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Cuadernos de Geografía: Revista Colombiana de Geografía

versión impresa ISSN 0121-215Xversión On-line ISSN 2256-5442

Cuad. Geogr. Rev. Colomb. Geogr. vol.22 no.1 Bogotá ene./jun. 2013

 

Atisbos de contraurbanización en la Zona Metropolitana Valle de México y en el sistema urbano nacional

Evidências de contraurbanização na Região Metropolitana do Vale do México e no sistema urbano nacional

Evidence of Counter-urbanization in the Metropolitan Zone of the Valley of Mexico and in the National Urban System

María Mercedes Cardoso*
Universidad Nacional del Litoral y Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), Argentina

*Doctora en Geografía de la Universidad de Salamanca (España). Profesora asociada de las cátedras de Geografía Urbana y Geografía Ambiental de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Universidad Nacional del Litoral, Santa Fe (Argentina). Becaria posdoctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas - Conicet, Argentina.
Dirección postal: Janssen 2362. Esperanza, Santa Fe, Argentina. C. P. 3080.
Correo electrónico: mercecardoso@hotmail.com; mcardoso@ucfs.edu.ar

Recibido: 5 de junio del 2012. Aceptado: 10 de agosto del 2012.
Artículo de investigación en el que se analizan las últimas tendencias en los procesos urbanos identificados en el Área Metropolitana Valle de México (escala intraurbana) y en el sistema urbano mexicano (escala interurbana), desde la perspectiva teórica de la contraurbanización, fenómeno muy estudiado en espacios del mundo desarrollado, pero poco probado en el ámbito latinoamericano.


Resumen

Esta investigación contribuye a la fecunda discusión y controversia generadas en torno a los nuevos procesos espaciales y a los evidentes trasvases de población desde áreas de mayor concentración a otras menos concentradas. El objetivo es demostrar empíricamente los atisbos de contraurbanización, a partir de datos demográficos, económicos y de vivienda, en el ámbito mexicano, considerando los dos niveles de análisis: intra e interurbano, a fin de explicar de manera fehaciente las tendencias en la estructura urbana de la Zona Metropolitana del Valle de México y en el sistema urbano del país.

Palabras clave: contraurbanización, crisis urbana, declive urbano, sistema urbano mexicano, Zona Metropolitana Valle de México.


Resumo

Esta pesquisa pretende contribuir para a fecunda discussão e controvérsia em torno de novos processos espaciais e aparentes transferências da população das áreas de maior concentração para outras menos concentradas. O objetivo é demonstrar empiricamente evidências de contraurbanização a partir de dados demográficos, econômicos e de habitação no contexto mexicano. Para isso, foram considerados dois níveis de análise: intra e interurbano, a fim de explicar as tendências na estrutura urbana da Região Metropolitana do Vale do México e no sistema urbano do país.

Palavras-chave: crise urbana, contraurbanização, declínio urbano, sistema urbano do México, Região Metropolitana Vale do México.


Abstract

This research project aims to contribute to the fruitful discussion and controversy regarding the new spatial processes and clear movements of population from areas of higher concentration to those of lower concentration. The objective is to provide empirical evidence of counter-urbanization on the basis of demographic, housing, and economic data in the Mexican context, taking into account both intracity and intercity levels of analysis. Tis makes it possible to explain the trends in the urban structure of the Metropolitan Zone of the Valley of Mexico and in the country's urban system.

Keywords: counter-urbanization, urban crisis, urban decline, Mexican Urban System, Metropolitan Zone of Mexico Valley.


Introducción

Fue coincidente en gran parte de los países del mundo el cambio de tendencias en los procesos urbanos alrededor de 1970. Es entonces cuando algunos autores sitúan el fin de la Era Industrial y el comienzo de la Era Posindustrial. Castells denomina al posindustrialismo como informacionalismo: este "se orienta hacia el desarrollo tecnológico, es decir, hacia la acumulación de conocimientos y hacia grados más elevados de complejidad en el procesamiento de la información" (Castells 1999, 43); además, las actividades secundarias dan paso a las terciarias y cuaternarias, servicios cada vez más complejos y avanzados y creación de tecnología de punta.

La Era Industrial se caracterizó por una urbanización concentrada y por un crecimiento de la población urbana gracias a los flujos de población rural; estuvo relacionada estrechamente con la crisis económica y demográfica de los espacios rurales provocada por la Revolución Agrícola e Industrial. El éxodo rural se debió al exceso de mano de obra en el campo (a causa de la mecanización agraria, entre otros factores) y a la mayor oferta de trabajo en las industrias urbanas. En los últimos años las tendencias han cambiado: se pasa de estados de mayor concentración a estados de menor concentración, hablando en términos demográficos y económicos.

