INTRODUCCIÓN
Alvaro Uribe Vélez es el expresidente que en la historia colombiana reciente ha contado con los mayores niveles de popularidad y aceptación ciudadana (Gallup, 2015). A pesar de que su gobierno estuvo inmerso en escándalos de corrupción y de que varios de sus aliados y familiares terminaron siendo condenados por haber infringido la ley1, su favorabilidad no se vio muy afectada. De hecho, si se le compara con expresidentes de derecha en América Latina, Uribe sería el mejor evaluado durante y después de su mandato (véase gráfico 1).
Es por esta razón que en Colombia diferentes analistas, académicos y políticos han tratado de descifrar las causas del voto uribista así como los factores que explican el alineamiento estable de este exmandatario con las mayorías. Justamente, dichas explicaciones se han asumido desde múltiples perspectivas y enfoques.
Fuente: elaboración propia con base en las mediciones promedio hechas en Colombia por Cifras y Conceptos (2013) y Gallup (2014); en México por Parametria (2007); en Panamá por Dichter & Neira (2012, 2013, 2014); en Chile por el Centro de Estudios Políticos (2013); y en Perú por Ipsos Apoyo (2007, 2010).
Los trabajos académicos y periodísticos que analizan este fenómeno electoral pueden agruparse en dos grandes miradas: una subjetivista, que centra la atención en las cualidades personales de Uribe, es decir, en sus creencias, valores, rasgos carismáticos, capacidad discursiva, estilo de gobierno y destrezas individuales. Y otra mirada de tipo estructuralista, que hace hincapié en variables del entorno, tales como el estrato socioeconómico, la estructura de propiedad agraria, las características del territorio (rural-urbano), la influencia de grupos armados ilegales en elecciones y el asistencialismo.
Dentro de las primeras, un trabajo pionero lo realizó Francisco Gutiérrez (2003), quien planteó que el éxito electoral de Uribe, se explica en parte por la capacidad que tuvo para incorporar temas morales en el espacio político, es decir, porque este expresidente tuvo la habilidad para comunicarle a los ciudadanos que los gobernantes ejemplares son aquellos que encarnan valores como “la honestidad” y “la austeridad”. De esa forma, se puede comprender por qué durante su mandato, fusionó varios ministerios3 y concibió la posibilidad de reducir el tamaño del Congreso, convocando a un referendo que finalmente no superó el umbral de votos requerido4.
Por su parte, un grupo considerable de académicos estima que la alta favorabilidad de Uribe se debe a que durante las campañas electorales y en medio de su gobierno, se reivindicaron el orden y la autoridad como valores supremos en una sociedad que llevaba décadas sintiendo miedo e impotencia ante los constantes ataques terroristas perpetrados por los diferentes grupos guerrilleros.
En ese orden de ideas, Rodrigo Losada y Fernando Giraldo (2003) a partir de una encuesta hecha a 500 personas, encontraron que el pronunciamiento constante de discursos agresivos en contra de la subversión, despertó emociones de entusiasmo que motivaron a los ciudadanos a salir a votar por Uribe en los comicios presidenciales de 2002. En ese sentido, el componente emotivo del discurso fue calificado por estos autores, como uno de los factores condicionantes de su éxito en las urnas.
Con evidencias que refuerzan este argumento, Hoskin, Masías y Galvis (2005) mostraron que el apoyo mayoritario que recibió Uribe por parte de la ciudadanía, radicó en que fue el único candidato que supo cómo “responder a las peticiones de cambio de la población, capturando la ansiedad y las esperanzas del electorado”. Es decir, en el modelo de regresión logística utilizado5, los autores observaron que la percepción que tenía el votante promedio colombiano de las virtudes y capacidades personales de Uribe fue tan decisiva para definir sus preferencias electorales, que otras variables como la ideología, la afiliación partidista, la edad y el estrato socioeconómico no se consideraron como predictores del voto en la contienda presidencial de 20026.
Tratando de explicar los determinantes del voto en las elecciones presidenciales de 2006, Santiago Olivella y Juan Carlos Rodríguez Raga (2009) a través de un modelo de regresión Probit multinomial7, encontraron que el alineamiento de Uribe con la mayoría de votantes colombianos tuvo que ver con la cercanía que estos percibieron con respecto a su política de resolver el conflicto armado por la vía militar. Esto es, para los autores, la mayoría de electores tendió a sufragar por candidatos que no contemplaron la posibilidad de solucionar el conflicto con las guerrillas a través del diálogo. Por ende, el político que fue más cercano a esos órdenes de preferencias, fue Alvaro Uribe Vélez, y eso explicaría su abultado triunfo en las urnas.
En cuanto a las elecciones presidenciales de 2010 cuando Alvaro Uribe no se pudo presentar a la contienda8, los investigadores Fredy Barrero y Carlos Meléndez (2011), haciendo uso de modelos de regresión multinomial9, observaron que la mayoría de colombianos votó por el candidato que consideró que podía mantener los niveles de gobernabilidad alcanzados por el expresidente Uribe durante sus dos mandatos:
La amenaza que significa un incremento del poder por parte de los grupos armados ilegales puede ser decisivo en el momento de votar, sobre todo si algunas alternativas políticas se perciben como mejor preparadas (u otras muy debilitadas) para asegurar la gobernabilidad del país. En un contexto en el que las políticas de seguridad estuvieron en el centro del debate electoral, debido a la imposibilidad de Uribe de continuar en el poder, estos temas adquieren mayor relevancia en la decisión del voto... En ese sentido, la candidatura de Juan Manuel Santos significaría una continuación del statu quo de gobernabilidad, mientras que la de Antanas Mockus podría llegar a presentar riesgos de quiebres en la gobernabilidad, pues al replantear las políticas de lucha contra los grupos armados ilegales en Colombia, carecería de un respaldo político, tanto en el Legislativo como en la sociedad civil organizada (Barrero y Meléndez, 2011, p. 67).
De esa forma, para los autores en cita, en las elecciones presidenciales de 2002, 2006 y 2010, el voto mayoritario por el uribismo se puede explicar por la identificación del electorado con las cualidades personales de este expresidente, así como por sus políticas de gobierno basadas en la seguridad, el endurecimiento del trato con las guerrillas y la recuperación de la autoridad estatal en regiones donde los alzados en armas tendían a socavar permanentemente el orden público.
Por su parte, la periodista María Jimena Duzán (2004) planteó que los altos niveles de favo rabilidad por Alvaro Uribe, se pueden entender por su estilo populista de gobierno. Según ella, el acercamiento periódico del expresidente con los sectores populares a través de los consejos comunales, rompió las formas tradicionales con las que los gobernantes en Colombia tendían a relacionarse con las regiones y las comunidades periféricas:
En un país donde los presidentes son inaccesibles, acostumbrados a ejercer su administración como si estuvieran capturados por la capital, la presencia de un presidente en las regiones puede producir un efecto sicológico aplastante, contundente... Donde mejor perfila Álvaro Uribe su forma de gobernar es en los consejos comunales. Allí es donde mejor exhibe lo que él llama ‘capacidad de manejo y liderazgo’ aunque ante los ojos de la oposición estos consejos representen el talante populista y personalista del régimen (Duzán, 2004, p. 86).
Desde otro ángulo, Magda Ramírez (2011) argumentó que la aceptación ciudadana generada por Uribe durante su periodo de gobierno, se puede explicar por el tipo de liderazgo racional y carismático que ejerció. Según esta socióloga, el político antioqueño encarnó las virtudes que muchos colombianos valoraban y que los últimos expresidentes bogotanos -Ernesto Samper y Andrés Pastrana- no reflejaban debido a su arraigo capitalino.
Para Ramírez (2011) la capacidad que tuvo Uribe para hilar en su discurso las ideas políticas de próceres como Simón Bolívar, Francisco de Paula Santander y Rafael Núñez (en los que se reivindicaba a “La Nación” y “La Patria” como principios rectores de la sociedad); su habilidad para proyectar valores antioqueños como el trabajo exhaustivo e incesante (por ejemplo, en su famosa frase “trabajar, trabajar y trabajar”); la influencia religiosa en su estilo de gobierno (esto es, el papel de Dios en el futuro del país) y la preponderancia que le dio al ejército en el mantenimiento del orden público; lo llevaron a ser apreciado por amplios sectores de la población colombiana.
