Introducción
La empatía, definida como la capacidad de entender y resonar emocionalmente con las experiencias de los demás, ha sido durante mucho tiempo considerada por los filósofos y neurocientíficos como una parte importante de la moralidad humana, porque promueve la ayuda y la cooperación. Si bien numerosas investigaciones han dado lugar a extensas confrontaciones teóricas y han contribuido a un mayor esclarecimiento y comprensión sobre la capacidad humana para empatizar, su medición sigue siendo un aspecto difícil de consensuar, debido a la amplitud del constructo y su multidimensionalidad (Davis, 1980, 1983; Davis et al., 1987; Eisenberg & Fabes, 1990; Eisenberg et al., 1991; Férriz et al., 2018; Machado & Calvetti, 2019; Richaud & Mesurado, 2016).
La visión integradora de Davis (1980, 2006) establece que la empatía se compone de aspectos afectivos y cognitivos, y que, a su vez, implica cuatro componentes relacionados entre sí: en la dimensión cognitiva se hallan la imaginación o la capacidad para identificarse con personas, y la adopción de perspectivas, manifestándose en la aptitud de representarse los pensamientos y motivos de otras personas; mientras que la dimensión afectiva incluye a la preocupación empática, definida como la tendencia a experimentar compasión e inquietud por el otro, y el malestar personal, descrito por la ansiedad sentida al ser espectador de un evento desagradable o dañino. A partir de la identificación de las dimensiones de la empatía, Davis (2006) deduce varios tipos de comportamientos o respuestas empáticas intrapersonales (preocupación empática, malestar personal, juicios atribucionales y eficacia interpersonal) e interpersonales, como la conducta de ayuda, prosocial y la toma de perspectiva.
Actualmente, las investigaciones sobre la empatía han retomado mayormente el estudio de la adopción de perspectivas (Cardona-Isaza et al., 2022; Orlando et al., 2021; Stietz et al., 2019;), la motivación empática (Cameron et al., 2017; Weisz & Zaki, 2018) y la perspectiva psicosocial de la empatía (Garaigordobil & Maganto, 2011; Gómez-Tabares & Durán-Palacio, 2020, 2021; Mestre et al., 2012; Narvey et al., 2021; Richaud & Mesurado, 2016). La mayor parte de estos estudios enfatiza que la empatía puede ser revalorada en su capacidad inferencial y de representación de las intenciones, metas y motivos de los demás, asunto que incluye la posibilidad de la deliberación, vinculada al juicio reflexivo y a la decisión.
Esta conceptualización articula los hallazgos de la investigación psicológica y neurocientífica sobre empatía cognitiva y mentalización (Arioli et al., 2021; Dubé et al., 2019). Asimismo, la capacidad de identificación con otras personas y de tomar en consideración sus puntos de vista depende de variables situacionales y relacionales (Cordero-López & Calventus-Salvador, 2022; Stietz et al., 2019), como también de factores motivacionales (De Vignemont & Singer, 2006). Las personas son más propensas a manifestar reacciones empáticas cuando interactúan con quienes se sienten estrechamente ligados (Beeney et al., 2011). Además, los procesos empáticos se destacan, generalmente, en situaciones en las que se experimentan emociones negativas en lugar de positivas (Morelli et al., 2015). Sin embargo, los estados emocionales personales negativos pueden inhibir la empatía (Hoffman et al., 2016), ya que obturan la capacidad de inferir las emociones que sienten otras personas e impiden su comprensión afectiva. En este sentido, la empatía cognitiva es una variable significativa en la comprensión de los estados emocionales ajenos y se ha demostrado que actúa como mediadora de la conducta prosocial, además de que cumple un papel protector para la desconexión moral (Gómez-Tabares & Durán-Palacio, 2020).
De otro lado, para Cameron et al. (2017), la empatía puede ser vista más como un tipo de razonamiento que interactúa dinámicamente con la motivación y la ponderación que hacen las personas cuando actúan para alcanzar sus objetivos. Esta visión permite apreciar los beneficios de la potenciación de la empatía en las relaciones sociales, reconociendo que las necesidades y los propósitos de las personas en sociedad entran inevitablemente en competencia. A pesar de la existencia de bases neurobiológicas y de las funciones en la adaptación filogenética de los humanos, la empatía no aparece de manera tan automática (Stevens & Taber, 2021; Trieu et al., 2019). Además, las personas no logran habitualmente empatizar con otros sujetos, de forma especial cuando se trata de individuos de diferentes grupos sociales o culturales (Tarrant et al., 2009).
