Introducción
En la actualidad la sociedad gira en torno a la red, ya que el mundo se encuentra interconectado hasta tal punto de establecer una unión entre la realidad online y offline como un todo. Las nuevas tecnologías han brindado cambios en la forma de relacionarnos y comunicarnos. Sin embargo, la web no está libre de convertirse en un mundo peligroso, pues se ha transformado en un espacio donde cualquier ser humano puede ser víctima de agresiones que influyen en su vida real, con consecuencias psicológicas como miedo, estrés, angustia e intranquilidad, entre otras (Álvarez et al., 2017; Blanco, 2014; Donoso et al., 2017; Martín et al., 2016; Peterson & Densley, 2017; Zhong et al., 2020).
Las Tecnologías de Información y Comunicación (TICs) se han transformado en una herramienta de interacción y entretenimiento que prevalece en diferentes ámbitos de la vida. En Colombia, en el 2018, el 64.6% de los encuestados utilizó el internet en el total nacional, superando el porcentaje del 62.3% obtenido en el año 2017, siendo la población entre 12 y 24 años quienes más lo utilizan con un 84.5% (Departamento Administrativo Nacional de Estadística [DANE], 2019). Por ello, actualmente los jóvenes son habitantes del internet, estableciéndose las nuevas tecnologías de comunicación como un vehículo para los nativos digitales, donde expresan y reciben afecto, generan conocimiento, comienzan, conservan y extienden sus relaciones, así como construyen identidad y rompen fronteras, descubren el mundo y las diversas culturas. Así, aproximadamente el 95% de los adolescentes tienen acceso al mundo digital, redes sociales y otras formas de comunicación en línea y, de estos, el 45% están conectados de manera frecuente, presentándose mayor vulnerabilidad y susceptibilidad a la intrusión de su intimidad y al control de sus comportamientos por otros (Ansary, 2020; Bustillos y Crisanto, 2017; Donoso et al., 2017; Donoso y Rebollo, 2018; Lucio, 2016; Martín et al., 2016; Modecki et al., 2013; Romo et al., 2019).
En consecuencia, las relaciones de noviazgo de los jóvenes se están desarrollando en un contexto tecnológico, utilizando frecuentemente las redes sociales para establecerlas y mantenerlas (Vázquez y Pastor, 2019; Víllora et al., 2019), facilitando "elementos de control, aislamiento, dominación, sometimiento e imposición" (Muñiz y Monreal, 2017, p. 116) no solo con mensajes explícitos de agresión, sino también a través del anuncio público del "estado sentimental" en el perfil social, además de comportamientos como la restricción o control del uso de redes, intercambio de contraseñas, entre otras, que permiten que se establezca la "propiedad" sobre la pareja, marcando límites para los demás y buscando la aceptación de amigos y familiares, lo que influye negativamente la calidad de vida del compañero o compañera sentimental (García, 2016; García et al., 2017; Muñiz y Monreal, 2017; Robles et al., 2021; Rodríguez y Rodríguez, 2016; Wright, 2015), asociándose la victimización de estas conductas con mayores síntomas de depresión y ansiedad, incertidumbre frente a la relación, estilos de apego ambivalente e inseguro y un menor ajuste diádico (Borrajo, 2015; Borrajo y Gámez, 2016; Galicia et al., 2013; Gámez et al., 2018).
De esta manera, el uso incorrecto de estas tecnologías favorece el origen de una nueva modalidad de violencia de género llamada ciberviolencia, que se define como el uso de las nuevas tecnologías para causar daño o dominio, y que puede ser expresada por las parejas o exparejas (García, 2016; Javier et al., 2021; Martínez y Ferrón, 2019; Rodríguez y Rodríguez, 2016; Temple et al., 2015).
