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Suma de Negocios

versión impresa ISSN 2215-910Xversión On-line ISSN 2027-5692

suma neg. vol.1 no.2 Bogotá jul./dic. 2010  Epub 30-Nov-2010

 

Artículo de investigación

Conceptualización y antecedentes teóricos de la competitividad internacional y regional: un asunto territorial1

Hugo Ernesto Díaz Sánchez1  * 

1Magíster en Relaciones Internacionales, PUJ. Docente investigador del centro de investigaciones de la Escuela de Negocios, FULK.


Resumen

La competitividad se ha estudiada con diferentes nombres desde el nacimiento de la economía y las firmas; el uso del concepto es objeto de debate por las relaciones con diversos desarrollos teóricos en la administración, la geografía económica y las políticas.

Objetivo:

Diferenciar las perspectivas, escuelas y autores que estudian la competitividad territorial.

Metodología:

En la literatura sobre competitividad se encuentran unos referentes teóricos notorios como lo son la competitividad internacional de la Escuela de Harvard, el Foro Económico Mundial y la Escuela de Negocios IMD; la competitividad sistémica del Instituto Alemán de Desarrollo; y la competitividad regional. La revisión bibliográfica y el análisis se hacen a partir de artículos sistematizados en las categorías competitividad internacional, sistémica y regional.

Resultados:

Se encuentra que la competitividad territorial es una categoría transversal que reúne la competitividad nacional y regional. Se concluye que el uso de la competitividad como catego ría de análisis de los territorios es académicamente válido, y por lo tanto son válidas sus implicaciones en política comercial estratégica y regulación.

Palabras clave: Competitividad internacional; competitividad regional; competitividad territorial; política económica estratégica; geografía económica

Abstract

Competitiveness has been studied under different rubrics ever since political economics and firms were born; the use of the concept is subject of debate for its relation with several theoretical developments in management, economic geography and politics.

Objective:

To compare the perspectives, schools and authors that study the territorial competitiveness.

Methodology:

In the scholarly literature on competitiveness there are some conspicuous theoretical developments in international competitiveness from the Harvard Business School, the World Economic forum and the IMD business School; in systemic competitiveness from the German Development Institute and in regional competitiveness. The revision and analysis are based on papers classified in the international, regional and systemic competitiveness categories.

Results:

This paper arrives to the conclusion that the use of competitiveness as an analytical category for territories is scholarly legitimate, therefore its effects on strategic trade policy and regulation are legitimate too.

Key words: Competitiveness of nations, territorial competitiveness; strategic political economy; economic geography

Introducción

La competitividad de las naciones es tan antigua como la economía misma; la diferencia es que hoy el concepto se ha enriquecido con aportes, por un lado, desde las experiencias a nivel local, regional y nacional y por el otro, las dimensiones micro, meso, macro y meta. Además, están los aportes de diferentes disciplinas como la economía, la geografía, la sociología y la administración.

El ejercicio de revisión y análisis documental que se presenta en este documento se justifica desde la línea de investigación de Competitividad del Centro de Investigaciones de la Escuela de Negocios de la FUKL, para la cual se espera que este documento sirva de referente.

El artículo se organiza dando un papel fundamental a la definición del término, donde se encuentra que la búsqueda de la competitividad es una actitud de la modernidad, -desde el liberalismo y el individualismo anglosajón- que impulsa a los actores económicos a buscar diferencias para generar competencias, pero una cosa es la competencia con su referente, con homogeneidad, y otra cosa es ser competitivo, con diferenciadores en todo sentido (marcas, innovación, secretos industriales).

A esta discusión epistemológica le sigue un repaso de desarrollos como la competitividad internacional de la Escuela de Harvard, el Foro Económico Mundial y la Escuela de Negocios IMD; la competitividad sistémica del Instituto Alemán de Desarrollo; y la competitividad regional y los relaciona con la territorialidad desde la nueva geografía económica.

El hallazgo que se presenta al término de los desarrollos teóricos son las semejanzas entre la competitividad internacional y la regional; no sólo en sus elementos conceptuales, sino en sus implicaciones como asunto político: ambas son utilizadas para la evaluación del comportamiento económico, el nivel de internacionalización y el diseño de políticas públicas para el desarrollo.

Es, en esta última reflexión, en donde se encuentra la verdadera relevancia de la competitividad; no en sus atributos teóricos, sino en sus efectos políticos.

La competitividad: dificultades en su definición

El desempeño económico de las naciones y sus relaciones económicas antecede incluso el nacimiento del Estado-nación Westfaliano en el siglo XVII, para cuando los mercantilistas ya estudiaban las relaciones económicas entre los imperios y sus colonias, y las de las metrópolis entre sí. Pareciera que el elemento territorial y las divisiones políticas a nivel nacional han sido siempre un referente para el análisis económico, quizá con más razón después de la paz de Westfalia; allí se establecen los principios rectores del sistema internacional, de manera más importante el concepto de soberanía nacional que legitima tanto el uso exclusivo y discrecional de los recursos de un territorio por parte de su gobierno y ciudadanos como la regulación en todo aspecto, incluyendo el económico.

