Desde inicios del año 2020 nos hemos tenido que acostumbrar a lidiar con el COVID-19. La propagación del virus irrumpió progresivamente en las diferentes latitudes: primero en las ciudades asiáticas, luego en las europeas y en las de América del Norte y, finalmente, en el mes de marzo, irrumpió en las de América Latina. Desde entonces, nuestras definiciones acerca de una vida urbana 'normal' cambiaron abruptamente. Con la declaración por parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el 11 de marzo de 2020, de la epidemia por COVID-19 como un acontecimiento global, la vida de las ciudades y de sus habitantes se transformó radicalmente.
Las políticas tendientes a evitar y contener la propagación del virus tuvieron un efecto central en la configuración de los modos de vida urbanos y las percepciones sobre la ciudad. Al referirse al caso mexicano, Ziccardi (2021, p. 16) plantea que
las consignas 'Quédate en casa', 'Lávate las manos', 'Mantén tu sana distancia', e inclusive 'Usa el cubre boca' obligan revisar el modo de vida urbano, a refuncionalizar el uso privado del espacio de las viviendas y el uso público de los bienes y servicios urbanos [que también presionaron a modificar] las actividades económicas esenciales, las educativas y las prácticas laborales, así como también a redefinir las diferentes modalidades de la vida familiar, comunitaria y social, disminuyendo su intensidad y reemplazando en la medida de lo posible la interacción presencial por la virtual"
Estas 'consignas', que aparecen como propuestas globales, son también locales, no solo porque fueron variando de país en país, sino también porque los propios sistemas y modos de vida urbanos sobre los que se inscriben difieren de región en región, de ciudad en ciudad y, muchas veces, de barrio en barrio. En efecto, la vida en pandemia fue generando nuevas prácticas y usos del espacio público y privado que han modificado formas de sociabilidad y maneras de ver la ciudad (Di Virgilio y Perelman, en prensa). Efectos, prácticas y sentidos se configuran en diálogo con las medidas que los diferentes gobiernos tomaron para hacer frente a la epidemiaen general, y a la propagación del virus, en particular. Estas particularidades remiten a las características de los entornos urbanos, las condiciones exhibidas por los sistemas locales de bienestar y, también, a las prácticas que la(s) ciudadanía(s) desarrollan para adaptarse y hacer frente a la nueva situación.
De este modo, la pandemia muestra un carácter fuertemente territorial y territorializado. El virus se propagó rápidamente en las grandes ciudades. Las medidas tendientes a contenerlo afectaron todos los ámbitos de la vida en la ciudad y a las ciudades mismas. La distancia social como tabique de contención fue también una distancia física que no solo se valió de consignas más o menos globales, sino también de un cambio en la disposición y en los usos de la infraestructura urbana. Fisicamente, las ciudades se transformaron durante la pandemia: ciudades vacías, calles peatonalizadas, vallas, muros, nuevas instalaciones sanitarias, personas con tapabocas, distancias de hasta dos maestros entre peatones y transeúntes, etc., transformaron la fisonomía de las ciudades. También los ruidos y los tiempos de la ciudad variaron. Salir de la casa era una obligación para muchxs y una prohibición para otrxs. Los recorridos cotidianos se modificaron. Para amplios sectores de la población, en pandemia, estos circuitos se circunscribieron a pocas cuadras de las casas; así, las personas se vieron limitadas a movilizarse para cuestiones imprescindibles como hacer compras consideradas 'esenciales' o ir a la casa de algún familiar para colaborar con los cuidados y/o acercar provisiones -previa solicitud de los permisos requeridos-.
Asimismo, las 'casas', durante la pandemia, adquirieron múltiples formas. Como muestra Motta (2022) en su estudio sobre una favela en Río de Janeiro, las casas son mucho más o deben ser pensadas, en la multiplicidad de sus significados, como realidades materiales, como mercancías, como referencias centrales para el manejo del dinero, así como lugares de cuidado y construcción de familiaridad. Las casas, plantea Motta, tienen cierta autonomia material y simbólica, pero se constituyen a través de relaciones con otras casas y otros espacios y comercios. En la pandemia, estos flujos también parecen haberse modificado per-mitiendo la supervivencia de millones de personas.