El abuso online se convierte en una forma única y particular de violencia debido a la velocidad y facilidad en la ejecución de las agresiones, pues no es necesaria la presencia física de la víctima a diferencia de la violencia offline, reduciendo la posibilidad de los perpetradores de ser conscientes del daño causado. Además, por la población ilimitada y anónima que implica y por la accesibilidad con la que los agresores pueden convertir lo privado en público, generando mayor vulnerabilidad en la víctima (Borrajo, 2015; Rodríguez et al., 2021; Víllora, 2019).
En este sentido, se desarrollan otras formas de agresión que pueden ser ejercidas y comprenden conductas de control y monitoreo, abuso, expresiones de cibercelos, violación de la privacidad, distribución sin consentimiento de material privado, acoso sexual y agresiones verbales, entre otras (Jaén et al., 2017).
Por ello, ahora las manifestaciones de violencia en la pareja que se daban en un espacio físico se trasladan a la red como ciberacoso y cibercontrol (García, 2016). En primer lugar, el ciberacoso hace referencia a una forma relativamente nueva de amedrentar, acosar y producir maltrato de manera individual o colectiva hacia otros y se da mediante la intromisión inapropiada y abusiva sobre elementos que la pareja considera privados como fotos, chats o información personal, es decir, datos que la víctima desea mantener en secreto y que no sean visibles (Jaén et al., 2017), ocurriendo en cualquier momento del noviazgo, pero con mayor frecuencia cuando la pareja ha roto la relación, a través de amenazas relacionadas con exponer en las redes sociales fotos o videos íntimos, hostigar a la pareja con múltiples mensajes y generar chantajes emocionales en aras de volver a la relación o solo por venganza (García, 2016; Yudes et al., 2018).
En España, Durán y Martínez (2015) encontraron que el 57.2% de los estudiantes universitarios habían sido violentados por sus parejas a través del celular y un 47.6% acosó a su pareja por medio de éste. Además, los hombres sufrieron mayor victimización que las mujeres por parte de sus parejas a través del celular y del internet, y que quienes manifestaron haber sido victimizados fueron los que más conductas violentas ejercieron hacia sus parejas respecto al ciberacoso.
En segundo lugar, el cibercontrol consiste en la vigilancia continua de lo que la pareja realiza en sus redes sociales, es decir, la supervisión de fotos, comentarios, amigos y su localización. El agresor, entonces, se caracteriza por decidir por su pareja a qué personas puede agregar, con quién puede hablar, qué puede hacer, entre otras (Estébanez, 2013; García, 2016; Martín et al., 2016). En una investigación realizada en México por Lucio (2016) se encontró una alta presencia de cibercontrol en las relaciones de noviazgo, puesto que un 62.6% indicó que su pareja sentimental se había sentido celoso(a) por la publicación de una foto en la red y a un 64.4% le habían preguntado alguna vez con quien chateaba. Igualmente, a un 10.1% de los sujetos, su novio(a) le había robado la contraseña, mientras que a un 14.3% se la habían exigido como prueba de amor.
Por otro lado, en una investigación realizada por Canet (2015) en la Universidad de Valencia, España, se encontró que las mujeres no consideran los factores asociados al cibercontrol (controlar la última hora de conexión, entrar a las cuentas de la pareja, no contestar los mensajes o llamadas de manera inmediata) como violencia de género, ya que tienden a ser más permisivas en cuanto al acceso de su intimidad digital en comparación de los hombres, pues estos sí consideran estas conductas como violencia, esto, tal vez, asociado a las diferencias que existen entre género, donde las mujeres desarrollan mayor interés por contenidos culturales, educativos y entretenimiento, utilizando en proporciones más altas las redes sociales, mientras que los hombres utilizan los medios tecnológicos para juegos, deportes e informática, ejerciendo en menor proporción la socialización por medio de estos (Estébanez, 2013). No obstante, se ha demostrado que existe una co-ocurrencia entre la perpetración y la victimización independientemente del sexo de los sujetos, es decir, la violencia es ejercida por ambos miembros de la pareja, donde la principal causa para ser agresor de abuso online es haber sido víctima de él, pudiéndose explicar esto a partir de la teoría de aprendizaje social de Bandura (Víllora, 2019).