El Estado-nación es útil en la medida en que es un referente “discreto” en la conceptuación de la economía pues permite establecer diferencias entre agregados de agentes económicos al punto que hoy en esta disciplina es generalizado el uso de manera indistinta de las palabras Estado, nación y país para referirse a una economía limitada por la soberanía política de un gobierno. El uso de este referente se complementó con otros a medida que nuevos actores políticos con poder económico irrumpieron en el sistema internacional haciéndole perder soberanía al Estado-nación, entonces fue necesario usar los referentes de región supranacional, región subnacional, microrregión, ciudad, etc.: el Estado es un referente para el estudio económico que sigue teniendo validez. En palabras de Moncayo (2003, p. 3):

A primera vista parece una paradoja que justo cuando al lado del “fin de la historia” comenzaba a hablarse del “fin de la geografía” o del “fin del territorio” para sugerir un mundo en el que las distancias se estarían trivializando, se esté produciendo una recuperación de la dimensión territorial en todos los órdenes relevantes de la economía y la política contemporáneas.

En espíritu similar, Porter (1990, p. 59) afirma:

A medida que se ha intensificado la globalización de la competencia, no faltan quienes han empezado a atribuir un papel más reducido a las naciones. Antes, al contrario, la internacionalización y la eliminación de la protección y de otros factores de distorsión de la competencia es perfectamente razonable decir que si en algo han afectado a las naciones ha sido para hacerlas más importantes. Las diferencias nacionales en carácter y cultura, lejos de verse amenazadas por la competencia mundial, demuestran ser parte integrante del éxito de ella.

Esa recuperación de la dimensión territorial en las últimas décadas hace que se extienda el estudio de la competitividad a diversos referentes territoriales como las naciones, regiones y ciudades. Antes de entrar en materia se hace necesario discutir brevemente el asunto de la conceptualización de la competitividad.

La competitividad presenta una dificultad intrínseca en su definición: es un concepto que se ha vuelto moneda común y su uso es extendido, por lo tanto adolece de los males que conceptos tan populares sufren: su significado termina por diluirse en las definiciones y obras de una infinidad de autores2 . A manera de ejemplo, el Informe sobre Desarrollo Humano Perú 2005: Hagamos de la competitividad una oportunidad para todos realizado por el PNUD (2005, pp. 40-41) lista 17 definiciones de la competitividad de las naciones.

En casos así, volver a la etimología del término ayuda a despejar el camino. Competitividad es la sustantivación del adjetivo competitivo, el cual a su vez se deriva del sustantivo competencia. Esta sencilla regresión elimina la dificultad, ya que el significado de competencia se entiende como: “concurrencia, pues, o competencia económica, es la rivalidad que se suscita entre dos o más productores que desean dar salida a artículos de la misma clase, o entre varios consumidores que pretenden obtener productos de igual especie (Piernas y Hurtado, 1877).

La competencia es un concepto unívoco para la economía y los negocios, y suficientemente simple. El adjetivo competitivo, en cambio, es multívoco; para la economía tiene que ver con qué tan cerca o lejos está un mercado de tener competencia perfecta, empresa (perfectamente) competitiva es por tanto aquella que carece de poder de mercado y de capacidad para alterar el precio de mercado de los bienes que produce (Schiller, 1994, p. 164), antónimo evidente de monopolio. Desde esa perspectiva, la empresa es competitiva o no según el mercado, indistinto de sus características internas.

El anterior uso difiere de aquel que se le da al adjetivo desde la gerencia y los negocios, en cuyo contexto un monopolio puede ser instituido por una empresa competitiva, ya que la competitividad empresarial tiene en cuenta el entorno, pero se considera una cuestión principalmente interna de la empresa. Competitivo para la gerencia es el actor económico que reúne cualidades para sostener o mejorar su posición en el mercado3.

Además, aunque competencia y concurrencia son sinónimos, mientras que existe el adjetivo sustantivado competitividad para competitivo, no hay adjetivo sustantivado para concurrente. No es simple coincidencia: en inglés no existe el término concurrencia económica que si existe para el español y el francés (concurrence). Esta ausencia pareciera reflejar una preferencia por el enfrentamiento y la rivalidad muy propia del pensamiento económico y político anglosajón, individualista por excelencia. Los idiomas francés y español al tener la palabra concurrencia amplían el significado para, además de referirse a la rivalidad (competitividad), referirse a la simultaneidad: la libre interacción entre múltiples ofertantes y demandantes que coinciden en un espacio económico produciendo como resultado un equilibrio armónico4.

La preferencia por la versión anglosajona por encima de la latina le da al término un gusto a modernidad, a una determinada modernidad. Si las fuentes del liberalismo se dividen entre la anglosajona y la francesa, y por lo tanto las normas occidentales en política económica global no son un monolito sino la manifestación del diálogo entre esas vertientes liberales como lo argumenta Boer-Ashworth (2000) al estudiar el cambio a economías de mercado en Europa Oriental en los noventa, entonces el estudio de la competitividad es la manifestación de la preponderancia coyuntural de las ideas liberales anglosajonas enfocadas en la libertad económica y el individualismo pero que descuidan los principios de igualdad y fraternidad de la ilustración francesa.

Lo anterior implica que, a pesar de ser aparentemente transversal, la competitividad está atada a una visión de mundo y por lo tanto tiene un sesgo epistemológico. Si es cierto, como lo dice un texto básico de economía, que “la competencia, o rivalidad económica, es la esencia del capitalismo (y) ... el sistema de mercado competitivo (se llama también) sistema de empresa privada o capitalismo” (McConnell & Brue, 1997, p. 63) entonces el estudio de la competitividad y el estudio del capitalismo son indivisibles, y la competitividad ha sido estudiada desde cuando ha sido estudiado este último.

