El sistema social en Blanca Sol: la definición de la ciudad burguesa desde la voz narrativa/autorial
En 1889 se publica la novela Blanca Sol de la escritora peruana Mercedes Cabello de Carbonera, libro que despertó polémicas en esta época, puesto que se creía que no era sano que una mujer se refiriera a los vicios sociales ¿Qué se escondía en la trama de la obra para crispar ciertas sensibilidades? Un repaso al argumento puede dar una idea: Blanca Sol es una mujer con poco dinero que decide utilizar su sagacidad para unirse en matrimonio con Serafín, un hombre acaudalado y con poder político. No pasa mucho tiempo cuando el desgaste de la unión comienza a sentirse y Blanca Sol coquetea con Alcides que, en principio, accede a los flirteos, pero luego se da cuenta que la mujer que en verdad ama es Josefina, una empleada de Blanca Sol. Esta última enloquece, no sólo con el desplante, sino porque Serafín pierde toda su fortuna, y la protagonista decide entregarse a la prostitución mientras Alcides y Josefina viven felices.
El argumento y el subtítulo de la obra -Novela Social- es indicativo del mundo que quiere representar la autora y a la vez es una invitación a descubrir, desde una perspectiva histórico-social, los diferentes sentidos de la narración. Si bien es cierto no se desprecian acá las cuestiones propias del lenguaje y la construcción de la novela (que ya han sido estudiadas con exactitud por Lucía Guerra en su texto de 1987), este artículo se centrará en la interpretación de las posiciones axiológicas, tanto del narrador como de algunos de los personajes más importantes.
Así, en los comienzos de la existencia derrochadora de Blanca Sol, y cuando las cuentas de su esposo Serafín bastaban para la organización de fiestas, esa voz que introduce los hechos se refiere a los invitados en los siguientes términos: "Ministros extranjeros y Ministros de Estado, la aristocracia del dinero y la aristocracia del éxito, oportunistas sociales, mujeres a la moda más o menos separadas de sus maridos, jóvenes solteras de las que esperan asegurar bailando el porvenir" (Cabello de Carbonera, 2004, p. 75).
Dentro de los diferentes rasgos sociales a los que remite este micro texto (en los que se involucran, por ejemplo, la llegada de inversionistas extranjeros), es significativo el hecho de que América Latina experimenta los rigores del ascenso social por vía de la acumulación de dinero, lo que condujo a la formación de una nueva clase, que la narradora de Blanca Sol caracteriza como la "aristocracia del dinero" y que en este texto será entendida como la burguesía. En ella, la importancia del individuo no radica en la prosapia elevada sino en la posibilidad de destacarse a través del enriquecimiento, una de las características de lo que José Luis Romero ha denominado la "ciudad burguesa" (2010, p. 287)2.
Los salones y las fiestas son el sitio de reunión de esa clase emergente que aún conserva su aspiración a conformar un círculo cerrado. En esta senda, el pasado desustanciado de algunos advenedizos no indica que en la ciudad burguesa no se establecieran jerarquías, sino que, por el contrario, "fue característico de esta aristocracia del éxito económico y del ascenso social que, a pesar de estar constituida por gentes que reconocían su singular origen, manifestaran muy pronto una vocación oligárquica, esto es, una tendencia prematura a cerrar sus filas" (Romero, 2010, p. 312). Los negocios, los juegos de azar, los matrimonios por interés, determinaban, en la mayoría de los casos, la entrada a esa sociedad selecta en la que hasta quienes carecían de buenas maneras podían ocupar posiciones destacadas en el ámbito social e incluso político.
