Introducción
La educación religiosa en las sociedades pluriculturales actuales se ha convertido en uno de los desafíos que ha de ser atendido por los gobiernos, instituciones seculares y religiosas, y por todos aquellos que velan por la libertad religiosa y de cultos en el marco de la política pública integral, sin detrimento de los derechos de los ciudadanos no religiosos y de las pretensiones de cobertura (calidad), eficacia (aprendizaje), eficiencia (servicio) y pertinencia (enseñanza) a escala mundial, nacional, regional y local1.
Para el caso que nos ocupa, la educación religiosa escolar (ERE) en Colombia2, sin marginarla de los procesos educativos latinoamericanos y caribeños, se presenta en variadas y diferenciadas propuestas educativas3 las cuales han dependido, básicamente, de su noción de ser humano, sociedad, cultura4, educación, pedagogía, didáctica5, creencias religiosas6, espiritualidad7, entre otros. No obstante, todas las propuestas educativas de la ERE coinciden en señalar que se enfocan en la formación integral de la persona.
Desde su especificidad la ERE posee la pretensión de coadyuvar en la noble tarea de alcanzar los fines de la educación8 en los contextos locales. En coherencia, vale la pena preguntarse por sus elementos constitutivos y, de manera particular, por su naturaleza, finalidad y legitimación en la escuela. En otras palabras, este escrito pretende responder a interrogantes como: ¿qué es la ERE? ¿para qué? y ¿por qué su presencia en la escuela? Las respuestas a estas preguntas podrían resultar diversas, aunque no necesariamente contradictorias, en tanto característica de todo ejercicio reflexivo académico.
Ahora bien, con la conciencia de que «muchos de quienes nos hemos dedicado a la educación tenemos la ilusión de formar individuos libres, capaces de asumir su propio destino, con criterio propio sobre la vida y la muerte, la sexualidad, la religión, la política o la economía»9, aproximémonos a una posible respuesta con el convencimiento de que la ERE, al igual que la religión, «representa, en todo caso, un decisivo aporte a la construcción de la comunidad social en el respeto del bien común y en la búsqueda de la promoción de todo ser humano»10.
1. ¿Qué es la Educación Religiosa Escolar? Una intelección sobre su naturaleza
El interrogar por el qué es la ERE conduce al cuestionar sobre su naturaleza11, sin que con ello se desestime de entrada la triada implícita en este interrogar: educación, religiosa y escolar. Iniciemos por una aproximación a esta triada para luego postular su naturaleza. Sin entrar en pormenores discursivos, se asume la educación como derecho y práctica social institucionalizada encaminada a la formación integral del educando y la gestación de condiciones de posibilidad que le permitan transformar sus entornos12. Así, la acción educativa se direcciona por la vía de la «construcción» de la persona y la transformación de sus contextos inmediatos de situación social, económica y política, incluyendo, incluso, sus contextos religiosos. De ahí que la ERE, mediante el conjunto de intervenciones, esté encaminada:
A la promoción integral de la persona ‒de toda la persona y de todas las personas‒ (personalización); suscitando un proceso de liberación personal y colectiva de todas las formas de alienación (liberación); formando «personas nuevas» críticas, creativas y coherentes, con espíritu fraterno y compromiso social, capaces de encontrar alternativas a la sociedad piramidal y excluyente, como la nuestra (socialización); y ayudando a desarrollar de manera creadora la propia cultura, como fuente, expresión y garantía de identidad personal y comunitaria (culturización)13.
Ahora bien, en los procesos educativos irrumpe otra realidad: la «religiosa»14, la cual se introduce en la existencia humana a través de la experiencia del creer. Aceptando, quizás, la posibilidad de un reduccionismo académico intencionado, se asume el término «religioso» en referencia a lo sagrado que resulta mucho más abarcante que el referido al theos15. Al respecto el filósofo y teólogo español Xavier Zubiri postula: «El objeto preciso y formal de lo religioso sería lo sagrado. No son precisamente los dioses, porque hay religiones que carecen de ellos. El budismo, el taoísmo, ciertas formas de jainismo, probablemente incluso el propio brahmanismo, etc., carecen directamente de dioses»16.
