Introducción
El presente artículo surge de la investigación "Construyendo Paisajes Posmineros: la transformación del territorio después de la minería", desarrollada como trabajo de grado en la maestría en Hábitat de la Universidad Nacional de Colombia, que busca responder inquietudes sobre el futuro de las áreas de explotación minera localizadas en el perímetro urbano del sur de Bogotá ante su eventual cierre. Como respuesta, el proceso investigativo aporta una propuesta conceptual sobre la construcción de paisajes posmineros desde la idea de "habitar los paisajes", así como una ruta metodológica que, de cierta manera, recoge diferentes etapas de la investigación. Una de las etapas más importantes es el acercamiento a dos realidades definidas por aspectos contextuales radicalmente diferentes (Potosí e IBA-Lausitz), desde cuya lectura crítica se logran aportes valiosos para la investigación.
Minería en Bogotá
La minería de materiales de construcción realizada actualmente dentro del perímetro urbano de Bogotá constituye solo un momento de una historia persistente que ha venido adaptándose al continuo cambio y expansión de la ciudad, manteniendo, desde que fuera iniciada en las primeras décadas del siglo XX, la tendencia a localizarse en sus áreas periurbanas. Es allí, especialmente en el borde sur de la ciudad, donde precisamente las últimas cinco o seis décadas se ha forjado una fuerte vocación minera, apoyada en la consolidación de la minería como una de las principales actividades económicas de la zona y también en el establecimiento de un marco normativo, a través del cual fueron determinadas las zonas compatibles para la explotación de materiales de construcción en Bogotá4 y la creación de los Parques Minero-Industriales5, donde hoy se localizan las minas a cielo abierto más grandes de la capital entre las localidades de Tunjuelito, Usme y Ciudad Bolívar.
El inadecuado manejo de la actividad minera en el borde sur de la ciudad6 ha generado daños ambientales que incluyen contaminación de fuentes hídricas, cambios en las características de los suelos y efectos adversos en la salud humana por exposición al aire contaminado. Esta situación no solo está privando a los habitantes de las zonas aledañas a las minas, en Usme y Ciudad Bolívar, del derecho a tener un medio ambiente sano (consagrado en la constitución colombiana), sino que también representa una amenaza para el paisaje natural y el patrimonio paisajístico de otros tantos ciudadanos, dada su posición ambientalmente estratégica y su vasta oferta de recursos naturales, que le permiten a esta zona ser proveedora para la ciudad de servicios esenciales de soporte vital como el suministro de agua y la producción de alimentos.
Tanto los impactos ambientales como sociales asociados a la minería son palpables en este sector de la ciudad, sumado a ello su carácter ambivalente como territorio de borde (urbano-rural) ha propiciado que sea frecuentemente asumido desde la política pública como una frontera donde comienza la ruralidad. Posiblemente debido a dicha circunstancia, ha sido desatendido por años en términos de un planeamiento territorial, de presencia institucional y de acción adecuada del gobierno local, lo que ha facilitado acciones de alto impacto ambiental y la perpetuación de la acentuada segregación socioespacial históricamente presente allí. Estas circunstancias se aproximan bastante a la definición de "in-justicia espacial" como "el lugar donde se niega la inclusión y la apropiación del territorio" (Borja 2016) y donde se ponen de manifiesto múltiples injusticias sociales y ambientales, así como la "negación de los atributos de ciudadanía" (Borja 2016), lo que en este caso se manifiesta en el poco interés por armonizar la actividad minera con el derecho a la ciudad que tienen los habitantes de este territorio.
En un intento por controlar el desarrollo de las actividades extractivas que tienen lugar en Bogotá y las afectaciones asociadas a las mismas, en el 2013 se incluyó en el decreto 364, que buscaba modificar de manera excepcional el Plan de Ordenamiento Territorial de la ciudad, una propuesta para realizar el cierre progresivo de la actividad minera en el suelo urbano, la cual comprendía el establecimiento de escenarios de transición para las actuales áreas de explotación, especialmente para los Parques Minero-Industriales localizados en el borde sur de la ciudad, categorizadas allí como zonas de transición y recuperación morfológica, paisajística y/o ambiental7. Dicho decreto fue suspendido a inicios de 2014 (apenas ocho meses después de su expedición), de manera que, para el momento en que se inició la investigación, este ya había perdido vigencia. Sin embargo, este suceso fue la motivación principal para iniciar la indagación sobre lo que se denominó paisaje posminero, con la que se buscaba responder la inquietud frente a lo que podría pasar en las áreas de explotación minera localizadas al sur de la ciudad ante su eventual cierre, tomando como estudio de caso las minas a cielo abierto que colindan con el barrio Potosí, ubicado en la localidad de Ciudad Bolívar (Figura 1). La indagación implicó el acercamiento a visiones emergentes de posminería que desde diferentes ámbitos se plantean en el nivel local, en particular aquellas relacionadas con el área de estudio. Así mismo, constituyó una oportunidad para aproximarse a experiencias de posminería en el contexto internacional como el caso del redesarrollo urbano y paisajístico realizado por la IBA-Lausitz en una antigua zona minera de Alemania (Figura 2). El encuentro con tales visiones puso de relieve que la manera particular en que cada una es gestada y expresada responde a aspectos contextuales específicos desde cuyo análisis crítico se buscó nutrir el abordaje de los paisajes posmineros.
Fuente: modificado de Heredia 2018, 26 y 27. Nota: el barrio Las vegas de Potosí, o simplemente Potosí como es conocido por sus habitantes, pertenece a la UPZ 70 - Jerusalén de la localidad de Ciudad Bolívar. Los orígenes de este barrio se remontan a 1982; catorce años después (1996) se dio el inicio de la actividad minera en sus terrenos colindantes, por parte de la empresa Canteras Unidas La Esmeralda, a la que le fue otorgado el título minero en 1995 por un periodo de treinta años.
