Introducción
Los habitantes de las riberas del Orinoco vislumbrarán con éxtasis, las populosas ciudades enriquecidas por el comercio, y los fértiles campos cultivados por las manos de hombres libres, que adornarán estos mismos lugares, donde, en el momento de mis viajes, encontré solo bosques impenetrables y tierras inundadas1.
A comienzos del siglo xix, la primera imagen impresa sobre el viaje de Humboldt al Orinoco fue publicada en la Revista Geográfica Alemana Allgemeine Geographische Ephemeriden (1807), y esta acompañaba un artículo sobre el reciente viaje del naturalista a esta parte del continente suramericano (imagen 1). El grabado representa una escena nocturna a las orillas del río, donde Humboldt y Aimé Bonpland observan a los indígenas locales mientras cuelgan las hamacas, cazan monos e, incluso, asan uno en una fogata. A los personajes los rodea una naturaleza exuberante -entre árboles, palmas y aves-. Esta imagen y los textos acompañantes de esta expedición, publicados a lo largo de las primeras tres décadas del siglo xix, definieron al Orinoco y, en general, a las tierras bajas del continente americano, como un espacio de naturaleza virginal, con vastos recursos para ser explotados2.
Fuente: Gottlieb Schick, “Al.v. Humboldt nächtliche szene am Orinoco”, Allgemeine Geographische Ephemeriden 22, (1807): T01, https://bit.ly/3QMmyTQ
La imagen del viaje de Humboldt, dirigida inicialmente a un círculo de ilustrados y a un pequeño público entusiasta de la geografía3, sirvió de referencia para las expediciones futuras que se hicieron en la región en la segunda mitad del siglo. Gracias al desarrollo de la prensa impresa, estas últimas alcanzaron una amplia difusión. En particular, las publicaciones ilustradas de los viajes de dos franceses que visitaron el Orinoco: Jules Crevaux (1883) y Jean Chaffanjon (1889) -asiduos lectores de Humboldt y miembros de la Société de Géographie de París- son claves para entender los imaginarios geográficos europeos creados sobre uno de los ríos más grandes del mundo, el Orinoco. A finales del siglo xix, el curso completo del río todavía era motivo de disputa para los científicos y la conquista de sus fuentes y sus recursos se convirtió en una misión para los imperios de turno. Los textos e imágenes de estos franceses, los más numerosos y difundidos hasta entonces, sirvieron de base para identificar las percepciones popularizadas sobre la representación del Orinoco y sus habitantes como parte del trópico a partir del discurso civilizatorio del imperialismo informal francés.
Los libros de viaje, consolidados desde el siglo xvii como una práctica literaria4 , contenían descripciones de paisajes, trayectos, personajes y ejemplares de la naturaleza estudiados y recolectados durante los recorridos, por lo que constituyen fuentes históricas con testimonios de primera mano que permiten reconstruir los espacios y personajes descritos e ilustrados por los europeos en el siglo xix. Estos textos combinaban un lenguaje científico con uno anecdótico, un rasgo propio de los relatos de viajeros de los siglos xviii y xix5 . Gracias a las descripciones narrativas, y a las imágenes acompañantes, el lector logra empatizar con el viajero, visualizando las regiones remotas de la mano de ilustraciones y, en cierta medida, participa de sus percepciones del lugar y de sus gentes6.
La construcción de ‘lugar’ a partir de recursos retóricos y visuales merece un estudio más profundo dadas sus repercusiones, tanto en el discurso popular como en las políticas que se ejecutan sobre los territorios. El lugar, a diferencia del espacio, tiene un orden y un tiempo específico7, que permite comprender, medir, actuar y producir conocimiento. Las vivencias particulares dentro del lugar permiten caracterizarlo y en esta conjunción entre ciencia y experiencia donde se define la mirada del viajero, y, en consecuencia, la de sus lectores.
Si bien esta definición enfatiza en la importancia de la observación directa y del método científico para la configuración de ‘lugar’, la geografía humana y cultural ha señalado a la imaginación como parte indisoluble en la construcción espacial8. Inicialmente, esta se consideró como una facultad deseable, cercana a la intuición, que permitía comunicar los elementos sensibles y estéticos del lugar9, reconociendo la intersección entre la investigación empírica y la percepción individual en las ‘geografías personales’. Estas últimas estarían enmarcadas por aspectos culturales aprendidos a través de medios como la literatura, la pintura, el cine o la prensa, que influyen en la construcción de la visión de mundo y la relación de cada grupo humano con su entorno en un periodo dado10. La ‘imaginación geográfica’, definida como “un conjunto de conocimientos geográficos cultural e históricamente específicos que caracterizan a un grupo social”11, abarca a los individuos y sus contextos históricos que afectan su habilidad para crear y sustentar lugares remotos12.
La centralidad de los imaginarios geográficos para el presente estudio puede entenderse a partir de dos problemas que plantean a la hora de entender las imágenes de los viajeros. En primer lugar, la discusión sobre la cultura visual producida y circulada, y su correspondencia directa con la realidad y con la producción de conocimiento. Como ya ha sido discutido ampliamente, las imágenes pueden funcionar como representaciones simbólicas e ideológicas usadas para comunicar y dotar de realismo a las teorías sobre los lugares y sus habitantes13. La imaginación trasciende las representaciones miméticas, pues inspira ideas y valores de cambio propios al contexto histórico y social en donde dichas imágenes circulan y son producidas14. Asimismo, los regímenes de verdad en el contexto imperial y de exploración científica afectan la representación visual de los viajeros. En particular, las técnicas y los métodos de visualización en la producción de conocimiento se ven restringidos por las limitaciones de la percepción y la representación de procesos que implican el paso del tiempo. Por esa razón, los tipos ‘ideales’ se usaron para crear imágenes sintéticas15, que pretendían reunir en una sola composición varias especies y episodios del viaje y, en esa medida, su diseño no responde a una observación mecánica o directa de la realidad.
