1. Introducción
La expresión gráfica, asociada a algunas disciplinas tecnológicas como el diseño industrial, ha dispuesto de sistemas, códigos y lenguajes normalizados para su representación, como puede ser el caso de las normas españolas UNE y UNE-EN ISO.1 Pero tanto investigadores como profesionales del urbanismo -sobre todo en lo referente al planeamiento por su alto requerimiento de una expresión gráfica solvente- han dispuesto de criterios discrecionales a la hora de definir su lenguaje gráfico, sin mayores limitaciones que las propias de las técnicas empleadas en cada momento.
El planeamiento está muy regulado en sus conceptos y contenidos, e incluso en el fondo de la identificación de la información y en la sistematización de los códigos de identificación del planeamiento (Zamora y Fernández, 2007). Pero su codificación gráfica normalizada -independientemente del lugar y equipo humano que lo haya redactado- resulta muy abierta, tanto por la complejidad de las variables utilizadas en la definición urbana (García, Ros y Martí, 2012) como por la excesiva dispersión normativa de todos los sistemas, tanto europeos como norteamericanos.
La ordenación urbanística se manifiesta mediante una formalización gráfica que representa la realidad física de un determinado territorio o ciudad. Para ello, el planeamiento emplea recursos propios de la expresión gráfica, como el color, las tramas, las líneas o los iconos.
2. Variables y respuestas para la representación gráfica del planeamiento
La revolución que desde finales del siglo XX ha supuesto la tecnología CAD, paralela a la de impresión digital por inyección de tinta o láser, ha supuesto un punto de inflexión en la expresión gráfica, desde la propia naturaleza de la ideación arquitectónica (Marcos, 2010) hasta la complejidad de la ordenación urbana. Esto ha supuesto una ampliación sustancial de las posibilidades de representación del planeamiento, especialmente a la hora de resolver la concurrencia de un elevado nivel de información.
La técnica urbanística requiere habitualmente de tres variables conceptuales, consolidadas por la práctica disciplinar internacional, a las que el planeamiento debe dar respuesta gráfica. Estas variables pueden ser la simbología puntual, las delimitaciones lineales -abiertas o cerradas- y los ámbitos superficiales. Esta tradición mantiene correspondencia con las variables habituales de la psicología perceptiva en lo referente a la lectura gráfica de planos:
La información mostrada en los planos puede ser dividida en tres clases: punto, línea y superficie. Pozos de petróleo, iglesias y puntos de triangulación son ejemplos de información puntual, mientras que líneas de ferrocarril, oleoductos y ríos son ejemplos de información lineal [...]. Pero la información superficial juega un papel mucho más importante en los planos temáticos, como los que muestran el tipo, geología, vegetación o uso del suelo. Lo más habitual es que los códigos de color sean usados en los mismos para distinguir esta clase de información2 (Phillips y Noyes, 1980: 1117).
La implementación actual de un SIG, por su naturaleza digital y lenguaje particular de representación, posibilita elementos puntuales, textuales, lineales y superficiales (Arnáiz, 2009). La correspondencia entre elementos y variables es coherente pudiendo fundirse los dos primeros dentro de la primera variable referente a la simbología puntual. Así, por ejemplo, la identificación de tipologías puede requerir de la primera variable, los umbrales de la segunda y la zonificación, habitualmente, de la tercera.
La dificultad estriba fundamentalmente en la necesidad de reflejar de forma superpuesta las determinaciones sustantivas del planeamiento de manera suficientemente legible siguiendo criterios de economía gráfica, principio muy desarrollado en la ingeniería (Moody, Heymans y Matulevicius, 2009) y en el diseño de aplicaciones digitales (Nordbotten y Crosby, 1999), pero mucho menos investigado en los campos de la arquitectura y el urbanismo.
Para dar respuesta a estos requerimientos urbanísticos, el dibujo hace uso de ciertos recursos propios de su disciplina. Así, color, trama y textura son los recursos utilizados para dar respuesta a la variable urbanística de los ámbitos superficiales; las líneas y recintos para las delimitaciones lineales abiertas y cerradas, respectivamente; finalmente los iconos y textos responden a la simbología puntual.
Color, trama y textura constituyen un fuerte recurso gráfico en el planeamiento urbano. La fuerza expresiva del color, usado en paralelo con tramas o texturas superpuestas compatibles, aporta un importante potencial informativo al plano urbanístico. La combinatoria posible es muy amplia si manejamos bien tanto la paleta cromática como las tramas y texturas.3
Las líneas y recintos pueden resolver tanto requerimientos urbanísticos con ancho físico mensurable -vialidad, ámbitos de gestión- como sin él -umbrales y fronteras interzonales-, al tiempo que pueden contribuir a potenciar la expresividad del color y la textura cuando se combinan con ellos.
