Introducción
La explotación y la exploración comprenden un constructo desarrollado por March (1991) en el ámbito del aprendizaje organizacional, para ayudar a comprender los procesos de adaptación en búsqueda de un mayor desempeño. Este autor, por una parte, define la explotación como el refinamiento, la elección, la producción, la eficiencia, la selección, la implementación y la ejecución; por otra parte, define la exploración como la búsqueda, la variación, la experimentación, la flexibilidad, el descubrimiento y la innovación. Si bien la propuesta de la explotación y la exploración se origina en el marco de la teoría de la adaptación organizacional para comprender los procesos de aprendizaje organizacional (Benner y Tushman, 2003), su desarrollo ha dado lugar a una corriente investigativa importante que ha trascendido hacia otros campos de estudio como la innovación, la gestión del conocimiento y la estrategia (e. g., Andriopoulos y Lewis, 2009; Atuahene-Gima, 2005; Benner y Tushman, 2003; Bierly y Daly, 2007; Gupta, Smith y Shalley, 2006; He y Wong, 2004; Jansen, Van y Volberda, 2006; Lavie, Stettner y Tushman, 2010; Raisch, Birkinshaw, Probst y Tushman, 2009; Simsek, Heavey, Veiga y Souder, 2009).
A pesar de ese amplio desarrollo (sobre todo en la última década)1, no hay un consenso acerca de si ambas lógicas son sustitutas (Adler et al., 2009; Chu, Li y Lin, 2011; Kim, Park y Lee, 2014; Li, Chu y Lin, 2010; Nerkar, 2003) o complementarias (Bierly y Daly, 2007; Knott, 2002). Incluso, entre quienes las reconocen como complementarias, aún no es claro si se equilibran de manera cíclica/alternante (Gilsing y Nooteboom, 2006; Gupta et al., 2006; Piao, 2014; Raisch, 2008; Turner, Swart y Maylor, 2013) o de manera simultánea (Gibson y Birkinshaw, 2004; Han y Celly, 2008; He y Wong, 2004; Simsek et al., 2009; Tushman y O'Reilly ni, 1996). Como bien lo plantearon Su, Li, Yang y Li (2011), "[...] aunque las implicaciones significativas del aprendizaje explorativo y el aprendizaje explotativo han sido bien documentadas, la cuestión de si ellas son complementarias o sustitutas aún permanecen indescifrables" (p. 697).
Tras más de dos décadas desde la propuesta de March (1991), aún no existen estudios de naturaleza teórica que permitan delimitar la investigación realizada para comprender mejor la explotación y la exploración. Este es el vacío que da origen al presente trabajo, con base en las siguientes preguntas: ¿cómo se entienden la explotación y la exploración?, ¿cuáles son las características de la explotación y la exploración vistas como sustitutas y como complementarias? Por lo tanto, el objetivo de este escrito es realizar una aproximación teórica, para delimitar las corrientes investigativas que se han ocupado de la explotación y la exploración, mediante una revisión sistemática exploratoria, técnica cualitativa mediante la cual se identifican, acumulan, decantan y analizan los estudios primarios sobre un tópico particular (Cooper y Hedges, 2009).
Este estudio tiene dos contribuciones de relevancia: en primer lugar, realiza una precisión conceptual acerca de la forma como han sido comprendidas la explotación y la exploración desde diferentes dimensiones de análisis; en segundo lugar, aporta claridad al debate académico con relación a la tensión que representan las decisiones por explotar y explorar, pues expone -desde un ámbito teórico- las principales condiciones en las que la explotación y la exploración se asumen como excluyentes y como complementarias. Los resultados de la decantación y delimitación teórica servirán como referente a estudios futuros en este campo.
De este modo, el presente artículo se divide en cuatro partes: en la primera se introducen los fundamentos conceptuales acerca de la explotación y la exploración; en la segunda se realiza una delimitación teórica de la explotación y la exploración como sustitutas y como complementarias; en la tercera se expone una discusión general del ejercicio teórico y al final, en la cuarta, se introducen las principales conclusiones del trabajo.
Fundamentos teóricos: acepciones acerca de la explotación y la exploración
En su trabajo fundamental, March (1991) introduce el enfoque de la explotación y la exploración, que permite comprender cómo se generan los procesos de adaptación organizacional en términos de aprendizaje. Así, la explotación comprende el proceso a través del cual se toma ventaja de lo actual, aprovechando los recursos para desarrollar cosas novedosas, e incluye el refinamiento, la elección, la producción, la eficiencia, la selección, la implementación y la ejecución. La exploración, por su parte, representa el proceso a través del cual se ensayan nuevas formas de realizar las cosas en términos de búsqueda, variación, experimentación, flexibilidad y descubrimiento.
En términos generales, se pueden establecer las siguientes comparaciones:
Mientras la explotación tiene una orientación de mejoramiento de los recursos productivos actuales en el corto plazo, la exploración tiene una perspectiva de desarrollo de nuevas competencias a largo plazo (Atua-hene-Gima, 2005; Bierly y Daly, 2007).