Fuente: modificado de Heredia 2018, 31. Nota: el proyecto IBA Fürst-Pückler-Land 2000-2010 es un proceso emprendido a inicios de los noventa en preparación de la Internationalle Bauausstellung - IBA o Exposición Internacional de la Construcción que tendría lugar en Alemania en 2010. Este proceso se generó en el marco de la profunda reestructuración (estructural, económica y social) que siguió al proceso de unificación de dicho país. Con el apoyo del Estado alemán, la IBA promovió y desarrolló el proyecto de recuperación paisajística de la antigua región minera de Lausitz a través del fortalecimiento del desarrollo regional impulsando temas como la recuperación del patrimonio industrial, el redesarrollo urbano y el rediseño paisajístico
Sobre la base conceptual propuesta desde las convergencias teórico-metodológicas de los conceptos de paisaje y de hábitat (paisaje habitado) y tras el desarrollo de la Ruta Metodológica para su construcción, los paisajes posmineros han llegado a entenderse en este trabajo como proyectos de construcción colectiva y ampliada con la potencialidad de orientar el futuro y la transformación de los territorios donde las actividades mineras han sido o vayan a ser suspendidas.
Enfoque teórico
Paisaje habitado: seis categorías en las que se establecen puentes conceptuales entre paisaje y hábitat
La palabra paisaje se empleó en la investigación para aludir a ciertas características de los entornos urbanos donde se realizan actividades extractivas. El paisaje, en este caso, señala hacia dónde se está dirigiendo la mirada, la cual parte del registro visual de las condiciones físicas del espacio para dar luego paso al deseo de indagar también en los aspectos contextuales que determinan su configuración. Así pues, la aproximación al paisaje no se entiende como una suerte de "telón de fondo" donde la vida acontece o como una imagen estática a la que podemos mirar de la misma manera en que contemplamos una pintura (mirada pasiva), sino más bien como la mirada que plantea el "paisaje de nuestro habitar"8 (Ingold 2002, 202), la cual no se dirige hacia, sino alrededor de9 (Ingold 2002). Estamos hablando, entonces, de una mirada activa que da cuenta del mundo vivido de quien la registra, más que como mero observador, como parte constitutiva del mismo. En ese sentido, el acto de mirar (de pensar sobre el paisaje) está acompañado del deseo de acercarse al lugar; de desplazarse y conocerlo, y con él a sus habitantes y la forma en que miran desde adentro lo que sucede a su alrededor; en últimas, de tener la posibilidad de, parafraseando a Lynch (1992): verlo, sentirlo bajo los pies, escucharlo y, de esta manera, vivirlo.
Por otra parte, el hábitat, tan frecuentemente asimilado al concepto de vivienda o reducido al de contenedor físico (Echeverría 2009) y en algunos casos considerado "algo objetivo y estático", para cuyo estudio es necesario separarlo "de otras cosas y del observador mismo para reproducirlo en una identidad simple y sustancial" (Sánchez 2009, 118), es retomado aquí en su carácter amplio y dinámico, multidimensional y multirrelacional, cuya aproximación implica la "indagación por la producción de relaciones cotidianas, sociales, políticas, económicas, culturales, materiales y bióticas que permiten, o inhiben, el desenvolvimiento del ser a propósito de la realización y del ejercicio de su habitar en el tiempo y el espacio" (Echeverría 2009, 25).
La perspectiva del paisaje de nuestro habitar (Ingold 2002) habla de la manera en que somos/estamos en el mundo y en que seleccionamos un punto de vista para mirar lo que nos rodea, es decir, la manera en que construimos nuestra realidad. Esta perspectiva constituyó el punto de partida para proponer el Paisaje Habitado (Heredia 2018) como una manera de establecer un puente conceptual que vinculara al paisaje y el hábitat, conectado estrechamente a su vez, en tanto "sustantivo (pasivo) que soporta al verbo", a la acción del habitar (Leff 1998, 283).
El paisaje habitado es una interpretación que señala confluencias conceptuales de las miradas del paisaje y el hábitat, donde se pretende establecer un terreno común a partir de seis categorías: a) promiscuidad, b) proceso, c) cuerpo cognoscente y sintiente, d) multiescalaridad, e) habitantes y f) percepción: incorporación de la realidad sensible. Estas categorías se interconectan e incluso se traslapan y, a la manera de un rizoma (Deleuze y Guattari 2004), no obedecen a un orden jerárquico específico, ni señalan un punto de partida o de llegada (Heredia 2018); ellas responden a la complejidad propia de una realidad cambiante (Figura 3).
La categoría promiscuidad se basa en un adjetivo referido por Christopher Tilley y Kate Cameron (2017) para hablar de las diferentes perspectivas teóricas y metodológicas, así como los diversos valores e intereses que entrecruzan la noción de paisaje. Para ellos, es la ambigüedad derivada de interpretaciones diversas y el "carácter rizomático del paisaje", lo que hace interesante el estudio de este tema. El campo conceptual del hábitat se mueve así mismo "en un espacio compartido y fronterizo entre varias disciplinas" (Echeverría 2009, 17) el cual no es solo mencionado en múltiples estudios que adoptan el término, sino que es también "utilizado recurrentemente en discursos académicos, políticos y sociales" (Echeverría 2009, 19), aunque frecuentemente no se lo problematice. De manera similar, Hirsch y O'Hanlon señalan que el paisaje "a pesar de su ubicuidad, ha permanecido en gran medida sin ser problematizado"10 (1995, 23).