En segundo lugar, el estudio de la imaginación geográfica en el contexto imperial ha incluido la crítica poscolonial. La masificación de las publicaciones de los viajeros en el siglo xix demanda considerar su papel dentro de las pugnas geopolíticas y económicas de dicho periodo histórico. El texto seminal Orientalismo de Edward Said16 marcó un precedente, al reconocer la influencia de discursos literarios e imágenes en la construcción de identidades nacionales y foráneas, y la lucha simbólica y hegemónica de Occidente. Su trabajo inspiró líneas de investigación de la geografía histórica sobre problemas de representación de los espacios de ‘los otros’, en particular, en diarios, dibujos y cartografías de viajeros. En Suramérica, una línea derivada de estos estudios es la tropicalidad, donde se analiza la forma en la que se describen e ilustran las tierras bajas, como espacios paradisíacos y de excesos o enfermizos, que se contraponen a los espacios de temperaturas y morales ‘templadas’ del norte o de las montañas17. Estas lecturas sobre el ‘otro’ y sobre el trópico son plurales y dependen de otros aspectos identitarios de los viajeros -su raza, clase o género- que negocian con los sesgos de su mirada europea/occidental18.
El análisis de los imaginarios geográficos del Orinoco a finales del siglo xix implica el estudio de los textos y las imágenes producidos por viajeros europeos que visitaron la zona en esa época, así como otros documentos históricos que dan cuenta de sus motivaciones y sesgos previos al viaje. Es la tensión entre estas ideas aprendidas previamente, sus objetivos y su propia experiencia lo que determinará las caracterizaciones que hacen de esta zona y de sus gentes; y las ideas que se popularizan de la mano de sus relatos.
Así es como este texto presenta un estudio de caso del viaje de dos franceses al Orinoco, a finales del siglo xix, que permite explorar las visiones que se tenían de esta cuenca y sus habitantes en los albores del siglo xx, y los imaginarios que perviven de la mano de sus relatos a partir de un estudio de sus textos e imágenes. De la misma forma, este estudio permite abordar la difusión de sus miradas por medio de revistas y novelas, que popularizan la definición del Orinoco como un espacio de aventura, inhóspito y olvidado, carácter que justifica la intervención para volver sus tierras productivas y prósperas19.
1. La Société de Géographie de París y la expansión colonial francesa en Venezuela
Con la caída del Imperio napoleónico, Francia replanteó su política expansionista. La pérdida de sus colonias en Norteamérica y en el Caribe lo condujo a reformar su estrategia comercial a principios del siglo xix, con miras a buscar nuevas fuentes de materias primas en el Norte de África e Indochina20. Siguiendo el ejemplo del Imperio británico y sus relaciones comerciales con los Estados Unidos, adoptó una política económica pragmática que no requería ejercer control territorial directo21. El imperialismo informal buscó mantener relaciones comerciales sin las pérdidas económicas que implicaba la colonización, al concentrarse en la generación de industrias y la distribución de materiales y productos, que serían identificados con la ayuda de misiones exploratorias alrededor del globo.
La exploración geográfica en el siglo xix está vinculada con la emergencia de las sociedades geográficas en Europa22 interesadas en el desarrollo del conocimiento del globo con fines militares, económicos y misionales23. Estas organizaciones, conformadas por comités científicos y personajes ilustrados, auspiciaron las más importantes y ambiciosas exploraciones24. En el caso francés, la Société de Géographie de París promovió activamente numerosas expediciones y contribuyó en la popularización de la ciencia geográfica a través de medios impresos, como la revista Bulletin de la Société de Géographie (1822), y conferencias públicas25.
Durante la Tercera República, hubo un creciente interés por el conocimiento geográfico a nivel nacional26. La denominada “Nueva Geografía” fue considerada como una ciencia al servicio del Imperio y de sus intereses académicos, económicos y morales27. Su posición estratégica se enfatizó en la prensa y en las revistas geográficas, como Revue de Géographie (1872), L’Explorateur (1874) y Annales de Géographie (1891), en las cuales la disciplina fue asociada con la exploración y explotación28 para:
“ [… ] favorecer las exploraciones de países desconocidos y todavía poco visitados para traer de ellos productos del suelo y llevar allí los objetos de nuestra industria y, al mismo tiempo, efectuar la penetración de ideas morales que elevarán el nivel intelectual de razas relativamente inferiores hasta nuestros días [… ]”29.
El imperialismo francés amplió sus relaciones políticas y comerciales en el globo en la segunda mitad del siglo xix30, especialmente en la franja ecuatorial. Para ejercer un control sobre los socios y las industrias de estos territorios, los franceses desplegaron a militares, marinos y educadores, quienes proveyeron información clave sobre topografía, clima, poblaciones y recursos de estos espacios31. Por su cercanía geográfica con colonias francesas en la Guyana y el Caribe insular, así como por su simpatía ideológica con el proyecto republicano francés32, Venezuela fue una de las naciones latinoamericanas de interés para dicha expansión imperial. Los procesos de modernización que se promovieron durante el gobierno del general Antonio Guzmán Blanco (1870-1888) señalaron a Francia como el ejemplo a seguir, y promovieron relaciones políticas y económicas que derivaron en avances políticos, sociales y de infraestructura33. En este periodo, Venezuela permitió la entrada de exploradores para la exploración y el estudio de los territorios y recursos naturales34, incluyendo las expediciones realizadas a la cuenca del Orinoco por los franceses Jules Crevaux y Jean Chaffanjon.