La explotación tiene una lógica de estabilidad y control; por el contrario, la exploración representa la flexibilidad y asunción de riesgos (Huang y Li, 2012).
Mientras la explotación significa rutinización y estandarización, la exploración implica un paradigma de experimentación para superar prácticas obsoletas (Lewin, Long, y Carroll, 1999).
La explotación se asocia con estructuras mecánicas y burocráticas, sistemas fuertemente acoplados, dependencia de caminos, y mercados y tecnologías estables; la exploración se relaciona con estructuras orgánicas, sistemas débilmente acoplados, ruptura de caminos, improvisación, autonomía, caos y mercados y tecnologías emergentes (He y Wong, 2004).
Por un lado, la explotación implica tecnología, entendida como la aplicación de conocimientos para generar productos y servicios; por el otro, la exploración comprende ciencia, en el sentido de la investigación fundamental para producir conocimiento (Geiger y Makri, 2006; Li, Vanhaverbeke y Schoenmakers, 2008).
Mientras la explotación representa una estrategia basada en la ventaja competitiva y las prácticas de negocio actuales, que expande la base de conocimiento para desarrollar habilidades con fines comerciales, la exploración representa una estrategia basada en el aprendizaje estratégico logrado, que se orienta a producir nuevo conocimiento buscando nuevas oportunidades de mercado (Sirén, Kohtamäki y Kuckertz, 2012).
De acuerdo con Gupta et al. (2006), la explotación y la exploración han sido objeto de diferentes definiciones y connotaciones, cuyo eje central ha estado representado por el aprendizaje organizacional y la innovación. En tal sentido, se ha asumido la explotación como la utilización del conocimiento pasado y la exploración como la producción de nuevo conocimiento (Atuahene-Gima, 2005; Katila y Ahuja, 2002; Lee y Huang, 2012; Nerkar, 2003), cuyos resultados inducen diversos tipos de innovación (Benner y Tushman, 2003; He y Wong, 2004; Jansen et al., 2006). Asimismo, la explotación y la exploración han sido analizadas según el ámbito de adquisición y aplicación del conocimiento, ya se trate de un aprovechamiento local-aprendizaje intraorganizacional- o una adquisición distante -aprendizaje interorganizacional- (Donate y Guadamillas, 2011; Holmqvist, 2004): el primero tiene relación con la búsqueda en profundidad -igual trayectoria-, en tanto que el segundo se asocia con la búsqueda en amplitud -diferente trayectoria- (Phene, Tallman y Almeida, 2012; Rosenkopf y Nerkar, 2001). Frente a un contexto de concepción tan amplio, Gupta et al. (2006) proponen entender la explotación y la exploración: I) como tipo o cantidad de aprendizaje más que como presencia o ausencia del mismo y II) según el nivel de análisis, ya sea individual, grupal u organizacional.
Ante la amplia variedad de consideraciones acerca de la explotación y la exploración, Li et al. (2008) exponen que no hay por qué tratar de encontrar una definición universal. Estos autores proponen abordar el estudio de la explotación y la exploración utilizando dos dimensiones: una, correspondiente al dominio funcional con base en el análisis de la cadena de valor; la otra, referida al dominio de la distancia del conocimiento, esto es, la brecha existente entre la base de conocimiento actual y los nuevos conocimientos que la empresa busca. Desde esta perspectiva, se asume que las empresas explotan el conocimiento en cualquier punto de su cadena de valor dentro de sus límites organizacionales y exploran el conocimiento que no les es familiar más allá de sus fronteras (Holmqvist, 2004; Rosenkopf y Nerkar, 2001; Rothaermel y Deeds, 2004).
De acuerdo con lo expuesto hasta el momento, puede entenderse que los conceptos de explotación y exploración representan procesos organizativos difíciles de precisar conceptualmente, dada la diversidad de perspectivas desde las que pueden ser analizados, así como la variedad de ámbitos organizativos en los que pueden tener influencia. La tabla 1 representa un esfuerzo de síntesis, ordenación y clarificación de las principales dimensiones y aspectos organizacionales conectados con la explotación y la exploración, que pueden contribuir a una mejor comprensión de ambos conceptos.
Desarrollo: hacia una delimitación teórica de la explotación y la exploración
Independientemente del enfoque teórico que se ha desarrollado en los estudios organizacionales y de la gestión, las decisiones acerca de explotar o explorar están determinadas por los requerimientos de un mejor desempeño organizacional (Auh y Menguc, 2005; Burton y Obel, 2004; Im y Rai, 2008). Dada la limitación de recursos, las empresas tienen que optar por invertir ya sea en el refinamiento y extensión de los conocimientos, habilidades y procesos existentes, ya sea en la adquisición de nuevos conocimientos, habilidades y procesos (Atuahene-Gima, 2005; Chu et al., 2011; Katila y Chen, 2008). La necesidad de elegir hace que las empresas apliquen la explotación y la exploración de manera sustituta o complementaria según sus necesidades (Gupta et al., 2006). A continuación, se desarrolla una delimitación teórica de esta cuestión.