Asimismo, la competencia y la lucha por el reconocimiento social generan sesgos en la empatía (Halpern & Weinstein, 2004; Penić et al., 2021; Quinn, 2016). Las personas son más propensas a mostrar empatía cuando comparten objetivos dentro de un grupo y evidencian antipatía por los propósitos de otros grupos y de personas ajenas a su comunidad, especialmente cuando entran en disputa. Para Cikara et al. (2014), la identidad de grupo, las relaciones funcionales entre los miembros, la amenaza competitiva y la entitatividad percibida contribuyen al sesgo de empatía intragrupal, identificando no solo la tendencia a sentir menos empatía por el exogrupo, sino también la respuesta de placer, al percibir dolor y sufrimiento en aquellos que son diferentes al colectivo de pertenencia; a su vez, experimentar dolor en la respuesta de placer de los otros ajenos ante el daño percibido en el endogrupo o grupo de referencia. Los sesgos en la empatía disminuyen cuando se atenúan la competitividad y la radicalización en la identidad de grupo. Asimismo, las respuestas morales hacia los demás, particularmente el respeto y el reconocimiento de la alteridad -del otro en tanto distinto de uno mismo-, se basan en el desarrollo de la empatía (Altuna, 2018; Brinck et al., 2017; Darwall, 2006; Drummond, 2006; Zahavi, 2014), puesto que permite considerar el punto de vista de otras personas, comprender lo que alguien está experimentando en una situación concreta y, de ser preciso, acudir en su ayuda.
Es importante reconocer que la investigación empírica sobre la complejidad de la empatía presenta un vasto campo de evidencia de que el intercambio emocional y la identificación social no solo motivan y modulan la resolución de conflictos y la reconciliación social, sino que además predisponen o interrumpen estos procesos. Las desigualdades sociales entre grupos, especialmente un mayor número de personas empobrecidas en contextos de inseguridad y riesgos psicosociales extremos, la concentración del dinero y los recursos en grupos minoritarios, afianzan los déficits en la empatía, aumentan los sesgos en la percepción social y las distorsiones cognitivas que justifican el uso de la violencia y la conducta criminal entre individuos y grupos, además de estancar u obstaculizar las posibilidades de resolución de conflictos (Cameron & Payne, 2011; Cikara et al., 2011; Hackel et al., 2014).
Los y las adolescentes infractores de la ley constituyen un caso particular de esta situación. En Colombia, las acciones delincuenciales de las y los jóvenes están ligadas, en primer lugar, a las múltiples condiciones socioeconómicas precarias, a la exposición a contextos de violencia, a la vulneración sistemática de derechos fundamentales y a procesos de exclusión, marginación y estigmatización social, que los hace proclives al uso instrumental de la violencia (Restrepo, 2014). En segundo lugar, la vinculación a grupos delincuenciales o pandillas violentas satisface necesidades de construcción de identidad, tanto personal como de grupo, afianzamiento de la masculinidad, reconocimiento y legitimidad social mediante el uso de la fuerza, especialmente en contextos urbanos de marginación y exclusión (Bosch et al., 2017; Guirado et al., 2011; Perea-Restrepo, 2009; Restrepo, 2014; Rodgers & Baird, 2016).
En este orden de ideas, la alta prevalencia de la delincuencia juvenil en los contextos urbanos, además de ser el segundo principal problema de desarrollo social (Restrepo, 2014), es también un serio obstáculo para la edificación de una sociedad en paz. Los criminólogos consideran que la falta de empatía, la cognición social deficiente, la ausencia de culpa, la falta de inteligencia emocional, la carencia de toma de perspectiva y el razonamiento moral débil tienen relevancia al momento de explicar las causas del delito cometido por agresores juveniles (Altuna, 2018; Ellis et al., 2008; Férriz et al., 2018; Gómez-Tabares & Narváez-Marín, 2019; James & Blair, 2007; van Dongen, 2020). Entonces, los efectos negativos de las violencias ejercidas por los y las adolescentes delincuentes son significativos en la salud mental, tanto de las víctimas como de los victimarios (Fonseca & Martínez, 2022). La incapacidad para ver a sus víctimas y enemigos como personas humanas y sentir compasión por ellos impide el reconocimiento del daño causado; además, imposibilita la reparación como evidencia de la conciencia moral del perjuicio y la disposición a la reconciliación.
A pesar de las limitaciones, existe una creciente evidencia científica que asocia la empatía y la compasión con un comportamiento más prosocial en las relaciones interpersonales, y se han relacionado con actitudes más favorables y una mayor disposición a la reconciliación socioemocional en una variedad de contextos intergrupales (Halperin, 2015; Klimecki, 2019; Klimecki et al., 2016; Mayer et al., 2018; van der Stouwe et al., 2018). Los avances en los conocimientos sobre las relaciones significativas entre empatía y disposición a la reconciliación social son una condición previa para cualquier tratamiento y la implementación de alguna política de resocialización juvenil, especialmente en sociedades con conflictos violentos prolongados y crónicos, como en el caso colombiano y de Ruanda, en África (Prieto-Ursúa et al., 2019).
