Introducción
La violencia en las relaciones de pareja (VPA) es uno de los temas más investigados en la actualidad tanto por su relevancia social como por las marcadas consecuencias sobre la salud, el desarrollo y la educación de los jóvenes (Bonilla et ál., 2017; Bonomi et ál., 2013; Rodríguez e Iñesta, 2020). Tradicionalmente los estudios occidentales sobre violencia habían centrado su atención en los matrimonios adultos heterosexuales (Viejo, Sanchez y Ortega, 2014), que predominan en las sociedades industriales. A partir de los años 80s se puso de manifiesto la relevancia de otras formas de relación sentimental que incluían las relaciones adolescentes (Makepeace, 1981). Las notables diferencias entre los estudios en la adultez y en la adolescencia fueron consolidando dos ámbitos distintos. Algunas de las características de las relaciones en la adolescencia son: se trata de relaciones menos estables o permanentes que las adultas, constituyen las primeras experiencias amorosas, no existe convivencia en un mismo domicilio y no están ligadas al matrimonio. Otros aspectos coyunturales que afectan a las relaciones adolescente se relacionan con las transformaciones sociales más recientes ―avances en materia de igualdad, importancia del feminismo, ampliación de identidades de género y orientación sexual, diversificación de las relaciones no estrictamente monógamas, culturas de la transparencia y la hipersexualización, virtualización de las relaciones adolescentes (Soriano-Ayala, Cala y Dalouh, 2020)― y la mediatización del fenómeno de la violencia en los últimos años.
La VPA ha sido definida de múltiples maneras porque no existe una definición única del fenómeno (Ismail, Berman y Ward-Griffin, 2007). Una de las más completas la recogen Mulford y Blachman-Demner (2013) al definirla como:
[…] un conjunto de comportamientos abusivos que los preadolescentes, adolescentes y adultos jóvenes experimentan en el contexto de una relación romántica o de citas pasada o presente. Los comportamientos incluyen violencia física y sexual, acoso y abuso psicológico, que incluye control y coerción. El abuso puede ser experimentado en persona o a través de la tecnología (p. 756).
La VPA no pone el acento sobre la violencia sufrida por las mujeres, lo que la diferencia de la “violencia de género”, pero está inevitablemente ligada a las estructuras sociales que organizan las relaciones de género. Por otra parte, la definición por extensión de la VPA va a influir sobre la prevalencia cuantificada del fenómeno ya que según qué acciones se consideren violencia, así variarán las cifras (Calvete et ál. 2016; Fernández-Fuertes y Fuertes, 2010; Muñoz y Benítez, 2017; Muñoz-Rivas, Graña, O´Leary y González, 2007; Pazos, Oliva y Hernando, 2014). En el contexto español se han desarrollado estudios recientes que identifican, un 80-90 % de las relaciones experimentan y ejercen violencia verbal-emocional (Fernández-Fuertes y Fuertes, 2010. Fernández-Fuertes, Orgaz y Fuertes, 2011; Sebastián, Verdugo y Ortiz, 2014). Las agresiones verbales son las formas más interiorizadas y normalizadas de violencia, considerándose parte habitual y rutinaria de la dinámica relacional (López et ál., 2015). La violencia psicológica se estima en un 14-90 % de las parejas, variando mucho según si “lo psicológico” engloba aspectos verbales, miedo, aislamiento, control o presión (Blázquez-Alonso et ál., 2018; Fernández-González, O´Leary y Muñoz-Rivas 2013; Moreno-Manso et ál., 2014; Muñoz-Rivas et ál. 2007; Rodríguez-Pérez, 2014; Sebastián et ál., 2014). Los datos sobre violencia sexual oscilan entre un 5 y un 60 %, según si la violencia se centra en el coito no deseado o se extiende a otras dimensiones de la sexualidad (Fernández-Fuertes et ál., 2011; Muñiz-Rivas, Vera y Povedano-Diaz, 2019; Muñoz-Bandera y Benítez Muñoz, 2017; Pazos, Oliva y Hernando, 2014; Pichiule-Castañeda, 2014; Viejo, Monks, Sanchez y Ortega-Ruiz,, 2016). De igual manera, la violencia física severa aparece en un 1.5 % de las parejas, llegando a un 30 % cuando la violencia física adopta formas leves (Muñoz-Rivas et ál., 2007) tal y como demuestran de la Villa Moral et ál. (2017) y López-Cepero et ál., (2015).