La explotación y la exploración como competencias contrarias o sustitutas
El dilema de la productividad, que William Abernathy postuló en la década de los setenta (citado por Benner y Tushman, 2003), enfrenta las organizaciones a la difícil elección entre i) estabilidad, mediante la eficiencia, o ii) flexibilidad, a través de la innovación y el desarrollo. Según Adler et al. (2009), este dilema se ve reflejado en las condiciones de rutinización de la organización, como forma de conocimiento que guía la actividad organizacional. Esto es, cuando un problema es resuelto, se genera un aprendizaje que orienta soluciones futuras a situaciones similares. A mayor stock de conocimiento, la empresa desarrolla una mayor explotación que favorece la eficiencia, pero a su vez se genera estancamiento a causa de una mayor rutinización. Esta situación termina siendo muy arriesgada, pues el conocimiento anquilosado impide el desarrollo de uno nuevo. Sin embargo, cuando la empresa percibe fuertes cambios ambientales, debe adaptarse, por lo que inicia procesos de transformación mediante la potenciación de la exploración de nuevo conocimiento y nuevos desarrollos innovativos.
En línea con el dilema de la productividad del autor Abernathy, los planteamientos germinales de March (1991) y de Levinthal y March (1993) indicaron que la explotación y la exploración son dos opciones estratégicas distintas que, al requerir diferentes capacidades, llevan a que la organización realice una serie de intercambios o compensaciones para focalizarse en una u otra. Tal enfoque estará determinado por las decisiones frente a los beneficios esperados, ya sea en el corto o en el largo plazo. Esas elecciones implican que la explotación-exploración representen estrategias sustitutas, y conllevan asociaciones inversamente correlacionadas (Bierly y Daly, 2007).
En este sentido, diversas investigaciones han reportado correlaciones negativas entre la explotación y la exploración, lo que indica que a mayor explotación hay menor exploración y viceversa; esto da apoyo a la tesis de elección discreta, según la cual el privilegio hacia una produce la desatención de la otra (e. g., Beckman, 2006; Chu et al., 2011; Katila y Chen, 2008; Kim, Song y Nerkar, 2012; Kim et al., 2014; Li et al., 2010; Mom et al., 2007; Nerkar, 2003; Phene et al., 2012; Voss, Sirdeshmukh y Voss, 2008; Yang y Li, 2011).
Esos estudios destacan la condición sustituta entre la explotación y la exploración. Por ejemplo, Beckman (2006) encontró que las experiencias previas y las relaciones pasadas del equipo de fundadores de la empresa determinan las elecciones que realizan para explotar y explorar, de forma que las afiliaciones comunes en empresas anteriores activan un mejor entendimiento para la explotación, y las afiliaciones con diversos contactos potencian la exploración. Chu et al. (2011) hallaron evidencia de la incompatibilidad entre el aprendizaje explotativo y el aprendizaje explorativo, pues un alto nivel de uno conlleva a un bajo nivel en el otro a causa de la competencia por los recursos escasos, lo que implica que el balance se da en condiciones de una alta-baja combinación del aprendizaje. Kim et al. (2014) mostraron que las inversiones en investigación y desarrollo para promover acciones explotativas producen una influencia negativa sobre los resultados de innovación explorativa. Kim et al. (2012) corroboraron la tesis de intercambio al mostrar que el aprendizaje explo-tativo correlaciona negativamente con el aprendizaje ex-plorativo cuando se usan como estrategias para promover la innovación en términos de cantidad e impacto. Voss et al. (2008), por su parte, indicaron que la disponibilidad de recursos interactúa con las amenazas ambientales para inducir la explotación y la exploración; en este sentido, los recursos absorbidos están asociados con un incremento en la explotación y un decremento en la exploración, y los recursos no absorbidos producen una alta exploración y una baja explotación ante las amenazas ambientales. Yang y Li (2011) afirmaron que el dinamismo ambiental y la intensidad competitiva moderan el comportamiento explo-tativo y explorativo, de forma que, a mayor dinamismo del ambiente, la exploración favorece mejor el desempeño, y a mayor intensidad competitiva, la explotación induce mejor el desempeño. Katila y Chen (2008) sustentaron la existencia de los intercambios entre explotación y exploración cuando las empresas, en el terreno competitivo, se ven obligadas a decidir si introducen en el mercado mayor cantidad de productos con mínima innovación, o si lanzan productos más innovadores pero en menor cantidad. Finalmente, Nerkar (2003) mostró que la explotación tiene una relación lineal con el desempeño, mientras que la exploración presenta una relación curvilínea.
