Introducción
La historia económica argentina del siglo XX ha demostrado una importante capacidad del pais para adaptarse a las diferentes condiciones del mercado mundial y -más generalmente- de las trans-formaciones del conjunto del sistema capitalista. Durante el denominado modelo agroexportador (1880-1929), Argentina se ubicó entre las diez naciones con mayores niveles de Producto Interno Bruto -PIB- (Belini, 2020), a pesar de las discusiones generadas en torno a la veracidad relativa de esta premisa (Kulfas & Zack, 2018). Posteriormente, el sector industrial creció empujado por el sector agropecuario, y aunque nunca logró del todo romper las barreras del mercado interno, lideró la dinàmica del crecimiento económico, la creación de empleo y la generación de capacidades locales hasta los años de 1970 (Rougier & Odisio, 2018). Y si bien, las recurrentes crisis de la balanza de pagos, el estancamiento del sector agropecuario, el endeudamiento externo y la alta inflación venían instalán-dose como problemas desde mediados del siglo XX (Diaz-Alejandro, 1975), fue durante los años de 1970 que, con la crisis del petróleo y el desarme de los acuerdos monetarios de Bretton Woods, entró en cuestionamiento el modelo de Industrialización por Sustitución de Importaciones (ISI) (Rapoport, 2020). El régimen militar de 1976-1983 combinó represión y reformismo económico para revertir el proceso de ISI alcanzado. Sin embargo, la incontrolabilidad de la inflación, el alto endeudamiento externo con la estatización del mismo y, finalmente, la fallida incursión de Malvinas en 1982, arro-jaron al país a un abismo, en un contexto regional jaqueado por la crisis de la deuda externa (Brenta, 2019). Los años de Alfonsín (1983-1989) -que habían heredado una profunda crisis económica combinaba endeudamiento externo, crisis del Estado, inflación de tres dígitos anuales y poder de actores económicos concentrados- poco pudo hacer para encauzar el desarrollo frente al pujante neoliberalismo internacional (Fair, 2010). Los años de Carlos Menem (1989-1999), por su parte, iniciaron de lleno la reforma económica y social neoliberal que, a pesar del repunte de la productividad y la modernización de actores económicos vinculados al sector primario a partir de 1994, incluyó alto desempleo, creciente endeudamiento externo y exclusión social que finalmente llevaron a su eclosión con la gran crisis económica y social de 2001, derivada en gran medida de la rigidez monetaria que imponía el régimen de convertibilidad. La etapa de los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner (2003-2015), incentivaron una importante recuperación de la actividad económica, del salario real y de la inclusión de sectores ampliamente postergados como las pequenas y medianas empresas (pymes), cooperativas y, en general, de la industria mercado-internista. Sin embargo, las tensiones comenzaron a acumularse con el regreso de la inflación, la reaparición de la escasez de dólares y un fuerte conflicto con el sector concentrado del campo, el cual seguía siendo el principal generador de divisas ante una industria que demanda crecientes volúmenes de bienes importados (Pucciarelli, 2017). A partir de entonces, algunos logros alcanzados en materia social y económica -crecimiento, empleo, reducción de la desigualdad, etcétera- comenzaron a revertirse y la victoria de Mauricio Macri (2015-2019) cambió el rumbo de la política económica desplegada por los Kirchner. Este, para enfrentar un estan-camiento que se caracterizaba por un déficit fiscal de 5% del PBI, varios controles cambiarios y una inflación de alrededor del 15% anual, inició un proceso desregulación financiera, apertura comercial e incentivos al sector primario que, finalmente, terminaron con una inflación del 40% anual, caída del PIB, un endeudamiento externo -de los más altos de la historia del Fondo Monetario Internacional (FMI)- y mayores índices de pobreza y desempleo que los heredados (Wahren et al., 2017).
Esta breve introducción a la historia económica argentina se torna especialmente significativa en tanto -las voces de quienes en la actualidad debaten sobre sus problemas contemporáneos- se remiten, de alguna manera u otra, a la historia económica reciente. Aunque desde diferentes miradas, estos analistas enmarcan los debates en la coyuntura política, económica y social argentina, sobre todo del último cuarto de siglo XX y principios del siglo XXI, que es donde se considera en su mayor medida que se generó una falta de rumbo económico que persiste como crisis estructural hasta nuestros días. El interés de este artículo se encuentra en abordar las diatribas desplegadas en torno a los problemas, alternativas y proyecciones de la economía nacional y el capitalismo argentino. Se pone el foco en los cientistas sociales que, con más o menos formación económica, debaten el rumbo de la economia argentina y sus oportunidades de cara al siglo XXI, desatando importantes controversias que en la actualidad se presentan como los grandes desafios socioeconómicos. En otras palabras, lo que se encuentra de fondo en las discusiones analizadas son las diferentes interpretaciones de los actores que, attualmente, buscan, resisten y pujan por un nuevo rumbo para Argentina.
Metodológicamente, se apostó a las ideas de Karl Polanyi (1886-1964), entendiendo que pueden aportar a la comprensión más amplia de esos debates al enmarcarlos en torno al funcionamiento del capitalismo desde una perspectiva antropológica y sociológica. De aquí la propuesta de vincular la teoría del polaco con las discusiones económicas actuales de cientistas sociales argentinos. La propuesta principal de abordar esos debates, nos ha obligado a agrupar, aunque un poco arbitrariamente, a los sujetos en dos grandes perfiles.1 Si bien convencionalmente los debates económicos distinguieron entre las posturas ortodoxas y las heterodoxas, incluyendo generalmente en esta última a las visiones provenientes de las tradiciones de izquierda, en este trabajo nos distanciamos de esta mirada. A los fines del mismo, detectamos lo que posi-blemente pueda tratarse de una escisión dentro de la misma heterodoxia, al considerar que varios de los sujetos analizados, aunque pueden ser identificados con una tradicional liberal de izquierda o progresista de izquierda, no necesariamente pueden ser vinculados, a su vez, con la izquierda clasista argentina. Por eso, propusimos caracterizar como heterodoxos a quienes adoptan las consignas de la estabilidad macroeconómica, generalmente asociada al mainstream, pero con un énfasis productivista, de inserción internacional y vocación pro-exportadora como estrategia básica del relanzamiento económico de Argentina. Este grupo, se caracteriza por entender que estas propuestas permitirían darle un nuevo rumbo de prosperidad al país. Por otra parte, se identificó una postura denominada de izquierda, donde -a grandes rasgos- se comparte una visión crítica del sistema económico capitalista, puntualmente frente a actores económicos concentrados e instituciones financieras internacionales bajo una concepción de base donde los sectores populares deberían tomar el protagonismo del rumbo económico y social. La radicalidad de sus postulados pone el énfasis en otros aspectos estructurales de la economía argentina, como la captación de reservas, las retenciones al comercio exterior y el control de la fuga de capitales. Como se dijo, el agrupamiento tiene algo de arbitrario en tanto los sujetos englobados no comparten estrictamente todas sus ideas ni siempre se encuentran entrelazados por vínculos institucionales formales, pero existen puntos en común que permiten vincularlos y analizarlos a la luz de la teoría de Polanyi.