Tampoco existe un consenso respecto al papel del género sobre la violencia, más allá de afirmar la bidireccionalidad del fenómeno. Hay estudios que concluyen que no existen diferencias apreciables en las cifras de violencias entre géneros (Fernández-Fuertes y Fuertes, 2010; Pazos et ál., 2014), mientras que otros sí lo hacen. Los estudios españoles muestran de manera mayoritaria cifras de perpetración y victimización de violencia verbal-emocional, física y psicológica superiores en mujeres, mientras que la violencia sexual es más perpetrada por hombres y más sufrida por mujeres. Por último, las conductas de control y celos aparecen de forma bidireccional en la mayoría de los casos (de los Reyes-Mera, Alboniga-Mayor y Bernaras, 2020).
Influencia de los valores culturales asociados a la pareja en la violencia en la pareja adolescente
Los ‘valores hacia la pareja’ pueden definirse como aquellos rasgos o cualidades apreciados en la pareja sentimental, que tienen que ver no solo con las preferencias individuales, sino también con un cúmulo de valores sociales, culturales e ideológicos, relacionados a su vez con la estructura social y el marco de relaciones socioeconómicas, en los que se han socializado y a los que han contribuido las personas (Carreira, 2015). La influencia de los valores culturales sobre las relaciones de pareja ha sido especialmente estudiada en grupos étnicos y minorías socioculturales (Chung-Do y Goebert, 2009). Así, investigaciones con adolescentes latinos y asiáticos en EE. UU. asocian la preservación de sus valores originarios con cifras de violencia inferiores dentro de la pareja (Enriquez, Kelly, Cheng, Hunter y Mendez, 2012) y un menor nivel de conflicto intrafamiliar (Shaffer, Corona, Sullivan, Fuentes y McDonald, 2018). Entre otros elementos socioculturales, se ha identificado que las expectativas y roles de género en la pareja, el familiarismo, el tradicionalismo en las instituciones, el conservadurismo sexual o la identidad cultural, son algunos de los elementos que configuran las relaciones de pareja. Maté y Acarín (2011) describen diferencias significativas entre mujeres mexicanas, las cuales valoraban más rasgos como la fidelidad o las ganancias del hombre, frente a mujeres argentinas asentadas en modelos más liberales de pareja, las cuales preferían que sus parejas fuesen divertidas y respetuosas. Carreira (2015) realizó una investigación sobre elección de pareja en una cultura tradicional, encontrando que las mujeres preferían a hombres fieles y con una buena posición social mientras que los hombres buscaban a mujeres fértiles para poder tener descendencia. Por otro lado, las sociedades en las que se ha producido una incorporación masiva de la mujer al mercado laboral, el matrimonio es un valor que pierde fuerza, mostrando cifras equivalentes de la importancia de casarse entre hombres y mujeres (Chacón y Tapia, 2017). Asimismo, en sociedades más liberales, un amplio espacio vital personal y el sentimiento de libertad fuera de la relación es un valor más apreciado por los jóvenes que en sociedades más tradicionales (Soto, 2015). En cuanto a la perpetración y victimización de violencia de tipo sexual, Pazos, Oliva y Hernando (2014) afirman que aparecen en mayor medida en culturas tradicionales. En cuanto a la violencia de tipo psicológico, son varios los autores que la relacionan con rasgos culturales como pueden ser el individualismo y la dependencia emocional e interpersonal (Perles, San Martín y Canto, 2019).
También existen distintas subculturas amorosas influidas por variables como la ideología, la posición social, el lugar de residencia, las identidades ligadas al consumo o las formas familiares de los adolescentes (Carreira, 2015). En este sentido, el trabajo de Actis, Prada y Pereda (2011) analiza las diferencias discursivas, valorativas y actitudinales hacia la violencia de distintos estratos sociales en el contexto español (según posición social, profesión, contexto rural-urbano y edad), mostrando una pluralidad de posiciones hacia la violencia en la pareja que acogen desde formas más machistas y tradicionales hasta otras más liberales. García- Sánchez et ál. (2017) aseguran que en las subculturas más modernas es más fácil visualizar el incremento del control y de los celos a través de las aplicaciones electrónicas, un tipo de violencia que o se enmascara en mayor media en otras culturas o es menos prevalente.
Siguiendo la línea de los planteamientos señalados hasta el momento, la finalidad de la presente investigación es analizar la influencia de los valores culturales asociados a la pareja y la victimización de la violencia en la pareja adolescente dentro de un grupo culturalmente homogéneo (españoles). Para lo cual se concretan los siguientes objetivos:
Identificar la violencia en la pareja sufrida por las y los adolescentes de 15 a 21 años.