Tales resultados refuerzan la idea de cierta tensión entre la explotación y la exploración, y muestran que algunas empresas realizan elecciones discretas según la disponibilidad de los recursos o las condiciones organizacionales y ambientales. Así, en ciertos momentos de su ciclo adaptativo o explotan o exploran, ya sea porque busquen adaptabilidad o flexibilidad, o bien porque persigan la certidumbre de las ganancias a corto plazo como una manera de apalancar los rendimientos esperados a largo plazo (Lavie et al., 2010). Sin embargo, como lo exponen Lavie et al. (2010), "[...] no hay que confundir la asociación inversa entre la exploración y explotación con la limitada capacidad de una organización para equilibrar estas actividades" (p. 118), pues puede ocurrir que esos intercambios reflejen el desconocimiento de los efectos que producen la explotación y la exploración según los antecedentes ambientales y organizacionales. Como demostraron estos autores, la tendencia a explotar o a explorar está afectada por factores como el ambiente, la edad, el tamaño, la disponibilidad de recursos, la capacidad de absorción, la estructura y la cultura organizacional. En una idea afín, Gupta et al. (2006) y Li et al. (2010) reconocen que la explotación y la exploración como sustitutas se hacen más evidentes en dominios muy particulares como, por ejemplo, en el ámbito intraorganizacional: en aquellas empresas que, por sus condiciones de tamaño, estructura y disponibilidad de recursos, no pueden hacer una separación buscando su balance o complementariedad. Este argumento también es soportado por Atuahene-Gima (2005), quien expone que una alta exploración necesita estar compaginada con una baja explotación con objeto de mejorar el desempeño y viceversa.
La explotación y la exploración como competencias complementarias
Las perspectivas que analizan y establecen las competencias de explotación y exploración como contrarias o sustitutas ignoran el valor del aprendizaje organizacional y las sinergias que produce el conocimiento (Bierly y Daly, 2007). Por lo tanto, como una alternativa a la óptica de los intercambios entre explotación y exploración, surge una extensa línea de investigación que ha mostrado la naturaleza complementaria entre ellas (Knott, 2002).
Los estudios en esta corriente proponen la tesis del balance complementario entre la explotación y la exploración, como una condición tanto de simultaneidad, como de separación a modo de ciclo sucesivo, en la cual -según las circunstancias ambientales y organizacionales- ambas lógicas pueden coexistir o ser alternantes y recursivas (Gilsing y Nooteboom, 2006; Lewin et al., 1999; Piao, 2014; Raisch, 2008).
Uno de los aspectos clave en esta perspectiva es comprender en qué consiste la complementariedad entre la explotación y la exploración, una consideración que no es nada fácil de realizar (Adler et al., 2009; Gupta et al., 2006; Lavie et al., 2010). Conceptualmente, se ha propuesto la noción de ambidextralidad como la que mejor representa ese estado (Gibson y Birkinshaw, 2004; Raisch et al., 2009). Sin embargo, de acuerdo con Lavie et al. (2010), la ambidextralidad "[... ] solo es una aproximación para simultáneamente explorar y explotar" (p. 127), en tanto que la separación implica una concepción ampliada del balance complementario.
Por lo tanto, la noción de balance es la que mejor determina la lógica comunal y complementaria entre explotación y exploración2 (Gupta et al., 2006; Kauppila, 2010; Lavie et al., 2010; Raisch et al., 2009; Simsek, 2009). Precisamente autores como Raisch et al. (2009) y Lavie et al. (2010) han mostrado cuatro posibilidades diferentes de lograr dicho balance, las cuales han definido como la ambidextralidad y la separación, esta última clasificada como separación organizacional, separación temporal y separación de dominio. A continuación, se hace un esbozo de ellas:
i. La ambidextralidad resuelve la tensión de intercambios entre la explotación y la exploración, pues comprende una condición que las conjuga de manera simultánea (Birkinshaw y Gupta, 2013; Simsek et al., 2009). Esto es, las organizaciones ambidextras son aquellas capaces de gestionar cambios incrementales y radicales con el mismo nivel de habilidad (Kauppila, 2010; Tushman y O'Reilly iii, 1996), de manera que logran la eficiencia en el corto plazo como una forma de apalancar un mayor desempeño sostenible en el tiempo (Raisch et al., 2009). La característica sustancial de la ambidextralidad es que su aplicación se da a nivel de la firma o de equipo de manera recíproca y concurrente en un mismo ámbito de actividad (Lavie et al., 2010).
ii. La separación organizacional o estructural surge ante la necesidad de las organizaciones de lograr la congruencia entre sus actividades organizacionales y el ambiente para alcanzar un buen desempeño, e implica realizar explotación y exploración en diferentes subunidades, por lo que el nivel de análisis es la organización (Lavie et al., 2010). Cuando el ambiente influye en el comportamiento organizacional, las empresas tienden a la diferenciación de sus unidades para compensar la in-certidumbre y, al mismo tiempo, establecen mecanismos de integración para garantizar la coordinación (Raisch et al., 2009). En esta perspectiva, las organizaciones efectúan explotación en áreas en donde se debe promover la eficiencia, y realizan exploración en áreas en donde se debe inducir la innovación (Benner y Tushman, 2003; Han y Celly, 2008; Li y Huang, 2012). Por ejemplo:
Unidades como la producción son responsables de la explotación, mientras que unidades como la comercialización y ventas son responsables de la exploración. Estas unidades, aunque separadas, se mantienen unidas por un objetivo estratégico común, por un conjunto fundamental de valores y por vínculos estructurales que permiten una integración efectiva de los esfuerzos independientes (Simsek, 2009, p. 599).