Lo que sucede en ambos casos no es necesariamente el reflejo de una carencia (conceptual y teórica), sino de la inexistencia de un abordaje único o "correcto" de ambos campos, cuya elasticidad conceptual constituye más bien una ventaja.
El paisaje habitado parte de la noción de paisaje como proceso aportada por Hirsch y O'Hanlon (1995), quienes señalan enfaticamente que su representación como un objeto estático y atemporal, como en una pintura, es una versión de paisaje que no corresponderá nunca a su verdadera esencia, ya que solo responde a uno de sus aspectos constituyentes; lo que llaman fondo.11
En forma similar, Ingold (2002) ve en esa manera de entender el paisaje como algo estático (o de "mirar hacia"), una expresión de la representación de la experiencia del habitar, que no es de ninguna manera la experiencia en sí misma. Por otra parte, dada su naturaleza cambiante, la noción de hábitat tiene también un claro carácter procesual, cuya permanente configuración "se nutre tanto de las transformaciones que este sufre debido a los cambios que ocurren en el 'mundo real', como de las transformaciones que sufrimos nosotros al habitarlo" (Echeverría 2003, 22).
En la categoría cuerpo cognoscente y sintiente se reconoce al cuerpo como elemento mediador de la experiencia de conocimiento, que está determinada tanto por aspectos contextuales sociales y culturales como por aspectos donde tiene lugar el proceso de sensopercepción, caracterizado por todo aquello que afecta a los sentidos y la percepción, y donde se integran elementos tales como recuerdos, imágenes, contexto (cultural y social) e historia (Garciandía 2005). Respecto a la experiencia del paisaje, Tilley y Cameron-Daum (2017) afirman que es el cuerpo sensual y sintiente del investigador ('la corporalidad de su cuerpo') lo que le permite acceder a ella, conviendose así el cuerpo en una "herramienta de investigación primordial".
Desde la perspectiva de hábitat, Sánchez se refiere al cuerpo como:
[...] esa entidad híbrida que permite la interacción entre el mundo interior mental, la subjetividad y el mundo exterior, negando la dualidad que mantiene separada la mente de la materia, constituyendo el mundo vivido, sentido, asociada a la necesidad de expresión sensible, es decir estéticamente. [...]. El cuerpo, entendido no sólo como objeto físico, fisiológico, sino como un cuerpo vívido, fenoménico, como expresión de una conciencia de sí del habitante y su cuerpo y del mundo percibido, nos lleva al concepto de la cotidianidad, al mundo de las vivencias, de la experiencia del mundo, de un modo de relacionarse como ser en el mundo. (Sánchez 2009, 125)
Lo anterior pone de manifiesto la importancia que tiene para el investigador el hecho de estar ahí en el paisaje, observando e interactuando con los otros (sociedad) y lo otro (naturaleza).
En el paisaje habitado, la multiescalaridad alude a las diferentes escalas espaciales y temporales a través de las cuales puede abordarse el estudio del hábitat y del paisaje. Tanto en el hábitat, como proceso y manifestación de la acción del habitar, como en el paisaje, como "registro duradero de las vidas que han habitado en él" (Ingold 2002), se expresa "la materialización de las transformaciones que el hombre realiza en su entorno a través del tiempo" (Echeverría 2003, 9), transformaciones que se manifiestan en el aspecto "factual" y "sensible" de los lugares.
La comprensión del hábitat según Echeverría (2003, 22) implica el establecimiento de interacciones entre distintas escalas y disciplinas para acceder a su lectura integral. En cada escala "aparecen múltiples preguntas y problemas, que requieren de lecturas e intervenciones de distintos ámbitos científicos y disciplinares, con sus procedimientos y competencias particulares", por eso es necesario saber cuál de ellas privilegiar según la profundidad a la que se quiera llegar. En esta investigación, las lógicas locales tuvieron un papel importante pues, tal como propone Barrera (2015), resultan de gran importancia en un análisis multiescalar, ya que son los habitantes quienes se relacionan directamente con los espacios que viven.
Los habitantes constituyen una categoría fundamental en el paisaje habitado, ya que tanto el paisaje, como el hábitat humano, son habitados por ellos. En medio del desarrollo de su experiencia del mundo, los habitantes establecen procesos de relaciones e interacciones con aquello que los rodea; sociedad (el otro) y naturaleza (lo otro), los cuales son regidos e interpretados por la cultura, que es a su vez una manifestación del ser del hombre en el mundo. De esta manera, tanto en el paisaje, como en el hábitat se encuentra la ineludible presencia de habitantes, que como productores de cultura no solo moldean de una manera determinada dichos conceptos, sino que también dan lugar a "las formas particulares de habitar un hábitat" (Leff 1998) a través del establecimiento de procesos locales de relación con la naturaleza. Los habitantes no están por fuera del paisaje, ni son contenidos por él, sino que son parte del paisaje, y este, a su vez, es parte de ellos mismos (Ingold 2002); al habitar un determinado hábitat (o paisaje), estos establecen múltiples relaciones con su entorno y "crean la realidad humana conjuntamente con la naturaleza y la sociedad" (Sánchez 2009, 120).