Establecer y comparar los valores culturales asociados a la pareja de los adolescentes según su género.
Establecer y comparar los valores culturales asociados a la relación de pareja de los adolescentes según su género.
Reconocer la existencia de perfiles según los valores culturales asociados a la pareja.
Identificar la existencia de diferencias en la victimización de la VPA según los perfiles adolescentes respecto a los valores hacia la pareja.
Método
Muestra y diseño del estudio
La investigación se basó en la aplicación de un cuestionario mediante la plataforma virtual Limesurvey, dadas las limitaciones para aplicar cuestionarios presenciales generadas por la crisis sanitaria. De los 1112 adolescentes que contestaron al cuestionario, se seleccionaron aquellos participantes que declararon mantener una relación activa en los últimos tres meses. Asimismo, fueron eliminados aquellos que no cumplimentaron en su totalidad las cuatro escalas del cuestionario VPA-RC y quienes estaban fuera del rango de edad de 15-21años, ya que es a partir de la adolescencia media cuando se desarrolla una mayor capacidad auto-reflexiva y complejidad en los planteamientos morales.
La muestra final estuvo compuesta por 417 adolescentes entre 15 y 21 años, de los cuales el 74 % (n = 309) se identificaron como mujeres y el 26 % (n = 108) como hombres. La edad media de las mujeres fue de 18.07 y la de los varones de 17.77. En lo que concierne al país de nacimiento, encontramos que el 97.7 % de las mujeres nacieron en España, mientras que el 2.3 % lo hicieron en otros países: Rumanía, Inglaterra, Alemania, Polonia, Francia, México y Cuba. Y, por su parte, un 98.2 % de los hombres nacieron en España y el 1.8 % restante lo hicieron en Rumanía e Inglaterra. Respecto a la variable orientación sexual, encontramos que el 78.7 % de las mujeres [n = 244] señaló sentirse heterosexual, el 1.6 % (n = 5) lesbiana, gay u homosexual, el 15.2 % (n = 47) bisexual, el 1.6 % (n = 5) algo distinto a las anteriores y un el 2.9 % (n = 9) afirmó no saber. En cuanto a lo que los hombres, el 89 % (n = 97) señaló la opción heterosexual, el 3.7 % (n = 4) afirmó identificarse gay u homosexual, un 4.6 % (n = 5) de los chicos afirmó sentirse bisexual y un 2.8 % optó por la opción “no lo sé”.
Instrumentos
Se aplicó el Cuestionario VPA-RC sobre relaciones de pareja en la adolescencia constituido por varias escalas, de las cuales se utilizaron las siguientes:
Variables sociodemográficas de los sujetos, que incluía información sobre religión y la orientación sexual.
Escala de victimización de la violencia en la pareja adolescente (VPA). Escala tipo Likert formada por 25 ítems con cinco alternativas de respuesta según la frecuencia con la que los jóvenes sufren distintos comportamientos violentos en la pareja. Para la validación del cuestionario, las autoras realizaron un análisis factorial exploratorio que confirmó la existencia de 5 factores que explica el 71.07 % de la varianza (Soriano-Ayala, Sanabria-Vals y Cala, 2020): violencia verbal y física, violencia psicológica, violencia sexual, celos y control. Cabe señalar que las conductas sobre violencia física recogidas en la escala solo consideraban formas sutiles de violencia física (bofetón, arañazo o pellizcos) motivo por el cual se explica su agrupación con la violencia de tipo verbal. La fiabilidad total de la escala, estimada con el alfa de Cronbach, fue de 0.898 y las fiabilidades de las respectivas subescalas fueron: psicológica=0.722, control=0.772, celos=0.772, verbal y física=0.631 y sexual=0.503. Para analizar la bondad de ajuste se realizó la prueba de Kolmogorov-Smirnov que mostró una distribución no normal, por lo que se aplicó estadística no paramétrica.