Pero la separación estructural no solo se verifica en unidades productivas, sino también en diferentes puntos de la cadena jerárquica (Jansen, Tempelaar, Van den Bosch y Volberda, 2009; Lubatkin et al., 2006; Simsek, 2009). Así, puede ocurrir que la formulación de la exploración corresponda al nivel estratégico de la firma, mientras la ejecución de la explotación se verifique en el nivel operativo (Chandrasekaran, Linderman y Schroeder, 2012). Este tipo de balance es más común en empresas grandes, y las condiciones para alcanzar un mayor desempeño están supeditadas a los mecanismos de integración que la empresa sea capaz de desarrollar para alinear las áreas que explotan con las áreas que exploran (Raisch, 2008).
iii. La separación temporal se da a nivel de la firma y comprende ciclos secuenciales en el tiempo, durante los cuales la organización explota y explora de manera proactiva y sucesiva según sus necesidades de adaptación y flexibilidad (Lavie et al., 2010). Esta condición se basa en el equilibrio puntual arraigado en la teoría evolucionista que describe las transformaciones organizacionales a modo de ciclos de convergencia y agitación, en los que la explotación y la exploración se posibilitan una a la otra de manera alternante y sucesiva (Gilsing y Nooteboom, 2006; Gupta et al., 2006; Lewin et al., 1999; Piao, 2014).
iv. La separación de dominio es una alternativa reciente que analiza el balance entre la explotación y la exploración a nivel interfirma. Lavie et al. (2010) proponen que, en las relaciones interfirma, la explotación y la exploración pueden tener lugar en tres dominios diferentes que, conjuntamente, describen la alianza como: a) función (función de la alianza en la cadena de valor), b) estructura (con cuál partner se establece la alianza) y c) atributo (en qué medida se diferencia el partner actual de los partners anteriores). Las presiones internas por la explotación y la exploración pueden restringir el aprendizaje dentro de un único dominio, motivo por el cual las empresas pueden tratar de equilibrar ambas tendencias moviéndose entre los diversos dominios (Lin, Yang y Demirkan, 2007). Es decir, el equilibrio entre explotación y exploración puede tener lugar tanto en cada uno de los dominios como a través de ellos. Por ejemplo, una empresa puede establecer una alianza para actividades de innovación y desarrollo (I+D) -exploración en la función-, con un partner habitual -explotación en la estructura- diferente en tamaño y actividad respecto a los otros partners de la empresa -exploración en los atributos- (Lavie et al., 2010). Por tanto, los resultados organizacionales dependerán de las acciones de explotación y exploración que se realicen a través de estos dominios (Lin et al., 2007). Como demuestran Lavie et al. (2011), en su estudio acerca de las alianzas de portafolio en el negocio del software, las empresas mejoran sus beneficios y valor de mercado cuando exploran en un dominio mientras explotan en otro; por ejemplo, pueden aprovechar los vínculos con empresas socias en términos de manufactura o mercadeo, al tiempo que buscan nuevas relaciones colaborativas en términos de intercambio tecnológico. El enfoque de dominio adquiere particular relevancia dado el papel de las alianzas entre empresas como alternativa estratégica a partir de la cual se adquiere, desarrolla y transfiere conocimiento (Holmqvist, 2004; Koza y Lewin, 1998; Rosenkopf y Nerkar, 2001; Rothaermel y Deeds, 2004).
En consideración de todo lo expuesto en esta sección, a manera de síntesis, en la figura 1 se presentan las dos perspectivas desde las que han sido entendidas e investigadas la explotación y la exploración.