Esta es una visión compartida tanto por los críticos del concepto, que lo encuentran redundante (Krugman, 1994), como por los académicos que lo estudian: con mucha frecuencia la literatura que relaciona los fundamentos teóricos de la competitividad internacional incluye a los clásicos: la ventaja absoluta de Smith y la ventaja comparativa de Ricardo; y desarrollos más recientes como la intensidad de los factores de producción de Hekchsher - Ohlin y la Nueva Teoría del Comercio de Helpman Krugman, (Porter, 1990) entre muchas otras teorías económicas (Porter, 1990) (Guzmán, 1997) (Garelli, 2007), y desde Colombia (Ramírez, Osorio & Parra-Peña, 2007) (Lombana & Gutiérrez, 2009).

Competitividad internacional: la mirada macro

El uso generalizado del término competitividad internacional o de las naciones empieza en la década de los ochenta, que fue particularmente prolífica en su discusión sobre la competitividad internacional. En Estados Unidos el tema fue abrazado de manera entusiasta tanto por la academia como por los sectores público y privado, aunque con multitud de conceptos dispares y poca rigurosidad teórica. A principios de la siguiente década se propondría el diamante de la competitividad como modelo teórico.

El diamante de competitividad de la escuela de Harvard

Michael E. Porter, en el seno del Institute for Strategy and Competitiveness de la prestigiosa Escuela de Negocios de Harvard, publicó La Ventaja Competitiva de las Naciones (1990) para discutir la competitividad de las naciones y proponer su famoso diamante de la competitividad, la elección del título no fue en absoluto arbitraria; estaba haciendo referencia a dos antecedentes importantes para su trabajo: Las teorías clásicas de comercio internacional y sus propios estudios de la competitividad empresarial La Ventaja Competitiva: Cómo lograr un rendimiento superior (Porter, 1985) y Estrategia Competitiva (Porter, 1980).

La importancia del libro está en su visibilidad; en adelante se convirtió en un referente obligado, difícilmente se encuentra una discusión de la competitividad internacional que no mencione a este autor o a esta obra. Esta importancia no es por su novedad: la discusión de la competitividad internacional llevaba más de una década al momento de la publicación del libro, más bien radica en sus aspiraciones, método y aportes. Es el primer estudio de la competitividad internacional que tiene pretensiones teóricas y académicas de peso, que responde a un estudio empírico extenso, y que hace aportes que, aunque discutibles, generalizan y explican a partir de patrones la competitividad internacional y su función en el desarrollo.

Al hacer referencia a la teoría de la ventaja absoluta que desarrolla Adam Smith en su texto Investigación de la Naturaleza y Causas de la Riqueza de las Naciones (1776) y a la teoría de la ventaja comparativa que sobre los aportes de este último desarrollan David Ricardo y una plétora de académicos en los siglos XIX y XX, Porter se ubica dentro de una tradición académica que busca estudiar grandes unidades territoriales -las naciones- y sus relaciones económicas. Él propone un modelo teórico para explicar lo que en su opinión las teorías clásicas del comercio no explican satisfactoriamente: la localización de la producción y por extensión el éxito de las economías5.

Porter (1990) define la competitividad como la capacidad para sostener e incrementar la participación de los mercados internacionales, con una elevación paralela del nivel de vida de la población.

El eje de la propuesta de Porter para analizar la competitividad internacional es la identificación de cuatro clases de atributos de país -que llama el diamante nacionalque dan las condiciones subyacentes para determinar la ventaja competitiva de una nación: condiciones de factores; condiciones de demanda; la estrategia de la empresa, la estructura y la rivalidad; y las industrias relacionadas y de soporte. Porter ve esos cuatro atributos como “constituyentes de un sistema interactivo, y es esta interacción entre ellos la que crea la ventaja competitiva de las naciones” (Smit, 2010, p. 119). A partir de ese ejercicio teórico este autor propone una clasificación de las etapas de desarrollo: una primera impulsada por los factores, una segunda impulsada por la eficiencia y una tercera impulsada por la innovación; además de dos transiciones entre las etapas6 . Es en este concepto en donde está el aporte teórico más sólido y menos debatido de Porter, además que le da al Estado su importancia fundamental como agente de ese cambio, de ese progreso hacia etapas superiores de desarrollo y prosperidad.

Sin embargo, la disertación de Porter sobre la competitividad de las naciones es ambigua pues afirma que el énfasis está en la productividad, lo cual haría el concepto redundante. A la vez que defiende su modelo teórico, toma distancia del concepto porque argumenta que el único concepto significativo de la competitividad a nivel nacional es la productividad nacional y plantea que “tratar de explicar la competitividad a nivel nacional es responder a una pregunta improcedente” (Porter, 1990, pp. 29-32).

En esto, curiosamente, coincide con Krugman, quizá uno de los más fuertes críticos del uso del concepto7 . Este autor argumenta que, primero, los países no compiten unos con los otros como las empresas lo hacen, segundo, los estándares de vida son determinados en su extensa mayoría por factores domésticos antes que por alguna competencia por los mercados internacionales, y por último, la competitividad significa algo diferente de productividad si y sólo si la capacidad adquisitiva en un país crece significativamente más lento que la producción; un caso hipotético sin importancia en la práctica (1994, pp. 33-34). Lo anterior lo lleva a concluir que “la competitividad es una palabra sin significado cuando se aplica a las economías nacionales” (Krugman, 1994, p. 44).

A las críticas generales de Krugman ya presentadas arriba, se deben sumar las que específicamente se hacen sobre el trabajo de Porter, como las de Waverman, que dice que el diamante es tan general que no explica nada pues confunde hipótesis, teoremas, especulaciones y hechos y por lo tanto no prueba causalidad (como se cita en Smit, 2010, p. 119); y las de Davies y Ellis, Waverman y Boltho que dicen que el análisis de Porter “no tiene una teoría central, no tiene capacidad de predicción y es un análisis de equilibrio parcial típico que lleva a una mala interpretación de las teorías de comercio nuevas y tradicionales” (como se cita en Smit, 2010, p. 120).