Otra explicación que hizo énfasis en cualidades personales como el liderazgo, la ofreció el excanciller Jaime Bermúdez (2010), quien bosquejó en su libro que la tenacidad y el trabajo continuo en las regiones aisladas y periféricas del país, llevaron al exmandatario a ser admirado por amplias capas de la sociedad colombiana que no se sentían representadas por el centralismo bogotano:
La habilidad de Uribe consistió en imponer un nuevo liderazgo, contra la corriente imperante en el ambiente político nacional, sabiendo interpretar un sentimiento colectivo latente. la idea de regresar a Colombia a trabajar intensamente en provincia, sin buscar protagonismo y eco en los medios nacionales, pero con presencia local, se convertiría en el arma más poderosa de la campaña en sus orígenes (Bermúdez, 2010, pp. 23 y 27).
Por su parte, para Fabio López (2014) la alianza que se tejió entre el expresidente Uribe y los medios de comunicación, a raíz del fracaso que se produjo con las negociaciones de paz entre el gobierno y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc) en el Caguán, le permitió a este tener amplios espacios de difusión en la opinión pública en las que se demonizó a las Farc, y se construyó una imagen de “enemigo interno” al que tocaba derrotar:
El profundo resentimiento de muchos hacia las prácticas de secuestro de las Farc amplificado a través de la televisión, va a constituirse en un referente o lugar de sentido clave para la reorientación afectiva de la población a favor y a través de un nacionalismo que hemos denominado ‘antifariano’ (López, 2014, p. 26).
Diana Duque (2006) consideró que la favorabilidad de Uribe tuvo sustento material en el apoyo que recibió de los grandes conglomerados empresariales del país. Según esta investigadora, la alianza del uribismo con los gremios fue mutuamente provechosa: por un lado, los llamados ‘cacaos’ (hombres más ricos de Colombia) necesitaban de un gobernante que les suministrara seguridad y les concediera exenciones tributarias para fomentar la inversión y, por otro, Uribe como gobernante necesitaba de su ayuda para alinear a los medios de comunicación (de los cuales ellos eran dueños) y para fijar un impuesto de renta que sirviera para financiar la guerra.
Aunque muchos académicos y periodistas reconocen que las cualidades personales de Uribe han sido determinantes de su éxito electoral, también consideran que su liderazgo se ha utilizado
para minar el Estado de derecho y para neutralizar los avances igualitarios alcanzados por la Constitución Política de 199110. Al respecto, el investigador Alejo Vargas puntualizó:
El régimen político colombiano se desplaza hacia lo que podría denominarse una “presidencia imperial”: Las tentaciones reeleccionistas, sumadas a otros proyectos de reforma constitucional y legal en marcha en el Congreso, parecen dar cuenta del deseo de configurar un nuevo tipo de régimen político. Se trataría de ir dibujando los trazos de un nuevo esquema presidencial caracterizado por un “presidencialismo imperial”, en el cual se desdibuja la clásica división de poderes tan cara al discurso democrático, subordinándose al Ejecutivo con el argumento de que es la mejor fórmula para terminar la guerra interna y disciplinar a la sociedad, pero que realmente está tratando de instaurar un tipo de democracia restringida que se prolongue en el tiempo, probablemente situándose en la tendencia de quienes consideran que el orden y la autoridad son recursos escasos en las sociedades en desarrollo y que el mantenerlos debe primar sobre cualquier otro criterio (2004, pp. 96-97).
Por otro lado, varios estudios incorporan miradas de tipo estructuralista para explicar este fenómeno. Así, Gustavo Rosas (2007) mediante un análisis estadístico de las votaciones registradas en cuatro localidades de Bogotá (Usaquén, Chapinero, San Cristóbal y Bosa), observó que había una relación entre el estrato socioeconómico y el voto por Alvaro Uribe. Por tanto, las personas de estratos más altos (los ricos de Usaquén y Chapinero) lo favorecieron con su voto en los comicios presidenciales de 2006, mientras que los estratos más bajos (los clase media y baja de San Cristóbal y Bosa) tendieron a votar por candidatos opositores, en este caso, por el exmagistrado Carlos Gaviria Díaz, quien fue avalado por el Polo Democrático11.
Desde otra perspectiva, Hernando Gómez Buendía (2010) sugirió que para entender al uribismo había que distinguirlo en sus dos esferas de poder: el ala urbana y el ala ganadera (o regional). No obstante, para este académico los apoyos brindados por sectores terratenientes fueron fundamentales, hasta el punto de que hacendados y grandes propietarios de tierras, se constituyeron en el actor de más peso en la coalición de gobierno de Uribe:
Se los llamaba el uribismo rural y el uribismo urbano. Ambos por supuesto apoyaron la Seguridad Democrática y para ambos el problema de Colombia son las Farc. Pero al uribismo urbano le importaba sobre todo acabar con los secuestros, regresar a sus fincas de recreo y que fluyera la inversión extranjera. Al uribismo rural en cambio le interesaba consolidar sus latifundios y su control político, económico y social en las regiones “apartadas” -o no tan apartadas- del país... Después de tantos años de conflicto armado y a raíz del fracaso en el Caguán, la clase alta acabó por delegar en los terratenientes la “solución definitiva” del problema guerrillero. Y los terratenientes por eso y para eso ocuparon las más altas posiciones del poder (Gómez, 2010, 23).
En esa línea, los congresistas Iván Cepeda y Alirio Uribe (2009) a través de un estudio de caso en Ciénaga de Oro y Montería (Córdoba), argumentaron que las raíces hacendatarias del expresidente Uribe, junto con las conexiones políticas que logró construir desde que era gobernador de Antioquia, le permitieron aliarse con los sectores terratenientes del país, que terminaron siendo su base de apoyo político y económico. Esto es: por su condición de latifundista, Uribe no solo comparte afinidades de clase social con las clases rurales altas del país, sino que comparte ideologías de ultraderecha reaccionaria, pues según estos congresistas, él fue uno de los principales conformadores de grupos paramilitares en Colombia.
Sobre este tema de alianzas con organizaciones paramilitares, León Valencia (2007) argumentó que con el ascenso del uribismo al poder surgieron nuevos partidos políticos como Alas Equipo Colombia, Convergencia Ciudadana, Apertura Liberal, Colombia Viva y Colombia Democrática que socavaron la hegemonía del bipartidismo tradicional. Por ende, esta transformación en el mapa político del país, permitió que emergiera una élite asociada con ejércitos privados, narcotrafican- tes y terratenientes. Según León Valencia (2007) y Claudia López (2010) los sectores emergentes apoyaron políticamente a Uribe en el Congreso e inclusive llegando a constituirse como la bancada mayoritaria de su coalición.
Entre tanto, para los académicos Daron Acemoglu, James Robinson y Rafael Santos (2012) en las elecciones presidenciales y de Congreso de 2002, hubo una influencia significativa de los grupos paramilitares, quienes apoyaron a candidatos cercanos al uribismo12. Para estos investigadores extranjeros, no se trata de una “coalición formalmente establecida” sino de una simbiosis o alineación de intereses entre las autodefensas y los candidatos uribistas: mientras los ilegales les ponían votos en las regiones, los políticos representaban sus intereses en el Legislativo (por ejemplo, con la aprobación de la ley 975/2005 o Ley de Justicia y Paz)13.
Por su parte, Pizano y Rivera (2003) a partir de un análisis estadístico, encontraron para las elecciones presidenciales de 2002, que en las ciudades más urbanizadas de Colombia (a excepción de Cali, Cúcuta y Medellín) y en las regiones con tradición fuerte por el Partido Liberal (como la Costa Atlántica), los ciudadanos tendieron a no votar por Alvaro Uribe. De esa forma, estos autores plantearon como posible explicación que los municipios que adquieren rasgos de metrópoli o donde preexiste un fuerte sentimiento de identificación partidista, la posibilidad de que el uribismo ganara los comicios, se reducía considerablemente.
Desde una óptica que se centró en el peso de las “maquinarias políticas” en la votación por candidatos uribistas, la ONG norteamericana Global Exchange (2010), halló que algunos programas de asistencia social ejecutados por el gobierno de Álvaro Uribe, beneficiaron electoralmente a los partidos políticos vinculados a su coalición de gobierno, y además, favoreció al candidato oficialista en los comicios de 2010.