Pese a la complejidad del planteamiento y sus observaciones lexicales17 expuestas por los expertos18, lo sagrado es lo indefinible, intangible y, a su vez, lo venerado19, de ahí que sea «poliformo y polivalente, según las conciencias y las culturas. Lo sagrado está fragmentado: tiempos, lugares, cosas y personas»20. En las religiones lo sagrado se presenta bajo diversos aspectos y rasgos21 como realidad absoluta, misterioso, «totalmente Otro» que se epifaniza. Además, lo sagrado es relacional: hombre y Dios22, un misterio tremendo y fascinante23 como tradicionalmente se le ha entendido. De igual manera, lo sagrado se expresa a través de símbolos, mitos, ritos, cultos, oraciones, meditaciones, doctrinas y preceptos, entre otros.
En este sentido, se puede decir con el filósofo y teólogo jesuita colombiano Gerardo Remolina que
lo sagrado afecta la existencia de todo lo que entra en contacto con él y crea un «ámbito», un campo significativo u orden de la realidad en el que se inscriben diversos elementos que reciben de él su significado: los ritos, los objetos y las prácticas religiosas como la oración y los sacrificios. Las religiones se mueven en el ámbito de lo sagrado; él constituye el clima de la vida y las prácticas religiosas. Sin embargo, lo sagrado no dice necesariamente relación a Dios o a lo santo (das Heilige) en sentido estricto, sino que dice también relación a todo aquello que se considera como absolutamente inviolable y que exige un respeto incondicional como, por ejemplo, la vida humana y ciertos valores, derechos y deberes considerados «sagrados»24.
Adicionalmente, como bien afirma Ries25, la naturaleza de lo sagrado ocurre en la experiencia que tiene el hombre de lo divino, experiencia mediata, inherente a su naturaleza. Lo sagrado ha sido y sigue siendo una «idea fundante y dinamizadora para la posible construcción de una concepción abarcante de los fenómenos religiosos y de las religiones como diferentes expresiones de lo religioso»26. Esto permite pensar que para poder ser comprensible personal y socialmente requiere visibilizarse a través de sus dimensiones.
Ninian Smart señala que las dimensiones de lo sagrado hacen referencia a lo doctrinal o filosófico, ritual, mítico o narrativo, experiencial y emocional, ético y legal, social, material y político27. Tales dimensiones se evidencian en la cultura convirtiéndose en un componente trasversal que podría ser abordado en diversas claves: hecho religioso, fenómeno religioso, experiencia de lo sagrado (o experiencia religiosa) y dimensión religiosa de los sujetos en particular, y de la comunidad, en general. Estos cuatro aspectos son, en últimas, los objetos de estudio de los cuales podría encargarse la ERE si quiere ser pertinente en los actuales contextos de la humanidad28.
Se puede deducir hasta aquí que la educación religiosa puede ser una acción educativa crítica29 encaminada a la producción de conocimiento en torno al hecho religioso30, al fenómeno religioso31, a la experiencia de lo sagrado (o experiencia religiosa)32 y a la dimensión religiosa. Para ello, la educación religiosa se «fundamenta en una concepción integral de la persona sin desconocer su dimensión trascendente y considerando tanto los aspectos académicos como los formativos»33.
En síntesis, la educación, en general, y la educación religiosa, en particular, se encaminan a la humanización de la comunidad educativa en la cual la persona sea el centro de sus procesos educativos a través del encuentro y trabajo colegiado en proyectos que corran las fronteras de las aulas y lleguen a todos los rincones en favor de la convivencia pública y multicultural de sociedades más justas, fraternas y solidarias. Superando así todo lastre en las comprensiones de las religiones, y por extensión, de la educación religiosa como «estructuras de principios y de valores monolíticos, inflexibles, incapaces de conducir la humanidad hacia la sociedad global»34.
Ahora bien, la escuela es el lugar privilegiado de la educación religiosa para coadyuvar en el desarrollo integral y el bien común de la sociedad. La escuela es como un «microcosmos institucionalizado de un proyecto social»35 y en cuanto tal «lugar de educación a la vida, al desarrollo cultural, a la formación profesional, al compromiso por el bien común; representa una ocasión y una oportunidad para comprender el presente y para imaginar el futuro de la sociedad y de la humanidad»36.