Al igual que la empatía, la reconciliación es un proceso multidimensional (Chapman, 2002) que abarca dimensiones afectivas, cognitivas e instrumentales. La reconciliación socioemocional es una de las dimensiones del proceso total de la reconciliación (Nadler & Shnabel, 2008), ligada a la mejora y transformación de las amenazas de una sociedad y a la identidad de las víctimas, después del reconocimiento de los perpetradores de una acción de daño. Este proceso se centra en los cambios que se dan en la identidad de victimarios y sobrevivientes, ya que durante un conflicto ambos sienten amenazada su integridad. Particularmente, los causantes del daño pueden sentirse intimidados ante la objeción a su imagen moral y, para evitar esto, utilizarían la justificación, la negación de su responsabilidad o la minimización de las consecuencias del daño causado, asunto que devela no solo el uso de mecanismos de desconexión moral, sino también poca empatía con el sufrimiento de sus víctimas (Bandura, 1999, 2002; Bandura et al., 1996; Bandura et al., 2001; Férriz et al., 2019).
Por su parte, quienes se ven como víctimas de un daño injusto pueden experimentar deseos de venganza y buscar en la justicia punitiva la restauración de su sentido de valor personal y de agencia moral (Gerlsma & Lugtmeyer, 2018). En ambos casos, la venganza, la insensibilidad emocional y la ausencia de arrepentimiento obstruyen la empatía y perpetúan los conflictos (Quintana-Orts et al., 2020). En los programas de resocialización de adolescentes infractores de la ley urge examinar las relaciones posibles entre empatía, especialmente la toma de perspectiva en el procesamiento de información de la cognición social. Actualmente, el programa Héroe, desarrollado y testeado por Mesurado et al. (2019) para su uso en adolescentes entre 12 y 15 años de América Latina, ha demostrado su eficacia en la promoción de la prosocialidad (Mesurado et al., 2021). Su objetivo es estimular las variables socioemocionales asociadas empíricamente con la conducta prosocial: empatía, reconocimiento emocional, emociones positivas de gratitud y perdón.
van der Stouwe et al. (2018) estudiaron los efectos de la empatía afectiva en el procesamiento de información social, a través del entrenamiento en habilidades sociales con adolescentes involucrados en la justicia. Encontraron que la empatía afectiva influye positivamente en la disminución de la atribución de intención hostil, pero no influye en el tratamiento para la reducción de las distorsiones cognitivas. Las y los jóvenes transgresores con conductas delincuenciales, con baja empatía en general, muestran menos respuestas positivas al tratamiento para la disminución de intenciones hostiles (Férriz et al., 2018).
De acuerdo con lo anterior, este texto presenta los resultados de una investigación cuyo objetivo consistió en establecer las relaciones de asociación entre la empatía y la disposición a la reconciliación socioemocional en adolescentes infractores de la ley penal, con medida privativa de la libertad en la ciudad de Medellín, Colombia. El estudio se fundamentó en los supuestos teóricos de modelo de reconciliación socioemocional, basado en las necesidades, propuesto por Nadler (2002), Nadler y Liviatan (2004, 2006), Nadler y Shnabel (2015), Shnabel y Nadler (2008) y Shnabel et al. (2009). Para estos autores, la reconciliación es un proceso social que consiste en la eliminación de las barreras emocionales relacionadas con el conflicto, y que bloquean el camino para poner fin a un conflicto intergrupal. Esta perspectiva va más allá de la típica visión del conflicto de intereses y en la que se busca la reconciliación por medio de un acuerdo de beneficios mutuos entre grupos en disputa. Por el contrario, el modelo de las necesidades considera que las causas del conflicto tienen sus raíces en la amenaza a las necesidades psicológicas básicas de personas o grupos en pugna. Durante el conflicto, las partes se infligen humillación y dolor entre sí, y esto amenaza las necesidades de estima positiva e identidad digna, autonomía, seguridad y justicia. Asimismo, estas amenazas dan lugar a emociones que contribuyen al mantenimiento del conflicto y actúan como barreras para ponerle fin (Nadler & Shnabel, 2008, 2015). En consecuencia, tanto las víctimas como los agresores experimentan una mayor necesidad de empoderamiento y aceptación, respectivamente (Shnabel & Nadler, 2015).
Las interacciones entre víctimas y culpables, además de facilitar las necesidades mutuas de verdad y perdón, facilitan la reconciliación social (Ordóñez-Carabaño et al., 2020). Si bien el perdón no necesariamente deriva en reconciliación, en el proceso de perdonar y perdonarse acontece un remplazo de emociones negativas hacia un agresor o hacia uno mismo por emociones positivas más convenientes para la salud y el equilibrio psicológico. Asimismo, la reconciliación social, entre víctimas y agresores, aunque es un proceso complejo y multidimensional (Alzate et al., 2018; Nadler & Shnabel, 2015), posibilita la reconstrucción del tejido social fragmentado y la búsqueda de un futuro independiente, a largo plazo, de las experiencias del daño ocurrido en el pasado. El perdón y la reconciliación social coinciden en la apertura a los nuevos comienzos (Pulido-Varón et al., 2020).
De otro lado, el estudio psicológico de los procesos de paz y reconciliación, realizado por Prieto-Ursúa y Ordóñez (2020), destaca la relevancia de los mecanismos de desconexión moral y la asunción de la responsabilidad por parte de los victimarios para la emergencia de procesos de perdón a uno mismo, luego del reconocimiento del daño causado a las víctimas.
