexuales, aquellos asesinos de infantes, fueran menos constantes34.
A lo largo de la década de los 1970 se reportan en El Colombiano casos continuos de niños violados, ultrajados y acribillados por hombres adultos, y se insiste en la perversión del hombre y su preferencia por niños de su mismo sexo. En estos encuadres es posible invertir la fórmula narrativa y observar que dicha representación sugiere una imagen social descifrable: no es que al degeneramiento de un individuo se le sume el homosexualismo; lo que dice la prensa, sin decirlo, es que justamente del homosexualismo deriva otra serie de vicios y la pérdida total de escrúpulos morales, de ahí los casos continuos de violación y corrupción de niños35.
Homosexuales ridículos y “maricas” desafiantes
De forma simultánea, con la imagen del monstruo sexual emerge también un discurso que representa a los homosexuales como ridículos y personajes paródicos, que resultan ser al mismo tiempo incómodos, ofensivos y graciosos. En 1959, siguiendo este formato, El Clarín reseña la captura de un individuo a quien considera en “último grado de homosexualidad”:
un pervertido sexual de nombre Octavia Castañeda, de 27 años de edad y residente del barrio “La Salle” de esta ciudad. El extravagante, que por la forma como fue sorprendido se ve que está en último de grado de homosexualismo, se encontraba en plena vía vestido de mujer con el rostro pintoreteado y dedicado a bailar suelto. El invertido fue conducido al permanente y de allí fue trasladado a la Ladera. En ese sitio podrá bailar amacizado36.
Es notable la interpretación de los medios de las personas transgénero (usando una categoría contemporánea), a quienes insistentemente el semanario Sucesos Sensacionales categoriza como “falsas mujeres”; se las describe como extravagantes, escandalosas y delincuentes, aunque no suelen estar asociadas a escenas criminales o relacionadas con prácticas depravadas, sino con personajes humorísticos propios de la degeneración de las costumbres sobre los cuales la prensa construye una trama significativa de malentendidos, y personajes desgraciados y erróneos37. El Clarín no duda en burlarse de estos personajes incómodos y, si se quiere, ofensivos visualmente:
La invasión de esa clase de personajes es ya notable en nuestro medio. Recientemente las autoridades de policía en Medellín tuvieron que intervenir para poner coto a los desmanes de un centro de reuniones que tenían en las vecindades de la calle Ayacucho con la carrera Junín […] allí sesionaban aves de toda especie; […] uno, canoso él a quien por tal motivo llaman sus congéneres “Lorencita Villegas” […] otro, muy rezandero y compuesto, a quien denominan “Isabel la Católica” […] un tercero, demasiado arrebatado, a quien se conoce por el mote de “Flecha envenenada” […] y alguien caído de lo alto, a quien se distingue como “La Mariposa del Fango”38.
Sobresale en la noticia la burla sobre el sujeto considerado homosexual. Un conjunto de “aves de toda especie” resume la imagen que se plantea: una serie de individuos emplumados, incómodos y ofensivos, aunque distantes del personaje de maldad sin límites39. No obstante, un elemento clave entrelineado en estas noticias es que dicho personaje plantea un ejercicio continuo de resistencia y prefigura un modo subjetivo de autorrepresentación. En esta perspectiva, es importante señalar que no son sujetos escondidos en la sombra, sino individuos que habitan la ciudad y se resisten a ser anulados socialmente. Así, El Clarín con frecuencia emite noticias sobre la presencia de individuos a los que denominaba “invertidos sexuales” y que ocupaban cargos importantes, e incluso se resisten a ser regulados o sancionados40.