La explotación, la exploración y el desempeño
Uno de los principales focos de atención en la investigación sobre explotación y exploración ha sido el tratar de comprender y explicar su efecto sobre el desempeño organizacional (Bierly y Daly, 2007; Junni, Sarala, Taras y Tarba, 2013; Lavie et al., 2010; Lee y Huang, 2012). Puede ocurrir que las organizaciones decidan racionalizar sus prácticas productivas antes de iniciar procesos de expansión. Esta alternativa lleva a que centren sus esfuerzos en potenciar los recursos actuales y en estandarizar el trabajo, lo que les representa una cierta estabilidad sobre todo en entornos turbulentos (Chang, Hughes y Hotho, 2011; He y Wong, 2004). Sin embargo, esta situación rápidamente les impone el reto del crecimiento, para lo cual deben redireccionar sus estrategias buscando promover cambios que favorezcan la innovación y el desarrollo (Atuahene-Gima, 2005; Blindenbach-Driessen y Van den Ende, 2014; Jansen et al, 2006; Kim y Atuahene-Gima, 2010; Markides, 2013). Así, en su ciclo evolutivo, las empresas hacen frente a la paradoja de la rigidez y la flexibilidad, ya que si impulsan las competencias de explotación pueden afectar las competencias de exploración y viceversa (Andriopoulos y Lewis, 2009; Atuahene-Gima, 2005; Nemanich, Keller y Vera, 2007; Sun y Lo, 2014). Tal circunstancia les lleva a decidir entre tres posibilidades: i) concentrarse en sus objetivos de eficiencia para mejorar sus rendimientos operativos (Auh y Menguc, 2005; Burton y Obel, 2004), ii) orientarse hacia sus objetivos de eficacia, para buscar mayores rendimientos estratégicos (Im y Rai, 2008; Sanders, 2008; Sirén et al, 2012) y iii) dirigirse hacia el balance entre la explotación y la exploración (Benner y Tushman, 2003; Bierly y Daly, 2007; He y Wong, 2004; Kauppila, 2010; Lavie, Kang y Rosenkopf, 2011).
En este sentido, la investigación ha mostrado el efecto positivo de la explotación y la exploración sobre el desempeño, ya sean analizadas por separado o conjuntamente. En cuanto al análisis por separado, Menguc y Auh (2008) mostraron que las empresas con estrategia "exploradora" mejoran el desempeño a través de acciones explorativas, mientras que las que siguen una estrategia "defensiva" mejoran el desempeño mediante acciones explotativas. Sanders (2008) halló que diferentes patrones de uso de las tecnologías de la información en organizaciones de una cadena de abastecimiento inciden de distinta manera sobre los resultados de sus clientes: mientras el patrón explotativo favorece los beneficios operativos, el patrón explorativo induce de mejor manera los beneficios estratégicos. Por su parte, Katila y Ahuja (2002) explicaron que las empresas realizan la búsqueda del conocimiento, ya sea en términos de amplitud (exploración) o en términos de profundidad (explotación), produciendo efectos distintos sobre el desempeño. Li, Wang y Liu (2011) mostraron que tanto el aprendizaje explorativo como el explotativo son indispensables para la empresa, ya que el desarrollo a largo plazo y la productividad a corto plazo son determinantes esenciales del desempeño y la perdurabilidad de la firma. Morgan y Berthon (2008) y McDermott y Prajogo (2012) encontraron una influencia positiva de la innovación explotativa y explorativa sobre el desempeño. Finalmente, Belderbos, Faems, Leten y Looy (2010) establecieron que el intercambio de actividades tecnológicas explorativas entre los socios de una red de colaboración produce efectos positivos sobre el desempeño financiero.
Si bien la explotación -a partir de los aprovechamientos del conocimiento local- y la exploración -mediante la búsqueda externa de nuevo conocimiento- pueden favorecer de forma separada los resultados organizacionales (Auh y Menguc, 2005; Holmqvist, 2004; Nerkar, 2003), la investigación sugiere que el balance ambidextro entre ambas produce un impacto más significativo sobre el desempeño (He y Wong, 2004; Lubatkin et al. 2006; Simsek et al., 2009; Tushman y O'Reilly III, 1996).
Por ello, un balance ambidextro entre la explotación y la exploración es deseable para superar los inconvenientes operativos y potenciar las posibilidades estratégicas. De este modo, se puede equilibrar la adaptabilidad en el corto plazo con la flexibilidad necesaria para garantizar la perdurabilidad en el largo plazo, lo que conlleva un mayor desempeño de la organización (Cao, Gedajlovic y Zhang, 2009; Lubatkin et al,, 2006; Simsek, 2009; Turner et al,, 2013).
Discusión
La concepción inicial de March (1991) y de Levinthal y March (1993) representó un desafío importante para la investigación subsiguiente en el campo de la adaptación organizacional, consistente en resolver esa paradoja respecto a las implicaciones que tiene enfocarse en la explotación o en la exploración (Atuahene-Gima, 2005; Gilsing y Nooteboom, 2006; Gupta et al,, 2006; Han y Celly, 2008; Lin, McDonough, Lin, y Lin, 2013). Dado que los recursos organizacionales tienen una naturaleza finita, el cuestionamiento subyacente es cómo conjugar la explotación y la exploración sin afectar el desempeño (Lee y Huang, 2012). El interés por resolver esta cuestión ha animado diferentes investigaciones que han hallado dos comportamientos opuestos entre sí: i) la explotación y la exploración son contrarias, y ii) la explotación y la exploración son complementarias (balance en términos de ambidextralidad y de separación).
El análisis de las investigaciones teóricas y empíricas permite concluir que las decisiones acerca de si una empresa explota o explora (de forma simultánea o complementaria) están determinadas por diferentes factores contextuales y organizacionales tal y como lo presentaron Lavie et al. (2010). A continuación se discuten sucintamente algunos de esos factores:
En las grandes empresas, a causa de un mayor afianzamiento en sus procesos y un mayor slack organizacional, es más factible que la explotación y la exploración se den de manera simultánea (Cao et al, 2009), pudiéndose por ejemplo explotar en el área de producción y explorar en el área de marketing (Raisch, 2008). En cambio, en las pymes, ese mismo slack restringido lleva a decidir si explotar o explorar (Li y Huang, 2012).