2. Los viajeros por el río Orinoco
Los exploradores franceses de finales del siglo xix no fueron los primeros extranjeros en aventurarse por el Orinoco. El español Antonio de Berrío ya había subido hasta el Medio Orinoco, en 158435, y los jesuitas Joseph Gumilla (1741) y Filippo Salvatore Gilij (1780) publicaron mapas, grabados, tratados de lingüística y descripciones de las gentes de esta porción de los llanos, al regresar de sus misiones, en la segunda mitad del siglo xviii36. Sus descripciones e ilustraciones fueron los primeros referentes concretos sobre esta región37 y sirvieron de guía para los siguientes exploradores38, como Alexander von Humboldt y Aimé Bonpland, quienes viajaron a sus aguas en 179939. Los mapas y las descripciones producidos por Humboldt y su equipo se convirtieron subsecuentemente en los documentos de consulta más conocidos sobre la región en el siglo xix y, para la década de 1880, viajaron de vuelta al Orinoco de la mano de los expedicionarios Jules Crevaux (1880-1881) y Jean Chaffanjon (1886-1887), quienes los referencian en sus apuntes (imagen 2). Si bien para el siglo xix hubo una explosión de exploradores en la región del Orinoco40, estos franceses fueron responsables de una potente difusión de imágenes sobre este territorio, con más de un centenar de ilustraciones publicadas, la mayor cantidad hasta esa época41.
Fuente: mapa elaborado a partir de las obras de Jules Crevaux, Voyage dans l’Amérique du sud, 1883, y Jean Chaffanjon, L’Orénoque et le Caura, 1889. Cortesía de Esteban Lozada Mendieta.
Jules Crevaux (1847-1882), nacido en Lorquin, fue médico militar de la Armada francesa. Entre 1876 y 1882, emprendió cuatro expediciones en territorio suramericano, que comprendieron la exploración a Guyana y a las cuencas del Maroni, Oyapock, Orinoco y al Gran Chaco Boliviano, donde desapareció y se consagró como ícono mártir de la exploración42. Su obra Voyage dans l’Amérique du sud (1883) recopila su paso por Guyana, Colombia y Venezuela. Por otro lado, Jean Chaffanjon (1854-1913), nacido en Arnas, tuvo una formación en Ciencias Naturales y una iniciación militar con Garibaldi. Realizó tres viajes al Orinoco entre 1884 y 189043, entre los que destaca la misión oficial a las fuentes del río44. Ambos viajeros fueron patrocinados por el Ministerio de Instrucción Pública de Francia.
Los grupos de exploradores que acompañaron a Crevaux y Chaffanjon, en su mayoría franceses, encarnaron el ideal de la época: masculinidades abnegadas y aventureras, preparados para ser mártires, como modelos morales para la construcción del Imperio45. El grupo liderado por Crevaux incluyó al guía local Apatou-Aluku, un nativo de Guyana, y a los franceses Eugéne Lejanne, François Burban, el fotógrafo Félix Morin, entre otros, quienes viajaron desde Barranquilla hasta el delta del Orinoco. El grupo de Chaffanjon que embarcó en La Guaira contó con guías locales y expedicionarios franceses, entre quienes se encontraba el dibujante Auguste Morisot46.
Ambos expedicionarios encarnaron los intereses del avance científico y comercial de la República francesa, que auspició y promocionó sus exploraciones con especial interés en la identificación de recursos naturales, así como piezas para sus acervos museográficos. Al regreso, Crevaux trajo consigo objetos arqueológicos -entre restos humanos y cerámicas-; al igual que Chaffanjon, quien además logró gestionar rutas e intercambios de bienes comerciales en Venezuela y Colombia47. Por sus logros notables para la República y la ciencia geográfica, ambos exploradores fueron nombrados oficiales de la Legión de Honor48.
Su reconocimiento y hallazgos los llevó a la prensa ilustrada de Le Tour du Monde, revista de viajes inéditos atractivos para el público general. Los relatos de Crevaux, publicados en 1882, fueron divididos en seis entregas semanales, con setenta grabados, bajo el título “Voyage d’exploration a travers la Nouvelle-Grenade et le Venezuela”. Seis años más tarde, Le Tour publicó los relatos y aventuras de Chaffanjon, en “Voyage a travers les llanos du Caura”, publicación dividida en tres fascículos y 22 grabados; y “Voyage Aux Sources de L’Orénoque”, conformada también por tres fascículos y 36 grabados. Poco tiempo después, la editorial Hachette convirtió estas publicaciones en novelas ilustradas, que consistían en versiones del viaje ampliadas, tanto en texto como en el número de grabados. Tal fue el éxito de estas novelas ilustradas que la novela de Chaffanjon fue la fuente de inspiración para la novela de Jules Verne, Le Superbe Orénoque (1898).
3. Literatura ilustrada de viajes y el redescubrimiento de América
Crevaux y Chaffanjon realizaron sus viajes bajo órdenes oficiales y con el compromiso de presentar un informe a su regreso. Sus hallazgos y relatos, difundidos primero en foros públicos y luego en el Bulletin de la Société de Géographie, llamaron la atención de Édouard Charton. Este último era el director de Le Tour du Monde desde 1864 y mantenía relaciones cercanas con los miembros de la Société de Géographie, a quienes reclutó para su revista producida por la editorial Hachette. El fundador de esta editorial, Louis Hachette (1800-1864) había sido miembro de la sociedad y gran impulsor de proyectos editoriales sobre geografía49, como las publicaciones sobre viajes -Le Magasin Pittoresque y L’Illustration-50; por lo que Le Tour se origina dentro de una tradición de divulgación de cuadernos de viajes y aventura más amplia.
La literatura de viajes no nació en el siglo xix; las obras sobre viajeros y sus travesías podrían remontarse a La Odisea, de Homero (s. viii a. C.) o a Robison Crusoe, de Defoe (1719). Este género literario se transformó en el siglo xviii a partir de la competencia mercantilista entre Francia, Inglaterra y Holanda. Esta pugna demandó un formato sistemático y científico, preocupado por la consignación de datos verídicos, con un énfasis más explícito en los aspectos utilitarios de los descubrimientos51. El formato de los libros de viaje se volvió a adaptar en el siglo xix, para incorporar elementos narrativos con énfasis en los pensamientos y las experiencias del viajero52, lo que derivó en la producción de novelas de viajes. De la misma forma, los avances tecnológicos durante este siglo masificaron la divulgación de textos, no solo en formatos extendidos como la novela, sino textos cortos en revistas, que precedieron la crónica periodística. Al utilizar las prensas de reacción y rotativas introducidas en Francia entre 1840 y 1850, la reproducción de ejemplares se disparó entre 6000 a 20.000 ejemplares por hora53. De igual forma, la publicación de los diarios fue cada vez más rápida, tan solo meses después del regreso del viajero54. Esto último contribuyó al sentido de inmediatez y espectacularidad que se asociaba con la información de ‘primera mano’ de los lugares ‘exóticos’ visitados.
