Introducción
En este trabajo se analizan los factores que identifican y distinguen el proceso histórico de la izquierda democrática colombiana del resto de procesos denominados "giro a la izquierda", en la teoría de Levitsky y Roberts.
A diferencia de la mayoría de los países de la región latinoamericana que entraron en la ola del "giro a la izquierda" entre 1998 y el 2010 y otros que lo hicieron de forma tardía, como México, Colombia y Perú quedaron excluidos de ese curso conjunto de la región.
El factor central que singulariza el caso colombiano es el de haber estado inmerso en un conflicto armado interno por más de medio siglo. Otro elemento fue la influencia del narcotráfico tanto como un agente que exacerbó la violencia contra la izquierda como por la incidencia de sus recursos sobre la economía nacional.
Sin embargo, existen varios factores que igualan la situación de Colombia con los otros países de la región, como la era del endeudamiento, la crisis posterior y la entrada del proceso de democratización que en Colombia tuvo la forma de una nueva Constitución, en 1991.
El presente artículo busca mostrar estos factores de manera sintética y señalar que, pese a la superación de elementos estructurales tan importantes como el conflicto con las guerrillas de las FARC-EP mediante el proceso de paz de 2016 y la oportunidad de llegar al Gobierno de la capital entre 2003 y 2015, la izquierda democrática colombiana no aprovechó estas dos coyunturas y, por el contrario, continuó dividida ideológicamente, lo que dio al traste con la oportunidad de llegar a la Presidencia en 2018.
A continuación se analizan algunos de los antecedentes del giro a la izquierda en América Latina tanto económicos como políticos, se sintetizan sus causas inmediatas según Levitsky y Roberts,1 se caracteriza la nueva izquierda de este período en Colombia mediante la conceptualización de estos autores y su contraste con la realidad de la izquierda colombiana, y se definen varias de sus particularidades. De igual forma, se traza la línea histórica entre los antecedentes del éxito electoral de la nueva izquierda en ciudades distintas a la capital, se examina su llegada al poder de la ciudad de Bogotá por tres veces seguidas y se analizan algunas causas que llevaron a desaprovechar la oportunidad de ganar las elecciones presidenciales de 2018.
1. Factores económicos antecedentes del giro: la era del endeudamiento y de la crisis
La década del ochenta, denominada la década perdida para América Latina, se caracterizó por la generalización de la crisis económica, producto del endeudamiento internacional. Los problemas de la insostenibilidad del desarrollo latinoamericano son atribuidos a la obsolescencia del modelo de sustitución de importaciones (ISI), proteccionista en términos económicos y sociales. El Consenso de Washington, por medio de sus principales mecanismos de estabilización internacional (BM y el FMI), presionó a estas economías débiles y democracias recientes latinoamericanas para llevar a cabo procesos de ajuste con el fin de pagar la deuda externa mediante la superación de los problemas de orden fiscal causados por el modelo económico, el propio endeudamiento y el Estado social. El modelo ISI (industrialización por sustitución de importaciones, de desarrollo hacia adentro) correspondía a regímenes de índole corporativo (representación de intereses populares), predominantes en la región desde finales de la Segunda Guerra Mundial. Durante su auge, dicho modelo aumentó la tasa anual de crecimiento del PBI, el crecimiento industrial, la producción, el salario real y el desarrollo en general. El modelo ISI había hecho posible la incorporación política del movimiento obrero en el sentido de Collier y Collier,2 esto es, el otorgamiento de derechos a estos.3
Antes del quebrantamiento del modelo ISI, se aplicaron políticas bajo fórmulas neokeynesianas que funcionaron como transición hacia su desmantelamiento.4 El agotamiento del modelo por razones de avance tecnológico en los países desarrollados importadores de bienes primarios y de avance de políticas proteccionistas de esos mismos países fue paralelo a la entrada de la región latinoamericana a una etapa de dictaduras en la década del setenta, que duró hasta la siguiente década, esto es, la implantación de regímenes burocrático-autoritarios, según la acepción de O'Donnell y Schmitter.5 Estas dictaduras y los regímenes democráticos que subsistieron le dieron continuidad forzada al modelo ISI, con exclusión de los sectores populares, para luego llevar a cabo su desmonte.6 Los regímenes subsistentes que no enfrentaron dictaduras, de todos modos, ingresaron en una elipse de endeudamiento (México y Colombia).
