Leonardo Montenegro
Manolo
Introducción
Las relaciones entre seres humanos y perros (Canis familiaris) se datan en miles de años. Según Valadez Azúa (2000) los fósiles más antiguos de 20.000 años de antigüedad son parte de un proceso de 80.000 años (citado por Díaz Videla & López, 2017, p. 74 ). La domesticación como parte de este largo proceso ha ido vinculada a una intensa selección genética con el fin de obtener atributos en los perros que sirvieran a diferentes intereses humanos. Esto ha supuesto profundas transformaciones tanto en las características físicas de los canes como en sus comportamientos. Denominaciones tales como perros policía, perros de caza, de rescate, de trabajo, guardianes, de compañía, de terapia o perros guía dan cuenta de que los perros son, sin duda, parte activa de la construcción de las sociedades humanas (occidentales, en este caso). Pero también denotan los usos que el ser humano hace de características caninas específicas logradas a partir de la cría selectiva y del manejo de los instintos y de la socialidad del perro. Reconocer que los animales en general y los canes en particular son constructores de realidades, con subjetividades propias e intereses particulares, no debería llevarnos a ignorar u olvidar el control que ejercemos sobre sus cuerpos y sus vidas. Así, las relaciones que los seres humanos establecen con los perros se expresan muchas veces en términos que van del amor o el apego al desprecio o la violencia.
Pero no son estas polaridades el objetivo del presente análisis, sino las fronteras complejas y, a veces, difusas entre lo humano, lo animal y lo instrumental, en las que se sitúan (o son situados) los perros empleados para guiar a personas invidentes. La propuesta es llevar a cabo una pequeña práctica de etnografía visual digital para examinar el choque de discursos que surge a partir de una imagen compartida en Facebook. Al seguir esa imagen por la red, llegamos a otro país, otras interpretaciones y otros usos de la imagen. En este sentido se toma la propuesta de análisis de Sarah Pink (2001) de focalizar la atención en cómo diferentes individuos en diversos contextos otorgan distintos significados a la imagen en cuestión (p.4). También llegamos a una perra, Kika, la protagonista de la imagen, cuya historia es visibilizada en redes sociales como si ella misma la narrase. La vida de Kika, como la de otros perros como ella, comienza en un centro «proveedor de perros guía a usuarios», donde es preparada minuciosamente para cumplir con la misión de guiar a un ser humano ciego. Esto nos llevará a analizar también los datos publicados en las webs de las organizaciones encargadas de (re) producir y asignar estos animales.
El objetivo de este artículo es, desde el marco de los estudios críticos animales, invitar a la reflexión y al debate sobre esta particular relación humano-perro y, además, dejar abierta la posibilidad de continuar una investigación antropológica a través de la cual seguir ahondando en esta cuestión, empleando metodología online y offline (trabajo de campo, observación participante, entrevistas en profundidad, creación y análisis de materiales audiovisuales, etc.).
Etnografía visual digital y estudios críticos animales
A medida que el ser humano se ha desplazado hacia un uso cada vez mayor de las tecnologías digitales, las relaciones humanas se han visto transformadas, cambiando también los espacios, las prácticas o las metodologías de investigación social. Estas transformaciones involucran a las demás especies animales de muchas formas que van desde la experimentación o explotación para el desarrollo de dispositivos a diversos modos de representar, controlar, acceder o entender a los animales o lo animal a través de nuevos y cambiantes entornos, como son internet, en general, y las redes sociales, en particular. En este contexto es pertinente preguntarnos «cómo lo digital ha pasado a formar parte de los mundos materiales, sensoriales y sociales en que habitamos, y cuáles son las implicaciones para la práctica de la investigación etnográfica» (Pink, et al., 2016, p.23 ). Si, además, nuestras preguntas de investigación giran en torno a los otros animales, es fundamental reflexionar también acerca de cómo lo digital pasa a ser parte de los mundos de las especies no humanas y de los marcos teórico-metodológicos que empleamos para el estudio de estas relaciones.
Denominaciones como etnografía de internet, ciberetnografía, etnografía virtual o etnografía digital emergieron en la década de los años 1990 para estudiar, desde una perspectiva etnográfica, Internet y/o sus fenómenos derivados. Si bien, los primeros estudios entendían que Internet podía ser conceptualizado como una cultura, con el cambio de siglo pasó a concebirse como un artefacto cultural, desplazándose después el interés de las investigaciones hacia cómo Internet y las tecnologías digitales se imbrican en el día a día (Estalella & Ardèvol, 2010, p.2 ). El libro Etnografía virtual de Christine Hine (2004) supondría, de algún modo, la consolidación de esta temática y su delimitación como área de investigación con una amplia literatura publicada desde entonces.