En este horizonte, la escuela no es reducible a edificios, bloques y paredes frías, aulas, salas, pizarras, programas, horarios, conceptos… sino que la escuela es el lugar donde se hacen compañeros, amigos y hermanos, se trabaja, se estudia, se conoce, se estima, se reconoce al otro como gente, es convivir y es unirse, como bien lo ha indicado el educador brasilero Pablo Freire. En este contexto, se entiende mejor las palabras de Skliar: «Educar es conmover, educar es donar. Educar es sentir y pensar no apenas la propia identidad sino otras formas posibles de vivir y convivir. Si ello no ocurriera en las escuelas, probablemente el desierto, el páramo, la sequía, ocuparían todo el paisaje de los tiempos por venir»37. Por ello, la escuela ha de ser un escenario de crítica que permita el cuestionamiento de modelos sociales hegemónicos, así como consolidación de nuevas propuestas sociales al servicio de un con-vivir en comunidad38.
Esta comprensión de la ERE se especifica más aún al asumirla en cuanto disciplina39 escolar y área fundamental40.
La ERE es una disciplina escolar41. Si la ERE es una disciplina, se ha de considerar lo propio de una disciplina.
De esta manera, el estatuto epistemológico de una disciplina es, en términos generales, el acumulado de cimientos fundamentales de orden teórico que dan firmeza a las decisiones a la hora de abordar un determinado objeto de conocimiento disciplinar. Así el estatuto epistemológico se especifica en su principio irrenunciable, en las realidades con las que trabaja, el método que emplea, las finalidades establecidas y los compromisos sociales asumidos.
Todo ello, en orden al manejo teórico y práctico de un campo de conocimiento que pueda transformar las esclavitudes humanas en oportunidades de liberación que dignifiquen el sentido del existir en cada una de las personas42.
En síntesis, el estatuto disciplinar de la ERE se establece en orden a los acentos propios de su racionalidad43 y lenguaje44 en función de un saber particular: sapiencial, mejor dicho, una «hermenéutica sapiencial»45 que, por supuesto, tiene unos rasgos característicos:
Lo sapiencial en cuanto racionalidad expresa su identidad a través de su objeto, principio fundamental, «método» para acercarse a ella, realidad en la que se inscribe y finalidad que persigue.
El mundo de la vida es el objeto propio de la sabiduría. La vida, su degustar consciente, libre y responsable se convierte para el sabio en el ámbito privilegiado de las experiencias configuradoras de sentido en razón de la dimensión relacional consigo mismo, con los demás y con Dios. Lo relacional promueve y gesta innumerables y variadas experiencias.
El principio fundamental de la sabiduría es la comprensión de las experiencias de la vida como original hontanar de conocimiento existencial. Un conocimiento al cual se le puede denominar sapiencial: el arte de vivir la vida con sentido. Convirtiéndose, así, en tarea y búsqueda permanente del hombre.
El «método», si se permite el vocablo, para acercarse a la sabiduría no adviene de lo procedimental sino por una opción epistemológica: por el ser que se conoce, se habla, se dice y se expresa en ambientes culturales particularizados y no universalizados.
La realidad en la que se inscribe la sabiduría es la pluralidad cultural.
La finalidad de la sabiduría es, como se ha afirmado, la reflexión sobre la vida y la facticidad, la narratología del vivir y del experimentar cotidiano en función de la construcción de sujetos con sentido de vida para transformar desde sus procesos previos de apropiación y conversión existencial su entorno personal y social al servicio de la humanidad. De este modo se evidencia su compromiso social46.
El estatuto disciplinar sapiencial faculta a la ERE a reinventar al centro educativo como espacio privilegiado de producción, legitimación y transferencia de conocimiento no en los cánones de proposiciones, preceptos y fórmulas de fe puestas a la repetición memorísticas sino a la apertura de experiencias del conocimiento provenientes del mundo de la vida, es decir, en la interacción con existir cotidiano.
Reinventar, recrear el centro escolar hoy, en este contexto, significa superar los límites y condicionamientos que presenta actualmente, como lugar e instrumento de reproducción de la sociedad imperante y del tipo de personas que ella necesita, para convertirse en un factor de cambio de la sociedad y de formación de las personas capaces de comprometerse en llevarlo a cabo, al mismo tiempo que transformarse en un espacio privilegiado de construcción de un conocimiento significativo para tal fin.
El conocimiento en el Centro Educativo no puede limitarse, pues, a la simple transmisión de saberes adquiridos ya, sino que debe construirse en interacción dialéctica del niño y del joven con su realidad, y en diálogo y reciprocidad con sus semejantes.
Solo a partir de una actitud dialógica y de constante intercambio, el niño y el joven podrán recrear el conocimiento, en una síntesis que los lleva a ser sujetos creativos y activos de la sociedad y de la historia47.
