Introducción
La adolescencia se caracteriza por ser un periodo de transformación marcado por una serie de mudanzas a nivel biológico, psicológico y social. De acuerdo con Delgado (2022), esta etapa es de vital importancia para la formación de capacidades y habilidades, las cuales se constituyen en la base primordial de la vida adulta, puesto que en estas se consolidan las interacciones con el contexto social, el afianzamiento de competencias socioemocionales, afectivas y comportamentales. Por tanto, al tratarse de un periodo en el que ocurren cambios asociados a la exploración y descubrimientos de la identidad, también pueden aparecer de manera conjunta una serie de conductas relacionadas con la emisión de comportamientos desadaptativos, que a su vez podrían asociarse con la manifestación de conductas antisociales o delictivas.
Las conductas antisociales (CA) se entiende como la expresión comportamental ligada a la infracción de las normas sociales o vulneración de los derechos de otras personas; en cuanto a las conductas delictivas (CD), estas hacen referencia a formas desviadas del comportamiento que infringen las leyes penales establecidas por la sociedad y está sometida a sanción, siempre y cuando esté tipificada como delito (ChavarínGarcía & Gálvez, 2018; Quitian et al., 2020). Asimismo, de acuerdo con Nasaescu et al. (2020a), las CA son comportamientos que transgreden las normas sociales y suponen causar daño a otros; además, se considera que estas son un fenómeno caracterizado por una diversidad de acciones que van desde conductas impulsivas, agresiones, hurtos, lesiones, engaños, entre otras. Por otro lado, Núñez (2021) sugiere que las CD deben considerarse, además de los cambios en el aspecto psicológico, como una característica dentro de la categoría jurídicolegal que integra una serie de fenómenos complejos que logra trascender más allá de la identificación del accionar delictivo.
La problemática relativa a las CA y CD ha sido objeto de análisis en el ámbito internacional, pues es analizada a través de diferentes investigaciones focalizadas en el estudio de este fenómeno, mediante las cuales se han generado reportes y discusiones sobre su prevalencia y las afectaciones asociadas tanto en el proceso normal de su desarrollo, así como en diferentes dimensiones de su vida personal y social (Mengual & Francés, 2021). En cuanto a la realidad del contexto nacional, en Colombia existen diferentes problemáticas, entre estas se destaca no solo la grave situación de conflicto armado en zonas específicas del territorio, sino también el crecimiento de la delincuencia y la criminalidad, fenómenos en los que la población adolescente se ha involucrado cada vez más en acciones desadaptadas y delictivas (Restrepo & Tobón, 2023).
Partiendo de algunas estadísticas informadas por la Policía Nacional (2019), en Colombia se ha reportado que las conductas antisociales y delictivas (CAD) han venido en crecimiento dentro de la población adolescente, tal como lo revelan el seguimiento de los datos a partir del 2019, los cuales indicaron que solo entre enero y marzo se identificaron 3618 adolescentes infractores. Del mismo modo, en paralelo se analiza esta problemática, tal como lo presenta el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), que tiene una tasa de reincidencia del 19.9% de población adolescente, que una vez ingresado en el Sistema de Responsabilidad Penal para Adolescentes han vuelto a recaer en la práctica de delitos (ICBF, 2022). Sumado a ello, de acuerdo con un informe de seguimiento del Ministerio de Justicia, se presentaron reportes de prevalencia a este sistema de responsabilidad penal del 55.5% entre la población adolescente frente al 45.5% correspondiente a los adultos. Entre las conductas más tipificadas se destacaron el tráfico, fabricación o porte de estupefacientes (30%), hurto (29%) y hurto calificado (12%) (Ministerio de Justicia, 2021).
En adición, el Ministerio de Salud y Protección Social (2022) expone que los adolescentes transgresores de la ley son individuos que han sido expuestos a mayores situaciones de vulneración, y por ello demandan una atención oportuna en el restablecimiento de sus derechos; además, estima que la mayoría de los adolescentes vinculados a sistemas judiciales presentan una mayor emisión de conductas de riesgo, un alto porcentaje de muertes tempranas y alteraciones en la salud mental, resaltando la existencia de trastornos del ánimo, trastornos relacionados con el consumo de alucinógenos y las dificultades de aprendizaje.
