La década de los sesenta del siglo XX fue de importantes cambios y fascinantes debates para la Iglesia católica a nivel mundial y particularmente para América Latina. El Concilio Vaticano II aceleró un proceso de renovación de la Iglesia para hacer frente a los retos que imponía un mundo en transformación, polarizado por la Guerra Fría. Esto era evidente en América Latina, donde sectores religiosos pretendieron poner el evangelio al servicio de las transformaciones político-económicas que consideraban imperativas. Los historiadores Adolfo Atehortúa y Antonio Echeverry, en el libro que acá se reseña, abordaron este periodo haciendo énfasis en América Latina y en particular en Colombia, pero sin dejar de lado la presentación de unos interesantísimos antecedentes en donde se exponen las inquietudes de algunos sectores católicos en relación con el papel jugado por la dirección de la Iglesia a nivel mundial entre los años 1930 y 1960.
Si bien el libro de Atehortúa y Echeverry no representa una novedad en cuanto a la consulta de fuentes, ya que se basa mayoritariamente en fuentes secundarias, su principal aporte se encuentra en la hipótesis planteada. Para los autores, el Concilio Vaticano II fue un resultado, mas no el motor, de años de búsqueda de cambios que, para la década del sesenta, eran "una necesidad sentida y exigida por la realidad social y cultural de las naciones" (p. 11). En otras palabras, en este periodo se presencia una obligada modernización, materializada en el Concilio, que se venía promoviendo desde años atrás. Para América Latina, esto tuvo un efecto inmediato con el surgimiento de agrupaciones de sacerdotes, obispos y laicos que buscaron, guiados por la fe, transformaciones profundas en sus países.
Por otro lado, a nivel historiográfico, el libro hace una importante contribución en cuanto a su enfoque regional en América Latina. La mayoría de las investigaciones que abordan las transformaciones y conflictos internos vividos por la Iglesia en el periodo se han hecho en el marco de las fronteras nacionales. Y así se evidencia en la bibliografía utilizada por los autores en los que se referencian obras sobre Colombia, Brasil, México, Perú, entre otros. Este enfoque le permite al lector observar algunas diferencias y, sobre todo, coincidencias acerca de lo ocurrido en estos países durante el periodo de estudio.
Asimismo, el libro también se destaca por su síntesis. En los dos primeros capítulos logra trazar unos antecedentes en los que se presentan los principales debates internos de la Iglesia y cuestionamientos de sectores católicos en cuanto a la posición de los papas Pío XI y Pío XII con relación al fascismo. En el tercer apartado los autores explican el desarrollo y debates del Concilio Vaticano II y los principales cambios acaecidos en la Iglesia gracias a este. Y en los dos últimos capítulos el texto se dedica a exponer lo ocurrido en la Iglesia en los años sesenta en América Latina, haciendo un especial énfasis en el caso de Camilo Torres Restrepo y en el grupo Golconda.
Los autores anotan que, en el contexto inmediato de la posguerra, resurgió la Acción Católica en Alemania, la Juventud Obrera Cristiana (JOC) en Francia y Bélgica, y nació el sacerdocio obrero de la mano de Louis-Joseph Lebret. Por su parte, en América Latina surgió a inicios de la década del cincuenta el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) ante la inquietud por la fuerte fragmentación de la Iglesia en la región. En este espacio se comenzaron a expresar cuestionamientos frente a los problemas sociales que aquejaban a nuestras sociedades. De todo lo anterior se concluye que en esta etapa "la iglesia latinoamericana propici[ó] transformaciones que abrían paso a nuevas vivencias en su seno" (p. 64). Esta es otra idea principal en la que hace énfasis el libro: se resalta la importancia del papel de la Iglesia en América Latina para impulsar los cambios que posteriormente se establecieron en el Concilio Vaticano II.
Por otra parte, más que la novedad historiográfica, se resalta la fluidez y claridad desarrollada en los capítulos 4 y 5 en cuanto lo acaecido en América Latina en los años sesenta. Los autores estudian las contradicciones de la Iglesia, expresadas, por un lado, en el poco interés por parte del obispado de países como Argentina, Perú, México y Colombia en asuntos que fueran más allá de los cambios internos de la Iglesia en el marco del Concilio,1 y, por otro, en que los sacerdotes, los laicos y una minoría de obispos comenzaron a desarrollar prácticas que buscaban medios, según ellos, más eficaces para lograr transformaciones profundas a nivel económico, político y social.
En términos generales, la heterogeneidad de la Iglesia se hizo más evidente en el periodo. Unos sectores se mantuvieron en una posición de defensa de lo primordial de la liturgia sobre otras acciones. Frente a esto, la conferencia episcopal colombiana, citada por los autores, expresó que esta práctica era "la acción sagrada por excelencia [...] no igualada por ninguna otra acción de la iglesia" (p. 83). Otros sectores expresaron su preocupación y plantearon soluciones a los problemas sociales apelando a ideas desarrollistas que no cuestionaban la esencia del modo de producción capitalista ni tenían un fuerte compromiso político.2 Y hubo quienes buscaron cambios estructurales en las sociedades latinoamericanas; algunos de ellos, pretendiendo la instauración del socialismo. En estos últimos hace más énfasis el libro.
Para terminar, se debe destacar que este libro tiene un lenguaje atractivo y sencillo, apto para quienes quieran introducirse a la historia de la Iglesia y sus principales debates políticos, económicos y sociales entre los años treinta y los años sesenta del siglo xx en la región. Los autores no se detienen en la minucia, sino que presentan los puntos esenciales de cada uno de los temas que se estudian, dejando a disposición las referencias bibliográficas para quienes deseen profundizar en estos. Sin duda, este tipo de esfuerzo es para aplaudir, ya que acerca la historiografía a sectores más amplios de la sociedad.