Si, como plantea Massey (2005), el territorio se construye en una constelación espacial, esta constelación se modificó sustancialmente durante la pandemia. Las casas formaron una nueva constelación de relaciones. Recuperando los presupuestos de Benjamin, Adorno y Massey, Gordillo se refiere a la productividad de pensar en términos de constelaciones para lo que queda de antiguas construcciones. "[S]patial constellations are made up not only of inhabited places but also of the nodes of rubble they are enmeshed with. And nodes of rubble are part of constellations because they are far from being dead matter" (Gordillo, 2014, p. 20). De acuerdo con esta idea, es posible decir que esta nueva constelación se formó a partir de espacios ahora ocupados, ahora desocupados, o espacios otrora habitados que súbitamente desaparecen (comercios cerrados temporal o definitivamente, plazas cerradas, etc.) (Perelman y Di Virgilio, en prensa). La nueva espacialidad de la pandemia combinó temporalidades pasadas, presentes y futuras. La vida en pandemia generó nuevas prácticas y usos del espacio público y privado, y modificó formas de sociabilidad y maneras de vivir en los espacios domésticos y de habitar la ciudad.
De hecho, los espacios privados -cuando fue posible- cambiaron su fisonomia y/o sus funciones. Así, las demarcaciones entre espacios públicos y privados se modificó sustancialmente. Miles de personas tuvieron que trabajar en sus casas. En ese marco, el uso de las tecnologías pusieron al espacio doméstico en perspectiva pública. Transformado e irrumpido por la virtualidad, el espacio doméstico se transformó en un elemento central en la dimensión pública de la vida en pandemia.
Si todo fenómeno social tiene lugar en unas coordenadas espaciotemporales, pensar la espacialidad como una dimensión central del tiempo pandémico nos permite comprender el carácter mismo del fenómeno. Si en otros lugares dimos cuenta de su carácter 'total' (Perelman 2021a), esas manifestaciones se produjeron y reprodujeron en el espacio. Asimismo, las prácticas sociales se sedimentan en procesos tempo-espaciales. Por ende, la pandemia sin duda modificará (incluso es posible que ya haya modificado) las prácticas espaciales que definen la vida urbana. Muchas de estas han sido modificaciones que probablemente se reviertan en el corto plazo, si la vacunación continúa brindando barreras de protección razonables (ciertas peatonalizaciones, barreras para fomentar el distanciamiento, limitaciones en el acceso a comercios y/o a espacios culturales, etc.). Sin embargo, el espacio vivido no solo se nutre de la materialidad, sino también de las experiencias. Si la nueva constelación se configura a partir de temporaldiades y espacialiades, la pandemia dejará marcas en el espacio aun cuando estas hayan dejado de ser visiblemente evidentes.
Sin duda la pandemia ha causado una o varias crisis. Las crisis son pensadas aquí como momentos o situaciones excepcionales que se diferencian claramente de los anteriores (Visacovsky, 2021). Se trata de momentos y/o situaciones liminales que movilizan interpretaciones sobre el pasado para la recreación de un futuro en un contexto que es puro presente. De este modo, la pandemia, como fenómeno urbano, aporta coordenadas para comprender el presente de la vida en las ciudades, revisitando (o poniendo en cuestión) nuestras interpretaciones sobre la experiencia urbana preexistente y desafiándonos a recrear el futuro de las ciudades.
Las crisis, además, son momentos en los que los diferentes grupos y actores sociales producen y ejecutan prácticas espaciales específicas que les son propias. De este modo, una 'entrada' espacial a la pandemia y a la experiencia pandémica permite comprender de manera más acabada las múltiples formas que adquirió la crisis. La pandemia afectó en distinta medida a las personas en relación con el espacio. Algunas pudieron 'quedarse en casa', otras no. Las casas de algunas fueron espacios 'seguros', mientras que para otras se convirtieron en trampas que, al aumentar los tiempos de convivencia, incrementaron los riesgos de violencia de género. Para algunas personas, las viviendas ofrecían espacios adecuados para llevar adelante el aislamiento social preventivo y obligatorio. Sin embargo, la población sin acceso al agua corriente, sin espacio para distanciarse o sin recursos suficientes para hacer frente a los costos de la vida parece haber tenido grandes dificultades para poder (sobre)vivir. De este modo, como planteamos en otro lugar (Perelman 2020), resulta relevante pensar la pandemia desde la lente analítica de las formas en que las personas demandan y expresan formas de vivir (y de morir). La manera en que las personas actúan y generan formas sociales de ver, demandar, vivir la cuarentena y la pandemia depende de marcos morales que se disputan y que se expresan públicamente. Estas formas de vida están territorializadas. Avanzar por este camino, indagando el modo en que los regímenes morales espaciales se tensionan permite ver la multiplicidad de formas de entender lo que ocurre en el tiempo presente.