El interés por la producción de este tipo de literatura hizo parte del proyecto educativo de la Tercera República. Charton, antes de Hachette, fue secretario general del Ministerio de Instrucción Pública (1848)55. Este ministerio conformó el Servicio de Misiones Científicas y Literarias (1842) y una Comisión de Misiones (1874) para viajes de exploración y estudio dentro y fuera de Francia56. Asimismo, el gobierno invirtió en la divulgación de los libros de historia y geografía como parte de un proyecto de alfabetización de la población general y para la formación de funcionarios públicos en las colonias. Para ello, distribuyeron en las bibliotecas públicas y las escolares los libros de geografía y de ciencia ficción geográfica, así como las novelas de la serie Los Viajes Extraordinarios, de Jules Verne. Estos textos llegaron a constituir una cuarta parte del catálogo oficial, pues se creía que contribuían a “la enseñanza del conocimiento y el amor por Francia y para facilitar la expansión francesa en las colonias extranjeras”57.
Dentro de las áreas geográficas reseñadas a través de estas publicaciones de viajes, los territorios americanos tuvieron un papel protagónico. Tras las independencias de las antiguas colonias, los viajeros pudieron acceder a un territorio poco conocido por las previas restricciones de acceso impuestas por las coronas española y portuguesa. En las descripciones realizadas por aquellos que habían visitado la región en los albores de las luchas independentistas, especialmente Humboldt y Bonpland, América era catalogada como “una naturaleza primigenia, un espacio no reclamado y atemporal”58. Los seguidores de Humboldt en Europa, y particularmente en Francia, buscaron incursionar en América para explorar este espacio incógnito y ‘descubrir’ sus riquezas. También, actuaron buscando cumplir ideales románticos del viaje como un espacio para descubrirse a sí mismos, para aprender y cultivar la mente59 y observar los últimos vestigios del mundo primitivo y salvaje60.
Los viajeros visitantes a América del siglo xix, como Crevaux y Chaffanjon, inspirados por Humboldt, buscaron reflejar en sus textos e imágenes el espíritu pintoresco y romántico de la época y la visión particular del científico prusiano sobre cómo debía ser representado este territorio. A diferencia de las descripciones y los dibujos científicos producidos durante las expediciones anteriores a esta región, los diarios de viaje y las ilustraciones pintorescas partían de una actitud estética61, que redefinía la belleza como la representación de lo magnífico y lo sublime62. Los viajeros debían entonces reflejar una actitud contemplativa del paisaje, que diera cuenta de este ideal estético, inspirándose en las observaciones detalladas de primera mano -propias del método científico-. También, debían seguir las vistas de pintores que lograban captar lo armónico del paisaje e inspirar sus composiciones, pero incluyendo su mirada subjetiva del lugar experimentado63. En esta medida, lograron seguir el ideal humboldtiano, que demandaba “un desarrollo de las impresiones directas, que, al ser recibidas por la contemplación externa, deben ser fecundadas por las potencias de la mente, para ser devueltas a los sentidos de otros como obras de arte”64.
La estrategia adoptada por las revistas seriadas como Le Tour du Monde de acompañar los textos con imágenes pintorescas respondía al gusto de la época. Igualmente, al considerar los bajos índices de alfabetización de la población francesa65, las imágenes fueron cruciales en este tipo de publicaciones con una circulación masiva para transmitir las historias de los viajeros al público general. Estas ilustraciones permitían visualizar a los protagonistas, lugares y eventos descritos, como una forma de arte documental que registra tipos, costumbres y paisajes de un territorio particular66. No obstante, estas imágenes no deben ser entendidas como representaciones directas u objetivas, teniendo en cuenta el estilo romántico dentro del que se enmarcan, los tipos ideales y sintéticos con los que se transmite el conocimiento y los procesos de producción y autorías múltiples a las que se ven sometidas en el proceso de publicación.
Los bosquejos o fotografías consignados por los viajeros o sus acompañantes eran editados por instrucción de los autores y de los artistas de la editorial para la creación de los grabados67. Las imágenes eran alteradas para enfatizar escenas llamativas dentro del relato que permitieran captar la atención del lector68 y para que sirvieran como herramientas sintéticas que condensaran varios episodios de la historia dentro de una sola composición69. Estas apropiaciones de la imagen ocurrían incluso con el uso de fotografías, que, aunque eran presentadas al público como garantía de autenticidad, eran modificadas para suplir las necesidades románticas, científicas/pedagógicas o retóricas de la publicación70. En el caso particular del Orinoco, el ilustrador principal de la casa editorial Hachette, encargado de diseñar las imágenes publicadas de Crevaux y Chaffanjon, fue Edouard Riou (1833-1900), discípulo de Daubigny y Gustav Doré, quien también trabajó para la casa editorial Hetzel, a cargo de la publicación de las novelas de los Viajes Extraordinarios, de Jules Verne71. Con la ayuda de una multitud de grabadores, algunos anónimos y otros cofirmantes de sus obras72, Riou alcanzó la fama como uno de los ilustradores más prolíficos de su época. Las imágenes del Orinoco creadas por Riou y su taller editorial combinaban realidad y ficción, y fueron el referente visual que sirvió a los lectores europeos para conocer e imaginar este territorio americano.
