Introducción
El hambre es una problemática que afecta a muchos países alrededor del mundo. América Latina y el Caribe, una de las regiones con altos niveles de vulnerabilidad, reporta que cerca de 47 millones de personas equivalentes a 7.4 % del total de sus habitantes padecieron hambre durante el año 2019; lo cual significó un aumento de 13 millones de personas con subalimentación en el último quinquenio 1.
Con respecto a la inseguridad alimentaria moderada o grave, esta región en particular, muestra que 1 de cada 3 habitantes no tiene acceso a una alimentación nutritiva y suficiente para alcanzar niveles óptimos de salud; asimismo, en esta región se observan desigualdades territoriales y se detecta que las zonas rurales y las minorías étnicas presentan mayor rezago como resultado de la doble carga de malnutrición 2.
El hambre se vincula no solo con la producción y disponibilidad física de los alimentos, sino que integra aspectos como la accesibilidad, utilización y calidad de los alimentos, así como también, los patrones de consumo de alimentos y la construcción cultural de las dietas que se constituyen en piedras angulares de la seguridad alimentaria 3. Combatir el hambre es un reto de interés para la salud pública, al conectarse con la capacidad de los Estados frente a la implementación de sistemas de producción solidarios con el medio ambiente, diseño de políticas pertinentes y el desarrollo de oportunidades alimentarias en todos los niveles 4.
Las dinámicas mundiales relacionadas con la transformación del entorno 5, el calentamiento global 6,7 y la contaminación de los alimentos 8, afectan el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenibles, en particular al objetivo número dos: “Hambre cero” 9-11, así como también, se vinculan con la pobreza alimentaria, la construcción social de los alimentos 12 y la percepción cultural adoptada por los grupos sociales sobre el uso y administración de estos; este último, puede ligarse con afectaciones de los valores nutricionales, es por ello que la seguridad alimentaria y los hábitos nutricionales poseen particularidades entre una región u otra 13.
La variación en la seguridad alimentaria trae consigo una serie de efectos negativos para las personas, como lo es el aumento del riesgo de bajo peso al nacer, la desnutrición, retraso del crecimiento en los infantes, sobrepeso y obesidad a lo largo de las diferentes etapas de sus vidas 14. Este último aspecto se considera una enfermedad no transmisible, debido a que puede traer como consecuencia cardiopatías, enfermedades circulatorias, alteración del perfil lipídico, estrés, depresión, hipertensión, presencia de tumores malignos, diabetes, artritis, entre otras causas de morbimortalidad, las cuales afectan directamente los indicadores de salud de las comunidades 15,16.
Una de las consecuencias de la alteración en la seguridad alimentaria es la malnutrición, la cual afecta de forma considerable a los menores de cinco años; para el año 2018, en el mundo cerca de 340 millones de niños y niñas sufrían de hambre oculta, y aproximadamente 200 millones sufrían de emaciación o retraso en el crecimiento 17. Para el caso de la desnutrición y el sobrepeso, se estima que al menos 1 de cada 3 niños padece de alguno de estos dos tipos de malnutrición 17.
A nivel nacional, la Encuesta Nacional de Situación Nutricional (ENSIN) 2015, pudo evidenciar que, en Colombia, la desnutrición global afecta en mayor porcentaje a las niñas (3,1 %) en comparación con los niños (3,0 %), con mayor presencia en la etnia indígena (7,2 %) y en la región Atlántica (4,6 %). De igual forma, la ENSIN 2015 halló porcentajes en desnutrición aguda (1.6 %) y exceso de peso (6,3 %). Otro dato importante suministrado por la ENSIN 2015, fue la reducción significativa de la inseguridad alimentaria, cuyos cálculos la ubican entre 57,7 % (2010) y 54,2 % (2015); sin embargo, la lucha por su reducción no debe cesar, en especial cuando la mitad de los hogares colombianos padecen de dificultades para conseguir alimentos 18.