De ese modo, Global Exchange (2010) estimó que en los municipios donde Juan Manuel Santos (candidato uribista en la época) triplicó las votaciones obtenidas por Antanas Mockus (candidato opositor), el programa Familias en Acción había crecido en más del 300 %, pues pasaron de 79 712 núcleos familiares afiliados en 2006 a 274 712 en el 2010. Con este hallazgo, la ONG en mención alertó sobre una posible manipulación del gasto social en Colombia.
Por último, aunque la literatura académica reseñada en párrafos anteriores ha sido útil para explicar las votaciones por Alvaro Uribe Vélez, esta no es del todo satisfactoria, ya que persisten vacíos explicativos y fallas en el componente metodológico.
Por ejemplo, las miradas subjetivas se inclinan por usar encuestas de opinión y modelos estadísticos para caracterizar el voto uribista. En estos casos, la unidad de análisis ha sido el individuo apto para sufragar en un único evento electoral. Por ello, esta metodología deja de lado una mirada más contextualizada en la que se puedan ubicar en el tiempo y el espacio a los colombianos con preferencias electorales estables por el uribismo, es decir, con metodologías como esta no se pueden responder los siguientes interrogantes: ¿en qué municipios se concentran los votantes uribistas? ¿Qué tan estables son sus inclinaciones por el proyecto político uribista? ¿Qué tanto pueden cambiar dichas preferencias de unos comicios a otros?
Igualmente, las miradas estructuralistas presentan “falacias de evidencia incompleta” (lo que en inglés se llama cherry picking). Esto significa que esta clase de explicaciones cita casos individuales que corroboran una hipótesis de trabajo, pero deja por fuera otra cantidad de datos que la pueden llegar a falsear o contradecir. Por ejemplo, si se afirma que los ricos de Bogotá tienden a votar por Uribe (Rosas, 2007), ¿por qué en la localidad de Ciudad Bolívar, donde la mayoría de la población es pobre, se ha sufragado mayoritariamente por este político14?
También, si se asevera que los grupos paramilitares fueron determinantes para apoyar a los candidatos uribistas (Acemoglu et al., 2012; López, 2010; Valencia, 2007), ¿por qué en departamentos con presencia histórica de la guerrilla -como Caquetá y Huila- Alvaro Uribe sacó las votaciones mayoritarias en los comicios presidenciales de 2002 y 200615?
En la misma lógica, si se arguye que los terratenientes son la base de apoyo del uribismo -como lo hacen Cepeda y Uribe (2009) y Gómez (2010)-, ¿por qué en departamentos como Cauca y Sucre, que tienen los niveles más altos de concentración de la propiedad rural (medido con el coeficiente de Gini), los candidatos uribistas no han mostrado un predominio electoral?
Adicionalmente, otra de las limitaciones de estas miradas radica en las pretensiones de generalidad y causalidad que tienen. En efecto, las explicaciones se estandarizan tanto que no dan lugar a análisis basados en variaciones regionales y longitudinales. Esto es problemático si se tiene en cuenta que los procesos políticos colombianos desde inicios del siglo XX hasta la actualidad, registran unas diferencias regionales significativas que no son susceptibles de interpretarse desde una perspectiva monolítica, uniforme y estática (González, 2014; González, Bolívar y Vásquez, 2003; Gutiérrez, 2014; Leal y Dávila, 2010).
Por esa razón, en este artículo se optó por utilizar una metodología mixta basada en la cartografía electoral, los estudios de caso y el análisis estadístico en series de tiempo de las votaciones por Alvaro Uribe y sus candidatos apoyados a la Presidencia de la República.
Así entonces, el artículo continuará de la siguiente manera: en la primera sección, se expone la metodología cualitativa y cuantitativa empleada para caracterizar el voto uribista en Colombia. En la segunda, se identifican geográficamente las bases de apoyo electoral del uribismo a partir de un estudio cuantitativo de los patrones de votación en el ámbito de municipios en las últimas cinco contiendas presidenciales. El mismo análisis se replicó para detallar los municipios opositores.
En la tercera sección se reportan los resultados de los estudios de caso efectuados en dos municipios del departamento de Arauca, que siguieron tendencias opuestas de votación por el uribismo. Finalmente, en la cuarta sección, se presentan las conclusiones del trabajo y se deja planteada una agenda futura de investigación.
METODOLOGÍA
El principal objetivo de este artículo fue identificar las bases de apoyo electoral del uribismo en los comicios presidenciales de 2002, 2006, 2010 y 2014. De esa forma, el primer paso del proceso metodológico consistió en diseñar unos criterios de clasificación para analizar los patrones de votación de los 1122 municipios colombianos. Estos criterios se cimentaron en el número de triunfos y derrotas electorales registradas por municipio, en cada una de las elecciones presidenciales en las que Alvaro Uribe Vélez participó como candidato y las posteriores en las que le brindó su respaldo a otros.
Por ende, se tomó como referentes los comicios de 2002 y 2006, donde Uribe fue candidato, y los comicios de 2010 y 2014, donde Juan Manuel Santos y Oscar Iván Zuluaga fueron respectivamente sus aspirantes apoyados. Con respecto a la elección de 2014, se contabilizó la primera y segunda vuelta, pues se consideró que dado que Juan Manuel Santos pasó de ser el aliado de Uribe a su mayor opositor político en esta contienda, entonces tenerla en cuenta era útil en términos metodológicos, ya que así se podrían identificar mejor a los municipios que mantuvieron estables sus preferencias por los candidatos uribistas a la Presidencia de la República a pesar de que ya no disponían de las maquinarias gubernamentales para movilizar votantes.
Por otro lado, hubiera sido deseable incluir los resultados del plebiscito del 2 de octubre del 2016 debido a que Uribe fue la principal figura pública que se opuso a la refrendación popular del acuerdo de paz firmado por el gobierno nacional y las Farc. Sin embargo, se optó por obviar estas votaciones porque la coalición alrededor del “No” trascendió a las huestes uribistas16.
Segundo, el trabajo planteó como objetivo complementario, georreferenciar tanto el voto fiel por esta fuerza política como el voto opositor. Para ello se utilizó la clasificación propuesta en la tabla 1, y se representó en mapas que fueron proyectados con el software ArcGIS. Asimismo, se elaboró una matriz de análisis que indica para cada elección presidencial (desde el 2002 hasta la segunda vuelta de 2014), el número de departamentos y municipios en los que ganaron y perdieron la contienda.
Tercero, en esta investigación también se buscó esclarecer el vínculo entre la concentración de la propiedad rural y la pobreza con el voto por el uribismo17. Para ello se efectuaron varias pruebas de hipótesis18, a partir de la elaboración de tablas de contingencia (véanse anexos) cuyos datos se analizaron con el parámetro de significancia “chi cuadrada”19.
Así, en las tablas de contingencia se cruzaron diferentes variables. Por un lado, se tomó la variable “concentración de la propiedad agraria” que se operó de la siguiente manera:
Municipios con estructuras más concentradas de propiedad agraria: son aquellos donde el coeficiente de Gini de propietarios es más alto que el promedio nacional y departamental (de acuerdo con la última medición disponible).
Municipios con estructuras menos concentradas de propiedad agraria: son aquellos donde el coeficiente de Gini de propietarios es más bajo que el promedio nacional y departamental.
Vale la pena resaltar que estas cifras sobre el coeficiente de Gini de propietarios se recolectaron del Atlas de distribución de la propiedad rural en Colombia, publicado por el Instituto Geográfico Agustín Codazzi.
Por otro lado, se tomó la variable “pobreza”, que se valoró así:
Municipios más pobres: son aquellos donde el índice de necesidades básicas insatisfechas (NBI) es superior al promedio nacional.
Municipios menos pobres: son aquellos donde el índice de NBI es inferior al promedio nacional.
Los datos sobre el índice de NBI se obtuvieron de los cálculos elaborados por el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane) en el censo poblacional que realizó en el año 2005.
Todas estas variables categóricas -concentración de la propiedad agraria y pobreza- se cruzaron con las votaciones por el uribismo del siguiente modo:
Municipios uribistas: son aquellos donde Alvaro Uribe Vélez y sus candidatos apoyados ganaron cuatro o cinco elecciones presidenciales20.
Municipios no uribistas: son aquellos donde Alvaro Uribe Vélez y sus candidatos apoyados perdieron cuatro o cinco elecciones presidenciales21.