Ahora bien, según la Alerta Temprana 003-2020 emitida por la Defensoría del Pueblo para el 2020 para la región de la Costa Caribe, objeto de análisis, este estudio ha informado una preocupación por la vinculación de adolescentes a bandas delincuenciales, a través de las cuales se consolida el control social y territorial de grupos armados quienes presuntamente proveen de armas y logística a los adolescentes para su accionar delictivo. Además, se estima que las poblaciones con mayores riesgos de ser reclutados por estos grupos son familias en estado de pobreza, vulnerabilidad, trabajadores informales, grupos minoritarios e inmigrantes (Defensoría del Pueblo, 2020).
El fenómeno relativo a la problemática de las CAD es complejo y multifactorial; por la presencia y crecimiento de esta realidad en la población adolescente puede ser influyente en la manifestación de alteraciones conjuntas sobre las dimensiones del desarrollo personal, social y psicológico (Sánchez et al., 2018). En este sentido y en consideración de la necesidad de identificar y monitorear el comportamiento de este problema sobre la población adolescente en el contexto de estudio regional, se necesita caracterizar la presencia o ausencia de las CAD, con el fin de tener datos objetivos que permitan explorar y posteriormente tomar decisiones para su abordaje. Por lo cual, para fundamentar el presente estudio, se pregunta: ¿cuál es la prevalencia manifestada sobre las conductas antisociales y delictivas en una muestra de adolescentes colombianos entre 11 y 17 años pertenecientes a una región de la Costa Caribe?
Metodología
Diseño
Esta investigación se desarrolla bajo un paradigma cuantitativo no experimental de tipo descriptivo y de corte transversal. Es cuantitativo debido a la fundamentación epistemológica en la forma de recolección de la información a partir de datos numéricos; es no experimental, puesto que las variables no son manipuladas por el investigador; es descriptivo porque presenta las características y propiedades de las variables a medir; de corte transversal, porque se medirá la población objeto en un solo momento del tiempo (Hernández-Sampieri & Mendoza, 2018).
Participantes
Adolescentes pertenecientes a una población de la región Caribe colombiana (departamento de Sucre). Para la selección de la muestra se implementó un muestreo de tipo no probabilístico intencionado que finalmente se conformó por 137 adolescentes (84 hombres y 53 mujeres), atendiendo los siguientes criterios de inclusión:
Criterios de inclusión
Adolescentes residentes en la población objeto de estudio de la región Caribe en un periodo > 5 años.
Adolescentes con edades entre 11 y 17 años.
Adolescentes con disposición a participar en el proceso investigativo de manera voluntaria, con firma del consentimiento informado por sus padres o cuidadores.
Instrumentos
Cuestionario A-D (conductas antisocialesdelictivas) (Nicolás Seisdedos Cubero, 1995)
Es un cuestionario diseñado para medir la conducta antisocial (CA) y la conducta delictiva (CD), en niños y adolescentes entre 11 y 19 años. Su aplicación puede ser individual o colectiva, con una duración aproximada entre 10 y 15 minutos. Este cuestionario está estructurado por dos subescalas: una escala de conducta antisocial (20 ítems) y una escala de conductas delictivas (20 ítems) con opción de respuesta binaria para cada ítem “Sí” o “No”. La calificación se puede hacer manual atendiendo los siguientes criterios: por cada respuesta afirmativa (Sí), se le asignará un (1) punto, mientras que para las respuestas negativas (No), tendrá un valor de cero (0) (Seisdedos, 1995). Con relación a la adaptación del instrumento, se cuenta con la versión de Sánchez Escobedo (Seisdedos & Sánchez, 2001) y a su uso dentro del contexto colombiano se ha reportado en investigaciones como la de Sanabria y Rodríguez (2009), Uribe et al. (2016), Lizcano et al. (2019), Huertas et al. (2022) y Vivas et al. (2022).
Procedimiento
En un primer momento, se identificó la población de adolescentes entre los 11 y 17 años, se realizó una reunión informativa con ellos y sus padres para presentar el objetivo principal, las características y la naturaleza académica del estudio a través de la lectura del consentimiento informado. Posteriormente se aclararon las dudas surgidas con los participantes y para oficializar su inclusión en el estudio se verificaron los criterios de selección y de esta manera se entregaron los consentimientos informados para que cada participante firmara. A continuación, se llevó a cabo la aplicación del cuestionario de forma individual y finalmente se realizó la calificación del instrumento, digitación de datos, análisis y descripción de resultados.