Finalmente, iconos y textos representan el recurso habitual de toponimias y tipologías, posibilitando también definir parámetros formales con mayor inmediatez de lectura que mediante la remisión a desarrollos textuales. La Tabla 1 refleja las posibles correspondencias para la práctica del planeamiento entre las variables urbanísticas y los recursos gráficos de respuesta. En la Figura 1 se ilustra, mediante un ejemplo de planeamiento urbano reciente, el uso combinado de recursos gráficos, así como la intención de los redactores de incluir en un solo plano un alto grado de información urbanística garantizando su legibilidad.
Fuente: tabla elaborada por los autores con base en datos de Phillips y Noyes (1980) y Arnáiz (2009).
3. Estudios e iniciativas internacionales de normalización gráfica del planeamiento urbano
En las últimas décadas han ido apareciendo, en diversos países, algunas propuestas para normalizar la expresión gráfica del planeamiento urbano. El alcance de las mismas suele ser nacional, y su carácter frecuentemente más orientativo -o doctrinal- que normativo. Esto puede ser debido tanto a la dispersión normativa como a la premeditada discrecionalidad expresiva de la cultura planificadora local. Muchas de estas iniciativas de estandarización suelen integrarse dentro de un protocolo de gestión digital urbanística, mediante la generación de un SIG (García, Ros y Martí, 2012).
En Europa, la diversidad de culturas y prácticas urbanísticas ha dificultado los intentos de estandarización gráfica del planeamiento, incluso sin salir de cada frontera. Un estudio institucional como The EU compendium of spatial planning systems andpolicies analiza una extensa muestra de planeamiento comunitario y evidencia la dificultad de encontrar lenguajes gráficos comunes (Unión Europea, 1997). Anteriormente, y en el mismo sentido, Healey y Williams (1993: 716) habían estudiado las divergencias existentes entre los sistemas de planeamiento de diferentes países europeos: "La diversidad de los sistemas de planeamiento y práctica en Europa, es el resultado de la historia y geografía de cada lugar, y de la forma en que éstos se entrelazan con las estructuras institucionales nacionales, las culturas y las oportunidades económicas".4
Así, en Francia, los PLU son los instrumentos de planeamiento urbano que actualmente estructuran el planeamiento municipal francés (Renard, 2000), en sustitución de los anteriores pos, que se limitaban genéricamente a la definición de las condiciones de ocupación del suelo. En este contexto aparece la Proposition de sémiologie pour l'edition del PLU a-partir d'un SIG (República Francesa, 2006), propuesta que, aunque orientativa y coyuntural a la gestión gráfica digital del planeamiento, aporta interesantes criterios de normalización en materia de expresión gráfica, como especificaciones en materia de color, transparencias, texturas e iconos.
En el Reino Unido, el planeamiento parte de una estructura jerárquica más flexible que en el caso francés, de forma que "el régimen de planeamiento del uso del suelo abarca diversos niveles de administración pública, dentro de un sistema de subsidiariedad" (Hebbert, 2000: 84). En estas circunstancias, toda iniciativa de estandarización se complica especialmente, aunque si revisamos la tradición del sistema de normalización británico en el mundo del color, encontramos genéricas pero interesantes bases5 para una potencial aplicación en el planeamiento urbano.
En el Estado español, el actual marco constitucional otorga casi toda la competencia urbanística a las Comunidades Autónomas, lo que ha supuesto una dificultad para el desarrollo de iniciativas homogeneizadoras a nivel estatal lo suficientemente sólidas. Por lo tanto, éstas habrían de plantearse en el contexto de las respectivas normativas autonómicas. No obstante, con anterioridad al actual sistema descentralizado, conviene rescatar el Código para la representación gráfica de los planes urbanísticos. A pesar de ser un documento sin efectos normativos, resulta muy destacable la voluntad del mismo de asumir recomendaciones supranacionales, puesto que la redacción original del mismo correspondía a un grupo de trabajo internacional integrado en la Unión Internacional de Arquitectos.6 El documento, muy sencillo, se enfocaba como una guía de orientación adaptable a las particularidades de cada sistema: A partir de la definición de unos símbolos gráficos elementales, el sistema propuesto permite representar, a través de su combinación, la amplia gama de fines y determinaciones que contengan los planes. [...] Cada país puede ajustar, o interpretar, el código según las necesidades que la concreta estructura de planeamiento urbano exija en materia de representación gráfica (UIA-CSCAE, 1977: 7).