A pesar de las fuertes críticas, la competitividad internacional se ha seguido estudiando y aplicando ampliamente. En diferentes países instituciones privadas y públicas -muchas creadas con ese propósito- se dedicaron a estudiar la competitividad internacional y formular políticas públicas para estimularla8 . De estos ejercicios, uno de los que desarrolló el modelo de Harvard más ampliamente fue el Foro Económico Mundial a través de su Reporte de Competitividad Global.

La medición de la competitividad desde el foro económico mundial

El Foro Económico Mundial publica anualmente su estudio sobre la competitividad mundial que se desarrolla a partir de 90 indicadores agrupados en 12 áreas temáticas o pilares, de los cuales 2/3 son información cualitativa que se obtiene a través de encuestas a empresarios y 1/3 es información cuantitativa que se obtiene a través de estadísticas oficiales públicas. En éste se define la competitividad como “el conjunto de instituciones, políticas y factores que determinan el nivel de productividad de un país” (Schwab et al., 2009, p. 4), por lo tanto, las economías competitivas son las que tienen ubicados correctamente factores que impulsan mejoras de productividad sobre los cuales la prosperidad presente y futura se construyen.

El Reporte de Competitividad Global se publica desde 1979 y va cambiando de metodología con los años hasta adoptar la de Harvard. Aunque la relación del indicador con la Escuela de Harvard se da a través del mismo Michael Porter, que participa durante varios años del estudio que da como resultado el Reporte, este último parece abandonar el modelo del diamante de la competitividad por una perspectiva más compleja9.

Los determinantes de la competitividad son muchos y complejos y se trata de capturar esta dimensión abierta al proveer un promedio ponderado de diferentes componentes, cada uno de los cuales refleja un aspecto de ese concepto. El Reporte agrupa esos componentes no en cuatro elementos (como el diamante), sino en 12 pilares, a saber: Instituciones, Infraestructura, Estabilidad macroeconómica, Salud y Educación primaria, Educación superior y capacitación, Eficiencia de los mercados de bienes, Eficiencia de los mercados laborales, Sofisticación del mercado financiero, Disposición tecnológica, Tamaño del mercado, Sofisticación de los negocios e Innovación (Schwab et al., 2009, p. 4). Sin embargo, se conserva la tipología de los tres estadios de desarrollo desarrollada por Porter.

El IMD, desarrollo teórico y anuario mundial de la competitividad.

El World Competitiveness Center del Institute for Management and Development (IMD) desde 1989 publica cada año su Anuario de la Competitividad Mundial, y aunque en su estructura cualitativacuantitativa es muy parecido al Reporte del Foro Económico Mundial -la diferencia está en que mientras la encuesta de empresarios del IMD aporta un 1/3 al indicador final, y la información estadística 2/3, el ejercicio del Foro Económico Mundial invierte esos pesos- tiene un fundamento teórico distinto.

Para el instituto, la economía a veces tiene un ámbito estrecho y la competitividad provee una base más amplia para el análisis; una de las contribuciones clave de la competitividad para las teorías económicas clásicas es que comprende las consecuencias económicas de asuntos no económicos, como la educación, las ciencias, la estabilidad política o los sistemas de valores (Garelli, 2007, pp. 607-609).

El Anuario busca, a través del análisis de cuatro “fuerzas fundamentales” 10 dentro de un país, estudiar su ambiente competitivo. Para el Anuario no es definitivo que el predominio de una de las dicotomías representadas en las 4 “fuerzas fundamentales” signifique un ambiente competitivo más favorable en un país, sino cuáles deben ser las estrategias que el Estado deberá adoptar dependiendo de las necesidades específicas de las regiones o sectores, ubicándose en un lado de la dicotomía en algunos casos y en el contrario para otros casos (Lombana & Gutiérrez, 2009, p. 8).

Sin embargo, lo que mide el Anuario son cuatro factores competitivos que comprenden más de 300 criterios cuya interacción define el ambiente nacional de un país. Esos cuatro factores son: Comportamiento económico, eficiencia gubernamental, eficiencia de los negocios e infraestructura. A partir de esas fuerzas fundamentales y esos factores competitivos definen la competitividad de las naciones como “un campo de la teoría económica que analiza los hechos y políticas que forman la capacidad de una nación para crear y mantener un ambiente que sostenga más creación de valor para sus empresas y más prosperidad para su gente” (Garelli, 2007, p. 608), pues se entiende que la creación de valor es exclusiva de las empresas, y las naciones crean el ambiente propicio para que las empresas lo puedan hacer exitosamente. Como tal, el anuario entonces se justifica por ser una herramienta que ayuda a la toma de decisiones de actores privados y públicos que buscan crear dicho ambiente.

Respecto a las limitaciones del Anuario, a pesar de ser uno de los más rigurosos y conocidos indicadores de competitividad, Bonifaz y Mortimore (1999, p. 25) señalan que:

Las principales son la relevancia de algunos criterios en la generación de competitividad internacional y los pesos relativos que cabe a algunos de ellos en las estimaciones de los factores determinantes de la capacidad de competir de un país. Otras se refieren a la complejidad para obtener los indicadores (con lo cual su estimación resulta costosa), el nivel de respuesta de las encuestas, además de la inevitable subjetividad. Estos elementos pueden crear algunos problemas de credibilidad.