En este trabajo se analizan variables demográficas, económicas y de equipamiento predeterminadas que constituyen indicios concretos de contraurbanización en el territorio mexicano, contribuyendo al polémico debate instaurado en la comunidad científica con respecto a la teoría de la contraurbanización. Carlos Ferrás Sexto (2007) define este proceso como un fenómeno empírico y un concepto caótico, ya que hay autores que están de acuerdo con su contenido y admiten su existencia, pero hay otros que no. Por citar algunos ejemplos representativos de distintos espacios y tiempos, entre los del primer grupo se encuentran: Berry (1976), Cloke (1985), Dematteis y Petsimeris (1989) y Ferrás Sexto (1998a; 2007); particularmente en México: Graizbord (1984), Negrete y Salazar Sánchez (1986), Brambila Paz (1990), Velásquez y Arroyo (1992), Corona y Luque (1992), Delgado (1993) y Graizbord y Mina (1993).

Dentro del segundo grupo, Arroyo (2001) se refiere a la inconcreción conceptual de la contraurbanización, y a las dudas que le suscitan las nuevas relaciones centro-periferia, que parecen cambiar hacia unas relaciones menos jerárquicas y multipolares en el sistema de ciudades español.

Sobrino (2003b, 117) dice que "[...] no se puede hablar de la gestación de una fase de contraurbanización porque los municipios rurales observaron un saldo neto migratorio negativo, es decir, una expulsión neta de población [...]". Entiéndase por municipios rurales aquellos que no contaban con una localidad de al menos 15.000 habitantes en el 2000 y en los que más del 90% de su población económicamente activa –en adelante, PEA– labora en el interior del municipio. Sin embargo, en el mismo artículo, más adelante afirma: "Hay esbozos de contraurbanización con el avance de los municipios rururbanos, más por el lado del aumento poblacional, y menos por la atracción a empresas manufactureras y el desarrollo del sector servicios" (Sobrino 2003b, 121).

Justifica el tratamiento del tema y esta investigación el valor que representa el conocimiento de los sistemas y procesos urbanos y de sus tendencias para orientar la gestión urbana y regional, y los programas e inversiones, tanto públicas como privadas, en la ordenación sustentable del territorio.

Metodología

La contraurbanización surge como una teoría espacial que cuestiona los postulados básicos de otras teorías clásicas, como la del lugar central. Se asocian con ella fenómenos como el declive urbano y el renacimiento rural, ambos incluidos en el macroproceso de crisis urbana por el que se atraviesa actualmente. Los cambios propios de esta crisis se identifican en dos escalas: la intraurbana y la interurbana. A nivel intraurbano se toma como unidad de análisis la Zona Metropolitana Valle de México –en adelante, ZMVM–, localidad tan compleja, integrada por tantos municipios y delegaciones que resulta imprescindible ser exhaustivos en lo que atañe a su conformación y constitución. Para el estudio de su dinámica se analizan, a través de valores absolutos, datos de población desde 1950 hasta 2010: tasas de crecimiento medio anual, proporción de residentes no nativos por municipio, empleo en los distintos sectores de la economía –principalmente secundario y terciario–, evolución del comercio en la vía pública y crecimiento medio anual de la vivienda en los últimos años.

A nivel interurbano se analizan los cambios de tendencia en el sistema urbano nacional, presentándose los valores de la tasa de crecimiento medio anual de la población por localidades correspondientes al periodo 1990-2005 –en el que se manifiesta la preponderancia de las ciudades medias en la dinámica de cambio–, y los principales flujos de migrantes entre entidades federativas (estados mexicanos) –con valores totales según origen y destino– durante los quinquenios 1985-1990, 1995-2000 y 2005-2010, presentados por Consejo Nacional de Población - CONAPO, con base en los Censos Generales de Población y Vivienda de 1990, 2000 y 2010 (Instituto Nacional de Estadística y Geografía –en adelante, INEGI– s.f.b).

Enfoque teórico y referencias conceptuales

La Era Posindustrial o Informacional se destaca por el tipo de urbanización difusa, por la extensión de la ciudad en el espacio y por la difusión de la cultura urbana en los medios rurales. La revolución informacional, con el desarrollo de las innovaciones tecnológicas y de las comunicaciones, favorece el éxodo urbano: movimientos centrífugos de población desde el centro de las grandes ciudades hacia las zonas suburbanas o ciudades menores que provocan los fenómenos de declive urbano y renacimiento rural.