Finalmente, la categoría de percepción: incorporación de la realidad sensible, se relaciona de una parte con la Medianza planteada por Berque (1990), como un principio integrador que busca dar cuenta de las transformaciones de un medio reconociendo sus componentes factual y sensible; y, por otra, con la perspectiva en la que se sitúan actualmente algunos estudios que problematizan el hábitat desde la que se entiende como "un sistema dinámico, en el que tienen lugar procesos en permanente evolución, [...] que significan establecer interacciones entre las cosas, las acciones, las ideas y sentimientos", lo que implica "pasar de una concepción mecanicista a un paradigma complejo de la vida" (Sánchez 2003, 118). Ambas perspectivas cuestionan y plantean un cambio en la relación cultura-naturaleza-sociedad cuyo abordaje de carácter dicotómico heredado del paradigma moderno ha determinado la manera en que nos hemos relacionado con el mundo, como individuos y como colectividad (la sociedad separada del mundo que la rodea) y cómo construimos nuestro conocimiento. En ese sentido, ambas plantean alternativas a las formas en que hemos aprendido a conocer (nuestro) el mundo y construir (nuestra) la realidad y sugieren una aproximación integrativa para hacerlo, lo que en el caso particular de la Medianza se manifiesta claramente en la idea de que el entendimiento de un medio (paisaje) es posible solo a través de su naturaleza relacional, que es simultánea y constitutiva en sus ámbitos físico (naturaleza) y social (sociedad) (Berque 1990).
Construir paisaje posminero
Si bien el establecimiento de un terreno común entre las orientaciones teórico-conceptuales entre paisaje y hábitat fundamenta la mirada (desde el paisaje habitado) con la que se busca aproximarse a los paisajes posmineros, la construcción de los mismos retoma el sentido del construir propuesto por Heidegger como un abrigar y cuidar = "rasgo fundamental del habitar" y también como un pensar = búsqueda de la esencia del habitar (Heidegger 1951). En ese sentido, la construcción de paisajes posmineros constituye, ante todo, la posibilidad de dar lugar a una tensión que oriente el futuro y la transformación de los territorios donde las actividades mineras han sido o vayan a ser suspendidas y, a espacios desde los que se promueva la generación de otro tipo de relación con el otro y lo otro.
Enfoque metodológico
La medianza y la trayectividad en la lectura integral de los paisajes
Desde esta investigación "se entiende que la interpretación de una realidad (una de tantas posibles) desborda las elaboraciones teóricas o conceptuales que se hagan alrededor de ella" (Heredia 2018). En razón de ello las nociones de "medianza" y "trayectividad" propuestas por Berque (1990) constituyeron una referencia conceptual importante en la aproximación y análisis de los lugares.
Berque plantea en la medianza la importancia del carácter relacional de un medio (paisaje), que está compuesto por una realidad factual y por una sensible. Dicha medianza se vale de la trayectividad para explorar los flujos de relaciones que ligan objetos y sujetos, flujos de orden material y también fenomenal. La trayectividad viene a ser, según Berque, una noción complementaria a la medianza y, a su vez, intermediadora e integradora de las realidades que la componen, en la medida en que abarca las proyecciones subjetivas del trayecto material y el desplazamiento de materia del trayecto metafórico (Berque 1990). La medianza expresa entonces la manera en que eventos de diversa naturaleza ocurridos en el tiempo y en el espacio han moldeado de una determinada manera un paisaje llevándolo a ser lo que es.
Cada uno de los paisajes abordados en esta investigación da cuenta de una medianza particular, que hizo necesaria una caracterización diferenciada de cada uno, permitiendo, al mismo tiempo, establecer relaciones entre uno y otro. Se decidió, entonces, caracterizarlos a través de los eventos o categorías de análisis definidos en la Metodología de los Eventos Relacionales para el Análisis del Paisaje -en adelante, MERAP-, desde las cuales se buscó dar cuenta del componente factual y sensible que define las realidades de los paisajes (Berque 1990). Este último componente (el sensible) está apoyado particularmente en los aportes provenientes de las subjetividades de quienes participaron en el desarrollo de este trabajo, en términos de su propio conocimiento, emotividad, apego, vivencias, etc., que son considerados parte fundamental en el entendimiento amplio de los paisajes y en el acceso a una lectura más cercana a su esencia.
La MERAP en la caracterización de las medianzas
En la MERAP se establece que la naturaleza cambiante de los paisajes está compuesta por una realidad ecológica y una realidad contextual en las que tienen lugar sus transformaciones, y que dichas realidades están a su vez determinadas por ciertos eventos "cuyas causas y consecuencias son esculpidas en el paisaje" (Barrera 2014, 42). Mientras la realidad ecológica está caracterizada por eventos de tipo físico-biótico, para la realidad contextual se proponen cinco categorías de análisis: los eventos de comunicación, los económicos, los estructurales, los regulatorios y los simbólicos. Las nociones de cada uno de estos eventos son presentadas por la MERAP de manera muy general (Figura 4), con la intención de dejar que estos se ajusten a las necesidades específicas de cada investigación, por lo que se puede decir que no hay una única manera de interpretarlos, ya que propone incluso que su selección depende en cierta medida de la subjetividad del investigador.
Ahora bien, la selección de la MERAP como orientación metodológica está dada por su concordancia con la medianza como orientación epistemológica, la cual radica no solo en el carácter relacional de dicha metodología, sino también en el interés por entender el espacio a través de los encuentros de sus realidades factuales y sensibles, búsqueda que en la MERAP se refleja en la incorporación de los eventos simbólicos como categoría de análisis, con los cuales se abre un espacio para entender el papel de la realidad sensible en la producción de los paisajes. La exploración desde la percepción y del mundo interior del habitante constituyó el elemento de base con el que esta investigación intentó aproximarse a esa realidad sensible y también lo que se interpretó como parte del conjunto de eventos de tipo simbólico en la MERAP.