En referencia a lo anterior, se ha presentado que las nuevas tecnologías forman parte de nuestra realidad y que se han convertido en una herramienta para violentar a la pareja de forma silenciosa y normalizada. Es por esto, que la presente investigación pretende identificar la prevalencia de ciberviolencia de género en el noviazgo en jóvenes universitarios en dos universidades de Bucaramanga y su área metropolitana, con el propósito de responder a la pertinencia de esta problemática y contribuir al desarrollo de su literatura y estadísticas, pues según la revisión teórica realizada para este estudio teniendo en cuenta la población escogida, no se encontraron estudios previos en el país, y a nivel mundial hay escases de investigaciones que incluyan su correlación con otras variables tales como, uso y acceso a las redes sociales, características sociodemográficas, violencia offline en el noviazgo, trastornos mentales, entre otras, presenciándose un vacío significativo a la hora de diseñar estrategias para enfrentar este fenómeno (Gabarda et al., 2021; Hernández, 2018).
Método
Diseño
Se trata de una investigación cuantitativa con un diseño no experimental de tipo descriptivo transversal, pues se describe la variable estudiada a través de la recolección de datos en un solo momento en el tiempo (Vallejo, 2002).
Participantes
La muestra estuvo conformada por 329 estudiantes universitarios, 196 mujeres (60%) y 133 hombres (40%), con edades comprendidas entre 18 y 26 años (M = 20.5; DE = 5.65), con relaciones de 22.1 meses en promedio, de los cuales el 51% pertenecía a una universidad privada y el 49% a una universidad pública.
La selección se realizó a través de un muestreo no probabilístico por conveniencia, pues los sujetos fueron escogidos a partir de la proximidad y accesibilidad de los investigadores al momento de la aplicación (Lucio, 2016), tomando como criterios de inclusión el tener o haber tenido pareja en el último año con al menos un mes de duración y pertenecer a alguna de las dos universidades seleccionadas dentro de la investigación.
Instrumentos
Para efectos del estudio se utilizó un cuestionario creado por los investigadores con el fin de recabar información sociodemográfica de los participantes como sexo, edad, facultad, universidad, semestre y si tiene pareja o la ha tenido durante el último año.
De igual manera, se empleó el CyberDatingAbuse Questionnaire [CDAQ] (Borrajo et al., 2015) el cual está compuesto por 40 reactivos que evalúan de forma paralela victimización y perpetración en dos escalas: agresión directa (conductas conscientes y voluntarias que pretenden dañar mediante amenazas e insultos privados o públicos, robo de identidad y difusión de información privada) y control/monitoreo (acciones que buscan controlar, vigilar y limitar las relaciones sociales de la pareja), a través de una escala tipo Likert de seis opciones de respuesta (1 = Nunca; 2 = No en el último año; pero sí anteriormente; 3 = Rara vez; 4 = A veces; 5 = Con frecuencia y 6 = Casi siempre).
Asimismo, se ha establecido la consistencia interna del instrumento por medio del coeficiente alfa de Cronbach obteniendo las siguientes puntuaciones en sus diferentes subescalas: victimización de control/monitoreo (α = .87), perpetración de control/monitoreo (α = .84), victimización de agresiones directas (α = .86) y perpetración de agresiones directas (α = .77).
Procedimiento
La recolección de la información se realizó a través de un cuestionario físico, en contacto directo con la población, asistiendo a las instituciones educativas escogidas y solicitando a los estudiantes su participación; además de esto, se diseñó dicho instrumento de forma virtual, a través de Google Forms, el cual fue difundido y enviado por las redes sociales a jóvenes que estuvieran en la etapa universitaria, abarcando a la población de una manera más sencilla, rápida y económica.