Nadler y Shnabel (2008, 2015) diferencian dos tipos de reconciliación: instrumental y socioemocional. La instrumental es un proceso prolongado, a través del cual los miembros de un grupo aprenden gradualmente a aceptar las intenciones positivas del adversario y a basar sus propios juicios y acciones en las palabras y los hechos del enemigo. Este tipo de reconciliación puede ocurrir cuando los grupos en disputa no están geográficamente entremezclados (Nadler & Liviatan, 2006). La reconciliación socioemocional, por su lado, se enfoca en la eliminación de las amenazas que se plantean a las identidades de las partes en conflicto, debido a su participación en el mismo. Este tipo de reconciliación puede darse una vez que se ha completado un ciclo exitoso de verdad, perdón y reparación. Una condición importante para lograr la reconciliación socioemocional es el reconocimiento del sufrimiento físico y emocional vivido y causado, además de la desactivación de emociones como la culpa, la vergüenza, el odio, la humillación y la venganza. Este tipo de reconciliación es necesaria cuando sujetos y grupos en conflicto están geográficamente entremezclados y deben convivir a diario. En este caso, la reconciliación instrumental no es suficiente (Nadler & Shnabel, 2015).
Siguiendo las tesis de Nadler y Shnabel (2008, 2015), aplicadas a la población adolescente infractora de la ley penal, este trabajo plantea la hipótesis de que existe una relación positiva entre la empatía y la disposición a la reconciliación socioemocional en los adolescentes infractores de la ley penal, con medida privativa de la libertad en la ciudad de Medellín. El objetivo del estudio consistió en analizar la relación entre la empatía y la disposición a la reconciliación socioemocional en adolescentes infractores de la ley con medida privativa de la libertad. La pregunta que orientó esta investigación fue: ¿cuál es la relación entre la empatía y la disposición a la reconciliación socioemocional de los adolescentes infractores de la ley penal, judicializados con medidas privativas de la libertad en la ciudad de Medellín?
No basta con pensar y procurar la resocialización de los menores con trayectorias delincuenciales -en su doble condición de víctimas y victimarios- a partir de políticas, planes y programas gubernamentales de reeducación. El proceso de reconciliación social, de y con esta población, implica la promoción de la conexión emocional entre individuos, de tú a tú, y luego extenderla hacia la comunidad. Para ello, se requiere la rehumanización entre jóvenes agresores y víctimas; encontrar puntos en común mediante la identificación emocional y la adopción de perspectivas. Así las cosas, el mayor aporte de la investigación está dado en tanto es el primer estudio que examina la disposición a la reconciliación socioemocional en agresores juveniles con sentencias judiciales, buscando relaciones de asociación con la empatía.
Método
Estudio cuantitativo, con la implementación de un diseño no experimental transversal y alcance correlacional-predictivo (Hernández et al., 2014).
Participantes
Con muestreo no probabilístico de tipo intencional, se seleccionaron 171 adolescentes judicializados por el Sistema de Responsabilidad Penal para Adolescentes en Colombia, con medidas privativas de la libertad en centro de reeducación en la ciudad de Medellín. Los y las adolescentes infractores fueron judicializados por incurrir en delitos de homicidio, feminicidio, abuso sexual, delitos contra la integridad (como hurto calificado y agravado, extorsión, secuestro, violencia física), fabricación, tráfico y uso de armas, municiones, explosivos de uso privativo de las fuerzas armadas y consumo, fabricación, tráfico o porte de estupefacientes.
Criterios de inclusión: 1) adolescentes entre los 14 y 25 años; 2) estar judicializados por el Sistema de Responsabilidad Penal para Adolescentes; 3) tener una medida privativa de la libertad en una institución de resocialización; 4) presentar habilidades lecto-escriturales para la comprensión de los instrumentos; 5) no presentar discapacidad intelectual diagnosticada; 6) consentir su participación en el estudio y contestar los cuestionarios en su totalidad. Se excluyeron los adolescentes en medidas no privativas de la libertad o libertad asistida y aquellos que no dieron su consentimiento.
Las características de los participantes: 81.1% (n = 137) hombres y el 19.9% (n = 34) mujeres, con edades entre los 15 y 23 años (M = 17.743; DT = 1.317). El 43.9% de los participantes tenía entre 15 y 17 años (n = 75), el 53.1% entre 18 y 20 años (n = 91) y el 3% restante entre 21 y 23 años (n = 5). Nivel socioeconómico: el 26.3% de estrato 1 (muy bajo), el 52.6% de estrato 2 (bajo) y el 8.2% de estrato 3 (bajo-medio). Tiempo de permanencia con medida privativa de la libertad, entre 3 y 41 meses, con una media (M) de 10 meses (DT = 6.873).