Respecto de los materiales utilizados, se procuró relevar los temas a partir de textos más depurados y menos eruditos, con el fin de construir una narrativa de fácil comprensión y captar con más agudeza las posturas, ideas e interpretaciones específicas de los protagonistas, y no tanto la construcción teórica de sus postulados. Por eso, se han analizado intervenciones en torno a la prensa periódica, escrita y digital, como dentro de la producción de libros recientemente editados. Solo cuando se lo consideró estrictamente necesario para ampliar discusiones o ideas puntuales a los fines de lo analizado, se incluyeron artículos científicos de actualidad.
El artículo se encuentra dividido en tres partes, en la primera se realiza una introducción sobre algunos puntos principales de la teoría de Polanyi. Algunas ideas clave han sido su visión de la dimensión económica en la sociedad, su crítica a la economía política clásica y el papel del mercado en el sistema capitalista. En un segundo apartado, aglutinamos las ideas principales de los denominados heterodoxos, relevando las discusiones que consideramos más importantes en la actualidad argentina, tales como el rumbo del desarrollo, las principales trabas al creci-miento y los conflictos sociales en relación a la economía. Luego, abordamos la postura de izquierda y su visión más crítica sobre las mismas discusiones, pero centradas en los cuestiona-mientos al papel de los empresarios y el Estado argentino, como de su defensa a los asalariados. Por último, retomamos las claves de Polanyi a la luz de las discusiones tratadas en los dos últimos apartados.
Algunos aportes de Polanyi y su relevancia para pensar la actualidad argentina
La Gran Transformación de Polanyi, fue publicada por primera vez en 1944 y, aunque traducido a varios idiomas, fue redescubierto con más énfasis en las últimas décadas del siglo XX. Aparentemente, los efectos sociales desfavorables del neoliberalismo protagonizado mundialmente por Ronald Reagan en Norteamérica (1981-1989) y Margaret Thatcher en Gran Bretana (1979-1990), despertaron el interés por la radicalidad de su tesis. Sus ideas sobre el nacimiento de la economía, el desarrollo del capitalismo y el libre mercado, entre otras, se tornan como aportes de vital importancia para analizar el nexo entre economía y sociedad en problemáticas modernas (Steiner, 2009), habitualmente desvinculadas. Ligado a la denominada escuela sustantivista de la antropología económica -de la cual fue uno de sus fundadores- su obra se presenta como un aporte de primer nivel para debatir cuestiones relacionadas con la totalidad de las ciencias sociales en sus múltiples disciplinas. Especialmente, tomamos de su aporte la crítica de fondo a la economía clásica, como de sus ideas en torno a la economía, el papel del Estado y los mercados.
En primer lugar, quisiéramos destacar cómo Polanyi se remite a Aristóteles para detenerse en la distinción que este último realizó entre economía y crematística. Teniendo en cuenta que este diferenciaba entre la administración del Oikos y la ganancia de dinero en su Política, Polanyi observó que la autonomización de esta última, y tempranamente para un pensador de la anti-güedad griega, se tornaba peligrosa en términos de implicancias humanas y -más generalmente- para la misma existencia de la Polis (Polanyi, 1999 p. 102). Sin embargo, Polanyi entiende que la sociedad entró en un punto de quiebre histórico con los inicios del capitalismo, especialmente durante la etapa de la industrialización inglesa hacia fines de siglo XIX, cuando la economía regulada por la oferta y la demanda comenzara a funcionar plenamente: no intervención, primacía del individuo, mercado autorregulado, maximización de utilidades y uso eficiente de los recursos escasos eran sus supuestos antropológicos. Es cuando toma especial relevancia su idea de un doble movimiento, en referencia a la dinámica general del sistema capitalista caracterizado por un primer movimiento donde se instala el mito del mercado autorregulado y un segundo, donde se desarrolla la reparación de la destrucción que generó el primero a través, principalmente, de la mercantilización de la tierra, el trabajo y la moneda. Lo que interesa destacar es que el segundo proceso guarda propiedades problemáticas, ambivalentes y en gran medida impredecible derivados de las contradicciones del mismo sistema capitalista (Fernández, 2016).2
A su vez, Polanyi senala que este tipo de economía funcionó históricamente en circunstancias concretas y que fue parte de un periodo puntual. Es quizás lo que determinó que la ciencia económica surgiera como como una "forma de religión secular" (Steiner, 2009, p. 64) Para este, la posibilidad de que un mercado autorregulado pueda funcionar con "la separación institucional de la sociedad en una esfera económica y una esfera política" (Polanyi, 1999, p.121) constituye una falacia. Pero específicamente, permite dar cuenta de que existen otras maneras de organizar la esfera económica en la sociedad, de acuerdo con las experiencias observadas en sus diferentes estudios históricos y antropológicos. Por ejemplo, la aplicación de sus conceptos de intercambio, reciprocidad y redistribución en el estudio de diferentes sociedades, mostraron la existencia de formas alternativas de acumulación con formas de reciprocidad en agrupamientos colectivos-comunitarios o formas de redistribución a partir de la verticalidad del Estado. Por eso, esta discusión involucra una mirada crítica a la definición primaria de economía de acuerdo con la visión hegemónica neoclásica y su "propensión individual al truque; deducida de allí la necesidad de mercados locales y de la división del trabajo [donde además] infería por último la necesidad del comercio" (Polanyi, 1957/1999, p.107). Según esta última, entender la economía implica observar en ella a la ciencia de la administración de los recursos escasos (Braun & Llach, 2018). La antropología, y otras ciencias sociales -observaba Polanyi- han recogido la definición clásica de economía (Korsbaek & Barrios-Luna, 2004). Por eso, originariamente, este discutió a los antropólogos formalistas3 recoger esta postura y obviar las implicancias históricas que constituyen la dimensión económica de las sociedades.