    La urbanización posindustrial se puede definir genéricamente como un fenómeno de cambio social asociado a la difusión de la cultura urbana en el territorio [...] implica la transformación rural al incentivar la diversificación social y económica de aquellas comunidades rurales que reciben inmigrantes procedentes de la ciudad. (Ferrás Sexto 1998a, 18-19)

El fenómeno del éxodo rural, generado por la mecanización del campo y la demanda de trabajadores de la industria urbana, se ve transformado por otro de signo contrario: cada vez más personas abandonan la ciudad para establecerse en espacios rurales tradicionales, atraídos por la mejor calidad de vida que ofrece el campo (tranquilidad, espacios verdes, aire limpio, exento de ruidos, etc.) y huyendo de los vicios y peligros urbanos. Podría denominárselo éxodo urbano. Esta es la tendencia que cobra fuerza en espacios de antigua urbanización, como el europeo, sin embargo, ya en América Latina se observan indicios de ella. A la vez, los habitantes de las zonas rurales ya no se ven obligados a abandonar su lugar de residencia en busca de un empleo, pues estos están a menor distancia; se acortan las distancias por la descentralización y desconcentración de las empresas, y por los desplazamientos cada vez más rápidos y seguros, merced al acceso al automóvil y a los avances en el sistema de transportes.

Se habla de declive urbano en el sentido de la reducción del dinamismo económico y demográfico de las grandes ciudades, fenómeno detectado a partir de los años sesenta, pero intensificado en los años setenta y ochenta. Dicho dinamismo se traslada ahora a las ciudades pequeñas o a áreas rurales, tal como lo evidencia Barrère en Francia: los municipios urbanos de menos de 5.000 habitantes, situados fuera de las zonas de poblamiento industrial y urbano, "[...] son los que después de 1975 han experimentado el crecimiento más alto, esencialmente debido a un saldo migratorio positivo [...]" (Barrère 1988, 74).

Pero esta crisis urbana no afecta a todos los asentamientos y espacios por igual: es más intensa en las primeras ciudades de la jerarquía urbana de los países; el declive es mayor en las regiones de más antigua urbanización, en especial cuando han experimentado una urbanización temprana (Valenzuela 1988, 122). Es un ejemplo muy representativo el caso de Ciudad de México, y en particular el Distrito Federal (D. F.), que hace bastante tiempo expulsa más población de la que atrae. El porcentaje de población urbana que absorbe Ciudad de México ha descendido desde cerca del 40% a poco más de una cuarta parte (27,3%). Esta reducción ha favorecido principalmente a otras metrópolis y a ciudades medias. Semejante situación la vive toda América Latina, que, tras el proceso de urbanización desarrollado hace cinco o seis décadas atrás, comienza a evidenciar un declive urbano directamente asociado con la desindustrialización de los años ochenta del pasado siglo.

Sin embargo, la cultura urbana –las normas, valores, comportamientos y actitudes (Castells 1986, 50-51)– se extiende por todo el territorio. La composición social de la población urbana que se traslada a las áreas rurales (sean áreas remotas o próximas a las ciudades), es variada: personas mayores que buscan un lugar tranquilo y con un ambiente sano; parejas jóvenes con hijos, que necesitan espacios amplios; grupos sociales que buscan formas de vida diferentes, relacionadas con filosofías verdes, la llamada contraurbanización contracultural, e incluso profesionales de distintas especialidades (medicina, educación, administración) que ejercen su profesión en áreas rurales. La penetración del modo de vida urbano en el espacio rural origina una nueva concepción de la explotación agrícola. La noción de explotación ha sido sustituida por la de empresa, gracias a la implementación de la economía de gestión: "[...] esta actividad ha sido necesaria por la importancia del endeudamiento para la modernización del equipo, por la carga financiera de las tierras que se han arrendado para ampliar la explotación [...]" (Barrère 1988, 65). La actividad primaria utiliza servicios cada vez más complejos y especializados para lograr una mayor rentabilidad y productividad.

La crisis urbana es un fenómeno más amplio en el cual se incluyen el declive urbano, el renacimiento rural y la contraurbanización. Manuel Ferrer define a la crisis urbana como una "regresión ambiental y social en sus múltiples manifestaciones" (Ferrer 1988, 101), y para su análisis exhaustivo reconoce tres planos que forman un continuum: 1) el nivel intraurbano, es decir, en el interior de las ciudades, donde se da un empobrecimiento y una reducción de la complejidad de funciones debido a que diversos sectores se especializan; se produce el aislamiento y la segregación consecuente; 2) el nivel interurbano, es decir, en el sistema urbano, donde se produce la descentralización y desconcentración de población desde asentamientos mayores a menores en la jerarquía, con efectos positivos y negativos, y 3) el nivel regional, en el que se da un "[...] predominio de unas regiones sobre otras, por vía de acumulación de poder (económico, público) y de funciones (desarrollo, capital, innovaciones, etc.) [...]" (Ferrer 1988, 106), distinguiéndose así las regiones centro de las regiones periféricas. No obstante, el factor causante de esa acumulación ha cambiado con el comienzo de la Era Informacional: antes era el desarrollo industrial, ahora es el sector terciario y cuaternario, favorecido por la flexibilidad espacial para las nuevas tecnologías, las economías de localización ambiental (sunbelt), la penetración de tecnologías en medios rurales y el desarrollo de la iniciativa local o modelo endógeno.