Análisis de datos
Para analizar los resultados, se empleó el programa estadístico Statistical Package for the Social Sciences (SPSS v27; IBM, 2020), y los resultados se presentaron mediante la utilización de la estadística descriptiva en términos de frecuencia, porcentaje, media, desviación estándar, mínimo, máximo.
Aspectos éticos
De acuerdo con la Resolución 8430 de 1993 del Ministerio de Salud, por la cual se establecen las normas científicas, técnicas y administrativas para la investigación en salud, el presente estudio se categorizó como riesgo mínimo (art. 11). Para la selección de cada participante en la investigación, se tuvo presente la lectura y firma del consentimiento informado por cada sujeto, así como del asentimiento informado por los padres, apoderados legales o responsables de cada adolescente; los cuales se elaboraron de conformidad con las recomendaciones del Ministerio de Salud (Minsalud, 1993) y atendiendo a las observaciones sugeridas por el manual de “Pautas éticas internacionales para la investigación relacionada con la salud con seres humanos” en su sección 17, correspondiente a la investigación con niños y adolescentes en las que se prioriza la participación de esta población en garantía del mínimo riesgo y el respaldo para la participación tanto del consentimiento como del asentimiento informado (Organización Panamericana de Salud & Consejo de Organizaciones Internacionales de las Ciencias Médicas OPS & CIOMS, 2017). Asimismo, se informó a los participantes y a los responsables sobre el uso y tratamiento de los datos recolectados, siguiendo las directrices del Código Deontológico y Bioético en Colombia en su artículo 2º, numeral 5 de la Ley 1090 de 2006 (Congreso de la República de Colombia, 2006).
Resultados
Características de la muestra de estudio
La población objeto de estudio estuvo constituida por 137 adolescentes, de los cuales 84 se agrupan dentro del sexo masculino (61.3%) y 53 del sexo femenino (38.7%) con edades entre los 11 y 17 años, con mayor prevalencia en la edad de 14 años (19%). La media para las edades de los adolescentes fue de 14.2 con desviación estándar de 1.8 (Tabla 1).
Estadísticos descriptivos escala total CAD
De acuerdo con los resultados obtenidos, la puntuación mínima para la escala de conductas antisociales fue de 0 y la máxima de 20; para la escala de conductas delictivas, la puntuación mínima fue de 0 y la máxima de 19 puntos. En cuanto a la media para la escala de conductas antisociales fue de 14.34 y la desviación estándar de 5.57, mientras que para la escala de conducta delictiva la media fue de 5.0 y la desviación estándar de 4.53 (Tabla 2).
Puntuaciones totales para la escala de conductas antisociales
Las conductas antisociales más comunes entre los adolescentes, basadas en los resultados del estudio, son las siguientes: decir groserías o palabras fuertes con un alto porcentaje de 87.6%, seguido de pelearse con otros mediante golpes, insultos o palabras ofensivas con 81.8%, y finalmente, negarse a realizar las tareas asignadas en el trabajo, clase o casa con 80.3%. Estas conductas se destacan por ser las más prevalentes, en la mayoría de los adolescentes se pudo observar la presencia de conductas antisociales (Tabla 3).
Puntuaciones totales para la escala de conductas delictivas
Durante el análisis de la escala de conductas delictivas, se observó una mayor prevalencia en comportamientos específicos. Los resultados destacaron que las conductas más frecuentes incluyeron: robar cosas de un lugar público (trabajo, colegio) por valor de más de 100 pesos colombianos, con 48.2% de los adolescentes, admitiendo haber llevado a cabo esta acción; destruir o dañar cosas en lugares públicos, con 42.3%; entrar en un club prohibido o comprar bebidas prohibidas, con 54.7%; y finalmente, gastar frecuentemente en el juego más dinero del que se puede, con 40.1% (Tabla 4).