En cuanto a lo visual como objeto de estudio o como forma de investigación, (Pink, et al., 2016) reivindican la etnografía visual digital como práctica en la cual los métodos de difusión digitales trascienden la antropología visual convencional basada en producir películas o fotografías (p.30). Esto implica no solo explorar formas de hacer investigación social a partir de lo visual y lo digital o en entornos virtuales, sino que la divulgación de los resultados también va más allá de los habituales formatos académicos, empleando blogs, webs, webs interactivas, etc.).
Pink recuerda la imposibilidad de «fotografiar o filmar un registro visual objetivo y “verdadero” de cualquier proceso, evento o actividad, el análisis nunca será un registro completo y auténtico» (2001, p.4). Esta apreciación nos remite a la parcialidad, no solo de las perspectivas (audio)visuales o virtuales de la etnografía, sino a la etnografía en general. Cabe recordar en esta dirección el texto de James Clifford, Partial Truths (1986), en el cual hablaba de «verdades parciales» o, si se prefiere, «ficciones verdaderas» para referirse a que cada construcción etnográfica es una perspectiva entre tantas otras posibles. Lo que muestran es verdad, pero no en un sentido de totalidad o imparcialidad.
En cuanto al marco de los estudios críticos animales, siendo un campo de estudio multidisciplinar, se diferencia de los estudios animales por aportar un enfoque crítico, lo que sintoniza con el carácter reflexivo e intersubjetivo de la antropología. Por otra parte, desde los estudios críticos animales se asume abiertamente la (inevitable) posicionalidad del conocimiento generado, algo que no solo no es incompatible con el necesario distanciamiento metodológico, sino que es parte de esa reflexividad.
Vincular la antropología a los estudios críticos animales significa acercarnos al estudio de lo humano, tratando de entender en contexto las acciones, experiencias, significados o valores que diferentes individuos o colectivos de nuestra especie construyen en torno a los demás animales. Conlleva seguir las conexiones entre lo particular y un contexto más amplio, enriquecer el análisis con los aportes de otras disciplinas o someter nuestros propios sesgos a examen desde la autocrítica. En este sentido la propuesta aquí es prestar especial atención al sesgo antropocéntrico y, más allá de analizar lo que los humanos dicen de o hacen con los otros animales, preguntarnos acerca de otras posibilidades de co- existencia interespecie.
El análisis que haré a continuación se plantea a modo de ruta por los diferentes pasos que yo misma he dado en la red siguiendo una imagen y datos sobre el tema abordado. De algún modo este itinerario virtual refleja mi propio proceso reflexivo sobre esta cuestión. Lo que se pretende mostrar aquí no son los resultados de una investigación, sino las líneas abiertas de un debate que está presente en la sociedad actual, desde ahí cabría profundizar con una investigación a fondo en torno a esta particular relación humano-perro.
Algunas cuestiones ético-metodológicas
Sobre el análisis de discursos del primer post en Facebook, aclarar que, aunque es público (visible para cualquier persona) y el activista que lo publicó me dio permiso para publicar su nombre, al no haber podido hablar con todas las personas que comentaron, mantendré el anonimato general de perfiles, nombres y otros detalles. Tampoco incluiré citas exactas de los comentarios. Mi análisis ha sido a partir de la transcripción de comentarios, palabra por palabra y de categorías específicas, pero aquí simplemente, mostraré las ideas más relevantes expresadas y observadas. Sí citaré parte del texto que acompañaba la foto del posteo inicial (lo expresado por el activista) por ser clave para contextualizar de qué estamos hablando.
He considerado que no hay motivo para ocultar la identidad del hombre que difundió la imagen de la perra, ya que se trata, no solo de perfiles públicos en diferentes redes sociales, sino de apariciones en medios. También analizaré los contenidos de la web de la Fundación Once del perro guía3, citando y referenciando datos que ellos mismos facilitan de forma pública.
La imagen en Facebook: «los perros guía son esclavos»
La imagen (Figura 1) fue publicada por un activista antiespecista en su perfil de Facebook. Como he avanzado antes, en ella aparece una perra llamada Kika. Un primer plano tomado desde arriba muestra su cabeza de pelaje claro alzada. Su mirada de ojos oscuros se desvía hacia un lado. Está sentada, rodeada de piernas y pies humanos en un lugar cerrado donde se intuye el gentío y la falta de espacio. Por sus rasgos físicos y el arnés que porta se puede inferir que se trata de una perra- guía. Una correa la une a alguien más, probablemente se trata de la persona a quien guía. Más allá de la interpretación composicional (Rose, 2001) de la imagen sobre los elementos, luz, contenidos o espacio ¿cómo interpretamos la situación que vemos? ¿Podemos saber lo que está sintiendo ese animal? ¿Qué expresa su mirada? ¿La dirige hacia algo o alguien? ¿La desvía de algo o alguien? Y lo que nos ocupa en este apartado, ¿qué reacciones genera esa imagen si va acompañada de este texto?:
«Los perros obligados a guiar a personas invidentes son esclavos. Se les inhibe de cualquier contacto con el mundo, interrelación o tener vida propia. No hay amor, sólo servitud y ser tratados como herramientas…».