Tanto el intento fallido de desarrollo mediante la ISI como la crisis de la deuda de la década del ochenta llevaron a la región a un período recesivo en lo económico y lo social.7 La crisis se manifestó en el aumento de la desigualdad y del sector informal de la economía. El coeficiente de Gini reflejó esta situación: de 0,50 en 1982 pasó a ser de 0,56 en 19958 y el sector informal creció de 44,4 % de la PEA urbana de toda la región en 1990 a 47,9 % para 1998.9 Esta condición fue esencial para que la agenda social de las izquierdas se abriera paso frente a las propuestas continuistas de las derechas.
2. Factores políticos: la era de las transiciones
En general, América Latina ha vivido más bajo anormalidad democrática que bajo democracia; sin embargo, el tiempo regional, esto es, el momento de los acontecimientos en toda la región latinoamericana, parece en algunos periodos coincidir más que en otros. Las décadas del sesenta y del setenta estuvieron marcadas por dictaduras de distinto estilo. El debate sobre las transiciones se enmarca en una sucesión de transformaciones históricas de regímenes autocráticos a democráticos que han sido conocidas como olas democratizadoras.10 La primera de ellas se remonta a la Revolución francesa y a la independencia de los Estados Unidos entre 1828 y 1926, seguida de una contraola por el ascenso de los regímenes fascistas; la segunda comprende los casos de democratización de los países del Eje, luego de la Segunda Guerra Mundial y que abarca entre 1943 y 1962, a lo cual siguieron revoluciones y golpes de Estado en varios países del Tercer Mundo; por último, la llamada por Huntington11 "tercera ola democratizadora", constituida por las transiciones de Europa del Sur y América Latina, que van de 1974 a 1989. Estos procesos democratizadores en América Latina han sido los más durables y estables, aunque se trate de democracias frágiles o parciales.12 Esta tercera ola de democratización en América Latina de mediados de la década del 80 es un antecedente inmediato del giro a la izquierda en la región.13
3. Causas inmediatas del giro hacia la izquierda
La sincronía de victorias de la izquierda fue precedida por las reformas orientadas al mercado en los ochenta y noventa y la crisis económica de finales de la década del noventa. Una condición política interna que favoreció la entrada de las reformas de liberalización del comercio en varios de estos países fue la ausencia de una coalición antirreforma.14 Desde la teoría prospectiva se ha planteado que, en malas épocas económicas, los votantes y los políticos están más dispuestos a correr riesgos y a aceptar reformas radicales.15
El giro a la izquierda obedeció a la inseguridad generada por el retiro de la protección social por parte del Estado y falta de respuesta a las demandas sociales por parte de los Gobiernos neoliberales. Donde estos Gobiernos lograron parar la hiperinflación fueron reelegidos (Argentina), pero donde hubo un crecimiento negativo per cápita, mayor pobreza y desempleo, las mayorías empezaron a desaprobar su desempeño económico.16
Entre las causas de larga duración de este proceso de transición están la desigualdad, la pobreza, la institucionalización de la competición electoral y un ambiente geopolítico permisivo (ausencia de represión, condiciones democráticas y el colapso de la Unión Soviética, que dio al traste con las alternativas revolucionarias). La falla del modelo neoliberal recreó la inequidad y la desigualdad, lo cual permite poner estos problemas nuevamente en la agenda política.17
El neoliberalismo y la posterior crisis económica fueron factores que beneficiaron a la izquierda: la crisis terminó por erosionar el apoyo al Consenso de Washington y los partidos de derecha o centro perdieron las elecciones en catorce de los dieciocho países latinoamericanos. Entre las condiciones ambientales se cuenta el bum de materias primas, lo que le facilitó a la izquierda gobernar y redistribuir sin retar la propiedad privada ni subir impuestos, y reducir la dependencia de las instituciones financieras ante los Estados Unidos.18
La hipótesis de Roberts19 es que América Latina había entrado en una nueva etapa: la resurrección de los movimientos sociales y el cambio electoral hacia la izquierda entró en un período de no contienda política mayor en términos de un segundo proceso histórico de incorporación política. Esta es diferente de la fase inicial de la incorporación de la clase obrera que ocurrió durante los primeros estadios de industrialización del siglo XX.20 Los sujetos sociales, las formas organizacionales y las consecuencias institucionales de esta segunda incorporación son muy distintas de la primera. El autor argumenta que fue altamente condicionada por la exclusión política y la desmovilización bajo el autoritarismo existente entre 1960 y 1980. Según su postura, la movilización popular en esta segunda etapa es una respuesta a diversos tipos de inseguridades del mercado y a la despolitización tecnocrática de alternativas económicas que integró la construcción de las sociedades de mercado como las llama Polanyi,21 en los dos tipos de regímenes: autoritarista y democrático.