Puntuaciones totales para la escala de conducta antisocial en adolescentes masculinos
Se evidenció que la frecuencia de las conductas antisociales cometidas por la población masculina fue prevalente, superando el 65% en todos los ítems; en este sentido, las conductas más recurrentes son, pelearse con otros con golpes, insultos o palabras ofensivas (91.6%); decir groserías o palabras fuertes (91.6%) y ensuciar las calles/aceras, rompiendo botellas o volcando cubos de basura (90.4%) (Tabla 5).
Puntuaciones totales para la escala de conducta delictiva en adolescentes masculinos
Para la escala de conductas delictivas, las conductas más emitidas en este sexo fueron las siguientes: entrar en un club prohibido o comprar bebidas prohibidas (66.6%); destrozar o dañar cosas en lugares públicos (50%) y robar cosas de un lugar público (trabajo, colegio) por valor de más de 100 pesos (51.1%). Sin embargo, aunque estas conductas tuvieron una frecuencia significativa, la mayor parte de los ítems presentaron un menor número de emisiones; es decir, los resultados reflejan que en la mayoría de los ítems los adolescentes superan solo el 30% (Tabla 6).
Puntuaciones totales para la escala de conducta antisocial en adolescentes femeninas
Con relación a la población femenina, la prevalencia más alta en la escala de conductas antisociales se registró en decir “groserías” o palabras fuertes (81.1%); tirar la basura al suelo (cuando hay cerca una papelera o cubo) (69.8%) y contestar mal a un superior o autoridad en trabajo, clase o casa (75.4%). Además, se debe tener en cuenta que la mayoría de los ítems presentaron una prevalencia superior al 55% (Tabla 7).
Puntuaciones totales para la escala de conducta delictiva en adolescentes femeninas
En cuanto a las conductas delictivas que se presentan con mayor frecuencia se encuentran: robar cosas de un lugar público (trabajo, colegio) por valor de más de 100 pesos (43.3%); destrozar o dañar cosas en lugares públicos (30.1%) y entrar en un club prohibido o comprar bebidas prohibidas (35.8%). Es importante tener en cuenta que la prevalencia de conductas delictivas en la población femenina fue bastante baja, siendo más frecuente la ausencia de estas conductas en las adolescentes (Tabla 8).
Discusión
El objetivo principal del presente proceso investigativo es caracterizar las conductas antisociales y delictivas en adolescentes de una región de la Costa Caribe colombiana, por medio de la aplicación del cuestionario de conductas antisociales y delictivas (CAD). De acuerdo con los resultados obtenidos, se observó una mayor prevalencia de la conducta antisocial frente a la delictiva, destacando conductas relacionadas con la omisión de órdenes, ausencia de respeto hacia las figuras de autoridad y los espacios públicos, poca tolerancia y la disrupción de las normas sociales.
De acuerdo con estos resultados destacados, siguiendo a Muñoz (2018), la manifestación de una alta prevalencia de conductas antisociales se asocia con un comportamiento que involucra estilos inapropiados de comunicación, escasas capacidades de resolución de conflictos, incapacidad para acatar órdenes y asumir responsabilidades, así como la manifestación de conductas violentas. Asimismo, siguiendo a Caballero y Martínez (2022), estas situaciones pueden interferir significativamente no solo en los procesos de socialización e individualización de los adolescentes, sino también en sus entornos familiares y escolares. En este sentido, López y Olave (2021) recalcan que la implementación de actos violentos, como medio de resolución de conflictos desde edades tempranas, puede conllevar un desorden psicológico y, además, repercutir de manera negativa en el desarrollo de la personalidad, el entorno familiar, escolar y social del adolescente.
En esta misma línea, Vera (2012) y Roncero et al. (2013) concuerdan en que la manifestación de conductas antisociales desde la infancia/ adolescencia de forma persistente puede llegar a desencadenar trastornos de conducta (TD). Estos trastornos se caracterizan por comportamientos reiterativos que transgreden los derechos básicos de otras personas o los preceptos socialmente aceptados, generando un empeoramiento significativo de las labores académicas, sociales, familiares o laborales del sujeto.