Obsérvese que en la muestra utilizada para efectuar el análisis estadístico, se excluyó deliberadamente a los municipios volátiles22, y tan solo se incluyeron los que revelaban patrones de votación estables en contra o a favor de Uribe y sus candidatos apoyados a la Presidencia de la República entre 2002 y 2014.
Por último, para complementar los análisis estadísticos se realizó un estudio de caso comparado en dos municipios del departamento de Arauca que registraron tendencias de votación opuestas23. En esa lógica, se escogió a Fortul porque allí Alvaro Uribe y sus aliados nunca ganaron una elección presidencial, en contraste con Arauca (capital) donde no perdieron en un solo evento electoral24. Gracias a los estudios de caso, se pudo encontrar algunos mecanismos que explican los resultados expuestos en los modelos estadísticos, y avalar algunas hipótesis alternativas.
GEOGRAFÍA DEL VOTO PRESIDENCIAL EN COLOMBIA, 2002-2014
Entre los años 2002 y 2014, un total de 373 municipios25 apoyaron electoralmente a Alvaro Uribe y sus candidatos ungidos a la Presidencia de la República. En otros términos, se observó que en una tercera parte de los municipios del país, la mayoría de ciudadanos sufragó de manera estable por candidatos uribistas (véase mapa 1). Así pues, en departamentos como Huila, Caldas, Risaralda, Quindío, Meta, Casanare, Antioquia y Cundinamarca, más del 80 % de los municipios fue fiel al expresidente y sus aliados.
Caquetá, Boyacá y Tolima han sido departamentos en los que en principio el uribismo no fue una fuerza política dominante, pero a partir del 2006 se convirtieron en nichos electorales fuertes. En contraste, el fenómeno inverso se dio en departamentos como el Valle del Cauca que fueron uribistas inicialmente pero en el transcurso de las elecciones presidenciales fueron reduciendo el voto por dicha fuerza política. Asimismo, en departamentos como Magdalena, Córdoba, Santander, Cesar y Norte de Santander, los patrones del voto uribista han sido volátiles, pues de manera intermitente en unas elecciones ganan y en otras pierden.
Por su parte, en 369 municipios se registró una alta volatilidad electoral en las preferencias de los votantes, ya que el uribismo ganó en dos o tres comicios presidenciales, pero también perdió en dos o tres contiendas. Así, los departamentos donde se localizaron los municipios más disputados y volátiles fueron Santander, Sucre y Cesar.
No obstante, cuando se ubica el electorado uribista y no uribista en un mapa, se observa que la unidad de análisis adecuada no es el departamento sino las subregiones. Por ejemplo, en An- tioquia donde se tiene que el 80 % de los municipios son uribistas (según los datos registrados), se observaron áreas geográficas donde este político y sus aliados no obtuvieron siempre mayorías electorales. Así, en subregiones como el Urabá y el Bajo Cauca, hubo nichos de votación favorables a la izquierda en 2006 y 2014. Por el contrario, hubo subregiones como el Valle de Aburrá y el Nordeste, donde los municipios en su conjunto fueron leales al exmandatario.
UN ANÁLISIS CARTOGRÁFICO DE LAS VOTACIONES MAYORITARIAS POR EL URIBISMO
La mayoría de los municipios ubicados en el piedemonte llanero y la altillanura registra votaciones mayoritarias por los candidatos uribistas a la Presidencia de la República. Justamente, las entidades territoriales que coexisten alrededor de las estribaciones de la Cordillera Oriental y que habitan la parte llana del oriente colombiano, como Arauca, Cravo Norte, Puerto Rondón, Tame, Aguazul, Hato Corozal, Monterrey, Nunchía, Sabanalarga, Tamara, Tauramena, Villanueva, Yopal, Acacias, Castilla la Nueva, Cubarral, Cumaral, El Dorado, Granada, Guamal, Lejanías, Mapiripán, Mesetas, Puerto Concordia, Puerto López, Puerto Rico, Restrepo, San Carlos de Guaroa, San Martín, Villavicencio y Vista Hermosa; constituyeron bases electorales fuertes para Uribe.
Los municipios del Eje Cafetero han sido quizá, los nichos electorales más estables de esta fuerza política. Por tanto, en Aguadas, Anserma, Aranzazu, Belalcázar, Chinchiná, Filadelfia, La Dorada, Manzanares, Marmato, Marquetalia, Marulanda, Neira, Pácora, Palestina, Pensilvania, Riosucio, Risaralda, Salamina, Samaná, San José, Supía, Villa María, Viterbo, Armenia, Calarcá, Circasia, Finlandia, Génova, La Tebaida, Montenegro, Pijao, Salento, Apía, Belén de Umbría, Dosquebra- das, Guática, La Celia, La Virginia, Marsella, Mistrató, Pereira, Santa Rosa de Cabal y Santuario; se observaron patrones estables de voto por los candidatos uribistas a la Presidencia.
Por su parte, la región del Magdalena Medio no se pudo clasificar de manera global como “uri- bista” o “antiuribista”, pues las tendencias de votación cambiaron dependiendo de la subregión. No obstante, sí se podría deducir que la mayoría de las subregiones que conforman el Magdalena Medio, registró inclinaciones de voto por esta fuerza política. Por ejemplo, en la parte antioqueña de esta región, conformada por los municipios de Caracolí, Maceo, Puerto Berrío y Puerto Triunfo, Alvaro Uribe y sus aliados ganaron la mayoría de comicios presidenciales.
Fuente: elaboración propia con base en información reportada por la Registraduría Nacional del Estado Civil.
De forma análoga, la parte boyacense del Magdalena Medio ha sido fiel al expresidente, ya que en Puerto Boyacá ningún oponente ha podido ganar en los comicios desarrollados desde el 2002 hasta la actualidad. En contraste, la parte santandereana de esta región presenta diferencias significativas: mientras municipios como Cimitarra, San Vicente de Chucurí, El Carmen de Chucurí y Puerto Parra son altamente uribistas, otros municipios como Landázuri y Simacota son de tendencia opuesta.
En efecto, los territorios del Magdalena Medio santandereano que están próximos geográficamente a Puerto Triunfo y Puerto Boyacá, tendieron a votar por los uribistas, mientras que los municipios más cercanos al sur de Bolívar, tendieron a sufragar por candidatos de izquierda y opositores26.
Por otro lado, la subregión del altiplano cundiboyacense que está conformada por los municipios de Zipaquirá, Chía, Chiquinquirá, Facatativá, Paipa, Ubaté y Soacha, registró una tendencia de voto uribista, pues desde los comicios de 2006 hasta la segunda vuelta presidencial del 2014, Alvaro Uribe y sus herederos han sido la principal fuerza política.
Lo mismo ocurrió en la subregión cordillerana del sur del Tolima27, donde los municipios de Ataco, Chaparral, Planadas y Río Blanco, tuvieron desde los comicios de 2006, mayorías electorales que apoyaron a los candidatos uribistas.
También, la subregión montañosa del sur de Huila y el piedemonte amazónico-caqueteño, ha representado una base electoral fuerte para los uribistas. Así, en municipios como Palestina, Acevedo, Pitalito, Suaza, Timaná, San Agustín, Salado Blanco, Oporapa, Isnos, Belén de los Andaquíes, Morelia, Albania, Curillo y Florencia, Alvaro Uribe y sus candidatos elegidos, han obtenido mayorías electorales de forma consecutiva desde los comicios de 2002 hasta la segunda vuelta presidencial de 2014.
Por último, vale la pena resaltar que en los municipios ubicados en estas subregiones triunfó ampliamente la opción del “No” en el plebiscito que refrendaba el acuerdo de paz entre el gobierno nacional y las Farc. Según cálculos del autor, en el 88 % de los municipios en los que Uribe y sus aliados ganaron las elecciones presidenciales, la opción del “Sí” perdió en el plebiscito realizado el 2 de octubre de 201628.
De hecho, de los 373 municipios que fueron catalogados como “fieles al uribismo”, solo en 45 ganó la opción del “Sí”, es decir, únicamente el 12 % de los territorios con tradición uribista, apoyó en las urnas el proceso de paz29. Esto revela que la posición del expresidente fue determinante para definir los resultados del plebiscito.