Por otro lado, junto a su racionalidad, encontramos el lenguaje propio de la ERE 48. El lenguaje permite comprender los componentes constitutivos del ser humano y sus productos de orden intelectual, social, político, cultural o religioso. De ahí que el ser humano «habla, se expresa, utiliza el lenguaje, pero no de un modo unívoco, sino de un modo plural. Es el animal políglota, porque es capaz de articular distintas formas de lenguaje y de expresar con cada una de ellas distintas formas de lenguaje y de expresar con cada una de ellas distintas parcelas de la realidad y niveles de vivencia y de conciencia»49.
El lenguaje más propio de la racionalidad sapiencial es aquel proveniente del saber narrativo antes que del saber científico en su tendencia cientista (observacional, probativo, demostrativo, verificativo, argumentativo, regulativo, denotativo y legitimador)50 pero no al margen del mismo. El lenguaje científico-técnico ha colonizado hasta tal punto los distintos mundos del ser humano que se ha convertido en patrón exclusivo de legitimidad. En consecuencia, afirma Torralba, “este reduccionismo lingüístico acarrea graves consecuencias desde el punto de vista religioso, poético, musical y filosófico. Si sólo se legitima como válido lo que tiene lógica desde el lenguaje científico, entonces la oración, la liturgia sacramental, la exhortación, la meditación o el silencio (que también es un juego de lenguaje) se convierten en formas residuales de lenguaje propias del hombre preilustrado”51.
El lenguaje sapiencial que caracteriza a la ERE es, entonces, metafórico, parabólico, evocativo, poético, simbólico, proléptico, gestual, exhortativo y silente, entre otros. Lo sapiencial nunca se ha ido. Quien retorna no es la sabiduría, sino el interés de la humanidad por su hontanar sapiencial en cuanto vía de conocimiento que facilita el encierro en el cual ha estado Occidente por el posicionamiento hegemónico de la racionalidad y el lenguaje dominantes: cientificismo en su expresión técnico instrumental52.
Por eso, lo sapiencial es fuente de aguas frescas para la ERE.
Hay, por un lado, el lenguaje lógico-conceptual que sirve para construir la ciencia exacta, pero también hay un lenguaje poético, a través del cual el ser humano puede crear imágenes y expresar con ellas sus emociones, sus vivencias y sus sentimientos. Está el lenguaje musical, mediante el cual el ser humano expresa niveles de conciencia y de emoción que no podría expresar de otro modo. Lo que la música es capaz de expresar, difícilmente se puede articular con otro lenguaje. El lenguaje gestual también debe considerarse una forma de lenguaje que tiene su propia gramática y su propia semántica. La mirada, el silencio, la mueca, la mano son elementos altamente expresivos del ser humano. La danza sería una expresión particular del lenguaje de la corporeidad.
Está también el lenguaje religioso que utiliza el ser humano para articular sus vivencias de orden religioso, sus creencias personales, su sentido de pertenencia a una determinada comunidad simbólica. La plegaria es, en este sentido, una expresión del lenguaje religioso53.
En síntesis, es una disciplina en cuanto moviliza un conocimiento que
Se relaciona con la libertad religiosa, la dimensión trascendente del sujeto, la realidad religiosa de los diferentes grupos humanos y la construcción de un saber sobre la experiencia religiosa. Se elabora desde una perspectiva sapiencial, dado que su lenguaje, expresión de la diversidad de lenguajes, es narrativo, proléptico, metafórico y simbólico. Además, trabaja con la tradición de sentido para recrear la subjetividad desde un saber comunicativo, hermenéutico y práctico, al posibilitar que el sujeto descubra el significado de su existencia y se capacite para tomar opciones de sentido en relación dialogal con los demás y la cultura en la cual se inscribe54.
La ERE es un área fundamental del conocimiento y de la formación. Según el artículo 23 de la Ley 115 de 1994, la ERE aporta al logro de los objetivos de la educación básica y media los cuales se concretizan en el currículo y en el Proyecto Educativo Institucional (PEI) dentro del propósito de formar integralmente al ser humano en los diferenciados establecimientos educativos55.
Además, el Artículo 24 de la misma ley indica:
Se garantiza el derecho a recibir educación religiosa; los establecimientos educativos la establecerán sin perjuicio de las garantías constitucionales de libertad de conciencia, libertad de cultos y el derecho de los padres de familia de escoger el tipo de educación para sus hijos menores, así como del precepto constitucional según el cual en los establecimientos del Estado ninguna persona podrá ser obligada a recibir educación religiosa. En todo caso la educación religiosa se impartirá de acuerdo con lo establecido en la ley estatutaria que desarrolla el derecho de libertad religiosa y de cultos56.