4. Los tropos del Orinoco en la mirada francesa
El material visual producido por las expediciones al Orinoco incluyó fotografías, mapas, bocetos y grabados, algunos hechos durante las expediciones. De las 244 imágenes analizadas, 153 son grabados publicados en sus novelas ilustradas (94 de Crevaux y 59 de Chaffanjon) y 91 son imágenes producidas en campo (43 de Crevaux y 48 de Chaffanjon), hoy depositadas en el archivo de la Société de Géographie. Las imágenes fueron clasificadas bajo las categorías pictóricas de paisaje, retrato, naturaleza muerta, escena narrativa y mapas, y, a partir de su análisis, se identificaron temas o tropos que atraviesan la caracterización del Orinoco (tabla 1). Los textos acompañantes inspiran la construcción de las imágenes, y estas se convierten en figuras retóricas icónicas que identifican a la región a través de la mirada europea73.
Fuente: Tabla realizada por las autoras a partir de las obras publicadas y fotografías de archivo [Gallica.bnf.fr] de Jules Crevaux y Jean Chaffanjon.
La categoría de paisaje, la segunda más común dentro del corpus de imágenes, incluye escenas pintorescas de pueblos e icónicos cuerpos de agua, como los raudales de Atures y Maypures, que definen el tropo del viaje fluvial (imagen 3). El río es el personaje y escenario principal a través del cual transcurre el recorrido y su inmensidad se evidencia al ubicar a los diminutos viajeros en primer plano. A pesar de las imágenes idílicas en balsa, el texto nos recuerda que en su interior se esconden animales peligrosos, en particular los caimanes. Como se afirma en la novela de Chaffanjon:
“En el Apure se crían multitud de caimanes que provocan muchos accidentes. En un solo recodo del río, vi cientos de esos anfibios; desprenden un olor a almizcle tal que el aire se infecta y se hace desagradable de respirar (…). Todos esos parajes son malsanos, pero extraordinariamente fértiles. Los excelentes pastos alimentan al más sabroso y hermoso ganado que se puede encontrar”74.
Fuente: (Izq.) Édouard Riou, “Raudal de Maipure”, L’Orénoque et le Caura, 1889, 191. (Der.) Édouard Riou, “Saut de Sardinel”, Voyage dans l'Amérique du sud, 1883, 557.
El contraste entre las aguas turbias y los llanos fértiles es un recurso retórico común en las descripciones de los viajeros sobre el trópico, conocido como un espacio con un clima hostil y enfermizo, pero exuberante de vida y recursos útiles75. Su uso en las descripciones del Orinoco lo ubica dentro de los espacios tropicales, física y moralmente deprimidos, pero potencialmente domesticables.
Los retratos de individuos o grupos, el tercer tipo de imágenes en frecuencia, muestran a los exploradores y su equipo, y a los indígenas locales. Los viajeros son la voz e imagen central del relato (imagen 4). Su representación característica exalta detalles distintivos, como la barba, el sombrero, las botas y las armas, además de instrumentos científicos y banderas como elementos asociados a su oficio ilustrado y su origen foráneo, los cuales encarnan el espíritu de la función civilizadora, vinculado al restablecimiento de valores nacionales76.
Fuente: (Izq.) Theodore Weber, “La curiare pendant les derniers jours de la navigation”, L’Orénoque et le Caura, 1889, 313.(Der.) Jean Chaffanjon, “Orénoque II. 22, La Curiara de l’expédition”. Fotografía sobre vidrio, 10 x 8,5 cm, 1887. Gallica.bnf.fr/Bibliothèque Nationale de France, 1887, SGE SG XGF-119. https://gallica.bnf.fr/ark:/12148/btv1b59643403
En oposición, el tropo de la ‘primitivización’ del indígena exacerba elementos como la desnudez, la pintura corporal y los collares u ornamentos con plumas y semillas y las viviendas de palma. Si bien estos elementos dotan a las imágenes de un valor etnográfico, al compararlas con las fotografías tomadas en campo sobre las que se basan, se evidencia una omisión intencional de objetos identificados como ‘occidentales’. Es el caso de las camisas de algodón, que son eliminadas de varias escenas y reemplazadas por torsos desnudos que denotan una imagen asociada con lo salvaje e inmoral (imagen 5).
Fuente: (Izq.) Edouard Riou, “Piaroas de Mataweni”. L’Orénoque et le Caura, 1889, 205. (Der.) Jean Chaffanjon. “Orénoque II. 18, Indiens Macos”, 1886. Fotografía sobre vidrio, 10 x 8,5 cm, 1886. Gallica.bnf.fr/Bibliothèque Nationale de France, SGE SG XGF-138. http://gallica.bnf.fr/ark:/12148/btv1b5964358s
Aunque algunas descripciones textuales sobre los indígenas en las novelas refuerzan estos estereotipos, hay varias secciones que se refieren a estas poblaciones de una forma más amplia y rica, lo que no se refleja en las imágenes. Las descripciones minuciosas de sus tipos de vestimenta y costumbres denotan una curiosidad genuina por entender sus celebraciones y creencias, más allá de su uso de motes generalizantes, como el de indígenas ‘salvajes’. Sin embargo, las descripciones del aspecto y carácter de poblaciones, como las que hacen de los piaroas como “indígenas [que] padecen enfermedades de la piel y el pecho [… ] es un pueblo que se extinguirá”77, dejan entrever la superioridad desde la que hablan los viajeros y su percepción negativa de los locales.
Otro elemento particular es identificado en las poco frecuentes imágenes de naturaleza, donde aparecen animales y plantas específicas. Las apreciaciones botánicas se hacen en clave de sus usos potenciales, como la de las: “magníficas palmeras maripa (Attalea maripa) [… ] [cuyo] capullo [… ] hervido, podrá reemplazar los almidones que nos faltan”78. Por otro lado, los animales como los jaguares, caimanes, tortugas, pecaríes, peces y serpientes también aparecen como personajes de las escenas narrativas, las más frecuentes en toda la muestra. Aunque en las fotografías y bocetos parecen estar posando, en los grabados de este tipo de escenas se los muestra en momentos de acción, basándose en las descripciones textuales sobre estos reptiles (imagen 6).