En este sentido, y para volver a la novela, en unas pocas líneas de descripción de los personajes "tipo" que pueblan la alta sociedad en la que se desenvuelve Blanca Sol, la narradora ha logrado capturar el fenómeno de la constitución de una nueva sociedad por vía de la irrupción del capitalismo. Por la importancia en la novela, cabe preguntarse cuál es la posición que en términos sociales asume la narradora frente a ese universo de valores burgueses que paulatinamente se superpone a la mentalidad tradicional. Para tal efecto, se pueden recordar las palabras de la narradora al abordar la vida de Alcides Lescanti y algunas de las figuras que han logrado un ascenso social y se han alineado en esa "aristocracia del dinero":
En honor a la verdad y de nuestras liberales costumbres, diremos que, a pesar de ese pasado azas prosaico, todos damos buena acogida a los que, debido a su honradez y su constancia en el trabajo, hanse levantando desde la condición de míseros pulperos o buhoneros, hasta la de grandes señores, no solamente de nuestra elegante sociedad, sino también de la aristocrática sociedad de su patria, donde han necesitado un título comprado, para tener derecho de rolar con las clases nobles: derecho que nosotros les concedemos, sin más título que su honradez y su fortuna. (Cabello de Carbonera, 2004, p. 69)
Desde un nosotros clasista (esto es, que da cuenta de un sentir y pensar común a un renglón de la sociedad ubicado en la punta de la pirámide), la narradora/ autora da fe de su postura frente al galopante ascenso de unas clases medias: es el liberalismo, según Eric Hobsbawn (2010), uno de los puntales de la burguesía capitalista. Dicha perspectiva, que es condescendiente con el ascenso social sustentado en la acumulación de riqueza, será asumida por la autora como una línea válida para poner en entredicho tanto el ocio de las antiguas formaciones hidalgas y patricias, como el derroche evidente de los nuevos ricos (burgueses o patricios convertidos en burgueses), y que tiene su feliz resolución bajo la consigna "trabajo honrado y economía austera" (Cabello de Carbonera, 2004, p. 43).
Pese a posibles demostraciones de apertura social, ese liberalismo de la narradora/autora tiene un matiz particular: la exclusión de ciertos individuos que conforman la nación. De acuerdo con Yolanda Westphalen, es posible evidenciar que en Blanca Sol "los sectores populares no tienen más que una representación marginal" (2012, p. 122). No es sólo que los "indios, negros y mestizos" (p. 122) no se hagan visibles en el mundo ficcional de esta novela de Cabello, sino que incluso la narradora/autora censura cualquier posibilidad de participación política directa por parte de las clases bajas, cuando afirma, en tono de reproche, que "esto de dar su fallo el primer pelafustán que se presenta, ya sabemos que no es de novedad, aquí entre nosotros, donde hasta el cocinero y la fregona censuran los actos del Gobierno" (Cabello de Carbonera, 2004, p. 86).
Como en el caso de la conformación de una "aristocracia del dinero", la novela expresa una composición social que sigue remitiendo a la asunción del liberalismo, sólo que esta vez aparecen los riesgos de esa adopción para las clases dirigentes. Durante las primeras décadas del siglo XIX en América Latina, las ideas liberales se habían encontrado con la opción de llevar a la práctica la concepción de una sociedad de individuos libres, iguales y racionales, pero el avistamiento de la posible pérdida de privilegios tuvo como consecuencia la morigeración del peso de dichas teorías liberales cuando ellas se llevaban al plano de lo real. Desde estas convicciones, y como muchos de su clase, Cabello de Carbonera consideraba que las riendas del progreso del país deberían estar en manos de una élite y desde un liberalismo con matices hidalgos, suplantaba "el distingo entre las clases fundado en el origen, por otro basado en la propiedad y la ilustración" (Romero, 2010, p. 207).