El llamado a la presente convocatoria de la revista Bitácora Urbano Territorial tuvo una repercusión inusitada. Decenas de trabajos llegaron a la revista. Muchos más de los que ha sido posible publicar. La pandemia como un proceso que (nos) afectó en todas esferas de la vida social ha generado la necesidad de pensar(nos). El actual número reúne trabajos de países como Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Perú y México que permiten comprender el carácter local de la pandemia, pero, al mismo tiempo, sus características comunes. Asimismo, nos permite visualizar rupturas y continuidades entre tiempos pretéritos, presentes y futuros.
Los trabajos recibidos y aceptados para este dossier se organizan en cuatro grandes ejes o núcleos problemáticos. El primero gira en torno a la(s) vulnerabilidad(es) asociada(s) y exacerbada(s) por la pandemia. Una de las consecuencias más inmediatas y palpables del confinamiento en la región fue la pérdida de empleos. La pérdida de empleos se concentró, en gran medida, en los hogares que engrosan la mitad inferior de la distribución de ingresos de la región (Bottan, Hoffmann y Vera-Cossio, 2020). Asimismo, los altos niveles de informalidad laboral provocaron la exclusión de grandes sectores de la población de las redes de seguridad y de las medidas de protección social impulsadas por los gobiernos. En ese marco, para superar las pérdidas de ingresos entre los hogares y trabajadorxs más vulnerables, los gobiernos de toda la región han impulsado programas de asistencia social de emergencia. Sin embargo, dichas iniciativas se han visto, también, limitadas por las dificultades para alcanzar de manera efectiva a las poblaciones más vulnerables -debido a problemas de cobertura y focalización-. De hecho, muchxs trabajadorxs informales que, en tiempos normales, están por encima de la pobreza se vieron gravemente afectadxs por las pérdidas de ingresos durante la cuarentena (Busso, Camacho, Messina, Montenegro et al. 2020).
A las vulnerabilidades asociadas a la falta de ingresos, se suman otras vinculadas a las características de los territorios en los que se desenvuelve la vida cotidiana. Por un lado, el proceso de expansión de la pandemia siguió una lógica centro-periferia. Por el otro, se observaron asincronías entre los territorios más y menos consolidados (Maneiro, Farías y Olivera, 2020). En el caso del Área Metropolitana de Buenos Aires, por ejemplo, la periferia -menos densa, pero al mismo tiempo menos servida y en peores condiciones de acceso a infraestructuras- parece haber concentrado una menor incidencia acumulada de casos y menores cifras de fallecidos. Sin embargo, en la periferia -a diferencia de las áreas consolidadas- la mortalidad afectó en mayor proporción a personas jóvenes. Asimismo, durante la primera ola de la pandemia, resultó evidente la desigual incidencia del virus entre los barrios populares y las centralidades y, con ella, la desigual posibilidad de "quedarse en casa" (Maneiro, Farías y Olivera, 2020). Barrera et al. (2021, p. 72) analizan la trayectoria espacial de los contagios en el Distrito Metropolitano de Quito. En ese marco, al igual que lo que se observa para el Área Metropolitana de Buenos Aires, muestran que en inicialmente la pandemia tiene mayor incidencia en barrios o sectores socioeconómicos medio-altos y altos. Estos grupos tuvieron mayor movilidad y más contactos nacionales e internacionales. Sin embargo, en las subsiguientes fases se observa
Una progresión en cuanto al desplazamiento espacial en el incremento de contagios, desde parroquias poco densas de clases medias y altas hacia parroquias más densas y con estratos socioeconómicos más pobres [...] En definitiva, se produjo un incremento de casos y, a la vez, un desplazamiento desde sectores medios/altos hacia sectores populares [...] [dando] cuenta de una asociación espacial entre la vulnerabilidad social y el grado de expansión de los contagios. La densidad urbana por sí sola no es un factor determinante para comprender la evolución espacial de los contagios. Por el contrario, las zonas de más alto contagio combinan más variables, sobre todo niveles de desigualdad socioeconómica, siendo éste el indicador más sensible al índice de vulnerabilidad y más explicativo respecto a la expansión de los contagios (Barrera et al., 2021, p. 72)
De este modo, la complejidad para enfrentar la pandemia en los territorios más desfavorecidos parece haber radicado en las múltiples vulnerabilidades que deben afrontar en diversas escalas simultáneamente los hogares y las personas que los habitan (Tapia, 2020). Dichas vulnerabilidades se profundizan en barrios y asentamientos de origen informal y/o de vivienda precaria. En estos contextos se combinan la vulnerabilidad epidemiológica -que tiene que ver con las condiciones de vida preexistentes-, la vulnerabilidad de transmisión -que refiere a la capacidad de realizar de modo efectivo el distanciamiento social y a la infraestructura de higiene existente-, la vulnerabilidad del sistema de salud -vinculada a la capacidad de atender en cuidados intensivos- y la vulnerabilidad de las medidas de control -asociada a los fallos derivados de las medidas de protección social (SSHAG, 2020) -.