Carlos Ferrás Sexto define a la contraurbanización como "[...] el proceso de movimiento desconcentrado de personas y actividades económicas desde las áreas urbanas hacia las rurales. Implica la aceleración de la desconcentración en las áreas urbanas y el consiguiente crecimiento en determinadas áreas rurales de los países desarrollados [...]" (Ferrás Sexto 1998b, 607). Brian Berry incorpora en su concepto el componente interurbano:

    [Contraurbanización es] el proceso de movimiento de personas e industrias desde las áreas urbanas a las rurales. Este concepto aparece en los '70 en los Estados Unidos y su uso es frecuente en el ámbito cultural anglosajón; surge para dar nombre a un proceso contrario al de la urbanización, es decir, frente al proceso clásico de urbanización que conllevaba movimientos centrípetos de población y flujos económicos hacia las principales ciudades y grandes áreas metropolitanas, comienza a despuntar un proceso de sentido contrario, de movimientos centrífugos desde las grandes ciudades hacia los pequeños asentamientos urbanos y rurales [...]. (Berry 1976, 32)

Algunos autores prefieren referirse a contraurbanización cuando se aborda a la ciudad como un punto (escala interurbana), y a rurbanización cuando se trata a la ciudad como un área (escala intraurbana) (Sobrino 2003b).

Los siguientes apartados se dedicaran a presentar los indicios más destacados que permitan demostrar la tendencia a la contraurbanización en el territorio mexicano.

La contraurbanización en la Zona Metropolitana Valle de México

En América Latina "el verdadero proceso de metropolización se da en la década del '50" (Geraiges de Lemos 1990, 99), no obstante, México es uno de los precursores1. Los procesos de industrialización, urbanización y metropolización se dan al mismo tiempo2, contemporaneidad que les imprime un carácter acelerado, con repercusiones negativas. "La expansión metropolitana comienza con los grandes fraccionamientos de las áreas periféricas para la autoconstrucción de sus habitantes, localizando formas específicas de vivir que trae una nueva problemática [...]" (Geraiges de Lemos 1990, 100). Para el caso de la ZMVM, aceleró el proceso de expansión metropolitana en el territorio la creación de fraccionamientos industriales y habitacionales desde los años cuarenta del siglo pasado, promovida por el gobierno del estado de México en respuesta al gran dinamismo económico que centralizaba sus actividades en la capital del país y al alarmante crecimiento demográfico alimentado, principalmente, por la inmigración.

"La conformación de una zona metropolitana ocurre cuando una ciudad, independientemente de su tamaño, rebasa su límite territorial político administrativo para conformar un área urbana ubicada en dos o más municipios" (Sobrino 2003a, 461). En el ámbito gubernamental, en México, se retoma el concepto de 'zona metropolitana' acuñado en 1976 por Unikel, Ruiz Chiapetto y Garza, quienes la definen como:

    [...] la extensión territorial que incluye a la unidad político-administrativa que contiene la ciudad central, y las unidades político-administrativas contiguas a ésta que tienen características urbanas, tales como sitios de trabajo o lugares de residencia de trabajadores dedicados a actividades no agrícolas y que mantienen una interrelación socioeconómica directa, constante e intensa con la ciudad central, y viceversa [...]. (Unikel, Ruiz Chiapetto y Garza 1976, 118)

Cabe aquí responder lo siguiente: ¿cómo se compone la hoy llamada ZMVM, y desde cuándo se considera como tal? La Ciudad de México pasa a ser Zona Metropolitana de la Ciudad de México entre 1940 y 1950, cuando se superan los límites político-administrativos del D. F.; desde fines de la década de los años noventa se le comienza a denominar ZMVM, como consecuencia del creciente número de municipios que se han conurbado (Esquivel Hernández, René y Ponce y Flores 2006).

Hoy la ZMVM se compone de 59 municipios: 1 correspondiente al estado de Hidalgo, y los demás al estado de México, junto con 16 delegaciones del D. F. Es decir, que en una extensión de poco más de 140.000 ha, se reúnen 75 municipios y delegaciones de tres entidades federativas diferentes. El D. F., que desde 1997 tiene su propio jefe de gobierno, contiene a la Ciudad Central, formada por 4 delegaciones (Cuauhtémoc, Benito Juárez, Miguel Hidalgo y Venustiano Carranza), sitio de la refundación de la ciudad por parte de los españoles y núcleo urbano de la ciudad prehispánica azteca. Para 2005 contaba con 19.239.910 habitantes en 7.854 km2, con una densidad de 166 habitantes/ha. Según el último censo, en 2010 llegaba a los 19.745.226 habitantes (INEGI s.f.b).