Escala de valores asociados a la pareja. Escala compuesta por 11 ítems sobre la importancia concedida a determinados valores culturales asociados a la pareja. Tras realizar la prueba de esfericidad de Bartlett, con un valor de Chi-cuadrado de 552,585 (gl= 55) y de 0.706 el índice de muestra de de Kaiser-Meyer-Orkin (KMO), se efectuó el análisis factorial de la escala, encontrando tres factores. La fiabilidad total de la escala, estimada con el alfa de Cronbach, fue de 0.695. Los 3 factores identificados relacionados con los valores asociados a la pareja: 1) Valores relacionados con el respeto y la comunicación en la pareja (comunicativo(a), sincero(a), fiel, divertido(a), respetuoso(a)) 2) Valores relacionados con la apariencia y la proyección de éxito (ser guapo(a), moderno(a) o estar a la moda y ser sexualmente activo) 3) Valores relacionados con el apego y la protección en la relación (ser protector(a), mostrar afecto, mostrar compromiso). Al ejecutar la prueba de normalidad Kolmogorov-Smirnof encontramos que la distribución tampoco se ajustaba a una normal, por lo que se aplicaron pruebas de estadística no paramétrica.
Escala de valores asociados a la relación de pareja. Formada por un total de 11 ítems referidos a la importancia que se les conceden a determinados valores culturales asociados a la relación pareja como proyecto. Esta escala no fue validada porque se consideraron cada uno de los ítems por separado.
Análisis de datos
Esta investigación se ha apoyado en el análisis cuantitativo para la realización del análisis de los datos utilizando para ello el programa estadístico IBM SPSS statistics 26. En primer lugar, se llevó a cabo el análisis factorial de la escala de valores asociados a la pareja. Posteriormente, se realizó el análisis sobre los estadísticos descriptivos de las variables de investigación y de forma seguida, se realizaron análisis de contrastes y análisis de cluster con el objetivo de identificar perfiles o clusters de valores culturales diferentes.
Criterios éticos
El presente estudio fue discutido y evaluado positivamente por el Comité de Bioética de Investigación Humana de la Universidad de Almería en la reunión de la Comisión de Bioética del 21 de febrero de 2020. emitiéndose un Informe Favorable con código Ref: UALBIO2020/003. Durante la realización del cuestionario, los sujetos fueron informados de los objetivos de la investigación, del carácter anónimo de las respuestas y del uso exclusivamente académico de sus datos.
Resultados
Análisis descriptivo y contraste según el género de la violencia en la pareja sufrida por los jóvenes
El análisis descriptivo de la violencia en la pareja adolescente sufrida muestra unas puntuaciones de violencia verbal y física, violencia psicológica, violencia sexual, celos y control que oscilan entre 0..3 y 2.9 (rango= 0-4). Por orden de frecuencia, las dimensiones de la violencia que más vivencian los sujetos son: los celos, seguidos del control, la violencia psicológica, después la dimensión de violencia verbal y física y, por último, la de tipo sexual. Los datos revelan en mujeres mayores cifras de victimización de la violencia psicológica (M = 1.982), verbal y física percibida (M = 1.871) y violencia sexual (M = 0.605), aunque en estas diferencias solo son atribuibles al género en la violencia sexual [U = 18666.00. p = 0.006]. En la victimización de celos y control ocurre lo contrario, es mayor el número de hombres que aseguran haber sufrido celos por parte de su pareja (M = 2.904) y control (M = 2.416), pero no son diferencias estadísticamente significativas.
Análisis descriptivo de los valores culturales asociados a la pareja (a la persona de forma individual) y sus diferencias según el género
El análisis de los valores culturales asociados a la pareja tuvo como objetivo conocer qué cualidades o rasgos de sus parejas eran importantes para los adolescentes. Los rasgos más valorados por los jóvenes fueron el respeto, la fidelidad y la sinceridad, mientras que el menos valorado fue estar a la moda/ser moderno. Las pruebas de contraste según la variable género muestran que existen diferencias estadísticamente significativas entre hombres y mujeres en la valoración que estos hacen de la belleza, del respeto, la sinceridad, lo divertida que pueda ser la otra persona, lo afectuoso(a) y lo comunicativo(a) que la pareja sea. Las mujeres valoran más que la persona que eligen como pareja sea respetuosa(o) (χ2 = 19.444, p = 0.000), comunicativa(a) (χ2 = 16.549, p = .000) sincera (χ2 = 7.214, p = 0.027) y afectuosa (χ2 = 6.160, p = 0.046), mientras que la belleza, es un rasgo más valorado en sus parejas por los hombres (χ2 = 30.383, p = 0.000). La valoración de que sus parejas sean divertidas es otro de los valores donde mujeres y hombres muestran diferencias estadísticamente significativas (χ2 = 12.343, p = 0.002). Para los hombres, la valoración que hacen de este rasgo en sus parejas se distribuye a lo largo del gradiente, encontrando que para el 5.8 % de ellos es poco importante encontrar este rasgo en sus parejas, bastante importante para el 31.7 % y, por último, el 62.5 % de ellos valoran como muy importante que sus parejas sean divertidas. Por su parte, las mujeres concentran la valoración de la diversión como muy importante (76.3 %) y bastante importante (22.7 %) encontrando que solo un 1 % de las mujeres valoran como poco importante la diversión en sus parejas.