A partir de los datos visibles de la red social en el momento de iniciar el análisis, el posteo compuesto por imagen/texto se había compartido 134 veces y quedaban 46 comentarios, ya que los que derivaron en burlas o insultos fueron borrados. En los emoticonos podemos observar 195 reacciones de «me divierte», 107 muestran «me entristece», 54 expresan su acuerdo a través del «me gusta», 3 muestran que «les importa», a otros 3 «les enfada», a dos «les encanta» y a otros dos «les asombra». Aunque se puede observar la polémica generada y una clara división entre personas de acuerdo y personas que no lo están, es importante señalar la ambigüedad que acompaña a este tipo de comunicación virtual, ya que esas reacciones pueden ir dirigidas al conjunto imagen/texto, a la foto o al texto (total o parcial). Por ejemplo, a quienes les enfada ¿expresan enfado por estar de acuerdo con el planteamiento del texto? O, por el contrario, ¿les enfada lo expresado en el texto por estar en desacuerdo? Los comentarios aportan opiniones más concretas y revelan tres posicionamientos generales hacia lo planteado en la publicación: rechazo hacia lo que postula el texto, rechazo hacia el uso de perros como guías y sentimientos encontrados o dudas al respecto.
Un aspecto destacable, ya que refleja la complejidad de esta relación humano- perro son las respuestas al post que se enfocan en si los perros guía son felices, amados, bien o maltratados y el vínculo de estas dimensiones con su utilidad. Si retomamos lo expresado por el autor del post, quizás se pueda entender algunas respuestas obtenidas. Luego veremos que la crítica del activista se dirigía fundamentalmente hacia la cosificación del animal y las implicaciones de la tarea asignada a estos perros. Pero al expresar que «se les inhibe de cualquier contacto con el mundo, interrelación o tener vida propia. No hay amor solo servitud y ser tratados como herramientas», plantea una visión categórica o cerrada que no da cuenta de la complejidad de estas relaciones. A través de las respuestas que obtiene, se observa que, en algunos casos, choca con quienes tienen o han tenido percepciones cercanas o experiencias directas de esta relación humano-perro particular. Una persona se mostró ofendida, asegurando que el perro guía de un familiar muy cercano «lleva una vida normal» (corre, juega, etc.). En sentido contrario, otra persona dijo conocer a no videntes que tratan mal a sus perros guía y pedía un mayor seguimiento para evitarlo. Otra experiencia es la de alguien, también con un familiar invidente con quien discutió acerca del uso o no de perro guía; el familiar finalmente entendió los motivos para no usarlo y decidió no hacerlo. Para otras personas el asunto despierta contradicciones, como alguien que se manifiesta contra la cosificación de cualquier animal, pero al ver a un amigo suyo con sus guías, que son como alguien más de la familia, tiene sentimientos encontrados. En la misma dirección, una persona menciona a un amigo, de quien dice que es consciente de lo que se afirma en el post, y por ello trata de dar a su guía, ya jubilada, la mejor vida posible.