Las representaciones sociales de la época no fueron únicamente las del homosexual ridículo, sino que también fueron manifestándose cambios en la medida en que movimientos sociales reclamaban otras formas de concebir la sexualidad. Un personaje central sobre el que se anuda un nuevo quiebre en las décadas de los 1970 y 1980 es León Zuleta y su apuesta, a la que denomina la sexpol, “una mirada estructural de la sexualidad y sus focos de opresión”. Artífice y fundador del Movimiento de Liberación Homosexual (mlh), Zuleta inició un proceso de movilización y trasgresión cultural con la creación del periódico El Otro, un órgano difusor no solo de sus ideas políticas, base del mlh, sino que también funcionó como un medio de articulación entre disidentes sexuales, y de divulgación de otras representaciones o autorrepresentaciones41. Zuleta, en cooperación con académicos y militantes como Ebel Botero, Argelia Londoño, Fernando Alviar, entre otros, movilizaron distintas acciones culturales en torno al cuerpo y la sexualidad, introdujeron debates y discusiones sobre la homosexualidad, crearon grupos de estudio sobre el tema, y propusieron una articulación entre colectivos sociales como el movimiento feminista y el movimiento sindical42.
En este sentido, la década de los 1980, en especial los tres primeros años, fue una época de cambios generacionales. Por entonces comenzaron a formarse colectivos y movimientos juveniles contrapuestos a la imperante moral católica, y con apuestas corporales y estéticas, como el rock and roll y el punk43. La homosexualidad dejó entonces de ser la sustancia de la degradación y fueron apareciendo grados mínimos de individualización, respeto y reconocimiento. El surgimiento de disciplinas académicas como la sexología44, la publicación de novelas como Te quiero mucho poquito nada (1975) de Félix Ángel o El fuego secreto (1987) de Fernando Vallejo, y la presencia trasgresora del Greco y los militantes del mlh en diferentes escenarios académicos y culturales de la ciudad -tales como cineforos y debates sobre el aborto y la sexualidad, por ejemplo, en espacios públicos de la Universidad de Antioquia- resquebrajaron la imagen del homosexual como corruptor de menores, violador, pederasta, falso y delincuente. Empezó entonces a construirse un personaje estratificado, de cierto nivel cultural, vinculado a las artes y oficios, singularmente no responsable de su inversión o de su marca45.
Ahora bien, la mirada estratificada de la prensa plantea lugares y personajes diferenciados. Del lado de las vidas precarias, siguen los que, por su condición económica, pertenecen al “último grado de homosexualidad”, los travestis peligrosos de la calle y “las locas” desafortunadas que anuncian problemas y delincuencia:
con pelucas, ropa femenina y marihuana, fueron arrestados. Treinta elementos del tercer sexo que se encuentran ahora a buen recaudo en las dependencias del F-2 de la policía, a raíz de fuerte enfrentamiento que los homosexuales tuvieron con los agentes del orden, en hechos ocurridos en el sector de Lovaina, concretamente en la calle 71 con la carrera 50 […] Fue interceptado un grupo de tales elementos que además estaban fomentando escándalo y embriagados46.
Por su parte, las revistas Cromos y Semana empezaron a publicar imágenes referidas a la clase y cultura de algunos homosexuales en círculos importantes de las ciudades en Colombia; resaltaban además la disciplina, el alto nivel educativo y los esfuerzos para convertirse en personas de éxito y “de bien”. Así, en el artículo titulado “No somos ni mejores ni peores y estamos en todas partes, los homosexuales piden la palabra”, se señala lo siguiente: “¿por qué no podrán afrontar el problema sin prejuicios e investigarlo objetivamente?”. Sin que la homosexualidad dejara de ser vista de manera estereotipada y como un problema, desde 1970 la prensa dio inicio a una mirada más “científica” del tema47.
Reinstalar la marca. “Cáncer gay”
Tener sexo y dotarse de poder político, acostarse con todos y sin restricciones, abrir los grilletes corporales y borrar las cargas históricas del cuerpo se convirtieron durante la década de 1970 en motores de la sex política homosexual a lo largo de Latinoamérica y en gran parte de los Estados Unidos. Los estallidos progresistas en latinoamericana, inducidos en parte por la emergencia de movimientos de liberación homosexual en Argentina, México y Chile, y posteriormente en Colombia y Perú, fueron creando grietas en el campo de la representación sobre la homosexualidad, aunque en el caso particular del departamento de Antioquia estos cambios fueron tímidos y llegaron aparejados con una fuerte contrarreacción. Como eco del Mayo del 68 y de Stonewall Inn, la bandera de las libertades sexuales empezaba a agitarse en Colombia, despertando de paso airados enemigos; justo en este momento de apertura -como dice Ebel Botero, “nos cayó tierra encima”-, emergió un nuevo fantasma que trajo consigo antiguos estigmas48.