Medidas como el distanciamiento social, la cuarentena y el lavado de manos suponen la existencia de condiciones básicas de vida y el acceso a servicios esenciales. De hecho, ONU-Hábitat, en su llamamiento desde el sistema de Naciones Unidas, aclaraba ya a mediados del 2020 que muchas de estas estrategias encontraban serias dificultades para ser implementadas en barrios y asentamientos precarios. El informe elaborado por la Comisión de Ciencias Sociales de la Unidad Coronavirus, a requerimiento del Ministerio de Ciencia y Tecnología de la Argentina, puso en evidencia los desafíos que enfrenta la población que habita en barrios de origen informal para protegerse de los peores impactos del COVID-19. Datos sobre barrios y asentamientos de origen informal en la Región Metropolitana de Buenos Aires (región noroeste) ponen en evidencia que el acatamiento de las medidas de aislamiento social en la mayoría de los casos fue parcial o bajo. Las causas para el acatamiento parcial o el no acatamiento de la medida parecen ser múltiples; en ese sentido, se identifican cuatro factores críticos. En primer lugar, las dificultades a la hora de limitar las salidas para aprovisionamiento de alimentos y medicamentos. Entre otras razones, los vecinos esgrimieron que la falta de ingresos mensualizados y fijos impide el aprovisionamiento. Asimismo, en los hogares de menores ingresos normalmente no es posible planificar los consumos y, por lo tanto, tampoco las compras. Los comercios de proximidad o tienen precios más altos o tienen poca mercadería. Gran parte de las familias, además, rompía el aislamiento en búsqueda de asistencia alimentaria de parte del Estado de forma directa o a través de organizaciones. En segundo lugar, se senalaron las condiciones deficitarias de la vivienda, así como la falta de acceso al agua por canería dentro de la vivienda, lo que obliga a la población a salir para su aprovisionamiento. En los asentamientos o barrios con viviendas más pequenas y/o precarias, el estudio mostró que no era posible entender la cuarentena como un aislamiento dentro de las casas, pues "la cuadra se vive como extensión de la vivienda y el aislamiento se entiende, en todo caso, dentro del perímetro del barrio" (UNGS, 2020, p.1). Un tercer factor refiere a la numerosa presencia de cuentapropistas que, en el contexto de la pandemia, ven comprometido el sustento básico de la familia e intentan lograr una changa aun en el marco de la cuarentena obligatoria. Finalmente, aun cuando no parece emerger con tanta fuerza, el estudio identificó la presencia de personas violentas en el hogar y/o con consumos problemáticos como otra de las cuestiones que impidieron el aislamiento domiciliario.
Un segundo eje es el del impacto de la pandemia en la vida cotidiana, en general, y en la movilidad, en particular. En el contexto de la pandemia en todos los países de la región se implementaron medidas que buscaban restringir la circulación de la población. Tal y como muestra Boccolini (2020) -en una investigación sobre la Región Metropolitana de Córdoba (Argentina) -, dichas medidas parecen haber sido disenadas en función de estructuras territoriales administrativas que no reflejan adecuadamente la organización sociofuncional de la población en el territorio. Este desacople, entre la lógica que pretendió regular las movilidades en el contexto de la pandemia y las prácticas espaciales, ha tenido grandes efectos en el acceso a recursos (trabajo) y en la organización de la vida cotidiana. Como senala la autora, en ese contexto "la población con dificultades para trasladarse a pie (ancianos, familias con ninxs, personas con problemas de movilidad, etc.) tuvo seriamente limitadas sus estrategias de supervivencia cotidiana" (Boccolini, 2020, p. 7).Las restricciones a la movilidad tuvieron como correlato la digitalización de la vida social, especialmente de la actividad laboral y/o educativa. La posibilidad de moverse o no afectó de forma significativa al conjunto de la población, pero de forma desigual. De hecho, Delaporte y Pena (2020), en una investigación sobre 10 países de la región, encuentran que solo el 6.2 por ciento de las personas en el primer quintil de la distribución del ingreso pudieron trabajar desde casa. La posibilidad del teletrabajo también parece haber estado limitada para las personas del segundo y tercer quintil (8.4 y 10.9 por ciento, respectivamente). La pandemia promovió la relocalización de las actividades - especialmente las laborales y educativas (Carrión Mena, 2021)-. Sin embargo, esa relocalización fue selectiva y desigual, porque las restricciones a la movilidad por sí mismas no logran superar y/o dar respuesta a la brecha digital que existe entre sectores de la población más y menos desfavorecidos.