El departamento de Córdoba, escenario de esta investigación, se encuentra ubicado en la costa Caribe colombiana, donde, según estudios recientes dos de cada mil niños padecen de desnutrición aguda 19. Sumado a lo anterior, este departamento en los últimos años ha reportado un incremento representativo respecto a los otros departamentos del país en cuanto a hogares que padecen de inseguridad alimentaria, guardando una estrecha relación con factores socioculturales, como lo son la pobreza de la población, el desempleo y los bajos ingresos mensuales, trayendo estos como consecuencia una limitación a un acceso óptimo de alimentos saludables, impidiendo tener una dieta balanceada 20. Montería, su capital, fue catalogada como una de las ciudades con el costo de vida más alto en 2015, y ocupó el puesto 15 dentro de las 24 ciudades a nivel nacional. En consecuencia, los grupos familiares con ingresos bajos se vieron más afectados por el incremento de los precios de la canasta familiar; la mayor alza se notificó en los alimentos (10,6 %), salud (7,1 %) y vivienda (7,1 %) 21.
Con base en la problemática presentada, es importante conocer cuál es el estado de la seguridad alimentaria de las familias pertenecientes al estudio, teniendo en cuenta que el departamento de Córdoba registra uno de los mayores índices de hogares con inseguridad alimentaria y por lo tanto, se hace necesario conocer si esta condición está asociada con el estado nutricional de los menores de cinco años 20.
En relación con lo anterior, el estudio planteó como objetivo: determinar la relación entre la seguridad alimentaria y el estado nutricional de niños menores de 5 años que asisten a los CDI (Centro de Desarrollo infantil) de Montería, Colombia.
Materiales y métodos
Estudio correlacional transversal realizado durante el año 2019. La muestra correspondió 388 familias con niños y niñas menores de 5 años que reciben apoyo alimentario a través de los CDI. Estas familias fueron seleccionadas mediante la técnica de muestreo aleatorio simple, con un nivel de confianza de 95 % y un máximo error permisible de 5 %.
Los criterios de inclusión fueron: niños que asistan a un CDI en montería, niños/as menores de 5 años y la aceptación y firma del consentimiento informado. Por otra parte, los criterios de inclusión fueron: la no aceptación voluntaria de la realización de la encuesta, registros antropométricos incompletos de los menores pertenecientes al estudio, no residir en la cuidad de Montería, Córdoba.
Para la clasificación del nivel de seguridad alimentaria de las familias se aplicó la Escala Latinoamericana y Caribeña de Seguridad Alimentaria (ELCSA). En lo que respecta al aspecto nutricional, la muestra de niños se distribuyó equitativamente entre el número de CDI en el municipio de Montería, resultando 15 infantes por cada CDI. Estos fueron medidos y pesados con equipos calibrados y los resultados frente a los puntajes Z de los principales indicadores antropométricos se establecieron a partir de las directrices de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Resolución 2465 de 2016 emitida por el Gobierno de Colombia. La desnutrición crónica y el sobrepeso fueron clasificados de acuerdo con los valores de las desviaciones estándar indicados en esta resolución 22.
La digitalización de la encuesta se realizó con apoyo del programa Excel, esto con la finalidad de realizar la base de datos. Las medidas de tendencia central fueron calculadas para datos cuantitativos, mientras que para variables categóricas se empleó la distribución de frecuencias absolutas y relativas. Para medir la asociación de variables categóricas, se usó la prueba de Chi-cuadrado. El análisis estadístico fue realizado con el software R versión 3.5.1 23.
Los criterios de rigor ético fueron evaluados por el Comité de Ética de la Universidad de Córdoba, ente universitario de carácter estatal que emitió su favorabilidad frente al estudio, amparados en la Resolución 8430 de 1993. Posteriormente, se obtuvo el aval del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (seccional Córdoba), así como de cada una de las coordinaciones de los CDI. Los objetivos del estudio fueron socializados con padres de familia, quienes firmaron consentimiento informado y aceptaron voluntariamente participar del estudio.