De los comentarios de la narradora es posible entonces indicar que Mercedes Cabello de Carbonera describe y toma una posición frente a la burguesía emergente: acepta el ascenso social, aun a costa de la inclusión de individuos que no tienen un linaje probado; así mismo, defiende implícitamente una sociedad en la que las diferencias entre las clases sean evidentes y se deje en manos de los mejor formados y los adinerados, el manejo de las cuestiones del Estado. Cabe preguntar en este punto: en esa sociedad burguesa, con tintes de liberalismo un poco excluyente: ¿Cuál es papel de la mujer propuesto en Blanca Sol frente a procesos propios de ese nuevo momento histórico, como la acentuación del individualismo y la secularización?3
Del vicio a la reflexión: la mujer como salida a los delirios burgueses
En la segunda edición de Blanca Sol, y ante las invectivas recibidas por parte de una intelectualidad que había leído la novela con base en los preceptos morales de la época, Mercedes Cabello de Carbonera se ve en la necesidad de plantear públicamente sus teorías sobre el ejercicio de la escritura y el papel de la literatura en sus tiempos. El problema fundamental al que se enfrenta la escritora peruana es explicitar por qué explora los vicios sociales (un ejercicio casi prohibido para las mujeres en el momento de la publicación de la narración), lo que resuelve afirmando que "la novela no sólo debe limitarse a la copia de la vida sino además a la idealización del bien" (Cabello de Carbonera, 2004, p. 30). La novela, como la ciencia, debe contribuir al perfeccionamiento del ser humano, indicando, casi de una manera pedagógica, los caminos que debe seguir en una sociedad en que los intereses particulares se superponen a los colectivos y brotan los más intimidantes antivalores4.
La lectura de Blanca Sol no puede desprenderse entonces de esas elucubraciones que acompañan la construcción novelística. El propósito de Cabello es revisar su sociedad con base en el diseño de personajes "tipo", cuyo desenlace -en el fracaso o en el éxito- revela las convicciones de la propia escritora, elaboradas a la luz de su experiencia personal como mujer letrada y circunscrita en el liberalismo profesado por las altas esferas limeñas.
En este sentido, Blanca Sol simboliza gran parte de los vicios que pueden emerger en la mujer moderna. La apertura de sus relaciones amorosas y afectivas revela las condiciones que interpone a sus pretendientes e incluso los sacrificios que ella misma realiza en aras de realizar una vida en el lujo. Así, el primer novio que tiene, y con quien parece cultivar un pequeño idilio, es rápidamente rechazado por carecer del dinero suficiente para colmar su vida en el derroche (Cabello de Carbonera, 2004, p. 39).
En adelante, la protagonista no dudará en asumir una postura abyecta: una mezcla de ansias de riqueza y de una elevada ubicación social, conmina a Blanca Sol no sólo a despreciar las relaciones que no estén mediadas por el dinero, sino también a burlarse de la honestidad de su esposo Serafín, una vez se encuentra en el cargo de Ministro. En sintonía con la imagen que tiene de su pareja, con la que se ha casado por interés y a quien considera poco inteligente, Blanca Sol afirma con rabia que Serafín es "honrado [...] por la incapacidad de ser pícaro" (Cabello de Carbonera, 2004, p. 108).
Precisamente el sentimiento arribista que recorre gran parte de la vida de Blanca Sol se genera en los lastres de una educación turbia, que la lleva a sentir que su astucia es superior a la de los demás. La novela insiste en la forma como Blanca Sol transforma el sentido de las palabras y las situaciones en favor de sus proyectos mundanos: se muestra poco ambiciosa frente a los primeros acercamientos de Serafín cuando en realidad busca un pretendiente con dinero (Cabello de Carbonera, 2004, p. 47); celebra un agasajo en homenaje a Alcides (con quien desea tener un romance) y lo enmascara con la disculpa de estar festejando un aniversario más de su matrimonio (p. 124); asegura, con mucha astucia, que los acercamientos de Alcides están encaminados a pedir la mano de Josefina (p. 147). La pérdida de honestidad de Blanca Sol va atada a su proyecto de vida hedonista, estimulado por el derroche y la visibilidad en la esfera pública.
De esta forma, ella encarna las facetas más desteñidas de la sociedad burguesa, que ha sido presentada por Rafael Gutiérrez Girardot en los siguientes términos: "sociedad burguesa o sociedad civil: este nombre designa primeramente un sistema de valores, los de los intereses privados, los de la utilidad, los del hedonismo, los del lujo, los de la riqueza, los de la "democracia", los que resumió Louis Philippe, el rey burgués, en la consigna 'enriqueceos'" (2004, p. 48). Con su novela Blanca Sol, Cabello asume críticamente los problemas de la sociedad burguesa, que en Europa habían sido abordados por varios escritores, especialmente por Balzac, a quien la misma escritora peruana considera uno de sus modelos (Cabello de Carbonera, 1991, p. 97).