La relocalización afectó también al sector servicios (salud, economía, finanzas, comercio, recreación, etc.) con la mudanza de numerosas actividades del espacio físico al espacio virtual. "Todo esto produjo una metamorfosis del espacio y de las infraestructuras urbanas, conducente a un cambio paradigmático: de la ciudad material a la ciudad de plataforma" (Carrión Mena, 2021, p. 17).
Una tercera dimensión central es el impacto en la organización y el uso del espacio público. Como senalamos anteriormente, las consignas para prevenir contagios masivos, si bien varió de país en país e incluso de ciudad en ciudad, se centró -salvo algunas excepciones como en Brasil- en la idea de 'quedarse en casa', afectando la sociabilidad y los movimientos por calles, plazas y otros espacios públicos. De hecho, las medidas de aislamiento y cuarentena vaciaron el espacio público. En el contexto de la pandemia el uso del espacio público es fuertemente cuestionado y censurado. Esta censura tiene y tuvo diferentes connotaciones para los distintos grupos sociales.
En el contexto de la pandemia por COVID-19, diferentes grupos sociales vieron restringido su acceso a la ciudad y ello cambió la ciudad misma. Algunos grupos no podían ir a trabajar (por ejemplo, las empleadas de casas particulares) y otros no podían acceder al espacio público (ninos y ninas). Se empezó a imponer, entonces, el paisaje de una ciudad vacía con una cadencia diferente a la habitual. La falta de escuelas y la restricción para ir a trabajar modificó el ruido, la congestión en las calles y la intensidad de los flujos peatonales. En este marco, el espacio barrial -los comercios de cercanía, las plazas de los barrios, las calles, etc. - se transformó en nuevo espacio de sociabilidad y generó nuevas relaciones entre personas próximas que antes no tenían relación alguna (Di Virgilio, Frisch y Perelman, 2022).
Adicionalmente, las medidas de confinamiento adoptadas en los países de la región desplazaron los riesgos del COVID-19 del espacio público a los hogares.
Esta retracción de la vida social al espacio doméstico potenció el rol del hacinamiento y carencias habitacionales y marcó una gran desigualdad en la posibilidad de realizar las tareas escolares y conectarse a la educación virtual o poder realizar teletrabajo. De su lado, la restricción en el uso del espacio público disponible en estos barrios, reforzó los procesos de segregación espacial y territorial con mayor perjuicio para los jóvenes que veían restringida (aun antes de la pandemia) la oferta de espacios de integración públicos. (Arriagada Luco, 2022, p. 110)
En este marco, el último eje que problematizan las aportaciones en este dossier está fuertemente vinculado con el anterior; se trata de la relación entre pandemia y hábitat. Los modos de habitar la ciudad se vieron fuertemente marcados por la pandemia y el ámbito doméstico adquirió una centralidad inusitada. Las medidas de confinamiento impulsaron cambios en la territorialidad doméstica en función de los nuevos usos, como el teletrabajo, la escolaridad a distancia, la actividad física remota, etc.; en función de las múltiples temporalidades: superposición de tareas de los diferentes miembros del hogar y de sus momentos del ciclo vital, y, también, en función de la disponibilidad de nuevos objetos, fundamentalmente dispositivos electrónicos que canalizan las interacciones con los otrxs y con el medio en el contexto de la pandemia, en general, y de la cuarentena, en particular. De este modo, el encierro motivó, en muchos casos, un cambio en el uso y la función de los diferentes espacios de las viviendas: un comedor convertido en oficina o gimnasio temporal, un dormitorio en un aula virtual o una terraza en una prolongación de los espacios domésticos más privados.
