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Revista Colombiana de Antropología

versión impresa ISSN 0486-6525versión On-line ISSN 2539-472X

Rev. colomb. antropol. vol.59 no.3 Bogotá sep./dic. 2023  Epub 01-Sep-2023

https://doi.org/10.22380/2539472x.2666 

Diálogos

El acecho de los restos de vida de la violencia. Respuesta a los comentarios

Stalking the Living Remnants of Violence. Response to comments

Gabriel Ruiz Romero


“Afterlife, oh my God, what an awful word”

(Arcade Fire, Afterlife)

“¿Qué tan festiva es la festividad?”, se pregunta -y me pregunta- María Ochoa Sierra hacia el final de su comentario. Llevaba días pensando en esa pregunta, en relación con la espectralidad de la violencia y los fantasmas que ella produce, esos que yo siento que también se mueven a través del bullicio y la fiesta que parecen nunca estar ausentes en el Pueblo. María, por su parte, invita a considerar si esa festividad emerge como conjuro a la amenaza fantasmal. Empiezo a redactar esta respuesta, a su comentario y al de Daniel Ruiz-Serna, en el Urabá antioqueño. Estoy en un pueblo también bulloso, con músicas compitiendo en locales vecinos, con el ruido de las muchas motos que pasan. Un leitmotiv comportamental ha atravesado todas las conversaciones que he tenido aquí: cada persona con la que he conversado, habla como si alguien o algo más nos estuviera escuchando, como si con nosotros también se sentara algún tipo de espectro. Aquí también, como en el Pueblo, percibo los fantasmas de la violencia.

Mientras conduzco entre un pueblo y otro del Urabá, sigo pensando en esta respuesta y le doy un poco la vuelta a la cuestión: no me pregunto tanto cómo la violencia espectral acecha la cotidianidad, sino dónde está la cotidianidad en contextos de violencia espectral o, mejor, cuál es la cotidianidad posible allí. Barry Sandywell (2004) sostiene que en contextos así, lo que se considera cotidiano o común (incluso normal) se problematiza, dado que las personas otorgan sentido a sus vidas no en el vacío, sino “a partir de los recursos materiales y culturales que tienen disponibles” (Sandywell 2004, 175). En la medida en que esos recursos están impregnados por los espectros de la violencia, dicha cotidianidad adquiere un carácter que podemos ahora llamar siniestro, en el sentido freudiano que Daniel menciona en su comentario.

En efecto, das Unheimliche produce esa extrañeza inquietante de la que habla Schelling (2006), una extrañeza que no es producida por lo otro, sino que surge de lo propio, de lo familiar, en lo cual salen a la luz rasgos de nuestra propia cotidianidad que antes nos resultaban esquivos y que ahora los fantasmas de la violencia revelan con su propia aparición. La hiperfestividad que veo aquí, donde empiezo a escribir, y que se asemeja tanto a la que he visto en el Pueblo, quizá emerja como conjuro, sí, pero no como un conjuro de la violencia-otra, sino como uno para exorcizar la violencia siniestra-nuestra que ha reclamado (quizá con éxito) un lugar en nuestra cotidianidad.

En este sentido, escribir sobre la violencia espectral puede ser también una forma de exorcizar (o, al menos, de convocar para que aparezcan y así poder observar aquello que iluminan en su aparición) los propios fantasmas de la violencia que nos habitan en tanto investigadoras e investigadores de este campo. Diciéndolo de la bella forma como lo expone Daniel, escribir sobre la violencia espectral es un ejercicio de exploración de los límites de nuestras posiciones éticas y epistemológicas, las que tantas veces se confrontan y tensionan. Pero no se puede, o no se debe, convocar a un fantasma si no estamos dispuestos a abrirnos a la posibilidad de que ese fantasma se instale en nosotros. En efecto, rehuimos -rehúyo- nombrar directamente un lugar, unos sujetos, porque la posición ética me invita -incluso me constriñe- a hacerlo, aunque ello sea una forma de construir una herramienta epistemológica (el propio texto académico) que está también presa de esa reproducción de la violencia.

Dice María que lo anterior constituye un silencio a medias y una denuncia a medias. Coincido con la primera afirmación, me separo de la segunda. En efecto, el silencio hace parte de la memoria de la violencia; es, de hecho, uno de sus constituyentes primarios. Un texto académico sobre la memoria de la violencia debe ser leído entre líneas, porque entre líneas hay que leer también la vida y las vidas de aquellos que intentan dar testimonio. El que (ya) pueda hablarse de los fantasmas de la violencia no significa que (ya) pueda hablarse-para-decirlo-todo, no solo porque la inefabilidad es propia de la violencia espectral, sino porque es incluso necesario que exista ese silencio, lo no dicho. “Todo lo que se puede decir es mentira”, dice Alejandra Pizarnik en el bello poema En esta noche, en este mundo, y tal vez si todo pudiera ser dicho sobre los fantasmas, entonces ellos realmente no existirían.

Ahora, no coincido en que el texto sea una denuncia a medias, porque no es una denuncia. Punto. Un texto académico puede ser denuncia, por supuesto, así como un escritor puede ser comprometido, pero lo primero no tiene que ser denuncia para ser un buen texto académico, como el segundo no tiene que ser comprometido para ser un buen escritor. Creo que el espacio de la denuncia puede ser también habitado por la investigación académica, pero también creo que separarnos de ella (al menos en su forma más directa, una que no admite silencios ni vacíos narrativos) nos permite indagar en formas de conocimiento más profundas de las realidades complejas que estudiamos.

Por último: en efecto, considero que los afterlives de la violencia armada (una maravillosa forma de nombrarlo) nos seguirán acechando y marcarán las formas como se construyen las vidas cotidianas en aquellos lugares atravesados por esa violencia, y también acecharán nuestras investigaciones, nuestros textos y, a veces, el embrujo será tal que, muy a nuestro pesar, esos trabajos terminarán siendo -también ellos- espacios donde la violencia espectral seguirá viviendo ese resto de vida que aún le queda.

Referencias

Sandywell, Barry. 2004. “The Myth of Everyday Life: Toward a Heterology of the Ordinary”. Cultural Studies 18 (2-3): 160-180. https://doi.org/10.1080/0950238042000201464Links ]

Schelling, Friedrich. 2006. Filosofía del arte. Madrid: Tecnos. [ Links ]

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