El 3 de julio de 1981 el New York Times anunciaba un extraño “cáncer” observado en 41 homosexuales49. Como si se tratara de su presentación en sociedad, la emergencia de una nueva enfermedad, representada como un “cáncer gay”, llegaba para darles motivos de guerra a las oleadas conservadoras ofendidas por las libertades sexuales. El vih/sida reinstalaba antiguos prejuicios que hablaban de infección, muerte y castigo divino.
El historiador Jorge Márquez ha señalado que “el acontecimiento del sida” se convirtió con cierta velocidad en una de las primeras enfermedades mediáticas, y pasaron a mezclarse los conocimientos médicos con los saberes populares y los prejuicios amarrados al pánico colectivo. La confusión científica de los primeros años de la epidemia se mezcló con titulares apocalípticos, de manera que progresivamente la enfermedad pasó de ser exclusiva de los homosexuales, y se extendió a los negros haitianos, los drogadictos y los hemofílicos50.
Dos años después, las noticias en Colombia con tono sombrío anunciaban el mal que acechaba en los cuerpos homosexuales. Calificada como una temible plaga con sentido justiciero, parecía llegar para castigar ciertas libertades que el placer carnal había empezado a conquistar51. El temor al contagio reinstaló fantasmas del pasado y, como si se tratara de la tierra arrojada a la cara, según lo simbolizó Ebel Botero, las representaciones sobre la homosexualidad volvieron a cargarse de sentidos negativos. El individuo homosexual se asociaba de nuevo con la muerte, pero esta vez no en clave de corrupción de menores y asesinatos, sino de sus cuerpos y sus placeres. En 1987, el escritor estadounidense Leo Bersani resumiría esta figura en su ensayo titulado “¿Es el recto una tumba?”52. Por su parte, Daniel Samper Pizano, un influyente periodista del diario liberal El Tiempo, en 1985, destacó:
A Colombia nos llegó calladamente la etapa de los primeros enfermos, y ahora vivimos bajo la zozobra sensacionalista del mal […] Semejante oleada puede desatar, y de hecho ya ha desatado, una moderna cacería de brujas de la cual serían primeras víctimas los homosexuales […], los gays han conseguido en los últimos años que se les respete, que se les tolere y aun que se les acepte. Es lo que humanamente corresponde. El problema de su intimidad les pertenece a ellos y nadie tiene derecho a perseguirlos por esta causa53.
A mediados de 1980, los titulares de la prensa empezaron a configurar una atmosfera de tensión, miedo y sospecha. “Muerte a homosexuales”, se titula una nota en el periódico El Tiempo del 28 de noviembre de 1985; “Sida, sinónimo de muerte”, publicó El Colombiano el 25 de agosto de 1985; y “El patético drama del sida”, apunta el diario El Mundo, el 11 de mayo de 1987, solo por citar unos cuantos ejemplos. Se va tramando así un contexto complejo de negación, discriminación y rechazo hacia los homosexuales, paraguas bajo el que la prensa incluye a hombres homosexuales y personas trans. Si bien no es posible señalar que dichas representaciones hayan estado directamente relacionadas con la serie de persecuciones y asesinatos, principalmente contra personas transgénero en la época, si es posible ubicar una conexión entre lo publicado en medios de amplia circulación y el tratamiento a esas personas. Respecto a la enfermedad, se consideraba que “el perfil del sida apunta a que es un mal justiciero, pues ha echado sus raíces básicamente en homosexuales, drogadictos y promiscuos. Como si por extraño designio las prácticas antinaturales y los excesos se pagaran con la muerte”54.