Fuente: (Izq.) Édouard Riou. “Apatou enlevé par un caimán”, Voyage dans l’amérique du sud, 1883, 465 . (Der.). Eugène François Marie Lejanne. “Magdalena; Orénoque. 10, Caïman saisissant Apatou sur le radeau”. Fotografía sobre vidrio, 10 x 8,5 cm, 1880. Gallica.bnf.fr/Bibliothèque Nationale de France, SGE SG XGF-37. https://gallica.bnf.fr/ark:/12148/btv1b59642734
En estas escenas dinámicas denominadas como narrativas encontramos las subcategorías etnográficas y arqueológicas, que se diferencian a partir de las referencias textuales. Las imágenes etnográficas representan escenas en las que los viajeros interactúan directamente con los grupos indígenas o criollos que se encuentran en el recorrido. De estas imágenes hay bosquejos en campo que sirvieron a los grabadores como referencia y en donde, por ejemplo, se muestra a los viajeros tratando de integrarse a ciertas actividades festivas, como los bailes comunales nocturnos, en donde aparecen con las camisas arremangadas y sin sombreros (imagen 7), por lo que se desdibujan las diferencias observables entre ambos grupos. En el texto de Crevaux, la interpretación de la escena es menos romántica y revela los sesgos del autor, pues, aunque admite que la celebración es una “escena espectacular”, describe a los indígenas yaruros con un halo infernal como “negras siluetas que tienen aspecto mefistofélico” y a las mujeres como “brujas esperando su turno de entrar en el aquelarre”. Los sentimientos de asombro y aprehensión culminan cuando se refiere a las vasijas con bebidas de la ceremonia, al describirlas como “los trastos de cerámica en que demonios enrojecidos por las llamas hierven mágicas pociones”79, así deshumaniza a los yaruros y sus tradiciones y estas las afilia a costumbres blasfemas.
Fuente: (Izq.) Édouard Riou, “Danse des Yarouros”, Voyage dans l’Amérique du sud, 1883, 571. (Der.). Eugène François Marie Lejanne, “Magdalena; Orénoque. 25, Danse des Yaruros. Orénoque”. Fotografía sobre vidrio, 10 x 8,5 cm, 1881. Gallica.bnf.fr/Bibliothèque Nationale de France, SGE SG XGF-29 https://gallica.bnf.fr/ark:/12148/btv1b59642719
A diferencia de las escenas vividas con las poblaciones actuales, las imágenes de la categoría arqueológica corresponden a objetos o enterramientos de las culturas pretéritas del Orinoco. Los textos hablan de la búsqueda de tribus antiguas y de las referencias de viajeros anteriores que habían registrado hallazgos de huesos y vasijas, como Chaffanjon cuando afirma:
“Visité los alrededores: Punta de Cerro, donde se encuentra la Cueva de Arvina con sus urnas funerarias; la isla Cucurital, donde Crevaux y Lejeanne recogieron cráneos y piezas de cerámica; el Cerro de los Muertos con su gruta; el cementerio de los Piaroa y finalmente el Cerro Pintado con sus inscripciones gigantescas”80.
Los grabados exacerban el paso del tiempo sobre las tumbas en las cuevas, donde aparecen urnas o canastos con restos humanos; así como pinturas o petroglifos. Como se ve en la imagen 8, los grabadores de Hachette adicionaron al boceto y a las fotografías de referencia numerosas lianas y vegetación espesa que parece cubrir los huesos y vasijas, lo que le permite al lector imaginar más fácilmente su antigüedad y su ‘descubrimiento’ como una suerte de ruinas. Vale mencionar que ambos exploradores tomaron plantas, animales, objetos etnográficos y arqueológicos siguiendo las costumbres del coleccionismo decimonónico. Estos objetos se exhibieron en el Musée National d’Histoire Naturelle y Musée d’Ethnographie du Trocadéro81, y así se constituyó una representación sobre Suramérica y sus habitantes a partir de ejemplares biológicos y culturales.
Fuente: (Izq. superior) Edouard Riou, “Cueva des indiens près d’atures”, Voyage dans l’Amérique du sud, 1883, 561. (Der. superior) Eugène François Marie Lejanne. “Magdalena; Orénoque. 24, Caverne du saut Atouré”. Fotografía sobre vidrio, 10 x 8,5 cm, 1881. Gallica.bnf.fr/Bibliothèque Nationale de France, SGE SG XGF-18. https://gallica.bnf.fr/ark:/12148/btv1b5964275z (Izq. inferior) Jean Chaffanjon. “Orénoque II. 5, Grotte du C[er]ro de los Muertos. Rites funéraires des Piaroas. Atures”. Fotografía sobre vidrio, 10 x 8,5cm., 1886. Gallica.bnf.fr/Bibliothèque Nationale de France, SGE SG XGF-129. http://gallica.bnf.fr/ark:/12148/btv1b5964350g (Der. inferior) Jean Chaffanjon. “Orénoque II. 6, Entrée de la grotte de los Muertos. Atures”. Fotografía sobre vidrio 10 x 8,5 cm, 1886. Gallica.bnf.fr/Bibliothèque Nationale de France, SGE SG XGF-128. https://gallica.bnf.fr/ark:/12148/btv1b5964349t
La comparación de los grabados, los bocetos y las fotografías de campo permite, igualmente, observar el proceso de producción de las imágenes y los cambios introducidos para su publicación. El diseño de los grabados se basa en las imágenes de referencia y eso incluso se observa en el ‘efecto espejo’ o de imagen invertida que resulta al imprimir la figura a partir del molde de madera tallado. Aunque el grabado resultante tiene en cuenta la composición y los temas originales, así como la descripción textual acompañante, las modificaciones ejecutadas -bien sea por decisión de los autores y/o de los artistas de la editorial- refuerzan las percepciones del Orinoco como un espacio tropical y primitivo, con aguas y animales peligrosos y enfermedades, con plantas útiles y pobladores salvajes.