Entre estas últimas, Polanyi destacó la idea de entender la vida social bajo el requisito primario de que existen tanto relaciones entre hombres, como entre estos y la naturaleza. De modo que, para dar respuesta a las necesidades de subsistencia, mediante procesos de acumulación de riquezas y búsqueda de excedentes, siempre es necesario un proceso de relaciones que involucra una dominación social jerárquica (Polanyi, 1957/1999, p.13). Además, Polanyi, que intervino activamente entre los debates entre formalistas y sustantivistas, destacaba que estos últimos tenían la virtud de que no especificaban -como sí lo hacían los ortodoxos- cómo se garantizaba el proceso de subsistencia. Por eso, este destacaba que "los individuos tienen personalidades y la sociedad tiene una historia" (Polanyi, 2009, p. 68), que en última instancia expli-carán dicho proceso de subsistencia. De modo que a partir de aquí podría entenderse el proceso de acumulación de riquezas, ya que se busca ampliar la visión social para analizar diferentes casos históricos de cómo se garantiza. En este sentido, se torna relevante destacar la mirada polanyiana de Brendt et al (2020), ya que rescatan a Polanyi para analizar los movimientos que impugnan las iniciativas de mercado en América Latina en las últimas décadas frente al desmantelamiento de las protecciones sociales y la privatización de bienes tradicionalmente públicos. Este andamiaje teórico, donde se tienen en cuenta la creciente mercantilización de la naturaleza y su extractivismo relacionados con el papel del Estado, puede ayudar a entender las discusiones que se generan en Argentina en torno al destino del capitalismo local.
En suma, de acuerdo con estos analistas, la sociedad de mercado autorregulado puede ser entendida como aquella donde todo puede ser mercantilizado, pero -sobre todo- entendiendo que existen procesos de regulación y desregulación que involucran luchas situadas que implican resis-tencias (Brendt et al., 2020). De esta manera, se torna discutible solo ver que primaría la autono-mización económica donde el mercado orienta el rumbo social. Además, para Polanyi, bregar por esto último constituía un peligro intrínseco en tanto llevaría a la destrucción o autodestrucción de la misma sociedad, ya que "la causa de la degradación no es entonces la explotación econó-mica, como suele suponerse, sino la desintegración del ambiente cultural de la víctima" (Polanyi, 1957/1999, p.215). En suma, el mercado autorregulado podría entenderse, a su vez, como una utopía ya que -sustentado en la imaginación del siglo XIX- "en realidad estaba entregando las cosas a un número definido de instituciones concretas cuyos mecanismos estaban gobernando" (Polanyi, 1957/1999, p.271). Por el contrario, el polaco afirmaba que lo económico es parte de un proceso institucionalizado donde, al contrario de las motivaciones específicas subrayadas por los exponentes de la economía clásica, existen varios incentivos que pueden entenderse a través de las instituciones que las respaldan. Así, factores como el trabajo, el intercambio, la producción y los gastos, entre otros, serían dimensiones sociales que pueden interpretarse y entenderse institucionalmente, sobre todo a la luz de los conflictos y debates que analizaremos.
De modo que, si Polanyi afirmaba que la autonomización de la economía constituía un peligro, esto revela que los procesos históricos anteriormente desarrollados, es decir antes de que rigiera esa idea universal en la sociedad, asistieron al surgimiento de formas de organizar lo económico. Es decir, fueron sociedades en las que otras instituciones políticas, religiosas, familiares, etcétera, garantizaban la subsistencia y los límites de la acumulación económica. Así se comprendería -a su vez- que en el pasado las motivaciones individuales no funcionaron siempre como organizadoras de lo económico, sino que -por el contrario- otras instituciones cumplieron esa función. Por otro lado -aunque en torno a esta discusión- debe destacarse la idea de sistematización aplicada por Polanyi donde, "la reciprocidad se ve auxiliada por un patrón de organización simétrico, como la redistribución se facilita por cierto grado de centralización, y como la actividad hogarena debe basarse en la autarquía, el principio del trueque debe basarse en el patrón de mercado para ser eficaz" (Polanyi, 1957/1999, p.105). En definitiva, esto permite entender cómo se sustenta el proceso económico, ya que la redistribución se desarrolla a través del funcionamiento de un centro político: así, en las sociedades alternativas a las de mercado observadas por Polanyi, la organización de la economía transcurriría mediante instituciones que no eran estrictamente económicas en el sentido neoclásico, sino que -por el contrario-se encontraban subordinada a otras dimensiones institucionales. También -respecto al intercambio-, este destacó que los mercados no cumplen sus funciones asignadas sobre la nada, como la formación de precios, en tanto los determinan las instituciones históricas, que particularmente debemos observar en nuestro análisis concreto.
Para Polanyi no es posible pensar la economía por fuera de la economía política, es decir, sin considerar las disputas, los proyectos políticos y las instituciones que intervienen en la diná-mica de las sociedades. Así y todo, Polanyi consideraba que, cuando hablamos de pretensión de autonomía del mercado autorregulado, había que atender a que el mayor peso de la autonomización de lo económico tiene, a su vez, un peso mayor en el proceso de subsistencia de una sociedad. En este sentido, también senalaba que la sociedad genera una dependencia plena de esta dinámica, perdiendo el control del proceso económico por otros medios bajo el supuesto de que el mercado autorregulado guía el proceso lo económico. En tanto existiría esta pretensión, también surgiría una necesidad de "autoprotección realista de la sociedad" (Polanyi, 1957/1999, p.197) para reducir los problemas que producen la autonomización económica. Este dilema plantea una encrucijada en tanto -si el mercado autorregulado cesa o bien se lo interviene- se pone en peligro la subsistencia misma de la sociedad.