Sin duda, las medianzas que dan lugar a las visiones de posminería, como las que están surgiendo alrededor del barrio Potosí en Bogotá y aquellas que impulsaron la experiencia de posminería de IBA-Lausitz en Alemania, se expresan de manera distinta y se podría llegar a pensar que dada su distancia geográfica, histórica y cultural, e incluso su escala, son demasiado dispares para colocarlas en un mismo renglón. Ante esta inquietud cabe señalar, de manera enfática, que nunca se pretendió establecer un paralelo entre ambas experiencias, sino ver la manera en que su caracterización podía aportar criterios novedosos al problema planteado, es decir, el de la construcción de paisajes posmineros. En ese sentido, la idea de entender las medianzas de los dos casos a través de las mismas categorías de eventos (los de MERAP) responde a la intensión de visibilizar el terreno común que comparten; uno en el que emergen las implicaciones y posibles respuestas ante el desafío de plantear visiones de futuro alternativas para paisajes con una vocación minera profundamente arraigada desde el punto de vista histórico y económico.
La construcción social del hábitat y la construcción colectiva de conocimiento en el abordaje del trabajo práctico
La construcción social del hábitat -en adelante, CSH- es una propuesta metodológica que viene desarrollándose desde los años noventa a partir del proceso de investigación, extensión y educación de la Escuela del Hábitat - Cehap12. El carácter social de esta propuesta se refleja en su enfoque participativo que reconoce a los habitantes de los territorios como representantes legítimos, especialmente cuando se trata de colectividades organizadas y guiadas por finalidades o intencionalidades explícitamente expresadas por ellos en procesos de planeación y gestión de su hábitat. Así mismo, contempla la participación de otros actores presentes en el territorio, provenientes tanto del sector público como del privado (Echeverría 2011; Echeverría, Mayo y Múnera 2013).
Otras características de la CSH son que: a) plantea la indagación "como sujetos individuales y colectivos [...] desde su capacidad de encuentro con el otro; para el diálogo e interacción hacia la generación de su conocimiento" (Echeverría, Mayo y Múnera 2013, 12); b) le apunta a "construir colectivamente el conocimiento, al poner en relación permanente los saberes de las partes involucradas" (Echeverría, Mayo y Múnera 2013, 12); c) plantea la importancia de aprender a vivir juntos en el desarrollo de "capacidades para interactuar con y entre sujetos diferentes desde sus orígenes, historias, contexto social, económico, político, formas de habitar" (Echeverría, Mayo y Múnera 2013, 42) así como en "la comprensión de las diferencias como posibilidad y potencialidad, y no como limitación, para lograr construcciones colectivas" (Echeverría, Mayo y Múnera 2013, 42); d) señala la importancia de sentir y desear con el otro y desde el otro, como un proceso necesario para la transformación de aprendizajes y de actitudes, y e) plantea la construcción de horizontes de sentido compartidos como un aspecto fundamental en la CSH, los cuáles deben ser establecidos por los habitantes a través de la comprensión y relacionamiento con el mundo que los rodea.
La CSH contribuyó, junto a algunos aportes de la aproximación al trabajo participativo planteado por ESTEPA13 (Figura 5), a orientar la formulación de las actividades vinculadas al seminario-taller "Repensando la Minería y el territorio"14, constituyendo el fundamento teórico-metodológico para invitar a diferentes actores sociales a participar en él y en formulación de la declaratoria: "Hoja de ruta para la constitución de una Red de Observadores de Paisajes Pos-mineros"15.
Resultados
Interpretación de las mediatizas: caracterización relacional de los paisajes
El barrio Potosí, situado en la localidad de Ciudad Bolívar en Bogotá, y el proceso IBA-Lausitz 2000-2010, localizado al noreste de Alemania, muestran dos estadios diferentes en la construcción de paisajes posmineros; mientras el primero se fundamenta en una expectativa de cambio (por parte de algunos sectores) frente al futuro de un entorno urbano donde la consolidación de la actividad minera ha estado dada por el accionar del sector empresarial privado y desprovista de un acompañamiento estatal que vaya más allá de determinar su marco legal y normativo, el segundo se trata de un proyecto gestado de manera conjunta entre el Estado y la empresa privada (donde se abrieron espacios para involucrar a las comunidades) en el marco de una estrategia para reestructurar no solo el paisaje, sino también la economía de una región minera en medio del periodo de grandes cambios estructurales derivados del proceso de reunificación de Alemania (Figura 6).
La idea de caracterizar las medianzas del barrio Potosí en Bogotá y del proceso IBA-Lausitz en Alemania no obedece a una intención de compararlas o de insinuar que un proceso debería emular al otro; lo importante de este ejercicio fue tratar de entender el rol que las circunstancias contextuales o eventos que rodean a dichos procesos juegan en el abordaje de la posminería y, a partir de su análisis, aportar a la indagación sobre los paisajes posmineros que se plantea en este trabajo. Si bien los resultados de la investigación están encaminados a contribuir a resolver el tema de los paisajes posmineros en el ámbito local, se consideró importante aproximarse a una experiencia de posminería que hubiese surgido como resultado de un ejercicio de planificación y ejecución pensado, que pudiese dar cuenta de las ventajas y desafíos implicados en un proyecto de este tipo.
Respecto a la Medianza del barrio Potosí, lo que en esta se interpretó como parte de los eventos simbólicos se enmarca en la manera particular en que se desenvuelven las prácticas cotidianas de los habitantes en su entorno. La localidad de Ciudad Bolívar, donde se localiza el barrio Potosí, ha sido históricamente una de las mayores receptoras de población víctima de de desplazamiento forzado16 en Bogotá y donde adicionalmente se han registrado altos índices de densidad poblacional y de necesidades básicas insatisfechas.