5. Imaginarios y la pervivencia de la imagen del Orinoco a través de Verne
El Orinoco fue definido en la prensa ilustrada francesa de finales del siglo xix como la tierra de los rápidos y los caimanes. A través de los testimonios escritos y visuales de los viajeros, este espacio se popularizó como la última frontera explorada de Suramérica, donde Francia logró la hazaña de llegar a las fuentes de uno de los ríos más largos del continente. Esta gesta fue tan popular que fue escogida por Jules Verne (1828-1905) para la serie Viajes Extraordinarios, un corpus que contó con 62 volúmenes, en los que pretendía “reunir todos los conocimientos geográficos, geológicos, físicos, astronómicos, acumulados por la ciencia moderna, y rehacer, en la forma atractiva y pintoresca [... ], la historia del universo”82. Verne, quien era miembro de la Société de Géographie de París, tuvo acceso a los recuentos de los viajes al Orinoco en boletines y presentaciones públicas, y a los fascículos y novelas publicados, e incluso se comunicó con Chaffanjon por medio de su editorial Hetzel para novelar el viaje a las fuentes del Orinoco83.
Si bien Verne se preocupó por usar fuentes académicas, como La Nouvelle Géographie Universelle (1893), de Élisée Reclus84, tenía claro que su misión era la comunicación sencilla y entretenida de sucesos al público general para promover la geografía, por lo que adaptó la trama del viaje a las fuentes del Orinoco para su propia novela, Le Superbe Orénoque (1898). En el relato novelado, la búsqueda de las fuentes del río ocurre paralelamente a la del padre de la protagonista, Jeanne de Kermor, quien había desaparecido en el río años atrás. Disfrazándose de hombre, ella viaja en compañía de un equipo de científicos que disputaban el origen fluvial del Orinoco. Al final, se reencuentra con su padre, quien había fundado una misión evangélica idílica en las fuentes del río, junto a un afluente imaginario del Orinoco85.
El análisis de su novela, en términos literarios y visuales, permite entender los imaginarios geográficos que se transmitieron al público general sobre este territorio y sus habitantes. Esos imaginarios se basan en las experiencias de los viajeros franceses que Verne usa de referencia y, en esa medida, recrea una geografía verídica que utiliza nombres y espacios reales. Sin embargo, estos se mezclan junto con pueblos y ríos inventados por el autor, que, al ser inscritos dentro de los espacios geográficos reconocidos, se confunden en la mente de los lectores como espacios verídicos86. El ejemplo más claro se encuentra en la descripción de las fuentes del río, donde Verne usa las mismas características físicas descritas por Chaffanjon, pero añade una misión evangélica ubicada cerca del Lago Parima, lugar legendario que se creía albergaba a la ciudad de El Dorado87. Esto también se observa en la inclusión de tigres de otras latitudes, que en la novela conviven junto con los conocidos caimanes y las tortugas del río88.
Fuente: (Izq. superior) Édouard Riou, “Le caiman frappe l’embarcation avec une telle violence que nous chavirons”, en L’Orénoque et le Caura, 1889, 41. (Izq. inferior) Édouard Riou, “Le gros caimán se precipite a l’eau”, en Voyage dans l’Amérique du sud, ed. por Jean Chaffanjon, 1883, 463. (Der.) George Roux. “Un de ces énormes sauriens vin s’ebalire…”, Le Superbe Orénoque, 1898, 72.
Los grabados que acompañan la novela desde su edición original incluyen varios de los mismos tropos observados en las publicaciones de Crevaux y Chaffanjon, en donde, por supuesto, se destacan las escenas narrativas de aventuras en los raudales y por el río. Las ilustraciones, realizadas por George Roux (1850?-1929), utilizan diseños directos de las novelas elaborados por Riou89. Las citas directas refuerzan el carácter verídico de la representación del territorio90. Los referentes utilizados son traducidos en función de la novela, por lo que adoptan un formato vertical y reencuadran las escenas, aumentando el elemento de suspenso91. Como se observa en el ejemplo de la imagen 9, el caimán de Roux se encuentra en plena acción batiendo su cola, pero, a diferencia de los caimanes de Crevaux y Chaffanjon, este está más cerca de la embarcación y aún no la ha derribado, por lo que el lector queda a la expectativa de lo que ocurra en las siguientes páginas. Lo mismo sucede en la imagen 10, donde la orientación vertical de la imagen en la obra de Verne destaca el esfuerzo humano en medio de los rápidos, y donde las figuras de los aventureros ganan protagonismo sobre el paisaje que los rodea.
Fuente: (Izq.) George Roux, “Le passage du raudal de Maipures”, en Le Superbe Orénoque, 1898, 227. (Der.) Édouard Riou, “Le raudal d’Atures, aux rochers de Vivoral”, en L’Orénoque et le Caura,1889, 181.
Los imaginarios también incluyen a la geografía humana del Orinoco, que, de acuerdo con Verne y sus lecturas de los viajeros franceses, reflejan la alteridad del trópico. Para el autor, esta tierra se define como de “vastas llanuras, fértiles pero incultas, impenetrables bosques, pantanos inundados en el invierno. Nada más que fieras, ofidios, monos, volátiles, sin olvidar los insectos, y particularmente los mosquitos”. La abundancia de recursos contrasta con la pobreza de sus habitantes indígenas, a quienes Verne caracteriza como “miserables salvajes a los que no había llegado el aliento de la civilización”. Tal era el abandono con el que se percibe esta rica región que Verne la describe como un “desierto, en el que no se aventuraban nunca ni los mercaderes ni los exploradores de la República venezolana”92.
La novela da un giro cuando se refiere a la afortunada llegada de los franceses a estos territorios y sus aportes a los locales. Verne afirma que “tal era aquella porción lejana de Venezuela, su inutilidad, su abandono, cuando un extranjero, un misionero, emprendió la tarea de transformarla”93. Al ubicar una misión en las fuentes del río, Verne alude a la capacidad reformadora de la religión y al potencial cristiano de los indígenas, que pueden superar su condición salvaje de la mano de un religioso europeo.