Resultados
Análisis del núcleo familiar o de las familias
Caracterización demográfica de las familias
La evaluación de las 388 familias con niños y niñas menores de cinco años asistentes a los CDI de la ciudad de Montería, Córdoba, Colombia, permitió determinar que 63.9 % de los representantes de los menores son mujeres y 36 % corresponden a hombres. De esta población, se encontró mayoría en amas de casa (54,6 %), vivienda en estrato 1 (88,9 %) y nivel educativo máximo alcanzando la básica secundaria (58.8 %).
Al analizar la variable edad e ingresos mensuales, se pudo determinar que la edad promedio de los padres era de 32 años, y en relación con los ingresos mensuales, es importante aclarar, que, si bien la mayoría de los encuestados seleccionaron la opción ocupacional de oficios del hogar, estas familias reportaron ingresos familiares mensuales menores al salario mínimo legal vigente, que provienen en gran parte de la ocupación masculina. La condición civil se registró mayoritariamente en unión libre (59.9 %) y solteros o cabezas de hogar (22.4 %). Al examinar el tamaño del hogar, se pudo evidenciar que la mayor proporción de los hogares estaban integrados por cuatro personas 37,4 % (n=145), solo la minoría 1,5 % (n=6), refirió estar conformado por 10 integrantes.
Seguridad alimentaria de las familias
De la totalidad de las familias participantes en el estudio, se pudo establecer que 71,4 % (n=277) sufrían de inseguridad alimentaria severa y solo 1,5 % (n = 6) contaban con seguridad alimentaria. La distribución completa de los niveles de seguridad alimentaria se puede observar en la Figura 1.
Análisis del estado nutricional de la población infantil
Caracterización demográfica de los niños y niñas
Para valorar el estado nutricional de los menores de cinco años asistentes a los CDI de Montería, Colombia, se determinó como la edad promedio de estos infantes una media de 3,15±0,84, donde 49,3 % (n=191) pertenecían al sexo femenino, y 50,7 % (n=197) al masculino. Respecto al peso y la talla de los menores, se pudo evidenciar en los infantes del sexo masculino un peso y una talla mayor respecto a las niñas, 15,20 ± 2,40 y 97,73 ± 8,16 respectivamente (Tabla 1).
Variable | Niños (Media ± DE) | Niñas (Media ± DE) |
---|---|---|
Edad | 3,23 ± 0,84 | 3,07 ± 0,84 |
Peso | 15,20 ± 2,40 | 14,07 ± 2,66 |
Talla | 97,73 ± 8,16 | 94,30 ± 8,05 |
Fuente: Elaboración propia.
El peso y la talla de los menores de cinco años fueron tabulados en las gráficas de los patrones de crecimiento peso/talla (Figuras 2 y 3), estipulados en la resolución 2465 del Ministerio de la Salud y Protección Social, los cuales están discriminados por sexo y edad 22.
Estado nutricional de niños y niñas
En las diferencias encontradas entre los grupos del sexo masculino y femenino, se pudo identificar que los niños gozaban de un mejor estado nutricional en comparación con las niñas, ratificado al examinar entre el total de los 197 niños como 75,1 % (n= 148) tenían un peso adecuado para su talla y solo el 1,0 % (n=2) de los niños padecían de desnutrición aguda severa (Figura 2), valores que difieren un poco con las niñas, al encontrarse que de las 191 niñas valoradas 73,9 % (n=141) tienen un peso adecuado para su talla y el 2,1 % (n=4) padecían de desnutrición aguda severa (ver Figura 3).
Abreviaturas: RDS = riesgo de sobrepeso, RDD = riesgo de desnutrición, DAS = desnutrición aguda severa, DAM = desnutrición aguda moderada.