Además del análisis ítem a ítem, se efectuó un análisis agrupado en los 3 factores resultantes del análisis factorial de la escala (valores comunicativos, relacionados con la apariencia y con el apego en la pareja). Para el contraste se utilizó nuevamente la prueba U de Mann-Whitney que confirmó la existencia de diferencias estadísticamente significativas entre hombres y mujeres en aquellos valores relacionados con el aspecto comunicativo (U = 19323.00. p = 0.000), siendo las mujeres quienes puntúan más alto en su preferencia comunicativa (Mmujeres = 14.38; Mhombres = 13.74).
Análisis descriptivo de los valores culturales asociados a la relación de pareja (valoración relacional) y diferencias según el género
Además de los valores asociados a la pareja como individuo se analizaron los valores asociados a la relación de pareja en su dimensión de vínculo. Las cualidades valoradas en la pareja, por orden de mayor a menor importancia fueron: pasarlo bien, libertad para hacer lo que quiera, sentirme acompañado(a), sentirme deseado(a), mantener una sexualidad compartida, aceptación familiar, fundar una familia, matrimonio, aceptación social, coincidencia en creencias religiosas/culturales/ideológica, libertad para tener otras parejas y, por último, virginidad prematrimonial. De entre todos los valores analizados, se identificaron diferencias significativas atribuibles al género en tres aspectos. Por un lado, en la importancia que ambos géneros coincidían a la libertad para hacer lo que quiera dentro de la relación de pareja (χ2 = 30.083, p = 0.000), aspecto señalado como relevante por un 84.2 % de mujeres frente a un 58.7 % de los hombres. El segundo tiene que ver con sentirse deseado(a) (χ2 = 4.4.38, p = 0.035), al cual un 65.6 % de mujeres contesta afirmativamente frente a un 54.1 % de los hombres. El último rasgo cultural fue la importancia de pasarlo bien (χ2 = 3.933, p = 0.047), en el que el 92.6 % de las mujeres priorizaron este valor frente al 86.2 % de los hombres.
Análisis de perfiles (clusters) según los valores relacionados con la pareja
Con el objetivo de definir perfiles relativos a los rasgos valorados en las parejas, se seleccionó la técnica estadística de análisis de cluster, basada en formar grupos de acuerdo a la semejanza en los patrones de respuesta, obteniéndose grupos homogéneos internamente y heterogéneos entre ellos. Al disponer de un número elevado de sujetos se optó por un procedimiento no jerárquico, denominado K-medias. Se llevaron a cabo múltiples análisis de clasificación con el fin de priorizar el criterio de parsimonia de los datos, es decir, tratando de identificar la solución que más veces se repite. Los resultados evidenciaron: 1) Lo grupos que cumplían el principio de parsimonia fueron 3. 2) La prueba ANOVA del estudio cluster indicó diferencias significativas (p = 0.000) en todas las variables. 3) Para contrastar la efectividad de la agrupación en los 3 grupos se realizó la prueba de contraste de Kruskal-Wallis, por no ajustarse los datos a una distribución normal, siendo Chi-cuadrado = 300.156 y p = 0.00.
A continuación, se presenta una figura en la que aparecen los tres perfiles encontrados en el análisis de clusters y la relación de cada uno de ellos con los diferentes valores culturales asociados a la pareja de forma individual. Se observa la existencia de una serie de valores comunes a todos los adolescentes y otros que actúan de manera diferencial a la hora de definir los perfiles.
Cluster 1 o perfil hedonista desapegado: es un perfil que valora más la belleza en la pareja que el resto y, por el contrario, valora menos las demostraciones de afecto y el compromiso. Podríamos definirlo como un perfil más superficial, con relaciones más temporales y fluidas, dejando a un lado la dependencia emocional e interpersonal de la pareja y sin dedicar demasiado tiempo a reflexionar sobre el futuro de la relación.
Cluster 2 o perfil tradicional: es un perfil que se caracteriza por valorar en menor medida la belleza, la modernidad, la actividad sexual, e incluso ligeramente menos la diversión. Al igual que el resto valora la sinceridad, el respeto, la fidelidad, la afectividad y la comunicación, pero se caracteriza por la importancia que otorga al compromiso.