Estos cuestionarios fueron precedidos por el consentimiento informado en ambos casos, cumpliendo con lo establecido en la Ley 1090 del 2006 en la cual se reglamentan las disposiciones éticas de la profesión de psicología. Los universitarios participantes accedieron voluntariamente, una vez se les planteó el sentido de la investigación y se les informó sobre el manejo de los datos siendo estos confidenciales y anónimos. Finalmente, los datos se almacenaron y analizaron en el programa SPSS, versión 23 (Statistical Package for the Social Sciences).
Análisis estadísticos
Para dar cumplimiento a los objetivos propuestos y teniendo en cuenta el diseño de la investigación, se realizó un análisis descriptivo de los datos, calculando las medidas básicas de distribución y composición de variables. De igual manera, para conocer la relación de dependencia entre las variables se implementó la prueba estadística Chi-cuadrado y para medir la fuerza de la relación se utilizó el coeficiente de correlación de Pearson, mientras que para averiguar la diferencia de las variables entre género y tipo de institución se utilizó el análisis de varianza.
Resultados
A partir de los análisis realizados, se encontraron mayores puntuaciones en las subescalas de control y monitoreo, con un 15.5% en victimización y un 15.8% en perpetración, a diferencia de la subescala de agresión directa que presentó un 10% en la modalidad pasiva y un 7.6% en la modalidad activa.
En la Tabla 1 se presenta la prevalencia de Ciberviolencia según el sexo, evidenciándose mayores porcentajes de hombres víctimas en cuanto a la subescala de agresión directa, mientras que las mujeres son mayores perpetradoras y víctimas en la subescala de control y monitoreo. Además, se evidenció que no existen diferencias estadísticamente significativas respecto al porcentaje de las subescalas según sexo.
Por otro lado, se observó que, tanto en la subescala de agresión directa como en la de control y monitoreo, los estudiantes de la universidad privada presentan mayores porcentajes en victimización y perpetración respecto a los participantes de la universidad pública. Asimismo, no se presentaron diferencias estadísticamente significativas entre los porcentajes de las subescalas según universidad.
En la tabla 3 se muestra que el promedio de los hombres en ambas subescalas de victimización fue mayor que el de las mujeres, que, por el contrario, presentaron mayores promedios de perpetración frente a los hombres, sin que se evidencien diferencias estadísticamente significativas respecto al tipo de universidad.
Sin embargo, estos promedios son bajos, lo que indica que los participantes no han experimentado en gran medida dicha violencia.
Por otra parte, la Tabla 4 presenta que los jóvenes de la universidad privada, tanto en la perpetración y victimización de agresión directa y control y monitoreo, obtuvieron mayores promedios comparado con la universidad pública, evidenciándose diferencias estadísticamente significativas en todos los análisis.
Finalmente, en la Tabla 5 se observa que en la población estudiada solo se presentó correlación significativa entre la duración de la relación y la perpetración de la subescala de control y monitoreo, dado que cuanto más tiempo dura la relación de los participantes se evidencia mayor perpetración de control y monitoreo de sus parejas.
Discusión
El presente estudio busca describir el abuso online en jóvenes universitarios, a partir de las conductas de cibercontrol y ciberacoso realizadas en los medios tecnológicos, pues en diversas investigaciones se ha evidenciado que las TIC's son herramientas cada vez más utilizadas dentro de la población joven gracias al enriquecimiento académico y social que proporcionan, permitiendo, a la vez, el desarrollo de nuevas conductas violentas que afectan la integridad de las víctimas (Álvarez et al., 2017; Blanco, 2014; Donoso et al., 2017; Martín et al., 2016; Peterson & Densley, 2017).
En este orden de ideas y teniendo en cuenta el análisis de datos realizado, se identificó que las conductas que más se repiten tanto en el rol de víctima como en el de agresor son las de control y monitoreo, como ha sido confirmado en estudios previos (Giménez, 2016; Lucio, 2016; Peña et al., 2018; Víllora, 2019) donde se presentaron mayores comportamientos de control sobre la ubicación, ultima hora de conexión, estado de conexión, entre otras.