Asimismo, con la llegada de la pandemia, balcones, ventanas y terrazas han sido los espacios de la esfera privada que han sufrido una verdadera transformación. Balcones, ventanas y terrazas se han reconfigurado y han sido reapropiados por lxs residentes. Según el informe sobre cambios en los usos y valoraciones de los espacios públicos y privados en la Región Metropolitana de Buenos Aires, entre aquellos entrevistados que poseían algún tipo de espacio exterior en su vivienda, el 74.2% dijo haberlos usados para desayunar, almorzar, merendar y/o cenar, y el 45.2% para realizar actividad física. También, declararon haberlos usados para conversar con vecinxs, para colgar dibujos o mensajes y para realizar prácticas artísticas. En ocasiones, estos espacios también se configuraron en escenario para manifestar el apoyo y/o el rechazo a las iniciativas de cuidado propiciadas desde los ámbitos de la política pública. De este modo, de ser espacios residuales y/o secundarios se han convertido en ámbitos privilegiados de contacto con el afuera, en espacios de manifestación y de encuentro (Marcus, Boy, Benítez et al., 2020).
Si bien las adecuaciones involucraron a la totalidad de los hogares y de los arreglos residenciales que conviven en la ciudad, sus impactos en la territorialidad doméstica tuvieron y tienen un claro clivaje de clase y de condiciones de inserción en la vida urbana. Como ya mencionamos en trabajos anteriores (Di Virgilio y Perelman, 2014), en la sociedad capitalista la estructura de clases y la estructura urbana constituyen los marcos por excelencia de la disputa por la apropiación de las externalidades positivas asociadas a la vida urbana -acceso a bienes y servicios, a puestos de trabajo, etc.-. Ambos sistemas operan concomitantemente, alimentando procesos de clasificación materiales y simbólicos que tamizan, limitan y/o amplifican los impactos que las iniciativas públicas tienen en la vida cotidiana. De este modo, en el contexto de la pandemia, la vivienda no necesariamente fue un 'refugio' para hogares y personas de todos los grupos sociales. Un relevamiento realizado por la organización TECHO en barrios populares de la Argentina muestra que el 89.5% de lxs entrevistados consideró que la situación de su vivienda hizo más difícil sostener la cuarentena. De estos, el 31.2% consideró que lxs afectó totalmente y el 24.6% que lxs afectó mucho.
Al ser consultadas sobre las razones por las cuales consideraron que la situación habitacional dificultó su capacidad para afrontar el aislamiento, el 41.3% respondió que fue debido a la cantidad de personas que viven en la misma vivienda, mientras que el 37.3% destacó como inconveniente el espacio reducido. De lo cual se desprende la incompatibilidad con las medidas de distanciamiento necesarias para evitar el contagio. Otro 25.9% hizo referencia a la falta de separaciones internas en la vivienda. En este sentido, podemos decir que en caso de que un miembro del hogar tuviera la necesidad de aislarse en la vivienda no podría hacerlo, por lo que necesariamente debería ser trasladada a un centro de aislamiento o atención de casos sospechosos. (CIS, 2020, p. 9)
Asimismo, los materiales de la vivienda fueron percibidos (por 32.3% de lxs entrevistados) como un problema para afrontar al coronavirus, en particular por los problemas relacionados con el servicio sanitario -especialmente de baño-. Finalmente, en los hogares residentes en barrios populares, si bien el 79.8% de las personas encuestadas declararó tener acceso a internet, el 63% consideró que la calidad del acceso a internet es mala. En este marco, acceder a los benefícios de las políticas públicas, asistir a clases virtuales e incluso cubrir las necesidades de sociabilidad y/o esparcimiento a través de dispositivos conectados a internet se ha hecho muy complejo, cuando no imposible.
Finalmente, nos interesa resaltar que los trabajos que integran el presente dossier abordan 'la pandemia' de diversas formas. Trabajo de campo etnográfico, estudios cualitativos, análisis cartográfico, el uso de estadísticas y análisis factoriales son algunas de las metodologías que los diferentes artículos utilizan en pos de comprender la vida urbana en pandemia y los cambios ocurridos. Si algo nos muestra la pandemia es que ella es un producto social, tanto por la forma en la que se gestiona como por sus efectos. Es a partir de aquí que podemos entender la existencia de esa multiplicidad de maneras de vivir el aislamiento, así como las soluciones que se esgrimen ante tal situación.