Cluster 3 o perfil proteccionista o dependiente: es un perfil en el que destaca el deseo de protección por parte de la pareja. También reclama mayor afecto y compromiso dentro de la relación. Al igual que el resto de los perfiles, valora el respeto, la sinceridad y que la pareja sea fiel a la relación. Podemos clasificarlo dentro de las relaciones que precisan mucha atención por parte de sus parejas.
Diferencias en la victimización de violencia en la pareja según los perfiles de valores culturales asociados a la pareja
Por último, para establecer si existen diferencias en la violencia sufrida atribuidas a los perfiles culturales asociados a la pareja (perfil hedonista desapegado, tradicional o proteccionista), se realizó la prueba estadística de Kruskal Wallis.
Los estadísticos descriptivos de los perfiles mostraron que, en cuanto a la victimización de la violencia psicológica, el perfil más afectado fue el basado en la dependencia (n = 185, M =1.929), seguido del perfil hedonista o desapegado (n = 89; M = 1.820) y, por último, el perfil tradicional o comunicativo (n = 141; M =1.659). En la victimización de la violencia sexual, el perfil que más revela haber sufrido este tipo de violencia es el tradicional (n = 142, M = 0.662), seguido del perfil hedonista (n = 89, M = 0.449) y, por último, el perfil basado en la dependencia (n = 186, M = 0.425). Respecto a la victimización de la violencia física, el perfil que afirma haber sido víctima de este tipo de violencia en mayor medida es el hedonista (n = 89, M = 1.865), seguido del perfil dependiente (N = 191, M = 1.827) y dejando en último lugar al tradicional o comunicativo. Al igual que en el anterior, la victimización de los celos aparece más elevada en el perfil hedonista (n = 87; M =3.09), el perfil de relación más dependiente (N = 182; M = 2.703) y el perfil de relación tradicional (M = 2.375 SD= 3.328). Por último, la dimensión referida a la victimización del control en los diferentes perfiles culturales de relación, el perfil cultural donde más afirman los sujetos haber sufrido comportamientos controladores es el perfil moderno (N = 87) presentando una media de 2.8506 y una desviación tipo de 3.5986, seguido del perfil basado en la dependencia (N = 181; M = de 2.24) y, dejando en último lugar el perfil de relación tradicional (N = 141; M = 1.862). En términos generales el perfil cultural más comunicativo es el que arroja medias menores en el resto de violencias, siendo el perfil superficial-hedonista de relación el que presenta mayor media en muchas de las dimensiones de violencia sufrida.
No obstante, como se observa en la tabla 5, la prueba estadística de Kruskal-Wallis demuestra que no existen diferencias estadísticamente significativas entre la victimización de violencia en ninguno de los tres perfiles. Esto permite establecer que las diferencias identificadas no son atribuibles a los perfiles según qué rasgos valoran en la pareja.
Discusión
El primer objetivo de la investigación fue identificar la violencia en la pareja sufrida por las y los adolescentes de 15 a 21 años de acuerdo con la escala de victimización de Soriano-Ayala, Sanabria-Vals y Cala (2021). Al igual que Papp et ál. (2017) el control y los celos mostraron ser las formas de violencias más prevalentes en los adolescentes de ambos géneros, mientras que la victimización de la violencia sexual resulta ser la menos identificada (Riesgo González et ál., 2019). En la medida en que los comportamientos celosos y de control son habitualmente integrados como parte de la violencia verbal o incluso psicológica, podemos afirmar que hay coincidencia con los estudios que resaltan la preeminencia de la violencia de tipo verbal-emocional (Muñoz-Bandera y Benítez-Muñoz, 2017; Fernández-Fuertes y Fuertes, 2010; Muñoz-Rivas et ál., 2007; Pazos, Oliva y Hernando, 2014). Aunque, insistimos, que estas cifras resaltan la importancia de monitorizar ambas dimensiones de manera específica. En este sentido, Santiago y de Pedro (2019) afirman que la victimización de los celos y el control ha aumentado en gran medida en los últimos años en ambos géneros, frente a otras dimensiones que se mantienen más estables o descienden. Algunos investigadores españoles aseveran que este incremento puede estar ligado al uso de las redes sociales, que pueden favorecer fenómenos de stalking, violencia silenciosa, cibercontrol y celos (de los Reyes-Mera, Alboniga-Mayor y Bernaras, 2020). Por otra parte, la identificación de diferencias significativas de género exclusivamente en la violencia sexual pone de manifiesto dos aspectos. Primero, que hay un ejercicio bidireccional y sin diferencias entre géneros de violencia por parte de hombres y mujeres en materia de celos, control, violencia psicológica verbal y física, coincidiendo con los estudios de Pazos, Oliva y Hernando (2014); Fernández-Fuertes y Fuertes (2010). Y, en segundo lugar, que de acuerdo con Muñiz-Rivas et ál. (2019) y Pastor Bravo et ál. (2018) la violencia sexual sigue siendo el espacio en el que pervive una desigualdad de género más marcada en las relaciones adolescentes, siendo superior la violencia sexual sufrida por las mujeres. Esto es particularmente relevante porque avala a quienes sostienen que es el ámbito sexual en el que se perpetúan los privilegios masculinos, construida sobre el mito del deseo y libertad masculina y sobre una cultura de la violación que normaliza el abuso sexual como forma de reforzar la masculinidad normativa.