La ZMVM, en las últimas décadas evidencia una significativa reducción en su ritmo de crecimiento pasando de una tasa de crecimiento medio anual de 3,65% entre 1970 y 1980, a 1,92% entre 1980 y 1990, a 1,5% entre 1990 y 2000, y a 0,50% entre 2000 y 2010. La tabla 1 presenta la evolución de las últimas décadas.

No obstante, la mancha urbana continúa expandiéndose en el territorio incorporando municipios, pero sobre todo, pueblos o antiguo espacio rural: en 1990 ocupaba alrededor de 111.000 ha y en el 2000 unas 140.000 ha.

Las evidencias de los procesos de contraurbanización a nivel intrametropolitano se estructuran a partir de las siguientes variables consideradas: crecimiento medio anual de la población, proporción de residentes no nativos por municipio –indicador de las migraciones dentro de la metrópoli–, empleo en los distintos sectores de la economía –principalmente secundario y terciario–, evolución del comercio en la vía pública y crecimiento medio anual de la vivienda.

Atisbos de contraurbanización en las variables demográficas seleccionadas

Como se observa en las tablas 2 y 3, la ZMVM, en todos los periodos, tiene un crecimiento sostenido de la población, reduciéndose considerablemente en la última década; mientras que la Ciudad Central presenta una evolución fluctuante, aunque entre 1980 y 2000 perdió efectivos demográficos para recuperarlos levemente en el 2010. (Entre 1990 y 2000 pierde 268.789 habitantes, para recuperar, entre 2000 y 2010, 22.736 habitantes). Al igual que la ZMVM, los municipios conurbados siempre crecen en población, aunque a menor ritmo que las décadas pasadas.

Dentro de los tipos de poblamiento que concentran la mayor dinámica expansiva destacan las colonias populares, definidas por el Observatorio Urbano de la Ciudad de México –en adelante, OCIM– como asentamientos producidos por diversas modalidades de poblamiento popular, en condiciones regulares e irregulares de tenencia de la tierra, en los que predomina la función habitacional, con una densidad urbana promedio de 154 hab/ha; allí se concentra el mayor volumen poblacional: representaba el 62% (Universidad Autónoma Metropolitana 2006) de la población urbana de la ZMVM en 1990 y 2000, con una tendencia a perder peso relativo debido a la relevancia de las compañías constructoras, que favorecen a los conjuntos habitacionales.

Pero para los fines de este trabajo resulta significativo el comportamiento de los llamados pueblos conurbados, definidos por el OCIM como pueblos desarrollados en el pasado, separados del espacio urbanizado de la ciudad pero ligados por vías que los han comunicado con ella, y que en los últimos 20 años fueron incorporados al ejido urbano a través del relleno de espacios intersticiales; en ellos predomina el uso habitacional, las funciones administrativas y comerciales ocupan el espacio central del asentamiento, aunque en algunos aún persisten actividades agrícolas. La densidad habitacional es baja, menos de 60 hab/ha, sus lotes son irregulares y de gran tamaño, de ahí su carácter disperso. Después de las colonias populares, son los pueblos conurbados los que presentan mayor crecimiento, tanto demográfico como de viviendas: en 1990 representaban el 9% de la población urbana de la ZMVM, y en 2000 ascendió al 12%, es decir que en 10 años se agregaron casi 900.000 habitantes (Esquivel Hernández, René y Ponce y Flores 2006, 33) (en las colonias populares, durante el mismo periodo, se suman 1.783.048 habitantes). En este proceso se incorporan municipios cada vez más alejados y con gran peso de población rural; "[...] la dinámica demográfica de varias localidades rurales les permite alcanzar el tamaño para ser consideradas urbanas [...]" (Esquivel Hernández, René y Ponce y Flores 2006, 32). La desregulación del mercado del suelo ejidal, gracias a los cambios en materia jurídica urbana y agraria, contribuyó con esta tendencia. En general, se trata de familias jóvenes, con hijos pequeños, que encuentran en los pueblos conurbados facilidades para adquirir vivienda a precios más asequibles, pero teniendo que someterse a recorrer largas distancias para acudir a su trabajo.