La dinámica de la reforma de mercado, la despolitización tecnocrática y la resistencia sociopolítica han sido fuertemente condicionadas por los legados cultural y político de las trayectorias de la región.22 A diferencia de Europa, estas reformas se llevaron a cabo en condiciones de alta desigualdad; además, señala, la globalización no ha borrado las diferencias entre las regiones. Como se aprecia, no es posible separar causas económicas de causas políticas, pues un análisis de esta coyuntura más comprensivo requiere tener en consideración ambos tipos de factores articulados.
4. ¿Qué se entiende por izquierda a finales de los noventa?
Se considera aquí la referencia general de Levitsky y Roberts,23 según la cual, en la nueva izquierda, los actores políticos perseguían como objetivo central reducir las desigualdades sociales y económicas mediante la redistribución del bienestar entre los más desfavorecidos, debilitar las jerarquías sociales y fortalecer la participación política de los grupos sin voz. Algunos sectores de la nueva izquierda incluyen no solo las diferencias de clase, sino otro tipo de desigualdades basadas en la etnia, el género o la raza.
En lo político, la agenda de izquierda promocionaba la participación popular, equivalente en este caso a la participación y representación de las llamadas nuevas ciudadanías (indígenas, negros, LGTBI, mujeres, animalistas, juventud) sin excluir a las viejas ciudadanías (campesinos, sindicatos).
Respecto a la política social, debían proponer cambios sustanciales en educación, salud, subsidios, reducción de la pobreza y de la desigualdad de los ingresos, en suma, las provisiones tomadas mediante programas sociales que mejoraran el bienestar de las clases sociales más desfavorecidas.24 Además de su compromiso con los derechos sociales y económicos de los pobres, la izquierda debía incluir en su agenda otros como la seguridad.25 Un elemento a tenerse en cuenta como variable negativa, por constituir un obstáculo para el alcance de una política social exitosa y por las consecuencias sobre la desaprobación de los electores, era la corrupción, mucho más costosa políticamente para los Gobiernos de izquierda.26 Estos rasgos fueron referencias para caracterizar los Gobiernos nacionales y subnacionales de izquierda en la región.
5. ¿Qué tipo de izquierda es la colombiana?