Algunos creen que el sida es una reacción propia de la naturaleza para “ajustar cuentas” con quienes profanan sus leyes. Otros más crueles sospechan que se trata de una enfermedad provocada por ingenieros genéticos para controlar la sublevación homosexual y enderezar a la sociedad55. En Antioquia la recepción fue dispar y el sida tardó bastante tiempo en considerarse como una enfermedad local. Los hombres homosexuales la consideraban propia de estadounidenses o como algo lejano, aunque se fue extendido un ambiente de zozobra en los lugares de homosocialización. No fue hasta finales de la década de los 1980 que empezaron a realizarse campañas sanitarias y se comenzó a difundir información de carácter más académico sobre el tema56.
El Colombiano, apoyado en información de agencias internacionales como efe, ap y Reuters, y la agencia colombiana Colprensa, entre otras, divulgó parte de la confusa información sobre el tema. Entre datos estadísticos que se contradecían, prejuicios morales que llamaban a la abstinencia y al control de la sexualidad, y alguna información técnica, creó un escenario problemático de comprensión y divulgación.
Posterior a este despliegue de paranoia y prejuicio, en el plano mediático progresivamente la asociación [entre] sida y homosexualidad dejó de ser un titular de uso corriente y la atención se centró solo en la enfermedad. En esta aparente separación, los titulares sobre el sida fueron adquiriendo tonos sombríos que oscilaban entre la pandemia, la amenaza a la humanidad, el exterminio o el precipicio del sexo; no obstante, las notas de prensa, los artículos “científicos” y las crónicas de revistas continuaron ubicando en el texto, a modo de un guiño explicativo, a los homosexuales/gays como el grupo de mayor riesgo de infección, y, en forma más directa, de vía de expansión de la enfermedad. Ahora bien, el giro en los titulares no supuso que se dejara de relacionar la enfermedad con la homosexualidad. Por el contrario, continuó afirmándose como la principal causa, convirtiéndose en un claro motivo de discriminación y exclusión57.
En Antioquia, este despliegue mediático sobre el vih/sida coincidió además con una oleada de persecución a defensores de derechos humanos, y una emergencia significativa de movimientos feministas, sindicales y juveniles. Como telón de fondo, el narcotráfico empezaba a asomarse en lo público y la violencia de todo orden ofrecía un panorama aún más dramático y sombrío58. La incipiente inclusión discursiva de la homosexualidad en el espectro de los derechos ciudadanos a principios de la década de los 1980 fue relegada o quedo suspendida. Debido a la urgencia por responder a este fenómeno discriminatorio, nuevas fuerzas colectivas tomaron lugar, y con ellas un camino distinto de representación y conquista de derechos despuntó al arribar a los años 1990.
A finales de los años 1980, en la prensa antioqueña progresivamente se fue abandonando la asociación del sida con el sujeto gay/homosexual, mientras las campañas de prevención empezaron a crear nuevas estrategias de prevención contra el vih/sida. La Iglesia católica, -tradicionalmente imperante-, por ejemplo, insistía en la abstinencia como el mejor método de prevención, incluso oponiéndose al uso del condón como método preventivo y a su difusión. A principios de 1990, una campaña publicitaria en la que aparecían dos hombres fue rápidamente desmontada de la televisión nacional; en su lugar, un anuncio llamado “los pollitos dicen sin preservativo ni pío”, donde se caricaturiza la imagen del cuidado sexual y el uso del condón por parte de pollitos en vez de hombres, ocupó el lugar de la representación posible59.
Al cerrar la década de 1980, la imagen del homosexual en Antioquia oscilaba entre la figura de la víctima que carga con un castigo entre sus piernas y la imagen del ciudadano que demanda derechos y se toma las calles. Si bien la imagen del monstruo en cierta medida dejó de aparecer en la prensa, la reacción conservadora mantuvo en el aire la noción del individuo infeccioso que requería el beneficio de la caridad, pero también la precaución social. Por otra parte, alrededor del sujeto gay empezó a crearse todo un circuito gay de bares, saunas, códigos sociales, prácticas y marcas que recreaban un universo simbólico en el que el tema de los derechos empezó a agitarse.