El presente dossier cuenta con 19 textos. El artículo "Vulnerabilidade social: entendendo o território para enfrentamento da COVID-19", de João Alcione Sganderla Figueiredo et al., busca evaluar la vulnerabilidad social en función de las características de la población como medio para indicar los posibles espacios intraurbanos con mayores posibilidades de dispersión y contagio por COVID-19 en el estado de Rio Grande do Sul/Brasil. En "Trayectorias territoriales de la COVID-19 según características socio habitacionales", Roxana Evelyn Abildgaard aborda la propagación de la COVID-19 en el Área Metropolitana del Gran Resistencia (Argentina), en relación con las situaciones sociohabitacionales de la población. Busca con ello caracterizar las trayectorias territoriales de la propagación del virus. Pablo Vega Centeno, Florent Demoraes, Carlos Moreno y Vincent Gouëst en su artículo titulado "Estructura urbana y movilidad como factores de vulnerabilidad. Lima y Bogotá en tiempos de cuarentena" nos acercan a la comprensión de las vulnerabilidades socioespaciales preexistentes y a la relación entre estructura urbana, patrones de movilidad cotidiana y efectos del COVID-19 durante las cuarentenas del 2020 en las metrópolis de Lima y Bogotá. Estefania Quijano Gómez, Julian Mario Herrera Urrego y Sergio Ivan Rojas Berrio, en "El papel del espacio público en tiempos de pandemia", estudian el impacto de las restricciones aplicadas al uso del espacio público en Bogotá (Colombia), con el objetivo de tener información en la planificación urbana y el diseno de las ciudades en un mundo post-COVID. ciudad pandémica Habitar, virtualizar, resistir la vida cotidiana" y en él ensaya una serie de reflexiones a partir del modo en que la pandemia ha implicado el cierre de la ciudad y su negación, así como el lugar que tuvo la casa como eje del hábitat de la cotidianidad absoluta y de la contemplación del mundo como imagen. Catalina Ramírez Gonzalez, Lautaro Ojeda, Daisy Margarit, Paola Jiron y Walter Imilan, en su artículo "De la feria al Mall Virtual", indagan y problematizan la digitalización de la venta de pequena escala a partir de las restricciones de movilidad frente a la expansión del COVID-19 en la ciudad de Santiago de Chile. En su trabajo dan cuenta de que la venta digital que estudiaron evidencia la reproducción de las desigualdades socioespaciales, más allá del alcance ilimitado a clientes que podría ofrecer el comercio electrónico. La digitalización también es un tema central en el texto de Eduardo Verón y Silvia Mariela Grinberg. En el texto "COVID-19 y digitalización en contextos de pobreza urbana", los autores muestran que, en la reproducción diaria de la familias, la digitalización tuvo un lugar importante en Buenos Aires, Argentina. Trabajan sobre el modo en que en los barrios más empobrecidos se desarrollaron nuevos circuitos para el desarrollo de las actividades de subsistencia en el mundo digital y sobre el modo en que la vida urbana en estos espacios se mudó al espacio de la virtualidad. También Sara María Boccolini estudia el caso argentino, pero en la Región Metropolitana de Córdoba. En su texto, titulado "La metrópolis contra urbanizada en tiempos de COVID-19", la autora indaga en el aumento en la vulnerabilidad socioeconómica/sanitaria y los conflictos que emergieron de las restricciones a la movilidad para la contención y prevención de contagios de COVID-19. Dado que las estrategias de movilidad cotidiana permiten desarrollar redes de asistencia y apoyo interpersonales y acceder a recursos/ servicios estratégicos para asegurar una adecuada calidad de vida, la imposibilidad de movilidad generó una mayor desigualdad social.
"El trabajo en la casa y la casa en el trabajo. Reorganización y sacrifícios en el trabajo académico durante la pandemia", de Johanna Parra Bautista y Paula Pedraza, nos muestran un tema poco trabajado: las maneras como los profesores y profesoras de educación superior privada en Colombia han afrontado la carga laboral y familiar durante los periodos de confinamiento de la actual pandemia. El estudio muestra dos problemas significativos que los profesores y profesoras tuvieron que enfrentar: la repentina pérdida de apoyos para el cuidado de otrxs y de sí mismxs y la redistribución del tiempo de trabajo y de cuidado. "Estrategias comunitarias ante la pandemia en un asentamiento informal de La Plata, Argentina", de Tomás Canevari, aborda la dimensión territorial de la desigualdad y el rol de las organizaciones barriales para la reproducción de la vida cotidiana en el contexto de pandemia, principalmente para la asistencia alimentaria. Sofía Belcic titula su artículo "La venta callejera en tiempos de pandemia. Disputas por el espacio público en Buenos Aires". En él indaga en las dinámicas de relacionamiento entre vendedorxs callejerxs de un barrio de la Ciudad de Buenos Aires (Argentina) y les agentes que se encargan de su control, en el contexto de la pandemia. Su trabajo muestra la necesidad de centrarse tanto en las transformaciones en el espacio público como en sus relaciones, así como en las continuidades y vigencias de aquello que sucedía previamente. "Pandemia, (pos)neoliberalismo y desamparo del comercio callejero en México" también nos trae un estudio etnográfico sobre el comercio callejero, pero en México D.F. Allí, Vicente Moctezuma Mendoza indaga en la relación entre las medidas gubernamentales y la (re)producción o contención de condiciones de desigualdad vividas por comerciantes callejeros. Derlis Daniela Parserisas, por su parte, trabaja sobre la economía urbana y el territorio a partir de las finanzas.