La contraparte la representa el comportamiento del centro histórico, desde donde parten los flujos migratorios hacia esos pueblos conurbados, en un sentido centrífugo, de población, viviendas y actividades económicas. El centro histórico de Ciudad de México reunía el 1% de la población urbana de la ZMVM entre 1990 y 2000; entre esos años perdió 29.950 habitantes. En correspondencia con la teoría de la contraurbanización, este es el dato que demuestra el traslado de población desde las zonas centrales (centro histórico) hacia el espacio rural (pueblos conurbados), que se va transformando en nuevo espacio urbano, o urbanizado, a medida que se incorporan a las funciones tradicionales agrícolas, las habitacionales, comerciales y administrativas. La disminución, en términos absolutos, de la población del centro histórico (entre 1980 y 2000) y, en términos relativos, de toda la ZMVM, junto al exponencial crecimiento de los pueblos conurbados –incorporando espacio rural a la metrópoli– son evidencias claras de contraurbanización.

Otro dato empírico que soporta esta afirmación proviene del "Censo general de población y viviendas de 1990", que registró que el 59% del total de los residentes no nativos de los municipios conurbados provenían del D. F. (INEGI s.f.b).

Atisbos de contraurbanización en las variables económicas seleccionadas

En las últimas décadas se observa una descentralización de las actividades económicas. En el D. F. la función residencial está perdiendo peso a expensas de la expansión de un sector terciario dinámico y avanzado al que llaman terciario superior, y que hace referencia a actividades financieras, bancarias y demás asociadas al mercado global. La crisis de los años ochenta marcó un giro en la vocación de la capital mexicana; el nuevo patrón de localización industrial en el norte del país – por la presencia de la maquiladora–, sumado a la política de desconcentración industrial en la región centro, significó una pérdida en el PIB industrial del D. F. de -0,8% (INEGI s.f.a) anual entre 1980 y 1985.

Este fenómeno de terciarización del D. F. y de la ZMCM en general no solo implica virajes hacia los servicios superespecializados, sino que incluye transformaciones en los pequeños comercios de cuentapropistas y en una amplia gama de actividades informales. Desde los años ochenta la evolución del comercio en la vía pública ha señalado una clara propensión a la descentralización, desde delegaciones céntricas –como Cuauhtémoc y Venustiano Carranza– hacia las periféricas, en correspondencia con su propia dinámica económica y de crecimiento demográfico (Méndez Bahena 2006, 89); otro indicio de contraurbanización a nivel económico.

Entre 1988 y 1998 el comercio en la vía pública en el D. F. tuvo un comportamiento fluctuante, en valores absolutos, incrementándose apenas en 0,16% durante esos 10 años. Entre 1988 y 1993 se redujo considerablemente debido a un programa del Gobierno, que construyó 28 plazas de comercio popular; sin embargo, en 1995 el efecto de dichas plazas se difuminó, pues volvió a incrementarse esta variable. Los datos de la tabla 4 ponen en evidencia el comportamiento del comercio en la vía pública en las delegaciones de la Ciudad Central con mayor cantidad de puestos: se observa una reducción a causa de la saturación de los espacios en los que se puede desarrollar.

El intervencionismo estatal en materia de desarrollo urbano durante los años setenta y parte de los ochenta del siglo pasado, y el proceso de reestructuración de la planta industrial, a partir de los ochenta, tuvieron considerables repercusiones en el sentido de los trasvases de población intrametropolitana. Esto se evidencia en el comportamiento de los indicadores de empleo industrial y en el ritmo de producción de viviendas. Como resultado, el "Censo general de población y viviendas de 1990" señala que en el D. F. el 68% de la PEA se ocupa en el sector terciario y el 39% en el secundario (INEGI s.f.b). Estos son los datos que sustentan el proceso de terciarización del D. F. y su especialización en los servicios de "nivel superior" (tabla 5).

Tultepec y Tultitlán son municipios que han cobrado relevancia como áreas de expansión industrial, registrando altos valores de crecimiento de empleo industrial y de crecimiento demográfico, muy por encima de la media propia de los municipios conurbados.

Atisbos de contraurbanización en la variable de equipamiento seleccionada (vivienda)

Tultepec, municipio ubicado al norte del D. F. dentro de la zona de expansión industrial, alcanzó el segundo valor más alto en la tasa de crecimiento medio anual de viviendas entre 1990 y 1995, con el 12,4% (mientras que la del D. F. fue de 2,4%).

Un estudio de Cruz Rodríguez y Duhau López (2001) concluye que es el bajo costo de los terrenos el principal factor que atrae a la población, que luego se puede insertar en el dinámico mercado laboral local. Las colonias populares en formación en municipios como Tultepec responden a una movilidad residencial intrametropolitana, orientada a cubrir las necesidades habitacionales de las nuevas familias, formadas en el propio municipio o en municipios aledaños (el 58% son familias jóvenes con hijos pequeños). En este proceso, el D. F. actuaría como área de expulsión y los municipios conurbados como áreas de recepción (Cruz Rodríguez y Duhau López 2001, 127), tal como se deja entrever en los datos de la tabla 6.