La obsesión por ubicar la novela en uno u otro subgénero literario -realismo o naturalismo-- , los vetos impuestos a la labor de la escritura femenina del momento, y hasta lecturas recientes que pretenden violentar el texto afirmando que, por ejemplo, la caída en la prostitución de Blanca Sol es un proceso de "control sobre su cuerpo" (Martínez-San Miguel, 1996, p. 34), cuando en realidad es el castigo que la autora imprime a su personaje por no cumplir con sus deberes como ciudadana5, han pasado por alto, tal vez, el hecho más importante. Con esta novela, y desde una postura diferente en términos estéticos, pero similar en el plano histórico-social a la profesada por los modernistas -quienes eran sus contemporáneos- Cabello de Carbonera invita a la reflexión sobre el cambio de valores que imprime la mentalidad burguesa en América Latina, es decir, dilucida el continente en el marco de la tradición occidental.
Esta evidencia no es menor, si se piensa en que aún desde una escritura un poco esquemática, pero crítica, la escritora peruana daba respuestas, para América Latina, al problema del progreso moral y material, que en Europa movió a la filosofía desde Hegel y los románticos alemanes, hasta la literatura de varios de los maestros del siglo XIX. Esas respuestas estaban sustentadas, en el caso de Cabello, en algunos de los principios del positivismo como los de "la abnegación y el altruismo" con los cuales "el bienestar individual se supedita al colectivo y se defiende la paz en contra de la guerra" y cuyos ideales son los de "justicia y bienestar social" (Cárdenas, 2010, p. 42).
Pero esos ideales sucumben ante los riegos de una moral perversa y preocupada por la acumulación de dinero y sus derivaciones. Ante esa realidad, sólo en apariencia, Cabello parece asumir una posición ambigua: en primer lugar, y por vía de los pensamientos de Blanca Sol (Cabello de Carbonera, 2004, p. 184) y el testimonio directo de la narradora de la novela (p. 204), culpa a la sociedad burguesa por enseñar el amor al dinero, con desprecio de los afectos y los buenos principios. Por otro lado, y como se ha advertido en el acápite anterior, la escritora no ve con malos ojos el advenimiento de la "aristocracia del dinero" y, consecuentemente, el surgimiento de un modelo liberal de intercambio económico.
¿Cómo se resuelve esta disyuntiva? Lo que la escritora quiere defender es un tipo de existencia burguesa que rescate las virtudes de los seres humanos y en la que los valores tradicionales de la sociedad no se evaporen bajo el influjo monetario. Cabello se imaginaba una depuración de la mentalidad burguesa con base en la limpieza del egoísmo, la mezquindad, el afán de riqueza, la vanidad, y en su lugar quiere erigir el "trabajo honrado y la economía austera" (Cabello de Carbonera, 2004, p. 43) en simbiosis con la generosidad y la preocupación por la familia6. En este marco, la mujer cumplía un papel fundamental, en tanto ella era poseedora de las virtudes del ángel del hogar, pero también disponía del entendimiento y la agudeza para participar en la esfera pública desde su posición letrada.
La crítica a los vicios de la burguesía -que en Blanca Sol se realiza especialmente en su personaje principa- no tenía la intención de dar un paso atrás en la rueda de la historia y de esta forma convocar al fortalecimiento de una mentalidad tradicional que mantuviera tanto las jerarquías del linaje como el habitual desequilibrio de los sexos. La crítica de Carbonera estaba encuadrada en una imagen progresista del mundo burgués, que imaginaba con unos principios morales y materiales finamente compaginados.