En "Territorio, finanzas y economía urbana en Argentina. La intermediación financiera en ciudades durante la pandemia", Parserisas muestra cómo las finanzas, como actividad del circuito superior de la economía urbana, encuentran nuevas formas de expansión. Su trabajo se centra en el fenómeno de expansión financiera en ciudades de Argentina a partir de actores que operan en la intermediación financiera de pagos electrónicos y revelan nuevas formas de organización del circuito superior. En "Gestión de la pandemia a múltiples escalas: tensiones entre centro y periferia", de Luciana Trimano, Lucía de Abrante y Ricardo Greene, a partir de dos casos de estudio del corredor turístico nacional argentino, se explora cómo a partir de la crisis sanitaria en su etapa inicial, se actualizaron discusiones históricas sobre las relaciones entre la capital y las periferias. El trabajo estudia el modo en que se resignificaron los imaginarios territoriales tradicionales y en que la gran ciudad adquirió un rostro amenazante y lo no-metropolitano, un cariz de santuario inmunológico. Esta percepción desató flujos migracionales que, a su vez, generaron implementación de políticas específicas.
Laercio Rodrigues, Emilly Mascarenhas Costa y Maria Gabriela Hita estudian la adecuación y refuncionalización de los sujetos al sistema económico imperante ralentizado por la virtualización de la vida cotidiana en Macapá y Salvador de Bahía, Brasil. El texto "Direito À Moradia Em Tempos Pandêmicos: Estudos de caso em Macapá e Salvador" expone estos fenómenos que dan cuenta de los cambios en el derecho a la vivienda en tiempos de pandemia. Daniela Perleche Ugás, Adrian Marthin Aiquipa Zavala y Maria Carolina Tuanama Alvarez, en "Condiciones de habitabilidad durante la pandemia por COVID-19: San Juan de Lurigancho, Lima-Perú", estudian la relación entre la producción del espacio urbano y las condiciones de habitabilidad en los barrios autopro-ducidos de Lima Metropolitana en el 2020, durante la pandemia por COVID-19. El texto expone que las distintas condiciones de habitabilidad no presentaron una relación directa con la dinàmica del contagio. Además, se resalta la agencia de los actores locales frente a sus problemas de habitabilidad en el proceso de autoproducción de espacio urbano, ademàs de otras dimensiones como la seguridad alimentaria y la salud.
"Vivienda de interés social y pandemia en Colombia. Disrupciones en las formas de habitar", de Friederike Fleischer y Adriana Hurtado-Tarazona, se centra en la vivienda de interés social (VIS) construida en la última década en Colombia. Los autores muestran las disrupciones sociales y económicas que trajo la pandemia a la vida de los residentes de estos conjuntos, y cómo la pandemia no solo afectó la vida cotidiana de los hogares y su situación económica, sino también las normas de convivencia. "Tiempos de COVID-19. Personas en situación de calle y población trans en Buenos Aires", de Martín Boy y Verónica Paiva, presenta el problema del habitar no ya en viviendas sino en las calles. Su trabajo analiza los cambios producidos en los modos de habitar de las personas en situación de calle y de la población travesti y trans luego de la expansión de la pandemia de COVID-19. Estos grupos realizan un uso intensivo del espacio público y necesitan de dicho espacio para sobrevivir. Durante la pandemia, dada la transformación de los usos del espacio público, se deterioraron seriamente sus condiciones de vida.
Por último, en "Urbanización subalterna en tiempos de pandemia. La reemergencia de asentamientos informales en Valparaíso, Chile", Elizabeth Zenteno Torres, Patricia Munoz Salazar y Patricia Munoz Salazar buscan comprender los primeros impactos de la pandemia por COVID-19 en materia habitacional en Valparaíso (Chile) en asentamientos informales. Los autores muestran que la pandemia fue un factor acelerante que expuso nuevamente la vulnerabilidad de familias de bajos recursos y que la decisión de habitar el campamento permitió mejorar sus condiciones de vida, tanto en un contexto de abandono como de incertidumbre.