Levitsky y Roberts27 suponen que, a partir del fin de la Guerra Fría, la izquierda socialista y la izquierda armada desaparecieron; sin embargo, en Colombia esto no fue así. La convivencia incómoda y riesgosa entre una izquierda legal y una izquierda armada se ha traducido en una debilidad constante de la izquierda democrática y en luchas internas hasta el presente, que han motivado divisiones entre posturas que defienden las reglas del juego de la democracia liberal y posturas que hasta hace poco defendían la lucha armada, lo cual retrasó la transición hacia la moderación y el pragmatismo, dos elementos clave para su llegada al poder en Uruguay y Brasil.28
En lo económico, la izquierda colombiana se ha identificado con políticas antineoliberales. Son conocidos los discursos del Polo Democrático Alternativo (PDA) ante el Senado en contra de los tratados de libre comercio. Gustavo Petro, actual líder del movimiento Colombia Humana, como representante a la Cámara (1998, 2002) y como senador (2006-2010), defendió lo público y este fue uno de los tres ejes programáticos de su plan de desarrollo como alcalde de Bogotá (2012-2014). En contraste, la postura del exalcalde Luis Eduardo Garzón, primer alcalde de izquierda de la ciudad de Bogotá, fue ambigua frente al modelo económico (2004-2008).29
6. Particularidades de la izquierda colombiana
Levitsky y Roberts proponen cuatro tipologías para distinguir las izquierdas en América Latina que triunfaron entre 1998 y el 2010, basadas en el cruce de cuatro variables: i) autoridad dispersa; ii) autoridad concentrada; iii) organización partidaria establecida, y iv) movimiento político nuevo.30 Ninguno de los partidos o movimientos de izquierda actuales en Colombia cumple con el tipo de organización partidaria establecida de larga data del primer tipo, en cambio, sí pueden calificarse como nuevos movimientos y partidos; Progresistas (hoy Colombia Humana) podría caber en el modelo con la característica de ser vehículo del líder para retar al establecimiento político. Las otras dos variables -autoridad dispersa y autoridad concentrada- pueden diferenciar al PDA de Progresistas; sin embargo, en ambos casos es posible captar que el líder máximo concentra la mayor autoridad. En el caso del PDA, por tratarse de un partido más orgánico, esa autoridad también depende del ejecutivo del partido y se distribuye entre varios líderes; en contraste Progresistas (o Colombia Humana) se parece más a un movimiento con una cabeza visible; es muy poco orgánico.
La izquierda colombiana no pertenece a ninguna de las cuatro tipologías catalogadas por Levitsky y Roberts: i) izquierda partisana institucionalizada (con dos subtipos: orgánico de masas y profesional electoral), a la manera del Partido Socialista Chileno y del Partido de los Trabajadores del Brasil e incluso del Frente Amplio del Uruguay;31 ii) la máquina populista, como en el caso del Partido Justicialista bajo los Kirchner; iii) un movimiento de izquierda como el MAS, en Bolivia, y iv) izquierda populista, como se calificó a Chávez en Venezuela y a Correa en Ecuador.
La izquierda colombiana ha permanecido dividida no solo porque ha constituido pequeños partidos distintos, sino por su ideología, sus formas organizativas y estilos de liderazgo. La unión de 1999 fue momentánea y oportunista, causada por la expectativa respecto a la reforma política de 2003, que obligó a todos los partidos políticos a agruparse, so pena de perder sus personerías jurídicas;32 por tanto, no se puede hablar de una sola izquierda. En el PDA conviven distintas tendencias, unas más orgánicas que otras; en el Movimiento Progresistas domina la idea de su líder en cuanto a actuar sin ataduras partidarias; Marcha Patriótica es más parecida a un movimiento que a un partido, y la Unión Patriótica es un partido pequeño, débil y desdibujado ante la opinión pública. De estos últimos dos quedan pocos rastros, dadas las condiciones de inseguridad actual. El partido Alianza Verde mantiene en su seno líderes de muy distintas inclinaciones ideológicas de izquierda (Partido de los Trabajadores de Colombia, PTC), centro (Claudia López) y de derecha (Enrique Peñalosa, hasta hace unos años).
Algunos de ellos comparten ciertas características representadas por estas tipologías: el PDA y Marcha Patriótica mantienen lazos con sectores organizados como sindicatos y movimientos sociales, trabajan en organización y movilización social, están conformados por cuadros profesionales, cuentan con cierta institucionalización y tienen un poco más de arraigo con sus propias bases, mientras otros se fundan en los votos de opinión (Colombia Humana y Alianza Verde).
La izquierda colombiana es muy diversa: unos líderes y partidos han sido más ortodoxos respecto a las políticas de mercado que otros, unos son más democráticos y otros más plebiscitarios; en ese sentido, no se puede hablar de una sola izquierda.