A su vez, los europeos desconocen la historia indígena local y renombran a su gusto los paisajes observados durante el viaje. En el caso de Crevaux, el explorador inicia su viaje por el ‘inexplorado’ río Guayabero hacia el Orinoco, mientras grita “saludamos al río, que queremos conquistar para la Geografía”94. Esto también ocurre en la expedición de Chaffanjon, cuando el explorador francés, que llegó al lugar con guías indígenas, bautizó dos montañas en la zona, mientras afirmaba: “este pico aún no lleva nombre, yo lo bautizo Maunoir, nombre de nuestro querido secretario general de la Sociedad de Geografía Francesa, [... ], yo doy al [otro] pico de la fuente el nombre de un ilustre francés, Ferdinand de Lessep”95. La conquista cartográfica y toponímica no es menor, pues reafirma la autoridad francesa sobre el territorio y sus habitantes. De esta manera, la geografía imaginada no solo incluye lugares mitológicos, también cambia la topografía de la región en términos familiares para los europeos, nombrando accidentes geográficos con nombres franceses y comparando el Orinoco con otros ríos familiares como el ‘Loira’96.
Conclusiones
Este estudio de las obras producidas sobre las expediciones de Crevaux y Chaffanjon permite identificar los temas discursivos que ubican al Orinoco como parte del trópico, con los dilemas de atraso y potencialidad de desarrollo económico y moral que dicha afiliación implica. Los caimanes peligrosos, los rápidos turbios y los indígenas desnudos popularizados en los medios impresos se convierten en los elementos icónicos de esta región, enfatizando la distancia con el mundo occidental. Las narraciones del trópico son una justificación del accionar civilizatorio a través de la ciencia y la experiencia propia de los lugares templados, ejemplificados en la figura del viajero europeo ilustrado y pudoroso, que avanza en los espacios inhóspitos con sus instrumentos para medir, ilustrar y conquistar los lugares ‘vacíos’ para la geografía y la nación97.
Los viajes de los exploradores, financiados por el gobierno y por las sociedades geográficas, buscaron territorios aprovechables en términos de recursos, siguiendo las prácticas del capitalismo global. No obstante, en el caso francés, la forma de divulgación de estos hallazgos no se limitó a los inversores o patrocinadores oficiales, sino que incluyó al público general a partir del proyecto geográfico y pedagógico de la Tercera República. Esta estaba interesada en promover la expansión francesa en territorios de ultramar con fines comerciales y científicos a través de medios impresos masivos como revistas y novelas ilustradas. El promotor de dichos avances es nuevamente el explorador, la figura donde confluyen la ciencia y la aventura, y quien impulsa los objetivos oficiales en tierras lejanas y su conquista en términos físicos y simbólicos. Tal como lo resume la imagen de Chaffanjon en las fuentes del Orinoco (imagen 11) -basada en una fotografía tomada en otra parte del río que se edita para conseguir el efecto dramático buscado por el ilustrador-, el viajero es quien carga la escopeta, la bandera tricolor y el sombrero, mientras muestra sus ropas raídas y sus pies desnudos como prueba del esfuerzo que significó la hazaña lograda.
Fuente: (Izq.) Édouard Riou, “Le voyageur déployant le drapeau tricolore aux sources de l’Orénoque”, L’Orénoque et le Caura, 1889, 315. (Der.) Autor no identificado, “Retrato de Chaffanjon”. Fotografía sobre papel 17,3 x 12,1 cm, 1886. Gallica.bnf.fr/Bibliothèque Nationale de France, Sg Wf 280 (54). http://expositions.bnf.fr/socgeo/grand/050.htm
Los textos e imágenes producidos sobre la región obedecen las reglas del estilo romántico y pintoresco de la época, y así es como se les ha analizado previamente en términos de estilo y composición. En esta medida, siguen la práctica humboldtiana y se insertan dentro de la tradición pictórica ilustrada para legitimar sus hallazgos y hacerlos atractivos. No obstante, el análisis temático aquí propuesto, que compara las imágenes publicadas con sus referentes de campo inéditos y los textos acompañantes, revela los intereses y sesgos de los autores e ilustradores a la hora de capturar al Orinoco en sus páginas, más allá de sus referentes pictóricos y académicos. Las imágenes que más abundan muestran las aventuras de los viajeros con animales y pobladores locales, y sus travesías por el río y los vastos paisajes fluviales, que exaltan el peligro, el riesgo y la escala del viaje, para el mérito del viajero y de su nación.
Por otro lado, la edición y reutilización de moldes por distintos autores, propia de su época, y los usos de las ilustraciones en las editoriales de este periodo responden a la representación de tipos ideales y composiciones sintéticas que buscan capturar tipos, costumbres y episodios múltiples en una sola imagen, sin que tengan correspondencia con la realidad o la observación directa. Esta forma de producción valora la subjetividad y la exageración, con el fin de reflejar experiencias de primera mano y empatizar con el lector. Aunque los viajeros consignan la información de forma sistemática, recolectando especies y objetos etnográficos y arqueológicos, las imágenes y los textos publicados exaltan el carácter narrativo y expresivo del viaje, que le permiten al lector imaginar la travesía en las tierras foráneas.
Los imaginarios geográficos sobre estas regiones siguen un tipo de representación que combina elementos factuales y ficcionales, cuya mezcla está sesgada por los intereses ideológicos y económicos de la época. La representación de esta región omite elementos que den pistas de la llegada de Occidente, en la medida en que justifica su exploración, descubrimiento e intervención por parte de agentes foráneos. Los paisajes caracterizados como malsanos y deshabitados son usados para justificar la explotación de sus recursos, bajo la promesa de la civilización y el desarrollo. La tropicalidad se expande en el espacio y en el tiempo a otras regiones como la Amazonía, y hasta nuestros días, basados en estos imaginarios y valoraciones exógenas que las han perpetuado como regiones salvajes marginales. Esto último a pesar de que mucho ha cambiado y que, incluso, un siglo después de la visita de los exploradores franceses que llamaron a esta la tierra de los caimanes apenas quedaban menos de 200 ejemplares de esta especie en todo el Orinoco98.