Instrumentos
Índice de Reactividad Interpersonal (Interpersonal Reactivity Index; Davis, 1980, 1983), escala multidimensional de autoinforme tipo Likert, compuesta de 28 ítems, con cinco opciones de respuesta (desde 1= no me describe en absoluto, a 5= me describe muy bien) y diseñada para evaluar la empatía total; además, con cuatro dimensiones: toma de perspectiva (ítems 3, 8, 11, -15, 21, 25 y 28), preocupación empática (ítems 2, -4, 9, -14, -18, 20 y 22), malestar personal (ítems 6, 10, -13, 17, -19, 24 y 27) y fantasía (ítems 1, 5, -7, -12, 16, 23 y 26). Adicionalmente, la toma de perspectiva y la fantasía integran el factor cognitivo de la empatía, y la preocupación empática y el malestar emocional, el factor afectivo (Llorca-Mestre et al., 2014; Mestre-Escrivá et al., 2004; Mestre et al., 2009). En español existen dos versiones validadas de este instrumento, a partir de la traducción de Pérez Albéniz et al. (2003), con índice de consistencia interna entre 0.70 a 0.75. La primera versión fue la validación realizada por Mestre-Escrivá et al. (2004) y Mestre et al. (2009) y la segunda, realizada por Llorca-Mestre et al. (2014), en una muestra de 1185 adolescentes de ambos sexos, en dos grupos diferentes en población española. Esta última versión es la utilizada en este trabajo, evidenciando índices de fiabilidad entre 0.69 hasta 0.82 (Llorca- Mestre et al., 2014). Se han encontrado características psicométricas similares a las que posee el instrumento en su idioma original.
De otro lado, se empleó la Escala de Sentimiento de Reconciliación (Mukashema & Mullet, 2010), la cual examina las relaciones entre el sentimiento de reconciliación y la salud mental; instrumento diseñado y utilizado inicialmente en población víctima del genocidio en Ruanda, durante el posconflicto. En el contexto colombiano, Alzate et al. (2018) realizaron dos estudios para analizar el ajuste psicométrico de dos escalas del instrumento original creado por Mukashema y Mullet (2010): la Escala de Reconciliación Socioemocional y la Escala de Reconciliación Instrumental, aplicadas en población victimizada -1158 sujetos, entre hombres y mujeres-, en las ciudades de Barranquilla (774 participantes) y Medellín (384 participantes), para evaluar la disposición hacia la reconciliación social en el marco del conflicto armado. La fiabilidad obtenida de las dos dimensiones de la reconciliación socioemocional, a través de un Alpha de Cronbach, fue de 0.73 en la dimensión intrapersonal y de 0.78 en la dimensión interpersonal, en la ciudad de Barranquilla; por su parte, en Medellín la fiabilidad fue de 0.82 para la dimensión socioemocional intrapersonal y de 0.80 para la interpersonal (Alzate et al., 2018).
En Colombia, la población adolescente infractora de la ley penal, entre 14 y 18 años, sea como autores o testigos de hechos delictivos, es considerada víctima (Ley 1098 de 2006), en tanto su participación en delitos obedece a circunstancias de reclutamiento forzado por grupos al margen de la ley y bandas de crimen organizado (Sentencia C-203, Corte Constitucional de Colombia, 2005; Sentencia T-142, Corte Constitucional de Colombia, 2019), además de vivir múltiples condiciones de vulnerabilidad psicosocial, económica, falta de oportunidades, marginación, familias disfuncionales y convivencia en entornos delictivos y de criminalidad (Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, 2015).
En este orden de ideas, en esta investigación se consideró que la Escala de Reconciliación Socioemocional para Víctimas, ajustada psicométricamente por Alzate et al. (2018), era posible utilizarla en la población adolescente infractora de la ley penal, en contexto de conflicto y con medida privativa de la libertad en la ciudad de Medellín. Es la primera vez que se utiliza este instrumento y se aplica en esta población.
El instrumento de Reconciliación Socioemocional, además, posee una escala tipo Likert que consta de 12 ítems, agrupados en dos dimensiones de la reconciliación socio-emocional: la coexistencia, que evalúa el sentimiento de reconciliación intrapersonal, en los reactivos 3, 4, 5, 6, 7 y 8, y la confianza, que determina el sentimiento de reconciliación interpersonal, en los ítems 1, 2, 9, 10, 11 y 12. Con opción de respuesta de 1 a 10; en donde 1 interpreta el total desacuerdo, y 10 el total acuerdo.
Procedimiento
El estudio se orientó desde los principios éticos de respeto a la autonomía, la intimidad, la dignidad, la protección, la procura del bien y la justicia, en investigación con seres humanos. Asimismo, se obedecieron las normas estipuladas en la Ley 1098 (Congreso de la República, 2006) y la Resolución 8430 (Ministerio de Salud, 1993), asegurando el cumplimiento específico de los artículos 25, 26 y 50: el consentimiento informado de los participantes y de la institución de protección, así como el sometimiento a la valoración de la investigación y sus instrumentos por parte de los comité de ética de la Universidad Católica Luis Amigó (Colombia) y el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, tanto en el ámbito nacional como de la regional de Medellín.