UN ANÁLISIS CARTOGRÁFICO DE LAS VOTACIONES POR CONTENDORES DEL URIBISMO
Entre 2002 y 2014, un total de 51 municipios se opusieron abiertamente a Álvaro Uribe y sus candidatos apoyados a la Presidencia (véase mapa 2). Esto quiere decir que el 5 % de las entidades territoriales del país sufragó en contra de esta fuerza
política. De hecho, los departamentos opositores son en su orden: Cauca (en promedio por toda la serie de tiempo, los candidatos uribistas a la Presidencia perdieron en el 77 % de los municipios); Nariño (los uribistas perdieron en el 67 % de los municipios) y Putumayo (los uribistas perdieron en el 61 % de los municipios).
La subregión del Andén Pacífico30 alberga a la mayoría de los municipios antiuribistas del país. De ese modo, en entidades territoriales como Buenaventura, Litoral de San Juan, El Charco, Medio San Juan, Samaniego, Magüí Payán, Toribío, Roberto Payán, Argelia, Balboa, Corinto, Jambaló, Mercaderes, Puerto Tejada, Silvia, Sucre, Timbiquí, Villa Rica, Córdoba, Cumbitara, El Peñol, Leiva, Policarpa, Linares, La Florida, Taminango y Santa Cruz; surgieron mayorías electorales que se opusieron al uribismo.
Asimismo, en municipios como Puerto Caicedo, Orito, Valle del Guamuez y San Miguel, ubicados en la subregión del Bajo Putumayo, el uribismo fracasó electoralmente, pues sus candidatos a las contiendas presidenciales de 2002, 2006, 2010 y 2014 (primera y segunda vuelta) perdieron sistemáticamente.
Por su parte, municipios circundantes al Nudo del Paramillo como Tarazá, Puerto Libertador y San José de Uré, fueron fortines electorales para los candidatos opositores al uribismo, pues allí esta fuerza política perdió en cuatro o más elecciones presidenciales31.
Los municipios ubicados en la parte norte de la subregión del Catatumbo, constituyeron nichos electorales antiuribistas, pues en San Calixto, Hacarí y Teorama, se apoyaron a candidatos de izquierda que eran contradictores de Alvaro Uribe como Carlos Gaviria Díaz (2006), Gustavo Petro (2010), Clara López Obregón (primera vuelta del 2014) y Juan Manuel Santos (segunda vuelta del 2014).
Por último, vale la pena destacar que los municipios que conforman el Trapecio Amazónico como Miriti-Paraná, Puerto Nariño y Tarapacá, fueron abiertamente opositores a Uribe.
LAS COMPLEJIDADES DEL VOTO URIBISTA: UN ANÁLISIS ESTADÍSTICO
En esta sección se contrastarán empíricamente dos hipótesis que se han formulado en el mundo académico y político, y que fueron reseñadas en páginas anteriores. Por una parte, se analizará estadísticamente si las variables “concentración de la propiedad agraria” y “pobreza” se asocian con la votación por Alvaro Uribe y sus candidatos apoyados a la Presidencia de la República. Por otra, se estudiará la relación entre presencia histórica de grupos armados irregulares y uribismo32.
Grado de concentración de la propiedad agraria y voto uribista
El análisis estadístico probó que no existe una asociación significativa entre la concentración de la propiedad agraria y el voto uribista (véanse en anexos, modelo estadístico 1), esto es, se desestima lo afirmado por Gómez (2010), según lo cual en los departamentos y municipios con predominio del latifundio tiende a ganar el uribismo porque allí residen sus bases de apoyo social y electoral.
De hecho, en una pluralidad de departamentos con estructuras altamente concentradas de la propiedad rural, se votó mayoritariamente en las elecciones presidenciales de 2014 (tanto en la primera como en la segunda vuelta) por Juan Manuel Santos, el principal opositor político de Álvaro Uribe. Así, en el Valle del Cauca33, Cauca34, Nariño35 y Atlántico36, ganó holgadamente el santismo pues triplicó la votación obtenida por el uribismo en dichos departamentos37.
Lo mismo ocurrió en Córdoba, donde pululan los latifundios ganaderos (Cepeda, 2009), pero Juan Manuel Santos ganó en todos los municipios del departamento (a excepción de Montería) y casi que duplicó los votos obtenidos por Óscar Iván Zuluaga, pues sacó el 63,65 % de los sufragios válidos mientras que el candidato uribista consiguió el 34,88 % de la votación.
Por otro lado, se presentaron municipios con altos índices de concentración de la tierra donde los candidatos uribistas no obtuvieron mayorías electorales en casi todos los comicios presidenciales recientes. Por ejemplo, el uribismo fracasó políticamente en municipios de la subregión pacífica como Caloto, Miranda, Puerto Tejada, Córdoba, Mosquera, Tumaco y Yumbo, donde según el Instituto Geográfico Agustín Codazzi, predominan los latifundios38.
Sin embargo, esto no quiere decir que en territorios con altos niveles de concentración de la propiedad rural, no haya apoyos mayoritarios hacia Álvaro Uribe y sus aliados, puesto que departamentos como Casanare y Huila, que tienen coeficientes de Gini de propietarios más altos al promedio nacional, cuentan con electorados muy estables por esta fuerza política (véase tabla 1). Igualmente sucedió con municipios latifundistas como Tame, Chiscas, Chita, Duitama, Guicán,
Socha, Tota, Riosucio, Villa María, Chía, Cucutilla y Salento, donde hubo un predominio electoral del uribismo.
Estos hallazgos invitan a no hacer generalizaciones sobre la relación entre concentración de la propiedad rural y uribismo, pues así como hay municipios latifundistas que votaron mayorita- riamente por la precitada fuerza política, también hay muchos otros que prefirieron alternativas políticas contrarias.
Pobreza y uribismo
Los municipios con un índice de NBI superior al promedio nacional, tendieron a votar en las últimas elecciones presidenciales por los candidatos uribistas (véanse anexos, modelo estadístico 2). Por tanto, este hallazgo falsea la hipótesis de Rosas (2007) y Losada y Liendo (2016) que argumentaron que las zonas con menores niveles de pobreza eran más proclives a votar por Álvaro Uribe39.
Aunque parece contraintuitivo este resultado, en la siguiente sección donde se expone el estudio de caso en Arauca y también en las conclusiones, se reflexionará sobre una hipótesis alternativa según la cual, los pobres urbanos que tienen la doble condición de ser víctimas de la guerrilla y beneficiarios de los subsidios del gobierno nacional, conformaron una base de apoyo electoral estable hacia el uribismo. Esto podría explicar -parcialmente- por qué en los municipios con índices más altos de NBI, se tiende a votar por dicha fuerza política.
Presencia de grupos armados irregulares y uribismo
Autores como Valencia (2007) y Acemoglu et al. (2012) han planteado que en las regiones que tuvieron fuerte presencia de los grupos paramilitares, el voto por el uribismo en elecciones presidenciales y de Congreso fue mayor. Y en contraposición, en zonas con un fuerte arraigo de la guerrilla de las Farc o el Ejército de Liberación Nacional (ELN), los habitantes tendieron a votar por personas diferentes a Álvaro Uribe y sus aliados políticos.
No obstante, estas afirmaciones categóricas son difíciles de sustentar en todo el territorio nacional. Por ejemplo, hay municipios fieles al uribismo como Yacopí40, Puerto Triunfo, Sonsón41,Cimitarra, Puerto Boyacá42, Puerto López y Puerto Gaitán43 donde el movimiento de autodefensas dispuso de un control social y territorial significativo.
Pero también hay otros municipios no uribistas como Tarazá44, El Roble, Palmitos y Ovejas45 donde los grupos paramilitares controlaron territorios, y se relacionaron fluidamente con los políticos y las comunidades. En efecto, un caso llamativo de este corte se presentó en los municipios de la región de Urabá -Apartadó, Carepa, Chigorodó y Turbo-, que fueron el laboratorio de las autodefensas conformadas por los hermanos Carlos y Vicente Castaño Gil46. Allí se registraron votaciones mayoritarias por los candidatos uribistas mientras estos estaban en el gobierno nacional, es decir, ganaron en las elecciones de 2006 cuando aspiró Uribe a su primera reelección, y en 2010 cuando escogió como su sucesor a Juan Manuel Santos.