Por otra parte, no es que a los perros guía se les «inhiba de cualquier contacto con el mundo» o de relacionarse, sino que ambas cosas vienen condicionadas por la función asignada de guiar a un usuario. Así explican en la web de la Fundación Once cómo deben ser los perros guía y los objetivos del adiestramiento:
Los perros guía deben ser, en primer lugar, animales muy bien sociabilizados, capaces de mostrar un comportamiento impecable en todo tipo de entornos sociales y situaciones de relación con otras personas y animales. Por tanto, cualquier signo de agresividad inhabilita a un perro para convertirse en perro guía. Además, el perro guía debe tener una gran voluntad de trabajo, capacidad de concentración en la tarea de guía y baja sensibilidad a ruidos que puedan perturbarlo mientras lo realiza. Debe ser, en definitiva, un perro capaz de disfrutar guiando a su usuario. El adiestramiento que reciben tiende a minimizar los instintos naturales de caza, guarda y protección que todo perro presenta en mayor o menor medida. En este sentido, mientras que otras modalidades de adiestramiento utilizan y potencian uno o varios de esos instintos, la preparación de un perro guía es muy exigente porque se realiza en contra de los mismos. Otra condición esencial del perro guía es la obediencia. Debe ser un perro que atienda y cumpla sin demora las órdenes de su usuario, ya que de ello depende su seguridad. Este aspecto se trabaja desde la misma fase de educación en familia y se refuerza diariamente en la fase de adiestramiento. Durante el curso que realiza el usuario en la Fundación Once del perro guía buena parte de la formación se centra en enseñarle a mantener la obediencia que el perro ya ha adquirido y a utilizar correctamente las órdenes que debe darle. (2021) (FOPG)
A partir de estos datos que facilita la Fundación Once del perro guía, destacaré algunas cuestiones para la reflexión. Como hemos visto, la inhibición, aludida por el activista, se enfoca en restringir aquellos instintos caninos que no son deseables para cumplir con la función de guiar. La obediencia o «atender y cumplir órdenes sin demora» es esencial para la seguridad del usuario. No se puede decir que se aísle a estos animales del mundo, ya que son producidos con un fin: estar en el mundo guiando «a su usuario» en sus desplazamientos. Para ello su socialidad debe exhibir un «comportamiento impecable» en cualquier contexto. Incluso la capacidad de disfrutar del perro se focaliza en la misión de guiar «a su usuario». Se habla del animal en términos instrumentales, todo en su vida está preparado y condicionado para asistir eficazmente a quien va a usarlo. ¿Puede entenderse este tipo de relación como servitud? ¿Es incompatible establecer vínculos afectivos con el ser que nos sirve, o al que usamos? ¿La presencia de amor o buen trato disuelve las asimetrías de la relación o, por el contrario, las invisibiliza naturalizándolas?
Volviendo a las respuestas al post, alguien destaca que los perros-guía son felices por vivir con sus «dueños invidentes» y nunca estar solos. En otro comentario, se plantea la felicidad de los perros guía unida al entrenamiento que reciben y al trabajo que realizan, que los convierte en perros útiles. Cabe preguntarse cómo interpretamos lo que es la felicidad canina. ¿En qué consiste? Estas personas parecen entenderla como indisolublemente ligada nuestra especie, a la compañía que dan/reciben o a convertirse en «perros útiles». Algo que recuerda a un modelo de felicidad propio de un contexto sociocultural específico, en el cual tener trabajo, compañía y ser o sentirse «alguien de provecho» es muy valorado. A través de las propias proyecciones los perros son integrados en el mundo humano.
Con un discurso abiertamente antropocéntrico alguien procura zanjar la cuestión apelando a una frase común: «el perro fue domesticado por el hombre». La domesticación (y el androcentrismo) pasan al ámbito de la creación al afirmarse que el perro fue «creado por el hombre», incluso se asegura que ahora trabajar y ayudar está en la naturaleza del perro por lo que limitarlo es maltrato. Se expresa así lo que Iván Darío Ávila Gaitán (2019) describe como «el mito de la domesticación [que] convierte al ser humano (masculino) en un pequeño Dios que crea vida solo, con el objetivo de satisfacer sus propios deseos y necesidades» (p.262). Los efectos de la selección genética en los perros, tanto físicos como comportamentales son innegables, y cabe destacar que muchos son patológicos, con graves consecuencias para su salud (problemas respiratorios en perros braquicéfalos, propensión a la displasia de cadera, obesidad, problemas cardíacos…). Desde una perspectiva menos antropocéntrica, más que entenderla como un logro, cabría cuestionarse de forma muy crítica las implicaciones de esa domesticación.
Las buenas condiciones físicas necesarias para que el animal sea eficiente en su labor se plantean como evidencia de que se trata bien a los perros guía. Dicho de otro modo, tratar bien es importante para que el animal-instrumento pueda estar en buenas condiciones y cumplir con su tarea, si la está cumpliendo es que su condición física es buena y, por tanto, el trato que se le da es bueno. Alguien afirma que los perros- guía son bien tratados y que los ciegos sufren mucho cuando el perro ha de ser reemplazado por otro, porque el que tenían, por vejez o enfermedad, ya no puede seguir cumpliendo con su función. En esta visión humano-centrada el sufrimiento experimentado por el humano cuando su perro guía ha de ser reemplazado por otro parece ser un indicador claro del buen trato hacia los perros guía. Se habla del sufrimiento humano ante el reemplazo de su perro guía, pero ¿y los canes? ¿Cómo viven los perros y perras la ruptura de ese vínculo guía-usuario o humano-animal descrito como muy especial, simbiótico o familiar?
En la Fundación Once del perro guía definen la duración del vínculo humano- perro guía como «vida útil de la unidad» y se refieren a la retirada y reemplazo del animal como jubilación.