Dichas condiciones han estado presentes desde el origen del poblamiento de la localidad, caracterizado por una escasa presencia y acción estatal ante las cuales sus habitantes han asumido un rol activo en la construcción colectiva del espacio, generado un fuerte tejido social fundado sobre la base del trabajo cooperativo y del arraigo y vínculos emocionales que han establecido con el territorio. En medio de estas circunstancias se ha dado la emergencia de procesos sociales que han logrado establecer dinámicas territoriales y que apoyadas en el accionar colectivo buscan hacer una defensa activa de su territorio, siendo este el caso de la Mesa Ambiental "No le Saque la Piedra a la Montaña"17 surgida en el barrio Potosí. Las diversas acciones emprendidas por este grupo han aportado significativamente a promover una consciencia ambiental del territorio y forjar las bases de una visión emergente de paisaje posminero en este sector de la localidad.
Dentro de las acciones más interesantes de esta organización se cuentan la realización del documental Árbol de Vida, en colaboración con el Colectivo Caja de Espejos, que ofrece no solo una denuncia sobre la problemática minera del sector, sino que hace parte de una estrategia para promover la declaración del "Palo del Ahorcado" como parte del Patrimonio Cultural de la localidad, ya que alrededor de este hito urbano se realizan prácticas deportivas, recreativas y religiosas, que han llegado a congregar a más de veinte mil personas.
En cuanto a los eventos de tipo económico, regulatorio y estructural en el barrio Potosí se puede decir que no solo están desligados de los eventos simbólicos y de comunicación, sino que, muy al contrario de lo que pasa en el caso de la IBA, entre ellos mismos se ve una gran falta de articulación; de alguna manera cada uno trabaja en una dirección distinta, de ahí que no se haya encontrado en este análisis una propuesta clara para el abordaje de la posminería. Claro está que el Decreto 364 de 2013, que categorizaba a los Parques Minero-Industriales de Bogotá como Zonas de Recuperación Morfológica, Paisajística y/o Ambiental, constituyó un intento muy importante por tratar de modificar la manera en que funcionan los procesos de explotación minera en el perímetro urbano de la ciudad para, eventualmente y de manera paulatina, llegar a un cierre de los mismos y, así, abrir un camino a la solución de problemáticas ambientales y sociales asociadas a su desarrollo.
Sin embargo, el hecho de que el decreto haya sido suspendido pasados tan solo ocho meses de su expedición muestra la manera en que el constante cambio en los eventos regulatorios paradójicamente termina reproduciendo un statu quo que refleja la poca disposición del Estado para promover cambios estructurales, especialmente cuando estos puedan afectar los intereses económicos de quienes ejercen un gran poder en las dinámicas territoriales, es decir, de la empresa privada (cosa que no solo ocurre en el sur de Bogotá sino en el ámbito nacional). Por su parte, la empresa privada tiene una incidencia tal en las dinámicas territoriales que supera a la que el Estado debería tener, por lo que tiene toda la libertad para decidir si se ciñe o no la regulación y también la manera en que lo hace, por encima de las necesidades y de los intereses de quienes habitan estos territorios.
Debido a esta situación, las comunidades son las que han asumido la tarea de tratar de equilibrar las dinámicas territoriales enfrentándose directamente con la empresa privada, como el caso de la acción que organizaron los habitantes del barrio Potosí contra Canteras La Esmeralda18 y con la que lograron un cierre temporal de la misma. Si bien esta movilización fue tomada como una especie de triunfo para los actores comunitarios que la promovieron, este tipo de acciones acentúan las pugnas territoriales existentes entre los habitantes locales, que quieren que los mineros se vayan, y la empresa privada, que defiende su derecho a permanecer y la continuidad de su actividad económica apoyándose en licencias de explotación otorgadas por el Estado.
La medianza del proceso de IBA-Lausitz, por su parte, sugiere una relación más equilibrada entre todas las categorías de eventos, y, aunque cada uno de ellos tiene su lugar en el proceso, resulta particularmente interesante la manera en que los eventos estructurales, económicos y regulatorios parecen estar especialmente amalgamados, al punto de que no fue fácil para efectos de este análisis dibujar la línea donde uno empieza y el otro termina dada la consolidada articulación que garantiza el hecho de que el Estado sea el principal promotor de esta iniciativa. Tanto el impulso que tuvo la industria del lignito19 en Alemania como su cierre tienen que ver con procesos económicos y estructurales impulsados por el Estado (primero socialista y luego capitalista), que tras el proceso de reunificación (al final de la Guerra Fría) contaba con la propiedad de los medios de producción (las empresas de lignito en Lausitz eran estatales), el poder económico (la financiación del proyecto IBA se hizo en principio con recursos del Estado, de la empresa privada y luego con fondos de la UE) y la libertad de establecer un marco normativo que respondiera a sus propósitos, lo cual generó unas condiciones propicias para que el proceso de IBA-Lausitz pudiera ser llevado a cabo.
Respecto a los eventos simbólicos y de comunicación, puede verse cómo en el proceso de la IBA-Lausitz hubo un especial interés por trabajar en la preservación de la memoria de los lugares de esta región, sometida a constantes transformaciones de su paisaje natural y cultural, con miras a generar en los habitantes un cierto sentido de apropiación y significado frente al proyecto de renovación paisajística propuesto. Este proceso se hizo a través de talleres, charlas y también usando de manera particular el arte como un vehículo para conectar a los habitantes con su propia historia; pasada, presente y futura. Es así que se realizaron proyectos artísticos multitudinarios, como la puesta teatral "¿Todo perdido - todo ganado?"20 y "¡Paraíso 2 comienza ahora!, una sinfonía del lago"21, en las que participaron 3.500 y 7.000 personas respectivamente, todos ellos habitantes de la región.