La llave de la salvación ante el avasallamiento del lujo, el hedonismo, el afán de enriquecimiento, la utilidad, no la tenían los cientos de mujeres similares a "Blanca Sol" que habitaban la sociedad latinoamericana. En su lugar, habría que superponer la imagen modélica de Josefina quien sí cumplía con los requisitos para erigir una comunidad en vías de perfeccionamiento. Al margen de esta salida que se plantea en Blanca Sol -y que se explorará en el acápite siguiente-- lo importante es insistir en que, ante los vicios del capitalismo y a diferencia de las "falsas inclusiones" que se tejieron a finales del siglo xix (Suárez Reina, 2014), Cabello demanda implícitamente en esta novela un papel activo de la mujer y pone en primer plano la discusión sobre su rol. Con este tránsito, ella cumple con el proyecto sobre el que insistió en sus ensayos y con el que le da cierre a la novela: "no se debe escribir el mal sino en tanto que sirva de ejemplo para el bien" (Cabello de Carbonera, 2004, p. 211). En Blanca Sol (y especialmente en el personaje principal) se observan los vicios de la mujer, pero para reflexionar sobre ellos y perfilar, desde su cuestionamiento, una sociedad mejor.
Una secularización parcial
Una de las particularidades de los ensayos de Mercedes Cabello de Carbonera, ponderada por algunas investigadoras que se han dedicado a su obra (Cárdenas, 2010; Cuesta, 2010; Peluffo, 2002), es su decidido enfrentamiento con la religión católica, en especial en el ámbito de la educación femenina y su visión de la mujer "cercana a la imagen de la virgen María" (Gil Medina, 2016). En este sentido, se han destacado sus luchas por lograr una relativa igualdad de posibilidades, sobre el diseño de las naciones desde un ángulo moderno, esto es, que contemplara la incidencia de la voz de la mujer como ser pensante en la esfera pública. En un medio aun tradicional, la confrontación con la religión católica tenía rasgos de aventura extrema, aunque desde una retórica que se cuidaba por mantenerse en una línea intermedia entre la moderación y el llamado justo, Cabello propugnaba por distanciarse de principios no laicos en la formación de la mujer, y por integrarla a la corriente del progreso como sujeto activo.
La imagen de un catolicismo al que se debe poner en entredicho tiene una fuerte presencia en la novela Blanca Sol. No es casualidad que en esta narración la educación sea el motivador inicial de la caída de la protagonista: Blanca Sol recibe de las monjas una formación que estimula "el amor propio y la vanidad" (Cabello de Carbonera, 2004, p. 33) y delinea un carácter "pueril" y una voluntad "antojadiza" (p. 33). Este tipo de formación es el correlato de una iglesia que actúa bajo el efecto de las conveniencias materiales, porque el personaje principal observaba en su adolescencia que las madres rectoras del colegio "trataban con marcada consideración a las niñas ricas y con menosprecio y hasta con acritud a las pobres" (Cabello de Carbonera, 2004, p. 34).
Hay una constatación, entre la crítica ácida y el desencanto, de una situación social vivida por los países de América Latina hacia el final del siglo XIX y que impone una mentalidad en la que los individuos valen más por lo que tienen, en términos económicos. El desencanto se produce cuando la narradora descubre la labilidad de los modelos éticos, particularmente de los representantes de la Iglesia católica, y sus consecuencias en la sociedad. Así, si las instituciones que forman a los individuos desde el catolicismo se han dejado sobrepasar por la lógica de los intereses mezquinos del capitalismo, ningún blindaje pueden tener las niñas que crecen a la sombra de esa formación.
El fracaso de Blanca Sol en su feliz inserción a la sociedad burguesa capitalista, se debe en parte a sus vacíos en la orientación juvenil. Durante un gran tramo de la novela las expresiones de fe de la protagonista están dirigidas por la doble moral y la hipocresía: su ayuda a la iglesia sólo sirve para alimentar la vanidad (Cabello de Carbonera, 2004, p. 59), sus demostraciones de contrición y fidelidad a la norma, hechas al sacerdote de su parroquia, tienen el tinte de la falsedad (p. 60) y, en una escena muy recordada por los lectores especializados, ese personaje principal reza con desapego, mientras organiza su ajuar (pp. 61-62). Incluso hacia el final de la novela, cuando Blanca Sol parece refugiarse sinceramente en la fe, sus peticiones a la virgen son en extremo prosaicas y mal intencionadas: salvar su dinero y arruinar el matrimonio de Alcides y Josefina (p. 191).