En suma, Polanyi entendía que el mercado autorregulado constituye, más que una verdad ontológica, una creación misma de los Estados. Y dada la construcción de este, es entendible que existan mercancías ficticias que lo solventen: es decir, mercancías que funcionan como las reales, pero que no fueron producidas "originalmente para venderse en el mercado" (Polanyi, 1957/1999, p.28). Específicamente, estas son la naturaleza, la mano de obra y el dinero.4 Cada una de estas tiene un origen histórico específico y se encuentran en el corazón del mercado por su centralidad, siendo ficticias en tanto no constituyen naturalmente mercancías en sí mismas, por eso su uso se renueva. De forma que queda sepultada la racionalización entre las personas y las cosas a través de la competencia (Servet, 2009), ya que en una perspectiva polanyiana, y al contrario de las teorías del valor propuestas por los economistas clásicos, se plantea que las mercancías tienen aspectos no económicos que dan forma la producción. Dejar libre el desenvolvimiento de estas tres mercancías, como profesan los liberales habitualmente, generaría los efectos devastadores mencionados. Sin embargo, si entendemos a los procesos históricos en la cultura, la política y la misma economía, como se sugiere, se entenderá que todas las mercancías pasan por procesos de mercantilización atravesados por aspectos sociales de diferente naturaleza que exceden lo estrictamente económico. En este sentido, el libre mercado supone la mercantilización de las mercancías ficticias generando la necesidad de una protección tras los efectos devastadores producidos en la sociedad, como lo son en la actualidad los problemas ambientales, el desempleo, la informalidad laboral, los altos índices de pobreza y de precios, por mencionar algunos. En este sentido, Polanyi entendía que la sociedad se pone a sí misma en peligro en varias dimensiones que desbordan lo económico. Quizás por eso se entienda que el proceso de mercantilización no supone, al contrario de lo que podría creerse, una menor intervención del Estado en la economía, cuanto menos para administrar los efectos negativos que se mencionaron. En este aspecto el liberalismo económico cuestionado por Polanyi, estaría obviando cierta artificialidad del mercado al presuponer, entre otras cosas, que tanto su formación capitalista como su existencia absoluta dependen de su libre desenvolvimiento. Por el contrario, Polanyi ha apostado a que los mercados han tenido una existencia histórica, atendiendo al papel de las instituciones y a la dinámica del conjunto de la sociedad frente a su dependencia en la contemporaneidad.
La postura heterodoxa y productivista: de cómo relanzar el capitalismo argentino
En su reciente libro, Gerchunoff y Hora (2021) abordan numerosos debates en torno a la historia argentina, especialmente sobre la historia económica nacional, senalando los futuros inciertos del país. Este libro, con varias reediciones, puede constituir un punto de partida para comprender los debates de fondo que se vienen generando en diversos espacios culturales como prensa, libros, artículos, podcast y otros medios de difusión cada vez más vinculados con personalidades académicas y políticas de impacto en espacios públicos. Los puntos centrales -y que más debate han generado entre economistas de diverso signo como de otros cientistas sociales- se centran en torno al futuro del capitalismo argentino y las potencialidades o limitaciones que se presentan a la hora de proyectar un modelo de desarrollo para el siglo XXI, como de superar los problemas que aquejan al mismo desde mediados de la década de 1970. En general, los economistas heterodoxos vienen poniendo el foco, en primer orden, en la estabilidad macroeconómica, como la posibilidad de generar un sendero de desarrollo que inserte a Argentina en las oportunidades existentes y venideras del comercio internacional - por ejemplo, las energías renovables y las tecnologías del software-, aunque explotando las del siglo XX -como el comercio en las cadenas alimenticias y la explotación de energías fósiles- (Kulfas, 2016). De esta manera lo plantearon Kulfas y Zack (2018) al sostener la necesidad de acabar con la volatilidad mediante una política contracíclica para morigerar los ciclos contractivos, una política financiera activa destinada al desarrollo y una política cambiaria dirigida, sosteniblemente, a la apreciación del tipo de cambio real -con baja inflación y disponibilidad de divisas-. Estos tres puntos, permitirían la implementación de políticas fiscales expansivas sin endeudamiento público, asegurando la disponibilidad de crédito a costos reducidos para proyectos productivos y, en definitiva, mejorar la vida de todos los argentinos. A su vez, en este mismo orden de cosas, la complejización de una estructura productiva exportadora hoy concentrada en el sector primario,5 o bien en las manufacturas derivadas de este, se tornaría en una necesidad central para estos pensadores dada la volatilidad de los precios de productos exportables argentinos, como la soja, el maíz y el trigo.6
Sobre este último punto, y de acuerdo con la visión de una historia económica reciente, Gerchunoff y Hora (2021) aseguran que "el agotamiento de la sustitución de importaciones no hizo lugar a un patrón de desarrollo alternativo en el que las exportaciones pudieran sostener el consumo y las inversiones [y aclara luego Gerchunoff] estoy hablando de exportaciones como lubricantes del mercado interno" (p. 227). Y en la misma línea, Rajnerman asegura que "los argentinos necesitamos más dólares para importar, viajar al exterior, ahorrar y pagar deudas de lo que generamos con nuestras exportaciones y las inversiones, productivas o financeras que llegan a nuestro país".7 De este modo, se entiende que las exportaciones son una necesidad del país, en tanto estas constituyen "el único rubro importante de entradas de divisas que no implica salidas posteriores de más divisas, como lo son los préstamos externos o la inversión extranjera especulativa" (Brenta, 2019, p.222). De acuerdo con lo observado por los historiadores, la decadencia argentina se habría originado a partir de tres factores importantes de la segunda mitad del siglo XX. En primer lugar, aluden a los quiebres externos con el fin del régimen monetario de Bretton Woods y su consecuente etapa de inestabilidad cambiaria. En segundo lugar, el auge de la globalización financiera caracterizada por un stop and go ampliado donde la fase expansiva se desarrolla mediante un financiamiento externo procíclico y, por último, la crisis petrolera de 1973, que supuso el fin de la provisión de energía barata y un fuerte impacto de inflación importada en el país (Gerchunoff & Hora, 2021, pp.231-233).