Realización del seminario-taller "Repensando la minería y el territorio"
Este seminario-taller fue concebido como un escenario en el que se buscó promover el encuentro y el intercambio de saberes en torno a diversas visiones sobre el paisaje posminero, incluyendo la participación de quienes las construyen. Su realización tuvo lugar del 12 al 14 de mayo de 2016 en el Museo de Arquitectura Leopoldo Rother de la Universidad Nacional de Colombia. Este espacio contó con la participación en calidad de ponentes de representantes de la Mesa Ambiental No le saque la Piedra a la Montaña, del proceso social Asamblea Sur y del Gobierno zonal UPZ 68 tesoro, representando a los actores comunitarios; de funcionarios de la Secretaría Distrital de Hábitat y del Ministerio de Minas y Energía como actores institucionales; de la Asociación Nacional de Fabricantes de Ladrillo y Materiales de Construcción -en adelante, ANAFALCO-22, representando al sector de la empresa privada, y de representantes de los grupos de investigación de la Universidad Nacional de Colombia GEGEMA, TERRAE y ESTEPA, así como de otros ponentes vinculados al sector académico. Adicionalmente, se contó con la participación del arquitecto alemán Karsten Feucht, quien como parte del equipo de la IBA en Lausitz compartió su experiencia en proyectos realizados en regiones posmineras y mineras en transición en Alemania y participó en las actividades prácticas del seminario como parte del sector institucional.
Tanto los ponentes como el resto de participantes que respondieron a la convocatoria abierta de este seminario tomaron parte en las diferentes actividades planteadas; con ellas se buscó propiciar ante todo escenarios de diálogo e intercambio de ideas que pudieran nutrir las aproximaciones individuales en torno al tema y que a nivel colectivo movilizaran propuestas encaminadas a contribuir a la discusión, no solo de la posminería, sino también alrededor de las falencias y retos de la minería en la actualidad. Los sectores que tomaron parte en el seminario y el nivel de involucramiento que cada uno tuvo en el mismo se muestran en la Figura 7.
Uno de los resultados más importantes de las actividades desarrolladas con los diferentes actores fue la redacción de la Declaratoria del seminario23, la cual expresa la búsqueda de un proyecto colectivo (por parte de quienes participaron en las actividades realizadas en el marco del seminario-taller), así como un compromiso hacia la vida en común, aspectos fundamentales en la reorientación de las dinámicas territoriales (Echeverría, Mayo y Múnera et ál. 2013).
A través de la Declaratoria del seminario-taller repensando la minería y el territorio: "Hoja de ruta para la constitución de una Red de Observadores de Paisajes Pos-mineros. Caso Bogotá, Colombia"24, (difundida vía e-mail a los participantes del seminario el día 26 de julio de 2016) se pone en conocimiento de la ciudadanía en general los intereses, acuerdos, compromisos y otros aspectos que desde la reflexión hecha en este espacio se consideraron relevantes para la gestión de los paisajes posmineros. Algunos apartes se citan a continuación:
1. Intereses: ¿Por qué nos interesa establecer una propuesta conjunta para la gestión de paisajes mineros y posmineros?
[...] La creación de una propuesta conjunta es una forma de reconocer la acción y participación colectiva en la producción del paisaje por parte de quienes lo han venido configurando; llámese minero, habitante local o actor institucional, así como de establecer el rol que cada uno de ellos tendría en la consolidación del pacto territorial que aquí hemos propuesto. En concordancia, consideramos que la solución a los conflictos territoriales de los paisajes mineros y posmineros debe ser generada por quienes los han creado por acción conjunta, es decir, tanto por el Estado, como por el explotador y la sociedad, constituida por quienes habitan en el territorio y también por quienes participan de esta dinámica al hacer uso del recurso.
2. Acuerdos: ¿A qué acuerdos deben llegar los diferentes actores para hacer posible un ordenamiento consensuado del paisaje minero y posminero?
[...] Solicitamos a todos los actores implicados la homologación, actualización y democratización de la información, en busca de llegar a un diálogo horizontal y transparente. Proceso en el cual es primordial la socialización constante y el trabajo conjunto con las comunidades.
Consideramos necesario un cambio de pensamiento frente al Gobierno como único planeador del territorio, pues este es un administrador en cambio permanente. Los entes gubernamentales deben velar por las comunidades y sus necesidades, estar dispuestos a la concertación y el diálogo, y considerar la integralidad del territorio. (Heredia, Díaz y Monroy 2016, 3)
3. Compromisos: Para lograr una gestión adecuada del territorio minero y posminero nuestros compromisos (desde cada rol) serán...
Entre las responsabilidades que reconocemos debe asumir cada actor se encuentran las siguientes: 1) "El estado debe actuar como mediador entre las partes involucradas en el conflicto de explotación del territorio [.] garantizando su presencia y ejerciendo regulación y control donde esta se realiza. 2) La empresa minera debe asumir [...] las retribuciones que está en obligación de dar al territorio que sustenta su actividad económica. En ese sentido, creemos que en la recuperación de paisajes posmineros los planes de cierre deben incluir una dimensión social ya que al estar dirigidos principalmente a la dimensión física son insuficientes para un proceso de recuperación integral del territorio. 3) La sociedad civil debe velar por la consolidación de pactos territoriales alrededor de la minería. Su papel es fundamental ya que son las comunidades las que permanecen y deben poder decidir sobre su propio destino. 4) La academia debe apoyar los procesos de consolidación de los escenarios de diálogo para generar pactos territoriales con un carácter interdisciplinar e intersectorial, además de generar un acompañamiento en la identificación de las necesidades reales de las comunidades". (Heredia, Díaz y Monroy 2016, 5)
4. Usos y elementos del paisaje posminero: ¿Cuáles podrían ser los usos más adecuados del paisaje posminero y qué elementos debería contener este?