Acorde con los resultados, es preciso mencionar que existen algunos estudios que vinculan la emisión de la conducta antisocial con distintas variables. Por una parte, el estudio de Hidalgo (2020) indica que las conductas antisociales en la adolescencia se ven influenciadas por diversos factores, como los ambientes familiares abusivos, violentos y permisivos, los cuales desempeñan un papel significativo en la manifestación de estas conductas, y además se relaciona con el consumo de drogas. Por otra, Nasaescu et al. (2020b) indican también que las conductas antisociales rara vez se presentan de forma aislada; es decir, que los adolescentes que muestran comportamientos problemáticos suelen manifestar otras conductas problemáticas además de las antisociales.
Otros argumentos explicativos informados en consecuencia a la prevalencia de las CA, también son compartidos por Raine (2019), quien sustenta que la disfunción en una o más zonas del circuito neuromoral podría generar afectaciones en las funciones cognitivas como el pensamiento, sentimientos y la conducta moral, la cual se ve implicada en la manifestación del comportamiento antisocial, violento y la psicopatía, lo que podría generar una disminución en la responsabilidad penal. Además, Tehrani y Yamini (2020) exponen también que ciertas variables como el bajo autocontrol desempeña un papel mediador entre los procesos de crianza eficaces y los comportamientos antisociales, siendo las relaciones familiares un determinante importante en el surgimiento de la conducta antisocial.
Ahora bien, con relación a los resultados del presente estudio, las conductas antisociales más emitidas por los adolescentes fueron las siguientes: decir groserías o palabras fuertes; pelearse con otros mediante golpes, insultos o palabras ofensivas y negarse a realizar las tareas asignadas en el trabajo, clase o casa, lo cual concuerda con las investigaciones de Restrepo-Traslaviña et al. (2020) y Huertas et al. (2022), quienes reportaron estos comportamientos como los más prevalentes dentro de su población objeto de estudio, al igual que valores bastante altos de emisión de conductas antisociales en los adolescentes. En esta misma línea, los resultados de Panqueva et al. (2019) coinciden en la supremacía de las conductas antisociales frente a las delictivas en dos muestras distintas, donde encontraron que la emisión de conductas antisociales en adolescentes en proceso de reformación se caracteriza por la presencia de conductas intimidantes y en adolescentes escolarizados con la búsqueda de esparcimiento.
Por otro lado, en función de los resultados para la escala de conductas delictivas en los adolescentes, Roncero et al. (2013) afirman que el accionar delictivo implica la trasgresión de la ley de forma voluntaria o imprudente castigada por la ley; esta involucra gran variedad de conductas, las cuales de acuerdo con Caballero y Martínez (2022) suponen un riesgo en la propensión a conductas de riesgo en la adultez como el consumo de sustancias ilícitas, conductas sexuales peligrosas, inconvenientes educativos, sociales, familiares, entre otros. Asimismo, Cardona-Isaza (2021) explica que la emisión de conductas delictivas desde la adolescencia trae consigo afectaciones en los procesos de socialización, vinculación social y académica, así como mayores riesgos de incrementar y mantener estas conductas en la adultez.
Con respecto a la manifestación de la conducta delictiva en adolescentes, varios autores han desarrollado procesos investigativos que permiten enlazar esta problemática con distintas variables. En este sentido, Quitian et al. (2020) encontraron que la ausencia de sensibilidad, el consumo exagerado de sustancias ilícitas, la predisposición a la conducta delictiva, histriónica y egocéntrica están relacionadas con la emisión de conductas fuera de la ley, es decir, delictivas. Por otro lado, Cardona-Isaza (2020) vinculó el desempeño académico con la conducta delictiva en adolescentes transgresores de la ley; según su investigación, existen elevados niveles de fracaso escolar entre los adolescentes, además dentro de los factores causales se identificó el bajo desempeño y deficientes habilidades sociales.
Acorde con los estudios de Lee y Kim (2022), las variables psicopatológicas están relacionadas con el incremento en los comportamientos delictivos y que estos a su vez se evidencian por medio de factores de riesgo, pues sugieren que sean erradicados en función de mejorar el bienestar colectivo. Por otra parte, Damba y Formiga (2020) encontraron que los procesos cognitivos disfuncionales favorecen la aparición de conductas antisociales en los adolescentes, la cual es identificada como un factor de riesgo, vulnerabilidad y predisposición ante la emisión de comportamientos transgresores de la ley. Sumado a ello, Cardona-Isaza (2021) encontró que los menores infractores de la ley evidencian menores competencias socioemocionales, dificultad para empatizar con los demás y deficientes conductas prosociales; además de afectar también la dimensión cognitiva, aumentando el riesgo de padecer trastorno por déficit de atención e hiperactividad debido a la manifestación de la conducta de impulsividad que podría asociarse al componente delictivo (Alarcón et al., 2023). Asimismo, Hernández-Villota (2020) identificó que dentro de los factores de riesgo más comunes en la emisión de la conducta delictiva se encuentran los factores familiares, psicológicos, la ingesta de alcohol y sustancias psicoactivas, así como los contextos educativos, sociales, económicos y culturales.