Adoptar un perro guía jubilado es una forma de colaborar con nosotros que valoramos mucho. Sabemos que implica un enorme compromiso y la voluntad de dar a uno de nuestros veteranos la oportunidad de seguir recibiendo los mejores cuidados y todo el cariño que necesita en su vejez. Y también sabemos que, aunque no es una opción para todos, quienes se deciden a quedarse con un perro guía jubilado nunca se arrepienten. Aunque en nuestras instalaciones les damos toda la atención, no hay nada mejor para ellos que convivir en un hogar con sus nuevos dueños y sentirse queridos después de toda una vida de exigente trabajo con su usuario. (FOPG, 2021a)
Si en otros apartados, como el fragmento citado más arriba o en los que veremos en la siguiente sección, se refieren a los procedimientos, a los animales e incluso a la relación humano-perro guía en términos instrumentales o de uso, aquí se observa una humanización del discurso. Se reconoce al perro haber llevado una «vida de exigente trabajo», se reconoce su necesidad de cariño en la vejez, se apela a la solidaridad y a la colaboración pidiendo su adopción y se les considera jubilados. Es decir, se atribuyen categorizaciones humanas al perro que se contraponen con las utilitarias.
«Los mecanismos neurohormonales que evolucionaron para facilitar las relaciones sociales con otros humanos serían la base para la formación del apego emocional que enlaza a los humanos con otras especies» (Herzog, 2014, citado por Díaz Videla & López, 2017, p.82 ). Estos vínculos de apego emocional son recíprocos, es decir, la ruptura de esos vínculos no afecta solo al ser humano, sino también al perro. Por tanto, cabría plantearse investigaciones multidisciplinares enfocadas en el perro o perra guía, como ya se ha hecho interesándose en facilitar la gestión del desapego en el momento en que los cuidadores de los perros guías deben entregar al perro, después de culminar todo el periodo de entrenamiento y vivir con ellos toda la experiencia de su cuidado y aprendizaje especial durante un año completo. (Maquet Makedonski et al., 2020, p.135 )
Micaela Anzoátegui (2020) señala dos conceptualizaciones hegemónicas que prevalecen en el imaginario social, desde las cuales son interpretados los perros: el animal máquina y animal antropomórfico (p.79). Ella plantea esta cuestión para problematizar los rasgos caninos que estas dos concepciones ocultan, dificultando la comprensión del comportamiento de los perros en la convivencia domiciliaria y, en consecuencia, la resolución de conflictos en ese ámbito. También aborda el solipsismo comunicacional derivado de estas nociones que, en las situaciones a las que la autora se refiere, implica que, a pesar de darse una emisión de mensajes, no se da una codificación o recepción adecuada de estos, siendo el perro interpretado «desde fuera de sí mismo» por el humano. Así el animal es condenado al solipsismo, mientras el humano, se relaciona consigo mismo, es decir, con sus representaciones, creencias, proyecciones sobre el perro (2020, p.90).
Para el caso que nos ocupa, no se pretende sugerir que el solipsismo comunicacional se da en el vínculo entre una persona no vidente y el perro o perra que le guía. Precisamente la observación participante de cómo se gesta y se desarrolla esa relación humano-perro es un paso que aún no se ha dado. Pero el concepto es relevante aquí porque describe un modo antropocentrado de entender al perro que se ha manifestado en los discursos examinados. También se han observado en este apartado las concepciones de animal máquina y animal antropomórfico. El perro cuya vida es producida y estrictamente condicionada para guiar eficazmente a «su usuario» humano. Y el perro que es un familiar, un trabajador, un jubilado, alguien feliz por servir y acompañar a la humanidad. El perro o la perra cuya vida discurre entre lo animal, lo humano y lo instrumental.
(Re)producción de herramientas vivas
En este apartado ampliaremos algunos aspectos relacionados con la (re)producción de perros guía, a partir de los datos de la web de la Fundación Once del perro guía, a la que hemos aludido en el punto anterior. La Fundación es creada por la Organización Nacional de Ciegos de España (Once) con el propósito de «criar y adiestrar perros guía para personas con ceguera o deficiencia visual grave», es miembro permanente de la International Guide Dog Federation, encargada de certificar los estándares de calidad de su actividad. El centro de cría y adiestramiento de la Fundación Once del perro guía está localizado en Madrid, cuenta con más de 50 profesionales en plantilla, servicio veterinario propio y área especializada en la selección genética y la cría. Se sustenta de fondos públicos (subvenciones), privados y colaboraciones como donaciones, acogidas o adopciones de perros, etc. La Fundación también funciona «como asesora e interlocutora de los poderes públicos en la regulación del derecho de acceso con perro guía o perro de asistencia, velando por los intereses del colectivo de usuarios». En la sección «nuestro trabajo» de la web se explican las fases y procedimientos llevados a cabo con los perros que paso a resumir en sus propios términos.