Con referencia a la prevalencia según sexo, Víllora (2019) encontró que las mujeres presentan mayor perpetración (13.6% vs 6.5%), lo que concuerda con dicha investigación, asociado posiblemente a la seguridad que le otorga a las mujeres el ejercer conductas de abuso indirectas. Además, no hallaron diferencias estadísticamente significativas, ratificándose, como en este estudio, que el sexo no es una variable importante en cuanto al aumento de victimización o perpetración, sino que el principal riesgo para ser un agresor es haber sido víctima en algún momento (Bandura, 1977; Borrajo et al., 2015). Esto es contrario a lo planteado por Canet (2015) y Espinobarros et al. (2018), ya que concluyen que los hombres ejercen con mayor frecuencia estos comportamientos violentos, y que las mujeres como resultado se convierten en seres vulnerables por el hecho de permitir acciones violentas, lo que podría estar asociado a la desigualdad común y a las diferencias de género (García, 2016).
Por otra parte, al realizar una comparación entre los dos tipos de universidades, se evidenció que son los estudiantes de la universidad privada quienes más ejercen conductas de abuso online en ambos roles. Al igual, se encontró correlación significativa entre la duración de la relación y la perpetración de cibercontrol, es decir, a mayor tiempo en la relación, mayor probabilidad que los jóvenes universitarios controlen y vigilen a sus parejas por medio de las herramientas tecnológicas. En conclusión, el tipo de conductas violentas más frecuentes en el noviazgo son las relacionadas con el cibercontrol. Respecto al sexo, no se encontró diferencia significativa, sin embargo se resalta que el hecho de que un individuo se pueda convertir en victimario está relacionado con haber sido víctima alguna vez. Por otra parte, relacionado con las instituciones educativas (pública y privada) se evidenció mayor civerviolencia en la institución de carácter privado, al igual que en las relaciones de noviazgo con mayor duración. No obstante, existe escasez de estudios que tengan en cuenta estas variables, por lo que se hace difícil establecer conclusiones, además de que el diseño de esta investigación no permite determinar la dirección causal de estos resultados, por lo que se hace necesario una investigación adicional que explore estas relaciones.
En este sentido, se hace pertinente profundizar de manera rigurosa en las modalidades de la violencia cibernética y las variables que puedan estar asociadas a ella. Pues el conocimiento es mínimo respecto a cómo se de desarrollan estas prácticas en estos medios a diferencia de la literatura de otras problemáticas (Víllora, 2019). Así mismo, según los resultados obtenidos, es indispensable el desarrollo de estrategias de prevención, promoción, e intervención involucrando ambos sexos y el contexto universitario (De la Peña, 2015; Víllora et al., 2019).
Por otro lado, en Colombia y países latinoamericanos se han realizado pocas investigaciones sobre esta temática, es por esto que este estudio contribuye al reconocimiento de esta nueva forma de violencia. Sin embargo, no está exento de limitaciones, pues, en primer lugar, los datos fueron recolectados a través de medidas de autoinforme, pudiéndose generar un sesgo en cuanto a la veracidad de las respuestas de los participantes, ya que se basan en preguntas directas y autoevaluaciones subjetivas. En segundo lugar, la muestra no ha sido totalmente representativa teniendo en cuenta la gran población universitaria de la ciudad, por lo que impide la generalización de los resultados, aunque ha sido un primer acercamiento que pretende ser base para futuras investigaciones. Asimismo, el diseño transversal no permite establecer inferencias causales, por tanto, es indispensable realizar investigaciones longitudinales que amplíen la problemática.
Finalmente, se recomienda para futuras investigaciones relacionar la ciberviolencia en el noviazgo con otras variables como tipos de apego, datos sociodemográficos, antecedentes familiares, trastornos mentales, personalidad, entre otras. Al igual, profundizar en aspectos asociados a la variable sexo, ya que los roles de género tradicionales pueden estar influyendo negativamente en la invisibilización de abusos tanto en hombres como mujeres permitiendo que aumenten las víctimas y agresores (Borrajo, 2015; Víllora et al., 2019).