Conforme a los resultados, las conductas delictivas más frecuentes en la muestra estudiada fueron las siguientes: robar cosas de un lugar público (trabajo, colegio) por valor de más de 100 pesos; destrozar o dañar cosas en lugares públicos; ingresar en un club prohibido o comprar bebidas prohibidas; gastar recurrentemente en el juego más dinero del que se puede y tomar drogas. Según los resultados, Samudio et al. (2021) describen que existe una relación entre la actividad criminal en la adolescencia con el consumo de sustancias ilícitas como factor de riesgo y mantenimiento de estas conductas. En esta misma línea, investigaciones como la desarrollada por Méndez y García (2021) revelan que el formar parte de pandillas violentas se asocia con el consumo de narcóticos de forma significativa, en comparación con los menores que no están vinculados a una.
Por otra parte, Calero-Plaza et al. (2020) evidenciaron que el consumo de drogas, en particular la cocaína, se asocia al hurto con violencia e intimidación, mientras que el policonsumo aumenta el riesgo de reincidencia en distintos delitos, así como las agresiones contra otros individuos. En los trabajos de Sánchez et al. (2018) y Cardona-Isaza (2018), se han reportado que la incidencia de conductas antisociales y delictivas en los adolescentes se vincula con la repitencia de los años escolares; además, asocia factores como la inasistencia a clases, indisciplina, no entrar al aula, pelearse con los compañeros, faltar el respeto a docentes, hurtar artículos y causar daños en la institución. También afirman que el fracaso escolar y los problemas dentro de la escuela anticipan la emisión de conductas delictivas, y que la ingesta de sustancias psicoactivas se asocia con el fracaso escolar.
De acuerdo con Rivera y Cahuana (2016), es relevante tener en cuenta que este tipo de conductas a corto plazo pueden traer consecuencias negativas en los procesos de interacción del adolescente, como la pérdida de amistades y la expulsión de la institución educativa; a su vez, a largo plazo, relacionan la presencia del alcoholismo, la delincuencia, las dificultades laborales, familiares, sociales, entre otras, así como afecciones psiquiátricas en la vida adulta. Esto sigue la línea de las investigaciones desarrolladas por Castillo et al. (2019) y Manay y Marín (2021), quienes relacionan la emisión de conductas antisociales y delictivas en los adolescentes con factores de orden familiar, como la disgregación familiar, la falta de supervisión familiar, la violencia infantil, la violencia intrafamiliar y el alcoholismo; cabe mencionar que factores como el rendimiento académico, variables sociodemográficas, personales, emocionales también han sido considerados como factores de riesgo en la emisión de conductas antisociales y delictivas.
Por otro lado, dentro de los resultados encontrados en función del sexo, se evidencia mayor prevalencia de conductas antisociales y delictivas en la población masculina, esto coincide con los hallazgos de Bobbio et al. (2021), Balladares y Ponce (2022), Huertas et al. (2022) y Martínez-Otero y Gaeta (2022), quienes concuerdan en que la prevalencia de estas conductas es más significativa en la población masculina en comparación con la femenina. Acorde con esto, Gaeta y Galvanovskis (2011) consideran que los varones, con relación a las mujeres, presentan un mayor riesgo de cometer actos antisociales, así como una tendencia superior a cometer actos delictivos.