Según Lombana (2009, p. 7), la mayoría de las instituciones que estudian la competitividad se basan en los desarrollos teóricos de la Escuela de Harvard o del IMD. Estas dos perspectivas no agotan la variedad teórica sobre la competitividad internacional; uno de los ejercicios conceptuales más interesantes se da desde el Instituto Alemán de Desarrollo con la competitividad sistémica.

La competitividad sistémica: el enfoque holístico que suma lo micro, meso, macro y meta.

Aunque los ejercicios teóricos antes mencionados tienen una pretensión holística al incluir elementos micro y macro en su análisis, el modelo propuesto desde el Instituto Alemán para el Desarrollo -luego adoptado por la CEPAL va más allá al incluir dos niveles analíticos más (meta y meso) siendo en el nivel meta donde se examinan factores tales como la capacidad de una sociedad para la integración y la estrategia, mientras que en el nivel meso se estudia la formación de un entorno capaz de fomentar, complementar y multiplicar los esfuerzos al nivel de la empresa (Esser, Hillebrand, Messner & Meyer-Stamer, 1996). Al incluir estos dos niveles, se presenta como el enfoque más completo y conceptualmente robusto al introducir cuatro niveles analíticos: micro, meso, macro y meta.

El nivel meso surge al incluir en el análisis no sólo políticas gubernamentales agregadas, sino también políticas específicas en determinados sectores, lo que se conoce como mesopolíticas, regionales o sectoriales; de esta forma lo que antes era una variable exógena al modelo se tiene que endogenizar; de esta forma, el nivel meso es el vínculo analítico entre lo macro y lo micro (Altemburg et al. cómo se cita en Lombana & Gutiérrez, 2009, p. 16). Según Meyer-Stamer (2008, p. 3), uno de los autores de este modelo, desde la perspectiva económica ortodoxa, con su arrogancia disciplinar e ideología, el nivel meso es el reino de las distorsiones introducidas por los gobiernos y otros actores para amenazar el funcionamiento de los mercados.

El concepto de la competitividad sistémica está lejos de la ortodoxia económica y se enriquece al incluir elementos pertenecientes a la economía industrial, a la teoría de la innovación y a la sociología industrial con los argumentos del debate sobre gestión económica desarrollado en el plano de las ciencias políticas en torno a las policy-networks (Esser et al., 1996), es decir, el enfoque es holístico porque es multidisciplinario. En este caso, el incluir las ciencias políticas en la mezcla ayuda a posicionar al Estado y la institucionalidad como actores fundamentales en este campo.

Este enfoque responde a la necesidad de un análisis que supere las perspectivas reduccionistas y simplistas que hacen recomendaciones bajo la suposición de condiciones ideales de gobernabilidad y capacidades, y que vaya más allá de la discusión del Estado vs. el mercado, y que por lo tanto enfatice la importancia de intervenciones enfocadas a solucionar fallas de mercado o de red que interrumpen la transformación productiva (Meyer-Stamer, 2008, pp. 2-4).

Antes que un indicador o un índice, el Instituto Alemán de Desarrollo propone una Benchmarking table to assess Territorial Systemic Competitiveness (Tabla Benchmarking para evaluar la Competitividad Sistémica Territorial) que es una adaptación de las metodologías cualitativas de benchmarking que se usan a nivel empresarial; debe ser completada por un grupo de participantes de sectores diversos (sector público, sector privado, educación, capacitación, academia, comunidades locales, etc.) y que estén familiarizados con la realidad local (Mesopartner, s.d., p. 1).

Competitividad regional: cuando la nación como referente macro es insuficiente

La competitividad internacional o de las naciones es un marco de referencia demasiado general en ocasiones. El Consejo de Competitividad de EE.UU. trabaja desde 1999 sobre la competitividad regional “porque los Estados Unidos no tienen una economía nacional, sino que son la suma de sus economías regionales” (Council on Competitiveness, 2010, p. 8) y como lo indica el título del resumen ejecutivo de su más reciente reporte sobre innovación regional “De la desventaja competitiva a la ventaja colaborativa” al cambiar del rango nacional al regional, también cambiaron el énfasis en la competencia por un énfasis en la colaboración o en el concepto intermedio que combina las dos: cooptition11 (Council on Competitiveness, 2010, p. 6).

La competitividad de las regiones y las ciudades es un tema público de gran relevancia gracias a que ha adquirido mayor valor en la agenda de las prioridades colectivas de sectores privados y estatales (Ramírez et al., 2007, p. 13), esto significa que hay crecientes esfuerzos por estudiarla, comprenderla, medirla y formular políticas públicas que la estimulen.

Al referir la competitividad a las regiones, es indispensable considerar que el cambio de escala, respecto a la nación, tiene repercusiones que transforman el alcance y la profundidad del tema (Ramírez et al., 2007, p. 14). La comparación de la competitividad entre las regiones de un mismo país tiene en cuenta que algunos factores básicos de diferenciación macroeconómica entre países no tienen relevancia cuando se comparan regiones de un mismo país -aspectos monetarios y de libertad de circulación de factores- y viceversa -descentralización de las finanzas públicas- (Ramírez et al., 2007, pp. 17, 63), de lo que se infiere que la diferencia de profundidad y alcance mencionada arriba no altera ni hace que pierdan validez los supuestos y las herramientas conceptuales.

Meyer-Stamer (Meyer-Stamer, 2008, p. 5) afirma que, aunque inicialmente cuando formulan el concepto de competitividad sistémica desde el Instituto Alemán de Desarrollo se refieren a las economías nacionales, años más tarde se dan cuenta que el concepto también es útil para analizar agregados subnacionales.