Dadas las rupturas del PDA (con la salida de Progresistas 2010 y del Partido de los Trabajadores de Colombia, PTC), la resurrección de la Unión Patriótica recién firmados los acuerdos de paz con las FARC-EP (hoy cada vez más minoritaria, muy cercana ideológicamente a Marcha Patriótica) y la creación del partido FARC, como resultado de los acuerdos de paz de 2016, existen en Colombia al menos tres bloques ideológicos de izquierda: Polo Democrático, Colombia Humana-PTC, Partido Verde y Marcha Patriótica-Unión Patriótica-FARC, cercanos hasta hace poco.
7. Antecedentes de la participación electoral exitosa de la nueva izquierda en Colombia
En la ciudad de Pasto, departamento de Nariño, la izquierda llegó por primera vez a la alcaldía con Antonio Navarro Wolff (1995-1997), premiado como el mejor alcalde de Colombia en 1998. En este mismo departamento; la izquierda alcanzó dos veces la Gobernación: la primera, con Antonio Navarro Wolff (2008-2011) por el movimiento "Adelante Nariño", como parte del PDA y la segunda, con Camilo Romero (2016-2019) por el movimiento Somos Nariño, avalado por la Alianza Verde. Para el período 2016-2019, en Pasto fue elegido Pedro Vicente Obando, también de izquierda, pero luego de un alcalde de derecha que gobernó entre 2012-2015 (Harold Guerrero, de Cambio Radical).
En el departamento del Cauca, el guambiano Floro Tunubalá se convirtió en el primer gobernador departamental indígena del país entre 2001 y 2003; destronó a la vieja aristocracia política caucana, la cual retomó el poder a partir de esta fecha y cerró todos los resquicios para otra experiencia semejante en ese departamento.33 Esta ha sido la única experiencia exitosa de gobierno alternativo local que surgió desde el movimiento social, llamado Bloque Social Alternativo (BSA), que buscó construir una propuesta política de izquierda con el fin de enfrentar a la oligarquía caucana latifundista y racista.34 No obstante, su gobierno no tuvo mucho éxito, debido a los constreñimientos propios de las políticas nacionales de imposición de ajustes económicos, a las consecuencias de las modalidades corruptas de apropiación de dineros públicos que quebraron al departamento y a la influencia del viejo clientelismo bipartidista, con lo cual no pudo llevar a cabo su programa social de política pública ni consolidar la organización social del Bloque Social Alternativo, dado que no contó con cuadros de gobierno suficientes y se apartó del movimiento durante su gobierno, por lo que no pudo tener continuidad para las siguientes elecciones.35
El caso de Magangué, la segunda ciudad más grande en el departamento de Bolívar a donde llegó Marcelo Torres del PTC, por el Partido Verde, quien se enfrentó a la mafia narcotraficante y paramilitar de Enilce López, acusada de diversos crímenes como lavado de activos y homicidio,36 también fue una experiencia sin continuidad. Torres contó con una herencia de deudas y sanciones que dejaron al municipio con muy pocos recursos para responder por las necesidades de una población con un 80 % de pobreza, con lo cual perdió margen de maniobra para sostener su programa social.
8. Llega la izquierda a la Alcaldía de Bogotá (2003-2015)
El hecho de que la nueva izquierda hubiera logrado la victoria en tres elecciones continuas de Alcaldía en Bogotá pone a esta ciudad como un caso excepcional respecto al resto de ciudades y regiones en Colombia. Las causas de este comportamiento electoral son tanto de índole histórico y cultural como sociopolítico, esto es, implican factores estructurales. No se trata solo de que se diferencie como ciudad grande, dadas todas las implicaciones sociológicas de esta condición, sino también de factores que inciden de manera particular en el caso colombiano.
La disputa entre los actores armados en Bogotá desestima la hipótesis según la cual la diferencia en el comportamiento electoral entre esta ciudad y el resto del país es resultado de la total ausencia de actores armados y de violencia. El condicionamiento estructural de la violencia continúa presente, pero no penetra toda la sociedad que reside en Bogotá.