Fuente: Elaboración propia.
Asociación seguridad alimentaria vs. estado nutricional infantes
En el presente estudio se evidenció un alto índice de familias con inseguridad alimentaria, siendo este un factor predisponente de la malnutrición en los menores; al medir el nivel de asociación entre estas dos variables, se pudo determinar que no existe un nivel de asociación entre ellas (p= 0,594).
Discusión
La seguridad alimentaria y nutricional es un tema de trascendental y de gran debate a nivel mundial, siendo esta clave, para la supervivencia y desarrollo de los seres humanos, tras permitirles desarrollar (o no) sus potencialidades. Esta, no solo se ve afectada por la ingesta o ausencia de alimentos, debido a que en la actualidad se ha demostrado que factores como las desigualdades económicas, sociales, culturales, políticas y de salud, influyen directamente en el establecimiento de garantías y derechos de las personas para disponer de ella 5. De ahí, la necesidad de explorar sobre el vínculo entre la seguridad alimentaria y las condiciones nutricionales en poblaciones vulnerables, en especial, en niños y niñas.
Los resultados del presente estudio realizado en Montería (Colombia), señalan la conexión entre los factores socioeconómicos y demográficos de los adultos responsables de las familias encuestadas con la alteración de la seguridad alimentaria, al constatarse que la mayor proporción de estas, padecen algún tipo de inseguridad alimentaria, por tratarse de hogares con altos niveles de vulnerabilidad social. Estos hallazgos son coherentes con otras exploraciones colombianas al determinarse que, a mayores ingresos mensuales existe un mayor acceso a los alimentos 24, o en la vía de Barrera Dussan et al. 25, quienes identificaron una mayor probabilidad de desnutrición aguda en aquellas familias de estrato socioeconómico bajo (RP-1,39), ante la capacidad limitada para acceder a una mayor cantidad de alimentos de mejor calidad y de alto valor nutricional.
Es importante recalcar el lugar central de la ocupación o empleo y el estrato socioeconómico de las personas en la garantía de la seguridad alimentaria 26, porque a menores ingresos mensuales, menor será la posibilidad de acceder a la educación superior; por ende, el acceso a trabajos mejor remunerados sería inferior, factor en estrecha relación con la disminución de la capacidad adquisitiva de alimentos nutritivos, lo que trae consigo alteraciones en su alimentación 13,25,27. Siendo así, los hallazgos de Gil et al. 28 en Medellín (Colombia), sustentan estas afirmaciones, al constatar como la pertenencia al estrato 1 o 2 (34,6 %), poseer un nivel de escolaridad básica primaria (37.3 %) e ingresos mensuales entre 1 y 2 SMLV (55.6 %), afectaron la seguridad alimentaria en su población de estudio (53.6 %), cuando detectaron la presencia de algunos de los grados estipulados en la inseguridad alimentaria.
Otras evidencias muestran que, cuando la madre posee un menor nivel educativo y vive en un estrato socioeconómico bajo, mayor será la afectación a la calidad y variedad nutricional en el hogar. Esto podría traer efectos en el consumo de las proteínas, el calcio y las vitaminas requeridas para el desarrollo físico y psicológico de las personas, en especial en los niños y niñas en edad preescolar, manteniendo los índices en la prevalencia de la malnutrición 27.
Con respecto a la medición de los diferentes niveles de inseguridad alimentaria (IA), el presente estudio pudo evidenciar que un alto porcentaje de los grupos familiares encuestados reportaron un 71,4 % de inseguridad alimentaria severa; y solo 1.5 % de familias mostraron condiciones de seguridad alimentaria. En contraste, Vega et al. 29, realizaron un estudio en México, evidenciando que la mayoría de las familias gozaban de seguridad alimentaria (52 %), y en menor proporción, inseguridad alimentaria leve (25,6 %), moderada (14,3 %) y severa (8.1 %). Las diferencias podrían radicar en el mayor nivel educativo identificado es este último, referido a educación media superior o mayor (70,9 %), lo cual está vinculado con la garantía de la seguridad alimentaria 29.