[...] Declaramos que el uso de los paisajes posmineros debe concertarse con las comunidades directamente afectadas para construir de su mano planes de vida ligados al territorio y centrados en iniciativas que busquen el mejoramiento de la calidad de vida y el cambio social frente a las diferentes situaciones de afectación que trae la minería. Planes que generen apropiación social, identidad, unión entre comunidades, espacios de integración y la recuperación de la memoria histórica y cultural [...] [y que respondan] a las necesidades de las comunidades y al mejoramiento de su calidad de vida. (Heredia, Díaz y Monroy 2016, 3)
Resultado: propuesta de una Ruta Metodológica para la Construcción de Paisajes Posmineros
La Figura 8 resume diferentes momentos que se presentan como fases de una ruta metodológica para la construcción de paisajes posmineros.
Fase 1. Lectura relacional de los paisajes: comprende la indagación sobre el lugar o unidad de estudio. Apoyados en el enfoque metodológico MERAP, cuyos eventos de análisis, estructurales, regulatorios, económicos, de comunicación y simbólicos (con los que se concedió lugar a la indagación del aspecto sensible de los lugares), ayudaron a entender la manera en que los paisajes se han venido moldeando en el tiempo y el espacio, facilitando así la comprensión de sus actuales dinámicas.
Fase 2. Creación de escenarios de diálogo: la apertura de espacios de concertación y creación colectiva son claves en el proceso de construcción de Paisajes posmineros, basados en el trabajo colaborativo multiactoral, multicultural y multiescalar, a partir de los cuales se puedan construir pactos territoriales encaminados al establecimiento de un proyecto colectivo de sociedad que orienta su futuro. Dicho escenario correspondió a la formulación y desarrollo del seminario-taller "Repensando la Minería y el Territorio", espacio con énfasis participativo en el que se tuvieron en cuenta las directrices metodológicas del enfoque de Construcción Social del Hábitat.
Fase 3: Generación de "horizontes de sentido compartido": estos son una propuesta de Construcción Social de Hábitat que expresan un proyecto colectivo con la potencialidad de reorientar las dinámicas territoriales.
La Declaratoria, producto de la realización del seminario-taller "Repensando la Minería y el Territorio" (Hoja de ruta para la constitución de una Red de Observadores de Paisajes Posmineros), está muy próxima a dicha propuesta, en la medida en que brinda insumos necesarios para determinar las pautas que guíen acuerdos, roles y compromisos necesarios para emprender la construcción de un proceso posminería. De esta manera, la construcción de los paisajes posmineros que aquí se plantea consiste, esencialmente, en el establecimiento de un proyecto colectivo de sociedad que constituya una tensión que oriente el futuro de territorios de cara a procesos de transformación luego de que las actividades de extracción minera hayan tenido lugar.
Finalmente, en el caso de que estas etapas se desarrollen en el marco de un proyecto donde se logren comprometer recursos financieros y humanos, así como voluntades políticas para garantizar su continuidad en el tiempo, constituirían el terreno de base para llegar a una cuarta fase, (a la que no se llegó en la investigación, ver línea punteada en la Figura 8) en la cual se aborda la creación y gestión de proyectos concretos.
Conclusiones
El principal aporte de la investigación fue la construcción teórico-metodológica que permitió identificar las convergencias entre los conceptos de hábitat y paisaje. Esta tarea implicó encontrar aspectos que desde cada ámbito temático aportaron al desarrollo conceptual que derivó en el establecimiento de seis categorías que constituyeron puentes entre ambas miradas: promiscuidad, proceso, cuerpo cognoscente y sintiente, multiescalaridad, habitantes y percepción: incorporación de la realidad sensible. Dichos puentes enriquecen las elaboraciones teóricas de cada campo, pero resultan especialmente potentes para comprender este nuevo conocimiento de frontera, por tanto su análisis como herramientas teórico-metodológicas debe ser profundizado.
El abordaje y análisis de los procesos del barrio Potosí en Bogotá y del proceso IBA-Lausitz en Alemania aportó elementos esenciales para entender la manera en que es construida la noción de lo posminero en cada uno de ellos y el rol que juegan en esa construcción las circunstancias contextuales o eventos que determinan sus medianzas. Esto constituyó un aporte fundamental en el planteamiento del abordaje conceptual y práctico de la investigación. Es evidente que, dadas las diferencias en las condiciones contextuales de cada proceso, también son muy diferentes los desafíos particulares que cada una plantea en la construcción de una visión de posminería; sin embargo, también es necesario tener en cuenta que la gran semejanza en ambos procesos es que la participación de las comunidades es fundamental para definir lo que se debe hacer, pues son ellas quienes viven en los territorios afectados y deberían constituir la principal preocupación del Estado. La indagación alrededor de la construcción de paisajes posmineros permitió establecer que los procesos emprendidos en esta dirección desbordaran el ámbito físico de una intervención urbana. Uno de los aspectos fundamentales de dicha construcción es la generación de escenarios de diálogo e interacción a través de los cuales pueda llegarse al establecimiento de "horizontes de sentido compartido", que orienten el futuro y la transformación de los territorios donde las actividades mineras hayan sido o vayan a ser clausuradas y que, al mismo tiempo, soporten y den sentido a la eventual creación de proyectos concretos.
Finalmente, la construcción de conocimiento entendida como un proceso colectivo y colaborativo implica, entre otras cosas, abrirse al encuentro con el otro (los otros) y con lo otro, la naturaleza y la experiencia misma de los lugares -habitar los paisajes-, así como con la posibilidad de cambio en el proceso investigativo, lo cual permite que las ideas que el investigador trae circulen, se transformen y vuelvan a él convertidas, transformadas y enriquecidas a partir del conocimiento y la experiencia del otro.