La recolección de información, mediante la aplicación de los instrumentos, se realizó de manera presencial el primer semestre del 2020. Se realizaron encuentros presenciales en la institución que opera el servicio. Se explicó el procedimiento y se procedió con la aplicación de instrumentos, la cual tuvo una duración entre 45 y 50 minutos por grupo.
Análisis de datos
Para el análisis estadístico se utilizó el paquete estadístico SPSS versión 25 (IBM Corporation, 2017). Se realizó inicialmente un análisis de normalidad de los datos y variables mediante la prueba de Kolmogorov-Smirnov, la cual arrojó que, con excepción de la preocupación empática, las demás variables presentaban una distribución normal. Posteriormente, se realizó un análisis descriptivo y de consistencia interna de las variables de disposición a la reconciliación socioemocional y empatía mediante el coeficiente omega (ω). Este coeficiente trabaja con cargas factoriales de las variables (Gerbing & Anderson, 1988), lo que permite una mayor estabilidad en los cálculos para escalas multidimensionales, ya que no depende del número de ítems (McDonald, 1999). Posteriormente, se realizó un análisis de correlaciones mediante el coeficiente r de Pearson. Finalmente, se efectuó un análisis de regresión lineal múltiple mediante el método de introducción, en el cual se definió como variable dependiente: la reconciliación socioemocional y las dos subescalas que la integran; y como variables independientes: la empatía total y los diferentes factores y dimensiones que la componen.
Resultados
En la tabla 1 se presentan los resultados del análisis descriptivo y de correlaciones entre la disposición a la reconciliación socioemocional y la empatía. Se encontró un valor medio más alto en la disposición a la reconciliación socioemocional intrapersonal que en la interpersonal. Asimismo, la empatía cognitiva mostró una puntuación más alta que la empatía afectiva. La dimensión de la empatía con menor valor medio fue el malestar personal.
Por otro lado, se encontraron correlaciones estadísticamente significativas (p < 0.05), de signo positivo, entre la reconciliación socioemocional total, intrapersonal e interpersonal y los diferentes factores y dimensiones de la empatía. Un aspecto relevante es que la reconciliación socioemocional interpersonal, a pesar de indicar la puntuación media más baja, fue el factor que presentó las correlaciones más fuertes con las diferentes variables de la empatía. El factor de la empatía cognitiva presentó las correlaciones más fuertes con las diversas variables de la reconciliación socioemocional, en contraste con la empatía afectiva; aspecto que también ocurre con las correlaciones entre la reconciliación socioemocional y las dimensiones de la empatía. El malestar personal no presentó correlaciones significativas (p < 0.05) con la reconciliación socioemocional total e intra-personal. Asimismo, la empatía cognitiva no correlacionó con la reconciliación socioemocional intrapersonal
Por su parte, la tabla 2 muestra los resultados del análisis de regresión lineal múltiple, mediante el método de introducción, con el fin de detectar los factores de la empatía con mayor efecto predictor sobre la disposición a la reconciliación socioemocional en las y los adolescentes infractores de la ley.
Para el caso de este análisis, los factores y dominios de la empatía se ubicaron como variables predictoras, mientras que la reconciliación socioemocional total, intrapersonal e interpersonal como variables dependientes.
En términos generales, se encontró que la empatía total tiene un efecto predictor significativo y positivo sobre la reconciliación socioemocional, la cual explica el 15% de la variación de la reconciliación socioemocional total (R2 = 0.154; F(1,169) = 30.696; p < 0.001), el 8% de la reconciliación socioemocional intrapersonal (R2 = 0.081; F(1,169) = 14.829; p < 0.001) y el 19% de la reconciliación socioemocional interpersonal (R2 = 0.185; F(1,169) = 38.385; p < 0.001).
Los factores de la empatía, el afectivo y el cognitivo, cuyo efecto es significativo únicamente en este último (p < 0.001), explicaron el 22% de la variación de la reconciliación socioemocional total (R2 = 0.215; F(2,168) = 23.002; p < 0.001), el 17% de la reconciliación socioemocional intrapersonal (R2 = 0.174; F(2,168) = 17.707; p < 0.001) y el 21% de la interpersonal (R2 = 0.205; F(2,168) = 21.689; p < 0.001).
Sobre las dimensiones de la empatía, las variables de toma de perspectiva y fantasía, que integran el factor cognitivo, fueron las únicas que presentaron un efecto estadísticamente significativo sobre la reconciliación socioemocional (p < 0.05), las cuales explicaron en un 23% la variación de la reconciliación socioemocional total (R2 = 0.23; F(4,166) = 12.326; p < 0.001), en un 19% la reconciliación socioemocional intrapersonal (R2 = 0.193; F(4,166) = 9.950; p < 0.001) y en un 21% la interpersonal (R2 = 0.211; F(4,166) = 11.093; p < 0.001).