Pero, además, Gerchunoff y Hora (2021) consideran también el factor interno de una sociedad argentina caracterizada por altos niveles de organización y gruesas clases medias que habrían sido una herencia social de los años de gloria pasados. Este factor, caracteriza a un país "imposibilitado de erigir el régimen económico a espaldas de las mayorías" (p. 233): el poder sindical del país en torno a las disputas entre trabajo y capital sería un claro ejemplo de este proceso. De acuerdo a esta mirada, se sostiene el concepto de "igualdad distributiva",8como un condicionante a las exigentes pujas de mejora del salario real de un sindicalismo que, pese a sus avatares en el último cuarto del siglo XX, se las habría arreglado para adaptarse y sobrevivir hasta nuestros días en sectores puntuales de la actividad pública y privada con un alto poder de negociación (Gerchunoff, 2020). Así, Gerchunoff et al. (2020) sostienen que diversos gobiernos habrían tratado de administrar esta tensión entre competitividad y justicia social a través del tipo de cambio. En definitiva, de lo que se trata para los autores, es de "reconciliar el tipo de cambio real de equilibrio macroeconómico con el de equilibrio social" (p.16),9 para construir una coalición política y social pro-exportadora que genere divisas y haga sostenible el consumo de vastos sectores sociales (Gerchunoff, 2020). Con escaso éxito hasta el momento, las disputas por un tipo de cambio alto o bajo, revelarían la falta de consenso en torno a una "normalidad distributiva". Sin embargo, a otros les preocupa más lo que han llamado de manera divulgativa "la grieta", para referirse al enfrentamiento entre dos proyectos de país opuestos, verificable en el debate público argentino en dicotomías discursivas que en actualidad se presentan como liberales vs populistas, pro-campo vs pro-industria, entre otras. En este sentido, algunos como Kulfas (2016) han entendido esta oposición a través de las analogías con las ideas clásicas de Marcelo Diamand, otros han enfatizado en la disputa entre proyectos sociopolíticos en búsqueda de hegemonía (Zícari, 2020a; Pucciarelli, 2017) y otros distinguen entre gobiernos nacional populares y neoliberales que se disputan el rumbo socioeconómico (Manzanelli & Basualdo, 2018)10de acuerdo con su composición de clase y bases de apoyos, pero en definitiva, "resolver este dilema podría ser fundamental para encontrar el sendero del crecimiento sostenido y salir de estos ciclos" (Kulfas, 2021) de expansión y ajuste alternados.
Esto deviene en un punto vital en la mirada del capitalismo argentino, dado que volviendo a la necesidad de sostener las aspiraciones de consumo de los sectores populares (Zack et al., 2018) se pone el foco en la inviabilidad del endeudamiento externo como método sostenible -por ejemplo- en los gobiernos del régimen de dictadura (1976-1983), la era Menem (1989-1999) o la reciente experiencia de Macri (2015-2019).11Así, las violentas crisis financeras, caracterizadas por una desregulada cuenta de capital, en nada se parecen a las fases contractivas y expansivas del stop and go de la segunda mitad del siglo XX.12 Es decir, los capitales especulativos de corto plazo que eluden la inversión extranjera directa en sectores generadores de divisas se inclinan por las actividades financeras rentables en el corto plazo y actúan como un condicionante y un círculo vicioso de una Argentina (Scaletta, 2017) que carece de un modelo de desarrollo en la era de financiarización económica.13
En medio de esta encrucijada, el dinamismo exportador se torna en un punto clave para los autores, como generador de divisas para sostener el consumo, no solo de las clases populares y medias, sino también de un heterogéneo tejido industrial demandante de insumos, tecnologías y capitales internacionales que al repuntar los niveles de actividad produce un déficit del comercio exterior por su mayor elasticidad ingreso (Zack et al., 2018). Por eso, en el marco de la financiarización, varios cientistas sociales sostienen que en los momentos de la historia reciente argentina donde hubo dinamismo exportador, fue logrado gracias a condiciones excepcionales y quizás insostenibles como la represión salarial (Basualdo, 2018), la apertura comercial externa o los altos precios internacionales de productos exportables (Brenta, 2019): otra cara de la falta de un patrón de desarrollo sostenible en el tiempo (Gerchunoff & Hora, 2021). Así y todo, habría que decir que, para varios economistas heterodoxos, la industria argentina es una necesidad del siglo XXI en tanto entienden que pivotea el desarrollo tecnológico y la innovación, además de su interdependencia favorable para generar eslabonamientos productivos con los sectores de servicios y primario. En Argentina, argumentan, el 56% de la investigación y el desarrollo empresarial lo explica la industria (Kulfas, 2021).14Además, también consideran su contribución al empleo y movilidad social ascendente y su potencial para mejorar el balance de divisas: por eso se senala que "la industria argentina del siglo XXI es mucho más federal, innovativa y exportadora que la del pasado" (Kulfas, 2021, p.12). De acuerdo con esta misma postura, en un debate sobre el problema de la inflación en Argentina -que actualmente ronda tasas del 50% anual- Scaletta (2021) discute las posturas anti empresarias reflejando una visión común a estos economistas: más precisamente, entiende que los precios no suben por una intencionalidad oligopólica. Por el contrario, y teniendo en cuenta que las multinacionales alimenticias -incluso productores e industria cárnica- son oligopólicas en todo el mundo, por lo tanto, debe entenderse el comportamiento de maximizador de ganancias como el principal incentivo empresario.