En respuesta a los valores culturales asociados a la pareja, los resultados coinciden con los hallazgos encontrados por diferentes investigaciones en las que también la importancia de encontrar a una pareja físicamente atractiva era importante para el género masculino (Gil, Peláez y Sánchez, 2002; Silva y Ortiz, 2016; Soto, 2015). Cuando se toman en consideración los rasgos agrupados en factores, se aprecia que las mujeres prefieren en mayor medida aquellos valores relacionados con el aspecto comunicativo (comunicación, respeto, afecto y sinceridad). Estas preferencias coinciden con el estudio de Silva y Ortiz (2016) quienes reflejan que las mujeres, al buscar pareja, valoran rasgos como el respeto o la comunicación.
Al analizar y comparar los valores culturales asociados a la relación de pareja, se exteriorizan diferencias estadísticamente significativas entre las y los adolescentes en cuanto a la valoración que hacen sobre la importancia de: pasarlo bien en pareja, sentirse deseado(a) y tener libertad para hacer lo que quieran. El interés por sentirse libres al mismo tiempo que de sentirse sexualmente deseadas, en mayor medida en las mujeres, es una contradicción característica de las sociedades liberales contemporáneas que combinan el auge del movimiento feminista con el reforzamiento de un patriarcado neoliberal. Este fenómeno paradójico, querer ser libres y esclavas del deseo masculino, puede explicarse según esa dualidad: los avances en la liberación y empoderamiento sexual de las jóvenes, y el retroceso en el agenciamiento del deseo, que sigue orientado hacia el placer y disfrute masculino. Según Cobo-Bedia (2015) hay un fortalecimiento de una cultura de la sexualización de las mujeres, en la que se ha potenciado la objetualización de los cuerpos. En ese sentido, los procesos de hipersexualización entre los jóvenes, pero especialmente entre las mujeres, están conformando parte de las nuevas normatividades relacionales adolescentes (Soriano-Ayala, Cala y Dalouh, 2020). La otra cara de las transformaciones relacionales descritas también tiene que ver con la “fluidificación” de las relaciones –el establecimiento de vínculos más laxos y menos estables- (Bauman, 2012), en una sociedad marcada por el individualismo, esto se observa en la pérdida de importancia de instituciones como el matrimonio o fundar una familia, que aparecen en menos de la mitad de las y los jóvenes. De igual modo, en su estudio Chacón y Tapia (2017) afirmaron que las mujeres admitían no dar tanta importancia al matrimonio y considerarlo un mero trámite que a veces esta más relacionado con imposiciones culturales y con menos fuerza. Tal es así, que en el presente estudio valores como el acompañamiento “no sentirse solo” tienen más reconocimiento en la relación que la familia o el deseo de descendencia.