4.1. Naturaleza y genética
En simultáneo con la agitación social y política por la elaboración de una nueva Constitución60, a principios de la década de los 1990, al tiempo que se creaba la Asamblea Nacional Constituyente para acordar un nuevo cuerpo normativo en el país, emergieron también distintos colectivos lgbt, algunos, como se señaló antes, motivados por la lucha antisida y otros que planteaban nuevos repertorios de identidad. La representación de la homosexualidad en la prensa tomó un giro si se quiere más academicista, es decir, fueron apareciendo continuamente noticias, casi todas retomadas de la prensa internacional, que procuraban ofrecer explicaciones “científicas” del fenómeno sexual, tomando distancia de los prejuicios morales más tradicionales. De algún modo es explicable que tanto la prensa sensacionalista como el semanario Sucesos Sensacionales (1976) y El Clarín (1988) hayan dejado de existir; los periódicos que se ocuparon del tema con cierta exclusividad fueron El Colombiano61 y, en menor medida, El Mundo. Aunque aparecieron de forma esporádica algunas notas que se referían a los homosexuales como vinculados al crimen o la delincuencia, los debates entre biología y cultura tomaron cierta relevancia.
Tanto histórica como antropológicamente existen pruebas de que las normas sociales pueden influenciar la frecuencia con la cual se pueden presentar las tendencias homosexuales y la formación de ciertas subculturas con estas características. […] Los expertos están de acuerdo en que en las últimas décadas no ha sido posible la investigación sobre las causas de la orientación sexual porque se ha partido de la base de que las personas homosexuales siempre son perversas, desviadas mentales o con características genéticas anormales62.
El artículo citado empieza señalando que, si bien existen bases biológicas que explican la orientación sexual, es clave entenderla a la luz de las influencias socioculturales, y en esta perspectiva cuestiona las explicaciones soportadas en la noción de desviación o anormalidad. El texto también afirma que la persecución de la que han sido víctimas los homosexuales los ha obligado a permanecer en la sombra o “en el clóset”, y establece que los efectos de esta persecución se ven reflejados en una mayor presencia de síntomas de depresión, drogadicción, suicidio y ansiedad; por estos motivos, recomienda apoyo psicológico, psiquiátrico y familiar.
Un año después, bajo el titular “La homosexualidad tendría causas naturales”, El Colombiano, retomando una noticia de la agencia Reuters, informó que la orientación sexual es determinada biológicamente y se explica por una diferencia en los cerebros de hombres homosexuales y heterosexuales. Según el texto, la investigación publicada en la revista Actas de la Academia Nacional de Ciencias planteaba supuestas evidencias científicas sobre la homosexualidad, al señalar que la zona del cerebro que transporta señales del hemisferio derecho al izquierdo es superior en personas homosexuales que en heterosexuales:
Los investigadores de la Escuela de Medicina de la Universidad de California en Los Ángeles (ucla) Laura Allen y Roger Gorski especularon que la diferencia en la parte del cerebro llamada comisura anterior podría explicar otras diferencias entre hombres homosexuales y heterosexuales. La comisura anterior es 34 por ciento más grande en los hombres homosexuales que en los hombres heterosexuales y 18 por ciento mayor que la de mujeres heterosexuales. Se desconoce hasta el momento si esta zona, ubicada cerca de la base del cráneo, tiene relación alguna con la reproducción63.
Las noticias continuaron insistiendo en la explicación científica de la homosexualidad, orientadas fundamentalmente a determinar sus causas. Este hecho despertó las alarmas de colectivos lgbti en distintos lugares del mundo, que prontamente sospecharon un horizonte eugenésico bajo la obsesión científica por encontrar el gen “culpable” de la homosexualidad. En julio de 1993 y en noviembre de 1995 se insistía en hallazgos científicos que comprobaban que la homosexualidad es un asunto genético, en el que era posible explorar hasta determinar el origen. Titulares como el ya citado “La homosexualidad tendría causas naturales”64 o “La homosexualidad como comportamiento sexual”65 ilustran con claridad la representación mediática de la homosexualidad como hecho científico. Vale resaltar que para este momento la prensa empezó a mencionar otras identidades, como las de las mujeres lesbianas66, y las personas travestis y transexuales67.