En las empresas de alta tecnología, que son intensivas en investigación y desarrollo, es más probable que se adelanten actividades explorativas y explotativas (Gedajlovic, Cao y Zhang, 2012; Gilsing y Nooteboom, 2006) y a su turno, en las empresas manufactureras, debido a su presión por la eficiencia, pueden hacerse más verificables las actividades explotativas -por encima de las explorativas- (Beckman, 2006).
Las organizaciones caracterizadas por estructuras mecánicas, debido a la rutinización y la estandarización, son más proclives a la explotación; en cambio, las organizaciones tipo orgánicas, gracias a su flexibilidad y capacidad adaptativa, son más aptas para la exploración (He y Wong, 2004; Jansen et al., 2006); sin embargo, las organizaciones que desarrollan capacidades ambidextras logran acomodar sus estructuras según las contingencias (Raisch, 2008; Raisch et al., 2009).
Las relaciones interorganizacionales son una fuente importante para intercambiar recursos y capacidades, por lo que se convierten en una estrategia ideal para la explotación y la exploración. Así, una empresa puede iniciar una alianza para explorar nuevo conocimiento, cuya absorción le permita explotarlo endógenamente (Holmqvist, 2003; Lavie et al., 2011; Rothaermel y Deeds, 2004).
La intensidad competitiva y rivalidad en el mercado afectan la forma en la que las empresas explotan y exploran. Así, frente a una fuerte presión de la competencia, las empresas evitan la exploración para ahorrar los costos que implica la experimentación y se concentran más en la explotación para aprovechar las ventajas adquiridas con las que enfrentar la incertidumbre (Kim y Atuahene-Gima, 2010; Li et al, 2010; Nerkar, 2003).
El dinamismo ambiental también afecta las decisiones acerca de la explotación y la exploración. Ante un contexto turbulento y hostil, las empresas explotan menos para evitar la estandarización y rutinización que impiden la flexibilidad necesaria para enfrentar las fuerzas ambientales, e impulsan más la exploración para buscar nuevos conocimientos y tecnologías que les favorezcan la innovación y el desarrollo de nuevos mercados (Atuahene-Gima, 2005; Chang et al, 2011; Kim y Atuahene-Gima, 2010).
Puede decirse entonces que esas diferencias acerca de la explotación y la exploración (como complementarias o sustitutas) se deben necesariamente a los diversos factores contingenciales (endógenos y exógenos) a los que se enfrentan. Además, todas estas condiciones pueden implicar diversas incidencias sobre el desempeño. Como lo plantearon He y Wong (2004), "[...] todos los estudios han mostrado que la explotación y la exploración en esencia requieren de diversas estructuras, procesos, estrategias, capacidades y culturas, para perseguir y poder tener diferentes impactos sobre la adaptación de la firma y su desempeño" (p. 481).
Conclusión
El punto de partida de la teoría de March (1991) fue su trabajo sobre el dilema paradigmático acerca de cómo las organizaciones, en sus procesos adaptativos, logran equilibrar la explotación de antiguas certezas y la exploración de nuevas posibilidades. Según este autor, a causa de que ambas actividades compiten por recursos organizacionales escasos, un enfoque solo en la explotación puede representar desequilibrios operativos, mientras que una aproximación solo en la exploración puede acarrear costos por la experimentación sin mayor impacto en los beneficios, pues debido a que ambas lógicas compiten por recursos escasos, las empresas realizan elecciones explícitas (decisiones calculadas en torno a alternativas de inversión y estrategias competitivas) o implícitas (decisiones propias de sus procedimientos y costumbres) que producen el privilegio de una sobre la otra. Aunque el equilibrio entre ambas acciones es deseable, lograrlo no es una tarea simple debido al desconocimiento acerca de cuál es el mejor balance, así como a las implicaciones paradójicas del aprendizaje que llegan a producir efectos positivos y negativos sobre la posición competitiva (Levinthal y March, 1993).
En este sentido, Levinthal y March (1993) consideran que las empresas enfrentan una cierta miopía cuando sacrifican el corto plazo en función del largo, pues consideran como un equívoco la atención hacia la exploración sin una preocupación previa por la explotación. Esto supone para las empresas un dilema de atención, ya sea hacia el desarrollo de competencias de explotación o hacia competencias de exploración, aspecto que Atuahene-Gima (2005) alerta como la paradoja de la rigidez-capacidad, en la cual el énfasis hacia una tiende a desplazar a la otra.