En este sentido, algunos autores sugieren prestar mayor atención a los procesos de socialización en función del sexo, considerando que los modelos tradicionales de socialización para los hombres se encuentran regidos por restricciones en la expresión emocional, la fuerza, la dureza, entre otros. Lo que ha llegado a generar aproximaciones teóricas acerca de la relación entre las conductas antisociales y delictivas con los estereotipos sociales enmarcados en el comportamiento del hombre, llegando al punto de normalizar la conducta delictiva en estos, principalmente en la población latinoamericana, tal como lo exponen García y Devia (2020) y Uribe et al. (2016). Sumado a ello, Pedroza-Cabrera y López-Salas (2021) identificaron que los adolescentes masculinos poseen un mayor número de pares con propensión a cometer conductas de riesgo en comparación con las mujeres, lo cual puede incidir en el mantenimiento de esta problemática en la edad adulta.
Además y en contraste con los resultados del presente estudio, existen investigaciones que han encontrado una mayor emisión de conductas delictivas en comparación con las conductas antisociales, como en el caso de Restrepo Traslaviña et al. (2020), quienes encontraron una mayor frecuencia de conductas delictivas en comparación con las antisociales en la muestra estudiada. En este mismo sentido, Pereira et al. (2019) observaron una alta prevalencia de riesgo de emisión de conductas antisociales y en menor medida, pero no menos significativa, la conducta delictiva; además, evidenciaron mayor manifestación de conductas antisociales y delictivas en adolescentes femeninas.
Asimismo, de acuerdo con Velásquez-Blanco et al. (2018) y Lizcano et al. (2019), se evidencia también en sus estudios el registro de una mayor emisión de conductas antisociales y delictivas por parte de la población femenina. Además, resaltan que el aumento de las conductas antisociales en la adultez es más marcado en las mujeres que en los varones; para ser más específicos, problemas de conductas como el uso de lenguaje inapropiado, promover el rechazo de otros hacia alguien en específico y difundir información errónea, mientras que en los hombres serán más frecuentes las conductas delictivas acompañadas por acciones violentas.
En definitiva, es preciso tener en cuenta la relación entre las conductas antisociales y delictivas, así como las variables de estudios donde se vinculen ambas, como en los trabajos de Rojas-Palacio (2023), quien relaciona el funcionamiento familiar con la manifestación de conductas antisociales y delictivas en adolescentes escolarizados, y reporta que existe una correlación positiva entre ambas variables, donde a mayor funcionalidad familiar, menor emisión de conductas antisociales y delictivas. Con relación a todo lo expuesto, se debe considerar que en la emisión de conductas desadaptativas existen diversas variables que pueden incidir en que niños, niñas y adolescentes cometan actos delictivos, entendiendo que este fenómeno está sujeto a una multicausalidad, como lo han sugerido algunos autores (Garaigordobil, 2008; Garaigordobil y Maganto, 2016; Gardner et al., 2015; Thomas & Pope, 2013).
En este sentido, algunos teóricos han estudiado la relación entre la emisión de conductas antisociales con el accionar delictivo, como es el caso de Espósito (2020), quien en sus estudios destaca que los procesos atencionales autoinformados no se encuentran relacionados con el accionar delictivo; sin embargo, vincula la frecuencia de los delitos cometidos con anterioridad y las actitudes antisociales como factores de riesgo, mientras descarta las categorías demográficas como la edad y el género como predictoras de la conducta delictiva. En esta misma línea, Huang (2022) identificó que la manifestación temprana de conductas antisociales y características psicopáticas como la ausencia de culpa, la escasez de empatía y las dificultades en el establecimiento de relaciones afectivas profundas son variables antecesoras de la conducta delictiva en los adolescentes y se relaciona con el mantenimiento de las mismas en la edad adulta.
Por otro lado, Mayorga (2018) y Martínez-Otero y Gaeta (2022) destacan que la relación entre la conducta antisocial y la conducta delictiva no es determinista; es decir, no todos los adolescentes con conducta antisocial se convierten en delincuentes en la adultez. Sin embargo, los estudios indican que existe una asociación significativa entre ambas conductas, por lo que la conducta antisocial se considera un precedente en la conducta delictiva en la edad adulta. Es importante destacar que la emisión de conductas antisociales de forma persistente durante la adolescencia, especialmente en el lapso de los 14 años en adelante, puede fortalecer la emisión de estas conductas y mantenerlas hasta la adultez (Morales, 2008).