Quizás no menos importante sea dentro de este marco, las recientes discusiones desarrolladas en Argentina en torno a los proyectos de reducción de horas laborales presentados por Hugo Yasky y Claudia Ormachea -sindicalista y diputada Nacional respectivamente-, quienes propu-sieron o bien la reducción a cuatro días laborales o 36 horas totales en la semana, embarcándose en un debate con economistas y actuales funcionarios que argumentan que la productividad no puede crecer al ritmo de las menores horas laborales que dichas reformas significarían (iProfesional, 2021). Otros, en la misma línea, entienden que los proyectos tienen un contenido importado de países con un PBI per cápita más elevado que el argentino -Estados Unidos, Japón, Nueva Zelanda, Islandia, entre otros- (Cronista, 2021), por lo que terminaría generando desfavorables efectos sociales en la economía como una reducción salarial, más desigualdades en el sector laboral e, incluso, un alza de los precios por compensación en una economía frágil en este último punto (Infobae, 2021). Por el contrario, quienes están a favor entienden que los trabajadores ganarían en mejoras laborales ante la disminución de los salarios en los últimos años, que se distribuiría mejor el trabajo existente -aunque sin embargo en Argentina las tasas de desempleo rondan solo un 7%-, y que se incrementaría la productividad. En todo caso, la postura más productivista, entiende que puede discutirse las modalidades laborables de tele-trabajo, a cambio de la reducción de la carga horaria, y recomiendan "no tomar esos proyectos como una reducción literal de las jornadas laborales sino como una reconversión hacia el tele-trabajo" (Torres-Cabreros, 2021).
Referentes de izquierda debaten en torno al capitalismo nacional
Del otro lado, economistas y cientistas sociales filiados en alguna medida a partidos, organizaciones o ideas cercanas a la izquierda argentina, vienen planteando una crítica rotunda a algunos de los postulados analizados que, de forma más o menos homogénea, hemos tratado de aglutinar. Una crítica directa se centró en "el lema de crecer exportando" atribuido a académicos, funcionarios y referentes políticos de diferente signo, desde los legados a la alianza Cambiemos (2015-2019) hasta los actuales rivales políticos de esta, concentrados en el Frente de Todos (2019-) (Mercante & Maiello, 2021). Los observadores de izquierda afirman que "frente a las alternativas nostálgicas de la Argentina oligárquica como potencia agroexportadora y de desarrollo industrial por sustitución de importaciones, autores como Gerchunoff y Hora, buscan presentarse como una vertiente realista [en búsqueda de] el eslabón perdido entre estabilidad y crecimiento en un mundo capitalista globalizado" (Mercante & Maiello, 2021). Sin embargo, para esta vertiente el punto central de la decadencia argentina se encontraría en un conflicto de clase, en tanto, "la fuga de capitales, los pagos millonarios de la deuda, las remesas de ganancias de las empresas multinacionales a sus casas matrices y la renta agraria, muestran que el problema no es la falta de recursos potencialmente disponibles" (Mercante & Maiello, 2021). De esta forma, entienden que "un punado de grandes monopolios transnacionales tiene el dominio absoluto de nuestras exportaciones. Los pulpos financieros controlan la especulación con el dólar y la fuga de capitales" (Castillo, 2020) generando efectos devastadores en la tasa de variación del PBI, de la ocupación y de la participación de asalariados en el producto (Manzanelli, et al., 2018). En definitiva, para los autores el problema se encuentra en la apropiación del excedente de una burguesía, de modo que "si cortamos con el vaciamiento nacional que producen los acreedores de la deuda, las grandes empresas y el agropower, podrían surgir los medios para incrementar la capacidad de generar riqueza" (Castillo, 2020). Justamente, los autores senalan a los economistas contrarios a estas posturas como un mainstream económico que se niega a avanzar sobre la propiedad de la riqueza y romper con el imperialismo de cuajo.
Una postura afín, aunque más moderada, entiende que desde la historia argentina post crisis del 2001, el modelo económico nacional se sustentó en la recomposición del modelo de acumulación neoliberal desarrollado en Argentina durante los años de 1990. A pesar de que las administraciones de los Kirchner (2003-2015) desplegaron políticas económicas contestatarias a ese anterior modelo neoliberal, según esta visión, no se abandonó la recomposición del aparato productivo de los años de 1990, lo que explicaría su funcionamiento con altos niveles de concentración y tendencias hacia la reprimarización económica, por ejemplo en el sector agropecuario y de explotación de recursos naturales, en un contexto favorecido por los estímulos de un mercado mundial que valorizaba el precio de las commodities (Piva, 2019).
En la misma línea, se afirmaría que "es fundamental [...] romper con el FMI y dejar de pagar la deuda, que un gobierno de los trabajadores tome el control efectivo del comercio exterior. Se trata de crear un ente estatal que, articulado con una banca también nacionalizada, tenga el manejo de esta actividad estratégica" (Mercante, 2020). También así lo afirmó Santos (2020), al decir que "nuestra propuesta socialista comienza por que los medios de producción [...] dejen de estar en manos de unos pocos capitalistas. Junto con esto, estatizar la banca y el comercio exterior para evitar la sangría que produce la fuga de capitales" (Santos, 2020), sería la principal consigna. Este último asunto, ocupa un lugar central entre un caudal importante de economistas de izquierda (Mercante, 2019) donde, por ejemplo, se enfatiza en la restricción externa de dólares como problemas originados a partir de la concentración económica. Aunque no siempre este grupo de pensadores lo exprese con una retórica frontal, para Wainer (2021),15se trata del histórico problema de la restricción externa argentina, especialmente de la escasez de dólares en Argentina, que conectan con los ciclos de fugas de capitales o formación de activos externos, el endeudamiento externo y la escasa inversión del sector privado (Bona & Barrera, 2021).16
A decir verdad, la postura de la izquierda más radical se hace difícil de reconstruir, en tanto varía sobre cuestiones que, aunque sin presentarlo de este modo, coinciden con el argumento de muchos heterodoxos, como la negatividad de los ciclos de endeudamiento externo. Lo que se presenta como una crítica, en verdad termina siendo una coincidencia en algún punto, aunque difiere en torno al papel de los actores sociales como -por ejemplo- la mirada crítica a las grandes empresas. En este marco es que los autores dicen "librarse de la dependencia del capital financiero internacional como condición sine qua non para organizar la economía orientándola al desarrollo y la atención de las necesidades más urgentes" (Mercante & Maiello, 2021).17