La metodología empleada en el desarrollo de este trabajo, claramente inductiva, analiza la codificación gráfica empleada en una muestra diversa de planeamiento internacional -con un claro sesgo cultural europeo7-, para concluir proponiendo un criterio general. La aparente simplicidad de este trabajo pone en evidencia la dificultad de proponer criterios homogéneos más elaborados. En la Figura 2 se refleja el uso de iconos que dicho estudio propone para identificar el régimen urbanístico de las preexistencias, mediante combinaciones formadas por la inscripción de dos símbolos puntuales. Los símbolos interiores significan elemento: cuadrado, estable; círculo, deseable; rombo, molesto. Los símbolos exteriores significan destino: cuadrado, mantener; círculo, promover; rombo, demoler o atenuar. En la misma Figura 2 se refleja también el uso de colores y tramas para usos del suelo, con significados asignados a cada trama en base a la función genérica y selección, con el carácter indicativo de colores aplicables y combinaciones posibles. La Figura 3 ilustra un ejemplo de normas gráficas mediante texturas monocromas en la ciudad de Lausanne, a modo de propuesta de aplicación.
Fuera del continente europeo, algunas economías emergentes del Magreb que presentan actualmente una importante actividad urbanística, como Argelia, han elaborado recientes guías técnicas de normalización. Estas guías, muy influidas por la cultura francesa, apuestan directamente por proponer mecanismos de regulación gráfica en la práctica del urbanismo. Así, en 2010 aparece la Guide de normalisation de la représentation graphique en matière d'urbanisme (República de Argelia, 2010), que regula recursos gráficos tales como iconos textuales, tipos de línea, tramas y colores zonales.
En el continente americano, el sistema de Estados Unidos de planeamiento urbano, aun enmarcado en la tradición anglosajona, cuenta con una consolidada institución profesional que regula el oficio: la American Planning Association. Esta institución cuenta con una importante sección de investigación que afronta diversas líneas, entre ellas, la estandarización de usos del suelo en el planeamiento urbano,8 en conjunción con los sic Dentro del mismo destacan las directrices referentes a la normalización cromática y precisiones de código RGB.9 La Figura 4 muestra la propuesta de valores RGB que ha elaborado la institución norteamericana desde diferentes criterios clasificatorios del suelo. También resulta especialmente interesante el trabajo de compilación desarrollado por Jeer y Bain (1997), cuando analizan y comparan cromáticamente los diferentes estudios de normalización de usos del suelo propuestos desde el pionero Proposai for a Standardized Land Use Classification System (American Institute of Planners, 1958), hasta el más reciente Guidelines for Preparing Urban Plans (Anderson, 1995).
4. Conclusiones
A tenor de lo expuesto, destaca la dificultad existente para homogeneizar los criterios gráficos del planeamiento y puede resultar actualmente pretencioso intentar universalizar su lenguaje expresivo, pero se observa que los recursos gráficos de base siempre son los mismos en todo sistema. Además, la interpretación y utilización del lenguaje gráfico no está exento de una fuerte vinculación a dos variables de carácter cultural y contextual: por un lado, la tradición gráfica urbanística propia de cada ámbito cultural y sus principales influencias; y por otro lado, las características formales que las diferentes normas locales imponen a la presentación del planeamiento urbanístico. En este sentido, cuando estas dos circunstancias -tradición y regulación- convergen en un determinado ámbito, parece posible proponer algunas pautas de representación comunes ya que, sin haber sido explicitadas, existe una fuerte convergencia en la representación gráfica del urbanismo. Un ejemplo de esta afirmación se puede identificar en la cultura urbanística occidental europea y su influencia, en la que la tradición en la disciplina del planeamiento urbanístico ha mantenido cierta cultura cromática en la representación general de cierta información, como el negro para las preexistencias y bases cartográficas, el rojo para la novedad planificada, el azul para cauces y masas de agua o el verde para los espacios libres.
En esta dirección, la metodología inductiva, focalizada en un ámbito cultural común y empleada en los estudios propositivos de estandarización -todos analizan los hábitos de expresión gráfica de un universo de muestras particulares de planeamiento para concluir proponiendo una directiva general- parece ser la mejor directriz a seguir y en ella se recomienda basar las diferentes propuestas de normalización que se puedan elaborar en dicho ámbito. Es difícil que las propuestas unificadoras tengan vocación universal, pero un comienzo en entornos geográficos y culturales más acotados puede poner el punto de partida que derive en posteriores alcances más ambiciosos.
Finalmente, debemos subrayar de manera especial el actual desarrollo y aplicación de los Sistemas de Información Geográfica en la representación gráfica del planeamiento urbano. Se trata de una herramienta que no distingue ámbitos culturales ya que tiene un carácter global y, de manera implícita, en cierta medida impone un grafismo más conveniente, al margen de las dos circunstancias antes mencionadas -tradición disciplinar y normas urbanísticas -, por lo que precisamente, en la aplicación de los SIG encontramos una dirección en la que mayor alcance puede tener la definición de ciertas pautas comunes para una posible propuesta de homogeneización en la representación gráfica del urbanismo. A la vista de las diferentes iniciativas analizadas, esta técnica puede implicar una interesante oportunidad coyuntural para implantar y potenciar criterios homogéneos de expresión gráfica del planeamiento en todas sus distintas escalas de aplicación.