Con relación a lo expuesto, es primordial exponer a continuación algunas consideraciones que podrían estar relacionadas con los resultados encontrados en el proceso investigativo. En primera instancia, la población objeto de estudio estuvo conformada por adolescentes sin restricción de estrato socioeconómico, pero en su gran mayoría en condición de vulnerabilidad. En este sentido, en los estudios de Garaigordobil y Maganto (2016) se encontró que la conducta antisocial y delictiva es diferenciada al comparar variables como el nivel socioeconómico en adolescentes. Además, se debe considerar que cuando la población objeto de estudio comparte características culturales semejantes sumado a la exposición a factores de riesgo familiares, educativos, socioambientales y personales, estos pueden incidir en la similitud de los comportamientos emitidos, tal como lo plantean García y Devia (2018).
Además de lo mencionado, al considerar algunos aspectos relacionados con las características socioculturales, se han encontrado datos interpretativos que relacionan la aparición de estas conductas antisociales o delictivas en grupos que comparten similitud en condiciones como el desempleo, la disgregación familiar, la falta de oportunidades educativas. Estos factores de riesgo latentes han sido identificados en el contexto de la población, resaltando entre ellos la violencia, el conflicto armado, la baja industrialización y los bajos índices en el nivel educativo (Berrío et al., 2017). De igual manera, se ha estudiado también que detrás de la manifestación sobre esta problemática juvenil existen algunas características, como el alto índice de vulnerabilidad, la pobreza, y poca, ninguna o deserción de la escolaridad, lo cual estaría influyendo y alimentando la probabilidad para el establecimiento de pandillas y pequeños grupos delincuenciales como alternativa a la falta de oportunidades o de una formación hacia una autopercepción de una sociedad injusta y excluyente (Cantillo et al., 2022; Días, 2018; Ramírez-Salazar et al., 2015).
Finalmente, y después de llevar a cabo el estudio y presentar la fundamentación previa, el presente trabajo ofrece generar nuevos aportes investigativos que permiten un primer acercamiento a una realidad poco estudiada en el contexto específico de la población de estudio. Se presenta un estudio desde un enfoque empírico con relación a la identificación, análisis y descripción de las conductas antisociales y delictivas en la fase de la adolescencia. A partir de la lectura y análisis de los resultados, estos pueden constituirse en una base fundamental que permita focalizar la atención de los entes territoriales gubernamentales, con el fin de seguir profundizando no solo en el estudio de la temática de manera más exhaustiva, sino también en la propuesta de políticas de intervención que permitan atender esta problemática a partir de la implementación de planes de acción, para prevenir y disminuir este tipo de problemas locales. Los resultados obtenidos brindan mayor claridad en cuanto a la frecuencia y las características de las conductas más emitidas por los adolescentes, así como discutir desde una perspectiva amplia sobre las posibles causas explicativas que podrían estar vinculadas a la manifestación de las conductas A y D. Esto se suma a otros estudios que han contribuido a la descripción de la incidencia de las CAD en los adolescentes y los posibles factores de riesgo involucrados en la emisión de estas conductas, estudiadas desde diferentes puntos de vista (Arias, 2020; Mostacero, 2021; Ramírez & Arroyo, 2014; Vivas et al., 2022).
Consideraciones finales
De acuerdo con los resultados obtenidos, las conductas antisociales más predominantes en los adolescentes son las relacionadas con el uso de palabras soeces, el empleo de conductas violentas como método de resolución de conflictos, negarse a realizar las tareas encomendadas, ensuciar los espacios públicos, contestar mal a un superior, entre otras. Las conductas delictivas con mayor frecuencia fueron las siguientes: robar cosas de un lugar público, destrozar cosas en un lugar público, ingresar a clubes prohibidos o consumir bebidas prohibidas, gastar más dinero en juegos del que se debe, tomar drogas y formar parte de una pandilla. Se encontró mayor prevalencia de conductas antisociales y delictivas en adolescentes masculinos, con relación a las adolescentes femeninas. Se estima que esta problemática puede estar relacionada a los estereotipos de género y la restricción de la expresión emocional en los adolescentes masculinos. La conducta antisocial no es determinista en la emisión de la conducta delictiva; sin embargo, la emisión recurrente de este tipo de conductas puede ser un indicador a considerar para hacer seguimiento y de esta manera estudiar la relación con el accionar delictivo.