Factores de cultura política distinguen las preferencias políticas de los capitalinos de las poblaciones regionales, gracias a la menor incidencia de la dinámica del conflicto armado interno, sin desconocer por ello su presencia en varios barrios y zonas de la ciudad. El paramilitarismo, las guerrillas y el proselitismo armado influyen en la ciudad e inciden en las zonas de recepción de población desplazada por la violencia conformada por barrios marginales de la capital37 y en zonas populares de auge económico. En parte, este fenómeno hace de Bogotá un escenario distinto de los de Montevideo, São Paulo y Porto Alegre, por ejemplo.
A su vez, los políticos tradicionales han preferido utilizar medios corruptos como la compra de votos como mecanismo determinante de sujeción clientelista, en lugar de emplear la violencia directa en esta ciudad. El voto en Bogotá es predominantemente de opinión,38 más inclinado hacia posturas democráticas,39 el cual hace referencia a un voto no amarrado por los lazos del clientelismo de los partidos tradicionales acostumbrados a comprar votos y libre de las amenazas de grupos armados. Estas personas que sufragan con base en la libre expresión de su opinión política presentan una tendencia a elegir partidos y líderes más moderados. Las zonas, las clases y los estratos sociales que no están sujetos a estas estructuras clientelistas cuentan con altos niveles educativos y pueden expresar posiciones políticas independientes de redes clientelistas corruptas.40 Este sector poblacional tiende a defender una agenda social, la expansión del concepto de ciudadanía y está contra las medidas derivadas del modelo neoliberal, producto de una cultura política relativamente independiente de los condicionantes de la tradición, del anticomunismo y de la religiosidad, aún acendrados en los habitantes de los barrios periféricos y del campo, donde la izquierda no ha logrado penetrar como estrategia adaptativa.41
Una encuesta sobre cultura política realizada por el Departamento Nacional de Estadística (DANE), en 2015, mostró que Bogotá tenía el menor porcentaje de población, que veía a Colombia como un país democrático (21,8 %); el más alto porcentaje de población que percibía a Colombia como un país medianamente democrático (63,6 %), y el más alto de percepción del país como no democrático (14,6 %). Además, mostró contar con el más bajo porcentaje de satisfacción respecto al funcionamiento de la democracia (9,5 %) y el más alto de insatisfacción frente a su funcionamiento (53,7 %).42 Estos resultados evidencian una postura crítica de la población bogotana, que apoya la explicación acerca de la victoria de la izquierda en esta ciudad y también al hecho de dejar de apoyarla luego de su desprestigio.43
9. La nueva izquierda en la Alcaldía de Bogotá no fue suficiente para alcanzar la Presidencia
Existe una distancia entre la capacidad de maniobra de la izquierda en las experiencias subnacionales y las nacionales en América Latina. También es diferente cuando esas experiencias subnacionales se presentan en regímenes federales como en el de Ciudad de México o en regímenes centralizados como el de Bogotá. Las experiencias subnacionales están atadas a la política nacional y tienen mucha menos autonomía en los regímenes centralizados que en los federados. Por ende, tanto los logros como las limitaciones de los resultados de los programas sociales en regímenes centralizados han dependido, en parte, de las políticas nacionales. No obstante, a diferencia del enfoque de los planes de los Gobiernos nacionales en Colombia, el énfasis en los asuntos sociales tuvo un importante influjo sobre el bienestar de sectores excluidos de la ciudadanía bogotana.
Es necesario señalar que fue la primera vez en la historia que la izquierda democrática alcanzó una posición de poder estratégica en Colombia, el segundo puesto luego de la Presidencia de la República. Aunque la experiencia de Bogotá no fue la única y la izquierda ya había obtenido ciertas cuotas de poder,44 no había estado tan cerca de la Presidencia, salvo en 2006, con la candidatura de Carlos Gaviria Díaz. Pese a que los Gobiernos de izquierda democrática en Bogotá le brindaron la oportunidad no solo de ganar experiencia, sino de dar el salto a la Presidencia, como en otros casos de América Latina (Brasil, Uruguay), eso no ocurrió en este caso.