Con respecto al conflicto distributivo, la postura de izquierda va a entender que los denominados economistas heterodoxos se diferencian de los neoliberales -que más radicalmente bogan por el capital-, en tanto reconocen la tensión de fuerzas en pugna -entre sectores populares y medios y el equilibrio económico-, ampliando la visión de ajuste duro para reacomodar las fuerzas de mercado (Zícari, 2020b). Sin embargo, afirman que existe una "matriz en común donde "lo natural sigue siendo aquella situación de equilibrio que se alcanzaría con un peor poder adquisitivo para la mayor parte de la clase trabajadora y menos equidad distributiva" (Mercante & Maiello, 2021). En suma, la crítica es contundente a las necesidades planteadas por Gerchunoff et al. (2020) de domar el conflicto distributivo estructural, "la forma elegante con la cual Gerchunoff se refiere a las pretensiones de las clases subalternas que resultan excesivas desde el punto de vista del equilibrio económico" (Mercante & Maiello, 2021). En otra publicación, Mercante (2020) expuso-según su visión- las alternativas argentinas al Fondo Monetario Internacional (FMI) -desde ya, concebido como un agente del imperialismo-. Allí, él mismo senaló "alternativas de otra clase" (Mercante, 2020, p.1989), entre las que se enumeran que Argentina debe salir de los entramados legales e institucionales que sirven a la clase capitalista mundial, embarcarse en un gobierno de trabajadores que edifique un orden social no basado en la ganancia y romper con todo lo que subordine el poder nacional del Estado, puntos también destacados Schorr (2021). Más específicamente, el autor menciona las limitaciones para este proyecto de la Ley de Inversiones y los Tratados Bilaterales de Inversión, a nivel nacional la Ley de Entidades Financieras de 1977 -y la desregulación de los capitales que esta permite-18y la participación mundial del país en la Organización Mundial del Comercio (OMC) -adhiriendo a las normas de apertura comercial-: así, se plantea unilateralmente una "desconexión" (Mercante, 2020, p.195). También, en esta postura toma de especial relevancia el papel del comercio exterior, donde se apunta al monopolio privado de unas pocas empresas que concentran entre la mitad y dos tercios de las exportaciones del país -comercializadoras de cereales y derivados, petroleras, mineras, automotrices, aluminio y otras- (Schorr, 2021a). Ante este problema, y de la misma forma que con el orden financiero, se propone "sustraer el manejo del comercio exterior de los caprichos de estos conglomerados capitalistas [por] un monopolio estatal del comercio, en manos de un gobierno de los trabajadores dispuesto al mismo tiempo a avanzar sobre la gran propiedad terrateniente, lo cual permitirá administrar las divisas generadas por las exportaciones en función de las necesidades de una producción al servicio de las mayorías populares" (Schorr, 2021a).
También Schorr (2020) 19destacó que la lucha de clases tiene un rol protagónico, senalando que los problemas económicos de Argentina pasan -en gran medida- por el "el peso de la deuda externa, la creciente financiarización de la economía, la concentración y centralización del capital y el proceso de reprimairzación de la matriz productiva" (p.26). En este sentido, de acuerdo con la postura sostenida por la izquierda argentina, se torna relevante el peso del capital extranjero en la economía nacional de raíces históricas. Especialmente, las investigaciones que desarrollan estos intelectuales se centran en la participación de capitales extranjeros en las cúpulas empresarias domésticas -por ejemplo, en torno al análisis de las doscientas firmas más grandes- y cómo estas, a pesar de las variaciones, han afianzado un poder estructural (Schorr, 2021b). En este sentido, la postura esgrimida entiende que, en Argentina, falta una burguesía "que, además de tener intereses nacionales en lo económico, cuente con un proyecto inclusivo de nación y esté dispuesta a enfrentarse [...] al capital extranjero y sus representantes" (Schorr, 2020). Esta, consideran, no ha contribuido a impulsar una industrialización basada en el desarrollo de capacidades tecnoproductivas. De aquí se explicaría la propensión a fugar capitales por parte de del empresariado concentrado -extranjero o no nacional- alineados a los poderes imperialistas.
Incluso, los autores filiados con la izquierda discuten frontalmente las conclusiones de los referentes heterodoxos. Así, Heredia (2020), aunque desde una postura quizás más moderada, le contestaba recientemente a Gerchunoff (2020) que no se puede pensar la dificultad entre crecimiento y progreso social, sin tener en cuenta que son necesarios "umbrales mínimos de equidad social". Puntualmente Heredia asegura que la puja distributiva que invoca Gerchunoff y otros economistas, no puede tener una relevancia estructural como en el pasado, en un país con un importante caudal de trabajo informal.20 De esta manera, la autora considera falsa la oposición entre expansión social de los derechos y promoción individual -justicia social y movilidad social, lo inmediato y lo mediato, dos mundos diferentes-: un Estado eficaz debe tener un papel central, responde la autora (Heredia, 2020).
Conclusiones
¿Se encuentra Argentina en el segundo movimiento polanyiano donde pueden advertirse las necesidades de reparación del mercado autorregulado o hay que concentrarse en relanzar el crecimiento económico del país? Este parece ser un interrogante central que recorre la discusión entre los grupos analizados. Ninguno, heterodoxos e izquierda, parecen bregar por un mercado autorregulado al más fiel estilo neoclásico. Plantean, en cambio, diferentes maneras de organizar la esfera económica argentina, con diferentes instituciones, con o contra el Estado y el papel regulado de las principales mercancías, por ejemplo. Sin embargo, ambos, si se quiere, tienen la virtud polanyiana de notar el proceso de relaciones necesario en la vida económica para formar una alternativa al mercado autorregulado. Quienes hemos considerado como heterodoxos o productivistas, han puesto el foco tanto en la necesidad de estabilidad macroeconómica como en exportar bienes y servicios para saciar la sed de dólares de la economía argentina. No es casual, dado que las crisis del sector externo han sido recurrentes en el último cuarto de siglo, especialmente este ha sido un Talón de Aquiles en la etapa de los Kirchner. Como se senaló, esto permitiría sostener el consumo de amplias capas sociales que demandan bienes importados, aunque aun así podría dudarse de si esto por sí solo revertiría la situación las capas más desfavorecidas de la sociedad argentina. En todo caso, lo que nos interesa de Polanyi en este punto es su advertencia en torno a los riesgos de que los mercados guíen el rumbo social. Justamente, porque la estrategia de exportar todo lo que demande el mercado mundial, y que genere dólares a las arcas del Banco Central, puede encontrar límites que pongan en riesgo la integración social, por ejemplo, en relación con las comunidades con la naturaleza. En este sentido, se deja de lado la consideración sobre qué impactos concretos puede haber al interior de las diversas regiones del país con la evocada estrategia exportadora y, además, qué papel concreto cumpliría el Estado, al que no todos consideran en la misma medida. Como consideró Polanyi, impulsar al mercado puede provocar efectos colaterales en dimensiones de la sociedad que excedan a la economía, por muy atractiva que esta sea, y eso sin negar la importancia de los problemas socioeconómicos del país. Pero caer en la autonomización de la dimensión económica por sobre otros planos necesarios de las sociedades parece un exceso que, en el afán de alcanzar estabilidad, acabar con la pobreza o alcanzar los estándares de los países desarrollados -si esos fueran los objetivos- puede incorporar otros daños no menos importantes y necesarios de discutir.