Aun así, seguía acudiendo a las imágenes de la degeneración y el vicio para describir a las personas trans. Justamente, películas como El juego de las lágrimas (Irlanda, Reino Unido, 1992), dirigida por Neil Jordan, en la que aparece un personaje transexual, y que fue proyectada en Medellín en 1993, ayudaron a abrir un espacio social para considerar el tema trans a la luz del reconocimiento y los derechos.
Ciudadanías en conquista
El artículo 16 de la Constitución de 1991, que reconoce el derecho al desarrollo de la libre personalidad, se convirtió en el soporte de lucha central para las personas lgbti, quienes reivindicaron la diversidad sexual y de género en la década de 1990. Aunque la tutela68 fue también un recurso, sin duda el mencionado artículo fue la herramienta central para garantizar derechos y conquistar libertades. La noción de minorías sexuales empezó a aparecer en la prensa como una categoría políticamente correcta y el tema de un sujeto de derechos que se tomaba las calles para conquistarlos anunciaba una ciudadanía emergente.
Así, el 8 de febrero de 1995 una mujer reclusa en la ciudad de Pereira interpuso una acción de tutela para poder tener relaciones sexuales con su pareja del mismo sexo. La nota, además de presentar el caso, también incluía un informe general de violaciones a los derechos humanos de las minorías sexuales:
En un estudio que se está desarrollando para el Comité Internacional de los derechos fundamentales de las minorías sexuales en el país, entregará tres conclusiones sobre la violación de los derechos fundamentales. […] Estos son, la violación de los derechos humanos por parte de los organismos gubernamentales, es decir violaciones políticas. Segundo, la violación o limpieza social de las minorías étnicas, en la cual se incluyen los travestis y las trabajadoras sexuales. Y la tercera parte, que habla de las minorías sexuales, igualmente se dan algunas recomendaciones, una de ellas sobre la violación sistemática de los derechos humanos en Colombia69.
La noción de minoría sexual que adopta la prensa cambia la representación de un sujeto víctima de sus acciones; es decir, se pasa de un sujeto cuyas prácticas sexuales lo exponen a una infección sin cura a un individuo de derechos diferenciado del ciudadano heterosexual, el sujeto mayoritario. Aunque lo gay en el terreno de la vida cotidiana -en clave de circuitos, bares, códigos, lenguajes, prácticas sexuales y sociales- ya se había instalado con fuerza desde finales de los 1980, con la emergencia de colectivos que reivindicaban la identidad y los derechos humanos, nociones como diversidad sexual y diversidad de género empezaron a tomar fuerza.
Los años 1990, pese a la oleada de violencia en la ciudad de Medellín, ocasionada fundamentalmente por el narcotráfico y sus formas de violencia reflejadas en el sicariato, las disputas territoriales de grupos armados por el dominio de sectores de la ciudad y las crisis socioeconómicas derivadas de la apertura económica y sus afectaciones en la industria, también fueron una época de amplia movilización social y reivindicación de derechos. Por entonces empezaron a aparecer organizaciones y colectivos focalizados en la defensa de los derechos de la población lgbt. El asesinato, en 1993, del activista por los derechos lgbt colombiano León Zuleta, pese a pasar casi desapercibido en la prensa local, inspiró la creación de varios colectivos y organizaciones. De este modo, en 1994 la casa del activista Hernando Muñoz se convirtió en espacio de encuentro de hombres homosexuales que discutían el asunto de la identidad. En 1997, el sacerdote benedictino Carlos Ignacio Suárez creó otro espacio de acompañamiento denominado El Discípulo Amado. En 1998, apareció la corporación El Otro, retomando el nombre del periódico que León Zuleta había creado en 197770. En una dirección similar, en 2004 surgió El Solar, un colectivo que, inspirado en un poema de León Zuleta, estableció el 23 de agosto, fecha del asesinato de Zuleta, como un día regional contra la homofobia. Empezando el siglo xxi, en el 2001, apareció Amigos Comunes, otro espacio de encuentro lgbt; y pocos años después surgió Aman, la primera colectiva de mujeres71.
