Señor Editor:
En 1976, la psicóloga social Cristina Maslach comenzó a estudiar la forma en que las personas manejaban su relación con el trabajo, principalmente en sectores con altas demandas emocionales, encontrando que emergían tres aspectos importantes: desgaste emocional, falta de adhesión a las necesidades del cliente y un sentimiento de autoeficacia reducida 1, características definitorias del síndrome de burnout.
Desde su concepción, el burnout ha recibido un interés creciente de la comunidad científica, observándose una gran cantidad de publicaciones en los que se intentan conocer los factores relacionados con su desarrollo. En junio de 2018 la Organización Mundial de la Salud 2 publica la versión 11 de la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE11)-que entrará en vigor en 2022, y en la que se incluye el síndrome de burnout dentro del capítulo de los factores que influyen en el estado de salud o en el contacto con servicios de salud y señalando su relación específica con el contexto laboral e indicando que no se debe usar para otras esferas de la vida 3.
La Agencia para la Investigación y Calidad en el Cuidado de la Salud, estima que este síndrome puede afectar entre el 10 y el 70 % de las enfermeras y entre un 30 a 50 % de médicos, auxiliares de enfermería y asistentes médicos 4. En este sentido, la crisis por el nuevo coronavirus puede ejercer su influencia sobre el desarrollo y la severidad del síndrome de burnout a través de dos vías principales: la primera de ellas es que actuar frente a un nuevo agente biológico y altamente transmisible se constituye en un estresor directo, generando sentimientos de miedo al contagio propio y de la familia, así como ansiedad, estigmatización y el afrontamiento de la muerte de pacientes y de compañeros de trabajo. De una forma indirecta la pandemia intensifica otros estresores reconocidos entre los trabajadores de la salud: contacto directo y emocionalmente cargado, con pacientes, familias y otro personal hospitalario. En segundo lugar, porque se aumentan las jornadas laborales, la carga de trabajo y el contenido de las tareas, para dar respuesta a los nuevos requerimientos, lo que se relaciona también con un aumento en el conflicto familia-trabajo.
Las estrategias para la intervención del burnout deben comprender acciones sobre el individuo en las esferas fisiológica, cognitiva, emocional y comportamental 5 y también sobre la organización misma mediante apoyo, reorganización, redistribución de tareas, reubicaciones temporales y rotaciones más frecuentes, entre otros.