En consecuencia, la educación religiosa es objeto de estudio, de reflexión interdisciplinar, de respeto y tolerancia en la diferencia de la pluralidad religiosa57, de sana convivencia y poseedor de un estatuto epistemológico que le permite cohabitar en la escuela como una disciplina del conocimiento y de la formación que necesariamente se debe ofrecer de acuerdo con el currículo y el PEI en orden a garantizar la libertad de conciencia, la libertad religiosa y la libertad de cultos. De ahí que la escuela sea «uno de los escenarios donde la sociedad se recrea y forma a sus miembros, donde se transmiten valores culturales y la tradición. Pero, más allá del espacio físico, la escuela ‒como lugar en el cual acontecen los saberes y las disciplinas‒ es el espacio donde se dan las relaciones de sentido entre los sujetos, entre la ciencia y la vida, la ciencia y la fe, los saberes y la tradición»58.
2. ¿Cuál es el propósito de la ERE? Intención y finalidad
La finalidad de la ERE da respuesta a su para qué. Entre otras, una de sus finalidades es contribuir a la promoción del diálogo entre fe, culturas y saberes en contextos académicos interdisciplinares y pluralidad cultural y religiosa con el fin de suscitar una reflexión profunda del hecho religioso, del fenómeno religioso, de la experiencia religiosa59 y de la dimensión religiosa, así como la contribución de lo religioso a la transformación social del país en sus nuevos escenarios60.
La puesta en escena del diálogo entre seres humanos les permite insertarse en el mundo de las relaciones humanas y sociales, haciendo posible la comunicación con el otro. Por eso, el «hombre se hace “yo” en el diálogo con un “tú”. En la reciprocidad del “yo” y del “tú”, la palabra tiende a crear la unidad del “nosotros”, esa auténtica comunidad»61 que tratamos de construir en la cotidianidad62 al reconocernos como iguales y poseedores de metas en común para transformar las esclavitudes humanas en condiciones de posibilidades de realización en cada de los miembros de la comunidad educativa desde la pluralidad cultural y religiosa63. Pluralismos conducentes a un diálogo cara a cara proveniente de una amistad sincera en función de una «comunión de corazones, de intenciones, de proyectos, de vida»64 entre fe, culturas y saberes.
Por eso, si la fe quiere entrar en diálogo con la pluralidad cultural, religiosa y académica no se le puede reducir a preceptos, normas o estipulaciones eclesiásticas65; porque ella no es una demostración racional de la revelación divina, más bien, «en el sentido teológico más genuino, es un acto de la voluntad, la recepción de una llamada; un don, pero a la vez, un acto libre. La fe, en sentido estricto, es un acto pleno y consciente, una toma de decisión que marca un antes y un después biográfico, un corte en el fluir existencial»66 en el encuentro transformador permanente con Dios y, de esa manera, vivir una fe con responsabilidad evangélica y compromiso social expresado en el amor incondicional con los otros: los prójimos.
En el fondo del acto de fe subiste una llamada a la transformación social, a la defensa de la persona y de su dignidad inherente. Ahí radica lo que podría denominarse el carácter subversivo, crítico, revolucionario, el gesto profético de la fe. Es el aguijón crítico y, como todo aguijón, incomoda e inquieta, pero esta defensa de lo humano es consustancial al acto de fe. Al reducirla al espacio puramente privado se la desarma de su perspectiva crítica y, como consecuencia de ello, deja de ser un contrapoder a los poderes fáticos67.
Este compromiso social de la fe con «atención puesta en el otro considerándolo como uno consigo»68 es puente para el diálogo que se tiende entre creyentes y no creyentes en el hoy diferenciado de la humanidad cada día más consciente de la presencia de la religión en la esfera pública69. Esfera signada por pluralismos culturales y religiosos que cada día más incide en los centros educativos. Ignorarlos y combatirlos no es nuestra tarea70. Entrar en diálogo con ellos es el gran reto de los itinerarios educativos y la misión de las iglesias. De ahí que en «un contexto de estas características, las escuelas católicas están llamadas a aportar su contribución teniendo en cuenta la propia tradición pedagógica y cultural y a la luz de sólidos proyectos educativos»71.