Tamez-González et al. 30, reportaron valores similares a la presente investigación, cuando identificaron una prevalencia de inseguridad alimentaria (80 %) en hogares con bajos recursos en México. Las similitudes de los resultados pueden ser explicadas a partir de la precariedad en los niveles socioeconómicos de ambas poblaciones en estudio, y con ello, la dificultad para el acceso a los alimentos. Mundo et al. 31, ratificaron los hallazgos al encontrar que los hogares más pobres (85,8 %) pertenecientes a zonas rurales (78.0 %) padecían de mayores niveles de inseguridad alimentaria (69,5 %).
Otra variable de importancia en el presente estudio, fue la evaluación del estado nutricional en niños y niñas menores de 5 años, en especial, porque el interés mundial frente al tema viene en aumento, al considerarse, por ejemplo que, un grupo de niños y niñas con afecciones por malnutrición acarrea mayores gastos al sistema de salud por ser más propensos a contraer enfermedades comunes 13,32.
Con respecto a la evaluación realizada en Montería (Colombia), esta permitió evidenciar cómo un mayor porcentaje de menores de cinco años asistentes de los CDI, gozaban de un buen estado nutricional y una minoría padecía de alguna alteración en su estado nutricional. Estos resultados difieren de los de Vallejo et al. 33, quienes evidenciaron entre el total de su población estudiada de niños menores de cinco años pertenecientes a un programa de alimentación complementaria, señales de desnutrición global (23,1 %), obesidad (12.8 %) y desnutrición aguda (1,7 %).
Las diferencias entre ambos trabajos pueden estar relacionadas con el hecho de que las comunidades indígenas padecen en un mayor porcentaje alteraciones en su estado nutricional; factor relacionado con vivir en un estrato socioeconómico bajo, el grado de escolaridad de los padres, acceso a los servicios públicos, trabajos mal remunerados lo cual promueve alteraciones en el estado nutricional de los niños y niñas 32,34. Por su parte, el estudio de Paredes 27, realizado en San Lorenzo y Asunción, Paraguay, muestra la realidad a contraluz, cuando ratifica que un nivel socioeconómico aceptable y mayores niveles educativos favorecen el estado nutricional de niños y niñas. Estos investigadores interrogaron a familias en estrato socioeconómico 2 y 3 (40,2 % y 20 % respectivamente), en las cuales, la madre poseía un nivel educativo universitario (63,4 %) y los infantes reportaron un peso adecuado para la talla (57.3 %).
Con respecto a la asociación entre el nivel de inseguridad alimentaria (IA) y el estado nutricional de los niños y niñas menores de cinco años, no se registró en este estudio una asociación significativa entre estas variables. No obstante, se hallaron posiciones divergentes como es el caso de Cortázar et al34, quienes encontraron una asociación entre el estado nutricional con el nivel de IA en los hogares con población infantil indígena; hallazgos que muestran cómo los niños con retraso en talla, por ejemplo, aumentan en la medida que la IA es mayor. Contreras 35, se suma a esta tendencia, al detectar una relación significativa entre los indicadores antropométricos talla para la edad con la seguridad alimentaria en familias con niños menores de tres años, que desde su óptica obedece al bajo consumo proteico y una deficiente alimentación, que se expresan en niveles de desnutrición aguda de interés (11.7 %). Asimismo, el estudio de Huamán et al36, se adhiere a esta discusión al encontrar una asociación significativa entre la IA y la desnutrición crónica en niños menores de cinco años; explicada desde la fragilidad del entorno social en que estos se desarrollan, las inadecuadas prácticas alimentarias y la presencia fragmentada de los organismos estatales.