La Contraurbanización en el sistema urbano mexicano

    La evolución demográfica de la Ciudad de México ha permitido establecer dos grandes fases en el ciclo de desarrollo urbano nacional a lo largo del siglo XX: I) de concentración o primacía, de 1900 a 1960, en donde la tasa de crecimiento de dicha metrópoli fue superior a la total y a la urbana del país; y II) de la polarización regresiva, desde 1960 y caracterizada por su menor ritmo de crecimiento demográfico respecto al resto del sistema urbano nacional (1960-1980) y del resto del país en su conjunto (1980 a la fecha). (Sobrino 2003a, 479)

Es en la segunda etapa donde se sitúan los procesos de contraurbanización a nivel interurbano que tienden a redistribuir a la población entre diferentes asentamientos, con predilección en los de tamaño medio, en detrimento de la ciudad primada; por ello, sus repercusiones en la jerarquía urbana nacional son favorables, puesto que reduce el peso relativo de la primera aglomeración, frenando los movimientos concentradores que dominaron la primera etapa.

Representa un indicio de cambio y diversificación en el patrón de asentamiento el surgimiento de nuevas ciudades y metrópolis en la segunda mitad del siglo pasado: en 1950 existían solo 5 conurbaciones, y en el 2000 se contabilizan 48:

    En 2000 la Ciudad de México concentró el 18,6% de la población del país y su ritmo de crecimiento fue inferior que el total nacional; por otro lado, desde 1980, paulatinamente fue perdiendo participación en su contribución económica, pero en 1998 aun representó 32,5% del producto interno bruto nacional, es decir, casi un tercera parte. (Sobrino 2003a, 490)

Entre 1990 y 2005 las ciudades que mayor crecimiento poblacional detentaron fueron las que se especializan en la función turística; las que, desde la firma del Tratado de Libre Comercio con América del Norte, se favorecieron con la instalación de la industria maquiladora, y otras con funciones variadas (residencial, industrial, comercial y de servicios superiores) beneficiadas de la desconcentración de flujos provenientes de la Ciudad de México; estos tres grupos crecieron a tasas superiores al 3% medio anual.

Las del primer grupo, dedicadas al turismo, están representadas por la Zona Metropolitana de Cancún, con una tasa de crecimiento medio anual de 7,6% (es decir que se incorporan 26.600 personas por año), la más alta del país, y por Puerto Vallarta, con una tasa de 4,6% (10.200 personas más por año) (INEGI s.f. b-c).

Las del segundo grupo, ciudades de la frontera norte de México, son verdaderos centros que han sido atractores de grandes flujos de población durante los últimos 15 años, debido a la significativa demanda de mano de obra para las industrias maquiladoras y para otras actividades generadas por dicho movimiento económico. Entre ellas, Tijuana, que cuenta con 4,5% en su tasa de crecimiento medio anual; Reynosa-Río Bravo, con 3,4%; Ciudad Juárez, con 3,2%, y Nuevo Laredo, con 3,1% (les siguen, con poco menos de 3%, Matamoros y Piedras Negras, con 2,7 y 2,5%, respectivamente).

Las del tercer grupo pertenecen a la región centro y centro-norte de México; su exponencial crecimiento responde a la desconcentración y descentralización demográfica y económica de la ZMVM, dinámica absorbida por las metrópolis más cercanas, como Querétaro, con una tasa de crecimiento medio anual de 3,3%; Pachuca, con 3%; Toluca, con 2,8%; Tlaxcala, con 2,7%, y Cuernavaca, con 2,5%. Esta redistribución territorial es expresión del cambio en la especialización económica de algunas ciudades: las vinculadas con la inversión extranjera y con los servicios de exportación ganaron a costa de la menor dinámica de las de industrialización tradicional.

El patrón de asentamiento de la industria maquiladora, aprovechando ventajas de localización, ha beneficiado, a su vez, a ciudades medias, incluso a núcleos poblacionales de carácter rural. Destacan, a su vez, capitales de estado que, además de concentrar las funciones administrativas, han diversificado sus actividades económicas, ofreciendo mejores y mayores condiciones de empleo: Tuxtla Gutiérrez, con 3,4% de crecimiento medio anual; Oaxaca, con 2,7%; Colima, con 2,7%; Villahermosa y Aguascalientes con 2,5%; San Luis Potosí, con 2,4%, y Mérida y Chihuahua, con 2,3%.