En este mismo punto, podemos incluir también en el primer grupo, la idea de maximización de ganancias donde se presupone que los empresarios buscan los mejores benefícios económicos ante todas las cosas. Esto, a su vez, lleva a aceptar la existencia de oligopolios en determinados sectores y el estímulo a la iniciativa privada como un componente central de relanzamiento capitalista. Y mucho tiene que ver esto, a su vez, con la preocupación por una estabilidad de la puja distributiva, en definitiva, de un equilibrio que permita al capitalismo hacer lo suyo. Sin embargo, como bien lo advirtió Polanyi en torno a la importancia de las instituciones no económicas, quedan afuera otras instituciones centrales que, como instrumentos generadores de mecanismos de defensa, pueden ser incluidas en la discusión. A pesar de los aciertos en torno a los problemas históricos de la economía argentina que el primer grupo hace con gran lucidez, dejan el espacio abierto en este punto, al no considerar a quien, y cómo le quedará el papel de regular el empleo, el comercio, la fijación de precios, etcétera. De hecho, ni siquiera aparecen en la discusión potenciales peligros en estas dimensiones que, sin dudas, pueden vincularse a la advertencia de Polanyi. Además, como también lo senaló este, el mercado autorregulado es una idea ficticia, seguramente relacionada con un pasado, pero que evidentemente -aunque no se bogue estrictamente por él- sigue presente implícitamente en los analistas sociales.
Preocupados por buscar un equilibrio, sea frente a las aspiraciones históricas de capas populares o a una industria que demanda dólares, los heterodoxos promovieron un gran acuerdo para morigerar las demandas y obtener ganancias comunes a futuro. Ahora bien, Polanyi senaló que dejar libradas este tipo de mercancías, como la mano de obra, constituye un peligro mayor, pero, podría pensarse que para los heterodoxos constituye una menor la intervención de cierto statu quo, o congelamiento, y relanzamiento posterior del capital. No queda demasiado claro quienes se perjudicarían y quienes no en el corto o mediano plazo, pero habría que considerar si lo más bajo de la escala social de Argentina puede esperar. En este sentido, la cuestión de las mercancías también muestra una lucha por quienes, en el primer caso, subrayan su valorización en el mercado mundial y los efectos positivos en el conjunto de la sociedad al insertarse en la dinámica del comercio. Pero en la visión alternativa de izquierda -cabe remarcar- las mercancías son entendidas de otra manera, donde priman las necesidades internas y la valorización nacional de estas en beneficio de los sectores más vulnerables o trabajadores.
Justamente, a quienes hemos agrupado dentro de un amplio espectro de izquierda, parecen embarcarse en el segundo movimiento polanyiano, donde las reparaciones del libre mercado y los efectos negativos de este en la sociedad se constituyen como la principal línea de acción y, a diferencia de los heterodoxos, promueven una nueva sociedad contra el Estado constituido. Estos han discutido el dogma de "crecer exportando" ligándolo a un anhelo histórico de la vieja Argentina agroexportadora.
Si bien no niegan la importancia del crecimiento y de la provisión de divisas, les preocupa otros efectos nocivos que han tenido un importante papel en la Argentina de los últimos años: fuga de capitales, deuda externa, etcétera. A su vez, la visión es radicalmente diferente respecto del papel de los monopolios, especialmente en sectores como las finanzas, el comercio exterior, entre otros. Una solución central a los problemas del capitalismo argentino estaria en cortar de raíz estos problemas y -aparentemente- ser menos capitalistas. De la misma forma, se muestran críticos respecto de la existencia de un desequilibrio distributivo y entienden que desconectarse del mundo -aparentemente sin repercusiones claras- es una posibilidad: cortar con el FMI y el imperialismo seria parte de la retórica. En todo caso, rescatan en papel de la existencia de la lucha de clases en la sociedad, y la necesidad de inclinar la balanza hacia los más desfavorecidos, que se identifican como trabajadores. Aparece clara la idea de la formación de mecanismos de protección que la sociedad misma busca generar frente a los efectos nocivos de los mercados autorregulados, o bien de su búsqueda infinita. Se identifican más enemigos que problemas en la visión de izquierda, pero lo que es claro es que el punto en las mercancías ficticias como el dinero y mano de obra es central. La actividad financiera, representada por diferentes formas de dinero, constituye un peligro latente que habría que cortar de raíz y, respecto de la mano de obra, es tan central que se vuelve tentadora la necesidad de creer que constituye un sujeto homogéneo en una sociedad con una estructura económica heterogénea donde conviven sectores dinámicos, otros deficitarios y otros dependientes del empleo público, sin mencionar al alto caudal de empleo informal. Quizás, la relectura de Polanyi ayude a remarcar este punto: si la sociedad misma crea, o busca crear, mecanismos de autoprotección, donde a su vez se tornan centrales instituciones que intervienen en la dimensión económica, convenga discutir la naturaleza y necesidad de estas a la luz de las preocupaciones de este segundo grupo. En definitiva, lo que muestra la preocupación de ambas visiones es una lucha de fondo en torno a qué instituciones deben emprender el camino socioeconómico delineado por ambos grupos. Para este sector de la izquierda argentina, lo que es claro es la negación de la dependencia del proceso económico frente a una realidad posible de ser transformada.