Ante estos hallazgos, surge la inquietud acerca de reflexionar sobre la oportunidad comparativa que tienen los niños y niñas sujetos de este estudio de ser beneficiarios de un programa de alimentación estatal. Al respecto, la investigación de Acosta 37, podría ratificar de forma parcial los datos del presente estudio, cuando al evaluar la situación nutricional de los infantes pertenecientes al Programa de Aldeas Infantiles SOS en Cartagena, logra identificar un desarrollo normal con relación a los indicadores de peso para la talla y talla para la edad. Betancourt-Ortiz y Ruiz-Polit 38, por su parte, develan que en un grupo de infantes atendidos por un programa de suplementación en Ecuador, el peso corporal es acorde para la talla; no obstante, detectaron prevalencia de baja talla para la edad y presencia de anemia; situación similar le ocurre a Garza et al. 39, quienes al examinar niños y niñas del Programa de Comedor Comunitario en México, encontraron evidencia de desnutrición relacionada con una fase de enfermedades y de inadecuados hábitos alimentarios; encontrándose ante la dificultad de concluir sobre el efecto del programa evaluado tras dos años de su creación.
El abordaje de un tema tan complejo como el vínculo entre la seguridad alimentaria y el estado nutricional en niños y niñas en diversos puntos del planeta no podría tornarse homogéneo, dada las particularidades de los grupos sociales, las condiciones del entorno sociocultural y la fragilidad de las instituciones. Las señales positivas, aunque sean mínimas, del impacto de programas de asistencia social alimentaria ha de motivar a los diferentes gobiernos a invertir mayores recursos, formar al talento humano y realizar seguimientos a este tipo de iniciativas, como aspectos clave para el fortalecimiento de estos en procura de mejorar las condiciones de salud de la población infantil y en la vía de cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible 3.
Antes de cerrar esta discusión, es necesario considerar las limitaciones del estudio en términos de la naturaleza transversal del diseño que limita la obtención de una visión ampliada acerca del estado nutricional de los niños y niñas antes de ingresar al CDI, así como también, el hecho de emplear como indicador antropométrico el peso para la talla, excluyendo otros indicadores de relevancia que pudieron ampliar la perspectiva analítica. Otro aspecto a resaltar es que la muestra fue de niños y niñas de familias urbanas, lo cual fragmenta el análisis de contraste con grupos familiares rurales o de minorías étnicas, que de acuerdo con algunos de los autores consultados vinculan otras realidades de interés en el campo de la seguridad alimentaria.
Conclusiones
Al realizar el presente estudio se pudo determinar que las familias encuestadas padecían en su mayoría de inseguridad alimentaria severa, aspecto que puede vincularse con las precarias condiciones de vida del territorio que obstaculizan la obtención de los alimentos necesarios, y que se constituye en una violación al derecho de estas personas frente a las garantías para su seguridad alimentaria, en especial, para ofrecer alimentos nutritivos y balanceados a los niños y niñas favoreciendo su desarrollo integral.
Por otra parte, la mayoría de los niños y niñas beneficiarios de los CDI en la ciudad de Montería (Colombia), presentan un peso para su talla adecuado, con mayor favorabilidad en los niños respecto a las niñas, razones por las cuales el Gobierno colombiano debe continuar ofreciendo garantías para el desarrollo integral de la población infantil en condiciones de vulnerabilidad, haciendo énfasis en el seguimiento nutricional de las niñas.
En definitiva, el estudio no halló asociación entre el estado nutricional de los niños y niñas menores de cinco años con el nivel de seguridad alimentaria de los grupos familiares encuestados. Esta condición, puede estar relacionada con el impacto positivo de los programas de alimentación del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar en las condiciones nutricionales de la población de infantes, expresadas en el mejoramiento de sus medidas antropométricas; en especial, cuando el resultado de dicha valoración detectó un peso adecuado para la talla en el grupo de niños y niñas sujetos de esta investigación.