El periódico El Colombiano acogió la figura de la diversidad sexual a raíz de estos cambios. En 1998 reseñó con detalles la segunda semana de la diversidad sexual celebrada en Colombia. Ese tono de celebración evidencia una transformación de las representaciones del homosexualismo de décadas anteriores y supone cierta articulación con el lenguaje de los derechos.
Por segunda vez en Colombia, grupos de gays y lesbianas convocan a la sociedad en general a una reflexión sobre la sexualidad en todas sus posibilidades, afirman los miembros del proyecto Agenda/98, organizadores del evento. Con respecto a los cambios de concepción sobre el homosexualismo, Velandia asegura que “cuando empezamos el Movimiento Gay en Colombia, en 1977, la homosexualidad era delito, en este momento ya no se considera así y el Código Penal de 1980 ya ni siquiera menciona el hecho. También ha cambiado socialmente, porque luego de la aparición del Sida los medios de comunicación empezaron a hablar más tranquilamente sobre la sexualidad. […] En Medellín, por ejemplo, el sábado 27 se presentará la película ‘Las cosas del querer’ en Cine Centro” 72.
La nota celebratoria además plantea una serie de argumentos para defender la homosexualidad, situándola en el campo de las diversidades humanas y denunciando la injusticia social con la que históricamente ha sido tratada. El relato de la Marcha del Orgullo Gay en tono apologético y festivo contrasta fuertemente con las palabras de sacerdotes católicos que continuaban utilizando sus columnas de opinión en El Colombiano para reinstalar la imagen de la homosexualidad como degeneramiento y enfermedad. En una nota de 1988, desde el catolicismo se consideraba que:
en el campo de la libertad individual, se han inventado formas decorosas para referirse al degeneramiento y a las aberraciones humanas y es así como todos los desajustes de la moral han sido adornados de tal manera que no se diga, homosexualismo, bestialidad, sodomía, incesto ni prostitución73.
La periodista Andrea Domínguez, ampliando el campo de comprensión de la homosexualidad, cita a Rubén Ardila, uno de los investigadores pioneros en el tema que presentó argumentos socioantropológicos sobre la necesidad de reconocimiento de la diversidad sexual:
la homosexualidad se presenta entre animales, que ha sido parte de todas las culturas a lo largo de la historia humana y cita los casos de la antigua Grecia, Sumeria y China, pero también aclara que la homosexualidad siempre ha sido un comportamiento propio de grupos minoritarios y nunca de la mayoría74.
Al cierre del siglo xx, las personas que asumían una disidencia de sexo/género pueden considerarse como sujetos de reconocimiento y derechos. No obstante, como hemos señalado anteriormente, esta historia no es un vector lineal que se mueve en sentido ascendente; a la par de la conquista de derechos humanos, aparecen posturas en contra que buscan reinstalar las nociones de perversión, degeneración y desviación. Incluso, como ha sido documentado por el historiador Pablo Bedoya, durante las décadas de los 1980 y 1990 empezaron a asesinar de modo continuo a personas trans en Antioquia, principalmente en Medellín75.
Un tema central en la historia de la homosexualidad al finalizar el siglo xx se relaciona con las conquistas jurídicas y las ejemplares sentencias de la Corte Constitucional. En oposición, el Congreso de la República de Colombia culmina el siglo afincando prejuicios tradicionales que se amarran a la mirada cristina y a los aparentes valores familiares.
Por considerarlo como un atentado contra la unidad familiar y sus fines, la Comisión Séptima del Senado archivó ayer el proyecto de Ley que pretendía legalizar la unión entre parejas homosexuales. La Comisión acogió la ponencia negativa que presentó el senador Carlos Corssi, quien en su informe sostuvo que uno de los puntos básicos de la familia “es la procreación”, fin que no se puede producir en una pareja del mismo sexo76.