El programa de cría requiere «disponer de un número de perros suficiente y de la calidad adecuada para ser entrenados y graduados como perros guía». Sus perros reproductores (propios o adquiridos) han de pasar «exigentes controles sanitarios y una evaluación temperamental, con el fin de garantizar la mejor genética para su descendencia». Esa reproducción se lleva a cabo a través cruces por monta natural o en su laboratorio mediante fecundación o inseminación. Los perros reproductores viven acogidos por familias voluntarias. Los celos, cruces (monta), revisiones y partos se realizan en las perreras del centro, bajo supervisión veterinaria. La madre permanece con la camada durante la lactancia y luego vuelve con la familia cuidadora. Los cachorros son sometidos a un programa de estimulación temprana, en sus dos primeros meses de vida, con el fin de prepararlos para el mundo exterior. A través de un test de comportamiento se registran los principales indicadores temperamentales del cachorro.
La socialización se realiza entre los dos y los catorce meses de edad, exponiéndolos a todo tipo de entornos y situaciones, para garantizar un comportamiento social adecuado en todo momento y una obediencia básica. De esta fase se encarga una familia voluntaria. Si pasa los controles sanitarios, es llevado a las instalaciones del centro y asignado a un adiestrador pasando a la fase de adiestramiento que dura entre 4 y 8 meses. El adiestrador se ocupa del aprendizaje del perro, de realizar los cursos de usuario y de supervisar el funcionamiento de las unidades graduadas.
Sobre las razas empleadas se refieren al labrador retriever como «la mayoritariamente utilizada por su carácter sociable y su versatilidad». Otras razas empleadas son pastor alemán, flat coated retriever y caniche gigante y los cruces de estas. Entre los cruces se refieren a «los nuevos labradoodle, cruce de labrador con caniche gigante, con un pelaje muy adecuado para personas alérgicas al pelo de perro».4
La manipulación y control de cada parte de la vida del animal para servir a los intereses y necesidades humanos es total. Matthew Calarco (2013) se refiere al antropocentrismo como «una serie compleja, robusta y enlazada de prácticas discursivas y materiales». Al enumerar las principales «prácticas e instituciones que sirven para mantener la forma de vida antropocéntrica», no menciona específicamente los espacios de (re)producción de perros guía, pero sin duda encaja en su definición de «instituciones visibles y poderosas en las cuales el antropocentrismo y la sujeción animal son reproducidas» (p.23).
La necesidad y el derecho de las personas ciegas a mejorar su autonomía y facilitar su movilidad y acceso al mundo es incuestionable. Lo que esta reflexión crítica procura es analizar, desde otra perspectiva, cómo se construyen y expresan las «prácticas discursivas y materiales» del antropocentrismo en esta relación humano-animal específica. Y plantear preguntas de investigación como ¿cuáles son las motivaciones generales y particulares que mantienen hoy el uso de perros? ¿Por qué el uso de perros guía parece ser el principal recurso para ganar movilidad y autonomía de las personas ciegas? ¿Por qué no se recurre (o, al menos, no se visibiliza tanto) la opción de contratar asistentes humanos especializados, como se hace en otros casos de diversidad funcional? ¿Cabe pensar en propuestas tecnológicas que vengan a sustituir a los perros guía en un futuro próximo?
Siguiendo la imagen por la red llegamos a Londres. Los ojos de Kika para contar la historia de Amit
En la imagen utilizada en el post no constaba ningún dato que permitiera saber más sobre su origen. Tras introducir en Google diferentes combinaciones de palabras, que incluyeran la categoría perros guía, la encontré en el apartado «imágenes» del buscador, vinculada a diferentes artículos donde se explica el contexto al que corresponde (Figura 2). Amit Patel perdió la vista en el año 2012 tras una operación de trasplante de córnea. Tal como él mismo narra en una entrevista para BBC Breakfast, adaptarse a su nueva situación fue duro, especialmente cuando se trataba de salir a la calle. Algo que empeoró mucho tras ser agredido. En 2015 le fue asignada Kika para ser su perra guía, lo que supuso, tal como él mismo relata, una mejora radical en su vida, al ganar confianza, seguridad y movilidad. Lo que no cambiaron fueron las actitudes poco amables, agresivas y discriminatorias que encontraba al desplazarse por la ciudad, y que ahora también recaían sobre la perra que lo guiaba. Decidió poner una cámara en el arnés de Kika para filmar todo lo que él no podía ver cuando se desplazaban por la ciudad. El material grabado era revisado después por Seema, su esposa. La imagen en cuestión corresponde a uno de esos desplazamientos por el metro de Londres, en el que los pasajeros fingen no ver ni oír para no cederle el asiento reservado para personas con discapacidad. Al parecer la expresión de Kika en la imagen refleja el estrés del animal debido a que el suelo estaba resbaladizo y a la aglomeración. A modo de denuncia, Amit publicó un video en Twitter, donde se ve a un hombre exigiéndole bruscamente que se aparte en las escaleras mecánicas del metro. El video se viralizó y algunos medios de comunicación se hicieron eco de su historia. Amit inicia así un activismo que procura visibilizar las dificultades que cada día tienen que enfrentar en la ciudad las personas con diversidad funcional, en este caso invidentes.