Por eso, todo proyecto educativo debe velar por la convivencia pacífica entre cada una de las expresiones culturales y religiosas teniendo presente su propio contexto de vida porque «promover el encuentro entre distintos ayuda a comprenderse recíprocamente, sin que esto suponga renunciar a la propia identidad»72. En otras palabras, se nos convoca a gestionar la promoción de un diálogo intercultural abierto y dinámico de mutuo enriquecimiento en función de una armónica convivencia de la comunidad educativa.
En este espíritu de diálogo entre fe, culturas y saberes, que es en últimas la finalidad articuladora de la ERE, se postulan sucintamente algunos aspectos que la especifican aún más:
- Cooperar con el cumplimiento de los fines de la educación en la especificidad de sus contextos de situación73.
- Reflexionar sobre el hecho religioso, el fenómeno religioso, la experiencia religiosa y la dimensión religiosa como fenómeno socio-cultural para la producción de un saber escolar, el cual «no soslaya las realidades culturales presentes en el aula, es un espacio de intercambio y de cruce cultural que genera competencia cultural e ideológica y, por tanto, capacidad para afrontar problemas diversos y respuestas alternativas»74.
- Favorecer la comprensión de la pluralidad cultural y religiosa del educando, así como por su respectiva tolerancia en un diálogo de respeto por la diferencia desarrollando un «proceso educativo como camino de humanización, que debe tener las características de la gradualidad e integralidad, es decir, la realización de las personas y de la comunidad en la totalidad de sus dimensiones: personalización, socialización, liberación y culturalización»75.
- Continuar con el ejercicio académico en torno al interés por la relevancia de la esfera pública (espacio abierto y sin límites) de la religión.
En la esfera pública, los ciudadanos religiosos no pueden expresarse en un lenguaje meramente cifrado o críptico, con la excusa de que la fe que profesan corresponde a un misterio revelado, imposible de comunicar racionalmente e ininteligible a los argumentos. En la esfera pública confluyen pluralidades de credos, cosmovisiones agnósticas y ateas, con lo cual las religiones deben traducir sus horizontes de sentido a reflexiones y argumentos que puedan ser captadas por los distintos matices comprensivos que entretejen la convivencia en el marco de una sociedad deliberativa. De este modo, los creyentes deben haber armonizado su fe con el privilegio epistemológico de las ciencias socialmente constituidas, con el primado del Estado laico, y con la moral universalista de la sociedad.
Por otra parte, los ciudadanos no religiosos deben asumir una actitud de apertura ante las reflexiones y el sentido de la solidaridad que expresan los ciudadanos religiosos en términos cognitivos. Las religiones siguen teniendo reservas de sentido que pueden ser comunicadas por los creyentes a sus conciudadanos no creyentes de manera cognitiva. La convivencia en la sociedad democrática en la que conviven múltiples cosmovisiones exige a los ciudadanos creyentes o no creyentes una actitud autorreflexiva sobre sus respectivos límites76.
- Finalmente, y no menos importante, promover la investigación de las prácticas de enseñanza y aprendizaje de la educación religiosa escolar en los diversos centros educativos con el fin de seguir fortaleciendo sus procesos educativos, pedagógicos, didácticos y evaluativos identitarios de los PEI. Todo lo anterior, en el marco del diálogo intercultural. «Por tanto, es indispensable que los jóvenes asimilen, a través de la experiencia escolar y académica, instrumentos teóricos y prácticos que les consientan un mayor conocimiento de los demás y de sí mismos, de los valores de la propia cultura y de las culturas ajenas. Además, un intercambio abierto, dinámico, ayudaría a comprender las diferencias para evitar la generación de conflictos, convirtiéndolas, antes al contrario, ocasión de enriquecimiento recíproco y de armonía»77.
3. ¿Qué le da sentido a la educación religiosa en la escuela? Legitimación
Este último apartado pretende abordar las razones más relevantes que dan sentido a la presencia de la educación religiosa en la escuela, en otras palabras, las razones que la hacen necesaria. Si bien es claro que la educación religiosa tiene su ordenamiento jurídico internacional, constitucional y legal de su organización y desarrollo como área fundamental del conocimiento y la formación, establecer garantías y responsabilidades al Estado, a los padres de familia y a los centros educativos, todo ello, en el marco del derecho a la libertad religiosa y de cultos; también es claro que su legitimación va más allá de la legalidad78.