No obstante, cuando los candidatos uribistas no eran oficialistas (Uribe en 2002 y Óscar Iván Zuluaga en la primera y segunda vuelta del 2014), los habitantes de dichos municipios votaron mayoritariamente por candidatos de centro-izquierda como Horacio Serpa (2002), Clara López Obregón (primera vuelta de 2014) y Juan Manuel Santos (segunda vuelta de 2014).
Este mismo fenómeno de contrastes se repite en los territorios con alto valor simbólico y estratégico para las Farc (véase tabla 3). Así, hay municipios que fueron retaguardias de los frentes y columnas móviles de esta guerrilla, y que son de tendencia uribista, y otros que no lo son. Un caso paradigmático se presenta en las subregiones contiguas de La Macarena y el Ariari, donde las Farc y el Partido Comunista organizaron el poblamiento de veredas y caseríos, y donde controlaron la vida social de las comunidades, imponiendo normas de convivencia y justicia guerrillera (Aguilera, 2014).
Por tanto, en el municipio de La Uribe, la mayoría de los habitantes es abiertamente opositora47. Pese a ello, sus vecinos como Vista Hermosa, Mesetas y San Juan de Arama han tendido a sufragar mayoritariamente por Alvaro Uribe Vélez y sus aliados en los comicios presidenciales. Asimismo ocurre en los municipios de la subregión del río Caguán, que presentaron comportamientos volátiles de apoyo-oposición48.
Precisamente no se pueden hacer generalizaciones sobre la presencia histórica de guerrillas de inspiración marxista y el voto uribista porque en algunos municipios donde las Farc ubicaron sus retaguardias, los habitantes votaron en su mayoría por el uribismo, pero en otros tantos sufragaron por sus opositores. En ese orden de ideas, se requiere una pluralidad de estudios de caso para examinar este vínculo entre legados de la guerra y voto por los candidatos que representan la política de “seguridad democrática”.
ENTRE ODIOS Y AMORES: EL URIBISMO EN ARAUCA Y FORTUL 49
Para entender el comportamiento electoral de los habitantes de Arauca y Fortul, es necesario tener en cuenta varias situaciones contextuales. Por un lado, el departamento de Arauca está dividido en dos subregiones que presentan historias de poblamiento, desarrollos económicos y estructuras de propiedad agraria diferentes: por una parte, está La Sabana, conformada principalmente por los municipios de Arauca, Puerto Rondón y Cravo Norte.
Esta subregión fue colonizada en tres oleadas: la primera se dio entre 1770 y 1810, cuando sacerdotes jesuitas provenientes de la Diócesis de Barinas (Venezuela), establecieron allí varios resguardos indígenas; la segunda acaeció entre 1890 y 1920, cuando familias sirio-libanesas se asentaron para iniciar negocios de comercialización de aves exóticas, y cuando personas provenientes de los Estados de Bolívar y Tamacuro en Venezuela se instalaron para impulsar actividades ganaderas; la tercera oleada de colonización, se dio entre 1980 y 1990, con el descubrimiento del pozo petrolero de Caño Limón y la llegada subsecuente de compañías extranjeras dedicadas a la producción y exportación de hidrocarburos.
En La Sabana, debido a la volatilidad del clima49 50 y a la baja fertilidad del suelo, los colonos y empresarios adecuaron un modelo de ganadería extensiva, pues cerca del 60 % de la tierra cultivable está ocupada con reses, y de ese porcentaje, aproximadamente cada res ocupa una hectárea51. El 40 % restante del territorio se utiliza para cultivar yuca, plátano y maíz.
Por ser la capital del departamento (donde se ubica gran parte de la burocracia estatal) Arauca tiene un aire más citadino, hasta el punto de que el 73 % de su población reside en el casco urbano52. Esto -sumado a los mejores salarios que pagan los empleados y contratistas de las empresas petroleras- ha dinamizado la economía comercial y de servicios en el municipio, por ende, existe una pluralidad de bares, discotecas, concesionarios de autos, supermercados, almacenes de cadena, etc.
Por otro lado, en el departamento de Arauca se encuentra la subregión del Sarare, constituida por los municipios de Fortul, Arauquita, Saravena y Tame. El poblamiento de este territorio se hizo por la vía del Instituto Colombiano de la Reforma Agraria (Incora)53, es decir, miles de habitantes oriundos de Santander, Norte de Santander y Boyacá, llegaron a esta zona, aprovechando los incentivos que proporcionaron la ley 135/1961 y la ley 1/1968 para que campesinos sin tierra colonizaran baldíos a partir del desmonte de selva54.
En el Sarare predomina un modelo productivo de minifundio agrícola y pecuario. Esto significa que los campesinos cultivan productos como el cacao, el maíz, la yuca y el plátano en fincas cuyos tamaños oscilan entre tres y diez hectáreas. Lo mismo ocurre con la ganadería lechera, donde mínimo cinco y máximo siete vacas pueden pastorear en una hectárea. También, es común que existan “los conucos”, que son mezclas de cultivos de diferente tipo en un mismo ramal55
Por su parte, los habitantes del Sarare tienden a organizarse en cooperativas de trabajo que se constituyen a partir del tipo de actividad productiva y el cubrimiento de veredas, esto es, el criterio de afiliación es económico y territorial. Las cooperativas funcionan con presidentes y juntas directivas que se eligen por periodos de uno a tres años, para permitir la circulación de miembros en los órganos de decisión. Entre las cooperativas más importantes se encuentran: la Asociación de Cacaoteros de Arauca, afiliada a Fedecacao56; Coolactame57; Frigorífico Matadero de Tame y la Asociación de Ganaderos de Fortul.
En lo que atañe a la historia del conflicto armado en el departamento de Arauca, se observa la presencia de dos guerrillas de inspiración marxista: las Farc, a través de los frentes 10, 28 y 45, así como las columnas móviles Alfonso Castellanos y Reinel Méndez que operan en los municipios de Arauca, Cravo Norte y Puerto Rondón; y el ELN por medio del Frente Domingo Laín que delinque principalmente en los municipios de Fortul, Tame y Saravena.
Los orígenes de las Farc en Arauca se remontan a inicio de los años sesenta, cuando remanentes de la guerrilla de Guadalupe Salcedo y Dumar Aljure, se rearmaron después de la amnistía decretada por el general Gustavo Rojas Pinilla. Es así como surge el Frente 10, con desmovilizados de las guerrillas liberales del Llano, y con campesinos de La Sabana que se unieron para defender sus propiedades de abigeatos y atracadores58.
En contraste, el ELN incursionó en Arauca a mitad de los años setenta, en medio de una oleada de protestas sociales auspiciadas por campesinos y sacerdotes que le exigían al Estado una mayor cobertura en la provisión de bienes básicos como agua potable, alcantarillado, vivienda y carreteras59. Como el Estado criminalizó la protesta social y reprimió fuertemente a grupos como el dirigido por el líder comunitario Joel Sierra, los sacerdotes de Arauca y Saravena se pusieron en contacto con el cura Manuel Pérez, para que enviara una cuadrilla de guerrilleros a protegerlos. Así llega el ELN a Arauca, creando una unidad militar que bautizaron con el nombre de un clérigo amigo de Manuel Pérez: el cura Domingo Laín.
Aunque las Farc y el ELN comparten el objetivo de derrocar al Estado para instaurar un gobierno revolucionario, sus formas de operar en el territorio de Arauca son muy diferentes. Por una parte, difieren en sus criterios de financiación (véase tabla 4). Así, el Frente 10 de las Farc optó por participar directamente en el negocio del narcotráfico, controlando cultivos de coca, laboratorios de procesamiento y rutas, mientras que el Frente Domingo Laín ha sido más reacio a que los campesinos cultiven y procesen este alcaloide. No obstante, les cobran a los narcotraficantes por permitirles el tránsito de camiones o avionetas.
El ELN se financió principalmente del cobro extorsivo de dinero que le hicieron a directivos de compañías petroleras, para “dejarlos trabajar” en la construcción de oleoductos60 o en la producción de barriles de petróleo, es decir, en caso de que se rehusaran a pagar las exacciones, dinamitaban el oleoduct61. Igualmente, esta guerrilla secuestró a contratistas de la Occidental Petroleum Corporation para presionarlos por el pago de rescates y también para cerciorarse que pagaran periódicamente los denominados “diezmos”62. Por su parte, las Farc se financiaron principalmente con el narcotráfico y con el pago de rescates efectuados por ganaderos secuestrados de la región de La Sabana63.