Para Ramírez, Osorio y Parra-Peña (2007, pp. 14, 15), las teorías del crecimiento económico y las teorías del desarrollo al rescatar el rol de las instituciones en la operación de los mercados en general, en donde el Estado asume un papel de complemento de mercado, proveen la justificación para el estudio de la competitividad regional: el desarrollo y el crecimiento ocurren en una interrelación particular con el espacio y la geografía creando convergencias y divergencias, concentraciones y dispersiones de la actividad económica sujetas a la intervención política.

Parecería entonces que los sustentos teóricos de la competitividad de las naciones, más enfocados a las teorías del comercio internacional, y los de la competitividad de las regiones, más enfocados a las teorías de desarrollo económico fueran distintos; sin embargo, esa diferencia es sólo aparente: tienen en común su énfasis en el crecimiento, el desarrollo y en la (nueva) geografía económica.

Según Ramírez, Osorio y Parra-Peña (2007, p. 15) el crecimiento económico en las ciudades y regiones toma en cuenta las mismas dimensiones que el análisis de los países. Y Porter, a partir de su estudio de la competitividad internacional, identifica unas etapas de desarrollo que hacen evidente la íntima relación entre la competitividad y el desarrollo (como se cita en Acs & Amorós, 2008, p. 13).

La relación entre desarrollo y competitividad, a nivel regional y nacional, es profunda. Katz y Stumpo (2001), al evaluar el impacto de las reformas estructurales de los noventa en Latinoamérica y el Caribe argumentan que esas reformas se diseñaron para aumentar la competitividad de dichas economías y por lo tanto la evaluación de ese modelo de desarrollo debe hacerse evaluando la competitividad de esas economías.

Otro punto en común entre la competitividad internacional y la regional es mencionado por Moncayo (2003, p. 24), que argumenta que distintas vertientes teóricas de la geografía económica coinciden en señalar el carácter localizado de los procesos de acumulación de capital e innovación tecnológica, de lo que se puede inferir que la competitividad es también un asunto de orden regional (o local) o en todo caso sector-regional.

Esa coincidencia entre la nueva geografía económica y la competitividad no sólo es temática, también es temporal, lo que permite inferir la cercanía en su objeto de estudio; ambos ejercicios teóricos responden a cambios en las realidades sociales y económicas de las últimas décadas:

Aunque la geografía económica se puede identificar como una subdisciplina desde hace casi un siglo, es apenas desde la Segunda Guerra Mundial que su historia intelectual ha estado profundamente influida por la ciencia económica. No obstante, a mediados de los ochenta la geografía económica ya se establece como un campo de esfuerzo académico bien estructurado, organizado alrededor de dos principales programas de investigación relacionados entre sí, que se enfocan respectivamente sobre la dinámica de la localización industrial y los procesos del desarrollo regional desequilibrado, y usan conceptos y teorías que provienen de la economía neoclásica, de los postulados keynesianos y del marxismo (Martin, 1994).

En similar espíritu, diferentes autores de la competitividad la justifican desde los cambios en décadas recientes en la economía mundial, que presenta nuevas realidades que deben ser estudiadas con herramientas conceptuales distintas a las tradicionales (Porter, 1990) (Garelli, 2007).

Esta cercanía permite sugerir una rúbrica para la competitividad que a la vez que integra las perspectivas territoriales de su estudio, la internacional y la regional, la ponga en el marco de la geografía económica para enriquecer el ejercicio teórico y empírico con la robustez de esa disciplina.

Competitividad territorial: una discusión articuladora

Al establecer la relevancia de la geografía económica y sus perspectivas a futuro, Ron Martin afirma que se debe procurar por una reconstrucción de la geografía económica de manera que sea más multidimensional, multiperspectiva y multívoca:

Una geografía económica multidimensional debe procurar analizar los distintos niveles o dominios de los procesos económicos, y las formas en que esos dominios interactúan para producir una específica configuración de desarrollo espacialmente desigual. Esta geografía debe considerar al menos cuatro niveles: la microeconomía de los individuos y las firmas; la macroeconomía del Estado-nación; la economía del capital y las finanzas transnacionales, y la economía global o mundial. Cada uno de esos niveles o esferas es parcialmente una variable dependiente. Ninguno controla totalmente a los otros; ni ninguno es totalmente independiente de los demás (Martin, 1994).

Desde el texto de Martin, pareciera que hay una natural convergencia entre la geografía económica y el estudio de la competitividad territorial; en esencia multidimensional, multiperspectiva y multívoca.

La competitividad internacional o de las naciones es un marco de referencia demasiado general cuando se quieren observar en mayor detalle unidades económicas más pequeñas. La diferencia es, entonces, de escala, pues en esencia la competitividad a nivel de nación o de región o de ciudad es la misma, por eso se propone la rúbrica competitividad territorial.

El territorio es el contexto en el cual las empresas actúan y la competitividad de las naciones y regiones estudia precisamente el entorno en el cual las empresas crean valor. Casi todos los esfuerzos teóricos han resaltado esto último. En palabras de Porter “lo que verdaderamente estoy investigando aquí es la forma en que el <<entorno>> próximo a una empresa conforma su éxito competitivo en el transcurso del tiempo”. (Porter, 1990, p. 57).

Para los autores del Anuario Mundial de la Competitividad:

Fundamentalmente, lo que diferencia la competitividad de las naciones de la competitividad de las empresas, es el lugar dónde ocurre la creación de valor en la sociedad. … (La) suposición es que el valor económico sólo es creado por las empresas. Las naciones pueden establecer un ambiente que limite o estimule las actividades de las empresas. Sin embargo, una nación no genera directamente valor económico agregado (Garelli, 2007, p. 608).