De ahí que diversas son las razones que le dan sentido a la ERE en el ámbito escolar: lo religioso como dimensión humana, la búsqueda por parte del hombre de su sentido existencial, el deseo incesante de conocimiento y un conocimiento de lo religioso, lo religioso en cuanto expresión de la cultura79, el diálogo intercultural y el papel de lo religioso en la consolidación de las sociedades, especialmente, en el escenario de lo público, las mediaciones lingüísticas (símbolos, ritos, gestos, palabras, mitos, entre otros) las cuales requieren ser interpretadas (hermenéuticas), finalmente, la formación del homo religiosus mediante actos educativos, con lo cual no se indica confesionalidad sino total apertura a religioso como expresión de lo humano en ámbitos culturales delimitados.
Entre las razones que dan sentido a la presencia de la ERE en la escuela son, entre otras: antropológica, existencial, histórica, cultural, intercultural, sociológica, lingüístico- simbólica80:
Antropológica. Lo religioso es una forma de lo humano que lo diferencia de otros seres vivos que no han alcanzado tal nivel de conciencia y sentido de la existencia, mediado por unas coordenadas sociales, culturales e históricas.
Existencial. La condición de ser persona y ser racional hace que el hombre busque respuesta a preguntas por el sentido existencial: ¿Por qué estoy aquí? ¿para qué vivo?
¿qué significado tiene mi vida? ¿qué es la muerte? ¿qué hay después de la muerte? En este preguntar, la religión proporciona pistas orientadoras para aventurar una respuesta a las aparentes aporías que presenta la vida.
Histórica. El ser humano es lo que es gracias a lo que ha vivido a través de la historia, tanto filogenética como ontogenéticamente. Por ello, está llamado a conocer su propia tradición y las otras, en las que lo religioso ha ocupado un lugar importante. Sin duda, la historia humana tiene un «componente» religioso desde el cual el ser humano, creyente o no, más que dar respuestas y soluciones, se ha planteado preguntas fundamentales que indagan por el sentido de su existencia.
Cultural. Como existe una relación estrecha entre historia y cultura, y como el ámbito religioso ha estado presente en las dinámicas constitutivas de ambas, se infiere que las culturas están en general asociadas a expresiones religiosas, es decir, modos religiosos. Las religiones configuran el modo de ser y de estar en el mundo de los pueblos que las profesan.
Intercultural. Como estamos en un mundo globalizado, las culturas se hibridan cada vez más; son menos aisladas y «puras», lo que ha facilitado una mezcla en lo que lo religioso no ha sido la excepción, pues en este ámbito también se ha originado tensión entre lo propio y lo diverso. De esta forma, el ecumenismo y el diálogo interreligioso solo serán posibles si el ser humano se da cuenta tanto de la valía de su propia religión como de las otras religiones.
Sociológica. Es indudable que la religión ha sido motivo de unión o de discordia entre los pueblos, tanto ad intra como ad extra. Por eso, es necesario reflexionar sobre cómo lo religioso puede contribuir a la supervivencia de la humanidad y a la convivencia en sociedades plurales como las que hoy se entretejen. Aquí se conjugan lo antropológico, lo social y lo cultural como sustento fundamental de la convivencia de las comunidades humanas sean ellas, partícipes o no de una religión.
Lingüístico-simbólica. Lo religioso es uno de los campos más fascinantes y ricos en la cuestión simbólica y semántica. Tal vez, por la misma razón, la asunción superficial del estudio de la religión la ha convertido en un mundo mágico, esotérico y mistérico. Cada palabra, narrativa, gesto, mito, signo o símbolo merece ser comprendido e interpretado para encontrar su sentido.
Tal identidad, propósito y razones ofrecen las respectivas orientaciones para el discernimiento de currículos cuya concretización, en últimas, acontece en los Proyectos Educativos Institucionales (PEI) al servicio de una sociedad contemporánea pluralista. Los PEI son, ante todo, facilitadores del despliegue de humanidad que «habita» en cada uno de los educandos mediante procesos formativos integrales consolidadores de sentidos existenciales liberadores y transformadores a nivel personal encaminados a la construcción de sociedades-comunidades sostenibles. Para tal fin, los PEI deben velar por:
- Un diálogo intercultural desde su originalidad y opción religiosa, sin exclusión de los «no creyentes» para «formar al hombre desde dentro, para liberarlo de los condicionamientos que pudieran impedirle vivir plenamente como hombre. Por esto, la escuela debe partir de un proyecto educativo intencionalmente dirigido a la promoción total de la persona»81 antes que a lo religioso en términos de prioridad formativa.