Discusión
En el presente estudio se establecieron relaciones de asociación entre la empatía y la disposición hacia la reconciliación socioemocional en adolescentes infractores de la ley penal, con medida privativa de la libertad en la ciudad de Medellín, Colombia. Se halló que la empatía, en general, tiene un efecto predictor significativo y positivo sobre la reconciliación socioemocional. Como señalaron Garaigordobil y Maganto (2011), Gómez Tabares y Durán-Palacio (2020, 2021), Mestre et al. (2012), Mesurado et al. (2019), Mesurado et al. (2021), Richaud y Mesurado (2016), Narvey et al. (2021) y van der Stouwe et al. (2018), la promoción de habilidades en empatía influye positivamente en la disminución de intenciones hostiles en jóvenes involucrados en la justicia penal por actos delictivos.
Los bajos niveles de empatía pueden ser predictores de menos respuestas positivas al tratamiento de resocialización.
Uno de los mayores aportes de esta investigación consiste en la confirmación de las correlaciones positivas entre la empatía total y la disposición socioemocional de las y los adolescentes delincuentes con privación jurídica de su libertad, ya que sirve para reorientar los acompañamientos psicosociales a esta población, así como la evaluación de los programas de resocialización vigentes.
Particularmente, las contribuciones científicas de Bandura et al. (1996), Bandura (1999, 2002), Bandura et al. (2001) y Férriz et al. (2019) respaldan la idea de que la ausencia de empatía en victimarios les facilita y predispone al uso de mecanismos psicológicos de desconexión moral, con el fin de evitar el malestar personal frente al sufrimiento de las víctimas y justificar sus acciones de daño. Por otro lado, Halperin (2015), Klimecki et al. (2016), Klimecki (2019), Mayer et al. (2018) y van der Stouwe et al. (2018) relacionan la empatía total con actitudes más favorables, hacia sentimientos de compasión y comportamiento prosocial.
Los análisis estadísticos en este trabajo evidencian que la dimensión cognitiva de la empatía obtuvo puntuaciones más altas que la empatía afectiva, en relación con los sentimientos que disponen positivamente a la reconciliación socioemocional; aspecto estrechamente relacionado con los resultados del estudio de entrenamiento en habilidades para la mejora de la cognición social de van der Stouwe et al. (2018). Por otro lado, el hallazgo de que la empatía afectiva no fue predictora de disminución de distorsiones cognitivas en jóvenes transgresores de la ley, mientras que la empatía cognitiva demostró ser más eficaz en la reducción de las distorsiones cognitivas en el procesamiento de la información social, destacan la necesidad de que los programas de resocialización para adolescentes infractores de la ley penal se enfoquen en el diseño de estrategias de acompañamiento psicosocial y de psicoeducación dirigidos a corregir o a reducir las deformaciones de la cognición social. El logro de una percepción más humanizada de las personas en la sociedad ayuda significativamente en la reducción del delito.
En este estudio se halló que el factor malestar personal arrojó menor valor medio, en relación con la disposición a la reconciliación socioemocional total; asunto que coincide con los resultados del estudio de Hoffmann et al. (2016), destacando que los estados emocionales personales pueden inhibir la empatía, especialmente el malestar subjetivo. Sin embargo, este mismo hallazgo debate lo expuesto por Morelli et al. (2015), al destacar que los procesos empáticos afectivos se acentúan con aumento en situaciones en las que se experimentan más emociones negativas, en lugar de positivas. Para el caso de la población adolescente infractora de la ley examinada, el componente del malestar personal de la empatía afectiva no resultó ser predictor de la disposición a la reconciliación socioemocional.
Otro resultado relevante de este trabajo está dado por las significativas correlaciones positivas entre la disposición hacia la reconciliación socioemocional total (intrapersonal e interpersonal) con todas las dimensiones y componentes de la empatía. La importancia de este hallazgo radica en que las respuestas morales de respeto hacia las personas y el reconocimiento de la alteridad son condiciones necesarias para la convivencia pacífica y el ejercicio de la ciudadanía en democracia, y se basan en el desarrollo de la empatía, tal y como también lo evidencian los trabajos de Brinck et al. (2017), Darwall (2006), Drummond (2006) y Zahavi (2014).
Específicamente, el hallazgo de un valor medio más alto en la disposición a la reconciliación socioemocional intrapersonal, en comparación con la dimensión interpersonal, se relaciona con lo destacado por Bosch et al. (2017), Guirado et al. (2011), Nadler y Shnabel (2008), Perea-Restrepo (2009), Restrepo (2014) y Rodgers y Baird (2016) sobre la determinante influencia de las desigualdades sociales entre agresores y victimarios en la disminución de la empatía. Esto ocurre, particularmente, en aquellos casos en que la conducta delictiva de las y los adolescentes está ligada a las experiencias de marginación, exclusión y estigmatización social, que los hace proclives al uso instrumental de la violencia para afianzar su sentido de identidad y obtener reconocimiento social (Restrepo, 2014). El hecho de que las desigualdades sociales influyan negativamente sobre la capacidad de empatizar, como lo evidenciaron Cameron y Payne (2011), Cikara et al. (2011) y Hackel et al. (2014), también se halla sustentado en la inexistencia de correlaciones entre la empatía cognitiva y la dimensión intrapersonal de la reconciliación socioemocional, obtenidas en este estudio.