Lo anterior permite entender que es “más acertado referirse al ambiente, contexto o marco competitivo de la nación que referirse a la competitividad de las naciones” (Lombana & Gutiérrez, 2009, p. 13), ya que es la internalización de las ventajas nación-específicas lo que vuelve a las empresas competitivas “el solo hecho que un país tenga una ventaja competitiva en una industria no implica que las empresas en esa industria sean internacionalmente competitivas, ni implica que el país sea internacionalmente competitivo” (Smit, 2010).

La relación con el concepto de territorio es clara si se tiene en cuenta que en él “se contemplan la naturaleza y la sociedad como un sistema de configuraciones de objetos materiales y sociales mediados por relaciones sociales que modifican y transforman la naturaleza lo cual explica su inseparabilidad” (Santos, como se cita en Cárdenas, 2010, p. 1), y que “la relación que existe entre los sistemas, los objetos y las acciones que hacen parte de la vida de las comunidades dentro de un determinado territorio en donde, se crean y recrean relaciones sociales que producen los espacios y éstos a su vez producen las relaciones sociales” (Fernandes, como se cita en Cárdenas, 2010, p. 1).

Al tratar de definir el territorio Restrepo lo acota de la siguiente forma:

Las ciencias sociales incorporan el concepto de territorio para la especie humana como el espacio de dominación, propiedad y/o pertenencia, de los individuos o las colectividades, sean éstas naciones, Estados o pueblos, es decir, como espacio sometido a unas relaciones de poder específicas; ésta fue la herencia que recibió la Geografía del Estado-nación como proyecto y como cultura política. El territorio es espacio construido por el tiempo, cualquier región o cualquier localidad es producto del tiempo de la naturaleza y del tiempo de los seres humanos y los pueblos; es decir, en lo fundamental, el territorio es producto de la relación que todos los días entretejemos entre todos nosotros con la naturaleza y con los otros. En el territorio se cumple también aquella ley fundamental de la ecología, de que cada cosa está relacionada con todas las demás, propiedad que caracteriza a los sistemas abiertos y complejos y al territorio como uno de ellos. (Restrepo, 1998).

Esta última afirmación acerca el territorio, desde una perspectiva económica, a la competitividad sistémica, pues en palabras de Meyer-Stamer “sistema significa un tejido de actores, instituciones, organizaciones y políticas que están entrelazadas a través de complejos mecanismos de realimentación y que, al tomarse juntas crean una entidad coherente; un sistema económico”.

En palabras de Moncayo el territorio no actúa como simple escenario inerte y pasivo donde se localizan las empresas, sino que interactúa con ellas, dando lugar a la figura del territorio socialmente construido, esto es, surgido de las estrategias de los actores (Moncayo Jiménez, 2003, p. 18).

Un ejemplo de esta construcción social del territorio -y de la importancia de las políticas públicas en esa construcción- se puede encontrar en los Sistemas Regionales de Innovación (SRI):

Los polos SRI son, la mayoría de las veces, path dependance, esto es, el resultado de la historia, del azar y de las economías de aglomeración generadas por la acción espontánea de las fuerzas del mercado, pero excepcionalmente aparecen como consecuencia de intervenciones deliberadas de política industrial y tecnológica ejecutadas por los gobiernos. Es el caso de los tecnopolos (Moncayo Jiménez, 2003, p. 20).

Acápite final

La competitividad ha conformado una nueva geografía, centra la atención en los productos y los Estados se confrontan buscando posicionarlos en lo local y lo global. La geografía económica se instala como referente en las perspectivas de futuro de manera multidimensional, multiperspectiva y multívoca.

Los actores de la competitividad públicos y privados garantizan las intervenciones a los mercados, no sólo para su funcionamiento sino para estimular el crecimiento y desarrollo económico en condiciones de igualdad y justicia.

El miedo respecto a las políticas comerciales estratégicas debe haberse convertido en terror al ver que muchas veces desde el estudio de la competitividad, tan cercana a la ortodoxia económica como Porter puede serlo, se justifican las intervenciones gubernamentales al mercado y se rescata la importancia del rol económico de las unidades territoriales jurídico-políticas.

Aunque los desarrollos conceptuales de la competitividad de la nación como tal se hicieron inicialmente desde el estudio de los negocios y la gerencia, con gran crítica desde la economía, los desarrollos desde la geografía económica son anteriores y han terminado por tender un puente entre la perspectiva económica y la de gerencia. Este artículo pretende rescatar ese puente y propone una rúbrica que resalte su carácter geográfico.

La competitividad entendida desde la intervención en los mercados y las políticas estratégicas, sectoriales y regionales abarca el rango de opciones políticas y rescata el papel del Estado en la necesidad de complementar, equilibrar y regular el ejercicio de los actores económicos privados. Como tal, es una decisión política que repercute en intereses privados, públicos, individuales y colectivos, y por lo tanto su discusión compete a la sociedad civil. Si con el argumento de la competitividad se decide la asignación de los recursos del estado en un sector u otro, en una región u otra, con un propósito u otro, entonces su multidisciplinariedad devela su carácter político, su importancia.

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1 Este artículo forma parte del proyecto Protección mínima en los mercados internacionales de Colombia: Construcción de un indicador del Centro de Investigaciones de la Escuela de Negocios, FUKL.