- Una investigación interdisciplinar del hecho religioso, del fenómeno religioso, de la experiencia de lo sagrado (o experiencia religiosa) y de la dimensión religiosa de la comunidad educativa evitando transmitir acríticamente elaboraciones prefabricadas en aras a un adoctrinamiento de lo religioso.
- Un diálogo ecuménico e interreligioso para contrarrestar todo proselitismo religioso extremo.
- Una formación de actores sociales, varones y mujeres, conscientes, competentes, compasivos y comprometidos82.
- Una escuela que ponga «de relieve la dimensión ética y religiosa de la cultura»83, precisamente con el fin de activar en la comunidad educativa la responsabilidad con los otros y al tiempo, el reconocimiento de lo religioso como fenómeno humano presente en las culturas configuradoras de las instituciones educativas.
- Una ERE que acontezca en la academia y trace «un nuevo diseño dialógico e integrador de las ciencias naturales, de las humanísticas y de las sociales en un orden de convergencia teleológica, cuya finalidad. sea producir hombres y mujeres en íntima relación asociativa desde la raíz de su propio conocimiento, creadores de patria, hacedores de ciudad y de espacio público y ciudadano, posibilitadores de la comunidad nacional económica, cultural y política»84.
- Una pedagogía y didáctica que priorice sin exclusión la liberación, la responsabilidad, la privacidad, la confianza y la esperanza: Esto es así porque, por un lado, sólo es posible construir a la persona desde el respeto a la libertad y el ejercicio de la responsabilidad y, por otro, sólo es posible construir un mundo mejor si se respeta la libertad ajena y se obra responsablemente. Pero no basta con ello. Porque sin privacidad la persona pierde su identidad y se disuelve en el todo, y porque la confianza es esencial para superar las no pocas dificultades que acarrea el ejercer el oficio de ser persona. Por último, la construcción de la persona y la transformación del mundo no son posibles sin la esperanza. En nuestro mundo desalentado y resignado, resulta fundamental recuperar esta virtud de la condición humana85.
En tal acometido, educación, pedagogía y didáctica crítica deben velar por la participación social, la comunicación horizontal entre los diferentes actores que integran los estamentos, la significación de los imaginarios simbólicos, la humanización de los procesos educativos y la transformación de la realidad social86.
Conclusión
La educación religiosa, en cuanto área de formación fundamental y disciplina escolar, guarda una estrecha relación con aquellas otras que también tienen el cometido de promover lo humano, pero no se confunde con estas por cuanto su interés es la religión como hecho, fenómeno, experiencia y dimensión inscritos en la realidad tanto personal como social. De esta manera, el término religión es una abstracción que, en verdad, se expresa de manera multiforme y compleja en esa misma realidad. Así, la religión es un asunto privado, pero también público; tiene que ver con la interioridad del sujeto, pero también se convierte en hecho empírico; puede liberar y dar sentido para el alcance de plenitud, pero también puede enajenar al sujeto infantilizándolo al extremo; tiene la capacidad de integrar al sujeto como experiencia de realización, pero también lo puede fragmentar y generar una brecha entre fe y vida.
Le corresponde a la ERE -esto quiere decir, a los que están en ella como profesores, expertos e investigadores‒ fortalecer su estatuto epistemológico para responder y enriquecer las preguntas por el qué, el por qué y el para qué de la educación religiosa en la escuela. Si se tiene claridad sobre su naturaleza, intención, sentido y legitimación, se estaría generando una plataforma sólida para construir diseños curriculares y didácticos que puedan contribuir a la comprensión y manifestación de lo religioso en el existenciario humano. Tal comprensión requiere otros lenguajes que, como se ha dicho, se inscriben en lo sapiencial (narrativo, metafórico, poético) para lograr un entendimiento cierto de aquello que lanza al ser humano a los más profundo de su interioridad, a lo más intenso de su relación con los otros y la naturaleza, y a lo más trascendente de su estar-en-presencia del Misterio.
Finalmente, solo si tomamos en serio la educación religiosa escolar bajo una conciencia cierta de la potencialidad de la religión87, aquella permitirá el florecimiento de lo humano en una de las dimensiones más importantes y más necesarias en los tiempos actuales. Es tiempo de creer en la necesidad e importancia de la educación religiosa pero no en aquella que ha caído en dogmatismos, intimismos, fideísmos y devocionalismos. Antes bien, hemos de contribuir para que sea posible una ERE capaz de catapultar al ser humano como realidad te-antropo-cósmica.