La tabla 7 sintetiza los datos relativos a los flujos migratorios interestatales. Durante los tres periodos considerados, se observa una leve fuctuación en el valor total de migrantes para todo el territorio mexicano (desciende de 1985-1990 a 1995-2000, para luego ascender de 1995-2000 a 2005-2010), mientras que los 32 primeros lugares perdieron migrantes en valores absolutos y relativos, lo cual significa una mayor diversificación de orígenes y destinos, hecho que condice con la mecánica del paso de estados de mayor concentración a otros de menor concentración en este sistema urbano nacional.

Analizando los datos con mayor detalle, se destaca que solo tres entidades fueron el principal punto de llegada de la mitad de los emigrantes de las entidades restantes: el estado de México, Jalisco y Baja California. El flujo hacia el estado de México provino principalmente del D. F., y, comparado con los restantes, es el de mayor volumen, el cual alcanzó un máximo de 778.835 personas en el primer quinquenio de observación. Desde la perspectiva del lugar de origen, se observa que el D. F., durante el periodo 1985-1990, fue la entidad que aportó más emigrantes a las entidades restantes, ya que estos constituyeron la mayor proporción de los inmigrantes en 11 de las 32 entidades del país: un total de 1.119.727 personas, de las cuales, el flujo más cuantioso fue el que se localizó en el estado de México. Sin embargo, esta tendencia perdió peso, ya que se evidencia una caída en la primacía de los flujos provenientes del D. F. hacia el resto del país, desde la perspectiva del origen y la aparición de nuevos destinos distintos a las tres mencionados líneas arriba, como por ejemplo Nayarit.

Conclusiones

El declive urbano, caracterizado por la reducción del dinamismo demográfico y económico de las grandes ciudades, en México afecta a la ZMVM y a su ciudad central, comprendida por las cuatro delegaciones: Cuauhtémoc, Benito Juárez, Miguel Hidalgo y Venustiano Carranza. Así lo demuestran las variables demográficas, económicas y de equipamientos analizadas.

En Francia, se descubrió que, desde 1975, eran los municipios de menos de 5.000 habitantes los que más crecían. En la ZMVM se presenta la evidencia de que son los pueblos conurbados, de baja densidad, que hace 20 años se consideraban rurales y en los que aún se desarrollan actividades agrícolas, los que más crecen, después de las colonias populares. En 10 años se incorporaron 900.000 habitantes a los pueblos conurbados.

La contraurbanización a nivel intraurbano está representada por los movimientos de población y actividades económicas desde las áreas urbanas hacia las rurales. En este estudio se analizaron los indicios para el caso de la ZMVM, en la que se observan flujos que van desde dichas delegaciones centrales del D. F. hacia los pueblos conurbanos, antiguos espacios rurales que hoy se están integrando a la inmensa mancha urbana. La ciudad capital no es la única que vive este proceso, las ciudades mayores de la jerarquía la acompañan: Guadalajara y Monterrey.

Estos trasvases de población se explican tanto por las reestructuraciones económicas, por los cambios en el modelo productivo y por el impacto de nuevas políticas urbanas y/o regionales que se plasman en transformaciones en las funciones urbanas, como por los cambios en las preferencias y necesidades de los habitantes: las familias jóvenes encuentran en los pueblos conurbados facilidades o precios más asequibles para adquirir su vivienda y, en casos como el del municipio de Tultepec, empleo en actividades que sufrieron el proceso de descentralización, como la industrial.

El sistema urbano mexicano ha modificado su dinámica de crecimiento a partir de 1960, cuando inauguró la fase denominada polarización regresiva, en la que dejó de ser la ZMVM el principal polo de concentración demográfica y económica, en favor de las metrópolis regionales, especialmente las costeras, fronterizas y algunas de la región centro. Entre 1985 y 1990 el D. F. expulsó la mayor cantidad de personas que se trasladaron al estado de México y a 10 estados más; sin bien ese ritmo de "expulsión" se está desacelerando, una de las zonas metropolitanas más pobladas del planeta está perdiendo el peso que otrora la destacaba. A nivel interurbano, los procesos de contraurbanización tienen repercusiones territoriales benéficas, pues tienden a contribuir al reequilibrio en la jerarquía urbana nacional primada.


Pie de página

1"El proceso de metropolización en México inició en la década de los cuarenta, con la conurbación entre la delegación Miguel Hidalgo en el Distrito Federal y el municipio de Naucalpan en el estado de México, inducida por la construcción de Ciudad Satélite" (Secretaría de Desarrollo Social, Consejo Nacional de Población e Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática 2007, 9).
2Juan A. Roccatagliata afirma: "En la Argentina, la urbanización, la metropolización, y la industrialización han sido procesos recíprocos espaciales" (1992, 332). Pensamos que este fenómeno es compartido por todos los países latinoamericanos.

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