2Globalización es un ejemplo de ese tipo de términos que por su popularidad y uso extendido terminan por diluir su sentido. En un círculo vicioso nuevos autores sienten la necesidad de acotar el término y cada nueva obra al respecto presenta una nueva definición. En el caso del término globalización, una revisión de literatura entre 1998 y 2005 encontró más de 100 definiciones (Al-Rodhan & Stoudmann, 2006). No es un obstáculo insalvable; Jan Aart Scholte (2000, pp. 15-16) agrupa esta multiplicidad de definiciones en 5 grandes categorías. Un ejercicio similar de categorización para la competitividad internacional se puede encontrar en Guzmán, (1997).

3Esta diferencia léxica podría ser la base del profundo desdén de algunos economistas sienten por el estudio de la competitividad de las naciones y que expresan en duras críticas a su estudio, concepto y pretensiones teóricas; puede que desde la economía se perciba el estudio de la competitividad como una aplicación incorrecta de un término fundamental de la economía antes que como una derivación válida del mismo. Cualquiera que sea la razón, la competitividad de las naciones está notoriamente ausente de los libros de economía internacional (Smit, 2010, p. 107).

4Un corolario de esta reflexión es que, así como se estudia la rivalidad a través de la competitividad, sería igualmente válido estudiar la concurrencia a través de la simultaneidad, el equilibrio y la armonía en los mercados con similar entusiasmo y devoción desde los negocios y la gerencia; sin embargo, dista mucho de ser el caso.

5La crítica de Porter a la teoría de la ventaja comparativa radica en que, aunque Ricardo trata de explicar el comercio internacional a partir de diferencias en la productividad entre naciones, los desarrollos subsiguientes de Hecksher y Ohlin se alejan del estudio de la productividad y se centran en la disposición de los factores, explicación que según él ha perdido capacidad explicativa ante realidades económicas cambiantes (Porter, 1990, p. 35). Es valioso tener en cuenta que aún hoy se conducen estudios de competitividad desde el análisis de ventajas comparativas a través de instrumentos como el índice Balassa (Lorde, Alleyne & Francis, 2010, p. 5).

6En la etapa impulsada por los factores los países compiten a través de eficiencias de bajo costo en la producción de commodities o productos de bajo valor agregado. Para desplazarse a la segunda etapa, la etapa impulsada por la eficiencia, los países deben incrementar la eficiencia de su producción y educar la fuerza laboral para que sea capaz de adaptarse a la siguiente fase de desarrollo tecnológico. Para completar esta segunda etapa, los países deben tener prácticas productivas eficientes en mercados grandes, lo que le permite a las compañías explotar economías de escala. Las industrias en esta etapa son manufactureras o proveedoras de servicios básicos. Para que las economías se muevan a la etapa impulsada por la innovación es necesario que ellas promuevan la innovación de manera que sean capaces de alcanzar la frontera tecnológica y por tanto se conviertan en la economía basada en el conocimiento típica de esta etapa (Porter como se cita en Acs & Amorós, 2008, p. 13).

7En 1994 Paul Krugman publica el artículo Competitiveness: a Dangerous Obsession en la revista Foreign Affairs (73) 2 en donde, sin mencionar a Porter, critica todo el desarrollo de la competitividad aplicado a las naciones. Este texto se convertirá una referencia obligada de la crítica a la competitividad internacional, y le da forma al debate siguiente.

8Por ejemplo, desde la academia, la Sociedad Americana para la Competitividad -American Society for Competitiveness- (http://remote.ecobit.iup.edu/asc/public_html/) que publica 5 journals sobre competitividad. Entre las instituciones públicas, privadas o mixtas con un perfil más orientado a las políticas públicas y por tanto más cerca de ser think tanks de la competitividad resaltan el Consejo sobre la Competitividad de Estados Unidos-Council on Competitiveness, USA(http://www.cf.am/); el Centro para la Competitividad y el Desempeño del Foro Económico Mundial -Centre for Global Competitiveness and Performance, World Economic Forum(http://www.weforum.org/en/initiatives/ gcp/index.htm); El Consejo Nacional de Competitividad de Irlan da -National Competitiveness Council, Ireland- (http://www.competitiveness.ie/); La Fundación de Competitividad Nacional de Armenia -National Competitiveness Foundation of Armenia- (http://www.cf.am/); El Consejo Nacional de Competitividad de Filipinas -National Competitiveness Council, Philippines- (http://www.competitive.org.ph/); El Consejo nacional de competitividad de Croacia -National Competitiveness Council, Croacia- (http://nvk.multilink.hr/english/); el Instituto Vasco para la Competitividad -Basque Institute of Competitiveness- (http://www.orkestra.deusto.es/index.php?option=com_content&task=view&id=40&Itemid=111); el Consejo de Competitividad de Bahahrein Baharein Competitiveness Council(http://www.bahraincc.org/); el Instituto Mexicano para la Competitividad A.C.(http://imco.org.mx/es/); y El Consejo Privado de Competitividad de Colombia (http://www.compite.ws/spccompite/content/page.aspx?ID=1).

9No es que el diamante desaparezca del Reporte, pues permanece sumergido en lo profundo de su fundamento teórico, pero no deja de sorprender que dentro de la nueva metodología - implementada desde 2009- haga parte de la competitividad microeconómica, no de la macroeconómica (Porter, Delgado, Ketels & Stern, 2008, p. 55).

10• Atractivo vs. Agresivo. •Proximidad vs. Globalidad. •Activos vs. Procesos.

11Al parecer no hay traducción del término al español. Una composición que sume los términos cooperación y competencia podría ser competencia.

*Autor de correspondencia: Hugo Ernesto Díaz Sánchez, correo electrónico: hdiaz@fukl.edu

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