El análisis de conglomerados según valores culturales asociados a la pareja arrojó tres perfiles: un perfil hedonista o desapegado, más concordante con formas relacionales más liberales, otro más tradicional o comunicativo y, por último, un perfil basado en la dependencia y protección por parte de la pareja. Los tres perfiles comparten un fondo común en la medida en la que reconocen respeto, sinceridad y comunicación. No obstante, existen valores diferenciales como son valorar la belleza, la modernidad, la actividad sexual, la protección, el afecto y el compromiso. El perfil más numeroso (45 % de la muestra) es el denominado dependiente o proteccionista quedando definido por conceder mayor importancia a la protección, el afecto y el compromiso dentro de la pareja. Este grupo es probablemente el que mantiene una relación más estrecha con formas de amor romántico tradicionales, basadas en la complementariedad, la reciprocidad y la unicidad. El segundo perfil más frecuente fue el tradicional (33.5 %) en el cual no son particularmente relevantes la protección o los rasgos relacionados con la apariencia (ser guapo(a), ser sexualmente activo(a) y ser moderno(a)), aunque la fidelidad y el compromiso siguen siendo centrales. Por último, existe un 21.5 % de los jóvenes que se encuadran dentro de lo que se ha denominado el perfil hedonista o desapegado que da poca importancia al afecto y la protección en la pareja, pero sí dota de gran importancia a la parte relacionada con la apariencia, es decir, a mantener relaciones con personas a las que consideren guapas modernas y sexualmente activas. Esto puede relacionarse con el desarrollo de los estereotipos de género evolucionando desde las culturas tradicionales hacia modelos culturales más modernos, dando lugar a nuevas masculinidades y feminidades (Riesgo-González, 2019). El tercer perfil guarda relación con la dependencia dentro de la pareja. Son muchos los autores que han estudiado la dependencia en la pareja y relacionan este tipo de perfiles con parejas que utilizan ciertos patrones de comportamiento para relacionarse como, por ejemplo, la violencia de tipo psicológico (Bornstein, 2012; Perles, San Martín y Canto, 2019).
Al comprobar si existen diferencias en la victimización de la VPA según los perfiles valorativos analizados, se muestra que no hay diferencias estadísticamente significativas entre los mismos. Este resultado confronta con muchos de los estudios y aseveraciones acerca de la relación entre las preferencias con la violencia que relacionan valores más liberales a menores niveles de violencia. De acuerdo con este estudio, no podemos relacionar de forma directa la victimización de la violencia sexual en adolescentes con valores de relación más tradicionales o con la preferencia de rasgos más ligados al amor romántico (Pazos et ál., 2014). Esto por un lado nos abre a nuevas preguntas sobre si las nuevas comprensiones de las relaciones de pareja pueden ir ligadas a niveles de violencia en la pareja, equiparables a los modelos más románticos. En ese sentido, y como mencionamos antes, existe una contradicción evidente entre los avances en materia de igualdad y el avance en valores feministas en amplios sectores de la juventud que paradójicamente conviven con una persistencia de una feminidad y masculinidad restrictiva y una violencia estructural (De Miguel Álvarez, 2008). Para De Miguel (2008) esta desconexión entre los valores culturales y las prácticas sexuales se puede explicar con base en la triada del mundo de la creación, los medios de comunicación y el consumo de masas, con la industria de la imagen y la del fútbol. En ese eje, el distanciamiento entre las preferencias de los jóvenes hacia sus parejas, los valores, y la victimización de la violencia nos emplaza a seguir profundizando sobre la perpetuación de una cultura de la violencia, en permanente proceso de adaptación.
Limitaciones y futuras investigaciones
Esta investigación presenta una serie de limitaciones que deben considerarse a la hora de leer los resultados. En primer lugar, la muestra de investigación cuenta con una serie de sesgos que limitan su capacidad de generalización: el sesgo del voluntario que puede ir asociado a una exclusión de determinados perfiles y a una homogeneización de la muestra; el sesgo de deseabilidad social por el cual hay una corrección y ajuste social de las respuestas en un tema tan mediatizado. El sesgo de género en tanto que no existe un número equilibrado de hombres y mujeres, y un sesgo de homogenización cultural, dado que apenas hay sujetos de origen extranjero, por lo que no se refleja la naturaleza multicultural de la sociedad española. En último lugar cabe señalar que existe una escasez de literatura dedicada a la relación específica entre valores culturales asociados a la pareja y la violencia sufrida en adolescentes que permita situar el alcance de los presentes hallazgos.
Conclusiones
La presente investigación es una contribución relevante al conocimiento sobre la influencia de los valores y preferencias sobre la VPA. A través del estudio de ambas, se concluye de forma general que no existe una influencia directa de los diferentes valores culturales sobre la violencia en la pareja adolescente. Las formas más hedónicas, más dependientes o proteccionistas de entender la pareja no se asocian a mayor riesgo de sufrir violencia. Esto nos sugiere la necesidad de buscar otros elementos y causas que participen y agraven las violencias, para intervenir sobre los mismos. Asimismo, este estudio reconoce que el género juega un papel fundamental sobre la violencia, siendo las mujeres quienes más siguen sufriendo esta forma de violencia. Este hallazgo insta a mantener programas educativos sexuales que tengan en cuenta la influencia de las construcciones y roles de género.