El Colombiano, pese a transformar sus modos de representación de la homosexualidad, en sintonía con los avances en materias de derechos y ciudadanía, sostiene un contrapunto con discursos religiosos y conservadores que cada tanto vuelven con sus aspiraciones de fuego eterno, aislamiento o desprecio. Así un sacerdote en la época señalaba:
la verbosidad ofensiva de los proselitistas religiosos, el trato descomedido entre padres e hijos, la actitud ofensiva de “gays”, “travestis” y “trabajadoras sexuales” que reclaman sus derechos, la impavidez del adulterio publicitado y la magnificación periodística de los comportamientos asociales, patentizan que algo está corrompido en el fondo de las almas colombianas y del alma nacional77.
La molestia del sacerdote por la ofensa que supone la demanda de una serie de derechos para gais y travestis esboza la imagen ambivalente, en términos de la transformación cultural e histórica, que plantea el sujeto de las diversidades sexuales y de género a finales del siglo xx.
Conclusiones
Considerando analíticamente el trascurrir de las décadas que comprende esta lectura, se puede afirmar que las representaciones sociales en la prensa antioqueña sobre la homosexualidad se han transformado significativamente, pasando de un individuo o personaje sexualmente monstruoso a un sujeto pleno de derechos. No obstante, estos cambios no suponen una suerte de movimientos lineales que funcionan como un vector en un orden progresivo. Las representaciones sociales que delinean al homosexual como un sujeto de derechos, una minoría sexual y como parte de las diversidades sexuales conviven en tensión con aquellas que, ancladas al pasado, interpretan la homosexualidad como enfermedad, perversión, delincuencia y degeneración. En esta perspectiva es notable que, siempre que se avanza en el campo de las representaciones sobre la homosexualidad, emerge una contrarreacción que busca devolver el cambio o inmovilizarlo.
Ahora bien, en este análisis de larga duración es posible señalar cierta asociación entre las representaciones en la prensa y la vida cotidiana de los sujetos representados, aunque la interpretación no es concluyente -si se quiere, se plantea solo como hipótesis susceptible de ser estudiada en otra investigación-. La representación de la homosexualidad como algo monstruoso, infeccioso, necesario de aislar, depurar o borrar durante las décadas de los 1960 y 1970 empezó a tener efectos en las décadas de 1980 y 1990, cuando emergió una serie de violencias físicas contra homosexuales y personas trans. Aunque es claro que estos efectos no son atribuibles directamente a las imágenes producidas en la prensa, la tendencia a asociar el homosexualismo con individuos dañinos para la sociedad y la continua insistencia en su disciplinamiento producen en el orden social reacciones de diverso tipo, algunas partidarias de la aniquilación o de violencias aleccionadoras. Es ilustrativa, por ejemplo, la oleada de persecución y asesinatos ocurridos en Cali contra homosexuales y travestis en los tiempos de emergencia del vih/sida78.
En suma, en este artículo se mostró cómo a lo largo de la segunda mitad del siglo xx, el sujeto de la diversidad o de la disidencia de sexo/género dejó de ser representado exclusivamente como un objeto médico/jurídico/periodístico, el otro social, y pasó a ser considerado como una persona con una biografía, unos afectos y una red de relaciones sociales; se trata de un sujeto que no pide permiso para reconocerse y que construye su propia representación, sin escaparse del todo a ser atrapado en un único discurso identitario. Paralelamente, vuelve a ser reciclado como el objeto problema de sectores de la sociedad que lo califican como el enemigo histórico de la familia, la sexualidad hegemónica, la infancia e incluso el horizonte moral de la sociedad. De otro lado, este sujeto deviene plural, abandona progresivamente la categoría sombrilla de lo gay/homosexual para transformarse en una diversidad de sujetos que nombra a personas transgénero, mujeres lesbianas, personas bisexuales, hombres gais, personas intersexuales, articulados ocasionalmente en sentido estratégico para la demanda de derechos, pero diferenciados en sus aspiraciones subjetivas y sus representaciones.