Si, como lo afirma Rafael Gutiérrez Girardot, la secularización es un estado histórico-social que "consiste en que partes de la sociedad y regiones de la cultura se liberan del dominio de las instituciones y los símbolos religiosos" (1998, p. 18), entonces el conjunto de interrogantes frente a la educación de las monjas, sumado a la modelización de Blanca Sol como mujer afectada por esa formación y entregada a la doble moral, es la evidencia de la forma como se experimenta la secularización en esta obra de Mercedes Cabello.
Ella parece estar dando cuenta del fenómeno que afectó a Europa desde la Revolución francesa y a América Latina a partir de las últimas décadas del siglo XIX. Es un hecho histórico-social que implicó tanto "el empleo de nociones y símbolos religiosos para describir o designar sucesos profanos" (Gutiérrez, 1998, p. 18) en el modernismo, como la recusación directa de los representantes del catolicismo que, en el caso de Cabello de Carbonera, seguía la estela de Balzac.
Pero en Blanca Sol la secularización no parece derivar por completo en el llamado a una ética laica para la mujer, sino que en la novela se reemplazan los preceptos de la religión católica por otra, que sigue lo que Cabello de Carbonera llama la "Religión de la humanidad". Para sostener esta hipótesis, es imprescindible observar el programa narrativo de Josefina y su progenitora, que funcionan como dobles invertidos de Blanca Sol y su madre, en esa estructura en la que los personajes comparten "roles por parejas" (Cárdenas, 2012, p. 146).
En este caso, es arriesgado desestimar el peso de la pareja Josefina/progenitora en la intención de la novela -como lo plantea Llorente (2012, p. 130)- y, por el contrario, ella funciona como el contraejemplo del modelo negativo encarnado en Blanca Sol/progenitora. Así, mientras Blanca Sol abandona malamente a sus hijos con la excusa de que debe servir a la sociedad -lo que secunda con cierto cinismo su madre (Cabello de Carbonera, 2004, p. 80)-, Josefina se hace cargo de sus hermanos con base en su trabajo como costurera. Así mismo, mientras Blanca Sol afina una trampa para dejar en ridículo a Alcides, Josefina se muestra generosa con quien a la postre será su pretendiente y esposo.
En este cúmulo de eventos, son igualmente dicientes las palabras de la madre de Josefina frente a los devaneos del destino de su hija y su familia. Cuando se entera de que la costurera ha sido echada de la casa de Blanca Sol (lo que trae como consecuencia el retorno a una vida llena de privaciones), la madre afirma que "mientras más duras son las pruebas a las que Dios somete la virtud, mayor es el premio que debemos esperar" (Cabello de Carbonera, 2004, p. 140). La prueba significa evitar renegar de los designios de la Providencia, mantener a raya cualquier mancha a la honradez y la dignidad, y permanecer firme en la pobreza antes que entregar todo para vivir en el lujo.
Esta actitud dará un sentido particular a la novela, circunscrita en lo que Lucía Guerra (1987) ha denominado la "estética de la moral", y que consiste en la convicción, expuesta por Cabello de Carbonera a través del contraste entre las vidas de Josefina y Blanca Sol, de que la virtud es premiada por Dios. Así lo expresa explícitamente la madre de la costurera, quien luego de saber que Alcides ha escogido a su hija como esposa insiste en que "bien segura estaba de que la virtud de su nieta, había de recibir el justo premio que Dios depara a los buenos" (Cabello de Carbonera, 2004, p. 172).