Ha escrito un libro titulado Kika and Me, una historia de superación personal donde narra cómo Kika cambió su vida, los retos de la relación, las dificultades y los logros. En su Twitter se presenta como Dr. Amit Patel (rde perder la vista era médico), y su cuenta es @BlindDad (PapiCiego) en alusión tanto a Kika como a sus hijos humanos. Se define como autor, orador, asesor en diversidad, equidad e inclusión (DEI Consultant) y activista por las personas con discapacidad (Activist Disability). Las redes sociales son un punto clave para ese activismo, como lo es Kika, a quien han creado perfiles propios, tanto en Twitter como en Instagram (@ Kika_GuideDog). En estos, las narrativas son en primera persona, como si fuera la propia perra quien contase con palabras humanas sus experiencias y cotidianidad. Este recurso no es nuevo, pero ha crecido exponencialmente, adaptándose a los nuevos entornos virtuales y comunicacionales, sirviendo tanto a las más diversas causas sociales, como a negocios y servicios. La variedad y el éxito de perfiles de perros u otros animales “instagramers” son un fenómeno que vale la pena estudiar. En el caso de Kika su historia en redes va siendo construida en torno a su labor como perra guía y a la vida familiar en la que aparece plenamente integrada. Su perfil de Twitter dice: «Mira el mundo a través de mis ojos mientras recorro Londres con @ BlindDad_UK». A través de esta invitación, Amit busca visibilizar los problemas que enfrentan las personas ciegas en una ciudad llena de obstáculos y gente apresurada, poco amable o incluso agresiva. Ver a través de los ojos de Kika es ver a través de la cámara colocada en su arnés mientras guía a Amit por diferentes espacios. Es visibilizar lo que Amit ha logrado desde que ella entró en su vida. La felicidad de tenerla a su lado, las actividades compartidas en familia. El agradecimiento, los juegos, los aprendizajes y el cariño. Mostrar lo adorable e inteligente que es. Es visibilizar cómo un perro guía te puede cambiar la vida, lo que son capaces de hacer. Reivindicar la empatía y la gentileza hacia los demás, entendiendo que la diversidad funcional es parte de la sociedad. Es visibilizar y homenajear a quienes preparan a los perros guía para hacer lo que hacen. Visibilizar también a las organizaciones que los producen, entrenan y asignan. Es promover el acceso a estos animales como un derecho y una oportunidad de las personas no videntes.
La intencionalidad tras el uso de la foto en el post y el posicionamiento antiespecista
Contacto con la persona que hizo la publicación inicial en Facebook para charlar sobre el tema y concertamos una entrevista vía Zoom. Sobre el origen de la imagen y su intencionalidad al usarla me dice:
Esa foto la saqué de un post que decía «pobre perro que no le dejan pasar y está triste porque su amo no puede pasar», a un andén o una cosa así. Ellos, esas mismas personas, utilizaron a ese animal, esa foto, para dar pena, para realzar el especismo. Entonces yo le di vuelta, sencillamente. (entrevista personal, mayo 2021)
Este dato sobre dónde encontró la imagen elegida para publicar su particular mensaje, sus motivos para usarla, los modos en que fue interpretada a partir de su post, cómo fue producida por Amit en otro país, difundida, utilizada y, de nuevo, comentada, compartida o etiquetada por quienes la han encontrado en la red, nos remite a Gómez Cruz & Ardèvol (2011) quienes consideran que para llevar a cabo un análisis antropológico de la imagen digital que dé cuenta de estos nuevos procesos sociales y tecnológicos en los que se inserta debemos entender las imágenes como el resultado de una agencia compartida entre las personas, los instrumentos fotográficos y las plataformas en las que se inserta para su difusión, es decir, entender la imagen digital como proceso y producto de una red sociotécnica y no sólo como una representación de la vida de esas personas. (p.91)
Retomando la cuestión del especismo referida por el activista, es relevante hacer aquí una pequeña contextualización sobre el término. Tal como apunta Ávila Gaitán, s la primera definición de especismo, acuñada por el psicólogo Richard Ryder en1970, lo señalaba como discriminación en función de la especie, en sintonía con otras discriminaciones (racialización, género, clase, altercapacidades, etc.), hoy implica ir más allá y «asumirlo como un complejo orden tecnobiofísicosocial, es decir, todo un conjunto de relaciones históricas que re/producen sistemáticamente la dominación animal» (Ávila Gaitán, 2020).