Adicionalmente, las Farc y el ELN extorsionaron sistemáticamente a diferentes renglones de la economía local como carniceros, ganaderos, comerciantes y transportadores. También, les cobraron “diezmos” a narcotraficantes y contratistas del Estado. Sin embargo, las tarifas cobradas diferían en cada guerrilla y por cada sector productivo (véase tabla 4).
Fuente: elaboración propia con base en testimonios dados por comerciantes y campesinos de Fortul y Arauca.
El cobro de las extorsiones estaba tan “institucionalizado” que las mismas guerrillas imprimían boletos donde consignaban el nombre de quien estaba obligado a pagar, el concepto por el cual debía pagar, el valor del “aporte”, la próxima fecha de pago e inclusive, firmaba un “responsable” (véase foto)64.
Fuente: ganadero de vereda Marrero, municipio de Puerto Rondón, que era extorsionado por el Frente 10 de las Farc (se omite el nombre de la víctima por seguridad).
Otra divergencia entre ambas guerrillas se dio en el plano del relacionamiento con los civiles. Las Farc tendieron a estrechar vínculos con los campesinos cocaleros mientras que el ELN tuvo paralelamente aceptación y arraigo en sectores rurales y urbanos como los maestros, sindicatos, transportadores y algunos segmentos de la clase obrera65. En efecto, uno de los líderes emblemáticos del Frente Domingo Laín, Armel Augusto Robles (alias ‘El Chino’), fue sindicalista y profesor del colegio Juan Jacobo Rousseau66. Uno de sus alumnos, Gustavo Giraldo (alias ‘Pablo’), lo reemplazó en la comandancia de esta estructura guerrillera.
Una tercera diferencia radicó en las estrategias de relacionamiento de estas guerrillas con los gobiernos departamentales y locales. El ELN, en este ámbito, puede ser considerado como un “partido político en armas” (Aguilera, 2007), pues reiterativamente busca poner candidatos o generar alianzas para incidir en la elección de concejales, alcaldes y gobernador67. Por tal razón, muchos políticos de la región saben que “para poder hacer campaña electoral tienen que contar no solo con el aval de un partido, sino también con el aval del ELN”68.
De esa forma, la cercanía del Frente Domingo Laín con sectores políticos del departamento, se refleja por ejemplo, en la elección de los gobernadores desde 1992. Así, han sido procesados por el delito de rebelión (elenopolítica): Alfredo Colmenares Chía (fallecido) en el periodo constitucional 1992-1995; José Vicente Lozano Fernández (periodo constitucional 1995-1997); Gustavo Carmelo Castellanos Beltrán (periodo constitucional 1998-2000) y Héctor Federico Gallardo (periodo constitucional 2001-2003)69.
También ha sido judicializado por vínculos con la subversión, el excongresista por el Partido Conservador, Elías Matus Torres, quien en el momento en que fue capturado por la Policía Militar No. 13, se encontraba departiendo con el cabecilla del Frente Domingo Laín, Armel Augusto Robles, alias ‘El Chino’70.
En esa lógica, el ELN ha buscado cooptar las administraciones municipales y departamentales con un doble propósito: primero, para apropiarse de dineros que sirven para financiar su aparato armado, y segundo, para tener acceso a cargos públicos de toma de decisión en los que se define en qué veredas y corregimientos se construyen obras públicas como colegios, puestos de salud, electrificadoras, etc.71. Por tanto, esta guerrilla practica una especie de clientelismo en armas (Peñate, 1999).
En cambio, las Farc han tenido una relación marginal con la clase política del departamento, pues su influencia reposa en juntas de acción comunal de veredas alejadas del casco urbano de municipios como Arauquita, Puerto Rondón y Cravo Norte, donde no hay muchos votos72. En algunas ocasiones, en el municipio de Fortul, las Farc han apoyado candidatos a la alcaldía cercanos al ELN73. Sin embargo, esta guerrilla no tuvo la misma capacidad de penetración en la institucio- nalidad local y departamental, tal como la tuvo o la ha tenido el ELN.
Para contener y eliminar la presencia de las guerrillas, el gobierno de Alvaro Uribe respondió de dos maneras diferentes al problema a través de la política de seguridad democrática. En la subregión de La Sabana, hubo un modelo centrado en la protección de los intereses de los sectores económicos más fuertes, como el petrolero y el ganadero. Así, en el año 2003, el gobierno de Uribe construyó el Batallón Energético Vial No. 1, con sede de mando en Caño Limón y adscrito a la Octava División del Ejército.
Igualmente, construyó una estación de policía en el corregimiento El Caracol, del municipio de Arauca y un puesto del ejército en la vía que conduce a la vereda Feliciano (corregimiento Santa Bárbara), sitios donde las guerrillas secuestraban y extorsionaban a ganaderos y comerciantes. Con la formulación de la “Política Nacional de Consolidación Territorial” en el 2004, los municipios de Arauca, Arauquita y Saravena fueron focalizados para intervenirlos con planes de aumento del pie de fuerza militar y policial, y mayor oferta de servicios públicos74.
En el municipio de Arauca, el ejército desarrolló acciones cívico-militares que consistieron en que soldados promovían brigadas de salud, levantaban puentes (trochas) y arreglaban caminos veredales75. Esto con el fin de estrechar lazos con la comunidad, y así lograr que la institucionalidad oficial mejorara su reputación ante décadas de abandono y desprotección76.
El otro modelo de la política de seguridad democrática se implementó en la subregión del Sarare. Allí, debido a la estigmatización que pesó sobre la comunidad por auxiliar presuntamente a la guerrilla, el ejército desplegó estrategias de empadronamiento, es decir, elaboraron censos extraoficiales para cerciorarse de la cantidad real de habitantes que había por hogar, para evitar que estos pudieran estar comprando víveres y medicamentos para suministrárselos a las Farc y el ELN77.
De hecho, integrantes de diversas juntas de acción comunal afirmaron que fueron recurrentes casos en los que el ejército les decomisó víveres a familias campesinas de veredas apartadas de Fortul, Arauquita, Saravena y Cravo Norte, por considerar que sobrepasaban la cantidad normal de consumo por hogar78.
Por otra parte, en las veredas Santo Domingo, Filipinas y Galaxia del municipio de Tame, y en la vereda de Panamá de Arauca del municipio de Arauquita, fueron recurrentes los bombardeos coordinados por el ejército y la fuerza aérea79. A través de esta estrategia de guerra, lograron neutralizar a docenas de jefes guerrilleros, pero también generaron presuntamente daños humanitarios, pues varios civiles -ajenos a las hostilidades- afirman que fueron víctimas de los bombardeos (porque quedaron confinados en caseríos o porque con las ondas explosivas se les dañaron sus casas)80.
En ese orden de ideas, el modelo implementado en la subregión del Sarare fue más represivo en los ámbitos rurales, ya que buscó restringir la movilidad de comunidades catalogadas como simpatizantes y colaboradoras de la subversión, y asimismo, estuvo orientado a atacar a los objetivos de “alto valor estratégico” como los cabecillas y jefes de finanzas.
El uribismo en Arauca
Arauca es un municipio donde Alvaro Uribe y sus aliados obtuvieron mayorías electorales de manera consecutiva desde el año 2002 hasta el 2014. Su base de apoyo electoral está representada por:
Los ganaderos (y en general las élites rurales): estos tienden a residir en el casco urbano del municipio pero tienen sus haciendas en el corregimiento de Santa Bárbara. Este sector económico es uribista porque considera que gracias a la política de seguridad democrática (que le puso un batallón y un puesto de policía en el perímetro de las fincas), las Farc no volvieron a extorsionarlos y secuestrarlos81. De hecho, en una charla conjunta con varios ganaderos, estos afirmaron que por primera vez se sentían incluidos en la oferta de seguridad del Estado.
Los contratistas de empresas petroleras: estos consideran que Alvaro Uribe fue el único presidente que aisló realmente a las Farc y el ELN. Si bien reconocen que hay contratistas que siguen pagando extorsión, ya este fenómeno no es de la misma magnitud a como lo era en las décadas de los ochenta y noventa. Por esa razón, los contratistas del sector petrolero tienden a ser uribistas, pues sienten que sus condiciones de seguridad mejoraron sustancialmente82.