Los estudios empíricos que han analizado la relación entre la explotación y la exploración han mostrado resultados incongruentes, pues en algunos casos se demuestra una relación negativa y significativa (e. g., Beckman, 2006; Chu et al., 2011; Kim et al,, 2014; Nerkar, 2003; Voss et al., 2008), mientras que en otras investigaciones la relación es positiva (e. g., Bierly, Damanpour y Santoro, 2009; Fang, Chou, Yang y Ou, 2012; Im y Rai, 2008; Li y Huang, 2013; Rothaermel y Deeds, 2004). El primer grupo de resultados (asociaciones negativas) indicaría que las empresas se concentran en una competencia desatendiendo la otra, por lo que terminan siendo excluyentes o sustitutas. Esto es, debido a que los recursos son escasos, las empresas deben enfrentar la decisión de si explotar o explorar (Atuahene-Gima y Murray, 2007; Li et al., 2010; March, 1991).
El segundo grupo (asociaciones positivas), que representa el más amplio en la investigación sobre explotación-explotación, establece que las empresas tratan de equilibrar ambas. Esto es, destinan recursos para mejorar la eficiencia, aprovechar el conocimiento almacenado, sacar mayor partido de los aprendizajes adquiridos, promover mejoras continuas y refinar los rendimientos de corto plazo; a su vez, desarrollan habilidades para fomentar nuevos aprendizajes, absorber conocimiento externo, desarrollar tecnologías de punta, producir innovaciones del tipo "nuevo para el mundo" y mejorar los rendimientos a largo plazo (Benner y Tushman, 2003; Bierly et al., 2009; He y Wong, 2004; Lavie y Rosenkopf, 2006; Lavie et al., 2011; Li et al., 2008). Este balance representa la complementariedad entre la explotación y la exploración (Bierly y Daly, 2007; Knott, 2002).
Lograr este balance no es una labor sencilla (Adler et al., 2009; Farjoun, 2010), por lo que la literatura ha propuesto diversas maneras de alcanzarlo, que se resumen en dos perspectivas: la primera implica su aplicación separada, ya sea de forma estructural, temporal o contextual, a modo de ciclo continuo, conocida como balance por separación; la segunda implica su aplicación simultánea, conocida como ambidextralidad (Gupta et al., 2006; Lavie et al., 2010; O'Reilly III y Tushman, 2013; Raisch, 2008; Simsek, 2009; Turner et al, 2013).
En general, la mayor parte de los estudios que han investigado la explotación y la exploración sugiere que ambas competencias se complementan en las organizaciones, ya sea a modo de simultaneidad o de ciclo continuo (Andriopoulos y Lewis, 2009; Gilsing y Nooteboom, 2006; Gupta et al, 2006; He y Wong, 2004; Bierly y Daly, 2007; Knott, 2002; Lavie et al, 2010).
En cuanto a la incidencia de la explotación y la exploración sobre el desempeño, puede afirmarse que las empresas, en su ciclo adaptativo, se enfocan en acciones de mejora que les permitan rendimientos a corto plazo, como una forma de apalancar la búsqueda de oportunidades que les provean rendimientos en el largo plazo (Auh y Menguc, 2005; Gupta et al., 2006; March, 1991). Esto es, las empresas pueden inicialmente explotar para potenciar sus capacidades actuales y, posteriormente, explorar sobre la base de las mejoras alcanzadas (Gilsing y Nooteboom, 2006; Holmqvist, 2003; Levinthal y March, 1993; Russo y Vurro, 2010). Como lo mostraron Lisboa, Skarmeas y Lages (2011), la competencia explotativa mejora el desempeño presente de la empresa y la competencia explorativa potencia el desempeño futuro.
En síntesis, el amplio discurrir investigativo acerca de la explotación y la exploración ha robustecido de manera significativa la teoría de la adaptación organizacional y ha orientado a académicos y profesionales acerca de las implicaciones prácticas que tiene tanto para el aprendizaje organizacional como para otros campos, como la innovación, la gestión del conocimiento y la estrategia; en especial, se ha mostrado que los esfuerzos por buscar su balance complementario son una condición que determina el desempeño organizacional (Chang et al., 2011; De Clercq, Thongpapanl, y Dimov, 2014; Menguc y Auh, 2008).
En este trabajo, se ha realizado una precisión conceptual (según diversas concepciones) de la explotación y la exploración como factores de análisis en el campo del aprendizaje organizacional, y se ha hecho una delimitación teórica de las principales perspectivas investigativas que las analizan, ya sea como sustitutas o como complementarias. Se ha discutido que las tensiones y contradicciones encontradas se deben a diferentes factores organizacionales y ambientales que afectan las decisiones acerca de si se explota o se explora. Comprender cómo conjugar i) el aprovechamiento de los recursos existentes que, sobre la base de la eficiencia, contribuya a lograr mejoramientos incrementales verificables en el corto plazo, con ii) la experimentación y desarrollo de nuevas capacidades que, sobre la base de la eficacia, contribuyan a materializar cambios radicales con impactos positivos en el largo plazo, representa una condición sine qua non que los gerentes deben asumir en la búsqueda de un mejor desempeño para sus empresas.