En este punto se muestran las disyuntivas que enfrentaba Cabello de Carbonera hacia la época en que presentó su obra a los lectores y que deriva en una aceptación parcial de los procesos de secularización por parte de la mujer. La aprehensión de algunos principios de la mentalidad burguesa -como el ascenso social y la creación de una "aristocracia del dinero"- tenía que ir acompañada de un universo de valores que evitara el fatal desmoronamiento de la sociedad capitalista, que mostraba sus dientes en la forma de la codicia, la mezquindad, el afán de enriquecimiento y la ostentación. Pero la Iglesia católica no parecía dar la seguridad en el fortalecimiento de una moral acorde con los tiempos.
Sin volver al reducto del catolicismo, pero teniendo conciencia de la necesidad de principios rectores, en Blanca Sol se pergeña precisamente una imagen de la mujer en la que se conjuguen tanto su preocupación por la familia como por los destinos del Estado, esto es, a la vez que adopta una actitud maternal, generosa, e incluso casta, entiende que el trabajo y la austeridad son imprescindibles en un país moderno. Su perspectiva parece englobar un cruce de éticas que aseguren tanto el progreso material como el moral y espiritual.
En esta ecuación, la mujer tiene un papel preponderante, en tanto acumula una tradición en la que se le asigna especialmente la tarea de salvaguardar los principios que aseguren el fortalecimiento de la familia. En Blanca Sol, Cabello quiere dar un paso adelante: Dios premia a las mujeres que, además de conservar esa tradición, fomentan pilares fundamentales para el funcionamiento ideal de la sociedad burguesa y de su correlato político, el de la República.
Es la ampliación de un programa que se había establecido desde su ensayo "La influencia de la mujer en la civilización'' (1874), en el que hacía un llamado a llevar a la mujer "al santuario de la ciencia para que ella pueda acercar al hombre al altar de Dios" (XXVI, párr. 19). Tal rogativa es, en el trasfondo, una invitación a su construcción como ser pensante que utilice su propio entendimiento para discernir lo que más conviene a la nueva civilización. Pero esa expectativa, que deriva en la secularización en Blanca Sol, es un proceso parcial que, aunque parece desligarse por completo de la Iglesia católica, evita proponer una humanidad totalmente laica: la mujer occidental, confiada en el ascenso social y el poder del dinero, debe tener una religión y, consecuentemente, un Dios que arbitre sus acciones.
Conclusiones
La novela Blanca Sol, de la escritora peruana Mercedes Cabello de Carbonera, es susceptible de ser abordada desde un lente histórico-social, en el que se haga énfasis en la lectura que la autora hizo de su tiempo. En ese sentido, y dado que el conflicto principal recae especialmente sobre Blanca Sol, se puede encarar la forma como Cabello de Carbonera plantea la inserción de la mujer en el marco del devenir latinoamericano de finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, cuando comienza a gravitar la mentalidad europea burguesa.
Teniendo en cuenta que esa mentalidad propicia la ascensión de algunos vicios que entorpecen el normal funcionamiento de la sociedad, en Blanca Sol se propone dos vías generales de escape: por una parte, la reflexión sobre el magro destino de las mujeres que no colaboran con una ética cuyo propósito fundamental es el progreso material y espiritual; de otro lado, la interrogación sobre los procesos de secularización, que no pueden ser del todo asumidos, si se quiere evitar la quiebra de las relaciones humanas.
Todo lo anterior está en consonancia con la formación de Cabello de Carbonera que, asumiendo la defensa de los principios de Augusto Comte, propendía por una civilización sin desigualdades de género y, más estrictamente, iluminada por el buen juicio y el trabajo de la mujer. Además de eso, en el horizonte de las influencias de Cabello se encontraban los escritores realistas, desde donde se podía explorar las caídas de los individuos, en el marco de esta nueva mentalidad. Para leer el papel de la mujer en el mundo burgués latinoamericano, Blanca Sol revela una íntima relación entre la reflexión sobre la sociedad hecha por Cabello de Carbonera y su afinidad con el realismo y, en esa simbiosis, ha pensado la integración del continente a la historia de occidente.