Los pobres del casco urbano (en su mayoría víctimas de la guerrilla): hogares residentes en las comunas 1, 3 y 5 han sido beneficiarios de los subsidios entregados por el programa Familias en Acción83. Los criterios de selección de los beneficiarios del subsidio fueron selectivos, pues se tendió a privilegiar a madres cabeza de hogar que fueron víctimas de la guerrilla, bien sea porque reclutaron forzadamente a un hijo menor de edad o porque asesinaron al padre84. En ese orden, por estimar que por primera vez el gobierno nacional les entregó un subsidio para superar la pobreza y la condición de víctima de la guerrilla, muchas personas de bajos recursos económicos apoyan al uribismo. También, en los años noventa, las Farc reclutaron forzosamente a menores de edad en la comuna 3, por ende, varias madres apoyan al uribismo porque con la política de seguridad democrática se morigeró la presencia urbana de las milicias guerrilleras85.
Los comerciantes de clase media urbana: los dueños de supermercados, bares, discotecas y vehículos de transporte intermunicipal valoran la política de seguridad democrática, pues a partir de su implementación se les dificultó a los milicianos de la guerrilla, cobrarles exacciones86. En efecto, en una charla conjunta con comerciantes, se quejaron de que después de que Uribe dejó el gobierno nacional, volvieron las extorsiones.
Los políticos jóvenes de clase media urbana: algunos jóvenes que quieren impulsar su carrera política, ven en el uribismo una opción atractiva, ya que valoran negativamente a los partidos tradicionales (Liberal y Conservador), pues argumentan que estos han avalado a candidatos del ELN y además, evalúan mal a partidos de la “Unidad Nacional” como Cambio Radical, porque rechazan que haya avalado al exgobernador Julio Acosta Bernal, condenado por parapolítica. Por esa razón, ven en el uribismo “una fuerza política renovadora”87.
Los opositores al uribismo en Fortul
El municipio de Fortul es uno de los férreos opositores al uribismo, pues allí el expresidente y sus aliados no han podido ganar una sola elección. En términos porcentuales, el electorado uribista es igual o inferior al 20 % de la población que en este municipio ejerce su derecho al voto en comicios presidenciales88. Por tanto, los sectores no simpatizantes son:
La Asociación de Educadores de Arauca: los maestros sindicalizados han sido señalados como auxiliadores de la guerrilla89. Por este motivo, los profesores que pertenecen a sindicatos se oponen al uribismo, pues se sintieron perseguidos, acosados y calumniados por el gobierno nacional90.
El campesinado local: los cultivadores de yuca, plátano y maíz, especialmente en la vereda Caranal, no simpatizan con las políticas del gobierno de Uribe por considerarlas “agresivas” en contra de la población. Así, varios campesinos afirmaron que el ejército les limitó la libre circulación por el territorio y los estigmatizó de ser auxiliadores de la guerrilla91.
Los militantes de partidos políticos de izquierda: personas que votan o pertenecen a los cuadros de la Unión Patriótica, la Marcha Patriótica y el Polo Democrático, se oponen al proyecto uribista por considerar que este promueve el latifundio y mina el esquema cooperativista que ha regido durante años la vida social del municipio92.
Las minorías étnicas: los indígenas macaguanes que en la actualidad residen en la vereda El Mordisco, tienen una valoración muy negativa de la política de seguridad democrática porque estiman que con la persecución que ha hecho la fuerza pública a las guerrillas, se han visto afectados, pues por temor a ser asesinados en combates o bombardeos, les ha tocado desplazarse de sus resguardos ubicados en las sabanas de Rincón Hondo, donde anteriormente vivían93.
CONCLUSIONES
Este artículo aportó evidencias para sugerir que el fenómeno uribista en Colombia es tan complejo que no es susceptible de explicarse con miradas reduccionistas que asocian sus altas votaciones con variables como la concentración de la propiedad agraria y el paramilitarismo.
En consecuencia, el trabajo probó que las bases de apoyo del uribismo están arraigadas en el 33 % de los municipios del país, y se distribuyen geográficamente en diferentes (sub)regiones como el piedemonte llanero, el Eje Cafetero, el Magdalena medio antioqueño y boyacense, el altiplano cundiboyacense, el piedemonte amazónico-caqueteño, el sur de Tolima y el sur de Huila. Precisamente, dada la heterogeneidad de poblaciones, estructuras económicas e historias de guerra en estas zonas, no es posible encontrar una única explicación al fenómeno.
Por eso, los análisis de cartografía electoral, las asociaciones estadísticas y los resultados del estudio de caso en Arauca, llevan a deducir que el uribismo es más bien una coalición policlasista en el sentido de que diferentes sectores sociales y económicos votan fielmente por el expresidente y sus aliados políticos, por diversas razones. Por un lado, están las élites rurales y los comerciantes de clase media urbana en zonas afectadas por el conflicto armado, quienes fueron incorporados a la oferta de seguridad del Estado durante el mandato de Uribe.
A las élites rurales y los comerciantes de clase media urbana, ciertos repertorios de violencia de la guerrilla -como la extorsión y el secuestro- los afectó gravemente, por lo que la política de seguridad democrática les dio un alivio en términos de no repetición de las victimizaciones vividas antes de la llegada de Uribe al poder94.
Por motivos disímiles, los pobres urbanos95 se sintieron identificados con el uribismo: en primer lugar, porque el exmandatario logró fidelizar electores con estrategias clientelistas como Familias en Acción, pues hubo criterios selectivos de asignación de los subsidios. Ciertamente esa selectividad en la entrega de los recursos públicos fue relevante para conformar un electorado, ya que se privilegió a las madres cabeza de hogar que fueron víctimas de la guerrilla, en especial por hechos relacionados con el homicidio de esposos y el reclutamiento forzado de hijos menores de edad.
En estos casos, el aprovechamiento estratégico de los rencores hacia la guerrilla junto con el clientelismo, dieron réditos electorales en las capas pobres de las ciudades. Esto podría ser una hipótesis alternativa para entender por qué en el modelo estadístico 2 (véase en anexos), se encontró que en los municipios con un índice de NBI superior al promedio nacional, se tendió a sufragar persistentemente por el expresidente Uribe y sus aliados96.
En contraste, la investigación empírica aquí expuesta también permite deducir que los opositores al uribismo se concentran en las zonas fronterizas del país donde hay presencia representativa de minorías étnicas como indígenas y afrodescendientes (La Guajira, el andén pacífico nariñense y la bota caucana)97, y donde se dieron oleadas de colonización campesina por la vía del Incora (región del Sarare y Catatumbo). Ciertamente, en las zonas fronterizas, se desplazó la intensidad del conflicto armado durante la presidencia de Alvaro Uribe.
Sin embargo, quedan todavía muchos temas por examinar. Por ejemplo, ¿por qué en algunas zonas de presencia histórica de la guerrilla, la mayoría de votantes son uribistas como en región
del Ariari, La Macarena y el sur de Tolima mientras que en otras zonas como el Catatumbo, el Bajo Putumayo y el Pacífico caucano, no lo son?
Igualmente, ¿por qué en algunas subregiones que fueron cunas del paramilitarismo como Magdalena Medio antioqueño y boyacense, la provincia de Rionegro en Cundinamarca y los Llanos Orientales ganaron los candidatos uribistas mientras que en otras como Urabá, Bajo Cauca, Montes de María y Nudo del Paramillo, no?
Todas estas inquietudes valdría la pena examinarlas en un trabajo futuro, pues si bien se avanzó en la identificación de las bases de apoyo del uribismo, todavía falta mucho para poder comprender cómo los legados de la guerra incidieron en las votaciones a favor o en contra de esta fuerza política.
Finalmente, es necesario entender los procesos de adhesión de sectores políticos tan heterogéneos a la coalición uribista, pues se ha visto cómo los hijos de los barones electorales de la década de los ochenta (Carlos Holmes Trujillo, Andrés Guerra Serna y María del Rosario Guerra), los hijos de notables bogotanos, cartageneros y payaneses (Miguel Gómez Martínez, Fernando Araújo Rumié y Paloma Valencia)98, y los caciques de los noventa (Luis Alfredo Ramos y Fabio Valencia Cossio); han continuado sus carreras políticas defendiendo las políticas ahora representadas por el partido Centro Democrático. Por tanto, para disponer de una radiografía completa del uribismo, se debería poner el reflector en los orígenes y los desarrollos de esta coalición que reúne a sectores tradicionales y emergentes de la política colombiana.