Así mismo, las explicaciones de Ellis et al. (2008) y James y Blair (2007) validan el hallazgo de la ausencia de relación entre empatía cognitiva y la disposición a la reconciliación socioemocional intrapersonal, al explicar que la cognición social deficiente, la ausencia de culpa, la carencia de toma de perspectiva y un razonamiento moral débil tienen relevancia al momento de exponer las causas de los delitos cometidos por agresores juveniles. (Altuna, 2018; Férriz et al., 2018; Gómez-Tabares & Narváez-Marín, 2019; Ordóñez- Carabaño et al., 2020; Penić et al., 2021; Prieto-Ursúa & Ordóñez, 2020; van Dongen, 2020). Igualmente, las tesis de Cameron y Payne (2011), Cikara et al. (2011), Cikara et al. (2014) y Hackel et al. (2014) refuerzan la idea de que el impacto negativo de relaciones parentales conflictivas, bajos niveles de bienestar subjetivo (Cordero-López & Calventus Salvador, 2022), así como las condiciones de sufrimiento, marginación, exclusión y estigmatización social en los procesos de mentalización (Levy et al. 2019; Sato et al., 2018) de las y los adolescentes infractores de la ley, además de provocar mayores niveles de ensimismamiento, afianzan los déficits en la empatía cognitiva (toma de perspectiva y fantasía) y aumentan las distorsiones cognitivas que fundamentan la justificación del uso de la violencia y la conducta criminal entre las y los jóvenes bajo medida privativa de la libertad.
La relevancia de las puntuaciones medias bajas, halladas en la dimensión interpersonal de la disposición hacia la reconciliación socioemocional, destaca la necesidad de seguir investigando más las relaciones entre la empatía y la reconciliación interpersonal; lo anterior, ya que, a pesar de que este factor obtuvo bajos valores medios, también presentó correlaciones más fuertes con las diferentes dimensiones y componentes de la empatía. Incluso más cuando las variables de toma de perspectiva y fantasía (que integran el factor cognitivo de la empatía) fueron las únicas que presentaron un efecto estadísticamente significativo sobre la disposición a la reconciliación socioemocional total. La significación de este hallazgo apunta a que, en los programas de acompañamiento psicosocial a las y los adolescentes infractores con medida privativa de la libertad, se deben promocionar la empatía cognitiva, el perdón, la compasión y las emociones positivas, lo que se relaciona positivamente con lo hallado por Gómez-Tabares y Durán-Palacio (2020, 2021), Mesurado et al. (2019) y Mesurado et al. (2021). El fomento de la empatía cognitiva es una tarea pendiente, no solo para la resocialización, sino para el cumplimiento de los objetivos de la justicia restaurativa que orientan el Sistema de responsabilidad penal para adolescentes en Colombia: reconocimiento del daño causado y disposición a la reparación de las víctimas y a la sociedad. En ambos casos, estas acciones son necesarias para la reconciliación social, tal como lo sugieren Alzate et al. (2018), Pulido-Varón et al. (2020) y Prieto-Ursúa et al. (2019).
Se espera que los hallazgos más relevantes de esta investigación contribuyan a la revisión y evaluación de los modelos de atención, reeducación y acompañamiento psicosocial de los programas de resocialización de los y las adolescentes en conflicto con la ley penal. Se destaca principalmente la necesidad de promover la toma de perspectiva y la fantasía, dimensiones que integran el factor cognitivo de la empatía, ya que son estas capacidades las que presentaron, en este estudio, un efecto estadísticamente significativo sobre la disposición a la reconciliación socioemocional total. En este sentido, para las y los profesionales psicosociales que intervienen y acompañan a esta población juvenil aparece principalmente la tarea de atender más a la identificación de las formas de distorsión cognitiva que presentan las y los jóvenes infractores, cuáles son sus creencias más disfuncionales, suposiciones, sesgos y reglas de vida problemáticas construidas de manera irreflexiva, fija y estereotipada en los contextos de su socialización. Esta identificación posibilitará el diseño de estrategias de intervención más ajustadas a las estructuras cognitivas de las y los jóvenes que delinquen, buscando la restructuración de sus modos de pensar que los ayude a repensar su relación con la sociedad y sus estilos de vida.
Este estudio presenta varias limitaciones. Al tratarse de un estudio transversal, no fue posible contemplar el impacto a mediano y largo plazo que tiene la empatía sobre las actitudes orientadas a la reconciliación socioemocional en las y los adolescentes infractores. Tampoco se contempló la posible influencia del proceso de reeducación sobre la empatía y la reconciliación socioemocional. Se recomienda contemplar estos aspectos en futuros estudios e implementar diseños longitudinales. Otra limitación es que los resultados se obtuvieron por medio de autoinformes, por lo que no están libres de sesgos que pueden llevar a interpretaciones y resultados con cierta probabilidad de error. Para futuros estudios se recomienda vincular informantes clave, por ejemplo, educadores y equipos psicosociales, para así contrastar los autoinformes con los heteroinformes.