Explicado de forma sencilla y siguiendo la idea de observar cómo los perros guía van siendo ubicados en lo animal, lo humano y/o lo instrumental, se puede decir que, desde la perspectiva antiespecista, humanas y animales de otras especies somos, en esencia, iguales. En el sentido de que tratamos de evitar el dolor y el sufrimiento, queremos vivir y procuramos disponer de nuestras vidas desde las particularidades y necesidades propias de cada especie/individuo. Así, los animales son personas no humanas, diferentes, pero iguales en características compartidas como la sintiencia o los vínculos socioafectivos que construimos. Esta aparente disolución de fronteras entre lo humano y lo animal, donde las personas somos animales y los animales somos personas no niega la subjetividad de cada especie, ni de cada individuo, al contrario. El cuestionamiento y rechazo a lo que implica la producción y el uso de perros, para guiar o para cualquier otra cosa, parte de esa premisa de igualdad en la diferencia. Siguiendo esta lógica sería inaceptable llevar a cabo esos procedimientos de selección, manejo, (re) producción, descarte, obediencia, asignación, etc., con seres humanos para que sean usados como asistentes por quienes, por su posición, puedan comprarlos, recibirlos, intercambiarlos o, en definitiva, acceder a su tenencia y uso, independientemente del buen trato que reciban o de que se generen lazos afectivos. Esto, en la actualidad, aplicado a un ser humano sería llamado esclavitud, de ahí la afirmación del activista: «los perros guía son esclavos» o «son obligados a guiar».
Es posible que tales afirmaciones despierten en nosotras imaginarios asociados a la esclavitud humana y, por tanto, a imágenes devastadoras de nuestra historia que, obviamente, no encajan con lo visibilizado, por ejemplo, en las redes sociales sobre Kika y Amit. Pero el objetivo no es discutir sobre la pertinencia de aplicar o no la categoría esclavo a perros u otros animales. El propósito es cuestionar la cosificación del otro animal, asumiendo que esta no responde a un orden natural del mundo, sino a las dinámicas de ese «complejo orden tecnobiofísicosocial» en el que estamos inmersas, y que ha sido aludido más arriba por Ávila Gaitán. Un orden de dominación especista, que no siempre está hecho de barrotes, oscuridad, hacinamiento, brutalidad y muerte, sino que también se constituye de métodos más sutiles de sujeción y subordinación y manipulación de la vida del otro.
A modo de conclusión
Este texto se ha planteado como una aproximación a la relación humano-perro guía empleando herramientas de la etnografía visual digital y el marco de los estudios críticos animales. Para ello se ha seguido el recorrido de una imagen encontrada inicialmente en una red social, se han analizado los procesos sociales y tecnológicos en que la imagen se produce, circula o se reinterpreta, generando discursos encontrados o revelando prácticas. A partir de la reflexión crítica se ha observado cómo las dinámicas de la «forma de vida antropocéntrica» ubica a los perros y perras entre lo animal, lo humano y lo instrumental.
La domesticación se problematiza como eje de la relación humano-perro, en general, y se presenta repleta de dependencias mutuas y complejidad. A los canes se les cuida y protege desde diferentes perspectivas, como pueda ser el sentido de la responsabilidad, conscientes del dominio ejercido sobre sus vidas. Otras veces el cuidado y la protección es similar a lo que se ofrece a las máquinas u objetos que requieren estar en condiciones óptimas para poder funcionar. La mayoría de las veces estas y otras formas de entender y vivir las relaciones humana-perra se entrelazan, tejiendo afectos, (in)comprensiones, (ab)usos, contradicciones.
A lo largo de este recorrido se han ido planteando reflexiones y preguntas desde las que dar continuidad a la investigación. Siendo consciente de la necesidad de profundizar en la escucha de las perspectivas de las personas invidentes que deciden usar o no perro guía, observar los modos cercanos en que esa relación se gesta. También es esencial conocer las experiencias de las personas que trabajan o han trabajado con los perros guía en esos centros de (re)producción, ya que al margen de que los discursos y las prácticas institucionales presentes en su web son abiertamente instrumentalistas, esos espacios los construyen personas y animales con subjetividades. Y es clave procurar acercamientos interdisciplinares que vayan «más allá de lo humano», más allá de las conceptualizaciones del animal máquina y el animal antropomorfizado.