Los programas de las tres administraciones de izquierda en Bogotá incluyeron los principios que, según la teoría del giro, formaban parte de los programas defendidos por las nuevas izquierdas: la lucha contra la pobreza y la desigualdad. Además, sus planes abarcaron el tema de la seguridad, que también es considerada como un principio a defender, según algunos teóricos del giro.45 Estos programas incorporaron proyectos relativos a la movilidad, la relación ciudad-región y la inclusión de minorías, aunque sus alcances en estos últimos asuntos fueron muy modestos o nulos.
Dado el giro nuevamente hacia la derecha, la pérdida de la ciudad de Bogotá en 2015 no puede juzgarse como un revés momentáneo, sino como un castigo del electorado a la corrupción del segundo de estos alcaldes (Samuel Moreno) y a causa de errores de gobierno del tercero de ellos (Gustavo Petro), a la falta de ejecución de programas y proyectos sobre los temas más sentidos por la población bogotana (movilidad y seguridad) y a la alianza entre sectores de derecha y los medios masivos de comunicación, que alentaron a la prensa a exacerbar la frecuencia de las críticas y los mensajes negativos sobre estos Gobiernos, para generar desconfianza en los electores.46 Otro de los factores importantes fue el aislamiento con el que todos ellos gobernaron, divorciados de los partidos que los llevaron al poder.
10. Las últimas elecciones presidenciales de 2018
Pese al bajón de las expectativas de los votantes en la ciudad de Bogotá en 2015, los resultados de las elecciones presidenciales de 2018 constituyeron un avance muy importante para la izquierda democrática en Colombia. Esta última jornada electoral fue la primera sin la presencia de las guerrillas FARC-EP, ahora convertidas en partido político luego del proceso de paz firmado en 2016.
En la primera vuelta, el 27 de mayo de 2018, Gustavo Petro alcanzó 4.855.069 de votos por el movimiento Colombia Humana y Sergio Fajardo, 4.602.916 por Alianza Coalición Colombia (Partido Verde y Polo Democrático Alternativo). Tras una serie de intentos fracasados de alianza entre estos dos sectores, parte de la coalición Partido Verde y PDA votó a favor de Gustavo Petro y otra defendió el voto en blanco, que finalmente jugó en contra de este candidato, quien había quedado de segundo en la primera vuelta. El sector aliado al fajardismo (seguidores de Sergio Fajardo) y una franja del PDA lograron en la segunda vuelta 827.924 votos en blanco.
En la segunda vuelta Colombia Humana obtuvo un resultado histórico de más de 8 millones de votos, frente al ganador de derecha Iván Duque, quien obtuvo más de 10 millones de votos. Pese a la evidente habilidad de Petro como candidato para captar la inconformidad de gran parte de sociedad colombiana y a su aprovechamiento de la polarización del país, el carácter no contaminado de su rival político, a pesar de no tener un capital político significativo ganado por sí mismo, fue suficiente para vencer la alternativa de izquierda.
Conclusiones
Aunque Colombia recibió las mismas influencias económicas y políticas internacionales que el resto de los países de América Latina, el resultado político fue distinto, pues durante esta sincronía regional del giro a la izquierda, Colombia aún se encontraba bajo el influjo determinante de un conflicto armado interno de larga data.
El ejercicio del poder de Gobierno en Bogotá no le otorgó a la izquierda suficiente aprendizaje y desaprovechó esta posición para expandir su influencia geográfica y política. Esta oportunidad fue desperdiciada debido a los escándalos de corrupción en el caso de Samuel Moreno y por la imposibilidad de contrarrestar la manipulación de los medios de comunicación en contra del gobierno de Gustavo Petro.
Pese a las condiciones políticas favorables generadas por el proceso de paz con las FARC-EP en 2016, la izquierda democrática ha sido incapaz de superar sus divisiones ideológicas y se presentó dividida a las elecciones presidenciales de 2018, con lo que volvió a estropear la segunda oportunidad de llegar al poder presidencial.
La superación de los condicionamientos estructurales como el conflicto armado interno, el aprovechamiento de la experiencia de Gobierno subnacional y la ventaja que daban las consecuencias sociales negativas del modelo económico de mercado no constituyeron una garantía para la superación de los condicionamientos generados por las diferencias ideológicas dentro de la misma izquierda.